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Carpeta de Resumen
Estudiante:
Estudiante:
Estefania Guaminga
Profesor:
Javier Ellis
Yo prefiero una sociedad donde el área religiosa sea libre, es decir exista libertad de culto
pues de este modo quienes creemos en la existencia de Dios podemos adorarle y hacer las
diversas reuniones libremente, compartir el evangelio, leer libremente la Biblia en cualquier
lugar, etc.
Muy aparte de esto creo que cada ser humano posee libertad de pensamiento y eso incluye
también en el área religiosa, pues podemos no estar de acuerdo a sus creencias pero siempre
debemos respetarlas.
De acuerdo con una encuesta de 2012 realizada por el Instituto Nacional de Estadística y
Censos del Ecuador, aproximadamente el 92 % de la población profesa una creencia o
afiliación religiosa.
De esos:
En nuestro país, La Constitución otorga a las personas el derecho de elegir, practicar y cambiar
su religión y prohíbe la discriminación basada en la religión. El gobierno exige que los grupos
religiosos se inscriban en el Ministerio de Justicia, Derechos humanos y Cultos, aunque muchos
grupos más pequeños no lo hacen.
La libertad de religión se encuentra ligada a la libertad de cultos. Y esta se refiere a que los
individuos puedan exteriorizar, mediante actos o ritos, la religión que profesa; pero estos
actos, en la práctica, pueden tener restricciones que le convierten a la libertad en no absoluta.
Si el accionar de determinada secta ridiculiza y perjudica a los demás, es razonable que no solo
merezca el repudio sino que se lo prohíba. Igual consideración para aquellos acontecimientos
que pueden desligarse de la moral y de las buenas costumbres del individuo y de la sociedad.
Nuestro Código Penal, en el Capítulo II, Título II, Libro Segundo, trata de los delitos contra la
libertad de conciencia y de pensamiento.
Establece penas de prisión y multa a los que con violencia o amenazas, impidieren el ejercicio
de cualquier culto permitido en la República; a los particulares o ministros de cualquier culto
que provocaren asonada o tumultos contra los partidarios de otro culto, de palabra o por
escrito; a las autoridades eclesiásticas, políticas, civiles o militares que resultaren infractores; y,
a los que hubieren impedido, retardado o interrumpido el ejercicio de un culto o de las
ceremonias públicas de él no expresamente prohibidas por la ley, por medio de desorden o
tumulto promovido en el lugar destinado a dicho culto, pero sin cometer violencias ni
amenazas en contra de nadie.
la historia de la reina Ester: (capítulo 6) Había un hombre malvado que se llamaba Amán y era
tan honorable que el rey había ordenado que todos los siervos se tiren de rodillas y le hagan
reverencia; también había un judío llamado Mardoqueo quien sabía que sólo se podía
arrodillarse delante de Dios, por lo que decidió no hacerlo delante de Amán; éste entonces, se
enojó grandemente y comenzó a odiar a Mardoqueo y cuando se enteró que era judío, tramó
la muerte de todo el pueblo judío. Mardoqueo se entristeció y pidió ayuda a la reina Ester que
era su ahijada y también pertenecía al pueblo judío. No obstante ser la reina, no podía entrar
delante del rey sin antes ser llamada, había una ley que prohibía presentase delante del rey sin
ser llamado, la persona que lo hiciese merecía la muerte, a menos que el rey levantase su
cetro dándole así la vida. No era fácil levantarse contra Amán, era un príncipe de mucha estima
delante de los ojos del rey Asuero, prácticamente era llamado cada día delante de su
presencia, en tanto que seguramente pasaban meses sin que Ester fuese llamada. En medio de
este panorama, la reina Ester decidió hablar con el rey y le pidió a Mardoqueo que él y todo su
pueblo ayunasen por ella. Al entrar Ester al palacio, el rey levantó su cetro y dijo: “¿Qué
quieres reina Ester? Hasta la mitad del reino te será dado…” “Mi petición”, respondió la reina
Ester, “es que venga el rey a una fiesta conjuntamente con Amán”. En esa fiesta el rey volvió a
preguntarle qué quería y Ester no se animó a decirle lo que había en su corazón, de modo que
lo invitó nuevamente a otro banquete junto con Amán. Este salió contento de la presencia del
rey pero cuando vio a Mardoqueo que no se movía de su lugar, se llenó de ira. Cuando llegó a
su casa, contó a los suyos de sus victorias y honores y aún del beneplácito de la reina Ester
quien lo invitó a un banquete pero añadió al final: “…Pero todo esto de nada me sirve cada vez
que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey”. El consejo de su esposa y sus amigos
fue que preparase una horca para matar a Mardoqueo y ésto le agradó.
“Excelente”, dijo el rey, “ve, busca a Mardoqueo, súbelo al caballo, ponle las vestiduras y haz
con él como dijiste”. Amán venía a pedir permiso para ahorcar a Mardoqueo y en un instante
Dios “dio vuelta la torta”
La espera de