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ISBN: 978-9942-05-434-0
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A Manuela y a Juan Xavier,
por el amor infinito.
Mi hermana Sol dice que no es me sacaron el yeso del pie que me rompí
para tanto, que exagero. «¿Te has fi- jugando al fútbol, y el médico dijo que
jado? Tiene las rodillas como dos pe- no puedo caminar mucho... ¡ni bailar!
lotas de fútbol», dice mi hermana que —¿Y tú, Miguel? No te has roto el
odia el fútbol. Y yo no puedo contra- pie últimamente, ¿no? ¿Qué esperas pa-
decirle porque nunca he visto las rodi- ra pedirle a Elena Santander que baile
llas de Elena Santander, siempre que contigo?
la encuentro me quedo hipnotizado y Pablo y Guillo eran mayores que
no llego a ver nada más que sus ojos nosotros y la verdad es que tenían mé-
celestes. todos bastante bestias para relacionarse
En la fiesta, todos queríamos bai- con el mundo, así que era preferible te-
lar con ella, todos queríamos mirarla de nerlos de a buenas.
cerca intentando que no se nos notara la —Esta música no me gusta mucho.
cara de terneros que poníamos al verla Quizá después, si cambian a otro ritmo,
pasar. Pero Elena ni siquiera nos toma- la invite —respondí intentando quitár-
ba en cuenta. Parecía que ante ella to- melos de encima.
dos éramos invisibles. En ese momento, Pablo y Guillo
Pablo y Guillo, otros dos vecinos se dieron cuenta de que yo llevaba un
que se las dan de muy bromistas, esta- teléfono celular en mi bolsillo. Era el
ban parados junto a una ventana y nos teléfono que mi mamá me acababa de
invitaron a Óscar y a mí a charlar. regalar por mi cumple y que le había
—¿Ya bailaste con Elena? —le pre- costado «¡un dineral, Miguel, y me ha-
guntaron a Óscar. ces el favor de cuidarlo como oro, me
—Qué va —respondió él intentan- ha costado un ojo de la cara y lo voy a
do lucir tranquilo. pagar a 24 meses!».
—¿Y qué esperas? —¿Y esto? —preguntó Guillo.
—Eh, mmm, creo que eso no va a —Es mi teléfono —dije y no pude
pasar, porque apenas hace una semana evitar que me lo quitara.
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