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918. El artículo 1828 del Código Civil dispone que: “El vendedor es obligado a
entregar lo que reza el contrato”. Según este artículo el vendedor contrae la obli-
gación de entregar la misma cosa que vendió, con todos sus frutos y acceso-
rios y en el estado en que se encuentra al tiempo del contrato. El no es sino
aplicación de la regla general contenida en el artículo 1546 de que los contra-
tos deben cumplirse de buena fe y obligan no sólo a lo que en ellos se expre-
sa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación o que, por la ley o la costumbre, pertenecen a ella. La ley 11 núme-
ro 1º del título I del Libro XIX del Digesto establecía una regla análoga.
En cumplimiento del artículo 1828, el vendedor debe entregar la misma
cosa que ha vendido no pudiendo sustituirla por otra, aun cuando fuere de
mayor valor (artículo 1569 del Código Civil).1 ¿Se violaría este artículo si la
1 AUBRY ET RAU, V, pág. 66; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 311, pág. 313.
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obligación del vendedor fuera satisfecha por otra persona? Creemos que
no, siempre que no se cambie la cosa vendida. Al comprador le es indiferen-
te la persona del vendedor. No ha contratado en atención a ella sino en
atención a la cosa, de modo que si la recibe de cualquiera otra persona, el
vendedor queda descargado de su obligación y el comprador ha obtenido el
cumplimiento del contrato. La entrega de la cosa vendida es el pago de la
obligación del vendedor y aquél, según el artículo 1572 del Código Civil,
puede hacerse por el deudor o por cualquiera otra persona a nombre suyo.
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También puede aceptarla con esas mejoras, pero en tal caso debe reembolsar
al vendedor el valor que haya invertido en ellas. Igualmente, debe restituir al
vendedor los gastos que éste haya hecho para conservar la cosa e impedir la
pérdida o deterioro, de acuerdo con el artículo 2235 del Código Civil, ya que
aquí el vendedor es su depositario.1
Si, por el contrario, el vendedor por hecho o culpa suya ha causado
deterioro en la cosa o la ha hecho disminuir de valor en cualquiera forma,
el comprador tampoco está obligado a aceptarla y puede exigir la resolu-
ción del contrato por falta de entrega, a menos que se allane a recibirla
como se encuentra, con disminución del precio e indemnización de per-
juicios. Así lo ha resuelto la Corte de Casación de Francia.2 La Corte de
Apelaciones de Santiago ha establecido que el comprador no puede, aun-
que se haya reservado el goce de la cosa por cierto tiempo, cortar los
bosques y los árboles del predio vendido en forma diversa de la que la ley
señala para el propietario fiduciario y para el poseedor de buena fe, o sea,
sin dejar a los árboles los pies necesarios para que puedan retoñar, como
tampoco explotar los montes de los planes en forma que equivalga a su
destrucción, pues todos esos hechos disminuyen el valor de la cosa vendi-
da y no permiten entregarla en el estado en que se encontraba al tiempo
del contrato. Como el comprador no se ciñó a esa reglas, fue obligado a
indemnizar al comprador los perjuicios consiguientes.3
923. Hasta aquí nos hemos ocupado del estado en que debe entregarse
un cuerpo cierto que, como se ha dicho, no es otro que aquél en que se
hallaba al tiempo del contrato. Ahora hablaremos del estado en que de-
ben entregarse las cosas que se venden determinándolas por su clase o
género. Por regla general, las ventas de estas cosas constituyen actos de
comercio. De ahí que el examen de esta cuestión lo haremos al amparo
del Código de Comercio.
De ordinario las partes señalan la calidad de las mercaderías que se
compran, sea indicándola únicamente, sea remitiendo muestras, en cuyo
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caso aquellas deben ser de esa calidad. Pero si nada se dice al respecto, el
vendedor cumplirá su obligación entregándolas sanas y de regular calidad.
Así lo establece el artículo 145 del Código de Comercio que dice: “Si las
mercaderías vendidas no hubieren sido individualizadas, el vendedor cumplirá su
obligación entregándolas sanas y de regular calidad”.1
Si las mercaderías no son de la calidad convenida o no son conformes
con la muestra, en el primer caso, o si no son sanas y de regular calidad,
en el segundo, el comprador puede exigir la resolución del contrato con
indemnización de perjuicios,2 a menos que se allane a recibir las que se le
envían, eso sí que con una disminución proporcional del precio, porque
la facultad de resolver el contrato que, de ordinario, llevan envuelta las
ventas comerciales no excluye la facultad de exigir su cumplimiento, ya
que a este respecto rige siempre la regla del artículo 1489 del Código Civil
que da ambas acciones al comprador.
De acuerdo con estos principios, la Corte de Burdeos ha declarado
que cuando la marca de las mercaderías a que se remiten las partes desig-
na la fábrica o establecimiento en que se fabrican, el vendedor está obliga-
do a entregar mercaderías que realmente provengan de la fábrica que
indica esa marca; en caso contrario, el comprador puede negarse a recibir-
las, aunque valgan lo mismo, porque él tiene derecho a que se le entregue
la cosa que ha comprado y no otra, más aun cuando el lugar en que se
fabricaron fue uno de los motivos que lo indujo a contratar.3
Como hemos dicho más arriba, en caso de desacuerdo entre las partes
acerca de la calidad de las mercaderías, éstas deben ser reconocidas por
peritos cuyo informe, a virtud de lo dispuesto en el Código de Procedi-
miento Civil, sólo tiene mérito ilustrativo y, por consiguiente, el juez que-
da en absoluta libertad para apreciarlo. Es éste quien determina, en
definitiva, la calidad de las mercaderías vendidas.4
El comprador que cree que la calidad de las mercaderías no es confor-
me con la indicada en el contrato o con la exigida por la ley, debe recla-
mar de esa disconformidad en los plazos y forma que señalan los artículos
146, 158 y 159 del Código de Comercio. Transcurridos esos plazos o con-
sumidos o enajenadas las mercaderías de modo que su reconocimiento es
imposible, se entiende que el comprador las ha aceptado y pierde el dere-
cho de reclamar por defectos de calidad.5
Al vendedor corresponde probar que las mercaderías son de la calidad
convenida o que son sanas y de regular calidad, según el caso. El compra-
1 Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I; sentencia 3.112, pág. 469, Gaceta 1889,
tomo II.
2 GUILLOUARD, I, núm. 248, pág. 277; BAUDRY -LACANTINERIE, núm. 312 I, pág. 314; sen-
calidad, como también la jurisprudencia al respecto, en el número 690, pág. 657 de esta
Memoria.
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dor debe probar que las mercaderías compradas eran de tal o cual cali-
dad, pues, de otro modo, está obligado a recibir mercaderías sanas y de
regular calidad.
Cuando la venta de cosas in genere es civil y no se ha designado la cali-
dad de la cosa, el vendedor cumplirá su obligación, según el artículo 1509
del Código Civil entregando cualesquiera cosa del género señalado con tal
que sean de una calidad más o menos mediana.
