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La privación de la libertad de una persona, en un contexto cultural y social que se ha

proclamado a través de la Carta Magna - Estado Social de Derecho -, exige el cumplimiento de


unas garantías constitucionales que tiendan a preservar, sin distinción alguna, los derechos
fundamentales de sus coasociados. Posición que impone límites al Estado en el cumplimiento
de los mecanismos utilizados para el control social. Límites que de ninguna forma pueden estar
supeditados a las diferentes jurisdicciones que se hallen en un país de acuerdo a su diversidad
cultural. Es así como se verificará el cumplimiento de dichas garantías en los indígenas
Embera- Chamí condenados por sus respectivas comunidades y remitidos por estas a
Establecimientos Penitenciarios y Carcelarios del INPEC para la ejecución de la sanción
impuesta, donde se ven enfrentados a parámetros e infraestructura que pueden vulnerar la
diversidad cultural constitucionalmente protegida.

INTRODUCCIÓN

El Estado Social de Derecho es promulgado en nuestra Constitución, como se refleja en su


artículo 7° donde se reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana;
y en el artículo 13 que además reconoce el principio de Igualdad, postulado que no traduce
linealmente la aplicación de la ley por igual, sino el tratamiento y reconocimiento de la
desigualdad, para que en tratamientos de situaciones concretas desiguales se aplique la
igualdad, criterio que compartimos ( Pabón Germán, 1997). Sustenta lo anterior en que

Realmente, los hombres son desiguales desde muchos puntos de vista: físico,
económico, social, ideológico; en consecuencia, para hacer efectiva la desigualdad
formal, cada caso de desigualdad tiene que recibir tratamiento desigual para resolverlo
en la igualdad, la ecuación sería entonces: a situaciones desiguales, soluciones
desiguales y conseguiremos así la coincidencia de la igualdad constitucional y la
desigualdad real con la misma disposición legal, es la unidad de la generalidad y la
singularidad (Saa Velasco, 1995, pp 79-80).

Es así como en el territorio nacional encontramos diferentes poblaciones entre ellas, los
pueblos indígenas aquellos que según el artículo 1° del Convenio No. 169 de la Organización
Internacional del Trabajo OIT el cual fue aprobado por la
Ley 21 de 1991, son aquellos pueblos que descienden de población que habitaban en un
país en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las fronteras
actuales del Estado y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas,
culturales y políticas o parte de ellas.

El Estado esta investido de jurisdicción, entendida esta como la facultad de administrar


justicia y en cumplimiento de este deber el Estado colombiano ha diseñado e implementado
un sistema de administración de justicia que ha pretendido cubrir a toda la población. Sin
embargo este sistema no es el único, pues ha coexistido con múltiples sistemas de
resolución de conflictos entre los que se cuentan los propios de los pueblos indígenas; y
para dar cumplimiento a la diferencia entre su población, el Estado reconoce la jurisdicción
indígena.

Al concretarse el acto de reconocimiento y práctica del mismo, surgen dilemas dentro de la


normatividad ya que se presenta una discordancia por un lado entre el respeto a la
diversidad étnica y cultural del país o sea la existencia de una justicia indígena desarrollada
a partir de las concepciones culturales de los que es el hombre y el tipo de relaciones que
debe tener con sus semejantes y con el medio que lo rodea, y por otro lado esta, que se
impone una concepción universal de los derechos humanos que está ineludiblemente unida
a la teoría de los derechos humanos.

De esta manera se tiene en el reconocimiento de unas autoridades indígenas que pueden


resolver los conflictos presentados dentro del área que manejan, deben acomodar sus
decisiones a principios y reglas que no tienen nada que ver con su concepción de justicia y
dignidad humana, estas se estarían encasillando (Yrigoyen Raquel 2004. p 20), no solo la
forma de como juzgar a los indígenas por parte de su jurisdicción, sino también la manera
de cómo cumplir sus penas, sanciones, entre ellas la de la pena privativa de la libertad.

