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INTRODUCCIÓN

Hace escasos miles de añ os el ser humano comenzó una nueva


etapa en su devenir, un punto y aparte que bien podríamos
denominar era histó rica. Con la construcció n de ciudades, templos y
monumentos, y aú n má s si cabe, con la escritura, el hombre ha
logrado perpetuar su memoria ancestral a través de los siglos.

Con esto, no hay un acuerdo universal sobre la periodizació n en


Historia, aunque sí un consenso académico sobre los periodos de la
Historia de la Civilizació n Occidental, basado en los términos
acuñ ados por Cristó bal Celarius (Edades Antigua, Media y Moderna),
que pone al mundo clá sico y su renacimiento como los hechos
determinantes para la divisió n. La acusació n de eurocentrismo que
se hace a tal periodizació n no debe impedir conocerla, por ser la má s
utilizada.

El problema de cualquier periodizació n surge en hacerla vá lida


para un á mbito espacial amplio, lo que resulta difícil cuando los
fenó menos que originan el comienzo de un periodo en un lugar
(habitualmente el Pró ximo Oriente) tardan en difundirse o surgir en
otros lugares má s o menos pró ximos y conectados (Europa
Occidental) o lejanos y desconectados (América, Oceanía). Por ello
surgen términos intermedios y de transició n o superpuestos.

Visto así, es oportuno presentar varios aspectos que enfoca la


historia en la civilizació n occidental y oriental, dá ndose de cada uno
el estudio en forma clara y precisa para así tener una mejor
comprensió n de los mismos.
LA HISTORIA

CONCEPTO DE HISTORIA:

Historia es el estudio o la ciencia que estudia los hechos o


fenó menos (de todo tipo y de toda duració n) trascendentes de la vida
de la humanidad, en todas sus conexiones, tanto sincró nicas (con
hechos de la misma época), como diacró nicas (con sus antecedentes
y causas, y con sus consecuencias).

En su sentido má s amplio, la historia es la totalidad de los


sucesos humanos acaecidos en el pasado, aunque una definició n má s
realista la limitaría al pasado conocido mediante cualesquiera que
sean las fuentes documentales.

Finalmente, la historia es la Ciencia que estudia los hechos


protagonizados por el hombre a partir de la invenció n de la escritura.

FUENTES DE LA HISTORIA

La Historia se hace con fuentes. Una fuente es aquello que nos


permite verificar un hecho histó rico. La concepció n tradicional de la
Historia só lo considera como fuente el texto escrito. De hecho se
divide la historia de dos partes: Prehistoria, antes de los textos
escritos, e Historia, con la aparició n de la escritura. Pero,
evidentemente, esta es una visió n reduccionista de la historia.
Historia es todo lo que ocurren desde la aparició n de la humanidad
sobre la Tierra, haya texto o no. La escuela de los Annales negará el
documento escrito como fuente indiscutible y má xima de
conocimiento histó rico. Toda realizació n que parta de la actividad
humana será una fuente.

Se consideran fuentes, pues, a los textos escritos, la


arqueología, las tradiciones orales, el arte, etc. Todo lo que ha
producido la humanidad y todo lo que puede darnos informació n
sobre el pasado. Evidentemente, las fuentes escritas son las má s
utilizadas: relatos, cartas, estadísticas, literatura, padrones, archivos,
toponimia, etc. El documento por excelencia es el texto legal, pero
este es interesado, ya que deja constancia de lo que interesa a quien
tiene el poder. Un libro de Historia no es una fuente histó rica,
puesto que es un libro que ya interpreta los documentos; aunque
puede ser una fuente para la Historia de la historiografía.
El mayor problema al que se enfrenta el historiador es el de
có mo conocer los hechos del pasado. Para ello hay que buscar
testimonios que nos los cuenten, fuentes que suelen estar dispersas.
Pero una vez localizadas no se pueden creer sin má s, es necesario
comprobar su autenticidad, su veracidad, qué en el documento es
adorno, si hay ocultaciones, etc. Los documentos conservados no
hablan de lo que a nosotros nos interesa, sino de lo que les interesa a
quienes los hacen. Por eso, de ciertos hechos puede haber muy pocos
documentos, mientras que de otros existen innumerables datos, con
lo que es necesario hacer un proceso de selecció n de los documentos,
la Heurística.

El problema fundamental es determinar el grado de fiabilidad


de la fuente, sobre todo si esta es escrita. Hay que determinar su
autenticidad, saber su origen (que puede ser interesado), conocer el
grado de credibilidad y hacer una crítica de ella. Pero, una vez
estudiada y comprendida la fuente, no basta con publicar el hecho,
es necesario interpretarlo y elaborar el conocimiento histó rico.

Los investigadores del pasado humano, remoto y reciente,


acuden a las fuentes de la historia  que listamos a continuació n.

a) Documentos escritos.- Todas aquellas inscripciones que el


hombre a dejado en diversos materiales como trazos en piedra,
madera, ladrillo, metales, telas y manuscritos.
b) Restos humanos.- Fragmentos de  huesos humanos y aun de
antepasados del hombre que sirven para conocer el grado de
desarrollo físico del hombre a lo largo de las diferentes etapas de su
existencia.
c) Tradiciones orales.- El conjunto de leyendas, relatos,
cuentos, mitos, fá bulas, cantos que han pasado de padres a hijos a
través de innumerables generaciones.
d) Restos materiales.- Tumbas, monumentos, palacios,
instrumentos de trabajo y todo aquello que el hombre ha construido;
restos que nos permiten conocer objetivamente el grado de adelanto
cultural, econó mico y social de nuestros antepasados. 

PERIODIFICACION DE LA HISTORIA

Periodización, en el campo de las ciencias sociales, divisió n en


periodos de la historia o de cualquier manifestació n de la actividad
humana: literatura, artes, ciencias. Cada uno de los periodos intenta
abarcar, bajo un nombre específico, rasgos comunes y constantes,
sean éstos los de un tipo de gobierno determinado, una tendencia
estética, descubrimientos científicos o importantes transformaciones
en la estructura econó mica de una sociedad. El principio y el final de
un periodo —sus hitos fundamentales— coinciden con hechos que
rompen con la época anterior y ejercen influencia en la siguiente.

EL MITO DE LAS EDADES


Periodizar implica el intento de dominar el tiempo, de obtener
una perspectiva que permita crear un marco de referencia. El poeta
Hesíodo, en el siglo VIII a.C., estableció en su Teogonía una
cronología mítica que se proponía explicar la evolució n de la
sociedad humana a través de cuatro edades: la de Oro, la de Plata, la
de Bronce y la de Hierro. Los metales señ alaban una decadencia
progresiva de la humanidad, aunque con la certeza de un retorno
cíclico. Este mito, retomado por Ovidio en las Metamorfosis y, entre
otros, por Virgilio en la IV de sus Églogas, se convirtió en fuente de
muchas reelaboraciones literarias y del deseo —o de la utopía
nostá lgica de un pasado mejor— de reconquistar la edad de Oro o de
esperar su retorno. El discurso sobre la edad de Oro aparece en
textos de las épocas siguientes, en los que la tradició n clá sica se une
con el mito cristiano del paraíso. Don Quijote elabora una proclama
sobre la felicidad de ese tiempo y se lamenta por las abominaciones
del presente. Varias décadas má s tarde, John Milton escribe El
paraíso perdido.
LA RELATIVA HISTORIA DE LAS EDADES
Christoph Keller (1638-1707), má s conocido como Cellarius, fue
el creador de la divisió n perió dica de la historia en edad antigua,
media y nueva (posteriormente moderna). El concepto de edad
contemporá nea surgió en Francia para designar los hechos
posteriores a la Revolució n Francesa.
No todos los historiadores coinciden cuando se trata de fijar el
final de un periodo y el comienzo de otro. Es comprensible y hasta
deseable: dados el dinamismo de los hechos y la conjunció n de
mú ltiples factores en la génesis de un proceso histó rico, no siempre
es fá cil fijar una fecha como definitiva, porque su mayor o menor
importancia también depende de la perspectiva del historiador, del
país que estudia y, naturalmente, de su posició n ideoló gica frente a
los acontecimientos. Ciertas periodizaciones eligen el punto de vista
político; otras, recurren a la divisió n por ciclos econó micos. La
historia y la historiografía no son ajenas a las corrientes filosó ficas y,
por tanto, puede dominar en su aná lisis una visió n idealista —la
historia hecha por los grandes héroes— o materialista —la historia
como resultado de la acció n anó nima de los pueblos, de las técnicas
de trabajo y su influencia en los cambios de concepció n del mundo.

PERIODOS DE LA HISTORIA

La Prehistoria
Es la etapa de la historia que se caracteriza por el primitivismo.
En ella no conocemos a los pueblos individualizadamente, con sus
nombres de pueblos. Mucho menos a las personas. Es la etapa má s
larga de la vida humana. De 2 a 4 millones de añ os, hasta hace 5.300
añ os en que empezamos a conocer pueblos por sus nombres: los
sumerios y los egipcios. En Europa occidental es en el milenio I antes
de Cristo cuando vamos saliendo de la Prehistoria y empezamos a
entrar en la Historia. Ese período se llama la Protohistoria (historia
temprana o historia inicial, es el amanecer de nuestros
conocimientos pormenorizados de los pueblos y de los hombres). En
la Prehistoria el hombre se hace las herramientas y las armas de
madera, má s tarde de piedra y, al final, de metal.

Edad Antigua Ubicada cronoló gicamente entre finales de la


protohistoria (o de la prehistoria para una divisió n má s simplificada)
y termina con la caída del imperio Romano de occidente en el añ o
476 d.c cuyo modo de producció n era: Trabajo- esclavo-amo-esclavo.

Edad Media    Periodo que se abarca desde el 476 d.c hasta la


caída del Imperio Romano de oriente (caída de Constantinopla en
manos de los turcos, 1453) y para otros su fin se marca con el
descubrimiento de  América en 1492, donde hubo un modo de
producció n feudal cuyo factor econó mico es la tierra organizada
como feudo siendo la relació n fundamental la de señ ores - siervos
que serían hombres libres pero dependen de los señ ores feudales. En
este periodo se producía solamente lo necesario, vivían en villas y
eran señ ores feudales sin siervos y tenían limites en cuanto a
espacio, ideas. etc. El feudo se inicia con las invasiones Bá rbaras y
con éstas desaparecen las ciudades y aparecen los señ ores Feudales
(Los Reyes buscan personas (feudos) que cuidaban
determinado espacio dándose autonomía para que dirijan sus
tierras.
El intercambio de artículos en la economía feudal se hacía en un
lugar llamado feria (centro original de cambio en este periodo) y
eran esporá dicas. El poder político estaba fragmentado. Ya para
finales del periodo feudal va naciendo la burguesía que busca el fin
de la fragmentació n feudal y así darle paso a los Estados Nacionales
comenzando a circular la moneda.

