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zarse de su propia realidad en el mundo. Curtís va mucho más allá social al que pertenece. Y es conocido también que el individuo,
de estas consideraciones y acentúa el protagonismo de los historia- como producto que es de un conjunto dé relaciones sociales, funda-
dores cuando afirma que éstos deben «atreverse a ser ellos mismos» menta su conciencia a partir de su propia existencia social." En este
y «no deben vacilar en aprovechar el rico fondo de las vivencias per- sentido, el historiador no escapa ni puede escapar de las determina-
sonales que han hecho de ellos lo que son»." ciones de su existencia social, y ello se refleja siempre en el pro-
ducto histórico que elabora. No puede sorprendernos que la historia
tradicional fuese una historia de las élites, pues a ellas pertenecían
L O S CONDICIONAMIENTOS SOCIALES Y CULTURALES DEL HISTORIADOR los historiadores que la cultivaban. La valoración, la interpretación
de fenómenos importantes de la historia de la humanidad, como
Pero, ¿qué son los historiadores? ¿Es suficiente constatar, como lo pueden ser la revolución francesa o la revolución rusa, cambiará
hemos hecho hasta aquí, que el historiador está condicionado por su según la óptica de clase que se adopte: durante muchas décadas
presente? ¿Representa el presente un todo homogéneo y monolítico las masas populares que participaron activamente en la revolu-
que influye de la misma manera a todos los historiadores? Son pre- ción francesa fueron designadas por la historiografía como «chus-
guntas que efectivamente hay que responder para entender mejor ma» o «populacho», y su presencia histórica considerada —cuando
la importancia del historiador en la ciencia de la historia y el propio se la consideraba— como un elemento distorsionador de los objeti-
carácter de ésta. vos revolucionarios de la burguesía. El propio hecho de que desde
Es lugar común afirmar que los historiadores son hombres como hace pocas décadas la historia empiece a preocuparse de las masas
cualesquiera otros, que viven en una sociedad enfrentada por contra- populares es un claro reflejo del cambio de posición social de mu-
dicciones internas, que ocupan un lugar específico en la producción chos historiadores.
social, y por lo tanto pertenecen a una clase social determinada, La determinación social es, pues, a muchos niveles, fundamental
que poseen una ideología determinada (consciente o inconsciente- para entender el punto de partida interpretativo de un historiador,
mente) y un sistema de valores frente a la vida y a su sociedad, que desde el momento en que su adscripción ideológica y política parte
profesan o no creencias religiosas, y que pertenecen a un grupo na- siempre de un supuesto de clase. Los ejemplos de las relaciones en-
cional determinado. Todo ello en el marco de una situación histórica tre política-ideología e historia son muy numerosos. El historiador
dada. Negar que todos estos elementos constitutivos de la vida del noruego-británico George F. E. Rudé no duda en señalar que en su
historiador actúan como condicionamientos en su quehacer his- formación como historiador «tuve la ventaja adicional (...) de haber
toriográfico, sería tanto como afirmar que el historiador es un pro- sido marxista durante largo tiempo, en teoría y en práctica; creo
ducto social químicamente puro capaz de hacer abstracción de la que fue la lectura de Marx, y probablemente también la de Lenin,
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realidad que le envuelve y de elaborar sus historias en un laborato- lo que me condujo a la historia». La influencia del marxismo en el
rio experimental matemáticamente inexorable. Y ello, qué duda Rudé historiador no puede presentarse en términos más tajantes:
cabe, por mucho que digan los objetivistas, es una falacia que no
resiste el mínimo análisis. Las ideas históricas de Marx han sido tan largas e insistentemente re-
presentadas mal en ciertos campos, que acaso se sorprenda alguien al
Porque, en primer lugar, el historiador no puede sustraerse de oír que un profesor de historia afirma que una lectura de Marx repre-
los condicionamientos sociales de la clase social a la que pertenece.
Es sabido que, según la teoría materialista del conocimiento —y, en
este caso, del conocimiento histórico— el punto de partida de un 14. Entre la numerosa bibliografía existente véanse, en especial, las obras
clásicas de MARX y ENGELS, La Ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach.
proceso cognoscitivo no es nunca el individuo aislado, sino el grupo Además, K. MANNHEIM: Ideología y utopía. Madrid, Aguilar, 1966, y ADAM
SCHAFF: Historia y verdad. Barcelona, Crítica, 1976. Remitimos al lector tam-
bién al siguiente epígrafe de este mismo capítulo.
13. L. P. CURTÍS, Jr., en la Introducción a El taller del historiador. Méxi- 15. GEORGE F. E. RUDÉ: «El rostro cambiante de la multitud», en El taller del
co, F . C . E . , 1975, pág. 25. historiador, pág. 2 0 7 .
