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Universidad Nacional de Córdoba

Facultad de Psicología

Trabajo Final de Licenciatura en Psicología

El empuje-a-la-mujer
¿la-mujer y la excepción?

AUTOR: Roberto J. Cordero

MATRÍCULA: 200277223/0

ASCESOR: Dr. José Alejandro Willington

CO-ASCESORA: Lic. Eliana Bacile

COMITÉ EVALUADOR: Lic. Juan Argañaraz, Lic. Eugenia Celis, Lic. Jorge Gárate

-Córdoba-
-2013-
TÍTULO: El empuje-a-la-mujer ¿la-mujer y la excepción?
AREA: Psicoanálisis
AUTOR: Roberto J. Cordero
DIRECTOR: Dr. Alejandro Willington
CO-DIRECTOR: Lic. Eliana Bacile
AÑO: 2013
FILIACIÓN INSTITUCIONAL: Facultad de Psicología – Universidad Nacional de
Córdoba
RESUMEN: El presente trabajo tiene por objetivo aportar precisiones teóricas sobre las
nociones empuje-a-la-mujer y La Mujer como figura de excepción en la psicosis,
elaborados en la enseñanza de Lacan a partir de 1970. Se trata de un trabajo de tipo
exploratorio, con datos obtenidos a partir de la revisión de bibliografía de diversos
psicoanalistas. El empuje-a-la-mujer en la psicosis implica hacer consistir a La Mujer
como figura de excepción, lo que puede tornarse desestabilizador para un sujeto o bien,
un modo de estabilización, según la singularidad de cada caso. Sin embargo, la lógica
de la excepción puede advertirse en diversos casos de psicosis, independientemente de
la presencia del empuje-a-la-mujer. Por lo tanto, el problema que se plantea en este
trabajo reside en intentar ubicar qué tiene de específico La Mujer como figura de
excepción respecto a otros modos de hacer consistir la excepción en la psicosis. Una
respuesta posible hallada durante esta investigación tiene que ver con que, a nivel
lógico, para Lacan La Mujer no existe. Por esto, hacerla existir en la psicosis, implica
un trabajo singular que impide generalizar la especificidad de La Mujer respecto a otros
modos de hacer consistir la excepción.
PALABRAS CLAVE: empuje-a-la-mujer – excepción – La Mujer – psicosis
FIRMAS:

2
Dedico y agradezco este trabajo

a mis viejos, Roberto y Graciela, por su incondicional e imprescindible apoyo. Jamás


alcanzarán las palabras para agradecerles,

a Alejandro Willington y Eliana Bacile. Sin su total predisposición y su excelencia


profesional, este trabajo no hubiera sido posible,

a Candela Méndez y Miguel Kusnierzewski, porque su pasión por el psicoanálisis y su


generosidad, me invitaron a inmiscuirme por las sendas que trazaron Freud y Lacan,

a Juan Pablo Duarte y Guido Coll, compañeros en los laberintos, amigos ¨en la
carretera¨,

a Gabriela Simón. Su inconmensurable afecto, cariño y fuerza me dieron vital aliento


durante las pendientes más inhóspitas y empinadas. Y por su insistencia, por su
insistencia, por su insistencia, por su insistencia, por su insistencia…

a Cris Benchimol, una mujer, cuyo amor me provoca constantes ¨esfuerzos de poesía¨.

3
Indice

Tema…………………………………………………………………………. 5

Introducción………………………………………………………………….. 6

Problema y Objetivos…………………………………………………………13

Metodología………………..………………………………………………….14

I. Sexuación y La Mujer………………………………………………………16

Sexuación………………………………………………………….20

La Mujer…………………………………………………………...31

II. Psicosis y función de la excepción…………………………………………35

Psicosis…………………………………………………………….36

Función de la excepción…………………………………………...52

III. Empuje-a-la-mujer………………………………………………………...57

Consideraciones finales……………………………………………………….68

Bibliografía……………………………………………………………………71

4
Tema

El empuje-a-la-mujer. ¿la-mujer y la excepción?

5
Introducción

A lo largo de la producción teórica de Freud y Lacan es posible encontrar puntos de


intersección entre dos temáticas fundamentales para el psicoanálisis: la psicosis y la mujer.
¨Empuje-a-la-mujer¨ es una expresión enigmática de Lacan que aparece hacia el final de su
enseñanza, en la cual se halla un espacio de confluencia entre ambos tópicos.
La expresión ¨pousse-a-la-femme¨, aparece por primera y única vez en los escritos
de Lacan en ¨l´Etourdit¨, del año 1972. Si bien la versión oficial traducida que salió en
1984 en el primer número de Escansión 1 propuso transcribir ¨incita-a-la-mujer¨, en toda la
bibliografía revisada posterior a ese momento se ha utilizado ¨empuje¨ en lugar de ¨incita¨.
La única referencia a este hecho que se ha encontrado supone ¨un modo [el de la traducción
oficial] manifiestamente forzado y antojadizo¨ 2 pero no se dan fundamentos al respecto. De
todos modos, el hecho de que, a excepción de esa primera traducción, el uso de la palabra
¨empuje¨ sea unánime, da la impresión de acuerdo tácito (y no sin sustento teórico, como se
verá hacia el final de este trabajo) en este término a la hora de pensar el tema.
Esta expresión fue mencionada en el marco de los desarrollos de las tablas de la
sexuación, en un pasaje del escrito en el cual Lacan hace referencia a la lectura que él
mismo realizara sobre el caso Schreber en ¨De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis¨ 3 , texto publicado aproximadamente catorce años antes de
¨l´Etourdit¨. A continuación se cita dicho pasaje:

¨Podría aquí, con desarrollar la inscripción, que


hice mediante una función hiperbólica, de la psicosis de
Schreber, demostrar en ella lo que tiene de sardónico el
efecto incita-a-la-mujer que se especifica en el primer
cuantor: habiendo precisado que es por la irrupción de
Un-padre como sin razón, que se precipita aquí el efecto
experimentado como forzamiento, en el campo de un

1
Lacan, J, ¨El atolondradicho o las vueltas dichas¨, en Escansión N° 1. Paidos, Buenos Aires, 1984, pg. 36.
2
En A.A.V.V., ¨L´etourdit. Lectura como política¨, Buenos Aires, Letra viva, 2008.
3
Lacan, J., ¨De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis¨, Buenos Aires, Siglo XXI,
2008.

6
Otro que ha de pensarse como lo más ajeno a todo
sentido.¨ 4

Algo que resulta llamativo respecto a esta expresión es el hecho de que, habiendo
sido mencionada por Lacan tan sólo una vez en toda su enseñanza, se haya teorizado sobre
ella, incluso hasta llegar a asignársele estatuto de concepto 5 dentro de la orientación
lacaniana, y se haya tomado como una perspectiva importante a la hora de pensar la clínica
de las psicosis. 6
Teniendo en cuenta esto, se podría entrar en el terreno epistémico y preguntarse qué
es un concepto para el psicoanálisis lacaniano y, desde allí, abordar la cuestión del empuje-
a-la-mujer. Es decir que, preguntar sobre el estatuto de concepto del empuje-a-la-mujer en
el psicoanálisis, sería un interrogante válido. Sin embargo, no es intención de este trabajo
adentrarse en cuestiones epistemológicas precisas en relación a la generalidad del
psicoanálisis, aunque sí lo sea dejar planteadas preguntas y propuestas de trabajos futuros
por lo que, lo primero, será dejado de lado.
Ahora bien, en relación a lo segundo, se puede tomar a Maleval y situar un poco
más esta cuestión. En ¨La forclusión del Nombre del Padre¨ este psicoanalista sostiene que
¨más allá de las elaboraciones de los años cincuenta, [...] Lacan no desarrolló ninguna
perspectiva de conjunto sobre la estructura de la psicosis. Para entender sus últimas
propuestas al respecto, a menudo hay que apoyarse en observaciones diseminadas por las
lecciones de su enseñanza¨. 7 Esto podría llevar a pensar que la conceptualización del
¨empuje...¨ sería una cuestión que quedó en manos de los alumnos de Lacan, se trataría de
un movimiento llevado a cabo por algunos de ellos en este intento de comprender las
últimas perspectivas de éste sobre la psicosis, apoyándose en las observaciones sobre dicha
temática que se hayan dispersas en los años finales de su enseñanza. Por lo tanto, a la hora
de comprender su estatuto como concepto, habría que recurrir a quienes continuaron
estudiando a Lacan.

4
Lacan, J., Op. Cit, n. 1, pg. 36.
5
Laurent, E., ¨Lettre á la Lettre mensuelle¨, en La Lettre Mensuelle, Ecole de la Cause Freudienne, Nº 114, p.
12.
6
Mahieu, T.E., ¨El empuje-a-la-mujer. Formas, transformaciones y estructura¨, Córdoba, El espejo ediciones,
2004.
7
Maleval, J.C., ¨La forclusión del Nombre del Padre¨, Buenos Aires, Paidos, 2009.

7
En este lugar se encuentra a Eric Laurent cuando comenta en un artículo de La
Lettre Mensuelle que el empuje-a-la-mujer no es una categoría fenomenológica, sino un
concepto que comprende una lógica que lo subyace. El elemento fenomenológico nunca
falta, pero debe ser aprehendido a la luz de dicha lógica. 8 A su vez, G. Morel sostiene que
se trata de un concepto de aplicación amplia y precisa, un ¨proceso psicótico¨ que articula el
goce (real), el problema de la ley (simbólico) y la imagen (imaginario) y que, en los casos
de psicosis en los cuales se lo observa, tiene consecuencias sobre la sexuación del sujeto,
aunque no en todas las psicosis se presenta. 9 Así se puede vislumbrar que para estos
psicoanalistas el empuje-a-la-mujer implica un sustento lógico que nuclea, y desde el cual
se pueden leer, distintos fenómenos en la psicosis, y por ello puede tomarse como un
concepto. * Dominique Wintrebert dice al respecto que ¨el proceso de feminización al cual
los alienados se ven frecuentemente sometidos ha sido constatado desde la edad clásica de
la psiquiatría sin que los autores de la época no sepan leer en él otra cosa que un fenómeno
clínico recurrente. Será extraído de la clínica de las psicosis bajo el sintagma de empuje-a-
la-mujer¨. 10 Para Mahieu, este concepto es lo que devuelve el psicoanálisis a la clínica
psiquiátrica por sus valiosos aportes desde los cuales se derivaron cuestiones importantes
de la teoría analítica. 11
Entonces, ¿qué significa el concepto ¨empuje-a-la-mujer¨? Con esta expresión
tomada de Antonin Artaud 12 , Lacan nombra un movimiento particular de la pulsión en el
campo de la psicosis, que se caracteriza, en primer lugar, por ser un efecto sardónico
experimentado como un forzamiento y que ha de pensarse como lo más ajeno a todo
sentido. Esto da la idea de una ruptura, de una intromisión, Un-padre, como dice en el
texto, cuya irrupción sumerge al sujeto en la perplejidad, y a la vez lo fuerza a seguir un
camino. Pero como su psicosis se encuentra inscripta en una función hiperbólica, como
había dicho Lacan en ¨De una cuestión preliminar...¨, y se especifica en el primer cuantor
(el de la inexistencia, según las tablas de la sexuación) este camino -que no es el del orden

8
Laurent, E., Op. Cit., n. 5, pg. 10.
9
Morel, G., ¨Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis¨, Buenos Aires, Manantial, 2002, pg. 235.
*
De todos modos, si se relee el párrafo de Lacan donde aparece la expresión, a la luz de estos aportes, tal vez
se podría decir que el empuje-a-la-mujer ya estaría conceptualizado por él mismo, dado que lo sitúa con un
cuantor que lo especifica, dejando así implícitos los desarrollos lógicos sobre la sexuación.
10
En Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 13.
11
Ibíd., pg. 20.
12
Ibíd., pg. 23.

8
fálico- tiende al infinito. En este caos, la solución que se vislumbra como más viable es la
de hacer existir aquello que no existe en el orden fálico: La Mujer.
Como se ve, el concepto empuje-a-la-mujer encierra una densidad conceptual
importante, que requiere ser desplegada para arribar a una perspectiva más precisa sobre el
mismo.
Ante la dificultad por parte de quien escribe para responder al interrogante ¨¿qué es
el empuje-a-la-mujer?¨ y de comprender algunos detalles respecto a este concepto en el
campo de la psicosis, se llevó a cabo hace tiempo una exhaustiva revisión bibliográfica *
que encontró una cantidad escasa de material específico y una importante dispersión de las
referencias al tema, lo cual generaba cierta dificultad a la hora de profundizar y hacer
precisiones en algunos detalles en relación al mismo. Tan sólo existe un libro referido
específicamente (el anteriormente citado del Dr. Mahieu 14 ) y el resto del material
corresponde a escasos capítulos distribuidos en algunos pocos libros, o párrafos en donde se
menciona la expresión, pero que están enmarcados en otras temáticas relacionadas pero no
necesariamente al campo de la psicosis, por lo que algunos aspectos no quedaban
suficientemente explicitados.
Entonces se decidió realizar el presente trabajo, en el marco del Trabajo Final de
Licenciatura en Psicología, proyectado como una investigación específica sobre el empuje-
a-la-mujer, que tomara las referencias dispersas y pertinentes al tema -siempre en su
relación a la psicosis- y abarcara los distintos aspectos que abordan los diversos trabajos
revisados, como así también las dudas y contradicciones que surgieron de sus lecturas,
intentando lograr una perspectiva más precisa sobre esta expresión, devenida concepto
según varios psicoanalistas.
De estas lecturas se desprendió un interrogante puntual respecto al empuje-a-la-
mujer. Si una posible solución a la que es empujado el sujeto en la psicosis es hacer

*
Esta revisión bibliográfica tuvo como referencia principal el trabajo del Dr. Eduardo Tomás Mahieu (¨El
empuje-a-la-mujer. Formas, transformaciones y estructura¨, Córdoba, El espejo ediciones, 2004.) y la
bibliografía que este utilizó para escribir su libro. Luego se prosiguió con la búsqueda de material referido al
tema en el Banco de Tesinas de la Facultad de Psicología de la UNC y en las bibliotecas de la Escuela de la
Orientación Lacaniana Sección Córdoba (Es importante resaltar que la única publicación en idioma francés
que se revisó corresponde a ¨La lettre mensuelle¨, el resto sólo corresponden a publicaciones en idioma
español.) como así también en la base de datos on-line de la de la Sección Buenos Aires, consideradas ambas
bibliotecas como las más idóneas debido a su especificidad de contenido. A su vez, se consultó a
psicoanalistas pertenecientes a diversas escuelas lacanianas.
14
Mahieu, T.E., Op. Cit., n6.

9
consistir a La Mujer, pero, como dice Lacan en el seminario ¨Aun¨ 15 , La Mujer no existe,
¿a qué mujer se refiere entonces cuando habla del empuje-a-la-mujer?
Una respuesta se encontró claramente en el trabajo de Mahieu, en el cual explica
que ¨en ningún momento podemos confundir ese La Mujer que emerge del delirio [en la
psicosis], con una mujer, aquella del no-todo y que se cuenta una por una¨.16 Mahieu hace
referencia a las tablas de la sexuación de Lacan y a la estructura lógica en la cual se
sostiene el concepto empuje-a-la-mujer.
En estas conocidas tablas, Lacan ubica de un lado al orden del todo fálico, en donde
el goce es regulado por la función fálica, y existe una excepción que funda y limita al
conjunto de todos los sujetos que gozan de este modo, y del otro lado al no-todo fálico, en
el cual los sujetos siguen inscriptos en la función fálica, pero no del todo, y la excepción no
existe, dejando al conjunto abierto. En la psicosis, al estar forcluído el Nombre del Padre, la
función fálica que regula el goce es inexistente, por lo tanto no existe nada que ponga límite
a este goce. Es por esto que en los momentos de desregulación de goce en la psicosis surge
la necesidad de una excepción que se instaure como límite ordenador, ¨para introducir un
imposible ante el goce absoluto del Otro¨ como dice A. Willington en La escena y la
excepción. 17 Una forma de instaurar esta excepción sería hacer existir La Mujer, ¨una
Mujer-toda que el psicótico va a tratar de hacer consistir en una tentativa de fundar un todo,
un universal en donde él pueda situarse, puesto que el todo de los hombres le está vedado
por el hecho de la forclusión del Nombre del Padre¨.18
Esto es lo que ocurriría en el empuje-a-la-mujer. Esta ¨La Mujer¨, como figura de
excepción, es la que diferencia Mahieu de las mujeres no-todas, y la que intentaría hacer
existir el psicótico para que funcione como referencia en el campo del Otro goce sin
sentido. De acuerdo a esto se puede decir que el empuje-a-la-mujer responde a una lógica
de la excepción, frecuente en la psicosis: Mahieu propone que ¨encarnar ese lugar de
excepción […] es una solución psicótica planteada en términos universales: se trata de ser
el Otro del Otro. Es la solución que consiste en hacerse la substancia cuando no se ha

15
Lacan, J., ¨El seminario, libro 20. Aún¨, Buenos Aires, Paidos, 2008.
16
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 71.
17
Willington, J.A., ¨La escena y la excepción. Escritura y psicosis¨, Córdoba, El Espejo Ediciones, 2004, pg.
72.
18
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 67.

10
encontrado un representante en el sistema simbólico¨ 19 , mientras que E. Laurent sostiene
que en la lógica del empuje-a-la-mujer ¨el sujeto se produce como objeto que falta en el
universo del discurso¨. 20
Ahora bien, aclarada esta distinción, la pregunta sobre a qué mujer hace referencia
Lacan en el empuje… seguía en pie. Si bien nada tendría que ver con las mujeres no-todas
del orden fálico, la figura de La Mujer como una excepción se puede confundir con otras
figuras que cumplen esta misma función en la psicosis. Catherine Millot sostiene que si
bien La Mujer no existe, como decía Lacan, a nivel lógico se la podría ubicar
paradójicamente del lado Hombre de las tablas, como aquel Uno mítico que no está
sometido a la castración. Para ella, La Mujer es uno de los Nombres del Padre. 21 A su vez,
Maleval va por la misma vía cuando afirma que encarnar a este Hombre no castrado o a La
Mujer toda son procesos que están emparentados: ambas son figuras propicias para
representar a seres cuyo goce no está sometido a la interdicción fálica, igual que el
psicótico. 22
Entonces si lo que está en juego en el empuje-a-la-mujer es la lógica de la
excepción como función que funda un todo -que puede tener efectos apaciguadores en el
goce desreglado- y esa ¨La Mujer¨ que emerge es una figura no alcanzada por la castración,
equivalente al ¨al menos Uno¨ de las tablas de la sexuación (y todas las formas que éste
pueda tomar) ¿qué es lo que tiene de específico esta ¨La Mujer¨ en relación a otras figuras
de excepción? ¿por qué no hablar directamente de ¨empuje-a-la-excepción¨? ¿qué
diferencia al empuje-a-la-mujer de otros modos de encarnar la figura de excepción en la
psicosis? ¿la diferencia estaría a nivel fenomenológico y relacionada con la envoltura
formal del síntoma?
Algo curioso es que a nivel de las tablas de la sexuación, las cuestiones imaginarias
de la feminidad y masculinidad nada tienen que ver con el lado Hombre y el lado Mujer, y
todos los trabajos que se han citado hacen hincapié en la lógica que subyace al concepto
empuje-a-la-mujer, enmarcado, como ya se ha dicho, en el desarrollo de las tablas. Sin
embargo hay algo a lo que llamativamente no se ha encontrado ninguna referencia. Si bien

19
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 70.
20
Laurent, E., ¨Estabilizaciones en las psicosis¨, Buenos Aires, Manantial, 1989, pg. 32.
21
Millot, C., ¨Exsexo. Ensayo sobre el transexualismo¨, Buenos Aires, Catálogos, 1984, pg. 34.
22
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 308.

