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DOCUMENTO DE CLASE
Clase N°: 3
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3. Desarrollo:
LA PERSONALIDAD JURÍDICA
Introducción. Históricamente el concepto de persona era reservado solo para los
individuos. No es sino a partir de la época del Imperio romano que comienza a
esbozarse la noción de persona jurídica como se concibe en la actualidad, cuando a las
ciudades sometidas y privadas de independencia política se les permitía actuar en el
campo del derecho privado, quedando obligadas como entes a comparecer ante los
jueces según las reglas del proceso civil. “De esta manera se atribuyó por primera vez
capacidad jurídica a entes que no eran personas físicas”. 1
A partir de entonces la situación se extendió a otras agrupaciones de individuos,
observándose un paulatino desarrollo de estas corporaciones que desembocó en el
reconocimiento de una verdadera independencia jurídica respecto de sus miembros, de
modo tal que los derechos y obligaciones de los entes no afectaban a sus integrantes.
Sin embargo es con el capitalismo moderno que la cuestión de la personalidad
jurídica cobró inusitada relevancia pues se adquirió cabal noción de que estas entidades,
especialmente las sociedades anónimas, podían convertirse en eficaces instrumentos
para el desarrollo del comercio y la industria. El gran efecto práctico de esta forma de
agrupamiento que distinguía la entidad de sus miembros componentes, era en primer
lugar permitir reunir grandes masas de capitales que los hombres individualmente no
tenían. Además posibilitaba proyectar emprendimientos riesgosos pues sus integrantes
actuaban con la tranquilidad de saber que el fracaso de la empresa no implicaba la ruina
de su propio patrimonio sino solo la pérdida del aporte societario.
La influencia que las personas jurídicas han tenido en el desarrollo del
maquinismo, el comercio, la industria y la tecnología moderna ha sido y es incalculable.
La acumulación de capitales permitió la formación de poderosas personas jurídicas cuya
influencia resultó decisiva en la producción de bienes y servicios, permitiéndoles el
manejo del mercado de modo de fijar a su arbitrio los precios de las mercancías, incluso
de los artículos de primera necesidad.
Muchas veces el manejo arbitrario de las personas jurídicas atendiendo solo a sus
propios intereses, resulta contrario a los intereses públicos, y en numerosos países
(sobre todo en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo) las entidades
1
Borda, Guillermo A.; Tratado de Derecho Civil. Parte General. T. I, Abeledo Perrot, Bs. As., 1991, p. 556.
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PERSONAS JURÍDICAS.
Concepto. El art. 141 dispone: “Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el
ordenamiento jurídico les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer
obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación”.
De esta definición legal surgen sus elementos característicos: a) La persona
jurídica es un ente, un ser, algo que tiene existencia no humana; b) Tiene la aptitud de
adquirir derechos y contraer obligaciones conferida por el ordenamiento jurídico; c) Tal
aptitud está orientada el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación.
De este modo, la capacidad otorgada por el ordenamiento a las personas jurídicas
está constreñida al “cumplimiento de su objeto y los fines de su creación”, atendiendo a
que, como surge de los Fundamentos del Proyecto, la personalidad jurídica es conferida
por el legislador “como un recurso técnico según variables circunstancias de
conveniencia o necesidad que inspiran la política legislativa”, ello con el fin de
“reconocer la actuación de grupos humanos dentro de la sociedad”, por lo cual la
2
Borda, Guillermo A.; op. cit., p. 558.
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Crovi, Daniel; “Arts. 141 a 224” en Código Civil y Comercial de la Nación comentado. Ricardo Luis
Lorenzetti (Director). Tomo I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, p. 576.
4
Rivera, Julio César (dir.); Código Civil Comentado. Títulos preliminares. Personas; Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2004, p. 140.
5
Boretto, Mauricio. “Comentario a los arts. 141 a 224” en Código Civil y Comercial de la Nación
comentado, Marisa Herrero, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores); Ed. Infojus, T. I, Bs. As.,
2015, p. 283.
6
En este punto seguimos a Borda, Guillermo A.; op. cit., pp. 562-566.
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Ihering sostiene que los verdaderos sujetos de los derechos de una persona de
existencia ideal son sus miembros ya que aquella es un mero ente aparente mientras que
estos son en definitiva los reales destinatarios de los beneficios que el patrimonio puede
rendir.
Planiol por su lado entiende que las personas jurídicas son una forma de propiedad
colectiva de varias personas, similar al condominio, pero en forma de masas distintas.
Kelsen por su parte niega la dualidad derecho objetivo-derecho subjetivo. Funda
su postura en la negación de los derechos subjetivos y del concepto de persona como
sujeto de derecho. No hay otra realidad jurídica que el derecho objetivo. Los derechos
subjetivos no existen, salvo en cuanto son expresión del derecho objetivo.
3.- Teorías de la Realidad (Teoría organicista). Expuesta por Gierke, combate la teoría
de la ficción, afirmando que las personas jurídicas no son entes artificiales creados por
el Estado, sino realidades vivas. Los entes colectivos son organismos sociales dotados
tanto como el hombre para ser sujetos de derecho. La idea de considerar a los entes
colectivos como organismos reales y vivientes, con actos de volición semejantes al ser
humano, importa una ficción más grave que la propia teoría de la ficción.
4.- Teorías de la Realidad (Teoría de la Institución). Una institución “es una idea de
obra o empresa que se realiza y dura jurídicamente en un medio social; para la
realización de esta idea se organiza un poder que le procura los órganos necesarios; por
otra parte, entre los miembros del grupo interesados en la realización de la idea, se
producen manifestaciones de comunión dirigidas por órganos de poder y reglamentadas
por procedimientos”. 7
Mosset Iturraspe señala como elementos de toda institución, los siguientes: a) una
idea fuerza, de obra o de empresa, que encierra los fines de la institución y limita la
capacidad de derecho de la persona jurídica (principio de especialidad); b) la
participación de un número suficiente de individuos, que es lo que acuerda a la idea su
fuerza vital; c) una forma en el tiempo y en el espacio, una organización y un
dispositivo u órgano de poder. 8
Para Borda, una Institución se caracteriza por estos elementos: a) Idea
organizadora, un fin, un propósito que une a todos los asociados; b) La autoridad, es
decir, un poder organizado; c) Un vínculo espiritual de todos los miembros que nace de
7
Hariou; Teoría de la institución y de la fundación, pág. 37. Cita en Peñalba Pinto, Gonzalo; Las causas de
la persona jurídica; Rev. Jur. El Derecho; nº 11689, 1-2-07, p. 2.
8
Mosset Iturraspe, Jorge; Responsabilidad por daños; Rubinzal-Culzoni, 1998, t. III; pp. 412 y sigts.
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Borda, Guillermo A.; op. cit., p. 568.
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Un Estatuto es, por tanto, el instrumento que contiene las reglas básicas sobre las
cuales se estructurará la organización y funcionamiento de las personas jurídicas,
conformando su ley fundamental a cuyas disposiciones deben ajustarse todas las
actividades de la entidad. Es el conjunto de reglas de carácter interno que rige la vida de
las personas jurídicas.
Autorización para funcionar. La regla general sentada por el nuevo Código es la de que
las personas jurídicas requieren autorización legal para funcionar solo en los casos en
que la ley así lo establezca. Dispone el citado art. 142 que la persona jurídica “No
necesita autorización legal para funcionar, excepto disposición legal en contrario. En los
casos en que se requiere autorización estatal, la persona jurídica no puede funcionar
antes de obtenerla”. Tal autorización, en todo caso, no implica un acto de creación de la
persona jurídica sino un reconocimiento formal a su existencia. 10
Requieren autorización del Estado para funcionar: las asociaciones, fundaciones,
las cooperativas, mutuales, entidades financieras, etc.
No requieren de dicha autorización estatal: las sociedades en general, los
consorcios de propietarios, etc.
Clasificación. Las personas jurídicas son públicas o privadas (art. 145).
La nota más precisa de distinción entre las personas de derecho público y las
privadas, reside en el origen de la entidad. Las primeras son creadas por una ley
especial, en cambio las segundas nacen de la voluntad de sus miembros. A su vez, una
entidad privada puede adquirir carácter de pública, siendo en tal caso necesario que la
entidad sufra una transformación de su régimen jurídico.
Las personas jurídicas de carácter público persiguen como finalidad la
satisfacción de un interés de ese mismo tipo.
Tienen carácter público (art. 146):
a) el Estado nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los
municipios, las entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la
República a las que el ordenamiento jurídico atribuya ese carácter (Ej. Banco de la
Nación Argentina, universidades nacionales, etc.);
b) los Estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional público
reconozca personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el extranjero
cuyo carácter público resulte de su derecho aplicable;
10
Borda, Guillermo A.; op. cit., p. 622.
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Las personas jurídicas poseen similares atributos que las personas humanas
(nombre, capacidad, domicilio y patrimonio), con excepción del estado civil que es
privativo de estas.
Nombre de las personas jurídicas. Al igual que las personas humanas, las personas
jurídicas tienen el derecho y el deber de llevar un nombre para su debida identificación,
que en este caso es su denominación social.
La persona jurídica debe tener un nombre que la identifique como tal, con el
aditamento indicativo de la forma jurídica adoptada. La persona jurídica en liquidación
debe aclarar esta circunstancia en la utilización de su nombre.
El nombre debe satisfacer recaudos de veracidad, novedad y aptitud distintiva,
tanto respecto de otros nombres, como de marcas, nombres de fantasía u otras formas de
referencia a bienes o servicios, se relacionen o no con el objeto de la persona jurídica.
No puede contener términos o expresiones contrarios a la ley, el orden público o
las buenas costumbres ni inducir a error sobre la clase u objeto de la persona jurídica.
La inclusión en el nombre de la persona jurídica del nombre de personas humanas
requiere la conformidad de éstas, que se presume si son miembros. Sus herederos
pueden oponerse a la continuación del uso, si acreditan perjuicios materiales o morales
(art. 151).
La Resolución General I.G.J. N° 7/2005 (B.O.25/08/05) regula lo atinente al
nombre de las sociedades comerciales y contratos asociativos en sus arts. 58 a 64, y en
lo que respecta a asociaciones y fundaciones en sus arts. 354 a 360.
Domicilio y sede social de las personas jurídicas. Las personas jurídicas tienen un
domicilio, de similar trascendencia al de las personas humanas. Al respecto el art. 152
sienta como principio general que “El domicilio de la persona jurídica es el fijado en sus
estatutos o en la autorización que se le dio para funcionar. La persona jurídica que posee
muchos establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de dichos
establecimientos sólo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas. El cambio de
domicilio requiere modificación del estatuto. El cambio de sede, si no forma parte del
estatuto, puede ser resuelto por el órgano de administración”.