De lo expuesto se desprende que en las ventas de cosas in genere el
estado de la cosa no se aprecia al tiempo del contrato, sino al tiempo de la
entrega, pues entonces es cuando ellas se determinan, ya que antes de la
entrega no se sabe cuáles son las que van a entregarse.1
924. El inciso 2º del artículo 1816 del Código Civil, de acuerdo con los
principios que hemos expuesto al hablar de la teoría de los riesgos,
dispone que los frutos de la cosa vendida pertenecen al comprador
desde el momento de la venta. Esta disposición que, en el proyecto del
Código constituía un artículo especial y que tal vez por un error y olvi-
do se consignó como inciso de otro con el que no guarda ninguna
relación, a la letra dice: “Los frutos naturales pendientes al tiempo de la
venta, y todos los frutos tanto naturales como civiles que después produzca la
cosa, pertenecerán al comprador, a menos que se haya estipulado entregar la
cosa al cabo de cierto tiempo o en el evento de cierta condición; pues en estos
casos no pertenecerán los frutos al comprador, sino vencido el plazo, o cumplida
la condición. Todo lo dicho en este artículo puede ser modificado por estipulacio-
nes expresas de los contratantes”.
Este artículo no es sino reproducción del artículo 1614 del Código fran-
cés y de los preceptos contenidos en la ley 23, título V de la Partida V y en
algunos pasajes de las Institutas y del Digesto. El hecho de que el compra-
dor tenga derecho a los frutos de la cosa vendida desde el momento del
contrato no es sino la manera que idearon los romanos para compensar la
injusticia que resultaba de poner a su cargo los riesgos de la cosa. El Códi-
go francés reprodujo este principio, pero como en él el comprador es
propietario de la cosa desde el contrato resulta que los frutos le pertene-
cen porque es dueño de la cosa y ésta produce para su propietario.2 Nues-
tro Código imitó la disposición del Código francés atribuyendo al
comprador los riesgos y los frutos que sufriere y produjere la cosa después
del contrato olvidando que si ese Código consignaba tal disposición no
era en atención a que si ese Código consignaba tal disposición no era en
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atención a que éste era acreedor sino a que era propietario. Esta cuestión
está íntimamente ligada con la de los riesgos y a ella nos remitimos por lo
que se refiere a su historia y fundamentos.
Volviendo al estudio de la disposición legal transcrita, podemos sentar
como regla general que, una vez celebrado el contrato de venta, aunque la
entrega no se haya realizado, todos los frutos naturales pendientes en ese
momento y todos los frutos naturales y civiles que después produzca la
cosa pertenecen al comprador.
No es la entrega de la cosa la que da al comprador los frutos que ella
produzca, sino el contrato mismo. Según esto, en la venta de un inmueble
para cuya entrega no se ha fijado plazo y que, por lo tanto, debe entregar-
se inmediatamente después del contrato, los frutos pertenecen al compra-
dor desde su celebración y no desde la inscripción en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces, porque los frutos no pertenecen a él en su
calidad de dueño, puesto que no lo es, sino como acreedor de un cuerpo
cierto. En este punto se ha modificado la regla de los artículos 646 y 648
del Código Civil que disponen que los frutos naturales y civiles de una
cosa pertenecen a su dueño.
La opinión que venimos sustentando se encuentra sancionada en to-
das sus partes por un fallo de la Corte de Apelaciones de Talca dictado
con ocasión de un embargo que se hizo sobre los frutos de una propiedad
que había sido vendida por la ejecutada. El ejecutante embargó los cáno-
nes de arrendamiento que devengó la propiedad vendida con posteriori-
dad a la venta. La compradora pidió que se alzara el embargo alegando
que los frutos le pertenecían en virtud del artículo 1816 del Código Civil,
sin que para ello fuera menester la inscripción del contrato de venta, des-
de que no se había fijado plazo para la entrega. La Corte mencionada
acogió la oposición de la compradora y alzó el embargo con el mérito de
estos fundamentos:
“Considerando: 2º Que, según lo dispuesto en el artículo 1816 del Código Ci-
vil, los frutos tanto naturales como civiles que produzca la cosa vendida des-
pués de la venta, pertenecen al comprador y, en consecuencia, los cánones de
arrendamiento de las propiedades adjudicadas, que son frutos civiles, pertene-
cen a los rematantes desde la escritura de adjudicación de trece de febrero último; 3º
Que, según esto, la retención decretada sobre una parte de los cánones de
arrendamiento de dichos fundos para responder a un crédito que don Angel
María Vergara cobra a doña Lucinda Labra, ha recaído sobre frutos que no
pertenecían a ésta, pues consta de la escritura de fojas … que los cánones que
se adeudan por el arrendatario don Mateo Ramírez son los que se han principia-
do a devengar desde el primero de marzo del presente año, estando pagados los ante-
riores; 4º Que no desvirtúa este resultado, la circunstancia de haberse inscrito la
escritura de adjudicación el veintiuno del mismo mes de marzo, por cuanto el artícu-
lo 1816 citado no toma en cuenta la fecha de la inscripción, o sea, la transferencia del
dominio, sino la venta, esto es, cuando se realiza este contrato que, respecto de los bienes
raíces, se perfecciona con el otorgamiento de la escritura pública en que consta el conve-
nio de las partes sobre la cosa y el precio, artículo 1801, y 5º Que tampoco lo desvirtúa
el artículo 648, que dispone que los frutos civiles pertenecen al dueño de la cosa, por
cuanto este artículo consigna una disposición general, que puede sufrir modificaciones
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en casos especiales, como sucede cuando se trata de una venta, respecto de la cual preva-
lece la especial del artículo 1816”. 1
925. Entremos a determinar cuáles son los frutos que pertenecen al com-
prador. El artículo 1816 contesta este punto diciendo que le pertenecen:
1) los frutos naturales pendientes al tiempo de la venta, y 2) los frutos
naturales y civiles que después de la venta produzca la cosa.
Frutos naturales, dice el artículo 644 del Código Civil, son los que da la
naturaleza ayudada o no de la industria humana. En el primer caso se
llaman naturales propiamente tales y en el segundo industriales. Estos fru-
tos, tanto los que están pendientes al tiempo de la venta como los que se
producen con posterioridad a ella, pertenecen al comprador, sin que esté
obligado a pagar al vendedor los gastos que haya hecho para poner la cosa
en situación de producirlos, pues, como dice Baudry-Lacantinerie, se con-
sidera que el vendedor los ha tomado en cuenta para fijar el precio.2 Los
frutos están pendientes cuando están adheridos a la cosa que los produce.
Así, por ejemplo, si un campo sembrado de alfalfa, trigo, cebada, etc., al
tiempo del contrato está listo para segarse, esos productos pertenecen al
comprador sin que esté obligado a pagarle al vendedor los gastos que esa
siembre le haya ocasionado. Pero si la cosecha estaba separada del suelo,
aunque no se hubiere recogido del campo, pertenece al vendedor y no al
comprador.
En consecuencia, si los frutos ya están separados, al tiempo de la venta,
pertenecen al vendedor, porque son para el comprador los que se hallan
pendientes en ese momento y los que se produzcan después. Los ya separa-
dos no se encuentran ni en uno ni en otro caso. Así lo ha resuelto también
la Corte de Apelaciones de Talca, cuando dio lugar a una demanda en que
el vendedor exigía que el comprador le restituyera el trigo que ya estaba
cosechado a la fecha de la escritura de venta, aunque no aceptamos la decla-
ración que hace en el sentido de que ese trigo también pertenecía al vende-
dor porque cuando se cosechó no se había hecho la inscripción del contrato.
