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LA GRAMÁTICA CONSTITUCIONAL:
SU PROYECCIÓN EN IBEROAMÉRICA
por Rubén Darío Salas
Gramática constitucional o ideología gramatical significa un sistema de representaciones
que define un paradigma denominado Clasicismo. Paradigma que se escribe según las
consignas inductivas y deductivas del sistema matemático y la ley de gravitación universal de
Newton, así como traduce el sistema cartesiano de la mathesis universalis.
En el siglo XVIII (c.1715-1830) este paradigma alcanza su consagración y produce como
clave de bóveda del mismo, en el marco del Derecho Natural racional, un orden jurídico
universal: la constitución.
El constitucionalismo es obra de la etapa neoclásica del siglo ilustrado y sólo acepta ser
traducible a sus signos. La voz constitución nace al promediar la centuria ilustrada como
expresión ontológica y ética y se define dentro de una lógica argumentativa 1.
Se trata de un decir intransferible 2 porque responde a la actitud propia de un paradigma
que requiere de ese mismo sentir para lograr concretarse. Proyectado este decir en
Iberoamérica, advertimos enseguida que el fracaso del orden constitucional en la región no debe
buscarse en cuestiones sociológicas o morales, sí debe procurarse en la ruptura epistemológica
nominada Modernidad (c.1830), incapaz de vivenciar el espíritu clasicista ilustrado,
particularmente de esa etapa epigonal denominada neoclasicismo. En el orden moderno, donde
las coordenadas pasan por la historia, esto es, por las contingencias mundanas, resulta
imposible sostener el «deber ser» que (como imperativo categórico) exige el constitucionalismo.
El neoclasicismo, desde la gramática constitucional que lo define, encuentra su fiel
intérprete en el decir de Kant. Constitución es el significante colectivo de un ente que se supone,
en un mismo acto, como «deber ser». El «deber ser» no remite a algo alojado fuera del «ser»
como acontece en la Modernidad3, sino que es «autocoacción moral»4.
El texto constitucional se entiende como duplicado del auténtico texto que lo es a priori.
Fruto de la «razón pura», o sea, conocimiento racional que dice de ley moral; expresa la
«autonomía de la razón práctica pura», es decir, la «libertad», que debe entenderse a priori y
gestada dentro de un tiempo también a priori, nunca vinculada a una ley de necesidad natural.
En suma, hay una constitución o ley moral «arquetípica» y, otra, «remedada», porque contiene
1
Cf. RUBÉN D. SALAS, El discurso histórico-jurídico y político-institucional en clave retórico-hermenéutica. Del
Clasicismo ilustrado a la Post-Modernidad, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2004.
206-349.
2
Cf. R. D. SALAS, «Acerca de la constitución en la post-modernidad o del ejemplo de una abolición»:
ANALES Nueva Época (2005) Nº 7/8, Göteborg, Suecia, Iberoamerikanska Institutet, 125-132.
3
Cf. GEORG H. von WRIGHT, «Ser y deber ser»: A. AARNIO y otros (comps.) , La normatividad del derecho,
Barcelona, Gedisa, 1997, 87-110.
4
IMMANUEL KANT, La metafísica de las costumbres, Barcelona, Altaya, 1996 («Tugendlehre», II), 233.
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como motivo determinante de la «voluntad» el posible efecto de la «idea» de la primera. Es la


