Chistosom Jailene

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Melgar 1

Caídas

Cuando alguien me pregunta, “¿cuál es tu mayor miedo?” sin pensar, yo sé que yo le

tengo temor a caerme. Muchas veces cuando uno se cae o alguien se cae la primera cosa que uno

hace es reírse. Aunque eso sucede, mi miedo es golpearme o que la gente me vea gritar si me

caigo. Pero las caídas suceden y tengo dos recuerdos de caídas que me hicieron reír. La primera

caída fue hace años y estaba toda mi familia en casa. Era un domingo, y usualmente los

domingos hacemos limpieza en casa porque es el único día que tenemos libre. Ese día, mi mamá

estaba pasando el trapeador y ella anunció “¡tengan cuidado, el piso está mojado!” Mi hermano y

yo de nuestros cuartos gritamos “¡ok!” Teníamos la radio encendida escuchando música tropical

y de repente yo escucho que alguien se resbala y cae y escucho el “¡boom!” de la caída. Cuando

salgo a ver qué pasó, encuentro a mi hermano sentado afuera de su cuarto riéndose y sin saber

qué hacer o cómo reaccionar. Yo, como buena hermana, primero me moría de carcajadas y

después le ayudo a levantarse. Yo le dije que desde mi cuarto yo escuché todo sin actualmente

verlo. Él dijo, “yo escuché cuando dijo que estaba mojado, pero en el apuro se me olvidó” y

todos nos estábamos riendo, incluyendo mi hermano.

Meses después, la caída me toca a mí. Ese día sólo estábamos mi abuelita y yo. Siempre

que le pasa algo a la televisión de la sala, mi abuelita me llama para que se la arregle. Esa tarde,

me puse a arreglarle la televisión para que ella vea las noticias de las cinco. En aquel entonces,

teníamos una alfombra abajo de la mesa de café que está en la sala y tenía una esquina que

estaba levantada. Según para ayudar que la esquina se arregle, le pusieron algo pesado, una

piedra, encima. Cuando ya arreglé la televisión, me voy y paso por esa esquina y me enredó en

esa piedra y me caigo. Mientras que me estoy cayendo, estoy pensando “Dios mío, ¡me estoy

cayendo!” Las caídas suceden en segundos; me caigo y me empiezo a reír. Yo traía mi teléfono
en la mano, pero como un buen joven qué no se despega de su celular, me caí sin soltar el

teléfono de mi mano. Mi abuelita que vio todo me preguntó si yo estaba bien, pero ella sin reírse

porque se asustó. Esa caída me dio tanta risa porque me caí sin soltar el teléfono. En la casa

tenemos cámaras, y yo sabía que había quedado grabada mi caída. Al día siguiente, me meto a la

computadora a retroceder lo que pasó ayer y busco mi caída. Viendo otra vez desde el ángulo de

la cámara, me volví a morir de risa.

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