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Diversidad Sexual y Derechos Humanos

Módulo 1. Aclarando Conceptos en Diversidad Sexual

Perspectiva de género

Cuando una persona nace, ya viene con una serie de etiquetas culturales que deberá cumplir,
las cuales estarán basadas en la apariencia física de sus genitales (sexo asignado al nacer); si la
apariencia remite a una vagina, se dirá que es niña, o si lo que se observa es un pene, entonces
se dirá que es un varón; en este momento comenzará a construirse un comportamiento que se
deberá cumplir. Este comportamiento será ya sea como “mujer” o como “hombre”; a ello se le
denomina género y el comportamiento diferenciado entre cada género se llama rol de género.

Así, las personas aprenden a identificarse con uno de los dos géneros que se muestran como
únicas posibilidades (masculino o femenino) y los internaliza reproduciéndolos. La perspectiva
de género es un método analítico basado en el reconocimiento de las diferencias e inequidades
entre mujeres y hombres y la forma en que ha sido construido socialmente.

¿Por qué es importante la perspectiva de género?

La perspectiva de género es importante porque cuando hablamos de diferencia sexual nos


encontraremos con una mayor desigualdad; una sociedad incluyente requiere reconocer esta
inequidad e implementar esfuerzos tendientes a eliminar la discriminación. Cabe señalar que, a lo
largo de este curso, se hará referencia al acrónimo LGBTTTI, no obstante, si bien es cierto que, se
suele incluir la letra “I” por corresponder a un aspecto de la diversidad sexual, conviene tener claro
que la condición de intersexualidad no corresponde con la orientación sexual ni con la identidad
de género.

Las personas LGBTTTI continuamente son discriminadas por su orientación o expresión de género,
por lo que es necesario revisar los patrones culturales que han contribuido a la inequidad en este
sector de la población y que han favorecido este trato (desde la cultura, la economía, las políticas
públicas, etc.) y cuestionar los prejuicios sociales que han dado pie a la discriminación de estas
personas. “Una premisa de la acción antidiscriminatoria es reconocer que la cultura introduce el
sexismo, o sea la discriminación en función del sexo, mediante el género” (Lamas, 1996, p. 32).
Marta Lamas, en el seminario Universidad, Sociedad y Cultura impartido por el Seminario de
Educación Superior, UNAM, afirmó que “Una sociedad desigual tiende a repetir la desigualdad en
todas sus instituciones” (Lamas, 1996, p. 34). Y en efecto, las personas LGBTTTI padecen violencia
institucionalizada debido a la expresión de género en menoscabo de sus derechos humanos por
parte de la mayoría de las instituciones del Estado.

La orientación sexual y la expresión de género son un aspecto importante en la vida sexual de


las personas. En México, las preferencias sexuales están bajo el marco protector de los derechos
humanos. Por esto, la comprensión de la perspectiva de género coadyuva a analizar cómo los
prejuicios están plagados de estigmas, mismos que dan pie a naturalizar estereotipos que traen
como resultado mayor desigualdad en aquello que sale de lo aprendido como “normal”.

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El ser mujer o el ser hombre están construidos desde estructuras normalizadas, fijas, estigmatizadas.
Dichas estructuras se basan en una expectativa a razón de la genitalidad, y es a partir de ésta
que se nos describe un guion que es introyectado a través de un lenguaje simbólico y no verbal,
desde el cual cada estereotipo es dibujado e internalizado para regular cada aspecto de nuestra
cotidianidad, de tal suerte que éstos se verán representados en múltiples aspectos, tales como la
vida en pareja, formas de vestir, aspectos religiosos, el deber de amar a la patria, la forma en que
se debe representar a un sexo de acuerdo con los genitales y la orientación sexual, etcétera.

Para el Gobierno de la Ciudad de México:

Lo biológico no es precisamente lo que determina el comportamiento humano, sin negar


el peso que tiene la biología, es evidente que la cultura surge del tipo de actividad que
realizan las personas y de la interrelación entre éstas y el entorno social y cultural; es decir,
la diferencia que se establece en el trato hacia hombres y mujeres son atribuciones, ideas,
representaciones y creencias sociales que se construyen tomando como referencia la
diferencia biológica o sexual (Delgado, 1999, p. 48).

De tal suerte que las mujeres y los hombres debemos cumplir funciones biológicas específicas
en términos relativos a la reproducción humana, y “éstas, en efecto, no son indistintas o
intercambiables, están definidas anatómica y fisiológicamente de manera determinada y
específica para las mujeres y los varones, su representación más clara y evidente es la diferencia
física de los cuerpos; aun así, no podemos perder de vista que la predisposición biológica no es
suficiente, por sí misma, para determinar un comportamiento social diferenciado de las personas”
(Delgado, 1999, p. 49).

