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Cabe destacar que el autor hace referencia a la propuesta "misional" que surge en Norte América, de parte
de GOCN (The Gospel and Our Culture Network), que yo homologo a la propuesta latinoamericana llamada
"Misión Integral", que es acuñada por la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), el CLADE (Consejo
Latinoamericano de Evangelización), Fundación Kairós, entre otras agrupaciones y movimientos.
Patrick Franklin
McMaster Divinity College
Abstract
Este artículo provee una exposición detallada de las características misionales en la eclesiología de
Dietrich Bonhoeffer. Se exploran tres ideas principales. Primero, la iglesia se compromete con la misión al
proclamar y encarnar el evangelio. Segundo, la Iglesia logra su misión por la fe, no por "religión". Tercero,
la iglesia persigue su misión al existir-para-otros en una vida de costoso discipulado y acción responsable
en medio del mundo.
Introducción
Si bien hay numerosas características en la teología de Bonhoeffer que han captado la atención de
teólogos, pastores y laicos (tal como su eclesiología y su cristología), no se han explorado los elementos
misionales de su pensamiento, por más atingentes que sean. De acuerdo a Richard Bliese, "la comunidad
teológica no se ha interesado lo suficiente en la relación entre Bonhoeffer y la misionología"[1]. Esta falta
de interés se debe probablemente a que Bonhoeffer no trata la misión de forma sistemática. Sin embargo,
se ignora el hecho de que Bonhoeffer abarcó temas misionológicas con frecuencia al confrontar las
apremiantes cuestiones teológicas y prácticas de su tiempo. Bliese asevera, "es sorprendente cuan
seguido termina Bonhoeffer insistiendo en las mismas preguntas pertinentes que hacen sus colegas de
misión, tanto del pasado como del presente"[2]. Por esto, Blies identifica a Bonhoeffer como un
misionologista, aunque lo sea inconscientemente.
Yo sugiero que otra razón para esta falta de interés, es que su misionología no es explícita ni está
expresada en los términos del evangelicalismo occidental del siglo veinte. De todas formas, cada aspecto
de su teología y particularmente su entendimiento de la Iglesia, está íntimamente unido a una
perspectiva misional, debido al aspecto encarnacional de su pensamiento. La eclesiología de Bonhoeffer
es una eclesiología misional. Pero, ¿qué significa el término "misional"?
El término "misional" fue acuñado para expresar que la misión no es simplemente una sub-cateogía de la
eclesiología, sino que es la esencia de lo que significa ser Iglesia. La Iglesia no "hace" misión, sino que la
Iglesia "es" misión [3]. La iglesia no "tiene" una misión, sino que la misión tiene una Iglesia. Dios ha creado
una Iglesia para su misión, una Iglesia enviada. Esta perspectiva se basa en la naturaleza misional de
Dios, la naturaleza misionera o "enviadora" de Dios (i.e., la missio Dei), en cuanto Dios envía a su Hijo, a
su Espíritu y a la Iglesia al mundo. El concepto de Iglesia misional tiene sus raíces en los escritos de Lesslie
Newbigin, especialmente cuando se refiere a la cultura occidental moderna y su propuesta de que la Iglesia
occidental se vuelva una "Iglesia misional", que existe como la viva "hermenéutica del evangelio" ante Dios
y en medio del mundo[4]. En parte, este concepto de la Iglesia ha surgido de un énfasis renovado en la
necesidad de que el evangelio confronte y convierta la cultura occidental y alerte a la Iglesia de la forma
a-acrítica e inconsciente en que ha asimilado las presunciones de la cultura occidental en su teología y su
vida[5].
Para Bonhoeffer, la misión de la Iglesia incluye tanto la proclamación como la acción. Según Thomas
Ogletree, en el pensamiento de Bonhoeffer la tarea principal de la Iglesia es la proclamación del evangelio
de Cristo Jesús [11]. Esta es una apreciación justa, puesto que Bonhoeffer insiste con frecuencia en la
soberanía de la Palabra de Dios y en la proclamación de esta Palabra[12]. Señala que la principal exigencia
de Dios a la Iglesia es que sea testigo de Cristo Jesús ante el mundo[13]. Esta proclamación se muestra
en la forma de un anuncio. Tiene que ser simple, lúcido y concreto, no complejo, ambiguo o abstacto.
Bonhoeffer escribe: "La proclamación [de los discípulos] es clara y concisa. Simplemente anuncian que el
reino de Dios se ha acercado, exhortando a las personas hacia el arrepentimento y la fe."[14] En su
proclamación del evangelio, la Iglesia no debe confiar en métodos de persuasión o en técnicas
emocionales de manipulación: "Aquellos que tengan oídos para oír han escuchado todo lo que haya por
escuchar."[15] El evangelio no se ha de proclamar en una forma que promueva la gracia barata, apelando
a las necesidades emocionales de las personas sin reclamarles, costosamente, sus vidas.
