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TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVA DESDE UNA

EXPLICACIÓN PSICOANALÍTICA.

ASIGNATURA:
PSICODIAGNÓSTICO I

ESTUDIANTE:
Anthony Zapata

SECCIÓN:
Matutina

PERIODO LECTIVO:
2019

MACHALA – EL ORO – ECUADOR


Introducción
Los intentos de comprender la patogénesis de esta entidad han llevado a los autores
desde varias décadas atrás a considerar un rango de posibilidades. Puesto que su
incidencia está muy correlacionada con el trauma severo, es decir, circunstancias
potencialmente de riesgo para la vida incluyendo abuso físico y sexual. Uno de los
autores es Pierre Janet, propuso la teoría de desagregación, o disociación, supuso una
escisión en la psique de las personas traumatizadas, una desintegración pasiva de la
mente, que resulta en el desarrollo de componentes autónomos que podrían ser
repudiados y tratados por hipnosis.

El propio Freud lidió continuamente con una escisión del modelo de psique desde su
primer trabajo con Breuer y la escisión de la conciencia y la histeria, hasta la
disociación y la perversión, así como la neurosis y la psicosis en sus últimos escritos.
Autores como Fleiss describieron la evasión hipnótica, mientras que Dickes redefinió
como protegiendo al yo frente a demandas inaceptables, incluso Anna Freud (1954)
reconoció que un paciente podía evitar la angustia sexual mediante un sueño similar al
trance. Sin embargo, tal como señaló Glover el término disociación tiene una “historia
accidentada en el psicoanálisis y así, mientras que tales fenómenos han sido descritos en
la literatura, pocos autores se han atrevido a reintroducir este término hasta hace poco.

Como he apuntado anteriormente, la teoría de una escisión en la psique ha sido tan


atractiva y versátil que ha evolucionado y se ha invocado para formular muchos tipos de
psicopatología, incluyendo el trastorno de personalidad múltiple ahora conocido como
el trastorno disociativo de identidad.

El Trastorno de Identidad Disociativa es poco frecuente, y excepcional en el ámbito


de la psicología, consistente en la coexistencia en un individuo de dos o más
personalidades independientes. La mayor parte de la información bibliográfica está
destinada a describir las características de trastorno, sin embargo, en cuanto a su origen
se habla muy poco. Por ello me he enfocado a descubrir cómo se explica el origen del
trastorno de identidad disociativa desde un enfoque psicoanalítico. Así también la
presente investigación servirá como aporte científico para la complementación de
conocimientos tanto a mi persona como a cualquier otra que haga uso de ella.
Ahora se reconoce que la relación más temprana madre-infante tiene implicaciones
para el desarrollo de síntomas y defensas disociativos. El maltrato de infantes por parte
de su principal cuidador está muy relacionado con patrones desorganizados asociados
con respuestas de temor y estrés que implican el eje hipotálamo-pituitario-adrenal
(HPA), que puede crear patrones de actividad neurobiológica que duren toda la
vida[ CITATION Sar12 \l 3082 \m Rod15 \m Rom16] .

Estos hallazgos sugieren que los procesos tempranos interactivos o diádicos


subyacen a la patogénesis de los fenómenos disociativos, lo que nos lleva a concluir que
el tratamiento clínico que favorece la colaboración y el diálogo saludable facilita una
experiencia integrada para el paciente[ CITATION Fer13 \l 3082 ].

Es importante que la cuidadora ofrezca al infante una experiencia relacional íntima


continuada que permita experimentar un sentido del self continuado. “Saber y no saber”
probablemente comienza con una necesidad disociogénica perturbada de la madre de no
saber sobre sí misma lo que dificulta su capacidad para conocer a su infante, quien
entonces no puede ver plenamente quién es ella[CITATION Schal \l 3082 ].

Los clínicos familiarizados con la patología disociativa severa observan


regularmente que pacientes adultos de este tipo a menudo tienen una amnesia excesiva y
extensiva no sólo de sus años de primera infancia sino, también de acontecimientos del
periodo de latencia y adolescencia, lo que a menudo los deja con lagunas perturbadoras
en la memoria de la experiencia del self continuada[ CITATION Cap07 \l 3082 ].

Estos “agujeros” en la memoria pueden ser embarazosos, y pueden ser minimizados


o cubiertos mediante la confabulación o reportes de abuso del alcohol o las drogas, que
sólo aumentan el problema. Una vez en tratamiento, puede revelarse que se halla
presente una “barrera de represión” inusualmente densa, en la que, paradójicamente, se
puede abrir una brecha mediante la hipnosis[ CITATION Cor15 \l 3082 ].