11
todos dejan en claro que el empuje… es a La Mujer, inexistente según Lacan y que debería
escribirse tachando el artículo que está escrito intencionalmente en mayúscula (¨La¨), en el
escrito lacaniano donde aparece dicha expresión está escrita en minúscula. Es decir que
Lacan no escribe ¨empuje-a-La-Mujer¨ sino -como se ha venido escribiendo en este trabajo
respetando su literalidad- ¨empuje-a-la-mujer¨. ¿Este detalle tendrá algo que ver a la hora
de extraer lo específico del empuje-a-la-mujer en relación a la lógica de la excepción?

En el presente trabajo se encontrará un primer capítulo que aborda el sustento lógico


en el cuál se enmarca el concepto ¨empuje-a-la-mujer¨. Se partió ubicando algunos puntos
principales que delimitan el campo de la sexualidad femenina para Freud, y de qué modo es
retomada por Lacan la idea sexualidad en los años ´70, para pasar a hablar en términos de
sexuación. Desde allí, se desplegó la lógica de las tablas de la sexuación para arribar
finalmente a ubicar qué entiende Lacan cuando habla de La Mujer, concepto implicado en
el empuje-a-la-mujer.
El segundo capítulo apunta a precisar la función de la excepción en la psicosis. Para
ello, se tomaron los desarrollos de Lacan respecto a la psicosis que se desprenden del
escrito ¨De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis¨, y qué es lo
que posibilita un giro hacia las concepciones de los años ´70 en torno a ésta. Una vez
desarrollados ambos momentos, y el pasaje de uno a otro, se intentó ubicar cuál es la
importancia de la función de la excepción allí, dado que hacer consistir la excepción es el
movimiento que subyace al empuje-a-la-mujer.
Por último, en un tercer capítulo se tomaron los diferentes aspectos del empuje-a-la-
mujer que se abordan en la bibliografía encontrada durante la presente investigación, con el
fin de alcanzar una perspectiva más acabada sobre este concepto y a partir de allí,
articulando lo trabajado en los dos capítulos precedentes, intentar responder al interrogante
principal de este trabajo: ¿qué tiene de específico La Mujer como figura de excepción
respecto a otros modos de hacer consistir la excepción en la psicosis?

12
Problema

¿Qué implicancias conceptuales sobre la-mujer se encuentran involucradas en la


expresión lacaniana ¨empuje-a-la-mujer¨ ?
Teniendo en cuenta que una de las implicancias conceptuales sobre la-mujer,
involucradas en la expresión ¨empuje-a-la-mujer¨, es La Mujer como figura de excepción
en la psicosis, interesa aquí precisar posibles implicancias no evidenciadas que se
encuentren allí.
A partir de esto, se plantea la siguiente pregunta de rastreo: ¿qué tiene de específico
La Mujer como figura de excepción respecto a otros modos de hacer consistir la excepción
en la psicosis?

Objetivo general

• Aportar precisiones teóricas sobre las nociones de empuje-a-la-mujer y La


Mujer como figura de excepción en la psicosis, en la enseñanza de Lacan, a
partir de los años ´70.

Objetivos específicos

• Identificar los desarrollos sobre sexuación y La Mujer, y las nociones sobre


sexualidad femenina pertinentes a los mismos, en la enseñanza de Lacan, a
partir de los años ´70.
• Identificar los desarrollos lacanianos sobre la función de la excepción en la
psicosis.
• Explorar las posibles articulaciones entre sexuación, La Mujer y la psicosis y
su relación con la función de la excepción en los desarrollos de Lacan a
partir de los años ´70.

13
Metodología

Para intentar abordar las cuestiones planteadas se procederá a realizar un proyecto


de tipo exploratorio, ya que, según Hernández Sampieri y Cols., de este modo se
denominan los estudios cuyo objetivo es examinar un tema o problema de investigación
poco estudiado. 23 Se considera que el tema elegido en este trabajo y los problemas que se
plantean responden a dicha característica.
Será un trabajo no-experimental en el cual los datos se obtendrán a partir de revisión
bibliográfica de otros autores, por lo cual, el análisis de los mismos corresponderá a un
análisis secundario. 24

23
Hernández Sampieri, R., Fernández Collado, C., Baptista Lucio, P., ¨Metodología de la investigación¨,
México, McGraw-Hill, 1997, pg. 59.
24
Ibíd., pg. 324.

14
15
I. Sexuación y La Mujer

En este primer capítulo se identificarán los desarrollos de Lacan sobre la sexuación


y La Mujer, dado que se consideran ideas claves del marco en el cual se inserta el empuje-
a-la-mujer. Se tomará puntualmente lo trabajado por este psicoanalista a partir de 1970, año
en que dictó el Seminario 18. Se avanzará hacia estas definiciones partiendo desde Freud y
sus desarrollos respecto a la noción de sexualidad femenina debido a que éstos inauguran el
campo de pensamiento en el cuál se despliegan las nociones lacanianas implicadas en este
trabajo.
Poder decir a esta altura de los desarrollos psicoanalíticos qué se entiende por
¨sexualidad femenina¨ resulta difícil ya que es complicado ubicar la idea en una sola
definición precisa. Más bien se puede intentar enmarcar con esta expresión una serie de
ideas y conceptos desarrollados a lo largo del movimiento fundado por Freud, que se
desprenden de las primeras teorizaciones a las que éste se vio empujado por el análisis de
sus histéricas, y que tenían que ver con el desarrollo ¨psicosexual¨ de la niña, como algo
problemáticamente distinto al del varón. A partir de allí, todo intento teórico de abordar los
misterios a los cuales lo enfrentaba la diferencia sexual, comenzaron a abonar este campo
de la sexualidad femenina. Mónica Torres sostiene que la sexualidad femenina es uno de
los límites hasta donde pudo llegar Freud en su elaboración 25 . Es decir que la pregunta ¿qué
quiere una mujer? despliega todo un terreno de elaboración teórica que puede ser nombrado
bajo la expresión ¨sexualidad femenina¨.
Si se remite a la obra de Freud, se encuentra que en el año 1931 escribe un texto
usando literalmente esta expresión, ¨Sobre la sexualidad femenina¨ 26 , en el cual desarrolla
la prehistoria del complejo de Edipo en la niña para argumentar que la sexualidad femenina
es más complicada que la del varón, no sólo por el cambio de zona genital rectora –idea ya
planteada en ¨Tres ensayos de teoría sexual¨ 27 - sino además por el ¨trueque del objeto-

25
Torres, M., ¨La sexualidad femenina y la figura del Padre. Límites del pensamiento freudiano.¨ Seminario
inédito, Buenos Aires, 1995.
26
Este artículo, según James Strachey, es ¨una reformulación de los hallazgos que Freud había anunciado por
primera vez seis años antes, en <Algunas consecuencias psíquicas de la deferencia anatómica de los sexos>¨.
Freud, S., ¨Sobre la sexualidad femenina¨ (1931), Obras Completas Vol. XXI, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004, pg. 226.
27
Freud, S., ¨Tres ensayos de teoría sexual¨ (1905), Obras Completas Vol. VII, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2000.

16
madre originario por el padre, no menos característico y significativo para el desarrollo de
la mujer¨ 28 . En este escrito Freud deja en claro que no existe un paralelismo uniforme entre
el desarrollo sexual masculino y el femenino. Sin embargo, estas no fueron las únicas
referencias al tema.
Si bien, como se ha dicho, el recorrido empieza muy temprano en la obra
freudiana 29 , se encuentra un punto importante de teorización en ¨Algunas consecuencias
psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos¨, artículo de 1925 que, según J.
Strachey, condensa la ¨primera reformulación completa que hizo Freud de sus concepciones
sobre el desarrollo psicológico de la mujer¨ y que será el germen de su último tramo de
producción en este campo 30 . En dicho texto, luego de hacer un complejo despliegue sobre
la prehistoria del Edipo y sobre las consecuencias de la envidia del pene en el carácter
femenino, Freud cierra remarcando la bisexualidad constitucional de todos los individuos y
agrega que la ¨masculinidad y la feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas de
contenido incierto¨ 31 . Con esta última frase se vislumbra la dificultad por parte de Freud de
hallar un límite claro en la diferenciación que el sexo le imponía, pero a la vez remarca
firmemente una distancia respecto a una posible determinación biológica de lo masculino y
lo femenino.
De todos modos, Freud continúa su exploración y en las nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis, de 1933, escribe ¨La feminidad¨, en donde sostiene que
¨aquello que constituye la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la
anatomía no puede aprehender¨ 32 . De este modo Freud va más allá del sexo biológico como
algo esencialista que determinaría por sí mismo a un hombre y a una mujer y se inmiscuye
en la dialéctica psíquica pasividad-actividad. Pero terminará diciendo que lo masculino y lo
femenino no se asocian con lo activo y lo pasivo respectivamente, que no es lo mismo la
pasividad, que una meta pasiva y que, bajo esta perspectiva, no importa ser varón o mujer
para comportarse activamente o tener metas activas de satisfacción pulsional. Por lo tanto,
la pasividad tampoco alcanzaba para explicar la condición femenina. Es por esto que, según

28
Freud, S., Op. Cit., n. 26, pg. 227.
29
Freud, S., Op. Cit., n. 27.
30
En Freud, S., ¨Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos¨ (1925), Obras
Completas Vol. XIX, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2006, pg. 261.
31
Ibid., pg. 276.
32
Freud, S., ¨La feminidad¨ (1933[1932]), Obras completas Vol. XXII, Buenos Aires, Amorrortu Editores,
2006, pg.106.

17
Freud, la psicología tampoco podría resolver el enigma de la feminidad. Por último termina
diciendo que este enigma no se podrá esclarecer hasta que no se averigüe cómo ha nacido la
diferenciación del ser vivo en dos sexos. Según el Freud, el psicoanálisis no pretende
describir qué es una mujer sino cómo se deviene mujer partiendo del niño de disposición
bisexual.
A partir de estas referencias, se pueden tomar dos vías para intentar cernir qué es la
sexualidad femenina para Freud. Por un lado, la idea de ¨sexualidad¨. Por el otro, qué es
¨femenina¨.
La idea de ¨sexualidad¨ en el psicoanálisis freudiano intenta ir más allá de una
cuestión genital, para ligarse de lleno con el concepto de pulsión y su energía, la libido.
Pensar en estos términos implica extender la noción de sexualidad, dejando la reproducción
como una función instintiva de autoconservación más (al igual que la incorporación de
alimentos, la excreción, etc.) sobre las cuales se apuntalará la pulsión, provocando una
satisfacción extra.
Partiendo de este esquema de apuntalamiento en las funciones vitales, Freud llama
¨desarrollo psicosexual del individuo¨ al recorrido que realiza la pulsión por las distintas
zonas erógenas –con sus respectivas modalidades de satisfacción- hasta llegar a la fase
fálica, dando pie al complejo de Edipo, cuya resolución dará lugar a las identificaciones y
diferentes salidas para el varón y la mujer.
Ahora bien, el adjetivo ¨femenina¨ implica que para Freud era diferente el desarrollo
psicosexual del varón al de la mujer, y esto le provocaba inconvenientes a nivel teórico y
fundamentalmente clínico. La explicación del complejo de Edipo en el varón era precisa: el
temor a la castración impone una renuncia pulsional e instaura al superyo, permitiéndole así
el ingreso a la cultura. En la niña en cambio, la castración impulsaba a la envidia del pene,
iniciando así el Edipo, cuyo sepultamiento, según el Freud, era incierto.
De esta manera, a pesar de existir una única libido 33 , la niña se posiciona distinto al
varón respecto a la castración, es decir, a tener o no tener el falo * . Colette Soler sostiene
que Freud propone la prevalencia de un significante único, el falo (el pene, para el vienés) y

33
Freud, S., Op. Cit., n. 26, pg. 241.
*
Es importante recordar aquí que, según Freud, a este nivel del desarrollo psicosexual solo existe un genital,
el masculino, dado que la vagina no puede ser representada. Por lo tanto ¨no hay un primado genital, sino un
primado del falo¨. Freud, S., ¨La organización genital infantil (una interpolación en la teoría de la sexualidad)¨
(1923), Obras Completas Vol. XIX, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2006, pg. 146.

18
de allí las dos posiciones antagónicas respecto a tener o no tenerlo. De esta manera, la falta
fálica es el principio dinámico de toda libido y forma la identidad sexual a partir del temor
a perderlo por quien lo tiene, o envidia de tenerlo, para quien no. El complejo de castración
sería en Freud el acceso a ser hombre o ser mujer 34 .
Cuando la niña reconoce el hecho de su castración, queda frente a tres opciones
posibles: renuncia a la sexualidad en general (y con ella a su quehacer fálico y a buena
parte de virilidad en otros campos), negación rotunda (sumergiéndola en un ¨complejo de
masculinidad¨ que puede terminar en una elección de objeto homosexual) o una
configuración femenina ¨normal¨ que toma al padre como objeto, para recibir de él un hijo,
iniciando así el Complejo de Edipo 35 .
Entonces se puede pensar que lo que caracterizaba de ¨femenina¨ a la idea de
sexualidad planteada por Freud, era una posición diferente respecto al falo. A partir de la
bisexualidad constitutiva, la mujer, empujada por la ¨envidia de pene¨ tomaba una posición
respecto al falo diferente a la del varón, resguardado éste bajo el temor a la castración. Así
la niña, orientada por la ecuación simbólica pene=hijo, se embarca en una compleja
búsqueda del falo desplegando la estela de la feminidad freudiana.
De algún modo Freud localizaba algo distinto al orden fálico, orden representado
hasta el momento por el varón y la presencia del órgano, la imagen del mismo. La niña
freudiana, ante la ausencia fálica elaboraba otro camino en el despliegue de su sexualidad,
camino que Freud vislumbraba, pero que, con cuya explicación, no alcanzaba a
conformarse. La lectura freudiana, a pesar de contar con el concepto de pulsión y sus
consecuencias revolucionarias respecto al sexo biológico, se mantuvo ligada a la dialéctica
presencia-ausencia que le imponía el falo como símbolo. De este modo, su explicación de
la sexualidad femenina como algo diferente al orden fálico, no podía ser más que una
oposición simbólica (en este caso, alentada por una ausencia). En consecuencia, si bien
desde la clínica Freud se encontraba con algo más allá del orden fálico, sus desarrollos
sobre la feminidad nunca pudieron ir más allá de este orden.

34
Soler, C., ¨Lo que Lacan dijo de las mujeres¨, Buenos Aires, Paidos, 2007, pg. 38.
35
Freud, S., Op. Cit., n. 26, pg. 231.

19
Sexuación

Este es el punto de partida desde el cual, para continuar con el presente trabajo, se
adentrará en el concepto de ¨sexuación¨ propuesto por Lacan a comienzos de los años 70.
Con estos aportes, Lacan da un paso más allá de Freud y permite salir del orden fálico para
formalizar lo específicamente femenino, aquello que no dejaba de insistir en la práctica
analítica.
A partir del Seminario 18, Lacan trabaja con mayor atención el concepto de goce,
produciendo algunas modificaciones al mismo. Tal concepto tiene una presencia y un
tratamiento importante en esta etapa de producción y lleva a su vez, a reformular otras
ideas, entre ellas la de identificación y el concepto de ¨falo¨, que influirán directamente en
las concepciones atinentes a lo femenino.
Como punto de partida, en las primeras clases del Seminario 18, Lacan remarca con
fuerza la separación existente entre los desarrollos freudianos sobre la sexualidad, y su
acepción biológica, como si dicha idea estuviera diluyéndose. Sostiene que ¨es raro […]
que no se haya percibido el mundo que hay entre este término sexualidad en todas partes
donde comienza a adquirir sustancia biológica […] y lo que Freud enuncia sobre las
relaciones que el inconciente revela. Sean cuales fueren los traspiés a los que él mismo
pudo sucumbir en este orden, lo que Freud muestra del funcionamiento del inconciente no
36
tiene nada de biológico¨ . A partir de allí la palabra ¨sexualidad¨ será cada vez menos
usada por Lacan, como si de alguna manera la dejara relegada para las confusas lecturas
que se han hecho de Freud sin evitar que se filtre el determinismo biológico, y deja en claro
que, de lo que se trata, es de las ¨relaciones¨ entre el hombre y la mujer. Continuando con la
cita anterior, dice: ¨nada de esto tiene derecho a llamarse sexualidad más que por lo que se
llama relación sexual. Por otra parte, esto es completamente legítimo hasta el momento en
que utilizamos el término sexualidad para designar otra cosa, a saber, lo que se estudia en
biología, el cromosoma y su combinación […]Pero esto no tiene nada que ver con lo que
está en juego […] las relaciones entre el hombre y la mujer¨ 37 .

36
Lacan, J., ¨El seminario, libro 18. De un discurso que no fuera del semblante¨. Buenos Aires, Paidos, 2009,
pg. 30.
37
Ibid., pg. 30.