No la aceptamos porque no es la inscripción la que da los frutos al compra-
dor sino el contrato mismo cuando, como en el caso de autos, no se ha
señalado plazo para la entrega. La única razón aceptable que da ese tribu-
nal para declarar que el trigo debía pertenecer al vendedor es que a la fecha
de la escritura de compra aquél ya estaba separado del suelo.3
926. Los frutos civiles, dice el artículo 647 del Código Civil, son los pre-
cios, pensiones, cánones de arrendamiento o censo y los intereses de capi-
tales exigibles o impuestos a fondo perdido. Son pendientes mientras se
deben y percibidos desde que se cobran. El artículo 1816 dice que los
frutos civiles que produzca la cosa después de la venta pertenecen al com-
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927. Pero nada dice respecto de los que están pendientes al tiempo del
contrato. Supongamos que la propiedad vendida esté arrendada, que la
renta se pague por semestres vencidos y que se venda durante la mitad del
primer semestre ¿a quién pertenece esa renta pendiente? Dos soluciones
puede tener la cuestión, según sea que se pretenda aplicar el artículo 648
del Código Civil o el artículo 790 del mismo Código.
Los que se fundan en el artículo 790 raciocinan en esta forma. Según este
artículo los frutos civiles se devengan día por día, es decir, se van adeudando a
medida que se presta el servicio por la cosa que los produce, pues son el
resultado de ese servicio. Vendida una cosa, ésta produce frutos civiles para el
vendedor hasta el día de la venta, ya que los frutos civiles que se devenguen
con posterioridad a ese día se entienden producidos después del contrato,
porque, como se ha dicho, en cada día se produce el fruto correspondiente y
según el artículo 1816 del Código Civil los frutos civiles que produce la cosa
después del contrato pertenecen al comprador. Estas razones han sido esta-
blecidas en un fallo dictado por la Corte de Apelaciones de Talca que declaró
que los frutos civiles pendientes al tiempo del contrato pertenecen al vende-
dor hasta ese momento a contar del cual son para el comprador.2
La otra opinión se basa en el artículo 648 del Código Civil y raciocina
de la manera siguiente. Según este artículo los frutos civiles se hallan en la
misma situación que los frutos naturales y pertenecen al dueño de la cosa
que los produce de igual modo y con la misma limitación que aquellos.
Los frutos civiles se llaman pendientes mientras se deben, o sea, son tales
los que aún no pueden cobrarse por no haber vencido el plazo señalado al
efecto. El artículo citado equipara los frutos civiles a los naturales, por
cuyo motivo pertenecen al dueño de la cosa en los casos y con las limita-
ciones y excepciones establecidas para estos y como según el artículo 1816
del Código Civil los frutos naturales pendientes al tiempo de la venta son
del comprador, es evidente que los civiles pendientes también pertenecen
a éste, es decir, estos frutos le pertenecen no sólo desde que se celebra la
venta sino también los que corresponden al período de tiempo que ha
corrido antes del contrato, pero que vence después de su celebración. En
el ejemplo propuesto esa renta pertenecería íntegramente al comprador y
no en parte a él y en parte al vendedor.3
Sin duda alguna la opinión más preferible es la primera, pero no acepta-
mos las razones en que se apoya y creemos que si los frutos civiles pendientes
Corte de Apelaciones de Santiago, señor A. Vergara Albano, en la sentencia 1.491, pág. 401,
Gaceta 1899, tomo I.
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En resumen, los frutos civiles, para los efectos del artículo 1816, se re-
putan producidos día por día, no en virtud del artículo 790 como algunos
pretenden, sino en virtud del mismo artículo 1816 que no toma en cuenta
para nada la calidad de si son o no pendientes en el sentido que les da el
artículo 647 del Código Civil, limitándose a declarar que serán para el
comprador los que produzca la cosa después del contrato.
En el ejemplo propuesto, la mitad de la renta es para el vendedor y la
otra para el comprador, es decir, la renta correspondiente al período de
tiempo anterior al contrato pertenece al vendedor y la correspondiente al
período posterior al mismo pertenece al comprador sea que aquella se
devengue por períodos vencidos o anticipados. Así lo han declarado las
Cortes de Apelaciones en Santiago1 y de Talca.2
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932. La regla general del artículo 1816 del Código Civil tiene tres excep-
ciones, a saber: 1) cuando las partes han señalado plazo para la entrega,
en cuyo caso los frutos pertenecen al vendedor hasta el vencimiento del
plazo; 2) cuando las partes han convenido en que la entrega se hará en
el evento de cumplirse cierta condición, en cuyo caso los frutos también
pertenecerán al vendedor hasta el cumplimiento de la condición, y 3)
cuando aquellos han pactado cláusulas especiales sobre el particular, en
cuyo caso los frutos serán para el vendedor o para el comprador, según
sea lo convenido.
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935. Por último, las reglas contenidas en el inciso segundo del artículo 1816
pueden ser modificadas por las partes en la forma que mejor les plazca,
como lo establece el inciso final de ese mismo artículo que dice: “Todo lo
dicho en este artículo puede ser modificado por estipulaciones expresas de los contra-
tantes”. Pero para que estas reglas se entiendan modificadas por estipula-
ciones de las partes es menester que éstas sean expresas. Una modificación
tácita o presunta inducida de los hechos o circunstancias no es suficiente.
El inciso transcrito habla de estipulaciones expresas lo que excluye las
estipulaciones tácitas, porque si la ley hubiera querido permitir que esas
reglas pudieran modificarse por convenios expresos y tácitos, no se habría
referido a las primeras únicamente sino a ambas. Cuando las partes intro-
ducen estas estipulaciones, los frutos pertenecerán al vendedor o al com-
prador según sea lo convenido.
937. Lo expuesto hasta aquí sobre los frutos en el contrato de venta se apli-
ca únicamente a la venta de un cuerpo cierto, porque si la venta es genérica
la cosa vendida no está determinada, no se sabe qué es lo vendido y no
puede saberse si ha producido frutos. Cuando se haga esa determinación
por la entrega o por otro medio semejante, se conocerá cuál es la cosa que
se vende y sólo entonces tendrá aplicación el artículo 1816, o sea, desde ese
momento pertenecerán los frutos al comprador en la forma allí indicada. Si
se venden dos hectáreas de tierra de un fundo sin precisarlas, dice Baudry-
Lacantinerie, el comprador tiene derecho a los frutos que produzcan desde
el día en que se midan y se individualicen con toda precisión.2 Por otra
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938. Siendo las ventas hechas por la justicia verdaderos contratos de venta
y no habiendo ninguna disposición que modifique al artículo 1816 en lo
relativo a los frutos en las ventas judiciales y no distinguiendo, además, ese
artículo entre la venta forzada y la voluntaria, creemos que se aplica tanto
a una como a otra. En consecuencia, el comprador en una venta hecha
por autoridad de la justicia tiene derecho a los frutos en la forma que
indica ese artículo desde el día de la subasta, ya que según el artículo 516
del Código de Procedimiento Civil, el acta de remate se reputa como escri-
tura pública para los efectos del artículo 1801 del Código Civil.
940. Análoga a la disposición del artículo 1816 es la que establece para las
ventas de animales el artículo 1830 del Código Civil que dice: “La venta de
una vaca, yegua u otra hembra comprende naturalmente la del hijo que lleva en el
vientre o que amamante; pero no la del que puede pacer y alimentarse por sí solo”.
Este artículo era innecesario, porque siendo el hijo de tales animales un
fruto natural pendiente mientras se halla en el vientre de la madre o mien-
tras ésta lo amamante, es claro que, en virtud del artículo 1816, pertenece-
rá al comprador cuando al tiempo de la venta se encuentre en uno u otro
estado. Pero el legislador temió que la cuestión diera lugar a dudas y para
evitarlas optó por consignar un precepto especial sobre este punto.