Desde de un punto de vista relacional, ve la disociación como una defensa


interpersonal ubicua tal que lo que no es sabido es impensable porque no fue
adecuadamente reconocido por el cuidador primario, sin embargo, da un paso más
reconociendo la disociación como, en último lugar, una defensa intrapsíquica, puesto
que en esta condición, el hallar significado en la experiencia se ve bloqueado por un
desacoplamiento de un proceso evolutivo natural[ CITATION Cap07 \l 3082 ].
Un niño reacciona a lo intolerable de conocer el odio de su madre hacia él inhibiendo
activamente la capacidad de mentalizar. Puesto que los niños no pueden desarrollar la
capacidad de integrar contenido mental a menos que el objeto materno pueda sostener
un diálogo afectivo, simbólico e interactivo suficientemente bueno, la disociación se
describe como el comienzo de una experiencia relacional interpersonal [ CITATION
Lóp12 \l 3082 ].

Como resultado, en las familias en los que el abuso se acompaña de un clima de


negación, la ausencia de reconocimiento en la díada facilita un estado mental
disociativo. Es decir se observan los intentos de diálogo con conflicto de aproximación
evitación del niño disociativo así como la incapacidad de la madre abusiva de ayudar al
niño a integrar los aspectos contradictorios de sus experiencias mediante el diálogo
colaborador[ CITATION Cap07 \l 3082 ].

La disociación se ha descrito, entonces, como un saber y no saber simultáneos


debido a la persistencia de un estado mental infantil en el que el objeto materno no logró
dotar de significado a una experiencia sensorial o estado mental. Como resultado,
alguien que disocia, presumiblemente, no puede conocer su self excepto a través de los
ojos y la interpretación de otra persona. El autoconocimiento mediante la introspección
no es posible debido a un importante trastorno a la hora de representar la experiencia
propia[ CITATION Fer13 \l 3082 ].

Puede no haber constancia del self porque la imagen del self siempre está fluctuando
como resultado de una capacidad perjudicada para representar el self, dejando al
individuo totalmente dependiente de la interacción con los otros para su definición.
Desde un punto de vista mahleriano, la constancia del self es el acompañamiento
recíproco de la constancia del objeto, la adquisición central del proceso de separación
individuación[ CITATION Mar15 \l 3082 ].

Sin embargo, investigaciones más reciente sobre el desarrollo ha puesto en


cuestionamiento algunos de estos hallazgos, puesto que cada vez hay más evidencias de
un self diferenciado en la infancia que precede a la constancia del objeto, las
perturbaciones observadas en el trastorno de identidad disociativa implican una historia
de problemas importantes en el desarrollo temprano del self nuclear, especialmente en
las áreas de autocohesión, autocontinuidad y autoagencia [ CITATION Cap07 \l 3082 \m
Ben12 \m Mar15].
El input sensorial puede percibirse con precisión y ser consciente, pero su significado
se relega inicialmente al objeto porque la experiencia no está simbolizada, formulada ni,
por tanto, representada. Como resultado, el individuo persiste en hacer caso omiso de
sus sentimientos para conformar la realidad del otro, dejándolo inconsciente y, por
tanto, protegido de conocer estados somáticos y psicológicos muy dolorosos [ CITATION
Mar15 \l 3082 ].

Esta represión por poderes se conceptualiza inicialmente como una defensa


interpersonal más que intrapsíquica que, por otra vía, evita que el sujeto conozca algo,
no porque sea inconsciente sino porque es inaceptable para los otros. Según esta
perspectiva, la disociación se considera el ejemplo por excelencia de la evidencia de que
la naturaleza interpersonal del self debe definirse en relación con el objeto [ CITATION
Mas \l 3082 ].

En la literatura psicoanalítica, se han observado que la imagen del self se origina en


las primeras interacciones, puesto que el infante llega a conocer su propia mente
hallando una imagen de sí mismo en la mente de su madre. El niño ve su fantasía o su
idea representada en la mente del adulto, reintroyecta esto y lo utiliza como una
representación de su propio pensamiento[ CITATION Ono11 \l 3082 ].

Dicha dependencia de la realidad de la madre, si persiste en la etapa adulta, resulta


en un perjuicio importante de la capacidad para mentalizar. Esta ilusión de una psique
autónomadiría yo está fomentada, reconfigurada y llevada al extremo en los casos de
trastorno de identidad disociativa, donde existen personificaciones aparentemente
separados que pueden negar o no conocer la existencia de los otros, o que pueden
entablar batallas letales (es decir, suicidas) por el control exclusivo del cuerpo. No sólo
existen perturbaciones en el self nuclear, sino también en el self intersubjetivo y,
bastante dramáticamente, en el self narrativo, donde las varias personalidades pueden
reivindicar autobiografías muy distintas[ CITATION Schal \l 3082 ].

