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Era un momento muy especial para todos los habitantes de aquel mundo que
había sufrido una muy, muy larga guerra que lo llevó a que una infinidad de
soldados dieran sus vidas por la supervivencia de estos para que algún día
vivieran en paz, en armonía y libres de guerras. ¿Quién no atesoraría un deseo
así? Sin embargo, aquel deseo finalmente había sido cumplido gracias al valiente
acto de un pequeño dragón purpura cuyo nombre iba ser recordado por muchas
generaciones hasta para los entes más importantes del mundo, los cuales
reconstruían sus ciudades, pueblos, aldeas y hogares respectivamente.
— Así que por fin te animaste a salir, Sparx —Carcajeó Terrador, mientras que
sus compañeros se giraban un poco sus cabezas para ver al nuevo visitante.
— Creí que te quedarías ahí escondido por más tiempo, pequeñín. Lloriqueabas
sin cesar cuando oías esas explosiones de afuera —Agregó Cyril girando sus ojos
con exageración y burla.
— ¿Yo? ¿El fabuloso Sparx? ¡Ni de chiste! —Hacía un gesto de negación con las
manos y luego se rascaba la coronilla—. Además, daba luz a cada rincón de la
cueva por si uno se le complicaba ver, es mi trabajo como el guia de la cueva —
Soltó sonriendo y elevando el pecho con orgullo, como si dar luz a una cueva
fuera el trabajo más honorable del mundo.
Sparx causaba cierta irritación a los ojos de Cyril, debido a que este estaba
demasiado cerca de la iluminación amarilla que el diminuto insecto liberaba
inconscientemente de su cuerpo, así que tuvo que dar unos cuantos pasos hacia
atrás, recorriendo las espaldas de aquellos masivos dragones, para que estuviera
más cerca del lado izquierdo de Terrador, más o menos a la derecha de donde se
encontraba el dragón eléctrico, y el dragón de hielo terminó por liberar un suspiro
de resignación al tiempo de que se sentaba para mirar a la libélula con ligero
aburrimiento.
— Detrás de una roca, no sé tú pero diste más luz a una piedra que toda una
población —le recordó el dragón de hielo con indiferencia, causando pequeñas
risas nostálgicas de parte de Volteer.
Sparx se había quedado sin palabras, no tenía nada que decir contra eso, y acabó
con doblar un poco su cabeza hacia adelante, en señal de sentirse un inútil y
decepcionado consigo mismo.
Terrador arqueó una ceja, intentando no echarse una risa entre colmillos, al ver a
Sparx actuando de aquella manera cómica y sentía que sus compañeros también
se aguantaban las ganas de reírse por un rato, pero supuso que no lo habían
hecho para que la diminuta libélula no se sintiera mal, más de lo que ya se
encontraba. Él agitó, de lado a lado, la cabeza para obligar a este salir de sus
cuernos, y le lanzaba una mirada de serenidad con el fin de calmarlo.
— ¡Claro que no! Tranquilízate y mira eso —Terrador le indicaba con el hocico, de
modo que él viera lo que realmente tenía que ver.
Sparx se cosquilló la nuca con la mano derecha, como si tratara de resolver una
solución complicada y difícil, que murmuraba incluso entre dientes, hasta que
chasqueó los dedos en señal de que lo había descubierto y se fue acercando
hasta quedar frente del hocico del gran guardián de la tierra, dejando a este
asombrado y un tanto extrañado por su brusco acercamiento.
— Por supuesto... No se me ocurre a nadie más que haya logrado cometer tal
hazaña — Confirmó Terrador con seguridad.
— Sobretodo siendo los únicos que fueron allí, con la compañía de Ignitus claro —
Resaltaba Cyril con su característico tono frío y distante.
— ¡Lo sabía! —Soltó un grito de felicidad mientras bailaba en el aire, con pasos
cómicos y tontos— ¡Spyro salvó el mundo! ¡Finalmente el feo dragón malvado fue
vencido! —Su actuación causó que los presentes decidieran acompañarle con
cálidas carcajadas para que pudieran finalmente sentirse libre de preocupaciones,
al menos por unos cuantos segundos— Y... ¿¡Mi chico purpura volverá!?—
Preguntó Sparx apretando los puños en señal de ansiedad y entusiasmo.
