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Semana 4
Historia Económica
Seman Historia
Material de Lectura
EL KEYNESIANISMO
La Gran Depresión, también conocida como crisis de 1929, fue un período a principios
del siglo XX en el cual el mundo entero estuvo bajo una profunda crisis económica y
social, que perduró por aproximadamente una década.
La Gran Depresión comenzó en 1929 y se prolongó hasta 1940. Esta afectó a la mayoría
de los países del mundo, desde los más industrializados hasta los más pobres, y se
convirtió en el período de recesión económica más severo del siglo XX.
Así, la mayor parte de los países europeos estaban sumidos en grandes deudas públicas
e inflación. Luego de la guerra, el mapa económico mundial cambió y hubo un impulso
económico e industrial en países no participantes, tal como EE.UU. y Japón.
El crecimiento acelerado de los EE.UU, frente a las diversas potencias europeas, generó
una transformación en su economía. Así, su uso excesivo del crédito (burbuja
especulativa) condujo a la caída de la bolsa de Nueva York.
Coincidieron con el origen de la Gran Depresión otros hechos históricos, tal como la
Conferencia de Génova de 1922, que modificó los valores y los manejos del oro y la
libra, y así mismo otros factores políticos como la rigidez salarial.
Consecuencias económicas
La principal consecuencia económica consistió en la reducción de consumo, la cual
llevó a cerrar a muchas empresas que se vieron afectadas por la falta de demanda.
Por su parte, Estados Unidos pasó casi 4 años con indicadores económicos negativos.
Consecuencias sociales
En cuestiones sociales, incrementó el fenómeno de desigualdad social y en todo el
mundo se presentaron altas cifras de hambre, pobreza e indigencia.
Consecuencias políticas
A partir de la crisis mundial en diferentes países, principalmente europeos, surgieron
formas de gobierno totalitarias en países como Alemania, Italia y España, que luego
originaron la Segunda Guerra Mundial en 1939.
DURANTE la Gran Depresión de los años treinta, la teoría económica del momento no
pudo explicar las causas del grave derrumbe económico mundial ni tampoco brindar una
solución adecuada de políticas públicas para reactivar la producción y el empleo.
El economista británico John Maynard Keynes encabezó una revolución del
pensamiento económico que descalificó la idea entonces vigente de que el libre
mercado automáticamente generaría pleno empleo, es decir, que toda persona que
buscara trabajo lo obtendría en tanto y en cuanto los trabajadores flexibilizaran sus
demandas salariales (recuadro). El principal postulado de la teoría de Keynes es que la
demanda agregada — la sumatoria
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del gasto de los hogares, las empresas y el gobierno— es el motor más importante de
una economía. Keynes sostenía asimismo que el libre mercado carece de mecanismos de
auto- equilibrio que lleven al pleno empleo. Los economistas keynesianos justifican la
intervención del Estado mediante políticas públicas orientadas a lograr el pleno empleo
y la estabilidad de precios.
La idea revolucionaria Keynes argumentaba que una demanda general inadecuada
podría dar lugar a largos períodos de alto desempleo. El producto de bienes y servicios
de una economía es la suma de cuatro componentes: consumo, inversión, compras del
gobierno y exportaciones netas.
Cualquier aumento de la demanda tiene que provenir de uno de esos cuatro
componentes. Pero durante una recesión, suelen intervenir fuerzas poderosas que
deprimen la demanda al caer el gasto. Por ejemplo, al caer la economía la incertidumbre
a menudo erosiona la confianza de los consumidores, que reducen entonces sus gastos,
especialmente en compras discrecionales como una casa o un automóvil. Esa reducción
del gasto de consumo puede llevar a las empresas a invertir menos, como respuesta a
una menor demanda de sus productos. Así, la tarea de hacer crecer el producto recae en
el Estado. Según la teoría keynesiana, la intervención estatal es necesaria para moderar
los auges y caídas de la actividad económica, es decir, el ciclo económico.
Hay tres elementos fundamentales en la descripción keynesiana del funcionamiento de
la economía:
• En la demanda agregada influyen muchas decisiones económicas, tanto públicas como
privadas. Las decisiones del sector privado pueden a veces generar resultados
macroeconómicos adversos, tales como la reducción del gasto de consumo durante una
recesión. Esas fallas del mercado a veces exigen que el gobierno aplique políticas
activas, tales como un paquete de estímulo fiscal. Por lo tanto, el keynesianismo apoya
una economía mixta guiada principalmente por el sector privado pero operada en parte
por el Estado.
