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44 El historiador y la historia

desde el de un francés del siglo XVII; Gibbon, desde el de un inglés


del XVIII; Mommsen, desde el del alemán del siglo xix; a nada con-
duce preguntarse cuál era el punto de vista adecuado. Cada uno de
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ellos era el único posible para quien lo adoptó».
2. EL HISTORIADOR Y LA HISTORIA Desde esta perspectiva, la ciencia de la historia —en cada mo-
mento de su evolución— se comprende a partir de la época en que
se inscribe, del propio presente del historiador. Y por eso es fun-
damental, antes de penetrar en una obra historiográfica, conocer su
marco histórico. En el ejemplo de Collingwood, «el punto de vista»
sobre la historia de cada uno de los autores citados se configura,
EL HISTORIADOR, SU PRESENTE Y EL PASADO HISTÓRICO pues, a partir de las preocupaciones y motivaciones de su época co-
rrespondiente.
Como acabamos de ver en el capítulo precedente, la historia —o la En 1938, Croce formuló ideas parecidas, que han motivado hasta
historiografía— no puede entenderse al margen del historiador. De el presente arduas polémicas, cuando situó el conocimiento históri-
él depende y ha dependido siempre el tipo de historia que se realiza, co a partir de la estricta contemporaneidad del historiador. Para
el método utilizado, las teorías históricas y, en definitiva, el produc- Croce la historia era «el acto de comprender y entender, inducido
to historiográfico resultante. De tal manera que no puede entender- por los requerimientos de la vida práctica»,* requerimientos que po-
se el conocimiento histórico sin el historiador. dían situarse en el plano moral, económico, estético o intelectual,
Pero el historiador, ese hombre como cualquier otro hombre que pero que, en cualquier caso, «el conocimiento de "la situación ac-
vive en una sociedad, se acerca al conocimiento del pasado a partir tual", como se le llama, se refiere al curso que la vida real ha seguido
de su propio presente. La historia, así, «es la relación, la conjun- para llegar a este punto, y en cuanto así lo hace, es conocimiento
ción establecida por iniciativa del historiador, entre dos planos de la histórico».' La conclusión a que llegaba Croce no dejaba lugar a
humanidad: el pasado vivido por los hombres de otrora y el pre- dudas: «Los requerimientos prácticos que laten bajo cada juicio
sente en que se desarrolla el esfuerzo por la recuperación de aquel histórico, dan a toda la historia carácter de "historia contemporá-
pasado para beneficio del hombre actual y del hombre venidero».' nea" por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por
Carr establecía la misma relación cuando definía la historia como ella referidos; la historia, en realidad, está en relación con las nece-
«un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus he- sidades actuales y la situación presente en que vibran aquellos he-
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chos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado». 1 chos».


El historiador, pues, se enfrenta a un pasado que trata de com- La tesis crociana, ciertamente, afirma con rotundidad que toda
prender a partir de su presente. Su punto de partida es, inevitable- historia es contemporánea, en la medida en que responde a los in-
mente, el presente en que se halla, cuyos problemas, motivaciones y centivos que le plantea su presente al historiador. Quizá quería
vivencias proyecta hacia el objeto de su estudio. Comprender esta decir lo mismo el historiador argentino José Ingenieros cuando afir-
relación supone comprender, en primer lugar, el carácter de toda mó que
obra histórica, en el momento preciso en que fue elaborada. El his-
toriador británico Collingwood escribió que «san Agustín vio la his- cada generación debe repensar la historia. Los hombres envejecidos se
toria desde el punto de vista del cristiano primitivo; Tillamont, la entregan corrompida, acomodando los valores históricos al régimen
3. Citado por CARR: Ibid., pág. 3 5 .
1. MARROU: El conocimiento histórico, pág. 3 1 . 4. BENEDETTO CROCE: La historia como hazaña de la libertad. México, Fondo
de Cultura Económica, 1 9 6 C , pág. 9.
2. CARR: ¿Qué es la historia?, pág. 40. 5. Ibid., pág. 1 0 .
6. Ibid., pág. 11.
El historiador, su presente y el pasado histórico 45 46 El historiador y la historia
de sus intereses creados. Es obra de los jóvenes transfundirle su sangre dad, la única forma posible de llegar a un determinado conocimiento
nueva, sacudiendo el yugo de las malsanas idolatrías. La historia que de
tiempo en tiempo no se repiensa va convirtiéndose de viva en muerta, es a través de las categorías de una lengua determinada. El propio
reemplazando el zigzagueo dramático del devenir social con un quieto acto de pensar es imposible realizarlo sin el lenguaje. Y es sabido
panorama de leyendas convencionales.' también que el lenguaje evoluciona tanto a nivel factual como se-
mántico a lo largo de la historia. Pero, sobre todo, «la lengua, que
En la historiografía española más reciente el peso del presente es un producto social, como sistema con el que pensamos, configura
ha sido determinante incluso a la hora de escoger los temas de es- nuestra visión del mundo. Vemos el mundo con los ojos de nuestra
tudio y análisis. En 1952, Vicens Vives recordaba el triste panorama lengua»." Y ello es importante porque «a diferentes lenguas corres-
de la historiografía académica del momento, lamentando «tanto la 12
ponden visiones diferentes del mundo». A partir de esta considera-
rigidez de los viejos moldes que todavía constriñen su expansión ción es evidente que el discurso del historiador se verá mediatizado
[se refiere a la historia de España], como las fáciles estructuras por la lengua que utiliza, y esta mediatización es siempre inevitable.
ideologistas con que se pretende poner remedio, por parte de algu- Además, ya lo hemos señalado, los contenidos de los conceptos utili-
nos, al evidente colapso del pensamiento español».' En 1960, si bien zados también cambian históricamente: en cada presente histórico
Vicens podía ya reseñar avances historiográficos importantes, aún el historiador usa conceptos cuyo valor semántico no es siempre el
tenía que referirse a aquellos historiadores «que descienden a la mismo.
palestra con odios políticos y lanzan sus dardos parapetados en có-
Cabe señalar, por último, las influencias intelectuales del presen-
modos e inmerecidos reductos oficiales».' Recientemente, el historia-
te en el historiador. De la misma manera como sucede con el len-
dor catalán Miquel Izard ha puesto de relieve cómo a partir de los
guaje, el historiador participa de las particularidades intelectuales
años 60 se produjo entre los historiadores jóvenes un acrecentado
de su época: las formas de pensamiento y de concebir el mundo se
interés por la historia del movimiento obrero español, y destacaba
modifican de acuerdo con la dinámica de las evoluciones sociales.
que este interés respondía a una forma de militancia antifranquista:
Durante muchos siglos la visión del mundo que aportó el catolicis-
«sus cultivadores nos interesamos casi exclusivamente por los mo-
mo conformó el pensamiento de la mayoría de historiadores medie-
vimientos de resistencia, y en especial por los que tuvieron una
vales. Los mitos griegos llegaban a ser tan reales en el presente de
participación más destacada en el bando republicano de una guerra
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Herodoto que era imposible explicar los orígenes de Grecia sin recu-
civil que degeneró en la dictadura que estábamos padeciendo».' Des-
rrir a ellos. En la realidad contemporánea no existe ciertamente una
de este mismo punto de vista, la polémica sobre si en España se
homogeneidad de pensamiento que influya unívocamente en el his-
había producido o no la revolución burguesa en el siglo xix estaba
toriador. Pero no es menos cierto que todas las formas de pensa-
viciada desde sus orígenes: en el fondo, enfrentaba análisis distin-
miento contemporáneo (que se implican mutuamente), donde pueda
tos sobre la significación del régimen franquista, y de estos análisis
inscribirse el historiador, se fundamentan a partir de los cambios
se derivaban estrategias diferenciadas para la lucha antifranquista.
y transformaciones sufridos por el mundo en los dos últimos siglos.
Por otra parte, la influencia del presente en el historiador se ma-
f Desde esta perspectiva de análisis que hemos ido describiendo,
nifiesta también en la utilización de las categorías del lenguaje. Es '*Y
los historiadores se erigen, así, en protagonistas indiscutibles de la
sabido que en historia, como en cualquier otra ciencia de la socie-
historia, entendida como proceso de conocimiento, desde el momen-
to en que se convierten en el catalizador de la relación sincrética
7. Citado por FONTANA: La Historia, págs. 3 0 - 3 1 . entre presente y pasado. Son ellos, efectivamente, quienes convier-
8. JAUME VICENS VIVES en el Prólogo a la primera edición de la Aproxima-
ción a la historia de España. Barcelona, Teide, 1952, pág. 6. ten en contemporánea toda la historia, pues no pueden desembara-
9. En el Prólogo a la segunda edición de la misma obra, publicado por
Ed. Vicens-Vives, Barcelona, 1960, pág. 11.
10. MIQUEL IZARD: «Orígenes del Movimiento Obrero en España», en Estudios 1 1 . SEBASTIA SERRANO: Lingüística i qiiestió nacional. Valencia, Eliseu Cli-
sobre la Historia de España (Homenaje a Tuñón de Lara), tomo 1, Santander,
Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1 9 8 1 , pág. 2 9 5 .
ment ed., 1979. Serrano cita las tesis de Sapir y de Whorf (pág. 3 5 ) .
12. Ibid., ibid.
Los c o n d i c i o n a m i e n t o s s o c i a l e s y c u l t u r a l e s 47 48 El historiador y la historia

