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Marosa di Giorgio

Los papeles salvajes

Cuidado de la edición, notas y síntesis biográfica


de Daniel García Helder

Adriana Hidalgo editora


Di Giorgio, Marosa
Los papeles salvajes. - 1a. ed.
Buenos Aires : Adriana Hidalgo editora, 2008.
674 p. ; 22x14 cm. - (La lengua. Poesía)
ISBN 978-987-1156-93-1
1. Poesía Uruguaya I. Título
CDD U861
Esta edición

Los papeles salvajes fue el título que eligió Marosa di Giorgio para
reunir su obra poética. Esta es la cuarta edición, consta de un solo
la lengua / poesía tomo y difiere de las ediciones anteriores tanto en la extensión como
en el contenido. Incluye a manera de prólogo un texto recuperado
Editor: de 1959 y a manera de epílogo una síntesis biográfica realizada por
Fabián Lebenglik el encargado de esta edición. Se agrega un libro póstumo, se au-
menta sustancialmente otro y se consignan los datos referentes a las
Diseño de cubierta e interiores:
Eduardo Stupía y Gabriela Di Giuseppe ediciones originales de cada título. Además, fue posible corregir nu-
merosos errores y erratas que venían repitiéndose de otras ediciones,
© Nidia di Giorgio, 2008 de modo que no se confundan con las peculiaridades sintácticas,
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2008
Córdoba 836 - P. 13 - Of. 1301 léxicas y versiculares del estilo de Di Giorgio, como por ejemplo las
(1054) Buenos Aires distintas variantes para el apellido Medici. Con la colaboración de
e-mail: info@adrianahidalgo.com Nidia di Giorgio y Jazmín Lacoste, hermana y sobrina de Marosa,
www.adrianahidalgo.com pudieron despejarse muchas dudas cotejando las primeras ediciones
ISBN 978-987-1156-93-1 de los libros, algunos ejemplares de los cuales tienen enmiendas rea-
lizadas de puño y letra por la autora.
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito


de la editorial. Todos los derechos reservados.
Diamelas a Clementina Médici

2000

a Pedro di Giorgio y
Clementina Médici,
mis padres.
Sea donde sea, sé que me estás esperando, allá en lo hondo de
la casa de las quintas, con sus cordeles de sol y luna, su pobre y
extraña maravilla.

***

Mientras hablas, un bulbo se remueve y crece. Sale un tronco


en varias facetas. Hojas verdes, duras, y una flor de nieve que es al
tiempo mismo de color de rosa, y como siempre lleva tu marca:
Clementina. Médici.
Porque la hiciste tú, tú la hiciste! ¡Eres tú quien hace las flores!
Con tu cuchillo de cocina, plateado y fino. Tu tijera negra. Labo-
ras en lo hondo de la tierra. Y en la luz haces aparecer los lirios.

***

Qué lucha aquella con los mosquitos.


Nos metíamos en los mosquiteros y adentro de ese tul empezá-
bamos a navegar, a ir. Sobre todo que afuera corría el río de las lilas.
Los tules volaban, se alejaban.
Los poemas de Diamelas a Clementina Médici –a excepción de catorce publicados en el “Dos- Yo te gritaba ansiosa:
sier Marosa di Giorgio” en Diario de Poesía N° 34, Buenos Aires, 1995– aparecieron por pri- –¿Vas tú ahí?... ¿Eres la misma??...
mera vez en el tomo II de la tercera edición de Los papeles salvajes, Adriana Hidalgo editora, Tú gritabas: –Sí!...
Buenos Aires, 2000; prólogo de Silvio Mattoni. En esa ocasión, la autora decidió publicar Yo quedaba inquieta igual.
una versión reducida del libro, dejando afuera más de cincuenta poemas que ahora se restitu- Pero seguíamos bogando noche arriba.
yen, intercalados según el orden que figura en el original manuscrito. En 2001 Diamelas…
recibió el primer premio del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay. ***

Cuando te robaron la prenda verde luz.


