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Pa las amigas chocuanas: Este texto fue de las primeras cosas que leí sobre la violencia
obstétrica, incluso antes de que nacieran los primeros bebés a mi alrededor que me
abrieron los ojos ante esta forma de opresión de género. Lo escribe una antropóloga caleña
y su nombre se basa en la tesis de grado de antropología social de una chilena llamada
‘Así me nacieron a mi hija. Aportes antropológicos para el análisis de la atención biomédica
en el parto hospitalario’, que también está en este compendio.
Hace tres semanas dí a luz a una niña sana, perfecta y hermosa. Fué la
culminación de una experiencia a la cual sólo mujeres tienen acceso: la
gestación. Ese es un hecho biológico, sólo las mujeres tenemos el cuerpo
necesario para llevar un ser humano en el vientre. Sin embargo no por eso
considero que el fin de una mujer sea ser madre. De hecho, yo jamás hubiera
siquiera considerado ser madre de no ser porque mi compañero es un
parcero de lleno en este proyecto que es de por vida. De no ser porque es
un proyecto en equipo mejor no me hubiera complicado la vida de esta
forma, porque tener un hijo no es sólo color de rosa, implica demasiada
responsabilidad y energía para no derrumbarse uno mismo en el intento.
Durante mis controles como paciente particular en este hospital siempre van
los pagos por delante, primero cancelo en caja y después si me atienden.
Una atención no muy barata. Durante el tiempo que estuve en Suecia en mi
séptimo mes fuí dos veces a control y lo que me sorprendió es que no había
cajas por ningún lado. La atención prenatal y el parto son allá subsidiados
por el Estado. Y por otro lado me atendió una matrona/partera que hizo
todo el control requerido y siempre estaba interesada en saber mi punto de
vista sobre este u otro método. Siempre me atendieron mujeres: para la
ecografía, para tomar sangre, para control.
Ya de nuevo en Colombia y acercándose la hora del parto quiero hablar
con mi doctor sobre este momento. El doctor me dice que espere, que
cuando se acerque el momento hablaremos del parto. Me doy cuenta de
que muchas mujeres tienen sus hijos por cesárea en Imbanaco. Quiero
indagar sobre esto y le pregunto a mi doctor porqué este hecho. El me
responde que “estamos en una cultura de la cesárea. Muchas mujeres
piden cesárea porque quieren escoger la fecha de nacimiento de sus hijos.
Porque quieren evitar el dolor. También porque quieren ser atendidas por el
mismo doctor que les ha llevado los controles y entonces a los doctores nos
toca programar esto porque atendemos y trabajamos en distintos
consultorios, y si tenemos vacaciones pues nos toca programar. También
porque los riesgos de una cesárea son mayores pero son más controlables
que los de un parto natural”.
Otra gente me había dicho que es que una cesárea cuesta más y el doctor
recibe entonces más honorarios que por un parto vaginal.
Seguí leyendo. Un parto vaginal puede ocurrir cuando uno menos lo espera,
no se puede programar. No se sabe cuánto va a tardar. Empecé a
desesperarme porque la actitud que percibí era que una mujer no se podía
demorar mucho en un parto porque de una le hacían cesárea. Muchas
mujeres me contaban sus historias: “ya llevaba 6 horas y el bebé no bajaba,
entonces me hicieron cesárea”. ”Mi bebé no cupo por mi útero que era muy
cerrado y me hicieron cesárea”. Pero en Suecia los partos pueden durar eso
y más son poquísimos los que terminan en cesárea! Pensé.
Una semana antes del tiempo calculado para mi bebé nacer, mi doctor y
yo al fin tuvimos una charla sobre el parto. Pero el doctor estaba bastante
estresado, acababa de salir de ”cirugía”. Casi siempre los doctores de
Imbanaco en obstetricia están en ”cirugía”, nunca en ”partos”. Conociendo
la sala de partos ví que sólo hay una. Y sólo una sala de preparación de
donde la mujer no puede salir a caminar. Al ingresar la mujer es además
”preparada”, lo que significa: rasurada, le hacen un lavado de colon y le
aplican suero. Después de esto la mujer es impedida de comer cualquier
cosa en caso de que se presente la necesidad de hacer cesárea, me
explicó el doctor. Yo que llegué preparada para esta charla ya tenía mis
propios requerimientos para lo que iba a ser mi parto.
”En primer lugar no quiero ser tratada como una paciente; yo soy una mujer
sana que vengo a parir. No quiero que nadie me ”prepare”, no quiero que
me pongan suero, quiero poder traer comida que me dé energía para el
parto, como jugo de naranja, nueces, quiero que mi compañero esté
conmigo, quiero poder salir a caminar durante el trabajo de parto para
dilatar mejor. Quiero pato natural, demore lo que demore, si el doctor de
turno se tiene que ir pues que se vaya, sigo con el siguiente. No quiero que
me hagan cesárea porque el doctor se quiere ir rápido a su casa”.
Terminé diciéndole que este era mi parto. Y en otras culturas las mujeres son
respetadas en sus deseos sobre como parir. Y que yo sabía que yo para él
era simplemente una paciente más.
De ahí salí para otra clínica, la Farallones. Hablé con el personal, menos
estresado, todas mujeres. La jefe de la sección de partos siendo una mujer
joven. Tres salas para trabajo de parto. Varias para parto. Y pedí cita con el
doctor Andrés Julián Hoyos, que me lo habían descrito como ”alternativo”.
Sencillamente un doctor que promueve más el parto natural y que ha tenido
experiencias de atender partos en casa.