Esta directiva sobre el alcance del domicilio reviste suma importancia en materia
de notificaciones, pues se tendrán por válidas y vinculantes para la persona jurídica
todas las notificaciones efectuadas en la sede inscripta (art. 153). Ello resulta
concordante con lo previsto en el art. 11 inc. 2) de la ley 19.550 de sociedades
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(por ejemplo, socios de una sociedad colectiva; art. 125 de la LGS, 19.550). La persona
jurídica tiene una personalidad diferenciada de la de sus miembros, lo cual significa
que, en principio, los actos que realice la obligarán económicamente hasta los límites de
su propio patrimonio, que es distinto al de cada uno de los miembros que la componen,
en la medida del cumplimiento de sus fines.
La norma enuncia un principio esencial de la personalidad jurídica que, una vez
otorgada, hace que adquiera una identidad jurídica totalmente independiente de los
miembros que la integran. De ello se deriva simultáneamente una independencia
patrimonial: los derechos y obligaciones de la persona de existencia ideal son imputados
a esta y no a sus integrantes. Este fenómeno se conoce como de independencia o
separación de personería.
En consecuencia, el reconocimiento de la persona jurídica produce las siguientes
consecuencias jurídicas: a) la entidad es una persona distinta de los miembros que la
componen; b) posee patrimonio propio, distinto e independiente del de los socios, de
modo que los bienes pertenecientes a ella no pertenecen a los individuos que la integran,
y viceversa; c) los deudores o acreedores de la sociedad lo son de ella y no de los
socios; d) el socio que celebra un contrato con la sociedad es considerado como un
tercero.
Teoría de la penetración. Inoponibilidad de la persona jurídica. Dado que la sociedad es
una persona distinta de los socios que la componen, y que su patrimonio es
independiente del patrimonio de los socios, los acreedores de la sociedad solo podrán,
en principio, accionar contra esta para hacer efectivo el cobro de sus créditos.
Sin embargo pueden existir casos en los que se utilice a la sociedad como una
pantalla o como un velo, para violar la ley, frustrar derechos de terceros o perseguir
fines extrasocietarios o ajenos a la sociedad. En estas situaciones el juez podrá romper o
“descorrer el velo societario” de esa persona jurídica, dejando a un lado la valla de su
personalidad, y “penetrar” en la realidad, atribuyendo a los socios la responsabilidad por
los actos antijurídicos, lo que implica que estos responderán ante los acreedores con su
propio patrimonio.
De este modo se abrió paso la llamada “teoría de la desestimación de la
personalidad jurídica”, tomada del derecho anglosajón con el “disregard of legal
entity”, sistematizada por el jurista alemán Rolf Serick, quien entiende que sólo podrá
prescindirse de la personalidad jurídica cuando haya abuso de ella, y ello ocurrirá
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Serick, Rolf; Apariencia y realidad en las sociedades mercantiles, ed. Ariel, Barcelona, 1958, trad. J.
Puig Brutau, p. 242. Cita en Dobson, Juan M; El abuso de la personalidad jurídica (en el derecho privado),
2da. ed., Depalma, Bs. As., 1991, p. 178.
12
CSJN, setiembre 4-1973; “Cía. Swift de La Plata s/ quiebra”. ED 51-223.
13
CSJN, febrero 26-1985; “Kellog Co. S.A.C.I. y F. s/ impuesto a los réditos”. Fallos, 307:118.
14
CNCom., Sala D, julio 13-2000; “Districóndor S.A. c/ Editorial Coyuntura S.A.”. LL 2000-F-524.
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CSJN, 31/10/02, C. 972. XXXVI. “Carballo, Atilano c/ Kanmar S.A. (en liquidación) y otros”.
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contraviene los deberes de conducta que configuran el paradigma que impone el actuar
con buena fe, como un buen hombre de negocios y como un buen empleador (arts. 62 y
63, L.C.T.). La jurisprudencia en el fuero nacional del trabajo es abundante en este
aspecto.16
En cambio, la aplicación de la teoría de la desestimación o penetración de la
personalidad societaria exige el cumplimiento de requisitos mucho más severos, ya que
la aplicabilidad del art. 54 de la LGS, en orden a la desestimación y/o inoponibilidad de
la persona jurídica, requiere por cierto que, además del daño a los terceros (en este caso
al trabajador, vgr., por la contratación clandestina), se sume el uso desviado de la
personalidad societaria, es decir, de una conducta que implique un agravio a la justicia,
con la demostración de que la sociedad ha sido interpuesta como “pantalla” para burlar
la ley y desbaratar los derechos de terceros, o sea, que se ha desviado la causa fin del
negocio societario. La propia CSJN ha reiterado este criterio en la causa “Tazzoli”,
haciendo suyo el dictamen del Procurador Felipe D. Obarrio en un caso donde la
Cámara Laboral rechazó extender la condena contra el director de una sociedad
comercial a raíz del pago en negro o de maniobras para desconocer la antigüedad del
trabajador, con fundamento en que “la personalidad jurídica no debe ser desestimada
sino cuando se dan circunstancias de gravedad institucional que permitan presumir
fundadamente que la calidad de sujeto de derecho fue obtenida al efecto de generar el
abuso de ella o violar la ley, debiendo ser aplicado restrictivamente y solo en caso de
existir pruebas concluyentes de que la actuación de la sociedad encubre fines
16
Entre muchos otros: CNAT, Sala III, 19-10-04, Sentencia Nº 86212, Causa nº 33.576/2002 “Fattorini,
Silvana c/ Novasystem S.A. y Otros s/ Despido”; CNCom., sala B, junio 17-2003; “Alarcón, Miguel A. c/
Distribuidora Juárez SRL y otros s/ despido”, TySS, ’04-49; CNAT, Sala III: sent. 73.685 del 11-4-97,
“Delgadillo Linares, Adela c/ Shatell S.A. y otros s/ Despido” (TySS, ‘99-667); “Vidal, Miguel S. c/ Mario
Hugo Azulay y Asoc. SA y otro s/ Despido” (sent. 23-9-97; TySS, ‘99-670); “Duquelsky, Silvia c/ Fuar S.A.
y otro s/ Despido” (sent. 75.790, 19-2-98, TySS, ‘99-675); “Luzardo, Natalia V. c/ Instituto Oftalmológico
SRL y otros s/ Despido” (sent. 17-12-98, TySS, ‘99-676); “Cingiale, María C. y otro c/ Polledo
Agropecuaria S.A. y otros s/ Despido” (sent. 2-3-99; TySS, ‘99-678); “Benalal, Moisés L. c/ Limsmeril
S.R.L. y otro” (sent. 85047, 18-7-03); “Bevaqua Carlos O. c/ Frigorífico Avícola Basavilbaso S.A. y Otros s/
Despido” (12-10-05, Sentencia Nº 87.180); Sala X, “Walter, Nelson E. c/ Masri David y otro s/ Despido”
(TySS, ’01-777); Sala VII, sent. 35.671, 18-09-01, “Nusdeo, Silvina c/ Excelsitas y otro s/ Despido”;
“Magatelli, Ariel R. c/ Edintar Constructora S.A. y otro s/ Despido” (3-11-06, sent. 39708); Sala VI, 02-02-
01, “Maison María c/ Show del Pollo S.R.L. y otros” (LL, 2001–E- 730); 29-11-04, sent. 57659, “Miranda,
Roxana Beatriz c/ Couzy S.R.L. y Otros s/ Despido”; Sala V, 8-8-2011, “Tomás Darío A. c/ Miguel A.
Gallego y Asoc. S.A. y otros s/ despido” (MJ-JU-M-68293-AR).
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CSJN, 4/7/2003. T. 458. XXXVIII. “Tazzoli, Jorge Alberto c/ Fibracentro S.A. y otros S.A. s/ despido”.
Fallos, 326:2156; “Palomeque, Aldo René c/ Benemeth S.A. y otro”, 03/04/2003, Fallos: 326:1062.
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responder por todos los actos que celebren el administrador o el representante mientras
“no sean notoriamente extraños al objeto social” (art. 58, Ley 19.550).
Responsabilidad de las personas jurídicas.
Se entiende por responsabilidad la posibilidad de sancionar a un sujeto por la
realización de un acto antijurídico que le es imputable y que produce determinada
consecuencia perjudicial para otro sujeto. Es necesario distinguir entre la
responsabilidad civil (emanada tanto del incumplimiento de un contrato como de la
ejecución de actos ilícitos que pueden ser o no delitos civiles), y la responsabilidad
penal de las personas jurídicas.
Responsabilidad civil de las personas jurídicas.
Conforme al art. 1763 “La persona jurídica responde por los daños que causen
quienes las dirigen o administran en ejercicio o con ocasión de sus funciones”. De este
modo las personas jurídicas quedan equiparadas a las personas humanas en lo que
respecta a los hechos ilícitos.
a) Las personas jurídicas son responsables de los actos de sus representantes
legales mientras estos actúen dentro de los límites del mandato, y ese mandato que
contiene las facultades del representante, así como sus límites, puede surgir
directamente del propio Estatuto de la entidad, o bien indirectamente de las decisiones
emanadas de asambleas o actas de directorio que hubieran otorgado el mandato o el
poder.
Las personas jurídicas responden así por la falta de cumplimiento de los contratos
que sus representantes celebraron en nombre y representación de ellas. Responden
contractualmente por los actos jurídicos de sus representantes de acuerdo con el alcance
de los poderes que tengan para obligarlas y hasta ese límite, superado el cual la persona
jurídica no tiene responsabilidad alguna, salvo el caso de enriquecimiento sin cau sa. En
lo que exceda estos poderes, el representante queda obligado respecto de los terceros en
forma personal, salvo que el tercero supiera de la insuficiencia de esos poderes. Así, si
alguien actúa como representante de otro sin serlo, o en exceso de las facultades
conferidas por el representado, es responsable del daño que la otra parte sufra por haber
confiado, sin culpa suya, en la validez del acto; pero si hace saber al tercero la falta o
deficiencia de su poder, está exento de dicha responsabilidad (art. 376). Los terceros
pueden exigir que el representante suscriba y les entregue copia firmada por él del
instrumento del que resulta su representación (art. 374). El mandato es el poder que la
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persona jurídica da a sus representantes para que ejecuten un acto o una serie de actos
jurídicos (por ejemplo, se da un poder específicamente para comprar un inmueble en
Mar del Plata; si el representante actúa dentro de los límites del mandato, la persona
jurídica será responsable por el incumplimiento; por el contrario, si se excede de los
límites y compra terrenos en otro lugar, la persona jurídica no será responsable).
