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Platón. Banquete, Traducción de Marcos Martínez. Madrid, Gredos. 2018: 357
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Platón. Hipias mayor, Traducido por Julio Calonge. Madrid, Gredos. 2018: 205.
hace rato, partidas en trozos” (304a)3. Ante estas palabras resulta imposible resistirse a
tratar de comprender a Hipias, quien no nos ofrece ya una respuesta, como decíamos, pero
nos muestra otro camino acerca de la discusión sobre lo bello: ¿acaso el conocimiento sobre
lo bello en sí es simplemente cuestión de lenguaje, de raspaduras y fragmentos discursivos?
Este trabajo ensaya la senda abierta por aquellas palabras de Hipias. Por ello, acompañado
de la pluma de Wittgenstein he de revisar algunas de las nociones del filósofo de origen
vienés que aportan a la comprensión del diálogo entre Sócrates y el sofista en torno a lo
bello. Para cumplir este objetivo, primero justificaré por qué retomar al profesor de
Cambridge, luego revisaré algunas nociones clave que orienten tal comprensión de las
palabras de Hipias escritas por Platón. Cabe destacar que esta relación Platón-Wittgenstein
quizá no pueda establecerse, como es obvio, por la famosa teoría de las ideas que en ese
diálogo aún no se plantea de forma sistemática como en los llamados diálogos de madurez.
Sin embargo, es factible gracias al interlocutor de Sócrates que, a modo de hipótesis 4,
sostiene que el problema examinado por ambos es cuestión de “fragmentos de
conversaciones”.
Ya en su opera prima, el discípulo de Russel proponía que para el hombre no hay más
mundo que el que puede ser alcanzado por el lenguaje: sólo a través de él representamos los
hechos que son nuestro mundo. Fuera de él, no hay nada y es mejor nada decir de aquello.
Con esto, se convierte en uno de los inspiradores del círculo de Viena que, dice Toulmin 5,
refleja parte del espíritu de una época que se aferra a encontrar un camino sólido ante la
fragilidad del orden social violentado por las convulsas guerras. Aunque es cierto que, el
Wittgenstein del Tractatus Lógico-philosophicus no es el mismo que el de las
Investigaciones filosóficas treinta años después. Intermedio al Wittgenstein lógico del
Tractatus y al Wittgenstein pragmático de las Investigaciones, se encuentra el Wittgenstein
de los Cuadernos azul y marrón.
3
Platón. Hipas mayor: 204
4
Entendiendo por hipótesis la definición que ofrece Jean Grondin en su Introducción a la Metafísica: “La
hipótesis significa, por consiguiente, dos cosas: por una parte, un fundamento o un punto de partida, pero
se trata también, por otra, de un punto de partida que es necesario admitir –o suponer—y que no es posible
no suponer si nos decidimos a pensar” (72)
5
Stephen Toulmin. Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad, traducido por Bernardo Moreno. Barcelona:
Península. 1990
Son dos razones las que me llevan a retomar al autor de Sobre la certeza —la segunda es
consecuencia de la primera—: es éste filósofo uno de los más reconocidos (con justicia) en
torno a los problemas que plantea el lenguaje desde distintos prismas de observación, como
queda claro en el párrafo anterior; además, recorrer esta vía del lenguaje que ofrece Hipias
requiere del apoyo de un acompañante como el Wittgenstein de los Cuadernos ya que nos
permite cierta flexibilidad de interpretación de las palabras del interlocutor de Sócrates, en
ocasiones más cercanas a la primera etapa del catedrático del Trinity College, en otras a la
segunda.
Converge el inicio del Cuaderno marrón con el final del Hipias mayor. Por una parte, el
sofista plantea que lo discutido con Sócrates sobre lo bello simplemente se trata de
fragmentos de una conversación, mientras que las notas del mentor de Alice Ambrose
comienzan citando a San Agustín quien, según la cita, al describir cómo aprendió el
lenguaje dice que lo hizo con el nombre de las cosas: “Resulta claro que quien diga esto
está pensando en el modo en que un niño aprende palabras tales como ‘hombre’, ‘azúcar’,
‘mesa’, etc. No piensa en principio en palabras tales como ‘hoy’, ‘no’, pero”, ‘quizá’ 6.
Comienza, pues, por hacer notar una visión fragmentaria respecto al lenguaje que no
corresponde con la complejidad que caracteriza al de nuestros tiempos y civilizaciones,
pero que “es correcta para un lenguaje más sencillo que el nuestro” 7. Procede, a partir de
6
Ludwig Wittgenstein. Cuadernos azul y marrón. Traducción de Francisco García Guillén. Madrid, Tecnós,
1976: 111
7
Ludwig Witgenstein. Cuadernos azul y marrón: 111
aquí, a exponer una serie de casos, cada vez más complejos, respecto al empleo del
lenguaje mostrando la relación entre éste y el contexto en el que se emplea. Pone el ejemplo
de un albañil, que utiliza con su peón un lenguaje simple como el que descrito por Agustín:
“ladrillo”, “loseta”, “columna”; luego, el agregado de numerales: “tres losetas”;
posteriormente, un nuevo “instrumento de comunicación”: los nombres propios. Estos se
diferencian de las primeras palabras empleadas porque aquí toma mayor relevancia “lo que
rodea a este acto en el uso del lenguaje”. Es decir, la situación y el gesto. A partir de aquí
Witgenstein comenzará a mostrar precisamente que el contexto es imprescindible para dar
sentido a lo que se dice: primero muestra que los denominados nombres propios reales
(como “allí”, “ahora”, “esto”) son acompañados de un gesto como acto unitario de
comunicación. A todos los sistemas de comunicación previamente señalados, dice, los
llamamos juegos de lenguaje, que son “lenguajes completos en sí mismos, como sistemas
completos de comunicación humana […] estos lenguajes tan simples son el sistema entero
de comunicación de una tribu en un estado de sociedad primitivo” 8. Volvamos aquí al texto
de Platón y pensemos junto con Hipias si no es posible que justamente el término “bello”
corresponde a esos casos en los que es precisamente el contexto lo que determina su
significado, pues no hablamos del mismo modo de un bello actuar que de un animal bello o
un bello carácter. Parece que esto es claro para él. No así para Sócrates.
Pues bien, continúa Wittgenstein: “A las palabras ‘esto es’ junto con el gesto de señalar las
llamamos explicación ostensiva o definición ostensiva”9: como al decir “esto es bello” en
un discurso, o “esto es bello” al ver una escultura. Si no hay contexto, parece decir Hipias
junto con Wittgenstein, no tiene sentido hablar de lo bello, pues no existe posibilidad de
discusión y se termina en un camino sin salida del cual la consecuencia es: “estar metido,
como ahora, en tonterías y vaciedades” (304b)10. Efectivamente, parece que Sócrates e
Hipias son muestra del enredo al que se arriesga aquel que emplea términos del lenguaje
dentro de discusiones que pretenden desapegarse de la referencia marcada por el contexto.
8
Ludwig Witgenstein. Cuadernos azul y marrón: 116
9
Ludwig Witgenstein. Cuadernos azul y marrón: 116
10
Platón. Hipas mayor: 204
Por todo lo anterior, simplemente puedo alentar, por el momento, al lector a que continúe
esta senda “lenguajera” que a modo de hipótesis podemos pre-suponer simplemente como
una de las tantas vías posibles.