zarse de su propia realidad en el mundo. Curtís va mucho más allá social al que pertenece. Y es conocido también que el individuo,
de estas consideraciones y acentúa el protagonismo de los historia- como producto que es de un conjunto dé relaciones sociales, funda-
dores cuando afirma que éstos deben «atreverse a ser ellos mismos» menta su conciencia a partir de su propia existencia social." En este
y «no deben vacilar en aprovechar el rico fondo de las vivencias per- sentido, el historiador no escapa ni puede escapar de las determina-
sonales que han hecho de ellos lo que son»." ciones de su existencia social, y ello se refleja siempre en el pro-
ducto histórico que elabora. No puede sorprendernos que la historia
tradicional fuese una historia de las élites, pues a ellas pertenecían
L O S CONDICIONAMIENTOS SOCIALES Y CULTURALES DEL HISTORIADOR los historiadores que la cultivaban. La valoración, la interpretación
de fenómenos importantes de la historia de la humanidad, como
Pero, ¿qué son los historiadores? ¿Es suficiente constatar, como lo pueden ser la revolución francesa o la revolución rusa, cambiará
hemos hecho hasta aquí, que el historiador está condicionado por su según la óptica de clase que se adopte: durante muchas décadas
presente? ¿Representa el presente un todo homogéneo y monolítico las masas populares que participaron activamente en la revolu-
que influye de la misma manera a todos los historiadores? Son pre- ción francesa fueron designadas por la historiografía como «chus-
guntas que efectivamente hay que responder para entender mejor ma» o «populacho», y su presencia histórica considerada —cuando
la importancia del historiador en la ciencia de la historia y el propio se la consideraba— como un elemento distorsionador de los objeti-
carácter de ésta. vos revolucionarios de la burguesía. El propio hecho de que desde
Es lugar común afirmar que los historiadores son hombres como hace pocas décadas la historia empiece a preocuparse de las masas
cualesquiera otros, que viven en una sociedad enfrentada por contra- populares es un claro reflejo del cambio de posición social de mu-
dicciones internas, que ocupan un lugar específico en la producción chos historiadores.
social, y por lo tanto pertenecen a una clase social determinada, La determinación social es, pues, a muchos niveles, fundamental
que poseen una ideología determinada (consciente o inconsciente- para entender el punto de partida interpretativo de un historiador,
mente) y un sistema de valores frente a la vida y a su sociedad, que desde el momento en que su adscripción ideológica y política parte
profesan o no creencias religiosas, y que pertenecen a un grupo na- siempre de un supuesto de clase. Los ejemplos de las relaciones en-
cional determinado. Todo ello en el marco de una situación histórica tre política-ideología e historia son muy numerosos. El historiador
dada. Negar que todos estos elementos constitutivos de la vida del noruego-británico George F. E. Rudé no duda en señalar que en su
historiador actúan como condicionamientos en su quehacer his- formación como historiador «tuve la ventaja adicional (...) de haber
toriográfico, sería tanto como afirmar que el historiador es un pro- sido marxista durante largo tiempo, en teoría y en práctica; creo
ducto social químicamente puro capaz de hacer abstracción de la que fue la lectura de Marx, y probablemente también la de Lenin,
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realidad que le envuelve y de elaborar sus historias en un laborato- lo que me condujo a la historia». La influencia del marxismo en el
rio experimental matemáticamente inexorable. Y ello, qué duda Rudé historiador no puede presentarse en términos más tajantes:
cabe, por mucho que digan los objetivistas, es una falacia que no
resiste el mínimo análisis. Las ideas históricas de Marx han sido tan largas e insistentemente re-
presentadas mal en ciertos campos, que acaso se sorprenda alguien al
Porque, en primer lugar, el historiador no puede sustraerse de oír que un profesor de historia afirma que una lectura de Marx repre-
los condicionamientos sociales de la clase social a la que pertenece.
Es sabido que, según la teoría materialista del conocimiento —y, en
este caso, del conocimiento histórico— el punto de partida de un 14. Entre la numerosa bibliografía existente véanse, en especial, las obras
clásicas de MARX y ENGELS, La Ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach.
proceso cognoscitivo no es nunca el individuo aislado, sino el grupo Además, K. MANNHEIM: Ideología y utopía. Madrid, Aguilar, 1966, y ADAM
SCHAFF: Historia y verdad. Barcelona, Crítica, 1976. Remitimos al lector tam-
bién al siguiente epígrafe de este mismo capítulo.
13. L. P. CURTÍS, Jr., en la Introducción a El taller del historiador. Méxi- 15. GEORGE F. E. RUDÉ: «El rostro cambiante de la multitud», en El taller del
co, F . C . E . , 1975, pág. 25. historiador, pág. 2 0 7 .
Los condicionamientos sociales y culturales 49
50 El historiador y la historia
sentó una sólida ventaja para su profesión. Lo que aprendí de Marx fue
no sólo que la historia tiende a progresar mediante un conflicto de las las Minorías, concluye con la lapidaria evidencia según la cual «es-
clases sociales (opinión que, incidentalmente, era considerada perfecta- cribir historia siempre es hacer un ensayo de la experiencia, y por
mente «respetable» hace cien años), sino que contiene una pauta descu-
brible y que avanza continuamente (no retrocede, no describe círculos ello es la historia de uno mismo tanto como una historia del inde-
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ni da saltos inexplicables), en términos generales, de una fase inferior pendiente objeto del estudio».'
a una fase superior de desarrollo. Aprendí, asimismo, que las vidas y ac- Situémonos ahora a la derecha del espectro de la política: hoy
ciones de la gente común constituyen el contenido mismo de la historia, en la historia de la historiografía contemporánea se puede hablar
y que aun cuando los factores «materiales» tienen precedencia sobre los
institucionales o ideológicos, las propias ideas se convierten en una «fuer- de la existencia de una historiografía fascista-racista estrechamente
za material» al entrar en la conciencia activa de los hombres. Más aún, vinculada a la estrategia política, al modelo de sociedad y a la con-
también aprendí de Engels que, por excelentes que sean los «sistemas» cepción del mundo elaborada por el fascismo. En la Alemania nazi,
históricos (como el suyo propio y el de Marx, por ejemplo), «toda la era materia de estudio en las escuelas y Universidades la enseñanza
historia debe ser estudiada de nuevo»."
de la superioridad aria a lo largo de la historia, hasta el extremo de
A principios de la década de los años 70, el historiador británico que Jakob Graf, aplicando a la historia las ideas raciales de Ludwig
Eric J. Hobsbawm señalaba también con gran rotundidad la inciden- Ferdinand Clauss, profesor de la Universidad de Berlín, llegó a es-
cia de los fenómenos políticos contemporáneos en la historiografía cribir que «en todas partes el poder creador nórdico ha construido
y, en especial, en el ascenso experimentado por la historiografía mar- imperios y expandido la cultura y lenguas arias por una gran parte
xista: del mundo» y que «la raza nórdica ha producido mucha mayor
cantidad de grandes talentos que ninguna otra raza»." Sin llegar a
La extraordinaria importancia de los historiadores marxistas en la ac- estos extremos, en la reciente historiografía española, uno de los
tualidad, o de los historiadores formados en la escuela marxista, se debe historiadores que se precia de ser el historiador que ha vendido más
sin duda, en gran parte, a la radicalización de los intelectuales y los estu- millares de ejemplares de libros de historia que ningún otro —nos
diantes en la pasada década, al impacto de las revoluciones del Tercer
Mundo, la desintegración de las ortodoxias marxistas opuestas al trabajo referimos, claro está, al profesor Ricardo de la Cierva— no ha ocul-
científico original, y también a un factor tan simple como la sucesión de tado jamás su militancia en la derecha española, concretada en los
las generaciones." muchos cargos políticos que ha desempeñado tanto durante el fran-
quismo como después de la dictadura.
Pero si nos apartamos del campo específico de la historiografía
Con estos ejemplos concretos queda claro, creemos, el hecho
marxista, la relación y las interinfluencias entre política-ideología e
de que la adscripción ideológica, la militancia política y la situa-
historiografía son también evidentes. ¿Hasta qué punto el papel que
ción de clase actúan como condicionamientos inevitables sobre el
desempeñó Marc Bloch en la historiografía europea de entreguerras
historiador. Pero cabría precisar más sobre un aspecto que conside-
fue la causa de que el gran historiador galo acabase sus días tortu-
ramos importante: la influencia del marco cultural que se deriva,
rado en los campos de concentración nazis? ¿Pudo Bloch diferen-
tanto de la situación social (o socio-familiar) del historiador, como
ciar, en su misma persona, su actitud frente a la vida —y por lo
de su contexto nacional. En cuanto a la primera vertiente, es evi-
tanto su antifascismo— de su concepción histórica? El historiador
dente que la pertenencia a una clase determinada imprime a su
norteamericano Thomas Garden Barnes, tras relatar sus experien-
formación cultural unos caracteres de clase concretos. Que la cul-
cias militantes como miembro de la Unión Liberal de Harvard y
tura es siempre clasista (de la cíase que sea) es de una obviedad in-
como vicepresidente de la Sociedad de Harvard por los Derechos de
discutible, aunque el hombre —y por supuesto el historiador— sea
capaz de romper los límites y las barreras de su cultura originaria
16. Ibid., ibid.
17. E. J. HOBSBAWM: «La contribución de Karl Marx a la historiografía», en 18. THOMAS GARDEN BARNES: «Sin mucho respeto a conceptualizaciones ante-
ROBÍN BLACKBURN (ed.): Ideología y ciencias sociales. Barcelona, Grijalbo, 1977, riores», en El taller del historiador, pág. 170.
pág. 316.
19. Véase GEORGE L. MOSSE: La cultura nazi. La vida intelectual, cultural y
social en el Tercer Reich. Barcelona, Grijalbo, 1973, pág. 107.
Los condicionamientos sociales y culturales 51
52 El historiador y la historia
y asumir comportamientos culturales diferentes a los propios de su
clase. En este caso nos hallamos ante un fenómeno comúnmente lla- cional, y la lengua en primer lugar, impone al historiador una forma
mado de desclasamiento. Pero en cualquier caso la cultura de clase determinada de ver el mundo, la realidad más inmediata que le
—muy a menudo adquirida en el ambiente familiar— representa rodea y la propia historia. ¡Cuántas veces los historiadores catalanes
otro condicionante para el historiador. No siempre se posee la va- se han quejado por el hecho de que las «historias de España», escri-
lentía de reconocer este influjo, tal y como lo hace el historiador tas muchas veces desde Madrid por prestigiosos historiadores cas-
norteamericano Lynn T. White, Jr.: tellanos, se limitasen a ser una historia del y desde el Estado, que
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obviaba la periferia peninsular!
Mis propias aficiones me hacen atribuir el mayor peso al poder condi- Un historiador neoyorquino, Lawrence W. Levine, especialista en
cionante del ambiente religioso. Después de todo, soy hijo de un liberal temas relacionados con la historia de los negros, se lamentaba del
calvinista, profesor de ética cristiana, y entre mi graduación en Stanford
en 1928 y mi viaje a Harvard en 1929, estudié en el Seminario Teológico reproche que le habían hecho, según el cual, «como hijo de padres
de la Unión, a los pies del más apasionado neoagustiniano de nuestros blancos, tengo pocas probabilidades de comprender el pasado ne-
tiempos, Reinhold Niebuhr: tengo una mens naturaliter theologica." 11
gro». Y después de señalar que «los estudiantes negros suelen
apartarse de las clases de historia negra enseñada por hombres blan-
En mi caso concreto, y por primera vez hablo en primera per- cos» y que «los intelectuales negros proclaman a voz en cuello que
sona, mis condicionamientos culturales originarios tienen mucho ellos son los únicos capacitados para estudiar e interpretar la hi-
que ver con el aislamiento y las estrecheces de la sociedad rural toria negra»," rompía una lanza en favor de la superación de las
catalana de los años 50 y principios de los 60, con una escuela repre- influencias culturales:
siva y alienante desde todos los puntos de vista, con el brasero de
carbonilla en invierno y, ¡cómo no!, con la leche en polvo repartida
Si demasiados historiadores se han enredado en el cordón umbilical de
en las escuelas, «regalo» de los americanos al gobierno español como su propia cultura, es porque eran malos historiadores, y no porque fue-
compensación a las bases militares que se estaban instalando en Es- ran trágicas víctimas de una inevitable miopía cultural. El historiador
paña. Ni que decir tiene que durante muchos años de mi infancia la que no puede trascender en grado considerable la cultura de su juventud,
leche fue uno de los alimentos que más llegué a odiar. las necesidades de su presente y las esperanzas de su futuro al enfrentar-
se al pasado, merece todo repudio, pero debemos tener cuidado de no
Esta breve injerencia personal me lleva a plantear los condicio- transformar sus fracasos en leyes inflexibles que gobiernen a todos los
namientos nacionales —de cultura nacional— del historiador. Porque, historiadores. ' 2 1