Los condicionamientos sociales y culturales 49
50 El historiador y la historia
sentó una sólida ventaja para su profesión. Lo que aprendí de Marx fue
no sólo que la historia tiende a progresar mediante un conflicto de las las Minorías, concluye con la lapidaria evidencia según la cual «es-
clases sociales (opinión que, incidentalmente, era considerada perfecta- cribir historia siempre es hacer un ensayo de la experiencia, y por
mente «respetable» hace cien años), sino que contiene una pauta descu-
brible y que avanza continuamente (no retrocede, no describe círculos ello es la historia de uno mismo tanto como una historia del inde-
11
ni da saltos inexplicables), en términos generales, de una fase inferior pendiente objeto del estudio».'
a una fase superior de desarrollo. Aprendí, asimismo, que las vidas y ac- Situémonos ahora a la derecha del espectro de la política: hoy
ciones de la gente común constituyen el contenido mismo de la historia, en la historia de la historiografía contemporánea se puede hablar
y que aun cuando los factores «materiales» tienen precedencia sobre los
institucionales o ideológicos, las propias ideas se convierten en una «fuer- de la existencia de una historiografía fascista-racista estrechamente
za material» al entrar en la conciencia activa de los hombres. Más aún, vinculada a la estrategia política, al modelo de sociedad y a la con-
también aprendí de Engels que, por excelentes que sean los «sistemas» cepción del mundo elaborada por el fascismo. En la Alemania nazi,
históricos (como el suyo propio y el de Marx, por ejemplo), «toda la era materia de estudio en las escuelas y Universidades la enseñanza
historia debe ser estudiada de nuevo»."
de la superioridad aria a lo largo de la historia, hasta el extremo de
A principios de la década de los años 70, el historiador británico que Jakob Graf, aplicando a la historia las ideas raciales de Ludwig
Eric J. Hobsbawm señalaba también con gran rotundidad la inciden- Ferdinand Clauss, profesor de la Universidad de Berlín, llegó a es-
cia de los fenómenos políticos contemporáneos en la historiografía cribir que «en todas partes el poder creador nórdico ha construido
y, en especial, en el ascenso experimentado por la historiografía mar- imperios y expandido la cultura y lenguas arias por una gran parte
xista: del mundo» y que «la raza nórdica ha producido mucha mayor
cantidad de grandes talentos que ninguna otra raza»." Sin llegar a
La extraordinaria importancia de los historiadores marxistas en la ac- estos extremos, en la reciente historiografía española, uno de los
tualidad, o de los historiadores formados en la escuela marxista, se debe historiadores que se precia de ser el historiador que ha vendido más
sin duda, en gran parte, a la radicalización de los intelectuales y los estu- millares de ejemplares de libros de historia que ningún otro —nos
diantes en la pasada década, al impacto de las revoluciones del Tercer
Mundo, la desintegración de las ortodoxias marxistas opuestas al trabajo referimos, claro está, al profesor Ricardo de la Cierva— no ha ocul-
científico original, y también a un factor tan simple como la sucesión de tado jamás su militancia en la derecha española, concretada en los
las generaciones." muchos cargos políticos que ha desempeñado tanto durante el fran-
quismo como después de la dictadura.
Pero si nos apartamos del campo específico de la historiografía
Con estos ejemplos concretos queda claro, creemos, el hecho
marxista, la relación y las interinfluencias entre política-ideología e
de que la adscripción ideológica, la militancia política y la situa-
historiografía son también evidentes. ¿Hasta qué punto el papel que
ción de clase actúan como condicionamientos inevitables sobre el
desempeñó Marc Bloch en la historiografía europea de entreguerras
historiador. Pero cabría precisar más sobre un aspecto que conside-
fue la causa de que el gran historiador galo acabase sus días tortu-
ramos importante: la influencia del marco cultural que se deriva,
rado en los campos de concentración nazis? ¿Pudo Bloch diferen-
tanto de la situación social (o socio-familiar) del historiador, como
ciar, en su misma persona, su actitud frente a la vida —y por lo
de su contexto nacional. En cuanto a la primera vertiente, es evi-
tanto su antifascismo— de su concepción histórica? El historiador
dente que la pertenencia a una clase determinada imprime a su
norteamericano Thomas Garden Barnes, tras relatar sus experien-
formación cultural unos caracteres de clase concretos. Que la cul-
cias militantes como miembro de la Unión Liberal de Harvard y
tura es siempre clasista (de la cíase que sea) es de una obviedad in-
como vicepresidente de la Sociedad de Harvard por los Derechos de
discutible, aunque el hombre —y por supuesto el historiador— sea
capaz de romper los límites y las barreras de su cultura originaria
16. Ibid., ibid.
17. E. J. HOBSBAWM: «La contribución de Karl Marx a la historiografía», en 18. THOMAS GARDEN BARNES: «Sin mucho respeto a conceptualizaciones ante-
ROBÍN BLACKBURN (ed.): Ideología y ciencias sociales. Barcelona, Grijalbo, 1977, riores», en El taller del historiador, pág. 170.
pág. 316.
19. Véase GEORGE L. MOSSE: La cultura nazi. La vida intelectual, cultural y
social en el Tercer Reich. Barcelona, Grijalbo, 1973, pág. 107.
Los condicionamientos sociales y culturales 51
52 El historiador y la historia
y asumir comportamientos culturales diferentes a los propios de su
clase. En este caso nos hallamos ante un fenómeno comúnmente lla- cional, y la lengua en primer lugar, impone al historiador una forma
mado de desclasamiento. Pero en cualquier caso la cultura de clase determinada de ver el mundo, la realidad más inmediata que le
—muy a menudo adquirida en el ambiente familiar— representa rodea y la propia historia. ¡Cuántas veces los historiadores catalanes
otro condicionante para el historiador. No siempre se posee la va- se han quejado por el hecho de que las «historias de España», escri-
lentía de reconocer este influjo, tal y como lo hace el historiador tas muchas veces desde Madrid por prestigiosos historiadores cas-
norteamericano Lynn T. White, Jr.: tellanos, se limitasen a ser una historia del y desde el Estado, que
21
obviaba la periferia peninsular!
