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RESEÑA: EL CORONEL

NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Estudiante: Yesid Martínez Garzón


Código: 1870881-3845
Título: El coronel no tiene quien le escriba.
Escritor: Gabriel García Márquez.
Número de páginas: 92
Editorial: Harper.

Opinión personal:
Decidí elaborar esta reseña de la obra el coronel no tiene quien le escriba de
Gabriel García Márquez por dos razones: primero es un libro que leí hace unos
pocos años en el colegio y mi segunda razón es que Gabriel en esta obra de una
forma u otra nos presenta a “Macondo” un pueblo ficticio pero que es
extremadamente similar a todos los pueblos de Colombia donde ocurren las más
grandes controversias políticas religiosas y de toda índole a tal grado que sólo si
llegas a observarlas serás capaz de creerlas.
Además la historia que vive el protagonista de la obra, el coronel, es la historia
de la gran mayoría de los colombianos que viven en condiciones inhumanas
abandonados y olvidados por el gobierno el cual está lleno hasta por las nubes
de la corrupción, a estos colombianos no les queda otra opción más que luchar
como pueden y aferrarse a algo que los mantenga a flote ya sea: un ideal, la
familia, amigos, un Dios o como en el caso del coronel algo tan simple como un
gallo.
El CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.

Esta es la historia del coronel el cual luchó junto al coronel Aureliano Buendía en
la guerra civil de los mil días guerra en la cual alcanzó el grado de coronel a sus
20 años
En esa guerra el coronel y sus camaradas “izquierdistas” buscaban igualdad
política pero al final fueron derrotados por los conservadores y obligados a
firmar el tratado de rendición de Nerlandia, en este tratado se dejó como tesoro
de guerra dos baúles llenos de oro que el coronel tuvo que transportar a lomo de
mula en un muy penoso viaje de casi seis días qué dejó a las mulas muertas de
cansancio por el intenso viaje, al firmarse ese tratado de rendición el país inició
un período de toques de queda y censura en los periódicos, todo esto bajo el
control de los conservadores.
Con la finalización de esta guerra todos los soldados participes en ella, incluido
el coronel, iniciaron un proceso para recibir su jubilación y su pensión por los
servicios prestados en la guerra. Es aquí donde inicia el verdadero dolor de
cabeza para todos estos veteranos ya que debido al pésimo sistema burocrático,
papeles y trámites supremamente lentos, esta jubilación tardaría años en llegar
a tal grado que algunos morirían esperando la dichosa pensión. Asi pues el
congreso promulgó la ley de pensiones y el coronel se inscribió a un proceso de
justificación que duró 8 años, luego necesito 6 años más para hacerse incluir en
el escalafón, esa fue la última carta que recibió el coronel.
Así durante 15 años y durante el resto de su vida el coronel iniciaba todos los
viernes un ritual casi sagrado para ir a buscar la carta de la pensión: se levantaba
temprano y luego de darle de comer al gallo se ponía sus zapatos de charol y su
camisa blanca para dirigirse al puerto a esperar la lancha del correo, cuando el
coronel miraba al cartero descender de la lancha lo perseguía con la mirada
hasta que llegaba a la oficina postal, experimentando así una ansiedad muy
distinta pero tan apremiante como el terror, al acercarse a la oficina postal el
coronel recibiría siempre la misma respuesta “ el coronel no tiene quien le
escriba”
Se necesita tener esa paciencia de buey que tú tienes para esperar una carta
durante 15 años, le decía su mujer al coronel cada vez que discutían por falta
de dinero para comer, es por la situación en la que estamos -agregaba- es
pecado quitarnos el pan de la boca para echárselo a un gallo. Al coronel no le
quedaba más remedio que llenarse de resignación y mirar al gallo nada en el
merecía tal rencor, el gallo del coronel era la herencia de su hijo muerto en la
gallera por repartir información clandestina sobre la oposición y los crímenes del
gobierno.
El gallo era lo único qué le daba Esperanza al coronel, lo único que lo sujetaba
a la realidad y le daba esperanzas para continuar y superar esa sensación de
abandono por parte del gobierno que se hacía más fuerte en octubre con la
llegada del invierno que traía consigo el nacimiento de hongos y lirios venenosos
en las tripas del coronel, esa era la única razón por la que aún conservaba el
gallo aún en contra de la voluntad de su mujer eso y por la ilusión de que ganaría
la pelea de enero en la gallera lo cual le traería enormes ganancias monetarias
al coronel. Este animal había cobrado tal importancia en la vida del coronel tanto
así que ambos se necesitaban mutuamente para sobrevivir su relación era tan
similar a la que profesan los seguidores de cualquier religión hacia sus líderes y
leyes las cuales siguen ciegamente sin siquiera cuestionar lo atroces y estúpidas
que puedan llegar a ser, por ese motivo el coronel y su mujer hacían malabares
y piruetas para conseguir dinero para comer ellos y el gallo por supuesto, así
pues con su asombrosa habilidad para: componer, zurcir y remendar la mujer del
coronel parecía haber descubierto al menos por un tiempo la clave para sostener
la economía doméstica en el vacío, sin embargo con el pasar de los días la
situación se volcó insostenible y empezaron a vender los objetos de la casa hasta
que ya solo quedaban el cuadro en la pared y el viejo reloj de péndulo el cual