efectivamente, la historiografía catalana —y es sólo un e j e m p l o -


no ha podido sustraerse durante los últimos siglos de la margina- Sin duda, el voluntarismo del párrafo de Levine y las conclusio-
ción a que la ha condenado, y en buena medida sigue condenando, la nes tan radicales que extrae parten de su propia y amarga expe-
cultura española hegemónica. Los mismos condicionantes, aunque riencia personal, pero también parten de la posición hegemónica y
desde una posición de hegemonía, rigen, qué duda cabe, el que- dominante de la cultura blanca en los Estados Unidos. Y no se trata,
hacer historiográfico de los historiadores españoles. Los ejemplos quede claro, de prejuicios raciales, sino de condicionamientos cultu-
de los condicionamientos nacionales son también muy numerosos y ral-nacionales, implícitos en la propia naturaleza del hombre y de las
van desde la historiografía romántica del siglo xix, cuando la histo- sociedades. Puesto que el hombre es también su propia cultura, y
ria erigió auténticos monumentos nacionales que servían a los com-
bates nacionalistas de la época, hasta las más recientes historias na-
cionales de Bretaña o Irlanda, el Quebec, Cataluña o el más pequeño 21 Éste es el caso de los dos últimos intentos colectivos: el de la Histo-
de los Estados africanos de reciente independencia. La cultura na- ria de España publicada a principios de los años 70 por Eds. Alfaguara y
Alianza Editorial; y el de algunos volúmenes de la Historia de España que,
dirigida por Tuñón de Lara, ha publicado Ed. Labor desde 1980.
20. LYNN T. WHITE, Jr.: «Historia y clavos de herradura», en El taller del 22. LAWRENCE W. LEVINE: «El historiador y la brecha de la cultura», en El
historiador, pág. 83. el taller del historiador, pág. 340.
23. Ibid., ibid.
24. Ibid., pág. 342.
Los condicionamientos sociales y culturales 53
54 El historiador y la historia
ésta posee un marcado carácter de clase y al mismo tiempo un ca-
rácter étnico-nacional incuestionables. ferian sus 80 años de edad, el historiador británico Vivían H. Gal-
Pedir al historiador que sea capaz de superar su cultura es tanto braith escribía con la misma sagacidad:
como pedir al historiador-hombre que sea capaz de prescindir de su
Hoy, a un gran número de historiadores profesionales, perfectamente
propio sexo y del hecho de que vive en una sociedad patriarcal en la preparados y probablemente sobrepagados, se les pide enseñar historia
que los hombres desempeñan la mayoría —por no decir la totali- y, a la vez, escribir sobre ella. Su derecho de ser escuchados y leídos
dad— de las funciones dirigentes. Porque, efectivamente, en la his- depende de su condición de profesores asalariados de un gran número de
toriografía existen también unos claros condicionamientos sexistas universidades, en tanto que sü prestigio entre sus colegas no se basa en
sus enseñanzas, sino en la calidad y aun la cantidad de sus publicaciones.
desde el momento en que, hasta fechas muy recientes, la mujer ha Esta industrialización de la historia académica está hoy adquiriendo las
estado marginada por la propia sociedad de las tareas historiográfi- proporciones de una revolución, en el curso de la cual, aunque incons-
cas. Es otra evidencia, creemos, que no precisa demostración. Los cientemente, la función docente, que debería ser la primera, ha sido
condicionamientos sexistas de la historiografía elaborada por los eclipsada por las investigaciones publicadas. Para el joven aspirante pro-
fesional, la historia es hoy una pelea de perros por el ascenso, y su lema
hombres se evidencian claramente en el hecho, fácilmente compro- es «publicar o morir». En el hambre mundial de literatura histórica, en
bable, de que existe un olvido constante hacia todas aquellas mani- todos los niveles, los editores comerciales están inundando el mercado
festaciones históricas —sociales, económicas o sexuales— concer- con libros, todos los cuales, como obra de profesionales, caben dentro de
nientes a la mujer." la categoría de «investigación»... y educadores y educandos, por igual,
tienen dificultades para mantenerse al ritmo de esta actividad febril."
No podríamos acabar este repaso general de los condicionamien-
tos sociales y culturales sin referirnos al marco socioprofesional
Las dos citas han sido, ciertamente, largas y merecerían muchas
en el que se desenvuelve el historiador, y particularmente el histo-
matizaciones. No es cierto que en todos los países del mundo capita-
riador académico y universitario. Es, ciertamente, un tema delicado
lista occidental los historiadores estén sobrepagados. Pero sí es cierto
que muy pocos historiadores —y menos, claro está, los considerados
que las relaciones de poder que se establecen entre los historiado-
profesionales— abordan. En su corrosiva y contundente obra que
res profesionales —relaciones que en muchas ocasiones adoptan for-
tantas veces hemos citado, Jean Chesneaux denuncia la existencia de
mas institucionalizadas— implican dependencias y subordinaciones
una estructura de poder rígidamente jerarquizada en los medios
más propias, a veces, de una sociedad estamental de Antiguo Régi-
académicos de la historiografía francesa actual:
men, que de sociedades desarrolladas de capitalismo avanzado.
Lo que cuenta es el poder que tiene un historiador de investir a otra Y estas dependencias y subordinaciones pueden llegar a representar
persona con la etiqueta de calidad que la hace entrar en la misma cor- hipotecas muy duras para el libre trabajo del historiador.
poración. Un «patrón», en lo alto de la jerarquía universitaria, no podrá
procurar a uno de sus protegidos una hermosa carrera más que en el
caso de que el último posea títulos suficientes y cuente en su haber con
trabajos «señalados». Pero estos títulos y trabajos no tienen estrictamente LA HISTORIA COMO PRODUCTO DE UN PROCESO DE CONOCIMIENTO
ningún valor en sí mismos; permiten únicamente que funcione la desig-
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nación desde arriba. Si hemos planteado, tal como lo hemos hecho, los condicionamien-
tos sociales y culturales del historiador, es por el papel tan impor-
Desde otra óptica, y sobre todo desde la experiencia que le con-
tante que juegan en el proceso de conocimiento que llamamos his-
toria. Ciertamente, ya hemos adelantado muchos de los elementos
2 5 . Este «olvido» ha sido puesto de relieve repetidamente por las historia- que intervienen específicamente en el conocimiento histórico. Pero
doras feministas, tal y como reconoce E. J. HOBSBAWM: «Home i dona a la ico- no comprenderíamos hasta qué punto actúan los condicionamientos
nografía socialista», en L'Avenc (Barcelona), n.° 5, enero 1 9 8 2 , págs. 47-57. Véa-
se también lo que plantea MARY N A S H en la Introducción de su libro Mujer y sociales del historiador en el conocimiento histórico, sin plantear,