Mis propias aficiones me hacen atribuir el mayor peso al poder condi- Un historiador neoyorquino, Lawrence W. Levine, especialista en
cionante del ambiente religioso. Después de todo, soy hijo de un liberal temas relacionados con la historia de los negros, se lamentaba del
calvinista, profesor de ética cristiana, y entre mi graduación en Stanford
en 1928 y mi viaje a Harvard en 1929, estudié en el Seminario Teológico reproche que le habían hecho, según el cual, «como hijo de padres
de la Unión, a los pies del más apasionado neoagustiniano de nuestros blancos, tengo pocas probabilidades de comprender el pasado ne-
tiempos, Reinhold Niebuhr: tengo una mens naturaliter theologica." 11
gro». Y después de señalar que «los estudiantes negros suelen
apartarse de las clases de historia negra enseñada por hombres blan-
En mi caso concreto, y por primera vez hablo en primera per- cos» y que «los intelectuales negros proclaman a voz en cuello que
sona, mis condicionamientos culturales originarios tienen mucho ellos son los únicos capacitados para estudiar e interpretar la hi-
que ver con el aislamiento y las estrecheces de la sociedad rural toria negra»," rompía una lanza en favor de la superación de las
catalana de los años 50 y principios de los 60, con una escuela repre- influencias culturales:
siva y alienante desde todos los puntos de vista, con el brasero de
carbonilla en invierno y, ¡cómo no!, con la leche en polvo repartida
Si demasiados historiadores se han enredado en el cordón umbilical de
en las escuelas, «regalo» de los americanos al gobierno español como su propia cultura, es porque eran malos historiadores, y no porque fue-
compensación a las bases militares que se estaban instalando en Es- ran trágicas víctimas de una inevitable miopía cultural. El historiador
paña. Ni que decir tiene que durante muchos años de mi infancia la que no puede trascender en grado considerable la cultura de su juventud,
leche fue uno de los alimentos que más llegué a odiar. las necesidades de su presente y las esperanzas de su futuro al enfrentar-
se al pasado, merece todo repudio, pero debemos tener cuidado de no
Esta breve injerencia personal me lleva a plantear los condicio- transformar sus fracasos en leyes inflexibles que gobiernen a todos los
namientos nacionales —de cultura nacional— del historiador. Porque, historiadores. ' 2 1
34. ADAM SCHAFF: Ibid., pág. 94. 38. KARL MARX: El Capital. Libro primero, volumen 1. Barcelona, Grijalbo,
35. PLEJÁNOV: Cuestiones fundamentales..., pág. 37. 1976, pág. 193. El subrayado es mío. P. P.
36. I Tesis de Feuerbach, de la edición citada, pág. 101. 39. CARDOSO: Introducción al trabajo..., pág. 2 7 .
37. CARDOSO: Introducción al trabajo..., pág. 26. 4 0 . THOMPSON: Miseria de la teoría, pág. 19.
Historia e ideología 59
60 El historiador y la historia
ejercicios intelectuales más elaborados»." Pero, al mismo tiempo, la
rácter de clase, en la medida en que aparece a través de la acción
conciencia social actúa y modifica al ser, puesto que «del mismo
de la conciencia social del historiador sobre un objeto de estudio
modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres hu-
determinado: la historiografía surge como una de las actividades
manos, dentro de ciertos límites, pueden vivir las expectativas socia-
intelectuales de una conciencia social determinada. Durante mu-
les o sexuales que las categorías conceptuales dominantes les im-
42
chas décadas, desde el marxismo se habló de «ciencia histórica bur-
ponen». guesa» —y también de «ciencia burguesa»— para designar aquella his-
En el caso del conocimiento histórico, este esquema cognoscitivo toria producida en los círculos académicos y universitarios que pre-
de Thompson presupone la existencia de dos tipos de acciones y tendían un profesionalismo a ultranza y una «neutralidad» política e
reacciones que se implican mutuamente: el diálogo entre el ser y la ideológica, pero que en el fondo respondían a unos intereses de cla-
conciencia del historiador, por una parte, y la acción de la concien- se muy concretos.'"
cia sobre su objeto real de estudio, por la otra, que a su vez estable- Desde esta perspectiva la historiografía aparece como una forma
ce otro diálogo, cuyo resultado será el conocimiento histórico. El más que adopta la ideología de los, hombres: la historia surge como
complejo sistema de interrelaciones no puede estar sintéticamente una actividad de la conciencia de los hombres y al mismo tiempo
mejor descrito: pasa a formar parte de su conciencia. En este punto se impone defi-
nir los conceptos y las relaciones entre conciencia social e ideología.