20
De este modo entonces, queda claro que para Lacan, al igual que Freud, lo que
tenga que ver con el inconciente y su funcionamiento, se encuentra completamente por
fuera de cualquier determinismo biológico. La relación directa entre la sexualidad y el
inconciente hace que aquella también se encuentre despojada de cualquier naturaleza
biológica.
Sin embargo, no por ello el sexo biológico queda completamente excluido ya que,
como dice Graciela Brodsky, hay que tener en cuenta que la sexuación depende de la
acción del significante sobre aquel. A partir de esta biología se construye un cuerpo
imaginario (¨que, ignorante de los avances de la genética, solo se rige por el papel
prominente de los caracteres primarios y secundarios¨, dice esta psicoanalista) sobre el cual
el significante inaugura las significaciones del tener o no tener, del ser o no ser. Esto
provoca que en un sujeto puedan coexistir posiciones sexuadas contradictorias provenientes
de la diferencia entre lo que la sexuación le debe a lo imaginario, a lo simbólico y a lo
real 38 . Entonces, el sexo biológico no determina nada en el inconciente, pero la acción del
significante sobre éste es ineludible para la sexuación.
Ahora bien, para comprender qué es lo novedoso que introduce el concepto de
¨sexuación¨, es necesario tener en cuenta la concepción que Lacan tiene del falo en estos
momentos de su enseñanza. Andrés Borderías, sostiene que en los años ´50 la posición
sexuada se articulaba en términos de ¨identificación sexual¨ según la dialéctica fálica
emplazada en el marco edípico, y estar en relación al falo implicaba abordar al goce como
prohibido. Lacan ubicaba la problemática fálica un paso más allá del tener-no tener
freudiano, sugiriendo que la castración está ligada a la falta en ser que determina la
estructura. Por esto, se opera un pasaje hacia la dialéctica tener-ser el falo. El sujeto accede
a su posición masculina o femenina según la conocida dialéctica en la que el ser y el tener
fálico se despliegan en el drama edípico como trasfondo 39 .
Pero en los años ´70, Lacan relaciona de otro modo al falo con el goce. En el
Seminario 18 Lacan dice que la teoría analítica enuncia que la relación con el plus-de-gozar
es esencial para el sujeto y que ¨el plus-de-gozar solo se normaliza por una relación que se

38
En Miller, J.A., ¨Del Edipo a la sexuación¨, Buenos Aires, Paidos, 2008, pg. 48.
39
Borderías, A., ¨La sexuación en el seminario ¨Aun¨¨, 2007, extraído el 10 de Julio de 2012, de
http://nucep.com/wp-content/uploads/2012/09/Andr%C3%A9s-Borderias_LA_SEXUACION_EN_EL_
SEMINARIO_AUN.pdf

21
establece con el goce sexual, teniendo en cuenta que este goce no se formula, no se articula
más que por el falo, en la medida en que es su significante. […] El falo es propiamente
40
goce sexual por cuanto está coordinado con un semblante¨ . De este modo se pasa del
significante fálico como negativizando el goce a ser un medio de goce, el falo articula el
goce sexual, lo hace posible.
Esta perspectiva posibilitará introducir una nueva relación al goce en las
identificaciones, es decir, ser hombre o mujer ya no dependerá solamente de tener o no
tener el falo, de ser o no ser el falo y todo tipo de relaciones a este significante en términos
del Edipo (como poniendo un límite al goce), sino que se incluirá la variable del goce
sexual, es decir cómo el falo posibilita este goce, y cómo el sujeto se ubica en torno a él.
Para pensar al hombre o a la mujer se deberá también tener en cuenta la relación del sujeto
al goce, o al significante fálico como goce sexual, yendo de este modo, más allá del marco
imaginario-simbólico del complejo de Edipo. Abordar las problemáticas de la
identificación sexual en estos nuevos términos de relación al goce, es pensar en términos de
¨sexuación¨.
De este modo entonces, para continuar desarrollando qué implica la ¨sexuación¨, y
cómo mediante este concepto Lacan puede ir más allá de Freud en sus teorizaciones sobre
la sexualidad femenina, es importante primero especificar a qué se refiere Lacan con esta
idea de ¨goce sexual¨, o más bien, en qué se caracteriza este goce sexual que introduce el
falo.
En la primera clase del Seminario 20 Lacan dice que ¨el goce, en tanto sexual, es
fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal¨ 41 , y lo opone al goce Otro. Es
decir, plantea dos modos de goce que se relacionan de forma distinta al cuerpo y al falo: el
goce fálico (o goce sexual) y el goce Otro.
El goce fálico será aquel que está de algún modo localizado, regulado por el
significante fálico y que, sólo por este significante, es accesible para el sujeto. Maleval
sostiene que el cuerpo del ser hablante se encuentra profundamente trastornado por el
lenguaje e invadido por una tensión que va contra la homeostasis del placer y que está
orientada hacia el encuentro del objeto perdido. De ello resulta el montaje de las pulsiones,

40
Lacan, J., Op. Cit., n. 36, pg. 30.
41
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pg. 17.

22
centrado en un plus de goce y del cual éstas extraen su satisfacción, aunque sin alcanzarla.
¨Esta tensión constituye el goce llamado fálico, localizado en el fuera-del-cuerpo que es el
objetivo de las pulsiones, y que, mediante esta localización, vacía el cuerpo propio de
goce¨ 42 . Este goce fálico es transportado por los semas (que producen el sentido, según
Lacan 43 ) y es un goce del Uno, que no facilita el acceso al cuerpo del Otro en cuanto tal 44 .
Es decir que el cuerpo, al ser atravesado por el lenguaje, al entrar en el orden del lenguaje y
ser castrado por éste, se vacía de goce. Este goce se ubica en parte, en el falo, quedando de
esta forma como único modo de goce posible para todos por igual, y dejando el cuerpo
como Otro, como una alteridad ajena e inaccesible a este orden.
Así, el falo, como símbolo de la castración, funciona como referencia, ordenando
este goce y fundando un orden en el cual dicho goce está regulado de un mismo modo para
todos, lo cuál permite el lazo social. Dice Eduardo Mahieu que ¨ese símbolo no se
desprende de la diferencia anatómica de los sexos [no es el pene * ], sino del hecho de que
tenemos que inscribirnos en lo que es nuestro medio natural, el lenguaje, es decir de la
conquista de los aparatos simbólicos sobre lo real del organismo¨ 45 . Esta localización del
goce en el registro del lenguaje ¨lo hace participar del lazo social, y hace que se aplique
tanto a los sujetos machos como hembras [en términos de sexo biológico ** ] debido al hecho
de que todo el mundo está sumido en la castración¨ 46 .
Entonces se ven claramente tres cosas importantes respecto al goce fálico, a retener
para los siguientes desarrollos de este trabajo: 1- el corte que produce el orden simbólico en
el organismo, lo vacía a este de goce, 2- de este modo el goce se ordena en torno al falo,
como fuera del cuerpo, y de esta forma el sujeto tiene un acceso al goce regulado por este
orden simbólico. Por esto el falo es símbolo de la castración, y a la vez significante de goce.
Y 3- la relación del sujeto al Otro está mediatizada por el falo, siendo este la única forma de

42
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 120.
43
Lacan, J., Seminario 21, lección del 19 de Abril de 1974, citado en Maleval, J.C., Ibíd., pg. 120.
44
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 120.
*
Para dejar clara esta idea, se puede recurrir una vez más a Lacan, quien en el Seminario 18 dice que ¨el falo
no designa de ningún modo el órgano llamado pene con su fisiología ni tampoco la función que efectivamente
podría atribuírsele con alguna verosimilitud, la de la copulación. Si nos remitimos a los textos analíticos,
apunta de la manera menos ambigua a su relación con el goce. Y por eso lo distinguen de la función
fisiológica.¨ Lacan, J., Op. Cit., n. 36, pg. 62.
45
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 46.
**
Nota del Autor.
46
Ibíd., pg. 46.

23
posibilitar el lazo social. Es decir, la única forma que tiene el sujeto para regular su pulsión
en términos universalizables es accediendo a ella a través del falo, y esto le posibilita el
lazo social, fundando la ilusión de la existencia de una completud.
Pero al mismo tiempo el falo hace de obstáculo ya que al simbolizar la castración,
se erige como único punto de referencia sobre algo que en lo real, no existe. Es decir, es
una referencia vacía que nuclea a la vez lo posible, y aquello que queda por fuera de lo
simbólico. Y al ser la única vía de acceso al Otro, es al mismo tiempo la prueba de que el
Otro está fallado. Este es uno de los motivos por el cual Lacan plantea que la relación
sexual no existe. La relación al Otro no existe, es sólo relación al Uno del falo, y que se
topa una y otra vez con su propia imposibilidad. Como sostiene Andrés Borderías, el falo
deviene conector en un campo marcado por la no-relación, de modo que, en el campo del
goce sexual, el sujeto se relaciona con el goce del Uno, y no con el goce del Otro sexo 47 .
En este sentido se puede tomar a Lacan cuando dice que ¨el goce fálico es el obstáculo por
el cual el hombre no llega […] a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo
que goza es del goce del órgano¨ 48 . Entonces, Lacan no solo habla de ¨relaciones¨ entre el
hombre y la mujer, sino que además, esta relación está fallada de antemano.
Esto conduce a la otra vertiente del goce: el goce Otro. A diferencia del goce fálico,
el goce Otro ¨no se reduce a ningún rasgo identificable que pueda universalizarse como el
falo¨, y viene a designar la alteridad respecto a dicho goce fálico 49 , podría decirse que es un
intento de señalar la alteridad absoluta respecto al Uno. Según G. Morel, en Lacan ¨el Otro
es siempre el lugar de alteridad absoluta para el sujeto. Pero, dependiendo de los contextos
y las épocas de su enseñanza, el Otro designa distintas instancias¨ 50 . Y este es uno de los
inconvenientes respecto al goce Otro: al designar una alteridad respecto a aquello que está
ordenado en torno a lo simbólico, es imposible simbolizarlo de alguna manera. A pesar de
que sus efectos se verifican en la clínica, este goce escapa al orden de la palabra. Es por ello
que Maleval sostiene que este goce elude lo simbólico, es diverso, inaprensible y no

47
Borderías, Andrés, Op. Cit., n.39.
48
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pg. 15.
49
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 155.
50
Ibíd., pg. 155.

24
responde a ningún principio unificador 51 como es el falo. De aquí se desprende el hecho de
que no se pueda decir nada de él.
Por su parte, Mahieu dice que este goce es llamado ¨suplementario¨ respecto al goce
fálico y que está marcado por un rasgo negativo: es un goce no-fálico, no puede localizarse
en un órgano como el falo. Es por esto que Lacan lo caracteriza como ¨goce del cuerpo¨ 52 .
En el Seminario 20 Lacan sostiene que se trata de un goce que está más allá del falo, un
goce del cual nada se sabe, pero puede ser experimentado por algunos, y que la única vía de
intentar abordarlo es la vía lógica, ya que no hay otra manera 53 . Y la vía lógica que
desarrolla para hacerlo, se trata de las fórmulas de la sexuación.
Entonces se puede decir que, más allá del goce sexual (o fálico) con el que Lacan
une el falo con el goce a la hora de pasar de la sexualidad a la sexuación, se halla el goce
Otro como otra cara de la misma moneda y que, como se dijo, escapa a cualquier tipo de
simbolización posible y a la vez, provoca que las relaciones de cada ser hablante al Otro
estén falladas. No por esto, dichas relaciones dejan de existir, pero en este contexto, en el
cual la relación sexual no existe. Para intentar abordar esto, Lacan recurre a las tablas de la
sexuación.
Las llamadas ¨tablas de la sexuación¨ consisten en un desarrollo progresivo de
Lacan que se inicia en el Seminario 18 y se despliega durante los seminarios y escritos de
principios de los ´70. Estas tablas intentan formalizar una lógica que opera en el
inconciente y muestra las relaciones que se establecen entre los seres hablantes, la
castración, el goce fálico y el goce Otro, procediendo de este modo a una reducción del
mito edípico a la lógica única de la castración 54 , y por lo tanto, a una redefinición de
¨hombre¨ y de ¨mujer¨ para el psicoanálisis, provocando un vaciamiento del ser y de
cualquier posibilidad escencialista que este concepto acarrea, para dejarlos planteados sólo
como existencia lógica, llegando incluso a acercar a la mujer a esta idea de alteridad
absoluta e inaccesible. Después de estas redefiniciones, ¨no se podrá decir que se es hombre
o mujer, sino que se existe como tal¨ 55 .

51
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 120.
52
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 48.
53
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pgs. 90 y 91.
54
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 113.
55
Fischman, M. y Hartmann, A., ¨Amor, sexo y... fórmulas¨, Buenos Aires, Manantial, 1995, p. 81.

25
Para escribir las fórmulas, Lacan se apoya en la lógica aristotélica surgida de la
teoría de los silogismos, en la cual se distinguen proposiciones universales y particulares,
afirmativas y negativas, y utiliza las notaciones lógicas del cuantificador universal (∀, que
se lee ¨para todo¨), del cuantificador existencial (∃, que debe leerse ¨existe al menos uno¨) y
la negación (que se indica con una barra trazada sobre aquello que se niega). Pero en el
intento por adaptarlas a la experiencia psicoanalítica, realiza algunas torsiones a esta lógica
aristotélica que lo llevarán a nuevas escrituras lógicas no existentes en la lógica formal.
Los matemas que se utilizan para escribir las tablas de la sexuación no tienen un
significado en sí mismos, sino que demuestran las relaciones lógicas arriba mencionadas, e
intentan circunscribir cómo se sexúa cada ser hablante. Se puede pensar, como dice Miller,
que estas tablas tienen el objetivo de abordar la ¨fenomenología del goce¨ 56 .
Para esto, Lacan construye dos lugares, el lado del ¨todo¨ y el del ¨no-todo¨, que se
distinguen por el modo en que los sujetos se inscriben en la función fálica * de la castración
y, por ende, por cómo se relaciona a los dos tipos de goce planteados: al goce fálico y al
goce Otro. Pero a su vez, ambos lugares no dejan de estar relacionados ya que cada uno
objeta al otro y demuestra su inconsistencia, mediante relaciones de implicancia y de
contradicción. No puede leerse un lado sin el otro.
Cuando un ser hablante se ubica del lado del ¨todo¨, implica que su goce está todo
ordenado en torno al falo, regulado bajo el orden de la función fálica, que es universal, es
para todos los sujetos igual. Lacan grafica esto con los matemas ∀x Φx, que son leídos
como ¨para todo x, se cumple la función fálica de x¨. Cualquier ser hablante que se ubique
en este lado, formará parte del conjunto de aquellos cuyo goce cae bajo la función Φx. En
el Seminario 19 Lacan dice que la notación Φx expresa la relación del significante al goce,
pero de este modo tan particular que él plantea, y que ya se mencionó en este trabajo: la
única vía de acceso que tiene el sujeto a la pulsión, es el goce sexual, lo que, al mismo

56
Miller, J. A., ¨L´homologue de Málaga¨, en La cause freudienne Nº 26, febrero de 1994, p. 12, citado en
Mahieu, T. E., Op. Cit., n. 6, pg. 49.
*
Es importante destacar, como señala Guy Le Gaufey, que en la expresión ¨función fálica¨, el falo ya no
interviene como elemento, sino que aparece como una adjetivación, cuyas consecuencias son ineludibles. Ya
no se trata de un objeto, sino de una ¨relación¨, debido a que una ¨función¨, en el lenguaje matemático que
contextualiza estos desarrollos de Lacan, es una puesta en relación de elementos pertenecientes a series
disyuntas. Dichas series disyuntas no son ¨hombre¨ y ¨mujer¨, sino los seres hablantes y el goce. ¨La función
fálica designa en adelante la relación de cada ser hablante […] con el goce que llega a rozar por el lenguaje¨,
en Le Gaufey, G. ¨El notodo de Lacan¨, Buenos Aires, Ediciones Literales, 2007, p. 81.

26
tiempo, hace de obstáculo. Entonces, como esta vía de acceso a la pulsión implica que el
sujeto esté sexuado, la x representa un significante mediante el cual el sujeto se sexúa, es
decir, un significante sexual. Así, cada vez que el sujeto tiene que vérselas con ese
significante sexual, con eso que apunta a la pulsión, tendrá que vérselas con Φx 57 . Por lo
tanto estar en este lado del ¨todo¨ implica que el significante que el sujeto ubique en ese
lugar de X, regulará la pulsión según el orden que impone la castración en este lado de la
tabla y, para ese sujeto, ¨todos¨ los demás también estarán implicados en este orden, y
gozarán bajo la misma regla. Excepto Uno, para quien, como el Padre de Totem y Tabu 58 ,
el goce no está supeditado a ninguna ley.
Es por esto que en el lado del ¨todo¨ existe una excepción, que Lacan escribe
como ∃x Φx. Es decir, al menos un elemento que no cumple con la condición necesaria
para ser parte de ese ¨todo¨ (con la función Φx, en este caso), pero que, por eso mismo,
garantiza la existencia del conjunto cerrado. Esta es una exigencia extraída de la lógica en
la cuál, según Maleval, ¨ningún sistema puede pensarse a sí mismo globalmente¨ 59 .
Entonces, para que una serie de elementos pueda cerrarse y conformarse como conjunto (el
conjunto de todos los Φx en este caso, es decir, todos los que están en torno al goce sexual),
es necesario que exista al menos un elemento que niegue la condición bajo la cual ese
conjunto se constituye. Así, por oposición, todos los elementos que cumplen con tal
condición pueden reconocerse como iguales entre sí, y diferentes a la excepción, la que, al
no cumplir con la condición del todo, queda como un límite al cual la función fálica no
alcanza. Como sostiene Lacan en el Seminario 19, ¨a partir de esto de que ¨existe-uno¨, es a
partir de ahí que todos los otros pueden funcionar, es en referencia a esta excepción, a este
¨existe¨ 60 .
Hablando en términos de goce, se trataría de al menos Uno cuyo goce no cae bajo la
regulación de la función fálica, cuyo goce sería ilimitado. Esto ¨es lo que se llama función
del padre, de donde procede por negación la proposición Φx, que funda así el ejercicio de
lo que, con la castración, suple la relación sexual, en tanto ésta no puede inscribirse de

57
Lacan, J., ¨…Ou pire¨. Seminario 19, 1971-1972. Clase del 15 de diciembre de 1971. Versión Íntegra,
pg.22.
58
Freud, S., ¨Totem y Tabú (1913)¨, Obras completas Vol. XIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2003.
59
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 119.
60
Lacan, J., Op. Cit., n. 57, pg. 24.

27
ningún modo. El todo se apoya entonces aquí en la excepción postulada como término,
como lo que niega íntegramente a esa Φx¨ 61 .
Se observa así una relación de contradicción entre las dos notaciones que se hayan
del lado del ¨todo¨ (∀x Φx y ∃x Φx). La misma responde al esfuerzo de Lacan por romper
con el substancialismo de la universal aristotélica.
Como explica Le Gaufey, en la lógica de Aristóteles, la universal afirmativa (¨para
todo¨) es esencialista, y la particular afirmativa (¨algunos¨) es una derivación de esta
esencia universal, que produce un ser calificado con el rasgo universal * . Lacan, en cambio,
intenta romper con cualquier idea de este tipo de substancialismo intentando que la
existencia que él plantea en sus tablas no quede ligada a ninguna esencia relacionada a la
suposición de ser de la universal. Para esto, su razonamiento va por la vía de la particular
máxima, es decir, en lugar de tomar el ¨algunos¨, y a los seres que son calificados con la
derivación de la universal (esto sería la particular mínima), elige al resto, a los que quedan
por fuera de esa particular. Entonces, el ¨algunos¨ se puede entender también como ¨no
todos¨. Es decir, ¨no todos¨ los elementos cumplen con esa condición. Y si ¨no todos¨
cumplen con la condición, quiere decir que existe ¨al menos uno¨ que no la cumple. De este
modo, se produce un pasaje de la esencia a la existencia: la particular afirmativa deja de ser
una derivación esencialista de la universal, para transformarse en una existencia lógica que,
además, contradice y a la vez funda a su universal, pero en forma de conjunto cerrado. Así,
la universal de Aristóteles deja de abarcar el Todo y queda inconsistente como esencia, ya
que existen elementos que no la poseen. Y la universal de Lacan (es importante destacar
que ∀x Φx es la única Universal posible en las tablas de la sexuación ** ) se transforma en
un conjunto conformado por aquellos existentes que cumplen con la función (Φx en este
caso) y que, al no poder pensarse a sí mismo globalmente, dicho conjunto queda

61
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pg. 96.
*
¨El ∀ de la lógica moderna, se refiere al ser y a la esencia; apenas digo, y sobre todo cuando escribo ¨todo
hombre¨, produzco esa ¨entidad semi-crepuscular¨ (como las llama Quine), puro símbolo cuya denotación
espera ser efectuada y que por ello no instaura ninguna existencia, sino que produce un ser que puede ser
calificado, por lo tanto una esencia. A la inversa, el ¨existe¨ (∃) anuncia el matiz ya que dice lo que hace:
afirma de entrada el elemento que escribe¨, en Le Gaufey, G. ¨El notodo de Lacan¨, Buenos Aires, Ediciones
Literales, 2007, p. 116.
**
Como proponen Fischman y Hartmann, ¨en las fórmulas de la sexuación encontramos una sola universal: el
¨para todo¨, que está escrita del lado ¨macho¨. Hay un solo lugar donde es posible hacer un universo, pero no
es un universo del todo sino un universo acotado; acotado justamente por el no-todo¨, en Fischman, M. y
Hartmann, A., Op. Cit., n. 55, p. 66.

