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LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGIAa PDF
LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGIAa PDF
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3 52 15 C UOl
Lecturas
de Historia
e la Psicología
lejandra Ferrándiz
_\Enrique Lafuente
osé Carl os Loredo
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•
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UNED
ED ICI O N E S
PLATÓN
(427-347 a. C.)
Lecturas recomendadas
[PLATóN, Fedro.
En J. Marias, El tema del hombre. Madrid: Revista de Occidente, 1943
(pp, 47-52). Trad., S. Fernández Ramírez.]
ARISTÓTELES
(384-322 a. C.)
Aristóteles es, sin duda, uno de los más grandes filósofos de la antigüe-
dad. Nació en Estagira (Tracia) y fue discípulo de Platón durante unos vein-
te años. Sin embargo, descontento con elmatematicismo de la Academia pla-
tónica (la explicación del mundo basada en las puras formas abstractas),
decidió viajar a la costa jonia para estudiar biología marina. Tras esta expe-
riencia, que imprimió a su pensamiento un naturalismo evidente, trabajó
como preceptor de Alejandro Magno y fundó en Atenas el Liceo. En este cen-
tro reuni ó una extraordinaria cantidad de material científico y dictó los cur-
sos en cuyos apuntes se basan los libros que hoy conservamos.
Puede considerarse a Aristóteles como el fundador de la filosofía tal
como la entendemos en occidente, esto es, como un cuerpo de doctrina sis-
temática y perteneciente a una tradición que tiene continuidad académica a
lo largo de la historia. Aristóteles culminó lo que muchos autores denomi-
nan el paso del mito al lagos, o lo que es lo mismo, la superación del pensa-
miento mitológico y la progresiva implantación de formas de pensamiento
racional.
El sistema aristotélico incluye además la primera «psicología» explícita,
articulada en tomo a una idea naturalista del alma como función orgánica.
Esta perspectiva aparece desarrollada en un escrito titulado Acerca del alma ,
que es posible tomar como el primer tratado de psicología de la historia.
Extraemos un fragmento donde podemos ver cómo su autor definía el alma
alrededor de dos rasgos: es privativa de los seres vivos y expresa en acto lo
que éstos son en potencia.
Pero antes de enfrentamos al texto es preciso hacer una aclaración sobre
una de las ideas que aparecen en él. Aristóteles indica que existen dos grados
en la transformación de la potencia en acto, equivalentes a dos maneras de
entender el conocimiento. Se puede entender éste como posesión de conoci-
miento o bien como ejercicio o empleo de ese conocimiento. La posesión de
conocimiento equivale a la transformación de la potencia en acto de un
modo más general que el correspondiente al conocimiento en ejercicio, por-
que en el primer caso aún existe un abanico de posibilidades para que la
potencia termine de transformarse en acto (el conocimiento en cuanto tal
22 _LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGt
Lecturas recomendadas
ARISTÓTELES, Acerca del alma. Madrid: Gredas, 1983. Versión española completó
que incluye dos recomendables estudios introductorios de Tomás Calvo, une
de ellos sobre la obra completa del filósofo griego y otro sobre su tratad.
acerca del alma.
CONILL, J. y CORTINA, A., «La psicología de Aristóteles». En E. Quiñones, F. Torto
sa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología . Textos y comentarios
Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 65-75). Interesante comentario a un fragmento de
tratado aristotélico de donde procede nuestro texto.
JAEGER, W., Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual. Madrid
Fondo de Cultura Económica, 1993. Un clásico que recorre la biografía inte
lectual de Aristóteles mediante un documentado y riguroso análisis de su:
escritos.
ROBINSON, D., Historia de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. Este manual hace
particular hincapié en la significación de la filosofía antigua en la historia de
la psicología. En el capítulo 3 se analiza la obra de Aristóteles.
Solemos decir que uno de los géneros del ser es la entidad. Pero la
entidad puede entenderse, en primer lugar, como materia -aquello que
por sí mismo no es algo determinado-; en segundo lugar, como estruc-
tura y forma -en virtud de la cual se dice que la materia es ya algo con-
creto-; y, en tercer lugar, como compuesto de materia y forma. Por le
demás, la materia es potencia, mientras que la forma es entelequia e
acto, término este que puede entenderse en dos sentidos, igual que con-
sideramos el conocimiento como ciencia en cuanto tal o bien como el
ejercicio del conocimiento.
Entidades se consideran preeminentemente los cuerpos y, entre
ellos, los cuerpos naturales, pues éstos constituyen los principios de
RISTÓTELES 23
ue nacen los demás. Ahora bien, de entre los cuerpos naturales unos
enen vida y otros no la tienen. Con el término «vida» hacemos re-
erencia al hecho de nutrirse por sí mismo, crecer y envejecer. Así
ues, todo cuerpo natural que posee vida debe ser entidad, y entidad
e tipo compuesto. Claro que, puesto que se trata de tal clase de cuer-
o (con vida), el cuerpo no puede ser el alma, porque el cuerpo no es
19o que se predique de un sujeto, sino que más bien es el cuerpo mis-
10 lo que se considera como sustrato del sujeto. Por tanto, el alma
ebe ser entidad, en el sentido de ser la forma de un cuerpo natural
ue en potencia tiene vida. Y, puesto que en este sentido la entidad es
ntelequia o acto, el alma es la entelequia de la clase de cuerpo que
emos descrito. '
Pero el término «entelequia» tiene dos sentidos, correspondientes a
1 posesión del conocimiento y al ejercicio del mismo. Evidentemente,
1 alma es entelequia en el sentido análogo a la posesión del conoci-
aiento, Y es que teniendo alma se puede estar durmiendo o despierto,
la vigilia es análoga al ejercicio del conocimiento, mientras que el dor-
nir es análogo a la mera posesión del conocimiento, sin ejercicio. Aho-
a bien, desde el punto de vista de la génesis se da antes, en una perso-
la individual, la posesión del conocimiento. Por consiguiente, el alma
10 dría definirse como la entelequia primera de un cuerpo natural que
n potencia tiene vida. Tal es el caso de cualquier cuerpo que posea
Irganos. Las partes de las plantas son también órganos, pero de una
ran simplicidad. Por ejemplo, la hoja protege el pericarpio y éste pro-
ege el fruto; las raíces, por su parte, son análogas a la boca, ya que
.mbas absorben el alimento. Por tanto, si hay que dar con una defini-
:ión aplicable a toda clase de alma, se podría decir que el alma es la en-
elequia primera de un cuerpo natural que posea órganos. De ahí, ade-
nás, que no quepa preguntarse si el alma y el cuerpo son una única
ealidad, como no cabe preguntarse si la cera y la figura moldeada con
dla son una misma cosa, ni tampoco quepa preguntarse, en definitiva,
i la materia de cada cosa es lo mismo que aquello de que ella es mate-
ia (*) [ ...].
Hemos proporcionado, pues, una definición general de lo 'que es el
urna: es entidad en el sentido de ser forma, es decir, la esencia de un
leterminado tipo de cuerpo. Supongamos que una herramienta cual-
[uiera -un hacha, por ejemplo-, fuese un cuerpo natural. La entidad
(*) Es decir, la distinción entre materia y forma es una operación del pensamiento. En
a realidad son inseparables.
24 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGí
del hacha sería aquello que hace de esa herramienta un hacha; sería s
alma. Supóngase que este alma se separa. Entonces la herramienta n
sería ya un hacha, a no ser de palabra. Con todo, al margen de nuestr
suposición, sigue tratándose de una simple hacha. Y es que el alma n
es esencia definitoria de un cuerpo de este tipo, sino de un cuerpo natl
ral de tal índole que posee en sí mismo los principios del movimiento
el reposo.
Apliquemos ahora lo que hemos dicho a las diversas partes del cuer
po viviente. Si el ojo fuera un ser vivo, su alma sería la vista. Ella es, si
duda, la entidad definitoria [o forma] del ojo. Por su parte, el ojo es 1
materia de la vista. Si se pierde la vista, el ojo no es tal ojo a no ser d
palabra, como cuando denominamos así a un ojo pintado o esculpid
en piedra. Pues bien, lo que se aplica a las partes del cuerpo viviente de
bemos aplicarlo también a la totalidad de éste, puesto que entre 1
potencia [órgano] sensorial considerada en su totalidad y el conjunt
del cuerpo que siente considerado como tal, debe existir la misma rels
ción que hay entre sus respectivas partes. Por lo demás, lo que posee e
potencia la capacidad de vivir no es el cuerpo que ha perdido el alrru
sino el que la conserva. Tampoco poseen tal capacidad la semilla y <
fruto, que sólo potencialmente constituyen un cuerpo de esta clase. I
estado de vigilia es entelequia en el mismo sentido en que lo son 1
visión o el acto de cortar con el hacha, mientras que el alma es entek
quia en el mismo sentido en que lo son la vista o la capacidad de 1
herramienta para cortar. El cuerpo es lo que es sólo potencialmente
pero igual que la pupila del ojo y la vista constituyen el ojo, así en el otr
caso el alma y el cuerpo constituyen un ser vivo.
:onspiración contra Nerón y fue obligado por éste a cortarse las venas. Una
nuerte que afrontó con la serenidad y entereza que cabía esperar de la doc-
rina que había abrazado durante su vida.
El texto que reproducimos procede de su tratado Sobre la felicidad.
escrito entre otros motivos como una defensa frente a las acusaciones que
tenía recibiendo por el refinamiento y ostentación con que vivía, este bre-
ve tratado resulta sumamente expresivo de algunos de los rasgos más
salientes del pensamiento estoico. Por lo pronto, de su índole predominan-
temente moral, pero también de ideas como las de la felicidad en cuanto
conformidad racional con la naturaleza, y la imperturbabilidad como ideal
de vida, que ilustran el carácter «terapéutico» y fundado en el autocontrol
de su psicología.
26 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLC
Lecturas recomendadas
~turas recomendadas
BRLIS, J., Plotino. Mádrid: Revista de Occidente, 1931. Una sencilla aproxima-
ción a su vida y pensamiento.
lJIlNO, El alma, la belleza y la contemplación. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1950.
Una útil antología de escritos plotinianos. Incluye un apunte biográfico de
Plotino así como una síntesis de su filosofía realizados por el compilador, I.
Quiles.
30 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLO
res, las cualidades y cada una de las formas; pues la forma puede
encontrarse toda entera a la vez en varios cuerpos separados, sin que
ocupe ninguna parte de un cuerpo que experimente lo que cualquier
otro. De modo que aceptaremos que esta esencia se halla toda ella
dividida. Al lado de la esencia indivisible, e inmediata a ella, se dará
una esencia que proviene de aquélla. Y esta esencia recibe la invisibi-
lidad de la esencia indivisible, pero como, en su avance, tiende hacia
la esencia divisible, resulta ser intermedia entre la esencia indivisible
primera y la esencia que se divide en los cuerpos y se encuentra entre
ellos. [...].
2. La naturaleza del alma, pues, ha de ser tal que no pueda haber al
lado de ella ni un alma que sea sólo indivisible, ni sólo divisible, debien-
do contar necesariamente con estas dos propiedades.
Porque si el alma, al igual que los cuerpos, tuviese partes distintas
en lugares también diferentes, cuando una de sus partes se viese afec-
tada por algo , esta sensación no alcanzaría a ninguna otra parte; esto es,
únicamente aquella parte del alma, la que, por ejemplo, se encuentra en
el dedo, y es diferente a las demás y existe por sí misma, pasaría por esa
prueba. Tendríamos, por tanto, varias almas que gobernarían cada par-
te de nosotros. Y, a mayor abundamiento, el mundo no tendría una sola
alma, sino muchas almas que permanecerían separadas las unas de las
otras. [...].
Si el alma es una y, además, totalmente indivisible en su misma uni-
dad, si nada tiene que ver con la naturaleza de lo que es múltiple y divi-
sible, un cuerpo ocupado por un alma no podrá ser animado en su tota-
lidad; y aSÍ, colocada aquélla en el centro del cuerpo, dejará de extender
su acción a toda la masa del ser animado.
Conviene, pues, que el alma sea una y múltiple, divisible e indivisi-
ble. No pongamos en duda, por tanto que una misma cosa pueda estar
en varios lugares, porque, si no admitimos esto, no será posible tampo-
co que una naturaleza reúna y gobierne todas las cosas, abarcándolas a
todas ellas y dirigiéndolas con sabiduría; ni que un ser sea múltiple por-
que las cosas también lo son, o uno, porque lo es igualmente el ser que
lo contiene todo. Este ser, por su unidad múltiple, deberá distribuir la
vida a todas partes; y por su unidad indivisible, la conducirá con pru-
dencia en todas ellas.
[oo.] Así pues, el alma es una y múltiple; y por su parte, las formas
que se dan en los cuerpos son múltiples y unas. Los cuerpos, por consi-
32 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLC
Suele considerarse a San Agustín como el autor que llevó a cabo por pri-
era vez de una forma plena la integración de la filosofía griega (funda-
mtalmente de corte neoplatónico) y la religión cristiana. Nacido en Tagas-
(Numidia), estudió retórica en Cartago, ya la enseñanza de esta disciplina
dedicó durante buena parte de sus años de juventud y primera madurez.
l predicación de San Ambrosio y la lectura de Plotino le aproximan al cris-
llismo, al que se convierte en 386. Inicia entonces una intensa actividad
DIO escritor de la que brotará una obra ingente: Sobre la Trinidad, La ciu-
i tk Dios, las Confesiones... Ordenado sacerdote en 391, es consagrado al
ID tiempo obispo de Hipona. Y en esta ciudad norteafricana moriría años
• tarde, tras más de treinta de incansable labor episcopal.
En la historia del pensamiento psicológico, la figura de San Agustín
In5enta un importante punto de inflexión. En él se produce, en efecto, el
ICUbrimiento del alma como intimidad, como reducto interior subjetivo
Itqltible de observación, descripción y análisis (de todo ello ofrecen las
PI(esiones numerosos y finos ejemplos). Puede decirse, así , que la obra
lStiniana ha contribuido decisivamente a sentar las bases de una tradición
rospectiva y de índole fenomenológica que, con mayor 9 menor presencia
",las épocas y los lugares, se ha mantenido viva en psicología hasta nues-
s días. El reconocimiento de que la unidad del alma no es incompatible
lla diversidad de sus funciones, además, ha hecho también a San Agustín
eedor al título de iniciador de la psicología de las facultades, otra tradi-
11 de amplios y fecundos desarrollos.
Lecturas recomendadas
BRENNAN, R. E., Historia de la psicologia. Madrid: Morata, 1969 (Z." ed .). El aut
de este libro es un buen conocedor del pensamiento medieval. En el capít
lo 6 puede encontrarse un análisis de la significación de San Agustín para
psicología.
GILSON, E., La [ilosojia en la Edad Media. Desde los origenes patristicos hasta el t
del siglo XIV. Madrid: Gredos, 1972 (Z." ed.). Una historia clásica del pens
miento medieval (sobre S. Agustín v éanse las pp. 118-130) .
SAN AGUSTIN, Confesiones. Madrid: Alianza, 1990. Texto completo de la autobi
grafía espiritual de San Agustín.
SAN AGUSTíN, Ideario. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1946. Una útil antología I
textos. Va precedida de una introducción al pensamiento de San Agustín re
lizada por el compilador, A. Martínez.
Sobre la memoria
[c. 400]
colores y las formas de los cuerpos, que entran por la vista. Toda la
la de los sonidos por el oído; todos los olores por la nariz y todos los
ores por la boca. Lo duro y lo blando, lo caliente y lo frío, lo suave y
.spero, lo pesado y lo ligero, sea interior sea exterior al cuerpo, por
entido del tacto que cubre todo el organismo. Todas estas sensacio-
son retenidas en el gran almacén de la memoria, que las archiva en
sé qué inefables y secretos fondos suyos. Pueden ser traídas y recor-
as cuando fuere menester, pero cada una de ellas entra por su pro-
puerta para ser allí almacenada.
No son las cosas que sentimos las que entran en la memoria, sino
imágenes, siempre dispuestas a presentarse a la llamada del pensa-
rito que las recuerda. Pero ¿podrá alguno explicar cómo se forma-
estas imágenes, aunque esté claro por qué sentido fueron captadas
'abadas en el interior? En la misma oscuridad y en el silencio puedo,
uiero, evocar los colores. Puedo distinguir entre el blanco y el negro
s demás colores que quiera. Y mientras los evoco, los sonidos no tur-
. ni se confunden con las imágenes del color que llegaron a mí a tra-
de los ojos. No obstante, mi memoria también graba los sonidos, si
1 los almacena aparte. Si quiero, también a ellos los llamo y al pun-
icuden y puedo cantar cuanto quiera, aun cuando mi lengua esté
eta y mi garganta no emita sonido alguno. Y cuando recuerdo en mi
.rior esta reserva de sonidos, que entró en mi memoria a través de
oídos, las imágenes del dolor que están también en mi memoria no
nterfieren ni perturban. .
Del mismo modo puedo evocar a voluntad todas las demás cosas que
sentidos trajeron a mi memoria y las depositaron en ella. Puedo dis-
ruír el perfume de los lirios del de las violetas sin que huela nada en
nariz, Y, con sólo acudir a la memoria, puedo reconocer que me gus-
nás la miel que el arrope y lo dulce que lo áspero, aunque en ese
mento ni guste ni toque nada.