Cuando aquella inesperada pregunta rozó por los oídos de los dragones
guardianes, estos empezaron a intercambiar entre ellos miradas preocupadas,
nerviosas y dudosas, como si se hubieran quedado en blanco y sin ideas. Terrador
refunfuñaba entre dientes y ladeaba la cabeza con fuerza mientras que intentaba
buscar las palabras adecuadas para contestar a la respuesta. Volteer controlaba
sus ganas de romper a hablar acerca de sus millones de hipótesis y teorías
porque sabía que cada una era más improbable que la anterior y sabía
perfectamente que nadie cerca de él le gustaría escucharlas. Cyril no soltó una
palabra, más que con una mirada penetrante como el hielo, dando la espalda al
grupo mientras que se disponía a irse de regreso a la cueva, como si aquel tema
no valiera la pena su tiempo.
— ¡Ja! Nunca entendí que piensa ese cubo de hielo movible, si fuimos salvados
por Spyro y Cynder. Realmente creí que podía verle sonreír aunque sea un
poquitín —Comentaba desilusionado Sparx, dando la espalda a la dirección que el
dragón de hielo habita tomado para mirar al resto de los guardianes con una
carismática sonrisa.
— A todos a decir verdad. Hace bastante tiempo que no lo he visto feliz en años o
en décadas.. Hasta en siglos. No estoy muy seguro, tuvo una vida dura,
comprensible a mi parecer —Sparx lo miraba confundido, pero él continuó
charlando como si realmente le estuviera prestando atención—. Yo, en cambio, he
vivido una vida un tanto rara y no sé exactamente lo que me inspiró a llevar este
cargo, a ver... Tengo tantas cosas en la cabeza que no me acuerdo el principio de
mi vida, ¿puedes creerlo? —Preguntó Volteer como un niño feliz a Sparx.
La libélula lo miró con cara de no haber entendido una sola palabra, y acto
seguido empezó a sacudir la cabeza, procesando la información que aquel dragón
energético le había proporcionado, y fingió en mostrar interés con una sonrisa
tonta mientras retrocedía unos cuantos milímetros para volver con Terrador.
— Sí, me lo imagino, pero prefiero que me lo cuentes otro día... Muy lejano —
Había dejado al inocente Volteer confundido, pero este sólo se lo tomó bien,
demostró una sonrisa y continuó escuchando la conversación—... ¿Qué me
cuentas, grande verde? ¿Esperaremos a que Spyro, Cynder e Ignitus vuelvan o
nos iremos de aquí primero?—Preguntó despreocupado Sparx.
Terrador abrió los ojos debido a la sorpresa que aquella libélula le había
transmitido con su inesperada pregunta, estaba inerte en sus pensamientos que
se había desconectado del mundo por unos minutos. La tensión y duda que había
dejado Cyril causaba inquietud al gran dragón de tierra, este a su vez se
cuestionaba acerca del regreso del joven dragón púrpura, la dragona negra y de
su amigo más cercano.
— ¿De verdad? ¡Anda, tío! ¿Por qué no aguardamos un poquito? —Insistió Sparx
mirándolo con profundidad.
— Nada puede significar muchas cosas, como el conocido nada, que no sientes
nada, si realmente sientes algo pero no lo quieras admitir, creo que es un
sentimiento hipócrita, el cual muchas personas se sienten a gustos para que nadie
se les acerque cuando están mal... Em... Er —Pausó nervioso en el momento que
Sparx lo miraba profundamente fastidiado y sin una pizca de ánimo de escucharlo
por tantas horas—... Lo que quiero decir es que tu hermano debe estar bien, es un
chico fuerte y audaz además, no olvides que tiene de su lado a la aterradora
Cynder y el sabio Ignitus, en cualquier momento volverán pero por ahora debemos
que llevar a los demás de regreso a Warfang, es lo que Spyro te pidió en un
principio, ¿o estoy equivocado? —Preguntó de manera gentil y retórica.
