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El hombre en el mundo de Dios:

resumen de artículo*
Eliel Morales González
Edinburg Theological Seminary
Edinburg, TX 78539
x.eliel@gmail.com
https://www.edinburgseminary.org

Palabras clave: Dios, Cristo, ser humano, mundo, oficio, mayordomía

1. Sobre el autor
El Dr. Paul G. Schrotenboer (1922-1998) fue ministro de la Christian Reformed Church,
director ejecutivo de la Association for the Advancement of Christian Scholarship (AACS),
secretario general del Reformed Ecumenical Synod (más tarde llamado Reformed Ecume-
nical Council), editor del RES News Exchange, el RES Theological Forum, el RES Mission
Bulletin, y el International Reformed Bulletin. Schrotenboer escribió un gran número de
libros, panfletos y ensayos; así como múltiples discursos, conferencias, sermones, informes,
documentos, notas y materiales de referencia sobre una amplia gama de temas, incluido el
ecumenismo, la unidad de la iglesia, el calvinismo, la Christian Labor Association, el cato-
licismo, la educación cristiana, la inmigración canadiense, el apartheid, la teología, H. Evan
Runner, Karl Barth, entre otros1 .

2. Introducción
El hombre en el mundo de Dios es un artículo sobre antropología teológica. El propósito del
autor es reivindicar el concepto bíblico del oficio humano, como un concepto clave y vigente
para entender el lugar del ser humano desde la perspectiva bíblica; es decir, en sus tres
relaciones centrales: con Dios, con los demás seres humanos y con el mundo. Para hacerlo, el
autor se propone dos cosas: 1) reformar el concepto de oficio, y 2) relacionar su significado
con la vida actual mostrando sus vastos alcances.
La primera sección de este artículo es una introducción, donde Schrotemboer examina
el uso de los términos clave para designar lo que entiende por “oficio” en un sentido bíblico.
En el Antiguo Testamento, el término hebreo utilizado es asher al bauith (p. ej. Gn. 41:40
y 24:2) que significa literalmente “servidor de la casa”, “gobernante” o poseedor. Mientras
que en el Nuevo Testamento, se encuentran los términos griegos epitropous y oikonomous
(Lc. 16:2, 1 Co. 4:1, Ti. 1:7, 1 Pe. 4:10-11), los cuales significan básicamente lo mismo que
* Paul G. Schrotenboer, reedición y adaptación ETS, El hombre en el mundo de Dios (Edinburg, TX:ETS).
1 Hekman Library. (2017, 01 01). Paul G. Schrotenboer Collection, 1939-1998. Paul G. Schroten-
boer Collection, 1939-1998. Retrieved 10 07, 2020, from https://archives.calvin.edu/?p=collections/
findingaid&id=533&q=&rootcontentid=52547

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en hebreo: “cuidador de la casa”, “administrador”, “ministro” o “mayordomo”. Todos estos
términos indican que el oficio tiene que ver con: 1) la administración de todo el mundo,
delegada por Dios al hombre, y 2) el servicio o ministerio de un miembro de la comunidad
humana a otro.
En esta misma sección, el autor examina el contexto bíblico más amplio del concepto
de “oficio”. En dicho contexto, las Escrituras presentan, en primer lugar, al ser humano en
su creación, vinculado inseparablemente a sus semejantes, al mundo y a Dios (Sal. 115:16),
coronado de gloria y de honra para señorear sobre la creación de Dios (Sal. 8), en tanto que
Dios mismo mantiene su lugar como rey soberano, creador, dueño, gobernador y sustentador
de todo lo que existe (Sal. 24). En segundo lugar, en la caída (Gn. 3) muestran el fracaso del
hombre en cuanto al cumplimiento de su oficio. Y en tercer lugar, revelan la restauración de la
mayordomía humana en la redención por Cristo Jesús, a quien Dios entregó la administración
del mundo entero como su mayordomo por excelencia hasta el final de los tiempos (He. 2).
Por lo tanto, de acuerdo con Schrotenboer, a la luz de todo este contexto bíblico, en
su sentido más amplio el concepto de oficio se refiere a la manera en la que Dios utiliza al
hombre para administrar el mundo. El oficio del hombre en el mundo es la administración
de su vida y de todas las cosas que Dios le ha entregado bajo su gobierno.