movimiento obrero en España, 1931-1939. Barcelona, Fontamara, 1981, págs. 9-20.
2 6 . CHESNEAUX: ¿Hacemos tabla rasa del pasado?..., pág. 87.
27. VIVÍAN H. GALBRAITH: «Reflexiones», en El taller del historiador, pág. 2 8 .
La historia como producto de un proceso de conocimiento 55 56 El historiador y la historia
aunque sea a grandes rasgos, cómo se produce este conocimiento. está en relación con la acción mecánica del objeto sobre el su-
También en este punto abundan las discrepancias y antagonis- 31
jeto».
mos entre las distintas teorías del conocimiento, que históricamente Partiendo del materialismo de Feuerbach, Marx y Engels elabo-
se han planteado el problema de las relaciones entre el pensar y el raron una teoría materialista del conocimiento que se apartaba en
ser, el espíritu y la naturaleza. Un problema que en sus orígenes muchos aspectos fundamentales del materialismo anterior. Conside-
había enfrentado dos concepciones radicalmente excluyentes: la rando el fundamento epistemológico de las posiciones marxistas, se
idealista y la materialista. Los idealistas habían priorizado siempre comprenderá la importancia que para la historia tienen los condi-
el pensamiento y el espíritu como origen y fundamento de la reali- cionamientos socioculturales." En efecto, el primer principio meto-
dad. Hegel, el último gran idealista de la historia, había enunciado el dológico del marxismo remite a la inevitabilidad del hombre como
principio de que el proceso de pensamiento era el creador de la rea- ser social. En las Tesis sobre Feuerbach, Marx y Engels establecie-
lidad y que la idea —encarnación del proceso de pensamiento— era ron que «la esencia del hombre no es una abstracción inherente al
un sujeto con vida propia: individuo aislado», sino que «en su realidad, es el conjunto de las
relaciones sociales»." Es cierto que el hombre posee también deter-
El pensamiento dialéctico desemboca, en la filosofía hegeliana, en un minaciones biológicas que lo caracterizan como tal, y sin las cuales
proceso infinito de autoexpresión y autoconciencia del Espíritu. En tal
sistema, el mundo exterior es visto solamente como un campo de aplica- sería imposible el acto de pensar y conocer, pero fijarnos únicamen-
ción del pensamiento activo y creador; y la práctica, como la realización te en estas determinaciones significaría afirmar que a partir del hom-
externa de ideas, conceptos y planes desarrollados en y por el pensa- bre aislado es posible el conocimiento. Y ello, sin duda, resulta falso
miento. No hay respuesta, en Hegel, a la cuestión de saber de dónde desde el momento en que las categorías del lenguaje son, como ya
surge el pensamiento. Como su filosofía opera una especie de deificación
de las formas y leyes lógicas del pensamiento humano, objetivizándolas vimos, imprescindibles en todo conocimiento, y el lenguaje también
como algo externo, no es posible tal respuesta: el pensamiento es." es producto directo de la actividad social de los hombres. Por otra
parte, en el campo estricto de la historia, está empíricamente demos-
Contrariamente, el materialismo invierte esta relación y plantea, trado el hecho de que el hombre siempre ha existido en sociedad. De
a menudo a nivel mecánico, el origen del mundo como producto di- ahí que el marxismo afirme que el punto de partida del conocimien-
recto de la materia. Para Feuerbach, el más importante materialista to no es nunca el individuo aislado, sino el grupo social al que per-
premarxista, no existe contradicción entre el ser y el pensar, por el tenece el sujeto.
hecho de que «el hombre no es más que una parte de la naturaleza, Adam Schaff, en este mismo sentido, ha apuntado las consecuen-
K
una parte del ser», y esta integración del hombre en la naturaleza cias que entraña considerar al hombre como «el conjunto de las
comporta que en el proceso de conocimiento se produzca la unidad relaciones sociales»:
entre el sujeto y el objeto, puesto que «el mundo objetivo no se en-
cuentra solamente fuera de mí, está también en mí mismo, en mi En primer lugar, la articulación dada del mundo, o sea la manera de
50
propia piel». El conocimiento se forma, así, a través de la simple percibirlo, de distinguir en él elementos determinados, la dinámica de las
contemplación, mecánicamente, puesto que «el objeto de conoci- percepciones, etc., está relacionada con el lenguaje y con el aparato con-
ceptual que recibimos de la sociedad, por medio de la educación consi-
miento actúa sobre el aparato perceptivo del sujeto que es un agen- derada como la transmisión de la experiencia social acumulada en la filo-
te pasivo, contemplativo y receptivo; el producto de este proceso (el
conocimiento) es un reflejo o copia del objeto, reflejo cuya génesis 3 1 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pág. 8 3 .
3 2 . Sin duda, la teoría marxista dei conocimiento pone de relieve, más que
ninguna otra teoría, la importancia de los condicionamientos sociales. En esta
2 8 . CARDOSO: Introducción a! trabajo de la investigación histórica, pág. 2 4 . parte del capítulo hemos seguido especialmente las dos obras ya citadas de
2 9 . YURI PLEJÁNOV: Cuestiones fundamentales del marxismo (Del materia- CIRO F. S . CARDOSO y de ADAM SCHAFF, y el libro de THOMPSON: Miseria de la
lismo de Feuerbach al materialismo histórico de Marx). Barcelona, Fontamara, teoría.
1976, pág. 3 5 .
3 3 . Se trata de la VI Tesis sobre Feuerbach, citada de la versión catalana,
3 0 . Ibid., ibid. Barcelona, Ed. 6 2 , 1969, pág. 103.
La historia como producto de un proceso de conocimiento 57
58 El historiador y la historia
génesis. En segundo lugar, nuestros juicios están socialmente condiciona- vimiento obra en la naturaleza externa a él y la altera, y así altera al
dos por los sistemas de valores que aceptamos y que poseen todos ellos mismo tiempo su propia naturaleza.™
un carácter de clase; hecho que el marxismo, seguido por la sociología
del conocimiento, ha puesto particularmente de relieve." De esta manera, el materialismo marxista establece la existencia
de un sistema de acciones e interacciones entre el objeto y el suje-
La otra premisa fundamental de la teoría marxista del conoci- to, de un movimiento permanente a partir del cual surge el conoci-
miento rompe con el mecanismo de la relación entre materia y pen- miento. Pero deja claro que la iniciativa en cualquier proceso cog-
samiento cuando afirma que «el hombre llega hasta el pensamiento noscitivo parte siempre del hombre, y de un hombre socialmente
principalmente por las sensaciones que experimenta en el proceso de determinado, con lo cual el conocimiento siempre «es una forma
35
su acción sobre el mundo exterior». El materialismo premarxista, socialmente determinada de actividad humana». ' 3