Bonhoeffer argumenta que tal abaratamiento de la gracia es inevitable cuando el foco del predicador está
exclusivamente en las debilidades y faltas de los pecadores. Es muy fácil manipular a la gente hacia una
"decisión" de conversión cuando éstos se sienten débiles, destituidos y culpables. Él pregunta: "¿Vamos
a dejarnos caer sobre personas desdichadas en su momento de necesidad y aplicar sobre ellos una
especie de compulsión religiosa?"[16] Bonhoeffer se niega a hacer esto. Como comenta James Woelfel:
"Bonhoeffer abre (cuts through) la fórmula tradicional de la Iglesia sobre los ingredientes necesarios para
alcanzar arrepentimento y conversión."[17]. No es que deseche la seriedad del pecado. Muy por el
contrario, su posición implica que la única forma de tomar suficientemente en serio el pecado es
reconociendo su ubicuidad y omnipresencia en la vida humana. El pecado no se presenta solamente en lo
que es aparentemente "malo", sino que también en lo aparentemente "bueno" (humanamente hablando).
La preocupación de Dios por la pecaminosidad del humano supera las externalizaciones y limitaciones
obvias, apuntando a la misma esencia de la naturaleza humana. Por eso, el evangelio trata lo que es
central de la existencia humana y no su mera periferia (pecado no es simplemente lo que la humanidad-
en-Adàn hace; el pecado es lo que la humanidad-en-Adán es).[18] La preocupación de Dios ante el pecado
humano no se restringe a deficiencias humanas en aspectos psicológicos, espirituales, morales o en sus
habilidades.
En consecuencia, Bonhoeffer argumenta que el evangelio debe ser contextualizado y proclamado a gente
"buena" y "feliz", así como a gente "mala" y "desesperada". Desafortunadamente, según Bonhoeffer, las
formas tradicionales de la proclamación luterana, que se enfoca en la debilidad y miseria humana, no
repercute en esta gente "buena".[19] Bonhoeffer se lamenta diciendo: "Si no podemos hacer ver a estas
personas "buenas", y que admitan que su felicidad en realidad es maldad, su salud enfermedad y su vigor
desesperación, es porque hemos llegado al límite del ingenio del teólogo."[20] Bonhoeffer culpa al
luteranismo por dirigir su mensaje tan estrechamente a la "persona malvada", sin considerar cómo podría
la "persona buena" encontrar a Dios.[21] Tal acercamiento expone una visión estrecha de la conversión y
tiende a dar preferencia a una experiencia religiosa particular (el consuelo ante la culpa), mientras que
ignora la riqueza y diversidad en las historias de conversión del Nuevo Testamento[22]. Por el contrario, el
evangelio de Jesucristo apunta a la humanidad en la totalidad de su existencia, tanto su fuerza como su
debilidad, su alegría y su sufrimiento, su sabiduría y su ignorancia, su prosperidad y su pobreza, y apunta
a la riqueza de su diversidad étnica, cultural y de género. El evangelio no trata solo de qué es salvada la
gente (pecado, culpa, muerte, etc.), sino para qué son salvadas, apuntando a una visión de nueva vida (el
propósito misional de Dios para ellos). El evangelio llama a las personas a ser partícipes de algo mucho
mayor que ellos mismos: el reino de Dios.
La proclamación es crucial en la misión de la Iglesia, pero nunca debe verse separada de una encarnación
del evangelio mediante la acción concreta y el servicio que nace del amor. Bonhoeffer señala que cuando
Jesús dice: "Ustedes son la sal de la tierra," se refiere a sus testigos con la totalidad de su existencia, en
palabra y obras, proclamando y actuando. No es que los discípulos tengan la sal, sino que ellos mismos
son la sal. Esto es, sus vidas caracterizadas por las bienaventuranzas (Mt.5:1-12)[23]. De forma similar.
en el llamado a los discípulos a ser "la luz del mundo", Jesús quiere decir: "la luz no es un instrumento que
se ha puesto en sus manos, como si pudiera referirse a su predicación, sino que la luz son los mismos
discípulos."[24] Aún más, la analogía que Jesús hace al hablar de la "ciudad asentada en un monte",
implica que los discípulos son una una comunidad visible que vive su fe contra-cultura ante un mundo que
le observa. Cristo encomienda a la Iglesia existir como sal, como luz y como una ciudad asentada sobre
un monte, empoderando a los cristianos para hacer presente a Cristo para otros con sus sus palabras y
acciones, a través de las cuales habla y actúa Cristo.[25]
Por eso, la misión cristiana implica ser-enviado por la iniciativa, dirección y eficacia del Cristo que vive.