3. Siervo, custodio y mayordomo


En esta sección Schrotenboer enfoca de manera general las tres relaciones centrales del ser
humano: con Dios, con su prójimo y con el mundo. En primer lugar, con respecto a Dios el
ser humano es un siervo, creado para vivir coram Deo, listo para obedecer su mandato. Con
respecto a su prójimo, es un miembro y un guardián a quien Dios le confía el cuidado de
otros, lo cual no obstante implica diversas relaciones de superioridad e inferioridad entre las
personas en todas las esferas de la vida. Y finalmente, con respecto al mundo, el ser humano
es un mayordomo, a quien Dios el Soberano le confía toda la creación para ejercer señorío
y rendir cuentas a Él de dicho gobierno.

4. Imagen de Dios
Schrotenboer señala que el oficio está fundado en la creación, en el contexto del pacto de
Dios. Por lo cual, es de carácter universal y representa el fundamento de la igualdad entre
los seres humanos. En el pacto de Dios todos los seres humanos están incluidos en la triple
relación con Dios, con sus semejantes y con el mundo. El pecado, al no ser otra cosa que
el quebrantamiento del pacto, afectó las tres relaciones centrales del ser humano. Y debido
a que en el pacto la raza humana tiene una sola cabeza (Hch. 17:26), el pecado de su
representante Adán cambió la dirección de la vida humana total, poniéndola al servicio de
la Serpiente.
Schrotenboer enfatiza la necesidad de observar los efectos de la caída en el ser humano
creado a imagen de Dios para obtener un concepto verdadero del hombre en el mundo de
Dios. El ser del hombre, dice, consiste precisamente en ser la imagen de Dios, manifestada
en toda su expresión corporal (su estructura y su acción) como el mayordomo de Dios. La
imagen indica la dependencia total (no es una sustancia), la distancia (es solo un reflejo)
y la cercanía (como hijo de Dios) del ser humano con respecto a Dios. Para el autor, la

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imagen de Dios no es estática, sino más bien es direccional: el hombre solo refleja la imagen
de Dios cuando responde a Dios en obediencia (Jn. 8:44). Por lo tanto, el autor concluye
diciendo que el hombre pecaminoso continúa siendo la imagen de Dios, únicamente en la
medida en que aún es su representante y está sometido a su Palabra (estructuralmente), no
obstante que la dirección determinante en la vida del hombre sin Dios está en oposición a
la del hombre que camina con Él (Sal. 1)

5. Cristo el Mediador
En esta sección, el autor se propone explicar el lugar de Cristo en el plan de Dios para el
hombre. Observa que así como Dios obró mediante un hombre (Adán) antes de la caída, así
también por un hombre (Jesucristo) lo hizo después. Ve el oficio de Cristo a partir de las
tres relaciones centrales de la vida, a fin de mostrar que él es aquel en quien el Padre ha
reunido todas las cosas en el universo (Ef. 1:10).
En relación a Dios, señala, Cristo es la imagen visible del Dios invisible (Col. 1:15), y
como tal fue constituido primero en el siervo sufriente (Fil. 2:9-11) y después en el siervo
glorioso de Dios; continuando su ministerio en los cielos, desde donde envió a su Espíritu
Santo, reúne a su iglesia, gobierna a su pueblo y ejerce autoridad en el mundo. En relación
a los seres humanos, Cristo es la cabeza de una nueva humanidad (su iglesia), su misión
fue restaurar la creación y rescatar al hombre caído; de manera que por Cristo la imagen
de Dios se vea reflejada nuevamente en el ser humano (Ro. 8:29). Y con respecto al mundo,
Cristo es aquel en quien el Padre reúne todas las cosas (Ef. 1:10), ascendió a los cielos como
el Rey de toda la creación; y así, como el mayordomo de Dios, gobierna el mundo, delega
autoridad, dones y tareas a los hombres (Ef. 4:8). El mundo continuará siendo de Cristo
hasta que todas las cosas sean sometidas bajo sus pies. Cuando esta obra también haya sido
concluida, devolverá el reino al Padre y Dios será todo en todos (1 Co. 15:28).

