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La celebración penitencial y la teología del Sacramento de la penitencia

JESUS BURGALETA

La exposición que voy a hacer no pretende ser una teología ordenada sobre el sacramento de la penitencia. Es mi propósito poner de
relieve, siguiendo el Ritual de la celebración de la penitencia, algunos aspectos fundamentales de este sacramento, para ayudar:

— a una mejor comprensión del mismo;


— a su vivencia;
— a su tratamiento pastoral y celebración;
— y a su iniciación.

Las introducciones a los rituales de los Sacramentos suelen encerrar una gran riqueza, que en amplias áreas de la pastoral y de la
catequesis están aún sin asimilar. Si se llevaran a cabo o se desarrollaran las indicaciones del ritual, la conversión postbautismal sería bien
distinta en las comunidades actuales.

1. El sacramento de la penitencia es la celebración del perdón de Dios ofrecido a los pecadores, que se responsabilizan
prácticamente en la superación del pecado postbautismal

1.1. La penitencia es una celebración

— ¿Qué es celebrar?

Es realizar una acción singular en la que se destacan expresivamente aspectos fundamentales del vivir del hombre creyente.

La nota fundamental de la celebración consiste en realizar una acción singular singularmente. Para ello es necesario la expresión
adecuada, significativa, simbólica, para que los diversos aspectos que se quieren celebrar se pongan de relieve. Así, por ejemplo, la
celebración eucarística es una acción de comunión, no cotidiana y común, sino singular: por medio de los símbolos se pone en primer plano
la experiencia de la comunión fraternal, en cuyo compartir se destaca la presencia de Jesús mismo ofrecido en comunión.

— El sacramento de la penitencia, como los demás sacramentos, consiste en la acción celebrativa.

« La celebración de este Sacramento es siempre una acción en la que la Iglesia proclama su fe y da gracias a Dios» (Ritual de la
Penitencia n.0 7 b>.

A las diversas modalidades de realizar el sacramento, incluida la individual, se las llama en el Ritual «celebraciones» (nº 15-21).

La celebración de la penitencia participa de la misma singularidad que tiene toda otra acción de la Iglesia:

«Toda celebración litúrgica.., es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia con el mismo título y en el mismo grado no la iguala
ninguna otra acción de la Iglesia» (Vaticano II, Const. Lit. n.’ 7).

Esta singularidad se alcanza por la claridad de la significación y la fuerza de los símbolos. La reforma de la liturgia, y en concreto de la
penitencia, mira directamente a conseguir una mayor riqueza de significación:

«Revísese el rito y las fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más claramente la naturaleza y efec to del Sacramento»
(Vat. II, e.l. n.0 72)1.

1.2. ¿Qué se celebra en el sacramento de la penitencia?

«La reconciliación del pecador es el misterio que celebra la Iglesia, en la fe y la acción de gracias, en el sacramento de la
penitencia> (Rit. de la Penit. n.0 42).

Esta «reconciliación» es una realidad muy compleja. Debe estar presente en su TOTALIDAD para que «esa acción singular
significativa» sea la celebración del verdadero sacramento de la penitencia.

1.2.1. Debe estar presente la significación de la ACCIÓN DE Dios en el acontecimiento de la superación del pecado.

El punto de referencia fundamental del pecado y de la conversión es Dios. En última instancia contra El pecamos, hacia El nos
volvemos y por El podemos reconstruirnos. Todo lo que acontece en la conversión es un DON de Dios.

Por ello, en la celebración tienen un puesto destacado:


— la Palabra de Dios: «por ella Dios nos llama a la penitencia y conduce a la verdadera conversión del corazón»( nº24);
— la oración: «que implora el perdón de Dios» (nº 13) o le da gracias (nº 42) por la transformación de la vida.
La significación del don de Dios que ofrece el perdón ayudando a superar el pecado y coronando el logro del hombre nuevo debe ser
una constante de la celebración del perdón

1.2.2. Recuperar con verdad la PRESENCIA DEL PENITENTE en la celebración

«El fiel que experimenta y proclama la misericordia de Dios en su vida celebra junto con el sacerdote» (nº 11).