Desde ya que si la persona jurídica ratifica el acto celebrado por el representante
aun fuera de los límites de su mandato, será plenamente responsable por sus
consecuencias. En efecto, quien contrata a nombre de un tercero sólo lo obliga si ejerce
su representación; a falta de representación suficiente, el contrato es ineficaz. Sin
embargo, la ratificación expresa o tácita del tercero suple la falta de representación, y la
ejecución del contrato implica ratificación tácita (art. 1025). Lo mismo ocurre si se
tratara de una gestión de negocios, es decir, cuando una persona asume oficiosamente la
gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una
liberalidad y sin estar autorizada ni obligada para ello, el gestor queda personalmente
obligado frente a terceros y sólo se libera si el dueño del negocio ratifica su gestión, o
asume sus obligaciones; y siempre que ello no afecte a terceros de buena fe (art. 1784).
b) La persona jurídica responde también por los hechos ilícitos que cometan sus
representantes, administradores en ejercicio o con ocasión de sus funciones
(responsabilidad directa) e incluso sus dependientes o subordinados (responsabilidad
indirecta). Ello sin perjuicio de la responsabilidad personal que le cabe al representante,
administrador o dependiente. La expresión “en ejercicio de sus funciones” significa que
el hecho ilícito se produce durante el cumplimiento de esas funciones o dentro del
campo de las funciones específicas de la actividad involucrada; mientras que “en
ocasión de sus funciones” debe entenderse que se refiere a aquellos eventos dañosos que
se vinculan indirectamente a la actividad, pero que sin ella no se hubieran producido, es
decir, la función no determina el acto ilícito pero genera la oportunidad que favorece la
producción del daño. En palabras de Borda el daño debe juzgarse hecho “en ocasión de
las funciones” cuando entre el daño y las funciones hay una razonable relación. Si el
conductor del camión de una empresa, mientras ejercita sus funciones, causa daños a un
automóvil, la empresa debe responder por tales daños. Si, en cambio, el daño se produce
mientras el conductor del camión utiliza el vehículo para cuestiones personales, fuera de
su horario de trabajo, la persona jurídica no será responsable y en tal caso responderán
el conductor y el titular de dominio del camión, que puede ser o no la misma empresa, y
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18
Cordeiro Alvarez, Ernesto; Tratado de los Privilegios, Cia. Argentina de Editores, Bs. As., 1941, pp.
36/37.
19
Cordeiro Alvarez, op. cit., pp. 39/40.
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del concepto de delito, en función del postulado nullum crimen sine conducta, de
jerarquía constitucional. 20
Así también lo expuso el propio Zaffaroni en el fallo “Fly Machine S.R.L.” donde
expresó que “más allá de lo que pueda establecerse en ciertas leyes de naturaleza penal,
el requerimiento de conducta humana como presupuesto sistemático para la
construcción del concepto de delito responde a una mínima exigencia de racionalidad
republicana dentro del método dogmático jurídico-penal y su definición se halla
condicionada por los contenidos que surgen de ciertos postulados de jerarquía
constitucional, entre los cuales se destaca el nullum crimen sine conducta”, quien
ponderó asimismo el principio de materialidad de la acción (nulla injuria sine actione)
según el cual “ningún daño, por grave que sea, puede estimarse penalmente relevante
sino como efecto de una conducta”. En síntesis, “la operatividad de la máxima
constitucional nulla injuria sine actione impone la delimitación del concepto jurídico-
penal de conducta, sobre la base de un hacer u omitir que reconocería como único sujeto
activo al ser humano, respecto del cual puede reaccionar el Estado con las penas
legalmente previstas, excluyendo por ende a las personas jurídicas de acuerdo con el
principio societas delinquere non potest (o universitas delinquere nequit); el cual salva
además los irrenunciables principios de culpabilidad y personalidad de la pena”,
agregando luego que “más allá de lo expresado en torno al concepto de acción, existen
otras limitaciones que no hacen viable la responsabilidad penal de las personas
jurídicas. En efecto, una de ellas está configurada por la imposibilidad de realizar a su
respecto el principio de culpabilidad dado que no resulta factible la alternativa de exigir
al ente ideal un comportamiento diferente al injusto -precisamente por su incapacidad de
acción y de autodeterminación-, negando así la base misma del juicio de reproche”. En
este sentido cabe afirmar que reconocer la capacidad penal de una sociedad implica “la
derogación de los principios que rigen la acción, la imputabilidad, la culpabilidad y la
pena”.21
En la doctrina civil, Borda admite la responsabilidad penal de las personas
jurídicas y pone en discusión la postura según la cual esas entidades no podrían cometer
delitos. Entiende que para muchos negocios son los “testaferros ideales”, por la
posibilidad de disimular cuál de sus miembros ha decidido la comisión del delito penal
20
Zaffaroni, Eugenio Raúl; Tratado de Derecho Penal, t. III, Ed. Ediar, 1999, p. 55.
21
CSJN, 30/05/2006, F. 572. XL. “Fly Machine S.R.L. s/ recurso extraordinario”. Disidencia del Dr. Raúl E.
Zaffaroni.
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Borda, Guillermo A.; op. cit., p. 602.
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faciliten la realización de hechos delictivos”. Por eso, será conveniente construir “un
nuevo régimen teórico que indique cuáles son los requisitos y condiciones necesarias
para imponer sanciones de carácter retributivo y preventivo a las personas jurídicas”. 23
No obstante, aun cuando el principio general en nuestro derecho positivo es que
las personas jurídicas carecen de responsabilidad penal, pues los hechos ilícitos solo
pueden ser cometidos por las personas humanas, deben sin embargo responder por las
consecuencias de ellos respecto de los daños y perjuicios civiles producidos por el
accionar de quienes dirijan, representen o administren la persona jurídica. El hecho
ilícito genera dos tipos de acciones: la penal, en la cual si el hecho es delito se determina
una sanción para el autor del mismo, y la civil que tiene por objeto el resarcimiento de
los daños materiales y morales causados y que se rige por el derecho civil.
Las penas propias del derecho penal, como son las penas privativas de la libertad,
no son de aplicación para las personas jurídicas. Solamente en ciertos casos
determinados se les puede aplicar sanciones penales, como ser infracciones a las leyes
cambiarias, de abastecimiento, impositivas, aduaneras, etc., lo que puede acarrear
sanciones consistentes en multas, clausuras, suspensión o supresión de personería
jurídica, decomiso de mercadería, etc. Hay casos en que la persona jurídica es utilizada
como medio para la comisión de delitos, y en estos casos podemos decir que, en última
instancia, toman la decisión y se sirven de la entidad para cometer el ilícito sus
administradores, representantes legales, y controladores.
Algunos delitos previstos en el Código Penal (CP) y en otras normas especiales
que involucran a los administradores de las personas jurídicas, o también a estas, son los
siguientes:
- Concurrencia desleal: el art. 159 CP castiga con multa a la persona “que, por
maquinaciones fraudulentas, sospechas malévolas o cualquier medio de propaganda
desleal, tratare de desviar, en su provecho, la clientela de un establecimiento comercial
o industrial”.
- Administración fraudulenta: quizás la figura más emblemática de la responsabilidad
penal de administradores de sociedades es la prevista en el art. 173, inc. 7 CP, que
castiga con prisión a quien “tuviera a su cargo el manejo, la administración o el cuidado
de bienes o intereses pecuniarios ajenos, y con el fin de procurar para sí o para un
23
Piombo, Daniela I. M.; “La responsabilidad penal de las personas jurídicas”. Trabajo de Seminario en la
UNLP en Derecho Procesal I-Cátedra II, Titular: Emir Alfredo Caputo Tártara, p. 16. Disponible en el sitio:
http://www.jursoc.unlp.edu.ar/documentos/publicaciones/seminario_daniela_piombo.pdf.
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tercero un lucro indebido o para causar daño, violando sus deberes perjudicare los
intereses confiados u obligare abusivamente al titular de éstos”.
- Estelionato: previsto en el art. 173 inc. 9 del CP por el cual se castiga con prisión a
aquel que “...vendiere o gravare como bienes libres, los que fueren litigiosos o
estuvieren embargados o gravados; y el que vendiere, gravare o arrendare como propios,
bienes ajenos”.
- Quiebra fraudulenta: el art. 178 CP pena con prisión a “todo director, síndico,
administrador, miembro de la comisión fiscalizadora o gerente de la sociedad o
establecimiento fallido o del banco o entidad financiera en liquidación sin quiebra, o
contador o tenedor de libros de los mismos, que hubiere cooperado a la ejecución” de
alguno de los actos que dan lugar a la quiebra dolosa o culposa de un comerciante
individual. En general, “los tipos de quiebra son delitos cuyo objeto de ataque es el
patrimonio propio. No obstante, en los delitos de quiebra societaria no es así, ya que los
actos de fraude tienden a perjudicar el patrimonio de otra persona, en este caso jurídica,
diferente de los sujetos activos descriptos en el art. 178, CP”. 24
- Agiotaje (art. 300, inc. 1 CP). La norma castiga con prisión a quien “hiciere alzar o
bajar el precio de las mercaderías por medio de noticias falsas, negociaciones fingidas o
por reunión o coalición entre los principales tenedores de una mercancía o género, con
el fin de no venderla o de no venderla sino a un precio determinado”.
- Balances falsos (art. 300, inc. 2 CP). Se trata de un delito doloso que pena con prisión
al “fundador, director, administrador, liquidador o síndico de una sociedad anónima o
cooperativa o de otra persona colectiva, que a sabiendas publicare, certificare o
autorizare un inventario, un balance, una cuenta de ganancias y pérdidas o los
correspondientes informes, actas o memorias, falsos o incompletos o informare a la
asamblea o reunión de socios, con falsedad, sobre hechos importantes para apreciar la
situación económica de la empresa, cualquiera que hubiere sido el propósito perseguido
al verificarlo”.
- Actos antiestatutarios (art. 301 CP). “Será reprimido con prisión de seis meses a dos
años, el director, gerente, administrador o liquidador de una sociedad anónima, o
cooperativa o de otra persona colectiva que a sabiendas prestare su concurso o
consentimiento a actos contrarios a la ley o a los estatutos, de los cuales pueda derivar
24
Atapuerca, María Belén. “La responsabilidad de los administradores de sociedades”. elDial.com -
DC1EEE. Publicado el 30/04/2015.
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de dichas penas, salvo que probaren que a la fecha de la comisión del hecho no
desempeñaban dichas funciones o no revestían tal condición.
Cabe consignar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde la causa “De
la Rosa Vallejos” 25, sentó desde 1983 una línea de interpretación según la cual las
sanciones aduaneras que aplica la autoridad administrativa son accesorias de la pena
privativa de la libertad que aplican los jueces; en consecuencia, dependen de ésta,
mientras que la facultad de la Aduana de aplicar sanciones no responde a una
jurisdicción propia, sino a su facultad administrativa de imponer ciertas consecuencias
accesorias de la condena penal.
- Infracción a la Ley 23.737 (Ley de Estupefacientes), art. 27: “En todos los casos en
que el autor de un delito previsto en esta Ley lo cometa como agente de una persona
jurídica y la característica requerida para el autor no la presente éste sino la persona
jurídica, será reprimido como si el autor presentare esa característica”.