Todo esto lo hago dentro de mí, en el ámbito inmenso de mi memo-
En ella se me ofrecen el cielo, la tierra y el mar, junto con todas las
as que he percibido en ellos por medio de mis sentidos, a excepción
as ya olvidadas. En la memoria me encuentro también conmigo mis-
oMe acuerdo de mí y de lo que hice, cuándo y cómo lo hice, y de los
timientos que tenía entonces. En ella están también todos los acon-
mientas que recuerdo, ya se trate de cosas que me han sucedido a
o que he oído a otros. [...]
[ ... ]
36 LECfURAS DE HISTORIA DE LAPSICOLOGl
nemoria por los sentidos del cuerpo, pues no tienen color, ni sonido, ni
olor, ni han sido gustados o tocados. Cierto que oigo los sonidos de las
oalabras que expresan su significado, cuando se discute sobre los núme-
~os, pero una cosa son las palabras y otra los principios de los mismos.
Porque los números suenan de un modo en griego y de otro en latín,
Jera los principios y leyes no son griegos ni latinos ni de ninguna otra
engua. Veo las líneas trazadas por arquitectos y, a veces, son tan finas
como un hilo de araña. Pero los axiomas de las matemáticas son dife-
~entes . No son imágenes de cosas que me entran por los ojos de mi cuer-
JO . Las conoce quien las reconoce interiormente sin referencia a pen-
samiento alguno material. [...]
[ ... ]
Grande es el poder de la memoria. Algo que me horroriza, Dios mío,
en su profundidad e infinita complejidad. Y esto es el alma. Y esto soy
yo mismo. ¿Qué soy, pues, Dios mío? ¿Cuál es mi naturaleza? Una vida
siempre cambiante, multiforme e inabarcable. Aquí están los campos de
mi memoria y sus innumerables antros y cavernas, llenos de toda clase
de cosas imposibles de contar. Aquí las cosas materiales por medio de
sus imágenes, o por sí mismas, como las artes, o por no sé qué nociones
o notas específicas, como las pasiones del alma, pues la memoria las
retiene aun cuando el alma no las padezca. Pues todo lo que está en la
memoria se halla también en el alma. Discurro por todas estas cosas y
vuelo de una parte a otra. Penetro cuanto puedo en ellas, sin llegar nun-
ca hasta el fin. ¡Tan grande es el poder de la memoria! ¡Y tanta la fuer-
za de la vida en un hombre que tiene una vida mortal!
¿Qué hacer, pues, Dios mío, mi auténtica vida? Trascenderé, pues,
esta fuerza que hay en mí y que llamamos memoria. Sí, la trascenderé
para poder llegar a ti, mi dulzura y mi luz. [...]
Trascenderé, pues, la memoria para poder llegar a aquel Dios que
me hizo distinto de los cuadrúpedos y más sabio que las aves del cie-
lo . Trascenderé, pues, la memoria para encontrarte a ti , mi verdadero
Bien y mi suavidad segura. Pero ¿dónde me llevará tu búsqueda?
¿Dónde encontrarte? Si te encuentro fuera de mi memoria, es que me
he olvidado de ti. ¿Cómo, entonces, podré encontrarte si ya no me
acuerdo de ti?
Lecturas recomendadas
poral, cual es el sentido, por lo cual, el objeto de cada una de las pon
cias sensitivas es forma, en cuanto que existe en la materia corporal
como esta materia es el principio de individuación, síguese que te
potencia de la parte sensitiva puede conocer sólo cosas particulares.
Otra potencia cognoscitiva hay, que ni es acto de órgano corporal,
está unida de modo alguno a la materia corpórea, como el enten
miento angélico; el objeto de esta virtud cognoscitiva es la forma pt
subsistente sin materia, porque aunque los ángeles conozcan las co:
materiales, no las ven, no obstante, sino en las cosas inmateriales o
sí mismos o en Dios. 3 0 El entendimiento humano ocupa un térmí
medio, pues no es acto de algún órgano, pero sí cierta potencia I
alma, que es la forma del cuerpo [...]; por lo tanto, su función propia
conocer la forma que existe individualmente en la materia COrpOI
mas no tal como es en esta materia. Conocer lo que existe en la mate
individual no tal como se halla en ella, es abstraer la forma de la ma
ria individual que representan las imágenes. Es, pues, necesario de
que nuestro entendimiento entiende las cosas materiales, abstrayendo
las imágenes, y por medio de las materiales así consideradas, alean:
mos algún conocimiento de las inmateriales, al contrario de los ángel
que por las inmateriales conocen las materiales. [...]
Lecturas recomendadas
[ ... ]
[...] Según lo dicho, se niega que hay especies impresas en la sensa-
ón y en el entendimiento y en general toda representación por la cual
~ diga que una cosa representa a otra de manera que lleve a su conoci-
Liento, primero aunque una cosa haga que nos acordemos de otra
mecida primeramente. La razón es porque no debe admitirse la plu-
ilidad sin necesidad. Para el conocimiento intuitivo bastan la facultad
.spuesta y el objeto presente con las causas extrínsecas, porque expe-
mentamos que no se requiere nada más para ello, ni la razón pide más
l la autoridad nos obliga a ello. Por lo tanto, para el conocimiento
itu itivo no conviene poner estas especies; ni tampoco para el conoci-
.iento abstracto, pues para esto basta el hábito creado por la intuición
~ecedente con la facultad y causas extrínsecas. Pues experimentamos
.to: después de que hemos visto algo, podemos pensar de aquello, aun-
le esté ausente.
De acuerdo con esto, se enseña que con relación al mismo objeto hay
rs conocimientos distintos en especie, esto es, el abstractivo y el intui-
010. Que se distinguen específicamente se demuestra por esto: que
empre que se procura uno de ellos, no puede procurarse al mismo
empo el acto del otro. Mas el conocimiento intuitivo es aquel por el
tal asentimos a las verdades contingentes de la cosa intuida; por ejem-
o, que tal cosa está aquí o allí, que es blanca o negra, dulce o ácida, y
ras similares. El conocimiento abstracto es aquel por el cual no asen-
nos a lo predicho, cuantas veces se forme o se intente. Ejemplo: si veo
la pared presente, sé que es una pared y, una vez formado este corn-
ejo: «es una pared» , inmediatamente asiento; si gusto de la miel, for-
ado este complejo: «aquéllo es dulce» , inmediatamente asiento; si
co fuego, formado este complejo: «el fuego es cálido», inmediatamen-
asiento; y estos conocimientos incomplejos que hacen asentir a tal
unplejo formado, se distinguen específicamente de aquellos conoci-
ientos incomplejos que no hacen asentir así.
De ahí que, por bien que conozca una pared, si está separada de mí,
Ir bien que sepa su tamaño y calidad, pero si no sé que existe ahora y,
Ir consiguiente, si es tanta o tal, éste se denomina conocimiento abs-
acto, Estos conocimientos tienen diversas causas eficientes, porque el
imero es ocasionado por el objeto y el segundo por el hábito dejado
Ir el conocimiento intuitivo. Sin embargo, se dice que Dios puede cau-
r inmediatamente en la mente entrambas como causa total y así Dios
iede ocasionar el conocimiento intuitivo sin estar el objeto presente y
conocimiento causado por el objeto Dios puede conservarlo sin el
46 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOL
Lecturas recomendadas
partes, ¿qué importa que el perro lo sepa por sí mismo o por el de Tre-
bizonda?
Lecturas recomendadas
BACON, F., La gran restauración . Madrid: Alianza, 1985. La obra más importa
de Bacon, de donde procede el texto que aquí seleccionamos.
FARRINGTON, B., Francis Bacon, filósofo de la revolución industrial. Madrid: J.
so, 1971. Una sugestiva visión materialista de Bacon como ideólogo dl
aplicación de la ciencia a la mejora de las condiciones de vida.
OUINTON, A., Francis Bacon . Madrid: Alianza, 1985. Breve y clara exposic
general de la vida y obra del Gran Canciller.
ROBINSON, D., Historia critica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. El cap
lo 7 contiene una exposición de la contribución de los autores empiristas
tánicos a la historia del pensamiento psicológico. En esta exposición Ba
ocupa un lugar destacado.
[ración.
ranada.
uctor).]
marias » y «secu n da ri as », según las bautizaría Locke más adelante), que seria
so, qi
decisiva en el rumbo seguido por el pensamiento psicológico posterior.
much
pero e
Lecturas recomendadas agrado
mente:
BUITERFIELD, B., Los orígenes de la ciencia moderna. Madrid: Taurus, 1971 (Z." nes; II
ed .). Excelente marco para situar la contribución de Galileo en la historia del o la in
pensamiento científico moderno. ello pi
DRAKE , S. , Galileo. Madrid: Alian za , 1980. Un breve y claro estudio de la evolu- en el (
ción del pensamiento de Galileo, en el que se analiza con particular detalle únicai
su conflicto con los filósofos aristotélico s y la Inquisición. nado «
GALILEO GALILEI, El ensayador. Madrid: Sarpe, 1984. Texto completo del escrito go,no
en el que Galileo expone los principios de su nuevo método experimental. rent.es
KOYR É, A ., Estudios galileanos. Madrid: Siglo XXI, 1980. Estudios fundamentales tambí.
sobre la contribución de Galileo a la revolución científica moderna.
en
pasan
En cu
Matemática y objetividad misrru
[1623] tes, es
bres. 1
6. [...] Me parece, por lo demás, que Sarsi tiene la firme convicción sas ser
de que para filosofar es necesario apoyarse en la opinión de cualquier sobre
célebre autor, de manera que si nuestra mente no se esposara con el táctil,
razonamiento de otra, debería quedar estéril e infecunda; tal vez piensa quillas
que la filosofía es como las novelas, producto de la fantasía de un hom- ce que
bre como por ejemplo la Iliada o el Orlando furioso, donde lo menos aparte
importante es que aquello que en ellas se narra sea cierto. Sr. Sarsi, las éstas, ,
cosas no son así. La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que que re
tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se pue- mente
de entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los ma, la
caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y al toca
sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin cosqui
las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar sentir.
vanamente en un oscuro laberinto. ma; eli
[oo.] más qi
yo que
48. [...] Digo que en el momento en que imagino una materia o sus- natura
tancia corpórea, me siento en la necesidad de imaginar, al mismo tiem-
po , que esta materia está delimitada y que tiene esta o aquella forma,
que en relación con otras es grande o pequeña, que está en este o en
aquel lugar, en este o en aquel tiempo, que se mueve o que está en repo- ~
>LOGÍA GALILEO GALILEI 57
e seria so , que está o no en contacto con otro cuerpo, que es una, pocas o
muchas; ni con gran imaginación puedo separarla de estas condiciones;
pero que deba ser blanca o roja, amarga o dulce, sonora o muda, de olor
agradable o desagradable, no me siento en la necesidad de forzar mi
mente para tener que representármela acomodada con tales condicio-
'7 1 (l.a nes; más bien, si los sentidos no las hubieran advertido, tal vez la razón
rria del o la imaginación por sí mismas no lo hubieran logrado nunca. Por todo
ello pienso que estos sabores, olores, colores, etc., por parte del sujeto
evolu- en el que parece que residen, no son más que meros nombres, y tienen
detalle únicamente su residencia en el cuerpo sensitivo, de manera que elimi-
nado el animal sensitivo, se eliminan todas estas cualidades; sin embar-
escrito go , nosotros, puesto que les hemos puesto nombres particulares y dife-
ntal. rentes de aquellos primeros y reales accidentes, quisiéramos creer que
entales también éstos son verdadera y realmente diferentes de aquéllos.
Creo que explicar é más claramente mi idea con algún ejemplo. Voy
pasando mi mano sobre una estatua de mármol, o sobre un hombre vivo.
En cuanto a la acción que viene de la mano, respecto a esa mano, es la
misma sobre uno u otro sujeto, pues pertenece a esos primeros acciden-
tes, es decir, movimiento y tacto; no la solemos llamar con otros nom-
bres. Pero el cuerpo animado que recibe tales operaciones, siente diver-
1cción sas sensaciones , segú n sea to cado por ejemplo en las plantas de los pies,
ilquier sobre las rodillas o bajo las axilas, siente aparte de la común sensación
con el táctil, otra sensación a la que hemos puesto un nombre particular: cos-
piensa quillas; esta sensación es totalmente nuestra, y no de la mano, y me pare-
1 horn- ce que se equivocaría en grado sumo quien quisiese decir que la mano,
menos aparte del movimiento y del tacto, tiene en sí otra facultad diferente a
rsi, las éstas, es decir, el cosquillear, como si las cosquillas fuesen un accidente
ro que que re sidiese en ella. Un trozo de papel o una pluma, estregada ligera-
¡e pue- mente sobre cualquier parte de nuestro cuerpo, hace en cuanto a sí mis-
cer los ma, la misma operación, cual es la de moverse y tocar, pero en nosotros,
ática y al tocamos entre los ojos, o en la nariz, o d entro de las narices, excita un
as, sin cosquilleo casi insoportable, mientras que en otras partes apenas se deja
O girar sentir. Ahora bien, ese cosquilleo es totalmente nuestro, y no de la plu-
ma; eliminado el cuerpo animado y sensitivo, de esa sensación no queda
más que un mero nombre. Así pues, de igual y no mayor existencia creo
yo que puedan ser muchas cualidades que son atribuidas a los cuerpos
o sus- naturales, como lo s sabores, los olores, los colores y otr as.
) tiern-
.orma,
~ o en
[GALILEO GALILEI, El ensayador.
repo- Madrid: Sarpe, 1984 (pp. 60-61 Y 292-293). Trad., J. M. Revuelta.]
,
RENE DESCARTES
(1596-1650)
que yo era, mientras que, si hubiera tan sólo dejado de pensar, aunque
todo el resto de lo que había imaginado hubiera sido verdadero, no
)96. Exce- tenía razón alguna para creer que yo fuese, conocí por esto que yo era
la de Des- una sustancia cuya esencia o naturaleza es pensar y que, para ser, no
necesita de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material. De
ltura Eco- modo que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es ente-
lente pau- ramente distinta del cuerpo, e incluso más fácil de conocer que él y
447-513). que, aunque él no fuese , (el alma) no dejaría en modo alguno de ser
rgo de H . todo lo que es.
de donde
[ ... ]
mte reco-
[oo.] (M)e contenté con suponer que Dios había formado el cuerpo de
un hombre enteramente semejante a uno de los nuestros, tanto en la
figura exterior de sus miembros como en la configuración interna de
sus órganos, sin componerlo de otra materia que de aquella que había
descrito y sin poner en él, al principio, alma racional alguna, ni ningu-
na otra cosa que sirviese de alma vegetativa o sensitiva, sino que Él exci-
taba en su corazón uno de esos fuegos sin luz que ya había explicado y
ian, qui- que no concebía de otra naturaleza más que de aquella que calienta el
cen ima- heno cuando se 10 ha enterrado antes de secarse, o la que hace fermen-
so sobre tar los vinos nuevos cuando se los deja en la cuba con su hollejo. Por-
taba ex- que [...], examinando las funciones que podían hallarse en este cuerpo,
las razo- encontraba en él exactamente todas las que pueden existir en nosotros
conside- sin que nosotros las pensemos, ni que, por consiguiente, contribuya a
-spíertos ellas nuestra alma [oo.]; y que se puede decir [que] nos asemejan a los
mtonces animales irracionales, sin que en ellas pudiera encontrar ninguna de
osas que aquéllas otras que, por depender del pensamiento, son las únicas que
-daderas nos pertenecen en cuanto hombres; en cambio, todas éstas las encon-
traba enseguida si suponía que un Dios había creado un alma racional
l pensar y que la añadió a este cuerpo [...].
o pensa-
[...] Y, en fin , lo más notable de todo esto es la generación de los espí-
o, luego
ritus animales, que son como un viento muy sutil, o más bien como una
is extra-
llama muy pura y muy viva qu e asciende continuamente del corazón al
gué que
cerebro con gran abundancia, y de allí vuelve por los nervios a los mús-
filosofía
culos y pone en movimiento todos los miembros, sin que sea preciso
imaginar otra causa que haga que las partes de la sangre que, siendo las
xlfa [in- más agitadas y las más penetrantes, y por ello las más aptas para com-
- alguno poner estos espíritus, vayan al cerebro mejor que a otros lugares, sino
~ no era que las arterias que allí los llevan son las que vienen del corazón más en
udar de línea recta de todas, y que, según las reglas de la mecánica, que son las
.arnente mismas de la naturaleza, cuando varias cosas tienden a moverse con-
62 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
Lecturc
HOBBES,
antol
dedie
Levia
A THOMAS HOBBES
(1588-1679)
a
IS
>,
a
o
le
1-
-a
)S Thomas Hobbes suele ser considerado como el primero de una larga e
1- ilustre serie de filósofos empiristas británicos. Nació en Westport y estudió
>S en la Universidad de Oxford, donde adquirió una sólida educación clásica.
S- Viajó extensamente por Italia y Francia como preceptor privado al servicio
la de varios miembros destacados de la nobleza inglesa. En sus viajes trabó
le conocimiento con algunas de las personalidades intelectuales de mayor relie-
~n ve de su tiempo (Galileo, Mersenne, Gassendi...), cuya influencia iba a ser
le decisiva en la formación de su propio pensamiento. Profundamente preocu-
::e pado por los problemas políticos y sociales, ensayó su solución desde una
s- perspectiva mecanicista que quiso congruente con las leyes y principios de la
~n
nueva ciencia física. Por ello se le ha saludado a veces como el primer psicó-
le
logo social de la edad moderna. Leviatán (1651), el libro donde presenta su
teoría del Estado, es su obra más importante.