Según el pensamiento tradicional, las acciones singulares del penitente, mediante las cuales se responsabiliza en su vida para realizar el don
del perdón, «son importantísimas> ( nº11), porque: «forman parte del mismo sacramento» (nº 11)
Esto es necesario tomarlo en serio, con todas sus consecuencias, en la pastoral de la penitencia y en la búsqueda de cauces y formas que
lo puedan recoger con más riqueza y claridad:

«La acción ministerial.., no puede limitarse a recitar válida y lícitamente la fórmula de la absolución; debe conducir al penitente a
la conciencia viva de que sus actos personales forman parte de la misma celebración sacramental, que culmina con la absolución»
(n.’ 61).

Por lo tanto, en la celebración debe estar singularmente presente, por ser componente del sacramento, la vida del penitente convertido:

a) Se ha de significar la realidad de la conversión desde su fuente: EL CORAZÓN.

Desde el núcleo de la personalidad surge el movimiento de la conversión, que es a la vez: vuelto en el amor al Dios que ama,
arrepentimiento del mal en el que se vive y cambio práctico de vida.

« Esta íntima conversión del corazón, que incluye la contricción del pecado y el propósito de una vida nueva, SE EXPRESA por
la confesión hecha a la Iglesia, por la adecuada satisfacción y por el cambio de vida» (n.’ 6).

b) No hace falta destacar la necesidad de la presencia en la celebración de la CONFESIÓN. Este gesto ha sido casi el único acto del
penitente en el sacramento hasta haber recibido el nombre de «LA CONFESIÓN».

Hay que reconocer, frente a ciertas tendencias actuales simplistas, «que es una parte importante del proceso normal de la
reconciliación» (nº 64).

La confesión expresa:
— el reconocimiento de sí mismo ante Dios y los demás como pecador;
— la contricción, en su parte de arrepentimiento;
— y la decisión de emprender el camino de la reconstrucción personal (nº 66).

c) LA SATISFACCIÓN es parte integrante del sacramento y, por lo tanto, ha de estar presente en él, tal y como la entiende el ritual:
« Se realiza con la satisfacción de los pecados, EL CAMBIO DE VIDA, y la reparación de los daños» (n.’ 6 a).

La satisfacción realiza la conversión interior, asimila en la vida la oferta del perdón, hace que el querer pasa a poder estar siendo ya el
hombre nuevo que hemos decidido comenzar a ser.

El sacramento de la penitencia pide la satisfacción, la vida nueva, porque de lo contrario no se podría celebrar el perdón, ni la
reconciliación. Quien no ha asimilado el perdón en su vida, no puede decir que ha sido perdonado ~.

Conforme se va cambiando, se va alcanzando el perdón; por ello, la satisfacción es «la medicina» que cura (no 6a). Medicina que
fraternalmente hay que «acomodar a la gravedad» del estado del pecador, para que pueda curar (no 18).

La obra fundamental de la satisfacción es el amor al prójimo:

«exige el ejercicio del verdadero amor de Dios y del prójimo» ( nº 25 d)’.

La pena de todo este hermoso proyecto del cambio del hombre es que hoy, en el sacramento, sólo está presente «COMO PROPÓSITO
DE UNA VIDA NUEVA» (nº 19). ¿Por qué no está presente el cambio, o el proceso de cambio práctico, en el sacramento de la penitencia,
si es parte integrante del mismo?

1.2.3. Celebrar la penitencia EN Y CON LA COMUNIDAD

«Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia que es sacramento de unidad, es decir, pueblo
santo congregado» (Vaticano II, Constitución Litúrgica n.’ 26).
La finalidad de la satisfacción es «que sea ayuda para la vida nueva» (n. 0 18), «remedio del pecado cometido», «que de algún modo
renueve la vida», «injertar de nuevo en el misterio de la salvación y se encamina de nuevo hacia los bienes futuros» (n. 0 6 a).
«Realizarla por medio del servicio al prójimo» (n.º 18). Este amor tiene también su concreción social: «El dinamismo penitencial
de la Iglesia no debe entenderse como una realidad exclusivamente interior a la comunidad. Al contrario, debe estar abierto al mundo...
Demostrando con obras que se quiere convertir, la Iglesia se prepara y establece ya el Reino de Dios, destruyendo en el mundo la fuerza del
mar... Así se presenta ante todos los hombres que aman la verdad, la justicia y la paz, como sacramento universal de salvación» (n. 0 53).