Para determinar a quién pertenece el hijo de una yegua, de una vaca o de
cualquiera otra hembra que se vende es menester distinguir: 1) si el hijo al
tiempo del contrato ha nacido o no, y 2) si en ese tiempo el hijo, que ya ha
nacido, es amamantado por la madre o puede pacer y alimentarse por sí solo.
Si el hijo no ha nacido al tiempo del contrato pertenece al comprador.
Si ya había nacido cuando se vendió la madre es preciso averiguar si pue-
de pacer y alimentarse por sí solo o si todavía es amamantado por ella. Si
el hijo, al tiempo de la venta, es amamantado por la madre y no puede
pacer y alimentarse por sí solo pertenece al comprador. Pero si en esa
época puede pacer y alimentarse por sí solo es del vendedor, aun cuando
sea amamantado por la madre, porque desde el instante en que el hijo
pueda pacer y alimentarse por sí solo, sin necesidad de ésta, deja de que-
dar incluido en la venta y el comprador no puede pretender derecho so-
bre él. Determinar si el animal puede pacer y alimentarse por sí solo es
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una cuestión de hecho que debe decidir el juez. Eso sí que no debe olvi-
darse que si el animal puede pacer y alimentarse solo, aunque siempre sea
amamantado, como ocurre con algunos animales que continúan maman-
do hasta que se les desteta, no entra en la venta, porque ya no se halla en
la imposibilidad de subsistir por sí solo que es el requisito que la ley exige
para darlo al comprador y si mama es por hábito y no por necesidad.
La disposición del artículo 1829 se refiere únicamente a las hembras
de los animales mamíferos, pues según el sentido natural y obvio de la
palabra “hembra” ésta es el animal que concibe y pare y esos fenómenos
son posibles en los mamíferos únicamente. Contribuye a robustecer esta
opinión el hecho de que el artículo 1829 del Código Civil hable de “hijo
que lleva en el vientre” y de hijo “que amamante”, pues lo uno y lo otro no
pueden tener lugar sino en esa especie de animales.
Si la venta de una vaca, yegua u otra hembra semejante se hace seña-
lando plazo para la entrega o haciendo depender ésta del evento de una
condición y el hijo que lleva en el vientre al tiempo del contrato nace
después de su celebración pero antes de vencerse el plazo o de cumplirse
la condición, pertenecerá al vendedor si al tiempo del vencimiento de
aquel o del cumplimiento de ésta puede pacer o alimentarse por sí solo y
al comprador si aún es amamantado por su madre y no puede alimentarse
por sí solo. Es la regla del artículo 1816 que también se aplica en este caso
por ser los hijos de los animales que se venden los frutos de la cosa vendi-
da. Claro está que si el hijo nace después de vencer el plazo o de cumplir-
se la condición pertenece al comprador sin duda alguna.
La regla del artículo 1829 puede ser modificada por las partes en la
forma que mejor les plazca, en cuyo caso el hijo de la hembra vendida será
para el vendedor o para el comprador, según sea lo convenido al respecto.
1 G UILLOUARD, I, núm. 222 I, pág. 252; TROPLONG, I, núm. 323, pág. 405; LAURENT, 24,
núm. 183, pág. 180; HUC, X, núm. 86, pág. 120; BAUDRY-L ACANTINERIE, De la vente, núm. 314,
pág. 317; AUBRY ET RAU, V, pág. 67; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1048, pág. 863;
MARCADÉ, VI, pág. 240; RICCI, 15, núm. 141, pág. 361.
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
942. El vendedor debe, pues, entregar la cosa vendida con todos sus acce-
sorios, con todas aquellas cosas que, sin constituir la cosa misma que se
vende, forman parte de ella por cualquier motivo o le prestan alguna utili-
dad. Pero esta obligación se refiere a los accesorios que estén adheridos a
la cosa a que se hallen a su servicio al tiempo del contrato. Los que lo
fueron en otra época pero que ya no lo son en ese momento y los que se
incorporen en ella después de la venta no se comprenden en ésta, pues ni
unos ni otros pertenecían a la cosa al tiempo de su celebración.
944. El precepto del artículo 1830 se refiere a todos los bienes inmuebles,
porque según el artículo 568 del Código Civil las expresiones inmuebles,
finca o bien raíz son sinónimas y se refieren tanto al suelo como a los
edificios, a las propiedades salitreras y carboníferas y a las minas. Ese
artículo comprende, entonces, las propiedades raíces propiamente dichas,
los edificios, las minas y las salitreras.
945. Aun cuando el artículo 1830 del Código Civil sólo se refiere a los
bienes inmuebles, no por eso puede decirse que el vendedor no esté obli-
gado a entregar los accesorios de una cosa mueble. Si la ley se refirió
únicamente a aquéllos fue porque son raros los mueble que tengan acce-
sorios y porque en los inmuebles la cuestión podía dar origen a dudas
respecto de ciertos bienes que, aunque accesorios, tienen vida propia y se
transfieren independientemente del inmueble a que acceden. En los mue-
bles la cuestión no era dudosa, puesto que de ordinario sus accesorios
están unidos a él. Por lo demás, la obligación del vendedor de entregar los
accesorios de la cosa vendida no emana, como se ha dicho, del artícu-
lo 1830. Es una regla general de derecho la que impone esa obligación,
regla que se aplica sin limitaciones de ningún género a la venta de bienes
muebles, desde que no hay disposición en contrario. No podría sostenerse
que el artículo 1830 excluya la obligación de entregar los accesorios de la
cosa en la venta de muebles, porque él no se refiere sino a los inmuebles y,
en consecuencia, su silencio debe interpretarse en sentido negativo, por-
que ese artículo no ha creado una regla especial: se ha limitado a reprodu-
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DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
cir un principio general que la ley ya conocía. Por eso emplea la palabra
“naturalmente”, con la que quiere decir que es evidente, lógico, indiscuti-
ble, de la naturaleza de la obligación de entregar, que en la venta de una
finca se comprenden sus accesorios. Al emplear la ley esa palabra ha dado
a entender que ese principio ya estaba establecido y que si lo reproduce
ha sido para recordarlo y no para crearlo. Creemos, pues, que al estable-
cer el artículo 1830 esta regla para los inmuebles no ha querido excluir de
ella a los muebles, por cuyo motivo se puede decir que tanto en las ventas
de muebles como en las de inmuebles el vendedor tiene la obligación de
entregar la cosa vendida con todos sus accesorios. Así lo han entendido
nuestros Tribunales, como se verá más adelante.
947. El vendedor está obligado a entregar la cosa vendida con todos sus
accesorios, siempre que las partes no estipulen lo contrario, pues éstas tie-
nen absoluta libertad para ampliar, restringir o modificar esa obligación,
desde que tal estipulación no está prohibida por la ley ni es contraria al
orden público ni a la moral. En tales casos se comprenderán en la venta los
accesorios a que se refieran las partes, o ninguno, si así lo han convenido.
948. La prueba de que la cosa ha sido vendida con sus accesorios corres-
ponde al que la alega. Si el comprador demanda al vendedor para que le
entregue los accesorios de la finca, a lo que éste se resiste, alegando que se
exceptuaron de la venta, o que no son accesorios, al comprador le incum-
be probar que las cosas cuya entrega demanda son accesorios del inmue-
ble, es decir, estaban al tiempo del contrato destinadas al uso y cultivo de
la finca. El vendedor deberá probar la existencia de la cláusula que excep-
tuó esas cosas de la venta, o bien que ellas pertenecen a otra persona y que
si las tenía allí era porque estaban en depósito o porque su dueño se las
tenía dadas en arrendamiento.2 Si, por el contrario, es el vendedor quien
739
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
exige que se le devuelvan esos accesorios alegando que no son tales o que
se exceptuaron de la venta, él debe probar esos hechos. El comprador
probará que son accesorios y que entraron en la venta.