Nuestra misión es, primero y ante todo, la misión de Cristo. En cuanto al envío que Cristo nos hace,
Bonhoeffer escribe: "'Mirad, que yo os envío'. Pues no hay forma de que ellos se hayan elegido a sí
mismos, ni que haya un emprendimiento de parte de ellos. Es, en el sentido estricto de la palabra,
una misión."[26]. Ya que misión significa ser-enviado por la iniciativa de Cristo, los cristianos no pueden
elegir su propio campo de misión. En cambio, en obediencia a Cristo, deben ser sus testigos en cualquier
contexto que los haya puesto. Aún más, ser-enviado implica que los cristianos no pueden confiar en sus
propios recursos, sino que en la Palabra de Dios y en el poder del Espíritu Santo[27]. Confiar en nuestras
propias fuerzas y métodos de argumentación, de venta y manipulación emocional no es solo algo fútil, sino
que es potencialmente peligroso. Bonhoeffer sostiene: "Todo intento de imponer el evangelio por la fuerza,
de correr tras la gente y hacer proselitismo con ellas, de usar nuestros propios recursos para concertar la
salvación de los otros, es tanto fútil como peligroso."[28]
Bonhoeffer cree que el evangelio debe ser proclamado y encarnado de tal forma que se preserve el misterio
de la presencia de Cristo en el mundo en su Iglesia[29]. Compartir el misterio de la fe cristiana surge como
desbordamiento de la espera y oración disciplinada, la cual nos lleva a la acción[30]. Para ser un testigo
auténtico y efectivo, la Iglesia debe primero ser aprehendida y dirigida por la Palabra de Dios e infundido
por el poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, Bonhoeffer exhorta a la Iglesia a recuperar el énfasis en la
práctica del discipulado arcano o secreto, que es la oración y la acción justa.[31]
Además, ya que la misión cristiana depende de la iniciativa de Dios y su eficacia, su éxito o fracaso no
puede deducirse acorde a parámetros humanos[32]. Concretamente, esto significa que el éxito no puede
ser juzgado por el crecimiento numérico de la Iglesia. Bonhoeffer advierte: "Los discípulos son pocos en
número, y siempre serán pocos. Estas palabras de Cristo nos previene contra toda esperanza exagerada
en el éxito. Nunca dejes que un discípulo de Jesús enfoque sus esperanzas en números grandes."[33] En
un pasaje de Ética concerniente al éxito, Bonhoeffer rechaza con firmeza las dos siguientes proposiciones:
1) éxito es idéntico a bueno; y 2) solo el bien es exitoso. Al identificar el éxito con lo "bueno" es buscar el
éxito como un bien en sí mismo. Esto lleva a ideologías y prácticas totalizantes, en las que el éxito termina
justificando los medios empleados para alcanzarlo. Precariamente, cuando estamos enamorados con el
éxito, tendemos a enfatizar los beneficios asociados a un determinado objetivo y a subestimar o minimizar
los problemas y compromisos asociados a los medios necesarios para alcanzar esa meta. Para apoyar
esta perspectiva, Bonhoeffer hace el siguiente comentario sobre el "hombre exitoso":
El hombre exitoso se nos presenta con hechos logrados que nunca podrán ser revertidos. Lo que destruye
no puede ser restaurado. Lo que construye adquirirá, al menos, un derecho prescriptivo para la siguiente
generación. La acusación cae silenciosamente con el paso del tiempo, pero el éxito se mantiene y
determina el curso de la historia.[34]
Afirmar la segunda proposición, "solo el bien es exitoso", es afirmar una forma de cristianismo sin la cruz.
"La figura del Crucificado invalida todo pensamiento que tome el éxito como su estándar."[35] Juzgado por
los estándares humanos de éxito, la vida y enseñanza de Cristo parece atrasada e impráctica, incluso
estúpida.[36] Jesús no dijo "bienaventurados los exitosos", sino que dijo "bienaventurados los pobres en
espíritu", " los que se lamentan", "los mansos" (Mt.5:1-12). Por otra parte, los modelos de misión
pragmáticos y dirigidos por el éxito evitan las bienaventuranzas y la carga de la cruz. Consecuentemente,
el resultado inevitable de tales esfuerzos misioneros es la venta de la gracia barata, que contradice la
enseñanza del Nuevo Testamento sobre la misión de Cristo y "simplemente aburre y disgusta al
mundo."[37]
Los cristianos no deberían aspirar a ser fuertes y triunfantes, cuando la Palabra de Dios escogió vestirse
de debilidad y humildad. "Intentar forzar la Palabra en el mundo por cualquier medio es transformar la
Palabra viviente de Dios en una mera idea, y el mundo estaría perfectamente justificado para negarse a
escuchar tal idea para la cual no tiene ningún uso."[38] Nunca debemos olvidar que el evangelio no se
origina de las estancadas, confinadas e impotentes palabras humanas, sino que de la la Palabra de Dios
viva, libre y eficaz. Solo Cristo puede llevar a la gente al centro de su ser, por lo que la misión cristiana ha
de apuntar solo a Cristo. Entonces, para Bonhoeffer, la trascendente pregunta "Quién es Cristo Jesús?"
debe estar contínuamente despertando y consternando, y debe redirigir nuestro pensamiento y
proclamación del evangelio de Cristo. [39] En una carta desde la prisión escribe:
La pregunta que me asalta incesantemente es qué es realmente el cristianismo para nosotros hoy, o mejor
dicho, quién es Cristo realmente para nosotros hoy. Se ha acabado el tiempo en que la gente podía
tragarse todo por medio de las palabras, sea teológica o piadosamente, y así se ha acabado el tiempo de
la espiritualidad y la consciencia, lo que significa que se ha acabado el tiempo de la religión en general.
