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RETORICA GRIEGA

Cada una de las partes que constituye un discurso reside en: el talento del que habla, en la
predisposición del oyente y la última en el discurso mismo, en función de lo que este
demuestra o parece demostrar. El uso adecuado de cada una de las partes sigue teniendo hoy
bastante importancia en diferentes ámbitos de la vida social. Por ejemplo, en los discursos de
los políticos, en las leyes que nos gobiernan, en la publicidad, los contratos y en toda la
información que nos llega a través de los medios de comunicación que hacen uso del poder de
las palabras y del uso deliberado de las mismas.

Una vez más comprobamos como las tesis defendidas por el filósofo griego Aristóteles
permanecen vigentes. El concepto de orador persuasivo (éthos), que en otro momento de la
antigüedad se le consideró como charlatán, manipulador o virtuoso de la palabra es hoy
conocido como orador creíble. Para valorar la credibilidad que este transmite, el oyente sigue
principalmente dos criterios: el racional y el de la simpatía, teniendo en cuenta tanto las
palabras como las acciones pasadas y presentes del orador. Este concepto es algo que pocos
comunicadores llegan a poseer y se fundamenta en tres atributos1 personales: competencia,
fiabilidad y dinamismo.

Así que, cuando los oradores engañan en lo que dicen o sobre lo que dan consejo, ello es por
todas estas causas o por alguna de ellas; porque, o bien por insensatez no tienen una recta
opinión, o bien, opinando rectamente, callan por malicia su parecer, o bien son sensatos y
honrados, pero no benevolentes, por lo cual, aún conociendo lo que es mejor, sucede que no
lo aconsejan.

En el momento en que un orador inicia su discurso, se pone en marcha un complejo proceso


en el que intervienen multitud de factores. Conocerlos puede ayudar a tomar conciencia de los
pasos que se deben dar para mejorar cualquier intervención pública: la intervención de un
político en la cámara, la lección de un profesor, la presentación de un proyecto, o las palabras
en un homenaje, etc.

Otro de los componentes es el receptor, oyente o espectador del discurso o mensaje. Para
Aristóteles la figura del “Oyente-juez” es fundamental en retórica y por ello le dedica un gran
número de páginas al Estagirita. Es fundamental para él el análisis de sus emociones o estados
de ánimo. Como destinatario del discurso es quien decide si la información recibida es o no
válida. Por tanto es primordial que el orador persuada al auditorio teniendo en cuenta sus
necesidades, su edad, su clase social, su riqueza y su poder. Llevado esto a situaciones actuales
lo encontramos por ejemplo en la actuación de los políticos en cualquiera de sus
intervenciones públicas, que conociendo los sondeos de opinión lo utilizan para conocer los
deseos de sus electores. Y más aún cuando esos políticos hacen sus discursos a la juventud.
Recuerdo en este sentido como unos meses antes de las pasadas elecciones generales (2004)
el actual Presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero se dirigió al alumnado de la
Universidad Carlos III de Madrid, seleccionado como auditorio joven más vinculado a una
ideología, clase social e incluso cultural que otros públicos de otras universidades madrileñas.
Y en último término está la argumentación del mensaje. La buena retórica es la que
sirviéndose de argumentos retóricos coloca ante el oyente todos los medios necesarios para
tomar una decisión, es decir la que ejercita la capacidad de deliberación. Pero sea cual sea la
forma que utilicemos en la argumentación2 de nuestro discurso lo importante es que esté bien
estructurado y que se utilice el lenguaje adecuado. La observación de muchas presentaciones
en distintos auditorios me han revelado que cuando el orador expone las ideas claras, bien
ordenadas sus palabras y sus gestos brotan con fuerza y con espontaneidad el discurso
resultaba brillante. Cuando faltan estas condiciones el discurso se vuelve errático y vacilante.

Como decía Aristóteles sobre los elementos subjetivos de la persuasión:

Puesto que la retórica tiene por objeto formar un juicio y dado que también se juzgan las
deliberaciones y la propia acción judicial, resulta necesario atender a los efectos del discurso.
No sólo a que sea demostrativo y digno de crédito, sino también a cómo ha de presentarse
uno mismo y a cómo inclinará a su favor al que juzga.
ALFABETO GRIEGO

El alfabeto griego es un alfabeto de veinticuatro letras utilizado para escribir la lengua griega.
Desarrollado alrededor del siglo IX a. C. a partir del alfabeto consonántico fenicio, los griegos
adoptaron el primer alfabeto completo de la historia, entendiéndolo como la escritura que
expresa los sonidos individuales del idioma, es decir que prácticamente a cada vocal y cada
consonante corresponde un símbolo distinto.

