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Informe de lectura unificado sobre la dominación carismática

Sara Lisset Diaz Tamayo y Sofía Zuluaga Botero

El presente informe, tiene como objetivo, presentar de forma sintética, las principales
características de la dominación carismática presentada por Max Weber, en un primer
momento con su carácter genuino o efímero y en segundo momento, en su forma cotidiana
o como relación duradera y cotidiana.

Siendo así, para entender en qué consiste la dominación carismática, es pertinente aclarar,
en primera medida, qué es el carisma. Siendo así lo define Weber (2014) como:

“La cualidad que pasa por extraordinaria de una personalidad, por cuya virtud se la
considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas -o por lo menos
específicamente extracotidianas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviado
de dios, o como ejemplar, en consecuencia como caudillo.” (p.364)

El carisma es una cualidad que, desde su origen, es mágica, por esto Weber la ejemplifica
desde el carisma del guerrero de las sagas nórdicas que luchaba en estado de trance o
frenesí bélico como una especie de instrumento de guerra; desde un “chamán” como mago
para cuyos éxtasis posibilitaban ataques epileptoides, y desde el caudillo carismático que
destaca por sus éxitos demagógicos, etc.

Aquí, podemos pensar entonces, en las figuras del hechicero, del profeta, de los caudillos,
que para otros han sido los héroes y salvadores, sobresaliendo en momentos determinados
de la historia, por ideas y acciones que se desprende de lo cotidiano, como se hablará más
adelante.

Un aspecto de suma importancia, es cómo se valora y valida este carisma por parte de los
dominados, pues por esto, es que el hechicero o profeta, podrá seguir ejerciendo la
dominación y su cuadro administrativo podrás seguir siéndole útil. Y en ausencia de ellos y
de la gracia de su dios o de su fuerza mágica o heroica, el éxito se resiste a cada paso. Todo
ello significa que hay una probabilidad de que su autoridad se disipe. Lo que traduce que, a
los dominados, este carisma les debe aportar algún bienestar, de lo contrario el líder podría
caer en “desprecio” e infortunio.

Siendo así, la validez del carisma se da por medio de un reconocimiento mantenido por la
corroboración por parte del dominador, de sus cualidades extracotidianas. Es decir, debe
probar que, efectivamente es, por ejemplo, el enviado de dios y cuenta precisamente con la
gracia y el favor de dios. Por esto, es que este reconocimiento puede convertirse -para los
dominados-, en un deber, en algo que debe cumplirse; por cuestiones que, como lo plantea
Weber, responden a un reconocimiento psicológico, como “una entrega plenamente
personal y llena de fe surgida del entusiasmo o de la necesidad y la esperanza”. (p.365)

Siendo así, esta dominación carismática genuina es de carácter efímero, precisamente


porque rompe con lo cotidiano y se fundamenta en ese entusiasmo o esperanza
mencionados anteriormente, que se presenta, por ejemplo, en las revoluciones. Como dice
Weber (2014),

El carisma puede ser una gran fuerza revolucionaria en las épocas vinculadas a la
tradición, pues puede ser una renovación desde dentro, que nacida de la necesidad, o
del entusiasmo, significa un cambio en la tendencia de las convicciones y de los
hechos centrales, con reorientación completa de todas las actitudes frente a las
formas de la vida individuales o frente al ‘mundo’ en general. (p.368)

Todo lo anterior, nos permite entender el modo en cómo se establece el cuadro


administrativo. Pues recordemos que se trata de una dominación que no está siguiendo unas
reglas o normas establecidas, ya sea por la tradición o por el derecho. Y que, a su vez, se
trata de una dominación con un carácter efímero; por ende, el cuadro administrativo es más
una cuestión de llamamiento por parte del dominador, que va de acuerdo a su propia
inspiración y les otorga una misión, que se relaciona por completo con el carácter
específico de su carisma o cualidades extracotidianas. Por esto, Weber pone el ejemplo de
cómo al profeta le corresponde los discípulos; al príncipe de la guerra, el séquito y al
caudillo, los hombres de confianza.

En consecuencia, si pensamos en el primer ejemplo, y ponemos a Jesús como el profeta y


sus discípulos, podemos advertir dicho llamamiento por parte del dominador, ya que, Jesús
escoge a sus doce apóstoles (los llama) y, de acuerdo a esa cualidad extracotidana que
posee, que sería el ser hijo de dios y por ende, tener la capacidad de expulsar demonios y
predicar la palabra de dios, les otorga a los apóstoles esta misma misión, o deber: predicar
su palabra y expulsar demonios. Por esto, es que Weber menciona cómo el cuadro
administrativo, es a su vez, elegido por cualidades carismáticas convirtiéndose entonces en
comisionados carismáticos, lo que supone un proceso de relación comunitaria de carácter
emotivo.

Es importante aclarar que, el cuadro administrativo de la dominación carismática, es


completamente diferente a el cuadro administrativo burocrático y el tradicional, pues, no se
presentan competencias, no existe el pago de un sueldo, no está la figura del funcionario y
no hay reglamentos o estatutos jurídicos, tampoco hay sentencias que respondan a una
tradición o una apropiación por privilegio de los poderes de mando. Lo que se presenta en
la dominación carismática, es que el caudillo, el profeta o el príncipe de la guerra, puede
crear, anunciar y exigir nuevos mandamientos, ya sea por revelaciones, inspiración, o en
méritos de su voluntad de crear, lo cual crea, como se ha mencionado anteriormente, un
deber por parte de los dominados.