28
desubstancializado, encontrando su límite en el ¨no-todo¨ 62 . A partir de esto, existir como
¨hombre¨ en términos de sexuación, será inscribirse en este conjunto de ¨∀x Φx¨, ya que,
como dice Lacan, ¨el hombre en tanto todo se inscribe mediante la función fálica¨ 63 .
Pero ubicarse del lado en el cual ¨todo¨ goce es fálico (es decir, existir como
¨hombre¨), no implica estar exento de los efectos del Otro goce. Como ya se vio, el
conjunto del ¨todo¨ se encuentra limitado por el ¨no-todo¨ de la particular máxima. Así es
posible introducirse en el Otro lado de las tablas de la sexuación, el lado del ¨no-todo¨.
Sobre el lado derecho de la tabla (lugar en el cual se ubicaría la particular negativa
de Aristóteles), Lacan escribe la notación que él mismo deriva de la particular afirmativa,
pero en su versión de ¨particular máxima¨, es decir ∀x Φx (¨no todo x es función fálica de
x¨). Lo interesante del movimiento de Lacan al escribir este otro lado es que no niega la
función Φx, sino que hace recaer la negación sobre el cuantor del ¨para todo¨ (∀x). Esta
operación no existe en la lógica (en donde sólo se puede negar el atributo o función, no el
cuantificador), pero es una herramienta lacaniana para decir que no se está negando la
función fálica, sino su alcance respecto al goce. Posicionarse de este lado implica que ¨no-
todo¨ el goce está ordenado en torno al falo. Es decir, hay algo de su goce que no se
encuentra limitado por la función fálica, y por lo tanto, no se puede ordenar para todos por
igual.
Sin embargo, el ser hablante que se ubique de este lado no escapa a la función Φx,
ya que, como está escrito en las tablas, dicha función no está negada. Esto es lo que permite
a Lacan afirmar que, quienes se ubican de este otro lado de las tablas, es decir, quienes
existen como ¨mujeres¨, no dejan de estar en la castración, pero no toda, ya que cuentan con
un goce suplementario. ¨Sólo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas que es la de
las palabras. […] No deja de ser cierto, sin embargo, que si la naturaleza de las cosas la
excluye, por eso justamente que la hace no toda, la mujer tiene un goce adicional,
suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica¨ 64 . Y este goce
suplementario es, como ya se explicó anteriormente, el Goce Otro.
Entonces se puede comenzar a apreciar de qué modo los desarrollos de Lacan sobre
la sexuación, y la relación del falo al goce que la subyace, desembocan en una redefinición

62
Le Gaufey, G. ¨El notodo de Lacan¨, Buenos Aires, Ediciones Literales, 2007, p. 116.
63
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pg. 96.
64
Ibid., pg. 89.

29
de ¨hombre¨ y ¨mujer¨ respecto a lo que planteaba Freud. Hasta aquí, cualquier ser hablante
puede ubicarse como hombre o como mujer en las tablas de la sexuación, más allá de su
sexo biológico, su posición al falo, su rasgo pulsional o sus propias representaciones sobre
lo masculino o lo femenino. Hombre ya no sería aquel no-castrado de Freud que resuelve el
complejo de Edipo a partir del temor a la castración, sino aquel ser hablante cuyo goce está
ordenado por la función fálica. Todo aquel que cumpla con esta condición será parte del
conjunto de ¨todos los hombres¨, conjunto que encuentra su límite en al menos un
elemento cuyo goce no está limitado de ninguna forma, es decir, el Padre simbólico. Del
lado de las mujeres se puede situar cualquier ser hablante cuyo goce se encuentra bordeado
por la función fálica, pero no del todo, lo que le permite un acceso a un goce suplementario
y no simbolizado, siendo este singular e imposible de situarse en un orden común. Se
encuentra aquí una gran diferencia respecto a Freud, ya que la mujer no sería definida a
partir de una ausencia, sino a partir de un plus.
Ahora bien, para terminar de comprender de qué modo Lacan destierra cualquier
vestigio de complementariedad y demuestra así la no existencia de relación sexual, es
necesario analizar de qué forma concluye la construcción de las tablas de la sexuación.
Si se presta atención al modo de escribir las relaciones que se producen entre las
diferentes deixis 65 de las tablas, se aprecia una reconfiguración respecto a Aristóteles de las
relaciones entre los elementos, que constantemente tiende a romper con la
complementariedad que aparece en las notaciones del filósofo griego. Ambos lados de las
tablas se obstaculizan y a la vez se sostienen recíprocamente. Esta es la manera que
encuentra Lacan para cernir, o poder transmitir la idea de relación fallada del ser hablante al
Otro sexo, propia de la experiencia del sujeto del lenguaje, que no tiene más elementos que
la palabra para vérselas con el goce.
Se ve así que las particulares de Lacan (∀x Φx y ∃x Φx) tienen una relación de
equivalencia entre ellas, a diferencia de lo que ocurre en Aristóteles, en el cual ambas
particulares sólo son compatibles entre sí. Como ya se explicó, de esta relación surge la
particular afirmativa (∃x Φx) que permite fundar el conjunto de la universal afirmativa
(∀x Φx). A su vez, cada particular, en lugar de ser una implicación derivada de su universal

65
Se llama ¨deixis¨ dentro del cuadrado lógico a los elementos que se ubican del mismo lado, que Lacan
denomina entonces, por su parte, ¨hombre¨ y ¨mujer¨. En Le Gaufey, G., Op. Cit., n. 62, p. 118.

30
(como ocurre en Aristóteles), tiene una relación de contradicción con ésta, lo que provoca
en dichas universales, según demuestra Le Gaufey, un vaciamiento de su ontología
residual. Entonces se resalta la importancia que tiene el aspecto restrictivo de la particular
negativa (¨no todo¨, o ∀x Φx) en este cuadrado lógico de Lacan, lo que provoca que ¨ ¨todo
hombre¨ se vuelve un elemento estrictamente simbólico sobre el cual, por supuesto, está
permitido predicar (∀x Φx), pero cuya existencia por el momento nada garantiza¨ 66 .

La Mujer

Entonces, para concluir con las tablas, Lacan escribe la universal del lado ¨mujer¨
como una negación de cualquier existencia que no cumpla con la función fálica ( ∃x Φx).
Esta universal sería equivalente a la del lado ¨hombre¨ (¨todo x es Φx¨ y ¨no existe ninguna
x que no sea Φx¨, ∀x Φx y ∃x Φx respectivamente). Sin embargo, escribirla de este modo
tiene por consecuencia la imposibilidad de cerrar un conjunto universal en el lado ¨no-todo¨
de las tablas ya que no hay nada que se oponga, no hay nada que sea ¨no Φx¨.
Por lo tanto, de este lado ¨mujer¨ se ve una negación de la universalidad de los que
cumplen con la función fálica (∀x Φx), es decir, no todos los elementos que se ubiquen a la
derecha de las tablas cumplen con Φx, pero a la vez, en este lado, no existe ninguno que no
cumpla con dicha función. Y esto es lo interesante ya que abre una indeterminación: no
todos, pero no hay quien no, ¿entonces de qué se trata?
Así ¨los elementos presentes de ese lado están cada uno sometidos al mismo
régimen [Φx], sin por ello llegar a ser nunca los elementos de un todo¨ 67 , quedando de este
modo una brecha imposible de determinar simbólicamente o de cernir en términos
universales. Pensando nuevamente en términos de goce, los seres hablantes de este lado
están sometidos al régimen de la función fálica, no dejan de gozar de esta manera, pero hay
un plus que escapa a dicho régimen, y lo confronta a la indeterminación del goce Otro y sus
consecuencias singulares para cada sujeto. Como sostiene G. Morel, ¨esta negación implica
que la referencia al falo, por central que sea, no es la única para una mujer. Pero no podrá

66
Le Gaufey, G., Op. Cit., n. 62, pg. 145.
67
Ibid., pg. 113.

31
decirse, no obstante, que para ella exista otra cosa susceptible de indicarse mediante un
significante amo ¨femenino¨ equivalente al falo¨ 68 .
En la construcción del lado ¨mujer¨ de las tablas Lacan se esfuerza por suprimir toda
universalidad, haciendo surgir de este modo una indeterminación que anula cualquier tipo
de referencia a una alteridad. Esto es lo que plasma con la expresión ¨La mujer no existe¨.
Es esta indeterminación entonces la que rompe con cualquier supuesto de dualismo
complementario ya que la ausencia de rasgo (no estar bajo la función Φx) no implica
necesariamente regresar a la presencia de aquel, sino una nada. ¨Todo lo que no es hombre
es mujer, tenderíamos a admitirlo, pero ya que la mujer es ¨no-toda¨ (pas-toute), ¿por qué
todo aquello que no es mujer debiera ser hombre?¨ 69 , dice Lacan sobre esta ¨bipartición
fugitiva¨.
Entonces ahora sí se puede apreciar la redefinición de ¨hombre¨ y ¨mujer¨ que
realiza Lacan a partir de los desarrollos de la sexuación, sobre las ideas de Freud. En primer
lugar, es importante destacar que en esta época Lacan considera al ¨hombre¨ y a la ¨mujer¨
como ¨valores sexuales, con relación a la función fálica, los cuales son hechos de
discurso¨ 70 . Ambos lados de las tablas muestran la división subjetiva 71 del ser hablante, por
lo tanto, ubicarse de uno u otro lado es estar de modos distintos en relación a la función
fálica, y por ello tomar un valor significante distinto respecto a esta función y a la alteridad.
Entonces existir como hombre o como mujer es una cuestión de significante. Desde esta
perspectiva, existir como hombre o como mujer es un problema puramente lógico.
Cuando Freud define al varón y a la niña a partir de la oposición presencia-ausencia,
no deja de estar definiéndolos en relación al falo. La mujer de Freud, por más que se
enfrente al enigma de ¨no tenerlo¨, puede suponer, por oposición, qué implica ¨tenerlo¨. Es
por esto que Lacan ubica al par freudiano del lado del hombre (¨todo¨) de las tablas de la
sexuación. Ambos, más allá de la simbolización que se realicen sobre su sexo, están
castrados por el lenguaje (son significantes) y sólo pueden gozar por esa vía. Por lo tanto
estarían en relación al goce fálico, satisfaciendo su pulsión al modo que dicta la función

68
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 147.
69
Lacan, J., Op. Cit., n. 57, pg. 100.
70
Fischman, M. y Hartmann, A., Op. Cit., n. 55, p. 67.
71
Ibid., pg. 67.

32
fálica en este lado, y sosteniendo este orden universal por una excepción (Un Padre) cuyo
goce es ilimitado.
Y la ¨mujer¨ para Lacan es la alteridad (el Otro sexo) a este orden, que está dada
por una indeterminación. Como se demostró en los desarrollos lógicos del lado ¨no-todo¨,
no es lo mismo una ausencia de rasgo que los efectos de ruptura que genera una
inexistencia. Por eso Lacan define a la mujer como inexistente. Es decir, la mujer, como
término universal que permitiría hablar de ¨todas¨ las mujeres, y por lo tanto ordenar el
goce de este modo, no existe. Esto lo lleva al punto de proponer tachar el ¨La¨ (que
indicaría esa universalidad) al momento de escribirla. En el seminario 20 Lacan sostiene
que ¨cuando cualquier ser que habla cierra filas con las mujeres se funda por ello como no-
todo, al ubicarse en la función fálica. Eso define a la… ¿a la qué? –a la mujer justamente,
con tal de no olvidar que La mujer sólo puede escribirse tachando La. No hay La mujer,
artículo definido para designar el universal. No hay La mujer […] puesto que por esencia
ella no toda es¨ 72 .
Sin embargo, como ya se ha desarrollado, esto no niega que puedan existir ¨las
mujeres¨, en tanto no-todas. Por eso Lacan aclara un poco más abajo que ¨con ese la
simbolizo el significante del cual es indispensable marcar el puesto, que no puede dejarse
vacío. Este la es un significante al que le es propio ser el único que no puede significar
nada, y solo funda el estatuto de la mujer en aquello de que no toda es. Lo cual no nos
permite hablar de La mujer¨ 73 . Así, existir como una ¨mujer no-toda¨ sería estar en relación
al goce suplementario y a los avatares de su indeterminación.
Estas consideraciones sobre La mujer serán de importancia a la hora de analizar su
función en el concepto de ¨empuje-a-la-mujer¨.

72
Lacan, J., Op. Cit., n. 15, pg. 89.
73
Ibid., pg. 89.

33
34
II. Psicosis y la función de la excepción

Para continuar avanzando en torno a los interrogantes de este trabajo respecto a la


especificidad de La mujer como figura de excepción en el empuje-a-la-mujer, en el
presente capítulo se estudiarán los desarrollos lacanianos sobre la función de la excepción
en la psicosis.
Como se vio en las puntualizaciones sobre las tablas de la sexuación del capítulo
anterior, la existencia de una excepción en el lado ¨hombre¨ es fundamental para instaurar
un ¨para todos¨ de la función fálica, lo cual regula el goce, y funda el conjunto de todos los
hombres que caen bajo esta función, dando lugar a partir de esto, al no-todo del lado
¨mujer¨ (que, a pesar de ser no-toda, sigue en torno a la función fálica de regulación del
goce).
Pero en la psicosis, el ser hablante no se haya inscripto en la función fálica, por lo
tanto, no puede ubicarse en las tablas de la sexuación * . Sin embargo, en aquellos psicóticos
en los cuales el empuje-a-la-mujer se presenta como una manera de estabilización, es
posible ubicar la realización de la función de la excepción como intento de fundar un
universal que regule el goce, pero sin que ello implique pertenencia al orden fálico. Esta
solución consiste en hacer existir a La Mujer en ese punto en el cuál en la neurosis, para el
lado ¨mujer¨ de las tablas, no existe. Como sostiene Mahieu, ¨[en el empuje-a-la-mujer]
encarnar ese lugar de excepción […] es una solución psicótica planteada en términos
universales: se trata de ser el Otro del Otro¨ 74 .
Pero de este modo, la figura de La Mujer como una excepción se confundiría con
otras figuras que cumplen esta misma función en la psicosis. Catherine Millot dice que, si
bien La Mujer no existe, como decía Lacan, a nivel lógico se la podría ubicar
paradójicamente del lado ¨hombre¨ de las tablas, como aquel Uno mítico que no está
sometido a la castración. Para ella, La Mujer es uno de los Nombres del Padre 75 . A su vez,
Maleval va por la misma dirección cuando afirma que encarnar a este Hombre no castrado

*
Como sostiene Graciela Brodsky, ¨no hay sexuación sino es a partir de la acción del significante fálico, lo
que no quita que para un sujeto haya maneras diversas de inscribir su cuerpo y su goce respecto de ese
significante. […] Decimos que la sexuación depende del significante fálico, pero también de cómo se
posiciona el sujeto respecto de dicho significante y, más aún, del consentimiento o la refutación del mismo.¨
Brodsky, G., en Miller, J.A., Op. Cit., n. 38, pg. 49.
74
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 70.
75
Millot, C., Op. Cit., n. 21, pg. 34.

35
o a La Mujer toda, son procesos que están emparentados: ambas son figuras propicias para
representar a seres cuyo goce no está sometido a la interdicción fálica, igual que el
psicótico 76 .
Es por esto que surge la necesidad de revisar este concepto de excepción en lo
tocante al tema de la psicosis para explorar cómo se pone en juego en el empuje-a-la-mujer;
y qué tiene de específico La mujer como figura excepcional respecto a otras figuras que
surgen en estas estabilizaciones por la vía lógica de la excepción. Para ello se revisarán los
aportes de Lacan a la cuestión de la psicosis, teniendo en cuenta especialmente aquellos que
fueron realizados en los años ´70, dado que también es ese el momento en el cual realiza
explícitamente sus reflexiones respecto a la cuestión de la excepción.
Lo primero que se intentará ubicar es cómo entiende Lacan a la psicosis en este
periodo, y cómo, con estos desarrollos, amplía la perspectiva del desencadenamiento y la
estabilización respecto a las conceptualizaciones realizadas en torno al escrito ¨De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis¨ 77 , del año ´58. Por eso, se
tendrán en cuenta también la lectura sobre la psicosis que realiza en los años ´50. Después
de esto, se tratará de determinar cuál es la importancia de la función de excepción en la
psicosis.

Psicosis

Cuando se habla de los desarrollos de Lacan en torno a la psicosis generalmente se


hace referencia a dos grandes momentos. Por un lado, la relectura del caso Schreber que
realiza durante el Seminario 3 78 , junto al posterior escrito ¨De una cuestión preliminar a
todo tratamiento posible de la psicosis¨, y por el otro, los aportes del Seminario23 79 sobre
Joyce y la estabilización de su psicosis jamás desencadenada a pesar de la forclusión en la
base de su estructura. Ambos momentos no se excluyen, más bien se tiende a considerar
que los desarrollos de los últimos años de Lacan fueron una ampliación de lo esbozado a
finales de los años ´50.

76
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 308.
77
Lacan, J., Op. Cit., n. 3.
78
Lacan, J., ¨El seminario, libro 3. Las psicosis¨, Buenos Aires, Paidos, 2004.
79
Lacan, J., ¨El seminario, libro 23. El sinthoma¨, Buenos Aires, Paidos, 2008.