6. Un derecho delegado
En esta sección el autor enfoca la cuestión del origen de la autoridad implicada en el con-
cepto del oficio humano. Para esto, retoma la proclamación bíblica de Cristo como Señor
y Mayordomo de toda la creación, quien administra el mundo mediante la acción de los
hombres, los cuales a su vez están bajo la ley de Cristo.
El planteamiento central es que la autoridad que tiene el ser humano proviene de Dios a
través de Cristo (Ro. 13:1). Esta autoridad otorgada al hombre es parte del orden creacional
de Dios para la vida humana, por lo cual aquellos ejercen poder en toda esfera de la vida
deben hacerlo teniendo en cuenta que están cumpliendo una misión que emana de Dios
(Jn. 19:11). Dios le ha dado autoridad absoluta solo a Cristo, su poder es ilimitado y a él
deben honrar todas las naciones (Sal. 2:12); toda otra autoridad de los seres humanos es
dependiente (delegada) y su poder limitado (a un momento y a una esfera específica de la
vida).

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7. El ejercicio del oficio
El autor pasa a examinar ahora otros dos aspectos específicos del ejercicio del oficio: la
administración y el servicio. La administración es el acto de gobernar en el nombre de Dios
y en su lugar, entendiendo que es Dios quien gobierna a través de los hombres. En este punto,
Schrotenboer hace un contraste entre la idea cristiana de oficio y la teocracia. Son parecidos
en cuanto al reconocimiento de la operación divina en el mundo; pero son distintos, en que
Dios manifiesta su voluntad mediante los hombres (oficio), no mediante revelación directa a
sus siervos (teocracia). El servicio se presenta en dos sentidos. En primer lugar como servicio
a Dios, realizando su voluntad en todos los ámbitos de la vida en obediencia a su ley; y en
segundo lugar, como servicio a los que están bajo autoridad, administrando con amor en
beneficio de los gobernados para llevarlos a su madurez.
El artículo también señala algunas causas que dan lugar a un mal ejercicio del oficio.
Una primera causa es el desequilibrio entre administración y servicio, lo que históricamente
ha conducido a diversas formas de totalitarismo y opresión. Otra causa es el divorcio entre
autoridad y capacidad (mala administración), o entre capacidad y responsabilidad (exalta-
ción del experto). Por lo cual, el autor observa que debe haber un vínculo permanente entre
la mayordomía y las capacidades dadas por el Espíritu (1 R. 3:9), así como entre los dones y
la responsabilidad delegada (Mt 25:15). La responsabilidad no solo es en relación a la tarea
encomendada, sino a los dones confiados por Dios al ser humano para llevar a cabo la tarea
(Ro 12:6-8). Por lo cual, el requerimiento bíblico para los hombres y las mujeres de Dios es
que sean buenos administradores de los dones (1 P 4:10), administradores humildes (1 Co
4:7), conscientes de que viven siempre ante el rostro de Dios.

