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^ Ediciones Paidós
Barcelona-
B Buenos
a rc elo n a - B Aires-
u en o s A México
ires - M éxico
Título original: Réthorique ^énérale
Publicado en francés por Editions du Seuil, París
Traducción de Juan Victorio
Consejo editor: José Manuel Pérez Tornero, Lorenzo Vilches
y Enrique Folch
Cubierta de Mario Eskenazi
¡.“edición, 1987
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o
almacenada, sea por fMx>cedimientos m e^nicos, ópticos o químicos, incluidas las fotocopias, sin
permiso del propietario de ios derechos.
1. R e t ó r ic a fundam ental
1. Teoría general de las figuras de! le n g u a je ...............................7 i
0. Generalidades . ....231
1. Ethos nuclear . ....235
1.1. La función retórica y la no especificidad de las me-
táboles ......................................... \ ............................. 235
1.2. Variabilidad del ethos n u c l e a r .................................237
1.2.1. La d i s t a n c i a ................................................................. 237
1.2.2. Virtualidades estéticas e s p e c í f i c a s ........................ 238
2. Ethos a u t ó n o m o ......................................................... 238
3. Función con te x tu a l.....................................................242
4. Ethos y j u i c i o ............................................................. 245
Advertencia ..................................................................................249
2. Figuras de la n a r r a c i ó n .............................................269
J u a n V ic t o r io
Text ist etwas, was mit der Sprachc,
also aus Sprache gemacht wird, sie
aber zugleich verandert, verm ehrt,
vervollkom mnet, stort oder redu-
ziert.
M a x B e n s e . Texttheorie.
J a c q u e s D u b o is . F r a n g ís E d e l in e ,
J e a n - M a r i e K l in k e n b e r g , P h il ip p e M in g u e t .
F r a n q o is P i r e v H a d e l in T r in o n .
Prefacio a la edición española
10. Véase G rupo ti, «La chafetiére est sur la table. Eléments pour une rhétori-
que de i’image», en C om m unu cuion ci lannaacs, n. 29, 1976. págs. 36-49.
PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 25
13. Notemos finalm ente que el poder del efecto de la figura está en función de
la distancia entre el grado percibido y concebido, y que esta mism a distancia es
puesta de relieve o anulada p or el contexto. Así pues, se están caricaturizando las
teorías retóricas al seleccionar casos en que dicha distancia está muy reducida o
poco elevada. H abrá que observar a este respecto que Ruwet se guarda muy bien
de analizar el siguiente ejemplo, cuya construcción hace flagrante el efecto sinec-
dóquico: «Le esperaban rábanos, y el gato que m aullaba en espera de sardinas, y
Amelia que temía una combustión demasiado acentuada del guiso. El am o de la
casa roe los vegetales, acaricia al anim al y responde al ser hum ano que le pregunta
cuáles son las noticias de hoy» (R. Queneau). En el últim o caso, el efecto sinecdó-
quico está puesto de relieve por la am plitud del desplazamiento sobre el eje gene
ralidad-particularidad (Amelia-mujer-ser humano), com o en «Servidos los mejillo
nes, Zazie se lanza sobre ellos (...). Los lam elibranquios que han resistido a la
cocción son forzados en su concha con una ferocidad merovingia» (R. Queneau).
28 RETÓRICA GENERAL
!4. «Existe alguien lo bastante poco honrado com o para establecer un día, en
una nota de antología, la tabla de algunas de las imágenes que nos presenta la obra
de uno de los más grandes poetas vivos; en ella se leía: ¡endemain de chenille en
tenue de bal [despertar de oruga en traje de baile] quiere decir mariposa; mameUe
de cristal [m am a o seno de cristal] quiere decir garrafa. No, señor, Saint-Pol-Roux
no quiere decir. M eta a su mariposa en su ^ rra fa . Lo que Saint-Pol-Roux ha que
rido decir, esté seguro que lo ha dicho» (Poini du jour).
15. P hilippe D ubois . «La métaphore filée et le fonctionnem ent du texte» en Le
frangais moderne, t. 43, 1975, págs. 202-213.
PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA 29
dar los lazos, ciertam ente complejos, entre todo lo que lleva hoy
la etiqueta de retórica y dicha teoría de la interpretación de
los enunciados tai com o se la puede entrever: su propósito es
más bien el de m ostrar que, si la construcción de tal teoría se
revela posible, nuestra taxinom ia no tendría lugar po r las ra
zones anteriorm ente vistas (no discrim inación de los em pleos
figurados y no figurados, etc.). Pero cada una de nuestras res
puestas ha hecho ap arecer — bien sucintam ente— que el deba
te no se sitúa en realidad en donde nuestro co n trad icto r dice
que reside. Lo que se observa es más bien una verdadera nega
tiva a considerar las com ponentes desde b) a e) de esta teoría,
y quizá también su componente a). El que los debates que sacuden
actualm ente la lingüística desem boquen o no en el reconocim ien
to del carácter lingüístico de cada una de estas com ponentes, qui
zá tiene poca im portancia para el retórico; si no son lingüísticas,
dirá que la retórica engloba ciertas disciplinas lingüísticas; si lo
son, adm itirá que la retórica se identifica con una lingüística
muy am plia. Pero observemos que nuestro contradictor ha zan
jado ya el debate lingüístico, no decretando a priori que las com
ponentes b) - e) no son de naturaleza lingüística, sino, m ucho más
gravemente aún, negándose a tenerlas en cuenta, tal como lo hemos
visto, en una problem ática retórica en donde la intervención de
aquéllas es obligatoria. Se trata de dos actitudes am pliam ente
contradictorias con toda una lingüística actual: la pragmalingüís-
tica, la lingüística del texto, la semántica generativa... ¿No son
acaso los semánticos generativistas quienes afirm an la necesidad
de integrar en sus modelos tal enciclopedia, excluida para siempre
por Ruwet?
Es evidente que nuestro trabajo no podía sacar provecho en
1970 de los descubrimientos realizados posteriorm ente en estas
nuevas direcciones. Que el lector decida su inserción o no en la
corriente, débil aún, que intenta constituir la teoría general de
la interpretación de los enunciados. La reformulación de la teoría .
de los tropos, que se desarrollará en Rhétorique poétique, incluye
más aún, según creemos, a la retórica en dicha corriente. Pero ya
en este libro se podrán encontrar tem as que m uestran el papel
desempeñado, en nuestra opinión, por la enciclopedia en la retó
rica: tomemos solam ente el ejemplo de las dos composiciones,
referencial y conceptual, distinción que, insuficientem ente asim i
lada por nuestro contradictor, hubiera podido ayudarle a resolver
ciertas preguntas que se ha planteado. Com o la de por qué se pue
de decir «una flota de cien velas» pero no «la vela (por el barco)
se ha ido a pique». Se podrá encontrar una respuesta en nuestro
30 RETÓRICA G EN ERA L
Clase de
X ^ e tá b o le Metaplasmos Metataxis Mctasememas Metalogismos
\ y ej'em. (retruécano) (silepsis) (metáfora (alegoría)
lexemática)
Nivel
./ ( sS'
“ ) s = S(+).v
* * *
Ya que si, por supuesto, la antigua retórica era menos boba de
lo que han dicho los estilistas, nadie se preocupaba seriamente de
recuperar todos sus restos; hay que evitar el chapuceo. Com o ha
notado muy bien Gérard Genette, había en los retóricos clásicos
«una furia de nom brar que es una m anera de extenderse y de ju s
tificarse m ultiplicando los objetos de su saber».*' Así, no habrá
que seguir a Todorov cuando se pone a salvar la topof'rajía, o
descripción del lugar, la croiioí'iqfía. o descripción del tiem po, la
etopeya, o descripción m oral, etc. ¿Y por qué no, igualmente, la
cefalografía, o descripción de la cabeza, la podografía, o descrip
ción del pie, y tam bién la pornografía, que ha cultivado Sartre en
su P... respetuosa’! Es un hecho sabido que estas nom enclaturas
interminables han sido, si no la causa principal, al menos el signo
manifiesto del ocaso de la retórica. Así. no hay por qué extrañarse
gran cosa del desprecio con el que C hades Bally hablaba de estos
10. C harles Bally . Traiic de SíyHsiiqtic fra m aisc-. 3.“ ed.. nueva tirada 1951,
G inebra-París. Georg y Kiincksieck, tom o I, pág. 187.
