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Challenger

Posted on 1 abril, 2016 por Roberto Moro


Challenger, de Guillem López
Un lector despistado que caiga en las páginas de Challenger, de Guillem López,
sin una idea previa sobre el libro, tendrá la impresión de haber aterrizado en el
centro de la habitación de un niño desordenado, o más bien en medio de un
desguace, que son dos ambientes que se parecen de manera sorprendente. Verá
ante sus ojos y a sus pies un montón de piezas sueltas, y, si camina lo suficiente
de unos restos a otros, incluso será capaz de ir emparejando algunos fragmentos
entre sí. Eso será lo primero que le llame la atención, lo primero fuera de lo común
que grabe en su memoria, las trayectorias coincidentes de algunos objetos. Lo
siguiente en lo que reparará es en que algunos de los desechos son brillantes,
muy brillantes, que podría quedarse contemplándolos una semana entera, aunque
siga pensando que en el fondo no sirven, lo mismo que la basura espacial que
habían dejado los visitantes de Stalker.
De repente, el despistado lector encontrará un fragmento, de los setenta y tres que
componen la obra, que hará que su corazón lata un poco más rápido. Levantará la
vista un momento de las páginas, buscando aire, y lo volverá a leer con calma. Y
regresará de inmediato sobre las páginas que ha leído hasta aquel momento,
quizá con frenesí, para mirarlas como si no las hubiera visto antes. En el
imaginario desguace ese gesto equivaldrá a levantar la cabeza y darse cuenta, por
fin, de que ha aterrizado en medio de los restos de un transbordador espacial, y
que la basura que creía estar contemplando no es sino una complicada y cara
obra de tecnología punta que, fabricada por los hombres, por un único hombre, en
este caso, ha tenido el destino caduco de las estrellas.

Como soy un lector despistado, Challenger ha tenido en mí ese efecto concreto.


El nombre del transbordador permanece fijado en la mente de todos los que
vivimos los ochenta con un poco de consciencia como aquel póster que colgamos
a los quince en nuestra habitación, en las casas de nuestros padres, y nunca
volvimos para descolgar cuando nos emancipamos. Está ahí, silente, al igual que
el cometa Halley y Mijaíl Gorbachov. Yo, despistado de mí, simplemente pensaba
que el libro, el tercer largo de Guillem López pero mi primera vez con él, me
traería de vuelta algo de aquella época.
La primera sorpresa es que Challenger no es un recorrido por las orillas de la
nostalgia ni está plagado de marcas comerciales y anuncios de nuestro analógico
pasado. López simplemente se sirve de todo ello para dotar a la obra de un
escenario plausible (Miami, 1986, 28 de enero para ser concretos), pero lo que da
vuelo a la obra son las setenta y tres historias cortas, los mismos segundos que
duró el vuelo de la nave, que se entrecruzan de manera no cerrada durante las
(poco) más de 500 páginas que nos ocupan.
La segunda sorpresa, y mayor para el despistado, es el lugar que los elementos
fantásticos ocupan en el texto. López se olvida de los límites del realismo y estira
su imaginación para encajar en sus páginas, de una manera bastante natural,
personajes no humanos y algunos eventos paranormales. Precisamente esta
íntima imbricación entre el plano real y el plano fantástico hace de Challenger una
obra que no resulta fácil adscribir a un género concreto, al tiempo que la maestría
de López la hace destacar en varios. Challenger puede pasar por una buena
novela poliédrica, caleidoscópica, posmoderna, pero también por un estupendo
libro de relatos entre el realismo y la ciencia ficción. Una buena (buenísima) mano
para la descripción y para la creación de ambientes y una capacidad para
dessarrollar situaciones que parece infinita nos colocarán ante un álbum de
cromos que contiene desde larvas extraterrestres a policías corruptos y de
atracadores sin suerte a ancianas cotillas. Todos y cada uno de ellos con una
identidad concreta, diferenciada y bellamente descrita, al tiempo que colocados
con bastante tino en un círculo, ya digo, imperfecto.

En sus virtudes están también sus flaquezas, y en el caso de Challenger los más
aficionados a unir los puntos experimentarán momentos de frustración, y los más
clásicos echarán de menos un desarrollo más profundo de los arcos
argumentales. Dos objeciones que no disminuyen su valor, sino que más bien se
pueden situar como un aviso a navegantes: esta no es una obra para todo el
mundo y sin embargo me atrevo a decir que todo el mundo debería echarle al
menos un vistazo.

