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Tema | Trastorno del universo esquizotípico

Módulo | Trastornos de la personalidad en la infancia y la adolescencia

Ángel Fernández

INTRODUCCIÓN Contenido
El trastorno de la personalidad esquizotípica es considerado por el DSM-5
Introducción
como un trastorno de la personalidad, la CIE-10 lo engloba dentro del capítulo
“Esquizofrenia, trastorno esquizotípico y trastornos de ideas delirantes”, lo que Etiología
quiere decir que lo trata como un trastorno psicótico.
Bibliografía
Ambos comparten ciertas realidades del esquizotípico, sin embargo, aunque no
es infrecuente que la esquizofrenia muestre su primera cara en forma de trastorno
esquizotípico, son muy pocos los niños y adolescentes que, presentando una
estructura de personalidad esquizotípica, lleguen a desarrollar posteriormente
esquizofrenia.

En ningún momento del desarrollo evolutivo del niño con personalidad esquizoide
se dan las anomalías de la esquizofrenia. No obstante, la frecuencia de
esquizofrenia en familiares de primer grado del niño esquizotípico, es más alta
que en la población general.

ETIOLOGÍA
De este modo, la etiología genética del esquizotípico
puede compartir genes con la esquizofrenia, aunque
fenotípicamente no haya quedado expresada.
Sin embargo, la epigenética, es decir, el contexto
familiar en el que la genética del niño es influida
ambientalmente por la genética de los padres,
supone que su personalidad pueda fácilmente
adoptar un perfil esquizofreniforme, pero los
pilares, la estructura sobre los que se va formando
su personalidad, no deja de ser esquizotípica.
Los factores psicosociales son:
1 Defectos de estimulación durante la primera
infancia.
2 Ambientes familiares inexpresivos o imposibles
porque los niños imitan el patrón de estas
reacciones interpersonales.
Las características de los niños con rasgos
esquizotípicos son análogas a las que presentan
los adolescentes, aunque su manifestación adopte
diferentes caras.
Los niños con rasgos esquizotípicos se muestran
pasivos socialmente. En contextos externos al hogar,
como la escuela, son solitarios e hipersensibles a la
crítica o a los roces que pueda haber con otros niños.
En etapas prepuberales, los rasgos esquizotípicos
pueden no haber eclosionado aun, de tal manera que
permanecen latentes, hasta que su manifestación
más visible eclosiona. Se evidencia entonces un
cambio repentino, abrupto. El niño pasa de ser
pasivo en cuanto a su iniciativa a relacionarse, a
dejar de hacerlo de una manera mucho más activa,
llegando incluso a mostrar una clara desadaptación
a la escuela, teniendo rabietas cuando llega el
momento de ir al colegio.
El aislamiento activo es consecuente a su errónea
interpretación del significado de los mensajes de
los maestros o los otros niños hacia él. Es común en
estos niños que reaccionen con rabietas y arranques
de ira ante lo novedoso, situaciones sociales que
no entiende, mensajes dirigidos hacia ellos que les
abruman.
En definitiva, cualquier situación que suponga una
ruptura de esquemas conocidos por él, le desequilibra
emocionalmente. Por ejemplo, si el niño come en
el comedor de la escuela y tiene una taza, plato o
cubiertos propios o preferidos, puede negarse a
comer y romper a llorar desconsoladamente.
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Esto se debe a que, a diferencia del esquizoide, que
se encuentra a gusto en su soledad y en contacto
con su mundo interno y allí las tazas son como se las
quiera imaginar, el esquizotípico no pierde contacto
con el exterior, un exterior con el que no sabe
relacionarse y esto le angustia tremendamente.
El esquizoide vive en su interior, el esquizotípico es
hipersensible al exterior, y el esquizofrénico vive en
otra realidad.
Interior, exterior y realidad son pequeños matices
que producen grandes diferencias.
Dado que el niño esquizotípico, como decimos, no
sabe relacionarse con el exterior que le produce
tanta angustia, opta por aplicar pensamientos
mágicos a ese mundo tan complicado y amenazante.
Esta decisión de su psiquismo no le reporta ningún
avance en su capacidad de relacionarse, pero si
un filtro almohadillado con el que amortigua y
reinterpreta de una manera digerible para él el mundo
de lo interactivo, de lo social, de sus relaciones.
El pensamiento mágico del niño esquizoide se
desarrollará, abarcando una manera estrafalaria de
vestir, una gestualidad inusual y un tipo de creencias
que le reportan poderes mágicos, así como varias
formas diferentes de control de su ansiedad, tales
como supersticiones o la creencia en la telepatía.
El niño sigue creciendo, y más cercano a la
adolescencia, dichos rasgos adoptan formas un
poco más adultas, así como sus puntos débiles
encuentran nuevas formas de vulnerabilidad. Por
ejemplo, la creencia en la telepatía le confería
cierta seguridad al creer que sabía lo que otros
pensaban, pero llegada la adolescencia se le puede
dar la vuelta en momentos de estrés social: Los
demás también tienen telepatía y saben lo que
está pensando, aniquilando así toda posibilidad de
escapar mediante un aislamiento apaciguador del
entorno.