Sparx bajaba la cabeza a medida que escuchaba aquellas palabras de aliento con
los párpados caídos, como si le doliese recordar de los últimos momentos que
había pasado con su hermano adoptivo. Segundos después, él abrió los ojos en
señal de haber entendido lo importante que era la misión para todos, porque fue
una muestra de despedida de Spyro antes de que este se marchara con Cynder y
lucharán contra el Maestro Oscuro.
— ¡Vaya! Eres muy redundante, ya se todo eso, Volteer —Afirmó Sparx, aunque
su tono se notaba más activo y alegre.
— Genial, si quieres, ve a informar a los demás de las buenas noticias, dudo que
ellos lo vayan a decir de la misma manera que lo harías tú. —Le sugirió alegre
Volteer.
— ¡Oh es verdad! —Dijo Sparx pegando los puños con asombro— Mejor me
adelanto antes de que lleguen, me piro —Sin más, salió disparado como una bala
hacia la cueva.
— Que alivio, tranquilidad y paz —Descargó los nervios con un fuerte soplido—.
Ojala lo mantenga seguro por un rato, a decir verdad no sé cómo arreglaremos
esto a partir de ahora —Se dijo inseguro.
Él tomó la decisión de dar un último vistazo al paisaje que tenía frente a sus ojos
pero cuando su vista se puso encima de aquellas islas, las cuales flotaban
libremente por el espacio, se preocupó y pudo sentir un nudo atándole la garganta.
No sabía por qué, pero dentro de él le estaba diciendo que no significaba buenas
noticias y empeoraría si no hacía algo. Sin embargo, cambió de idea y apartó
aquellos pensamientos con una fuerte sacudida mientras que respiraba con
profundidad.
Él se había dado una vuelta completa sobre sí mismo para dirigirse a la cueva, la
cual estaba escondida entre un cúmulo de arbustos verdes y árboles bastante
altos, cuyas hojas llegaban a tapar el cielo en su totalidad y la cubrían totalmente
con un mantel negro, su entrada era redonda y bastante ancho para que
cualquiera pudiera entrar sin problemas. Él dobló un poco la cabeza hacia abajo,
debido a que los cuernos de esta rozaban ligeramente su entrada y pegó un poco
las alas sobre el cuerpo para caber totalmente en ella y entrar.
Los dos guardianes ya estaban dentro de aquella cueva, donde tenían refugiados
a un montón de personas heridas, cansadas y algunos que otros atendiendo a
estas con medicamentos, como líquidos en botellas y venditas
Los dos guardianes ya estaban dentro de aquella cueva, donde tenían refugiados
a un montón de personas heridas, cansadas y algunos que otros atendiendo a
estas con medicamentos, como líquidos en botellas y venditas. El interior de la
cueva era principalmente oscuro, húmedo, conformados por estalactitas afiladas y
duras, los cuales le otorgaban un aspecto lúgubre y deprimente. Como era de
esperar de una cueva, era medianamente espaciosa, pero la oscuridad
desagradable de esto hacía ver como si fuera lo contrario. Llamaba la atención
que las distintas razas que ayudaron en la Guerra de Warfang estuvieran
cooperando entre sí, pero daba un paro a la tristeza que el lugar emanaba de sí;
Leopardos, Topos y Dragones soldados... Era agradable pensar que estaban
trabajando juntos otra vez.
— Pero aun así... Esto entristece —Admitió débilmente y con los párpados caídos.
— Si tanto te duele admitirlo, yo me encargaré de actualizarlos —Le sugirió de
forma insensible.
Cyril le respondió con una cara de indiferencia, mientras que caminaba para
ponerse delante del guardián de tierra, quién había puesto un ceño fruncido y
pensaba demasiado acerca del asunto. El guardián del hielo no prestó atención en
esto, y aclaró su garganta para que los refugiados girasen sus cabezas en él y
habría comenzado a dar un corto discurso si no fuera por la repentina aparición de
un insecto que iluminó en los rincones de la cueva con su amarillento luz dorada,
de modo que no se viese deprimente y más animada.