• Los precios, y especialmente los salarios, responden lentamente a las variaciones de la
oferta y la demanda, algo que genera situaciones periódicas de escasez y excedentes,
sobre todo de mano de obra.
• Las variaciones de la demanda agregada, ya sea previstas o no, tienen su mayor
impacto a corto plazo en el producto real y en el empleo, no en los precios. Los
keynesianos creen que, como los precios son un tanto rígidos, las fluctuaciones de
cualquier componente del
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La guerra supuso una destrucción material extrema. Francia y Bélgica fueron los países
más afectados pues los combates más violentos se desarrollaron en su territorio.
Igualmente fueron duramente castigadas Rusia y la región fronteriza entre Italia y
Austria. Lieja (Bélgica). Puente sobre el río Mosa arruinado. Ampliar imagen
Puente de Lieja arruinado
Los campos de cultivo, la red de ferrocarriles, puentes, carreteras, puertos y otras
infraestructuras fueron devastados. Se perdieron barcos, fábricas, maquinaria.
Numerosas ciudades y pueblos fueron total o parcialmente arrasados.
Ciudad de Lille (Francia) desvastada .
Ciudad de Lille. Ruinas
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La riqueza de los estados sufrió un dramático descenso: Francia perdió más del 30%,
Alemania cerca del 25 %, el Reino Unido el 32%, Italia el 26%. Estados Unidos se vio
menos afectado y su economía se colocaría a la cabeza del mundo.
Al término de la guerra fue necesario reconvertir las industrias que habían estado
destinadas durante años a la producción de guerra. El proceso fue lento y se vio
entorpecido por una crisis que se alargó hasta 1924. La "economía de guerra" dislocó el
sistema productivo y eliminó de la política económica los principios del liberalismo. La
tendencia se consolidó durante la posguerra fruto de las políticas de los gobiernos de
izquierda, especialmente los socialdemócratas. El intervencionismo económico del
Estado fue la pauta seguida durante el período de entreguerras salvo en el caso de
Estados Unidos, hasta la llegada a la presidencia de F. D. Roosevelt.
Sin embargo hubo países a los que la guerra benefició económicamente. En primer lugar
aquellos que habían permanecido neutrales durante el conflicto y se habían convertido
en proveedores de materias primas y alimentos para los contendientes, casos de Brasil,
Argentina y España.
Pero fundamentalmente la guerra consolidó el crecimiento de dos grandes potencias:
Estados Unidos y Japón cuyo comercio experimentó un aumento sin precedentes en
detrimento de las potencias tradicionales de Europa, que perdieron sus mercados
exteriores y vieron cómo su espacio económico se fragmentaba.
Estados Unidos prestó importantes cantidades de dinero a los aliados y les suministró
abundante material bélico, bienes de equipo y víveres. Se convirtió en el mayor
acreedor (más de 250 mil millones de dólares) de los países europeos, que en adelante
entraron en una estrecha dependencia de los créditos norteamericanos para hacer frente
a la reconstrucción económica. El dólar se convirtió junto a la libra esterlina en el
principal instrumento de cambio en las transacciones internacionales y la bolsa de
Nueva York consiguió el liderazgo mundial.
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Al término del conflicto las viejas potencias europeas, Reino Unido, Francia y
Alemania, habían perdido definitivamente el liderazgo económico que ya habían
comenzado a ceder a Estados Unidos tras la Primera Gran Guerra.
Por contra, la economía estadounidense salió reforzada y experimentó un espectacular
auge, especialmente en su sector industrial, con un crecimiento del producto interior
bruto en torno al 10% anual. El país americano se había convertido en el mayor
proveedor de productos manufacturados a los aliados, a quienes había concedido
importantes sumas de dinero en forma de créditos. En 1945 era acreedor de la mayoría
de los estados y controlaba dos tercios del total de las reservas mundiales de oro. Su
hegemonía como potencia industrial, financiera y agraria se impuso sin discusión,
superando a la de su principal oponente, la URSS.
