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ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL (Papa León XIII)

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la perversidad y


asechanzas del enemigo. Que Dios manifieste sobre él su poder es nuestra humilde suplica, y tú,
príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido arroja al infierno a Satanás y a
los demás espíritus malignos que rondan por el mundo buscando la perdición de las almas. Amén.
ORACIÓN
Oh gloriosísimo San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales, custodio y
defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus
infernales. Humildemente te rogamos, te dignes librar de todo mal a los que a ti recurrimos con
confianza; que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable
protección adelantemos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los
días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu poder del
infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados
por ti, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad. Amén.
ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (Pío IX)
Abridme oh Buen Jesús, las puertas de Vuestro Sagrado Corazón, unidme a Él para siempre. Que
todas las respiraciones y palpitaciones de mi pobre corazón aún cuando esté durmiendo, os sirvan
de testimonio de mi amor y os digan sin cesar: Señor, os amo. Recibid el poco bien que yo hago, y
dadme vuestra santa gracia para reparar todo el mal que he hecho. Para que os ame en el tiempo y
os alabe por toda la eternidad, Amén. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío (repetir tres veces
esta jaculatoria).
ORACIÓN: DETENTE
¡Detente Satanás, tentación, pasión, enemistad, peligro, tristeza, penas, infierno… que el Corazón de
Jesús, mi Dios, mi Redentor, mi Amor, mi Esperanza, mi Todo… está conmigo!
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo, y envía del Cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres, ven, dador de
gracias, ven luz de los corazones. Consolador magnífico, dulce huésped del alma, su dulce refrigerio.
Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto. ¡Oh luz santísima! llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles. Sin tu ayuda, nada hay en el hombre, nada que sea bueno. Lava lo
que está manchado, riega lo que está árido, sana lo que está herido. Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío, endereza lo que está extraviado. Concede a tus fieles, que en Ti confían tus
siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales la felicidad
eterna.
SALMO 22
El Señor es mi pastor: nada me falta; en verdes praderas me hace reposar. Hacia fuentes tranquilas
me conduce para reparar mis fuerzas. Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan
seguridad. Me preparas la mesa frente a mis adversarios, con aceites perfumas mi cabeza y rellenas
mi copa. Irán conmigo la dicha y tu favor mientras dura mi vida, mi mansión será la casa del Señor
por los siglos de los siglos.
JESÚS ¡AYUDAME!
Señor en cada necesidad permíteme acercarme a ti con confianza diciendo: Jesús ¡ayúdame!
En todas mis dudas, perturbaciones, y tentaciones: Jesús, ¡ayúdame!
En mis horas de soledad, cansancio, y pruebas: Jesús, ¡ayúdame!
Cuando mis planes y esperanza fracasen con disgusto, problemas y pesadumbre: Jesús, ¡ayúdame!
Cuando otros me fallen y solamente tu gracia me sostenga: Jesús, ¡ayúdame!
Cuando mi corazón se sienta derrumbado por el fracaso y al ver que mis esfuerzos son inútiles:
Jesús, ¡ayúdame!
Cuando me siento desesperado, y mi cruz se haga más pesada: Jesús, ¡ayúdame!
Cuando me siento solo y enfermo, y mi cabeza y manos ya no funcionen: Jesús, ¡ayúdame!
Siempre, siempre, a pesar de mis debilidades y cansancios: Jesús, ¡ayúdame y nunca me
abandones!

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