Se puede considerar como un trastorno del self que se caracteriza por una carencia
global de constancia del mismo, de la que se defiende mediante un cuadro de selves
aparentemente separados con su propia cohesión. El conflicto intrapsíquico del paciente
sobre sus deseos puede ser bastante evidente en estos selves sumisos de los niños,
puesto que el miedo, la culpa y los impulsos autodestructivos pueden ser profundamente
sentidos [ CITATION Mas \l 3082 \m Cor15 \m Aba17].
Sin embargo, el paciente puede emplear una única defensa, descrita como
desplazamiento pseudoexternalizado, en el que sus esfuerzos instintivos pueden no ser
reconocidos, desterrados de la conciencia, y atribuidos a otra persona, y en el caso del
trastorno de identidad disociativa esa otra persona no es una persona externa, sino más
bien un self “interior”. Trabajar con esta defensa y reconocerla como lo que es cuando
emerge en la transferencia es una parte crucial del tratamiento, puesto que implica
trabajar con estados elusivos alterados, amnesia, recuerdos traumáticos, y el desarrollo
patognómico de selves disociados [ CITATION Vel03 \l 3082 \m Mas \m Schal \m Cor15] .

Otra ilusión, la de la cohesión del self, se crea mediante estas personificaciones, que
pueden tener sus propias biografías, proclividades sexuales, relaciones, sueños, hobbies,
y recuerdos continuados. Estos selves han alcanzado un grado de autonomía secundaria,
y así pueden aparecer ante el esfuerzo del paciente de huir de una situación abrumadora,
o pueden ser accesibles mediante intervenciones hipnóticas [ CITATION Vel03 \l 3082 \m
Per03 \m Cor15].

También pueden emerger espontáneamente como resultado de la angustia en el aquí


y ahora. Esta propiedad de oscilar de un self a otro como respuesta a la angustia puede,
por tanto, tener lugar en la transferencia, ofreciendo así una oportunidad al analista de
comenzar a trabajar interpretativamente con esta constelación aparentemente extraña de
síntoma/defensa[ CITATION Schal \l 3082 ].

Sin embargo, la carencia global del paciente de constancia del self y del objeto puede
no reconocerse a causa de la susceptibilidad general al pánico orgánico y la angustia de
separación es evitada por los diversos selves, que parecen tener un investimento
narcisista en la separación. Mantener esta separación (como en la escisión) puede
reducir la angustia mediante una ilusión de proteger el self “bueno” a costa de una
continuidad de la identidad [ CITATION Ono11 \l 3082 \m Lóp12 \m Ter18] .

Unas recientes memorias de un experto de renombre internacional en asuntos


asiáticos ilustran esas capacidades de alto nivel. Estas personificaciones pueden
esgrimirse como escudo defensivo frente a los afectos y recuerdos traumáticos del otro,
aparentemente protegido por una barrera psíquica reforzada por la amnesia y la
analgesia[ CITATION Vel03 \l 3082 ].

Parece como si este tipo de organización encapsuladora pudiera permitir un


desarrollo más normativo en ciertas regiones de la psique e, incluso, proteger de la
psicosis. Esta barrera protectora parece funcionar como una potente barrera represora,
pero es mucho más amplia y menos dócil a las intervenciones usuales a causa de las
alteraciones en la conciencia y que el paciente deja de observar el yo durante estos
cambios de identidad disociativos. Es, por tanto, esencial desarrollar una alianza
terapéutica con el paciente en todos los estados mentales y ser capaz de empatizar con
su realidad psíquica[ CITATION Rod15 \l 3082 ].

Conclusión
Se puede concluir que la relación más temprana madre-infante tiene implicaciones
para el desarrollo de síntomas y defensas disociativos, puesto que existe una relación
entre el patrón de apego de tipo desorganizado con los trastornos disociativos. En el
apego desorganizado, el vínculo entre el bebé y el cuidador resulta muy perjudicial,
porque el cuidador es agresivo, violento, y abusa o maltrata al niño. Las personas que
tienen que proteger y cuidar son precisamente las que maltratan, de manera que esto
genera un desequilibrio interno muy fuerte.

El niño ante las agresiones empezará a activarse, es decir, gritar pero puede ser que
esto tenga la consecuencia de que la agredan más. Si ese es el caso, entonces entrará en
parálisis, porque no puede remediar el peligro, de manera que se disociará. La
disociación es una pérdida de contacto con la realidad, que tiene graves consecuencias
para el desarrollo psicológico posterior del niño.

En lo que respecta a los patrones relacionales establecidos en la infancia que


contribuyeron a desarrollar la personalidad disociativa, refleja que los cuidadores de
estos pacientes con frecuencia padecen una dinámica disociativa o se disocian como
resultado de estados alterados de conciencia a través de las drogas o el alcohol. Con el
añadido de que los progenitores no recuerdan lo que hicieron (amnesia patógena o
producida por sustancias) y traumatizan aún más al niño porque no pueden ayudarle a
entender qué pasó.

Los pacientes que padecen una severa disociación muestran patrones de apego
desorientado-desorganizado, asociado a una infancia en la que al objeto que
proporcionaba seguridad también se le temía. Los patrones desorganizados, generados
por un abuso manifiesto y/o cuando la madre no está disponible emocionalmente,
pueden incrementar la susceptibilidad a vivir experiencias traumáticas.

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