949. La determinación de los accesorios que entran en la venta es, por re-
gla general, una cuestión de hecho, que queda entregada al arbitrio del
juez, quien, para decidir las dudas que surjan al respecto, deberá, ante todo,
examinar la intención de las partes, las circunstancias que rodearon al con-
trato y lo que aquéllas han entendido vender y comprar, respectivamente.
“Solo después del estudio de las cláusulas del contrato, dice Guillouard, y
del examen de las circunstancias en las cuales se realizó, deben recurrir los
tribunales a los principios que hemos examinado sobre el alcance de la
obligación de entregar”.1
Por otra parte, no hay en este punto reglas generales, sino casos con-
cretos, y como dice muy bien Laurent, “los fallos judiciales de nada sirven,
pues no deciden cuestiones de derecho, sólo juzgan sobre hechos, es de-
cir, según la intención de los contratantes”.2 Efectivamente, la jurispruden-
cia conoce del caso concreto y sobre él se pronuncia. De ahí que, salvo
raras excepciones, puedan encontrarse sobre esta materia fallos concor-
dantes o análogos, sin que esa disconformidad de resoluciones pueda lla-
mar la atención y colocar en pugna a los mismos tribunales, desde que
cada una resuelve un caso único.
950. Siendo, pues, imposible formular un principio general sobre esta ma-
teria, trataremos de analizar y estudiar los diversos casos que sobre el parti-
cular se han presentado, tanto en nuestra jurisprudencia como en la francesa,
para ir determinando, de este modo, lo que se ha entendido por accesorios
en cada uno. Para facilitar esta enunciación o enumeración, nos ocupare-
mos primeramente de los inmuebles y en seguida de los muebles.
951. Para determinar cuáles son los accesorios materiales que se com-
prenden en la venta de una finca el artículo 1830 del Código Civil se
remite a los artículos 570 y siguientes del mismo Código. Al proceder así
nuestro legislador siguió la huella trazada por el legislador francés. En
efecto, al discutirse el Código francés en el Consejo de Estado, uno de
sus redactores, Grenier, dijo: “En el primer momento se podrá encontrar
tal vez mucho laconismo en el artículo 34.3 Pero toda explicación habría
sido inútil, porque en el título “De la distinción de los bienes” se verá, en su
verdadero lugar, todo lo que puede constituir los accesorios de un in-
740
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
741
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1 TROPLONG, I, núm. 323, págs. 408, 409 y 410; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm.
1049, pág. 863; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 315, pág. 318.
2 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. 2ª, pág. 51.
3 Sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1881.
4 Sentencia 590, pág. 946, Gaceta 1906, tomo I.
742
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
cho, que debe apreciar el juez. La única regla que podríamos dar es que
cuando esos animales los tiene el dueño para lucrar y negociar con ellos y
no para explotar y beneficiar el suelo no entran en la venta, porque no
están destinados al uso y cultivo del inmueble; pero si su venta y crianza
constituyen el objeto mismo de la explotación del fundo a la cual está
destinado por completo, creemos que se comprenden en ella. Natural-
mente, sobre todo esto prevalece la voluntad de las partes, que pueden
pactar lo contrario, o sea, que en el primer caso la venta comprenda esos
animales y que se exceptúen de ella en el segundo.
5º Los cierros, cercas, alambrados, puentes, etc. Aunque el Código no los
mencione se hallan en la misma situación que los útiles de labranza, por-
que están destinados permanentemente a la explotación del fundo y por-
que adhieren a él. En consecuencia, para que entren en la venta deben
haber sido colocados por su dueño y encontrarse en la finca al tiempo del
contrato. Si los ha colocado un arrendatario no entran.
6º Los abonos existentes en la finca y destinados por su dueño a mejorarla. Se
entienden por abonos aquellas sustancias destinadas a fertilizar y robuste-
cer la tierra dejándola más apta para el cultivo. Tales son el salitre, el
guano, la paja, etc. Dos condiciones se requieren para que los abonos
entren en la venta de una finca: 1) que al tiempo de la venta estén en la
finca, y 2) que estén destinados por el dueño a mejorarla. Si han sido
comprados por el dueño para mejorar la finca, pero al tiempo del contra-
to no se encuentran en ésta, o si estaban en ella, pero antes del contrato
fueron sacados de la finca, no se comprenden en la venta. Tampoco en-
tran en la venta si se encuentran en la finca para ser llevados a otra y no
con el ánimo de emplearlos en la que se vende. Si se encuentran en el
inmueble pero no se destinan a mejorarlo y, por el contrario, se venden o
se arrojan a la calle tampoco entrarían en la venta. Es pues, necesaria la
existencia copulativa de ambos requisitos para que el comprador pueda
exigir su entrega. El Digesto consignaba análogo principio.1 Pothier tam-
bién lo reconoce.2 La doctrina y la jurisprudencia francesa no vacilan en
considerarlos como accesorios del fundo vendido.3
7º Las prensas, calderas, cubas, alambiques, toneles y máquinas que forman
parte de un establecimiento industrial adherente al suelo, pertenecen al dueño de
éste. Para que estos bienes entren en la venta de una finca se requiere:
1) que efectivamente haya en ella un establecimiento industrial del cual
forman parte, y 2) que tanto el establecimiento como esos bienes perte-
nezcan al dueño del suelo. Si en la finca hay un establecimiento que no
pertenece al propietario de aquella, el comprador no podría exigir esos
bienes, ni aunque el establecimiento existiera al tiempo del contrato. Del
mismo modo, si en el fundo no hay ningún establecimiento industrial esos
743
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
744
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1 Digesto, libro XIX, título I, leyes 15 y 16; Partida V, título V, ley 30.
2 Sentencia 2.652, pág. 865, Gaceta 1894, tomo II.
745
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
descubran después, ya que éstas aún no existen, por lo que no pueden ser
objeto de una estipulación, a menos que convengan en que todas las mi-
nas de carbón que se descubran en lo sucesivo, pertenezcan al vendedor,
pues entonces hay que respetar su voluntad.
Lo dicho respecto de las minas de carbón es aplicable a las canteras.
En cuanto a las minas metálicas no se incluyen en la venta, porque perte-
necen al que primero las solicite.
953. La enumeración que hacen los artículos 570 y siguientes del Código
Civil de los accesorios de un inmueble no es taxativa sino enunciativa, porque
fuera de los bienes que allí están mencionados hay muchos otros que tienen
ese carácter y que se incluyen en la venta siempre que estén adheridos al
inmueble o que estén destinados permanentemente a su uso, cultivo o benefi-
cio. La redacción de los artículos 570, 572 y 573 que señalan esos bienes por
vía de ejemplo son la mejor prueba de que esa enumeración no es taxativa.
