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1. La neurastenia
El psicoanálisis ha permitido simplificar este diagnóstico, a menudo planteado a cie-
gas, demostrando que algunos estados obsesivos, psicasténicos, etc., clasificados en esta ca-
tegoría, eran de naturaleza psiconeurótica. En segundo lugar aparece la neurosis de angustia,
que Freud ha aislado de los síndromes neurasténicos. Hechas estas excepciones, lo que se
continúa llamando neurastenia es un grupo de síntomas bastante bien definidos que compren-
de entre otros la astenia acompañada de irritabilidad, las cefaleas, la fatigabilidad física e
intelectual, las perturbaciones gástricas y excretorias, la tendencia a la constipación, la dismi-
nución de la potencia sexual acompañada de poluciones y de eyaculación precoz. Esta neu-
rastenia resulta de un onanismo llevado al exceso, según el parecer de Freud: la satisfacción
demasiado frecuente de la libido mediante fricciones o manipulaciones del mismo tipo, en
lugar del coito normal. Es sabido que antes el onanismo era considerado como un mal peli-
groso, que podía entrañar la atrofia de la medula espinal y la parálisis. Esta creencia errónea
continúa precipitando a muchos enfermos imaginarios en brazos de charlatanes. En realidad,
como ya hemos dicho, el onanismo es una fase casi normal del desarrollo sexual, y los pro-
blemas sólo aparecen si esta práctica se desarrolla en exceso o se prolonga más allá de su
momento; entonces se da el síndrome neurasténico que acabamos de describir. Los jóvenes
masturbadores se curan fácilmente de su estado neurasténico si consiguen practicar una acti-
vidad genital normal. Pero cuando los jóvenes recurren a la abstinencia total para escapar de
la masturbación excesiva, corren el riesgo de caer en la Escila de la neurosis de angustia al
tratar de evitar la Caribdis de la neurastenia. Por supuesto no debe concluirse que un joven
sano, que rechaza la práctica autosatisfactoria, no pueda soportar sin peligro un período de
abstinencia.
Aún no se ha establecido con certeza si la neurastenia puede verse incrementada por
un factor constitucional que se añade a las enfermedades de higiene sexual; en cualquier caso,
los datos relativos a la constitución asténica, bien observada por Stiller, parecen confirmar
esta última hipótesis. .Es muy posible que, en los casos de constitución asténica, se trate de
individuos que soportan peor que otros el problema sexual que acabamos de describir.
La neurastenia no sólo tiene interés en el plano práctico, sino que también desempeña
un importante papel en el estudio teórico de la psiconeurosis. Pues, aparentemente, el núcleo
central de la histeria de conversión y de la neurosis obsesiva está generalmente constituido
por un tal síndrome neurasténico en torno al cual se acumulan, como la perla alrededor del
grano de arena, las formaciones morbosas de las psiconeurosis (Freud).
2. La neurosis de angustia
Este síndrome, al que Freud considera acertadamente como entidad separada, fundán-
dose en la etiología y en los síntomas, pertenece igualmente a las formas de neurosis en que
las perturbaciones fisiológicas juegan un papel esencial por su intervención en la vida sexual,
es decir en la economía libidinosa. Pero, mientras que en la neurastenia se trata de un derro-
che y de una desviación, en dirección equivocada, del impulso sexual que no espera la apari-
ción de un objeto apropiado, en el síndrome de angustia se hallan las condiciones inversas:
retención y fuerte concentración en el organismo de la libido acumulada. Hemos visto que la
abstinencia no lleva necesariamente a la enfermedad si se está en disposición de que el im-
pulso sexual pueda convertirse en otras formas de energía y descargarse de este modo, si el
sujeto evita en la medida de lo posible exponerse a excitaciones sexuales y si su organismo
no es demasiado exigente a este respecto; el ejemplo de muchas personas que se consagran a
la religión y viven en abstinencia total permaneciendo sanos, es suficientemente elocuente.