El objeto real (...) es epistemológicamente inerte, es decir, no puede im-
ponerse ni desvelarse él mismo al conocimiento: esto tiene lugar dentro Es conocido que Marx y Engels definían la conciencia única-
del pensamiento y de sus procedimientos. Pero no quiere decir que sea mente como «el Ser consciente», como «el desarrollo de los reflejos
inerte en otros aspectos: no necesita ser sociológica o ideológicamente ideológicos y de los ecos» del proceso de la vida real de los hom-
inerte. Y como remate hay que decir que lo real no está «ahí fuera», 45
bres. En su tantas veces citado prefacio a la Contribución a la crí-
mientras que el pensamiento estaría en la tranquila sala de conferencias
de nuestras cabezas, «aquí dentro». El pensar y el ser habitan un solo y tica de la economía política, Marx escribió que la estructura econó-
mismo espacio, y este espacio somos nosotros mismos. Así como pensa- mica era la «base real» de la sociedad, «sobre la cual se eleva una
mos, también tenemos hambre y sentimos odio, enfermamos o amamos, superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas
y la conciencia está entremezclada con el ser; así como contemplamos lo 1
sociales determinadas de conciencia»/ una conciencia que en El 18
«real», experimentamos nuestra propia palpable realidad. De modo que
los problemas que las «materias primas» presentan al pensamiento Brwnario de Luis Bonaparte había definido como «sobreestructura
consisten a menudo precisamente en sus mismísimas cualidades activas, de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida
indicativas e instructivas. Pues el diálogo entre conciencia y ser va adqui- y plasmados de un modo peculiar».'" En 1890, en su conocida carta
riendo más y más complejidad —verdaderamente, alcanza pronto un or- a J. Bloch del 21 de septiembre, Engels hablaba de «los reflejos de
den diferente de complejidad, que ofrece un orden distinto de problemas
epistemológicos— cuando la conciencia crítica actúa sobre una materia todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes; las teo-
prima hecha del mismo material que ella misma: los artefactos intelec- rías políticas, jurídicas, filosóficas; las ideas religiosas»," que repre-
tuales, las relaciones sociales, el acontecimiento histórico." sentaban, sin duda, elementos constitutivos de la conciencia social
de los hombres. Siguiendo estas líneas interpretativas de Marx y
H I S T O R I A E IDEOLOGÍA
4 4 . GEORG LUKÁCS utiliza a menudo este concepto en Historia y consciencia
de cíase. Barcelona, Grijalbo, 1975*. Cabe señalar que, si bien los historiadores
El hecho de que el conocimiento histórico esté condicionado social- marxistas han renunciado mayoritariamente a este concepto —en buena parte
mente implica que toda obra histórica posee necesariamente un ca- peyorativo—, sigue utilizándose sobre todo en los países socialistas.
4 5 . MARX-ENGELS: La ideología alemanya, págs. 26-27.
46. MARX: Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política,
pág. 3 7 .
4 1 . Ibid., pág. 2 0 . 4 7 . MARX: El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Barcelona, Ariel, 1968, pág. 5 1 .
42. Ibid., pág. 2 1 . 4 8 . FRIEDRICH ENGELS: Historia, economía, crítica social, filosofía, cartas.
4 3 . Ibid., págs. 36-37.
Barcelona, Península, 1969, págs. 341-342.
Historia e ideología 61 62 El historiador y la historia
Engels, Franz Jakubowsky, en su ensayo clásico sobre Las superes- el objetivo deseado de desarrollo social, que se forman sobre la base
tructuras ideológicas en la concepción materialista de la historia, de determinados intereses de clase y sirven para defenderlos». * 5
escribió que «el concepto de conciencia coincide con el concepto de A partir de estas definiciones, Schaff está de acuerdo en que la
superestructura ideológica, con las representaciones humanas»," y ideología sigue siendo el reflejo de la realidad —o como asiente, ci-
definía las superestructuras ideológicas como «la forma en que los tando a Pokrovski «el reflejo de la realidad en la conciencia de los
50
hombres llegan a ser conscientes de sus luchas». hombres, a través del prisma de sus intereses en general, y primor-
Sin embargo, para los clásicos marxistas, conciencia e ideología 55
dialmente de sus intereses de clase»—, pero no necesariamente el
no responden al mismo contenido. Para Engels ideología «es un reflejo deformante de la realidad; y en este punto introduce en
proceso que el supuesto pensante cumple sin duda conscientemen- el concepto de ideología tanto las «falsas conciencias», las ideologías
te, pero con una conciencia falsa», puesto que la ideología «no «que constituyen deformaciones de clase» como las «ideologías au-
concuerda con la realidad y no la capta y expresa de manera adecua- ténticas, adecuadas». 58
da»." Schaff indica cómo Marx y Engels durante toda su vida habla- El tema, complejo y sumamente problematizado y debatido, en
ron de ideología como de «falsa conciencia» y demuestra la coheren- sus múltiples derivaciones escapa, sin embargo, al objeto central
cia y la lógica del pensamiento de Marx y Engels cuando siempre de nuestro estudio: plantear que toda historiografía forma parte de
que hablaban de «ideología» se referían a la ideología de la burgue- una determinada ideología. Si aceptamos las propuestas de defini-
sía y en ningún caso consideraron sus propias teorías como ideolo- ción de Schaff sobre ideología y desde la perspectiva de lo que he-
gía. Discutiendo las interpretaciones de Mannheim, Schaff pone de mos enunciado hasta ahora, es evidente que hay que situar a la his-
relieve que el aserto marxiano según el cual la ideología es una fal- toriografía dentro del marco de las ideologías de los hombres y de
sa conciencia, en realidad no define, y subraya que en la concepción las clases sociales. Al menos, en el sentido que le da Chesneaux
de Marx y Engels el concepto de ideología es muy restrictivo y que cuando afirma que «nuestro conocimiento del pasado es un factor
no puede equipararse a los contenidos que los marxistas posteriores activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las lu-
le han dado." chas políticas e ideológicas, una zona violentamente disputada. El
El propio Schaff, para resolver el problema de la ideología como pasado, el conocimiento histórico pueden funcionar al servicio del
«falsa conciencia» y para introducir en el concepto de ideología todo conservadurismo social o al servicio de las luchas populares. La his-
tipo de ideologías —incluida la marxista— propone una definición toria penetra en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás perma-
mucho más amplia cuando afirma que «por "ideología" yo entiendo nece al margen de la contienda». 57
los puntos de vista basados en un sistema de valores y relativos Es cierto que en este párrafo Chesneaux plantea la dimensión
a los problemas planteados por el objeto deseado del desarrollo so- política e ideológica de la historia en toda su extensión social, as-
cial; puntos de vista que determinan las actitudes de los hombres, o pecto que trataremos en el próximo capítulo. Pero como ya hemos
sea, su disposición para adoptar algunos comportamientos en situa- visto, el condicionamiento de clase del conocimiento histórico impli-
ciones determinadas y su comportamiento efectivo en las cuestiones ca que la obra histórica sea valorada justamente a partir del grupo
sociales»." Desde una óptica geneticofuncional, Schaff reformula la social en el que se encuadra el historiador, y no desde su exclusivo
definición al hablar de «las ideas sobre los problemas planteados por punto de vista personal, como individuo aislado. Así, la historia,
como producto ideológico del historiador, corresponde al mismo
4 9 . FRANZ JAKUBOWSKY: Las superestructuras ideológicas... Madrid, Alberto
Corazón ed., 1973, pág. 97.