36
Durante este primer momento, Lacan se encuentra imbuido en lo que llamó su
¨retorno a Freud¨ y su postulación del inconciente en términos de estructura del lenguaje.
En este contexto, la estructuración del sujeto se da a partir del Edipo, que ha sido
formalizado en esta lógica estructuralista. Es decir, el padre y la madre intervendrán allí en
tanto significantes y el resultado de éste será el acceso al orden del discurso.
La madre viene a presentificar al Otro primordial de la demanda cuando, a partir del
par presencia-ausencia, manifiesta su deseo materno. En ese momento el niño descubre que
no es él quien colma el deseo del Otro, entonces el falo se convertirá en el significado de
esa falta en ser. ¨Descubrir que la madre desea sin que el niño pueda saturar su deseo,
produce un efecto de castración, produce la caída del deseo del niño de ser el falo de la
madre, en cuanto deseo de ser lo que le falta al Otro¨ 80 . Entonces se hace necesario que se
introduzca una significación fálica en el lugar del Otro para que se logre un efecto de
significación sobre esa falta, en el cual el sujeto pueda situarse. Como dice Lacan, esta
significación fálica ¨debe evocarse en lo imaginario del sujeto por la metáfora paterna¨ 81 .
Así, Lacan desarrolla, en su texto sobre la psicosis, la metáfora paterna como una
instancia fundamental para la estructuración del sujeto. La misma se trata de ¨una
formalización del complejo de Edipo basada en el principio de su reducción a un proceso
metafórico¨ 82 . Esta operación tendrá como consecuencia la inscripción del significante
Nombre-del-Padre, el cual logrará que la madre quede interdicta y caiga en el olvido,
pasando a ocupar el lugar del Otro, y así se instaurará la significación fálica como respuesta
a este deseo materno innombrable.
Según esta conceptualización, el sujeto se encuentra frente a la omnipotencia y al
capricho del deseo materno, y a sus infinitas significaciones, lo cual hace de este deseo
materno, un enigma angustiante. A partir de la entrada del padre, en tanto Nombre del
Padre, es posible poner un límite a esta omnipotencia materna, e instaurar una significación
a dicho deseo, una posible respuesta que se da en términos fálicos: una significación fálica.
Siguiendo la explicación que realiza Guilaña Palenques, se entiende que la función del
padre en la estructura, toma el lugar donde el sujeto va a apoyarse para constituir una

80
Guilaña Palanques, E., ¨De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: una lectura a
través del caso Schreber¨, Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona, 1997, [Versión electrónica]
extraído el 16 de Diciembre de 2012 de http://www.tdx.cat/handle/10803/5413
81
Lacan, J., Op. Cit., n. 3, pg. 533.
82
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 83.

37
identificación primordial, como sujeto del lenguaje. ¨Sobre ese padre particular recae un
valor universal en el sentido que el lenguaje preexiste al sujeto en su entrada al mundo. Este
valor universal es lo que Lacan nombrará como Nombre del Padre y es a partir de esta
función de metáfora que la madre es transmutada en deseo¨ 83 .
Cuando Lacan escribe la metáfora paterna en ¨De una cuestión preliminar…¨, ubica
en la fórmula una ¨x¨ para designar el vacío enigmático que motiva la perplejidad del sujeto
ante el deseo de la madre. Entonces, como explica Miller, viene la respuesta normal
universal: el falo. ¨La respuesta fálica aparece vía el Nombre del Padre. Así, el par Nombre
del Padre y falo recubre el de deseo de la madre y la x¨ 84 en la fórmula de la metáfora
paterna.
Luego de este proceso metafórico, se instaura la estructura simbólica del sujeto,
quedando sostenida y ordenada por un significante esencial, el significante Nombre-del-
Padre. Este permite que se inscriba el falo en tanto efecto de significación de la falta en el
Otro, lo cual otorgará consistencia imaginaria a la realidad psíquica del sujeto. Entonces el
sujeto queda del lado de la neurosis, en donde toda significación será fálica. Esto quiere
decir que los efectos de significación pueden desplazarse en cualquier sentido, pero en
última instancia tienen un límite, el falo, y gracias a éste, el sujeto cuenta con un margen
soportable de indeterminación en el plano imaginario de las significaciones 85 . De esta
manera, el sujeto queda bajo el primado de la función fálica, la cual lo hace ¨apto para
inscribirse en discursos que constituyen un vínculo social¨ 86 .

Pero cuando el significante Nombre-del-Padre no logra instaurarse, Lacan dice que


queda forcluído, generando el fracaso de la metáfora paterna. Este sería el déficit que da
lugar a la psicosis en este período de su enseñanza. Como refiere en ¨De una cuestión
preliminar…¨, ¨es en un accidente de este registro y de lo que en él se cumple, a saber, la
preclusión del Nombre del Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora

83
Guilaña Palenques, E., Op. Cit. n.80.
84
Miller, J.A., ¨Los inclasificables de la clínica psicoanalítica¨, Buenos Aires, ICBA-Paidos, 1999, pg. 190.
85
Dasfunchio, N.S., ¨Confines de las psicosis¨, Buenos Aires, Del Bucle, 2008, pg. 26 y 27.
86
Maleval, J.C., Op. Cit., n.7, pg. 83.

38
paterna, donde designamos el defecto que da a la psicosis su condición esencial, con la
estructura que la separa de la neurosis¨ 87 .
Esta perspectiva de Lacan sobre la psicosis fue novedosa en su época dado que la
prevalencia del orden simbólico en la estructura del sujeto y la conceptualización del
significante Nombre-del-Padre le permiten explicarla en otros términos que los puramente
imaginarios, como lo hacían otras teorizaciones del momento. Como sostiene Silvia
Tendlarz, ¨el concepto de forclusión sitúa una causalidad significante en la producción de la
estructura. En la medida en que la significación fálica es el efecto de la inscripción del
significante del Nombre-del-Padre, su falta produce un agujero que cambia el orden de la
estructura¨ 88 .
Al estar forcluído este significante esencial, la metáfora paterna fracasa en su
instauración y la estructura simbólica queda endeble. El sujeto se constituye sin este
proceso metafórico y por tal motivo, su estructura simbólica estará fallada. Cuando alguna
situación exige en su límite el funcionamiento de la estructura, es decir, cuando emerge un
significante que no puede ser descifrado por la estructura, no se cuenta con la significación
fálica para dar una respuesta simbólica. Entonces se produce el desencadenamiento. El
encuentro con el agujero simbólico (que Lacan llama P0) va a dejar al descubierto la falta
en lo imaginario, que no puede ser recubierta con la función fálica (Φ0).
Nieves Soria Dasfunchio sostiene que Lacan, en el Seminario 3 plantea que el
desencadenamiento se da cuando el sujeto requiere el significante Nombre del Padre en el
lugar del Otro, y en ¨De una cuestión preliminar…¨ lo piensa como el encuentro con un-
Padre en lo real 89 . De todos modos se trata de alguna situación que precisa del último
bastión de las significaciones, la significación fálica como respuesta. Entonces, al
encontrarse un agujero en ese lugar, se produce una evacuación completa de las
significaciones que sostienen al sujeto, lo cual trae aparejado la disolución de la relación
imaginaria con el cuerpo y con el mundo 90 . En este punto, la ausencia de referencia fálica
provoca el desmoronamiento del orden imaginario dado que no puede sostenerse en una
estructura simbólica bien constituida.

87
Lacan, J., Op. Cit., n. 3, pg. 550.
88
Tendlarz, S., en ¨Metáfora y delirio¨, Madrid, DOR Ediciones, 1993, pg. 87.
89
N.S. Dasfunchio, Op. Cit. n. 85, pg. 24.
90
Pereña, F., en ¨Metáfora y delirio¨, Op. Cit., n. 88, pg. 46.

39
Si se lo piensa en términos estrictamente del orden simbólico, la falta del
significante Nombre-del-Padre tiene como consecuencia la ruptura del lazo del sujeto con
la cadena simbólica. Como subrayan Pablo Fridman y Daniel Millas en ¨Los inclasificables
de la clínica psicoanalítica¨, esta ruptura consiste en la emancipación de un elemento que,
al evitar la disposición binaria de la cadena (S1-S2), ¨quedará privado de su relación con un
segundo significante, generador de la significación¨ 91 . Dicho significante emancipado, que
ya no se haya en el dominio del orden simbólico, saldrá a luz en lo real, lo cual producirá
manifestaciones clínicas diversas.
Este encuentro con lo real, con este significante que surge en lo real y que no tiene
modo de ser interpretado en un código simbólico, produce como efecto una catástrofe
subjetiva que Lacan llamó la ¨muerte del sujeto¨. Fridman y Millas entienden esto como ¨el
momento exacto en que el sujeto ya no está representado por el significante, y queda
totalmente capturado, petrificado por la pérdida del intervalo entre S1 y S2. La muerte del
sujeto corresponde así a la abolición de los efectos de significación promovidos por la
metáfora paterna¨ 92 .
De este modo entonces se ve la importancia de la función del significante Nombre-
del-Padre y los efectos de su forclusión en los registros imaginario y simbólico. En el
primero, este significante da lugar a la metáfora paterna y a los efectos de significación que
sostienen la realidad psíquica del sujeto, y su ausencia provoca un vacío de significación
debido a la falta del efecto metafórico. En el registro simbólico este significante esencial
sostiene la estructura y garantiza al sujeto ¨la salida del infierno imaginario, especular e
incestuoso¨ 93 , y ante su carencia, el resto de los significantes queda inoperante y el sujeto
obtiene como respuesta en lo simbólico, un agujero 94 .
Ahora bien, para pensar qué ocurre con el significante Nombre-del-Padre y su
forclusión en el registro de lo real, entendido éste ya no como la realidad psíquica del sujeto
(como sucede en estos años de la enseñanza de Lacan) sino como lo que sucede a nivel del
goce, es necesario revisar qué ocurre en los años siguientes a ¨De una cuestión preliminar a
todo tratamiento posible de la psicosis¨.

91
Fridman, P. y Millas, D., en Miller, J.A., Op. Cit., n. 84, pg. 82.
92
Fridman, P. y Millas, D., Ibid., pg. 83.
93
Dasfunchio, N.S., Op. Cit., n. 85, pg. 24.
94
Fridman, P. y Millas, D., en Miller, J.A., Op. Cit., n. 84, pg. 83.

40
Como dice Dasfunchio, durante el período de finales de los ´50 Lacan aborda la
estructura psicótica desde los registros imaginario y simbólico solamente, mostrando cómo
una falta en el segundo, tiene efectos devastadores sobre el primero 95 .
Sin embargo, en 1966 Lacan agrega en su escrito sobre la psicosis de 1958 una nota
al pie que explica la importancia del objeto a (entendido a esas alturas como objeto de
goce, inaprensible, perdido para siempre al estructurarse el inconciente) en la conformación
del ¨campo de la realidad¨. Para que este campo de la realidad se constituya, y el sujeto
pueda sostenerlo, es necesaria la extracción del objeto a, es decir, hace falta un corte a nivel
pulsional. Como dice Lacan, ¨es pues en cuanto representante de la representación en el
fantasma, es decir como sujeto originalmente reprimido, como el S, S tachado del deseo,
soporta aquí el campo de la realidad, y éste sólo se sostiene por la extracción del objeto a
que sin embargo le da su marco¨ 96 .
Ahora bien, ¿qué significa esto? Si se lee el trabajo de Maleval sobre la evolución
del concepto ¨Nombre del Padre¨ a lo largo de la enseñanza de Lacan ** , este psicoanalista
sostiene que durante el período transcurrido entre el texto ¨De una cuestión preliminar…¨ y
la nota al pie agregada en el ´66, se lleva a cabo una operación de incompletud del Otro,
que tendrá consecuencias profundas en el pensamiento de Lacan. A partir de ese momento,
la hiancia en el Otro es constitutiva, lo cual modificará la concepción del Nombre del
Padre. Como dice Maleval, ¨hay que destacar la ruptura radical que introduce esta hiancia
del Otro. Antes la psicosis era puesta en relación con el rechazo del significante Nombre-
del-Padre fuera del campo simbólico, mientras que, a comienzos de los años ´60, se plantea
que la estructura del sujeto se basa en esta misma exclusión fundadora. La función paterna
solo se sostiene en un significante exterior a la cadena […] que podría estar afectado a una
forclusión normal y normativa, correlacionada con la forclusión del sujeto […] Sin
embargo habría que distinguir esta forclusión de la forclusión psicótica, caracterizada por la
disfunción del significante excluido¨ 97 .

95
Dasfunchio, N.S., Op. Cit., n. 85, pg. 61.
96
Lacan, J., Op. Cit. n. 3, pg. 530.
**
ver ¨La forclusión del Nombre del Padre¨. El concepto y su clínica. Maleval, J.C., Op. Cit. n. 7.
97
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 96.

41
Entonces, es a esta forclusión fundadora a la que Lacan se refiere en su nota al pie
cuando menciona al ¨sujeto originalmente reprimido¨. En este marco, la falta en el Otro
deja de ser desestabilizadora en sí misma (como cuando faltaba allí un significante
esencial), sino todo lo contrario, ¨porque la falta en ser del sujeto recubre la falta del Otro
cuando se produce el proceso estructurante de alienación/separación¨ 98 .
La falta en ser del sujeto es la falta en el registro imaginario, en el fantasma, y esto
es lo que, según Maleval, recubre la falta del Otro. Sin embargo en el fantasma se satisface
la pulsión, lo cual denota una relación de lo imaginario con lo real (ya no entendido como
la realidad psíquica, sino como el plano de la pulsión). Pero si no hubiera extracción del
objeto a, de ese objeto pulsional de goce, no se constituiría el fantasma, no sería efectivo.
Se ve aquí una primera articulación entre el registro imaginario y lo real. Ahora bien,
¿cómo se realiza esta extracción?
A pesar de estas innovaciones, la constitución de la estructura simbólica de este
sujeto fundado en una exclusión, no prescinde de la metáfora paterna, ni del significante
Nombre-del-Padre. Lo que se modifica es la concepción de dicho significante. Como dice
Maleval, a partir de la incompletud del Otro, ¨el Nombre del Padre se entiende diferente: ya
no es el garante de la existencia de una verdad transubjetiva, sino únicamente el garante de
la consistencia de la palabra del sujeto, es decir, que garantiza que a dicha palabra le es
inherente una articulación regulada de lo simbólico con lo real. […] A comienzos de los
años ´60, en la enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre empezará a ser entendido como lo
que garantiza la incompletud del Otro¨ 99 . Para dar esta garantía, el significante Nombre-
del-Padre debe efectivizar una función de corte, es decir, de corte pulsional, que provoca la
pérdida del objeto a, e impone una regulación a la pulsión. La entrada del orden simbólico
que se produce por la instauración de la metáfora paterna y del Nombre del Padre, hace
efectivo el corte. Se ve así, la relación que se abre ahora entre el Nombre del Padre y el
goce, es decir, entre lo simbólico y lo real.
Sin esta operación simbólica de corte, de vaciamiento de goce, el Otro quedaría
completo, resultando insoportable para el sujeto. Pero al realizarse exitosamente, se logra la
extracción del objeto a, lo cuál da lugar a la instauración del fantasma, y a la satisfacción

98
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7., pg. 94.
99
Maleval, J.C., Ibíd., pg. 93.

42
pulsional regulada que se lleva a cabo en él. Como dice Maleval, ¨el Nombre del Padre
proporciona un principio de respuesta al enigma de la hiancia del Otro, de tal forma que se
instauran los desfiladeros del deseo orientados por el ideal del yo. El montaje del fantasma
sustituye al goce perdido y conduce por las vías de la sublimación¨ 100 .
Tomando una vez más a Maleval, se puede considerar respecto al aporte de esta
nota al pie del año ´66 que ¨la invención del objeto a permite afinar el análisis de la
metáfora paterna. Como dicha metáfora interviene para separar a la madre de su producto,
se entiende que produce la caída del objeto a. Circunscribe el deseo de la madre y extrae
de él al niño. La operación del Nombre del Padre recorta un agujero en el campo del Otro y
aporta al mismo tiempo el elemento adecuado para velar esa hiancia. […] Instaura al falo
simbólico, significante del goce, significante de lo que hay que hacer como hombre o como
mujer, e instaura el falo imaginario que asegura la clausura de la significación¨ 101 .
En esta articulación se ve de qué modo el registro de lo real entra en relación con lo
imaginario y lo simbólico, y qué es lo que ocurre con el significante Nombre-del-Padre y la
forclusión a nivel pulsional.

Ahora bien, esta articulación de las hipótesis de ¨De una cuestión preliminar…¨ con
el registro de lo real se hace posible gracias a, por un lado, la invención del objeto a, y por
el otro, el giro que provoca concebir una hiancia en el Otro. Como se mencionó
recientemente, una de las consecuencias más importantes que tuvo la incompletud del Otro
fue un cambio en la concepción del Nombre del Padre. Por un lado, al plantear una hiancia
en el Otro, la forclusión del significante Nombre-del-Padre empieza a entenderse de modo
diferente. A partir de ese momento, el Nombre del Padre es un operador lógico, que se
encuentra por fuera de la cadena simbólica, pero que, desde allí, garantiza el
funcionamiento de los significantes. Por lo tanto, su forclusión tendrá efectos de ruptura de
este anudamiento, de quiebre entre la cadena simbólica y aquello que la ordena desde
afuera.
Por otro lado, el Padre deja de ser el garante de una verdad universal en el Otro.
Dado que el Otro está agujereado ya no se puede hablar de una única verdad, entonces esta
verdad se pluraliza y se torna singular para cada sujeto. De ahí que Lacan deja de hablar del

100
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7., pg. 101.
101
Maleval, J.C., Ibíd., pg. 101.

43
Nombre del Padre y comienza a referirse a Los Nombres del Padre. El Nombre del Padre se
pluraliza, y esto abre las puertas a pensar en un punto inaprensible, que escape a los
dominios de la ley paterna.
A su vez, esta idea de pluralización concuerda, como sostiene Maleval, con un
acercamiento de la función del Nombre del Padre a la función de los objetos a. Esta
articulación tiene como objetivo ¨destacar que gozar de acuerdo con la ley supone la
aceptación de un sacrificio de goce¨ 102 . A partir de estas concepciones, los Nombres del
Padre serán mitos de la pérdida de goce.
En cuanto se produce esta relación entre goce y significante Nombre-del-Padre
quedan establecidas las bases para un nuevo abordaje de la psicosis. A partir de este
momento, la instauración del Nombre del Padre produce un corte a nivel pulsional, una
regulación al goce, y su ausencia se corresponderá con una no-localización del mismo, es
decir, con la irrupción de un goce ilimitado. Es por esto que ¨el esquema del
desencadenamiento significante [el modo de desencadenamiento planteado en ¨De una
cuestión preliminar…¨] se verá suplantado cada vez más por el de la no-localización del
goce¨ 103 . Además, el hecho de concebir el campo simbólico como agujereado, o como no-
todo completo, constituye, según Maleval, ¨la condición para que lo real del goce no
simbolizable pueda ser circunscripto en la operación psicoanalítica¨ 104 . Es decir, el
operador Nombre del Padre produce una pérdida de goce, pero no puede limitarlo del todo.
Hay un punto irreductible que escapa, y que tiene que ver con aquello que Lacan
introducirá algunos años más tarde junto a las tablas de las sexuación, y que fue
desarrollado en el capítulo anterior de este trabajo, a saber, el goce Otro. Con este giro
teórico se construyen las bases que llevarán a Lacan, en 1966, a introducir la noción de
¨sujeto del goce¨ para caracterizar al psicótico 105 , y a esbozar un nuevo abordaje de la
psicosis, que seguirá siendo desarrollado por sus alumnos.