956. Según el artículo 587 del Código Civil, en la venta de una finca o
terreno se incluyen también las capillas y cementerios particulares situa-
746
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
dos en ella, como igualmente los ornamentos, vasos y demás objetos perte-
necientes a dichas capillas y cementerios, a menos que se estipule expresa-
mente que ni unos ni otros entran en la venta. Fundada en esta disposición
la Corte de Apelaciones de Santiago declaró que la capilla y los objetos
que se encontraban en ésta pasaron al comprador del predio en que esta-
ba edificada, porque no fueron excluidos expresamente de la venta.1
747
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
960. Primer caso. Algunos autores, como Guillouard, distinguen a este res-
pecto si la venta se hace estando o no arrendada la finca.1 Creemos con
Baudry-Lacantinerie que esa distinción es innecesaria y cualquiera que sea
la situación en que se encuentre la finca vendida al tiempo del contrato,
es decir, esté o no arrendada, la solución es siempre la misma, ya que esos
útiles, animales y abonos son siempre sus accesorios.2
Esos bienes, dice este autor, están destinados a la explotación de todo el
fundo al cual sirven y no son accesorios de cada uno de los retazos que lo
componen. Han sido llevados por su dueño para la explotación del fundo o
finca, comprendiéndose por tal todo el terreno que pertenece a aquél den-
tro de una extensión determinada, de modo que no se incluyen en la venta
de un fundo por parcelas. Los artículos 570 y 1830 confirman esta opinión,
pues el primero se refiere a los animales, útiles y abonos destinados “al culti-
vo o beneficio de una finca” y el segundo establece que la venta de “una
finca” comprende la de sus accesorios. Estos artículos parecen excluir el
caso en que se venda una finca por lotes, desde que hablan de “una finca” y
sus diversos lotes no la constituyen por sí mismos, sino que ella resulta de la
reunión de todos esos lotes. Podemos concluir, en consecuencia, que para
los efectos de los accesorios del inmueble vendido, la ley no se ha ocupado
de la venta de una finca por lotes o retazos pequeños y sólo reglamenta la
que se refiere a la totalidad de la finca. De acuerdo con estos artículos, en la
venta de una finca por lotes no se comprenden sus accesorios.
Pero aún hay más. Estando esos accesorios destinados a la explotación
de la totalidad de la finca, que forma un cuerpo de explotación, es claro
que si esa finca desaparece por el hecho de venderse en diversos lotes,
dejan de estar destinados a ese objeto desde que ya no es posible la explo-
tación para que servían. En tal caso, pierden su carácter de accesorios y no
se hallan comprendidos en la venta de cada lote. Recuperan su carácter
de muebles, constituyen una propiedad diversa y, salvo estipulación expre-
sa al respecto, no se consideran comprendidos en esa venta. Además, dice
748
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
962. Tercer caso. La tercera hipótesis tiene lugar cuando se vende todo el
fundo en lotes y a uno de los compradores le corresponde, como único
terreno, aquel en que están situados los edificios. Ya vimos que en este
caso los compradores no tienen derecho a los accesorios. Pero ¿podría
exigirlos el comprador a quien le correspondieron los edificios? Creemos
que no, aun cuando esos accesorios se encuentren en los edificios, porque
ellos acceden y están destinados a la explotación del fundo y éste no lo
constituyen solamente sus edificios, sino sus campos, praderas, etc., cosas
que no ha adquirido el comprador.2
1 BAUDRY-LACANTINERIE, núm. 315, pág. 318; GUILLOUARD, I, núm. 226, pág. 257.
2 GUILLOUARD, I, núm. 227, pág. 257.
3 De la vente, núm. 315, pág. 319.
4 BAUDRY-L ACANTINERIE, De la vente, núm. 318, pág. 321.
749
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
965. Si se vende una parte de un predio que viene a quedar separada del
camino, el comprador tiene derecho a que se le conceda una servidumbre
de tránsito, sin indemnización alguna, aunque nada se estipule sobre el
particular en la escritura de venta, porque la disposición del artículo 850
del Código Civil suple el silencio de las partes. Así lo ha establecido la
Corte de Apelaciones de Santiago.5
750
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
terreno no se incluye el uso que hace el comprador del agua del vendedor
en virtud de una concesión graciosa de éste.1
967. ¿Quedan comprendidas las aguas con que se riega un fundo entre
los accesorios a que se refiere el artículo 1830? Afirmativamente resuelven
la cuestión las Cortes de Apelaciones de Santiago,2 Talca3 y Concepción4
que, en varias ocasiones han declarado que las aguas de un predio rústico
que están destinadas permanentemente a su uso, cultivo y beneficio son
inmuebles para los efectos del artículo 1830 y que, por consiguiente, que-
dan comprendidas en la venta del predio que riegan, aunque las partes no
hayan convenido nada al respecto.
Consideramos que estos fallos son perfectamente ajustados a derecho,
porque el agua está destinada permanentemente al riego del fundo, que,
sin ella, no podría prestar la utilidad que el comprador pretende obtener
al adquirirlo. Desde que el agua está destinada de un modo permanente al
riego del fundo pasa a ser un accesorio del mismo que, en virtud de lo
dispuesto en el artículo 1830, queda comprendido en su venta, aunque
nada se estipule sobre el particular. De ahí que el vendedor está obligado
a entregar al comprador el agua con que se riega el fundo, aun cuando
esta obligación no se estipule en el contrato, y como aquélla se transfiere
por la inscripción en el registro respectivo (artículo 5º de la ley de Asocia-
ción de Canalistas), el vendedor cumplirá su obligación haciendo entrega
legal y material de las aguas al comprador. Si aquél no las entrega en la
forma indicada, éste tiene derecho para pedir su entrega o la resolución
del contrato con indemnización de perjuicios.5
La jurisprudencia francesa ha declarado igualmente que, aunque nada
se diga en el contrato sobre las aguas, deben entregarse al comprador por
ser accesorios del predio vendido.6
751
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
972. Pero puede suceder que las partes no hayan dicho nada respecto
de las aguas y que ni siquiera aludan a esta obligación del vendedor lo
que puede dar origen a cuestiones muy difíciles por lo que respecta a la
cantidad de agua que debe entregarse cuando el agua con que se riega
752
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
973. Primer caso. Cuando el agua del fundo que se vende es excesiva para
su cultivo y riego y las partes nada dicen acerca de la cantidad de agua que
debe entregarse, hay que distinguir si toda o una parte de ella solamente
se emplea en su cultivo.
Si el vendedor destina una parte del agua a la explotación del fundo y
el resto la arrienda o la dedica a algún establecimiento industrial, no está
obligado a entregar sino el agua que se emplea en el fundo, pues es la
única que tiene el carácter de accesorio de la finca, desde que el resto no
está destinado permanentemente a su uso, cultivo o beneficio, que es lo
que caracteriza los accesorios.
Si el vendedor la destina en su totalidad al cultivo y riego del fundo,
nos parece fuera de duda que, en el silencio de las partes, su obligación es
entregarla íntegramente al comprador. En efecto, según el artículo 570
del Código Civil, se reputan inmuebles por destinación los muebles que
están destinados de un modo permanente al uso, cultivo o beneficio de un
inmueble. El agua se reputa tal cuando está destinada al cultivo y riego de
una finca. El artículo 1830 incluye en la venta de una finca los accesorios
que, según el artículo 570, se reputan inmuebles. Siendo el agua uno de
esos accesorios, es evidente que se comprende en la venta.
Averigüemos, ahora, hasta qué punto el agua, en el caso propuesto, es
un inmueble por destinación. ¿Lo es solamente en la parte suficiente para
el riego o lo es en su totalidad? Del tenor literal de los artículos transcritos
se desprende que lo es en su totalidad. El agua es inmueble y entra en la
venta mientras está destinada al uso y cultivo de la finca. En el caso en
estudio, la totalidad del agua está destinada a ese uso y cultivo. Luego,
toda ella es inmueble y toda ella debe entregarse al comprador. Dentro
del tenor literal de los artículos citados no puede darse otra solución.