8. El sacerdocio universal
En esta sección el autor conecta el concepto de oficio con el sacerdocio universal de todos
los creyentes, remitiéndose a la Reforma del siglo XVI. Bajo esta perspectiva todo creyente
tiene una función como miembro del cuerpo de Cristo (Ro 12:5). En este sentido, se puede
ver a cada cristiano como un portador de oficio sin importar su estatus social (1 Co 7:21),
puesto que todos han recibido un llamamiento en Cristo y se les han confiado diversos dones
por el Espíritu Santo (1 Co 12:4).
En relación a la universalidad del oficio se presentan diversas distorsiones. Entre los
cristianos actuales la más común es quizás la dicotomía entre vocaciones sagradas y seculares,
aunque también ha ocurrido en la historia que el oficio se ha utilizado como una defensa
del status quo, esto en oposición al requerimiento de la ley de Cristo (1 Co 7:23). Del
lado humanista, también han surgido distorsiones equivalentes, como la falsa igualdad del
hombre-masa y la divinización de la razón humana. Frente a estas visiones desenfocadas
de la realidad humana, la perspectiva bíblica muestra la verdadera igualdad en Cristo, que
consiste en que todos los seres humanos tienen un ministerio, comparten la tarea original de
la vida y son restaurados en su Redentor para participar en la mayordomía de Dios. Todo
esto sin menoscabo de la desigualdad producida por la gran diversidad de dones, tareas y
responsabilidades; lo cual, lejos de separar une a la nueva humanidad, pues la diversidad
destaca la mutua dependencia entre sus miembros (1 Co. 2, Ef. 4 y Ro. 12).

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9. La variedad de ministerios
Schrotenboer dedica esta sección a responder la pregunta acerca del origen de la diversidad
actual de esferas sociales distintas en naturaleza y ministerio, y cómo se relaciona este estado
de cosas con el concepto de oficio. La tesis del autor es que las diversas esferas de la vida
son ordenanzas de Dios, no invenciones humanas. Dios encomendó al hombre un ministerio
para efectuar diversas tareas específicas, cuyo cumplimiento ha requerido la formación de un
sistema social que se ha desplegado a través de un largo proceso de desarrollo histórico hasta
alcanzar el estado de la sociedad actual. De manera que cada estructura social ha surgido
sobre la base de dos fundamentos: 1) la Palabra de Dios y 2) la respuesta comunitaria del
hombre. El autor entiende esta diversidad de esferas y ministerios como una soberanía de
esferas: así como cada esfera de la vida corresponde a una tarea específica encargada por Dios
al hombre, cada esfera tiene: 1) una ley específica (la ley de Cristo), 2) una responsabilidad
específica (la tarea encomendada por Dios) y 3) una autoridad específica (el derecho delegado
por Dios). Esta concepción cristiana acerca del oficio no solo explica la completa coordinación
de la vida, sino que además corta de raíz toda clase de totalitarismo, sea estatal, industrial,
eclesial, académico o de cualquier otro tipo.

10. El oficio y el proceso histórico


En esta última sección, Schrotenboer desarrolla un poco más el tema de la diferenciación
de esferas y ministerios. Desde una perspectiva histórica, el autor identifica dos clases de
diferenciación: la especialización interesfera y la especialización intraesfera. La primera, se
refiere a la formación de las diferentes esferas de la vida a través de un proceso histórico
que se mueve de la concentración de tareas (p. ej. la tribu, el clan) a la especialización
de tareas sociales (p. ej. la familia, el estado, la iglesia, etc., en la sociedad occidental). La
segunda clase de diferenciación, se refiere a la diversificación del trabajo dentro de una esfera
existente (p. ej. diáconos, ancianos y maestros dentro de la iglesia). La diferenciación del
oficio es una necesidad (ley), mediante la cual Dios gobierna y lleva a cabo su designio para
su creación por medio de los seres humanos.
El artículo concluye apuntando los alcances del concepto de oficio para la vida actual.
En primer lugar, sostiene que es un concepto global, que abarca todas las diferenciaciones
y especializaciones de la vida; proveyendo así un marco de referencia fundamental para ver
al hombre en el mundo. En segundo lugar, permite e invita al cristiano a participar en el
proceso histórico de desarrollo y diferenciación, influyendo y moldeando cristianamente el
curso de la historia como parte integral de su tarea de gobernar el mundo en el nombre de
Cristo. En tercero, brinda respuesta a las afectaciones más graves de la humanidad: 1) evita
cualquier forma de totalitarismo, 2) cura la indiferencia hacia la vida futura, 3) resuelve el
impersonalismo de la sociedad de masas, 4) ofrece una esperanza verdadera para el mundo
basada en la obra mediadora triunfante de Cristo como Redentor, Cabeza y Juez de todo el
cosmos (Ef. 2:12, Ef. 1:22).

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