Nos dirigimos a un tiempo completamente sin religión. La gente, tal como es ahora, no puede seguir siendo
religiosa.[40]
Tema Misional #2: La Iglesia practica un cristianismo sin religión
El pasaje de Resistencia y Sumisión (en inglés Letters and Papers from Prison) que se acaba de citar
comienza con la pregunta "¿quién es Cristo para nosotros hoy?" y termina con ciertos pensamientos sobre
la fe cristiana en un tiempo "sin religión"[41]. Al conectar estas dos ideas, Bonhoeffer entrelaza su crítica
cristocéntrica contra la religión con la siguiente pregunta: ¿Quién es Cristo Jesús? ¿Y qué está diciendo
hoy al mundo? Por eso, su reflexión sobre un cristianismo sin religión contiene una confianza evangelísitica
de forma inherente y distintiva[42]. En esta sección investigaré sobre las características misionales en la
noción de Bonhoeffer sobre un cristianismo sin religión.
Para entender el concepto que Bonhoeffer tiene de un cristianismo sin religión, primero debemos examinar
qué entiende el por "religión". Para explicar su perspectiva, clarificaré la distinción que hace entre religión
y fe.
En Ética, Bonhoeffer continúa su polémica contra la religión natural. Discute y rechaza una variedad de
intentos por conocer a Dios y actuar éticamente, incluyendo la razón, el fanatismo, el deber, la libertad y
virtud privada. Todos aquellos intentos confían en la potencialidad y capacidades humanas, no en la simple
Palabra de Dios. Al emplear estos medios, las personas confían en su propio conocimiento del bien y del
mal, más que en la Palabra de Dios, y juzgan ellos mismos a otros a partir de su conocimiento.[46] Por el
otro lado, la fe veraz se practica en la simple obediencia y devoción a Cristo. Bonhoeffer escribe: "no es
por astucia, ni por conocer trucos, sino solo por la simple firmeza en la verdad de Dios. Es entrenando el
ojo puesto en su verdad hasta volverse simple y sabio, que viene la experiencia y conocimiento de la
realidad ética."[47]
En Resistencia y Sumisión (Letters and Papers from Prison), Bonhoeffer emplea la crítica del apóstol Pablo
contra "el grupo de la circuncisión" (Gal.2:11-21) en su ataque contra la religión. Escribe: "La interrogante
paulina acerca de si la peritomh (circunsición) es una condición para la justificación, me pareciera que en
los términos presentes apunta a si acaso la religión es una condición para la salvación. Ser libres de
la peritomh (circunsición) significa ser libre de la religión."[48] Bonhoeffer se refiere a la contienda de Pablo
contra los judaizantes, que forzaban a los cristianos a circuncidarse y hacían de la circuncisión una
condición para la gracia. Por lo que estaban levantando un sistema contractual de justicia por las obras en
vez de un pacto de gracia centrado en la acción y llamado de Dios. Para Pablo, la circuncisión verdadera
(la fe verdadera) no tiene relación a apariencias externas, sino que concierne al corazón y es lograda por
el Espíritu Santo (Gal.5:5; 6:16; Rom.2:25-29). Al aplicar estos pasajes, Bonhoeffer señala que la religión
es el intento humano por alcanzar a Dios en base a sus propias intenciones, esfuerzos y capacidades. No
hace a la gente libres-para-Dios-y-los-otros, sino que la encarcela y esclaviza en expectativas, leyes,
sistemas e ideologías humanas. En contraste, la fe verdadera se basa en la acción y el amor incondicional
de Dios, en su gracia.
Bonhoeffer identifica varias dicotomías falsas y típicas que se han infiltrado a la Iglesia. Por ejemplo, en El
Precio de la Gracia (The Cost of Discipleship), confronta la tendencia de la Iglesia Luterana de su tiempo
de dividir la fe interior de la práctica exterior. Esta división se origina por un entendimiento erróneo y
descontextualizado de la doctrina luterana de la justificación por sola fe, que resulta en la promoción de la
"gracia barata" y de la separación entre fe y acción y la separación entre creencia y santidad. En una
sección posterior de El Precio de la Gracia, Bonhoeffer critica la dicotomización entre vida pública y vida
privada. Esta crítica se fundamenta en la exposición del Sermón del Monte, en la que argumenta que Jesús
da un precepto de no-violencia que aplica tanto a la vida privada como pública. Pues, "Jesús es el Señor
de toda la vida y exige una lealtad indivisa."[51] El problema con el pensamiento dicotomista es que asume
que hay realidades en el mundo que existen fuera de la realidad de Cristo [52]. Pero esto ignora la
Encarnación, que demuestra que Cristo es el centro unificador de toda realidad. Para Bonhoeffer, "El
Nuevo Testamento no se preocupa más que en la manera en que la realidad de Cristo asume la realidad
en el mundo presente, el cual ya ha abarcado, apoderado y poseído."[53] La fe veraz se pone sobre el
Cristo Encarnado, que es el Centro y el Mediador de toda realidad[54]. Entonces, Bonhoeffer considera
que "pensar en términos de dos esferas" es ser religioso precisamente porque ignora la realidad de Dios
en la Encarnación de Cristo.