Edad Moderna
 Cuyo periodo en la historia la ubicamos desde 1492 hasta 1789
con la Revolució n Francesa, caracterizá ndose este periodo en cuanto
a lo econó mico por un modo de producció n capitalista de tipo
Mercantilista ( aquí los negocios se dan entre una nació n y otra).
Políticamente se instauran las monarquías absolutas (absolutismo),
al construir los Estados Nacionales con el fin de centralizar el poder
político. De allí el crecimiento de los burgos o ciudades y el
campesinado libre.

   El Mercantilismo privilegia todos los principios de la


burguesía. En este periodo el capital circula en la moneda y el
principio de "Mientras má s metales preciosos (oro - plata) tenga una
nació n es má s poderosa". En esta etapa de la historia: la burguesía va
a configurar a la sociedad, luego surge el capitalismo de tipo
mercantilista que tiene: el Estado Nacional como modelo de
organizació n política y el mercantilismo como modelo de
organizació n econó mica y la reforma religiosa como modelo
ideoló gico y así ocurre la divisió n de cató licos y protestantes quienes
se revelaron contra el catolicismo.

Edad Contemporánea o Nueva Historia     La ubicamos en


1789 hasta nuestros días, ligado al comienzo de la revolució n
industrial caracterizada por el predominio de la burguesía, la
industrializació n y las luchas del movimiento obrero. Así como las
guerras mundiales, guerra fría, la carrera espacial armamentista,
mundo mediá tico y globalizació n.
CONCEPTO DE CULTURA Y CIVILIZACIÓN

La Cultura:
El uso de la palabra CULTURA fue variando a lo largo de los
siglos. En el Latín hablado en Roma significaba inicialmente "cultivo
de la tierra", y luego, por extensió n metafó ricamente, "cultivo de las
especies Humanas". Alternaba con civilizació n, que también deriva
del latín1 y se usaba como opuesto a salvajismo, barbarie o al menos
rusticidad. Civilizado era el hombre educado.
Desde el siglo XVIII, el romanticismo impuso una diferencia
entre civilizació n y cultura. El primer término se reservaba para
nombrar el desarrollo econó mico y tecnoló gico, lo material; el
segundo para referirse a lo "espiritual", es decir, el "cultivo" de las
facultades intelectuales. En el uso de la palabra "Cultura" cabía,
entonces, todo lo que tuviera que ver con la filosofía, la ciencia, el
arte, la religió n, etc. Ademá s, se entendía la cualidad de "culto" no
tanto como un rasgo social sino como individual. Por eso podía
hablarse de, por ejemplo, un hombre "culto" o "inculto" segú n
hubiera desarrollado sus condiciones intelectuales y artísticas. Esto
es hoy muy frecuente.
Las nuevas corrientes teó ricas de sociología y la antropología
contemporá neas redefinieron este término, contradiciendo la
conceptualizació n Romá ntica. Se entiende CULTURA en un sentido
social. Cuando se dice "CULTURA China", "CULTURA Maya" se está
haciendo uso muy distinto de aquel, se refiere a los diversos aspectos
de la vida en esas sociedades. En general, hoy se piensa a la
CULTURA como el conjunto total de los actos humanos en una
comunidad dada, ya sean éstos prá cticas econó micas, artísticas,
científicas o cualesquiera otras. Toda prá ctica humana que supere la
naturaleza bioló gica es una prá ctica cultural.
Esta sentido de la palabra CULTURA implica una concepció n
mucho má s respetuosa de los Seres Humanos. Primero, impide la
discriminació n entre "hombres cultos "y "hombres incultos" que el
término podía tener desde el romanticismo; Se hablará de
diferencias culturales, en todo caso. Segundo, también evita la
discriminació n de pueblos que, como los nativos de América, fueron
vistos por los europeos como "salvajes" por el solo hecho de tener
"cultura" distinta.
Resumiendo, este uso actual del término CULTURA designa,
como se dijo arriba, el conjunto total de las prá cticas humanas, de
modo que incluye las prá cticas: econó micas, políticas, científicas,
jurídicas. Religiosas, discursivas, comunicativas, sociales en general.
Algunos autores prefieren restringirse el uso de la palabra CULTURA
a los significados y valores que los hombres de una sociedad
atribuyen a sus prá cticas.
Hay que señ alar que cuando se estudian los hechos sociales, por
ejemplo la economía o el Arte, se toman esos aspectos en forma
parcial aunque en la realidad está n estrechamente relacionados. Esto
ocurre por la imposibilidad del pensamiento humano abarcarlo en su
compleja red de interrelaciones. No está de má s insistir en que no
hay prá ctica social que esté desvinculada de las restantes, formando
un todo complejo y heterogéneo de recíprocas influencias. Así, no
puede explicarse cabalmente la historia del arte, para continuar con
el mismo ejemplo, si no se hace referencia a la historia econó mica, a
la política, a las costumbres, la moral, las creencias, entre otras, de la
época.
Esta es la razó n por la cual cuando se estudia la cultura se
prefiere el sentido segundo de los mencionados pá rrafos arriba, el de
los significados y valores que los hombres atribuyen a su praxis5.
En las ciencias sociales, el sentido de la palabra cultura es má s
amplio la cultura abarca el conjunto de las producciones materiales
(objetos) y no materiales de una sociedad (significados,
regularidades normativas creencias y valores)

Empleos de la Palabra Cultura.


Se puede decir que en la vida cotidiana se utiliza algunas
nociones de cultura, a las que se las pueden considerar como
prejuicios que la sociedad posee.
Estos son:
Un estado desarrollado de la mente. (Utilizamos este
significado para decir que una persona sabe mucho o que conoce de
arte o que se relaciona con alguna de estas actividades).
Los procesos por los cuales se alcanza ese desarrollo o estado,
("Los intereses Culturales"; "las actividades Culturales") (camino;
proceso) .
Los productos a través de los cuales se alcanza dicho desarrollo
(bá sicamente, los considerados productos culturales, como los
cuadros las obras musicales y las obras literarias).(medios que
ayudan al camino) .

Critica a estas Posturas


La primera y la segunda postura tienen una visió n Ideoló gica,
los hombres y mujeres nos relacionamos a través de poder que
producimos y hacemos circular.
Es una visió n que nos plantea que el trabajo intelectual es má s
importante que el manual.
La clase media reproduce la ideología de estos dos puntos.
La clase alta da la ideología y la clase baja la contra cultura.
En el ú ltimo punto hay que tener en cuenta que la sociedad
Industrial, la actual, produce en Maza y consume en maza.
AMPLIACIÓN CONCEPTUAL DE LA PALABRA CULTURA

Con el aporte de la antropología, la cultura debe incluir: bienes


materiales, bienes simbó licos (ideas), instituciones(canales por
donde circula el poder: escuela, familia, gobierno),
costumbres(reunirse para cenar entre gente amiga o familiares) ,
há bitos , leyes y poder (ya que este también es parte de la cultura).
Entonces podemos decir que toda sociedad tiene cultura, y toda
cultura es puesta en prá ctica, por las personas que se
interrelacionan.
Toda cultura se manifiesta en una sociedad. A lo cual cabe decir
que sociedad es igual a la cultura. Son la misma cara de una moneda.
La cultura no es algo que se tiene (como generalmente se dice),
sino que es una producció n colectiva y esa producció n es un universo
de significados, ese universo de significado está en constante
modificaciones.
La cultura no puede ser vista como algo apropiable. Es una
producció n colectiva de un universo de significados que son
trasmitidos a través de las generaciones.

La Civilización:
También es en el contexto del Iluminismo cuando surge otra de
las clá sicas oposiciones en que se involucra a la cultura, esta vez,
como sinó nimo de la civilización. Esta palabra aparece por primera
vez en la lengua francesa del siglo XVIII, y con ella se significaba la
refinació n de las costumbres. Civilizació n es un término relacionado
con la idea de progreso. Segú n esto, la civilizació n es un estado de la
Humanidad en el cual la ignorancia ha sido abatida y las costumbres
y relaciones sociales se hallan en su má s elevada expresió n. La
civilizació n no es un proceso terminado, es constante, e implica el
perfeccionamiento progresivo de las leyes, las formas de gobierno, el
conocimiento. Como la cultura, también es un proceso universal que
incluye a todos los pueblos, incluso a los má s atrasados en la línea de
la evolució n social. Desde luego, los pará metros con los que se medía
si una sociedad era má s civilizada o má s salvaje eran los de su propia
sociedad. En los albores del siglo XIX, ambos términos, cultura y
civilizació n eran empleados casi de modo indistinto, sobre todo en
francés e inglés (Thompson, 2002: 186).
Asimismo, La Civilizació n se enfoca como una Entidad cultural
que aglutina un sentido semiinconsciente de unidad, y que agrupa en
su seno a varias naciones y pueblos distintos.
El concepto de civilización ha experimentado una fuerte
evolució n. Primitivamente se refería a la vida en torno a la civitas,
por oposició n a la vida rural o campestre, má s propia de los
bá rbaros. Alguien civilizado era alguien culto y refinado, e imbuido
de la vida cívica, por oposició n a la ignorancia y a la simpleza (o
inexistencia) de las instituciones políticas del campesinado.
Progresivamente, a medida que creció el sentido mesiá nico de
Occidente, el concepto se hizo sinó nimo de civilización occidental,
hasta el punto que ésta era la Civilizació n por antonomasia. Sin
embargo, a comienzos del Siglo XX esta noció n fue puesta en duda
ante la evidencia de que Europa (el foco clá sico de la civilización)
había pasado a segundo plano frente a los Estados Unidos. Cobró
entonces fuerza la noció n de civilización como una suerte de
supraorganismo cultural, apoyada por Oswald Spengler y Arnold J.
Toynbee .

Finalmente, emplearemos los términos :

 CULTURA para los pueblos que aú n no han alcanzado la


revolució n urbana, y el de
 CIVILIZACIÓN para designar los logros, tanto materiales
como espirituales, de aquellos pueblos que ya la han
rebasado.

Esta diferencia suele implicar otra: Los pueblos que han


permanecido o permanecen en el estadio de la cultura interpretan la
realidad mediante mitos (pensamiento mítico) y tienen una
concepció n cíclica del tiempo; en cambio, los pueblos que acceden a la
civilizació n, sin renunciar a los mitos, desarrollan la ciencia
(pensamiento científico) como instrumento para explicar lo real y una
idea vectorial del tiempo, lo que aplicado a su propia realidad da como
resultado la aparició n de la conciencia histó rica, de la historiografía y
de la Historia.

CONCEPTO DE CIVILIZACION OCCIDENTAL

La cultura occidental o la civilización occidental es un


término usado para referir a las culturas de la gente del origen
europeo y de sus descendientes. Abarca la amplia herencia de
normas sociales, los valores éticos, los costumbres tradicionales
(tales como creencia religiosa) y los artefactos y las tecnologías
específicos segú n lo compartido dentro de la esfera occidental de la
influencia. El término “occidental” es de uso frecuente en contraste
con naciones americanas o á rabes asiá ticas, africanas, nativas.