11. R ene G eo r iíin . Les S irivis du xivlc. París, Editions sociales fran<;aises.
1964, pág. 133.
12. C harles B ri n ea u . La Langiw de H atac. «Les C ours de Sorbonne»,
C .D .U ., 1964, en ciclostilado.
IN TRO DU CCIÓN 43
20. Entre los factores de decadencia, hay que señalar evidentemente las preten
siones norm ativas de la retórica clásica. Esta gestión estaba condenada desde el
advenim iento de la mentalidad moderna; era verdaderamente incom patible con
el romanticismo.
21. Sobre la historia del término, véase A ndré S em pou x . «Notes sur l'histoire
du m ot styli’», en la Rcviie hcige üe philologie ci cl'histoirc, 1961, págs. 736-746.
22. Artículo citado en nota 15. Hay que decir que un am plio sector de la esti
lística actual defiende la legitimidad de una estilística de las intenciones: véase
principalm ente J. M o uro t . «Styiistique des intentions el stylistique des eíTets»,
Catiiers ele rA ssodation intcrnaiioiiale des Eludes Framaises. n. 16, págs. 71-79.
Es verdad que la «estilística, así como la semasiología, es algo que recuerda a la
"serpiente de m ar” , com o decía J. Rozwadowski de la semántica. Se habla, se es
cribe y se dan conferencias sobre el lema, pero nadie la ve» (S. R o spo nd , «N owo-
twory czy nowopotworyj ezykowe», Jezyk Poiski, t. XXV, 1945, págs. 97-105).
IN TRO DU CCIÓN 47
* * *
bajo el punto de vista del lenguaje. Para sim plificar las cosas, re
ducirem os la literatura a la poesía, en el sentido moderno de la
palabra, pero lo que diremos de la poesía valdrá igualmente para
todas las formas del arte literario en tanto que éstas participan del
arte. Conisideramos, pues, aquí, con Paul Valéry, que la poesía es
la literatura «reducida a lo esencial de su principio activo». Esta
convención de lenguaje no está desprovista de peligros, pero sim
plificará el presente propósito.
Al definir la poesía com o «arte del lenguaje», siguiendo la pe
rífrasis tradicional, debemos m arcar inm ediatam ente el carácter
ambiguo de esta equivalencia. Uno de los sentidos de la palabra
«arte» concierne a la buena calidad de una realización y, por ex
tensión, al conjunto de preceptos cuyo fin es el de asegurar esta
excelencia. Así, para la Escolástica, la lógica es el arte de pensar,
pudiéndose igualmente hacer distinciones en el arte de am ar, en
el arte de ser abuelo, y así para otros casos; incluido el arte de
vivir y el de m orir. En otros sentidos, el arte de remite a una clase
de actividad creadora con fínalidad estética y cuya materia o m é
dium es específico en relación con los otros tipos. Es, pues, posi
ble llevar hasta el extremo la prim era acepción de la expresión
«arte del lenguaje» y enfocar que la poesía tiene como fm la reali
zación de la expresión verbal, y que constituye, en resumidas
cuentas, el buen uso del lenguaje. Esta no es de ninguna manera
nuestra opinión, pero, como ia teoría adversa tiene más de un ga
rante ilustre, hay que darle un poco de cabida. Pensamos especial
m ente en Benedetto Croce. cuya Estétk'a, publicada en 1902,
identificó, según es sabido, atrevidam ente los conceptos de arte y
de expresión, como tam bién de expresión e intuición, reabsor
biendo consecuentem ente la lingüística en la estética. Para el
filósofo italiano, puesto que el pensam iento no precede a la ex
presión, el lenguaje no es un instrum ento apto para la com unica
ción. «Nace espontáneam ente con la representación expresada
por él.» Inseparable de lo expresado. la expresión es propiam ente
teorética y no práctica. La doctrina crociana se opone así en va
rios puntos esenciales a la doctrina saussuriana. a la que combate
de alguna m anera preventivamente.--*
C ontrariam ente al maestro ginebrino. el filósofo napolitano
niega toda pertinencia a la distinción entre lengua y habla y, en
todo caso, a la m ayor preem inencia dada a aquélla sobre ésta. El
sistema no precede a su realización — lo que Saussure admitiría
♦
« *
Entre los estilistas, ha habido discusiones interminables y fre
cuentem ente vanas en tom o de la idea de que el estilo, definido
gías han podido definir a la m ujer por lo que le falta para ser un
hom bre, al hom bre de color por lo que le falta para ser un blanco,
etcétera.
El punto delicado es, por supuesto, determ inar la norm a a par
tir de la cual se definirá este desvío, que a su vez se resolverá en
norma. Du Marsais, autor en el siglo xviii de un Tratado de los
Tropos que la actual renovación de la retórica ha resucitado, pro
testaba ya contra la definición de las figuras de Q uintiliano, que
eran «modos de hablar que se alejan de la m anera natural y ordi
naria», pues, decía D u Marsais, «se hacen más figuras en un día
de m ercado que en varios días de asambleas académicas». En la
misma época. Vico reivindicaba para la poesía un estatuto de
prioridad, que Jean-Jacques Rousseau acuñó en su fórmula «La
poesía fue hallada antes que la prosa: esto tenía que ser así».
N o hay, pues, ninguna dificultad en adm itir que las verdule
ras, personas de lo más «naturales y ordinarias», sean auténticas
poetas. Basta con estar de acuerdo con que el estado salvaje, es
pontáneo, oral de la literatura precede a su existencia com o escri
tura y cultura.
Pero no es m enos cierto que, si los hombres han hablado pri
mero en verso, tal uso está hoy seguramente muy restringido.
Toda la cuestión está, pues, en ver en qué medida las particulari
dades de la palabra poética, sacadas por la observación empírica,
son suficientes para definir el hecho poético. Se trata en este esta
dio de extraer las invariantes del uso literario del lenguaje, reser- ’
vando los valores históricos e individuales. Por la razón que se
acaba de decir, no es prudente tom ar com o térm ino de referencia
lo que se llam a por comodidad lenguaje «cotidiano», o «familiar»,
o del «hom bre de la calle». Antes bien, el lenguaje poético habrá
de ser com parado a un modelo teórico de la com unicación, como
lo hacía, por ejemplo, Pius Servien con su dicotom ía lenguaje
científico Oenguaje LC), lenguaje lírico (lenguaje LL).^* U n enun
ciado poético (tenido por tal) se distingue de un enunciado (consi
derado) científico por la adherencia del sentido a los signos, por la
imposibilidad probada de traducirlo, de resumirlo, de negarlo, de
dar de él cualquier equivalente que sea. Todo esto es bien conoci
do. Pero, ¿de dónde provienen estas propiedades, cómo se realiza
esta inm anencia? ¿Se trata de una gracia o de un esfuerzo, de una
mística o de una técnica? Estas m últiples «estructuras adiciona-
y por muy m eritorias que sean las tentativas de instaurar una lite
ratura puram ente fonética o visual, hay que reconocer que se
salen del dom inio propiam ente poético para desem bocar en el
cam po musical o plástico. La función refercncial del lenguaje no
es ni puede ser aniquilada por el poeta, el cual deja siem pre al
lector el placer de adm irar en su poema lo que no es precisam ente
poético. Pero, por no ser percibidas las significaciones en él sino a
distancia, y com pletam ente pendientes de la instauración de los
signos, el lenguaje del escritor no puede sino hacer ilusión, es
decir producir él mismo su objeto. En tanto que poético, el len
guaje poético es no refercncial, y sólo es referencial en la medida
en que no es poético. Esto equivale a decir que el arte, com o es
sabido desde hace m ucho tiem po e igualmente olvidado con cier
ta periodicidad, se sitúa por sí mismo más allá de la distinción
entre lo verdadero y lo falso; que la cosa nom brada exista o no
exista, carece de im portancia para el escritor.