METODOLOGÍA
Si bien este trabajo tiene el compromiso serio y responsable de sus autores, para efectos
metodológicos es menester aclarar y precisar que las fuentes usadas para llegar a las
conclusiones que plantea esta ponencia, son fuentes secundarias que no permiten el
contacto directo del autor con el sujeto u objeto de estudio ya que la ponencia requeriría un
trabajo de campo imposible para estudiantes de pregrado pues estaríamos limitados por el
lenguaje, las costumbres, los permisos para ingresar a centros de reclusión para verificar
condiciones locativas y las físicas, mentales, culturales y religiosas de la comunidad
carcelaria Embera-Chamí, tarea que requeriría un equipo interdisciplinario. La labor
entonces es cualitativa descriptiva, en las cual se usaron documentos elaborados por la
misma comunidad Embera-Chamí (v.g. Constituyente Embera, Reglamento Interno de la
comunidad indígena del resguardo Cristianía, etc.), trabajos de tesis de estudiantes (de
posgrado en ciencias jurídicas y ciencias estratégicas) y sentencias de la Corte
Constitucional colombiana.

AVANCE DE LA INVESTIGACIÓN

Encontramos que nuestras instituciones nacionales no han sido adaptadas para desarrollar
todo aquella utopía que se pregona en cuanto al respeto por la diferencia; es este el punto
donde la ponencia pretende deducir que la situación actual de los indígenas privados de la
libertad, que cumplen sus condenas en Establecimientos Penitenciarios y Carcelarios del
Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia INPEC, es crítica, pues se trata
de ciudadanos que habiendo sido condenados por su respectiva comunidad indígena, de
conformidad con sus usos y costumbres, son enviados por ésta, en condición de internos a
los establecimientos, donde son restringidos de sus prácticas culturales y tradiciones
sociales. En efecto a la realidad anterior, se intenta reflejar cómo la instrucción dada por la
Corte Constitucional en aras de cumplir el mandato consagrado en el artículo 246 Superior
en cuanto a la Coordinación entre la jurisdicción especial
indígena y el Sistema Judicial Nacional no solo no se cumple, sino que genera vulneración
a los derechos humanos de los indígenas condenados que se encuentran en tales
condiciones. Siendo en últimas al indiferente legislador a quien le corresponde, por medio
de una ley, coordinar las relaciones entre la jurisdicción estatal central y la jurisdicción
indígena más en particular y para efectos solo académicos, la Comunidad Embera- Chamí
de Cristiania, evitando con ellos los arbitrios.

El Código Penal Penitenciario Nacional establece que los indígenas tendrán sitio de
reclusión especial y ya incluso hay decisiones del INPEC que convierten en
establecimientos carcelarios sitios ubicados dentro de los resguardos indígenas, en
convenio con las autoridades indígenas (Jaramillo Sierra, 2007, p. 22).

Para entender el tema de ponencia debemos precisar la pena como tal, y entenderemos la
misma como la reparación de la injuria y ofensa causada por el delito a la autoridad y a
todo ciudadano; la restauración de la eficacia del organismo normativo penal directamente
e indirectamente del no penal; la corrección del delincuente y la ejemplaridad del malo y
del buen ciudadano (Lozano, Ruíz, Ortega, Seguro, 2005, p.72); la pena dictada como un
reproche que hace la sociedad a quien cometió un ilícito con el único propósito de que
encamine su conducta por senderos del respeto a los bienes comunes tutelados por nuestra
constitución y la ley.

Es decir, que si en términos generales el fin de la pena en nuestra sociedad corresponde a


un deseo social de castigar el delito, resocializar al ciudadano y de restaurar el daño,
requerimos saber para la jurisdicción indígena qué fin cumple la pena privativa de la
libertad. Para encarar esta reflexión es importante mencionar las características de los
habitantes de pueblos indígenas de la Comunidad Embera-Chamí de Cristiania (Antioquia)
ya que finalmente se inferirá si en los centros penitenciarios a dicha población recluida se le
vulneran o no derechos;
esta Comunidad Indígena del Pueblo Ebera Eabida (Embera-Chamí) del Resguardo
indígena Cristianía se ubica en el Municipio de Jardín, Antioquia, con una población
aproximada de 1452 habitantes (reglamento interno de la comunidad indígena del
resguardo Cristiania el municipio el Jardín – Antioquia), su alimentación se caracteriza por
un elevado consumo de carbohidratos representados en el plátano, maíz y yuca, arroz, papa,
chocolate, fideos, pan y las galletas (Arango y otros, 1990, p.28).