0-
De esta obra fundamental se ha extraído el texto que se reproduce a con-
si- tinuación. Consta de dos fragmentos. El primero forma parte de la Intro-
.al ducción, y pone de manifiesto la fundamentación psicológica y mecánica de
en la concepción hobbesiana del Estado (entendido éste como «un hombre arti-
ficial», para decirlo con las palabras de su autor). En consecuencia, la pri-
mera parte del libro va a consistir precisamente en un estudio sobre la natu-
raleza humana en el que se contiene la doctrina psicológica de Hobbes. El
lo. segundo fragmento pertenece a esta primera parte, y nos ofrece una explica-
au ción en términos psicofisiológicos del conocimiento sensorial. El texto ilus-
z.] tra con claridad los rasgos empirista, mecanicista y materialista del pensa-
miento hobbesiano.
Lecturas recomendadas
HOBBES, T., Del ciudadano y Leviatán. Madrid: Tecnos, 1999 (S." ed.). Una útil
antología de textos hobbesianos, con una amplia selección de los que el autor
dedica a la consideración de la naturaleza humana en la primera parte del
Leviatán.
64 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA TII(
[1651 ]
exi
sid
La naturaleza (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo)
T~
está imitada de tal modo, como en otras muchas cosas, por el arte del
hombre que éste puede crear un animal artificial. Y siendo la vida un
movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte prin- cer
cipal de los mismos, ¿por qué no podríamos decir que todos los autó- gai
matas (artefactos que se mueven a sí mismos por medio de resortes y las
ruedas, como lo hace el reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué es en rea- IDt:
lidad el corazón sino un resorte; y los nervios, qué son sino diversas
fibras; y las articulaciones, sino varias ruedas que dan movimiento al
cuerpo entero tal como el Artífice se lo propuso? El arte va aún más sol
COI
lejos, imitando esta obra racional que es la más excelsa de la naturale-
,-e
za: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que
llamamos república o Estado (en latín, civitas) que no es sino un hom-
br.
bre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el natural, para
cal
tal
cuya protección y defensa fue instituido, yen el cual la soberanía es un
alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magis- Es
COl
trados y otros funcionarios de la judicatura y del poder ejecutivo, nexos
SOl
artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales cada nexo y
cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecu- sal
tar su deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; dh
est
la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constitu-
yen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus nego- sa
cios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa conocer, ést
iní
son la memoria; la equidad y las leyes, una razón y una voluntad artifi-
(p<
ciales; la concordia, es la salud; la sedición, la enfermedad; la guerra
civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las partes bit
de este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse en
oíc
a aquel fiat, o hagamos al hombre, pronunciado por Dios en la Crea-
pI'l
ción. [...].
ErJ
[ ...] qu
itA THOMAS ROBBES 65
.eviatán.
: Tecnos, Procedente de una familia judía probablemente oriunda de la localidad
z Sarto.] burgalesa de Espinosa de los Monteros (de ahí el apellido familiar), Spinoza
nació en Amsterdam, en cuya comunidad hebrea recibió una amplia educa-
ción religiosa , filosófica y científica. Profundamente influido por el pensa-
miento de Descartes, aspiró a desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias,
lo que le condujo a elaborar un sistema sumamente personal por el que fue
tachado de ateo y expulsado de la sinagoga (1656). Residió en diversos luga-
res de Holanda dedicado al oficio de pulidor de lentes, una actividad profe-
sional qu e no le impidió continuar cultivando la filosofía ni frecuentar el tra-
to de algunas eminentes figuras intelectuales del momento (Huygens,
Leibniz, de Witt...). En 1677 vio la luz la Ética, su obra más importante.
Uno de los grandes problemas teóricos a los que Spinoza hubo de hacer
frente fue el de la comunicación entre las sustancias ext ensa y pensante (el
cu erpo y el alma), cu yo tratamiento cartesiano le resultaba inaceptable. La
solución espinosista consistió en reconocer la existencia de una sustancia
única (que Spinoza denominó indistintamente Dios o Naturaleza) de la que
el pensamiento y la extensión son atributos. De este modo, la concordancia
entre ambos no se debería a la interacción, según la insatisfactoria propues-
ta de Descartes, sino a su pertenencia a una realidad común de la que no son
sino aspectos. En época más reciente, esta teoría de Spinoza ha cobrado
relieve bajo la forma de la llamada «teorí a del dobl e lenguaje », de acuerdo
con la cual los fenómenos de conciencia y de conducta deben verse como dos
maneras distintas de describir un mismo tipo de acontecimientos reales: en
términos subjetivos (cuando la descripción se refiere a la vivencia íntima del
propio sujeto que los experimenta) o en términos objetivos (cuando es real í-
zada por un observador externo).
El texto ilustra la aproximación espinosista a este problema fundamental
de la filosofía y la psicología modernas. En él puede apreciarse también la
característica preocupación por el método que Spinoza compartía con mu-
chos de sus contemporáneos. En un esfuerzo por eliminar de su pensamien-
to toda posible fuente de error; adoptó el pensar matemático como modelo,
una tentación a la que han cedido numerosos filósofos y psicólogos desde
68 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA ...
entonces (alguno tan cercano a nuestro tiempo como el neoconductista
Hull). De este modo, construyó sus argumentos sobre la base de definiciones
y axiomas de los que pudo ir deduciendo luego proposiciones y corolarios
.....o
según los procedimientos habituales de la geometria (el título completo de su E
obra principal es, significativamente. Ética demostrada según el orden geomé- .-tab
trico, ejemplo máximo de la orientación deductiva y matemática del racio- ~
nalismo moderno).
El sistema de Spinoza constituye una de las cimas de la filosofía racio- AXIO
nalista. Criticado, rechazado, denostado incluso por los pensadores de su
época, mereció la admiración yel tributo de los románticos alemanes y, a tra- L
vés de ellos, llegó a ejercer un profundo influjo en el pensamiento posterior. al 'iD
aquel
IL
Lecturas recomendadas
m
HAMPSHIRE, S.. Spinoza . Madrid: Alianza, 1982. Una clara y rigurosa visión de Iosqu
conjunto del pensamiento espinosista. elIDÍS
ROBINSON, D., Historia crítica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. El capítu- darse
lo 8 contiene un útil resumen del pensamiento psicológico de Spinoza.
IV.
SPINOZA, B., Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid : Orbis, 1980.
maneI
Texto completo de la obra capital de Spinoza, con una breve pero excelente
introducción de su traductor, V. Peña, buen conocedor de su pensamiento. v
másCll
mductista III. Entiendo por idea un concepto del alma, que el alma forma por
finicíones ser una cosa pensante.
corolarios
Ieto de su EXPLICACIÓN: Digo concepto, más bien que percepción, porque la
en geomé- palabra «percepción» parece indicar que el alma padece por obr a del
del racio- objeto; en cambio, «concepto» parece expresar una acción del alma [...].
Proposición 1
Proposición II
Proposición VII
.i- conexión de causas, esto es: hallaremos las mismas cosas siguiéndose
10 unas de otras. Y si he dicho que Dios es causa, por ejemplo, de la idea
de circulo sólo en cuanto que es cosa pensante, y del círculo mismo sólo
en cuanto que es cosa extensa, ello se ha debido a que el ser formal de
la idea del círculo no puede percibirse sino por medio de otro modo de
pensar, que desempeña el papel de su causa próxima, y éste a su vez por
medio del otro, y así hasta el infinito; de manera que, en tanto se consi-
l.
deren las cosas como modos de pensar, debemos explicar el orden de la
naturaleza entera, o sea, la conexión de las causas, por el solo atributo
le del Pensamiento, yen tanto se consideren como modos de la Extensión,
el orden de la naturaleza entera debe asimismo explicarse por el solo
atributo de la Extensión, y lo mismo entiendo respecto de los otros atri-
butos. Por lo cual, Dios es realmente causa de las cosas tal como son en
sí , en cuanto que consta de infinitos atributos. Y por el momento no
n puedo explicar esto más claramente.
1-
a
I-
n
,-
o
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r
1
JOHN LOCKE
(1632-1704)
Lecturas recomendadas
blanco y el negro hasta hacerse mayor, no tendría más ideas del rojo o
del verde que la que tiene del sabor de la ostra o de la piña quien no las
ha probado nunca en la infancia.
1
De origen irlandés, Be rkeley fue nombrado en 1734 obi spo anglicano de
Cloyne, en su país natal, tras un fracasado intento por fundar un College en
las Bermudas y después de haber sido profesor en el prestigioso Trinity Colle-
ge de Dublín. Su producción de interés para la psicología versa sobre el pro-
blema del conocimiento y la teoría de la visión.
Llevando al límite los principios epistemológicos empiristas -la funda-
mentación del conocimiento en la experiencia-, Berkeley desemboca en una ,' -
perspectiva solipsista. El solipsismo es la teoría segú n la cual los objetos sólo
existen en nuestro pensamiento. Berkeley la defiende afirmando que, puesto
que sólo contamos con la experiencia sensorial de los objetos, es imposible
demostrar qu e nuestras representaciones mentales (ideas) corresponden a
objetos externos (cosas), por lo que aquéllas son lo único que poseemos como
conocimiento del mundo. En el texto seleccionado, el autor razona su postura.
Nótese qu e la posición de Berkeley borra la distinción entre «cualidades
primarias» y «cualidades secundarias» de los objetos. Esta distinción había
sido formulada por Locke y se recoge en el texto de Galileo seleccionado en
este mismo libro. Para Berkeley, las cualidades primarias no existen sin las
secundarias, de modo que no hay razón para considerarlas reales, y por tan-
to los objetos a los cu ales perten ecen esas cualidades tampoco son reales.
Ahora bien, esto puede conducir al escepticismo: si no existe la realidad obje-
tiva, no hay ningún conocimiento al que quepa considerar verdadero. Pero
Berkeley no desea defender una posición escéptica, y por ello intenta evitar
el solipsismo radical acudiendo a la teología: Dios garantiza que nuestras
ideas son cosas reales, pues la mente divina las abarca a todas (las pien sa
permanentemente) y asegura así su existencia objetiva al margen de que
nuestras mentes individuales las contengan o no.
Lecturas recomendadas
BERKELEY, G., Tratado sobre los principios del conocimiento humano. Madrid:
Alianza, 1992. Est e es el libro completo del que se ha extraído el texto. Su lec-
80 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
•)
DAVID HUME
(1711-1776)
Lecturas recomendadas
LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSI COLOGÍA
-
AYER, A. J., Hume. Madrid: Alianza, 1988. Presentación de la biografía intelectual
de Hume y su contribución al pensamiento filosófico. El autor de este libro
es, además. uno de los máximos representantes contemporáneos del deno-
minado «emp iri smo lógico».
CASSIRER, E. , El problema del conocimiento. Vol. n. México: Fondo de Cultura
Económica . 1956. El pensamiento de Hume se trata en el capítulo V del
Libro Quinto (pp, 289-332). ...
HUME, D., Inv estigación sobre el conocimiento humano. Madrid: Alian za, 1980.
Exposición madura de sus ideas. Recomendable prólogo de J . de Salas.
HUME, D., Mi vida. Madrid: Alianza. 1985. Un breve y sencillo relato de su propia ..
SIl
ai
-
vida realizado por un Hume al borde de la muerte.
•
l Ii
Una concepción empirista del yo ;r .-=
[1739]
~-
dencia de cualquier demostración, están seguros tanto de su perfecta
:...
identidad como de su simplicidad perfecta. La sensación más fuerte , la ~. -
pasión más violenta -dicen-, en lugar de di straemos de esta idea, no '.11
hacen sino fijarla más intensamente, y nos obligan a considerar su [
influencia sobre el yo, bien por su dolor, bien por su placer. Intentar
demostrar más esto sería debilitar su evidencia, ya que ni se puede deri-
var una demostración de un hecho del que somos tan íntimamente
~~
conscientes, ni hay nada de lo que podamos estar seguros si dudamos
de esto.
Desgraciadamente, todas estas rotundas afirmaciones son contra-
rias a la misma experiencia que se alega en su favor, y no tenemos nin-
guna idea del yo según aquí se explica. Porque, ¿de qué impresión po-
dría derivarse esta idea? Es imposible responder a esta cuestión sin
contradicción y absurdo manifiestos; y sin embargo es una cuestión a la
que hay que dar respuesta necesariamente si queremos que la idea del
yo se tenga por clara e inteligible. Ha de ser una impresión lo que oca-
sione toda idea real. Pero el yo o la persona no es ninguna impresión,
sino aquello a lo que nuestras diversas impresiones supuestamente se
refieren. Si una impresión cualquiera ocasionase la idea del yo, esa
impresión debería permanecer invariable durante todo el transcurso de
:>CÍA DAVID HUME 85
nuestra vida, ya que se supone que el yo existe de ese modo. Pero no hay
ninguna impresión que sea constante e invariable. El dolor y el placer,
tuaJ la pena y la alegria, las pasiones y las sensaciones, se suceden unas a
ibro otras, y no existen nunca todas al mismo tiempo. No puede ser de éstas,
eno- pues, ni de ninguna otra impresión de donde se derive la idea del yo; en
consecuencia, no hay tal idea.
tura
del Pero además, ¿qué pasaría con todas nuestras percepciones concre-
tas, según esta hipótesis? Todas ellas son diferentes, distinguibles y
~80. separables unas de otras, y pueden ser consideradas separadamente, y
pueden existir separadamente, y no tienen necesidad de nada que las
ipia sostenga en la existencia. ¿De qué modo pertenecen al yo entonces, y
cómo están conectadas con él? Por mi parte, cuando entro íntimamen-
te en lo que llamo mi yo, siempre tropiezo con una u otra percepción
concreta de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. En
ningún momento puedo sorprenderme a mí mismo (a mi yo) sin alguna
percepción, y nunca puedo observar nada sino la percepción. Cuando
mis percepciones desaparecen por algún tiempo, como durante el sue-
ño profundo, en ese tiempo soy insensible de mí mismo (de mi yo) , y
05- puede decirse con verdad que no existo. Y si todas mis percepciones
las desapareciesen con la muerte, y no pudiese ni pensar, ni sentir, ni ver, ni
:vi- amar, ni odiar después de la desintegración de mi cuerpo, estaría total-
cta mente aniquilado, y no concibo qué más se necesita para convertirme
, la en una perfecta inexistencia. Si después de una reflexión seria y sin pre-
no juicios hay alguien que cree tener una noción diferente de su yo , debo
su confesar que ya no puedo seguir razonando más con él. Todo lo que
tar puedo concederle es que acaso esté tan en lo cierto como yo, y que
.ri- somos esencialmente diferentes a este respecto. Quizá él perciba algo
líe simple y continuo a lo que llama su yo, aunque yo estoy seguro de que
lOS no hay tal principio en mí.
Pero dejando a un lado a algunos metafísicos de esta clase, puedo
:'3.-
atreverme a afirmar del resto de la humanidad que no son sino un haz
m- o colección de distintas percepciones que se suceden unas a otras con
o- inconcebible rapidez y están en perpetuo flujo y movimiento. Nuestros
dn ojos no pueden girar en su órbitas sin que varíen nuestras percepciones.
la Nuestro pensamiento es aún más variable que nuestra vista, y todos
lel nuestros sentidos y facultades restantes contribuyen a este cambio; y no
:a- hay ni una sola potencia del alma que permanezca inalterablemente
n, idéntica, quizá ni por un momento. La mente es una especie de teatro
se donde varias percepciones hacen su entrada sucesivamente; pasan,
sa vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una variedad infinita de dis-
:le posiciones y situaciones. No hay en ella propiamente ni simplicidad en
86 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
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JULIEN OFFRAY DE LA METTRIE
(1709-1751)
Lecturas recomendadas
BOAKEs, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conduc tismo. Ma-
drid: Alianza, 1989. Sobre La Mettrie véase el capítulo 4.
LA METTRIE, J. O., El hombre máquina. Madrid: Alhambra, 1987. Ed. a cargo de
J . 1. P érez Calvo. Esta edición es particularmente útil porque contiene un
bu en material didáctico compleme ntario (véanse sobre todo la "Presenta-
cíón- . la "Cronología» y el «Dossier ínforrnativo »).
TOULMIN. S. y GOODFIELD, J., The architecture of matter. Harmondsworth, Middle-
sex: Penguin, 1965. Uno de sus capítulos trata so bre el mecanicismo en biolo-
gía . En él se analiza la obra de La Mettrie, entre otras (véanse las pp . 349-384).
