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INTRODUCCIÓN

Según los reportes de los ministerios de salud locales, al 10 de marzo de 2020, los casos
"latinoamericanos" de "covid-19" sumaban 141 en una región de 626 millones de
habitantes, lo que equivale a poco más del 0,1% de la población y al 0,031% del total de
casos de infectados y detectados de la población mundial total afectada y confirmada desde
el momento de su aparición hasta esa fecha que, según los datos periódicos de la
Universidad Johns Hopkins , había a nivel mundial: 451.419 casos confirmados con 20.489
muertes.
No importa en qué región o país del mundo, si es uno o son dos millones. Cada enfermo,
cada muerte, cada recuperación cuenta. Pero las cifras totales de contagios y muertes por
COVID-19 en Brasil (más de dos millones de casos y 80 mil muertes), México (más de 350
mil casos y 40 mil muertes) o Perú (más de 360 mil casos y 13.500 muertes) alarman. Le
siguen Chile (más de 330 mil casos y 8.600 muertes) y Colombia (más de 210 mil casos y 7
mil muertos).
Sin embargo, si se normalizan por población, estas cifras se reordenan. Chile encabeza las
listas de contagios y muertes por millón de habitantes (con más de 17 mil casos y 451,61
muertes). Aunque también lidera la de pruebas de laboratorio (PCR) realizadas por cada mil
habitantes (75,6). Y va segundo en la proporción de recuperados por total de contagiados
(92,40%).

Le siguen, en contagios por millón, Panamá (con más de 12 mil), Perú (casi 11 mil),
Brasil (casi 10 mil), Bolivia (más de 5 mil), República Dominicana, Puerto Rico,
Ecuador, Colombia (más de 4 mil), Honduras (más de 3 mil), Argentina, México, Costa
Rica, Guatemala (más de 2 mil), El Salvador, Surinam (casi 2 mil), Haití (más de 600),
Paraguay (más de 500), Nicaragua, Venezuela, Guyana (más de 400), Uruguay (más de
300), Jamaica, Cuba (más de 200) y Belice (más de 100).
En muertes por millón, siguen también Perú (405,95) y Brasil (376,93). Luego, México
(306,24), Ecuador (301,42), Panamá (261,20), Bolivia (190,01), Colombia (136,18),
Honduras (94,40), República Dominicana (91,54), Guatemala (83,84), Puerto Rico
(62,92), El Salvador (54,27), Argentina (52,5), Surinam (35,80), Guyana (24,16),
Nicaragua (14,94), Costa Rica (12,96), Haití (12,80), Uruguay (9,5), Cuba (7,68), Belice
(5,03), Paraguay (4,63), Venezuela (4,08), Jamaica (3,38).

En materia de recuperados por contagiados, todo se reordena nuevamente: Cuba


encabeza (94,48%). Y, tras Chile, siguen Jamaica (87,53%), Uruguay (84,76%),
Nicaragua (72,46%), Perú (68,70%), Brasil (67,62%) Guatemala (66,33%), México
(63,76%), Surinam (62,33%), Paraguay (60,44%), Haití (57,30%), Panamá
(54,53%), Venezuela (54,67%), Guyana (48,08%), República Dominicana
(47,40%), Colombia (46,84%), Argentina (44,47%), Ecuador (42,94%), Bolivia
(30,93%), Costa Rica (27,04%), Honduras (11,72%).
¿A más casos peor gestión?
Estas cifras oficiales procesadas por proyectos estadísticos internacionales como la
Universidad Johns Hopkins, Our World in Data o Worldometers, cambian varias veces
al día, aunque las tendencias que marcan duran algo más. Así, en Costa Rica, con
apenas 5.486 casos hasta el 8 de julio, se han doblado los contagios en las últimas dos
semanas, llegando hasta 11.811 casos hoy. "El país que más casos tiene no significa que
es el que peor lo está haciendo", asegura a DW el Dr. Marcos Espinal, director del
Departamento de Enfermedades Transmisibles de la Organización Panamericana de la
Salud (OPS).
Según las cifras, parecería por ejemplo que el desarrollo de la pandemia en Haití,
Nicaragua o Venezuela puede compararse al de países como Costa Rica, Uruguay,
Paraguay o Cuba. Pero todas estas cifras deben leerse también con el prisma de la
fiabilidad de los datos y, especialmente, de la magnitud del testeo sobre el que se
basan. 
Sin suficientes pruebas "no podemos tener un cuadro claro de cómo se comporta la
epidemia", y esto es algo que pasa en Haití, un país sin recursos, o incluso en
Brasil, afirma Espinal. Haití hace un test por cada mil habitantes, por ejemplo,
mientras Uruguay hace 26, Cuba 20, Paraguay 15 y Costa Rica 13. 
Brasil, por su parte, está haciendo 23, pese a tener una extensión de la epidemia
comparable a la de Chile (que hace más de tres veces más test). Eso, sin contar cuántas
personas con síntomas leves ni siquiera reportan su caso o son detectados por los
sistemas de salud de los distintos países.