La última consecuencia de esta distorsión del lenguaje es que
la palabra poética se descalifica en tanto que acto de com unica
ción, En realidad, ella no com unica nada, o mejor, sólo se com u
nica a sí misma. Se puede d íc ir así que com unica consigo, y esta
intracom unicación no es otra cosa que el principio mismo de la
forma. Al insertar en cada nivel del discurso y entre estos niveles
la obligación de correspondencias m últiples, el poeta cierra el
discurso en él mismo: este cierre es justam ente lo que se denom i
na obra.
Estamos, pues, muy lejos de poder considerar el lenguaje poé
tico como modelo de lenguaje sin más, lo cual no es un fin en sí.
Con tal que se dé a la palabra «verso» un valor m eram ente de
ejemplo o sinecdóquico. se puede ratificar la fórmula tan chocan
te de Etiennc Gilson: «El verso está ahí para impedir’ hablar al
poeta.»’- Pero no diremos tam poco que la poesía (ni la literatura
en tanto que arte) constituye un lenguaje aparte: sólo hay un
lenguaje, que el poeta modifica, o, mejor, transforma com pleta
mente.
*
4c *
puede sostener tam bién que es normal que cada hom bre disponga
del pan cotidiano, pero las estadísticas no tienen los mismos crite
rios que la justicia social. Se trata, pues, de saber si el escritor se
aparta de «lo que debe sen> o del «estado habitual, conforme a la
mayoría de los casos» (Robert). Por nuestra parte, no dudaríamos
en sostener que los dos casos son aceptables aquí. Tal como
hemos sugerido anteriorm ente, los procedimientos específicos de
la literatura no son los mejores medios para asegurar una com uni
cación rápida y sin equívoco del contenido del mensaje, para
expresar y com unicar informaciones. Pero está claro que si la
, naturaleza de la literatura es la de apartarse del lenguaje así defi
nido, este desvío se convierto en norm a del literato que hace lo
que debe al no hacer lo que debe hacer la no literatura
En cuanto a saber si el uso literario dé la lengua es más o
menos frecuente, habría que preguntárselo, por supuesto, al G ran
Ordenador. No obstante, se imponen algunas distinciones ele
mentales. En la hipótesis de una poesía natural inherente a la
estructura de las lenguas positivas, forjadas em píricam ente en el
curso de los siglos, es muy posible, en efecto, tal com o hemos re
cordado anteriorm ente al citar una frase famosa de Du Marsais,
que el lenguaje de las figuras sea de lo más ordinario. Lo cual no
quiere decir que la intención del escritor no sea la de apuntar a la
figura por ella misma. Si, acto seguido, nos situamos en el nivel
de la literatura com o institución y especificación profesional, es
altam ente probable entonces que la literatura, buena o mala, no
sea la cosa del m undo sociaimente mejor repartida. Por supuesto,
podemos im aginam os una microsociedad •— un falansterio de poe
tas por ejemplo— en donde todo lenguaje tuera bello, incluso
cuando se tratara de pedir a la chacha que trajera las pantuflas; en
ese caso, la norm a de los salones literarios se apartaría evidente
mente de la de la calle. En fin, si se pretende definir no ya el
hecho de estilo en general, sino el estilo de tal obra, de tal escritor,
de tal grupo literario, de tal época, la normalidad, estadísticam en
te hablando, varía necesariamente en este orden. En este punto dé
vista, los estilistas han acum ulado probablem ente no pocos estu
dios particulares y form ulado algunas reglas de método, que per
m itirán un día reconstituir los códigos retóricos encajados unos en
otros y correspondientes a unos mensajes dados, clasés de m ensa
jes, clases de clases de mensajes, etcétera.
Antes de volver al punto delicado de la determinación práctica
del grado cero, hay que enfrentarse todavía a otras dos objeciones
hechas a veces contra la noción de desvío. ¿Hemos de denunciar a
los escritores com o perturbadores y proponerlos en las clases
como ejemplos que no hay que seguir? En realidad, la tradición
IN T R O D IC C IÓ N 59
♦ ♦
U na retórica general, como la que se encontrará esbozada en
la obra presente, debe proponerse el análisis de estas técnicas de
transform ación, distinguiendo cuidadosamente sus especies y sus
objetos. Es cierto que la paleorretórica hacía distinciones a placer
según se ha dicho anteriorm ente; en cierto modo, m urió de sus
resultas. Pero distinguía a menudo muy mal y algunas de sus «cla
sificaciones» de las figuras recordaban a ésas taxinomias surrealis
tas de la China antigua de las que habla Borges.
No obstante, no habría que subestim ar tam poco el alcance de
ciertos esquemas, algunos de los cuales se rem ontan muy lejos, si
bien a veces se han difum inado con los autores tardíos. Es así
como la teoría de la quadripartita ratio, que se encuentra princi
palm ente en Quintiliano,^’ se revela al examen como instrum ento
ciente com pilador de la obra que lleva este título apenas se justifi-
’ ca de haberlas uncido: al menos recuerda que la Academia, ya
desde su segunda sesión, en 1635, había formulado el deseo de es
tablecer una Poética y una Retórica (artículo 26 de los estatutos).
Com o hay pocas posibilidades de que la ilustre asociación lleve a
cabo su proyecto, podemos, después de H. M orier y otros, cola
borar en esta tarea. Pero hay que saber adonde se va: ¿qué es,
pues, la retórica con respecto a la poética?
Habida cuenta de lo que hemdS recordado anteriorm ente, a sa
ber, que la teoría de las figuras estaba lejos de agotar el propósito
de la retórica de los antiguos — lo que justifica la utilización de la
expresión «nueva retórica» por Perelman para designar una teoría
de la argum entación— , la retórica es el conocim iento de los pro
cedim ientos de lenguaje característicos de la literatura. Entende
mos por «poética» el conocim iento exhaustivo de los principios
generales de la poesía, dando por entendido que la poesía stricto
sensu es el parangón de la literatura. Así determ inada, la cuestión
que nos ocupa es exam inar la aportación de la retórica, que no
podría pretender agotar el objeto literario, en la constitución de
un saber objetivo de este objeto.
Tzvetan Todorov, al térm ino de su corto tratado de los Tropos
y figuras (citado en la nota 5), plantea el problem a en estos térm i
nos: «¿Es el lenguaje figurado idéntico al lenguaje poético? Si no,
¿cuáles son sus relaciones?» Después de haber recordado que los
autores clásicos han respondido en general con una negativa a la
prim era pregunta y descuidado la segunda, él mismo term ina
oponiendo el lenguaje figurado al lenguáje literario (poético) en
que el prim ero tiende al discurso opaco (véase Jakobson: «atraer
la atención sobre el mensaje mismo») y el otro a hacem os presen
tes las cosas mismas (es la función m im ética del discurso). Sin em
bargo, los dos lenguajes luchan contra un adversario com ún, que
es el discurso transparente, el cual im pone el concepto abstracto.