Pero en la mayoría de los casos no se dispone de tan favorables condiciones, de manera que
muchos sujetos vigorosos que practican la abstinencia, por principio o por otras razones, su-
fren neurosis de angustia.
El organismo debe afrontar los ataques más violentos de la libido en los períodos correspon-
dientes a los dos momentos más importantes del desarrollo sexual descritos en el segundo
capítulo de este trabajo, es decir las etapas infantil y puberal. En estos dos períodos, determi-
nadas causas internas pueden impulsar la aparición de síntomas de angustia. El carácter tími-
do del niño, sus sobresaltos, su miedo a la oscuridad, a la soledad y a los extraños, sus fobias
características en particular hacia los animales (caballos, perros, insectos), no sólo traducen la
aprensión razonable frente a un desconocido amenazador o frente a poderosas fuerzas ajenas,
sino que hallan su fuente principal en el deseo de dependencia insatisfecho del niño mimado.
Estas angustias y miedos de la primera infancia, a los que los pediatras no han prestado sufi-
ciente atención hasta ahora, desaparecen a menudo por sí mismos cuando se aleja al niño de
la habitación de sus padres. Pues los padres, con buena fe y creyendo en la ignorancia sexual
del niño, permiten a sus hijos de dos y tres años (y a veces de más) asistir a sucesos que ape-
nas comprenden, pero cuyo sentido perciben instintivamente. Estas angustias infantiles
desempeñan un considerable papel en la historia clínica de los sujetos que a consecuencia de
ellas van a desarrollar una psiconeurosis; se descubre a menudo que el primer empuje de un
desarrollo psíquico perturbado proviene de la más tierna infancia, con ocasión de tales esce-
nas nocturnas.
Los médicos conocen desde hace tiempo la fuerte tendencia a la depresión de los ado-
lescentes de ambos sexos, que se expresa por un pesimismo universal y se asocia a la angus-
tia, y nunca han dudado de que la causa debe buscarse en una moción sexual que aún no ha
hallado objeto y que no ha podido descargar. Sin embargo se constata con regularidad que la
neurosis de angustia aparece más adelante, durante la vida conyugal, cuando ya no hay razo-
nes para que se dé un rechazo de la libido y brote una neurosis, según la teoría de Freud.
Un examen detenido de la vida sexual de tales parejas evidencia siempre alguna ano-
malía en su modo de satisfacción. Lo más perjudicial de todo es el empleo de métodos con-
traceptivos, particularmente el coito interrumpido para el hombre.
No se puede atraer en exceso la atención del médico sobre la posibilidad de una etio-
logía de este tipo en los casos de angustia; puede obtener éxitos terapéuticos notables en neu-
rosis aparentemente graves sin utilizar el “psicoanálisis”, mediante el simple consejo de re-
emplazar -si es preciso absolutamente evitar un nacimiento- el coito interrumpido o el uso de
preservativos, casi tan perjudicial, por el pesario u otro medio de protección mejor adaptado
que no perjudica a ningún miembro de la pareja durante el encuentro. Naturalmente, esto sólo
es válido en caso de una simple neurosis de angustia, y no en los casos de histeria de angustia
en los que los consejos de higiene son ineficaces y donde solamente un psicoanálisis puede
producir resultados duraderos. Es cierto que estas dos formas de enfermedad no son siempre
fáciles de diferenciar, pero no se arriesga nada comenzando por los consejos de higiene y
esperando a proponer un psicoanálisis que resulta mucho más complicado en caso de que
fracase la primera medida.
El coito llamado retardado puede producir los mismos efectos: el hombre retarda vo-
luntariamente la eyaculación más allá de su desahogo espontáneo para satisfacer mejor a la
mujer. Por el contrario, en la mujer, es precisamente la eyaculación demasiado rápida la que
puede producir angustia, debido a que la excitación sexual aumenta mucho sin alcanzar la
satisfacción. Muchas parejas no alcanzan nunca la satisfacción debido a una u otra de esas
circunstancias. Aunque he insistido mucho sobre la inocuidad relativa del onanismo, no pue-
do silenciar aquí que el hábito de la masturbación juvenil conduce a menudo a la mujer a la
insensibilidad genital, es decir al alargamiento del tiempo necesario para la satisfacción,
mientras que la masturbación en el hombre puede provocar una eyaculación demasiado rápi-
da.