En el caso de Nicaragua, la OPS reconoce dificultades con la continuidad de los


reportes y la desagregación de los datos. Y en el de Venezuela, la limitada fiabilidad de
las pruebas rápidas, muy utilizadas en el país, en comparación con los exámenes PCR.
Pero, en general, la mayoría de los países han respondido "muy comprometidos" a las
recomendaciones y mantienen una "comunicación muy fluida" con la OPS, insiste el
Dr. Espinal. 
Y se refiere a la implementación de medidas no farmaceúticas (uso de mascarilla,
lavado de manos, distanciamiento social). Así como a la preparación de puertos y
aeropuertos, de hospitales, disponibilidad de camas, equipos de protección personal,
áreas de cuidados intensivos (UCI), descentralización de pruebas de laboratorio (test),
capacidad de investigación y ayuda al paciente, prevención y control de (otras)
infecciones, etc. 
Además de a programas comunicativos y educativos, que atiendan y respeten a grupos
poblacionales en situaciones de vulnerabilidad como los indígenas amazónicos, con sus
niveles de alfabetización, su cultura e idioma. Todas estas son funciones esenciales del
reglamento sanitario internacional, con el que los firmantes se comprometieron en
2005, precisa.
Como sea, la OPS prefiere destacar las fortalezas de cada país: el uso de equipos
móviles de atención primaria en Costa Rica, el masivo programa de testeo chileno; o la
ventaja del federalismo y el sistema de atención primaria brasileño (clave para el
diagnóstico hoy y para la prevención con una eventual vacuna en el futuro), pese al
negacionismo del presidente del país.

¿Tiene Chile muchos casos porque testea mucho?


"Tenemos ciudades muy populosas, una urbanización desmedida, no planificada en
nuestra región. Grandes ciudades como Río, Sao Paulo, Ciudad de México, Lima,
rodeadas de cinturones de pobreza, de hacinamiento", recuerda Espinal.
El coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad COVID-19 se introdujo en
varios países a través de las clases sociales más pudientes, pero "fue pasando a los
barrios, donde hay menos posibilidad de mantener distanciamiento social", explica el
experto de la OPS.
Justo lo que sucedió en Chile, específicamente en “la capital, que concentra el 40 por
ciento de la población del país y es el marcapasos” de la pandemia, confirma a DW el
Dr. Christian García Calavaro, epidemiólogo de la Universidad de Santiago. Tras cinco
meses de experiencia con el virus, el experto reconoce que, si bien el país incrementó
desde el principio su capacidad de diagnóstico por PCR, no controló la curva de
propagación de la enfermedad en los primeros meses.