Este principio es aplicado al sacramento de la penitencia cuando se afirma categóricamente:

«TODA la Iglesia, como pueblo sacerdotal, actúa de diversas maneras al ejercer la tarea de reconciliación que le ha sido confiada
por Dios» (Ritual de la penitencia n.º 8).

La comunidad interviene necesariamente en la celebración de la penitencia:

— porque se siente afectada por el pecado: «perturba y debilita la comunión eclesial» (nº 42) ;

— porque no puede menos de ayudar fraternalmente a un miembro necesitado.

La celebración en y con la comunidad potencia de tal manera la acción del penitente, que la eleva a la categoría de acción singular,
destacada, doblemente significativa ~.

Para ayudar al pecador la comunidad despliega toda capacidad de pedagogía, acción y significación:

— ayudando: «con la predicación, el testimonio, la oración..., con su compañía, los esfuerzos penitenciales, la... ayuda fraternal para
vencer las dificultades... (mostrando la cercanía) del amor de Dios»( nº 51) ;
— reconciliando: «la comunidad entera interviene también, acogiendo de nuevo, con fiesta y alegría, al hijo de Dios que estaba
muerto» (nº 52). La reconciliación con la comunidad «es el primer fruto de la celebración sacramental de la penitencia» (R. L.) ;
— esta reconciliación con la Iglesia es el signo de la ABSOLUCIÓN de Dios: «es el signo visible, el camino y el instrumento de la
reconciliación con Dios. La paz con la Iglesia es, desde la primitiva tradición cristiana, prenda de la paz con Dios» (nº 52) 1O•
Reconciliación con la Iglesia y perdón de Dios que culminan en la Eucaristía 21

De este modo el sacramento de la penitencia «alcanza su plenitud» (n. 6d). Si faltara alguno de los elementos que acabamos de
describir, el sacramento quedaría muy mermado, si no seriamente comprometido.

2. El sacramento de la penitencia es sacramento de la conversión

Sin detenerme a analizar qué es la conversión, quiero destacar un aspecto que en la teología, la praxis pastoral, así como en el Ritual de
la penitencia, no se llega a distinguir como debiera.

Hay dos tipos de conversión:


— una RADICAL, la conversión en sentido estricto, que consiste, en la penitencia, en «volver» de nuevo des pués de haber roto la
orientación hacia Dios. Su finalidad es dar el giro necesario en la vida para poder de nuevo estar orientado o empistado en el
camino. Corresponde a un período concreto, definido y limitado de la historia personal;
—y hay otra conversión, LA COMÚN, diaria, continua, permanente: responde al esfuerzo por ir realizando progresivamente el camino
del evangelio, corrigiendo y superando a la vez las equivocaciones y fallos de la vida cotidiana. Esta es la tarea de toda la vida para
quienes ya se han convertido radicalmente.

De la mano del ritual, iremos a reflexionar sobre estas (los clases de conversión.

2.1. La conversión radical

En esta conversión hay que distinguir dos movimientos indisolublemente unidos.

~ «Dios restaura su alianza con nosotros por medio de signos visibles» (n.0 6 d).
“ «Para participar de nuevo.., en la mesa del Señor» (n.0 6 d).

2.1.1. La conversión INICIAL

Es el punto de partida para DECIDIRSE a realizar prácticamente el cambio. La expresión de esta conversión es «LA CONFESIÓN»
(no 6b).

Con la «confesión» no se acaba la conversión, es sólo el inicio. Cuando se trata de reorganizar toda la vida según el plan de Dios, el
arrepentimiento y el «querer» salir no son suficientes. Es necesario realizar en la vida ese arrepentimiento: realización que constituye la
conversión radical.