Tras lo que acabamos de decir no hemos de sorprendernos de que las situaciones en
que la excitación sexual no consigue llegar a una satisfacción normal supongan también an-
gustia: es bien conocida la angustia del noviazgo que desaparece espontáneamente tras el
matrimonio.
¿Cuáles son los síntomas de la neurosis de angustia? En primer lugar la sensación de
angustia simple, que puede estar acompañada de algunos síntomas físicos: temblor. transpira-
ción, palpitaciones, diarrea, o necesidad de orinar. Se asocia a ella a menudo el temor inmoti-
vado de muerte súbita o de enfermedad que afecte al enfermo o a sus parientes, el insomnio,
y la falta de apetito. En algunos casos, la sensación de angustia no se manifiesta subjetiva-
mente, sino que se disimula tras uno de los síntomas mencionados. Lo que llamamos taqui-
cardia paroxística es a menudo un síntoma de histeria de angustia. En el plano teórico igual-
mente, la angustia ocupa un importante lugar en la patología de la psiconeurosis y de la psi-
cosis. Freud nos ha enseñado que la libido que se expresa en el plano psíquico, pero escapa a
la conciencia, puede transformarse en angustia, del mismo modo que la libido fisiológica-
mente insatisfecha. Por otra parte, la neurosis de angustia desempeña el mismo papel en la
histeria de angustia que la neurastenia en la histeria de conversión y en la neurosis obsesiva:
constituye el núcleo orgánico central de la enfermedad en torno al cual se reagrupan pronto
los síntomas psíquicos. Ya hemos señalado que, en último término, la angustia podría atri-
buirse al traumatismo del nacimiento.
3. La hipocondría
Es el síndrome menos estudiado hasta ahora. La única cosa de la que estamos seguros
es que la libido -probablemente a consecuencia de un «desplazamiento» inadecuado de la
libido genital, como el evocado respecto a la formación del símbolo- se adhiere a determina-
dos órganos que, en condiciones habituales, sólo se utilizan para objetivos eróticos. Podemos
hablar aquí pues, de un despertar del autoerotismo, ese antepasado de la libido narcisista que
confiere a ciertos órganos un valor y una importancia excesivos, a expensas del organismo
entero que se adhiere demasiado a la mínima lesión del órgano o los órganos en cuestión, y
que por último conduce al enfermo a consagrar toda su atención a las parestesias, las algias o
a otras alteraciones más o menos importantes al nivel de este órgano. La hipocondría puede
convertirse también en núcleo de una enfermedad psíquica. Algunas psicosis graves, como la
esquizofrenia o la parálisis, pueden tener un primer síntoma en absurdos lamentos hipocon-
dríacos. La hipocondría juega el mismo papel en la constitución de las neurosis traumáticas,
de las patoneurosis consecutivas a una lesión o a una mutilación corporal, y a menudo tam-
bién en la enfermedad de los tics. Freud considera que se producen efectivamente alteracio-
nes de la circulación, de las secreciones y de la nutrición de los tejidos en los órganos sensibi-
lizados de los hipocondríacos, aunque escapen a nuestra percepción. En lo que concierne al
tratamiento de la hipocondría, nuestra experiencia nos permite afirmar que el pronóstico es
mejor en los casos en que sólo se ha adherido al cuerpo una parte de la libido, permaneciendo
sana la restante, que en los casos en que la hipocondría se combina con una neurosis llamada
de «transferencia» (histeria, o neurosis obsesiva).
La neurastenia, la neurosis de angustia y la hipocondría pueden atribuirse, como he-
mos visto, a una perturbación fisiológica de la sexualidad; contrariamente a las psiconeurosis,
el psicoanálisis las reúne bajo el nombre colectivo de neurosis actuales, es decir en el marco
de la noción.