5 0 . Ibid., pág. 8 1 . 5 4 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pág. 2 1 0 .
5 1 . Citado por JAKUBOWSKY: Ibid., pág. 181. 5 5 . Ibid., pág. 2 1 5 .
52. ADAM SCHAFF: Historia y verdad, págs. 196-209. 5 6 . Ibid., pág. 2 1 1 .
5 3 . Ibid., págs. 209-210. 5 7 . CHESNEAUX: ¿Hacemos tabla rasa del pasado?..., pág. 2 4 . El subrayado
es mío. P. P.
Historia e ideología 63 64
El historiador y la historia
tiempo al producto ideológico de la clase social a la que aquél per- críticos de Althusser, y en especial la reciente aportación de E. P.
tenece. Thompson, el estructuralismo althusseriano adolece de graves defec-
Esta compleja relación historiador-ideología-clase-conocimiento tos epistemológicos que le conducen inevitablemente a un idealismo
histórico puede quedar más clara si nos remitimos a ejemplos con- metafísico, que nada tiene que ver con el materialismo histórico. ' 5
cretos. Sería históricamente incomprensible El siglo de Luis XIV Y a otro nivel, existe el peligro —que en parte se vislumbra en
de Voltaire si no la analizásemos a partir de la ideología de la Ilus- las concepciones de Chesneaux— de llegar a una ideologización tan
tración, de una ideología, por otra parte, que no pertenece a Voltai- profunda de la historia que ésta sólo tenga validez en el marco co-
re, sino a una burguesía revolucionaria —de la que Voltaire es un yuntural del presente inmediato. Ciertamente, no faltan defensores
exponente teórico— que está rompiendo con el Antiguo Régimen y de estas tesis, que únicamente valoran el trabajo histórico en fun-
está elaborando un proyecto social nuevo de acuerdo con sus propios ción de las luchas políticas e ideológicas del momento. La historia,
intereses. La concepción religiosa de la historia que impone el cristia- desde este punto de vista, sería un instrumento más de lucha
nismo, a partir de san Agustín, durante la Edad Media europea, ideológica y de práctica política. Schaff destaca cómo bajo la perspec-
sólo puede comprenderse teniendo en cuenta la función ideológica tiva de Pokrovski la historia se convierte en un virtual juego polí-
que la religión desempeña bajo el feudalismo, en cuanto representa tico: «el historiador selecciona los hechos arbitrariamente y los in-
la legitimación del poder económico, social y político de las clases terpreta de modo subjetivo en función de su posición de clase». 50
feudales dominantes. Marx, a su vez, era consciente de que su pun- Pero resaltar el condicionamiento de clase de la ideología del his-
to de partida social era la clase obrera, y el marxismo como ideolo- toriador y enmarcar la historiografía en el campo de las produccio-
gía —y por lo tanto la concepción marxista de la historia— sólo ad-
nes ideológicas no significa ideologizar la historia hasta estos extre-
quiere sentido histórico desde el momento en que se vincula al obje-
mos. Porque el historiador, sea cual sea su predicamento ideológico,
tivo social de la clase obrera: la transformación revolucionaria de
está limitado, en primer lugar, por la naturaleza del objeto de su
la sociedad, en un sentido socialista. Lo que queremos decir, en defi-
estudio y por los hechos históricos que trata de comprender, que
nitiva, es que no existe producto histórico que no esté imbuido de la
existen al margen de él mismo, en el sentido que apunta Thompson:
ideología del historiador, de una ideología que siempre posee su co-
rrespondencia social en una clase. Cuando el propio historiador se Los procesos acabados de cambio histórico, con sus intrincadas relacio-
adscribe a una escuela historiográfica, su adscripción comporta una nes causales, ocurrieron de verdad, y la historiografía puede falsearlos
determinada concepción de la historia, y en general —consciente o o entenderlos mal, pero no puede en lo más mínimo modificar el estatuto
inconscientemente— se relaciona con sus concepciones ideológicas ontológico del pasado. El objetivo de la disciplina histórica es alcanzar
61
Así las cosas, se puede llegar a situaciones extremadamente gra- Ello implica que «las pre-ocupaciones de cada generación, sexo o
ves para la ciencia de la historia, como há sucedido con la concep- clase deben inevitablemente tener un contenido normativo, que ha-
ción histórica de Althusser y de sus discípulos, cuando afirman que llará expresión en las preguntas formuladas a los datos empíricos»."