La cultura occidental está cuestionada por grupos situados


dentro de las sociedades occidentales. Uno de esos
cuestionamientos procede de los inmigrantes de otras
civilizaciones que rechazan la integración y siguen adhiriéndose
y propagando los valores, costumbres y culturas de las
sociedades de origen. Este fenó meno se percibe sobre todo entre
los musulmanes en Europa, que, sin embargo, son una pequeñ a
minoría. También es manifiesto, en menor grado, entre los hispanos
de los Estados Unidos, que son una gran minoría. Si la integració n
fracasa en este caso, los Estados Unidos se convertirá n en un país
escindido, con todos los potenciales de contienda y desunió n que eso
entrañ a. En Europa, la civilizació n occidental también podría quedar
socavada por el debilitamiento de su componente central, el
cristianismo.
Evolución del concepto de Civilización Occidental

El hombre de Vitruvio, uno de las má ximas expresiones del


concepto de la Civilizació n Occidental.

Hasta el Siglo XVII, los europeos consideraban la Historia


Universal en términos eurocéntricos. Cuando Cristó bal Celarius
dividió la Historia, inventó tres eras (Antigü edad, Edad Media y
Tiempos Modernos), separadas por hitos propios de la historia
europea. Sin embargo, el estudio progresivo de las historias de otras
culturas hizo difícil encajar este modelo en esas respectivas historias,
por lo que esta clasificació n de las épocas histó ricas sobrevivió só lo
con fines didá cticos.

En el Siglo XVIII, Gobineau distinguía siete civilizaciones en la


Historia, incluyendo a la Civilizació n Occidental. El predominio de
Occidente sobre el resto del mundo en el Siglo XIX, merced a la
diplomacia de las cañ oneras, hizo olvidar temporalmente esta
concepció n atomística de la Historia, hasta que la crisis de confianza
experimentada por el mundo occidental después de la Primera
Guerra Mundial trajo de nuevo el problema a colació n. Para esa
época estaba claro que Estados Unidos era una potencia de primer
orden a la par que las potencias europeas, por lo que la noció n de
Occidente (para referirse a la Europa occidental y cristiana) era
insuficiente.
En este ambiente fue publicado el libro La decadencia de
Occidente, de Oswald Spengler, en el que éste concibe las
civilizaciones como entes cerrados que nacen, crecen, luchan por la
supervivencia y mueren, distinguiendo claramente al mundo
occidental del mundo helénico. Estas ideas será n morigeradas y
perfeccionadas por Arnold J. Toynbee en su magno tratado Estudio
de la Historia, en donde conceptualiza a Occidente como una
civilizació n cristiana con su época de esplendor en la Edad Media. En
la década de 1990, la concepció n toynbeana de un Occidente má s o
menos cerrado y unido por una tradició n cultural cristiana y
europea, es reasumida por Samuel Huntington, a la luz del choque de
Estados Unidos con el resto del mundo, y adquirirá una nueva
popularidad después de los ataques terroristas provocados por los
islamistas radicales (la tesis del "choque de civilizaciones").

CIVILIZACIÓN GRECOLATINA

 La cultura clá sica está en el fondo de nuestra civilizació n actual.


Griegos y romanos son los inventores del mundo europeo occidental.

Grecia
En Grecia se desarrollaron desde la literatura y el arte hasta las
formas de gobierno que hoy conocemos.
La Grecia primitiva
La primera civilizació n dominante en las islas griegas fue la
caria. Hacia el tercer milenio comienzan a llegar nuevos pobladores,
de origen indoeuropeo, que aceptan la lengua y la civilizació n caria:
la cultura minoica.
En Creta se aceleran los cambios. Se abre una época de gran
esplendor cultural. Aparece la escritura, vinculada a una compleja
burocracia que dominaba el comercio. Creta crea una talasocracia
comercial en el Mediterrá neo. Los aqueos invaden Creta y crean la
civilizació n micénica.
La cultura griega
 Los griegos comenzaron a escribir hacia finales del siglo XI a.C.,
con un alfabeto de origen fenicio al cual se le añ aden las vocales. Algo
má s tarde nace en Grecia la poesía épica: Homero y Hesíodo. La épica
es el vehículo fundamental de unificació n de la lengua. La
contribució n griega a la filosofía y a la ciencia es transcendental.
La invasió n dó rica tuvo importantes consecuencias en lo
referente al régimen de la propiedad del suelo. La forma normal de
explotació n agrícola, en época de Homero, era el cortijo rural.

La evolución del mundo griego: siglos VIII al VI a.C.

La ciudad estado
La diversidad de los invasores dó ricos y griegos, y su mezcla con
la població n autó ctona, no permitió construir un Estado unitario,
sino que se prefirió la creació n de una serie de ciudades autó nomas,
con una cultura comú n, que dominaban el espacio circundante.
La monarquía militar
Desde sus comienzos, la vida econó mica y política de la polis
estuvo dominada por los grandes clanes aristocrá ticos. El rey ejercía
la jefatura de la milicia, pero también era el responsable de la justicia
y la religió n. Estaba sometido a las decisiones del «consejo de
ancianos», compuesto por los jefes del clan.
En Esparta hubo dos reyes simultá neamente. El consejo de
ancianos en Esparta se llamó Gerusía.
Aristocracia y oligarquía
La disminució n del peligro de guerra hizo desplazar la
importancia del poder del rey al del «consejo de ancianos».
En Esparta el poder ejecutivo de la aristocracia lo tuvieron los
éforos que controlaban a los reyes, a la Gerusía y la conducta de los
ciudadanos. En Atenas la institució n que veló por los intereses de la
aristocracia fue el Areó pago, dominada por los arcontes.
Los jonios tienen un nuevos sistema de lucha, asentado en la
falange. Para enfrentarse a ellos es necesaria la colaboració n de toda
la ciudad. Pero si todos colaboran en la defensa, todos tienen derecho
a intervenir en el gobierno.
En principio, la oligarquía aristocrá tica continuó ejerciendo el
poder y modificando la ley a su antojo. Pero los nuevos ciudadanos
obligaron a ponerla por escrito.
La democracia
La democracia consistió en el ejercicio del poder por todos los
hombres libres de la polis, ya que todos contribuían a su defensa. La
asamblea se reunía en el á gora para discutir los asuntos de la
política.
El caso espartano
Los espartanos organizan un nuevo ejército basado en la falange
hoplita y recuperan su poder. Sin embargo, en la falange lucha todo el
damos, que va a reivindicar su derecho a tomar decisiones en los
asuntos que afecten a la polis. Nacen un nuevo Estado espartano: el
Cosmos.
El caso ateniense
Atenas creció en prestigio después de la codificació n de legal de
Soló n. Con la reforma de Soló n todos los oriundos de Á tica tienen
derecho a la ciudadanía y pertenecen a la iglesia.
Clístenes consiguió hacer aprobar una nueva constitució n que
sancionaba la igualdad social. La reforma concedía la ciudadanía a
todos los hombres libres de Á tica y se dividía a la població n por su
lugar de residencia. Se crea el Consejo de los 500, que ejerce el poder
y crea leyes, junto con la iglesia. Este Estado fue denominado
isonomía.

El conflicto con Persia y la unidad nacional


Las ciudades griegas de Asia pagaban parias a Ciro. Tras la
muerte de Ciro, asumió el poder otro rey conquistador: Darío.
Comenzaron así las guerras médicas. A la muerte Darío, le sucede
Jerjes. Las ciudades griegas crearon una liga para enfrentarse a
Persia.
La época de Pericles
  Durante el siglo V a.C. Atenas dominó el mundo griego, y
Pericles dominó Atenas con el cargo de estratega. Esta es la época de
la plena democracia ateniense, y de su esplendor comercial.
En el 462 a.C. se suprime el Areó pago. Funcionan plenamente: el
Consejo de los 500, la asamblea del pueblo y el jurado popular.

Las guerras por la hegemonía


Si mala era la situació n de las ciudades de la liga, las polis que no
pertenecían a ella eran perseguidas. El mundo griego entró en crisis.
De esta crisis sale favorecida una pequeñ a potencia, Macedonia,
que de la mano de Filipo II (359-336 a.C.) y Alejandro Magno (356-
323 a.C.), conquista toda Grecia y la unifica en un solo reino. La
concepció n griega del mundo se desvanece. Durante la época
helenística la cultura griega se hace universal.

Roma
Roma recoge la cultura griega, la enriquece y la reelabora, le da
un nuevo sentido y la universaliza.
Los etruscos
Los orígenes de los romanos son un tanto obscuros. Son
herederos de los etruscos. Sus poblaciones eran ciudades estado
enclavadas en lugares defensivos del interior, dominadas por la
aristocracia, y con un rey, también sacerdote.
La monarquía
Segú n la tradició n Ró mulo y Remo fundaron Roma en el 753 a.C.
En Roma vivirían dos tribus: los latinos y los sabinos. En un
primer momento habría dos reyes Ró mulo y Tito Tacio; pero muerto
Tito Tacio, Ró mulo comienza a construir la unidad de Roma. Creó un
ordenamiento jurídico y repartió el pueblo en tres tribus. Ró mulo
creó para el gobierno de la ciudad una asamblea de ancianos, el
Senado, en el que se sentaban los jefes de los clanes.
Economía y sociedad
La base econó mica de Roma, en la época de la monarquía, era la
ganadería. Esta era de propiedad privada, mientras que la agricultura
era de propiedad comunal. Pero dada la posició n de la ciudad, en una
importante ruta comercial, cada vez má s los romanos se dedicaron al
comercio.
La escritura se introduce entre finales del siglo VII a.C., y
principios del VI a.C. con un alfabeto propio.
La base de la estructura social fue la familia y la gens. La patria
potestad daba al cabeza de familia un poder total, pudiendo decidir
incluso sobre la vida y la muerte.
La sociedad estaba estructurada en clases: los patricios, los
plebeyos y la clientela, ademá s de los esclavos.
El régimen político estaba dominado por el rey. El rey es un jefe
militar, religioso y judicial. El poder unitario del rey, cuando asumía
las facultades políticas, ejecutivas y legislativas, se denominó
impérium. Junto al rey aparece el Senado, asamblea constituida por
los jefes de los gens, como ó rgano consultivo. La asamblea de pueblo
agrupaba a las curias, cada una con un voto. El ejército tenía cará cter
gentilicio, pero con la reforma serviana pasó a ser territorial, que
debía equipar a cien soldados, una centuria.
La religió n tenía dos vertientes: una pú blica, el culto estatal, y
otra privada, el culto a los lares familiares.

La república
 El añ o 510a.C. es el de la caída de la monarquía y el triunfo de la
repú blica. El mando militar y político pasó a los magistrados electos
y de duració n limitada: los có nsules. La magistratura duraba un añ o,
y al cesar se le podían pedir responsabilidades. Los magistrados
dependían de los electores. El Senado está constituido por 300
senadores representantes de las familias má s ricas, y no tenía
funciones específicas.
Sin embargo, fue la aristocracia la que dominó la vida pú blica, al
monopolizar el consulado. Los tribunos eran elegidos, en los
comicios tributos, por el pueblo reunido por tribus: los plebis scita.
Gracias a las presiones de los tribunos de la plebe, la ley se plasma
por escrito en el Có digo de las Doce Tablas, y el Digesto.

