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Así me nacieron a mi hija/Así tuve a mi hija

Publicado el 5 octubre 2011 en el blog joannacastro.wordpress.com

Pa las amigas chocuanas: Este texto fue de las primeras cosas que leí sobre la violencia
obstétrica, incluso antes de que nacieran los primeros bebés a mi alrededor que me
abrieron los ojos ante esta forma de opresión de género. Lo escribe una antropóloga caleña
y su nombre se basa en la tesis de grado de antropología social de una chilena llamada
‘Así me nacieron a mi hija. Aportes antropológicos para el análisis de la atención biomédica
en el parto hospitalario’, que también está en este compendio.

Una antropóloga no deja de ser antropóloga ni siquiera al parir.

Hace tres semanas dí a luz a una niña sana, perfecta y hermosa. Fué la
culminación de una experiencia a la cual sólo mujeres tienen acceso: la
gestación. Ese es un hecho biológico, sólo las mujeres tenemos el cuerpo
necesario para llevar un ser humano en el vientre. Sin embargo no por eso
considero que el fin de una mujer sea ser madre. De hecho, yo jamás hubiera
siquiera considerado ser madre de no ser porque mi compañero es un
parcero de lleno en este proyecto que es de por vida. De no ser porque es
un proyecto en equipo mejor no me hubiera complicado la vida de esta
forma, porque tener un hijo no es sólo color de rosa, implica demasiada
responsabilidad y energía para no derrumbarse uno mismo en el intento.

En todo caso, como este embarazo fué planeado y pensado me tomé


también el tiempo de leer sobre lo que ocurría en mi cuerpo. Qué pasa
mientras estoy embarazada? Qué debo hacer y no hacer? Cómo voy a
prepararme para dar a luz? Qué es dar a luz?

Una semana antes de parir. /Foto: Manuel Salinas


Fue así como me topé con una realidad que desconocía. A través de los
siete meses (me dí cuenta de mi gestación cuando ya tenía 2 meses) que
hice controles de maternidad entré en el mundo de qué significa
culturalmente en nuestra sociedad ser mujer a punto de convertirse en
madre.

En primer lugar comencé a detectar que la cultura médica en Cali hace de


las mujeres gestantes pacientes pasivos. Tanto mi madre como mi padre
nacieron en casa. Osea, hace sólo una generación atrás muchas mujeres
en nuestro país parían en sus casas. Mi generación fué la primera en nacer
a grande escala en hospitales y hoy nuestra sociedad no concebiría casi
que una mujer tuviera su hijo en otro lugar que no fuera el hospital. Al menos
eso vale para las ciudades colombianas.

La medicalización del embarazo (palabra que no me gusta mucho usar


porque denota vergüenza – embarazoso- impedimento, obstáculo – según
el diccionario) ha llegado a tanto que hoy por hoy las mismas mujeres
adoptan el lenguaje médico para describir su condición y confían
ciegamente en el personal médico sin hacer muchas preguntas.

Durante mis controles descubrí que el parto en Cali es atendido


mayoritariamente por ginecólogos-obstetras. Y que la gran mayoría de ellos
son hombres. Dónde quedaron las matronas o parteras? Anteriormente el
parto pertenecía al mundo de las mujeres, se practicaba en la casa, se
llamaba a la partera, había un apoyo social a la mujer que iba a dar a luz.
Hoy las mujeres nos sometemos a controles donde la medicina occidental y
su tecnología es la reina. No me quejo ante el aspecto de usar la tecnología
como ecografías y otros aparatos para asegurarse de que todo va bién.
Pero dónde quedó la autoridad de la mujer para definir sobre cómo
queremos parir?

Yo escogí uno de los mejores hospitales en Cali para traer a mi primer (y


único bebé que tendré) al mundo, el Centro Médico Imbanaco. Y a un
ginecólogo al azar, pues no conocía a ninguno: el doctor César Neira.