88 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGí" . .L1E..... OFFR.~
[.oo]
¿Es necesario todavía más [...] para probar que el hombre no es más
que un animal, o un ensamblaje de resortes, que se encajan los unos con
los otros, sin que se pueda decir por qué punto del círculo humano ha
comenzado la naturaleza? Si estos resortes difieren entre ellos no es
más que por el lugar que ocupan y por algunos grados de fuerza, pero
nunca por su naturaleza; y por consiguiente el alma no es más que un
principio de movimiento o una parte material sensible del cerebro, que
se puede mirar (sin temor a error) como un resorte principal de toda la
máquina, que tiene intluencia sobre todos los otros, e incluso parece
haber sido hecho el primero, de manera que todos los otros no serian Al!
más que una emanación [...]. ~
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p..Ej
[LA METTRIE, J. O., El hombre máquina. aoya¡
Madrid: Alhambra, 1987 (pp. 85-88 Y 95-96). irJfnbI
Trad., J. L. Pérez Calvo.] .aose
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COLOGiA
DAVID HARTLEY
(1705-1757)
es más
lOS con
ian o ha
;¡ no es
a, pero
que un
ro, que
toda la
parece
serian Aunque estaba destinado a seguir la carrera eclesiástica, como su padre,
Hartley se orientó más bien hacia el estudio de las matemáticas y la ciencia
natural, que compaginó con el de la teología en la Universidad de Cambrid-
ge. Ejerció como médico con un éxito notable, y llegó a ser miembro de la
quina. Royal Society. En 1749 publicó su obra principal, Observaciones sobre el
~5-96). hombre, su constitución, sus deberes y sus esperanzas, que tardó dieciocho
:alvo.] años en componer.
Hartley ha pasado a la historia de la psicología por su esfuerzo pionero
en psicofisiología, campo en el que combinó las influencias de Newton y Loe-
ke en un intento de construir un sistema de fundamentación neurológica de
la asociación mental. El carácter aún especulativo de su enfoque no le impi-
dió tener perspicaces intuiciones sobre cuestiones tan empíricas como las de
la localización cerebral de las funciones psicológicas o la especificidad de la
energía nerviosa, entre otras, que la investigación posterior iba a encargarse
de explorar sistemá ticamente. La extensión del principio asociativo a los
movimientos corporales ha sido uno de los rasgos de la contribución de Har-
tley que más han valorado las tendencias psicológicas comportamentalistas
de nuestro tiempo.
En el siguiente fragmento , extraído de las Observaciones sobre el hom-
bre..., se formula con claridad el objetivo principal de esta obra fundamental
de Hartley, a la par que se recogen algunas de las explicaciones derivadas de
su esfuerzo por integrar la doctrina de la asociación con la de las vibraciones
nerviosas. La influencia de Newton se echa de ver tanto en el contenido del
texto, que adopta el supuesto de la naturaleza vibratoria de los nervios, como
en su forma, refl ejo del método y estilo argumentativos de los Principia new-
tonianos.
Lecturas recomendadas
BORING, E. G., Historia de la psicologíaexperimental. México: Trillas, 1978. El gran
historiador de la psicología experimental estudia la figura de Hartley como
culm inación del empirismo británico (pp. 216-222).
92 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA DAVID HAR
Estas
Vihración nerviosa y asociación mental las peque
péndulos
[1749] vibración
turben n:
Mi propósito principal en el siguiente capítulo es explicar breve- cerebro.
mente, demostrar y aplicar las doctrinas de las vibraciones y de la aso- cuerdas J
ciación. La primera de estas doctrinas está tomada de las sugerencias nunca Si
sobre la acción de la sensación y el movimiento que Sir Isaac Newton de la acc:
ha indicado al final de sus Principia, yen las Cuestiones anejas a su Opti-
ca; la segunda, de lo que Mr. Locke y otras personas de ingenio que le [. .. ]
han seguido han declarado sobre la influencia de la asociación en nues-
tras opiniones y afectos, y su uso para explicar de manera exacta y pre- Proposici
cisa aquellas cosas que suelen atribuirse al poder del hábito y la cos- cierto.
tumbre de manera general e indeterminada. narse
A primera vista puede parecer que la doctrina de las vibraciones no
tiene conexión con la de la asociación. Sin embargo, si de hecho se halla Adver
que estas doctrinas contienen respectivamente las leyes de las faculta- sensacioi
des corporales y mentales, deben estar relacionadas entre sí, ya que el llamarse
cuerpo y la mente lo están. Se podría esperar que de las vibraciones se se forma
derivase la asociación como efecto, y que la asociación apuntase a las las ideas
vibraciones como causa. En el presente capítulo intentaré poner de ma- constar (
nifiesto esta relación mutua. pías sens
riñones, Proposición IV.- Los objetos externos impresos en los sentidos causan,
omenta- primero en los nervios sobre los que se han grabado y luego en el cere-
aído del bro, vibraciones de las pequeñas y -podríamos decir- infinitesima-
les partículas medulares.
y esta-
ninado Proposición IX- Cuando las vibraciones sensoriales se repiten a menu-
ibados. do, producen en la sustancia medular del cerebro una disposición a las
; leyes. vibraciones diminutas (que pueden llamarse también vibraciúnculas y
do por miniaturas), que se corresponden respectivamente a sí mismas.
algo que acompañe a las ideas de manera semejante; y esto no puede ser
sino vibraciones más débiles que concuerden en clase, lugar y orienta-
ción con las vibraciones sensoriales productoras. [...]
e ser con que empieza una frase bien conocida trae en orden a nuestra
enta- memoria la parte restante, siendo la asociación de las partes sincrónica
en el primer caso y sucesiva en el segundo. [...].
Debe observarse también que el poder de la asociación se va debili-
mtre tado a medida que aumenta el número de impresiones sincrónicas o
'deas sucesivas, y que no se extiende con la debida fuerza más que a un núme-
!S A, ro pequeño de impresiones en los casos iniciales y más sencillos. Pero
ts de en los casos complejos, o en las asociaciones de asociaciones en que la
memoria en toda su extensión consiste, se hallará que las facultades de
la mente [oo.] son mucho mayores de lo que cualquier persona que
empieza a introducirse en estas investigaciones podría imaginar.
sus
mpo
aso- [HARTLEY, D., Observations on man o
En B. Rand, The classical psychologists. Bastan: Houghton Mifflin Co.,
ectos 1912 (pp. 315-316, 319 y 320-325). Trad., E. Lafuente.]
.n de
acia-
l uso
) por
re, el
nder
en su
; cir-
~ con
~ este
más
rien-
es de
.as ía,
.ibles
bres.
más
casos
ibles.
tlida-
casos
corn-
ificio
ibras
ÉTIENNE BONNOT DE CONDILLAC
(1715-1780)
Lcturas recomendadas
CosnILLAC,E. B., Lógica y Extracto razonado del Tratado de las sensaciones. Bue-
nos Aires: Aguilar, 1982 (S." ed.). El Extracto es un resumen de la obra más
importante de Condillac, redactado por el propio autor y añadido como
apéndice a ella en su edición de 1788.
98 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA m
GINZO, A., La ilustración francesa. Entre Voltaire y Rousseau. Madrid: Cincel, l'
áI
1985. Aunque no dedica mucha atención a Condillac, esta es una útil aproxi-
mación introductoria al pensamiento francés del Siglo de las Luces. •
Lecturas recomendadas
CHATEAU, J., et al., Las grandes psicologías modernas. Barcelona: Herder, 1979.
Contiene un capítulo sobre la significación psicológica del ensayista francés
(pp. 91-112).
GRIMSLEY, R., La filosofía de Rousseau. Madrid: Alianza, 1973. Una visión de con-
junto del pensamiento de Rousseau.
ROUSSEAU, J. J. , Emilio o de la educación. Barcelona: Fontanella, 1973. Texto
completo de la obra de Rousseau con dos interesantes introducciones de
104 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA JEA.'l JAC
(H)ay muchos indicios de los cuales podemos colegir que en todo 1:1II
momento existe en nuestro interior una multitud de percepciones que
no van acompañadas de apercepción ni reflexión, sino que represen- (-ll
tan simplemente variaciones en el alma, de las cuales no somos cons-
cientes, porque sus impresiones son, o demasiado débiles y numero-
sas, o demasiado uniformes, hasta tal punto que no presentan ninguna
nota diferencial suficiente. No obstante, unidas unas con otras produ-
ILOGiA GOITFRIED W. LEIBNIZ 109
ontra- cen su efecto y se hacen sentir, por lo menos de una manera confusa,
on las en la totalidad de la impresión. Del mismo modo, cuando nos habi-
nadas tuamos al ruido de un molino o de una cascada, acabamos por no per-
as lla- cibirlo. Y no es que dicho ruido no siga obrando sobre nuestros senti-
Ita in- dos y produciendo, dada la armonía entre el cuerpo y el alma, la
1 que, correspondiente alteración en nuestro espíritu, sino que la correspon-
car la diente impresión producida sobre el cuerpo y el alma, cuando pierde
:on la su novedad, no es lo bastante fuerte para encadenar nuestra atención
nente y nuestra memoria, distraídas por otros objetos. Pues toda atención
implica la memoria, y cuando no estamos, por decirlo así, avisados y
ro, un prevenidos suficientemente para un determinado acto de conciencia,
unció no ponemos reflexión en él, y pasa inadvertido para nosotros. Pero si
! Nue- alguien nos llama la atención sobre un determinado ruido que se deja
de la oir en un momento dado, recordamos y adquirimos la conciencia de
haberle oído. Por consiguiente, hay estados de conciencia que no son
apercibidos al punto por nosotros, sino que la a per cepció n se efectúa
después de un cierto tiempo, por pequeño que éste pueda ser. Para
hacer más patente la existencia de estas pequeñas percepciones que
no podemos discernir en conjunto, me sirvo yo generalmente del
Exce-
iz, ver
ejemplo del estruendo de las olas que escuchamos desde la playa. Es
claro que para percibir efectivamente el ruido de las olas debemos
percibir el que produce cada una de las gotas de agua de que están
oduc-
. estu- compuestas, siendo así que este imperceptible ruido, sólo en unión
como con todos los demás, es decir, en el estrépito de la ola, es perceptible,
y no lo sería si la gota en cuestión fuese única. Lo que indica que el
lloso- ruido de cada gota debe de hacer alguna impresión sobre nosotros,
por pequeña que ésta sea, y ser percibido de algún modo, pues de lo
elente
contrario la suma de cien mil gotas no produciría cantidad alguna,
como no la producen la suma de cien mil ceros. Aun en el más pro-
fundo sueño siempre se tienen algunas sensaciones débiles y confu-
sas, y jamás seríamos despertados por el estrépito más formidable si
no tuviéramos en ese estado algún rudimento de percepción y de con-
ciencia, como no podríamos romper una cuerda, aunque empleáse-
mos el más poderoso esfuerzo, si ésta no fuese distendida y alargada
en cierta medida por pequeños esfuerzos, aunque tal distensión y alar-
todo gamiento sean casi imperceptibles.
s que
esen- (...] Dichas pequeñas percepciones son también lo que constituye y
:ons- circunscribe aquello que llamamos uno y el mismo individuo, pues en
iero- virtud de ellas se conservan en el individuo huellas de sus estados ante-
guna riores por las cuales se establece el nexo con su estado actual. Un gran
odu- espíritu podría reconocer estas huellas aun cuando no fuesen percepti-
110 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGtA
n-
ti-
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is-
FRANZ ANTON MESMER
(1734-1815)
Lecturas recomendadas
El magnetismo animal
[1779]
medio del sonido; lo que constituye no sólo una privación, sino Apc
una virtud po sitiva opuesta. duda de
que, de
20. El imán natural o artificial, al igual que los otros cuerpos, es muy blecido:
sensible al Magnetismo animal e incluso a la virtud opuesta, sin sión COI
que en ninguno de los dos casos su acción sobre el hierro y la los prej
aguja sufra alteración alguna; lo que prueba que el principio del das me
Magnetismo animal difiere esencialmente del mineral. bies. La
21 . Este sistema permitirá esclarecer la naturaleza del fuego y de la que se
luz, así como la teoría de la atracción, del flujo y del reflujo, del cientes
imán y de la electricidad. otros m
Los ]
22. Mostrará que, en relación con las enfermedades, el imán y la atañe ro
electricidad artificial no tienen sino propiedades comunes con conocin
otros agentes que la Naturaleza nos ofrece, y que si la adminis- capaces
tración de éstos ha producido algunos efectos útiles, éstos se anuncia
deben al Magnetismo animal. de pone
23. Se reconocerá por los hechos, de acuerdo con las reglas prácti- Lave
cas que voy a establecer, que este principio puede curar inme- sión no
diatamente las enfermedades de los nervios y mediatamente las sobre la
demás. esencial
dad, se t
24 . Que con su ayuda el médico comprende mejor el uso de los me-
dicamentos, cuya acción perfecciona, y provoca y dirige crisis
saludables hasta llegar a controlarlas. [MEsM
En
25. Al comunicar mi método, demostraré por medio de una teoría
nueva de las enfermedades, la utilidad universal del principio
que opongo a ellas.
26. Con este conocimiento, el médico juzgará con seguridad el ori-
gen, la naturaleza y los progresos de las enfermedades, incluso
de las más complicadas; impedirá su desarrollo y conseguirá
curarlas sin exponer nunca al enfermo a efectos peligrosos o
secuelas desdichadas, cualquiera que sean su edad, tempera-
mento o sexo. Incluso las mujeres embarazadas y parturientas
disfrutarán de la misma ventaja.
27. Esta doctrina, por último, permitirá al médico determinar el gra-
do de salud de cada individuo y preservarlo de las enfermedades
a las que pueda hallarse expuesto. El arte de curar alcanzará así
su última perfección.
5ICOLOGíA FRANZ ANTON MESMER 117
ad el ori-
i,incluso
mseguirá
[grosos o
tempera-
turientas
iar el gra-
medades
nzará así
THOMAS REID
(1710-1796)
CID
lD:il
en
Percepción y realidad w:I
[1785] se
la
Al hablar de las impresiones producidas sobre nuestros órganos en F
la percepción, contamos con los hechos tomados de la anatomía y la se
fisiología, para los que disponemos del testimonio de nuestros senti- ap
dos. Pero al hablar ahora de la percepción misma, que es exclusiva- c:ii
mente un acto de la mente, tenemos que apelar a otra autoridad. Las
operaciones de la mente son conocidas no por los sentidos , sino por la
conciencia, cuya autoridad es tan cierta e irresistible como la de los
sentidos.
Sin embargo, para tener una noción precisa de cualquier operación
-.
CXI
El
si
de nuestra propia mente, no es suficiente que seamos conscientes de
ella; porque todos los hombres tienen esta conciencia. Es necesario ade-
más que atendamos a tal operación mientras se efectúa, y que reflexio-
•....
la
nemos cuidadosamente sobre ella mientras está aún reciente y fresca en
la memoria. Es necesario que, al aplicarnos con frecuencia a esta tarea, liíI
adquiramos el hábito de esta atención y esta reflexión; por consiguien-
te, como prueba de los hechos que tendré ocasión de mencionar sobre
•d
este tema, sólo puedo apelar a los propios pensamientos del lector, si JI
estos hechos no concuerdan con aquello de lo que es consciente en su aiI
propia mente.
Si, por consiguiente, atendemos al acto de nuestra mente que lla- SI
mamos la percepción de un objeto sensorial externo, encontraremos SI
THOMASREID 121
estas tres cosas. Primero, alguna concepción o noción del objeto perci-
bido; segundo , una convicción poderosa e irresistible de su existencia
presente; y tercero, que esta convicción y creencia son inmediatas, y no
un resultado del razonamiento.
Primero: es imposible percibir un objeto sin tener alguna noción o
concepción de aquello que percibimos. Podemos, ciertamente, concebir
un objeto que no percibimos; pero, cuando percibimos el objeto, tene-
mos que tener al mismo tiempo alguna concepción de él; y, por lo gene-
ral, tenemos una noción más clara y estable del objeto mientras lo per-
cibimos. Sin embargo, incluso en la percepción, la noción que del
objeto nos dan nuestros sentidos puede ser más o menos clara, más o
menos distinta, en todos los grados posibles.
Así, vemos con mayor distinción un objeto a una distancia pequeña
que a una distancia grande. A mucha distancia, el objeto se ve con
mayor distinción en un día claro que en un día brumoso. Un objeto que
en razón de su pequeñez no se ve con distinción a simple vista, puede
verse distintamente con un microscopio. Los objetos de esta habitación
se verán cada vez con menor nitidez a medida que vaya disminuyendo
la luz del día; pasan por todos los grados de distinción en función del
grado de luz que haya, hasta que, por último, en la oscuridad total no
se los ve en absoluto. Lo que hemos dicho de los objetos de la visión se
aplica tan fácilmente a los objetos de los otros sentidos que esta aplica-
ción puede dejarse al lector. [...].
Segundo, en la percepción no tenemos sólo una noción más o
menos distinta del objeto percibido, sino que también tenemos una
convicción y una creencia irresistibles en la existencia de ese objeto.
Esto siempre es así cuando estamos seguros de que lo percibimos. Pue-
de haber una percepción tan débil e indistinta que nos haga dudar de
si percibimos el objeto o no. Así, cuando una estrella comienza a bri-
llar mientras cae la luz del sol, puede uno pensar por un momento que
la ve, sin estar seguro hasta que la percepción no adquiere una cierta
fuerza y estabilidad. Justo cuando un barco empieza a aparecer por la
línea misma del horizonte podemos dudar al principio de si lo percibi-
mos o no; pero cuando la percepción tiene un grado determinado de
claridad y firmeza no cabe duda de su realidad; y cuando se determina
la realidad de la percepción, ya no se puede dudar de la existencia del
objeto percibido.