Su uso continúa hasta nuestros días, tanto como alfabeto nativo del griego moderno como a
modo de crear denominaciones técnicas para las ciencias, en especial la lógica, la matemática,
la química, la física, la economía, la astronomía y la informática.

ANTECEDENTES

LINEAL B

Antes de la elaboración de este alfabeto, los griegos empleaban un silabario para la escritura,
llamado sistema lineal B, utilizado en Creta y zonas de la Grecia continental como Micenas o
Pilos entre los siglos XVI a. C. y XII a. C. Los fragmentos conservados en lineal B están escritos
en lo que parece una versión primitiva de los dialectos arcado-chipriota y jónico-ático, un
dialecto llamado micénico. El lineal B se desarrolló a partir de un silabario anterior, llamado
Lineal A, empleado para escribir el idioma eteocretense, una lengua pre-indoeuropea hablada
por los nativos cretenses antes de la invasión griega de la isla, y no representa del todo
correctamente la fonética del dialecto micénico. Esta y otras razones llevaron a su abandono y
al desarrollo de un alfabeto completamente nuevo.

ADAPTACIÓN DEL FENICIO

Se cree que el alfabeto griego deriva de una variante del fenicio, introducido en Grecia por
mercaderes de esa nacionalidad. El fenicio, como los alfabetos semíticos posteriores, no
empleaba signos para registrar las vocales; para salvar esta dificultad, que lo hacía incompleto
para la transcripción de la lengua griega, los griegos adaptaron algunos signos utilizados en
fenicio para indicar aspiración para representar las vocales. Este aporte puede considerarse
fundamental; la inmensa mayoría de los alfabetos que incluyen signos vocálicos se derivan de
la aportación original griega. Además de las vocales, el griego añadió tres letras nuevas al final
del alfabeto: fi y ji, para representar sonidos aspirados que no existían en fenicio, y psi.

Ya en época clásica algunas letras desaparecieron del alfabeto; la digamma, que adaptaba la
wau fenicia, se utilizaba sólo en algunos dialectos occidentales, y desapareció antes del
período clásico; la san, homófona con la sigma, fue desplazada por esta última; la qoppa, una
adaptación de la qop fenicia cuyo sonido —una explosiva uvular— no existía en el griego.
En la región de Jonia se desarrolló un sistema de numeración en el que cada letra representaba
un número. Las letras que dejaron de usarse en el alfabeto (digamma, san y qoppa) se
conservaron en el sistema de numeración, y para completar la serie de las centenas se
introdujo además la letra sampi. Estas letras se volvieron obsoletas mucho antes de que se
desarrollara la forma minúscula de escritura; las formas minúsculas de digamma, qoppa, san y
sampi son inferencias reconstructivas a partir de formas manuscritas en su uso para la
numeración.

Si bien responden a hipótesis muy robustas sobre el uso de la grafía, están sólo parcialmente
basadas en el uso histórico; para el valor numérico de digamma (6) era mucho más común
escribir la combinación στ o la forma ligada Ϛ (llamada stigma).

VARIANTES DEL ALFABETO

Originariamente existieron variantes del alfabeto griego, siendo las más importantes la
occidental (calcídica) y la oriental (jónica). La variante occidental originó el alfabeto etrusco y
de ahí el alfabeto romano. Atenas adoptó en el año 403 a. C. la variante oriental, dando lugar a
que poco después desaparecieran las demás formas existentes del alfabeto. Ya para esta
época el griego había adoptado la escritura de izquierda a derecha, mientras que
originalmente se había empleado para ello el bustrofedon (la alternancia de líneas de izquierda
a derecha y de derecha a izquierda, de manera que se empezaba por el lado donde se había
concluido la línea anterior, invirtiendo todos los caracteres en dicho proceso).

Situando las posibles fuentes del alfabeto griego tanto en una antigua variante semítica norte
como en el fenicio o el proto-cananita, lo realmente innovador del alfabeto griego es la
introducción de las vocales. Las primeras vocales fueron alfa, épsilon, iota, ómicron e ípsilon. Si
se contempla el proceso de creación del alfabeto griego como resultado de un proceso
dinámico basado en la adopción de varios alfabetos semíticos, encontrando incluso influencias
del Lineal B, a través del tiempo, se podría dar una explicación más satisfactoria a su origen
que las teorías que postulan una adaptación única de un alfabeto determinado en un
momento dado.