Sea la tripartición siguiente, para evocar el célebre triángulo de
Ogden-Richards:
lenguaje común (concepto)
43. Sobre estas tentativas de poesía no significante, véase el núm ero especial
d d Jourrtúl des poetes, n. 3, 1969.
66 RETÓRICA G EN ERA L
I. I. L a s u n id a d e s d e s ig n if ic a c ió n
C U A D RO I
L os niveles de articulación
y
Grafem as
\
Fonemas
.....I ' X
Bases* Morfemas Hipolexemas
P alabras' ^O raciones
Sintagmas
y
\ Frases' Desarrollos**
«Textos»
(nivel no formalizado)
CUADROn
Relaciones entre lo.s niveles de articulación
una prim era clasificación que respete los dom inios habituales del
análisis del discurso, sin ser esto óbice para volver a dividir ulte
riorm ente estos dom inios según criterios com ponenciales más
exactos (véase 3.3.)-
H a resultado al análisis que esta últim a distinción com portaba
cierta parte de arbitrario: por una parte, algunas figuras de pala
bras (ejemplo: el contrepet) pueden abarcar varias palabras sin
convertirse por eso en figuras de sintaxis; por otra, se puede soste
ner no sin razón que existen estos niveles además del de la pala
bra y de la frase. Es asi com o se encuentran figuras de fonemas
(alteraciones, asonancias), figuras de silabas (verlen)* o figuras
referidas a entidades am pliam ente superiores a la frase (la novela
Ulises). El lím ite que adoptam os aquí no tiene otro carácter que
el didáctico. Se puede considerar por otra parte que nuestro cua
dro está «abierto» hacia abajo (véase cuadro III): en efecto, no hay
ningún inconveniente en que un sistema de figuras desborde el
dom inio lingüístico tradicional.
C U A D RO / / /
C uadro de conjunto de metáholes
EXPRESION CO N TEN ID O
(forma) (sentido)
Observación: Como m e tió le y metaplasmo son términos adquiridos, hemos fofjado las otras tres denomi^
naciones bobre el mismo patrón (metasemema no tiene aquí la acepción dada por A. Grcimas).
1.2 . D e s c r ip c ió n d e l o s d o m in io s
Forma codificada de
los signos y disposi
ción codificada de ios
"signos entre sí:
nu’iaplasmos y meta-
m eiascm em as
Fig. 1
Hasta aquí hemos venido diciendo, de m anera vaga, que las fi
guras retóricas «modifican», «reem plazan», «actúan sobre»; desde
ahora nos ocuparem os en precisar esta term inología y en definir
en prim er lugar lo que entendem os por grado cero, desvio o alte
ración, marca, redundancia, auíocorrección e invariante.
2.1. G r a d o CERO
En preparación: 33 volúmenes.
2 .2 . A u t o c o r r e c c ió n y r e d u n d a n c ia
den tener sobre ellas los diversos procedim ientos retóricos. Para
ello retendrem os la definición de Vitold Belevitch: «la redundan
cia es la negación a considerar com o distintas todas las com bi
naciones posibles»." En un lenguaje sin redundancia, toda altera
ción de una palabra del código se transform a en otra palabra del
código, m ientras que en un lenguaje redundante las palabras están
separadas por una distancia (= núm ero de elem entos que cambiar)
a veces m uy grande.
2.3. D e s v í o Y CONVENCIÓN
CUADROn
DESVIO CONVENCION
No sistemático Sistemático
Localizado R epartido
Que sorprende Que no sorprende
Disminuye la previsibilidad Aum enta la previsibilidad
RED U ND AN CIA
expectativa ambigüedad
Convención
satisfecha general
2 .4 . In v a r i a n t e
grado Tigurado
. manifestado
eje sintagmático buscado
Fig.2
2.5. R esum en
3.1. L as o p e r a c io n e s SUSTANCIALES
Sólo pueden ser de dos clases: las que suprim en unidades y las
que las añaden. G racias al mecanismo de descomposición am plia
m ente descrito con anterioridad, toda aparente «transform ación»
puede convertirse en supresiones o en adjunciones de unidades.
Es posible igualmente concebir una operación mixta, la cual re
sultaría de una supresión y de una adjunción.
Designaremos con A y S las operaciones respectivas de adjun-
15. Recordemos que «sustancia» no está tom ada en este capítulo en el sentido
de la glosemática.
92 I. RETÓRICA FUNDAM ENTAL
3 .2 . L as o p e r a c i o n e s r e l a c ió n a l e s
3 .3 . R e p r e s e n t a c ió n g r á f ic a y o r t o g o n a l id a d
CU AD RO VI
Compatibilidad de ¡as operaciones r de los dom inios
G RUPO / B yC
' parcial + + + +
Supresión
completa + + + +
simple + + + +
Adjunción
repetitiva** + +
parcial + * + + +
Supresión-
completa + + + +
Adjunción
negativa* + +
Permutación
í cualquiera** - - + +
\ por inversión** + +
+ = posible
- = imposible
• = opone siempre Significante / Significado
*• = opone A/B y C, es decir, lo infralinguístico al «resto».
n subunidades
Fig. 3
Fig. 4
0. GENERALIDADES
Fig. 5
1. SUPRESION
2. A D JU N CIO N
o imperial [emperiére]:
Moscas de todas las horas. (A. Machado)
3. SU PRESIO N -A D JU N C IO N
2 2. En realidad, tales sustituciones casi hom oním icas, obtenidas habitualm ente
por supresión-adjunción, pueden serlo tam bién p o r supresión o adjunción simples,
com o ocurre en «aporreo político» por «apogeo político», así com o por metátesis
(inversión).
114 1. RETÓRICA FUNDAM ENTAL
4. PERM UTACION
4.2. Pero sabemos que la perm utación puede hacerse por in
versión. Cuando las unidades perm utadas son unidades elem enta
les, obtenem os el palíndrom o, que no es otra cosa que un juego de
sociedad,^* una frase «capicúa»: dábale arroz a la zorra el abad o
yo soy (Cabrera Infante) o los paralelism os del tipo Rom a-am or.
Si las unidades son sílabas, obtenem os pequeños juegos com o te
adoro Dorotea. Aquí el anagrama es auténtico. Es decir, que hay
un verdadero desplazam iento de elem entos fónicos. En los otros
ejemplos citados (anagramas para la vista), hay sobre todo despla
zam iento de elem entos gráficos a los cuales corresponden fone
mas, desplazam iento que se hace de m anera que conserven en la
secuencia fonética una significación coherente. Y aquí pasamos al
plano de los metagrafos.
5. CUESTIONES PARTICULARES
5 .1 . M e t a p l a s m o s y l it e r a t u r a
25. A los cuales, no obstante, se han adherido grandes autores. Véase, por
ejem plo, estos versos de Quintiliano:
Signa te, signa, tim ere me tangís et angisi
Rom a tibi súbito motibus ibit amor.
Los antiguos practicaban, llegado el caso, el «versus anacyclicus» (o «cancri-
nus», «recurrens», «retrogradiens»). Los dísticos anacíclicos de Planudio siguen
siendo célebres.
26. D k h tu n g ais Spiel Sindien zu r Unsinnspoesie an den Grenzen der Spra-
rlw. Berlín, W alter De Gruytcr. 1963, 2 vol.