Con respecto al ámbito económico, Weber plantea que, cuando se está hablando de esta
dominación carismática genuina, no hay un interés o un aprovechamiento económico, sino
que, el cuadro administrativo, vive con el señor en comunismo de amor o camaradería, con
medios procurados por mecenas, es decir, con personas que de una u otra manera,
promueven en ámbitos económicos o materiales lo que el dominador está realizando, por
medio de donaciones, propinas, etc. A su vez, pueden cubrir sus necesidades, por medio de
la subsistencia mendicante, es decir, por medio de limosnas. Por ende, no hay entonces un
interés lucrativo o de adquisición de propiedad.

Weber, también plantea otros tipos de formas típicas de cobertura de necesidades de


carácter carismático, que no se corresponden con este tipo genuino de dominación
carismática, sino con la dominación carismática rutinizada o cotidiana (de la cual se hablará
en un momento), que tiene que ver con la dominación tradicional o la dominación
burocrática. Estas son: el botín y la extorsión violenta o formalmente pacífica, como es el
caso del héroe militar y su séquito, o del jefe carismático de partido, donde por medio de la
apropiación material, se afianza el prestigio de su mando. También, se puede crear una
forma de ingresos regulares en virtud de una actividad económica de forma continua.

En lo referente a la rutinización del carisma o su forma cotidiana, podemos decir que,


sucede cuando toma un carácter de relación duradera, ya sea como una congregación,
comunidad, asociación de partido, política o hierocrática. Presenta entonces, una
racionalización y/o tradicionalización en diversos aspectos, donde ya no conserva ese
carácter efímero y las características económicas y de escogencia del cuadro administrativo
que se mencionaba anteriormente en la dominación carismática genuina, sino que, consiste
en una relación duradera o cotidiana, provocada por el interés ideal o material de los
dominados o el cuadro administrativo (séquito, discípulos, hombres de confianza, etc) por
continuar la existencia de la relación mantenida con el líder carismático (por continuar su
dominación), cimentándola sobre una base cotidiana duradera. Este interés por parte del
cuadro administrativo, conllevará a un aspecto sumamente interesante: la sucesión y las
relaciones sociales que ella provoca. Lo cual genera que, el carácter de dicha dominación
carismática, se transforme en tradicional o racional, o ambas cosas.

Esto lo podemos apreciar en las diferentes formas de búsqueda del sucesor que se plantean:

 Por la nueva búsqueda, según determinadas de señales, conlleva a que, dichas


señales se conviertan en reglas que formaran una tradición.
 Por revelación, ya sea por medio de un oráculo, sorteo, juicio de dios u otras
técnicas de selección, conlleva a que, la legitimidad del portador del carisma,
termine siendo técnica, lo cual implica una legalización.
 Por designación, hecha por el portador del carisma y su reconocimiento por parte de
la comunidad o también por la designación hecha por el cuadro administrativo
carismático calificado, lo cual puede llevar a unas formalidades, como la
entronización, lo cual, también se convierte en tradición.
 Por la sangre, es decir, como un carisma que se hereda y que conlleva a una lucha
entre los herederos, para determinar quién es el auténtico dentro del linaje.
Aquí, es importante resaltar cómo el carisma ya no es legítimo por esa validez que
le otorgan los dominados, en vista de la corroboración constante realizada por el
dominador, sino que, la legitimidad descansa en un orden sucesorio, donde es el
señor por derecho propio, no porque corrobore que efectivamente posee esas
cualidades extraordinarias. Hay entonces una tradicionalización y una legalización.
 Por trasmisión, donde el carisma es una cualidad que, por medios hierúrgicos puede
ser transmitida o producida en otros. Aquí no importa la persona carismática, sino
las cualidades que se adquieren y la eficacia de los actos hierúrgicos. Como se
puede ver en el carisma sacerdotal, que es transmitido por ungimiento o imposición
de manos. A su vez, hay entonces una tradicionalización y legalización.

Ahora bien, todo esto genera entonces unos cambios a lo que se había planteado
anteriormente en la dominación carismática genuina, pues hay unas formas de apropiación
de los poderes de mandos, el carisma se convierte en algo heredado, designado,
transmitido.

También, se generan unas probabilidades e intereses lucrativos, en beneficio de los


secuaces o discípulos, ya sea por tradición o legalización, como se puede ver en las
prebendas, cargos o feudos. A su vez, se presenta una regulación en la escogencia o
reclutamiento del cuadro administrativo, que se pueda dar por educación (el carisma es
despertado) o prueba (el carisma es probado). Esto termina desembocando en unas normas
o reglas para la selección, en formas cotidianas de escogencia del cuadro administrativo,
que se pueden apreciar tanto en la dominación tradicional como burocrática y que termina
respondiendo, como lo dice Weber (2014), a “la necesidad objetiva de adaptación de las
ordenaciones y del cuadro administrativo a las exigencias y condiciones normales y
cotidianas de una administración.” (p.375)

En suma,

El carisma es un fenómeno inicial típico de las dominaciones religiosas (proféticas)


o políticas (de conquista), que, sin embargo, retrocede ante las fuerzas de lo
cotidiano tan pronto como la dominación asegurada, y sobre todo, tan pronto como
toma un carácter de masas. (Weber, 2014, p.375)

Bibliografía
Weber, M., (2014). Economía y sociedad. México, Fondo de cultura económico.

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