Durante mis controles como paciente particular en este hospital siempre van
los pagos por delante, primero cancelo en caja y después si me atienden.
Una atención no muy barata. Durante el tiempo que estuve en Suecia en mi
séptimo mes fuí dos veces a control y lo que me sorprendió es que no había
cajas por ningún lado. La atención prenatal y el parto son allá subsidiados
por el Estado. Y por otro lado me atendió una matrona/partera que hizo
todo el control requerido y siempre estaba interesada en saber mi punto de
vista sobre este u otro método. Siempre me atendieron mujeres: para la
ecografía, para tomar sangre, para control.
Ya de nuevo en Colombia y acercándose la hora del parto quiero hablar
con mi doctor sobre este momento. El doctor me dice que espere, que
cuando se acerque el momento hablaremos del parto. Me doy cuenta de
que muchas mujeres tienen sus hijos por cesárea en Imbanaco. Quiero
indagar sobre esto y le pregunto a mi doctor porqué este hecho. El me
responde que “estamos en una cultura de la cesárea. Muchas mujeres
piden cesárea porque quieren escoger la fecha de nacimiento de sus hijos.
Porque quieren evitar el dolor. También porque quieren ser atendidas por el
mismo doctor que les ha llevado los controles y entonces a los doctores nos
toca programar esto porque atendemos y trabajamos en distintos
consultorios, y si tenemos vacaciones pues nos toca programar. También
porque los riesgos de una cesárea son mayores pero son más controlables
que los de un parto natural”.

Otra gente me había dicho que es que una cesárea cuesta más y el doctor
recibe entonces más honorarios que por un parto vaginal.

Seguí leyendo. Un parto vaginal puede ocurrir cuando uno menos lo espera,
no se puede programar. No se sabe cuánto va a tardar. Empecé a
desesperarme porque la actitud que percibí era que una mujer no se podía
demorar mucho en un parto porque de una le hacían cesárea. Muchas
mujeres me contaban sus historias: “ya llevaba 6 horas y el bebé no bajaba,
entonces me hicieron cesárea”. ”Mi bebé no cupo por mi útero que era muy
cerrado y me hicieron cesárea”. Pero en Suecia los partos pueden durar eso
y más son poquísimos los que terminan en cesárea! Pensé.

Le dije al doctor que quería ir a un curso profiláctico. Oh sorpresa! El curso


era dictado por un hombre enfermero. Ok, acepto que esto lo pueda tomar
un hombre, pero no es un poco raro? Cómo me va a enseñar este hombre
a pujar? Cuándo lo ha hecho él? Ha tenido cálculos renales alguna vez o
algo? Muy claro fué que este enfermero no me iba a enseñar nada sobre
cómo enfrentar un parto natural, el curso más bien se trató sobre cómo
cuidar a un bebé, estimularlo, bañarlo, enseñarle a caminar. Además desde
una perspectiva bastante machista donde el enfermero a través de
comentarios tendía a explicarnos que las mujeres actuamos de una forma
(más protectora) y los hombres de otra (estimulan mejor al bebé a
arriesgarse)! Las mujeres del curso muy poca información traían ellas mismas
o criticaban lo que el enfermero decía. En una sola clase de 8 tratamos
superficialmente el momento del parto; básicamente el enfermero Dennis
nos dijo que teníamos que ”seguir las órdenes del médico. Cuando el diga
”puje señora!” ustedes pujan”. Además que en conversación informal me
explicó que la única posición correcta es la supina, acostada de espaldas,
porque la que usan ”las indígenas” de acuclillarse era peligrosa pues el niño
salía ”como un cohete”!
El colmo de la falta de información de este enfermero! Cuando las mujeres
por siglos y siglos han parido en posición vertical para que la fuerza de
gravedad ayude al niño a bajar. La posición supina es más una posición muy
cómoda para el médico.

8 clases de psicoprofiláctico por 266000 pesos y nada de información útil


para prepararse para un parto natural.

Unas semanas antes de parir entrevisté informalmente al director de la parte


de obstetricia del Hospital Universitario del Valle, el doctor Fonseca, que
también tiene consultorio en Imbanaco. El dr. Fonseca me contó que en el
HUV la tasa de cesárea era de 30%, siendo que ahí se remiten los embarazos
de alto riesgo del sector de Cali. Normalmente mujeres de escasos recursos.
Mientras que ”en Imbanaco yo acostumbro a decir que hay como 98% de
cesáreas y el otro 2% es mío” – el dr. Fonseca no parecía muy contento con
las elevadas cifras de cesárea en Imbanaco. ”En muchos casos tengo
pacientes que trato de convencer del parto natural, llegan ya con la fija
idea de la cesárea. Pero los doctores no ayudan, la paciente dice CE y el
doctor le completa SAREA”.