Todavía más. Ni el artículo 570, ni el artículo 1830 señalan como inmue-
bles por destinación los que sean estrictamente necesarios para el cultivo de
la finca. Por el contrario, ambos establecen que son tales los que se destinan
a ese objeto, sin precisar cantidad y sin limitarlos a los indispensables. La ley
no ha entrado a hacer esas averiguaciones. Se ha contentado con darle ese
carácter a todo lo que esté destinado a ese cultivo. Estando toda el agua
destinada al riego de la finca, aunque sea excesiva para ese fin, toda ella es
inmueble por destinación y, en consecuencia, accesorio de la finca. Si la ley
753
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
974. Segundo caso. Cuando el agua es excesiva para el cultivo del fundo y éste
se vende en el estado en que se encuentra al tiempo del contrato, el vendedor
cumplirá su obligación entregándolo con todos los accesorios que tenía o de
que se servía en esa época. Si toda el agua se empleaba en el riego de la finca
al tiempo de la venta, toda ella debe entregarse. Si no se empleaba sino una
parte, sólo ésta se entregará, conservando el resto el vendedor.
1Sentencia 3.394, pág. 1911, Gaceta 1883; sentencia 2.068, pág. 1370, Gaceta 1889,
tomo I.
754
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
755
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
979. Cuando se vende una casa dentro de los límites urbanos de la ciu-
dad, ha dicho la Corte de Apelaciones de Santiago, el vendedor, aunque
nada se estipule al respecto, está obligado a proporcionar al comprador el
agua corriente que tenía al tiempo de la venta, obligación que es mucho
más imperiosa si se atiende a que, en el caso debatido, se trataba de un
local destinado a la habitación de muchos individuos.2
756
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
981. Cuando en los contratos de venta se dice que “la finca se vende en el
estado en que actualmente se encuentra”, se entiende que se vende tal cual se
halla al tiempo del contrato, es decir, en la situación que tenga en ese
instante, con todos los accesorios que entonces le pertenezcan, sean o no
absolutamente necesarios para su cultivo, con el agua que se emplea en su
riego, etc. En una palabra, en el estado de cosas, sin una más y sin una
menos, en que se halla cuando se celebra la venta. Por lo demás, esta frase
también es inútil, porque, como vimos, el vendedor tiene la obligación de
entregar la cosa como se encuentra al tiempo del contrato, aun sin estipu-
lación expresa al respecto.
982. A pesar de que esa frase no tiene ni puede tener otro alcance que
entregar la casa tal como se hallaba al tiempo de la venta, puede dar ori-
gen, por eso mismo, a algunas dudas, a saber:
1º Si al tiempo de la venta el predio o finca vendida no tenía agua para
su riego, porque la de que antes disponía había sido enajenada separada-
mente o tenía menos de la necesaria, porque una parte de ella había sido
vendida, ¿el vendedor que vende la cosa en el estado en que se encuentra
debe entregar toda el agua que antes de la venta pertenecía al fundo o
sólo la que tiene al tiempo del contrato?
2º ¿Modifica esa frase lo dispuesto en el artículo 1830 o es su confirma-
ción?
3º ¿Si la cosa vendida adeuda contribuciones atrasadas o dividendos
vencidos de deudas que la gravan y el comprador adquiere la cosa en el
estado en que se encuentra, esas contribuciones o dividendos son de su
cuenta o afectan al vendedor?
757
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
ra resolver el contrato. Así, A vende a B una finca que tiene dos regadores
de agua. Después de un tiempo B la revende a A, debiendo entregarla en
el mismo estado y con los mismos derechos de agua que tenía cuando A se
la vendió a B. En el tiempo medio entre la primera y la segunda venta B
vende los regadores de agua a un tercero de modo que, al tiempo de
entregarla a A, la finca carece de ellos. Como la cosa debe entregarse con
los derechos de agua que tenía cuando A la vendió a B, aunque aquél sepa
que B vendió el agua a un tercero, tiene derecho para exigirle la entrega
de los regadores, porque sobre ese conocimiento prevalece la obligación
que el contrato impuso al vendedor de entregar la misma agua con que
recibió el fundo cuando le fue vendido por la persona que ahora se la
compra.
758
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
987. ¿Qué se entiende por vender una cosa tal como la gozaba el vende-
dor? Esta frase tiene el mismo alcance de aquella que dice: “la cosa se
vende en el estado en que se encuentra”, porque el estado en que se halla
en ese momento es el estado en que la goza el vendedor. Esta frase, por lo
tanto, quiere decir que el vendedor debe entregar la cosa en el estado en
que se encontraba al tiempo de la venta, con todos los accesorios y dere-
chos que entonces tenía. Así lo resolvió la Corte de Apelaciones de Con-
cepción que obligó al vendedor a entregar al comprador ciertos animales
y útiles que, a la época de la venta, se hallaban destinados al cultivo del
fundo vendido.3
759
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1 B AUDRY -LACANTINERIE , De la vente, núm. 317, pág. 320; T ROPLONG, I, núm. 323,
pág. 406.
2 Sentencia 225, pág. 370, Gaceta 1906, tomo I.
760
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
991. En la venta de una fábrica quedan incluidos los canales que sirven
para traer el agua a la fábrica y para sacarla de ella, puesto que, siendo
movida por fuerza motriz, se comprende que sin tales canales no podría
funcionar ni prestar la utilidad en vista de la cual fue adquirida por el
comprador. Así lo han resuelto los tribunales franceses. Pero si el vende-
dor se sirve de esas aguas para explotar otros predios que ha conservado
en su poder, es evidente que al vender la fábrica no ha tenido la intención
de desprenderse del agua. De ahí que esos mismos tribunales han declara-
do que cuando el vendedor de una fábrica conserva en su poder los terre-
nos adyacentes a ella que se riegan con el agua de esos canales, el
comprador no tiene derecho a la propiedad de esas aguas, sino únicamen-
te al uso de la misma en la cantidad necesaria para la explotación de la
fábrica.3
761
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
993. Según el artículo 11 del Código de Minas, son accesorios de una mina
las cosas u objetos destinados permanentemente a su explotación por el
dueño, como las construcciones, máquinas, bombas, instrumentos mineros,
utensilios y animales. Como las minas son inmuebles y como las disposicio-
nes del Código Civil se aplican en materia minera en defecto de disposicio-
nes expresas del Código de Minería, es claro que el artículo 1830 les es
aplicable. Por lo tanto, la venta de una mina comprende, sin necesidad de
estipularlo expresamente, todos los bienes que, según el artículo 11 de ese
Código, se reputan accesorios. Si el vendedor fuera el dueño del suelo en
que ella se encuentra, también comprende la de todas las servidumbres y
anexos que señalan los artículos 6º, 7º, 8º y 9º del Código de Minas.
Pero no se incluyen en esa venta, salvo pacto en contrario, porque no
son inmuebles, los animales y objetos empleados en el servicio de las per-
sonas o en el transporte o comercio de minerales o de productos y útiles,
ni las provisiones de explotación, ni los otros objetos personales de los
propietarios o explotantes (artículo 11 del Código de Minas).
762
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
leyes 28 y 31.
763
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
764
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
999. Entre los accesorios del inmueble vendido hay algunos que no con-
sisten precisamente en cosas corporales, sino en bienes incorporales. Tales
son los derechos y acciones que por la venta se transfieren al comprador.
