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Universidad Nacional Autónoma de México.

Facultad de Filosofía y Letras


Filosofía (SUA)
Didáctica Filosófica
Profesor: Pedro Joel Reyes
Texto comparativo 4. Ética Nicomaquea, de Aristóteles, y Un alegato en pro de las
excusas, de John Austin
Luis Fernando Barajas Gómez
Una de las disciplinas filosóficas que más atención tiene por parte de doctos y aficionados es la
ética. Pareciera que la pregunta acerca de la conducta humana buena, correcta o justa no es cosa de
unos cuantos. Pero no sólo goza de popularidad, sino que podríamos plantear su relevancia
afirmando que no puede haber motivo de reflexión más apremiante que aquel sobre la forma en la
que hemos de conducir nuestra existencia independientemente de si se considera al individuo como
partícula central de la sociedad o si se le mira como ser relacional indisociable del entorno
comunitario al que pertenece. Estos cuestionamientos atraviesan la historia de la filosofía y, aunque
existen tradiciones de pensamiento fuertemente arraigadas y vastas en literatura, también existen
innovaciones desde los campos emergentes, siempre originales en la búsqueda de soluciones que
den luz acerca de problemas vigentes.
El modo de vida del hombre, no reductible a una conducta instintiva o mecánica, genera asombro
por los múltiples elementos que le rodean: su origen (¿por qué actúa el hombre de forma x?), su
variedad (¿por qué no todos actuamos igual que y?), sus consecuencias (¿Qué pasa si se actúa de x
forma?), su ideal (¿Cómo debemos actuar ante z situación?). Las respuestas ofrecidas a lo largo de
nuestra humana historia —pues no hay historia que no sea sino humana— son tan diversas como la
manera en que se plantea su cuestión. Tales son los casos de la ética aristotélica y de los
planteamientos que ofrece la filosofía analítica de John L. Austin, respectivamente. Las obras de
ambos, aunque notoriamente distintas, corresponden a textos filosóficos por el abordaje que realizan
del tema. ¿Por qué decimos que son textos filosóficos? Acudo aquí a la caracterización que Karl
Jaspers1 emplea para referirse a los problemas filosóficos para señalar sólo algunos de los aspectos
que me parecen destacables en ambos autores: plantean un problema indispensable en tanto que la
pregunta por la forma de vida es brújula que orienta al hombre para construir su existencia.
Sobresale también la originalidad en que se busca resolver este problema fundamental.
Además, su solución no es del todo unánime: da origen a multiplicidad de respuestas y de
interconectar conceptos de manera sistemática. Aunque es sistemático el estudio filosófico,
no es progresivo porque encuentra en los pensamientos antecesores ideas útiles para
construir sus propias respuestas. Así, tanto Aristóteles como Austin, con una separación abismal
en época y cultura, se acercan por la tradición de la práctica filosófica, que tiene su origen en el
asombro, que se caracteriza por su originalidad y su no unanimidad. Además, son sistemáticos y
argumentativos.
En este trabajo pretendo abordar las convergencias y divergencias entre ambos autores respecto al
problema filosófico de la vida humana. Para ello, retomo el Libro I de la Ética Nicomaquea del
estagirita y el artículo intitulado Un alegato en pro de las excusas del filósofo de Oxford.

1
Karl Jaspers (1978). La filosofía. Ciudad de México. Fondo de Cultura Económica.
Tender a la buena acción, sostener la acción
Aristóteles señala sistemáticamente el objeto de estudio de la Ética y su posición respecto a otras
ciencias, como la política, a la cual se haya subordinada. Además, muestra que no basta con
plantear el objeto de estudio ético, sino darle un fundamento y establecer criterios para alcanzarlo
como modo de vida. Para ello aclara que el campo de investigación al que está ingresando al lector
no es el mismo ni con las mismas cualidades de otras formas de conocimiento que podríamos
denominar teoréticas pues “las cosas nobles y justas que son objeto de la política [y por lo tanto de
la ética2] presentan tantas diferencias y desviaciones, que parecen existir sólo por convención y no
por naturaleza”3. Enfatiza que no por ello su estudio es menos riguroso ya que “es propio del
hombre instruido buscar la exactitud en cada materia en la medida en que la admite la naturaleza del
asunto”4. Así, pues, si no corresponde al saber teórico, lo es al práctico: coincide el momento del
acto humano con el acto de conocimiento sobre ese acto. Señala el estagirita que “para ser capaz de
ser un competente discípulo de las cosas buenas y justas y, en suma, de la política, es menester que
haya sido bien conducido por sus costumbres” 5. Posteriormente, desarrolla la noción de felicidad y
la constitución del alma humana. Con ello, Aristóteles pretende exponer que el hombre tiende al
bien, a su particular bien que es la felicidad que se haya en el bien actuar. Esto abre una pregunta no
abordada por el filósofo antiguo: ¿y qué pasa con la acción no buena? A esta trata de responder
Austin.
Para Austin, antes de poder efectuar un juicio en torno a una acción, hemos de responder cuáles son
los criterios por los que podemos decir que se ha actuado. En las siguientes líneas veremos las
consecuencias de este paréntesis valioso ofrecido por el pensamiento del filósofo inglés. Sin
embargo, vale la pena hacer notar que, al realizar esta reflexión, Austin complementa la teleología
aristotélica en tanto que si el discípulo de Platón nos muestra la finalidad para la que actúa el ser
humano (la felicidad) dada la naturaleza racional de su alma, el filósofo de la pragmática del
lenguaje pretende poner un cimiento: ¿cuándo actúa el hombre? Es decir, ¿cómo podríamos
sostener que alguien “ha actuado bien” sin poder mantener que “ha actuado”? Pues si hay conductas
que no puedan ser consideradas acciones potencialmente juzgables como buenas o malas, no son
atribuibles como responsabilidad de un individuo particular. Entre las implicaciones de esto, se
encuentra la atestación de la responsabilidad en tanto que al existir consecuencias de conductas que
no pueden ser consideradas actos de un sujeto determinado quedan en la orfandad. ¿No es acaso
esto lo que se pretende establecer ante los atentados contra la humanidad? ¿no son los gobernantes
que desatan guerras quienes quitan su parentalidad a esos “daños colaterales” efecto de las difíciles
elecciones ante las cuales no previeron consecuencias catastróficas como la muerte de miles de
inocentes? Buscan, una vez son evidentes los desastres, emancipar esos efectos de su
responsabilidad.
Para buscar una respuesta a este problema, Austin emplea el uso de las excusas como paradigma
que oriente la identificación de aquellos casos en los que podemos decir con toda validez que
alguien ha actuado: “examinar las excusas es examinar casos en los cuales ha ocurrido una
anormalidad o una falla; de esta manera, lo anormal arrojará luz sobre lo normal, ayudándonos, así,
a ir más allá del velo de la facilidad y la obviedad que oculta los mecanismos del acto natural y

