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Puntos esenciales del libro de Beccaria

1. ¿Cómo nace el derecho de castigar ?

Todo comienza cuando los hombres aislados e independientes se unieron en sociedad, cansados de
vivir en constante estado de guerra, y de gozar una libertad que les era inútil en la incertidumbre de
conservarla. La suma de estas libertades sacrificadas formaron una nación, y con esta un gobernante
que debía velar por el bien común, así cualquier infractor de las leyes tendría una sanción.

Beccaria expresa que fue la necesidad quien obligó a los hombres a ceder parte de su libertad propia; y
es cierto que cada uno no quiere poner en el depósito público sino la porción más pequeña que sea
posible, aquella sola que baste a mover los hombres para que la defiendan. El agregado de todas estas
pequeñas porciones de libertad posibles forma el derecho de castigo, todo lo demás es abuso y no
justicia: es hecho, no derecho.

Esto quiere decir que el derecho de castigo, surge cuando al momento de que una persona decide hacer
parte de una sociedad, renuncia a ciertas libertades para poder tener una buena convivencia dentro de la
misma. De modo, que en el instante en que alguna de esas personas pertenecientes a dicha sociedad
atente contra esa convivencia, surge el derecho del castigo. Un claro ejemplo es cuando los jóvenes
viven con sus padres; al vivir bajo el techo de sus papás, los hijos deben acoplarse a las reglas
impuestas por ellos y de no ser así, tendrán un castigo.

2. Interpretación de las leyes

Una de las consecuencias que trae el surgimiento del derecho a castigar es que solo las leyes pueden
decretar las penas de los delitos, y esta autoridad debe residir únicamente en el legislador, que
representa toda las sociedad unida por el contrato social. Con este contrato se hace referencia a la
renuncia de esa libertad personal, para poder convivir en sociedad. Además, ningún magistrado, bajo
pretexto de celo o de bien público, puede aumentar la pena establecida contra un ciudadano
delincuente.

Otra de las consecuencias de celebrar este contrato social, hace referencia a que tanto los individuos
como la sociedad tienen obligaciones de parte y parte. Así miso, el soberano solo podrá impartir leyes
que obliguen a todos los individuos, pero no puede juzgar cuando estas hayan sido violadas por alguno
de estos, debido a que se dividiría la sociedad. Es aquí donde se hace necesario la presencia de un
tercero, quien se encargará de juzgar la verdad de los hechos; este será un magistrado.

Finalmente, no se le puede otorgar el papel de interpretar las leyes penales a los jueces criminales, por
el simple hecho de no se legisladores. Entonces, ¿Quien será, pues, su legítimo intérprete?¿El soberano,
esto es, el depositario de las actuales voluntades de todos, o el juez, cuyo oficio es solo examinar si tal
hombre ha hecho o no una acción contraria a las leyes?. Lo que si es claro, es que el juez debe plantear
un silogismo en el cual se ponga como mayor la ley general y como menor, la acción conforme o no a
la ley. Del mismo modo, cabe recalcar que sin leyes escritas no tomará jamás una sociedad forma fija
de gobierno.

3. División de los delitos

la gravedad del pecado se considerase en la graduación de los delitos, en este sentido, estos últimos se
miden dependiendo del daño hecho a la sociedad. Así, el orden proponía examinar y distinguir las
diferentes clases de delitos y los modos de castigarlos. Algunos delitos destruyen inmediatamente la
sociedad o quien la representa; otros ofenden la privada seguridad de alguno o algunos ciudadanos en
la vida, en los bienes o en el honor; y otros son acciones contrarias a lo que cada uno está obligado a
hacer o no hacer, según las leyes del bien público.

Dentro de los primeros delitos, están los de lesa majestad, que por mas dañosos son los delitos
mayores, es decir, se refiere a los delitos contra la seguridad de la nación o Estado. Solo la tiranía y la
ignorancia pueden dar la pena mayor a delitos de diferente naturaleza.Luego de esto sigue los delitos
contrarios a la seguridad de cada particular. Siendo este el fin primario de toda sociedad legitima, no
puede dejar de señalare alguna de las penas más considerables, establecidas por las leyes a la violación
del derecho de seguridad adquirido de cada ciudadano. Los atentados contra la seguridad y libertad de
los ciudadanos son uno de los mayores delitos y bajo esta clase se comprenden, no solo los asesinatos y
hurtos de los hombres plebeyos, sino aún los cometidos por los grandes y magistrados. Los delitos de la
tercera especie son los que perturban la tranquilidad pública y la quietud de los ciudadanos.