1
Desde 1931 funciona en Budapest una policlínica bajo la dirección de la Asociación Psicoanalítica.
INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DEL PSICOANÁLISIS
El psicoanálisis nunca ha pretendido desplazar a las restantes terapéuticas de la neuro-
sis. Es evidente que este método moviliza medios mucho más eficaces que pueden aplicarse a
cualquier problema nervioso de poca importancia e incluso pasajero. Muchas histerias ligeras
han curado. y curarán en el futuro, mediante un simple tratamiento de diversión, de ocupa-
ción, de distracción, de reposo y de sugestión. No debe temerse que el psicoanálisis acabe
eliminando los tratamientos por hidroterapia u hospitalización en casas de salud, etc. Pero no
es menos cierto que el psicoanálisis puede curar radicalmente a los clientes habituales o per-
manentes de este tipo de establecimientos, mientras que los restantes métodos se contentan
con resultados sintomáticos. También es cierto que el psicoanálisis ha triunfado en muchos
casos en los que habían fracasado otros métodos. Pasaremos rápidamente revista a las posi-
ciones del psicoanálisis sobre las principales psiconeurosis un poco más adelante; ahora seña-
lemos simplemente de forma general que las neurosis llamadas de transferencia (histeria y
neurosis obsesivas) constituyen las principales indicaciones del psicoanálisis y su mejor pro-
nóstico. Por el contrario, en las psicosis narcisistas graves (esquizofrenia y paranoia) apenas
se obtienen resultados, y a lo sumo se logra penetrar más a fondo en la estructura de la psico-
sis, proporcionando al médico medios para interpretar los síntomas aparentemente absurdos
del enfermo mental. Lo mismo ocurre con las psicosis orgánicas (parálisis, demencia senil,
etc.). El período de calma de la psicosis maníacodepresiva es particularmente propicio para
una tentativa psicoanalítica. Estos estados, que son recurrentes de manera periódica o cíclica,
curan definitivamente. El tratamiento psicoanalítico de las “neurosis mixtas” (hipocondría,
neurosis traumática, patoneurosis) puede resultar un éxito en la medida en que los síntomas
narcisistas permanecen curables durante el tratamiento de estados psíquicos en los que aún es
posible la transferencia. Tanto en Inglaterra como en Alemania, la experiencia masiva de las
neurosis de guerra ha mostrado los resultados favorables del psicoanálisis. El ámbito especí-
fico del psicoanálisis es el tratamiento de las perturbaciones de la función sexual (problemas
de potencia en el hombre, de frigidez en la mujer, etc.), así como las perversiones sexuales
reconocidas como tales por el paciente que intenta liberarse de ellas. También pueden citarse
las toxicomanías (alcoholismo, morfinomanía, cocainomanía, etc.).
Ha de advertirse que no es posible imponer a nadie un psicoanálisis contra su volun-
tad, y que el pronóstico no es bueno cuando la tentativa se efectúa bajo la presión de un terce-
ro.
En cuanto al problema de la edad óptima para un psicoanálisis, puede hablarse sobre
todo de un eventual límite superior. El carácter y las actitudes psíquicas de las gentes mayo-
res están a menudo tan arraigados que la resistencia a la «reeducación» analítica parece in-
vencible. Sin embargo se han obtenido buenos resultados en enfermos de cincuenta y cinco y
sesenta años, aunque de manera excepcional, pues la diferencia entre los individuos es siem-
pre muy grande, incluso en la vejez, debido a la diversidad de sus características psíquicas. El
psicoanálisis puede también contribuir al tratamiento de los niños aconsejando oportunamen-
te a las gentes que forman su entorno. Pero ha sucedido incluso más de una vez que el trata-
miento analítico de la neurosis infantil en niños de cuatro a ocho años ha sido coronado por el
éxito. Tras algún tiempo de duda, los pedagogos también se han interesado por el psicoanáli-
sis (sobre todo en Alemania, en Inglaterra y en América) y han elaborado muchas proposi-
ciones importantes en materia de profilaxis de las neurosis de la infancia.