- Infracción a la Ley N° 24.769 (Ley Penal Tributaria):
a) Art. 9: Delito de apropiación indebida de recursos de la seguridad social. Esta norma
castiga con prisión al empleador o al agente de retención “que no depositare total o
parcialmente el importe de los aportes retenidos a sus dependientes, siempre que el
monto no ingresado superase la suma de $20.000 por cada mes”.
b) Art. 10: Insolvencia fiscal fraudulenta. El delito, penado con prisión, consiste en
provocar o agravar la insolvencia propia o ajena, “frustrando en todo o en parte el
cumplimiento de obligaciones tributarias o de aportes y contribuciones de la seguridad
social nacional, provincial o de la CABA, o derivadas de la aplicación de sanciones
pecuniarias”.
c) Art. 14: Responsabilidad de los administradores de personas jurídicas. “Cuando
alguno de los hechos previstos en esta ley hubiere sido ejecutado en nombre, con la
ayuda o en beneficio de una persona de existencia ideal, una mera asociación de hecho o
un ente que a pesar de no tener calidad de sujeto de derecho las normas le atribuyan
condición de obligado, la pena de prisión se aplicará a los directores, gerentes, síndicos,
miembros del consejo de vigilancia, administradores, mandatarios, representantes o
autorizados que hubiesen intervenido en el hecho punible inclusive cuando el acto que
hubiera servido de fundamento a la representación sea ineficaz”.
25
CSJN, 10/03/1983, “De la Rosa Vallejos, Ramón s/ art. 197 de la ley de Aduanas”. Fallos, 305:249.
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26
Borda, Guillermo A.; op. cit., p. 591.
27
Art. 1648 del Código anterior: “Habrá sociedad cuando dos ó más personas se hubiese mutuamente
obligado, cada una con una prestación, con el fin de obtener alguna utilidad apreciable en dinero, que
dividirán entre sí, del empleo que hicieren de lo que cada uno hubiere aportado”.
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exigidas por esta ley, las que se regirán por lo dispuesto por la Sección IV del Cap. I de
la LGS (art. 21 LGS) y cuya capacidad es limitada y precaria.
Las sociedades tienen sin dudas personalidad jurídica. Explica Suárez Anzorena
que la personalidad “es un recurso técnico instrumental que permite a la pluralidad de
socios actuar como unidad en el mundo jurídico y a través de la actividad de la persona
societaria y el mecanismo interno de participar en utilidades y pérdidas, obrar a los
efectos del fin común que los motiva y los lleva a la anulación del vínculo social”. Por
su lado Arecha y García Cuerva, sostienen que la personalidad jurídica “es el recurso
técnico legal que posibilita considerar al ente como una unidad, distinta de cada uno de
los socios que la componen, y que cuenta con un sistema adecuado a fin de desarrollar
su actividad o finalidad”. 28
Las consecuencias de la personalidad son las siguientes: 1) Reconocimiento de su
aptitud de adquirir derechos y contraer obligaciones y ser un centro de imputación de
normas diferenciadas de los socios que la integran y de otros sujetos de derecho. 2) La
sociedad tiene una voluntad distinta a la de cada uno de sus miembros. Se forma
conforme a los sistemas de reunión y deliberación de los socios (consultas, reunión de
socios, asambleas) y se manifiesta por una persona que obliga a la sociedad, que es el
órgano de representación (art. 11 inc. 6, LGS). 3) Requieren una organización, órganos
que la han de gobernar, administrar y controlar su actuación (órganos de administración
interna, representación externa o frente a terceros, deliberación y fiscalización). 4)
Reconocimiento de un patrimonio propio de ese sujeto, diferente al patrimonio de cada
uno de los socios. Los socios sólo tienen derecho a percibir su parte de las utilidades, si
las hubiera, en el momento de la liquidación y partición o periódicamente al fin de cada
ejercicio. Sin perjuicio de la responsabilidad que a cada miembro de la sociedad le
compete según el tipo adoptado. 5) Derecho a un nombre que las identifique. 6)
Derecho a un domicilio. 7) Capacidad que está determinada por el objeto social (art.11
inc.3, LGS). Conforme al artículo 58 LGS, los administradores sólo la obligan por los
actos que no sean extraños a su objeto; sólo tienen capacidad para la realización de su
objeto y están limitados por la finalidad perseguida por la sociedad. 8) Posibilidad de
actuar en juicio como actora y demandada. 9) Tienen responsabilidad civil y penal
propia.
28
Arecha, Martín y García Cuerva, Héctor M.; “Sociedades comerciales”, 2da. edición actualizada y
aumentada, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1983, p. 16.
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29
Vitolo, Daniel Roque; “La personalidad jurídica en materia societaria” LL 1990-D- 830, pp. 832/833.
30
Verón, Alberto Víctor; “Sociedades comerciales. Ley 19.550” Comentada, anotada y concordada.
Editorial Astrea, Buenos Aires, 1982, pp. 28 a 58.
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aptitud que le confirieron los socios al crearla”; o en otros términos “es el acto jurídico,
que previa la verificación de alguna de las causales previstas en la ley o en los estatutos,
abre el proceso liquidatorio conducente a la extinción de la sociedad como contrato y
como persona jurídica”. 31 Por su lado, el art. 89 de la LSC establece que: “Los socios
pueden prever en el contrato constitutivo causales de resolución parcial y de disolución
no previstas en la ley”. De ello se infiere que la enumeración del art. 94 LSC no es
taxativa o excluyente, pudiendo los socios establecer en el contrato constitutivo causales
de disolución ajenas a la enumeración legal siempre y cuando no se opongan a la ley, el
orden público y las buenas costumbres.
La disolución transforma la actividad de producción de la sociedad en estricta
actividad de liquidación, debiendo protegerse los derechos de los socios y los terceros.
Adoptando la tesis de la identidad, Verón enuncia las siguientes consecuencias de
la disolución societaria: a) la sociedad disuelta mantiene su personalidad jurídica hasta
su completa extinción, así como sus atributos esenciales y la vigencia de su estatuto o
contrato social en lo compatible con el estado de liquidación; b) la sociedad disuelta
puede no entrar en liquidación (vgr. en el caso de fusión); c) se modifica el objeto
social, ya que sólo puede realizar aquellas actividades que tiendan a la realización del
activo y cancelación del pasivo (lo que viene a restringir la capacidad del ente); d) se
altera el funcionamiento y atribuciones de los órganos sociales, principalmente el de
administración; e) no modifica de ningún modo la posición y los derechos de los
acreedores sociales, respecto de la sociedad”. 32
Las normas de la ley en materia de disolución presentan los siguientes caracteres:
1) son de orden público, aunque no impide que los socios puedan incluir otras causales
de disolución; 2) comprende a todos los tipos sociales.
Las causas legales de disolución previstas en el art. 94 de la LSC, son:
1) Por decisión de los socios. Los socios pueden voluntariamente adelantar la
disolución de la sociedad expresando su consentimiento de ponerle fin, en virtud del
principio general de la autonomía de la voluntad (arts. 958 y 962 del Código). La
decisión debe ser adoptada en reunión especial o en asamblea extraordinaria y con el
quórum y mayorías necesarias. Las sociedades de personas o interés requieren
unanimidad, salvo que el estatuto previera otra cosa (art. 163 CCyCN); las sociedades
31
Villegas, Carlos G.; “Derecho de las sociedades comerciales”, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, p.
224.
32
Villegas, Carlos G.; op. cit., p. 227.
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de responsabilidad limitada las mayorías indicadas en el art. 160 LGS, y las sociedades
por acciones las mayorías indicadas en el art. 244 LGS (asamblea extraordinaria). Esta
decisión puede ser impugnada por los socios o accionistas.
2) Por expiración del término por el cual se constituyó. A diferencia del régimen
genérico que regula a las personas jurídicas (art. 155 CCyCN), la sociedad debe
constituirse por un tiempo determinado (art. 11, inc. 5, LGS), debiendo incluso hacer
constar en sus balances de ejercicio la fecha en que se cumple el plazo de duración (art.
62 LGS). Cumplido ese plazo “la sociedad se extingue ipso iure, es decir sin necesidad
de declaración o decisión de los socios en tal sentido, ni tampoco de las autoridades
judiciales o administrativas, las cuales se limitarán a tomar nota del hecho de la
expiración del plazo. Ello sin perjuicio del instituto de la reconducción o reactivación
introducido en nuestro régimen societario por la ley 22.903”. 33
3) Por cumplimiento de la condición a la que se subordinó su existencia. Se trata de una
condición resolutoria que debe estar expresada en el contrato constitutivo. La condición
no debe ser imposible ni contraria a las buenas costumbres o prohibida por las leyes, ni
depender exclusivamente de la voluntad del obligado, de acuerdo al art. 344 del Código.
4) Por consecución del objeto para el cual se formó, o por imposibilidad sobreviniente
de lograrlo. La doctrina señala que “para que se opere esta hipótesis es preciso que el
logro del objeto -o la imposibilidad de conseguirlo- sean absolutos, totales y definitivos
y posteriores a la formación de la sociedad”.34 La imposibilidad de lograr el objeto
social puede derivar de una causa natural o legal.
5) Por la pérdida del capital social. El capital es requisito esencial de la sociedad ya
que es el medio que tiene la misma para cumplir con su objeto. La ley no establece el
porcentaje de pérdida de capital que produce la disolución. Garo y Zaldívar sostienen
que para que opere la causal de disolución tiene que existir pérdida total del capital. Esta
posición concuerda con el art. 96 LGS que establece: “En el caso de pérdida del capital
social, la disolución no se produce si los socios acuerdan su reintegro total o parcial del
mismo o su aumento”.
6) Por declaración de quiebra. La disolución quedará sin efecto si se celebrare
avenimiento o se dispone la conversión. Cuando la declaración judicial de quiebra se
encuentra firme, se produce la disolución de la sociedad fallida. En caso de disponerse
33
Mascheroni, Fernando H.-Muguillo, Roberto A.; Manual de sociedades civiles y comerciales; Buenos
Aires, Ed. Eudeba, 1994, p. 143.
34
Villegas, Carlos Gilberto; op. cit., p. 230.
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35
Tonón, Antonio; “La disolución de la sociedad por causa de la declaración de su quiebra”; LL 1987-D-
964.
36
Villegas, Carlos Gilberto; op. cit., p. 237.
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37
Villegas, Carlos Gilberto; op. cit., p. 239.
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Contrariamente, el art. 46 del anterior Código expresaba: “Las asociaciones que no tienen existencia
legal como personas jurídicas, serán consideradas como simples asociaciones civiles o religiosas, según
el fin de su instituto. Son sujetos de derecho, siempre que la constitución y designación de autoridades
se acredite por escritura pública o instrumentos privados de autenticidad certificada por escribano
público. De lo contrario, todos los miembros fundadores de la asociación y sus administradores asumen
responsabilidad solidaria por los actos de ésta. Supletoriamente regirán a las asociaciones a que este
artículo se refiere las normas de la sociedad civil”. Bajo la modalidad de simples asociaciones
encontrábamos en el régimen legal anterior diversas formas asociativas tales como los “cementerios
privados”, los “clubes de campo”, los “tiempos compartidos vacacionales”, etc.
