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Esta disposición se incorpora por primera vez en la constitución colombiana como parte del
Capítulo I, dedicado a los derechos fundamentales. En consecuencia, éste es el punto inicial para la
consagración constitucional de Colombia como un Estado social de derecho, democrático,
participativo y pluralista que se funda en el respeto a la dignidad humana (Artículo 1).
Con el peso de estas palabras se suele sobreentender muchas cosas que, en la práctica, no son del
todo claras. De hecho, siendo coherentes con la realidad del país (empezando con su tradición
religiosa y terminando en la permanente historia violenta que nos gobierna), la mayoría de los
aspectos que podríamos considerar como “esenciales” en cuanto al libre desarrollo de la
personalidad en Colombia, no se cumplen a cabalidad y son objeto de toda suerte de
interpretaciones y malinterpretaciones que han socavado el primer artículo de la constitución
colombiana.
Esta investigación-acción estaría soportada bajo dos premisas fundamentales: la formación del
educando como ser social NO puede ser trivializada en materias o áreas de carácter mercantil y
burocrático que predisponen al estudiante a obedecer el status quo sin analizarlo o cuestionarlo
en profundidad. En segundo lugar, la educación tiene que contribuir al libre desarrollo individual y
autónomo del educando antes que moldearlo acorde a las necesidades morales, políticas y
económicas de su tiempo. Mientras no se logre esta independencia ideológica educativa, la piedra
angular de la nación, reflejada en el artículo primero de la constitución política del país, no es otra
cosa que retórica, grandilocuencia y pomposidad mentirosa, hipócrita y descarada.