La novela no pasó desapercibida cuando salió publicada a mediados de 2015.


Entonces ya tuvo buenas críticas y ahora ha vuelto a cobrar plena actualidad en el
trigésimo aniversario de la tragedia. Esa en la que el transbordador iluminó el cielo
de Miami, ya saben, hasta que estalló en vuelo y se convirtió en un montón de
fragmentos que cayeron sobre los despistados mortales.

 La última salida


Posted on 18 marzo, 2016 por César Malagón
La última salida, de Federico Axat
La última salida tiene menos de un mes de vida, y ya es todo un fenómeno
editorial. En Destino pregonan con orgullo los derechos de traducción a veintiséis
lenguas y la futura adaptación cinematográfica a cargo de una gran productora de
Hollywood. Con una carta de presentación así, cualquier otra promoción que se
haga de este tercer libro de Federico Axat se antoja casi innecesaria.
Pero sin embargo, los lectores curtidos en esto de los best-seller, siempre
tenemos algo en nuestro interior que se pone en alerta cuando afrontamos la
lectura de este tipo de libros, poniendo quizá un nivel de exigencia mayor, y más
cuando las expectativas son tan altas, pues no son pocas las veces que el
mercado editorial intenta darnos “gato por liebre”.
Esta exigencia lectora dura apenas unos minutos, el tiempo que tarda uno en
asumir que la frase promocional del libro (“Abre la puerta. Es tu última salida”), no
solo va dirigida al Ted, protagonista de la historia; también al lector, que una vez
que entre será difícil que pueda escapar del complicado sistema de laberintos por
el que le conducirá Axat.
Intentar explicar de qué va La última salida sin desvelar trozos de la trama es
complicado. Simplemente basta con decir que Ted McKay tiene una vida perfecta
(familia, dinero, trabajo) pero decide quitarse la vida en su apartamento. Justo
antes de apretar el gatillo de su Browning alguien llama a la puerta de manera
insistente. Ese será el principio del fin para Ted, y el inicio de una lectura
trepidante para el lector; de una trama de más de 500 páginas que mantendrá la
tensión arriba en todo momento, dando giros inesperados hasta las últimas
páginas.
Federico Axat pivota toda la historia de La última salida sobre el personaje de
Ted, pero lo rodea de varios secundarios bien formados y fuertes que dan
consistencia en todo momento a la trama. La historia, como ya dije antes, va
serpenteando frenéticamente por un laberinto del que no parece haber salida, algo
que finalmente resuelve de manera ejemplar el escritor argentino. Su frágil castillo
de naipes parece dispuesto a derrumbarse en todo momento, situación que el
lector afronta con algo de vértigo; por eso su resolución final produce una efecto
más que placentero, la sensación de saberse ante un producto de gran calidad.
Los capítulos cortos y los cambios temporales hacen que el libro sea fácil de
devorar. Axat tiene facilidad para contar (buenas) historias, y esa fluidez juega a
favor cuando se trata de un thriller tan frenético como este, que no concede
ningún momento de pausa al lector.
Y ahora que quiero terminar mi reseña, quizá tanto entusiasmo por mi parte os
haga dudar. Quizá mi “chip interior” del que os hablaba en un principio me ha
jugado una mala pasada y he sido presa fácil de una historia facilona y con
gancho. Ni mucho menos; La última salida es una historia bien contada, bien
estructurada y, sobre todo, bien ejecutada por un escritor como Federico Axat que
da muestras claras del potencial enorme que puede alcanzar. No me equivoco si
digo que todo aquel que lea las primeras diez páginas del libro leerá las otras
quinientas en menos de una semana.
Así que, queridos lectores, no teman. Con esta novela nadie les va a dar gato por
liebre. Aquí el único animal que encontrarán será una zarigüeya de lo más
misteriosa. Pero ese es un tema que prefiero no contarles, pues no sé yo si me
creerían.

Reseña de La noche de enfrente


La noche de enfrente es el último film del cineasta chileno Raúl Ruíz. Celso es un
hombre que, al borde de su retiro, mezcla realidad, recuerdos e imaginación
mientras se prepara para su despedida.

Reseña de Los miserables


Los miserables, de Tom Hooper. Protagonizada por Hugh Jackman, Russell
Crowe y Anne Hathaway. Basada en la novela de Victor Hugo y el musical que
asombró al mundo sobre historias cruzadas de amor, pasión y sueños imposibles
en la Francia del Siglo XVIII.

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