En este tema analizamos el periodo que va de 1945, fin de la Segunda Guerra Mundial,
hasta comienzos de los años 90. Una vez finalizada la segunda de las
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confrontaciones mundiales del siglo XX, en apenas cinco años, las economías
europeas, las más directamente afectadas por la destrucción bélica, habían logrado
su reconstrucción. Los siguientes veinte años (1950/1973) constituyen el período
más prolongado de intenso crecimiento económico generalizado. En términos de
PIB se tradujo en una tasa anual próxima al 5% para el conjunto de la economía
mundial. Las tasas de crecimiento más elevadas se dieron en Asia, América Latina
y África, aunque partían obviamente de niveles más bajos. No obstante y dado que
en estos territorios la población creció por encima de la media, en términos de
crecimiento del PIB per cápita fueron los países desarrollados los que experimentaron
mayores crecimientos. En cualquier caso podemos decir que durante estos 20 años la
distancias entre países desarrollados y en desarrollo se acortaron. El otro rasgo
característico de este período –además del crecimiento– es la creciente interrelación de
las economías mundiales, que desembocan en lo que hoy se denominado globalización.
No obstante, a lo largo de este periodo la economías mundiales se repartieron en
tres bloques no siempre claramente diferenciados: un bloque capitalista liderado por
EE.UU. y Europa, un bloque comunista de economías de planificación centralizada
y un tercer grupo, llamado de forma equívoca Tercer Mundo, muchos de ellos antiguas
colonias, que compartían fundamentalmente el atraso económico y oscilaban en su
orientación económica entre el capitalismo y el comunismo. Esta larga etapa de
crecimiento quedó interrumpida a comienzos de los años 70 por una serie de factores
que se entrelazan. Por un lado, la suspensión de la convertibilidad del dólar en 1971 y
por otro la crisis energética debida al drástico incremento de precios del petróleo por el
cártel de países productores de petróleo desestabilizaron las bases del crecimiento
anterior. El tema concluye con el estudio de la adaptación de la economía mundial a las
nuevas condiciones y a las bases para una nueva fase de crecimiento iniciada a
mediados de los 80 y que no se verá libre de la reaparición de los ciclos
económicos de crisis y períodos de recuperación, que caracterizan hoy por hoy la
trayectoria de la economía mundial.
La descolonización.
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En plena Guerra Fría, especialmente entre 1945 y 1975, tuvo lugar la descolonización.
Fue el proceso mediante el cual los territorios que formaban parte de los imperios
europeos consiguieron la independencia.
Tras la creación de estos dos nuevos países (India y Pakistán) en 1947, otras colonias
asiáticas consiguieron independizarse del Imperio Británico: Sri Lanka en 1948,
Birmania en 1948, Malasia en 1957…
Al contrario que el Imperio Británico, Francia y Holanda no dejaron que sus colonias
asiáticas se independizaran. Por ello estallaron guerras en Vietnam, Laos, Camboya e
Indonesia. Finalmente todas las colonias se liberaron de los europeos, y consiguieron su
independencia entre 1947 y 1954.
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La Conferencia de Bandung
Tras conseguir ser un continente libre de colonizadores, Asia vivió otro momento
histórico y muy importante: la Conferencia de Bandung, en 1955. En esta ciudad de
Indonesia se reunieron varios países que se habían descolonizado recientemente. Fue
una reunión afro-asiática en la que se acordó la condena al colonialismo, el apoyo a los
pueblos que luchaban por su independencia, la ayuda a los países menos desarrollados y
la soberanía e igualdad de todos los países del mundo.
Tampoco existe un acuerdo respecto a las opciones y soluciones viables para sacar a
una nación del subdesarrollo. Hay, en cambio, numerosas teorías respecto a las causas
posibles de este fenómeno que afecta a la mayor parte del mundo.
En ese mismo lapso (1950-1973), el ingreso por habitante de Europa se expandió a más
del 4% anual y el del Japón al 8%. Inclusive los países socialistas subieron los ingresos
de sus ciudadanos a tasas anuales superiores al 3%. Más aún, de compararse los ritmos
de ascenso del producto per cápita de los Estados Unidos y el de un buen número de
países en desarrollo, parecería comprobarse que se trató de un período de convergencia
de niveles de ingreso a escala universal. Sin embargo, aun con prosperidad
generalizada, algunas regiones comienzan a experimentar rezagos que después se
agravan. Así, mientras el mundo acrecentó el producto por habitante a razón del 2.91%
por año, África (2.22%) y el conjunto de América Latina (2.50%), pierden terreno.
