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LA CREATIVIDAD: ¿UN LUGAR OLVIDADO EN LA EDUCACIÓN?

Rodolfo Alberto López Díaz*


Profesional en Estudios literarios, Especialista en Lengua Escrita, Especialista en Docencia y producción intelectual,
Magister en Educación, Docente investigador en la Maestría en Docencia de la Universidad de La Salle. Tutor del
Macroproyecto Enseñanza creativa, 2014 a 2016. E-mail: ralopez@unisalle.edu.co

Escultura tallada en palabras


¿Qué es la creatividad?,
te preguntas, mientras lanzas la duda a tu pensamiento
sin conseguir aclararla.
¿En qué está lo creativo?,
insistes con tu mirada ansiosa
de una respuesta que te viene denegada.
Mira en ti, en la Conciencia,
Y lograrás encontrarla bordada de fantasía
o de ingenio disfrazada,
de actitud abierta al medio,
de imaginación alada,
de originales ideas o de vida cotidiana.
La vida es relación y ésta viene acompañada del sentimiento
que late en lo profundo del alma.
Creatividad es vida,
la vida trae esperanza,
la esperanza es ilusión que al futuro pone alas.
Saturnino de la Torre, 1999

Parece que la idea de creatividad, tan asociada hoy a la vida empresarial o comercial,
resuena extraña o difusa en el ámbito educativo. Pero si de tender puentes entre una
educación significativa y para la vida se trata, nada más necesario que enseñar la
creatividad. Ésta la podemos concebir como una forma de la inteligencia liberadora, a
diferencia de la inteligencia animal cautiva (Marina, 2011) que nos permite conocer la
realidad y transformarla. La creatividad, en tanto forma de pensar (Romo, 2009) que
busca problemas –antes que eludirlos– para darles soluciones originales trabaja sin
descanso en pos de un objetivo vagamente definido para el propio creador, en las horas
de labor y en las horas de ocio, en la vigilia y –al parecer, también– en el sueño, hasta que
se alcanza para, inmediatamente, plantearse otro nuevo y comenzar otra vez el ciclo; una
forma de pensar cuyo resultado último es una ingente productividad en una vida de
trabajo. Una forma de pensar que juega con ideas muy dispares conectándolas, que mira
sus cuestiones con enfoques muy diversos, que elige temas –a veces inesperados, de la
infancia incluso –para enfocarlos de manera insólita, insospechada, totalmente novedosa.
En definitiva, una forma de pensar que se vale más que ninguna otra de la metáfora y en
ese ir y venir de lo nuevo a lo antiguo, transita entre lo conocido y lo desconocido, lo obvio
y lo insólito, lo familiar y lo extraño. Forma de pensar que se encuentra finalmente con un
producto que es original y, que, a la vez, es celebrado por los demás (Romo, 2009).
Desde otra perspectiva, Gardner define al individuo creativo como “una persona que
resuelve problemas con regularidad elabora productos o define cuestiones nuevas en un
campo de un modo que al principio es considerado nuevo, pero que al final llega a ser
aceptado en un contexto cultural concreto” (Gardner,1999: 53). Así visto el asunto, se
comprenderá que sí es posible enseñar en los procesos educativos la creatividad, entre
otras razones, porque los retos que nos asisten, las crisis éticas, económicas y planetarias
que nos rodean y asfixian, nos impelen a pensar que sí es dable vivir de otra manera. A
respirar otro aire, a darle un vuelto a esta “verdad” según la cual nacimos para producir,
consumir y volver a producir y consumir. Enseñar la creatividad nos da la posibilidad de
descubrir la vida más allá de la fábrica, el monopolio, la cadena bancaria y las modas y las
marcas. La creatividad, hoy en día en la educación, bien podamos afiliarla con las
relaciones éticas, la convivencia y el bienestar de todos y del planeta. Si ella ha sido
territorio básicamente detentado, por fortuna, por las artes y las ciencias y, no tan
afortunadamente, por el mercado de capital, será legítimo y urgente vincularla también
con los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

Por supuesto que este empeño no es nuevo en absoluto. Diversas teorías y enfoques,
especialmente de corte sicológico y desde la primera mitad del siglo pasado, han
propiciado la emergencia del tema. Pensadores como Gardner (1999), Koestler (1964),
Eysenck (1995), Sternberg y Lubart (1997) y Bellon (1998), entre otros, la han venido cada
vez más haciendo explícita, pero en el campo de la educación formal apenas ocupa un
lugar accesorio, reservado más a las “humanidades”, que le han dado ciudadanía de
segunda o tercera categoría, desconociendo que todo acto humano y que la “realidad” y
la “verdad” mismas son unas de sus manifestaciones. La creatividad, una de las varias
cenicientas de la educación institucional, requiere un lugar central y transversal en la
formación de hoy para pensarnos y vivir de otra manera.

REFERENCIAS CITADAS
Bellon, M. (1998). Descubrir la creatividad. Desaprender para volver a aprender. Madrid:
Pirámide.
Eysenck, H. (1995). The natural history of creativity. Cambridge: University Press.
Gardner, H (1999). Mentes creativas. Barcelona: Paidós. Koestler,
A. (1964). El acto de la creación. Londres: Hutchinson. Traducción de Eva Aladro, en: Cuadernos de
Información y Comunicación. Departamento de Periodismo III. Facultad de Ciencias de la
Información. Universidad Complutense de Madrid.
Marina, J. (2011). Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama.
Romo, M. (2009). Psicología de la creatividad. Barcelona: Paidós.
Sternberg, R., y Lubart, T. (1997). La creatividad en una cultura conformista. Un desafío a las
masas. Barcelona: Paidós.

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