Y yo era un picaflor entre los naranjos y la vi en el sitio.
Y cerca la raptora oscura, ondeante. O se fingía dormida.

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Fuimos las dos. Tu seda verde luz flameaba al aire. Era un higo ¿Qué flores eran ésas tuyas?
brillante y desparramado. Y su raptora ondeante. Puedo nombrar ochenta.
Pero había una raya que no podíamos cruzar. Tal si tuviéramos Y hay una que no cuento.
miedo y no razón.
Luego, retrocedimos, y corríamos, corríamos. Entre los dormi- ***
dos lagartos, las bromelias.
Si estuvieras aquí. Pero, si estás, digo, si... Iríamos por las veredas
*** a comprar algo. ¿Agua colonia?, ¿un jabón en rosa suave, rodeado
por unas puntillas?
Llueve. No sé. O algo para comer. “Algo chiquito”, tal pediste un día. ¿Qué
En las tinas se están elaborando sapos y más plantas. era?, ¿un bombón, un huevo de codorniz? lo que querías para comer.
Oímos el borboteo. Imagino un óvalo y lo izo en el muro. Estás en el óvalo. Como
Te miro y miro la sucesión de los milagros. antaño, antes de que yo naciera. Vestido negro, y casi actuando.
Aunque ya es noche cerrada, todo se sigue viendo. El sombrero.
Estás en el sillón, blanca como el pan y como el nardo. Un ramo florido.
Y ahí, en el ramo, oculto, pero a la vista, hay un amoroso hue-
*** vo de codorniz.

Cuando me hablabas de Adelina Patti, y Raquel Méller. ***


¡O Elena de Montenegro!
Yo tenía un alhelí entre las manos, rojo como una guinda y una luz. No jugabas con nadie, ni con los dioses ni conmigo.
Tú tendrías una revista o una aguja. Yo te veía absorta, inmóvil. Y hermosísima.
Pero como siempre parecías estar haciendo nada. Nunca te miré comer, creo que no comías.
Parecía que estabas en el cielo. Te vi tomar té... eso. Mientras ponías un ribete de humo a tus
negros ojos y mimabas la cara con almendras.
*** Entre nosotras pasaron las glorias, las desdichas, (sobre todo),
la luz del mundo. Y la infinita luz.
Jugábamos al anochecer entre el rosal, las arboledas, y el saúco. Tú me mirabas, quieta, triste, tomando té.
Yo encendía el candelabro que tú apagabas tantas veces. O te bañabas con almendra.
Y venían los dioses a jugar también. Tenían pies de plata y oro
y no dejaban huellas. Y eran manos sus pies. ***
No nos veían. ¿Cómo era posible, siendo dioses, que no nos viesen?
Y tú estabas hecha con todas las flores como Blodeuwed. Querías verme y ver el sol. Pero, igualmente, te llamaron. ¡Mamá!
Entonces lo dije y lo digo ahora. ¡Contéstame, mamá!
Venían niñas pequeñas de las lejanías, blancas, rosadas, y de color Sí... Frente a todo lo del mundo, tu grandeza es estar en otro sitio.
oro; sus caras aún no del todo hechas, a mirarte con labios abiertos. Voy de visita a la nueva casa tuya.

