Está en la página 1de 9

Borrador de una ponencia presentada el

14 de agosto de 2013 en el congreso internacional:


A 500 años del hallazgo del Pacífico (1513-2013).
La presencia novohispana en el Mar del Sur.
IIH-UNAM, México D.F.
2,437 palabras/9 pgs.

No citar sin permiso previo del autor

Descubrimientos ambivalentes.
Historias austronesias sobre los primeros intrusos ibéricos
y los usos actuales del pasado en las Islas del Pacífico

Dr. Carlos Mondragón


Centro de Estudios de Asia y África
El Colegio de México

cmondragon@colmex.mx

Introducción (Diapositiva 1, D1)

Durante casi cinco siglos las narrativas euroamericanas sobre el pasado del Océano Pacífico

han tomado como punto de partida las gallardas hazañas de navegantes como Fernão de

Magalhães (D2), Miguel de Legazpi (D3), James Cook (D4) y Louis Antoine de Bougainville

(D5). Fue durante la gradual colonización de los espacios oceánicos -entre los siglos XVI y

principios del XIX- que se convirtió en un lugar común la presunción de que la historia del

Pacífico comenzó con las primeras exploraciones europeas, es decir las ibéricas (D6). A los

protagonistas de estas versiones del pasado se les presenta como avatares heróicos del espíritu

científico y civilizador de la humanidad, como exploradores visionarios para quienes los

pueblos oceánicos constituyeron una especie de museo viviente de isleños exóticos, aislados y

primitivos por antonomasia (D7).

Por su parte, en estas narrativas el Océano Pacífico es casi siempre representado como

un espacio marítimo indistinto, lejano y peligroso, que poco a poco ha cedido sus misterios y
2

bellezas preadánicas (D8) a los progresos de la Historia, la Cartografía y, en tiempos más

recientes, a la expansión inexorable del capitalismo mundial (D9). En esta versión de la historia

de Oceanía -aún paradigmática en la producción académica y en el imaginario popular

iberoamericano- las islas del Pacífico suponen una fuente inagotable para las proyecciones

primitivistas de una civilización que se imagina cada vez más moderna y global (D10).

Ante esta añeja genealogía de representaciones desiguales del pasado, ¿cómo entender

el pasado compartido del Oceáno Pacífico desde puntos de vista que coloquen en su justa

dimensión tanto a los europeos como a los isleños? ¿Cómo aproximarse a perspectivas isleñas

que no suelen constituir más que telones de fondo pasivos para la ‘narrativa maestra’ de la

historia euroamericana del Pacífico?

Para poder responder a estas preguntas sin caer en el maniqueísmo y la denuncia fácil,

puede resultar esclarecedor reflexionar sobre los espacios y los tiempos, las dimensiones

geográficas y humanas, de aquel cosmos marítimo que es el Océano Pacífico, para pasar luego

a los conceptos y usos del pasado de sus habitantes.

1. Puntos de partida: el espacio y tiempo oceánicos

El Océano Pacífico constituye el rasgo geográfico más grande de nuestro planeta, cubriendo

casi una tercera parte de la superficie de la Tierra. Esparcidas por doquier sobre este cosmos

marítimo se encuentran las más de treinta mil islas que conforman los nexos territoriales de los

pueblos oceánicos (D11).

Estos nexos son el resultado de larguísimos procesos de dispersión y transformación

humana del medio ambiente marítimo, los cuales han dado lugar a una diversidad sociocultural

asombrosa, misma que comprende a casi 2,000 grupos lingüísticos diferentes, es decir la cuarta
3

parte de todos los lenguajes actualmente vigentes en el mundo (estoy contando

fundamentalmente a las familias austronesia y papúe).(D12/13)

En términos de su geografía humana, el poblamiento del Pacífico representa una de las

historias de migración más prolongadas de nuestra especie. Los primeros seres humanos

entraron a los actuales territorios de Nueva Guinea y Australia desde lo que ahora es el

archipiélago indonesio más de 60,000 años Antes del Presente (AP). (D14) Durante los

siguientes 40,000 años estos grupos humanos se diseminaron hacia todos los rincones del

continente austral (D15). Hace casi 30,000 años construyeron embarcaciones con la

sofisticación necesaria para cruzar el mar abierto que separaba la costa de Nueva Guinea de las

islas en el Mar de Bismarck. A su vez, hacia 11,000 AP había comenzado la domesticación

sistemática de cultivos agrícolas en los altos de Nueva Guinea - los cuales, en contraste con el

Creciente Fértil, no condujeron de manera inevitable hacia la aparición de aglomeraciones

urbanas, pero sí dieron lugar a transformaciones antropogénicas sumamente sofisticadas del

medio físico circundante.