la historia —y en este caso la historia real, las res gestae— no existe
como objeto real de conocimiento, sino que es un producto ideoló- 5 9 . Existe una numerosa bibliografía crítica a las concepciones althusseria-
5
gico_de la teoría del historiador. " Pero, como han demostrado los nas. Véase, entre otras: CARLOS NELSON COUTINHO: El estructuralismo y la mi-
seria de la razón. México, Era, 1973; ADAM SCHAFF: Estructuralismo y marxis-
mo. México, Grijalbo, 1976. PIERRE VILAR es autor de dos breves aportaciones:
«El método histórico», en Althusser, método histórico e historicismo. Barcelona,
5 8 . Las posiciones teóricas de Althusser pueden estudiarse, fundamental- Anas*rama, 1972, y Historia marxista, historia en construcción, Barcelona, Ana-
mente, en Louis ALTHUSSER: La revolución teórica de Marx. México, Siglo X X I , grama, 1974. La crítica de Thompson en el libro ya citado Miseria de la
1967; y Louis ALTHUSSER y ÉTIENNE BALIBAR: Para leer El Capital. México, Si- teoría.
glo X X I , 1969. Las concepciones althusserianas aplicadas a la historia en BARRY 6 0 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pág. 216.
HINDESS y PAUL Q. HIRST: Los modos de producción precapitalistas. Barcelona, 6 1 . THOMPSON: Miseria de la teoría, pág. 7 0 .
Península, 1979. 6 2 . Ibid., pág. 7 1 .
El historiador y sus métodos 65 66 El historiador y la historia
Y el «contenido normativo» que reclama Thompson remite a las método o los métodos se refieren a las técnicas de trabajo utiliza-
«salvaguardas metodológicas» que sirven o deben servir como limi- das por el historiador en sus investigaciones: en este sentido se
tación contra la ideologización {in extremis) de la historia. habla de métodos de historia económica, de historia social, cultural
o política. Pero las cosas no están tan claras, puesto que también
se puede hablar —y de hecho se ha utilizado el concepto— de mé-
EL HISTORIADOR Y SUS MÉTODOS todo marxista o método funcionalista. Lo que queremos indicar, en
definitiva, es la ambigüedad y ambivalencia terminológica de los
En efecto, el historiador está limitado y determinado también por conceptos utilizados, en la medida en que se han utilizado indistin-
el método o los métodos que ha ido construyendo la ciencia de la tamente para designar uno u otro contenido. 65
historia. Es cierto, y sin duda evidente, que no existe un único mé- El problema del método en las ciencias sociales —y, desde lue-
todo historiográfico. En este punto hay que recordar de nuevo que go, en la historia— es complejo y ha merecido hasta el presente
la historia no es metodológicamente unívoca y que a menudo se 66
una extensísima bibliografía. Sin pretensiones de exhaustividad,
contraponen métodos cuya aplicación ofrece resultados diferentes, veamos algunos de estos problemas. A un nivel primario, el investi-
cuando no contradictorios: así sucede, por ejemplo, cuando en el gador se enfrenta con el problema de las fuentes. Durante muchos
análisis de una sociedad se utilizan los métodos funcionalistas, al es- años el historiador sólo aceptó como fuentes históricas aquellos do-
tilo de Mousnier," o bien el método de análisis marxista. En el pri- cumentos escritos legados por el pasado. El positivismo contribuyó
mer caso la estructura social aparece en función del prestigio u enormemente a esta deformación, que sólo a partir de Bloch y Feb-
honor de cada grupo social, que desempeñaría una función especí- vre empezó a cuestionarse, aunque no es raro en la actualidad hallar
fica en la sociedad de acuerdo con este prestigio. Para el marxismo historiadores que siguen aferrándose al documento escrito como úni-
una estructura social determinada siempre resulta como consecuen- ca fuente histórica. Pero el historiador actual debe saber que todo
cia de la estructura económica, como consecuencia, por lo tanto, testimonio o vestigio que responda a una actividad social de los
del lugar que ocupan los diferentes grupos sociales —entre quienes
existen contradicciones y antagonismos— en un sistema de produc- 6 5 . Desde una perspectiva enciclopédica, tendríamos que definir metodolo-
ción dado y por las relaciones de propiedad que mantienen respecto gía como la ciencia del método, y a éste como el conjunto de procedimientos
a seguir para llegar a un conocimiento. Jerzy Topolsky, tras renunciar a uña
a los medios de producción." definición de metodología de las ciencias, señala los dos tipos de problemas
Por otra parte, la ciencia histórica propone métodos y técnicas que centran el interés de la metodología: « 1 . Interés en las operaciones cog-
noscitivas usadas en la investigación científica. 2. Interés en los resultados
de validez universal para los historiadores. En este punto cabría de dichas operaciones cognoscitivas» (JERZY TOPOLSKY: Metodología de la histo-
establecer una distinción importante entre metodología y método, ria. Madrid, Cátedra, 1982, pág. 2 1 ) . Por su parte, Mario Bunge define al mé-
todo como «un procedimiento para tratar un conjunto de problemas», y dis-
puesto que a veces ambos conceptos se utilizan en un mismo sen- tingue entre método general de la ciencia («un procedimiento que se aplica
tido, y en cambio otras veces expresan contenidos diferentes. En el al ciclo entero de la investigación en el marco de cada problema de conoci-
sentido propuesto en el ejemplo anterior, es evidente que cuando miento») y métodos especiales («la invención o la aplicación de procedimientos
especiales adecuados para los varios estadios del tratamiento de los problemas,
hablamos de metodología nos referimos al «método» que surge de la desde el mero enunciado de éstos hasta el control de las soluciones propues-
aplicación de una determinada concepción de la historia: así, habla- tas»); véase MARIO BUNGE: La investigación científica. Barcelona, Ariel, 1981",
pág. 2 4 . Para Cardoso «"método" designa a los procedimientos ordenados que
mos de metodología funcionalista, positivista o marxista. La «meto- es preciso emplear para alcanzar algún objetivo previamente establecido», mien-
dología» en este caso no se comprende sin la «teoría» de la que parte tras el método científico haría referencia a «los medios de que dispone la
el historiador. La teoría conforma la metodología. Contrariamente, el ciencia para plantear problemas verificables (contrastables) y someter a la
prueba las soluciones propuestas para tales problemas». CARDOSO: Introduc-
ción al trabajo de la investigación histórica, págs. 43-46.