Entre los principios (López Urrego, 2011, p.50) que fundamentan su reglamento interno
para la elaboración de las penas están: (1) Derecho mayor, que es el permiso de los espíritus
y conocimientos ancestrales de sus hermanos mayores que de generación en generación les
han trasmitido y ellos como sus hijos han ido recorriendo sus caminos, en sus tradiciones,
usos, costumbres, diversos pensamientos y sentires como pueblos originarios. La
comunidad de Cristianía como herederos de ese derecho mayor percibe y vive el sentir de
que lo más fundamental es el respeto a la vida, a la lucha constante de la resistencia en
defensa de sus territorios, a la defensa de la autonomía, la paz y la armonía con la madre
tierra y todos los seres que en ella habitan; (2) Derechos humanos, el pueblo indígena
Chamí, en la construcción y aplicación de la justicia propia tendrá en cuenta el
reconocimiento, divulgación y respeto por los derechos humanos de sus comuneros,
entendidos estos como un conjunto de ideales sobre los cuales se sustentan lo más nobles
deseos de la humanidad; como lo es la justicia, la solidaridad, la equidad, el respeto a la
vida y la participación en sociedad. Son un conjunto de normas, pactos y declaraciones
donde se reconocen los derechos fundamentales de las personas para su sobrevivencia y
desarrollo personal. Escritos o no, una comunidad, pueblo o sociedad los debe exigir por el
solo hecho de ser personas. Los derechos humanos nos protegen de: abusos, irrespetos,
agresiones, inequidades; (3) Responsabilidad, la que debe cumplir la comunidad Embera-
Chamí para que la aplicación de la justicia propia sea de acuerdo a las necesidades de los
comuneros, sea oportuna y eficaz en el momento de la resolución de los problemas, y
podamos brindar la igualdad de la justicia para todos y todas; (4) Honestidad, consistente en
la actitud del pueblo Embera-Chamí para asumir con responsabilidad la Ley de Origen.

Para la imposición de penas como resultado de un conflicto entre la etnia Embera- Chamí,
(López Urrego, 2011, p. 53) ejerce su jurisdicción a través del Consejo de conciliación y
justicia, que actúa como figura de fiscalía y juez. Está constituido por 5 integrantes: el
vicegobernador y 4 consejeros, sus funciones son coordinar con la Procuraduría, Fiscalía,
Juzgados, Ejército, Policía o Inspecciones de los municipios de Andes y Jardín todo lo
relacionado con la justicia, los delitos y las implicaciones de los miembros de la comunidad
y reconocidos como Chamís. El Consejo busca prevenir los conflictos, conciliarlos cuando
sean posibles y sancionar las faltas dentro de la comunidad. En los casos del Jai malo los
consejeros deben consultar con los Jaibanás para decidir de acuerdo a la cultura.

Como regla general, para la etnia Embera-Chamí la pena se dicta en armonía con la
naturaleza como parte del legado de sus ancestros y que delegan en un órgano especial la
función de sancionar. Desde esta perspectiva de la pena, en la privación de la libertad, se
debe confrontar la realidad del recluso perteneciente a las etnias indígenas colombianas y
más especialmente y por razones académicas, al Embera-Chamí de Cristiania que se infiere
son vulnerados en razón a sus creencias y costumbres debido a que los centros carcelarios y
penitenciarios colombianos no cuentan, en algunos casos, con las infraestructura necesaria
para el respeto a cabalidad de los derechos humanos de sus internos y menos aún de
aquellos que poseen una cultura o costumbre diferente.

La existencia de una jurisdicción especial indígena que no cuenta con una ley estatutaria
que sirva para unir y complementar las competencias de nuestra jurisdicción ordinaria a la
muy nutrida y cambiante jurisdicción especial indígena, que varía su normatividad tanto
como existen etnias y subculturas amerindias, requiere de una directiva constitucional clara
para que se complemente sin
violación de las normas o de los enjuiciados. Para ello existen sentencias que han servido
como marco de respeto a las comunidades indígenas colombiana, sentencias relacionadas
con la supervivencia cultural T-428 de 1992, T-342 de 1994, T-007 de 1995, SU-039 de
1997, SU-510 de 1998, T-652 de 1998; la
integridad étnica y cultural T-342 de 1994, SU-039 de 1997, SU-510 de 1998, T- 652 de
1998; la preservación de su hábitat natural (integridad ecológica) T-380 de 1993, SU-037
de 1997, T-652 de 1998; el derecho a determinar sus propias instituciones políticas
(autonomía política) T-652 de 1998; a administrar justicia en su territorio y a regirse por sus
propias normas y procedimientos (autonomía jurídica) T-254 de 1994, C-139 de 1996, T-
349 de 1996, T-496 de 1996, T-523 de
1997; a determinarse por su cosmovisión religiosa y a hacerla valer ante terceros T-342 de
1994, SU-510 de 1998; a la igualdad material (a acceder a prestaciones del Estado cuando
como comunidad se encuentren en situaciones de debilidad manifiesta). Entre estas
prestaciones se incluyen: educación, salud, suministro de agua potable, desarrollo social T-
342 de 1994, T-007 de 1995, T-717 de 1996, SU- 039 de 1997, T-652 de 1998.