(Véase el cuadro 2.)
De ahí en adelante se da una triple ruptura. Primero, los ritmos de ascenso del ingreso
per cápita planetario se encogen más del 50%, provocando desempleo y mayores
discrepancias distributivas dentro de casi todos los países; segundo, grandes regiones en
desarrollo siguen atrasándose frente al Primer Mundo (África, América Latina, Europa
Oriental, Rusia), dando origen a una nueva etapa de polarización de los ingresos entre
países. Por último, algunos países periféricos (China, India, Corea, Taiwán, etc.) se
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separan del resto del Tercer Mundo y se aproximan —algunos todavía de lejos— a los
niveles de vida de los países avanzados. (Véase el cuadro 2.) De seguir así,
relativamente pronto tomarán el camino que siguieron en épocas pasadas Alemania, el
Japón o los Estados Unidos. Por ende, haciendo a un lado otras distinciones (tamaño,
insularidad, etc.) los países en desarrollo han dejado de presentar problemas comunes en
la dinámica de su evolución. Unos están por salir adelante, mientras otros se quedan
atrás no sólo con respecto al Primer Mundo, sino en relación con otras naciones
emergentes, como son los casos de México y América Latina.
fijaban tasas de interés sobre préstamos y depósitos, los requisitos de reservas eran
elevados y se emitían directrices administrativas para el otorgamiento de una parte
importante del crédito que brindaban los bancos comerciales. Asimismo, los gobiernos
de la región impedían a los bancos participar en solicitudes y otorgamientos de
préstamos internacionales, y los bancos públicos, que eran responsables de una gran
cantidad de préstamos, a menudo funcionaron como intermediarios entre las fuentes
externas de crédito y los prestatarios locales.
reasignó el papel histórico que había tenido la clase trabajadora durante el período de
industrialización por sustitución de importaciones.
En tercer lugar, esas políticas incrementaron las asimetrías existentes entre el centro y la
periferia, con enormes impactos negativos en materia de desarrollo económico para este
último grupo. En efecto, al tradicional deterioro de los términos del intercambio se les
agregó a los países de la región la pesada carga de enfrentar la amortización del capital
adeudado y los ingentes intereses derivados del mismo. Si a esto le sumamos la fuga de
capitales locales al exterior –que, al mismo tiempo que financió el crecimiento de los
países centrales, afectó seriamente la formación de capital interna de los países de la
región–, la consecuencia de la liberalización financiera fue sumamente negativa para los
países en desarrollo.
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como Vietnam, Laos, Mozambique, Angola, Etiopía, Camboya, Yemen del Sur,
Nicaragua y Afganistán.
Los cambios ocurridos en la década de los ´80, encontraron a la U.R.S.S. sumida en una
carrera armamentística que su economía y su equipamiento tecnológico, más temprano
que tarde, no podrían soportar.
En este período, el socialismo llegó al poder en varios países europeos (Mario Soares en
Portugal en 1976, Felipe González en España en 1982 y Francois Mitterrand, en Francia
en 1981) pero no por esto, el comunismo lograba imponerse. Por el contrario, el
comunismo europeo comenzó a dividirse e incluso algunos partidos anunciaron la
intención de maniobrar independientemente de Moscú.
Con un producto bruto interno equivalente a un tercio del de los EE.UU., la U.R.S.S.,
debía competir por la hegemonía como superpotencia. Su influjo militar se había
extendido notablemente (invasión a Afganistán, topas en Europa Oriental, en la frontera
con China, etc.), además, debía competir por el predominio nuclear y en la carrera
misilística y espacial, sin contar con la ayuda económica y militar que debía brindar a
sus aliados que habían aumentado notablemente.
Pero lo peor, era que, no solo no alcanzaba a competir con EE.UU., sino que tampoco
cumplía con una política social distribucionista equitativa que supuestamente debía
cumplir un régimen comunista.
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La economía soviética, para los años 80, presentaba un claro signo de reprimarización
de la economía, es decir, la exportación de materias prima superaba las ventas de
productos manufacturados.
A partir de 1985, con la asunción de Mijail Gorbachov, como Secretario General del
Partido Comunista y presidente del Soviet Supremo, se comenzó a cambiar de rumbo.