Con respecto a la identidad de género, Delgado (1999) afirma que ésta se establecerá a la edad en
la que se aprende a hablar; desde ahí se considera que se configura en función de la experiencia,
expresándolo en juegos, sentimientos, actitudes o comportamientos de niña o de niño, etcétera.

La misma autora refiere que el proceso de construcción del género se configura a partir de “una
serie de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que reglamentan y condicionan la
conducta objetiva y subjetiva de las personas, atribuyendo características distintas a cada sexo”
(Delgado, 1999, p. 52), por lo que la construcción del género parte de la división sexual del trabajo;
dicho esto, Delgado (1999) afirma que:

las actividades de las mujeres fueron ligadas a su función biológica reproductiva, cuando
prevalecía el interés fundamental de la conservación de la especie humana (maternidad,
cuidado de la prole, alimentación, mantenimiento del núcleo familiar, etc.) lo que ubicó a
las mujeres en el espacio doméstico o privado (hacia el interior del hogar) las cuales al paso
del tiempo, socialmente fueron clasificadas como “labores femeninas” [p. 52].

Para el caso de los varones, su masa muscular y fuerza física determinó que éstos estuvieran
mayormente concentrados en proveer los recursos necesarios para la supervivencia (alimentos
e insumos); al asignárseles esta responsabilidad, la misma debía ser hacia el exterior y requería
de desarrollar las relaciones humanas necesarias, tendientes a negociar con otros semejantes,
por lo que los varones se ubicaron fuera del contexto del hogar (Delgado, 1999). Sin embargo,

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la misma autora acota que la necesidad de supervivencia de la especie humana hace ya largo
tiempo se superó, por lo que estos roles han perdido su razón de ser; pero esa estructura continúa
reproduciéndose a través de las representaciones de los patrones culturales ya alejados de la
realidad.

Con respecto a la perspectiva de género y la diversidad sexual, del 26 al 29 de octubre se llevó a


cabo en Lima, Perú, la VII Asamblea de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación,
donde se reunieron coaliciones nacionales de educación, redes regionales y organizaciones
internacionales de América Latina y el Caribe. En dicha reunión se expresó que la orientación
sexual y la identidad de género incorporan “aspectos esenciales de la vida de una persona” y
reconocieron que esta identidad se encuentra protegida por los derechos humanos. Para esta
asamblea, “ambas categorías continúan presentándose como un reiterado motivo de actos de
discriminación, violencia y opresión, incluso a través de la sujeción normativa. El fundamento de
estas prácticas se asocia a la persistencia de construcciones culturales e ideológicas basadas en el
heterosexismo y la heteronormatividad” (Entenza, 2004, p. 74). Se entiende por heteronormatividad
la introyección de un modelo de educación “natural” resultante de la diferencia biológica, las
formas de reproducción y la asignación de roles de género, invisibilizando la homosexualidad.

Para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef ), “la perspectiva o visión de género
es una categoría analítica que toma los estudios que surgen desde las diferentes vertientes
académicas de los feminismos para, desde esa plataforma teórica, cuestionar los estereotipos y
elaborar nuevos contenidos que permitan incidir en el imaginario colectivo de una sociedad al
servicio de la igualdad y la equidad” (Hendel, 2017, p. 33), por ello es importante incluir dicha
perspectiva cuando haya descripciones con respecto a mujeres, varones, colectivos LGBTTTI
(lesbianas, gay, bisexuales, transgénero, transexuales, travestis e intersexuales). Asimismo, la
Unicef considera que el sexismo y el patriarcado son dos términos que debemos comprender si
queremos entender “para qué sirve y qué es la perspectiva de género”, por lo que los define de la
siguiente manera:

Patriarcado: Forma de organización social específica basada en la dominación de unos varones


con ejercicio de poder sobre mujeres, niñas, niños y adolescentes. También sobre otros varones
menos jerarquizados de la misma comunidad.
Sexismo: Forma de jerarquizar las diferencias entre el varón y la mujer, otorgándole superioridad
a “lo masculino” desde una perspectiva discriminatoria que lleva consigo prejuicios y produce
prácticas vejatorias y ultrajantes para aquello que no entra en la categoría varón, fundamentada en
una serie de mitos que hablan de la superioridad masculina. Esta idea de superioridad, naturaliza
privilegios que dan poder de acción y decisión a los varones y se sostiene convenciendo al
género femenino de que su subordinación y obediencia son condiciones predeterminadas por la
naturaleza. (Hedel, 2017, p. 33)

Así, “la perspectiva de género es una opción política para develar la posición de desigualdad y
subordinación de las mujeres en relación con los varones. Pero también permite ver y denunciar los
modos de construir y pensar las identidades sexuales desde una concepción de heterosexualidad
normativa y obligatoria que excluye” (Hedel, 2017, p. 14).

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