como vimos, creía que se llegaba al conocimiento por el reflejo que el


Aplicando este modelo de teoría del conocimiento al caso concre-
objeto depositaba sobre el sujeto, y que este sujeto —producto de
to del conocimiento histórico, se evidencia con mucha claridad cómo
las circunstancias y de la educación— se mostraba pasivo en el acto
la historiografía, la «historia» o la obra histórica es siempre un
de conocer. En las ya citadas Tesis sobre Feuerbach, Marx y Engels
producto socialmente determinado en la misma medida en que el
se distanciarán de este materialismo desde el primer momento:
proceso cognoscitivo que lleva al conocimiento histórico está tam-
bién socialmente determinado, por el hecho de que el historiador
El principal defecto, hasta hoy, del materialismo de todos los filósofos
—incluyendo a Feuerbach— es que el objeto, la realidad, el mundo sen- —como todo hombre— «es un conjunto de relaciones sociales».
sible son tomados sólo bajo la forma de objeto o de intuición, pero no La actividad social que representa el conocimiento histórico es
como actividad humana concreta, como práctica, de forma no subjetiva." al mismo tiempo una actividad histórica —concreta en el tiempo y
en el espacio—, y en la acción que el historiador ejerce sobre su
La praxis se convierte, pues, en un principio fundamental de objeto de estudio invierte todas las sensaciones de su conciencia,
todo conocimiento, desde el momento en que el hombre conoce el formadas por la influencia que el mundo exterior ejerce sobre él. De
objeto actuando sobre él y en este proceso de conocimiento, emi- esta manera, el historiador llega a conocer su objeto real mediante
nentemente práctico, transforma al mundo y al mismo tiempo se una actividad práctica, en la cual su conciencia social juega siempre
transforma a sí mismo. Porque la actividad del hombre que lleva al un papel de primer orden. Pero, por otra parte, el objeto de su estu-
conocimiento «surge como forma y producto de la transformación dio transforma, modifica y amplía su propia conciencia.
3
activa de la naturaleza por el trabajo». ' En el libro primero de El En su polémica con Althusser, E. P. Thornpson destaca la impor-
Capital, Marx pone de relieve cómo se produce la relación entre el tancia que para el conocimiento histórico —y en realidad para cual-
hombre y la naturaleza mediante el trabajo: quier forma de conocimiento— posee el diálogo entre el ser social y
la conciencia social, en el momento en que dentro del ser social
El trabajo es, por de pronto, un proceso entre ser humano y naturaleza, surge espontáneamente la experiencia, como consecuencia de que
un proceso en el cual el ser humano media, regula y controla mediante
su propia actividad su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se «los hombres y las mujeres (y no sólo los filósofos) son racionales
0
enfrenta con la materia natural como fuerza natural él mismo. Pone en y piensan acerca de lo que les ocurre a ellos y a su mundo».' De
movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad —bra- esta manera la «experiencia es determinante, en el sentido en que
zos y piernas, cabeza y manos—, con objeto de apropiarse la materia ejerce presiones sobre la conciencia social existente, plantea nuevas
natural en una forma utilizable para su propia vida. Mediante ese mo-
cuestiones y proporciona gran parte del material de base para los

34. ADAM SCHAFF: Ibid., pág. 94. 38. KARL MARX: El Capital. Libro primero, volumen 1. Barcelona, Grijalbo,
35. PLEJÁNOV: Cuestiones fundamentales..., pág. 37. 1976, pág. 193. El subrayado es mío. P. P.
36. I Tesis de Feuerbach, de la edición citada, pág. 101. 39. CARDOSO: Introducción al trabajo..., pág. 2 7 .
37. CARDOSO: Introducción al trabajo..., pág. 26. 4 0 . THOMPSON: Miseria de la teoría, pág. 19.
Historia e ideología 59
60 El historiador y la historia
ejercicios intelectuales más elaborados»." Pero, al mismo tiempo, la
rácter de clase, en la medida en que aparece a través de la acción
conciencia social actúa y modifica al ser, puesto que «del mismo
de la conciencia social del historiador sobre un objeto de estudio
modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres hu-
determinado: la historiografía surge como una de las actividades
manos, dentro de ciertos límites, pueden vivir las expectativas socia-
intelectuales de una conciencia social determinada. Durante mu-
les o sexuales que las categorías conceptuales dominantes les im-
42
chas décadas, desde el marxismo se habló de «ciencia histórica bur-
ponen». guesa» —y también de «ciencia burguesa»— para designar aquella his-
En el caso del conocimiento histórico, este esquema cognoscitivo toria producida en los círculos académicos y universitarios que pre-
de Thompson presupone la existencia de dos tipos de acciones y tendían un profesionalismo a ultranza y una «neutralidad» política e
reacciones que se implican mutuamente: el diálogo entre el ser y la ideológica, pero que en el fondo respondían a unos intereses de cla-
conciencia del historiador, por una parte, y la acción de la concien- se muy concretos.'"
cia sobre su objeto real de estudio, por la otra, que a su vez estable- Desde esta perspectiva la historiografía aparece como una forma
ce otro diálogo, cuyo resultado será el conocimiento histórico. El más que adopta la ideología de los, hombres: la historia surge como
complejo sistema de interrelaciones no puede estar sintéticamente una actividad de la conciencia de los hombres y al mismo tiempo
mejor descrito: pasa a formar parte de su conciencia. En este punto se impone defi-
nir los conceptos y las relaciones entre conciencia social e ideología.
El objeto real (...) es epistemológicamente inerte, es decir, no puede im-
ponerse ni desvelarse él mismo al conocimiento: esto tiene lugar dentro Es conocido que Marx y Engels definían la conciencia única-
del pensamiento y de sus procedimientos. Pero no quiere decir que sea mente como «el Ser consciente», como «el desarrollo de los reflejos
inerte en otros aspectos: no necesita ser sociológica o ideológicamente ideológicos y de los ecos» del proceso de la vida real de los hom-
inerte. Y como remate hay que decir que lo real no está «ahí fuera», 45
bres. En su tantas veces citado prefacio a la Contribución a la crí-
mientras que el pensamiento estaría en la tranquila sala de conferencias
de nuestras cabezas, «aquí dentro». El pensar y el ser habitan un solo y tica de la economía política, Marx escribió que la estructura econó-
mismo espacio, y este espacio somos nosotros mismos. Así como pensa- mica era la «base real» de la sociedad, «sobre la cual se eleva una
mos, también tenemos hambre y sentimos odio, enfermamos o amamos, superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas
y la conciencia está entremezclada con el ser; así como contemplamos lo 1
sociales determinadas de conciencia»/ una conciencia que en El 18
«real», experimentamos nuestra propia palpable realidad. De modo que
los problemas que las «materias primas» presentan al pensamiento Brwnario de Luis Bonaparte había definido como «sobreestructura
consisten a menudo precisamente en sus mismísimas cualidades activas, de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida
indicativas e instructivas. Pues el diálogo entre conciencia y ser va adqui- y plasmados de un modo peculiar».'" En 1890, en su conocida carta
riendo más y más complejidad —verdaderamente, alcanza pronto un or- a J. Bloch del 21 de septiembre, Engels hablaba de «los reflejos de
den diferente de complejidad, que ofrece un orden distinto de problemas
epistemológicos— cuando la conciencia crítica actúa sobre una materia todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes; las teo-
prima hecha del mismo material que ella misma: los artefactos intelec- rías políticas, jurídicas, filosóficas; las ideas religiosas»," que repre-
tuales, las relaciones sociales, el acontecimiento histórico." sentaban, sin duda, elementos constitutivos de la conciencia social
de los hombres. Siguiendo estas líneas interpretativas de Marx y

H I S T O R I A E IDEOLOGÍA
4 4 . GEORG LUKÁCS utiliza a menudo este concepto en Historia y consciencia
de cíase. Barcelona, Grijalbo, 1975*. Cabe señalar que, si bien los historiadores
El hecho de que el conocimiento histórico esté condicionado social- marxistas han renunciado mayoritariamente a este concepto —en buena parte
mente implica que toda obra histórica posee necesariamente un ca- peyorativo—, sigue utilizándose sobre todo en los países socialistas.
4 5 . MARX-ENGELS: La ideología alemanya, págs. 26-27.
46. MARX: Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política,
pág. 3 7 .
4 1 . Ibid., pág. 2 0 . 4 7 . MARX: El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Barcelona, Ariel, 1968, pág. 5 1 .
42. Ibid., pág. 2 1 . 4 8 . FRIEDRICH ENGELS: Historia, economía, crítica social, filosofía, cartas.
4 3 . Ibid., págs. 36-37.
Barcelona, Península, 1969, págs. 341-342.
Historia e ideología 61 62 El historiador y la historia
Engels, Franz Jakubowsky, en su ensayo clásico sobre Las superes- el objetivo deseado de desarrollo social, que se forman sobre la base
tructuras ideológicas en la concepción materialista de la historia, de determinados intereses de clase y sirven para defenderlos». * 5