En las leyes de todas las naciones, en los procesos judiciales más
.solernnes (donde la fortuna y la vida de los hombres están en juego)
se dicta sentencia de acuerdo con el testimonio de los testigos ocula-
122
res o auditivos fidedignos. Un juez recto oirá todas las objeciones que '
se le puedan hacer sobre la integridad de los testigos. y admitirá la
posibilidad de que éstos estén corrompidos; pero ningún juez supoe-
drá nunca que los testigos puedan engañarse por confiar en sus oj05
y oídos. [oo.]. ¿Puede darse una prueba más sólida de que, según el cri-
terio universal de la humanidad, la evidencia de los sentidos es una
clase de evidencia a la que podemos confiar con seguridad los más
graves intereses de la humanidad; que es una clase de evidencia con- EnB.
tra la que no deberíamos admitir razonamiento alguno; y que, por
tanto, razonar a favor o en contra de ella es un insulto al sentido
común? [oo.].
Parece, pues, que el claro y distinto testimonio de nuestros sentidos
comunica una irresistible convicción a todo hombre que esté en su sano
juicio.
Tercero, he señalado que esta convicción no es sólo irresistible sino
inmediata; esto es, que no es a través de una cadena de razonamientos
y argumentaciones como llegamos a convencernos de la existencia de lo
que percibimos; no pedimos más argumento sobre la existencia del
objeto que el percibirlo; la percepción gobierna nuestras creencias con
autoridad propia, desdeñando derivar esta autoridad de un razona-
miento cualquiera.
La convicción de una verdad puede ser irresistible y sin embargo no
ser inmediata. Así, mi convicción de que los tres ángulos de un triángu-
lo ordinario son iguales a dos ángulos rectos es irresistible, pero no es
inmediata; estoy convencido de ella por un razonamiento demostrativo.
Hay otras verdades en matemáticas de las que tenemos una convicción
no sólo irresistible sino inmediata. Por ejemplo, los axiomas. Nuestra
creencia en los axiomas de las matemáticas no se basa en argumenta-
ciones: los argumentos se basan en ellos, pero el entendimiento huma-
no distingue inmediatamente su evidencia.
No cabe duda de que una cosa es tener una convicción inmediata de
un axioma evidente, y otra tener una convicción inmediata de lo que
vemos; pero la convicción es igual de inmediata e irresistible en ambos
casos. Nadie piensa en buscar una razón para creer lo que ve; y no depo-
sitamos menos confianza en nuestros sentidos antes de ser capaces de
razonar que después. El salvaje más rudo está tan plenamente conven-
cido de lo que ve, oye y siente, como el lógico más experto. [oo.] Hablo
de la facultad de percibir de quienes son adultos y poseen una mente
sana; de quienes creen que hay algunas cosas que realmente existen y
muchas otras que, concebidas por ellos mismos y por otros, no tienen
THOMAS REID 123
~ "-
iIe
existencia. Que estas personas atribuyen invariablemente existencia a
la todo lo que perciben distintamente, sin buscar razones o argumentos
It-
para hacerlo aSÍ, es perfectamente evidente en todo el curso de la vida
tI5
. humana.
i-
la
..
is [REID, T., Essays on the intellectual powers of mano
11- En B. Rand (ed .), The classical psychologists. Bastan: Houghton Mifflin
ce., 1912 (pp. 361-366). Trad., E. Lafuente.]
lo
J5
10
10
15
lo
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D
~
o
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..
JEREMY BENTHAM
(1748-1832)
Lecturas recomendadas
DINWIDDY, J., Benthd'tz . Madrid, AlianzaEditorial, 1995. Este libro ofrece UDa
visión general del pensamiento de Bentham.
FERRATER MORA, J., Diccionario de Filosofía. Madrid: Alianza, 1981 (ó." ed.). FJ
uso de este diccionario es fundamental para una completa comprensión del
término «utilitarismo», así como de otros términos y autores con implica-
ciones filosóficas .
MILL, J. S., El utilitarismo . Madrid: Alianza, 1984. Una excelente presentación de
la moral utilitarista a cargo de uno de sus más eminentes defensores.
t
~·..·' · que hacemos para libramos de nuestro sometimiento no servirá nada
..
't
.J
más que para confirmarlo. Mediante sus palabras un hombre puede
. .... intentar renegar de su poder, pero en realidad permanecerá sometido.
El principio de utilidad reconoce este sometimiento y lo convierte en
los cimientos del sistema cuyo propósito es erigir la construcción de la
felicidad por medio de la razón y la ley. Los sistemas que intentan cues-
tionarlo tratan con sonidos en lugar de con los sentidos, con el capricho
en lugar de la razón, con la oscuridad en lugar de la luz [...J.
[...J Por principio de utilidad se entiende el principio que aprueba
o desaprueba cualquier acción, según la tendencia que se considere
que tenga a aumentar o disminuir la felicidad de las partes cuyos inte-
reses estén en cuestión; o lo que es lo mismo, para promover u opo-
nerse a esa felicidad. Y digo de cualquier acción, y por tanto no sólo
de cada acción de un individuo particular; también de cada medida de
gobierno.
t- Por utilidad se entiende la propiedad de cualquier objeto por la que
i tiende a producir beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad (todo lo cual
ft en este caso es lo mismo) o (10 que también es lo mismo) a prevenir el
perjuicio, el dolor, el malo la infelicidad de aquel cuyo interés se consi-
dera; si es la comunidad en general, la felicidad de la comunidad; si es
un individuo particular, la felicidad de ese individuo.
JEREMY BENTHAM 127
1
IMMANUEL KANT
(1724-1804)
Kant nació en Konígsberg (Prusia) y pasó toda su vida en este lugar tra-
bajando como profesor, sin acontecimientos dignos de mención y con apenas
un par de viajes fuera de su ciudad natal. Sin embargo, dotado de una nota-
ble y minuciosa capacidad de estudio, explicó materias tan diversas como
mecánica, física e historia natural, lógica y metafísica, geografía o matemá-
ticas. Sus obras, concernientes a todas las áreas de la filosofía, componen un
formidable sistema filosófico que encama en grado máximo el espíritu de la
ilustración.
Kant reconstruye la filosofía intentando superar el escepticismo a que
parecía abocar la perspectiva empirista de Hume, para quien el conocimien-
to se reducía a un mero conjunto de asociaciones mentales y la creencia en
la causalidad no era más que un hábito útil. Kant elabora así una teoría que
preserva los principios universales e innatos del conocimiento característicos
de la filosofía racionalista, pero que al mismo tiempo acepta el hecho de que
no hay conocimiento que vaya más allá de la experiencia, es decir, de los
fenómenos, tal como defendían los empiristas. Ahora bien, en la teoría kan-
tiana del conocimiento no hay lugar para la psicología, al menos tal como la
entendemos hoy.
La negación kantiana de la psicología -argumentada en el texto selec-
cionado-- se relaciona con su rechazo del empirismo y con su teoría del
conocimiento como construcción de verdades universales. Por un lado, Kant
desconfía de cualquier fundamentación del conocimiento que ---como la de
Hume- se base en las asociaciones de ideas que se producen en la mente
individual, pues éstas son en realidad meras asociaciones nerviosas que tie-
nen lugar en el cerebro y pertenecen, por tanto, al funcionamiento fisiológi-
co del cuerpo, no a los procesos de conocimiento propiamente dichos.
Por otro lado, Kant afirma que la conciencia (el yo) es condición de
toda experiencia, de modo que no puede ser ella misma objeto de expe-
riencia fenoménica. y si no puede haber experiencia de la conciencia, tam-
poco puede existir una ciencia -la psicología- que estudie la conciencia,
ya que el conocimiento científico requiere la experiencia fenoménica como
130 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGL-\
Lecturas recomendadas
CASSIRER, E ., Kant. Vida y doctrina. México: Fondo de Cultura Económica, 1948.
Un clásico sobre la vida y obra de Kant, escrito por uno de los filósofos neo-
kantianos más conocidos.
CORTINA, A. Y CONILL, J., «La psicología kantiana». En E. Quiñones et al. (eds.).
Historia de la psicología. Textos y comentarios. Madrid: Tecnos, 1993 (pp . 163-
172). Interesante comentario a un texto de Kant que explica el significado de
los conceptos psicológicos en el conjunto de su sistema filosófico.
GARCíA MORENTE, M., La filosofía de Kant. Madrid: Espasa-Calpe, 1975. Buena
exposición introductoria a la filosofía kantiana.
QUINCEY, Th. de, Los últimos días de Emmanuel Kant . Madrid: Valdemar, 2000.
Nos permitimos recomendar un libro que no pertenece al terreno científico,
sino al literario. Es una biografía apócrifa y, sin embargo, muy interesante
como semblanza del carácter de Kant. Esta edición española -a cargo de J.
R. Hern ández Arias- incluye un anexo titulado «Anecdotario kantiano» y
otro que recoge un análisis frenológico del cráneo de Kant que, de paso, pue-
de servir como curioso ejemplo de aplicación de las teorías de Gall y Spurz-
heim (véase el siguiente texto).
Prólogo
que crea sin proponérselo), es -porque entonces los principios del pen-
sar no van delante (como deben ir), sino que siguen detrás- una inver-
sión del orden natural en la facultad de conocer, y o es ya una enferme-
dad del espíritu (visionarismo) o conduce a ella y al manicomio. El que
gusta de contar muchas cosas sobre experiencias interiores [...] está
expuesto en su viaje de exploración y busca de sí mismo a no arribar
más que a las costas de Anticyra. Pues no pasa con estas experiencias
interiores como con las exteriores sobre los objetos del espacio, en que
los objetos suministran experiencias coincidentes y duraderas. El senti-
do interno ve las relaciones entre sus determinaciones sólo en el tiem-
po; por tanto, en un fluir en que no cabe prolongar la observación,
como, sin embargo, es necesario para la experiencia (*).
Si nos representamos la íntima acción, la espontaneidad, por me-
dio de la cual se hace posible un concepto (un pensamiento), la refle-
x ión, y la receptividad, por medio de la cual se hace posible una per-
cepción, esto es, una intuición empírica, la aprehensión, ambos actos
con conciencia, puede dividirse la conciencia de sí mismo (apercep-
ción) en la de la reflexión y la de la aprehensión. La primera es una con-
ciencia del entendimiento; la segunda, del sentido interno; aquélla es la
apercepción pura; ésta, la empírica; por lo cual se llama erróneamente
a aquélla el sentido interior. En la Psicología nos estudiamos a nosotros
mismos en nuestras representaciones del sentido interno; en la Lógica,
en lo que pone en nuestra mano la conciencia intelectual. Ahora bien,
aquí nos parece el yo ser doble (lo que sería contradictorio): 1) el yo en
cuanto sujeto del pensar (en la Lógica) , que significa la pura apercep- «
ción (el mero yo que reflexiona) y del cual no hay absolutamente nada «
más que decir, sino que es una representación perfectamente simple; 2) «
el yo en cuanto objeto de la percepción, o sea, del sentido interno, el I
cual encierra una multiplicidad de determinaciones que hacen posible
una experiencia interna.
La cuestión de si en los variados cambios internos del alma (de su
memoria o de los principios admitidos por ella), el hombre, cuando es
consciente de esos cambios, puede decir aún que es exactamente el mis-
mo (en cuanto al alma), es una cuestión absurda; pues el hombre sólo
puede ser consciente de estos cambios representándose a sí propio en
los varios estados como uno y el mismo sujeto, y el yo del hombre es sin '
duda doble por su forma (por la manera de representárselo), pero no
(*) Los dos siguientes párrafos pertenecen a una nota a pie de página insertada por el
propio autor en este lugar del texto.
IMMANUEL KANT 133
localization and its biological context (mm Gall to Ferrier). Nueva York: Oxford
University Press, 1990 (pp. 9-53). Un texto ejemplar por su claridad y rigor
histórico.
La frenología
[1825]
I
sus diferentes partes... He establecido el hecho, a través de un gran
número de pruebas -negativas y positivas- y de refutar las más
importantes objeciones, de que sólo el cerebro tiene la gran prerrogati-
va de ser el órgano de la mente. A través de algunas investigaciones
sobre el grado de inteligencia que posee el hombre y los animales , lle-
gamos a la conclusión de que la complejidad del cerebro de los anima-
-",
t ~ les guarda una proporción con sus propensiones y facultades, que las
~ . diferentes regiones del cerebro están dedicadas a diferentes clases de
i ~
~ . ./ funciones y que, finalmente, el cerebro de cada especie de animales, el
~ ,
hombre incluido, está formado por la unión de tantos órganos particu-
~ lares como cualidades morales y facultades intelectuales distintas exis-
ten esencialmente.
Las disposiciones morales e intelectuales son innatas; su manifesta-
ción depende de su organización; el cerebro es exclusivamente el órga-
no de la mente; el cerebro está compuesto de tantos órganos particula-
res y órganos independientes como poderes fundamentales de la mente
existen. Estos cuatro principios incontestables forman las bases de toda
la fisiología del cerebro.
Habiendo sido perfectamente establecidos estos principios, fue
necesario preguntarse hasta qué punto la inspección de la forma de la
cabeza, o cráneo, representa un medio de averiguación de la existencia
I
~
o ausencia, y del grado de desarrollo, de ciertas partes cerebrales y, con-
secuentemente, de la presencia o ausencia de debilidad o energía de
ciertas funciones. Fue necesario igualmente indicar el medio para ave-
riguar las funciones de las regiones cerebrales particulares, o asiento de
los órganos y, finalmente, fue indispensable distinguir entre las cualida-
des y facultades primitivas fundamentales y sus atributos.
Después de esto, me encontré en condiciones de introducir a mis
lectores en el santuario del alma y del cerebro y de contar la historia
FRANZ JOSEPH GALL 137
Lecturas recomendadas
La mecánica mental
[1829]
S. [...] Una idea puede ser excitada por una sensación o por una
idea. La visión del perro de mi amigo es una sensación, y ella
excita la idea de mi amigo. La idea del Profesor Dugald Stewart
pronunciando una conferencia recuerda la idea del placer con
que lo escuché [...].
6. Igual que hay grados en las sensaciones y grados en las ideas (por-
que una sensación es más viva que otra sensación, una idea más
viva que otra idea), hay grados en la asociación. Decimos que una
asociación es más fuerte que otra: primero, cuando es más per-
manente que la otra; segundo, cuando se ejecuta con mayor cer-
teza; tercero, cuando se ejecuta con mayor facilidad. [...].
7. Todas las causas de la fuerza de la asociación parecen resolver-
se en dos: la vivacidad de los sentimientos asociados y la Ere-
cuencia de la asociación. [...].
8. Cuando dos o más ideas se han repetido juntas con frecuencia y
la asociación se ha hecho muy fuerte, a veces se dan en una com-
r~
binación tan estrecha que no pueden distinguirse una de otra.
~.
Algunos casos de sensaciones son análogos. Por ejemplo, cuan-
i do se hace girar rápidamente una rueda en cuyas siete partes
,
~
están pintados respectivamente los siete colores del prisma, no
<. aparecen los siete colores, sino un único color uniforme, el blan-
co. Por la rapidez de la sucesión, las distintas sensaciones dejan
de poder distinguirse; convergen, por así decirlo, y el resultado
es una nueva sensación, compuesta de las siete pero aparente-
mente simple. Las ideas que han estado juntas tan a menudo que
cuando existe una de ellas en la mente las otras existen inme-
diatamente junto a ella, parecen también meterse una en otra,
soldarse -por así decirlo- y, a partir de muchas ideas, formar
una sola; la cual, aunque compleja en realidad, no parece menos
simple que cualquiera de las que está compuesta. [...].
10. En nuestros sentimientos asociados no es infrecuente que el
antecedente [sensación o idea evocadora] no tenga más impor-
tancia que la de introducir el consiguiente [sensación o idea
evocada]. En estos casos, el consiguiente absorbe toda la aten-
ción, y el antecedente es olvidado al instante. Lo que sucede en
el discurso ordinario proporciona una ilustración muy clara de
ello. Llega un amigo de un país lejano y me trae las primeras
noticias de la última enfermedad, las últimas palabras, los últi-
mos actos y la muerte de mi hijo. El sonido de la voz, la articu-
lación de cada palabra, produce su sensación en mi oído; pero
JAMES MILL 143
Hijo mayor de James Mill, John Stuart Mill recibió de su padre una rigu-
rosa educación clásica, filosófica, política , económica y matemática basada
en los principios asociacionistas y utilitaristas que éste defendía. Aunque
esta formación sin duda le facilitó el camino de sus notables logros intelec-
tuales, más adelante el propio John Stuart llegaría a considerarla sumamen-
te insuficiente desde los puntos de vista afectivo y práctico.
Fue autor de numerosos escritos filosóficos de carácter social y político
(Principios de economía política , 1848; Sobre la libertad, 1859; El utilitarismo,
1863 ...) donde desarrolló, refinándolos, los grandes supuestos del utilitaris-
mo benthamiano que había absorbido desde niño en su inmediato entorno
familiar. Estos trabajos le acreditan como uno de los máximos representan-
tes del pensamiento liberal del siglo XIX.
Lecturas recomendadas
La química mental
[1843]
't•.
r ~-\
o
color, una cierta forma, un cierto sabor y olor, etc., porque interrogan-
do a nuestra conciencia podemos percibir todos estos elementos en la
idea. Pero en una percepción aparentemente tan sencilla como la que
obtenemos por los ojos de la forma de un objeto, no podemos percibir
toda la multitud de ideas derivadas de los otros sentidos, sin las cuales
es bien sabido que esta percepción visual no tendría existencia; ni en
nuestra idea de Extensión podemos descubrir las ideas elementales de
resistencia derivadas de nuestra estructura muscular, en las cuales se ha
demostrado concluyentemente que aquella idea tiene su origen. Por lo
tanto, éstos son casos de química mental, en los que es apropiado decir
que las ideas simples generan, mejor que componen, las complejas.