Estos derechos pueden ser de dos clases: unos que se transfieren al com-
prador conjuntamente con la cosa vendida, sin necesidad de estipulación
al respecto, y otros que no se entienden transferidos sino mediante un
pacto expreso.
1000. El vendedor está obligado a entregar los primeros, ya que son los
únicos que constituyen accesorios de la cosa vendida en la verdadera acep-
765
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
766
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
puede exigir ese valor sino mediante una cesión expresa al respecto. Esta
doctrina ha sido establecida por la Corte de Casación de Francia y se ajus-
ta a los verdaderos principios legales, porque cuando se hizo la expropia-
ción, el dueño era el vendedor y como ese terreno no entró en la venta, el
comprador no ha podido adquirir un derecho relativo a él por el hecho
de habérsele enajenado otra porción del mismo terreno.
3) El derecho que corresponde al vendedor de una finca contra la
persona que, a su vez, se la vendió a él, proveniente de la inejecución de
una cláusula del contrato de venta que no estableció un derecho de servi-
dumbre, sino una obligación de hacer a cargo de aquélla (obligación de
impedir que los adquirentes de la porción de terreno que quedaba en su
poder hicieran construcciones en cierto radio). Desde que aquí se trata de
un derecho personal, como es el que emana de toda obligación de hacer,
es claro que pertenece a aquel en cuyo favor se ha establecido. De ahí que
si el vendedor no lo cede expresamente al comprador, ha dicho la Corte
de Casación mencionada, éste no puede ejercitarlo.1
4) Las acciones eminentemente personales que competan al vendedor
contra su antecesor o contra un tercero que, por ser establecidos en favor
y beneficio exclusivo de la persona del vendedor, no puede ejercerlas el
comprador sino mediante una cesión expresa hecha por aquél.
5) La acción de nulidad relativa que corresponda al vendedor con arre-
glo a la ley. Esta acción pertenece a la persona en cuyo favor se ha estable-
cido o a sus cesionarios, de manera que para que el comprador pueda
entablarla es menester que el vendedor se la ceda expresamente en el
contrato, sin que esa cesión se pueda entender hecha por la circunstancia
de haberse dicho en la venta que el vendedor faculta al comprador para
que tome posesión de la propiedad con todos sus derechos, usos y servi-
dumbres, tanto porque dicha cesión debe hacerse en forma expresa, como
porque el alcance de esa cláusula no es otro que hacer referencia, aunque
innecesaria, a las cosas que, según la ley, se comprenden naturalmente en
la venta. Así lo ha resuelto la Corte de Apelaciones de Concepción.2
1002. Así como en los inmuebles es fácil determinar cuáles son sus acceso-
rios, desde que hay una regla fija para ello, en los muebles esta determinación
es muy difícil, tanto porque son raros los casos de muebles con accesorios,
como por la dificultad que hay en precisar lo que constituye propiamente el
accesorio. Por regla general, estos forman parte de la cosa misma, de modo
que sin ellos cambia de valor y aun de importancia, pues el accesorio ha sido
uno de los motivos más determinantes del contrato como ocurre con la razón
767
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
73, pág. 641; tomo 36, Vente, núm. 1075, pág. 865.
768
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
Enseigne, núm. 75, pág. 641; tomo 36, Vente, núms. 1079 y 1080, pág. 865; BÉDARRIDE, núm.
18, pág. 31.
4 De la vente, núm. 320, pág. 322.
769
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
770
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
AUBRY ET RAU, V, pág. 68, nota 19, núm. 7.
2
HUC, X, núm. 90, pág. 125.
771
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
364, pág. 369; núm. 395, pág. 402; LAURENT, 24, núm. 185, pág. 182; AUBRY ET RAU, V,
pág. 76; GUILLOUARD, I, núms. 329 a 334, págs. 347 a 353; FUZIER-HERMAN, tomo 22, Fonds
de commerce, núms. 148 a 195, págs. 845 a 848; HUC, X, núms. 112 y 113, págs. 156 a 159;
BÉDARRIDE, núm. 19, pág. 32; P ARDESSUS, I, núm. 271, pág. 186.
772
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
773
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1 FUZIER-HERMAN, tomo 36, núm. 1083, pág. 865; TROPLONG, I, núm. 323, pág. 412.
2 BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 324, pág. 325.
3 Sentencia 6.336, pág. 769, Gaceta 1900, tomo II.
774
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
dor, en virtud del inciso 2º del artículo 116 del Código Civil. Así lo ha
declarado también la Corte antes mencionada.
775
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
G UILLOUARD, I, núm. 235, pág. 263.
776
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
para él todas las ventajas que esta obra puede procurar. Si es un amateur
no querrá que sea reproducida y publicada, si no es en el momento y en
las condiciones artísticas que le convengan a fin de rodear la obra que ha
adquirido de todo el mérito a que tiene opción; y si es un especulador no
querrá que otro saque provecho de una tela o de una estatua que le perte-
nece con todos los productos que da el derecho de propiedad que, por su
naturaleza, es exclusivo.1
Creemos que esta solución es ajustada a los principios de derecho y es
la única que dentro de nuestra legislación puede tener cabida, desde que
la ley de propiedad literaria artística la consagra en forma expresa.
En efecto, el artículo 1º de la ley sobre la materia, de 24 de junio de
1834, a la letra dice: “Los autores de todo género de escritos, o de composiciones de
música, de pintura, dibujos, escultura y en fin aquellos a quienes pertenece la pri-
mera idea de una obra de literatura o de las letras, tendrán el derecho exclusivo,
durante su vida, de vender, hacer vender o distribuir en Chile sus obras por medio
de la imprenta, litografía, molde o cualquier otro medio de reproducir o multiplicar
las copias”. Y el artículo 3º agrega: “Los autores y sus herederos pueden transmi-
tir sus derechos a cualquiera persona”.
Según esos artículos la propiedad literaria y artística consiste en dos
cosas: 1º en la propiedad que el autor tiene sobre la idea de la obra, sobre
la creación artística; y 2º en el derecho de reproducir, vender y distribuir
su obra por alguno de los medios allí señalados.
En realidad, esta propiedad consiste únicamente en este último dere-
cho, puesto que de nada serviría ser dueño de la idea si no se pudiera
serlo de su publicación o exteriorización. Es este derecho de reproducir,
vender y distribuir la obra artística lo que constituye en el hecho esta pro-
piedad, porque para ser tal necesita el ejercicio de actos materiales que
manifiesten su existencia. De ahí que las dos facultades que comprende la
propiedad literaria y artística sean inseparables y formen un solo todo,
siendo el derecho de reproducir y vender la obra el accesorio o conse-
cuencia forzosa de la propiedad de la idea o inspiración de arte, ya que si
ésta no existe no puede haber propiedad literaria o artística desde que no
habría sobre qué ejercitarla ni podrían usarse tampoco los derechos que
por ella se confieren a los autores.
Ahora bien, el autor o propietario de la obra puede venderla o cederla
a un tercero. Esta cesión puede referirse a la obra misma o a uno de sus
ejemplares. ¿En cuál de estas ventas va incorporado el derecho de repro-
ducirla? La propiedad artística o literaria es la que se ejercita sobre la idea
artística, sobre el pensamiento creador que dio vida material a la idea y la
manera de hacer efectivo ese derecho es facultando a su autor para que
reproduzca, distribuya y venda esa idea. El derecho de reproducirla es un
accesorio de la idea artística y no del ejemplar que se saque de la obra.
Luego, debe ir incorporado en la venta o cesión de la obra y de ninguna
manera en la de un ejemplar.
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
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