116 I. RETÓRICA FUNDAM ENTAL
5.2. E l A RG O T
5.3. M e ta g ra fo s
nómenos
nóm enos metagráficos no nos interesan sobremanera,
sobrem anera, puesto que
proceden del azar de las grafías que se pueden encontrar en una
lengua particular, y no de características propias del utillaje lin-
lin
güístico.
3. Las metataxis
0. GENERALIDADES
* Recuérdese que se está operando sobre el IVancés. en el que la marca del plu
ral en la dicción es a veces imperceptible. [T.]
LASM ETATAXIS 125
com petencia con ella y la perturba. H abrá que observar por otra
parte que la versificación clásica prevé alteraciones sintácticas,
com o inversiones, elipsis, etc., destinadas a adaptar la frase co
rriente al esquema m étrico y que se convierten entonces en figu
ras de figuras.
Considerada como sistema global, la m étrica pone de m ani
fiesto un operador único: la adjunción. En efecto, a un «texto»
cuya fragmentación en frases y sintagmas se traduce po r entona
ciones y pausas o por silencios y otros signos de puntuación, la
versificación añade el corte del verso, definido por una distribu
ción más sustancial — por silábica— y más regular. Cuando el
verso, como es la tendencia en la poesía clásica, es confirm ación y
acentuación de la estructura frástica y, sobre todo, los límites de
la frase coinciden con los límites del verso, la m étrica es no sola
m ente adjunción, sino tam bién repetición:
1. SUPRESION
* En español, com o es sabido, la elipsis del sujeto es mucho más frecuente que
en francés: una tercera persona del plural, sin sujeto sobreentendido, pasa a ser
impersonal en nuestro caso. [T.]
130 I. RETÓRICA FUNDAM ENTAL
En la estepa
del alto Duero, prim avera tarda... (A. Machado)
6. Véase Structure du langai;e poétiqiw». pág. 100. (Tr. cast.: Estructura de!
lenguaje poético, Madrid, Gredos, 1970.)
LASMETATAXIS 133
2. ADJUNCION
Tosco, de piedra com ún, tan mal labrado que a prim era
vista parecía m onum ento románico, por más que en reali
dad sólo contaba un siglo de fecha, siendo obra de algún
cantero con pujos de escultor, el crucero, en tal sitio y a tal
hora, y bajo el dosel natural del magnífico árbol, era poéti
co y hermoso. (E. Pardo Bazán)
3. SUPRESION-ADJUNCION
4. PERMUTACION
¡Malditas viejas
que a las mozas m alam ente/enloquecen con consejas!
(Zorrilla)
He aquí lo que nos perm ite com pletar lo que hemos dicho de
este desvío en 1.1. La crasis hace fácilmente del segundo sustanti
vo un sustantivo apuesto que no determina, qué no explica, sino
que designa, por convención o por alusión, de la misma manera
que un nombre de pila o una marca de fábrica. Hay que ser una
asidua de periódicos de moda para captar el sentido y el alcance
de labores vacaciones y hay que haber seguido los últimos aconte
cimientos y conocer su simbología para com prender operación
«escaparates cerrados», fórmula muy alusiva.
U ltim a elipsis y no la m enor, la del titular que anuncia de esta
m anera la fusión de dos grandes almacenes:
O.I. G e n e ra lid a d e s
0 .2 . D e f in i c i o n e s
«vela» «navio»
/vela/ /navio/
Fig. 6
/vela/ /navio/
Fig. 7
/vela/ /navio/
Fig. 8
0 .4 . El d e s v ío m í n i m o
CL AD R O I //
Ejemplos de relaciones nuinienidos por la paleihra •• sombrero-
similarídad contigüidad
0.5. R e d u n d a n c ia y r e d u c c ió n
7. J. Cohén, op. cil., pág. 116: «Así, las diferentes figuras no son, como ha creí
do la retórica clásica, la rima, la inversión, la metáfora, etc., sino la rima-metáfora,
la inversión-metáfora, etc.» En realidad. Cohén atribuye un sentido sinecdóquico
a «metáfora», tal como Jakobson había hecho con «metonimia». En nuestra con
vención, mucho menos comprometedora, se puede decir que hay rima-metábola,
inversión-metábola, etc.
164 I. RETÓRICA FUNDAMENTAL
0 .6 . A lgunos m o d e l o s d e r e p r e s e n t a c ió n
0.6.1. Según el prim er modelo (fig. 9.1.) los objetos que caen
dentro de nuestra percepción están agrupados en clases de indivi
duos equivalentes, agrupadas a su vez en clases más vastas, que
las engloban, o descompuestas en ciases más pequeñas, que las
detallan. Según los objetos clasificados y el punto de vista del cla
sificador, se podrá llegar a un núm ero indefinido de pirámides,
que com portan clases escasa o fuertemente estructuradas. Estric
tam ente hablando, y la ciencia nos lo confirm a día a día, el objeto
no existe: convenimos en llam ar así a un haz de fenómenos que
forman un todo a cierto nivel de observación. Si este nivel cam
bia, el objeto cambia. La clasificación de los seres vivos es un
ejemplo bien conocido de este modelo, pero se pueden imaginar
otros, en núm ero ilimitado, a propósito de cualquier sector, aun
que sea el más reducido, de-nuestra observación.
C C’
B B’
A A’
TOTUS
OMNIS
2. Secundo modelo: árbol disyuntivo
Fig. 9
0 .7 . C o n c re to y a b s tr a c to
Fig. 10
1.3. C o n s e r v a c ió n d e l o s s e m a s e s e n c ia l e s
Serie ( 3) Serie (T )
puñal
objeto liso
de _
metal hoja • hoja curva.
duro
corte
niván
2 . 1. I n c o m p a t ib il i d a d e s s e m á n t ic a s
II . J. C ohén, op. ciu, pág. 118. Tales «marcas de originalidad» deben ser
consideradas com o embragues prosaicos, que, por otra parte, pueden ser neutrali
zados F>or embragues poéticos.
178 , 1. RETÓRICA FUNDAMENTAL
2 .2 . In t e r s e c c ió n y r e u n ió n
Fig. 12
CD
Y si esta parte común es necesaria como base probante para
fundam entar la identidad pretendida, la parte no común no es
menos indispensable para crear la originalidad de la imagen y
desencadenar el mecanismo de reducción. La metáfora extrapola,
se basa en una identidad real manifestada por la intersección de
dos términos para afirm ar la identidad de los térm inos enteros. Y
a la reunión de los dos térm inos confiere una propiedad que
(¿Q
pertenece sólo a su intersección;
Fig. ,3 --------- - ( X )
P^(1)-^L
En donde P es el térm ino de partida y L el térm ino de llegada, ha
ciéndose el paso de uno a otro a través de un térm ino intermedia
rio 1, ausente siempre en él discurso, y que es una clase límite o
una intersección sémica según el punto de vista adoptado.
Así descompuesta, la metáfora se presenta como el producto
de dos sinécdoques, siendo I una sinécdoque de P, y L una sinéc
doque de I. Esta relación estrecha entre dos figuras consideradas
generalmente como irreductibles, en la teoría de Jakobson en todo
caso, merece ser examinada más atentam ente. ¿Se puede formar
una metáfora com binando libremente dos sinécdoques cuales
quiera, generalizantes (Sg) o particularizantes (Sp)? No, pues al
m odificar la sinécdoque el nivel de los términos, tendremos que
com binar obligatoriamente una Sg y una Sp si queremos que P y
L estén en el mismo nivel (en el mismo grado de generalidad),
LOS METASEMEMAS 179
com o es regla para la metáfora. Nos quedan así las dos posibilida
des siguientes:
(Sg + Sp) y (Sp + Sg)
2 .3 . E m p a r e ja m ie n t o d e l a s s in é c d o q u e s
hoja
180 I. RETÓRICA FUNDAMENTAL
CUADRO IX
2 .4 . M e t á f o r a s CORREGIDAS
Fig. 14
Examinemos no obstante las articulaciones lógicas de la frase:
no es m ás que, restrictivo, introduce la metáfora como si fuera
una sinécdoque (por la «estrecha pasarela» de la «fragilidad»)
m ientras que pero, adversativo, introduce una sinécdoque genera
lizante (siempre verdadera por definición) como si tuviera que ser
comprobada. En esta confusión voluntaria entre lo verdadero y lo
falso reside un aspecto esencial de la metáfora corregida.