El psicoanálisis se opone también a las terapéuticas sugestivas debido a que jamás
promete la curación con absoluta certeza, y no podría hacerlo porque es incapaz de prejuzgar
la resistencia del enfermo, su aptitud para la sinceridad, o su perseverancia. Una tal insufi-
ciencia, o bien una enfermedad más grave de la prevista en el pronóstico, pueden suponer
fracasos o interrupciones, ahora bien, todo lo que se dice de los peligros que puede ocasionar
el psicoanálisis es fruto de la pura fantasía.
BREVE DEFINICIÓN PSICOANALÍTICA DE LAS DIFERENTES PSI-
CONEUROSIS
1. La histeria de conversión, de la que se ha hablado ya en el capítulo consagrado a
las generalidades, simboliza las fantasías inconscientes y las mociones impulsivas mediante
síntomas físicos. Tales síntomas pueden instalarse de forma permanente (temblores, parálisis,
anestesias, algias), o bien manifestarse en períodos críticos. La gran crisis histérica clásica,
cuya tonalidad sexual ha sido captada desde hace mucho tiempo por los médicos y por quie-
nes no lo son, parece ser un equivalente erótico, como indica el psicoanálisis.
Desde el punto de vista del desarrollo del Yo, los síntomas de la histeria de conver-
sión representan una regresión al período infantil de la comunicación por signos; al mismo
tiempo, estos síntomas compensan la inhibición de la potencia genital exacerbando la eroge-
neidad de otros órganos. Las perspectivas de éxito terapéutico son relativamente buenas en la
histeria. El tratamiento psicoanalítico es particularmente eficaz en los casos de problemas
gástricos e intestinales de origen neurótico (por ejemplo los vómitos histéricos), el asma his-
térica, las neurosis cardíacas de origen psíquico, las perturbaciones psicógenas de la visión,
de la audición o de la olfación, algunas neurosis menstruales, etc.
2. El núcleo de la histeria de angustia está constituido, como hemos dicho, por una
causa fisiológica: la angustia provocada por la libido insatisfecha, a la que viene a sumarse,
debido a la superestructura psíquica, la fobia hacia determinadas situaciones, personas, ani-
males u objetos. Esta fobia incita al paciente a evitar lo que le es penoso. Con ello encuentra
cierto apaciguamiento subjetivo, pero mediante una restricción muy importante de su libertad
de movimientos y de acción. De esta manera se forman las fobias que también conocemos:
agorafobia, horror a multitudes o a los lugares cerrados, horror a los objetos puntiagudos o
cortantes, horror a los animales que representan cualquier peligro como el perro o el caballo,
etc. Esta enfermedad se desencadena a menudo al quebrantarse profundamente la confianza
del enfermo en sí mismo o en los demás o debido a una herida del amor propio particular-
mente dolorosa. A ella está asociada a menudo la tendencia a ruborizarse, es decir el miedo a
ruborizarse (helitrofobia). Los sueños de angustia y los sobresaltos en el sueño son fenóme-
nos muy frecuentes y conexos con la situación anterior. En realidad la histeria de angustia no
es sino una variedad de la histeria de conversión, en la medida en que, en ambos casos, las
fantasías inconscientes se organizan en torno a síntomas físicos (los síntomas de la angustia);
los puntos de fijación son, en consecuencia, los mismos que en la histeria de conversión.
También aquí el psicoanálisis obtiene resultados terapéuticos satisfactorios. Se ha conseguido
de este modo la desaparición de abasias o de astasias que duraban ya más de diez años.