Transformaciones de la vida social y económica


La expansió n territorial transformó radicalmente la sociedad
romana, su economía y sus relaciones comerciales.
La afluencia a Roma de ricos botines favoreció la actividad
comercial. Roma creó un sistema de comunicaciones terrestres, con
las calzadas, puentes, etc., que fue muy ú til a los comerciantes.
La sociedad romana evolucionó con el desarrollo econó mico. La
nobleza senatorial era la clase má s elevada. El segundo estrato lo
formaba la orden ecuestre. El pueblo está formado por los hombres
libres de Roma. En el estrato má s bajo está n los esclavos.

Magistraturas e instituciones republicanas


El poder en la Repú blica era ejercido por los magistrados. El
magistrado tenía impérium, es decir, poder pú blico. La má s alta
magistratura fue el consulado. En circunstancias excepcionales
podían ser sustituidos por un dictador, con plenos poderes, durante
seis meses.
     Otra alta magistratura fue el pretor. De vital importancia para
la vida en Roma fue la magistratura del censor. Un cargo muy
importante, no una magistratura, fue la del tribuno de la plebe, de
gran influencia política, sobre todo ante el Senado.
     El Senado fue el ó rgano de gobierno por excelencia. Fue
fundamental en la creació n de leyes, ya que controlaban su
presentació n ante la asamblea popular.
     Por ú ltimo está la asamblea popular o comitia. En los comitia
se votaban leyes y magistrados, y a los jueces de los tribunales.

Cultura
     Las mayores contribuciones que Roma ha hecho a la cultura
han sido el derecho y el latín. Tras la conquista de Grecia, la cultura
romana sufre una profunda transformació n. Así, entran en Roma las
ú ltimas tendencias de la filosofía griega.

El imperio
 La expansió n territorial hizo necesaria la creació n de un Estado
centralizado y fuerte para mantener las conquistas.
En este ambiente medra en la política Julio César. En el 52 a.C.
Pompeyo fue nombrado có nsul ú nico y se le ordenó a César regresar
a Roma. César atacó Roma con sus tropas, y en el 48 a.C. venció a
Pompeyo. En el 46 a.C. se hizo nombrar dictador y en el 45 a.C. se
hizo transferir todos los poderes.
     Tras la muerte de César el Senado intenta recuperar el poder.
Estalló una guerra civil entre la Repú blica, con Bruto; y los
seguidores de César, con Marco Antonio al frente. Octavio fue elegido
por el Senado para hacer la guerra a Marco Antonio.
     Octavio no podía hacerse rey, pero el Senado estaba
desacreditado. Octavio hizo que el Senado le concediese poderes
suficientes para ser jefe del Estado: el princes. Con lo que fue dueñ o
del Estado.

El Estado imperial
     Octavio muere en el 14 y hereda el imperio Tiberio. Se abre
así el periodo má s largo de la historia de Roma, en la que el
emperador es la figura central del régimen.
     El Senado continú a funcionando como en la repú blica, pero su
poder va decreciendo alarmantemente. Las asambleas del pueblo
perdieron toda relevancia. Las magistraturas republicanas se
mantuvieron, pero perdieron sus funciones.
     Los funcionarios imperiales fueron los que administraron el
régimen. Tuvieron a su cargo el gobierno. Eran nombrados por el
emperador y sus facultades dependían de lo que este quisiera
ordenarles, y por un tiempo indefinido.
     Los má s importantes tienen el nombre de prefectos. De rango
inferior fueron los procuradores.
     El Consilium Príncipis, o Consejo Imperial, es uno de los
ó rganos de gobierno má s importantes. Estuvo integrado por
personas de confianza del emperador.
     La Cancillería Imperial se ocupó de todos los asuntos
privados que debía resolver el emperador.

APORTE DEL HOMBRE DE LA ANTIGÜEDAD

La primera evidencia presentada respecto a la antigü edad del


hombre fueron los muy polémicos artefactos descubiertos en las
antiguas gravas del río Somme. Estos artefactos consistían en
pedernales hallados cerca de Abbeville por Jacques Boucher de
Crèvecoeur de Perthes en 1846. Pocos añ os después, inició la
publicació n de su monumental obra (3 vols.), Antiquités celtiques et
antédiluviennes, obra en la que fue el primero en tratar de establecer
la existencia del hombre en el Pleistoceno o primera etapa del
Cuaternario. Sus puntos de vista tuvieron poco éxito, en parte porque
con anterioridad había propuesto teorías tocantes a la antigü edad
del hombre sin ningunos hechos con que apoyarlas.

Los primeros restos fosilizados del hombre (los crá neos de


Engis) los descubrió el Dr. Schmerling en 1833 en las cavernas
osíferas que bordean el valle del Mosa. Aquel añ o, Schmerling
publicó su artículo Recherches sur les Ossements fossiles découverts
dans les Cavernes de la Province de Liège. En 1857 el Dr. Fuhlrott
descubrió el crá neo fó sil de un hombre en una cueva cerca de
Dü sseldorf, en un lugar que desde entonces ha adquirido fama
universal como la cueva de Neanderthal.

En 1859 tuvo lugar un cambio de énfasis debido a dos


acontecimientos no relacionados entre sí. En la Royal Society en
Londres, John Prestwick dio su apoyo a la tesis de Boucher de
Perthes respecto a los artefactos de Abbeville, y Charles Darwin
presentó su capital obra El Origen de las Especies. Es cosa saludable
recordar que para este tiempo la evidencia de la antigü edad del
hombre era sumamente endeble y que no existía ninguna evidencia
de ascendencia alguna. Es dudoso que Darwin mismo hiciera uso
alguno de esta endeble evidencia. En realidad, su obra capital quedó
acabada antes que fuese generalmente disponible. Los crá neos
humanos de Engis habían quedado algo postergados por el
descubrimiento del de Neanderthal. Todos estos crá neos son
dolicocéfalos.4 El má s famoso de los crá neos de Engis es de aspecto
má s noble que el del Neanderthal, que presenta una bó veda
deprimida. Sin duda alguna el crá neo de Neanderthal fue empleado
para dar peso a la audaz pretensió n de T. H. Huxley que, no sintiendo
necesidad alguna de evidencia, creía que el hombre procedía de los
simios. El crá neo de Neanderthal fue por ello aclamado como
evidencia que estrechaba el intervalo entre los simios y el hombre.
Actualmente el crá neo de Engis se incluye dentro de la
controvertida especie de Homo neanderthalensis. Su parcial eclipse,
en mi opinió n, se debe a que no es tan ú til para la teoría de la
evolució n como aparentemente lo han sido posteriores crá neos
fó siles. En aquella época, c. 1860, ninguno de los diestros
paleontó logos o antropó logos que investigaron la cuestió n se
preocupaban del problema de determinar una relació n genealó gica
entre los antiguos dueñ os de aquellos crá neos recientemente
descubiertos y los hombres vivientes. Todos limitaban sus
actividades a ejercicios craneométricos en los que comparaban
crá neo y crá neo, pero no investigaron ni una vez el fondo de la
cuestió n, esto es, si los crá neos pertenecían a la una y misma especie
de hombre. Para la resolució n real de este problema era esencial
conseguir un testimonio humano, porque los problemas genealó gicos
de esta naturaleza nunca se pueden resolver mediante mediciones
craneométricas. Quizá lo sabían —y si lo sabían, mantuvieron la
pretensió n, y escribieron mucho acerca de craneometría, un material
que puede ser todavía examinado con interés, siempre que no se
precise de una respuesta al problema central del origen del hombre,
y siempre que el lector guste de discusiones académicas acerca de los
restos no relacionados de diversos animales.

En 1871 Darwin añ adió su contribució n con El Linaje del


Hombre (The Descent of Man), pero con todo (como ya hemos
observado) sin ningú n dato paleontoló gico cierto que pudiera
guiarle.

Má s adelante, en 1894, Dubois, al que guiaba un apasionado


deseo de descubrir la evidencia que confirmase la teoría, descubrió
en Trinil, Java, la cubierta craneana que ha sido desde entonces
conocida como Pithecanthropus erectus.

De manera esporá dica a lo largo de los tres cuartos de siglo que


siguieron, han seguido saliendo a la luz restos fó siles del hombre. Los
restos, con frecuencia sumamente fragmentarios, todos ellos
agrupados bajo el término genérico «Hombre», son dispuestos por
algunos taxonomistas en tres subfamilias o géneros:
 Australopitecinos
 Pitecantropinos
 Homininos

La clasificació n misma está abierta a graves críticas. El Homo


habilis,6 un ejemplo reciente, es agrupado con los Australopitecinos.
El Homo neanderthalensis, en mi opinió n, podría ser agrupado dentro
del Homo sapiens.7 La elecció n depende en gran parte de los
prejuicios personales, no de nada objetivo y riguroso. Toda la
cuestió n de la taxonomía en zoología precisa de una revisió n radical.8
Los zoó logos difieren entre ellos hasta tal punto que se puede
excusar a los legos si encuentran una imagen confusa. En los escritos
de Abel, Heberer, Gregory, Schlosser y Simpson se encuentran tantos
sistemas de clasificació n como autores. Von Koenigswald9 propone la
siguiente clasificació n sin la esperanza de finalidad ni de aceptació n
general:

Superfamilia: Hominoidea
Familia: Parapithecidae
Familia: Pongidae
Subfamilias: Hylobatinae
Proconsulinae
Ponginae
Gigantopithecinae
Familia: Hominidae
Subfamilias: Australopithecinae
Homininae

El hombre propiamente dicho, el Homo sapiens, queda


clasificado como perteneciente a:
Orden: Primates
Suborden: Anthropoidea
Tribu: Catarrhina
Superfamilia Hominoidea
:
Familia: Hominidae
Género: Homo
Especie: sapiens

Segú n Oakley, está tomando ventaja el concepto de que só lo hay


dos géneros vá lidos en los Hominidae: Australopithecus y Homo. Los
Pitecantropinos son, segú n la nueva taxonomía, todos ellos
variedades de una sola especie de Homo erectus Todos los restantes
Homininos serían considerados como variedades de una sola
especie, Homo sapiens, p.e.:
Homo sapiens sapiens,
Homo sapiens neanderthalensis.

PRIMERAS ALTAS CULTURAS

     Las primeras culturas plenamente urbanas, y organizadas,


aparecen en Mesopotamia, en el interfluvio del Tigris y el É ufrates,
donde es posible el regadío y la tierra es de gran feracidad. Sin
embargo, las crecidas de ambos ríos son irregulares, por lo que no
siempre se garantizan las cosechas. Estos ríos, ademá s de permitir la
agricultura, son también canales de comunicació n por los que
navegar y comerciar. En este medio se desarrollan algunas de las
má s importantes civilizaciones: sumerios, acadios, asirios y
Babilonia. Pero este no es el ú nico á mbito donde florece la
civilizació n: en torno al Nilo aparece Egipto.
 Las culturas mesopotá micas
 Egipto
 Los persas y otras culturas
Las culturas mesopotámicas

     Los sumerios eran un pueblo procedente de tierras á ridas


que se establece en las riberas del Tigris y el É ufrates. Fundaron
ciudades importantes como Kish, Ur, Uruk, Shurupak, Lagash, Nipur
y Nínive, que se vieron sometidas a inundaciones perió dicas y
catastró ficas. Después de cada inundació n se reconstruyen las
ciudades y se vuelve a repartir y a cultivar la tierra. Es una sociedad
guerrera dominada por la casta sacerdotal. Los templos sumerios se
levantan sobre un zigurat.