En argot abundan ejemplos más triviales, o en esa habla hu
morística a la cual se le da, sin razón, tal nom bre. U n perro
pachón será «un salchichón con patas» (metáfora corregida por
sinécdoque); en cuanto al m iembro viril, será «un salchichón con
bigotes» (metáfora corregida por una segunda metáfora). Son
conocidas tam bién las metáforas de Saint-Pol Roux, que fueron el
pretexto de una memorable filípica de André Bretón: «m am a de
cristal» (por garrafa), etc. Más próxim o a nosotros, J. Izoard escri
be:
á la pierre cham ue
au fruit qu’englobe
un essaim de mots noirs.
[a la piedra carnosa
a la fruta que engloba
un enjam bre de palabras negras.]
CIPRES
metáfora sinécdoque
SURTIDOR ENHIESTO
oxímoron
Fig. 15
2 .5 . G r a d o s d e p r e s e n t a c ió n
3. LA COMPARACION
4 .1 . C o n t ig ü id a d
coposesión coinclusión en un
de semas conjunto de semas ir conceptual
(plano semántico)
4.2. C o n n o t a c ió n
Ehi bien M adame, puisqu’il faut dire les gros mots, que fe-
rez-vous avec votre esprit et vos gráces, si votre Altesse n ’a
pas un demi-douzaine de gens de mérite pour sentir le
vótre? (Voltaire)
[Pues bien. Señora, puesto que hay que decir las palabras
groseras, ¿qué haréis con vuestro ingenio y vuestras gra
cias, si Vuestra Alteza sólo tiene una media docena de
gentes de bien para sentir el vuestro?]
6. PAREJA M T T ^L /fG ^M N T IM E T A B O L E -
ANTANACLASIS
, Mi alm a se ha empleado
y todo mi caudal en su servicio. (S. Juan de la Cruz)
ceniza... de su corazón
es por sí sola una figura (en esta ocasión una metáfora), la especi
ficidad de la pareja se debe al hecho de obligamos al m ism o
tiempo a considerar el otro sentido, propio, en
fceniza de su hogar.
0. GENERALIDADES
0 .1 . M etasem em as y METALOGISMOS
0 .2 . R e t ó r ic a a n t ig u a y r e t ó r ic a g e n e r a l
rica, que Valéry ha querido decir «maD>, sino que hubiera podido
decir «maD>, «océano» o cualquier otra cosa. Si, por otra parte (la
escuela de los surrealistas), tomamos la metáfora «al pie de la
letra»,'® nos equivocamos acerca de la intención de Valéry. El
«techo» que nos presenta es un techo que «palpita». A no ser que
se desconozca el sentido del poema, no podemos ignorar que nos
habla del mar, pero de un m ar que estaría, como él ha recordado
por otra parte, «de pie», delante del que lo contempla.
Croce, Bretón y sus respectivos discípulos se hubieran rebela
do quizá menos violentam ente contra el imperativo retórico si la
retórica hubiese renunciado a ser imperativa. Cuando se confun
día con el arte de hablar y de escribir, estaba en su función de
prescribir y proscribir. Pero sólo es posible una retórica que no
dé al locutor ni al escritor ningún consejo, siendo su objetivo el de
descubrir en un discurso, que los psicoanalistas dirían «manifies
to», sentidos «latentes» que la metábole sugiere al repudiarlos.
Al renunciar a su estatuto de disciplina normativa, la retórica
puede apreciar no el desvío, sino los desvíos que separan a la
metábole, no de la expresión «propia», sino de expresiones más
apropiadas al uso recibido.
Esta enm ienda a la teoría del desvío (que salvaría quizás a la
catacresis de la suerte que le reservan Fontanier y G enette" al
subrayar que el sentido literal no es nunca otra cosa que un
sentido posible) no basta para el estudio del metalogismo. La retó
rica no hubiera debido nunca plantear al escritor, ni al hacedor de
retórica de los mercados, caro a Du Marsais, la eterna pregunta:
«¿Qué ha querido decir?» Pero tam poco se debe lim itar a pregun
tar; «¿Qué hubiera podido decir si hubiese obedecido a las normas
del lenguaje en el cual se expresa?» En efecto, la infracción a la
norm a usual, que puede ser la condición suficiente de una m etá
bole, no es la condición necesaria.
Si se tiene por un «as» o un «hacha» al que destaca en una dis
ciplina, el sentido de la metáfora es tanto más claro por cuanto ya
ha pasado a la lengua. En el m om ento mismo en que estaba toda
vía «fresca», habría sido necesario ser un bobo para confundir a
un hombre excepcional con un naipe, de tan clara como se tras
parentaba la literaridad en la metáfora, al servir la noción de
0 .3 . L ó g ic a y m e t a l o g is m o
{3x){fx. -
20. Véase R u s s e l l , op. cit., págs. 197 y sigs. Véase también la famosa contro
versia a propósito de la frase de D. H. Hymes: «Colourless green ideas sleep fu-
riously».
21. M a x B l a c k , Models and Meiaphors, Nueva York, Comell University
Press, 1962, págs. 25 y sigs.
22. A n d r e w H a r r i s o n , «Poetic Ambiguity», in Analysis, vol. 13 (1962-1963),
pág. 55.
LOS METALOGISMOS 213
0 .4 . M e t a l o g is m o s y f ig u r a s d e p e n s a m ie n t o
0.5. E x t e n s ió n d e l o s m e t a l o g is m o s
0 .6 . DESCOMPOSICIÓN
CUADRO X I
Criterios diferenciadores del metasemema y cU leialonismo
LINGÜISTICO
1. SUPRESION
2. ADJUNCION
3. SUPRESION-ADJUNCION
elementos relaciones
transformados pertinentes
transformatos relaciones
no pertinentes
Fig. 16
forme a los hechos. Para él, no hay por qué reducir el desvío.
A hora bien, cuando puede, cuando descubre a su vez el sentido
real de sus anm iaciones, es conducido a una invariante que no es
la del psicoanalista, píies debe com portar la mención del rechazo.
En suma, los enunciados propuestos pueden ser reducidos de
dos maneras: teniendo por invariante la expresión del deseo o la
expresión del rechazo del deseo. Pero de todas formas, el metalo-
gismo aparece, pues la misma expresión del deseo reprim ido no
debe ser expresado como la negación de un deseo.