Para recuperar la verdad del sacramento, en quienes han roto la opción fundamental, hay que poner suma atención a la realización del
cambio de orientación en la vida, que, generalmente, en la celebración del sacramento se tiene SÓLO EN PROMESA:

«que cada uno se arrepienta de sus pecados, esté dispuesto a enmendarse de ellos» ( nº35 a)

Perdida, en este sacramento, la parte del cambio práctico de vida del penitente, la confesión adquiere un relieve fundamental cuando es
sólo el acto de la conversión inicial. Por ello, el Ritual recomienda:

« hacer un esfuerzo inteligente para que recupere el sitio que le corresponde en el conjunto» (nº 64)

2.1.2. La conversión RADICAL

Cuando un creyente, después del bautismo, rompe la opción de la fe, si quiere convertirse, no tiene otro camino que el cambio radical
de su vida. El que quiere y decide cambiar tiene que realizar responsablemente su decisión. La conversión radical es la realización del
«querer» inicial, es el «poder». Quien dice que quiere asumir el perdón de Dios, tiene que demostrarlo saliendo de su situación de pecado.

Hay situaciones y estados de pecado que «rompen nuestra amistad con Dios»( nº 4), que sitúan al creyente en una posición igual o peor
que antes del bautismo. Esta conversión de la penitencia es muy parecida, en este caso, a la del catecumenado.

«El pecado mortal hunde sus raíces en la mala disposición del corazón del hombre, sitúa en una actitud de egoísmo..., se proyecta
en una vida construida al margen de las exigencias de Dios y de los demás... Supone un fallo en lo fundamental de la existencia
cristiana..., implica una opción fundamental del hombre>’(nº 46)”

El cauce penitencial nació en la Iglesia para atender expresamente este cambio radical del hombre. El fin primordial de este sacramento
es para

« atender a aquellos que por el pecado grave se separaron del amor de Dios (a éstos), la penitencia les devuelve la vida que
perdieron» (nº 7).

El sacramento de la penitencia para los pecados veniales es útil; para «los pecados graves», necesario (nº 7)
El Ritual plantea una satisfacción, como parte integrante del sacramento, que se refiere al pecado de ruptura de la opción y, por lo tanto,
a la realización de la conversión radical:

«se injerta DE NUEVO en el camino de la salvación y se encamina DE NUEVO hacia los bienes futuros» (nº 6)

2.1.3. Esta conversión radical es un PROCESO

El ritual expresa en no pocas ocasiones que la conversión es un proceso. Pero este proceso no sólo hay que entenderlo de la conversión
común, qué es evidente, por ser tarea de toda la vida. Es necesario también aplicar el «Proceso» a la conversión radical, que, por desgracia,
se ha reducido a un simple acto, cuando en ella está en juego la transformación radical de la persona.

«El proceso de la conversión es siempre un despertar de la fe y del amor hacia el Padre... Así se renueva y produce a
nivel de bautizado el proceso catecumenal de iniciación a la lucha»( nº 56)

Este proceso no hay que entenderlo como un «crescendo in infinitum», sino como una situación vital que acaba una vez alcanzado
el objetivo:

«el proceso de la conversión tiende de por sí, a la PLENA expresión de la reconciliación...: la fiesta» (nº 67).

El proceso de la conversión radical debería estar presente en la configuración y celebración del sacramento de la penitencia, a fin
de que la vida del penitente, parte integrante del sacramento, estuviera presente en toda su amplitud:

«Algunas veces, y con las debidas explicaciones, la satisfacción podría recuperar su primitivo y tradicional puesto en el
proceso penitencial, entre la confesión y la absolución... De esta forma se verifica CON MAYOR FUERZA EXPRESIVA que la
reconciliación no es un momento aislado en la vida del cristiano, SINO UN PROCESO QUE TIENE SUS ETAPAS
SIGNIFICATIVAS» (nº 65).