Mucho tiempo después, entre 5,000 y 2,000 años AP, nuevas oleadas de marineros

trashumantes, conocidos genéricamente como los pueblos austronesios, se dispersaron

desde Taiwán hacia el sureste asiático insular y desde ahí a lo largo de todas las islas del

Pacífico (D16), desde el gran arco insular de Islas Salomón, Vanuatu y Kanaky hasta los

diversos archipiélagos remotos de Micronesia y Polinesia (D17). El último rincón del Pacífico

en ser colonizado por el hombre, hace apenas 800 años AP, fueron las islas de Aotearoa

(Nueva Zelanda), a donde llegaron los ancestros de los maoríes desde Rarotonga, en el Pacífico

central, y en el transcurso de apenas 600 años, antes de tener que enfrentar la invasión británica

de sus territorios, desarrollaron su propio complejo cultural, múltiple y asombroso (D19-21).


4

Confrontados con estos datos básicos acerca de la sofisticación de las sociedades

oceánicas, no resulta exagerado afirmar que la historia del Pacífico es una historia vasta, de

proporciones épicas. El hecho de que, a raíz de nuestras propias limitantes historiográficas,

desconozcamos los pormenores de los innumberables héroes y gestas propios de Oceanía no

significa que no existiesen, ni que su rastro haya desaparecido de la geografía física y humana

del Pacífico contemporáneo. Por eso la clave para poder aproximarnos a esta otra historia del

Pacífico está en sensibilizarnos hacia las formas que adquiere el espacio y el tiempo entre la

multiplicidad de pueblos isleños del mismo.

Aquí la pena hacer énfasis en el hecho de que la historia de Oceanía siempre se ha

caracterizado por el dinamismo. En contraste con la atavística noción noratlántica que imagina

al mar como una barrera y a las islas como pequeñas prisiones de tierra cercadas por el agua,

para las sociedades del Pacífico el mar siempre significó un medio fundamental de enlace. Es

por eso que desde hace milenios los desplazamientos e interconexiones se convirtieron en la

normalidad entre los pueblos de Oceanía; la interconexión, no el aislamiento, es el motivador

principal de la creatividad y transformación socioculturales del mundo austronesio.

(Paradójicamente, fue durante la breve época de control hegemónico del Pacífico por parte de

diversas potencias coloniales que se impusieron barreras políticas y controles burocrático-

religiosos sobre los isleños, que disminuyeron esta movilidad y dinamismo milenarios.)

En suma, las fronteras culturales del Pacífico siempre han sido complejas, permeables y

cambiantes. La presente es una era poscolonial y posmoderna de mercados mundiales y

diásporas transnacionales, en donde Sydney, Auckland y Los Ángles se han convertido en las

ciudades con mayor cantidad de habitantes polinesios en el mundo. Representa tan solo la más

reciente etapa de un contínuo histórico de movimientos y transacciones humanas trans-

insulares.
5

Ante este panorama, resulta irónico que insistamos en que la historia del Pacífico

comienza en el siglo dieciseis, con el llamado 'hallazgo' del mar por parte de Núñez de Balboa,

o con la travesía de Magallanes, o a partir del tornaviaje de Urdaneta. Mas bien, fue en ese

momento, es decir a partir de la intrusión del más reciente grupo humano en reconocer el

Pacífico, que se comenzó a gestarse la peculiar percepción Occidental acerca del carácter

insular, ‘tribal’ y ‘primitivo’ de los antiquísimos y sofisticados pueblos de Austronesia.

¿por qué importa esto?

Por muchas razones, pero una de las principales es porque impacta sobre la manera en

que se representa la relevancia, en tanto agentes históricos, de ambos lados del contacto

cultural.

[D22-23, imágenes de contraste entre versión de encuentro Cook-hawaiianos en el s.