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los fines estatutarios (art. 202). Además del patrimonio de constitución, y junto con la
solicitud de otorgamiento de la personería jurídica, deben acompañarse los planes de
acción que proyecte ejecutar la entidad en el primer trienio, con indicación precisa de la
naturaleza, características y desarrollo de las actividades necesarias para su
cumplimiento, como también las bases presupuestarias para su realización. Cumplido el
plazo, se debe proponer lo inherente al trienio subsiguiente, con idénticas exigencias
(art. 199).
Es importante destacar que el art. 350 de la Resolución General N° 7/2005 de la
I.G.J., establece que con carácter previo a resolver sobre la autorización para funcionar,
se realizarán visitas de inspección dirigidas a determinar con precisión las condiciones
en que las entidades se propongan funcionar para el cumplimiento de sus objetivos, con
excepción de aquellas entidades cuyos fundadores tengan antecedentes de cumplimiento
de modo que a juicio de la IGJ hagan innecesaria la visita previa de sus inspectores
como condición de aprobación de su constitución (art. 2°). En cuanto al Estatuto, el
Anexo XV de la citada Resolución General contiene el estatuto tipo (modelo) para las
fundaciones.
El único órgano de gobierno obligatorio en las fundaciones es el Consejo de
Administración (art. 201), integrado por un mínimo de tres personas humanas
(consejeros) que pueden ser permanentes o temporarios (art. 204), el que tiene todas las
facultades necesarias para el cumplimiento del objeto de la fundación, dentro de las
condiciones que establezca el estatuto, mientras que el estatuto tipo define sus
respectivos cargos: presidente, secretario y tesorero. Los primeros consejeros son
elegidos por el fundador en el acta constitutiva. El estatuto puede prever la delegación
de facultades de administración y gobierno en favor de un Comité Ejecutivo integrado
por miembros del consejo de administración o por terceros, el cual debe ejercer sus
funciones entre los períodos de reunión del consejo, y con rendición de cuentas a él.
Puede también delegar facultades ejecutivas en una o más personas humanas, sean o no
miembros del consejo de administración. De acuerdo con la entidad de las labores
encomendadas, el estatuto puede prever alguna forma de retribución pecuniaria a favor
de los miembros del comité ejecutivo (art. 205). Pero por lo demás, los miembros del
consejo de administración no pueden recibir retribuciones por el ejercicio de su cargo,
excepto el reembolso de gastos, siendo su cometido de carácter honorario (art. 206). Los
miembros del consejo de administración pueden ser removidos con el voto de por lo
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menos las dos terceras partes de los integrantes del cuerpo. El estatuto puede prever la
caducidad automática de los mandatos por ausencias injustificadas y reiteradas a las
reuniones del consejo (art. 209).
Las fundaciones deben destinar la mayor parte de sus ingresos al cumplimiento de
sus fines. La acumulación de fondos debe llevarse a cabo únicamente con objetos
precisos, tales como la formación de un capital suficiente para el cumplimiento de
programas futuros de mayor envergadura, siempre relacionados al objeto
estatutariamente previsto. En estos casos debe informarse a la autoridad de contralor, en
forma clara y concreta, sobre esos objetivos buscados y la factibilidad material de su
cumplimiento. De igual manera, las fundaciones deben informar de inmediato a la
autoridad de contralor la realización de gastos que importen una disminución apreciable
de su patrimonio (art. 213).
Salvo disposición contraria del estatuto, las reformas del mismo requerirán por lo
menos el voto favorable de la mayoría absoluta de los miembros del consejo de
administración y de los dos tercios en los supuestos de modificación del objeto, fusión
con entidades similares y disolución. La modificación del objeto sólo procede cuando el
establecido por el fundador hubiera llegado a ser de cumplimiento imposible (art. 216).
En caso de disolución, el remanente de los bienes debe destinarse a una entidad de
carácter público o a una persona jurídica de carácter privado cuyo objeto sea de utilidad
pública o de bien común, que no tenga fin de lucro y que esté domiciliada en la
República. Esta disposición no se aplica a las fundaciones extranjeras. Las decisiones
que se adopten en lo relativo al traspaso del remanente de los bienes requieren la previa
aprobación de la autoridad de contralor (art. 217).
Diferencias y semejanzas entre asociaciones y fundaciones:
-Las asociaciones nacen por el acuerdo de una pluralidad de miembros; por el
contrario las fundaciones nacen de la voluntad de una persona.
-En las asociaciones sus miembros son los que gobiernan la entidad, y en las
fundaciones el gobierno de la entidad está regulado por la voluntad del fundador y los
administradores no pueden apartarse de ella.
-El patrimonio de las asociaciones tiene un fin propio a cumplir, los miembros son
interesados, en cambio en las fundaciones realizan un fin ajeno al del fundador y los
destinatarios son extraños a la entidad.
-Las fundaciones no tienen miembros sino destinatarios.
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39
http://www.inaes.gob.ar/es/articulo.asp?id=39
40
http://www.me.gov.ar/efeme/cooperacion/principios.html
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reúnen los siguientes caracteres: 1º. Tienen capital variable y duración ilimitada. 2º. No
ponen límite estatutario al número de asociados ni al capital. 3º. Conceden un solo voto
a cada asociado, cualquiera sea el número de sus cuotas sociales y no otorgan ventaja ni
privilegio alguno a los iniciadores, fundadores y consejeros, ni preferencia a parte
alguna del capital. 4º. Reconocen un interés limitado a las cuotas sociales, si el estatuto
autoriza aplicar excedentes a alguna retribución al capital. 5º. Cuentan con un número
mínimo de diez asociados, salvo las excepciones que expresamente admitiera la
autoridad de aplicación y lo previsto para las cooperativas de grado superior. 6º.
Distribuyen los excedentes en proporción al uso de los servicios sociales, de
conformidad con las disposiciones de esta ley, sin perjuicio de lo establecido por el
artículo 42 de la ley para las cooperativas o secciones de crédito. 7º. No tienen como fin
principal ni accesorio la propaganda de ideas políticas, religiosas, de nacionalidad,
región o raza, ni imponen condiciones de admisión vinculadas con ellas. 8º. Fomentan
la educación cooperativa. 9º. Prevén la integración cooperativa. 10. Prestan servicios a
sus asociados y a no asociados en las condiciones que para este último caso establezca
la autoridad de aplicación y con sujeción a lo dispuesto en el último párrafo del artículo
42 de la ley. 11. Limitan la responsabilidad de los asociados al monto de las cuotas
sociales suscriptas. 12. Establecen la irrepartibilidad de las reservas sociales y el destino
desinteresado del sobrante patrimonial en casos de liquidación.
La denominación social debe incluir los términos “cooperativa” y “limitada” o sus
abreviaturas. Las cooperativas pueden asociarse con personas de otro carácter jurídico a
condición de que sea conveniente para su objeto social y que no desvirtúen su propósito
de servicio, pero no pueden transformarse en sociedades comerciales o asociaciones
civiles siendo nula toda decisión en contrario.
Se constituyen por acto único y por instrumento público o privado, labrándose
acta que debe ser suscripta por todos los fundadores. El estatuto debe contener, como
mínimo: 1º La denominación y el domicilio; 2º La designación precisa del objeto social;
3º El valor de las cuotas sociales y del derecho de ingreso si lo hubiera, expresado en
moneda argentina; 4º La organización de la administración y la fiscalización y el
régimen de las asambleas; 5º Las reglas para distribuir los excedentes y soportar las
pérdidas; 6º Las condiciones de ingreso, retiro y exclusión de los asociados; 7º Las
cláusulas necesarias para establecer los derechos y obligaciones de los asociados; 8º Las
cláusulas atinentes a la disolución y liquidación.
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duración del cargo de consejero no puede exceder de tres ejercicios y son reelegibles,
salvo prohibición expresa del estatuto. Es importante señalar que las cooperativas deben
contar desde su constitución y hasta que finalice su liquidación con un servicio de
auditoría externa a cargo de contador público nacional inscripto en la matrícula
respectiva (art. 81 de la ley).
La existencia de las cooperativas finaliza con su disolución. El art. 86 de la ley
prevé que procede la disolución: 1º Por decisión de la Asamblea; 2º Por reducción del
número de asociados por debajo del mínimo legal o del admitido por la autoridad de
aplicación. La disolución procederá siempre que la reducción se prolongue durante un
lapso superior a seis meses; 3º Por declaración en quiebra. La disolución quedará sin
efecto si se celebrara avenimiento o concordato resolutorio; 4º Por fusión o
incorporación en los términos del art. 83 de la ley; 5º Por retiro de la autorización para
funcionar, previsto por el art. 101 inciso 4 de la ley; 6º Cuando corresponda en virtud de
otras disposiciones legales.
Disuelta la cooperativa se procederá inmediatamente a su liquidación, salvo en los
casos previstos por el art. 83 (fusión o incorporación a otra cooperativa). La cooperativa
en liquidación conserva su personalidad a ese solo efecto. La liquidación está a cargo
del consejo de administración, salvo disposición en contrario del estatuto. En su defecto,
los liquidadores serán designados por la asamblea dentro de los treinta días de haber
entrado la cooperativa en estado de liquidación. No designados los liquidadores, o si
estos no desempeñaran el cargo, cualquier asociado podrá solicitar al juez competente el
nombramiento omitido o una nueva elección, según corresponda.
Es deber de los liquidadores confeccionar, dentro de los treinta días de asumido el
cargo, un inventario y balance del patrimonio social, que someterán a la asamblea
dentro de los treinta días subsiguientes. También deben informar al síndico, por lo
menos trimestralmente, sobre el estado de la liquidación. Si la liquidación se
prolongara, se confeccionarán además balances anuales. Los liquidadores ejercen la
representación de la cooperativa y están facultados para efectuar todos los actos
necesarios para la realización del activo y cancelación del pasivo con arreglo a las
instrucciones de la asamblea, bajo pena de incurrir en responsabilidad por los daños y
perjuicios causados por su incumplimiento. Actuarán empleando la denominación social
con el aditamento “en liquidación”, cuya omisión los hará ilimitada solidariamente
responsables por los daños y perjuicios.
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Régimen legal. En nuestro país las mutuales están reguladas por la Ley 20.321 (B.O.
10/5/73), que las reconoce como sujetos de derecho con el alcance que la propia ley
establece, y como personas jurídicas, reconociéndose tal carácter en el art. 148 inc. f)
del Código.
Son asociaciones mutuales las constituidas libremente sin fines de lucro por
personas inspiradas en la solidaridad, con el objeto de brindarse ayuda recíproca frente a
riesgos eventuales o de concurrir a su bienestar material y espiritual, mediante una
contribución periódica (art. 2), que deben inscribirse en el Registro Nacional de
Mutualidades previo cumplimiento de los recaudos que establezca el Instituto Nacional
de Acción Mutual creado por Ley 19.331 (B.O. 9/11/1971) organismo que actuara como
autoridad de aplicación del régimen legal de las asociaciones mutuales, cuyo fin
principal es concurrir a la promoción y desarrollo de las mutualidades, ejerciendo entre
otras las siguientes funciones: a) reconocer a las asociaciones mutuales y conceder,
denegar o retirar la autorización para actuar como tales en todo el territorio de la
Nación; b) llevar el Registro Nacional de Mutualidades; c) ejercer el control público y la
superintendencia de esas asociaciones, fiscalizando su organización, funcionamiento,
solvencia, calidad y naturaleza de las prestaciones y su disolución y liquidación; d)
prestar asistencia técnica y asesoramiento a las mutuales y a las instituciones públicas y
privadas en general en los aspectos social, educativo, económico, organizativo, jurídico,
financiero y contable, vinculados al funcionamiento y desarrollo de las mismas
asociaciones; e) apoyar económica y financieramente a las mutuales, por vía de
préstamos de fomento o subsidios y ejercer los controles y acciones pertinentes en
relación al apoyo acordado, etc. (art.2 Ley 19.331).