En cuanto a la jurisdicción especial indígena, nuestra Corte Constitucional ha sido prolifera


en la elaboración de (1) criterios y directrices para la definición de competencias en caso de
conflictos entre las jurisdicciones indígena y ordinaria las Sentencias C-127 de 2003, T-552
de 2003 y T-009 de 2007 son algunas de las que, además de definir los elementos centrales
de la jurisdicción indígena (la posibilidad de que existan autoridades judiciales propias de
los pueblos indígenas, la potestad de éstos de establecer normas y procedimientos propios,
la sujeción de dichas jurisdicción y normas a la Constitución y la ley, y la competencia del
legislador para señalar la forma de coordinación de la jurisdicción indígena con el sistema
judicial nacional), dicha sentencia nos recuerda que la constitución nacional señala en la ley
la manera de coordinación de ambas jurisdicciones, la especial indígena y la ordinaria.
La ausencia de esa ley no es óbice para la
procedencia de la jurisdicción indígena, lo que comporta que en cada caso particular en que
se presenten conflictos de competencia corresponderá al juez avanzar en la superación de
las dificultades que se derivan de la ausencia de criterios normativos de articulación. (2)
Sobre la autonomía de los pueblos indígenas y el fuero indígena Sentencia T-1294 de 2005.
(3) Sobre la administración de justicia y la consideración de la jurisdicción indígena como
parte de la rama judicial desde el punto de vista funcional y no organizacional Sentencia T-
1294 de 2005 y C-713 de 2008. (4) Posibilidad de que las penas impuestas por la
jurisdicción indígena sean cumplidas en caréceles ordinarias Sentencia T-239 de 2002 y T-
1026 de 2008.

Los colombianos tenemos claro que la ausencia de la ley de coordinación entre las
jurisdicciones no representa problemas para la aplicación de la jurisdicción indígena. Sin
embargo, para cada caso particular en que se presenten conflictos de competencia
corresponderá al juez de conocimiento sortear las dificultades que se derivan de la ausencia
de criterios normativos de articulación. En este sentido se ha señalado que para que proceda
la jurisdicción indígena se requiere que exista una autoridad indígena con competencia
territorial y personal, y que tal autoridad esté dispuesta a asumir el juzgamiento.

De allí que las autoridades indígenas tengan la opción de reclamar el ejercicio de la


jurisdicción, porque cuentan con la necesaria organización, el conocimiento y con el
reconocimiento comunitario además de la capacidad de control social. No obstante la
creciente asunción de responsabilidad o de opciones de autonomía por parte de la
jurisdicción especial indígena, implica también la adquisición de deberes y
responsabilidades conforme a los cuales el carácter potestativo de la jurisdicción deja de ser
una opción abierta a la comunidad para convertirse en un elemento objetivo vinculado a la
existencia de la organización. De ello se concluye que aunque el respeto a la jurisdicción
indígena se constituye como un derecho de las comunidades, su ejercicio genera
responsabilidades. Surge entonces la pregunta si una sanción impuesta por una autoridad
indígena, consistente en pena
privativa de la libertad puede ser cumplida en las cárceles de la jurisdicción ordinaria.
Dicho interrogante fue resuelto en la Sentencia T-239 de 2002, con magistrado ponente
Alfredo Beltrán Sierra. En dicha ocasión la Corte Constitucional estudió la tutela impuesta
por un miembro de la comunidad indígena Embera-Chamí de Cristianía, de Jardín, del
Departamento de Antioquia. El indígena consideraba violatorio a su debido proceso que se
le ordenara cumplir la pena en un establecimiento carcelario ordinario.