66. Además de las obras citadas en la nota anterior, pueden consultarse el
6 3 . Véase, al respecto, CARDOSO y PÉREZ BRIGNOLI: LOS métodos de la his- manual «clásico» de MAURICE DUVERGER: Métodos de las ciencias sociales. Bar-
toria. Barcelona, Crítica, 1 9 7 6 , págs. 312-314. celona, Ariel, 1976', y los tres volúmenes de RAYMOND BOUDON y PAUL LAZARS-
6 4 . Ibid., págs. 310-311. FELD: Metodología de tas ciencias sociales. Barcelona, Laia, 1973-1975.
El historiador y sus métodos 67
68 El historiador y la historia
hombres es merecedor de ser considerado fuente Histórica: desde
—¡evidentemente!— los documentos escritos —impresos o manus- problemas que plantean o pueden plantear aquéllas, y deberá aplicar
critos—, hasta los restos arqueológicos, las tradiciones orales y el los análisis críticos adecuados para verificar su autenticidad y apre-
folklore, las huellas que la acción de los hombres hayan podido de- ciar su contenido, de acuerdo con la época y el lugar preciso en
jar sobre la naturaleza, el arte en sus más variadas facetas, la lite- que se inscribe el documento o fuente estudiada. De esta manera, el
ratura —tantas veces ignorada por el historiador, y que en muy pocas historiador establecerá el dato histórico, como primer paso de su
ocasiones se la ha considerado como documento escrito—, los res- investigación. No pretendemos establecer todos los pasos precisos
tos iconográficos más variados son, sin duda, fuentes históricas que de la investigación histórica que han sido tratados ya por estudios
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el historiador en ningún caso debe despreciar. Para la historia con- más especializados. ' Sólo queremos destacar que el método que uti-
temporánea más reciente, la memoria oral, la fotografía, el cine y liza el historiador hasta llegar a precisar el dato histórico, a partir
todos los recursos que proporciona el mundo de la imagen —el ví- del cual verificará sus hipótesis y construirá sus interpretaciones,
deo incluido— proporcionan al historiador nuevas fuentes hasta posee validez universal.
ahora inexplotadas. Los métodos críticos de verificación y autentificación de fuentes
Pero ante esta variedad de material histórico el historiador debe suelen plantearse de manera distinta según la naturaleza de la fuen-
utilizar métodos de estudio adecuados. En primer lugar, porque no te histórica, y así mismo sucede con los métodos concretos utiliza-
siempre las fuentes son objetivas. La «objetividad» que puede pre- dos en las distintas áreas de especialización de la historia. Cuando
sentarse en una moneda romana, en unas hachas neolíticas o en la en 1961 un vasto equipo de investigadores franceses publicó, bajo
fotografía de una conferencia diplomática internacional puede desa- la dirección de Charles Samaran, una de las aportaciones colectivas
parecer cuando se trata de documentación escrita. Thompson pone más importantes realizadas en Francia en las últimas décadas sobre
de relieve que «la mayoría de fuentes escritas tienen valor sin de- teoría y metodología históricas,™ procuraron presentar de forma ex-
masiada relación con el "interés" que haya movido a registrarlas»," haustiva la totalidad de métodos de trabajo que debe conocer el his-
o sea, cuando se recogen datos sin intencionalidad alguna de trascen- toriador especialista en las diferentes etapas históricas y en las distin-
dencia futura. Pero, en otros casos —aunque sea en una minoría— tas áreas de especialización. Destacaron especialmente el lugar que
los documentos escritos pueden poseer una intencionalidad precisa: ocupan las llamadas ciencias auxiliares de la historia en los procesos
y así sucede, por ejemplo, con todas las crónicas reales. Además, no de investigación: desde los métodos arqueológicos, hasta la filología,
siempre la documentación utilizada es la documentación existente. la epigrafía, la paleografía, la diplomacia, etc. Apuntaban también la
El historiador cubano Moreno Fraginals destaca cómo los historia- importancia de las nuevas orientaciones que iban apareciendo en
dores cubanos anteriores a la revolución de 1959 tuvieron especial la historiografía: la relación entre historia y lingüística, la importan-
interés en fabricar unos mitos históricos en función de los intereses cia de los datos demográficos y estadísticos, el nuevo tratamiento que
de la burguesía criolla dominante durante largas décadas. Y para se empezaba a practicar en la historia de las mentalidades, etc.
ello se efectuó una depuración y selección sistemática de las fuentes A partir de la década de los años 60 han abundado las obras de-
que sirviesen para fabricar y perpetuar estos mitos." dicadas a los métodos específicos que deben aplicarse en los estu-
En todos los casos, pues, el historiador en la búsqueda de las dios sobre historia demográfica, económica o social. Faire de l'histoi-
fuentes —también llamada heurística— debe ser consciente de los re, publicado en Francia en 1974, bajo la dirección de Jacques Le Goff
y Pierre Nora," pretendía ser una reactualización de los problemas aportados por la sociología en los estudios sociales deben ser cono-
historiográficos nuevos que habían aparecido desde 1961, aunque el cidos y utilizados por el historiador social como métodos propios.