Una semana antes del tiempo calculado para mi bebé nacer, mi doctor y
yo al fin tuvimos una charla sobre el parto. Pero el doctor estaba bastante
estresado, acababa de salir de ”cirugía”. Casi siempre los doctores de
Imbanaco en obstetricia están en ”cirugía”, nunca en ”partos”. Conociendo
la sala de partos ví que sólo hay una. Y sólo una sala de preparación de
donde la mujer no puede salir a caminar. Al ingresar la mujer es además
”preparada”, lo que significa: rasurada, le hacen un lavado de colon y le
aplican suero. Después de esto la mujer es impedida de comer cualquier
cosa en caso de que se presente la necesidad de hacer cesárea, me
explicó el doctor. Yo que llegué preparada para esta charla ya tenía mis
propios requerimientos para lo que iba a ser mi parto.

”En primer lugar no quiero ser tratada como una paciente; yo soy una mujer
sana que vengo a parir. No quiero que nadie me ”prepare”, no quiero que
me pongan suero, quiero poder traer comida que me dé energía para el
parto, como jugo de naranja, nueces, quiero que mi compañero esté
conmigo, quiero poder salir a caminar durante el trabajo de parto para
dilatar mejor. Quiero pato natural, demore lo que demore, si el doctor de
turno se tiene que ir pues que se vaya, sigo con el siguiente. No quiero que
me hagan cesárea porque el doctor se quiere ir rápido a su casa”.

A mi doctor no le gustó mis requerimientos. Muy sutil pero claramente me


dijo que ”yo mando” porque es el doctor. El hospital tiene sus reglas y yo no
puedo comer nada, no puedo salir a caminar y no debo estar ”creyendo
en todo lo que leo”, respecto a que caminar ayuda a dilatar. Lo único que
quizás podía hacer era llevar mi alfombra para hacer yoga durante el
trabajo de parto. ”Pero si yo veo posiciones que no debe hacer se lo hago
saber”. Además estaba estresado y no quería discutir nada de mis ideas. Las
reglas son las reglas. Y él es el doctor. ”Con ese cuento de mi cuerpo es mi
cuerpo” no puede sacar nada”, me hizo saber.

Terminé diciéndole que este era mi parto. Y en otras culturas las mujeres son
respetadas en sus deseos sobre como parir. Y que yo sabía que yo para él
era simplemente una paciente más.

De ahí salí para otra clínica, la Farallones. Hablé con el personal, menos
estresado, todas mujeres. La jefe de la sección de partos siendo una mujer
joven. Tres salas para trabajo de parto. Varias para parto. Y pedí cita con el
doctor Andrés Julián Hoyos, que me lo habían descrito como ”alternativo”.
Sencillamente un doctor que promueve más el parto natural y que ha tenido
experiencias de atender partos en casa.

Una semana después nació mi Saga Manuela. Exactamente de la forma


que yo lo pensé. Con el papá a mi lado a todo momento, con mi jugo de
naranja, té de jengibre y nueces para darme fuerza durante las 7 horas que
duró mi parto. Nuestro parto. El de los tres. Un trabajo en equipo junto con el
doctor y el personal.

Me siento orgullosa de haber defendido mi derecho a elegir la forma en que


iba a tener a mi bebé. Del parto natural que es doloroso, solo puedo decir
que fué la mejor opción. Salí caminando de la clínica, me siento super bién
y mi cuerpo empezó a producir leche de forma natural gracias a las
hormonas que desata el mismo cuerpo después del parto.

El doctor Neira y yo chocamos con dos saberes: su saber occidental


medicalizado donde el cuerpo de la mujer preñada es visto como un
cuerpo enfermo sobre el cual la medicina debe decidir, desautorizando los
saberes ancestrales de mujeres que por siglos han parido sin recurrir a la
medicina occidental. Y mi saber compuesto de un tejido de saberes de
distintas culturas con las cuales he tenido contacto por la antropología y a
lo largo de mi vida. Hay varias formas de tener hijos. Varias creencias. Lo
importante es que hice respetar mi cuerpo y la forma en que yo quería parir.

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