3. En la neurosis obsesiva se trata a menudo de una invasión constante de pensamien-
tos absurdos o insignificantes (pensamientos compulsivos) que surgen sin razón alguna, o de
una tendencia a producir movimientos absurdos o inútiles, ocasionándose una angustia cuan-
do se realiza cualquier tentativa de represión por la fuerza. El psicoanálisis consigue curar,
casi sin secuelas, este síndrome tenaz que hasta ahora no había sido posible dominar con nin-
gún medio. Debe admitirse sin embargo que el tratamiento de estos casos exige mucho tiem-
po y muchos esfuerzos psíquicos. Parece que los enfermos obsesivos han quedado fijados al
estadío del desarrollo del Yo llamado estadío de omnipotencia, o han regresado a él, lo que
explica la tendencia de los obsesos a la superstición, de modo parecido a los pueblos primiti-
vos. En el plano sexual han quedado fijados al estadío de organización llamado sádico-anal: a
esta organización sádico-anal oponen cierto número de formaciones reactivas como las ma-
nías, la limpieza o la honestidad llevadas al exceso, o también un horror enfermizo hacia toda
violencia. Otro rasgo peculiar es el denominado «ambivalencia», fenómeno psíquico que
consiste en la incapacidad de condensar el conflicto psíquico en un compromiso, lo cual nos
obliga a representarlo por dos actos, o pensamientos, opuestos.
4. Las perturbaciones neuróticas de la palabra (tartamudeo, dificultades de locución)
aparecen a menudo en el análisis como una mezcla de síntomas histéricos y de síntomas ob-
sesivos, y por ello susceptibles de mejoría o incluso de total curación.
5. La epilepsia psíquica es a menudo indiferenciable de la epilepsia verdadera (suele
ir acompañada de los mismos síntomas: reacciones pupilares y motrices, perturbaciones de la
conciencia, relajamiento de los esfínteres, y lesiones diversas. En algunos casos -la experien-
cia de la guerra nos ha enseñado mucho a este respecto-, un síndrome de apariencia muy gra-
ve puede atribuirse a choques psíquicos, y reaccionar a un tratamiento psíquico. También se
ha intentado este tipo de terapéutica en las formas consideradas verdaderas, a veces con éxito.
6. El alcoholismo y otras toxicomanías pueden ser considerados como estados morbo-
sos, pero no sólo debido a la cantidad de tóxico absorbido, lo cual no constituye más que un
fenómeno secundario de la enfermedad, una simple consecuencia de ésta. El psicoanálisis
busca y descubre el verdadero núcleo patógeno del alcoholismo, de la morfinomanía, y de la
cocainomanía en hechos psíquicos inconscientes. No puede considerarse curado a un alcohó-
lico porque se le haya podido apartar durante algún tiempo de su inclinación mediante la des-
intoxicación o la sugestión; la desintoxicación debe completarse mediante un trabajo psicoa-
nalítico que desvela y neutraliza los verdaderos móviles psíquicos de la necesidad compulsi-
va de drogas. A menudo se observa durante el análisis que estas costumbres servían para en-
mascarar una vida sexual o amorosa perturbada.
7. Lo que acaba de decirse sobre las toxicomanías es aplicable a la cleptomanía, la pi-
romanía y otras manifestaciones impulsivas sintomáticas (véase en particular la cleptoma-
nía).
8. Las neurosis traumáticas, de las que la guerra ha proporcionado abundantes casos
para la aplicación del psicoanálisis, son una mezcla específica de síntomas psíquicos histéri-
cos y narcisistas. En cierta medida son la representación corporal de la situación del enfermo
en el momento del traumatismo; están caracterizadas por una hipersensibilidad hipocondríaca
especial y por una disminución importante del coraje y de la confianza en sí mismo. Estos
últimos fenómenos se imponen con particular intensidad cuando el daño sufrido permite es-
perar una indemnización. Pero sería un error pensar que la búsqueda de este provecho explica
totalmente la neurosis. Además de este beneficio secundario, el traumatismo entraña también
consecuencias primarías: los síntomas representan en cierta medida una regresión auténtica al
estadío infantil de impotencia y de necesidad de otro; a él corresponde en el plano sexual, una
reducción considerable de la potencia y del interés por el mundo exterior. Es curioso consta-
tar que los traumatismos acompañados de una lesión relativamente grave, han aparecido en el
momento en que el sujeto estaba en estado de alerta, y han supuesto efectos mucho menos
graves que los choques inesperados acompañados de lesiones benignas. El análisis ha podido
explicar este hecho paradójico mediante los factores económicos de la vida psíquica.
