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Escuela de letras
Parcial
Octubre de 2019
Rosario
Dicho movimiento buscaba ofrecer una nueva visión de la sociedad basada, entre otros
elementos, en la renovación del arte a partir de la búsqueda subjetiva de lo esencial,
atendiendo exclusivamente al sentimiento vital. Consideraban que una nueva imagen del
mundo debía ser creada, y que sólo los expresionistas podían hacerlo, a causa de que los
hechos solo tienen relación en la medida en que hay un artista viéndolos. La obra
expresionista nace como una tensión entre la realidad y la imposibilidad de captar el valor
absoluto, espiritual, que se encuentra por detrás de los datos inmediatos.
Edschmid plantea que “la cadena de los hechos: fábricas, casas, enfermedades,
prostitutas, gritos, hambre” no existe; sólo existe la visión interior que provocan. Los
hechos y objetos nada son en sí mismos; es necesario profundizar su esencia. Es el artista
el que se apodera “de lo que hay detrás” y permite que se conozca su verdadera forma,
liberada de la sofocante opresión de una “falsa realidad”. El artista expresionista, que no
es receptivo sino verdaderamente creador, no busca un efecto momentáneo, sino la
significación eterna de hechos y objetos.
El gabinete del doctor Caligari es una película muda alemana de terror estrenada
en 1920, dirigida por Robert Wiene y escrita por Hans Janowitz y Carl Mayer.
Considerada la obra por excelencia del cine expresionista alemán. Su escenografía, a la
que a menudo se le reprocha ser demasiado escueta, ofrece cierta profundidad brindada
por perspectivas voluntariamente falseadas y callejones que se entrecortan en ángulos
imprevistos; otras veces esta profundidad está dada por un telón de fondo que representa
la prolongación de esas callejuelas mediante líneas onduladas. Se destacan las líneas
curvas, que, tienen en sí mismas, una significación de gran importancia, ya que ejercen
sobre el espectador un efecto muy diferente del de la línea recta, provocando una reacción
psíquica de un orden totalmente distinto a las líneas de corte armonioso. Lo que interesa
aquí es generar inquietud y terror.
2. En las obras de Thomas Bernhard la narración se presenta ya sea como un texto escrito
por uno de los personajes (lo que implicaría que el texto mismo, la novela, fuera una
lectura que el narrador efectuara de otro texto cuya escritura adjudicara al personaje), ya
sea como discurso indirecto que recrea frases pronunciadas.
“(…) Es la primera casa construida en el Aurach que jamás podrá ser arrollada
por el Aurach ni aniquilada por aludes de piedras y barro provocados por
catástrofes metereológicas, porque, así Roithamer, todas las casas
construidas hasta ahora en el Aurach han sido en definitiva arrolladas por el
Aurach o aniquiladas por algún alud de piedras y barro que ha bajado por el
valle del Aurach (…)” (Thomas Bernard, 1975:113).
Y esta suerte de juego en el que el narrador se desdobla, lee los textos adjudicados a los
personajes y se confunde con ellos, termina por conformar una situación narrativa
singular: por un lado, se tejen relaciones de distanciamiento, escepticismo e ironía, y por
otro, la narración nos arrastra de manera irreversible hacia el pensamiento de los
personajes.
Gargani propone la idea de que la estructura de las composiciones de Bernhard, basadas
en un modo “citacional”, se debe a que la verdad no es comunicable de manera directa.
Entonces, el estilo “citacional” representa “la única posibilidad de escritura, dado que la
verdad sólo puede ser comunicada indirectamente, a través de la fractura abierta en la
persona del narrador, de donde se escapan los pensamientos de los personajes” (1990:
23). Por otra parte, la actividad de composición sería la condición de la auto-constitución
del hombre. Dado que la “realidad” no puede representarse (esta voluntad sólo podría
provenir de una falsificación), la composición sería el medio a través del cual el hombre
se constituye como ser en el mundo. Pero esta composición no sería una y cerrada, sino
un flujo que, al igual que el pensamiento, asume la forma de un devenir constante.
En las obras de Bernhardd, la rapidez con que se suceden los pensamientos, con que fluye
el monólogo, nos da la sensación de que en el mismo momento en que transcurre ese
monólogo, se está perdiendo para siempre. Por esto, la temporalidad tal como la presentan
los textos del autor se acerca mucho más a la temporalidad inasible del flujo del monólogo
interior que a la temporalidad construida de una narración.
Estos monólogos se componen, de una parte, de todo aquello que pasa por el pensamiento,
sean elementos, palabras, datos, recuerdos (construcciones de recuerdos), etcétera, y de
algo más, algo que no está allí dicho sino sólo, quizás, insinuado.