también salió a vender aquella tarde a Álvaro el sastre del pueblo pero al llegar
al lugar y tratar de venderlo los amigos del coronel y fanáticos del gallo
comprendieron la situación del coronel y le dijeron que no se preocupara que de
ahí en adelante ellos iban a llevar diariamente su ración de maíz al gallo haciendo
que el coronel regrese a su casa con el reloj bajo el brazo y con una sonrisa en
la cara.
El coronel continuaba visitando el puerto todos los viernes en busca de la tan
anhelada carta pero cada negativa que recibía solo incrementaba su soledad y
abandonó por el estado, “No se trata de hacernos un favor, nosotros nos
rompimos el cuello para salvar la República, la ingratitud humana no tiene
límites” solía murmurar el coronel cuando le explicaba su situación a su abogado
el cual sólo le respondía que esos procesos eran muy demorosos, que tuviera
paciencia y que algún día le llegaría su pensión pero paciencia era lo único que
por mucho tiempo había tenido al coronel y justo ahora se le estaba acabando
los fríos de octubre, las peleas con su mujer y las peleas del gallo que cada día
eran más imprecisas, esas cositas se estaban carcomiendo los restos de
paciencia del coronel y era sólo cuestión de tiempo para que él explotara.
En una ocasión cuando el coronel volvía del puerto paso frente a una casa
enorme, de dos pisos, puerta de madera y rejas metálicas, era la casa de su
compadre don Sabas. Don Sabas aquel hombre que llegó hace unos veinte años
al pueblo vendiendo remedios con una serpiente en el cuello y que hoy en día
era uno de los hombres más ricos de la región todo lo contrario al coronel quien
no entendía como ese hombre había logrado progresar tanto y el por otro lado
vivía de migajas y milagros, esto posiblemente sea un recordatorio de que en
esta vida para lograr nuestras cosas debemos luchar por ellas y no sólo
ilusionarnos como quien dice a Dios rogando y con el mazo dando. El coronel
aún continuaba divagando en su mente cuando escucho que una voz lejana
ahogada y débil lo llamaba, era don Sabas quién lo invitó a pasar a su casa justo
en el momento en que llegaba el médico, don Sabas era a ojos del coronel un
hombre pequeño, voluminoso pero de carnes flácidas con una tristeza de sapo
en los ojos que además siempre se andaba quejando de su salud razón por la
cual había venido al médico a suministrarle una inyección para su diabetes.
Al retirarse el médico y encontrándose solos don Sabas empezó a hablar de lo
mal que era ser diabético y como odiaba tener que tomar café sin azúcar pero
con una pastilla recomendada por el médico. No pasó mucho tiempo hasta que
fueron interrumpidos por la mujer de don Sabas quien al ver lo mal que se
encontraba su marido empezó a divagar acerca de la muerte con frases como
“todo el mundo dice que la muerte es una mujer, a mí no me parece que sea una
mujer yo creo que es un animal con pezuñas” lo cual no hacían más que asustar
al coronel al recordarle lo cerca que estaba de morir de hambre, de soledad y
de abandono, ese mismo abandono que sienten los colombianos por parte de
sus políticos y gobernantes que sólo buscan al pueblo en época de elecciones y
luego ni se acuerdan que existen, don Sabas se dio cuenta inmediatamente que
su mujer no hacía más que molestar al coronel con sus ocurrencias y levantando
el tono de voz la mandó a la cocina luego de lo cual se dirigió al coronel y le
propuso un negocio redondo casi imposible de rechazar: coronel véndame el
gallo es un buen negocio y mata dos pájaros de un tiro: se libra del gallo y se
mete novecientos pesos al bolsillo, el coronel nunca había tenido tal cantidad de
dinero en sus manos y a pesar de la tentación dijo que no alegando que el gallo
ya no representaba sólo dinero sino un símbolo del pueblo y que por eso no
estaba a la venta.
Aún después de haberle dado la negativa a don Sabas el coronel regresó a su
casa pensando en si vendía o no vendía el gallo y lo que representaría esto para
el significaría: deshacerse de los recuerdos de su hijo muerto, de la ilusión de
ganar una fortuna en las peleas de enero y además sería un duro golpe en la
moral del coronel más sin embargo al llegar a casa le contó todo lo sucedido a
su mujer la cual se emocionó con la noticia e hizo planes de cómo gastar el
dinero que según ella alcanzaría para vivir durante tres años por ese motivo
acabo de convencer al coronel para que inmediatamente se devolviera a donde
don Sabas a venderle el gallo a lo cual él hizo caso diciéndose a sí mismo que
ya estaba muy viejo para cuidar al gallo, inesperadamente al llegar donde don
Sabas la mujer de este le dio la noticia que don Sabas había salido de viaje y
que regresaba dentro de una semana retrasando así la venta del gallo y dándole
un descanso al alma del coronel.
Al llegar nuevamente a su casa el coronel dio la noticia a su esposa y esta entró
en cólera alegando que era injusto y que cómo iban a sobrevivir durante los
próximos días, las quejas habituales, tanto se quejó la mujer que el coronel se
cansó y dijo que lo que llevaba en el pecho durante casi cincuenta años le dijo a
su mujer que durante los próximos años ellos iban a comer mierda.
Así finaliza la obra de “El Gabo” dejando todo casi como al principio de la misma:
a la mujer del coronel enferma, al gallo esperando las peleas de enero y a el
coronel esperando la tan anhelada carta de su pensión que nunca llegaría.

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