La noticia que había dado logró romper el silencio que inundaba la cueva
pudiendo extraer de sus habitantes poderosas exclamaciones de victoria y fuertes
rugidos de felicidad al mismo tiempo que estos levantaban sus brazos al aire,
incluso los que estaban en un estado tan lamentable que era imposible de creer
que consiguieran moverse para que acompañaran el épico momento. Ellos
celebraron por unos minutos que para los guardianes lo sentían como horas,
quienes se encontraban plantados en la entrada; Terrador esbozó una pequeña
sonrisa, Cyril puso una cara indiferente, Sparx gritaba y movía sus brazos como
ellos, y Volteer finalmente había llegado para contemplar felizmente la
conmovedora escena.
— Es sorprendente, increíble, asombroso, fantástico que todos se animen con la
fuerza de una sola oración —Comentaba energético Volteer y cubría con sus alas
a los guardianes, a modo de abrazo.
— ¿Qué se le va hacer?, ellos esperaron por esta situación por largo, largo tiempo
—Concordó el gran dragón de tierra con serenidad.
Indignado, Volteer le pareció una gran falta de respeto y bufó con fuerza. Nunca
comprendería la causa de la falta de empatía de aquel guardián de hielo,
alejándose de cualquier momento divertido, siempre manteniéndose con el pecho
levantado y arruinando los momentos con sus heladas palabras. Antes de que
pudiera decirle algo, Sparx se le adelantó poniéndose frente de Cyril, dejando a
este sorprendido y molesto.
— ¡No seas aguafiestas que celebrar un momento no hace daño! —Insistió Sparx
con despreocupación.
Cyril realizó una pausa, tomando aire y cerrando los ojos por unos cuantos
segundos para abrirlas después con frialdad, mirando entonces a Sparx con
indiferencia.
Cyril, como si fuera alguien importante, avanzó entre los guardianes y se había
puesto por todo el medio de la entrada. Por otro lado, Sparx lo estaba mirando con
recelo para que él sintiera su enojo pero apenas pasaron los segundos
inmediatamente se dio cuenta de que, para su desgracia, fue ignorado
olímpicamente, así que se dio por vencido, se cruzó los brazos, miró por otro lado
y susurró a regañadientes, como si estuviese experimentado un mal sabor de
boca.
Volteer escuchó sus palabras y se le acercó con gentileza. Sparx se había dado
cuenta de esto pero no le dirigió la mirada de todos modos y continuó chillando
como un bebé en silencio.
— No te angusties pequeño amigo, pero es lo mejor en este momento, puede
pasar cualquier cosa, como un ataque, explosión, invasión e incluso la muerte
repentina, estando tan vulnerables aquí —Le dijo con calma y con una sonrisa
motivadora.
— ¡Sí, sí! —Se apresuró a decir Sparx—. Sólo pido un poquito de diversión ahora
que ganamos la guerra pero él tiene que ser tan cascarrabias arruinándolo todo, lo
ha sido siempre desde que lo llevo conociendo, ¿nunca supo divertirse? —
Escupió repentinamente.
— ¿Masacre Infernal? —Repitió atontado Sparx, quién miraba aquellos con las
manos en las curvas e inclinando la cabeza en sentido de curiosidad—. ¿Y a qué
viene eso? Nunca los oí hablar sobre eso, pero sea lo que sea, suena muy feo —
Opinó con una mueca de desagrado.
— A veces Sparx, los recuerdos son como heridas difíciles de sanar, y no importa
cuánto te esfuerces por sanarlas... Quedarán ahí como cicatrices —Dijo Terrador
señalando las cicatrices de su robusto cuerpo—... Y si intentas abrirlas tan solo
obtendrás más dolor.
Iban dirigiéndose hacia la salida, charlando entre ellos sobre cómo lograrían
atravesar el peligroso muro de lo desconocido para que pudieran llegar sanos y
salvos a Warfang, hasta que se vieron obligados a detenerse debido a que una luz
dorada y cegadora se había interpuesto delante de ellos, viéndose obligados a
cubrirse los ojos con sus alas, chillando fastidiados, y abriendo forzadamente sus
alas para que alguno de estos lograse ver quién era el irrespetuoso insistente que
quería hablarles con tanta ansiedad.