2.2. La conversión común

Esta conversión responde al esfuerzo continuo que todo el radicalmente convertido ha de realizar para aproximarse a la meta.
Corrigiendo las desviaciones, enderezando los fallos, superando las dificultades.
Es el estado que corresponde a todo miembro de la Iglesia, que se reconoce a la vez como santa y pecadora. Lo cual impulsa a la
comunidad a vivir en una constante vida penitencial:

«La Iglesia es al mismo tiempo santa y está siempre necesitada de purificación y busca SIN CESAR la peniten cia y la
renovación» (nº 3)

La penitencia común es distinta de la radical. El sacramento de la penitencia, como hemos dicho, se refiere directamente a ésta.

«El uso cuidadoso de este sacramento es TAMBIEN MUY UTIL en relación con los pecados veniales» (nº 7 b) ‘<.

3. Sugerencias para una dinámica penitencial en la catequesis y la pastoral

3.1. Educar en la conciencia del pecado

No puede haber proceso de conversión sin conciencia de pecado. Es necesario realizar una catequesis y predicación sobre el pecado
para alumbrar la conciencia y sentir la llamada a reconstruir la vida. La tarea del anuncio del perdón de los pecados ha de hacerse con estilo,
sin caer en un moralismo, ni en una simple ética, ni en un mero compromiso a adquirir. Tiene que ir a buscar el núcleo de la persona, donde
se da el encuentro con la Palabra y desde donde se realiza el cambio fundamental del hombre.

«La llamada a la conversión no debe efectuarse en abstracto, sino de la manera más concreta posible, de suerte que la Palabra...
ilumine lo más íntimo del corazón del hombre y de las situaciones en que actúa y le muestre el pecado que hay en él y en el mundo»
(nº 57).

Para cumplir esta tarea es necesario estar muy atentos al cambio de los valores, no sea que los contenidos y len guaje de los agentes de
la pastoral sean unos y los de los destinatarios otros:

« De hecho la conciencia cristiana, quedando a salvo los valores objetivos siempre válidos, ha experimentado CAM BIO de

insistencia en las diversas épocas (ahora, por ejemplo, acentuación de la repercusión colectiva de las acciones personales, valoración

de la justicia social, defensa de la vida humana...)» (nº 44).

En la catequesis sobre el pecado tendríamos que estar atentos:

— a recuperar y subrayar el sentido del pecado como ruptura de las relaciones con Dios y con los herma nos, no como una mera
infracción de leyes o cristalización de viejos sentimientos de culpabilidad inconsciente (nº 48a);
— destacar más el amor de Dios que reconcilia, que las consecuencias de condenación y destrucción del pecado (no 48b)
— acostumbrar a concebir el pecado no simplemente como un ACTO, sino sobre todo como ruptura de la opción de fe y como estado
en que se encuentra la persona;
— valorar el pecado, sin confundirlo con cualquier nimiedad. Dar la importancia que se merece al pecado llamado «mortal» ;
— poner de relieve el aspecto comunitario del pecado ;
— ayudar a tomar conciencia de la solidaridad en el pecado’ y del pecado estructural y social ~. Esta visión da como resultado una
más amplia vivencia de la conversión, tantas veces reducida a una instancia intimista o a las relaciones interpersonales

~> «Hunde sus raíces en la mala disposición del corazón... supone un fallo fundamental en la existencia cristiana.., implica una opción
fundamental... que puede manifestarse en actos singulares y aislados, pero que de ordinario se expresa en situaciones, en actitudes o en un
conjunto de actos» (nº 46).
~ «El pecado del cristiano afecta siempre a la Iglesia..., compromete la vida de fe y de caridad de sus hermanos... » (nº 50). «Es
acción contra la comunidad» (nº 25). «Se reconcilian con la Iglesia a la que ofendieron pecando» (nº 4).
‘«Reina entre los hombres una solidaridad tal... que el pecado de uno daña también a los otros» (n.’ 5).
«Cometen la injusticia conjuntamente» (nº 5). «Se pondrá de relieve el aspecto social de la gracia y del pecado» (nº 25 e).
23 «Cuando hacen penitencia... unidos a todos los hombres de buena voluntad, trabajan en el mundo por el progreso de la JUSTICIA y
LA PAZ» (nº 5). «El pecado y su perdón revisten también una dimensión social» (n.0 18; 25 d).