Otro componente del deus ex machina es la tendencia de gente religiosa de apelar a Dios cuando se
acaban sus recursos. se espera que Dios aparezca repentina y milagrosamente a salvar el día como si
fuera un genio obediente que debe aparecer ante el irresistible llamado de su maestro [también como una
varita o hada mágica]. Como ejemplo contemporáneo podemos poner a las personas seducidas por un
evangelio de "salud y bienestar" [teología de la prosperidad], que promete felicidad, riqueza, poder,
influencia, seguridad y privilegio [63]. Se han vuelto ciegos ante el hecho de que Dios manda
bendición y maldición, afirmación y disciplina, prosperidad y esfuerzo. No están preparados para
experiencias en el desierto o para la oscura noche del alma. Quedan fácilmente enredados en ideologías
triunfalistas que apoyen sus propias agendas y preocupaciones. Olvidan que el llamado de Dios no es
garantía de seguridades terrenas, sino que incluye la responsabilidad de identificarse con el pobre, el
sufriente y el oprimido. Quedan impresionados con los atributos abstractos, poderosos, deslumbrantes de
Dios (omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia), apelando a ellos para justificar su propia búsqueda de
gloria y dominación, pero subestiman o incluso deploran lo concreto, débil y vergonzoso de la Encarnación
de Cristo. Olvidan que el camino del discípulo es el camino de Cristo, y que el camino de Cristo es el
camino de la cruz.
La noción que tiene Bonhoeffer de la existencia para otros nace temprano en su obra y se basa en su
antropología teológica relacional. De acuerdo a Bonhoeffer, una persona humana es un ser-en-relación,
puesto que está hecho (tanto ella como él) a imagen del Dios tri-uno, quien existe en una relación dinámica
y estática (tres personas distintas, dirigidas una hacia la otra y unidas en una unión pericorética).
En Sanctorum Communio (Sociología de la Iglesia), Bonhoeffer enfatiza la socialidad intrínsica de la
persona humana y la armonía de la comunidad primigenia al ser orientada hacia Dios y hacia otros. En Act
and Being (Actuar y Ser) Bonhoeffer apunta a la libertad que tiene Dios para con los otros, al unirse Él
mismo a la comunidad eclesial, comprometiéndose con ella. Y en Creation and Fall (Creación y Caída),
Bonhoeffer interpreta la creación de la humanidad como imago Dei (imagen de Dios) en términos
relacionales, como ser-libre-para Dios y otros[75]. En la Caída, Adán y Eva (la humanidad) usurpa el lugar
de Dios como el centro y fuente de la vida, la libertad y la verdad. Al hacer esto, ellos re-definen la libertad
como libertad-para-sí-mismo e inconscientemente se vuelven esclavos del pecado, esclavos de su propia
naturaleza corrompida. De ahora en adelante, su existencia ya no se caracteriza por la libertad para Dios
y el otro, sino que por la esclavitud a uno mismo, teniendo un cor corvum in se (un corazón curvado sobre
sí mismo). La salvación, entonces, envuelve la redención de los seres humanos de este estado de auto-
absorción. Significa despertar a los creyentes y liberarlos de verdad para Dios y para los otros. La Iglesia,
que es la nueva humanidad redimida en Cristo, es la comunidad en la que este otro-centrismo se realiza
y practica con la esperanza de ser finalmente consumada en el eschaton (la llegada del reino de Dios).
Además, esta nueva unidad de la Iglesia no es la unicidad de la uniformidad, en la que la absorción
comunal simplemente reemplaza la auto-absorción. En cambio, es una unidad basada en la diversidad de
personas diferentes entre sí, pero unidas en un mismo Espíritu.
En The Cost of Discipleship (El Precio de la Gracia), Bonhoeffer sigue desarrollando su noción de ser-
para-otros al incorporar la maduración de su teología de la cruz. Insiste en que la obligación del cristiano
es participar en el sufrimiento de Cristo en y para el mundo. El discipulado genuino no es una existencia
en una dicha espiritual desconectada, sino que seguir a Cristo en el camino de la cruz. Así como Cristo
lleva nuestras cargas, así estamos llamados a llevar las cargas de los otros. "Cuando Cristo llama a
alguien, le llama a venir y morir."[76] Sin embargo, ese sufrimiento no es un fin en sí mismo, como se ve
en formas extremas de ascetismo, sino que es un medio para traer el amor reconciliador de Dios a un
mundo necesitado y hostil. La teología de la cruz de Bonhoeffer también se hace evidente en sus obras
siguientes. En Life Together (Vida en comunidad) argumenta que luego de que alguien experimenta la
gracia y misericordia de Dios, de ahí en adelante ya no aspirará a juzgar a otros, sino que solo a servirles.