«razón pura» la que producirá el bien supremo 5.
Una constitución tiene como misión consagrar la ley moral a priori, lugar donde reside la
auténtica realidad, prescindente de la empiria que aglutina las inclinaciones degradantes del
género humano. Esto no supone desconocimiento de la realidad; supone observarla desde una
distancia superior, pues, como no ocurre con los preceptos empíricos, obedecer el imperativo
categórico de la moralidad obliga a todos y exige la más estricta observancia 6.
Desde esta perspectiva es necesario comprender el constitucionalismo, pues sólo en el
marco del «deber ser» (que es universal) es dable enfrentar y enderezar las contingencias
mundanas. Puede haber distintas miradas acerca de la oportunidad histórica de forjar una
constitución, sobre lo que no se abre discusión es acerca de la necesidad de la misma: para
algunos debe proyectarse en el medio mismo de las turbulencias o antes de que comiencen (v.
gr., Moreno. Bolívar), para otros será necesario plantearla en tiempos de calma una vez
superados los enfrentamientos facciosos a que arrastran las revoluciones (v. gr., San Martín).
Todos coincidirán en que el móvil de la voluntad humana está en el «debe ser», o sea, en la «ley
moral»: una acción puede ser legítima, pero si no se hace por amor a la ley, contendrá legalidad
mas no moralidad7.
«Deber ser» significa obligación práctica racional. Elidirla (entiende el clásico) cierra
horizontes; clausura el mundo de posibilidades. Aquello que permite superar los efectos de las
pasiones que arrastra toda contienda, es saberse atado al deber, no por predilección, que no
«debe» ni «puede» suponerse, sino porque la razón lo reconoce como imperativo y dice que
debe hacerse. Sacrificarse al «deber» es adquirir conciencia de la posibilidad de hacer y esto
eleva totalmente al orden humano por encima del mundo sensible 8.
Iberoamérica consiguió asomar como expresión independiente, en tanto pudo definirse
en la trama gramatical del constitucionalismo ofrecido por el paradigma clasicista. Producido el
colapso de la legitimidad monárquica, encontró en esa fuente su posibilidad. Las élites no
construyeron quimeras al proyectar constituciones, pues «pensarse» como ente racional es ya
«actuar».
Una constitución es un catálogo de acciones, de cuya concreción dará cuenta el
continuum temporal. Dentro del tiempo eleático del clasicismo, de ese tiempo ahistórico,
importan los horizontes, no las contingencias; importan las potencialidades que conducen a la
perfección humana que es siempre posibilidad. Sólo desde esta sensación temporal es posible el
surgimiento del constitucionalismo.
5
I. KANT, Crítica de la razón práctica, Buenos Aires, Losada, 1967, 52, 141, 66-67.
6
KANT (N. 5) 107, 58.
7
KANT (N. 5) 109.
8
KANT (N. 5) 121, 230, 232.
3

Para el sentir clasicista, como todo pensamiento, la «gramática constitucional» (al decir
de Thomas Paine en Los derechos del hombre) encuentra su consagración en el lenguaje (lógos
o verbum): el lenguaje (según la tradición platónica y tomista) es mediador del pensamiento 9.
Lenguaje que, por vez primera, con el cartesianismo, deviene emblema epistémico. Pensamiento
y lenguaje se ensamblan: lógica y gramática definen el camino ontológico. El pensamiento
clasicista es aquel identificado con la «filosofía del signo» y con su sustrato, la Gramática
filosófica o universal . La constitución la exhibe sin fisuras y plasma (en su síntesis) la
arquitectura racional del mundo.
El texto constitucional (concebido como un microcosmos) quiere ser el espejo del
pensamiento racional: reflejo neoplatónico del plan universal de Newton, de Descartes y del
apriorismo de Kant.
El Derecho Natural racional vigente encarna en la constitución que copia el sistema de
Linneo. Preámbulo explícito o implícito; declaraciones, derechos y deberes dispuestos
simétricamente en partes, secciones, títulos, artículos e incisos; relaciones conectivas de
carácter condicional causal, concesivo y final; verbo ser (verbo de «verdad eterna») como
génesis de todos los verbos, perífrasis con verbos que dicen de un ser que «debe» y como tal
«puede»; sucesión de formas infinitivas de tono imperativo prescriptivo y ético, pero a la vez
marca de infinito, de lo que se concretará en el continuum. Flexión escogida por el pensamiento
constitucional para expresar fuerza imperativa o «pretensión de poder». Manifestación de «estilo
elevado», de elocuencia que, con expresión ciceroniana, «conduce los corazones y penetra en
nuestros sentidos». En suma, constelación moral como remedo del orden universal.
Sentir constitucionalista que se observa, v. gr., en las palabras de Simón Bolívar al
presentar en 1826 a los constituyentes de Bolivia el texto constitucional o en la obertura de las
constituciones rioplatenses de 1819 y 1826: representación basada en la libre interpretación que
Montesquieu hiciera de la constitución británica. Lenguaje de superficie que, en el marco
Gramática filosófica o universal, pretende ser imagen de un orden constitucional universal a
priori; constitución (“intérprete de la naturaleza”, dirá Bolívar) que guarda las claves de un destino
venturoso. Decir constitucional cuya autenticidad se irá disolviendo lentamente al atravesar las
fronteras del Romanticismo (c.1830), aunque perdure como reliquia por el respeto reverencial
que las élites de la Modernidad plena (1860-1914) aún guardan por el Clasicismo10.

Sólo en clave clasicista se explica tanto la oportunidad del proceso independiente como

la apertura de un «horizonte de expectativas». Para las élites criollas ese futuro de las provincias

9
HANS-G. GADAMER, Verdade e Método, Petrópolis, Vozes, 1998, 617-618.
10
Cf. MANUEL GARCÍA PELAYO, Derecho Constitucional comparado, Madrid, Alianza, 66-67.
4

indianas estaba escrito en las leyes de la Naturaleza; también lo estaba su retórica y su sintaxis:

la gramática constitucional.

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