¿De qué manera se relaciona la formación docente y la reflexión crítica sobre las prácticas pedagógicas en Ciencias Naturales?
La formación docente es, sin duda, una de las estrategias que de manera
más significativa puede incidir en la realización de procesos educativos de alta calidad. Las líneas que presentamos a continuación se centran, de manera específica, en la acción de los profesores en sus aulas de clase, en tal sentido, no son objeto de este documento exploraciones detalladas en torno a aspectos pedagógicos, curriculares ni educativos. En este documento nos proponemos presentar algunas reflexiones sobre lo que podríamos llamar la buena enseñanza en las aulas de clases. Para tal propósito, en primera instancia haremos una muy breve reflexión sobre algunas de las principales tensiones entre la pedagogía y la didáctica. Posteriormente, identificaremos algunos de los principales aspectos que determinan acciones docentes de calidad. Por último, nos centraremos en la necesidad de conocer en detalle los aspectos que determinan la enseñanza y el aprendizaje en dominios específicos del conocimiento.
Uno de los propósitos centrales de la educación en los diferentes
niveles educativos es aportar a la formación de pensamiento crítico en los estudiantes. Son muchas las perspectivas teóricas desde las cuales se conceptualiza el pensamiento crítico, tal es el caso de aquellas centradas en el desarrollo de capacidades en los estudiantes, las centradas en las competencia, en habilidades, en disposiciones y en criterios, entre otras. Independientemente del lugar conceptual desde el cual se considere el pensamiento crítico, se requiere que el sistema educativo, como un todo, oriente esfuerzos en función de lograr su formación. En este esfuerzo los profesores cumplen un papel central, pues las diferentes actividades de enseñanza y de formación por ellos realizadas en contextos de aula, sin duda, serán potenciadoras de la constitución de pensamiento crítico en los estudiantes.
En este sentido, el actuar de los maestros en las aulas, en las
instituciones educativas y en los diferentes contextos que tienen funciones formadoras, se constituye esencial en función, no solo de aportar a la formación integral de los estudiantes sino, de manera particular, potenciar el desarrollo del pensamiento crítico en ellos. Los profesores se constituyen, entonces, en ejes determinantes de la formación del pensamiento crítico en los estudiantes; por tal razón son objeto de procesos de perfeccionamiento docente del sistema educativo en la medida en la cual se reconoce que la calidad de la educación está, sin lugar a dudas, influida de manera positiva por el desempeño de los profesores. Los actuales estudios bibliométricos (Anta, 2006; Duit, 2006; Campanario, 2006) muestran, de manera clara, la constitución paulatina de comunidades académicas dedicadas al estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje en dominios específicos del conocimiento. De igual manera, estos estudios evidencian que, mientras en la década de los setenta las investigaciones en educación se apoyaban de manera significativa en los campos de la psicología y la sociología de la educación, en las décadas posteriores las investigaciones educativas diferencian claramente los procesos de enseñanza y aprendizaje en los dominios de las matemáticas y las ciencias naturales y, más recientemente, de las ciencias sociales y las artes y humanidades. Este nuevo enfoque en la acción docente permitió, de alguna manera, el inicio de la consolidación de las comunidades académicas de las didácticas de domino específico, lo cual sucedió de manera concomitante con el surgimiento de problemas de investigación no estudiados por la psicología y la sociología de la educación del momento. Este cambio de perspectiva en el estudio del aula de clase hizo que el maestro redefiniera su papel en función de asumir de manera comprensiva su compromiso como formador, es decir, como profesional que integra saberes de diferentes disciplinas con el propósito de realizar acciones de enseñanza/formación en el marco del estudio de las interacciones ternarias entre los saberes enseñados, los maestros que los enseñan y los estudiantes que los aprenden.
Si bien el sentido común es fundamental para la sobrevivencia y para nuestro
desempeño en muchas de las acciones cotidianas, parece claro que, en cuanto a la formación de maestros, y en general en los procesos de enseñanza y aprendizaje, nos causa más problemas que beneficios. Los desarrollos contemporáneos de los campos de la pedagogía y la didáctica nos invitan, de manera reiterada, a tomar distancia de todas aquellas acciones de formación/enseñanza orientadas por el sentido común. Restringir la acción pedagógica a una acción fundamentada teóricamente nos conduce a tomar distancia de actuares mediados por el sentido común en el aula de clase, lo cual no niega en ningún momento la contingencia del aula. Por el contrario, exige del maestro tener las herramientas conceptuales y metodológicas requeridas para enfrentar las diversas situaciones que se le pueden presentar en el proceso de formación en el cual participa.
De igual manera, y dado el mismo fundamento anterior, es de esperar que los
maestros dejen de actuar por ensayo y error en el proceso de formar los futuros ciudadanos. En este momento cabe preguntarnos: ¿es el discurso de la pedagogía que circula en nuestros programas de formación de maestros un discurso de sentido común? ¿Cuando hablamos de pedagogía, nos enmarcamos en un discurso riguroso acerca de la formación de niños, jóvenes, adultos, ciudadanos, etc.? O, por el contrario, ¿hablamos desde la seguridad que nos da la generalidad del sentido común en torno a lo pedagógico? ¿Es el discurso de la pedagogía realmente el saber fundante de la formación de nuestros maestros? A manera de ejercicio mental, preguntémonos por la relación existente, en la formación de maestros, entre las actividades académicas destinadas al logro de aprendizajes en dominios específicos (matemáticas, sociales, química, biología…) y aquellas destinadas rigurosamente al objeto de estudio de la pedagogía: la formación. Continuando con el ejercicio, la formación de un licenciado, por ejemplo en biología y química, demanda solidez conceptual en los saberes específicos de la biología (general, molecular, celular, genética, bioquímica, fisiología), de la química (general, inorgánica, orgánica, analítica, fisicoquímica), de las matemáticas, de la física, de las ciencias cognitivas (aprendizaje, lenguaje, entre otras), además de aquellas actividades académicas de carácter general presentes en toda estructura curricular. Con lo anterior, es claro, en nuestro ejercicio, que el espacio dedicado al estudio sobre la formación es extremadamente limitado, lo cual nos insinúa de alguna manera la presencia de un discurso de sentido común en torno a la pedagogía y en cuanto a la formación de maestros en programas de licenciatura.
Una de las características contemporáneas de los distintos campos
del conocimiento es su especialización. En lo relacionado con el ámbito de los estudios en educación, pedagogía y didáctica, los desarrollos alcanzados en las últimas décadas llevan a reconocer desarrollos importantes, por ejemplo, en cuanto a la pedagogía el surgimiento de programas específicos en pedagogía social, popular y crítica, entre otras. En cuanto a la didáctica es clara la distinción contemporánea entre didáctica general y didácticas de dominios específicos. Estudios bibliométricos (Anta, 2006; Campanario, 2006) reportan cierta diferenciación de las didácticas de las matemáticas, de las ciencias naturales y de las ciencias sociales; de igual manera, el surgimiento de nuevos programas de formación postgradual orientados a cualificar los procesos de enseñanza y aprendizaje en estos campos del conocimiento, evidencia el surgimiento y posible consolidación de nuevos objetos de estudio e investigación.