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TEMA 10.

LAS RUPTURAS DEL PECADO


1. La revelación del pecado: La idea de pecado en la historia de las religiones, es común, pero a la vez,
tiene diferencias notables. Esta idea se puede concebir como una indignidad o mancha, culpa,
decadencia cósmica e incluso, como condicionamiento social. Pero solo la idea de pecado como ofensa
(sentido verdadero) se encuentra ante un Dios personal. La Sagrada Escritura realiza una revelación
progresiva en tres pasos: en el Génesis (desobediencia del mandato creador), en la Alianza de Israel
(violación de las cláusulas de la Ley de Dios), y en la cruz de Cristo (sacrificio redentor). La noción o
naturaleza del pecado se define como una separación con Dios, es decir, una pérdida de orientación de la
vida divina. Cabe aclarar la distinción entre el pecado en el sentido propio y en el sentido análogo. El
primero hace referencia a un acto malo de un sujeto libre, mientras que el segundo es el pecado original
en sí.
2. El daño del pecado como ruptura de las reacciones de las personas: Según el Génesis, la
consecuencia directa del pecado, es el deterioro y la pérdida del estado paradisíaco del ser humano. Y
así, tanto la relación del hombre con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación, se van
degenerando. A partir de todas estas reflexiones y referencias bíblicas, Santo Tomás de Aquino elabora
una síntesis, que básicamente afirma que la separación de Dios (por el pecado) produce la división
interior (espíritu y sensibilidad) y la división exterior (alma y cuerpo). Además, él habla de la “justicia
original” como el orden primero con el cual Dios crea al ser humano (armonía y ordenación), pero una
vez producido el pecado, la naturaleza humana se ve abandonada en sí misma.
3. La condición existencial del ser humano como pecador: La antropología teológica se acerca al
“estado de pecado” tanto en la dimensión ontológica como en la existencial. Ante esto, la persona
humana debe reconocer su situación precaria y sentirse necesitada de salvación, sin caer en falsas
resistencias creyendo en un mundo sin pecado, y al final, un mundo sin Dios.
TEMA 11. LAS HERIDAS DEL PECADO EN LA PERSONA Y EN LA SOCIEDAD
1. Las enfermedades del espíritu cuando se aleja de Dios: El ser humano, al ser creado por Dios, está
hecho solo para el bien, esto lo hace inteligente y libre, aun así, es vencido frecuentemente en su
debilidad. Esta falta de armonía (torpezas y tensiones), ya es presentada por las tradiciones sapienciales
de la humanidad. A la luz de la fe cristiana, es decir, en la Sagrada Escritura (San Pablo), la
espiritualidad, la reflexión teológica (Santo Tomás de Aquino) y la exposición teológica, se aborda esta
experiencia. La Escritura profundiza mucho más en el oscurecimiento de la mente por alejarse de Dios y
no caminar como hijos de la luz. También se ahonda en el embotamiento del corazón, creando así,
malicia en la voluntad. Por último, la Biblia aborda el tema de los deseos desordenados, es decir, la
concupiscencia.
2. El poder tentador y “opresor” del mundo: El ser humano se desarrolla y va creciendo en la sociedad,
con su respectiva cultura que ejercen sobre él una gran influencia. Pero esta sociedad arrastra consigo el
pecado y sus estructuras, esto es a lo que el apóstol Juan llama mundo (Jn 1, 29) Hay cuatro aspectos de
este “mundo” que describen la dura corrupción social: mentira (ignorancia y deformación), tentación
(incidencia al mal) obstáculo y represión del bien (resentimiento moral), desorden establecido
(deformación del sentido de la vida social).
3. El alcance de una libertad herida: La libertad humana no es capaz de ejercitarse rectamente en orden a
la elección y adhesión al bien, esto como consecuencia del pecado. San Agustín afirmaba que la libertad
humana está herida y necesita de la gracia. Por su parte, Santo Tomás habla de que la naturaleza humana
ha quedado herida.

TEMA 12. EL DON DE DIOS EN LA HISTORIA: LA “GRACIA” DE DIOS.