3.2. El sacramento de la penitencia debe acomodarse en su celebración a las diversas situaciones de las personas

A situaciones de pecado diferentes deben establecerse cauces penitenciales diferentes.

Este principio, de sentido común, no se tiene en cuenta en la estructura penitencial actual. El sacramento que hoy tenemos está
configurado para celebrar la penitencia común, pero sirve muy exiguamente para significar la conversión radical.

El Ritual es claro en la formulación de este principio, pero en la organización de los diversos ritos penitenciales lo olvida por completo:

«DE LA MISMA MANERA que las heridas del pecado son DIVERSAS y variadas..., ASI TAMBIEN ES DIVERSO EL
REMEDIO QUE NOS APORTA LA PENITENCIA:
— a aquellos que por el pecado se separaron de la comunión con el amor de Dios, el SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
LES DEVUELVE LA VIDA QUE PERDIERON.
— a quienes caen en los pecados veniales, experimentando cotidianamente su debilidad, la repetida celebración de la penitencia
les restaura las fuerzas... » (nº 7).

Este texto, en lugar de plantear los remedios diferentes, solamente se detiene a narrar los frutos: devolver la vida o restaurar fuerzas.
Sin embargo, el sacramento de la penitencia es una estructura de remedios, es un cauce de ayuda fraternal para potenciar el camino que lleve
a alcanzar el perdón

La distinción entre pecado mortal y venial —las situaciones distintas— «es decisivo para entender la disciplina penitencial» (nº 44):

«Para la RECTA REALIZACION de la reconciliación sacramental es necesario referírse a la distinción de los pecados» (nº 45).

Si esto no se tiene en cuenta, se puede ofrecer un tratamiento pastoral o una iniciación inadecuadas, con el consiguiente perjuicio para
las personas:

« La casi totalidad de los cristianos no han tenido la experiencia catecumenal previa al bautismo... Piden la reconciliación
sacramental personas que o bien no han llegado —por el motivo que sea— a asumir convenientemente el compromiso cristiano, o
bien durante mucho tiempo han vivido alejadas» (nº 57).

3.3. Privilegiar la «celebración comunitaria» sobre el rito para reconciliar a un solo penitente

Esta preferencia es consecuencia del principio establecido por la Constitución de Liturgia del Concilio Vaticano II:

«Siempre que admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que
preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada» ( nº 27).

Las razones que aduce el Ritual para la celebración comunitaria son convincentes:

— «manifiesta más claramente la naturaleza eclesial de la penitencia» (nº 22);


— si el pecado tiene una dimensión eclesial, también la reconciliación con Dios: reconciliarse con la Iglesia es signo del perdón de
Dios (nº 43);
— así la Iglesia aparece como el sacramento en el que se comunica a todos el perdón y la paz (nº 61);
— pedagógicamente se ayuda a que arranque en las conciencias la dimensión eclesial del pecado y su perdón (nº 70).

Estos aspectos comunitarios, según el Ritual, «no pueden faltar en la predicación y en la catequesis» (nº 49).

En consecuencia, la forma individual de la celebración penitencial debería ser excepcional. El Cardenal Jubany, en la Introducción al
Ritual de la Penitencia, recuerda:

«Se puede afirmar que después del Nuevo Ritual de Pablo VI no podemos seguir confesando como hasta ahora» (R.c. p. 5).

Los motivos, además de los aducidos, pueden resumirse así:

— el sacramento de la penitencia como acción de Cristo y de la Iglesia «no es un simple momento privado de la vida espiritual del
cristiano» (nº 49);
— la celebración individual puede conducir a la «privatización del pecado y del perdón y, por tanto, al olvido, por lo menos práctico,
de la referencia eclesial» (no 73a);
— a pesar de que el rito de reconciliación de un solo penitente pretende desarrollarse como una celebración, corre el riesgo de perder,
como así sucede, todo carácter celebrativo.