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Es en el aire casi. Enséñame, mamá. Ayúdame.
Abajo corre el muérdago. En medio de esta tarde oscura.
Arriba he visto entrar y salir a la paloma de los cuentos. En medio de esta noche fría.
Pero no te asomas nunca.
***
***
A estos dos seres que viajaron desde lo hondo de los universos,
A veces, cuando veo una pequeña niña, me digo: ¿No será Cle- a juntarse y a crearme, Pedro y Clementina – Clementina, Pedro,
mentina Médici que ha vuelto? ahora aparentemente no visibles,
Y siento deseos de robarla y de criarla. dejo el pimpollo sacro de la rosanieve.
Dejo la rosa roja de la resurrección sombría.
***
***
Mamá, te llevo en brazos, estrella, nena del puerto del Salto;
hija de Eugenio y Rosa, melliza de Josefa, hermana de Ida, esposa Pongo a tus pies turquesas, turmalinas, rubíes, y platinos y dia-
de Pedro, veo tus años junto al río, tu ir y venir al colegio (Preve), mantes, y todos los metales raros del planeta, unos que tienen nom-
la Primera Comunión fija en la fotografía. La monja que te asistió. bres de flor. Otros que tienen nombres de hadas.
Y la boda, del Carmen, vestido rosa, medias con vainilla, me- Y la mariposa aquella del Sacrificio, (pero cómo pudo ser?), que,
lena breve y ojos azarosos. sin embargo se queda con nosotras!
Y los invitados todos, sentados en las flores. Y nos mira con sus antenas largas como hilos.
Y aquellas flores otras que caían del cielo, blancas como astros, Y aquella ropa de nieve azul.
y nadie pudo cazar nunca.
Y las miradas cortas, extasiadas, ***
hacia ti,
de la comadreja y del lagarto, Mamá, quisiera darte eso que deseabas tanto. Y no sé bien qué
nerviosos en tu boda. era. Y se te iba siempre como un cristal de color turquesa en vuelo
al horizonte.
*** Miro desolada el centro, las confiterías a los costados, las tiendas
gigantescas.
Estoy sentada en el lugar de siempre, en el mismo sitio. Espe- Quisiera darte eso que deseaste tanto.
rando vengas.
Con el vestido azul, el collar y el abanico. ***
Virgen de las tardes de mi vida.
En tanto arde la estrella vesperal envuelta en lágrimas que hará Aquí la gente sólo hace y dice estupideces.
nacer los lirios, cirios, setas rojas y de color de rosa. En tu sitio hay un jabón de nieve, una magnolia con esplendor
Mamá: Eso cómo se llama? Y Aquello ¿qué es? de astro.

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Estoy mirándote las medias, los zapatos, el sacón granate con En el inmenso ámbito sólo resuena un grito. ¡Papá y Mamá!
botón de níquel, con que me llevaste a la escuela por primera
vez. ***
La maestra que te miró admirada.
Y el vuelo de un milano. ¡Qué tremendo cuadro!
¡Qué noche inmensa y definitoria!
*** Tendría que arrodillarme para siempre.
Tendría yo también que dejar de vivir.
Miro al lecho y nunca estás.
Al sillón y ya no estás. ***
Entonces, llevo los ojos hacia afuera, a los ramajes. Y tú empie-
zas a vivir a través de mí. Caían la lluvia, las madreselvas tristes, y tú tan chiquita, tan, la
Y vienen los gorriones musicales. Papá está cantando en ellos. cara bonita; los labios parecían pintados. Ojos semiabiertos.
Oigo su canto, bello, triste. Entre las lámparas esa gente murmuraba. Es así.
Papá está cantando en los ramajes, Acaso me estabas diciendo, sin saber tú misma que a las cinco
y su cántico es bello y triste. era tu entierro.
Porque nos ve juntas. Llueve, hay que sacar las plantas. Hará bien a la madreselva.
Pero así. Un día igual a éste, cuando era chica...
Y yo pensaba: ¿Será posible que dentro de un rato tenga que
*** dejar de verte?