Su discusión sobre el ministerio de llevar las cargas de otros se basa en una teología de la cruz[77].
En Ethics (Ética), Bonhoeffer reflexiona sobre Mt.5:10[78] y argumenta que Cristo apoya a aquellos que
sufren por causas justas, incluso si su sufrimiento no concierne explícitamente a la proclamación del
evangelio, puesto que aquél sufrimiento identifica a los cristianos con Cristo[79].
Las reflexiones de Bonhoeffer, sobre la existencia de la Iglesia para otros se desarrolla aún más (aún de
forma explorativa) en sus Letters and Papers from Prison (Resistencia y Sumisión - cartas desde la
cárcel). Argumenta que la obediencia genuina a Jesús incluye la voluntad de sufrir por otros. Tal ser-para-
otros y el sufrimiento en solidaridad por otros es la suprema expresión de nuestra libertad en Cristo. Las
ideas más radicales de Bonhoeffer sobre la Iglesia que existe-para-otros surgen de su ferviente y
disciplinada meditación en torno al misterio de la Encarnación. Al contemplar la completa divinidad y
humanidad de Cristo, concluye que la debilidad y sufrimiento de Jesús en su existencia, finita, corporal y
humana es la expresión suprema de la victoria y supremacía de Dios. En su Encarnación, vida, muerte y
resurrección, Jesús nos muestra que la verdadera naturaleza de Dios y de la humanidad (en la imago Dei)
es ser-ahí-para-otros. Por eso, Bonhoeffer se refiere a Cristo como el "hombre para otros". En su Outline
for a Book (esbozo para un libro) Bonhoeffer escribe:
Es solo el "ser ahí para otros", perseverando hasta la muerte, la base de su omnipotencia, omnisciencia y
omnipresencia. Fe es la participación en este ser de Jesús (encarnación, cruz y resurrección). Nuestra
relación con Dios no es una relación "religiosa" con el altísimo, poderosísimo y mejor Ser imaginable - esa
no es la auténtica trascendencia - sino que nuestra relación con Dios es una nueva vida "existiendo para
otros", a través de la participación del ser de Jesús. Lo trascendente no son tareas infinitas e incapturables,
sino que es el prójimo que está a nuestro alcance en toda situación. Dios en forma humana - no como en
religiones orientales, con formas de animales, monstruosas, caóticas, remotas y terroríficas, ni en las
formas conceptuales de lo absoluto, metafísico, infinito, etc., ni en la forma griega del humano divino de
un "hombre en sí mismo", sino que en el "hombre para otros", y por eso Crucificado, el hombre que vive
de lo trascendente.[80]
Puesto que la esencia y misión de la Iglesia se crean y definen por la esencia y misión de la Encarnación
de Cristo, el hecho de que "Jesús está ahí solo para otros" implica que "la Iglesia es la Iglesia solo si existe
para otros... su misión es contar a personas de todo tipo qué significa vivir en Cristo, existir para otros."[81].
Logra su misión al ser la comunidad de Cristo reconciliada y libre y al proclamar y encarnar el evangelio al
comprometerse con el mundo. Bonhoeffer argumenta que todas las doctrinas cristianas tradicionales
deben reinterpretarse a la luz de un fundamento encarnacional de la existencia-para-otros (por ejemplo:
creación, caída, expiación, conversión, fe, nueva vida, las últimas cosas, etc.). De esta forma, cada área
de la creencia y práctica cristiana queda infundida de un carácter misional.