ALFABETO COMÚN

Los sonidos corresponden a la pronunciación del griego antiguo, indicada con los signos usados
por el Alfabeto fonético internacional; bajo el epígrafe mod. Los valores numéricos
corresponden al sistema de numeración jónico. Nótese que el nombre de la letra en castellano
no necesariamente corresponde con el sonido que tenía la letra en griego antiguo, algo de
esperar debido a la evolución independiente que las dos lenguas han tenido a lo largo de su
historia.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL IMPERIO ROMANO

Roma es la primera cultura en que la información transmitida era importante para el poder.
Los antecedentes de la prensa escrita se remontan a la antigua Roma, donde la primera
publicación periódica conocida fue, el “Acta diurna populi Romani” o “Acta diurna Vrbis”, una
hoja de noticias en formato cartel, que, por orden de Julio César, entonces, cónsul, se
publicaba diariamente y se colocaba en distintos lugares de acceso público del Foro, bajo el
cuidado de los legionarios.

Hay registros de actas de noticias aparecidas alrededor del 131 a.C. pero no fue hasta el año 59
a.C. que este boletín informativo con los acontecimientos oficiales se empezara a redactar de
forma periódica.

Inicialmente, el “Acta Diurna” publicaba resultados legales y edictos, pero posteriormente no


solo informaba sobre edictos, sino también noticias de sociedad como bodas, nacimientos,
muertes legales, sucesos y rumores de interés popular. También aparecían algunos avisos
publicitarios, como, por ejemplo, ventas de grandes lotes de esclavos.

Era realizada por los “Diurnaii”, que serían el equivalente a los protoperiodistas actuales.

Para evitar falsificaciones o alteraciones eran realizadas en metal o piedra,


desafortunadamente ninguna acta sobrevivió el paso del tiempo, pero se conservan copias en
papiro realizadas por escribas.

En sus principios solo se publicaban en Roma, pero después, los particulares realizaron copias
manuscritas en papiro, pero también fueron copiadas en serie, todo o parte de estas actas,
hasta el punto que se genera un cierto volumen de negocio con el reparto de estas copias por
todas las provincias, extendiéndose así por todo el Imperio. Estas copias eran vendidas en
establecimientos públicos, aparte de ser colocada en tablones por todas las ciudades.

Uno de los grandes instigadores de estas copias fue Cicerón. Consciente del valor de la
información como instrumento de poder, Cicerón se rodeó de buenos informantes que le
mantuvieran al tanto de lo más importante cuando él no estaba en la ciudad imperial. Existen
varias cartas de M. Celius Rufus, un plebeyo que fue corresponsal de Cicerón en Roma
mientras él era Cónsul en Cilicia. Seguramente todos los cargos públicos establecidos fuera de
Roma mantuvieron corresponsales similares.

El éxito del “Acta Diurna” era importante y la información que aparecía, era controlada por el
poder, adaptando las noticias a los intereses políticos de sus editores, convirtiéndose así en un
gran medio propagandístico del mismo poder.

Bajo el mandato de Julio César también se hizo público el “Acta Senatus”, un boletín privado
donde se recogía la información realizada por el Senado. De este modo las noticias del Senado
podían ser revisadas por un público en general.
También existían otras formas de comunicación en la antigua Roma, los “Praeco” eran
pregoneros que recorrían la ciudad comunicando noticias oralmente. Existieron también otra
clase de pregoneros, como los “Strilloni” que comunicaban información y publicidad comercial
y los “Subrostani” que vendían la información que poseían, como lo hacen las agencias de
noticias actuales. Eran los “Subrostani” según cuenta Horacio, “quienes completaban la
información para los interesados, las noticias sólo sugeridas o calladas o breves de las actas
públicas, y hasta fueron, probablemente, autores de libelos, a encargo, por ejemplo, de
Tibero”

Otras publicaciones romanas eran los “Annales Maximi”, donde se recogía lo más importante
que había ocurrido durante el año: actos de poder, batallas ganadas, conquistas, logros…
Después apareció el “Acta Pública”, que trataba sobre logros comerciales, nuevas
legislaciones… muy parecido a los “Annales” pero cambiando de periodicidad.

A pesar de todas las publicaciones aparecidas, en Roma, no existía la libertad de información,


debido a que el poder controlaba todos los medios de comunicación.

De los grandes nombres que nos ha dejado Roma como por ejemplo, Virgilio, Horacio… la gran
mayoría de ellos trabajaba para el poder y los disidentes, como por ejemplo, Ovidio que puso
en cuestión el poder imperial, eran castigados.

Algunos libros publicados, como por ejemplo los libros de magia, estaban prohibidos y eran
quemados todos los ejemplares que se encontraban.

También los libros de profecías estaban prohibidos, pues eran considerados una forma de
censura al poder. Todo el que no respetaba la figura imperial era castigado con la pena de
muerte. En la Edad Media el género periodístico usado en Roma fue abandonado totalmente.

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