XVIII, hace 30 años vs. momento actual]

2. Las formas del espaciotiempo en el Pacífico Sur

¿Qué hay de las visiones particulares del espacio y el tiempo - del pasado - de las gentes

oceánicas? ¿cómo recuerdan las primeras intrusiones ibéricas? y ¿qué significan estos eventos y

sus diversas conmemoraciones oficialistas y académicas en la época actual?

Muchas sociedades isleñas - particularmente las pertenecientes a las gentes ‘melanesias’

del Pacífico sudoccidental - sostienen complejas formas de imaginar el transcurso generacional,

y los eventos importantes del pasado, en las que el paisaje viviente y el ser humano comparten

formas de conexión existencial. Estas nociones de pertenencia territorial y temporal casi

siempre vienen matizadas por distinciones de género; de manera, por ejemplo, que la gente del

sur de la isla de Raga, en Vanuatu, imagina a sus ancestros masculinos a la manera de pájaros

predadores que trazan caminos de intercambio entre núcleos ‘arbóreos’ (aldeas, centros
6

ceremoniales), mientras que a las mujeres se les caracteriza a la manera de enormes árboles de

banian, cuyas múltiples ramas y raíces sirven de puntos de anclaje en el paisaje móvil de la

humanidad. En otro ejemplo, los pueblos de la isla de Tanna, también en Vanuatu, utilizan la

metáfora del ‘árbol y la piragua’ como imágen fundamental de sus orígenes y hojas de ruta y

movilidad espaciotemporal.

Para la mayoría de los pueblos oceánicos el pasado no se presenta como la síntesis

totalizadora de procesos y eventos que solemos definir como historia. En contraste, en muchas

de las islas del Pacífico el sentido del pasado adquiere realidad en tanto se manifiesta como

experiencia directa de fenómenos cotidianos o sobrenaturales que tienen cierta profundidad

espaciotemporal. Un pasado neutro, distante, que no se comunica con la existencia inmediata

de individuos y comunidades, no tiene mucho sentido en este contexto. Por eso el concepto

pan-melanesio de kastom (‘tradición’), en tanto emblema distintivo de identidad, evoca un

modelo del pasado que debe de ser susceptible de manipulación simbólica en el presente.1

La presencia del pasado en la vida oceánica es un fenómeno cargado de significación

política, y por lo tanto es (e incluso debe de ser) sujeto constante de interpretaciones

encontradas. Estas condiciones le dan realidad y sentido al pasado en Oceanía, permitiendo

que individuos del presente se conviertan en interlocutores contenciosos y creativos en

relación con la memoria ancestral. Estas condiciones son consecuencia de mundos sociales en

los que la creación y transmisión del conocimiento han sido siempre fenómenos caracterizados

por la oralidad. En un sentido muy concreto, el concepto de historia en el Pacífico consiste en

esfuerzos constantes y múltiples de hacer presente el pasado.

1
El término kastom es una derivación fonética, común a las tres lenguas francas de la Melanesia (el Bislama
de Vanuatu, el Solomons Pidgin de las Islas de Salomón y el Tok Pisin de Papúa-Nueva Guinea), de la
palabra inglesa custom, y se utiliza en todas las islas del Pacífico sudoccidental como indicador de toda una
gama de conceptos asociados con costumbres ancestrales y distinción grupal.
7

Conviene por tanto abandonar la falsa dicotomía entre mito y e historia, que no es más

que una continuación de la oposición (también arbitraria) entre la oralidad y la palabra escrita,

para fijarse en los objetos e imágenes que despliegan los pueblos oceánicos para hacer presente

el pasado.

En gran cantidad de pueblos austronesios el pasado se presenta a través del paisaje

circundante, el paisaje cultural con el cual el ser humano comparte un sentido profundo de

simbiosis existencial. Así, el paisaje cotidiano, marítimo y terrestre representa un registro visual

inmediato que sirve para marcar el rastro de diferentes criaturas y eventos memorables o

trascendentales. El pasado está presente, cuando lo está, a la manera de presencias y de huellas.