Sumergido en esta dinámica, el comportamiento del
niño se vuelve cada vez más extraño o evitativo, lo que
termina por encerrarle en una espiral de dificultad en
la expresión de sus emociones y sentimientos.
El adolescente con una estructura esquizotípica más
desarrollada, se manifiesta de igual modo, de una
forma más reactiva a sus dificultades relacionales, y, por
ende, sus mecanismos defensivos son más coloridos,
lo que le hace más extraño, raro y extravagante aún.
El adolescente esquizotípico es denominado
“friki” por sus compañeros. Son descritos como
excéntricos, extravagantes, “raritos”, con ideas
peculiares sobre el funcionamiento de la sociedad y
del mundo, en el que las “energías”, “el otro lado de
la realidad”, y lo mágico, gobiernan lo que el resto
de su entorno entiende por “realidad”.
Se consideran diferentes y vulnerables ante los
demás, sienten no poder escapar de sus miradas y
burlas, como si llevaran un cartel luminoso colgado
a la espalda que provocase en los demás rechazo. Se
distancian desde el miedo, y no desde la venganza
como haría el paranoide.
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Suelen tener escasos éxitos, a pesar de su usual
alto cociente intelectual. Denotan poca vitalidad,
espontaneidad y son poco ambiciosos. No participan
en actividades grupales lúdicas, y cuando tienen
que hacerlo, porque así lo demandan las actividades
del instituto, lo hacen “de refilón” y como un mero
trámite del que necesitan salir y liberarse.
Prefieren ser marginales por tener una visión del
mundo muy diferente a los demás: suelen atribuir
mucha importancia a cuestiones marginales y
superficiales o banales y poseer una interpretación
muy particular sobre la relación entre las personas.
Suelen tener un alto rendimiento intelectual,
pero una nula capacidad relacional, por lo que
llegan a convertirse con la edad en “pensadores”
impenitentes, ocupados plenamente en sus
ensoñaciones y particularidades de su mundo
interior. Viven absortos en sí mismos, desconfiados
de los demás y de pocos amigos. En ocasiones
establecen relaciones con uno o dos amigos,
relaciones basadas en la seguridad de no ser
reprendidos por su forma de sentir, pensar y actuar.

El adolescente esquizotípico ha desarrollado, como
apuntábamos antes, “pensamientos mágicos”,
creencias extrañas, ilusiones corporales, de
manera que crean un mundo paralelo desde el que
explican el comportamiento de los demás hacia
ellos en base a que existe la telepatía. Tienen
sentimientos, sensaciones de “presencias”
paranormales que les observan, energías que les
predestinan a vivir experiencias “especiales” que
aún no se han manifestado o lo hacen en forma de
“señales”.
A pesar de ello, se dan perfecta cuenta del mundo
exterior y de los sentimientos de los demás. Que
se aíslen no quiere decir que estén desvinculados
del entorno. Por eso adoptan comportamientos
extraños, intentos de aproximación hacia los
demás, enfrentándose a ellos si es necesario y
mostrando unas ideas de referencia, extrañas, una
clarividencia e ilusiones que sorprenden realmente
a los que tienen a su alrededor.
Llegan a creerse y a vivir en ese mundo paralelo
e irreal que ellos mismos fabrican. En realidad, el
esquizotípico se niega a sí mismo anulando todo
lo que proviene del mundo normal de los que le
rodean, conformando así el característico vacío
existencial que les caracteriza.
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BIBLIOGRAFÍA
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