Reflexión y conclusión
Segundo, ser misional incluye practicar un cristianismo si religión. En esencia, el cristianismo sin religión
significa reorientar la vida hacia la realidad de Dios y estar sujeto al señorío de Cristo en una forma holística
e integradora[84]. Esto tiene al menos tres implicancias para la misión de la Iglesia en nuestra cultura
contemporánea post-cristiandad. Primero, la Iglesia debe tener una presencia visible y pública en el
mundo con tal de llevar un testimonio fiel para Cristo. Debe resistir la tentación de retirarse a la interioridad,
al individualismo, a la seguridad dividiendo su vida espiritual privada de su vocación y voz pública. En
cambio, debe escuchar el llamado de Cristo a abrazar y enfrentar el mundo como un objeto del amor de
Dios y su actividad redentora, sujeto a la soberanía del reino de Dios. Debe luchar profundamente con las
implicaciones sociales y políticas del evangelio, pues se relaciona con temas de interés público, como la
pobreza, la injusticia, el racismo y desintegración social. Y debe tomar con seriedad la necesidad de abogar
por la mayordomía responsable y cuidado de la Tierra como buena creación de Dios. Segundo, para
cumplir su misión la Iglesia debe tener el coraje para encontrarse con Dios como el centro de la existencia
humana, no solo en sus hoyos periféricos. Necesitará coraje para tratar genuínamente las cuestiones y
necesidades de la gente contemporánea. Ese coraje no tomará la forma de un compromiso precipitado ni
de un tradicionalismo obstinado, sino que tomará la forma de fe en Cristo, quien es la fuente y centro de
la realidad. Con y ante Cristo, los cristianos pueden descubrir novedades de las ciencias naturales y
sociales, de las artes y humanidades, con el fin de entender y relacionar el evangelio a las preocupaciones
existenciales de hoy (recordar la continua pregunta de Bonhoeffer: "¿Quién es Jesucristo para nosotros
hoy? [énfasis míos]). Tal diálogo sin duda enriquecerá la comprensión de la naturaleza y existencia
humana, y por lo tanto también nuestra apreciación de la profundidad y el alcance del mensaje del
evangelio y del llamado. Tercero, una propuesta "sin religión" llevará a la Iglesia a desechar una postura
de status y privilegio, a favor de una de humildad y servicio. Para Bonhoeffer, la "religión" ignora la realidad
de la presencia y acción de Dios y se enfoca más en tradiciones humanas, sus esfuerzos e iniciativas. Esto
tiene a fomentar una dependencia para con el poder e influencias mundanas, que lleva a los cristianos a
perseguir sus objetivos (por más nobles y valorables que sean) empleando medios inapropiados. Está
corrupción es la que está detrás de tentaciones socio-políticas del triunfalismo y la utopía, así como su
contraparte eclesiológica: la cristiandad (constantinismo). Para ser claros, no trata de si Dios emplea
personas poderosas e influyente para llevar a cabo sus planes (hay ejemplos bíblicos como José, Daniel,
Ester y Mordequeo que sugieren que sí lo hace). Lo importante es enfatizar que Dios no los usa en virtud
de su poder y sus status. La llave es seguir a Cristo con fidelidad y sin reservas, cualquiera sea nuestro
contexto y vocación (lo que también significa seguir a Cristo con fidelidad cualquiera sea el costo en
términos de status y reputación). Si Cristo te ha llevado a un puesto de influencia, uno debe servir ahí de
forma fiel. Los problemas surgen el orden se invierte y asumimos que para influenciar a la gente y el
sistema a favor de Cristo debemos primero asegurar poder e influencia, y a raíz de eso ocupamos nuestro
esfuerzo y pensamiento en ganar poder e influencia. Se tenemos éxito, podemos perder de vista de nuestro
llamado y comprometer nuestro testimonio de Cristo y nuestro compromiso con las prioridades y valores
de Cristo. Si fracasamos, podemos terminar frustrados y paralizados, retirándonos devuelta a la seguridad
de una subcultura o gueto cristiano. En contraste, el llamado de Dios se dirige tanto a poderosos como a
humildes. Al hacer esto, considera tanto el "no" de Dios y el "sí" de Dios, tanto cruz como resurrección,
muerte y nueva vida. Como señala Bonhoeffer: "Cuando Cristo llama a una persona, llama a venir y morir,"y
también, paradójicamente, Cristo nos el llamado de Cristo significa "vivir sin reservas en los deberes de la
vida, sus problemas, éxitos y fracasos, experiencias y perplejidades."[85] De hecho, la Iglesia debe
influenciar al mundo, pero debe hacerlo mediante el servicio, el amor, el sacrificio, la sanidad, la
reconciliación... en resumen, debe hacerlo mediante un costoso seguimiento a Cristo, proclamando y
encarnando las buenas nuevas del reino de Dios en el mundo y ante el mundo.
Tercero, ser misional significa ser una Iglesia que existe para otros, no solo en el sentido de estar enfoque
hacia el exterior o de alcance (outwar-focused or outreach-driven), sino que de forma más fundamental en
el sentido de ser por naturaleza una entidad relacional y extática. La Iglesia es parte del plan de Dios de
librar a mujeres y varones del las destructivas consecuencias sociales de la Caída. Originalmente creados
a imagen de Dios para ser libre-para-Dios-y-otros, el ser humano se corrompió en la Caída y de ahí en
adelante se ha viso enredado en idolatría y egocentrismo. Originalmente creados con un corazón orientado
hacia Dios y otros, los seres humanos caídos poseen ahora un corazón curvado hacia sí mismo. La
redención del pecado, en consecuencia, incluye la redención de la auto-esclavización, auto-aislamiento y
cualquier intento de tener dominio absoluto sobre otros (incluyendo sobre Dios). La Iglesia es el lugar
donde Dios convierte a las personas desde adentro hacia afuera, uniéndolos a Cristo y otras personas en
un solo Espíritu y revirtiendo su egocentrismo y librándolos para amar y servir a Dios y a otros. Hay que
tener claro, la Iglesia no es la consumación final del plan de Dios. No es la realización plena del reino y
sus miembros están lejos de la perfección moral y relacional. Sin embargo, Dios pretende que la Iglesia
sea una señal y un anticipo de lo que ha de venir, un sacramento y un catalizador del reino.