     Su historia está llena de guerras contra las ciudades vecinas.


Se distingue seis períodos: Obeid, Uruk, protodiná stico, Imperio
acadio, gutos y III dinastía de Ur. El período de El Obeid (4200-
3500 a.C.) es de base neolítica, pero con unas instituciones políticas
profundamente novedosas, dominadas por los sacerdotes. El período
Uruk (3500-2900 a.C.) es heredero del anterior; sobre todo en
religiosidad, que se erige como norma de vida social y política.
Aparece el cobre, el torno de alfarero y un sistema de símbolos para
la contabilidad del templo. Para la divisió n del círculo, el añ o y el día,
recurren al sistema sexagesimal. En el período protodiná stico (2900-
2370 a.C.) se acentú a el progreso cultural anterior. Aparecen los
primeros palacios separados del templo, lo que indica que la clase
guerrera se está independizando de la sacerdotal. El primer rey
sumerio documentado, Mesilim, pertenece a esta época. Pero se
conocen otros, como Lugalzagesi que construyó un imperio desde
Mesopotamia hasta el Mediterrá neo, aunque no logró romper la
estructura de la ciudad estado. Ya estamos en la Edad del Bronce. El
período del Imperio acadio (2370-2150 a.C.) surge cuando la ciudad
de Kish se impone al imperio de Lugalzagesi, capitaneada por Sargó n,
que fundo una nueva capital: Acad . Aparecen así los acadios, con
una unidad política notable. El Imperio acadio cayó en la anarquía y
los gutos (2150-2050 a.C.) conquistaron el país. Los gutos eran un
pueblo nó mada del Kurdistá n que sufría el empuje de las hordas de
la estepa. Los gutos establecieron su capital en Arapja y desde allí
asolaron el país. Para detener las razias de los gutos, Utujengal se
hace con el poder en Ur, iniciando el periodo de la III dinastía de Ur
(2050-1955 a.C.); pero es con el reinado de Urnamu cuando Sumeria
alcanza los mayores logros de su civilizació n. Gracias a la paz se
pudieron abrir las vías comerciales, pero caerá ante el empuje de los
pueblos semitas y los bá rbaros, hacia el añ o 2000 a.C.

     En Mesopotamia también se desarrollan las culturas de


Babilonia y Asiria, que durante el segundo milenio se desenvuelven
al margen de las grandes revueltas. Tras la caída de la III dinastía de
Ur surgen estas ciudades. Babilonia fue fundada por tribus semitas
a orillas del É ufrates. Hacia el 1815 a.C. Sumu-Abum funda la primera
dinastía, la amorrea, a la que pertenecerá Hamurabi (1730-1670
a.C.). Hamurabi someterá toda la regió n, organizará el Estado y
pondrá por escrito un cuerpo legislativo: el có digo de Hamurabi. Para
ello hubo de centralizar el poder, tanto político como religioso.
Babilonia caerá bajo el poder de los hititas (1515 a.C.), y só lo
resurgirá durante el reinado de Nabucodonosor I (1140 a.C.). Los
asirios tienen una historia paralela. Su poder se consolida hacia el
2000 a.C., tras la caída de la III dinastía de Ur; desde su capital Asur.
Es una civilizació n imperialista y agresiva, políticamente absolutista
y militarista. Pero el país queda atrapado entre el expansionismo
babiló nico y el hitita.

     En Mesopotamia, a diferencia de Persia y Egipto, florecieron


las ciudades estado, pero con rasgos muy similares. La base de la
vida econó mica era la agricultura de regadío y el pastoreo. Pero
había personas que no vivían del campo, como el rey y su corte y los
sacerdotes. Ademá s, había artesanos, escribas, artistas y
administradores, amén de comerciantes, que utilizaron la moneda. El
rey tenía poder absoluto, derivado de Dios. En la guerra fueron los
primero en utilizar carros y caballos. Su ejército era muy complejo.
Utilizaron un sistema de escritura cuneiforme, desde mediados del IV
milenio a.C., lo que les permitió tener una literatura; introdujeron el
sistema sexagesimal para contar; crearon el có digo de Hamurabi y su
arte fue floreciente.
Las culturas mesopotámicas

     Los sumerios eran un pueblo procedente de tierras á ridas


que se establece en las riberas del Tigris y el É ufrates. Fundaron
ciudades importantes como Kish, Ur, Uruk, Shurupak, Lagash, Nipur
y Nínive, que se vieron sometidas a inundaciones perió dicas y
catastró ficas. Después de cada inundació n se reconstruyen las
ciudades y se vuelve a repartir y a cultivar la tierra. Es una sociedad
guerrera dominada por la casta sacerdotal. Los templos sumerios se
levantan sobre un zigurat.

     Su historia está llena de guerras contra las ciudades vecinas.


Se distingue seis períodos: Obeid, Uruk, protodiná stico, Imperio
acadio, gutos y III dinastía de Ur. El período de El Obeid (4200-
3500 a.C.) es de base neolítica, pero con unas instituciones políticas
profundamente novedosas, dominadas por los sacerdotes. El período
Uruk (3500-2900 a.C.) es heredero del anterior; sobre todo en
religiosidad, que se erige como norma de vida social y política.
Aparece el cobre, el torno de alfarero y un sistema de símbolos para
la contabilidad del templo. Para la divisió n del círculo, el añ o y el día,
recurren al sistema sexagesimal. En el período protodiná stico (2900-
2370 a.C.) se acentú a el progreso cultural anterior. Aparecen los
primeros palacios separados del templo, lo que indica que la clase
guerrera se está independizando de la sacerdotal. El primer rey
sumerio documentado, Mesilim, pertenece a esta época. Pero se
conocen otros, como Lugalzagesi que construyó un imperio desde
Mesopotamia hasta el Mediterrá neo, aunque no logró romper la
estructura de la ciudad estado. Ya estamos en la Edad del Bronce. El
período del Imperio acadio (2370-2150 a.C.) surge cuando la ciudad
de Kish se impone al imperio de Lugalzagesi, capitaneada por Sargó n,
que fundo una nueva capital: Acad . Aparecen así los acadios, con
una unidad política notable. El Imperio acadio cayó en la anarquía y
los gutos (2150-2050 a.C.) conquistaron el país. Los gutos eran un
pueblo nó mada del Kurdistá n que sufría el empuje de las hordas de
la estepa. Los gutos establecieron su capital en Arapja y desde allí
asolaron el país. Para detener las razias de los gutos, Utujengal se
hace con el poder en Ur, iniciando el periodo de la III dinastía de Ur
(2050-1955 a.C.); pero es con el reinado de Urnamu cuando Sumeria
alcanza los mayores logros de su civilizació n. Gracias a la paz se
pudieron abrir las vías comerciales, pero caerá ante el empuje de los
pueblos semitas y los bá rbaros, hacia el añ o 2000 a.C.

     En Mesopotamia también se desarrollan las culturas de


Babilonia y Asiria, que durante el segundo milenio se desenvuelven
al margen de las grandes revueltas. Tras la caída de la III dinastía de
Ur surgen estas ciudades. Babilonia fue fundada por tribus semitas
a orillas del É ufrates. Hacia el 1815 a.C. Sumu-Abum funda la primera
dinastía, la amorrea, a la que pertenecerá Hamurabi (1730-1670
a.C.). Hamurabi someterá toda la regió n, organizará el Estado y
pondrá por escrito un cuerpo legislativo: el có digo de Hamurabi. Para
ello hubo de centralizar el poder, tanto político como religioso.
Babilonia caerá bajo el poder de los hititas (1515 a.C.), y só lo
resurgirá durante el reinado de Nabucodonosor I (1140 a.C.). Los
asirios tienen una historia paralela. Su poder se consolida hacia el
2000 a.C., tras la caída de la III dinastía de Ur; desde su capital Asur.
Es una civilizació n imperialista y agresiva, políticamente absolutista
y militarista. Pero el país queda atrapado entre el expansionismo
babiló nico y el hitita.

     En Mesopotamia, a diferencia de Persia y Egipto, florecieron


las ciudades estado, pero con rasgos muy similares. La base de la
vida econó mica era la agricultura de regadío y el pastoreo. Pero
había personas que no vivían del campo, como el rey y su corte y los
sacerdotes. Ademá s, había artesanos, escribas, artistas y
administradores, amén de comerciantes, que utilizaron la moneda. El
rey tenía poder absoluto, derivado de Dios. En la guerra fueron los
primero en utilizar carros y caballos. Su ejército era muy complejo.
Utilizaron un sistema de escritura cuneiforme, desde mediados del IV
milenio a.C., lo que les permitió tener una literatura; introdujeron el
sistema sexagesimal para contar; crearon el có digo de Hamurabi y su
arte fue floreciente.
Egipto

     El Nilo es un río má s regular que el Tigris o el É ufrates. Su


crecida es progresiva, y no catastró fica. En este gran oasis se
desarrolló una de las culturas má s fascinantes de la historia. Cuando
en el Sá hara el avance del desierto era patente, só lo en el Nilo
continuaba habiendo caza, frutos silvestres y cañ as para las
viviendas. Pero, ante todo, la tierra del Nilo era fá cilmente cultivable.
Las orillas del Nilo comenzaron a poblarse y los habitantes se
hicieron sedentarios.

     Aquí florecieron las culturas de El Fayum, hacia el 5000 a.C.,


la de Tasiense, hacia el 4500 a.C. y la de Merimda, hacia el 4000 a.C.
Tras estas culturas aparecieron la baderiense y la amratiense, hacia
el 3800 a.C., que basaban su economía en la agricultura, la ganadería,
la caza y una industria lítica muy refinada. Fueron los primeros en
aprovechar racionalmente las crecidas del Nilo. Hicieron embalses y
canales para el riego. Conocieron el cobre, probablemente los
primeros. También tendrá n manifestaciones artísticas: como los
bajorrelieves, el marfil, la madera y los metales: cobre, oro y plata. En
algú n momento, en la sociedad amratiense, fue posible que algunos
de sus miembros no cultivasen la tierra. Fueron mineros,
comerciantes y artistas; lo que supone la existencia de excedentes
agrícolas y su centralizació n, que implica que hubiera de una clase
administradora. Nace así el poder político, que se ocupará también
de la administració n de las tierras y el regadío. Como consecuencia,
comienza, también, la escritura.