El Decreto 420/96 (B.O. 15/04/96) dispuso en su art. 2 disolver el Instituto
Nacional de Acción Mutual (INAM) creado por la Ley N°19.331 y sus modificatorias,
mientras que por su art. 3 asignó al Instituto Nacional de Acción Cooperativa y Mutual
(hoy INAES) el cumplimiento de los objetivos y la responsabilidad de la aplicación de
lo establecido en las Leyes N° 19331, N° 20.321, N° 20.337, N° 23.427 y N° 23566, y
las demás obligaciones y derechos emergentes de las normas que actualmente rigen los
Institutos Nacional de Acción Cooperativa y de Acción Mutual, y de toda otra norma
referida a la actividad cooperativa y/o mutual que pudiera dictarse en el futuro.
Son prestaciones mutuales aquellas que, mediante la contribución o ahorro de sus
asociados o cualquier otro recurso lícito, tiene por objeto la satisfacción de necesidades
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Resqui Pizarro, Jorge C.; El 'bystander': una nueva figura en la ampliación de sujetos consumidores;
MJ-DOC-5242-AR | MJD5242.
42
Rusconi, Dante D.; “La noción de consumidor en la nueva Ley de Defensa del Consumidor”, JA 2008-II-
1231.
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43
CNCiv, 26/02/2009, “Lezcano, Yolanda c/ Metrovías S.A. s/ daños y perjuicios”. Conf. Lorenzetti,
Ricardo L. “Consumidores”, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa F, 2003, p. 74.
44
Mosset Iturraspe, J. y Lorenzetti, Ricardo L.; Defensa del Consumidor. Ley 24.240, Santa Fe, Rubinzal-
Culzoni, 1994, pp. 74/75.
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45
Kemelmajer de Carlucci, Aída - Tavano de Aredes, María Josefina; “La protección del consumidor en el
derecho privado”, Derecho del consumidor, 1991, Nº 1 p. 1; citado por Farina, Juan M.; Defensa del
consumidor y del usuario, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1995, p. 13.
46
CNCom, Sala D, 15/05/08, “Bieniauskas, Carlos c/ Banco de la Ciudad de Buenos Aires s/ Ordinario”.
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47
Farina, Juan M.; Contratos Comerciales Modernos, Editorial Astrea, Bs. As., 1999, p. 259.
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De las relaciones del consumo derivan, para ambas partes contratantes, una serie
de derechos y deberes que interactúan y que generan obligaciones para los oferentes,
proveedores o prestadores. Frente a las actuales relaciones de consumo, los derechos del
consumidor deben interpretarse en forma amplia, con la idea de aportar al equilibrio de
los mecanismos del mercado. La actividad del consumidor es un concepto dinámico
formado por actos en continua renovación que a su vez merecen protección legal
adecuada, consolidándose así un sinnúmero de derechos, de los cuales los más
importantes son los siguientes:
1.) Derechos Primarios Fundamentales:
a) Derecho de acceso al consumo (que involucra a la libertad de elección y la no
discriminación ni arbitrariedad, trato equitativo y digno en el acceso al consumo). El
derecho de acceso al consumo es el derecho a no ser discriminado arbitrariamente en la
relación de consumo por parte de proveedores de bienes y servicios, como una
extensión de los derechos ciudadanos al ámbito específico del consumo. Se consagró
inicialmente en el art. 42 de la CN un trato equitativo y digno y ahora con plenitud
normado ampliamente en el art. 8 bis, introducido por la Ley 26.361.
El Estado así asegura a todos los usuarios consumidores un trato igualitario en el
mercado, de manera que no puedan ser menoscabados en sus atributos esenciales como
seres humanos. Es decir, no pueden ser excluidos u objeto de tratos inadecuados en
razón de su edad, credo religioso, sexo, condición económica o social, tipo racial, etc.
Estas violaciones ahora con sanción especifica, las encontramos a diario, por ejemplo,
en la discriminación por edad que se predispone en pólizas de seguros para las garantías
hipotecarias o prendarías; en los contratos de medicina prepaga por limite de edad; en
las tarifas diferenciales aéreas, o en hoteles para extranjeros, etc. Estas discriminaciones
antes de la reforma habían generado la respuesta de pleno amparo en el art. 43 CN. Hoy,
ante la nueva regulación prevista en el art. 8 bis, son severamente sancionadas.
Sólo la ley o normas habituales de comercio pueden establecer algunas
limitaciones de carácter lícito; como por ejemplo, no admitir ebrios o menores de edad
en determinados establecimientos, o no atender fuera del horario debidamente
anunciado.
El art. 8 bis de la LDC dispone: “Trato digno. Prácticas abusivas. Los proveedores
deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los
consumidores y usuarios. Deberán abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los
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http://www.proconsumer.org.ar/consultas/capitulo2.htm
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de exigir ser tratado por el oferente de un modo que se respete su dignidad y la equidad
a la que tiene derecho por naturaleza, etc., entre otros aspectos”. 49
Por ello la educación para el consumo se plantea como el desarrollo de aquellas
capacidades y actitudes que promueven un consumo más equilibrado y racional,
buscando responder a necesidades reales frente a las ofertas y estrategias que utiliza la
sociedad y potenciar el ejercicio de los deberes y derechos del consumidor. Como
señala Farina, “educar significa ayudar a que la capacidad de discernir oriente a los
sujetos hacia una meta de superación a cuyo objetivo debe contribuir la información que
se brinde al individuo”, de donde se sigue que la información no es un fin en si mismo
sino un medio para educar y contribuir al proceso formativo de la persona. Educar al
consumidor significa “orientarlo para que logre independizarse del sometimiento a que
lo tiene atado el consumismo, así como descubrir que es lo más conveniente para su
posibilidades económicas, para su salud, para su integridad física, para su desarrollo
cultural”. Por ello, si el tema de la educación del consumidor se “toma en serio”, las
regulaciones que traten sobre él estarán destinadas a tener una gran trascendencia social,
siempre que los gobiernos (nacional y provinciales) den debido cumplimiento a las
mismas.50
Debido a la enorme cantidad de productos disponibles y la variación en la calidad
de los mismos, los consumidores no pueden satisfacer sus necesidades personales de
forma eficaz, y el desarrollo comercial crea constantemente necesidades artificiales. No
todos los consumidores serán capaces de filtrar las influencias de la industria y del
sector de la publicidad. Los ciudadanos necesitan información y educación y la
conciencia de la diferencia existente entre las necesidades reales y la percibidas y como
ser selectivo para satisfacer realmente sus necesidades. Los rápidos cambios y los
riesgos potenciales en el consumo hacen que sea indispensable para el consumidor
considerar las consecuencias de su consumo. 51
El objetivo entonces es desarrollar en el consumidor actitudes conscientes,
solidarias y críticas, que lo hagan sentirse satisfecho de actuar en forma responsable
ante los hechos de consumo, y los objetivos que la educación para el consumo pretende
lograr en el contexto actual son, entre otros: hacer reflexionar a la persona sobre las
49
Suárez, Enrique Luis; “La Educación del Consumidor en la Reforma a la Ley de Consumidor”;
elDial.com, 28/04/08.
50
Farina, Juan M.; “Defensa del Consumidor y del Usuario”, Buenos Aires, Ed. Astrea, 1995, p. 469.
51
Ver http://www.dolceta.eu/espana/Mod4/spip.php?article2.
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necesidades básicas para vivir; desarrollar una actitud prudente y crítica ante los
mensajes publicitarios; aprovechar y respetar al máximo los bienes que poseemos tanto
individuales como colectivos; saber interpretar las etiquetas y leyendas de los
productos; evaluar y proyectar las posibles consecuencias de la contratación del bien o
del servicio; participar en organismos de defensa de los derechos de los consumidores,
etc.
2.) Derechos sustanciales:
a) Derecho a la seguridad (derecho a la salud, integridad, protección del medio
ambiente y prevención de daños). La LDC establece en su art. 5º “Protección al
consumidor. Las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que,
utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno
para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios”. La norma intenta
evitar la elaboración de productos que, utilizados en condiciones previsibles o normales
de uso, presenten peligro para la salud o integridad física o puedan generar situaciones
de riesgo en los consumidores.
Por su lado son “cosas y servicios riesgosos” las cosas y servicios, incluidos los
servicios públicos domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un riesgo para la salud
o la integridad física de los consumidores o usuarios, los que deben comercializarse
observando los mecanismos, instrucciones y normas establecidas o razonables para
garantizar la seguridad de los mismos. En tales casos debe entregarse un manual en
idioma nacional sobre el uso, la instalación y mantenimiento de la cosa o servicio de
que se trate y brindarle adecuado asesoramiento. Igual obligación regirá en todos los
casos en que se trate de artículos importados, siendo los proveedores responsables del
contenido de la traducción (art. 6).
La noción de seguridad en materia de consumo procura que el usuario no sea
avasallado por el proveedor, quien si impusiera su superioridad cognitiva, económica,
profesional, teórica y probatoria, no haría más que aumentar la indefensión de quien se
encuentra en una posición de manifiesta debilidad, como lo es el usuario. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación ha considerado que: “La noción de seguridad trata de
impedir que el poder de dominación de una parte en dicha relación afecte los derechos
de quienes se encuentran en situación de debilidad; es decir, el consumidor y el
usuario”.52
52
CSJN, 09/03/2010, autos “U. M. H. c/Transportes Metropolitanos Gral. Roca”, elDial - AA5CA1.
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Por ello, los usuarios son acreedores del deber de seguridad que recae sobre el
prestador de brindar el servicio o sobre el proveedor de un bien. Y, consecuentemente,
los proveedores están obligados a brindar la prestación en condiciones que garanticen la
seguridad de los usuarios de bienes y servicios.
