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El aprendizaje basado en problemas es un método de enseñanza innovador en el que

se utilizan problemas complejos del mundo real como vehículo para promover el
aprendizaje de conceptos y principios por parte de los estudiantes, en contraposición a
la presentación directa de hechos y conceptos.
A través del aprendizaje basado en problemas (ABP) se puede promover el desarrollo
del pensamiento crítico, la capacidad de resolución de problemas, la empatía, la
gestión de emociones y las habilidades de comunicación.

Es un sistema que sigue un esquema inverso al tradicional: primero se presenta el


problema, a continuación, se identifican las necesidades, se busca la información
requerida y, por último, se vuelve al problema. En él los alumnos se convierten en
protagonistas del aprendizaje (y los docentes, en guías), utilizando un procedimiento
similar al utilizado en el ámbito profesional. Esta implicación individual se complementa
con el trabajo en grupo tanto a la hora de investigar como de buscar una solución.

Claves del aprendizaje basado en problemas


• El problema debe motivar a los estudiantes a buscar una comprensión
más profunda de los conceptos.
• Debe requerir que los alumnos tomen decisiones razonadas, las
entiendan y las defiendan.
• El problema incorporará los objetivos de contenido, de tal manera que lo
conecten con los cursos/conocimientos previos.
• Si se utiliza para un proyecto de grupo, el nivel de complejidad debe
asegurar que los estudiantes trabajen juntos para resolverlo.
• Cuando se emplea para un proyecto de varias etapas, las iniciales
serán abiertas y atractivas para captar el interés.

Beneficios del aprendizaje basado en problemas


El aprendizaje basado en la resolución de problemas es una herramienta que
aporta muchas ventajas educativas. Entre los beneficios, señalar:

• Los estudiantes aprenden a analizar información y datos, a


interpretarlos y relacionarlos con los que ya tenían.
• Los alumnos son más autónomos y tienen más responsabilidades.
Buscar información implica aprender a tomar decisiones, determinar qué
información les será más útil, qué cuestiones quedan por resolver…
• La implicación aumenta la motivación y las ganas de aprender.
• Se trabajan habilidades que les serán útiles en la vida profesional y
personal, como adaptarse a los cambios, el pensamiento crítico, el
razonamiento, la deducción…
• El trabajo en equipo fomenta la empatía, la colaboración y el respeto
hacia las opiniones de los demás.
• Se puede usar en cualquier materia y etapa escolar. El papel del
docente será clave para saber adaptarlo.
Definir la idea o concepto a enseñar

Elegir una idea, un concepto o un principio central que se enseñe siempre en


un curso determinado, y luego pensar en un problema, una tarea o un trabajo
que se asigne habitualmente a los estudiantes para ayudarles a aprender ese
concepto. La elección de la idea no es al azar; debe estar integrada en el
currículum, definiendo los objetivos, las competencias que queremos que
adquiera el alumno y cómo se va a evaluar. Además, si en el proyecto
participan varios docentes de asignaturas diferentes, el primer paso sería
identificar qué contenidos curriculares se van a trabajar y cómo ponerlos en
común.

Contextualización

Pensar en un contexto del mundo real para el concepto en cuestión. Desarrollar


un aspecto de narración de un problema o investigar un caso real que pueda
ser adaptado, añadiendo alguna motivación para que los estudiantes
resuelvan el problema. Los problemas más complejos desafiarán a los
estudiantes a ir más allá. Una posible opción es realizar un análisis energético
del centro educativo para determinar cuánto se gasta en energía, cuáles son
los principales puntos de consumo, cómo se podría reducir, si sería viable
instalar energías renovables…

Introducción del problema en etapas

El problema necesita ser introducido en etapas para que los estudiantes


puedan identificar los temas de aprendizaje que los llevarán a investigar los
conceptos objetivo. ¿Un ejemplo? Analizar los espacios verdes y parques del
lugar donde vivan, teniendo en cuenta su superficie, distribución, si son
suficientes para la población infantil, si se tienen en cuenta las necesidades de
los niños…

Para conceptualizar bien el problema, el maestro puede hacerse una serie


de preguntas que contribuyan a un mejor desarrollo del mismo:

• ¿Qué cuestiones de aprendizaje se identificarán?


• ¿Cómo se estructurará el problema?
• ¿Cuánto tiempo durará?
• ¿Cuántas clases se necesitarán para completarlo?
• ¿Se dará información a los estudiantes en etapas posteriores a medida
que trabajen en el problema?
• ¿Qué recursos necesitarán?
• ¿Qué producto final (o proyecto) conseguirán los estudiantes?
• Ventajas del aprendizaje basado en problemas.

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