Para resolver tal inquietud de carácter fundamental y constitucional, la Corte hizo un


análisis de los usos y costumbres de la comunidad, determinando que en las penas a
imponer por las autoridades tradicionales, se encontraba la posibilidad de la privación de la
libertad, no existiendo la infraestructura para que se cumplieran dichas penas dentro de la
misma comunidad, por lo que consideró que las autoridades nacionales debían prestar la
colaboración necesaria para el cumplimiento de la condena. Dijo la Corte en su momento, y
aun no ha cambiado su criterio, que esta obligación no era potestativa de las autoridades
carcelarias, sino que “obedece al cumplimiento riguroso de lo decidido por las autoridades
indígenas y al compromiso de la justicia ordinaria, de colaborar con aquella, al permitir la
utilización de sus instalaciones físicas carcelarias”. Dijo también:

Es más, es un hecho comprobado que la autonomía de la jurisdicción indígena está


en desarrollo, y, como tal, no cuenta con todos los instrumentos físicos, educativos,
divulgativos, instalaciones carcelarias, etc. para completar su realización. Por ello,
es obligación del Estado, a través de las autoridades (Ministerio del Interior, de
Justicia, Inpec) y de la jurisdicción ordinaria, convertir en realidad tal autonomía, a
través de la colaboración permanente, con el fin de que la jurisdicción indígena,
incipiente en ciertos aspectos, pueda avanzar en su consolidación. Además, dentro
de los deberes del ciudadano está el de colaborar para el buen funcionamiento de la
administración de justicia (art. 95, numeral 7, Constitución). Este deber, al
armonizarlo con el contenido del artículo 246 de la misma Carta, que estable la
jurisdicción especial indígena, como una jurisdicción autónoma, permite concluir
que no sólo esta autonomía no es absoluta, sino que requiere de la colaboración del
Estado y de las dos jurisdicciones : la ordinaria y la indígena, para su cumplimiento.
(Subrayas fuera del texto).
De allí que el cumplimiento efectivo de las decisiones adoptadas por las autoridades
indígenas es un deber constitucional, en el proceso de consolidación de tal jurisdicción. El
juez constitucional debe determinar la forma de coordinación entre las autoridades, si ellas
no lo han hecho aún. Se deben generar mecanismos de participación entre las mismas para
el cumplimiento de la condena.

Es un hecho evidente que la jurisdicción especial indígena, garantizada y reconocida por la


Constitución de 1991, en el artículo 246, aun se encuentra en proceso de construcción. Y
dentro de dicho proceso el Resguardo Indígena Embera-Chamí de Cristianía, de Jardín, del
Departamento de Antioquia, esta considerado como uno de los que más ha avanzado en
este sentido, dando cuenta de un documento denominado “Constituyente Embera”, en el
que asuntos puntuales de la justicia propia han sido examinados y expresados en forma
escrita en tal documento. Aspectos como la competencia, de la jurisdicción, los delitos, las
penas y la forma de purgarlas, entre otros, están claramente señalados en el Capítulo 4 de
dicho documento.

En el referido escrito se establecen normas claras de competencia de la justicia Kapuria y


los consensos con el cabildo Embera para conocer de hechos delictivos ocurridos en
territorio indígena, si los implicados son indígenas. Se expresa que esta competencia
desplaza a la justicia ordinaria, de acuerdo con lo señalado en la Constitución y las
sentencias T-254 de 1994 y T-349 de 1996 de la Corte Constitucional. Se hace referencia a
la reunión llevada a cabo en el Concejo Municipal de Andes, el 19 de agosto de 1998, en la
que participaron representantes de las dos jurisdicciones, la indígena y la ordinaria, ésta
última con la asistencia de funcionarios judiciales, del ministerio público y del Consejo
Superior de la Judicatura. Allí se llegó, entre otras, a las siguientes conclusiones:

“1. Los hechos ocurridos en territorio indígena entre personas indígenas son de
competencia de la comunidad de Cristianía, según sus normas y procedimientos.
“2. La comunidad, sin embargo, tiene la facultad de enviar estos casos a la justicia
ordinaria cuando lo considere necesario.

“3. Si la comunidad impone detención preventiva o sanciona con cárcel, ésta debe
cumplirse en los establecimientos de Andes y de Jardín, para lo cual debe solicitarse
la colaboración del Inpec y del Alcalde Municipal. “(...)”

En orden a dar claridad sobre el procedimiento en caso de una pena de reclusión en


establecimiento carcelario, el Capítulo 7 de la Constituyente Embera, dice que el Consejo
de conciliación y justicia debe valorar los hechos y tener en cuenta los antecedentes, llamar
a los testigos y escuchar a los implicados, y aplicar justicia de acuerdo con la equidad.
Tanto el Consejo como el Cabildo, cuando lo consideren necesario, promoverán la
discusión de un reglamento de faltas y sanciones, que debe ser aprobado en la Asamblea
Nacional. Ese documento se tituló El Reglamento Interno de la Comunidad Indígena del
Resguardo Cristiania el municipio El Jardín – Antioquia.