escribió que «el concepto de conciencia coincide con el concepto de A partir de estas definiciones, Schaff está de acuerdo en que la
superestructura ideológica, con las representaciones humanas»," y ideología sigue siendo el reflejo de la realidad —o como asiente, ci-
definía las superestructuras ideológicas como «la forma en que los tando a Pokrovski «el reflejo de la realidad en la conciencia de los
50
hombres llegan a ser conscientes de sus luchas». hombres, a través del prisma de sus intereses en general, y primor-
Sin embargo, para los clásicos marxistas, conciencia e ideología 55
dialmente de sus intereses de clase»—, pero no necesariamente el
no responden al mismo contenido. Para Engels ideología «es un reflejo deformante de la realidad; y en este punto introduce en
proceso que el supuesto pensante cumple sin duda conscientemen- el concepto de ideología tanto las «falsas conciencias», las ideologías
te, pero con una conciencia falsa», puesto que la ideología «no «que constituyen deformaciones de clase» como las «ideologías au-
concuerda con la realidad y no la capta y expresa de manera adecua- ténticas, adecuadas». 58

da»." Schaff indica cómo Marx y Engels durante toda su vida habla- El tema, complejo y sumamente problematizado y debatido, en
ron de ideología como de «falsa conciencia» y demuestra la coheren- sus múltiples derivaciones escapa, sin embargo, al objeto central
cia y la lógica del pensamiento de Marx y Engels cuando siempre de nuestro estudio: plantear que toda historiografía forma parte de
que hablaban de «ideología» se referían a la ideología de la burgue- una determinada ideología. Si aceptamos las propuestas de defini-
sía y en ningún caso consideraron sus propias teorías como ideolo- ción de Schaff sobre ideología y desde la perspectiva de lo que he-
gía. Discutiendo las interpretaciones de Mannheim, Schaff pone de mos enunciado hasta ahora, es evidente que hay que situar a la his-
relieve que el aserto marxiano según el cual la ideología es una fal- toriografía dentro del marco de las ideologías de los hombres y de
sa conciencia, en realidad no define, y subraya que en la concepción las clases sociales. Al menos, en el sentido que le da Chesneaux
de Marx y Engels el concepto de ideología es muy restrictivo y que cuando afirma que «nuestro conocimiento del pasado es un factor
no puede equipararse a los contenidos que los marxistas posteriores activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las lu-
le han dado." chas políticas e ideológicas, una zona violentamente disputada. El
El propio Schaff, para resolver el problema de la ideología como pasado, el conocimiento histórico pueden funcionar al servicio del
«falsa conciencia» y para introducir en el concepto de ideología todo conservadurismo social o al servicio de las luchas populares. La his-
tipo de ideologías —incluida la marxista— propone una definición toria penetra en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás perma-
mucho más amplia cuando afirma que «por "ideología" yo entiendo nece al margen de la contienda». 57

los puntos de vista basados en un sistema de valores y relativos Es cierto que en este párrafo Chesneaux plantea la dimensión
a los problemas planteados por el objeto deseado del desarrollo so- política e ideológica de la historia en toda su extensión social, as-
cial; puntos de vista que determinan las actitudes de los hombres, o pecto que trataremos en el próximo capítulo. Pero como ya hemos
sea, su disposición para adoptar algunos comportamientos en situa- visto, el condicionamiento de clase del conocimiento histórico impli-
ciones determinadas y su comportamiento efectivo en las cuestiones ca que la obra histórica sea valorada justamente a partir del grupo
sociales»." Desde una óptica geneticofuncional, Schaff reformula la social en el que se encuadra el historiador, y no desde su exclusivo
definición al hablar de «las ideas sobre los problemas planteados por punto de vista personal, como individuo aislado. Así, la historia,
como producto ideológico del historiador, corresponde al mismo
4 9 . FRANZ JAKUBOWSKY: Las superestructuras ideológicas... Madrid, Alberto
Corazón ed., 1973, pág. 97.
5 0 . Ibid., pág. 8 1 . 5 4 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pág. 2 1 0 .
5 1 . Citado por JAKUBOWSKY: Ibid., pág. 181. 5 5 . Ibid., pág. 2 1 5 .
52. ADAM SCHAFF: Historia y verdad, págs. 196-209. 5 6 . Ibid., pág. 2 1 1 .
5 3 . Ibid., págs. 209-210. 5 7 . CHESNEAUX: ¿Hacemos tabla rasa del pasado?..., pág. 2 4 . El subrayado
es mío. P. P.
Historia e ideología 63 64
El historiador y la historia

tiempo al producto ideológico de la clase social a la que aquél per- críticos de Althusser, y en especial la reciente aportación de E. P.
tenece. Thompson, el estructuralismo althusseriano adolece de graves defec-
Esta compleja relación historiador-ideología-clase-conocimiento tos epistemológicos que le conducen inevitablemente a un idealismo
histórico puede quedar más clara si nos remitimos a ejemplos con- metafísico, que nada tiene que ver con el materialismo histórico. ' 5

cretos. Sería históricamente incomprensible El siglo de Luis XIV Y a otro nivel, existe el peligro —que en parte se vislumbra en
de Voltaire si no la analizásemos a partir de la ideología de la Ilus- las concepciones de Chesneaux— de llegar a una ideologización tan
tración, de una ideología, por otra parte, que no pertenece a Voltai- profunda de la historia que ésta sólo tenga validez en el marco co-
re, sino a una burguesía revolucionaria —de la que Voltaire es un yuntural del presente inmediato. Ciertamente, no faltan defensores
exponente teórico— que está rompiendo con el Antiguo Régimen y de estas tesis, que únicamente valoran el trabajo histórico en fun-
está elaborando un proyecto social nuevo de acuerdo con sus propios ción de las luchas políticas e ideológicas del momento. La historia,
intereses. La concepción religiosa de la historia que impone el cristia- desde este punto de vista, sería un instrumento más de lucha
nismo, a partir de san Agustín, durante la Edad Media europea, ideológica y de práctica política. Schaff destaca cómo bajo la perspec-
sólo puede comprenderse teniendo en cuenta la función ideológica tiva de Pokrovski la historia se convierte en un virtual juego polí-
que la religión desempeña bajo el feudalismo, en cuanto representa tico: «el historiador selecciona los hechos arbitrariamente y los in-
la legitimación del poder económico, social y político de las clases terpreta de modo subjetivo en función de su posición de clase». 50

feudales dominantes. Marx, a su vez, era consciente de que su pun- Pero resaltar el condicionamiento de clase de la ideología del his-
to de partida social era la clase obrera, y el marxismo como ideolo- toriador y enmarcar la historiografía en el campo de las produccio-
gía —y por lo tanto la concepción marxista de la historia— sólo ad-
nes ideológicas no significa ideologizar la historia hasta estos extre-
quiere sentido histórico desde el momento en que se vincula al obje-
mos. Porque el historiador, sea cual sea su predicamento ideológico,
tivo social de la clase obrera: la transformación revolucionaria de
está limitado, en primer lugar, por la naturaleza del objeto de su
la sociedad, en un sentido socialista. Lo que queremos decir, en defi-
estudio y por los hechos históricos que trata de comprender, que
nitiva, es que no existe producto histórico que no esté imbuido de la
existen al margen de él mismo, en el sentido que apunta Thompson:
ideología del historiador, de una ideología que siempre posee su co-
rrespondencia social en una clase. Cuando el propio historiador se Los procesos acabados de cambio histórico, con sus intrincadas relacio-
adscribe a una escuela historiográfica, su adscripción comporta una nes causales, ocurrieron de verdad, y la historiografía puede falsearlos
determinada concepción de la historia, y en general —consciente o o entenderlos mal, pero no puede en lo más mínimo modificar el estatuto
inconscientemente— se relaciona con sus concepciones ideológicas ontológico del pasado. El objetivo de la disciplina histórica es alcanzar
61

precisas. esta verdad de la historia.