Así que es la alta circulación comunitaria del virus, la alta tasa de positividad que han
arrojado los test PCR, y no solo la capacidad del país, lo que ha determinado la
extensión sostenida del testeo. “Chile inició las medidas de restricción del movimiento,
las cuarentenas, de manera parcial y tardía”, afirma García Calavaro. Y recuerda la
estrategia de “cuarentenas dinámicas” implementadas por las autoridades en Santiago,
pese a la desaprobación de la comunidad científica.
Municipios o fragmentos de municipios entraban o salían de la cuarentena, de acuerdo
con la evolución de la situación en períodos cortos de menos de dos semanas, “lo que
no tiene ningún sentido epidemiológico”, sentencia. "Para los recursos que tenemos,
no lo hemos hecho tan bien", lamenta y señala el ejemplo de Argentina, "que ha
controlado bastante bien, con medidas y ayudas económicas tempranas."

Perú: urbanización desmedida y alta tasa de economía informal


A países como Perú, que tomó medidas de contención y mitigación tempranas, por
ejemplo, le han afectado además su alta tasa de economía informal, grandes grupos de
poblaciones vulnerables, y altas tasas de otras enfermedades como tuberculosis y
denutrición. En nuestra región, "la más inequitativa del mundo", COVID-19 no es el
único reto de salud, insiste Espinal: "Tenemos tuberculosis, malaria, dengue. Vamos a
tener influenza ahora que viene el invierno en el sur."
En otros países, la prematura reactivación de la actividad económica, entendible por el
reto económico y social que acompaña a esta crisis de salud pública, también
ha repercutido en el control de la pandemia. En general, entre los más mortalmente
afectados por el virus, como en todas partes, además de los ancianos, están las
poblaciones más pobres y vulnerables: afrodescendientes e indígenas, por ejemplo.
En Chile, “la movilidad en zonas vulnerables bajó considerablemente menos que en los
municipios más ricos, por la necesidad de salir a trabajar y comer”, confirma el
epidemiólogo de la Universidad de Santiago. Las tasas de mortalidad de barrios
populares como La Quintana han sido hasta ocho veces más altas que las de zonas
acomodadas como Vitacura, Providencia o Las Condes, dice.

Así que es la alta circulación comunitaria del virus, la alta tasa de positividad que han
arrojado los test PCR, y no solo la capacidad del país, lo que ha determinado la
extensión sostenida del testeo. “Chile inició las medidas de restricción del movimiento,
las cuarentenas, de manera parcial y tardía”, afirma García Calavaro. Y recuerda la
estrategia de “cuarentenas dinámicas” implementadas por las autoridades en Santiago,
pese a la desaprobación de la comunidad científica.
Municipios o fragmentos de municipios entraban o salían de la cuarentena, de acuerdo
con la evolución de la situación en períodos cortos de menos de dos semanas, “lo que
no tiene ningún sentido epidemiológico”, sentencia. "Para los recursos que tenemos,
no lo hemos hecho tan bien", lamenta y señala el ejemplo de Argentina, "que ha
controlado bastante bien, con medidas y ayudas económicas tempranas."
Perú: urbanización desmedida y alta tasa de economía informal
A países como Perú, que tomó medidas de contención y mitigación tempranas, por
ejemplo, le han afectado además su alta tasa de economía informal, grandes grupos de
poblaciones vulnerables, y altas tasas de otras enfermedades como tuberculosis y
denutrición. En nuestra región, "la más inequitativa del mundo", COVID-19 no es el
único reto de salud, insiste Espinal: "Tenemos tuberculosis, malaria, dengue. Vamos a
tener influenza ahora que viene el invierno en el sur."
En otros países, la prematura reactivación de la actividad económica, entendible por el
reto económico y social que acompaña a esta crisis de salud pública, también
ha repercutido en el control de la pandemia. En general, entre los más mortalmente
afectados por el virus, como en todas partes, además de los ancianos, están las
poblaciones más pobres y vulnerables: afrodescendientes e indígenas, por ejemplo.
En Chile, “la movilidad en zonas vulnerables bajó considerablemente menos que en los
municipios más ricos, por la necesidad de salir a trabajar y comer”, confirma el
epidemiólogo de la Universidad de Santiago. Las tasas de mortalidad de barrios
populares como La Quintana han sido hasta ocho veces más altas que las de zonas
acomodadas como Vitacura, Providencia o Las Condes, dice.

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