Sparx apretó el puño e hizo un gesto de victoria con esto, bailando con alegría en
el aire por unos cuantos segundos, y asintió ante la advertencia con optimismo.
— ¡Esto será fácil, especialmente para mí! —Se señaló a sí mismo con confianza.
Volteer lo miró ilusionado, primera vez que un amigo suyo intentaba predecir lo
que iba a decir, y él negó con la cabeza — En realidad pensaba en entusiasta y
alegre—Aclaró riendo.
— O todo junto, vamos, que soy una caja de sorpresas —Agregó con gran ego
Sparx y todos se echaron unas buenas carcajadas por un pequeño rato.
Terrador, Sparx y Volteer se marcharon de la cueva. Una vez que salieron.
Terrador se había colocado en el lado izquierdo mientras que Volteer en el
derecho. Sparx volaba por encima de los cuernos de aquellos dos, aburrido y con
los ojos clavados en la entrada. Los dragones permanecieron quietos, como
estatuas, vigilando que ningún intruso atacase la cueva y esperaban que Cyril
saliera con los sobrevivientes.
La explicación de Cyril había llegado a los oídos de los civiles, los cuales no
tardaron mucho en levantarse y comenzar a moverse luego de oír sus
instrucciones
La explicación de Cyril había llegado a los oídos de los civiles, los cuales no
tardaron mucho en levantarse y comenzar a moverse luego de oír sus
instrucciones. Cyril se relajó por un momento, y observó como aquellos recogían
inmediatamente sus cosas con motivación y energía, dándole a entender
perfectamente que estaban ansiosos por volver a casa. Él observó primero con ojo
de halcón a los topos guardando las gemas en sus mochilas de cuero y
cargándolas sobre sus espaldas. Continuó mirando después a los leopardos,
quienes ponían sus flechas en la funda que colgaba de sus cinturas y posaban sus
flechas encima de sus hombros. Por último, se fijó en como los cañones en forma
de dragón, eran arrastrados con cuerdas puestas alrededor de los cuellos de los
dragones soldados que habían tomado la decisión de cargarlas junto con las
espadas y las armaduras, las cuales se encontraban guardadas en carriolas de
madera. Todo este enorme escenario conformado entre el bullicio de criaturas
colaborando entre sí y los repetitivos y amontonados sonidos de pasos y objetos
metálicos chocando unos con otros, alegraron sobremanera a Cyril, el cual no sólo
se regocijaba con la contagiable emoción y energía de aquellas criaturas, sino
también con la satisfactoria idea de que, de hecho, él tenía una comunidad
bastante agradable.
— Creo que necesitas un poco de ayuda —Dijo el sujeto con eje de elegancia en
su voz junto con un tono maduro y suave.
Su figura era la de un leopardo de melena rubia con manchas negras, ojos que
brillaban como gemas esmeraldas ante la luz del sol que se colaba al interior del
pasillo que guiaba hacia la salida, y sus orejas eran puntiagudas. Estaba vistiendo
con una túnica de cuero y encima de esta traía una capucha marrón que rozaba
sus patas. Su vestimenta era decorada por muñequeras rojas, dos en los brazos y
dos en las piernas. Por último, llevaba con orgullo un arco alrededor de su hombro
y guardaba sus flechas en un carcaj de cuero que colgaba de su espalda.
— Así es, viejo amigo y espero contar contigo, Cazador —Dijo tranquilo Cyril.
— Con mucho gusto. Sabes que estoy bajo tus órdenes —Le afirmó con plena
seguridad en su voz.
Él había pasado por mucho con aquellos guerreros. Estaba agradecido. Estos le
enseñaron un mundo fantástico, lleno de magia y de milagros, repleto de
posibilidades que desconocía con anterioridad. Sabiendo que el mundo estaba a
salvo, quería entregarles su plena gratitud ayudando con las labores y tareas, las
cuales se trataban de reparar los daños que la guerra ocasionó y ayudar a los
discapacitados.