Lecturas recomendadas
1 [1844]
.
:\
Esta larga serie de preámbulos necesarios conduce al fin a nuestra
inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de posi-
j
~?
tividad racional, que se debe caracterizar aquí de un modo más especial
:~.
1, que los dos estados preliminares. Como tales ejercicios preparatorios
'.~ han comprobado espontáneamente la radical vaciedad de las explica- ).
.¡
nunca procuran otra cosa que materiales indispensables. [...] (L)a ver-
dadera ciencia, lejos de estar formada de meras observaciones, tiende
siempre a dispensar, en cuanto es posible, de la exploración directa, sus-
tituyéndola por aquella previsión racional que constituye, por todos
aspectos, el principal carácter del espíritu positivo [..,].
,
~
1
te sencillos y familiares para que su observación espontánea haya suge-
rido siempre el sentimiento confuso e incoherente de una cierta regula-
ridad secundaria; de manera que el punto de vista puramente teológico
no ha podido ser nunca, en rigor, universal. Pero esta convicción parcial
y precaria se limita mucho tiempo a los fenómenos menos numerosos y
más subalternos, que ni siquiera puede entonces preservar de las fre-
cuentes perturbaciones atribuidas a la intervención preponderante de
los agentes sobrenaturales. El principio de la invariabilidad de las leyes
i naturales no empieza realmente a adquirir alguna consistencia filosófi-
~~.
"
"'i ,
ca sino cuando los primeros trabajos verdaderamente científicos han
~~ podido manifestar su esencial exactitud frente a un orden entero de
., grandes fenómenos; lo que no podría resultar suficientemente más que
~ ....
¡ de la fundación de la astronomía matemática [oo.].
~
Lecturas recomendadas
ca también esos casos. Aunque sea indudable que las secuencias refle-
jas e instintivas no están determinadas por la experiencia del organismo
individual que las manifiesta, sigue siendo verosímil la hipótesis de que
están determinadas por la experiencia de la especie formada por los
antepasados del organismo, los cuales han fijado esas secuencias como
relaciones orgánicas a través de infinitas repeticiones durante innume-
rables generaciones. Todos los hechos disponibles apoyan esta hipóte-
sis. La transmisión hereditaria -que se manifiesta en todas las plantas
que cultivamos, en todos los animales que criamos yen la especie hu-
mana- no sólo se aplica a las peculiaridades físicas, sino también a las
psíquicas. Las generaciones futuras no reciben simplemente el legado
de una forma o un tipo de constitución modificada a causa de nuevos
hábitos de vida. Reciben además el legado de las tendencias nerviosas
modificadas que han sido producidas por tales hábitos de vida. Y si los
nuevos hábitos de vida terminan por ser permanentes, entonces esas
tendencias también se hacen permanentes. Esto se ejemplifica en cada
criatura respecto a la cual tengamos la experiencia necesaria, desde el
ser humano hacia atrás. Sin embargo, entre las familias de una socie- . ~
fantil hasta la del hombre adulto, también existe una serie de p3S05
imperceptibles a través de los cuales la racionalidad de los brutos se
convierte en racionalidad humana. Más aún: debe admitirse que, así
como la asimilación de experiencias cada vez más complejas es por sí
sola suficiente para que la razón se manifieste en el ser humano indivs-
dual, así también debe ser suficiente para la evolución de la razón ea
general.
Igualmente concluyente es el argumento respecto a la historia de la
civilización o la comparación entre las diferentes razas humanas exís-
tentes [...].
I
¡
¡
[SPENCER,H ., The principies of psychology,
London: Williams & Norgate, 1855 (pp. 376-579).
Trad., J. C. Loredo.]
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CHARLES DARWIN
(1809-1882)
Lecturas recomendadas
Las afinidades entre todos los seres de la misma clase se han repre-
sentado algunas veces mediante un gran árbol. Creo que este símil
expresa buena parte de la verdad. Las ramitas verdes que están brotan-
do pueden representar las especies existentes, y las ramas surgidas
durante años anteriores pueden representar la larga sucesión de espe-
cies extinguidas. En cada período de desarrollo, todas las ramitas, al
crecer, han intentado ramificarse por todas partes y acabar con los bro-
tes y ramas de su alrededor para prevalecer sobre ellos, del mismo
modo que las especies y los grupos de especies han dominado siempre
otras a especies en la gran batalla por la vida. Las propias ramas prin-
cipales, que arrancan del tronco y se dividen en grandes ramas que se
subdividen en ramas cada vez menores, fueron una vez, cuando el árbol
era joven, ramitas que brotaban. Esta relación entre los brotes viejos y
nuevos a través de las ramificaciones bien puede representar la clasifi-
cación de todas las especies -vivientes y extinguidas- en grupos
subordinados unos a otros. De entre los muchos brotes que florecieron
cuando el árbol era un mero arbusto, sólo dos o tres sobreviven aún,
convertidos ahora en grandes ramas y sirviendo de soporte a las otras
ramas. Lo mismo ocurre con las especies que vivieron durante largos
periodos geológicos del pasado: muy pocas de ellas han dejado descen-
dientes vivos y que hayan sufrido transformaciones. Desde el desarrollo
inicial del árbol, muchas de las principales ramas y de las grandes se
han secado y caído. Estas ramas caídas, de varios tamaños, pueden
representar los órdenes, familias y géneros que carecen por entero de
Rpresentantes vivos en la actualidad, y que nos son conocidos tan sólo
en estado fósil. Igual que vemos de vez en cuando una ramita perdida
160 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOG&Á
que, habiendo brotado de una horcadura muy baja del árbol, por algu-
na circunstancia ha sido favorecida y permanece viva y alzada, así
vemos ocasionalmente a algún animal como el ornitorrinco o el Lepido-
siren, los cuales, dadas sus afinidades, constituyen en cierta medida una
conexión entre dos grandes ramas de la vida, y parece que han sido sal-
vados de la fatal competencia por haber habitado un lugar protegido. Y
así como los arbustos originan, al crecer, nuevos brotes de arbustos y
éstos, si son vigorosos, se ramifican y se imponen por todas partes a
numerosas ramas más débiles, de la misma manera -por generación-
creo que ha actuado el gran árbol de la vida, que llena la corteza terres-
tre de ramas muertas y rotas, cubriendo su superficie con hermosas
ramificaciones en constante proliferación.
él
i
1
I
1i
HERMANN VON HELMHOLTZ
(1821-1894)
Lecturas recomendadas
I
(pp. 210-217). Interesante comentario de un texto sobre este tema tan crucial
en la obra de Helmholtz.
, ;
~'l
táculo y una representación no es obstáculo alguno para nuestras emo-
ciones siempre que el actor no deje de interpretar su papel. Bien al con-
trario, un relato ficticio de este tipo, en que parece que nos adentramos
en nosotros mismos, nos atrapa y nos tortura más de lo que lo haría una
historia verdadera de carácter similar que leyésemos en un seco infor-
me documental.
Las experiencias que tenemos de que ciertos aspectos, comporta-
mientos y modos de hablar son indicativos de un violento enfado, son
generalmente experiencias sobre los signos externos de ciertas emocio-
nes y peculiaridades del carácter que el actor puede representar para
nosotros. Pero su aparición no es ni tan frecuente ni tan regular como
la de aquellas experiencias por las que hemos llegado a averiguar que
ciertas sensaciones corresponden a ciertos objetos externos. Y así, no
debemos sorprendernos si la idea de un objeto normalmente asociado a
una sensación no desaparece ni aun sabiendo que en ese caso concreto
no hay tal objeto.
Lecturas recomendadas
GOULD,S. J., La falsa medida del hombre. Barcelona: Antoni Bosch, 1984. Un pro-
voca tivo estudio sobre la historia de la medición de lo humano. Sobre Galton
véanse las pp. 63-65.
cas influencias que generan las diferencias entre chico y chico, o entre
hombre y hombre, son el trabajo diligente y el esfuerzo moral. Es des-
de el punto de vista menos cualificado desde donde cuestiono las pre-
tensiones de igualdad natural. Las experiencias en el cuarto de los
niños, el colegio, la universidad y las carreras profesionales, constitu-
yen una sucesión de pruebas de lo contrario. No soy cicatero a la hora
de reconocer el gran poder de la educación y los influjos sociales en
el desarrollo de las capacidades activas de la mente, precisamente del
mismo modo que reconozco los efectos del uso en el desarrollo de los
músculos del brazo de un herrero, sin ir más lejos. Aunque el herrero se
afane en trabajar todo cuanto quiera, hallará que ciertas proezas supe-
ran sus capacidades y más bien son propias para la fuerza del brazo de
un hombre con vestigios hercúleos, incluso si éste ha llevado una vida
sedentaria. [...]
Cualquiera que se haya entrenado en algún tipo de ejercicio físico
habrá descubierto perfectamente el alcance de su potencia muscular.
Cuando comienza a practicar la marcha, remar, hacer pesas o correr,
queda encantado al comprobar cómo sus músculos se fortalecen y su
resistencia a la fatiga aumenta día a día. Mientras es un principiante, es
probable que se sienta muy satisfecho de sí mismo creyendo que apenas
existe límite para la educación de sus músculos; pero no tarda en des-
cubrir que sus progresos diarios son cada vez más pequeños y terminan
por desaparecer: su rendimiento máximo aparece como una cantidad
rígidamente determinada. Cuando ha alcanzado el tope de su entrena-
miento, llega a saber con una exactitud milimétrica cuál es la altura o
longitud de sus saltos, y llega a saber con una exactitud de gramos qué
fuerza es capaz de ejercer sobre el dinamómetro al comprimirlo. Puede
dar puñetazos a la máquina utilizada para medir el impacto de sus gol-
pes y hacer que la aguja ascienda hasta una determinada graduación,
pero no más arriba. Lo mismo le ocurrirá en la carrera, el remo, la mar-
cha y demás ejercicios físicos. Las capacidades musculares de cada ser
humano tienen un límite determinado que ni el entrenamiento ni la
educación permiten su perar.
Tal experiencia es análoga a la que tiene cada estudiante con el fun-
cionamiento de sus capacidades mentales. El chico aplicado que va por
vez primera a la escuela y afronta retos intelectuales se queda asom-
brado de sus progresos. Se vanagloria de su firmeza mental recién de-
sarrollada y de su creciente capacidad de trabajo, y quizá crea, en su
inocencia, que está a su alcance el llegar a ser uno de esos héroes que
han dejado huella en la historia del mundo. Pasan los años, el chico
compite repetidamente con sus compañeros en los exámenes de la es-
170 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
~
canso moral en la honesta convicción de que está haciendo el trabajo
para el cual su naturaleza le ha capacitado.
L.
~ [GALTON, E , Hereditary genius.
Londres: Macmillan & Co., 1869 (pp. 1-2 Y 12-13). Trad., J. C. Loredo.
(Se han eliminado las referencias).]
FRANZ BRENTANO
(1838-1917)
las demás. El texto analiza varias aproximaciones a esta cuestión, de las que
sólo la última, la que reconoce en la intencionalidad el carácter esencial de lo
psíquico, le resulta aceptable a su autor. (Conviene reparar en la significación
que se da en estas páginas de Brentano al término «inexistencia», que no
equivale a «no-existencia» sino a «existencia en»),
Lecturas recomendadas
Caracterización de lo psíquico
[1874]
(BRENTANO, E, Psicología.
Madrid: Revista de Occidente, 1935 (Z." ed.) (pp. 9, 12-13, 15,22-24,
27-29 Y32). Trad., J. Gaos. (Se han eliminado las notas del traductor).]
GUSTAV T. FECHNER
(1801-1887)
Lecturas recomendadas
i
l [FECHNER, G. T., Revisión de los puntos principales de la psicoiisica.
En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Textos básicos para su
génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Descl ée de Brouwer, 1990 (3.a ed..)
1 (pp. 20-24). Trad. , J. M. Gondra.]
CHARLES DARWIN
(1809-1882)
Lecturas recomendadas
DARWIN, C., Autobiografia. Madrid: Alianza, 1977. Una amena lectura que mues-
tra el minucioso trabajo de Darwin a partir de su viaje en el Beagle.
DARWlN, C; Ensa yo sobre el instinto y Apunte biográfico de un niño. Madrid: Tec-
nos, 1983. Aunque la traducción es algo descuidada, merece la pena leer
estos dos breves escritos psicológicos de Darwin. El segundo de ellos , ade-
más, le convierte en uno de los primeros psicólogos evolutivos, precursor de
las observaciones de Freud o Piaget.
DARWlN, c., La expresión de las emocione s en los animales yen el hombre. Madrid:
Alianza, 1984. Esta es la obra psicológica por antonomasia de Darwin. En las
«Consideraciones preliminares» de T. R. Femández Rodríguez, traductor de
la obra , se pone de manifiesto que la preocupación por la actividad psicoló-
gica de los organismos era esencial para Darwín,
RICHARDS, R. J ., Darwin and the emergence of evolutionary theories of mind and
behavior. Chicago: Chicago University Press, 1987 . Tal vez la mejor hi storia
de la psicología comparada y sus raíces en la obra darwiniana.
182 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
nadas entre sí, aun situadas en dos partes distantes del mundo y rode-
adas de condiciones de vida totalmente diferentes , tienen mucho en
común en lo que se refiere a sus instintos. Y es que estos hechos son
explicados por la teoría, mientras que si consideramos cada instinto
como una creación especial, entonces sólo podemos decir que es como
es . Las imperfecciones y errores del instinto dejan de ser sorprenden-
tes en nuestra teoría. En realidad, lo extraño sería que no se pudieran
detectar bastantes más casos flagrantes, si no fuera porque una especie
que no hubiera conseguido modificarse y perfeccionar hasta este
momento sus instintos lo bastante como para ser capaz de continuar
luchando con quienes viven junto a ella en la misma zona, simplemen-
te sería una más añadida a la miríada de especies que se han extin-
guido.
Quizá no sea lógico, pero es mucho más satisfactorio para mi ima-
ginación considerar que la cría del cuco expulsando a sus hermanos
adoptivos, las larvas de las Ichneumonida alimentándose dentro de los
cuerpos vivos de sus presas, los gatos jugando con ratones o las nutrias
y cormoranes con peces vivos, no han sido dotados de instintos espe-
ciales por el Creador, sino que constituyen partes muy pequeñas de una
ley general que gobierna el desarrollo evolutivo del conjunto de los cuer-
pos orgánicos -Multiplicaos, Variad, que se mantenga con Vida el más
fuerte y Muera el más débil-o
),
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1
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1
HERMANN EBBINGHAUS
(1850-1909)
Lecturas recomendadas
:0:
Ventajas del material
.da
vi- Este material carente totalmente de sentido que acabamos de men-
cionar ofrece muchas ventajas, derivadas en parte de su falta de signi-
ficado. En primer lugar, es relativamente simple y homogéneo. En el
caso del material más a mano, a saber, el verso o la prosa, la variedad
de contenidos, ya narrativos, ya descriptivos, ya reflexivos, los giros
unas veces patéticos y otras humorísticos, la belleza o rigor de las
metáforas, la suavidad o dureza de ritmo y rima, tienen que introducir
una gran cantidad de influencias que cambian de un modo irregular, y,
por consiguiente, son perturbadoras: asociaciones que entran o salen,
grados diferentes de interés, recuerdos especialmente acertados, o be-
llos versos, etc. Todas estas cosas son evitadas por nuestras sílabas.
ue Entre los muchos miles de combinaciones posibles, apenas hay unas
tia pocas docenas que tengan algún significado, y, de éstas, sólo habrá
unas pocas cuyo significado sea descubierto por el sujeto durante el
m- aprendizaje.
er- Claro que no hay que dar demasiada importancia a la simplicidad y
cal homogeneidad del material; todavía está muy lejos de nuestro ideal.
Porque el aprendizaje de las sílabas sin sentido afecta a tres campos
las sensoriales, el ojo , el oído y el sentido muscular de los órganos del len-
lr- guaje. y aun cuando éstos participan de un modo muy limitado y siem-
je- pre muy similar, sin embargo, hay que predecir una cierta complejidad
las de los resultados debido a su acción conjunta.
las En particular, la homogeneidad de las series de sílabas no corres-
le- ponde a eso que podría esperarse de ellas; presentan grados muy nota-
las bles y casi imperceptibles de facilidad y dificultad. En la práctica pare-
la- ce como si, desde este punto de vista, las diferencias entre material con
)er y sin sentido no fueran todo lo grandes que uno hubiera podido imagi-
narse a priori. Al menos, en el aprendizaje de memoria de algunos can-
tos del Don Juan, de Byron, yo no encontré una dispersión numérica
re- relativamente mayor que la de las sílabas sin sentido en cuyo aprendi-
~
zaje había empleado una cantidad de tiempo aproximadamente igual.
la En el primer caso, las innumerables influencias perturbadoras ya men-
rá- cionadas parecen haberse compensado mutuamente para producir un
188 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Lecturas recomendadas
Apariencia y realidad
[1336]
Lecturas recomendadas
La corriente de conciencia
[1890]
[...] La mayor parte de los libros empiezan con los hechos menta-
les más simples, las sensaciones, y proceden sintéticamente, constru-
yendo cada estadio superior a partir de los inferiores. Pero esto impli-
ca un abandono del método empírico de investigación. Nadie tuvo
nunca una simple sensación en cuanto tal. La conciencia, desde el mo-
mento de nuestro nacimiento, es conciencia de una fecunda multipli-
cidad de objetos y relaciones, y las que llamamos simples sensaciones
son resultados de la atención discriminativa, muy frecuentemente lle-
vada a extremos muy altos. Es asombroso el estrago causado en la psi-
cología cuando se admiten presupuestos al principio aparentemente
inocentes, pero que llevan en su interior ciertos fallos . Posteriormente
estas consecuencias nocivas se desarrollan y llegan a ser irremediables
al quedar insertas en la totalidad del entramado de la obra. La noción
de que las sensaciones, al ser las cosas más simples, son las primeras
que deben ser consideradas por la psicología, es una de estas suposi-
ciones. Lo único que la psicología tiene derecho a postular desde el
principio es precisamente el hecho del pensamiento, y este hecho tie-
ne que ser examinado y analizado en primer lugar. Si después resulta
que las sensaciones están entre los elementos del pensamiento, éstas
no saldrán peor paradas que en el caso de haberlas presupuesto desde
el principio.