3.4. Recuperar para celebrar la penitencia común otros modos distintos dei sacramental

En la Iglesia hay cauces muy distintos y variados para poder celebrar el perdón de los pecados comunes. Nos hemos reducido a un
solo modelo de celebración, el sacramental, y hemos matado una enorme riqueza de expresión. Por afán de vivir siempre lo más
plenamente significativo, hemos caído en la rutina. Hay que salir de la monotonía en el hacer pastoral:

«Una toma de conciencia de las múltiples formas o cauces de la reconciliación con Dios y con los hombres, hasta llegar a valorar
el cauce sacramental en toda su densidad reconciliadora y eclesial» (no 48 d).

En concreto, en el Ritual hay un cuarto modo de celebrar la penitencia: «Las celebraciones penitenciales» (nº 36-37), que define así:
« Las celebraciones penitenciales son reuniones del pueblo de Dios para oír la Palabra..., por la cual se invita a la conversión y a la
renovación de la vida y, SE PROCLAMA, además, NUESTRA LIBERACION DEL PECADO por la Muerte y Resurrección de
Cristo» (nº 36).

La estructura es una celebración de la Palabra parecida a la de «reconciliar a varios penitentes» (nº 22-30; 35).

Este modelo de celebración es recomendada por el Ritual como «muy útil» (nº 37) porque:

— « ayudan a la comunidad y a los individuos al verdadero conocimiento del pecado» (n. 35). Muy adecuadas para parroquias y
grupos que necesitan ser evangelizados;
— «ayudan... a lograr la conversión» (1.c.);
— <‘fomentan el espíritu de penitencia de la comunidad» (nº 37);
— preparan para la vivencia «de la penitencia sacramental» (e.1);
— muy útiles para educar a los niños en una sana conciencia del pecado (e.1);
— para ayudar a los catecúmenos (e.1);
— y si no hay ministros, «ayudan a la contricción perfecta por la caridad: por la cual los fieles pueden recibir la gracia de Dios» (e.1);
— para liberar la rutina de tener que celebrar siempre la conversión común con el modelo sacramental de la penitencia.

Además de éste, hay otros muchos modos de celebrar la conversión común:

« Esta constante vida penitencial, el pueblo de Dios la vive y la lleva a plenitud de MULTIPLES Y VARIADAS MANERAS.
La Iglesia, cuando comparte los sufrimientos de Cristo y se ejercita en las obras de misericordia y caridad, va convirtiéndose más
cada día...

Esto la Iglesia lo realiza en LA VIDA y LO CELEBRA en su liturgia, siempre que los fieles se confiesan pecadores e imploran el
perdón de Dios y de sus hermanos, como acontece en:

— las celebraciones penitenciales;


— en la proclamación de la Palabra de Dios;
— en la oración;
— en los aspectos penitenciales de la celebración eucarística;
— en el Sacramento de la penitencia» ( nº4) que «es también muy útil en relación con los pecados veniales» (nY 7 b).

Por medio de todas estas vías podemos celebrar con verdad el perdón de los pecados comunes y entrar dentro de la dinámica
de la reconciliación y del perdón de Dios

3.5. Respetar el orden lógico del proceso de la conversión radical

El Ritual establece esta dinámica en el orden del desarrollo penitencia: Contricción del Corazón - Confesión - Sa-
tisfacción - Reconciliación/Absolución (nº 6, a-d; 64-66).

« Esta íntima conversión del corazón incluye la contricción del pecado y el propósito de una vida nueva, se expresa
por la confesión hecha a la Iglesia, por la adecuada satisfacción y por el cambio de vida. Dios concede la re misión de los
pecados» (no 6).
Es en atención a este orden lógico de la penitencia por lo que el Ritual llega a recomendar que, cuando se pueda
y con sentido, entre la confesión y la absolución se introduzca la satisfacción o el tiempo del cambio práctico de la
orientación de la vida (nº 65).

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