Así las cosas, se puede llegar a situaciones extremadamente gra- Ello implica que «las pre-ocupaciones de cada generación, sexo o
ves para la ciencia de la historia, como há sucedido con la concep- clase deben inevitablemente tener un contenido normativo, que ha-
ción histórica de Althusser y de sus discípulos, cuando afirman que llará expresión en las preguntas formuladas a los datos empíricos»."
la historia —y en este caso la historia real, las res gestae— no existe
como objeto real de conocimiento, sino que es un producto ideoló- 5 9 . Existe una numerosa bibliografía crítica a las concepciones althusseria-
5
gico_de la teoría del historiador. " Pero, como han demostrado los nas. Véase, entre otras: CARLOS NELSON COUTINHO: El estructuralismo y la mi-
seria de la razón. México, Era, 1973; ADAM SCHAFF: Estructuralismo y marxis-
mo. México, Grijalbo, 1976. PIERRE VILAR es autor de dos breves aportaciones:
«El método histórico», en Althusser, método histórico e historicismo. Barcelona,
5 8 . Las posiciones teóricas de Althusser pueden estudiarse, fundamental- Anas*rama, 1972, y Historia marxista, historia en construcción, Barcelona, Ana-
mente, en Louis ALTHUSSER: La revolución teórica de Marx. México, Siglo X X I , grama, 1974. La crítica de Thompson en el libro ya citado Miseria de la
1967; y Louis ALTHUSSER y ÉTIENNE BALIBAR: Para leer El Capital. México, Si- teoría.
glo X X I , 1969. Las concepciones althusserianas aplicadas a la historia en BARRY 6 0 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pág. 216.
HINDESS y PAUL Q. HIRST: Los modos de producción precapitalistas. Barcelona, 6 1 . THOMPSON: Miseria de la teoría, pág. 7 0 .
Península, 1979. 6 2 . Ibid., pág. 7 1 .
El historiador y sus métodos 65 66 El historiador y la historia

Y el «contenido normativo» que reclama Thompson remite a las método o los métodos se refieren a las técnicas de trabajo utiliza-
«salvaguardas metodológicas» que sirven o deben servir como limi- das por el historiador en sus investigaciones: en este sentido se
tación contra la ideologización {in extremis) de la historia. habla de métodos de historia económica, de historia social, cultural
o política. Pero las cosas no están tan claras, puesto que también
se puede hablar —y de hecho se ha utilizado el concepto— de mé-
EL HISTORIADOR Y SUS MÉTODOS todo marxista o método funcionalista. Lo que queremos indicar, en
definitiva, es la ambigüedad y ambivalencia terminológica de los
En efecto, el historiador está limitado y determinado también por conceptos utilizados, en la medida en que se han utilizado indistin-
el método o los métodos que ha ido construyendo la ciencia de la tamente para designar uno u otro contenido. 65

historia. Es cierto, y sin duda evidente, que no existe un único mé- El problema del método en las ciencias sociales —y, desde lue-
todo historiográfico. En este punto hay que recordar de nuevo que go, en la historia— es complejo y ha merecido hasta el presente
la historia no es metodológicamente unívoca y que a menudo se 66
una extensísima bibliografía. Sin pretensiones de exhaustividad,
contraponen métodos cuya aplicación ofrece resultados diferentes, veamos algunos de estos problemas. A un nivel primario, el investi-
cuando no contradictorios: así sucede, por ejemplo, cuando en el gador se enfrenta con el problema de las fuentes. Durante muchos
análisis de una sociedad se utilizan los métodos funcionalistas, al es- años el historiador sólo aceptó como fuentes históricas aquellos do-
tilo de Mousnier," o bien el método de análisis marxista. En el pri- cumentos escritos legados por el pasado. El positivismo contribuyó
mer caso la estructura social aparece en función del prestigio u enormemente a esta deformación, que sólo a partir de Bloch y Feb-
honor de cada grupo social, que desempeñaría una función especí- vre empezó a cuestionarse, aunque no es raro en la actualidad hallar
fica en la sociedad de acuerdo con este prestigio. Para el marxismo historiadores que siguen aferrándose al documento escrito como úni-
una estructura social determinada siempre resulta como consecuen- ca fuente histórica. Pero el historiador actual debe saber que todo
cia de la estructura económica, como consecuencia, por lo tanto, testimonio o vestigio que responda a una actividad social de los
del lugar que ocupan los diferentes grupos sociales —entre quienes
existen contradicciones y antagonismos— en un sistema de produc- 6 5 . Desde una perspectiva enciclopédica, tendríamos que definir metodolo-
ción dado y por las relaciones de propiedad que mantienen respecto gía como la ciencia del método, y a éste como el conjunto de procedimientos
a seguir para llegar a un conocimiento. Jerzy Topolsky, tras renunciar a uña
a los medios de producción." definición de metodología de las ciencias, señala los dos tipos de problemas
Por otra parte, la ciencia histórica propone métodos y técnicas que centran el interés de la metodología: « 1 . Interés en las operaciones cog-
noscitivas usadas en la investigación científica. 2. Interés en los resultados
de validez universal para los historiadores. En este punto cabría de dichas operaciones cognoscitivas» (JERZY TOPOLSKY: Metodología de la histo-
establecer una distinción importante entre metodología y método, ria. Madrid, Cátedra, 1982, pág. 2 1 ) . Por su parte, Mario Bunge define al mé-
todo como «un procedimiento para tratar un conjunto de problemas», y dis-
puesto que a veces ambos conceptos se utilizan en un mismo sen- tingue entre método general de la ciencia («un procedimiento que se aplica
tido, y en cambio otras veces expresan contenidos diferentes. En el al ciclo entero de la investigación en el marco de cada problema de conoci-
sentido propuesto en el ejemplo anterior, es evidente que cuando miento») y métodos especiales («la invención o la aplicación de procedimientos
especiales adecuados para los varios estadios del tratamiento de los problemas,
hablamos de metodología nos referimos al «método» que surge de la desde el mero enunciado de éstos hasta el control de las soluciones propues-
aplicación de una determinada concepción de la historia: así, habla- tas»); véase MARIO BUNGE: La investigación científica. Barcelona, Ariel, 1981",
pág. 2 4 . Para Cardoso «"método" designa a los procedimientos ordenados que
mos de metodología funcionalista, positivista o marxista. La «meto- es preciso emplear para alcanzar algún objetivo previamente establecido», mien-
dología» en este caso no se comprende sin la «teoría» de la que parte tras el método científico haría referencia a «los medios de que dispone la
el historiador. La teoría conforma la metodología. Contrariamente, el ciencia para plantear problemas verificables (contrastables) y someter a la
prueba las soluciones propuestas para tales problemas». CARDOSO: Introduc-
ción al trabajo de la investigación histórica, págs. 43-46.
66. Además de las obras citadas en la nota anterior, pueden consultarse el
6 3 . Véase, al respecto, CARDOSO y PÉREZ BRIGNOLI: LOS métodos de la his- manual «clásico» de MAURICE DUVERGER: Métodos de las ciencias sociales. Bar-
toria. Barcelona, Crítica, 1 9 7 6 , págs. 312-314. celona, Ariel, 1976', y los tres volúmenes de RAYMOND BOUDON y PAUL LAZARS-
6 4 . Ibid., págs. 310-311. FELD: Metodología de tas ciencias sociales. Barcelona, Laia, 1973-1975.
El historiador y sus métodos 67
68 El historiador y la historia
hombres es merecedor de ser considerado fuente Histórica: desde
—¡evidentemente!— los documentos escritos —impresos o manus- problemas que plantean o pueden plantear aquéllas, y deberá aplicar
critos—, hasta los restos arqueológicos, las tradiciones orales y el los análisis críticos adecuados para verificar su autenticidad y apre-
folklore, las huellas que la acción de los hombres hayan podido de- ciar su contenido, de acuerdo con la época y el lugar preciso en
jar sobre la naturaleza, el arte en sus más variadas facetas, la lite- que se inscribe el documento o fuente estudiada. De esta manera, el
ratura —tantas veces ignorada por el historiador, y que en muy pocas historiador establecerá el dato histórico, como primer paso de su
ocasiones se la ha considerado como documento escrito—, los res- investigación. No pretendemos establecer todos los pasos precisos
tos iconográficos más variados son, sin duda, fuentes históricas que de la investigación histórica que han sido tratados ya por estudios
4
el historiador en ningún caso debe despreciar. Para la historia con- más especializados. ' Sólo queremos destacar que el método que uti-
temporánea más reciente, la memoria oral, la fotografía, el cine y liza el historiador hasta llegar a precisar el dato histórico, a partir
todos los recursos que proporciona el mundo de la imagen —el ví- del cual verificará sus hipótesis y construirá sus interpretaciones,
deo incluido— proporcionan al historiador nuevas fuentes hasta posee validez universal.
ahora inexplotadas. Los métodos críticos de verificación y autentificación de fuentes
Pero ante esta variedad de material histórico el historiador debe suelen plantearse de manera distinta según la naturaleza de la fuen-
utilizar métodos de estudio adecuados. En primer lugar, porque no te histórica, y así mismo sucede con los métodos concretos utiliza-
siempre las fuentes son objetivas. La «objetividad» que puede pre- dos en las distintas áreas de especialización de la historia. Cuando
sentarse en una moneda romana, en unas hachas neolíticas o en la en 1961 un vasto equipo de investigadores franceses publicó, bajo
fotografía de una conferencia diplomática internacional puede desa- la dirección de Charles Samaran, una de las aportaciones colectivas
parecer cuando se trata de documentación escrita. Thompson pone más importantes realizadas en Francia en las últimas décadas sobre
de relieve que «la mayoría de fuentes escritas tienen valor sin de- teoría y metodología históricas,™ procuraron presentar de forma ex-
masiada relación con el "interés" que haya movido a registrarlas»," haustiva la totalidad de métodos de trabajo que debe conocer el his-
o sea, cuando se recogen datos sin intencionalidad alguna de trascen- toriador especialista en las diferentes etapas históricas y en las distin-
dencia futura. Pero, en otros casos —aunque sea en una minoría— tas áreas de especialización. Destacaron especialmente el lugar que
los documentos escritos pueden poseer una intencionalidad precisa: ocupan las llamadas ciencias auxiliares de la historia en los procesos
y así sucede, por ejemplo, con todas las crónicas reales. Además, no de investigación: desde los métodos arqueológicos, hasta la filología,
siempre la documentación utilizada es la documentación existente. la epigrafía, la paleografía, la diplomacia, etc. Apuntaban también la
El historiador cubano Moreno Fraginals destaca cómo los historia- importancia de las nuevas orientaciones que iban apareciendo en
dores cubanos anteriores a la revolución de 1959 tuvieron especial la historiografía: la relación entre historia y lingüística, la importan-
interés en fabricar unos mitos históricos en función de los intereses cia de los datos demográficos y estadísticos, el nuevo tratamiento que
de la burguesía criolla dominante durante largas décadas. Y para se empezaba a practicar en la historia de las mentalidades, etc.
ello se efectuó una depuración y selección sistemática de las fuentes A partir de la década de los años 60 han abundado las obras de-
que sirviesen para fabricar y perpetuar estos mitos." dicadas a los métodos específicos que deben aplicarse en los estu-
En todos los casos, pues, el historiador en la búsqueda de las dios sobre historia demográfica, económica o social. Faire de l'histoi-
fuentes —también llamada heurística— debe ser consciente de los re, publicado en Francia en 1974, bajo la dirección de Jacques Le Goff