WILLIAM JAMES 195
5) La conciencia siempre se interesa por unas partes del objeto más que
por otras, y les da la bienvenida y las rechaza; o, dicho con otras pala-
bras, escoge al mismo tiempo que piensa
leliberativa
is de noso-
fenómenos
ombres. La
:as percep-
ite nuestra
Lecturas recomendadas
La conciencia subliminal
[1892]
los cuales algunos son al menos igual de conscientes que los que cono-
cemos empíricamente. Yo no concedo primacía a mi yo despierto,
In a excepto en el sentido de que entre mis yoes potenciales éste se ha mos-
de trado como el más preparado para afrontar las necesidades de la vida
diaria. Sostengo que es perfectamente posible que otros pensamientos,
79. f sensaciones y recuerdos, tanto aislados como en continua conexión,
en puedan ahora ser activamente conscientes -digamos «dentro de mí»-
:as. en alguna clase de coordinación con mi organismo y formando parte de
mi individualidad total. Concibo la posibilidad de que en el futuro, y en
or- distintas condiciones, pueda recordarlos todos. Yo puedo asumir estas
: la distintas personalidades bajo una única conciencia en la cual la con-
or- ciencia completa, la conciencia empírica que en este momento dirige mi
mano, sea sólo un elemento entre muchos.
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CONWY L. MORGAN
(1852-1936)
Lecturas recomendadas
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JIS-
JüHN DEWEY
(1859-1952)
Lecturas recomendadas
Lecturas recomendadas
El objeto de la psicología
[1896]
Lecturas recomendadas
COLE, M., Psicología cultural. Madrid: Morata, 1999. Este autor es representativo
del resurgimiento actual de lo que Wundt bautizó como «psicología de los
pueblos».
ROSA, A., «Entre la explicación del comportamiento y el esfuerzo por el signifi-
cado: una mirada al desarrollo de las relaciones entre el comportamiento
individual y la cultura». Revista de Historia de la Psicología, 21 (4),2000, pp.
77-114. Una exposición actual de la historia de la psicología cultural. uno de
cuyos referentes es el Wundt de la Psicología de los pueblos.
WUNDT, w., Elementos de psicología de los pueblos. Barcelona: Alta Fulla, 1990.
Edición española actual de la obra donde Wundt aplica su método histórico-
comparativo.
216 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
del fenómeno. Son, pues, necesarias para distinguir entre sí las diversas
partes de un fenómeno complejo, porque esto, en la mayor parte de los
casos, solamente puede suceder cuando arbitrariamente se pasan por
alto algunas condiciones o se le agregan otras, o también cuando se
modifica su importancia.
Cosa muy diferente sucede en lo que respecta a los objetos naturales,
los cuales, relativamente, son objetos permanentes que no necesitan
producirse en un momento determinado, sino que a cualquier hora se
hallan a disposición del observador. Generalmente, tratándose de tales
objetos solamente se requiere una investigación experimental cuando
queremos indagar los procesos de su nacimiento y variaciones; en este
caso encuentran aplicación las mismas consideraciones hechas en el
estudio de los procesos naturales, porque los objetos naturales se con-
sideran como productos o como partes de procesos naturales. Cuando,
en lugar de esto, únicamente se trata de la naturaleza real de los obje-
tos, sin tener para nada en cuenta su formación y sus variaciones, bas-
ta entonces la simple observación. En este caso se encuentran, por
ejemplo, la mineralogía, la botánica, la zoología, la anatomía, la geo-
grafía y otras ciencias semejantes que son de mera observación mien-
tras en ellas no se introduzcan, como sucede a menudo, problemas físi-
cos, químicos o fisiológicos; en una palabra: los problemas que se
refieren a procesos naturales.
2. Si transportamos estas consideraciones a la psicología, aparece
desde luego manifiesto que, por su propio contenido, se halla, sin duda,
constreñida a seguir el mismo camino de las ciencias en las cuales sólo
es posible una observación exacta bajo la forma de observación experi-
mental, y que, por este motivo, nunca puede ser una ciencia de mera
observación. En efecto, el contenido de la psicología consiste en proce-
sos y no en objetos persistentes. Para indagar la aparición y el curso
exacto de estos procesos, su composición y las recíprocas relaciones de
sus diversas partes, tenemos, antes de nada, que producir a nuestra
voluntad aquellas apariciones y poder variar las condiciones según
nuestros propósitos, lo que únicamente es posible mediante el experi-
mento y no por la mera observación. A esta razón general se agrega una
especial para la psicología que no es igualmente aplicable a los fenó-
menos naturales. Puesto que en éstos hacemos abstracción del sujeto
cognoscente, nos es posible servirnos, bajo ciertas condiciones, de la
simple observación; sobre todo si ésta, como en la astronomía, se halla
favorecida por la regularidad de los fenómenos, en cuyo caso es dado
determinar con suficiente seguridad el contenido objetivo de los fenó-
menos. Pero la psicología, no pudiendo por principio hacer abstracción
218 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
una existe así ninguno de los procesos psíquicos fundamentales en los cua-
mas les no sea posible usar el método experimental, ni tampoco ninguno
uno que, por razones lógicas, no requiera este método en las investigacio-
)m- nes a ellos referentes.
oda
star 3. Por el contrario, la observación pura, que es igualmente posible
lci- en muchos campos de la ciencia natural en el sentido estricto, es impo-
on- sible dentro del dominio de la psicología individual, a causa del total
va- carácter del proceso psíquico. Sólo podría pensarse como posible si
eto. existieran objetos psíquicos persistentes e independientes de nuestra
. la atención, de la propia manera que existen objetos naturales relativa-
ro- mente persistentes y que no cambian con nuestra observación. Sin
ión embargo, también en la psicología se presentan hechos que, por más
los que no sean verdaderos objetos, igualmente poseen el carácter de obje-
ral tos psíquicos presentando aquellas características de naturaleza relati-
rte vamente persistente e independiente del observador; además de estas
en- propiedades, también poseen la de ser inaccesibles a una observación
er- experimental en el sentido corriente. Estos hechos son los productos
de espirituales que se desarrollan en la historia de la humanidad, como la
lln lengua, las representaciones mitológicas y las costumbres. Su origen y
Da desarrollo se fundan en todas partes en condiciones generales psíquicas
os que se pueden inferir de sus propiedades objetivas. Por esto también el
si- análisis psicológico de estos productos puede dar explicación sobre los
n- procesos psíquicos reales y sobre su formación y desarrollo. Todos estos
u- productos espirituales de naturaleza general presuponen la existencia
a de una comunidad espiritual de muchos individuos, aun cuando sus pri-
o- mitivas raíces sean evidentemente la propiedad psíquica perteneciente
ir de antemano al hombre individual. Precisamente a causa de esta rela-
~n ción con la comunidad, especialmente con la comunidad del pueblo, se
suele indicar el campo completo de esta investigación psicológica de los
productos espirituales llamándolo psicología social [psicología de los
.s pueblos] en contraposición a la individual, o como también puede
1- decirse por el método que en ella predomina, psicología experimental.
is Aunque a causa del estado actual de la ciencia estas dos partes de la psi-
o cología la mayor parte de las veces se hayan tratado separadamente,
1- constituyen, no diversos dominios, sino simplemente métodos diversos.
l- La llamada psicología social [de los pueblos] corresponde al método de
n la pura observación, y su único carácter consiste en que los objetos de
s la observación son productos del espíritu. La íntima conexión de estos
productos con las comunidades espirituales, conexión que ha dado ori-
gen al nombre de psicología de los pueblos, nace también de la cir-
) cunstancia secundaria de que los productos individuales del espíritu
220 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
....
1
'.
EDWARD L. THORNDIKE
(1874-1949)
le-
os
)10
m-
do
D-
JÍ-
sí-
Lecturas recomendadas
estas observaciones nos pueden indicar que algo sucede, pero no nos
pueden asegurar que suceda universalmente entre los animales de esa
especie, ni que suceda siempre en el mismo animal. Tampoco se puede
estimar la influencia de la experiencia anterior. Todo esto se refiere a los
medios de obtener conocimientos sobre lo que los animales hacen. La
siguiente pregunta es: «¿Qué sienten?», Las investigaciones anteriores
no han suministrado ni la respuesta ni los materiales a esta pregunta
fundamental. Sólo pueden responder a ella los experimentos cruciales
cuidadosamente diseñados. Al abandonar el viejo método, se debería
procurar sobre todo reemplazarlo por otro que no sólo nos indique con
mayor exactitud lo que hacen los animales, sino que nos informe tam-
bién de lo que sienten mientras actúan.
Para remediar estos defectos, el experimento debe sustituir a la
observación y a la recogida de anécdotas. Así se eliminan inmediata-
mente varios de ellos. Se pueden repetir las condiciones a voluntad para
ver si el comportamiento del animal sólo se debe a una coincidencia. Se
puede someter a varios animales a la misma prueba para obtener resul-
tados típicos. Se puede poner al animal en situaciones que hagan espe-
cialmente instructiva su conducta. Después de considerables observa-
EDWARD L. THORNDIKE 225
Lecturas recomendadas
HEIDBREDER, E ., Psicologías del siglo xx. Buenos Aires: Paidós, 1971. Una exposi-
ción clásica de las principales orientaciones teóricas de la psicología de prin-
cipios del siglo xx. Su primer capítulo está dedicado al estructuralismo de
Titchener (pp. 93-118).
TrrcHENER, E. B., «Los postulados de una psicología estructural». En J. M. Gondra
(ed.), La. psicología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histó-
rico. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1982. Texto íntegro del artículo de TItchener
al que pertenece nuestro fragmento (pp. 209-219).
TORTOSA, F. y QUIÑONES, E., «Los postulados de la psicología estructural de E. B.
Titchener». En E. Quiñones, F. Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la
ps icología. Textos y comentarios . Madrid: Tecnos, 1993. Comentario histórico
de un fragmento procedente del mismo artículo que el nuestro (pp. 322-331).
quía de los «yoes» psicológicos, la mente típica de las clases sociales (1os
artistas, los soldados, los hombres de letras), etc. 5) La psicología fun-
cional de la mente colectiva se halla, como era de esperar, en una con-
dición muy rudimentaria. Podemos delimitar su esfera e indicar sus
problemas; pueden encontrarse contribuciones menores a esta psicolo-
gía desperdigadas en las páginas de obras de psicología, lógica, ética,
estética, sociología y antropología; y algunos puntos destacados (por
ejemplo, la cuestión del papel desempeñado por el sentimiento estético
en la constitución de la mentalidad nacional) han sido abordados en
ensayos. Pero tenemos que tener una fisiología experimental de la men-
te individual antes de que se pueda progresar mucho. 6) Por último, la
labor de la escuela evolucionista ha establecido la psicología filogenéti-
ca sobre bases bastante sólidas, y el número de sus investigadores
garantiza que nuestra comprensión del desarrollo mental avanzará
rápidamente.
Lecturas recomendadas
Criterios estructurales:
~
I Criterios funcionales:
(*) La modificabilidad, tal como aquí es utilizada, incluye varios tipos de aprendizaje
como el asociativo, el imitativo y el racional. [Nota del autor.]
LOGiA ROBERT YERKES 235
Lecturas recomendadas
El credo funcionalista
[1907]
[ ... ]
239
Por otra parte, las funciones son algo persistente, tanto en la vida
mental como en la vida psíquica. Jamás podemos tener dos veces una
misma idea, considerada desde la perspectiva de la estructura y com-
posición sensorial. Pero nada nos impide tener tan frecuentemente
como queramos contenidos de conciencia que signifiquen una misma
cosa. [...]
Sustancialmente idéntica a esta primera concepción de la psicología
funcionalista, aunque expresada con términos un tanto distintos, es la
opinión que dice que el problema funcional es descubrir el cómo y el
por qué de los procesos conscientes, más que determinar los elementos
irreductibles de la conciencia y sus modos característicos de combina-
ción. [...]
11
In
IV
Lecturas recomendadas
El hecho de que una palabra pudiese ser entendida sin imágenes susci-
tadoras, que una frase se pudiese entender y juzgar aunque aparente-
t- mente sólo se hallasen presentes a la conciencia sus sonidos, nunca dio
s motivo a estos psicólogos para postular o establecer contenidos sin imá-
l- genes además de los que sí se daban con imágenes [...].
a
Lo que finalmente nos llevó en psicología a otra teoría fue la aplica-
e ción sistemática de la auto-observación. Anteriormente, lo normal era no
¡... pedir el informe sobre las experiencias habidas durante un experimen-
to nada más terminar éste, sino tan sólo obtener algún que otro infor-
:.. me en los casos excepcionales o anormales. Sólo cuando concluía una
serie completa de experimentos se pedía un informe general sobre los
hechos principales que aún se recordasen. De esta manera, sólo los
aspectos más llamativos salían a la luz. Además, el compromiso con las
concepciones tradicionales de las sensaciones, los sentimientos y las
imágenes impedía observar o conceptuar lo que no era ni sensación, ni
sentimiento, ni imagen. Sin embargo, en cuanto se permitió que las per-
sonas adiestradas en observar sus propias experiencias hiciesen infor-
mes completos y sin prejuicios inmediatamente después de terminado
el experimento, se hizo evidente la necesidad de ampliar los conceptos
y definiciones anteriores. Descubrimos en nosotros mismos procesos,
estados, direcciones y actos que no encajaban en el esquema de la psi-
cología anterior. Los sujetos empezaron a hablar en lenguaje cotidiano,
y a dar a las imágenes sólo una importancia secundaria en su mundo
privado. Sabían, pensaban, juzgaban y entendían, captaban significados
e interpretaban conexiones, sin apoyarse en realidad en ninguno de los
acontecimientos sensoriales que aparecían de vez en cuando. Conside-
remos el siguiente ejemplo [oo .].
Se le pregunta al sujeto: «¿Entiende Vd. la frase: Pensar es tan extra-
ordinariamente difícil que muchos prefieren opinar?». En el protocolo
se lee: «En cuanto terminó la frase me di cuenta de su sentido. Pero el
pensamiento no estaba claro todavía. Para aclararlo, repetí lentamente
la frase, y cuando terminé el pensamiento era tan claro que puedo repe-
tirlo ahora: opinar implica aquí hablar sin pensar y eludir el tema, en
contraste con la actividad investigadora del pensamiento. Aparte de las
palabras de la frase que oí y que luego reproduje, no hubo nada pareci-
do a imágenes en mi conciencia». Este no es simplemente un sencillo
proceso de pensamiento sin imágenes. Lo interesante es que los sujetos
afirmaban que la comprensión procedía generalmente de esta manera
en las frases difíciles. No es, pues, un producto artificial de laboratorio,
sino la vida de la realidad misma en todo su esplendor, lo que se ha
hecho accesible en estos experimentos [oo.].
246 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
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~ PSICOLOGÍA
JOHN B. WATSON
(1878-1958)
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Lafuente.]
Lecturas recomendadas
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Lecturas recomendadas
tienen valor per se. Sólo son significativos en la medida en que arrojen
alguna luz sobre los estados conscientes. Para pertenecer al ámbito de
la psicología, estos datos conductuales deben tener al menos una rela-
ción analógica o indirecta con tales estados conscientes.
En realidad, a veces se encuentra uno con psicólogos que ni siquie-
ra creen en esta relación analógica. Este escepticismo se manifiesta a
menudo en la pregunta que le plantean al investigador de la conducta:
«¿Qué relevancia tiene para la psicología humana el estudio de los ani-
males? ». He solido considerar esta cuestión con detenimiento. De
hecho, siempre me ha resultado un poco incómoda. Yo tenía interés en
mi propio trabajo y creía en su importancia, pero no podía establecer
ninguna estrecha conexión entre él y la psicología tal como la entendía
mi interlocutor. Espero que esta confesión aclare el ambiente, y que no
tengamos que trabajar ya más con falsos pretextos. Tenemos que admi-
tir con franqueza que esos hechos tan importantes para nosotros, esos
hechos que hemos logrado obtener tras realizar una gran cantidad de
trabajo sobre los sentidos de los animales con el método conductual,
sólo han contribuido fragmentariamente a la teoría general de los pro-
cesos sensoriales humanos, y no han sugerido nuevos puntos de apro-
ximación experimental. De la misma manera, el enorme número de
experimentos que hemos llevado a cabo sobre el aprendizaje ha contri-
buido poco a la psicología humana. Parece razonablemente claro que se
debe llegar a algún tipo de compromiso: o la psicología tiene que cam-
biar su punto de vista para incorporar los hechos de la conducta, ten-
gan o no relevancia para los problemas de la «conciencia»; o la con-
ducta debe permanecer aparte como [objeto de] una ciencia totalmente
separada e independiente. Si quienes se ocupan de la psicología huma-
na no consideran favorablemente nuestras propuestas y se niegan a
modificar su postura, los conductistas no tendrán más remedio que uti-
lizar a los seres humanos como sujetos y emplear métodos de investi-
gación que sean exactamente semejantes a los que hoy se emplean en la
investigación animal [...].