Como es normal, las perspectivas de tratamiento analítico son entonces tanto más fa-
vorables cuanto mayor sea la ventaja del enfermo al superar su dolencia; en estos casos suele
ser frecuente incluso la curación espontánea. La evolución de las neurosis traumáticas, tras la
firma de la paz, ofrecen buen ejemplo. La mayor parte de los enfermos han hallado rápida-
mente el camino de la curación sin ningún tratamiento; los enfermos no curados eran los que
habían sido víctimas de traumatismos particularmente graves o que les habían organizado su
enfermedad en función de las pensiones de invalidez. La guerra ha impuesto el recurso a una
terapéutica de masa; los analistas se han visto obligados a combinar su método con los proce-
dimientos sugestivos, lo cual permitía esperar una curación mas rápida aunque menos radical.
9. Un gran número de casos de impotencia psicosexual pueden ser explicados y cura-
dos por el psicoanálisis. En el origen de este síntoma se halla a menudo una fijación muy
intensa del paciente al entorno de su primera infancia, de manera que se ve obligado a am-
pliar las prohibiciones sobre las tendencias incestuosas, a la actividad sexual en general. Un
medio de expresión muy extendido de estas prohibiciones, la amenaza de castración, deja a
menudo huellas en el psiquismo del enfermo, que luego es imposible o muy difícil borrar; un
niño que oye hablar de circuncisión o se enfrenta a un órgano sexual femenino cuando no lo
esperaba, puede reaccionar con la misma intensidad que frente a la amenaza de castración.
Pues los niños viven en la convicción de que todo el mundo posee un órgano sexual parecido
al suyo, y no pueden explicar su ausencia más que por una intervención violenta. El niño sue-
le ser amenazado de castración debido a alguna actividad masturbatoria; el efecto de estas
amenazas puede ser reforzado por las exageraciones de los padres, de los educadores y de los
médicos que tratan de impresionar de esta manera a los niños para apartarles de ese hábito.
La impotencia puede manifestarse por la ausencia de erección, o por una erección imperfecta,
por el retraso de la eyaculación o por su ausencia. Se han podido observar a menudo la exis-
tencia de satisfacciones compensatorias en forma de onanismo y de poluciones prolongadas
hasta muy avanzada la edad adulta.
10. La insensibilidad sexual femenina (frigidez) sobreviene en las mismas circunstan-
cias que la disminución de la potencia masculina. No supone siempre perturbaciones neuróti-
cas o depresivas; conocemos a madres de familia numerosa que nunca han conocido el dis-
frute sexual y que no han caído enfermas. La insensibilidad se produce por una pasividad
total, por la ausencia de orgasmo, y a veces por espasmos vaginales dolorosos. En los casos
graves va acompañada de síntomas histéricos penosos, sobre todo problemas digestivos, sen-
sación de un nudo en la garganta, desagrado histérico. etc. En realidad la insensibilidad geni-
tal no es más que un caso particular de la histeria de conversión, cuya importancia práctica es
considerable; la masturbación clitoridiana llevada al extremo constituye una causa de predis-
posición. Sin embargo. incluso en algunos casos arraigados, el análisis ha permitido restable-
cer una sensibilidad genital normal.
11. La homosexualidad es una de las perversiones sexuales más frecuentes. La bús-
queda de una solución a este problema -hasta ahora únicamente estudiado desde el punto de
vista fisiológico- ha dado y continúa dando muchas preocupaciones a los psicoanalistas. El
psicoanálisis nos enseña que pueden añadirse algunas causas psíquicas a los factores físicos y
constitucionales que contribuyen activamente a la constitución de la homosexualidad. Por
ejemplo es frecuente que los sentimientos de un niño huérfano de padre o madre, se orienten
en un único sentido incluso en el plano sexual. Tampoco es raro que la explosión heterose-
xual, demasiado fuerte en el período del erotismo infantil, sea seguida por su contraria homo-
sexual. Pues junto a los casos en que el atractivo por las personas del mismo sexo se halla
reforzado patológicamente, existen también otros en los que el enfermo se refugia en su pro-
pio sexo a causa de un horror neurótico hacia el contrario. En este caso el pronóstico del tra-
tamiento psicoanalítico es muy favorable. Quienes están completamente satisfechos por su
compañero del mismo sexo apenas se sienten motivados para prescindir de una enfermedad
que no se les aparece como tal. También ocurre, en algunos casos, que la homosexualidad
latente, sólo aparece a través de los síntomas en el transcurso del análisis. También en estos
casos las posibilidades de derivar este impulso parcial en otra dirección, o de sublimarlo, son
bastante buenas.