102
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7., pg. 103.
103
Maleval, J.C., Ibíd., pg. 104.
104
Maleval, J.C., Ibíd., pg. 95.
105
Lacan, J., ¨Presentación de la traducción francesa de las memorias del presidente Schreber¨, en
¨Intervenciones y textos 2¨, Buenos Aires, Manantial, 2007, pg. 30.

44
Para pensar este nuevo abordaje, que se da en el segundo momento de las
elaboraciones de Lacan respecto a la psicosis, llevado a cabo en los años ´70, es necesario
comprender estos nuevos desarrollos sobre la estructura del sujeto.
En este contexto, para abordar la estructura subjetiva, Lacan recurre a la topología
de los nudos, lo cual le permite demostrar de qué modo lo real, lo simbólico y lo imaginario
se articulan, pero dejando un agujero central en el cual queda atrapado el objeto a. Según
Maleval, el anudamiento de estos elementos constituye la topología mínima capaz de captar
la estructura del sujeto. Al no haber armonía entre lo simbólico y lo real, lo cual queda
demostrado en las tablas de la sexuación mediante la imposibilidad de la función fálica para
regular el todo del goce, se hace necesario lo imaginario para mantener juntos los tres
registros 106 .
En el centro de este entrecruzamiento se contornea un agujero en el cual se aloja el
objeto a. El nudo entre los registros delimita este agujero irreductible que la simbolización
no alcanza a cubrir. Esto demuestra de qué modo el sujeto intenta arreglárselas con este
resto de goce inaprensible.
Lacan llama a este nudo, ¨borromeo¨, y tiene la propiedad de estar unido de tal
modo que, si uno de los tres elementos se rompe, el nudo se deshace. Es decir que, ante una
falla en cualquiera de los tres registros, el nudo se desarma, teniendo como consecuencia la
ruptura de la estructura subjetiva, y el desborde del goce debido a la deslocalización del
objeto a. De esta forma, como sostiene Lacan en el Seminario 23, si los registros que
conforman el nudo borromeo son tomados de a dos, cada uno es libre del otro, es decir, no
están anudados. Pero en el nudo, si no hay falla, no pueden separarse porque el tercer
registro los limita, los engancha 107 .
Sin embargo, en esta misma clase, Lacan dice que ¨en la medida en que un sujeto
anuda de a tres lo imaginario, lo simbólico y lo real, solo se sostiene por su continuidad. Lo
imaginario, lo simbólico y lo real son una sola y misma cosa¨ 108 , es decir que, al anudarse
de a tres, estos registros se superponen, confluyen unos con otros, tornándose análogos, y
esta continuidad da lugar a la psicosis paranoica. Gracias a esta continuidad pueden
interpretarse ciertos fenómenos de la paranoia, en los cuales, por ejemplo, lo simbólico se

106
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 126.
107
Lacan, J., Op. Cit., n. 79, pg. 50.
108
Lacan, J., Ibid., pg. 53.

45
torna real, como puede ser la perplejidad en la que se sume el sujeto cuando queda sin
elementos simbólicos para significar un momento particular. En este ejemplo se aprecia un
modo de releer el desencadenamiento planteado en el Seminario 3, desde la óptica de los
nudos. O bien, siguiendo el esquema de desencadenamiento de ¨De una cuestión
preliminar…¨, el momento en que se produce el encuentro con Un-Padre en lo real, puede
ser releído como una continuidad del registro imaginario a lo real.
Es por esto que, a continuación, Lacan explica que ¨el mínimo en una cadena
borromea está siempre constituido por un nudo de cuatro […] Parece, en efecto, que lo
menos que se puede esperar de la cadena borromea es esta relación de 1 con otros 3¨ 109 .
Para evitar esta continuidad entre los registros y hacer que ellos se distingan entre sí,
sosteniendo de este modo la funcionalidad del nudo, es necesario que un cuarto elemento lo
ajuste. Así, este cuarto elemento se apoyará en los otros tres ¨soportes subjetivos¨, como se
referirá Lacan a los registros 110 . Entonces, con el cuarto elemento, anuda los otros tres
registros de un modo que los mantenga unidos pero a la vez heterogéneos entre sí. A este
cuarto elemento lo llama sinthome.
De este modo, Lacan ubica los tres anillos que representan a los tres registros, pero
separados, y mediante un cuarto círculo, el sinthome, enlaza de modo borromeo a lo real, lo
simbólico y lo imaginario. Si en 1958 la metáfora paterna es una formalización del
complejo de Edipo, que da lugar a la neurosis y permite al sujeto insertarse en el discurso,
en el Seminario 23 Lacan dice que ¨el complejo de Edipo es como tal un síntoma¨ 111 . Es
decir que, este anudamiento de los tres registros y el sinthome, este síntoma, viene a ser el
modo en que el sujeto funciona en relación al goce en la neurosis.
En esta configuración, Lacan sostiene que ¨el padre es este cuarto elemento […],
este cuarto elemento sin el cual nada es posible en el nudo de lo simbólico, lo imaginario y
lo real. Pero hay otra manera de llamarlo. Así, lo que atañe al Nombre del Padre […], hoy
lo recubro con lo que conviene llamar el sinthome¨ 112 . Así, el Nombre del Padre -que a la
altura de ¨De una cuestión preliminar…¨ era un garante de la verdad en el Otro, y luego de
la hiancia estructural en el Otro, se convierte en un operador que sostiene desde afuera a la

109
Lacan, J., Op. Cit., n. 79., pg. 51.
110
Lacan, J., Ibíd., pg. 52.
111
Lacan, J., Ibíd., pg. 23.
112
Lacan, J., Ibíd., pg. 165.

46
cadena significante-, pasa a ser un elemento que mantiene anudados de un modo particular,
a lo real, lo simbólico y a lo imaginario, un sinthome. Se puede apreciar así una linealidad a
lo largo de estos desarrollos que ubican de algún modo a la función del padre como
elemento constitutivo ineludible que garantiza a la neurosis.
Pero, a pesar de esto, si bien el padre es un sinthome, no todo sinthome es un padre.
Esta es una de las cuestiones novedosas que permitirá un nuevo abordaje de la psicosis, y
puede ser entendida como una de las consecuencias que tuvo la pluralización del Nombre
del Padre en el pensamiento de Lacan. A estas alturas, la forclusión del Nombre del Padre,
o la no existencia del padre como sinthome, no impide que haya otros tipos de
anudamientos sintomáticos que vengan a suplir esta ausencia, y mantengan unidos a los tres
registros, de modo que el goce pueda permanecer localizado. Como sostiene Miller, ¨un
anudamiento sistemático puede sostenerse sin el apoyo del Nombre del Padre. Es destacar
la equivalencia entre síntoma y el Nombre del Padre. Esta fórmula es un principio cardinal
de la clínica borromea. […] Es decir que un síntoma puede funcionar como Nombre del
Padre ¨ 113 .
Esta novedad resulta interesante ya que, bajo la óptica del sinthome, la clínica de la
psicosis puede dirigirse a la construcción de un nombre propio del sujeto, que funcione
como suplencia del Nombre del Padre forcluído, y le permita anudar de un modo
sintomático a los tres registros, cerniendo así el goce desbocado.
Esto es lo que demuestra Lacan cuando toma como ejemplo a Joyce en su seminario
sobre el sinthome. Para él es evidente la forclusión del Nombre del Padre en la estructura de
Joyce. Sin embargo, en la clase del 10 de febrero de 1976 propone ¨considerar que el caso
de Joyce responde a un modo de suplir un desanudamiento del nudo¨ 114 . Lacan dibuja un
bucle que repara un falso nudo Borromeo (que representa la estructura subjetiva del escritor
irlandés), en el cual el registro imaginario está suelto, y evita así que el nudo se desarme.
Entonces se pregunta ¨¿Por qué no pensar el caso de Joyce en los siguientes términos? ¿Su
deseo de ser un artista que mantendría ocupado a todo el mundo, a la mayor cantidad de
gente posible en todo caso, no compensa exactamente que su padre nunca haya sido para él
un padre?¨ 115 . Así Lacan sostiene que mediante este deseo de Joyce *** de mantener

113
Miller, J.A., Op. Cit., n. 84, pg. 320.
114
Lacan, J., Op. Cit. n. 79, pg. 85.
115
Lacan, J., Ibid., pg. 86.

47
ocupadas a las próximas generaciones en la comprensión de sus textos, le permite
construirse un nombre propio que funciona como sinthome, y viene a suplir la forclusión
del Nombre del Padre en su caso. ¨¿No hay algo como una compensación por esta dimisión
paterna, por esa Verwerfung de hecho, en el hecho de que Joyce se haya sentido
imperiosamente llamado?¨ […] ¨El nombre que le es propio es eso que Joyce valoriza en
detrimento del padre. A este nombre quiso que se le rinda el homenaje que él mismo negó a
cualquier otro¨ 116 .
Cabe destacar que llegar a un anudamiento de este tipo no es algo sencillo ni está
garantizado para todos los casos, sino que dependerá de la singularidad de cada sujeto y de
su modo de hacer frente al goce.
Sin embargo, esta perspectiva de la psicosis sigue siendo quizá más alentadora que
la de los años ´50, ya que la posibilidad de una suplencia que estabilice al sujeto se presenta
como un nuevo horizonte que no se hallaba muy afinado en la clínica de ¨De una cuestión
preliminar…¨. En aquella época, la estabilización podía lograrse por la metáfora delirante,
es decir, la restitución del orden imaginario del sujeto a partir de la interpretación delirante
del vacío enigmático de la significación provocado por el encuentro con Un-Padre en lo
real. Pero debido a la forclusión del Nombre del Padre, estas estabilizaciones quedaban a
merced de un registro simbólico lábil, y la inminente posibilidad de un nuevo encuentro
con Un-Padre. Como sostiene Jaques Borie, la explicación de la psicosis en los años ´50
responde a una lógica mecanicista que destaca la acción de la estructura –la falta del
significante que indexa la falta en el Otro-, antes que la posición del sujeto respecto a su
goce. Como esta clínica está estructurada en torno al Otro, el goce sólo puede ser legalizado
por el significante. Pero cuando aparecen fenómenos de goce no fálicos, en el marco de ¨De
una cuestión preliminar…¨ ¨sólo son tratables por el delirio pensado como metáfora de
sustitución, destinado a tratar la diseminación de estos fenómenos con un principio de
significación que reúne al sujeto a partir de un nuevo lazo con el Otro¨ 117 . Por eso no queda
garantizado que este delirio pueda cernir el goce y se constituya en un sinthome. Como

***
El deseo de Joyce al que hace referencia Lacan se trata aquel que manifestaba el escritor irlandés de
mantener ocupadas a las próximas generaciones de universitarios durante al menos 300 años, tratando de
comprender sus textos, en Lacan, J., Op. Cit., n. 79, pg. 16.
116
Lacan, J., Op. Cit., n. 79, pg. 86.
117
Borie, J., en Miller, J.A., ¨La psicosis ordinaria¨, Buenos Aires, Paidós, 2006, pg. 47.

48
sostiene Eric Laurent, la dificultad de la metáfora delirante fue la falta de formalización del
objeto a 118 .
Bajo la perspectiva del sinthome, se apunta a una regulación del goce desbocado.
¨En el delirio interpretativo el goce queda como a distancia, como si el propio circuito
metonímico del delirio lo tuviese distraído¨ 119 . En cambio, para que el delirio logre
convertirse en un sinthome, debe cifrar el goce. Como en la psicosis el goce no está
articulado al deseo del Otro, y el sujeto no se haya inscripto en las tablas de la sexuación, es
necesario que se construya él mismo una posición de goce (una posición sexuada) que le
permita ubicarse en relación al goce del Otro, aunque no cuente con la función fálica para
ello. Es decir, que ese delirio debe constituir un mundo posible (un Otro a su medida) y una
posición subjetiva frente a este, que haga de almohadillado definitivo. El trabajo del delirio
debe fijar significantes que inauguren un espacio de significaciones en el cual el goce pueda
ser fijado y se logre localizar un sujeto 120 . No basta sólo con los efectos de sentido del
delirio, es imprescindible también que este delirio traiga aparejado un efecto de goce. De lo
contrario, no podrá funcionar como sinthome. Por esto Laurent sostiene que la metáfora
delirante puede pensarse ahora de manera más precisa bajo la lógica del empuje-a-la-mujer,
en la cual el sujeto se produce como el objeto que falta en el universo del discurso121 , como
la excepción que funda un orden de goce.
Para entender un poco mejor esta diferencia, se puede tomar a Dasfunchio cuando
hace su lectura sobre la primera estabilización de Schreber, interpretada a la luz de ¨De una
cuestión preliminar…¨. Para esta psicoanalista, el delirio schreberiano de ser la mujer de
Dios es una solución precaria, dado que ese delirio está sostenido en un Ideal (ser la mujer
de Dios) que es tan solo imaginario-simbólico, y no puramente simbólico como el Nombre
del Padre (forcluído). Por eso, Schreber, además del delirio, debe sostener todo el tiempo
ese Ideal con una práctica transexual que confirme la imagen femenina de su cuerpo 122 .
Este delirio es un modo temporal de mantener a raya el goce Otro que empuja sin cesar,
pero en el caso particular de Schreber queda demostrado que no le es suficiente, que no le

118
Laurent, E., Op. Cit., n. 20, pg. 31.
119
Pereña, F., Op. Cit. n. 88, pg. 49.
120
Pereña, F., Ibid., pg. 46.
121
Laurent, E., Op. Cit., n. 20, pg. 32.
122
Dasfunchio, N.S., Op. Cit., n. 85, pg. 28.

49
alcanza para anudar los tres registros, y no evita que ante una nueva irrupción de Un-padre,
se desprenda nuevamente el registro imaginario.
Sin embargo, esto no implica que en otros casos de psicosis, una identificación
imaginaria sí pueda llegar a dar pie a una solución sintomática. Esto es una posibilidad que
se desprende de la clínica del sinthome, ya que, al orientarse por el goce y por la lógica de
los nudos, permite ubicar de qué modo se anuda una estructura en particular y qué función
cumple en ella cada uno de los registros, sin caer en una jerarquización de los mismos, sino
apuntando a la singularidad de cada caso.
Entonces esto tiene por consecuencia una mayor amplitud del espectro clínico a la
hora de abordar la psicosis. Por un lado, es posible encontrar diversos modos de
anudamiento. Como en esta orientación el orden imaginario ya no es exclusivamente
determinado por lo simbólico, sino que tiene su propio peso específico en el nudo y en su
relación al goce, las herramientas mediante las cuales el sujeto logre una suplencia que
atempera el goce ya no dependerán exclusivamente de los elementos simbólicos con los
que cuente para hacerlo, sino que importará lo efectivas que estas suplencias sean como
para crear un orden en el cual el sujeto pueda ubicarse en relación al goce. Así será posible
encontrar, por ejemplo, casos en los cuales una prótesis imaginario-real, vuelva a enganchar
los registros sueltos, cerniendo nuevamente al goce.
Por otro lado, es posible identificar casos de psicosis que nunca hayan pasado por
un desencadenamiento (como el caso de Joyce). El mismo Schreber pasó muchos años
antes del primer desencadenamiento. Sin embargo, no se sabe si existieron previamente
momentos de desestabilización. Ubicar estos momentos en los cuales el goce se desregla,
pero los registros aún no se han soltado, permite anticiparse al desencadenamiento e
incluso, según el caso, evitarlos. Es decir, hace posible delinear los caminos por los cuales
no es conveniente transitar, mientras se lleva a cabo un trabajo que sostenga las soluciones
que han mantenido anudado al sujeto.
Esta posibilidad de guiarse por el goce para intentar evitar los desencadenamientos
se da porque los desarrollos en torno al sinthome permiten pensar en una relación más
continua entre neurosis y psicosis, distinta a la discontinuidad rotunda planteada en los años
´50. Si bien la barrera estructural neurosis-psicosis sigue siendo ineludible debido a la
forclusión del significante Nombre-del-Padre en la estructura, la clínica bajo la perspectiva

50
del sinthome permite ubicar casos de psicosis a pesar de no haberse desencadenado nunca,
y a su vez, dejan de lado la perspectiva deficitaria del sujeto de la psicosis: si bien carece
del significante Nombre-del-Padre, no le está vedado construir otro tipo de sinthome. Es
importante remarcar que, si bien existen algunas diferencias importantes, esta nueva
posibilidad de abordaje que se desarrolla en torno al sinthome no deja de lado lo esbozado
por Lacan en los años ´50. Casos como el de Joyce, que se sostiene anudado de un modo
sintomático, sin llegar desencadenar nunca, pueden leerse bajo el paradigma de ¨De una
cuestión preliminar…¨, pero sólo cuando pudieron ser captados por la clínica del sinthome.
A su vez, esta perspectiva no sólo permite abordar posibles desestabilizaciones para
intentar evitar el desencadenamiento, sino que también abre el abanico a nuevas formas
clínicas más variadas de desencadenamientos que se distinguen del desencadenamiento de
¨De una cuestión preliminar…¨. Como dice Jacques Borie, el desencadenamiento de los
años ´50 se explica a partir de la lógica del significante que se concibe en términos de todo
o nada. Desde este binarismo, hace depender al conjunto de fenómenos clínicos
exclusivamente de la función dominante de un solo significante: el Nombre del Padre. Esto
supone que una extrema variedad de fenómenos corporales e imaginarios estén referidos a
esta única norma, sin tener en cuenta la relativa autonomía que esos fenómenos tienen
respecto a la función del Otro. Para este psicoanalista, esta perspectiva se sostiene en una
lógica mecanicista que destaca la acción de la estructura antes que la posición y la elección
del sujeto frente al goce123 .
Si en los años ´50 la única forma de leer el desencadenamiento era la secuencia
¨encuentro con Un-Padre – P0 – Φ0¨, ahora es posible ubicar también otras maneras de
desencadenamiento que se producen, por ejemplo, por razones que se hayan en lo
imaginario y no en lo simbólico. Esto no significa que no hayan existido anteriormente,
sino que, a la luz de estas nuevas conceptualizaciones pueden ser tenidas en cuenta. Así,
por ejemplo, es posible que ¨un perjuicio en el campo imaginario puede descompensar la
estructura […] La pérdida de la cobertura imaginaria vuelve a desencadenar el proceso
simbólico, siempre latente¨ 124 . Este tipo de ¨entradas en la psicosis¨ que parecen tener más
que ver con variaciones de la relación del sujeto con el goce y lo imaginario, que con

123
Borie, J., en Miller, J.A.,Op. Cit., n. 117, pg. 47.
124
Castanet, H. y De Georges, P., en Miller, J.A., Ibid., pg. 42.

51
desencadenamientos del tipo ¨encuentro con Un-Padre (P0)¨, ¨ponen el acento en la
importancia de la función fálica como función de goce¨ 125 . A su vez, esta perspectiva más
continuista sobre la psicosis posibilita que el desencadenamiento sea abordado de un modo
menos tajante, por lo cual da lugar a tener en cuenta lo que ha sido llamado como
¨neodesencadenamientos¨, desestabilizaciones o ¨desenganches¨ 126 como un matiz más
amplio para el abordaje de la clínica de la psicosis.