67. THOMPSON: Miseria de la teoría, pág. 5 0 .


68. MORENO FRAGINALS: «La historia com a arma», en L'Avene (Barcelona), 6 9 . Véanse, en especial, el libro de TOPOLSKY: Metodología de la historia; la
n.° 2, mayo 1977, págs. 76-80. Los tres mitos o dogmas fundamentales que destaca obra de CARDOSO: Introducción al trabajo..., y FIERRE SALMÓN: Historia y cri-
el autor en la historiografía cubana son los del antiespañolismo, el escamoteo tica.
del problema negro y la presentación de la burguesía criolla como el grupo 70. L'Histoíre et ses méthodes. Brujas, Gallimard, 1961. Como dato signifi-
creador de la nacionalidad. cativo destaquemos las 1771 páginas de que consta el volumen y el hecho de que
entre otros autores escriben Henri-Irénée Marrou, Georges Sadoul, Marcel Cohén
y Georges Duby.
El historiador y sus métodos 69 70 El historiador y la historia

y Pierre Nora," pretendía ser una reactualización de los problemas aportados por la sociología en los estudios sociales deben ser cono-
historiográficos nuevos que habían aparecido desde 1961, aunque el cidos y utilizados por el historiador social como métodos propios.
carácter de esta obra sea diferente del de la dirigida por Samaran. Los Muchas veces es difícil precisar dónde acaba la historia y dónde
avances experimentados en la aplicación de los métodos estadísticos empieza la antropología: el comportamiento humano en todas sus
y cuantitativos han sido espectaculares y han beneficiado especial- múltiples facetas es objeto de estudio por parte de ambas discipli-
mente a los estudios demográficos y a la historia económica." Una nas. La historia de las mentalidades requiere la aplicación de los mé-
descripción detallada de la enorme bibliografía aparecida en los úl- todos de la psicología social. Y ya señalamos la importancia de la
timos años sobre los métodos de la historia merecería, sin lugar a lingüística para el estudio de la historia.
dudas, un grueso volumen." El análisis integrador de todos los fenómenos históricos fuerza,
Esta enorme producción bibliográfica pone de relieve el profesio- evidentemente, a esta interdisciplinariedad, y si bien es cierto, según
nalismo y el rigor que se ha ido apoderando de la ciencia histórica: las palabras de Pierre Vilar, que «la historia debía ser considerada
las «salvaguardas metodológicas» de que hablaba Thompson existen como la única ciencia a la vez global y dinámica de las sociedades,
y en parte gracias a ellas hoy es posible verificar la validez de los y por lo tanto como la única síntesis posible de las demás ciencias
modelos históricos que utiliza el historiador. humanas»," no es menos cierto que, para que ello sea posible, el
Por otra parte, la interdisciplinariedad entre la historia y el res-' historiador debe conocer todos los métodos y técnicas de trabajo
to de las ciencias sociales, que parecía tan difícil de conseguir, ha del resto de las ciencias del hombre.
avanzado en proporciones considerables. La plena incorporación de Sin método, pues, no hay historia ni ciencia posible. Pero ya he-
la geografía en los estudios históricos ha dado lugar a la geohistoria, mos indicado que sin teoría tampoco. Y este último aserto es más
el estudio de las relaciones existentes entre el hombre y la natura- importante de lo que a simple vista parece. Demasiadas veces se ha
leza a lo largo de la historia. La demografía —la ciencia de «contar» querido absolutizar la importancia de los métodos para destacar
a los hombres— y la economía que a menudo aparecen tan ligadas la validez del producto histórico. Se ha querido medir el profesiona-
e interrelacionadas son indispensables para cualquier análisis de lismo y el rigor aplicando el baremo de las técnicas de trabajo. Un
estructura económica y social o de procesos históricos." Los métodos ejemplo claro de ello lo ofrece la escuela norteamericana New Eco-
nomic History, una «nueva historia económica», que ha desarrollado
71. Faire de l'histoire. París, Gallimard, 1974. Existe traducción castellana en hasta tal punto los métodos econométricos, que ha reducido la his-
Laia, Barcelona, 1978-1980. toria a una mera secuela de tecnicismos deshumanizados donde han
72. Véanse, en particular, WITOLD KTJLA: Problemas y métodos de la historia
económica. Barcelona, Península, 1973; RODERICK FI.OUD: Métodos cuantitativos desaparecido la riqueza de matices de las actividades humanas y los
para historiadores. Madrid, Alianza Editorial, 1975; y, de publicación más re- hombres mismos. El método debe estar siempre en función de la
ciente, G. R. HAWKE: Economics for historians. Londres, Cambridge University teoría que el historiador profesa, y la teoría de la historia —ya he-
Press, 1980.
73. Además de los libros ya mencionados en notas anteriores, véase EMMA- mos insistido en ello— aparecerá como válida en la medida en que
NUEL LE ROY LADURIE: Le territoire de ¡'historien. París, Gallimard, 1974-1978. nos sirva para comprender el presente como totalidad histórica.
Se trata de una voluminosa obra de dos volúmenes. Para los lectores de len-
gua castellana debemos destacar la importancia de la obra de CARDOSO y PÉREZ Sin embargo, las espadas siguen en alto. Y muchos historiadores
BRIGNOLI: Los métodos de la historia, centrada especialmente en la historia acusan al profesionalismo de otros de mera argucia que pretende
económica, demográfica y social. defender una neutralidad de la ciencia que en su práctica no existe.
74. En el terreno de la demografía histórica se ha avanzado enormemente
en las últimas décadas, si bien no todos los historiadores que Ja practican
parten de los mismos presupuestos. En fechas relativamente recientes, el his-
toriador italiano M. Livi-Bacci ofrecía, con los siguientes términos, cuál era el capacidad de reacción. El análisis de estas relaciones es la tarea central de
objeto de la demografía histórica: «Una población es un agregado de indivi- la demografía histórica». En La société italienne devant les crises de mortalité,
duos ligados por relaciones funcionales. Estas relaciones jamás son automáti- Florencia, 1979, pág. 6 4 . Véase, además, la obra clásica de E. A. WRIGLEY: His-
cas y jamás se repiten de la misma manera: son variables y mutables. Estas toria y población. Madrid, Guadarrama, 1969.
relaciones o vínculos son el cemento que determina el grado de cohesión de 75. PIERRE VILAR: «Problemas teóricos de la historia económica», en La His-
una población o su densidad moral, (...) su resistencia frente a una crisis, su toria hoy. Barcelona, Avance, 1976, pág. 144.
E! h i s t o r i a d o r y s u s m é t o d o s 71

Éste es el caso de Jean Chesneaux, quien sitúa el profesionalismo


tecnicista de muchos historiadores actuales como una «falsa eviden-
71
cia del discurso histórico». Para Chesneaux el rigor cientifico, el
«deseo de precisión, control de los hechos respecto de la realidad,
conocimiento objetivo,'investigaciones de los principios, de los enca-
77
denamientos y de las leyes» es indispensable en la historia. Pero
«el criterio esencial del saber científico sigue siendo el vaivén entre
teoría y práctica. Y la historia, por definición, no puede realizar este
vaivén sino al contacto del presente».'" La conclusión nos remite
inevitablemente al presente, puesto que la historia «no puede ser
7
plenamente ciencia más que si deja de encerrarse en el pasado». '
De esta manera, sólo en el presente, desde el presente y para el pre-
sente la historia y los métodos que utiliza el historiador hallan su
razón de ser.

76. CHESNEAUX: ¿Hacemos tabla rasa del pasado?..., págs. 71-86.


77. Ibid., págs. 84-85.
78. Ibid., pág. 8 5 .
79. Ibid., ibid.

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