— Muy bien, ven que hay mucho que hacer —Mandó con seriedad Cyril pero su
voz expresaba gratitud y confianza.
Cazador siguió a Cyril, quién estaba vigilando e indicando a los que atendían a los
lastimados y procurando que nadie quedase atrás, y él permaneció a su lado,
aguardando pacientemente por un deber que cumplir. Unas que otras veces, el
leopardo charlaba con uno de estos para saber de sus vidas y cómo eran sus
hogares antes de que fuesen destruidos, temas que hicieron sentir un tanto
incómodo a estos que prefirieron no contestarle. Sin embargo, él quedó
confundido y de forma ingenua continuaba conversando, pero los aldeanos ya
habían salido de la cueva así que tuvo que guardarse las ganas, con su cabeza
agachada y soltando un suspiro de decepción.
— « ¿Dice que recorra el camino de la soledad para ser un soldado sin escrúpulo?
» —Pensó Cazador, conflictivo consigo mismo.
Él no hallaba cómo contestarle así que escogió cerrar la boca mientras asentía,
fingiendo con una sonrisa que había asimilado con esa perturbadora ideología. Se
acomodó el arco y se zafó del abrazo sutil de Cyril, encaminándose hacia la
salida.
Salieron de los últimos, puesto que primero se habían asegurado de que nadie se
hubiese quedado atrás, absolutamente no podían dejar a nadie abandonado, y se
reunieron con sus compañeros
Salieron de los últimos, puesto que primero se habían asegurado de que nadie se
hubiese quedado atrás, absolutamente no podían dejar a nadie abandonado, y se
reunieron con sus compañeros. Cyril le informó a Terrador sobre la situación
actual con su clásica voz de comandante frío, a lo que este asintió un poco más
tranquilo mientras que Volteer estaba indicando a los aldeanos ir en sentido curva
para que se marcharan hacia arriba del monte, en el cual se hallaba más a lo lejos
las murallas que rodeaban Warfang, así como su entrada principal, y estos
siguieron aquella orden de inmediato.
Cazador, por su parte, se fue acercando lentamente hacia la orilla del bosque,
donde podía contemplar maravillado al extraño y peculiar paisaje, que estaba
conformado por aquellas islas que flotaban con libertad, pero sólo alcanzaba ver
diminutas rocas debido a que se habían alejado. El sol brillaba en el horizonte,
adornando el cielo rosado con sus rayos dorados que traspasando las nubes, y
transmitía una sensación de calidez y seguridad a todo aquel que lo veía.
Cyril bufó y arqueó una ceja en desacuerdo, haciendo que estos lo observaran, y
él aclaró un poco la garganta, permaneciendo con su característica actitud
razonable y mente fría, nunca dejándose llevar por faltas esperanzas e ilusiones
innecesarias.
— Con oír eso me es más que suficiente para estar un buen rato sabiendo que no
habrá más calamidades —Opinó Cazador respirando profundamente y liberando
preocupación con un suspiro.
— Sí te hace sentir bien, podíamos agruparnos después, cada uno de nosotros ira
investigando por estos lares y si encontramos una amenaza, ya sea grande o
pequeña, nos reuniremos frente de la entrada principal —Explicó con la misma
tranquilidad.
A Cyril le había parecido una buena estrategia pero aún estaba irritado y teniendo
su ceja levantada.
— Yo iré al frente del grupo —Indicó Cyril señalando con el hocico a la fila de
aldeanos —. Y Sparx, quiero que vengas conmigo.
— El hecho que no los vea no significa que no los oiga, la cueva es muy estrecha
y por lo tanto vuestra voz chocará contra sus paredes y causará bastante eco.
Lógica básica —Sus palabras provocaron que Sparx quedara mudo y causaran
que Terrador se riera de la situación—. Y sobre eso... Iré delante y si veo algo
inusual necesito que tú avises al resto. ¿O acaso usted no dijo que todo te sería
pan comido?—Sonrió con burla.
— Cyril sólo sonríe cuando está a punto de echarle a alguien un aliento de hielo o
cortándole la cabeza con las garras —Agregó con picardía Terrador.