Gorbachov lanzó dos reformas que dieron que hablar: la perestroika y la gladnot.
Este no era un desafío menor, ya que no era fácil modificar, en profundidad, el régimen
de vida de los soviéticos.
Una gran parte del pueblo se sentía cómodo con un sistema que le proporcionaba una
subsistencia garantizada y una seguridad social, si bien de niveles modestos pero
ciertos, una sociedad igualitaria social y económicamente, exceptuando los privilegios
de la alta regencia del partido comunista.
De todas formas, la renuncia al uso de la fuerza por parte de la URSS para reprimir
ciertas resistencias y oposiciones hizo que se debilitara su dominación. En 1989, entre
Agosto y Septiembre, en Checoslovaquia y Hungría, miles de jóvenes y profesionales
comenzaron a emigrar hacia Alemania Occidental ante la pasividad de sus respectivos
gobiernos. Al poco tiempo se le sumaron al éxodo los alemanes del este, que utilizaron
esa vía para escapar del régimen comunista.
Hacia los años 80, en los países centrales de Occidente, había comenzado la
denominada “revolución científico-tecnológica” y el mundo se intercomunicaba cada
vez más y cada vez más rápido. Si la URSS y los países del bloque comunista querían
competir con Occidente, debían abandonar la centralización de las decisiones de los
dirigentes, generalmente radicados en Moscú. Para esto, debían otorgar poder de
decisión a los dirigentes regionales.
En 1989, la caída del Muro de Berlín, como hecho simbólico del final de una época, fue
el comienzo de las fases finales del sistema comunista en la URSS o lo que se llamó “el
final de la era de los socialismos reales”, que siguió por el desconocimiento del Partido
Comunista como único partido representante de la clase trabajadora, y el reemplazo de
la URSS por una comunidad de Estados Independientes a partir de 1992.
Sin embargo, pronto tuvo que enfrentarse a las demandas de ampliación de estas
concesiones planteadas por un nuevo diputado electo, Boris Yeltsin.
Lo mismo sucedió en Bulgaria y Rumania. Una vez que cientos de miles de personas
hubieron salido a la calle en Leipzig, Dresdén y Berlín la caída del muro fue inevitable
y lo único que pudieron hacer las autoridades fue limitar el daño.
La posible represión de los levantamientos por parte de la Unión Soviética era la única
contención que evitaba la cadena de acontecimientos en el Este. Una vez que el dique se
desmoronó, las aguas contenidas cubrieron los restos de un régimen que se venía abajo.
Miles de ciudadanos optaron por abandonar el país por las fronteras, recientemente
abiertas de Hungría y Austria, mientras otros miles continuaban la resistencia a través
de huelgas y manifestaciones que culminaron en noviembre con una enorme
concentración de 2 millones de personas que se fueron acercando al muro de Berlín y
comenzaron a derribarlo.
La caída del Muro de Berlín, inaugurado en agosto de 1961 con el fin de evitar el éxodo
de la población de Berlín oriental hacia occidente, era todo un símbolo del derrumbe del
bloque comunista. (Ver el Marxismo en Rusia) Prof. Pablo Salvador Fontana
Hungría, 1989 (octubre). Fin del régimen comunista. El Partido Comunista húngaro se
conviene en Partido Socialista. En 1990, es elegido presidente Aer pad Góncz, y, en
1991, el Partido Socialista gana las primeras elecciones parlamentarias.
Bulgaria, 1989 (noviembre). El dictador Todor Zhivkov es sacado del poder por
opositores del Partido; 1991 (junio), entra oficialmente en vigor la Constitución
democrática de Bulgaria.
Ucrania, 1989 (julio). Los mineros del carbón se unen en una huelga sindical general y
piden mejores condiciones de vida y el fin del monopolio del Partido; (septiembre).
Primer Congreso Nacional del Rukh (Partido Nacionalista Ucraniano); 1991 (octubre),
el Parlamento de Ucrania acuerda crear un ejército nacional propio; (noviembre), Filip
Dimitrov es confirmado como primer ministro.
Bielorrusia, 1989 (junio). Se funda el Frente Popular. Moldavia, 1989 (mayo). Se funda
el Frente Popular; (septiembre), el Soviet Supremo Moldavo vuelve a introducir el
idioma oficial moldavo y el alfabeto latino; 1990 (lebrero), el Frente Popular obtiene el
75% de
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