Si nos atenem os a ello, en el examen de la denegación, se pue
de resumir la problem ática del deseo en el esquema siguiente:
C U A D R O X II
L a d e n e g a c ió n
4. PERMUTACION
0. GENERALIDADES
misma. Otros han hablado ya, m ucho mejor que podríamos ha
cerlo nosotros, de los daños de la «atomización de los textos», o
del «análisis por fichas». Y si la obra'es, tal como sugiere S. Dres-
den, un tipo de absoluto a la vez independiente e incomparable,
la actividad crítica —que consiste en dar cuenta de todas las di
mensiones del texto— reposa en una ambigüedad interna: tal acti
vidad «debe caracterizar una obra que por naturaleza es única, e
incluso inconmensurable, para apreciarla, en últim a instancia, se
gún criterios comunes y objetivos y según un método universal y
razonable».’ Es grande la tentación de asum ir totalm ente esta am
bigüedad desechando la ambición de aprehender la realidad poéti
ca por otra vía que no sea la de intuición. Es esta actitud la que
defienden ciertos herederos de Croce, los cuales rechazan todo
trabajo analítico. Se llega así a una concepción sacralizante —y
por eso esclerotizante— de la obra de arte. En su tan sugestivo
preám bulo, Jean Cohén ha mostrado el débil valor operatorio de
ciertas definicipnes demasiado líricas de la poesía.'* Siguiendo una
de ellas, encontram os un poco inquietantes las ideas que se expre
san de esta forma: «La única m anera dé entrar al recinto es un
afortutiado salto, una intuición. Toda intuición es querenciosa, es
acto de amor, o que supone el am or (...) La última unicidad del
objeto literario sólo es cognoscible por salto ciego y oscuro.»'^ In
cluso cuando la concepción globalizante de la obra de arte está
acom pañada de un gran saber y de una sensibilidad aguda, como
era el caso de Léo Spitzer, la ambigüedad denunciada no está re
suelta, y la intuición —con todo lo que este concepto puede tener
de poco riguroso— reina como soberana indiscutida.
Nos parece que esta soberanía seguirá subsistiendo mientras
no se haya comprendido que, tanto en poética corno en las demás
ciencias, el adagio «dividir para reinan) toma el valor que la
moral le recusa. Sabemos muy bien que la lingüística no pudo ser
elaborada seriamente hasta el día en que se rechazó la hipótesis
sustancialista, cuando se distinguió cuidadosamente el objeto del
signo lingüístico y, en el interior de este último, un significante y
un significado. Asimismo, toda la historia de la estilística com
porta una gran lección: si esta disciplina es la Babel que tantas ve
ces se ha denunciado, es porque cada estilista (o casi) ha tenido la
pretensión de aportar una explicación global del fenómeno de es
tilo, sin resolverse a parcelar previamente el inmenso dominio
Componentes Efecto
1. ETHOS NUCLEAR
1 .1 . L a f u n c ió n r e t ó r ic a y l a n o e s p e c if ic id a d
DE LAS METÁBOLES
C i ’A D R O X i y
E je m p lo s d e p o liv a le n c ia d e la s m e lá b a le s
Cada una de las colum nas del cuadro da ejemplos cuya estruc
tura operatoria es en principio idéntica e intercambiable. Ni la re
tórica tradicional, ni las disciplinas que son reagrupadas bajo e!
rótulo de la estilística, ni hasta ahora nuestra retórica general
aportan criterios formales que perm itan distinguir, por ejemplo,
una metáfora argótica de una metáfora publicitaria...
De ello concluimos que las metáboles no se distinguen en el
plano operatorio. Ya se trate de la exaltación de los valores (cierto
tipo de poesía) o de su destrucción (argot), ya de persuadir (publi
cidad), de entretenerse (crucigramas) o incluso de una actividad
sin ethos aparente (encontrar un nombre para designar una reali
dad nueva), son empleadas las mismas estructuras, é idénticam en
te. Así pues, resulta vano, si no pueril, el denunciar, aún hoy, en
la metáfora o la metonimia agentes dobles al servicio de una
metafísica más o menos sospechosa.
2. ETHOS AUTONOM O
a) Pertenencia localizante.
b) Rendimiento de la unidad.
17. Según los trabajos del Trésor de la langue frarnaisc, por amable com unica
ción de M. Paul Imbs.
240 I. RETÓRICA FUNDAMENTAL
18. Es, pues, ya en el nivel de la función autónom a donde las metáboles pue
den desvanecerse en el plano del eihos, o, por el contrario, reaparecer. Esto explica
la crítica, justificada, de Riffaterre a John Hollander. «El desvío semántico (...) es
interpretado como un empleo metafórico y figurativo, necesariamente más “origi
n a r ’ que el empleo literal; las cosas, sin embargo, no son tan simples: muchos em
pleos figurados son clichés, y otros muchos, en un contexto saturado, solamente
servirán para dar relieve estilístico a una palabra empleada literalmente» («Vers la
définition linguistique du style», pág. 334).
19. /¿/í/., sumario, pág. I.
20. Ibid.pág. I 9 ,§ 2 I ,¿ .
21. /Wí/.. pág. 181, §190.
ACERCAM IENTO AL FENÓM ENO DEL ETHOS 241
3. FUNCION CO N TEX TU A L
del estilo. Esto sólo debería ya bastar para arruinar las prevencio
nes de los detractores de la noción de desvío.
El m acrocontexto es «that part of the literary message wich
precedes the SD (traduzcamos a nuestro sistema: la metábole) and
wich is exterior to it».^^ La extensión de este contexto es evidente
m ente muy variable. Depende a la vez del tipo de texto determi
nado, de su dificultad, de la rapidez o de la lentitud del lector, de
su memoria, de sus conocim ientos, de su experiencia literaria. Se
gún se puede ver, nos hallamos en el reino de los imponderables:
¿en qué medida influyen en el lector llegado al último capítulo de
Ulises las primeras palabras de Stephen Dedalus? Es posible pen
sar que no puede haber respuesta universal para problemas de
este tipo. A los estudios de los patlerns se les ofrece aquí un gran
porvenir. En todo caso, podemos decir que, en el curso de la lec
tura, se constituye una norm a al respecto. Sea ún texto escrito en
francés moderno. A partir de cierto momento, el artista puede de
cidir escribir en la lengua del siglo xvi. Los primeros rasgos
lingüísticos del francés clásico serán tomados evidentemente
com o figura. Pero poco a poco el desvío se reabsorbe. Si la se
cuencia es bastante larga, puede incluso cambiarse en una verda
dera convención, y sería entonces la vuelta al lenguaje del siglo
XX el que tom aría aspecto de desvío. Se da, en todos los casos, un
fenómeno de adaptación del receptor al tipo de mensaje recibido.
No se lee Nanelte y un señor de Murcia de la misma manera
que las Obras completas de Unam uno; y dentro de ellas Niebla
y La vida de Don Quijote y Sancho son vistas bajo luces dife
rentes. Así pues, según los contextos, hay desplazamiento cons
tante de un grado cero local que se superpone al grado cero
absoluto. Es lo que sugiere Paul Imbs, el cual propone representar
la noción de estilo en forma de una correlación jerarquizada.” En
la cima, las áreas más amplias, y abajo las más limitadas, pero las
más inmediatamente percibidas.
Estilo
— de un grupo de lenguas,
— de una lengua,
— de una época,
— de los géneros literarios, estilos propios de ciertos temas,
— de una escuela o de un medio literario,
— de un escritor,
— de una obra,
4. ETHOS Y JUICIO
34. La crítica principal que se puede hacer a los estudios de campos estilísticos,
tal como los h?i propuesto F ie r r e G u i r a u d («Le cham p stylistique du Gouffre de
Baudelaire» en Orbis Litterarum, 1958) es la de no tener en cuenta ese dinam ismo
y el proceso de lectura.
