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EL hombrecito de Mazapán

Extraído y modificado de Andricaín, Sergio. Había otra vez, historias de siempre


vueltas a contar. 2013. Alfaguara S.A

Había una vez una viejecita y un viejecito que vivían en una cabaña en medio del
campo. A pesar de lo mucho que lo deseaban, nunca habían tenido un hijo. Un
día, la mujer entró a la cocina y mezcló harina, azúcar, almendras molidas, claras
de huevo y unas gotas de vainilla para preparar unos dulces de Mazapán. Batió
los ingredientes, amasó la mezcla e hizo varias figuras: estrellas, flores, barcos,
medias lunas, frutas…

Con el último pedazo que le quedaba por usar, decidió hacer un simpático
hombrecito. Después de formar su cuerpo, decidió ponerle unos zapatos de
caramelo, unos guantes de dulce de naranja, unos botones de anís y por último,
un elegante sombrero de merengue. Entonces le dijo: “Tú serás el hombrecito de
Mazapán”, y abrió el horno y metió dentro la bandeja de figurillas.

Pasados unos minutos, se dispuso a sacar los dulces. El marido se acercó atraído
por su aroma y deseoso de probarlos. Pero, para sorpresa de ambos, en cuanto la
mujer abrió la puerta del horno, el hombrecito que había hecho salió dando un
gran salto y escapó de la cocina a todo correr mientras cantaba con una vocecita
burlona:

Soy el hombrecito de Mazapán

Si quieren comerme,

Me tendrán que alcanzar.

La mujer y su esposo fueron detrás de él para tratar de atraparlo, pero, por más
que corrieron, no lo lograron. Corre que corre por el camino, el hombrecito de
mazapán encontró a una vaca pastando debajo de un árbol. Al pasar por su lado,
esta le dijo:

-¡Eh amigo, que hermosos zapatos de caramelo tienes! ¿Me das una probadita de
ellos?
Sin detenerse, la figurita le dijo:

Vaca comilona

No soy mentecato

Solo si me atrapas

Tendrás mis zapatos.

La vaca mugió furiosa y se lanzó a perseguirlo. Pero mientras más corría más
rápido se alejaba el hombrecito cantando:

Soy el hombrecito de Mazapán

Si quieren comerme,

Me tendrán que alcanzar.

Salta que salta, Mazapán llegó junto a un caballo, al verlo este le dijo:

-Detente un momento amigo, déjame probar tus deliciosos guantes. Pero el


hombrecito le respondió sin dejar de saltar:

Caballo tontuelo,

Si quieres mis guantes

Tendrás que esforzarte

Y atraparme antes.

El caballo relinchó enfurecido y le galopó detrás. Pero el hombrecito corrió más


rápido mientras cantaba:

Soy el hombrecito de Mazapán

Si quieren comerme,

Me tendrán que alcanzar.

Y asi siguió Mazapán corriendo y corriendo, burlándose de todos los que hallaba
por el campo, hasta que dio con una zorra que le dijo:
-¡Que sombrero de merengue tan elegante llevas puesto! Me muero por probar
aunque sea un pedacito. A lo que el hombrecito respondió:

Zorra simplona.

¿Quieres mi sombrero?

Trata de atraparme,

Si puedes primero.

La zorra lo persiguió enojada. Al ver que no lograba darle alcance, la zorra


exclamó:

-No sigas corriendo, era solo una broma, el merengue no me gusta.

Entonces Mazapán se detuvo, dejó que la zorra se acercara a él y caminaron


juntos hasta llegar a la orilla de un caudaloso río.

-¿Cómo haré para cruzar el río? Preguntó el muñequito con preocupación. Estoy
hecho de Mazapán y no puedo mojarme.

-Tranquilízate, amigo –le respondió la zorra-. Si te subes a mi cola yo te llevaré


hasta la orilla. Sin pensarlo dos veces Mazapán aceptó el trato y se subió a la cola
de la zorra. Cuando estaban en medio del río, la zorra se quejó de que mazapán le
pesaba mucho en la cola y le pidió al hombrecito que se subiera a su lomo para
que no se mojara. El hombrecito obedeció y la zorra siguió nadando pero la zorra
no tardo en hablarle de nuevo:

-El agua me está llegando hasta el cuello y te puedes ahogar ¡Párate sobre la
punta de mi hocico! El muñequito le obedeció y la zorra siguió nadando; pero en
cuanto estuvo en la otra orilla del río, sacudió su cabeza. Mazapán dio varias
vueltas en el aire y estuvo a punto de caer en la boca abierta de la astuta zorra,
pero milagrosamente se salvó y puso los pies en la tierra mientras cantaba:

Soy el hombrecito de Mazapán

Si quieren comerme,
Me tendrán que alcanzar.

Y todavía debe estar corriendo por los caminos, de aquí para allá, burlándose de
todo el mundo sin que nadie lo pueda atrapar.

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