     Hacia el añ o 3600 a.C. aparece la cultura gerzeense, que se


difunde por todo Egipto unificá ndolo. Esta consonancia cultural
llevará a la unidad política, que surgirá tras un periodo de luchas
entre clanes para imponerse. En torno al añ o 3200 a.C. aparece por
primera vez, en Egipto, la figura del soberano: el faraó n, que se
conoce como Menes, y que pudo haber sido Scorpios, Narmer o Aha,
y es convencionalmente el primer faraó n. Unificó el alto y el bajo
Egipto y fundó Menfis. La política de los faraones fue marcadamente
centralizadora, aunque siempre persistió la diferencia entre el norte
y el sur.

     La cultura Egipcia está dominada por la vida de ultratumba,


para la que se cuidaban los enterramientos (mastabas y pirá mides),
el culto a los muertos y los templos: lo má s característico de Egipto.
Egipto se mantendría hasta el Imperio romano, aunque fuera
conquistado en varias ocasiones.

 
Los persas y otras culturas

     Al este de Mesopotamia aparecería otro gran imperio


unitario: el Imperio persa, con un país semidesértico. Aunque en la
época tenía má s lagos y era una regió n rica en metales: cobre, estañ o
y hierro. Ademá s, era paso obligado en las rutas comerciales con la
India. Este país fue asiento de numerosos pueblos indoeuropeos;
pero fueron los medos los que consiguieron crear un imperio hacia el
800 a.C. Fue Ciaxares (625-585 a.C.) quien unificó el reino y el rey
Ciro II (559-529 a.C.) quien creó el imperio. Para entonces ya había
una floreciente cultura en Grecia, e incluso en Roma.

     En la península de Anatolia se desarrollaron también culturas


urbanas, que só lo en raras ocasiones dominaron territorios má s
grandes que una ciudad estado. Aquí aparecieron algunas de las
civilizaciones má s avanzadas de la época, y buena parte de los
procesos migratorios que difundieron los metales por el mundo. Las
má s importantes serían: Troya, Cilicia, Yortá n, Dorak, Horoztepe,
Mersín y Beycesultá n. Estas ciudades dependerían de los imperios
mesopotá micos. Aquí se asentará n los frigios, con capital en Gordias;
los cimerios (añ o 900 a.C.), nó madas que difundieron la silla de
montar y utilizaron el caballo como arma de guerra; los escitas,
también nó madas y que con los cimerios penetrarían en Europa; y
los lidios, con capital en Lidia.
     En la península de Anatolia aparecerá una cultura expansiva,
los hititas, hacia el 2000 a.C. Su primera capital será Kusara, pero
luego se trasladará a Nesa y a Hatusa, de donde toman el nombre.
Los hititas será n uno de los pueblos que intenten dominar
Mesopotamia, y que divulgue la civilizació n; ya que por su posició n
dominan las vías de comunicació n entre Oriente u Occidente. Es el
pueblo que difundió la metalurgia. Su cultura es, bá sicamente,
heterogénea, ya que tiene elementos de todas las civilizaciones
limítrofes.

     En torno al lago Urmia (Armenia), hacia el 2000 a.C., surge la


cultura hurrita, un pueblo indoeuropeo y guerrero que se impuso
como clase dominante en las tierras que conquistaron: aportando su
concepto de la política, pero aculturá ndose con ellos.

     En Palestina se asentará n los pueblos semitas, como los


amorreos, los cananeos o los arameos, que formaron parte de las
ciudades mesopotá micas. Incluso fundaron Babel . Florecieron
ciudades como Jerusalén, Samaría, Biblos, Tiro, Sidó n, Damasco o
Trípoli.

     Los filisteos también fueron un pueblo no semita que


intentaron crear un reino en la franja costera de Canaá n. Dominaron
las ciudades de Ecró n, Asdó n, Ascaló n, Gat y Gaza, con las que
destacaron en el comercio.

     También semitas eran los fenicios, comerciantes y


navegantes. Los fenicios impusieron en el Mediterrá neo su
talasocracia. Crearon un reino que dominó las ciudades semitas má s
florecientes y fundaron Cartago en el 814 a.C.

     En el interior de Palestina se asentaron los hebreos, el pueblo


semita má s representativo. Los hebreos se dividirían en dos reinos:
uno con capital en Samaría y otro con capital en Jerusalén.
EL CRISTIANISMO Y LA EDAD MEDIA

El cristianismo es una religió n monoteísta de origen judío que


se basa en su reconocimiento a Jesucristo como su fundador, mesías
y figura central. Con má s de 2.100 millones de adherentes1, o cerca
de un tercio de la població n mundial, es considerada la religió n del
mundo con má s seguidores. Dentro de sus escritos sagrados,
comparte con el judaísmo el Tanaj, llamado Antiguo Testamento por
los cristianos. Por este motivo es a veces llamada religión
abrahámica junto al judaísmo y al Islam.

La palabra “cristianismo” proviene del griego χριστιανους,


christianóus, ‘cristiano’, la cual a su vez proviene del nombre propio
Χριστό ς, Christós, traducció n del hebreo "Mesías" que significa
"Ungido". El término se ve por primera vez en Hechos 11:26:
«Durante todo un añ o se reunieron los dos con la iglesia y enseñ aron
a mucha gente. Fue en Antioquía donde a los discípulos se les llamó
“cristianos” por primera vez» (Biblia, Nueva Versió n Internacional).

Los comienzos de la Iglesia


Jerusalén era el nú cleo del movimiento cristiano; al menos lo fue
hasta su destrucció n a manos de los ejércitos de Roma en el 70 d.C.
Desde este centro, el cristianismo se desplazó a otras ciudades y
pueblos de Palestina, e incluso má s lejos. En un principio, la mayoría
de las personas que se unían a la nueva fe eran seguidores del
judaísmo, para quienes sus doctrinas representaban algo nuevo, no
en el sentido de algo novedoso por completo y distinto, sino en el
sentido de ser la continuació n y realizació n de lo que Dios había
prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, ya en un principio,
el cristianismo manifestó una relació n dual con la fe judía: una
relació n de continuidad y al mismo tiempo de realizació n, de
antítesis, y también de afirmació n. La conversió n forzada de los
judíos durante la edad media y la historia del antisemitismo (a pesar
de que los dirigentes de la Iglesia condenaban ambas actitudes)
constituyen una prueba de que la antítesis podía ensombrecer con
facilidad a la afirmació n. Sin embargo, la ruptura con el judaísmo
nunca ha sido total, sobre todo porque la Biblia cristiana incluye
muchos elementos del judaísmo. Esto ha logrado que los cristianos
no olviden que aquel al que adoran como Señ or era judío y que el
Nuevo Testamento no surgió de la nada, sino que es una
continuació n del Antiguo Testamento.

Una importante causa del alejamiento del cristianismo de sus


raíces judías fue el cambio en la composició n de la Iglesia, que tuvo
lugar má s o menos a fines del siglo II (es difícil precisar có mo se
produjo y en qué periodo de una forma concreta). En un momento
dado, los cristianos con un pasado no judío comenzaron a superar en
nú mero a los judíos cristianos. En este sentido, el trabajo del apó stol
Pablo tuvo una poderosa influencia. Pablo era judío de nacimiento y
estuvo relacionado de una forma muy profunda con el destino del
judaísmo, pero, a causa de su conversió n, se sintió el "instrumento
elegido" para difundir la palabra de Cristo a los gentiles, es decir, a
todos aquellos que no tenían un pasado judío. Fue él quien, en sus
epístolas a varias de las primeras congregaciones cristianas, formuló
muchas de las ideas y creó la terminología que má s tarde
constituirían el eje de la fe cristiana; merece el título de primer
teó logo cristiano. Muchos teó logos posteriores basaron sus
conceptos y sistemas en sus cartas, que ahora está n recopiladas y
codificadas en el Nuevo Testamento. Véase también San Pablo.

De las epístolas ya consideradas y de otras fuentes que


provienen de los dos primeros siglos de nuestra era, es posible
obtener informació n sobre la organizació n de las primeras
congregaciones. Las epístolas que Pablo habría enviado a Timoteo y a
Tito (a pesar de que muchos estudiosos actuales no se arriesgan a
afirmar que el autor de esas cartas haya sido Pablo), muestran los
comienzos de una organizació n basada en el traspaso metó dico del
mando de la primera generació n de apó stoles, entre los que se
incluye a Pablo, a sus continuadores, los obispos. Dado el frecuente
uso de términos tales como obispo, presbítero y diá cono en los
documentos, se hace imposible la identificació n de una política ú nica
y uniforme. Hacia el siglo III se hizo general el acuerdo respecto a la
autoridad de los obispos como continuadores de la labor de los
apó stoles. Sin embargo, este acuerdo era generalizado só lo en los
casos en que sus vidas y comportamientos asumían las enseñ anzas
de los apó stoles, tal como estaba estipulado en el Nuevo Testamento
y en los principios doctrinales que fundamentaban las diferentes
comunidades cristianas.

Concilios y Credos
Se hizo necesario aclarar las cuestiones doctrinales cuando
surgieron interpretaciones del mensaje de Cristo que vendrían a
considerarse erró neas. Las desviaciones má s importantes o herejías
tenían que ver con la persona de Cristo. Algunos teó logos buscaban
proteger su santidad, negando su naturaleza humana, mientras otros
buscaban proteger la fe monoteísta, haciendo de Cristo una figura
divina de rango inferior a Dios, el Padre.

En respuesta a estas dos tendencias, en los credos comenzó , en


época muy temprana, un proceso para especificar la condició n divina
de Cristo, en relació n con la divinidad del Padre. Las formulaciones
definitivas de estas relaciones se establecieron durante los siglos IV y
V, en una serie de concilios oficiales de la Iglesia; dos de los má s
destacados fueron el de Nicea en el 325, y el de Calcedonia en el 451,
en los que se acuñ aron las doctrinas de la Santísima Trinidad y de la
doble naturaleza de Cristo, en la forma aú n aceptada por la mayoría
de los cristianos (véase Concilio de Calcedonia; Credo de Nicea). Para
que pudieran exponerse estos principios, el cristianismo tuvo que
refinar su pensamiento y su lenguaje, proceso en el que se fue
creando una teología filosó fica, tanto en latín como en griego.
Durante má s de mil añ os, éste fue el sistema de pensamiento con má s
influencia en Europa. El principal artífice de la teología en Occidente
fue san Agustín de Hipona, cuya producció n de textos literarios,
dentro de los que se incluyen los textos clá sicos Confesiones y La
ciudad de Dios, hizo má s que cualquier otro grupo de escritos,
exceptuando los autores de la Biblia, para dar forma a este sistema.
Persecución
Sin embargo, el cristianismo tuvo primero que asentar su
relació n con el orden político. Dentro del Imperio romano, y como
secta judía, la Iglesia cristiana primitiva compartió la misma
categoría que tenía el judaísmo, pero antes de la muerte del
emperador Neró n en el 68 ya se le consideraba rival de la religió n
imperial romana. Las causas de esta hostilidad hacia los cristianos no
eran siempre las mismas y, por lo general, la oposició n y las
persecuciones tenían causas muy concretas. Sin embargo, la lealtad
que los cristianos mostraban hacia su Señ or Jesú s, era irreconciliable
con la veneració n que existía hacia el emperador como deidad, y los
emperadores como Trajano y Marco Aurelio, que estaban
comprometidos de manera má s profunda con mantener la unidad
ideoló gica del Imperio, veían en los cristianos una amenaza para sus
propó sitos; fueron ellos quienes decidieron poner fin a la amenaza.
Al igual que en la historia de otras religiones, en especial la del islam,
la oposició n a la nueva religió n creaba el efecto inverso al que se
pretendía y, como señ aló el epigrama de Tertuliano, miembro de la
Iglesia del norte de Á frica, "la sangre de los má rtires se transformará
en la semilla de cristianos". A comienzos del siglo IV el mundo
cristiano había crecido tanto en nú mero y en fuerza, que para Roma
era preciso tomar una decisió n: erradicarlo o aceptarlo. El
emperador Diocleciano trató de eliminar el cristianismo, pero
fracasó ; el emperador Constantino I el Grande optó por
contemporizar, y acabó creando un imperio cristiano.