Te imagino dando a luz tus nenas, Nidia y yo. Joven mujer es- ***
cindiéndote. Pero, ¡qué milagro es!
Y el día final, vestido azul, la definitiva mano. Cocinas las honguitas, las papas de ruedas níveas.
Yo creía, no sé, iba a nacer de nuevo bajando por tus bellas Con el sartén y el aceite mágico.
piernas, o te iba yo a dar a luz. Se me cruzaban las cosas, todas. Yo te miro asombrada, cerca, de pie. Tengo ocho, cinco, dos años.
Creí íbamos a huir del sanatorio. Juntas y a vivir. Pero, si ya es de noche.
Y estás en el sillón, y nosotras frente a ti, en dos sillitas.
*** Pasa Soto, el único vecino, qué nombre Soto, va por los rama-
jes, cruza todo el soto.
Quiero ir de visita a la chacra y de noche. Que estén. He de Tú te meces de miedo, y nosotras temblamos.
integrarme con naturalidad. Me volveré chica y muy delgada y Pasa Soto. Tenemos terror de que nos pegue. Y hay algo miste-
con trenzas. Voy a comer en ese plato un huevo de oro; casi seguro rioso más.
bajó de ti, mamá. Y una rosa roja que hay que comer con sal. Pero no acabará nunca de llegar papá?
Mientras el viento de la noche pasa la ventana, huye, hace girar Y al otro día brilla el sol en medio de la aurora de oro y tú estás de
las nubes, hace girar las lilas, vuelve y huye. pie en medio de la aurora, y dices:

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–¿Vieron? No era verdad! Pero, de qué teníamos miedo? Pero, los nombres, todo detallar, mas nada digo: eran hostias, alimentos
de qué? sagrados y bullentes. Yo te miraba a través de la ventana y desde
*** un rosal; las rosas, granates, oscuras, místicas, también, como tu
saco y tu alma toda.
Unas plantas dan rosas, otras lises, y hay otras de nuevo estilo y Yo te miraba desde las margaritas. Cuando tú cocinabas en la
sólo dan a luz alondras. Tu jardín todo bordado a mano. ¡Y aquel eternidad.
tulipán color naranja! ¡Nunca vi nada igual! ¿Cómo lo hiciste? Fue
un primo príncipe. Sólo por una semana. Lo rescato desde lo hon- ***
do de los años.
Te veo en el atardecer. Entre tus dedos, tu puñal es una hoguera; Fui a visitarte y vi dos colibríes. ¡Oh, esos fuegos verdes y en
las cejas, cuidadas, negras, una un poco rebelde, pero, no se notaba, vuelo!
ama jardinista. Sé que los mostrabas tú, diciendo: Yo también tengo cosas vivas.
Bajo el sol que cae, yo soy tu penitente, y repto de rodillas, tra- Me serviste desde tu caja,
mo a tramo, tramo a tramo, marchando humilde y empecinada, al esas copitas de licor furtivo.
sitio donde plantaste las últimas violetas.
***
***
O acaso me saludabas con esos colibríes.
Y los días del verano en torno al 6 de enero. Los árboles oscu- Habrás dicho: Viene Marosa. Ya está ahí. Le voy a mostrar dos
ros, frescos, y otros de otros colores. colibríes. Yo soy quien los arma. Pero, vamos a verlos juntas.
Y nosotras con juguetes. Sí, sí, mamá. Ni es necesario que me lo digas.
Y tú, ojos negros y piel nívea.
Greta Garbo de jardines, ***
un vestido gris, sandalias finas.
Y eso que me decías de ti y de otros años, Siempre pienso: Yo, aquí, cómoda (es un decir), en el lecho. Y
tus noviazgos celestes y dramáticos. tú, allá, en condiciones tan diversas.
Hay algo que no puedo decir. Y anoche me asomé hacia las ventanas.
Algo insondable se queda por decir. Había una neblina leve;
así las estrellas se veían brumosas y eran ramos de jazmines y de
*** rosas. Entre ellas era tu vuelo.
Y dije: Aunque fuera un minuto, quisiera verte otra vez.
Vi subir el sol, ¡cómo antes lo veíamos! sin averiguar nada sobre Ven, mamá, hacia aquí. Ésta es tu casa. Soy yo. Yo estoy aquí.
él. Sólo era un tulipán diamante, un diamante lirio, que nacía, iba Y rompí a llorar otra vez.
a la cúspide y volvía a caer.
Y en ese lapso, dulcemente, pasaban las cosas. (A veces, con ***
miedo, sí.) Hacías las comiditas en tu cocina. Yo podría contar

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