Cada ciudadano debe saber cuando es reo y cuando es inocente, así podemos hacer referencia al
principio de presunción de inocencia, el cual expresa que La persona se presume inocente mientras no
haya un fallo debidamente ejecutoriado fundado en pruebas legales, lícitas y eficaces y que sean
conducentes, pertinentes y necesarias. Toda acusado debe estar amparado por el beneficio de la duda y
que la culpabilidad debe demostrarse por fuera de cualquier duda razonable. Dentro de las pruebas
presentadas para estos procesos, se encuentran los testigos, los cuales puede ser cualquier hombre
racional, esto es, que tenga una cierta conexión en sus propias ideas y cuyas sensaciones sean conforme
a las de los otros hombres. Así mismo, pueden distinguirse las pruebas de un delito en perfectas e
imperfectas. Llámese perfectas las que excluyen la posibilidad de que un hombre no sea reo, e
imperfectas las que no lo excluyen. Es decir, que las pruebas perfectas son las que condenan el reo y
para esto solo es necesaria una prueba, mientras que las pruebas imperfectas buscan de cierto modo la
inocencia de la persona y para que esto se lleve a cabo se necesitan tantas pruebas como sea posible.

4. Fin de las penas

El fin de las penas no es atormentar y afligir a un ente sensible, ni deshacer un delito ya cometido; el
fin es impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros
iguales. Luego deberán ser escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas que guardaba la
proporción hagan una impresión más eficaz y más durable sobre los ánimos de los hombres, y al menos
dolorosa sobre el cuerpo del reo.

5. Del tormento

contrariamente a lo anteriormente dicho sobre el fin de las penas, se encuentra la crueldad impartida
por la gran mayoría de las naciones en forma de tortura, la cual es usada para atormentar al reo y hacer
que confiese sus delitos, ya sea porque fue cometido por él o porque simplemente está encubriendo a
otra persona, en todo caso esa tortura la sufre la persona que está siendo privada de su libertad en ese
instante y que en la mayoría de los casos es torturado por la condición misma de ser reo pero por cargos
que no se le imputan.
Beccaria expresa que no se debe atormentar a un inocente, porque tal es, según las leyes, un hombre
cuyos delitos no están probados. Además, un hombre no puede ser llamado reo hasta que un juez lo
estipule, de modo que podemos diferenciar entre un delito cierto de uno incierto; en el primero de estos
le corresponde al sujeto una pena establecida por la ley y no servirá de nada la tortura porque es inútil
su confesión, sin embargo en los delitos inciertos, como su nombre lo indica, no se tiene certeza del
mismo, de modo que la persona se presume inocente y por tal razón no debe ser torturado o
atormentado.

Por otro lado, la tortura no es un buen camino para lograr una confesión, ya que muy seguramente las
personas de condición robusta van a aguantar más esta serie de actos violentos, de modo que dichos
sujetos van a ser absueltos de sus penas obteniendo así, una pena menor a la que tenían, aún cuando en
la mayoría de los casos las personas con estas características físicas son culpables, pero logran
aminorar su pena por el simple hecho de resistir una tortura.; es decir, por haber resistido con fuerza su
tortura, será absueltos como inocentes. Sin embargo, los inocentes débiles, quines por su condición
misma, no podrán resistir estos tormentos y de modo que confiesa el delito y es condenado o es
declarado inocente y ha sufrido una pena indebida. Es entonces, donde Beccaria tiene una perspectiva
de la tortura en donde el culpable es absuelto como inocente o simplemente consigue una pena menor,
mientras que el inocente y débil es condenado, es decir, la tortura pone al inocente en una condición
peor que la del reo.

Aun en el siglo XVIII se tenía la percepción de que la dislocación de los huesos sería una buena
purgación de la infamia, porque como ya es sabido, anteriormente ningún delito público podía ser
pasado por alto sino que debía recibir su castigo, sin embargo esta es solo una mera relación moral,
debido a que este “delito” visto hoy en día, no da para un castigo tan severo como lo es la dislocación
de los huesos.

La tortura es un castigo demasiado fuerte en donde se ve al legislador como enemigo de sus vasallos,
de modo que no buscaba la verdad de los hechos sino que buscaba en el reo delitos, de modo que lo
sometía a torturas para así conseguirlo. Sin embargo, el legislador no debería ser enemigo de sus
vasallos, sino que debe juzgarlos con imparcialidad, es aquí donde podemos hacer alusión al principio
de juez natural, en el cual se establece que las personas tienen derecho a un juez preestablecido, con
competencias fijadas en la ley y que de esta manera permita que en el juicio exista una garantía de
imparcialidad.

Por otro lado, es importante señalar que la tortura está prohibida en Colombia, según el artículo 11 de
la constitución política colombiana, el cual expresa “Nadie será sometido a desaparición forzada, a
torturas ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes”.

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