12. El masoquismo, es decir la tendencia a buscar el placer o la satisfacción en el su-
frimiento físico o en la humillación psíquica -suponiendo que esto sea posible- sólo puede ser
explicado y resuelto descubriendo los elementos inconscientes. En los casos graves este tra-
bajo exige mucha paciencia y perseverancia.
13. Las diferentes formas de enfermedades mentales.
a) La demencia precoz (esquizofrenia) es una de las formas más graves de las psico-
neurosis narcisistas. en la que el «Yo» regresa al estadío de desarrollo más primitivo, podría
decirse que al estadío de la omnipotencia embrionaria, mientras que la sexualidad se caracte-
riza por la ruptura de toda relación con el mundo exterior.
Aunque el psicoanálisis ha podido aclarar algunos problemas planteados por esta en-
fermedad que parecían insolubles hasta ahora, no ha aportado gran cosa en el terreno del tra-
tamiento. Como mucho, ha obtenido algunos éxitos terapéuticos en los casos en que se trata-
ba de una asociación entre esquizofrenia y neurosis de transferencia.
b) En lo que concierne a la paranoia, los resultados terapéuticos reivindicados por el
psicoanálisis son aún más difíciles de probar: por el contrario ha demostrado que el núcleo
activo de esta enfermedad mental estaba constituido por una fuerte homosexualidad incons-
ciente que aparecía en la conciencia bajo la máscara del odio y el temor hacia las personas del
mismo sexo; también ha mostrado el importante papel de la proyección en esta enfermedad:
se falsea la prueba de realidad, el sujeto se esfuerza en desplazar sus propias tendencias psí-
quicas sobre los demás; pero hasta ahora el psicoanálisis no ha conseguido que el paranoico
desconfiado admita esta interpretación, abandonando de este modo su errónea actitud psíqui-
ca. Como mucho ha obtenido algunos éxitos terapéuticos en los delirios de celos, cuando el
enfermo tenía cierta conciencia del carácter patológico de su comportamiento.
c) La enfermedad mental maniacodepresiva se origina siempre, según el psicoanálisis,
en la melancolía provocada por la decepción inconsciente experimentada respecto a una per-
sona idealizada con anterioridad, a la cual se había identificado totalmente el enfermo. Las
autoacusaciones del melancólico son en consecuencia acusaciones dirigidas contra esta per-
sona; el temor de empobrecimiento expresa la disminución del amor hacia ella, mientras que
la anorexia (desagrado por la comida), y el adelgazamiento que sobreviene, es una defensa
contra la regresión a un estadío de desarrollo sexual muy primitivo, es decir contra el impulso
llamado oral o caníbal.
La exaltación maníaca corresponde a la alegría por haber escapado temporalmente de
la tiranía representada por la identificación con el ideal. En el período maníaco, el enfermo
supera fácilmente las preocupaciones y los escrúpulos de la melancolía, y se arroja con júbilo
sobre todos los objetos de amor o de odio que se le ofrecen en el mundo exterior.
La cura analítica apenas tiene posibilidades de conseguir nada en los estadíos de de-
presión o de exaltación; pero en el período de remisión que sigue al desarrollo del ciclo, pue-
de intentarse con provecho un psicoanálisis de alcance profiláctico que permita prevenir, en
los casos favorables, la repetición del ciclo.