Función de la excepción

Entonces, luego de este recorrido, se hace más fácil apreciar qué importancia tiene
la función de la excepción en la psicosis. Como se vio en el capítulo anterior, la función de
la excepción responde a una exigencia lógica según la cuál ningún sistema puede pensarse a
sí mismo globalmente 127 . Por lo tanto, es necesario siempre un elemento que se exceptúe a
los demás elementos del sistema, para quedar excluido. Así, desde afuera, se erige como un
opuesto que permite (justamente por oposición) definir y dar un límite al sistema o al
conjunto que se cierra.
En el marco de ¨De una cuestión preliminar…¨, el significante Nombre-del-Padre es
un significante excepcional respecto a todos los demás significantes. Dado que viene por
fuera de la lengua del sujeto (que proviene del Otro), se instaura como aquel que ordena al
conjunto de significantes del sujeto. Los significantes son elementos que no significan nada
en sí mismos, por eso deben remitirse a otro significante para significar algo, para generar
un efecto de significación. Pero como este discurrir puede propagarse al infinito (para
significar una palabra se necesita otra, y otra, y otra…), es necesario un elemento que
detenga la deriva de la significación. El significante Nombre-del-Padre se opone a los
demás significantes precisamente en este punto: él puede significarse a sí mismo, mediante
la significación fálica. Entonces, el discurrir de las significaciones significante, encuentra
su límite en esta significación fálica del significante Nombre-del-Padre. Como sostiene Eric
Laurent, el Nombre del Padre viene, por fuera de la lengua, a asegurar los efectos de
sentido, garantizar el efecto fálico, garantizar el sentido sexual. Si se elimina ¨al Padre
como garante, como aquel que asegura la estabilización significante/significado, entonces

125
Morel, G. y Wachsberger, H, en Miller, J.A., Op. Cit., n. 117, pg. 74.
126
Miller, J.A., Op. Cit., n. 84, pg. 331.
127
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 119.

52
la significación fálica desaparece y el sujeto es invadido por cosas innombrables¨ 128 . Por
ello es que Lacan lo considera, en los años ´50, como un garante de la verdad en el Otro. En
este punto, sería el garante de la significación sexual del sujeto, en términos
universalizables. De este modo es posible el acceso a un ¨orden común¨ para el sujeto
neurótico.
Luego, cuando Lacan propone la existencia de una hiancia en el Otro y relaciona el
significante a la pulsión, la función del significante Nombre-del-Padre como significante
excepcional no se modifica. Sí hay una diferencia: ahora ya no es garante de una verdad
transubjetiva, sino de una verdad singular del sujeto. Sin el agujero en el Otro, el sujeto se
define en relación a éste, a una verdad del Otro. Al estar agujereado, el Otro ya no es
absoluto, entonces se abre la posibilidad de la existencia de Otro del Otro. Y así, al infinito.
Por eso el Nombre del Padre se pluraliza. Sin embargo, sigue cumpliendo su función de
garante del sistema de significantes del sujeto, de punto de detención para las
significaciones, pero ahora como una ley que impone un corte al discurrir de la pulsión a
través de la significación. Como sostiene Miller, no se puede desconocer la incidencia
libidinal del Nombre del Padre: el Nombre del Padre localiza el goce, el cual se hace
presente aquí en términos de significado 129 . El goce se desplaza a través de la significación,
pero se detiene en el Nombre-del-Padre. Ahora, la significación fálica depende del
fantasma, en el cual cada sujeto pone en juego su satisfacción pulsional, pero de un modo
regulado por el significante Nombre-del-Padre, lo cual le permite al sujeto insertarse en el
discurso.
Luego, a partir de los desarrollos de las tablas de la sexuación, cuando la relación
del significante al goce es pensada de otro modo **** (tal como se explica en el capítulo
anterior, y como sostiene Laurent cuando dice que, a partir de los ´70, el significante ya no

128
Laurent, E., ¨Los tratamientos psicoanalíticos de las psicosis¨, en Cuadernos de Psicoanálisis. Ravista del
Instituto del Campo Freudiano España, Nº 30, Editorial EOLIA, 2007, p.74.
129
Miller, J.A., Op. Cit., n. 84, pg. 334.
****
En los años ´70, [el Nombre del Padre] se relaciona con una formalización que da cuenta del
ordenamiento de la cadena significante y que articula dicho orden con el cifrado del goce. Gracias a las
últimas elaboraciones de Lacan, ¨una axiomática del goce¨ -de acuerdo con una expresión de Jacques-Alain
Miller- suplanta poco a poco a la axiomática del Otro. Sin embargo, el punto de partida que constituye el ¨eso
goza¨ no recusa la consideración del Otro: el Uno del goce sabe que ha de contar con el Otro. Lo que ocurre
es que entre ellos no hay relación armónica. Las fórmulas de la sexuación, […] lo establecen rigurosamente,
proponiendo una nueva formalización de la función paterna fundada en la existencia del Uno que constituye
la excepción¨, en Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 108.

53
se concibe ligado a otro significante, sino sólo, como Uno, ligado al plus-de-goce 130 ), el
Padre es la excepción que permite fundar el orden de los sujetos cuyo goce está todo
ordenado en relación a la función fálica. Esta vez se exceptúa al modo de goce que impone
la función fálica en cuanto todo, es decir que, el Padre, se sitúa como aquel cuyo goce es
ilimitado y no cae bajo esta función, dando lugar así a un universal de esta modalidad de
goce. Si la función del Padre como corte al goce implica destacar su vertiente simbólica, de
ley, en este contexto se realza la vertiente gozadora del Padre mítico de Totem y Tabu 131 .
Sin embargo, como explica Lacan en el seminario 19, ¨ ¨Que haya una ¨excepción¨, no lo
llamaremos, desde el punto en que hablamos, mítico. Esta excepción es la función
inclusiva: qué enunciar de lo universal si no que lo universal resulta encerrado,
precisamente, por la posibilidad negativa. Muy exactamente, la existencia juega acá el
papel del complemento o, para decirlo matemáticamente, del borde¨ 132 . En tanto existe
como excepción, el Padre es quien hace posible el universal de aquellos cuyo goce está
todo en torno al falo.
Es importante destacar que, si bien existen las mujeres, cuyo goce es no-todo fálico
y su conjunto no alcanza a cerrarse, haciendo inconsistente un universal de este lado de las
tablas por la inexistencia de una excepción (La Mujer), el ¨al menos uno¨ del lado hombre
no deja de ser efectivo a la hora de regular el goce también para estos sujetos. A pesar de
ser no-todas, las mujeres se encuentran también en torno a la función fálica y la inexistencia
de una excepción de este otro lado de las tablas tiene que ver con la misma lógica que
subyace a la incompletud del Otro: no hay Otro del Otro. Es decir, no existe algo que se
oponga al goce fálico, más bien se encuentra el goce Otro, una alteridad imposible de
determinar o de cernir por el orden del lenguaje.
Por eso, un sujeto que se ubica del lado ¨mujer¨ de las tablas sigue orientando su
goce en torno a la función fálica, aunque no-todo. Opera allí una indeterminación
soportable que da lugar a la singularidad del sujeto en cuanto al modo de darle tratamiento
a este goce Otro.
En cambio un sujeto cuyo goce no está de ningún modo regulado por la función
fálica, como en el caso de la psicosis, no puede ubicarse en las tablas de la sexuación. No

130
Laurent, E., Op. Cit., n. 20, pg.19.
131
Freud, S., Op. Cit., n. 58.
132
Lacan, J., Op. Cit., n. 57, clase del 01 de Junio de 1972. Versión Integra, pg. 83.

54
puede situarse en ningún orden de goce regulado, a menos que constituya uno propio. En
ese caso, se hace imprescindible entonces que algo funcione como excepción. Así, el propio
sujeto intentará ubicar en algún lugar, o encarnar él mismo la función de la excepción,
como sucede en el empuje-a-la-mujer cuando logra realizarse como sinthome.
En este movimiento ¨el psicótico va a tratar de hacer consistir [una Mujer-toda] en
una tentativa de fundar un todo, un universal en donde él pueda situarse, puesto que el todo
de los hombres le está prohibido por el hecho de la forclusión del Nombre-del-Padre. La
falta de la excepción paterna empuja al sujeto a encarnar él mismo una figura de la
excepción¨ 133 . Como se ha explicado anteriormente, para que una estabilización en la
psicosis sea sintomática, debe cernir al goce y dar un punto de sostén al sujeto. De esta
manera, instaurando este orden y esta función de la excepción, el empuje-a-la-mujer puede
presentarse como una solución sintomática efectiva.
Entonces así se ve cómo la lógica del sinthome también articula en su centro la
lógica de la excepción. ¨Para Lacan, tanto el síntoma como el padre pueden ser diferentes
modos de sostener la función de la excepción en el inconciente […] excepción en tanto que
hace función del Uno como soporte del sujeto¨ 134 .
Por esto, la función de la excepción es constitutiva y permite un sostén al sujeto
dando lugar a un orden de regulación del goce. En la psicosis, el elemento que posibilita
esta estructuración está forcluído, es inexistente. Sin embargo, como sostiene Lacan en el
Seminario 22, ¨cualquiera puede hacer excepción para que la función de la excepción se
convierta en modelo. Pero la recíproca no es verdadera¨ 135 . Por lo tanto, se hace
imprescindible para el sujeto ubicar algo en ese lugar que pueda funcionar como excepción
y constituya un orden que le permita ubicarse en relación al goce desbocado.

133
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg.67.
134
Willington, A.,Op. Cit., n. 17, pg. 77.
135
Lacan, J., Seminario 22, ¨R.S.I.¨, clase del 21 de Enero de 1975, Versión Integra, pg. 61.

55
56
III. Empuje-a-la-mujer

Para finalizar este trabajo, el capítulo siguiente tomará diversos aspectos sobre el
concepto empuje-a-la-mujer abordados en la bibliografía revisada durante esta
investigación, con el fin de acercarse a una perspectiva más acabada sobre el dicho
concepto. Desde allí, teniendo en cuenta los desarrollos sobre sexuación, La Mujer, psicosis
y función de la excepción, trabajados en los capítulos precedentes, se intentará aproximar
una respuesta al problema del presente trabajo: ¿qué tiene de específico La Mujer como
figura de excepción en la psicosis?
Cuando Lacan menciona el empuje-a-la-mujer, comienza el párrafo diciendo que
¨podría aquí, con desarrollar la inscripción, que hice mediante una función hiperbólica, de
la psicosis de Schreber, demostrar en ella lo que tiene de sardónico el efecto incita-a-la-
mujer¨. 136 ¿A qué apunta con esto? Lacan sostiene que al desarrollar la inscripción de la
psicosis de Schreber, demostraría lo sardónico del empuje-a-la-mujer. Ahora bien, ¿de qué
manera desarrolla la inscripción de la psicosis de Schreber? Mediante una función
hiperbólica. ¿Qué quiere decir?
Aquí Lacan hace referencia al escrito ¨De una cuestión preliminar…¨ en el cuál
sostiene que al momento del desencadenamiento de Schreber, su ¨Yo delirante¨ se una al
¨otro divino¨ en una hipérbole. 137 La hipérbole, en geometría, es una curva que se grafica
de modo tal que, a medida que se prolonga, parece acercarse cada vez más al eje cartesiano.
Sin embargo nunca lo logra ya que este acercamiento se extiende hasta el infinito, pero sin
concretarse. Entonces Lacan usa esta figura para expresar de qué modo Schreber se ve
arrojado al infinito en su propósito divino. Esta sería la intensión de Lacan al inscribir la
psicosis de Schreber mediante una función hiperbólica, y esta infinitud demostraría lo que
tiene de sardónico el empuje-a-la-mujer en la psicosis de Schreber.
Ahora bien, ¿qué significa ¨sardónico¨? Patricio Alvarez ubica lo ¨sardónico¨ como
una mueca efecto de una risa forzada. Según él, la mueca sardónica se encuentra en algunas
patologías neurológicas en las que se produce una convulsión y se puede observar la mueca
de una risa, pero sería como una copia mal hecha de una risa, incluso una especie de risa

136
Lacan, J., Op. Cit., n. 1, pg. 36.
137
Lacan, J., Op. Cit., n. 3, pg.546.

57
exagerada. Para este psicoanalista, caracterizar de ¨sardónico¨ al empuje-a-la-mujer implica
que se produzca un empuje a exagerar la feminidad, es decir, hacer un semblante
imaginarizado de lo que es la feminidad. Para ejemplificar, sitúa este momento en ese
sueño semidormido de Schreber cuando fantasea con lo hermoso que sería ser una mujer en
el momento del coito. 138
Esta definición que plantea Alvarez es interesante ya que apunta a los efectos
imaginarios de lo sardónico del empuje-a-la-mujer. Como se puntualizó en el capítulo
anterior, a partir del Seminario 23 el registro imaginario alcanza la misma jerarquía que lo
simbólico y lo real en la estructuración subjetiva, por lo tanto este aporte de Alvarez será
tenido en cuenta a la hora de revisar qué sucede con el empuje… en dicho registro. Sin
embargo, el contexto en el cual Lacan escribe esta expresión, se sitúa aproximadamente tres
años antes del seminario sobre el sinthome, y se haya impregnado de un abordaje
simbólico-real de sus desarrollos teóricos. Por lo tanto pareciera ser más pertinente al modo
de desplegar este capítulo, la definición de ¨sardónico¨ que hace Eduardo Mahieu.
Mahieu dice que Lacan toma esta palabra de ¨las contracciones musculares que
provoca sobre la cara la intoxicación por la sardonia¨ al punto que la víctima parece reír al
momento en que muere. Entonces, tomando esto, apunta a la relación del ser hablante en la
psicosis con lo real del goce. Cuando se da el empuje-a-la-mujer, irrumpe el goce
deslocalizado que impulsa hacia un imperativo de goce sin límites que es vivido por el
sujeto como un forzamiento sardónico, al cual intenta hacer frente mediante algún tipo de
solución, generalmente delirante. Para Mahieu, la ¨risa sardónica es a la verdadera risa lo
que el goce psicótico feminizante es al goce femenino del no-todo: una mueca, un efecto
forzado, marcado por la intrusión de una voluntad de goce en lo real, que se impone al
sujeto¨. 139
Entonces, cuando la irrupción del goce deslocalizado en la psicosis empuja al sujeto
a un gozar infinito, en el cual se le impone (como la risa sardónica se le impone al
intoxicado con sardonia) una interpretación feminizante de dicho goce, inalcanzable en su
concreción, se manifiesta lo sardónico del empuje-a-la-mujer.

138
En Tendlarz, S. E., ¨Psicosis, lo clásico y lo nuevo¨, Buenos Aires, Grama, 2009, pgs. 63 y 64.
139
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 66.

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Pero aquí surge otra pregunta: ¿en qué se diferencia entonces el empuje-a-la-mujer
de cualquier deslocalización de goce en la psicosis? Justamente en que, como sostiene G.
Morel, el empuje-a-la-mujer es esta orientación feminizante del goce en la psicosis 140 ya
que, como dice el párrafo de ¨L´etourdit¨, este efecto ¨se especifica en el primer cuantor¨ 141 .
Aquí Lacan hace referencia al cuantor de la inexistencia de La Mujer, en el lado femenino
de las tablas de la sexuación. Es decir que el empuje-a-la-mujer se especifica allí donde La
mujer no existe, donde (tal como se desarrolla en el primer capítulo de este trabajo) hay una
indeterminación simbólica y un plus de goce se impone como exigencia, sin que el ser
hablante cuente con elemento alguno para hacerle frente.
Aquí es necesario detenerse en dos cuestiones a tener en cuenta. Por un lado, aclarar
esta aparente ambigüedad que surge respecto al empuje-a-la-mujer: ¿se trataría de una
particularidad de la deslocalización de goce, o de una interpretación del mismo? Es decir,
¿el empuje-a-la-mujer hace referencia a la desestabilización o a un intento de estabilización
en la psicosis? Y por otro lado, es importante aclarar qué implica lo ¨feminizante¨ del goce
en el empuje-a-la-mujer.
Para intentar responder a lo primero, resulta útil remitirse al trabajo ¨Ambigüedades
sexuales¨ 142 , en donde G. Morel sostiene que el empuje-a-la-mujer exhibe un ¨derecho¨ y
un ¨revés¨. Los modos que pone en juego el sujeto para intentar nombrar el goce que
irrumpe como deslocalizado, corresponderían al ¨derecho¨. Estas invenciones del sujeto
(por ejemplo la construcción y la posterior conformidad con un sistema delirante, como el
de Schreber, que encarna a la mujer de Dios, es decir, a La Mujer) tienden a demostrar
cómo el empuje… se irá adaptando a la estructura en cada caso, emergiendo
fenoménicamente más o menos imaginarizado de acuerdo a cada caso particular.
Sin embargo, como explica esta psicoanalista, el empuje-a-la-mujer no es sólo una
interpretación del goce, también es una tendencia de la pulsión específica de la psicosis y
que, en algunos casos, se revela como pulsión de muerte. Es por esta vía donde sitúa al
¨revés¨ del empuje…. Esta división propuesta es sólo a fines descriptivos, ya que Morel deja
en claro que el intento de interpretación de ese goce que irrumpe no es una simple
simbolización por la vía del significante La Mujer, sino que se trata de una interacción entre

140
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 214.
141
Lacan, J., Op. Cit., n. 1.
142
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pgs. 260 y 238.

59
ambos, ¨no tenemos de un lado el goce y del otro el lenguaje que permite nombrarlo, sino
un entrelazamiento de ambos. La idea de La Mujer se impone a un sujeto que debe
interpretar su goce¨. 143
Entonces el empuje… implica este doble movimiento a la vez: la irrupción de un
goce especificado en el cuantor de la inexistencia de la excepción en el lado femenino de
las tablas de la sexuación, que es tomado por el sujeto (de modo sardónico) como
feminizante.
Ahora bien, ¿qué implica lo feminizante que caracteriza al goce en el empuje-a-la-
mujer? Para abordar esto es útil ubicarlo desde los tres registros: imaginario, simbólico y
real. En el plano imaginario, la feminización del sujeto en el empuje-a-la-mujer puede
captarse en los efectos que la irrupción de este goce feminizante provoca sobre la imagen
del propio cuerpo. Y aquí sí conviene retomar a Patricio Alvarez cuando ubica un empuje a
exagerar la feminidad, al que se ve forzado el sujeto. Es decir, una exageración de lo que
implica la imagen de lo que cada sujeto concibe como ¨qué es ser una mujer¨. En esta línea,
es posible recurrir a un caso que presenta G. Morel, en el cual un paciente comienza a
vestirse en todo momento con sobretodo largo, aún en verano. Ante la pregunta de la
analista por el motivo de esa vestimenta, el paciente responde que con ese sobretodo puede
tapar sus caderas, que se le han ensanchado y curvado como las de una mujer, pudiendo así
esconder su cuerpo que se está volviendo femenino. 144 Este ejemplo capta la distorsión a
nivel de la imagen corporal que provoca la irrupción del goce feminizante. A su vez, la
práctica transexual de Schreber que, según Dasfunchio, le permite dibujar un cuerpo de
mujer mediante el cual sostiene el lugar de ¨Mujer de Dios¨ al que arriba con su delirio, 145
demuestra de qué modo este sujeto acomoda su imagen corporal al empuje del goce
feminizante.
Sin embargo, es muy importante señalar aquí que los efectos imaginarios del goce
feminizante en el empuje-a-la-mujer no necesariamente implican que las identificaciones
imaginarias, o las prácticas corporales que adoptará el sujeto, tienen que ver con las de una
mujer en términos anatómicos, en términos de la interpretación que hace el sentido común
social sobre el sexo anatómico. Sino más bien, estos efectos estarán ligados a la respuesta

143
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 229.
144
Morel, G., Ibid., pg.192.
145
Dasfunchio, N.S., Op. Cit., n. 85, pg. 28.