1. El designio de Dios y su realización en la historia: El misterio de la gracia: El misterio de la
benevolencia divina se ha cumplido en el acontecimiento de Jesucristo, un misterio oculto que ha sido
anunciado por los profetas y realizado plenamente en Cristo. Toda la manifestación de este misterio,
tiene lugar en la historia, pero acontece en la humanidad, como historia de la salvación. El centro de esta
historia es el misterio pascual como acontecimiento culminante, y el fruto de esta Pascua, es el don del
espíritu, es decir, Pentecostés.
2. El término y el concepto de “gracia” en la Sagrada Escritura: En el Antiguo Testamento se
encuentran varias reflexiones que reflejan los diversos sentidos de la noción de la gracia, la traducción
de los LXX emplea la palabra charis para designar la gracia, que correspondería a la benevolencia y a la
misericordia en conceptos veterotestamentarios. Por su parte, en el Nuevo Testamento, la palabra gracia
designa la salvación de obrada por Cristo y la efusión de los dones del Espíritu Santo. Los Evangelios
sinópticos no utilizan la palabra gracia, pero esta se asocia con la benevolencia de Jesús. En los Hechos
de loa Apóstoles, se toma clara conciencia de que Dios ha concedido un don; la salvación en Cristo. San
Pablo por su parte, desarrolla mucho más el tema de la gracia, reconociéndola como el misterio de la
salvación en Cristo, como la ayuda de Dios para adherirse a Cristo y en la confrontación con el
judaísmo, esta se contrapone a la Ley.
3. Panorama sobre la noción teológica de la “gracia”: En un sentido muy amplio, la palabra gracia
designa a todos los dones dados por Dios. Pero en sentido propio, son los dones de Dios en la historia de
la salvación. En la historia de la teología, la gracia se ha separado en tres tradiciones: ortodoxa (energía
divina), católica (transformación de Dios en el hombre) y luterana (justificación). Más a profundidad, la
tradición católica usa la palabra “gracia” de cuatro maneras distintas: gracia increada, justificación,
gracia santificante y gracias actuales.
TEMA 13. EL DON DEL ESPÍRITU OBRA LA VIDA NUEVA EN CRISTO
1. El don del Espíritu y la filiación divina: El fin de todo hombre, se revela en Cristo y se alcanza por la
acción del Espíritu Santo, en esta relación debe ser entendida la gracia. Respecto a la filiación divina
(hijos en el Hijo) toda la historia de la salvación debe ser ordenada hacia este objetivo. En el Antiguo
Testamento Dios se presenta como Padre de Israel, pero en el Nuevo Testamento, Dios es Padre (de
modo singular) de Cristo. San Pablo y la tradición cristiana enseñan que, toda la acción salvadora de
Jesucristo tiene como objetivo hacernos hijos de Dios, y buscar la configuración (identificación) con él
en la experiencia de la vida cristiana.
2. El don de Dios y la divinización del hombre: Al recibir el Espíritu Santo, somos introducidos en la
vida divina. Este tema de la divinización, fue desarrollado unánimemente por la patrística griega, en la
cual, esta se define como unión con Dios, y la recepción del Espíritu Santo. Pero cuatro son los
argumentos clave, para entender cómo se produce la divinización: incorrupción, contemplación,
eucaristía y cooperación con el hombre. La tradición ortodoxa (bizantina) por su parte, que tiene un
fuerte sentido del misterio y la trascendencia divina, hace de la contemplación y la divinización el punto
central de su doctrina.
3. Templos de la Trinidad por la inhabitación del Espíritu Santo: La presencia íntima del Espíritu en el
ser humano (templo) recibe el nombre de inhabitación. En la Sagrada Escritura, el Antiguo Testamento
muestra una presencia especial (Tienda, Templo) de Dios en Israel. Por su parte, en el Nuevo
Testamento es con Cristo donde se cumple todas las promesas de antiguo, donde Él viene a ser el
Emmanuel (Dios con nosotros). San Pablo enfatiza en que somos templo de Dios y San Juan en la
comunión con Él. Los Padres y la tradición espiritual de la Iglesia se adopta el término paulino de
templo de Dios y otros se fijan en la comunión y la unidad de las Tres Personas, por la cual se accede
por la efusión del Espíritu.
4. Reconciliados con Dios por el Espíritu: la justificación: La acción salvadora de Dios, se realiza de
distintas formas en la Sagrada Escritura. Una de ellas, es la justificación, es decir, Dios reconcilia
consigo al hombre pecador y lo justifica. El hombre justo para el Antiguo Testamento, es aquel que
cumple la Ley. Para el Nuevo Testamento, la justicia es la nueva condición para la redención, y el
hombre tiene necesidad de ella, y a la vez se constituye en gracia para aquel que la recibe, puesto que
perdona sus pecados por ser obra de Dios. San Agustín reconoce que se justifica por fe (gracia) y no por
cumplir preceptos, y a la vez, confirma la necesidad de las buenas obras. Lutero, afirma que la
naturaleza humana está sometida al pecado y no puede hacer nada por sí misma, y así cae en un
pesimismo antropológico. El concilio de Trento en el decreto sobre la justificación (De iustificacione) se
menciona la justificación en la historia de la salvación, acerca de su naturaleza y proceso, y, por último,
sobre la fe y la necesidad de las obras. Desde el punto de vista ecuménico, hay unos puntos en común
entre la teología católica y la tradición luterana: la salvación como gracia de Dios, Cristo es el único
mediador y la fe como inicio de la justificación.