2
Las cursivas son mías
3
Aristóteles, Ética Nicomaquea. Traducción de Julio Pallí. Madrid. Gredos. 2013 1094b15
4
Aristóteles. Ética Nicomaquea. 1094b25
5
Aristóteles. Ética Nicomaquea. 1905b5
exitoso”6. Acude, pues, a lo que él mismo denomina “fenomenología lingüística”. Es decir, al
examen del empleo del lenguaje respecto a las realidades para las cuales se emplean —recordemos
que es este autor el que propone la distinción entre actos constatativos o proposicionales y actos
realizativos o performativos cuya identificación se encuentra, entre otros aspectos, de la intención
que persiguen, ya se trate de la descripción verdadera o falsa de la realidad, ya se trate de la
modificación de esa realidad a través de las palabras—.
Aunque el trabajo de Austin representa una serie de anotaciones al respecto. De ellas destaco sólo
algunas que resultan de interés para el objetivo de este trabajo obedeciendo el orden de aparición
del texto original:
1) Las expresiones modificadoras de verbos son usualmente innecesarias, incluso
impermisibles. Por ejemplo, decir que he “comido” no requiere un modificador.
2) Hay un limitado número de verbos a los cuales es posible aplicar esas expresiones
modificadoras, como “voluntariamente” o “involuntariamente”.
3) Existen expresiones modificadoras que niegan la implicación responsabilizadora del agente.
Sin embargo, no existe en todas ellas una relación de opuestos definidos por el termino
tradicionalmente formulado, como el caso de “fue un malentendido”, pues no se emplea el
“bienentendido” para atestar el acto.
4) Además de las expresiones modificadoras de los verbos empleados para denotar una
conducta, las excusas también pueden emplear el conjunto de condiciones en las que se
define la acción.
5) Existen patrones a partir de los cuales reconocemos la aceptabilidad o la inaceptabilidad de
una excusa. Estos patrones definen las fronteras o los límites a partir de los cuales una
excusa se torna válida o invalida. Escribir y firmar una carta en estado de ebriedad para
declarar los sentimientos a una persona no cae dentro del mismo límite que firmar escribir y
firmar un documento en estado de ebriedad por el cual se declara una guerra, por ejemplo.
6) Existen casos de mayor complejidad para los cuales el lenguaje del que se dispone no está
específicamente organizado, pero puede emplearse de manera combinatoria para lograr su
objetivo: “el hecho es más rico que el dicho”. 7
7) Muchos de los modificadores empleados como excusas deben ser considerados como una
expresión con sentido completa, no sólo como términos clave. Su uso define su sentido.
Las buenas acciones en la vida contemporánea
Aunque es cierto que el examen no está finalizado en Austin, pues deja abierta la cuestión, es la
puerta para los grandes problemas morales en los que se encuentra inmerso el hombre
contemporáneo puesto que es imprescindible descifrar cuáles son los límites de nuestra
responsabilidad en un mundo caracterizado por las invisibles interconecciones entre la ejecución de
conductas y sus consecuencias. ¿Hasta qué punto son excusables nuestros actos de consumo que
financian asesinatos en otros países? ¿Hasta qué punto somos responsables de las más infames
tragedias que viven aquellas familias separadas por el tráfico de personas vinculado a grupos
delictivos que costean sus operaciones con la venta de estupefacientes? ¿Qué tan responsables
somos de la prostitución sostenida por la desigualdad socioeconómica? Todas estas preguntas, en su
búsqueda de solución, son clave para actualizar y apropiarnos del enigma aristotélico acerca de
cómo construir una vida buena. Problema harto complejo en las condiciones en las que nos
6
John L. Austin, Un alegato en pro de las excusas, en Ensayos filosóficos. Traducción de Alfonso García
Suárez. p. 173
7
John Austin. Un alegato en pro de las excusas, p. 185.
encontramos. Así, vemos que la distancia que separa a Austin y a Aristóteles se acorta hasta el
grado de que el lector puede encontrar una convergencia no en los planteamientos, sino en la
oportunidad de construir una herramienta de análisis a partir de la fenomenología lingüística
austiniana para responder a la pregunta por la buena vida aristotélica en un marco que reconoce el
lugar de la ética dentro de la política actualizable a una ciudadanía pretendidamente global como la
nuestra.

Referencias

John L. Austin, Un alegato en pro de las excusas, en Ensayos filosóficos. Traducción de Alfonso
García Suárez.
Aristóteles. Ética Nicomaquea. Traducción de Julio Pallí. Madrid. Gredos. 2013
Karl Jaspers. La Filosofía. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1976.

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