60
singular que cada sujeto pueda dar a ¨qué es ser una mujer¨. Y aquí es donde se presenta el
problema para la psicosis. Al no inscribirse en la función fálica, el sujeto no tiene
elementos para vérselas con la no-existencia de la relación sexual (es decir, con la
inexistencia de una referencia que de sentido la diferencia, tal como se explicó en el primer
capítulo de este trabajo). Entonces la locura hace existir la relación sexual. 146 Esto quiere
decir que el sujeto, en el empuje-a-la-mujer, encarnará una Mujer Toda, ya que, como
sostiene Millot, encarnar La Mujer Toda implica abolir la diferencia. 147 Por esto es posible
encontrar en los delirios figuras ¨que no se detienen en detalles relativos a la distinción
anatómica entre hombres y mujeres. La ausencia de dialéctica fálica en el sujeto psicótico
hace necesario para su goce que el Otro sea Todo¨. 148 En este punto, el Dr. Mahieu toma
los aportes de Rosine y Robert Lefort para decir que esta Mujer-Toda, mítica, que el
psicótico tiende a encarnar no es falófora, como el Padre de la horda de Totem y Tabú, sino
más bien se trata de un ¨Otro sincrético que tiene, finalmente, todos los órganos sexuales,
internos y externos, sin diferencia de sexo, en la perspectiva del Uno unificante, uniendo así
en él los dos sexos¨. 149
Respecto al plano simbólico, en el Seminario 18 Lacan comenta ¨El seminario
sobre ¨La carta robada¨¨ 150 y dice que La Mujer no tiene nada que ver con la ley. 151 Es
decir, el significante de La Mujer es inexistente en el orden simbólico, por eso La Mujer
queda por fuera de la ley. Como indica Morel, en ¨el comentario que hace Lacan de ¨La
carta robada¨ despega la feminización de lo imaginario (la identificación en espejo con
alguien del sexo femenino, la reina en el caso de ese texto) y la liga al ser de la mujer, o a
La Mujer como fuera de la ley¨. 152 Entonces, cuando el psicótico interpreta este goce como
feminizante implica que la idea de La Mujer se le impone, debiendo este encarnarla, o
hacerla existir en un sistema delirante. Pero lo importante es que, sea el modo que sea en el
cual aparezca La Mujer, ya se encuentra por fuera del orden simbólico, del orden de todos
aquellos que se hayan bajo el primado del falo. Por lo tanto, al no contar con la función
fálica, el sujeto es impulsado a ubicarse como una excepción a esta ley, a este orden. Esto

146
Wintrebert, D., en Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg.14.
147
Millot, C., Op. Cit., n. 21, pg. 34.
148
Mahieu, T.E., Op. Cit. N. 6, pg. 69.
149
Mahieu, T.E., Ibid.
150
Lacan, J., ¨El seminario sobre ¨La carta robada¨¨, en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
151
Lacan, J., Op. Cit., N. 36, pg. 100.
152
Morel, G., Op. Cit., N. 9, pg. 219.

61
sería la feminización del sujeto desde la vertiente simbólica que, a la altura de las tablas de
la sexuación, no puede estar despegado de lo que ocurre a nivel de lo real del goce.
Por último, para terminar de cernir qué implica este goce feminizante en lo real, es
conveniente hacer una distinción entre el goce femenino (o goce Otro) y este goce
feminizante. El goce femenino, también llamado goce Otro, es no-todo fálico. Es decir (tal
como se desarrolla en el primer capítulo de este trabajo) se trata de un goce suplementario
respecto al falo, pero no deja de estar bordeado por éste. Por ello, los efectos de este goce
suplementario no tienen la misma potencia destructiva a nivel subjetivo que el goce
desreglado de la psicosis, dado que, en última instancia, se encuentra la función fálica para
reordenar. Pero en la psicosis, como dice G. Morel, al no existir la función fálica, la
referencia para el goce feminizante es La Mujer, 153 que no existe. Es por esto que el
empuje-a-la-mujer se especifica en el primer cuantor. Por lo tanto, el goce feminizante es
un goce desbocado, sin puntos de referencia, y cualquier intento por tramitarlo implicará
hacer existir La Mujer, una tarea que se torna infinita, pero que se articula con la función de
la excepción, ya que implica hacer consistir La Mujer como un ¨al menos Uno¨ que funde
un orden para ese goce que se impone.
Sin embargo, tomando la bipartición que hace G. Morel respecto a las dos vertientes
del empuje-a-la-mujer, la feminización del sujeto al encarnar una figura de excepción
corresponde a una solución simbólico-real que demostraría el ¨derecho¨ del empuje… Pero
también a nivel del goce se puede ubicar el ¨revés¨. En este punto, el goce es feminizante
para el sujeto no sólo cuando invade el cuerpo y provoca distorsiones a nivel imaginario,
sino también cuando emerge como un Otro gozador, mítico o encarnado, que envilece al
propio sujeto. Así el sujeto es feminizado por ser el objeto de goce del Otro. Esto se
aprecia claramente en Schreber cuando denuncia ser víctima de abusos por parte de los
enfermeros de la clínica de Flechsig. 154 Es por esto que Lacan explica que el empuje-a-la-
mujer se precipita experimentado como un forzamiento, ¨en el campo de un Otro que ha de
pensarse como lo más ajeno a todo sentido¨. 155 En el campo del Otro emerge este
forzamiento cuyo sentido es completamente desconocido para el sujeto.

153
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 153.
154
Freud, S., ¨Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia Paranoides) descrito
autobiográficamente¨, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1998.
155
Lacan, J., Op. Cit., n. 1, pg.37.

62
Entonces, el sujeto se ve tomado por el goce del Otro ya que su estructura,
caracterizada por la forclusión del Nombre del Padre, no está armada para contenerlo.
Cuando esto sucede, dice Maleval, cuando el Otro encarna una figura de Padre gozador, el
psicótico posee un número limitado de posibilidades para hacer frente y no desaparecer
como sujeto, convirtiéndose en ¨desecho frente a su deseo innombrable¨. 156 Una de ellas es
convertirse en su Mujer, en Otro que le falta al Otro, una tarea imposible, infinita.
En este punto, queda muy claro el doble movimiento que ocurre con el goce
feminizante en el empuje-a-la-mujer en una aclaración que realiza Maleval. Tomando a
Schreber como ejemplo, señala el pasaje que este realiza desde un primer momento en el
cual se encuentra desconcertado y perplejo ante la irrupción de la idea de ser una mujer en
el momento del coito, y la posterior persecución que sufre por los enfermeros, por Flechsig,
por Dios, etc, hacia un segundo momento durante el cual elabora un delirio en el que él
mismo se ubica como La Mujer de Dios, es decir, él mismo encarna un Otro para ese Otro
que anteriormente fue gozador. Para este psicoanalista, la posición de Schreber ¨es muy
distinta cuando se acomoda a su feminización. [En un primer momento] la feminización
alude a una decadencia del ser del sujeto, mientras que en el segundo consigue
correlacionar el goce forcluído con un significante que, aunque no sea el falo, ahora pasa a
desempeñar algunas de sus funciones¨. 157 Entonces, es posible decir que ¨el empuje-a-la-
mujer no se reduce a la emergencia de una figura de goce desatado: a menudo contribuye,
en el mismo movimiento, a una cierta contención del mismo¨. 158
En líneas generales, se podría tomar esta feminización forzada que caracteriza al
empuje-a-la-mujer como los avatares a nivel de la sexuación que padece el sujeto cuando se
enfrenta a la inexistencia de la relación sexual, sin la función fálica como instrumento para
responder a ello, y al modo en que intenta resolver este atroz encuentro. Esta sería una de
las particularidades del empuje-a-la-mujer, en su vertiente de desestabilización, respecto a
otros modos de desestabilización en la psicosis.
Para finalizar con el despliegue del párrafo en el cual Lacan menciona al empuje-a-
la-mujer, es necesario detenerse en un detalle. Lacan utiliza la palabra ¨efecto¨ para
sustantivar al empuje-a-la-mujer. Respecto a esto, se ha encontrado tan sólo una referencia

156
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 290.
157
Maleval, J.C., Ibíd., pg. 297.
158
Maleval, J.C., Ibid., pg. 301.

63
específica en ¨L´etourdit la lectura como política¨, publicación realizada por varios autores.
Allí, Néstor Belomo dice que ha leído trabajos en donde el empuje… ¨rara vez, sino nunca,
es mencionado como un efecto¨ y propone que la intensión de Lacan al emplear dicha
palabra es de atar el empuje… ¨no diré a su causa, sino a lo que lo determina: la irrupción
de Un-padre. Un-padre a su vez como no siendo efecto de nada¨. 159 Es decir que el hecho
de ser un ¨efecto¨ * ubica al empuje… como una consecuencia, pero de nada, dado que en la
psicosis la función paterna está forcluída. Por esto, no hay razón, hay un ¨sin razón¨, para
que irrumpa Un-padre, lo cuál, tal como se explicó en párrafos anteriores, es
experimentado en el campo de Otro que ha de pensarse como ajeno a todo sentido, es decir,
en el campo de un goce que es sin sentido, y toma al sujeto como objeto.
Cuando Lacan dice que este efecto se precipita como un forzamiento ante la
irrupción de Un-Padre como sin razón, está haciendo nuevamente referencia al escrito ¨De
una cuestión preliminar…¨ 160 y a la fórmula del desencadenamiento de la psicosis que
proponía a finales de los años ´50. Sin embargo, como se desarrolló en el segundo capítulo
del presente trabajo, a partir de los años ´70 la perspectiva de la deslocalización del goce
permite abrir el abanico clínico para el abordaje de la psicosis, haciendo menos tajante la
concepción del desencadenamiento. Por lo tanto, en este contexto, ligar el empuje-a-la-
mujer a aquel tipo de desencadenamiento deja de ser excluyente. Incluso, como señalan
algunos psicoanalistas, en algunos casos no es necesario que haya desencadenamiento para
que se manifieste un empuje-a-la-mujer. Éste puede manifestarse también sin el encuentro
con un Otro gozador.
¨En muchos casos no existe un desencadenamiento clásico y la formulación de un
empuje-a-la-mujer no depende de un trabajo delirante¨. Por ejemplo, en algunos casos de
transexualismo (no en todos, es imprescindible no hacer una generalización en este punto)
se puede encontrar el empuje-a-la-mujer enunciado como un saber de entrada, ¨como una
adivinación inconciente¨, pero sin regresión tópica al estadio del espejo, es decir, sin
disolución imaginaria. 161 Respecto a estos casos, Catherine Millot indica que ¨el síntoma
transexual funcionaría como una suplencia del Nombre del Padre, en tanto el transexual

159
En A.A.V.V., Op. Cit., n. 2, pg. 26.
*
Efecto: m. 1. Lo que surge como consecuencia de una causa. ¨Nuevo Espasa Ilustrado¨, Perú, Espasa, 2005.
160
Lacan, J., Op. Cit., n. 3.
161
Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 161.

64
tiende a encarnar a La mujer, […] la posición del transexual consiste en pretenderse
Toda.¨ 162
Esto significa que el empuje-a-la-mujer no necesariamente tiene efectos
destructivos a nivel sexuación para el sujeto, ni tampoco requiere de grandes soluciones
delirantes. Como sostiene D. Wintrebert, existe ¨toda una gama que va desde los fenómenos
discretos hasta la asunción de un destino fuera de lo común que atestigua de un proceso de
feminización activo en la psicosis¨.163 Según Mahieu, existen casos en los cuales el
empuje… puede integrarse a la vida de un paciente de manera relativamente armoniosa, en
los cuales el sujeto logra hacer un sinthome de ese empuje-a-la-mujer, llevando a cabo una
práctica o modo de vida que le sea útil para tejer lazos sociales. 164

En definitiva, el efecto empuje-a-la-mujer se manifiesta de diversos modos, y puede


ser captado, a su vez, de acuerdo a su incidencia en lo real, lo simbólico y lo imaginario.
Pero es importante tener en cuanta la advertencia de Maleval respecto a esta diversidad.
Este psicoanalista indica que ¨el efecto empuje-a-la-mujer, predominante en la
sintomatología de Schreber, tiende tal vez a hacernos olvidar que este fenómeno imaginario
se encuentra bajo la dependencia de la estructura, de forma que puede desempeñar diversas
funciones y además existen diversas formas de llevarse a cabo¨. 165
El empuje-a-la-mujer puede emerger como efecto de una desregulación de goce
específico en la psicosis, o presentarse como una adivinación inconciente de entrada, en la
cual, en el mismo movimiento ya va articulada una solución que regula ese goce. A medida
que entra en juego el trabajo del delirio, este goce feminizante, desreglado, se va
localizando nuevamente de acuerdo a las diferentes soluciones que inventa el sujeto, las
cuales implican algún tipo de feminización en alguno de los tres registros, pero no
necesariamente en una sola dirección. Por ejemplo, no siempre la emergencia de La Mujer
implica distorsiones a nivel imaginario, simplemente puede encarnarse en Otro perseguidor
que goza del sujeto. A su vez, hacer consistir a La Mujer tampoco implica necesariamente

162
Millot, C., Op. Cit., n. 21, pg. 34.
163
En Mahieu, T.E., Op. Cit., n. 6, pg. 14.
164
Mahieu, T.E., Ibid., pg. 185.
165
Maleval, J.C., Op. Cit., n. 7, pg. 311.

65
que el sujeto la encarne, puede ubicarse también en un significante excepcional, que funde
un orden singular para el sujeto.
Sin embargo, es importante resaltar el constante e infinito trabajo que puede
conllevar una solución por la vía de La mujer como figura excepcional. Como indica G.
Morel, ¨la existencia de La Mujer no es más que la de una construcción levantada sobre el
vacío, imputable a la forclusión del Nombre del Padre y el falo. La forma de expresión
¨empuje-a-la-mujer¨ evoca ese aspecto no consumado, inconcluso, de work in progress del
trabajo delirante.¨ 166

166
Morel, G., Op. Cit., n. 9, pg. 227.

66
67
Consideraciones finales

Luego del recorrido realizado es posible abordar las preguntas que orientaron este
trabajo: ¿Qué tiene de específico La Mujer como figura de excepción respecto a otros
modos de hacer consistir la excepción en la psicosis? ¿Por qué no hablar directamente de
empuje-a-la-excepción? ¿Qué diferencia al empuje-a-la-mujer de otros modos de encarnar
una figura de excepción en la psicosis?
En primer lugar hay que remarcar que el empuje-a-la-mujer no se presenta en todos
los casos de psicosis. A su vez, no en todos los casos en los que sí se presenta el empuje-a-
la-mujer, se logra la solución de ubicar o hacer consistir a La Mujer como figura de
excepción.
Pensar una solución psicótica para atemperar el goce por la vía de la función de la
excepción implica un modo puramente lógico de leer la relación del sujeto al goce. Por lo
tanto, esta lectura se puede aplicar a cualquier caso de psicosis en el que se vislumbre una
solución de este tipo. Pero una solución así, no necesariamente involucra a la sexuación del
sujeto. Es decir, no en todos los casos de psicosis en los que se ubica una solución por la
vía de la excepción se encuentran comprometidas las identificaciones sexuadas del sujeto.
Cuando estas identificaciones sí se ven trastocadas, es posible empezar a pensar en el
empuje-a-la-mujer. Por eso, si se hablara solamente de empuje-a-la-excepción,
probablemente se estaría perdiendo la especificidad que aporta a cada caso la relación del
sujeto a su sexuación.
Respecto a la especificidad de La Mujer como figura de excepción se puede decir
que lo que la caracteriza es su inexistencia a nivel lógico. Si bien el ¨al menos Uno¨ del
lado Hombre de las tablas de la sexuación es mítico, a nivel lógico sí existe. Existe el Uno.
Pero La Mujer, no. Al no existir, impide la posibilidad de cualquier tipo de referencia.
Entonces cuando un sujeto se encuentra arrojado a esta indeterminación, sin ningún tipo de
elemento para abordarla, la posibilidad de hacerla consistir implica 1) una inventiva sin
precedentes, emergente de la nada, que involucra su propio ser sexuado, 2) un trabajo
infinito para sostener esta inventiva, ya que ese mundo sólo es posible por él mismo, y 3)
hace del sujeto una excepción, lo que puede generar grandes complicaciones a nivel de lazo
social.

68
Ahora bien, para captar lo que tiene de específico La Mujer respecto a otras figuras
de excepción que surgen en la psicosis será necesario analizar caso por caso. No es posible
dar una respuesta general a esa pregunta.
Dado que en la psicosis el sujeto no cuenta con la función fálica para abordar la
indeterminación que provoca la no existencia de la relación sexual, debe poner en juego
todo su ser para responder al enigma angustiante del goce. Por lo tanto, su sexuación queda
comprometida y el modo de resolver esta situación será singular para cada caso.

Luego de este trabajo, quedan abiertas algunas líneas posibles de investigación. En


cuanto a lo específico del empuje-a-la-mujer, no se encontró una respuesta a por qué Lacan
escribe ¨la¨ en la expresión ¨empuje-a-la-mujer¨, y no La, si de lo que se está hablando es
de La Mujer que no existe, aquella que él mismo había propuesto escribir tachando el
artículo ¨La¨.
A su vez, como se indica en la introducción de este trabajo, estudiar qué es un
concepto para el psicoanálisis, y qué es necesario para que una expresión alcance este
estatuto, puede transformarse en una línea de investigación interesante, que permita
ingresar a la vertiente epistemológica del psicoanálisis.
Por otro lado, en el presente trabajo se dio un tratamiento teórico al concepto
¨empuje-a-la-mujer¨ y a sus implicancias. Sin embargo, tal como demostraron Freud y
Lacan, el aspecto clínico del psicoanálisis es el campo fecundo para nuevos aportes. En esta
línea, profundizar en la clínica de la psicosis, y específicamente en la del empuje-a-la-
mujer, puede presentarse como otra alternativa de investigación a partir del presente
trabajo.
Por último, cruzando las fronteras del psicoanálisis, pero sin prescindir de éste, el
presente trabajo puede ser un disparador para incursionar en la pertinencia de las tablas de
la sexuación a la hora de leer ciertos fenómenos contemporáneos ligados a las cuestiones de
género y la teoría queer, apuntando a la relación entre posibles nuevos modos de sexuación
para los sujetos, y la estructura de la forclusión.

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