carácter de esta obra sea diferente del de la dirigida por Samaran. Los Muchas veces es difícil precisar dónde acaba la historia y dónde
avances experimentados en la aplicación de los métodos estadísticos empieza la antropología: el comportamiento humano en todas sus
y cuantitativos han sido espectaculares y han beneficiado especial- múltiples facetas es objeto de estudio por parte de ambas discipli-
mente a los estudios demográficos y a la historia económica." Una nas. La historia de las mentalidades requiere la aplicación de los mé-
descripción detallada de la enorme bibliografía aparecida en los úl- todos de la psicología social. Y ya señalamos la importancia de la
timos años sobre los métodos de la historia merecería, sin lugar a lingüística para el estudio de la historia.
dudas, un grueso volumen." El análisis integrador de todos los fenómenos históricos fuerza,
Esta enorme producción bibliográfica pone de relieve el profesio- evidentemente, a esta interdisciplinariedad, y si bien es cierto, según
nalismo y el rigor que se ha ido apoderando de la ciencia histórica: las palabras de Pierre Vilar, que «la historia debía ser considerada
las «salvaguardas metodológicas» de que hablaba Thompson existen como la única ciencia a la vez global y dinámica de las sociedades,
y en parte gracias a ellas hoy es posible verificar la validez de los y por lo tanto como la única síntesis posible de las demás ciencias
modelos históricos que utiliza el historiador. humanas»," no es menos cierto que, para que ello sea posible, el
Por otra parte, la interdisciplinariedad entre la historia y el res-' historiador debe conocer todos los métodos y técnicas de trabajo
to de las ciencias sociales, que parecía tan difícil de conseguir, ha del resto de las ciencias del hombre.
avanzado en proporciones considerables. La plena incorporación de Sin método, pues, no hay historia ni ciencia posible. Pero ya he-
la geografía en los estudios históricos ha dado lugar a la geohistoria, mos indicado que sin teoría tampoco. Y este último aserto es más
el estudio de las relaciones existentes entre el hombre y la natura- importante de lo que a simple vista parece. Demasiadas veces se ha
leza a lo largo de la historia. La demografía —la ciencia de «contar» querido absolutizar la importancia de los métodos para destacar
a los hombres— y la economía que a menudo aparecen tan ligadas la validez del producto histórico. Se ha querido medir el profesiona-
e interrelacionadas son indispensables para cualquier análisis de lismo y el rigor aplicando el baremo de las técnicas de trabajo. Un
estructura económica y social o de procesos históricos." Los métodos ejemplo claro de ello lo ofrece la escuela norteamericana New Eco-
nomic History, una «nueva historia económica», que ha desarrollado
71. Faire de l'histoire. París, Gallimard, 1974. Existe traducción castellana en hasta tal punto los métodos econométricos, que ha reducido la his-
Laia, Barcelona, 1978-1980. toria a una mera secuela de tecnicismos deshumanizados donde han
72. Véanse, en particular, WITOLD KTJLA: Problemas y métodos de la historia
económica. Barcelona, Península, 1973; RODERICK FI.OUD: Métodos cuantitativos desaparecido la riqueza de matices de las actividades humanas y los
para historiadores. Madrid, Alianza Editorial, 1975; y, de publicación más re- hombres mismos. El método debe estar siempre en función de la
ciente, G. R. HAWKE: Economics for historians. Londres, Cambridge University teoría que el historiador profesa, y la teoría de la historia —ya he-
Press, 1980.
73. Además de los libros ya mencionados en notas anteriores, véase EMMA- mos insistido en ello— aparecerá como válida en la medida en que
NUEL LE ROY LADURIE: Le territoire de ¡'historien. París, Gallimard, 1974-1978. nos sirva para comprender el presente como totalidad histórica.
Se trata de una voluminosa obra de dos volúmenes. Para los lectores de len-
gua castellana debemos destacar la importancia de la obra de CARDOSO y PÉREZ Sin embargo, las espadas siguen en alto. Y muchos historiadores
BRIGNOLI: Los métodos de la historia, centrada especialmente en la historia acusan al profesionalismo de otros de mera argucia que pretende
económica, demográfica y social. defender una neutralidad de la ciencia que en su práctica no existe.
74. En el terreno de la demografía histórica se ha avanzado enormemente
en las últimas décadas, si bien no todos los historiadores que Ja practican
parten de los mismos presupuestos. En fechas relativamente recientes, el his-
toriador italiano M. Livi-Bacci ofrecía, con los siguientes términos, cuál era el capacidad de reacción. El análisis de estas relaciones es la tarea central de
objeto de la demografía histórica: «Una población es un agregado de indivi- la demografía histórica». En La société italienne devant les crises de mortalité,
duos ligados por relaciones funcionales. Estas relaciones jamás son automáti- Florencia, 1979, pág. 6 4 . Véase, además, la obra clásica de E. A. WRIGLEY: His-
cas y jamás se repiten de la misma manera: son variables y mutables. Estas toria y población. Madrid, Guadarrama, 1969.
relaciones o vínculos son el cemento que determina el grado de cohesión de 75. PIERRE VILAR: «Problemas teóricos de la historia económica», en La His-
una población o su densidad moral, (...) su resistencia frente a una crisis, su toria hoy. Barcelona, Avance, 1976, pág. 144.
E! h i s t o r i a d o r y s u s m é t o d o s 71