Este aspecto a la eclesiología misional desafía ciertas descripciones populares de la naturaleza, propósito
y misión de la Iglesia. Ya me referí a las deficiencias de un enfoque consumidor de la Iglesia, que busca
atraer y abastecer de bienes y servicios religiosos a sus potenciales "clientes" o consumidores[86]. Otro
enfoque popular, pero erróneo, es entender la Iglesia como una especia de contrato social, en la que los
individuos se unen para colaborar por una meta común. Tal enfoque tiende a subestimar el valor inherente
de la comunidad cristiana y ve a la Iglesia meramente como un medio para un fin. Tiene de a no ver la
Iglesia como algo intrínseco de la existencia cristiana (y la salvación), sino como algo periférico o
secundario. Este error ocurre tanto en enfoques modernos como posmodernos. Ejemplos de los primeros
es la Iglesia buscadora (seeker-driven church, en que la causa común es el proselitismo), la Iglesia de la
salud y el bienestar ("health and wealth", teología de la prosperidad) y algunas versiones del evangelio
social (social gospel[86b]). Ejemplos de los últimos ocurriría a veces en discusiones dentro de la Iglesia
misional. Por ejemplo, un pensador misional popular argumenta que la causa crea comunidad. Insiste:
"Creamos la comunidad incidentemente, cuando nuestros imaginarios y nuestras energías son capturadas
por una causa más elevada, más noble... la comunidad cristiana resulta de la causa mayor de la misión de
Cristo."[87] La intención detrás de este postulado es buena, la de prevenir a la Iglesia de volverse hacia sí
misma, viendo su vida comunitaria como un fin en sí mismo. Sin embargo, sugiero que el autor exagera y
mantiene la dicotomía fin-medio y simplemente invierte la tendencia reduciendo la Iglesia a solo un medio
para un fin.
La eclesiología misional de Bonhoeffer provee una útil corrección a esta linea de pensamiento. Siguiendo
la lógica de la narrativa Creación-Caída-Redención, demuestra que la Iglesia debe
existir simultáneamente por el bien de su propia comunidad y por el bien de otros. Para ilustrar este punto,
Bonhoeffer distingue la comunidad eclesial de otras dos formas de encuentro social. Primero, la distingue
de la "sociedad"[88]. La sociedad es "una asociación de acción racional", la cual las personas aceptan
responsablemente solo a causa de su propio interés en alcanzar un objetivo común. La comunidad, por
otro lado, es parte de la estructura social de la vida y, como tal es un fin deseado por Dios. Además,
mientras que los lazos personales en la sociedad son expresados en flojera e indiferencia, en la comunidad
son expresados en cercanía e intimidad. Mientras que la sociedad se une voluntariamente y se asegura
contractualmente, la comunidad cristiana es creada y preservada por Dios. Segundo, la comunidad no
debe ser confundida con el concepto de "masa"[89]. En una "masa", la gente se ve unida por estímulos
comunes (un teatro, una audiencia, un círculo literario, etc.), tal tipo de "comunidad" es el sub-producto de
una experiencia común. Mientras que la masa representa la forma más simple y poderosa de sentir unidad
(por lo que puede ser engañosamente idealista), no se construye a partir de la diversidad de las personas
y no puede durar más allá de la experiencia común.
En suma, Bonhoeffer muestra que la comunidad de la Iglesia cristiana existe tanto como un fin en sí mismo
como un medio para un fin mayor en la realidad escatológica, Una escatología presente, pero todavía no
plena. Existe en aras de sí misma, porque la intención misional de Dios es establecer una nueva creación,
una comunidad de amor y de nueva vida en la que la gente vive en una comunión restaurada con Dios y
lo unos con los otros.[90] De todas formas, la Iglesia también existe para otros, porque el Señor Jesucristo,
el "hombre para otros", la está conformando a su propia imagen (imago Dei), lo que significa ser-libre-para-
otros[91]. En este sentido relacional, todo lo que hace la Iglesia es misión. La Iglesia existe para
experimentar y compartir la reconciliación y la íntima comunión con Dios y otros, que se hace posible
gracias al evangelio de Cristo. Todo lo que hace encarna y da testimonio de esto. Por eso, Bonhoeffer
coloca la misión dentro de la esencia de la Iglesia sin reducirla por eso a una categoría instrumental o
funcional[92]. De acuerdo a esto, su eclesiología misional tiene la capacidad de proveer fundamento
teológico para entender la Iglesia tanto como una comunidad de amor y adoración como un agente de
justicia social que se base en la solidaridad con "el más pequeño de estos" (Mt.25): el pobre, el hambriento,
el enfermo, el rechazado, el oprimido y el otro sufriente.[93]