Incómodo, Cyril arrugó un poco el rostro, nunca le gusto oír comentarios respecto
a su persona, y un sudor frío cayó sobre su mejilla. Decidió no continuar
escuchándolos y aclaró con mucha fuerza la garganta, escuchándose como un
relámpago, para que aquellos finalmente detuvieran su habladuría chistosa y
volteaban a mirarlo.
— Les recuerdo que SIGO aquí —Dijo Cyril con mucho énfasis.
— Oh, nos hemos dado cuenta, tranquilo —Contestó simplemente Terrador con
una sonrisa.
Sin más, Terrador liberó una pequeña carcajada que fue acompañada por la risa
sutil de Cazador junto con la de Sparx, cuya alegría era la que más gobernaba
puesto que lo hacía con mucha fuerza, de modo que estos dejaron a Cyril
avergonzado, quién había inclinado hacia abajo la cabeza y de mala gana los
escuchaba, sintiendo cada risa como estacas que se clavaban en su orgullo.
Después de unos segundos, que parecían horas para el dragón de hielo, el
pequeño grupo finalmente se detuvo.
— Tan ingenioso como siempre, viejo amigo —Le comentó Cyril en el momento
que había elevado el cuello para mirarle con aire de derrota —. Bueno, ¿nos
ponemos en marcha ya? Estamos quedando muy atrás —Recordó con tono
apresurado.
— Muy bien Cazador, necesitamos de tus dotes para que atrapes a cualquier
enemigo que esté rondando cerca, los siervos del Maestro Oscuro son torpes y
sólo atacan directamente, no te será ningún problema, ¿cierto? —Dijo
severamente Terrador con un tono de confianza.
— ¡Iré, revisaré, aseguraré que no allá enemigos ocultándose entre las nubes e
islas! —Avisó—. Como te he dicho antes Terrador, allá arriba es un importante
escondite que estas plagas pueden utilizar para atacarnos, desde una emboscada
hasta una invasión a la cual no estaríamos preparados. Estamos muy cansados,
exhaustos y a punto de caernos desparramados al piso por el cansancio. Sí eso
no fuera suficiente, son muy escurridizos y molestos. ¡Te aviso sí encuentro algo
fuera de lo ordinario! —Explicó Volteer sonriendo.
Todo pasó muy rápido. Ni siquiera Terrador tuvo tiempo para procesarlo. Volteer
comenzó a mover sus alas para posteriormente azotarlas contra el suelo. Una
oleada de suciedad envolvió a Terrador. Él gruñó, entrecerrando los ojos con
fastidio, e intentó detener a Volteer, exclamando su nombre con fuerza.
— ¡ESPERA, VOLTEER!
Y acto seguido, Volteer hizo caso omiso a su advertencia y salió disparado como
un rayo, ocultándose entre las nubes del cielo.
Terrador se quedó boca abierto al ver tal inesperada acción mientras se sacudía la
cabeza con enfado para quitarse la arena de encima y rápidamente comenzó a
buscar aquel dragón con el ceño fruncido. Intentó primero con las nubes y
refunfuñó al no encontrar nada. Después, miró desesperado algunas que otras
islas que se encontraban a miles de kilómetros de distancia, las cuales se veían
como pequeñas rocas, pero no había podido hallar la figura de Volteer pasar sobre
éstas, y decidió darse por vencido, soltando un suspiro de frustración y agitar con
fuerza la cola (repleto de picos gruesos) contra el césped.
— Debe de haber pasado algo extraño para que Volteer se alarmara pero siendo
él seguro que no es nada de qué preocuparse —Dijo Terrador ignorando su
inquietud.
— A veces no entiendo cómo Ignitus lograba controlar a estos dos —Miró el cielo
con nostalgia—, oh mi viejo amigo... Como quisiera que estuvieras aquí —Bajo la
mirada, apartando esas ideas de su cabeza— Supongo que iré detrás del grupo, a
veces esos bichos tienden a atacar por detrás —Dijo seguro y comenzó a tomar el
camino que el grupo había tomado.