El derecho a la seguridad no es un fin en si mismo, sino que es el medio que
permite que los usuarios puedan ser protegidos en su derecho a la vida, su derecho a la
salud (tanto física como psíquica), y sus derechos patrimoniales. Entonces, se advierte
la importancia de la seguridad en materia de derecho del consumidor, ya que es el
instrumento que facilita que el usuario pueda acceder a un servicio o adquirir un bien, o
transitar por las dependencias del proveedor, minimizando los riesgos que le puede
ocasionar la relación jurídica. De ello se desprende que la seguridad es una carga para el
proveedor, un deber que sobre él recae; es un derecho inescindible a la categoría de
usuario; es un medio que permite que los usuarios sean protegidos en su derecho a la
vida, a la salud, en su dignidad, en su patrimonio. Debe ser brindada por el proveedor
con relación al objeto del servicio que se presta, con respecto al bien que es objeto de la
relación de consumo, en las instalaciones donde se vende el bien o el servicio, con
alcance también en las adyacencias a las instalaciones donde se presta. 53
La disminución de seguridad en los bienes y servicios se adquiere a partir de una
irregularidad en la prestación del servicio o defecto en el caso de los productos. Y así
como los productos deben ser elaborados bajo normas de seguridad y siguiendo las
reglas tecnológicas y científicas apropiadas, los servicios de cualquier naturaleza deben
garantizar la seguridad del usuario, tanto en la prestación en sí misma como en el
ámbito donde ella se realiza o desarrolla. Este es el lineamiento trazado por el art. 42
CN que expresamente reconoce a la seguridad económica y extraeconómica, como un
derecho inalienable de los consumidores y usuarios en las relaciones de consumo.
La organización productiva o de comercialización de bienes y servicios es en sí
misma generadora y potenciadora de riesgos, siendo absolutamente equitativo que quien
con su actividad genera riesgos y además obtiene un aprovechamiento económico de
ellos asuma la responsabilidad frente a esos riesgos que genera. Esta responsabilidad es
objetiva en tanto el deudor no se libera demostrando su obrar diligente; sino que sólo lo
53
Lowenrosen, Flavio I.; Algunas reflexiones sobre el concepto “deber de seguridad del proveedor”, El
Dial Express, 07/05/2010.
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54
Lovece, Graciela Isabel; “Las relaciones de Consumo. La seguridad como nuevo principio general del
derecho”. 16/05/07. Microjuris.com. MJ-DOC-3144-AR | MJD3144.
55
Lovece, Graciela Isabel; op. cit.
56
B.O. 14/06/2016.
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57
Arias Cáu, Esteban Javier; La violación del derecho de información como falta formal y sus
consecuencias; MJ-DOC-4124-AR | MJD4124.
58
Gelli, María Angélica, “Constitución de la Nación Argentina. Comentada y concordada. Segunda
edición ampliada y actualizada”. La Ley, Buenos Aires, 2003, p. 373. Cita en Arias Cáu, Esteban, op. cit.
59
Schvartz, Liliana, “Defensa de los derechos de los consumidores y usuarios: Manual teórico-práctico”,
García Alonso, Buenos Aires, 2005, p. 67.
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60
Lowenrosen, Flavio I.; Breve análisis sobre la importancia del derecho a la información en las
relaciones de consumo; elDial.com - DC13DE, 06/08/2010.
61
Arias Cáu, Esteban; op. cit.
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62
B.O.: 4/12/2017.
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referencia a la página web y/o línea telefónica deberá proporcionarse con caracteres
tipográficos que sean fácilmente legibles, acorde con el dispositivo utilizado.
c) Derecho a la protección de los intereses económicos (calidad de productos y
servicios, justicia contractual y reparación de daños). Se trata de la protección de los
legítimos intereses económicos y sociales del consumidor. Su contenido alcanza desde
la exigencia de calidad y eficiencia de los productos y servicios, hasta la existencia de
organismos administrativos y judiciales que apliquen, sin demora, una verdadera
justicia contractual y, además, a mecanismos de compensación idónea en casos de
reparación de daños. La reforma a la ley de defensa del consumidor ha introducido
figuras para contrarrestar el castigo a los intereses económicos sufridos por el
consumidor .Entre ellas el daño directo y el daño punitivo.
En este sentido el art. 9 de la LDC establece: “Cosas Deficientes Usadas o
Reconstituidas. Cuando se ofrezcan en forma pública a consumidores potenciales
indeterminados cosas que presenten alguna deficiencia, que sean usadas o reconstituidas
debe indicarse la circunstancia en forma precisa y notoria”.
Asimismo la LDC introduce el derecho a la retractación disponiendo de manera
específica, aunque restringidamente, el derecho que todo consumidor puede ejercer a
efectos de reflexionar si desea aceptar o cancelar su compra. Este derecho es poco
difundido en nuestro país y su aplicación está actualmente circunscripta a los casos
contemplados en el art. 34 de la LDC (texto según Ley 26.361), que expresa:
“Revocación de aceptación. En los casos previstos en los artículos 32 y 33 de la ley
(ventas domiciliarias, por correspondencia y otras), el consumidor tiene derecho a
revocar la aceptación durante el plazo de diez (10) días corridos contados a partir de la
fecha en que se entregue el bien o se celebre el contrato, lo último que ocurra, sin
responsabilidad alguna. Esta facultad no puede ser dispensada ni renunciada. El
vendedor debe informar por escrito al consumidor de esta facultad de revocación en
todo documento que con motivo de venta le sea presentado al consumidor. Tal
información debe ser incluida en forma clara y notoria. El consumidor debe poner el
bien a disposición del vendedor y los gastos de devolución son por cuenta de este
último”.
Este nuevo derecho era conocido en el derecho romano como el “pactum
displicentiae” (pacto de desagrado). Era la compra sujeta a la aprobación por el
adquirente, quien, con sólo manifestar su disconformidad con respecto a la cosa vendida
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63
Medina, Marcos; “Los nuevos mecanismo de Participación de las Asociaciones de Consumidores en
Argentina”; ver: http://www.aaeap.org.ar/ponencias/Data/medina_marcos.pdf.
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Lowenrosen, Flavio I.; Análisis sobre la denominada Acción del Consumidor; 1/10/10, elDial.com,
DC146A.
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al demandado (el sujeto dañador) por haber cometido un hecho particularmente grave y
reprobable con el fin de disuadir o desanimar a acciones del mismo tipo”. 65
Sostiene Shina que los daños punitivos consisten “en un plus indemnizatorio que
se impone al agente dañador, a favor del damnificado. La finalidad que tienen los DP no
es solamente indemnizatoria, sino que procuran disuadir al dañador evitando la
repetición de conductas similares. Es decir, los DP cumplen un doble propósito: uno, de
carácter netamente individual, al reparar la violación de un derecho subjetivo; el otro
social, al intentar que la ocurrencia de daños disminuya y no se repita. La
desvinculación del daño de la multa impuesta es la clave para entender el
funcionamiento de los DP. Esta duplicidad entre el daño sufrido y la pena impuesta
permite que el Derecho intervenga sobre la conducta del sujeto dañador para prevenir la
ocurrencia de daños. El monto elevado de la penalidad busca disuadir al sujeto, evitando
que emprenda conductas ilícitas por temor a una multa que sea mucho más elevada que
el valor económico del daño que ha ocasionado. La finalidad preventiva de los DP es
más importante que la referida a la reparación concreta del daño”.
Sabido es que las indemnizaciones tradicionales compensan a la víctima de un
daño y procuran reponer exactamente lo que perdió a causa del mismo. “Pero si se
admite que el daño desaparece por efecto de su reparación, también se anula la idea de
víctima luego de ser compensada, y la de dañador luego de remediar el daño”. Esta
lógica, según Shina, “induce a reflexionar que un daño causado deliberadamente es
aceptable si luego es reparado. Sin embargo, esta idea se apoya en un pragmatismo
economicista antagónico con la ética. Si se aprueba la idea de que la reparación de los
daños vuelve las cosas al estado anterior al perjuicio, el ‘daño reparado’ equivale al ‘no
daño’. Entonces, ¿por qué no permitir la ocurrencia de todo daño que luego pueda ser
compensado?”, reflexionando así que “Si se acepta que una indemnización es capaz
volver las cosas al estado anterior al suceso dañoso, no existiría el concepto de daño, ni
el de víctima, ni el de agente dañador. Los DP, en su formulación teórica, cumplen
objetivos más ambiciosos en términos filosóficos; pues al tiempo que reparan un daño
concreto, tienen un efecto disuasivo sobre el agente dañador, evitando que repita en el
futuro la conducta reprochable”. Recapitulando en torno a los DP, Shina concluye que
“a) En principio la mayor parte de la doctrina coincide en que los DP son una multa de
carácter civil; b) La finalidad de los DP es disuasoria y preventiva, y tienen una
65
Celayez, Nancy; “Daño punitivo: conveniencia de su aplicación”. elDial.com - DC14E7.
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66
Shina, Fernando; “Los Daños Punitivos en el Derecho Argentino. Experiencia en el Derecho
comparado”. elDial.com - DC1537.
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de la cual podrán obtener copia las partes; se celebrará con la presencia personal del
Auditor en las Relaciones de Consumo, bajo sanción de nulidad. El Auditor en las
Relaciones de Consumo dictará resolución definitiva en el mismo acto de la audiencia.
En caso de no ser ello posible, deberá hacerlo dentro del plazo de 5 días contados desde
la fecha de la audiencia o de la producción de la prueba que estuviera pendiente.
La resolución dictada por el Auditor en las Relaciones de Consumo podrá ser
impugnada por medio de recurso judicial directo ante la Cámara Nacional de
Apelaciones en las Relaciones de Consumo o ante la Cámara de Apelaciones
correspondiente.
Finalmente la Ley 26.993 establece la creación de la Justicia Nacional en las
Relaciones de Consumo. En el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se
ejercerá por ocho Juzgados Nacionales de Primera Instancia en las Relaciones de
Consumo y una Cámara Nacional de Apelaciones en las Relaciones de Consumo que
contará con dos Salas. La Justicia Nacional en las Relaciones de Consumo será
competente en las causas referidas a relaciones de consumo regidas por la ley 24.240,
sus modificatorias y toda otra normativa que regule relaciones de consumo y no
establezca una jurisdicción con competencia específica, en aquellas causas en las cuales
el monto de la demanda, al tiempo de incoar la acción, no supere el valor equivalente a
cincuenta y cinco (55) Salarios Mínimos, Vitales y Móviles (art. 42). La Cámara
Nacional de Apelaciones en las Relaciones de Consumo actuará: a) Como Tribunal de
Alzada de los Juzgados Nacionales de Primera Instancia en las Relaciones de Consumo;
b) Como Tribunal competente en el recurso directo contra las resoluciones dictadas por
el Auditor en las Relaciones de Consumo (art. 39 ley 26.993); c) Como instancia
judicial revisora de las sanciones administrativas aplicadas en el marco de las leyes
22.802, 24.240 y 25.156, y sus respectivas modificatorias, o las que en el futuro las
sustituyan. A tal efecto, no se encontrará limitada por el monto establecido en el artículo
42 de la presente ley. En el resto del país, para los casos previstos en los incisos b) y c)
precedentes, la función será ejercida por las Cámaras de Apelaciones que correspondan.
Condiciones de la oferta y venta de bienes y servicios (Cap. III LDC).
Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la
emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de
comienzo y de finalización, así como también sus modalidades, condiciones o
limitaciones. La revocación de la oferta hecha pública solo es eficaz una vez que haya
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sido difundida por medios similares a los empleados para hacerla conocer. La no
efectivización de la oferta será considerada negativa o restricción injustificada de venta,
pasible de las sanciones que prevé el art. 47 de la LDC.
Efectos de la Publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios,
prospectos, circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato
con el consumidor y obligan al oferente. En los casos en que las ofertas de bienes y
servicios se realicen mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos o por
correos, publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar el nombre,
domicilio y número de CUIT del oferente (art. 8 LDC, texto según punto 3.2 del Anexo
II, Ley 26.994).
Cosas Deficientes Usadas o Reconstituidas. Cuando se ofrezcan en forma pública a
consumidores potenciales indeterminados cosas que presenten alguna deficiencia, que
sean usadas o reconstituidas debe indicarse las circunstancias en forma precisa y notoria
(art. 9).
Contenido del documento de venta. Asimismo, en el documento que se extienda por la
venta de cosas muebles o inmuebles, sin perjuicio de la información exigida por otras
leyes o normas, deberá constar: a) La descripción y especificación del bien; b) Nombre
y domicilio del vendedor; c) Nombre y domicilio del fabricante, distribuidor o
importador cuando correspondiere; d) La mención de las características de la garantía
conforme a lo establecido en esta ley; e) Plazos y condiciones de entrega; f) El precio y
condiciones de pago; g) Los costos adicionales, especificando precio final a pagar por el
adquirente.
La redacción debe ser hecha en idioma castellano, en forma completa, clara y
fácilmente legible, sin reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa o
simultáneamente. Cuando se incluyan cláusulas adicionales a las aquí indicadas o
exigibles en virtud de lo previsto en esta ley, aquellas deberán ser escritas en letra
destacada y suscritas por ambas partes. Deben redactarse tantos ejemplares como partes
integren la relación contractual y suscribirse a un solo efecto. Un ejemplar original debe
ser entregado al consumidor (art. 10 LDC).
Incumplimiento de la obligación. El incumplimiento de la oferta o del contrato por el
proveedor, salvo caso fortuito o fuerza mayor, faculta al consumidor, a su libre elección
a: a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que ello fuera posible; b)
Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente; c) Rescindir el contrato con
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del pago, los conceptos reclamados deben facturarse por documento separado, con el
detalle antes consignado (art. 30 bis).
Variaciones en el consumo. Cuando una empresa de servicio público domiciliario con
variaciones regulares estacionales facture en un período consumos que exceden en un
setenta y cinco por ciento (75%) el promedio de los consumos correspondientes al
mismo período de los dos (2) años anteriores se presume que existe error en la
facturación. Para el caso de servicios de consumos no estacionales se tomará en cuenta
el consumo promedio de los últimos doce (12) meses anteriores a la facturación. En
ambos casos, el usuario abonará únicamente el valor de dicho consumo promedio (art.
31).
Venta domiciliaria, por correspondencia y otras (Cap. VII LDC).
Venta domiciliaria: es la oferta o propuesta de venta de un bien o prestación de un
servicio efectuada al consumidor fuera del establecimiento del proveedor. También se
entenderá comprendida dentro de la venta domiciliaria o directa aquella contratación
que resulte de una convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del
proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o
parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.
El contrato debe ser instrumentado por escrito y con las precisiones establecidas
en los artículos 10 y 34 de la LDC. Lo dispuesto precedentemente no es aplicable a la
compraventa de bienes perecederos recibidos por el consumidor y abonados al contado.
Venta por correspondencia y otras: es aquella en que la propuesta se efectúa por medio
postal, telecomunicaciones, electrónico o similar y la respuesta a la misma se realiza por
iguales medios. No se permitirá la publicación del número postal como domicilio.
Revocación de aceptación. En los casos anteriores, el consumidor tiene derecho a
revocar la aceptación durante el plazo de diez (10) días corridos contados a partir de la
fecha en que se entregue el bien o se celebre el contrato, lo último que ocurra, sin
responsabilidad alguna. Esta facultad no puede ser dispensada ni renunciada. El
vendedor debe informar por escrito al consumidor de esta facultad de revocación en
todo documento que con motivo de venta le sea presentado al consumidor. Tal
información debe ser incluida en forma clara y notoria. El consumidor debe poner el
bien a disposición del vendedor y los gastos de devolución son por cuenta de este último
(art. 34 LDC).
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suscribir. Asimismo deben entregar sin cargo y con antelación a la contratación, en sus
locales comerciales, un ejemplar del modelo del contrato a suscribir a todo consumidor
o usuario que así lo solicite. En dichos locales se exhibirá un cartel en lugar visible con
la siguiente leyenda: “Se encuentra a su disposición un ejemplar del modelo de contrato
que propone la empresa a suscribir al momento de la contratación” (art. 38 LDC, texto
según Ley 27.266, B.O. 17/08/16).
Son aplicables a las relaciones y contratos de consumo las reglas previstas en los
arts. 985, 986, 987 y 988 del CCyCN (contratos celebrados por adhesión a cláusulas
generales predispuestas), existan o no cláusulas generales predispuestas por una de las
partes. Se consideran cláusulas abusivas, debiendo tenerse por no escritas: a) las
cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente; b) las que importan
renuncia o restricción a los derechos del adherente, o amplían derechos del
predisponente que resultan de normas supletorias; c) las que por su contenido, redacción
o presentación, no son razonablemente previsibles.
Responsabilidad por daños.
El art. 40 LDC establece la responsabilidad solidaria de los proveedores, al
establecer que si el daño al consumidor resulta del vicio o riesgo de la cosa o de la
prestación del servicio, responderán el productor, el fabricante, el importador, el
distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien haya puesto su marca en la cosa o
servicio. El transportista responderá por los daños ocasionados a la cosa con motivo o
en ocasión del servicio. La responsabilidad es solidaria, sin perjuicio de las acciones de
repetición que correspondan. Sólo se liberará total o parcialmente quien demuestre que
la causa del daño le ha sido ajena.
En cuanto a la responsabilidad del productor o fabricante, Farina considera que
tanto en el derecho comparado como en la doctrina y jurisprudencia nacionales, “se
entiende por responsabilidad del productor, fabricante, o elaborador no solo la de quien
produce o fabrica, sino la de toda persona física o jurídica, pública o privada, nacional o
extranjera, que desarrolla actividades de producción, montaje, creación, construcción,
transformación, clasificación, elaboración, envase, acondicionamiento, etc, de bienes o
que presta cualquier servicio”. 67
Mac Donald destaca las diferentes visiones que se plantean en la doctrina nacional
respecto a si la responsabilidad del fabricante es contractual o extracontractual, citando
67
Farina, Juan M. Defensa del consumidor y del usuario. Buenos Aires, Editorial Astrea, 2004.
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a Pinese y Corbalán que señalan “existen tres posturas que tratan de resolver la cuestión:
la que sostiene que la responsabilidad es extracontractual, pues el fabricante se sirve de
las cosas comercializándolas y obteniendo un beneficio; la de los que sitúan la
responsabilidad en el ámbito contractual, que encuentran diversos fundamentos para
responsabilizar al fabricante, y la tercera postura está representada por Farina para quien
la respuesta adecuada a esta cuestión se encuentra en la relación de consumo”,
concluyendo en la plena recepción y aplicación en el derecho argentino de la teoría del
riesgo creado y la responsabilidad objetiva en materia de daños y perjuicios en el
consumidor. 68
El art. 40 bis de la LDC, por su lado, instaura el denominado “daño directo”,
entendiéndose por tal “todo perjuicio o menoscabo al derecho del usuario o consumidor,
susceptible de apreciación pecuniaria, ocasionado de manera inmediata sobre sus bienes
o sobre su persona, como consecuencia de la acción u omisión del proveedor de bienes
o del prestador de servicios”. Su aplicación es facultad de la autoridad de aplicación la
que podrá determinar la existencia de daño directo al usuario o consumidor resultante de
la infracción del proveedor o del prestador de servicios y obligar a éste a resarcirlo,
fijando las indemnizaciones para reparar los daños materiales sufridos por el
consumidor en los bienes objeto de la relación de consumo. Esta facultad sancionatoria
sólo puede ser ejercida por organismos de la administración que reúnan los siguientes
requisitos: a) la norma de creación les haya concedido facultades para resolver
conflictos entre particulares y la razonabilidad del objetivo económico tenido en cuenta
para otorgarles esa facultad es manifiesta; b) estén dotados de especialización técnica,
independencia e imparcialidad indubitadas; c) sus decisiones estén sujetas a control
judicial amplio y suficiente.
No obstante, este artículo no se aplica a las consecuencias de la violación de los
derechos personalísimos del consumidor, su integridad personal, su salud psicofísica,
sus afecciones espirituales legítimas, las que resultan de la interferencia en su proyecto
de vida ni, en general, a las consecuencias no patrimoniales (texto según punto 3.3 del
Anexo II de la Ley 26.994).
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Mac Donald, Andrea F.; “La responsabilidad del fabricante en materia de consumo”. elDial.com,
DC1536. Cita a Pinese, Graciela y Corbalán, Pablo; “Ley de Defensa del Consumidor”. Cathedra Jurídica,
2009. La referida tesis de la responsabilidad extracontractual se fundaba en el art. 1113, 2do. párr., del
anterior Código Civil.
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CNCiv. en pleno, in re: “Sáez González, Julia del Carmen c/ Astrada, Armando Valentín y otros s/ daños
y perjuicios” (MJJ70925).
Actividad pedagógica.
Los contenidos conceptuales prevalecen en el programa y parten de conceptos
generales, más trascendentes, para arribar a conocimientos especiales (criterio de
ordenación del conocimiento seleccionado) con secuencias alternativas de
presentación de conceptos. Los conceptos básicos más importantes se presentan al
principio de cada clase a fin de facilitar el aprendizaje significativo tanto del
conjunto de la información, como de conceptos subordinados nuevos (ordenación
jerárquica de conceptos). De este modo, el alumno asiste a la clase con
información sustancial y puede preformar un criterio que le permite efectuar las
críticas que considere apropiadas a las soluciones adoptadas por las normas en
estudio, favoreciendo el proceso de apropiación de los contenidos. Este dato es
relevante porque el alumno aprende mejor aquello que comprende en forma
adecuada y que, por tanto, le sirve para resolver los “problemas significativos”
(objetos de conocimiento que el sujeto puede aprender por haber tenido
conocimientos previos que le dan significado). A la vez, facilita al docente la
enseñanza del “aprender a pensar” para la posterior solución de problemas y
provee al alumno de información útil para avanzar en nuevos aprendizajes. La
“enseñanza a pensar”, tiende a que el alumno sepa resolver no solo los problemas
propios de una actividad determinada, sino cualquier otra cuestión aun cuando
exceda a ese ámbito, potenciando sus capacidades cognoscitivas, cooperativas y
creativas.
Las estrategias didácticas para facilitar el aprendizaje son, entre otras: 1. respetar
los tiempos de desarrollo de los contenidos; 2. no asumir una actitud directivista o