Derivado del principio religioso, cultural y social así como de su ley de origen y la herencia
de sus antepasados e inspirados en el amor, la unidad y el respeto de la madre tierra,
decidieron en dicha normatividad que antes de imponer sanciones, el Consejo debe
procurar que haya una reconciliación entre las partes y sus familias, llegando a unos
compromisos y a unas condiciones de cumplimiento. Si la falta que se concilia es motivo
para sanción de cárcel, el responsable debe permanecer detenido hasta que cumpla sus
compromisos. En caso de incumplimiento se aplica la sanción que corresponda. Esas
sanciones pueden ser multas, calabozo, trabajo comunitario, cárcel u otras que considere
convenientes el Consejo.

La sanción última de cárcel deberá ser aplicada con cuidado en la medida en que la sanción
puede resultar más grave, que aplicarles otro tipo de sanción; por lo cual debe aplicarse
como último remedio.

Queda entonces en el Cabildo y el Consejo gestionar en lo que les es posible, la adecuación


de locales dentro del territorio del Resguardo para las detenciones
prolongadas, o la celebración de acuerdos con la Organización Indígena Americana o con
otras comunidades para trasladar detenidos. Quedan acordadas que las sanciones de cárcel
inferiores a tres meses se cumplirán en el establecimiento carcelario de Jardín y las mayores
de tres meses en la Cárcel Nacional de Andes.

Según esta sentencia constitucional, el hecho de que el indígena, esté recluido en un


establecimiento carcelario no es un capricho ni del Consejo de Conciliación y Justicia
Indígena, ni, mucho menos, del Director de tal establecimiento carcelario ordinario. Al
contrario, obedece al cumplimiento riguroso de lo decidido por las autoridades indígenas y
al compromiso de la justicia ordinaria, de colaborar con aquella, al permitir la utilización de
sus instalaciones físicas carcelarias, mientras el Cabildo termina la construcción de su
propio centro especial de reclusión. Es un hecho comprobado que la autonomía de la
jurisdicción indígena está en desarrollo, y, como tal, no cuenta con todos los instrumentos
físicos, educativos, divulgativos, instalaciones carcelarias, etc. para completar su
realización.

CONCLUSIÓN

Llegamos así a la conclusión que es obligación del Estado, a través de las autoridades
(Ministerio del Interior, de Justicia, Inpec) y de la jurisdicción ordinaria, convertir en
realidad tal autonomía, a través de la colaboración permanente, con el fin de que la
jurisdicción indígena, incipiente en ciertos aspectos, pueda avanzar en su consolidación. En
consecuencia, el hecho de recibir a los indígenas del Resguardo de Cristianía por parte del
Director de la Cárcel de Andes, es, como se advirtió, resultado de un deber constitucional,
en el proceso de consolidación de tal jurisdicción en la forma como fue acordado por las
respectivas autoridades, y no se trata de un gesto de mera buena voluntad de parte del
Director General del Inpec o del centro carcelario, además tampoco requiere adecuaciones
estructurales ni de servicios para la retención de los indígenas pues estos sólo se
reciben en forma provisional, en el entendido de que la comunidad carece de un lugar
adecuado para ello. Por ello el Inpec, no puede negarse a que se reciban detenidos
indígenas por cuenta de la justicia especial, pues existe un compromiso con las autoridades
indígenas de colaborar, temporalmente, con el servicio de reclusión, cuando la autoridad
indígena decide sobre la pena que debe pagar uno de los suyos y no posean la
infraestructura necesaria para ella.

No obstante lo anterior, queda la máxima inquietud a tener en cuenta y es la


incompatibilidad evidenciada entre ambos fines de la pena, pues mientras la jurisdicción
ordinara pretende resocializar, la jurisdicción indígena quiere – castigar- aquella persona
que atentó contra sus usos y costumbres; generándose con ello un evidente desequilibrio y
desigualdad, entre los prisionalizados por la jurisdicción ordinaria y los prisionalizados por
la jurisdicción indígena, lo que genera una abierta vulneración a los derechos
fundamentales de los mismos.

REFERENCIAS

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