La Aceptación Oficial
La conversió n del emperador Constantino situó al cristianismo
en una posició n privilegiada dentro del Imperio; se hizo má s fá cil ser
cristiano que no serlo. Como resultado, los cristianos comenzaron a
sentir que se estaba rebajando el grado de exigencia y sinceridad de
la conducta cristiana y que el ú nico modo de cumplir con los
imperativos morales de Cristo era huir del mundo (y de la Iglesia que
estaba en el mundo), y ejercer una profesió n de disciplina cristiana
como monje. Desde sus comienzos en el desierto egipcio, con el
eremitorio de san Antonio, el monaquismo cristiano se propagó
durante los siglos IV y V por muchas zonas del Imperio romano. Los
monjes cristianos se entregaron al rezo y a la observació n de una
vida ascética, pero no só lo en la parte griega o latina del Imperio
romano, sino incluso má s allá de sus fronteras orientales, en el
interior de Asia. Durante el inicio de la edad media, estos monjes se
transformaron en la fuerza má s poderosa del proceso de
cristianizació n de los no creyentes, de la renovació n del culto y de la
oració n y, a pesar del antiintelectualismo que en reiteradas
ocasiones trató de hacer valer sus derechos entre ellos, del campo de
la teología y la erudició n. Véase también Ó rdenes y comunidades
religiosas.

Ramas del Cristianismo:

Distribució n mundial de cristianos ortodoxos (cian), cató licos


(amarillo) y protestantes (pú rpura) en relació n con el porcentaje
existente por país.
El cristianismo engloba numerosas tradiciones que varían de
acuerdo a la cultura y el lugar, así como diversas creencias y sectas.
Desde la Reforma, el cristianismo se representa normalmente como
dividido en tres ramas principales2:
1. Catolicismo: con poco má s de mil millones de miembros
bautizados1, esta categoría incluye a la Iglesia Cató lica Apostó lica
Romana, que incluye fieles de tradició n latina y otras comunidades
Cató licas Orientales.
2. Iglesia Ortodoxa: incluye la Iglesia Ortodoxa Oriental, las
Iglesias Orientales Ortodoxas y la Iglesia Asiria Oriental, con una
membresía combinada de má s de 240 millones de miembros
bautizados
3. Protestantismo: este grupo incluye numerosas
denominaciones y doctrinas como: anglicanismo, luteranismo,
Bautistas (la segunda denominació n como tal en nú mero de fieles
después del Catolicismo Romano), metodismo, adventismo y
pentecostalismo, los que descienden, directa o indirectamente, de la
Iglesia cristiana Occidental (Cató lica) debido a la Reforma del Siglo
XVI. Muchos se identifican simplemente como cristianos, siguiendo
só lo lo está escrito en la Biblia, como muchos fundamentalistas. El
total a través del mundo es de má s de 600 millones de personas.

4. Hay otras confesiones cristianas que han surgido de cismas


posteriores a los relacionados con la Reforma Protestante, y que por
tanto no está n en comunió n plena con la Iglesia Cató lica. Así, por
ejemplo, la Iglesia Cató lica Antigua y la Iglesia Cató lica Apostó lica
Brasileñ a, entre otros, que sostienen posturas contrarias a la cató lica
en temas puntuales: rechazar la suprema autoridad del Papa,
sostener que el papado está vacante, y otros.

Existen otras denominaciones e iglesias las cuales se consideran


como cristianas pero que se auto-marginan de la clasificació n
descrita, por lo que generalmente no son aceptadas como tales por
las iglesias apostó licas. Estas incluyen a las Iglesias Indígenas
Africanas con cerca de 110 millones de miembros 1 (las estimaciones
varían significativamente), la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Ú ltimos Días (llamados también mormones) con má s de 12
millones de miembros, los Testigos de Jehová con aproximadamente
6,5 millones de miembros1, y otros grupos. Los primeros líderes de la
mayoría de estos grupos fueron originalmente adherentes
protestantes.

Estas amplias divisiones, a su vez, no son homogéneas. Por el


contrario, algunas ramas poseen amplios desacuerdos y en otros
casos la divisió n omite simpatías existentes.
Grupos con creencias restauracionistas —incluyendo las Iglesias
de Cristo, algunos anabaptistas, la Sociedad Religiosa de los Amigos,
y otros— se consideran a si mismos como totalmente separados del
protestantismo en el cual a menudo se les incluye.

Las Iglesias de la Comunió n Anglicana dicen ser seguidores de


una "vía media," un camino entre el Catolicismo Romano y el
Protestantismo y por ende, a menudo se listan separadamente.
Un nú mero de grupos mantiene que las ramas del cristianismo
presentadas anteriormente reniegan de la iglesia original instituida y
fundada por Cristo como resultado de una Gran Apostasía, tomando
como base que estas denominaciones fueron creadas mucho después
de la muerte de Jesú s. Algunos grupos aseguran directa descendencia
teoló gica de la iglesia original retratada en el Nuevo Testamento
como los de la Iglesia de la Nueva Jerusalén, Testigos de Jehová ,
grupos de la Iglesia de Dios del Séptimo Día, los Cristadelfianos, y los
"Só lo Jesú s" o pentecostales "unitarios". Otros aseguran ser una
completa restauració n de la iglesia original directamente de Cristo
como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ú ltimos Días.

Por ú ltimo, habría que agregar a esta lista a los distintos grupos
y movimientos del llamado judaísmo mesiá nico, que, si bien se
autoproclaman israelitas —llegando incluso a seguir má s y menos
rigurosamente diversos rituales judíos que el cristianismo ha dejado
de lado—, al reconocer a Jesú s como el Mesías, y evangelizar
cumplen las dos condiciones bá sicas del cristianismo para ser
considerado como tal.

LA EDAD MEDIA

Edad Media es el término utilizado para referirse a un período


de la historia europea que transcurrió desde la desintegració n del
Imperio Romano de Occidente, en el añ o 476 d.C, siglo V, hasta el
siglo XV con la caída de Constantinopla en 1453. También se señ ala
como fecha de término la de la invenció n de la imprenta, en 1455 o el
descubrimiento de América, en 1492.

La Edad Media suele dividirse convencionalmente en dos


periodos, llamados Alta Edad Media y Baja Edad Media, ambas
expresiones surgidas de una mala traducció n del idioma alemá n, y
que significan "temprana" y "tardía", respectivamente. Se ha
propuesto también llamar a los primeros siglos de la Alta Edad Media
como Antigü edad Tardía u otras denominaciones similares como
Edad Oscura, pero dicha terminología no es universalmente
aceptada.

Inicios de la edad media


Ningú n evento concreto determina el fin de la antigü edad y el
inicio de la edad media: ni el saqueo de Roma por los godos dirigidos
por Alarico I en el 410, ni el derrocamiento de Ró mulo Augú stulo
(ú ltimo emperador romano de Occidente) fueron sucesos que sus
contemporá neos consideraran iniciadores de una nueva época.

La culminació n a finales del siglo V de una serie de procesos de


larga duració n, entre ellos la grave dislocació n econó mica y las
invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio
romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300
añ os Europa occidental mantuvo una cultura primitiva aunque
instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano,
que nunca llegó a perderse u olvidarse por completo.

Fragmentación de la autoridad
Durante este periodo no existió realmente una maquinaria de
gobierno unitaria en las distintas entidades políticas, aunque la poco
só lida confederació n de tribus permitió la formació n de reinos. El
desarrollo político y econó mico era fundamentalmente local y el
comercio regular desapareció casi por completo, aunque la economía
monetaria nunca dejó de existir de forma absoluta. En la culminació n
de un proceso iniciado durante el Imperio romano, los campesinos
comenzaron a ligarse a la tierra y a depender de los grandes
propietarios para obtener su protecció n y una rudimentaria
administració n de justicia, en lo que constituyó el germen del
régimen señ orial. Los principales vínculos entre la aristocracia
guerrera fueron los lazos de parentesco aunque también empezaron
a surgir las relaciones feudales. Se ha considerado que estos vínculos
(que relacionaron la tierra con prestaciones militares y otros
servicios) tienen su origen en la antigua relació n romana entre
patró n y cliente o en la institució n germá nica denominada comitatus
(grupo de compañ eros guerreros). Todos estos sistemas de relació n
impidieron que se produjera una consolidació n política efectiva.

La Iglesia
La ú nica institució n europea con cará cter universal fue la
Iglesia, pero incluso en ella se había producido una fragmentació n de
la autoridad. Todo el poder en el seno de la jerarquía eclesiá stica
estaba en las manos de los obispos de cada regió n. El papa tenía una
cierta preeminencia basada en el hecho de ser sucesor de san Pedro,
primer obispo de Roma, a quien Cristo le había otorgado la má xima
autoridad eclesiá stica. No obstante, la elaborada maquinaria del
gobierno eclesiá stico y la idea de una Iglesia encabezada por el papa
no se desarrollarían hasta pasados 500 añ os. La Iglesia se veía a sí
misma como una comunidad espiritual de creyentes cristianos,
exiliados del reino de Dios, que aguardaba en un mundo hostil el día
de la salvació n. Los miembros má s destacados de esta comunidad se
hallaban en los monasterios, diseminados por toda Europa y alejados
de la jerarquía eclesiá stica.

En el seno de la Iglesia hubo tendencias que aspiraban a unificar


los rituales, el calendario y las reglas moná sticas, opuestas a la
desintegració n y al desarrollo local. Al lado de estas medidas
administrativas se conservaba la tradició n cultural del Imperio
romano. En el siglo IX, la llegada al poder de la dinastía Carolingia
supuso el inicio de una nueva unidad europea basada en el legado
romano, puesto que el poder político del emperador Carlomagno
dependió de reformas administrativas en las que utilizó materiales,
métodos y objetivos del extinto mundo romano.