Pueden ser presencias reales, como las de los ancestros, o bien pueden manifestarse a la

manera de las huellas de hechos significativos, como un terremoto o las acciones de seres

sobrenaturales en el pasado remoto.2

Conviene señalar que no resulta relevante que estos hechos hayan ocurrido en tiempos

inmemoriales o hace apenas hace unos meses o años. La medición de líneas o incluso ciclos de

tiempo (por aquello de la supuesta ciclicidad del tiempo en sociedades no-occidentales) no

forma parte del concepto u organización del pasado. Aquí no se ‘fusionan’ el mito con la

historia, porque la idea misma de ambos referentes es ajena a las formas de historicidad

oceánicas, las cuales se experimentan a partir de la activación, con frecuencia contenciosa, de

diversos sedimentos del pasado en la actualidad. Esta noción de historicidad no consiste

simplemente en una ‘memoria oral’, o una memoria ‘colectiva’, sino de la evocación, incluso

2
Por ejemplo, véase la descripción de la imaginación espaciotemporal de la gente del sur de la isla de Raga,
en Margaret JOLLY, ‘Another time, another place’, Oceania, Vol. 69, 1999, pgs. 282-299.
8

resuscitación, de presencias y objetos que llevan enormes cargas de significación porque están

en contacto e interacción constantes con las personas.3

3. Los usos del pasado en el Pacífico occidental (Melanesia insular).

El caso de la conmemoración del encuentro Quirós-Vanuatu.

[Comentar el caso de la conmemoración de 2006 en Espíritu Santo, con apoyo de las 3

diapositivas finales de la presentación]

Conclusión

Para terminar estas reflexiones deseo reproducir en extenso el testimonio directo de un

habitante del norte de Vanuatu quien presenció, a mediados del siglo diecinueve, la primera

llegada de barcos europeos a su isla. El hombre en cuestión se llamó George Sarawia (el

‘George’ le vino después de haber sido bautizado por misioneros anglicanos), y fue uno de los

primeros habitantes del grupo de las islas Banks que aprendió a leer y escribir a partir de la

labor que ejerció la misión anglicana entre su gente.

En 1868, George Sarawia escribió sus primeras impresiones del primer encuentro que

tuvo con personas europeas:

Cuando era pequeño, nunca había visto a un hombre blanco o un barco grande, pero los
ví por vez primera el año en que los obispos llegaron a la isla de Vanua Lava, en
Nawono, que era la costa en donde yo vivía…ellos llegaron por la tarde, y a la mañana
siguiente yo conduje mi piragua hasta el costado de su barco, para ver si se podría

3
Agradezco las reflexiones que respecto de conceptos como memoria colectiva, mito e historia me ha
compartido durante varias conversaciones el Dr. Federico Navarrete (Instituto de Investigaciones Históricas,
Universidad Nacional Autónoma de México).
9

intercambiar algo con ellos…vi al obispo [George] Selwyn de pie junto al barandal del
navío, y tuve miedo, pues su piel era de colores obscuros y texturas diversas, pero su cara
era muy blanca, de tal manera que se asemejaba a nuestros hombres sagrados.

Finalmente, Sarawia y otros tres muchachos se armaron de valor y treparon al

barco:

Los tres nos fuimos a sentar a la parte posterior del barco, en donde nos hicieron
muchas preguntas, tales como el nombre de nuestra tierra y de sus personas. Yo
contestaba a lo que creía que me preguntaban, y ellos anotaban en un libro aquello que
creían entender, aunque en ese entonces yo no sabía lo que era un libro (daba por
símbolos de conocimiento secreto las marcas que ellos hacían sobre el papel). Pero el
recuerdo más grande que tengo de ese momento no fue su libro, sino la impresión que
nos causaron los pies de todos los hombres a bordo de ese barco. Mirábamos el cuero de
sus zapatos creyendo que en verdad eran sus pies descalzos, y comentábamos entre
nosotros que estos hombres tenían partes de la piel hechas del mismo hueso que el
caparazón de los cangrejos. […] Sin embargo, después nos percatamos de que, antes de
dormir, estos hombres mudaban de ropa, poniéndose para ello unas largas vestimentas
blancas, y supimos entonces que su piel era igual a la nuestra.4

4
George SARAWIA, They came to my island: The beginning of the mission in the Banks Islands, Taroaniara
(Islas de Salomón), Diocese of Melanesia Press, 1968, pgs. 1-2. Citas traducidas del inglés por C. Mondragón.

También podría gustarte