246 I. RETÓRICA FUNDAMENTAL
0. GENERALIDADES
A-persona
Orto-persona Pseudo-persona
(sujeto real) (sujeto-apárente)*
I------
Persona No-Persona
(animada) (inanimada)
ELLO
I I
Terminal No-Terminal
(especificada) (no-especiHcada)
r
Destinador*»-» Destinatario
r 1
Definida—-►Indennida**
YO TU EL SE f Singular
NOSOTROS VOSOTROS ELLOS UNO t Plural
* En español, habrá que pensar en este caso en los verbos unipersonales (llue
ve, nieva, etc.) en donde no hay sujeto. Como es sabido, el francés necesita siempre
la presencia de un pronombre sujeto en las desinencias verbales. [T.]
** En cuanto a nuestro caso, además del se. empleamos también la tercera per
sona del plural, sin olvidar uno-una, forma intermedia entre lo indefinido y lo
definido. [T.]
FIGURAS DE LOS INTERLOCUTORES 253
O mon Esprit!
(...)
Tu te fais souvenir non d ’autres, mais de toi,
Et tu deviens toujours plus semblable á nul autre.
Plus autrem ent le méme, et plus méme que moi.
O Mien - mais qui n ’est pas encore tout á fait Moi!
* Ha> que señalar que el español es m ucho menos dado que el francés al em
pleo de la forma impersonal (o a-personal) para la primera persona Un español no
diría nunca: «en casa se es cinco» («chez moi, on est á cinq»). De ahí la dificultad
de traducir el siguiente ejemplo de Beckett respetando la idea de los autores. [T.]
264 II. HACIA UNA RETÓRICA GENERAL
• En español, hay que tener en cuenta que la forma de la 3.* persona de los
pronombres personales átonos (le, la. lo, los, las, se) pueden aplicarse a una 2.*
persona: «El vestido le sienta muy bien a Ud.» (Véase «Conclusiones» en este capí
tulo.) [T]
FIGURAS DE LOS IN TERLOCU TO RES , 265
6. OBSERVACIONES
Je est un autre.
[Yo es otro.]
7. CONCLUSIONES
0. GENERALIDADES
CUADRO XV
Estructura del signo lingüístico
sustancia forma
sustancia forma
1 .1 . So p o r t e y s u s t a n c ia
1.3. D is t r ib u c ió n e in t e g r a c i ó n
2 .0 . G e n e r a l id a d e s
verso del relato, donde los seres y los objetos se mueven según
leyes específicas, y el universo lingüístico, donde ciertas normas
sintácticas gobiernan las frases e im ponen a estos elementos un
orden propio. El discurso puede someterse a la representación,
borrarse para hacer surgir el acontecim iento, o, por el contrario,
retener solamente algunos elementos útiles para la figuración:
Voltaire nos describirá en cinco líneas la guerra entre los Búlgaros
y los Abaros;
8. J ean R odsset , Forme el signification, París, José Corti, 1962, pág. 57. El au
tor habla de Marivaux, pero, en el marco de nuestro examen, se puede extender la
perspectiva.
FIGURAS DE LA NARRACIÓN 277
2 .1 . N orm as y d e s v ío s
2 .2 . Las r e l a c io n e s d e d u r a c ió n
II voyagea.
II connut la mélancolie des paquebots, les froids réveils
sous la tente, l’étourdissem ent des paysages et des ruines,
Tamertume des sympathies interrompues.
II revint.
II fréquenta le monde et il eut d’autres am ours encore.
[Viajó.
Conoció la melancolía de los buques, el frío despertar en
una tienda de cam paña, los vértigos de los paisajes y las
ruinas, la amargura de las simpatías interrumpidas.
Volvió.
Frecuentó la sociedad y tuvo aún algunos amores.]
2 .4 . El e n c a d e n a m i e n t o d e l o s h e c h o s y e l DETERM INISM O
CAUSAL
2.5. L a r e p r e s e n t a c ió n d e l e s p a c io e n e l d is c u r s o
2 .6 . E l p u n t o d e VISTA
cam ino y que estén sostenidos por una pura coherencia. Pero,
para evitar ir demasiado lejos, tenemos que proceder aquí de la
m anera más esquemática y atenem os a unas líneas generales. Por
eso, tom ando los dos grandes rasgos distintivos anteriorm ente ci
tados, estableceremos el cuadro de las grandes clases de alteracio
nes del punto de vista:
C U AD RO X V II
Figuras del punto de vista
3 .0 . G e n e r a l id a d e s
1. Los núcleos.
2. Los personajes y los indicios.
3. Los informantes.
4. Los actantés y la relación de los personajes con los ac
tantes.
3 .2 . P e r s o n a j e s e in d ic io s
23. A lbert T hibaudet , Gustave Flauben (Col. «Leurs Figures»), París, Galli-
mard, 1963, pág. 110.
FIGURAS DE LA NARRACIÓN 303
26. E T iF N N f; S o u r i a u , ía-s ticiix iviii mi/íc •iiniaiioiis dram aiiqucs. París, Flam-
marion, 1950. A.-J. S('i>ia>iliiiiic sii tuliiralc.
FIGURAS DE LA NARRACIÓN 307
que cada personaje puede ocupar el lugar prim ero y orientar dife
rentemente las otras funciones. En este sentido, podríamos esta
blecer cuadros diferentes en que las mismas funciones se origina
rían a partir de Británico y de su am or por Junia, o a partir de
Agripina y de su voluntad de poder. Esta movilidad inicial de la
constelación en que, en el m arco de una misma acción, cada per
sonaje se diferencia por su punto de vista particular, se desdobla
en una movilidad tem poral en la que el juego de las relaciones
puede transformarse para cada uno.
Agustín, San 255 Barthes, R., 19, 37, 40, 43, 50,
Akiatagawa, 296 51, 62, 249, 269, 296, 300,
Alberti, R., 133, 135 304,305
Alcázar, B. de, 106 Bataille, G., 104, 305
Aleixandre, V., 105 Baudelaire, Ch., 46, 108, 195,
Alonso, D., 232 2 0 2 ,2 0 3 ,2 2 8 ,2 4 3 ,2 4 5 ,2 6 1
Altolaguirre, M., 182 Beardsley, 31
Aliáis, A., 107, 290 Beckett, S„ 257, 263, 265
A ntoine, G., 43, 57 Bécquer, G. A., 131, 146, 148,
A ntonioni, M., 286, 303 187,188
Apollinaire, G., 118, 132, 143, Belevitch, V., 83
148,162,187 Bellour, R., 257
Aragón, L. 51 Benveniste, E„ 31, 71, 102,
Aristóteles, 44, 63, 162, 234, 2 0 3 ,2 1 8 ,2 5 1 ,2 5 3 ,2 5 4 , 260.
278 265
Asturias, M. A., 83 Bergson, H., 56
Auerbach, E., 280, 286 Bierce, A., 282
Azorín, 136, 138, 142 Black, M „ 212
Blanchot, M., 65, 283
B acherlard,G .,43, 156,257 Blavier, A., 256
Balbueria, B. de, 107 Bloomfield, L„ 98
Balzac, H. de, 42, 100, 118, Boileau, N„ 143
295 Boons, J.-R, 77
Bally, Ch„ 18, 41, 42, 46, 47, Borges, J. L., 60, 288
5 1 ,2 3 8 ,2 4 0 ,2 4 2 Borowczyk, W., 288
Baroja, Pío, 139 Brahm, A. de, 224
312 RETÓRICA GENERAL
Todorov, T., 21, 40, 51, 59, 64, Van Laere, F , 113
65, 79, 128, 157, 186, 224, V arda,A .,279
236, 293, 295, 297, 298 Vega, Lope de, 143, 264
Togeby, K., 97 Vendryes, J., 97
Torres de Villarroel, D., 127 Verlaine, P., 255
T rier,241 V em e,J.,272
Tm ka, B., 97 Vian, B., 88
Turbayne, A., 210 Voltaire, 57, 196, 275