Vida cultural
La actividad cultural durante los inicios de la edad media
consistió principalmente en la conservació n y sistematizació n del
conocimiento del pasado y se copiaron y comentaron las obras de
autores clá sicos. Se escribieron obras enciclopédicas, como las
Etimologías (623) de san Isidoro de Sevilla, en las que su autor
pretendía compilar todo el conocimiento de la humanidad. En el
centro de cualquier actividad docta estaba la Biblia: todo aprendizaje
secular llegó a ser considerado como una mera preparació n para la
comprensió n del Libro Sagrado.
Esta primera etapa de la edad media se cierra en el siglo X con
las segundas migraciones germá nicas e invasiones protagonizadas
por los vikingos procedentes del norte y por los magiares de las
estepas asiá ticas, y la debilidad de todas las fuerzas integradoras y de
expansió n europeas al desintegrarse el Imperio Carolingio. La
violencia y dislocamiento que sufrió Europa motivaron que las
tierras se quedaran sin cultivar, la població n disminuyera y los
monasterios se convirtieran en los ú nicos baluartes de la civilizació n.
La alta edad media
Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo
de evolució n desconocido hasta ese momento. La época de las
grandes invasiones había llegado a su fin y el continente europeo
experimentaba el crecimiento diná mico de una població n ya
asentada. Renacieron la vida urbana y el comercio regular a gran
escala y se desarrolló una sociedad y cultura que fueron complejas,
diná micas e innovadoras. Este periodo se ha convertido en centro de
atenció n de la moderna investigació n y se le ha dado en llamar el
renacimiento del siglo XII.

El poder papal
Durante la alta edad media la Iglesia cató lica, organizada en
torno a una estructurada jerarquía con el papa como indiscutida
cú spide, constituyó la má s sofisticada institució n de gobierno en
Europa occidental. El Papado no só lo ejerció un control directo sobre
el dominio de las tierras del centro y norte de Italia sino que ademá s
lo tuvo sobre toda Europa gracias a la diplomacia y a la
administració n de justicia (en este caso mediante el extenso sistema
de tribunales eclesiá sticos). Ademá s las ó rdenes moná sticas
crecieron y prosperaron participando de lleno en la vida secular. Los
antiguos monasterios benedictinos se imbricaron en la red de
alianzas feudales. Los miembros de las nuevas ó rdenes moná sticas,
como los cistercienses, desecaron zonas pantanosas y limpiaron
bosques; otras, como los franciscanos, entregados voluntariamente a
la pobreza, pronto empezaron a participar en la renacida vida
urbana. La Iglesia ya no se vería má s como una ciudad espiritual en el
exilio terrenal, sino como el centro de la existencia. La espiritualidad
altomedieval adoptó un cará cter individual, centrada ritualmente en
el sacramento de la eucaristía y en la identificació n subjetiva y
emocional del creyente con el sufrimiento humano de Cristo. La
creciente importancia del culto a la Virgen María, actitud
desconocida en la Iglesia hasta este momento, tenia el mismo
cará cter emotivo.

Aspectos intelectuales
Dentro del á mbito cultural, hubo un resurgimiento intelectual al
prosperar nuevas instituciones educativas como las escuelas
catedralicias y moná sticas. Se fundaron las primeras universidades,
se ofertaron graduaciones superiores en medicina, derecho y
teología, á mbitos en los que fue intensa la investigació n: se
recuperaron y tradujeron escritos médicos de la antigü edad, muchos
de los cuales habían sobrevivido gracias a los eruditos á rabes y se
sistematizó , comentó e investigó la evolució n tanto del Derecho
canó nico como del civil, especialmente en la famosa Universidad de
Bolonia. Esta labor tuvo gran influencia en el desarrollo de nuevas
metodologías que fructificarían en todos los campos de estudio. El
escolasticismo se popularizó , se estudiaron los escritos de la Iglesia,
se analizaron las doctrinas teoló gicas y las prá cticas religiosas y se
discutieron las cuestiones problemá ticas de la tradició n cristiana. El
siglo XII, por tanto, dio paso a una época dorada de la filosofía en
Occidente.

Innovaciones artísticas
 También se produjeron innovaciones en el campo de las artes
creativas. La escritura dejó de ser una actividad exclusiva del clero y
el resultado fue el florecimiento de una nueva literatura, tanto en
latín como, por primera vez, en lenguas verná culas. Estos nuevos
textos estaban destinadas a un pú blico letrado que poseía educació n
y tiempo libre para leer. La lírica amorosa, el romance cortesano y la
nueva modalidad de textos histó ricos expresaban la nueva
complejidad de la vida y el compromiso con el mundo secular. En el
campo de la pintura se prestó una atenció n sin precedentes a la
representació n de emociones extremas, a la vida cotidiana y al
mundo de la naturaleza. En la arquitectura, el romá nico alcanzó su
perfecció n con la edificació n de incontables catedrales a lo largo de
rutas de peregrinació n en el sur de Francia y en Españ a,
especialmente el Camino de Santiago, incluso cuando ya comenzaba
a abrirse paso el estilo gó tico que en los siguientes siglos se
convertiría en el estilo artístico predominante.

La nueva unidad europea


Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior.
La Iglesia se convirtió en la gran institució n europea, las relaciones
comerciales integraron a Europa gracias especialmente a las
actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que
extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y el
norte de Á frica, así como por las tierras imperiales germanas. Los
viajes, bien por razones de estudio o por motivo de una
peregrinació n fueron má s habituales y có modos. También fue el siglo
de las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales del siglo XI, fueron
predicadas por el Papado para liberar los Santos Lugares cristianos
en el Oriente Pró ximo que estaban en manos de los musulmanes.
Concebidas segú n el Derecho canó nico como peregrinaciones
militares, los llamamientos no establecían distinciones sociales ni
profesionales. Estas expediciones internacionales fueron un ejemplo
má s de la unidad europea centrada en la Iglesia, aunque también
influyó el interés de dominar las rutas comerciales de Oriente. La alta
edad media culminó con los grandes logros de la arquitectura gó tica,
los escritos filosó ficos de santo Tomá s de Aquino y la visió n
imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina
comedia de Dante Alighieri.

La baja edad media


Si la alta edad media estuvo caracterizada por la consecució n de
la unidad institucional y una síntesis intelectual, la baja edad media
estuvo marcada por los conflictos y la disolució n de dicha unidad.
Fue entonces cuando empezó a surgir el Estado moderno —aú n
cuando éste en ocasiones no era má s que un incipiente sentimiento
nacional— y la lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado se
convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa durante
algunos siglos posteriores. Pueblos y ciudades continuaron creciendo
en tamañ o y prosperidad y comenzaron la lucha por la autonomía
política. Este conflicto urbano se convirtió ademá s en una lucha
interna en la que los diversos grupos sociales quisieron imponer sus
respectivos intereses.

Inicios de la ciencia política


Una de las consecuencias de esta pugna, particularmente en las
corporaciones señ oriales de las ciudades italianas, fue la
intensificació n del pensamiento político y social que se centró en el
Estado secular como tal, independiente de la Iglesia.
La independencia del aná lisis político es só lo uno de los
aspectos de una gran corriente del pensamiento bajomedieval y
surgió como consecuencia del fracaso del gran proyecto de la
filosofía altomedieval que pretendía alcanzar una síntesis de todo el
conocimiento y experiencia tanto humano como divino.

La nueva espiritualidad
Aunque este desarrollo filosó fico fue importante, la
espiritualidad de la baja edad media fue el auténtico indicador de la
turbulencia social y cultural de la época. Esta espiritualidad estuvo
caracterizada por una intensa bú squeda de la experiencia directa con
Dios, bien a través del éxtasis personal de la iluminació n mística, o
bien mediante el examen personal de la palabra de Dios en la Biblia.
En ambos casos, la Iglesia orgá nica —tanto en su tradicional funció n
de intérprete de la doctrina como en su papel institucional de
guardiá n de los sacramentos— no estuvo en disposició n de combatir
ni de prescindir de este fenó meno.

Toda la població n, laicos o clérigos, hombres o mujeres, letrados


o analfabetos, podían disfrutar potencialmente una experiencia
mística. Concebida ésta como un don divino de cará cter personal,
resultaba totalmente independiente del rango social o del nivel de
educació n pues era indescriptible, irracional y privada. Por otro lado,
la lectura devocional de la Biblia produjo una percepció n de la Iglesia
como institució n marcadamente diferente a la de anteriores épocas
en las que se la consideraba como algo omnipresente y ligado a los
asuntos terrenales. Cristo y los apó stoles representaban una imagen
de radical sencillez y al tomar la vida de Cristo como modelo de
imitació n, hubo personas que comenzaron a organizarse en
comunidades apostó licas. En ocasiones se esforzaron por reformar la
Iglesia desde su interior para conducirla a la pureza y sencillez
apostó lica, mientras que en otras ocasiones se desentendieron
simplemente de todas las instituciones existentes.

En muchos casos estos movimientos adoptaron una postura


apocalíptica o mesiá nica, en particular entre los sectores má s
desprotegidos de las ciudades bajomedievales, que vivían en una
situació n muy difícil. Tras la aparició n catastró fica de la peste negra,
en la década de 1340, que acabó con la vida de una cuarta parte de la
població n europea, bandas de penitentes, flagelantes y de seguidores
de nuevos mesías recorrieron toda Europa, prepará ndose para la
llegada de la nueva época apostó lica.

Esta situació n de agitació n e innovació n espiritual desembocaría


en la Reforma protestante; las nuevas identidades políticas
conducirían al triunfo del Estado nacional moderno y la continua
expansió n econó mica y mercantil puso las bases para la
transformació n revolucionaria de la economía europea. De este
modo las raíces de la edad moderna pueden localizarse en medio de
la disolució n del mundo medieval, en medio de su crisis social y
cultural.
CONCLUSIONES

Después de haber estudiado los diferentes aspectos que


engloban a la Historia, se pueden dar las siguientes conclusiones:

Las culturas y civilizaciones surgieron a raíz de la necesidad que


el hombre presentaba, tanto en lo cotidiano como en lo intelectual.

Asimismo, en la prehistoria el hombre buscaba la supervivencia,


creando armas y utensilios; o trasladá ndose de sitio en busca de
otros beneficios. A su vez tenían un profundo sentido de lo sagrado.
En la edad antigua el hombre no só lo depende de las
condiciones climá ticas para poder cultivar.

En la edad media el hombre comenzó a darle importancia al


razonamiento cuestionando las teorías previamente impuestas. Con
respecto a la edad moderna, se produce el nacimiento del espíritu
donde el hombre busca ser libre. Tiene la idea del progreso, el
estudio se torna atractivo y placentero.

En la edad contemporá nea se sufrieron muchas revoluciones y


cambios repentinos.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

BUSTINZA, Juan A. y RIBAS, Gabriel (1973), Las edades moderna y


contemporánea, Buenos Aires: Kapelusz,

ORTEGA Y GASSET, José (2005), La "Filosofía de la Historia" de Hegel


y la Historiología (1928) en Obras Completas, Vol IV, Madrid:
Taurus.

Consulta en Internet:
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia

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