TEMA 14. LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR OBRADA POR LA GRACIA


1. La necesidad del auxilio de la gracia y la diversidad de sus dones: Sobre la acción divinizadora del
Espíritu en el hombre, san Agustín desarrolló una reflexión mucho más existencialista sobre la necesidad
de ser auxiliados por Dios. Desde esta perspectiva, el misterio de la gracia aparece como una ayuda real,
necesaria y gratuita. Este don de Dios (gracia) suscita obras de santidad y renueva sus potencialidades.
2. La “divinización” y la noción de “gracia santificante”: El pensamiento escolástico mediante la
psicología aristotélica, y a través de un largo proceso de análisis, concluyó que el don del Espíritu de
Dios supone una elevación general de la naturaleza humana. Es un estado de gracia, el cual se distingue
de las virtudes infusas y las gracias actuales. La gracia santificante ha sido en ocasiones, mal
interpretada. Pero en ella hay que aclarar, que no es algo que superpone al ser del hombre, sino que
como la gracia supone a la naturaleza, esta lo eleva.
3. La gracia y las capacidades operativas humanas: Según la tradición teológica occidental, la gracia
santificante va acompañada de tres tipos de dones operativos: virtudes teologales, virtudes morales y
dones del Espíritu Santo. A las primeras, tienen a Dios por objeto, y solo a él se refieren y las segundas,
son virtudes humanas adquiridas por la educación, la perseverancia y la gracia divina, las eleva y
purifica. Por último, la transformación del obrar cristiano supone una acción directa del Espíritu Santo,
así, mientras las virtudes disponen a la persona a hacer el bien; los dones, la disponen a dejar hacer en
ella al Espíritu. A partir del texto de Isaías (11, 1-3) y desde la tradición catequética, litúrgica y teológica
de la Iglesia, el orden de los dones sería el siguiente: sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo,
fortaleza, piedad y temor.
4. La vida de la gracia: Es conveniente acercarse con un lenguaje descriptivo-vital al misterio de la
gracia, más que con uno técnico. En la Sagrada Escritura y en la experiencia espiritual de la Iglesia, hay
lenguaje e imágenes para expresar con novedad el despliegue y la meta de la vida cristiana. La gracia
presenta un dinamismo en la vida de aquellos que la reciben, de modo particular, a través del “bautismo”
se da un nuevo nacimiento y es el Espíritu dador de Vida quien implanta esta unión con Cristo. La
inhabitación del Espíritu no es un don definitivo, por lo tanto, esta vida de gracia se puede perder. Aun
así, es el mismo Espíritu obrando en nosotros quien nos ayuda en el crecimiento de la vida de la gracia.

TEMA 15. LA GRACIA DE DIOS Y EL OBRAR HUMANO


1. La iniciativa divina y gratuidad de la salvación: Dios desea comunicar de forma libre su vida
bienaventurada como iniciativa gratuita, como don sobrenatural. Esta relación de Dios, posee una
dimensión personal. Ya desde el Antiguo Testamento encontramos la elección gratuita de Israel, pero en
el Nuevo Testamento, encontramos de un modo pleno, que la elección y salvación por parte de Dios,
alcanza a toda la humanidad; somos elegidos. San Agustín de Hipona pensaba en un principio que la
elección y salvación dependían de los méritos humanos, pero su reflexión cambió, afirmando que la
salvación es gracia.
2. La gracia que sana la libertad: La libertad humana, ya herida por el pecado le es incapaz de obrar
siempre el bien por sí misma. La Sagrada Escritura nos dice que el don del Espíritu brota y se derrama
desde el misterio pascual, y que este, cambia nuestro corazón, lo libera y purifica. San Agustín
profundiza en la vinculación entre gracia, libertad y caridad.
3. Eficacia de la gracia y cooperación humana: La pregunta clave aquí, es ¿cómo confluyen la voluntad
de Dios y la del hombre en las obras de la gracia? Es decir, cómo mueve Dios la voluntad humana y
cómo responde el hombre a la gracia de Dios. La Sagrada Escritura afirma la Providencia de Dios con
sus criaturas a través del misterio de la gracia, se invita a la colaboración con los bienes divinos, y se
reafirma la acción de Dios de forma interna. En este sentido del obrar de Dios, el cristiano debe secundar
en libertad las mociones e inspiraciones del Espíritu. San Agustín ha intentado dar respuesta al
interrogante de como Dios actúa en la voluntad humana, y lo hace a través de cinco pasos: el Espíritu
Santo obra en nosotros, Dios nos ayuda, actúa con suavidad y fuerza, hay una cooperación por parte
del hombre, y se mantiene el equilibrio entre la acción de Dios y la libertad humana. Aun así, esta
doctrina agustiniana ha sido malinterpretada y endurecida. Dentro del cuarto punto de San Agustín, hay
que plantearse si verdaderamente hay una cooperación del ser humano. Frente a esto, Santo Tomás
plantea los distintos niveles en que actúan la causalidad divina y humana. También recibe una mención
especial, la doctrina del mérito, cuyo principio, es la misma gracia.

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