[ ... ]
Resumen
:, aun- barrera que existe entre la psicología y las demás ciencias. Los resulta-
10 son dos de la psicología se convierten en los correlatos funcionales de la
l estas estructura y se prestan a ser explicados en términos físico-químicos.
~ afee-
5. Después de todo, la psicología como [ciencia de la] conducta sólo
tendrá que ignorar unos pocos problemas realmente esenciales de los
pura- atendidos hoy por la psicología como ciencia introspectiva. Con toda
:a tan probabilidad, hasta estos problemas residuales podrán ser reformula-
tá de- dos de tal modo que puedan resolverse con unos refinados métodos
in re- conductuales (que, ciertamente, tendrán que llegar).
i el de
inter-
[WATSON, J. B., «Psychology as the behaviorist views it ».
lOS la
nales Psychological Review, XX, 1913 (pp. 158-177). Trad., E . Lafuente.]
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WOLFGANG KOHLER
(1887-1967)
Lecturas recomendadas
la quien nos diga que esto sólo prueba la inteligencia grande de un chim-
g2 pancé, que por un acto de la misma advierte la relación abstracta entre
)r, colores. Veámoslo. Como un animal de una estupidez increíble, pero
ra muy adecuado para los experimentos, se nos recomienda la buena galli-
)s na. Con ella hemos repetido el experimento, y el resultado ha sido exac-
ra tamente como en el mono. Aquí no cabe hablar de inteligencia. Mucho
:i- menos aún de una comprensión de relaciones abstractas. Se trata, por
e- tanto, de un carácter fenoménico primitivo de los dos grises que ya en
le la gallina forman un par, un contraste en el cual se determina el papel
se que representa cada matiz. Este experimento se ha realizado en forma
la decisiva, en Tenerife, con niños, con monos y con gallinas. Lo mismo se
al ha repetido en los Estados Unidos, en Alemania y en Holanda, con
to resultado idéntico.
o-
)()
si [KOHLER, W., El problema de la psicología de la [orma.
le Madrid: Universidad Complutense, Facultad de Filosofía, 1998
e- (pp. 81-85).]
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"á
SIGMUND FREUD
(1856-1939)
ucturas recomendadas
I&u.cusE, H., Eros y civilización. Barcelona: Ariel, 1989. Una muy interesante
investigación filosófica sobre Freud y particularmente sobre El malestar en la
cultura.
Spwll ENBERG, J. A., Los fundadores de la psicología social. Madrid: Alianza, 1981
(pp. 19-44). El psicoanálisis freudiano considerado como uno de los marcos
de referencia teóricos básicos de la psicología social.
260 LECT URAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
Sobre la agresión
[1930]
stra
ste-
. de
de
ón ,
ello
JCO
gan Watson fue elegido presidente de la American Psychological Association
[ui- en 1915. En su alocución presidencial propuso utilizar la técnica de los refle-
ten jos condicionados como procedimiento de investigación de la conducta. Su
$a aproximación al comportamiento humano, presidida por la misma exigencia
tin- de objetividad metodológica que había caracterizado a sus estudios con ani-
un males y potenciada por el empleo sistemático del condicionamiento «cl ási-
LS». COlO, culminó en sus famosos experimentos sobre la adquisición de las res-
ión puestas emocionales en los niños, que aparecen reflejados en el texto que
ivi- sigue.
1 el. En 1920 Watson tuvo que dejar la universidad a causa del escándalo que
LSa. provocó su divorcio. Se dedicó entonces a la publicidad, campo que cultivó
ue- con gran éxito y en el que permaneció hasta su jubilación en 1945. Entre
:ul- otras campañas publicitarias, llevó a cabo la de su propia visión de la psico-
:te- logía, que difundió en numerosos escritos de divulgación y que llegó a gozar
ido de extraordinaria popularidad en Norteamérica.
El fragmento seleccionado pertenece a uno de sus libros más difundidos,
El conductismo (1925/1930), destinado a presentar sus ideas psicológicas al
gran público. Los experimentos sobre el condicionamiento de la conducta
no emocional infantil a los que aquí se refiere fueron realizados en tomo a 1920,
>s.] y constituyen un inmejorable ejemplo de la posibilidad de control del com-
portamiento que Watson quería transmitir. Un ejemplo, por lo demás, que ha
servido de modelo a numerosos acercamientos posteriores a la modificación
y terapia conductuales.
Lecturas recomendadas
••
terapia conductual.
..
~
El condicionamiento de la conducta emocional
[1930]
[WATSON, J. B., El conductismo. Buenos Aires : Paid ós, 1972 (4.a ed.)
(pp. 156-158). Trad., O. Poli.]
LOGiA EDWARD C. TüLMAN
(1886-1959)
e las
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con
roce-
lolos
tes a
.tado
ona-
tó, y
Nació en West Newton (Massachusetts, EE.UU.). Aunque comenzó estu-
diando química en el Massachusetts Institute of Technology, se doctoró en
) so-
psicología por la Universidad de Harvard en 1915. En su formaci ón resultó
Ie la decisivo el curso de psicología comparada que recibió de Yerkes, así como el
texto de Watson que aquél utilizaba como manual, que consiguió ganarle de
inmediato para la causa conductista. Muy pronto, sin embargo, Tolman sin-
tió la necesidad de proponer una «nueva fórmula» para el conductismo que
.artó permitiese incorporar aquellos aspectos propositivos y cognitivos de la con-
ducta que el enfoque watsoniano impedía considerar suficientemente. En
lere- esta dirección se encaminaron sus primeros trabajos, que culminaron en la
publicación del libro La conducta propositiva en los animales y en el hombre
(1932) , su obra capital. La mayor parte de la carrera docente de Tolman
oró, transcurrió en la Uni versidad de California, a la que se trasladó después de
un corto período en la Northwestern University (1915-1918) y donde iba a
permanecer ya el resto de su vida.
'len-
e /e- Tolman ha sido, junto a C. L. Hull, uno de los máximos representantes
ndo del llamado «conductismo metodológico», esto es , el de los psicólogos nor-
»rde teamericanos que asumieron el ideal watsoniano de hacer de la psicología
una ciencia natural de la conducta, procurando al mismo tiempo corregir las
insuficiencias teóricas y metodológicas con que Watson había intentado lle-
itúa varlo a cabo. Entre las grandes contribuciones de Tolman al logro de este
Ico- objetivo se cuenta la introducción de algunos conceptos fundamentales
,e la (como los de «varia ble intervíniente» y «m apa cognitivo») que han pasado a
lará formar parte del acervo psicológico contemporáneo. Aunque, a diferencia de
. Ya Hull, no creó propiamente una escuela, su influencia ha sido profunda y
duradera, y se ha visto potenciada por el rumbo cognitivo emprendido por la
psicología después de su muerte.
El sistema psicológico de Tolman se nutre de influencias muy diversas.
ed.) Entre ellas sobresale la de la psicología de la Gestalt, patente tanto en su con-
lIL] cepción «m olar» de la conducta como en el lenguaje mismo utilizado en oca-
siones para describirla y explicarla. En el siguiente texto, tomado de las pági-
nas iniciales de su obra fundamental, pueden advertirse algunos de estos
268 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
Lecturas recomendadas
HILGARD, E. R. YBOWER, G. H., Teorías del aprendizaje . México : Trillas, 1976. Una
revisión clásica de las principales orientaciones teóricas en el estudio del
aprendizaje, incluida la de Tolman.
LAFUENTE, E. , «La significación del Tolman para el cognitivismo». Revista de His-
toria de la Psicología, 7, 1986 (pp. 15-30). Un recorrido por la obra de Tolman
que subraya su dimensión cognitiva.
LAFUENTE, E., «El conductismo propositivo de E. C. Tolman». En E. Quiñones, F.
Tortosa y H. Carpintero (eds .), Historia de la psicología. Textos y comentarios.
Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 412-421). Comentario a un fragmento de un tern-
prario artículo de Tolman donde éste propone su idea de un conductismo
molar superador del watsoniano.
TOLMAN, E. C., «La conducta, un fenómeno molar». En J. M. Gondra (ed.), La psi-
cología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao:
Desclée de Brouwer, 1982 (Z." ed.) (pp. 561-576). Selección más amplia que
la recogida en estas páginas del libro fundamental de Tolman.
Un conductismo molar
[1932]
2. Conductismos y conductismos
12. Recapitulación
Lecturas recomendadas
PAVLOV, 1. E, Fisiología y psicología. Madrid: Alianza, 1968. Reúne los textos más
representativos y accesibles del autor. Incluye una breve autobiografía y una
conferencia pronunciada en Madrid en 1903. La traducción no desmerece de
la excelente prosa de Pavlov.
que relaciona todo el organismo, como sistema complejo, con las innu-
merables influencias externas. [...]
Apoyándonos en lo que acabamos de enunciar, es lícito llamar refle-
jo incondicional a la conexión permanente entre el agente externo con la
actividad del organismo determinada por éste y reflejo condicional a la
conexión temporal. [...] El equilibro de un organismo determinado o de
su especie, y consecuentemente su integridad, lo aseguran tanto los
reflejos incondicionales más simples (así la tos cuando un cuerpo extra-
ño se extravía en los órganos respiratorios) como los más complicados,
llamados generalmente instintos (alimenticio, defensivo, procreador,
etc.). [oo.] Sin embargo, el equilibro asegurado por estos reflejos sólo
sería perfecto si el medio exterior permaneciese constante. Pero como
éste, además de su extrema diversidad, se halla en estado de continua
variación, los reflejos incondicionales -conexiones permanentes- no
son suficientes para asegurar este equilibrio y deben completarse con
reflejos condicionales -conexiones temporales-o
ifle-
da
zla
I de
los
tra-
los,
Ior;
ólo La importancia y significación de Freud van más allá de la estricta histo-
mo ria de la psicología hasta alcanzar una gran influencia en el marco más
tua amplio de la cultura occidental moderna. En un principio no intentó crear
no una teoría psicológica compleja, pero al final elaboró algo más que un siste-
con ma psicológico. El psicoanálisis, obviamente, tiene su historia; y no posee un
desarrollo rectilíneo. Una clara evolución del pensamiento de Freud se ejem-
plifica en su teoría sobre el «apar ato psíquico» del que, a lo largo de su obra,
nos encontramos con dos modelos a los que corrientemente solemos referir-
~ía. nos como las dos tópicas freudianas.
to.l
La primera concepción tópica del aparato psíquico aparece en La inter-
pretación de los sueños (1900) y su autor distingue en ella tres sistemas: cons-
ciente, preconsciente e inconsciente. En 1923, en la obra El yo y el ello, Freud
formuló otra concepción de la personalidad, conocida como «modelo estruc-
tural» (o «segu nda tópica»), donde distingue tres diferentes entidades de
organización en el aparato psíquico: el ello, el yo y el super-yo, que se dife-
rencian sobre la base de sus distintas funciones. Sin embargo, Freud no
renunció a armonizar sus dos tópicas. La exposición más precisa de esta ten-
tativa se encuentra en una de sus últimas obras, Compendio del psicoanálisis,
que comenzó a escribir en 1938 y que no se publicó hasta después de su
muerte. A ella corresponde el extracto aquí reproducido.
Lecturas recomendadas
GAY, P., Freud. Barcelona: Paidós, 1990 (Z." ed.). Una rigurosa visión de Freud
hecha a finales del siglo xx.
HALL , C. S. , Compendio de psicología freudiana . Buenos Aires: Paid ós, 1978 (S."
ed .). Clara y breve exposición sistemática de la psicología de Freud.
JONES, E ., Vida y obra de Sigmund Freud. Barcelona: Anagrama, 1970. Este libro
ocupa un lugar único entre las biografías de Freud. Su autor fue durante toda
su vida un íntimo amigo de Freud y fiel colaborador, lo que le permitió el
acceso a gran cantidad de material inédito.
LAPLANCHE, J . y PONTALIS , J . B. , Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Labor,
1971. Este diccionario aporta una buena comprensión, contextualizada, de
los conceptos psicoanalíticos.
El aparato psíquico
[1940]
libro Bajo la influencia del mundo exterior real que nos rodea, una parte
toda del ello ha experimentado una transformación particular. De lo que era
ió el originalmente una capa cortical dotada de órganos receptores de estí-
mulos y de dispositivos para la protección contra las estimulaciones
ibor, excesivas, desarrollóse paulatinamente una organización especial que
r, de desde entonces oficia de mediadora entre el ello y el mundo exterior. A
este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo.
.
parte por su accesibilidad a la conciencia, y de otra por su vinculación
ri- con los restos verbales, es, sin embargo, algo particular, cu ya índole no
es queda agotada por esas dos características. Prueba de ello es que gran-
des partes del yo -y, ante todo, del super-yo, al que no se puede negar
!le el carácter de preconsciente-, por lo general permanecen inconscien-
la tes en sentido fenomenológico. [...]
CD
ir Lo inconsciente es la única cualidad dominante en el ello . El ello y lo
..- inconsciente se hallan tan íntimamente ligados como el yo y lo pre-
• consciente, al punto que esa relación es aún más exclusiva en aquel
282 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
que --como él mismo afirma en el texto que sigue- sólo las formulaciones
rigurosas son susceptibles de crítica, y es la crítica a su vez la que hace posi-
ble el avance de la ciencia. El sistema de Hull no fue capaz de resistir la ava-
lancha crítica que suscitó, pero a la luz de su concepción del progreso cien-
tífico, tal vez quepa considerar este «fracaso» como su mayor éxito.
Lecturas recomendadas
Lecturas recomendadas
McCORDUCK, P., Máquinas que piensan. Una incursión personal en la historia y las
perspectivas de la inteligencia artificial. Madrid: Tecnos, 1991. Una muy ase-
quible lectura que , fiel al subtítulo, recorre la historia de la inteligencia arti-
ficial, incluyendo sus orígenes remotos.
RIvIERE, A., Objetos con mente. Madrid: Alianza, 1991. Uno de los mejores ensa-
yos sobre los orígenes e implicaciones del cognitivismo. Interesan especial-
mente los capítulos 2 al 5.
288 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
El juego de la imitación
[1950]
.
t '
~
las máquinas?. mediante una encuesta tipo Gallup. Pero es absurdo. En
lugar de intentar tal definición, sustituiremos la pregunta por otra
estrechamente relacionada con ella y que se expresa con palabras rela-
tivamente inequívocas.
El problema en su nuevo planteamiento puede expresarse en térmi-
nos de un juego que denominaremos «juego de imitación». Intervienen
en él tres personas: un hombre (A), una mujer (B) y un preguntador (C),
indistintamente de uno u otro sexo. El preguntador se sitúa en una
habitación aparte y, para él, el juego consiste en determinar quién de los
otros dos es el hombre y quién la mujer [...].
[...] El objetivo de A en el juego es lograr que C efectúe una identifi-
cación errónea [...].
Para que el preguntador no se guíe por el timbre de voz, las res-
puestas deben ir por escrito o, mejor aún, mecanografiadas. Lo ideal es
disponer de un impresor telegráfico que comunique las dos habita-
ciones.
[...] El objeto del juego para el tercer jugador (B) es ayudar al pre-
guntador. La mejor estrategia para la jugadora es probablemente res-
ponder la verdad, añadiendo quizás a sus respuestas cosas como ésta:
;ICOLOGíA ALAN M. TURING 289
Anderson «¡Soy la mujer, no le haga caso! »; pero de nada sirve, ya que el hombre
[984. Tex- puede hacer observaciones similares.
el mismo
: la inteli- Ahora planteemos la pregunta: «¿Qué sucede cuando una máquina
un). sustituye a A en el juego?». ¿Se pronunciará el preguntador en este caso
.n: 1. Del- tan erróneamente como lo hace cuando en el juego participan un hom-
informa- bre y una mujer? Estas preguntas sustituyen a la original: «¿Pueden
rdenador pensar las m áquinas?».
'ogía cog -
[ ... ]
[...] El nuevo problema presenta la ventaja de que traza una línea
definida entre las aptitudes físicas e intelectuales de una persona [...]. El
modo en que hemos planteado el problema refleja el obstáculo que
impide al preguntador ver o tocar a los otros concursantes, oír su voz
[ ... ].
Lecturas recomendadas
El condicionamiento operante
[1953]
Seleccionamos una fracción de conducta relativamente simple, que
pueda ser repetida libre y rápidamente, y que sea susceptible de ser
observada y registrada con facilidad. Si el sujeto del experimento es una
paloma, por ejemplo, la conducta de levantar la cabeza por encima de
una altura dada es adecuada. Podemos observarla mirando la cabeza de
la paloma sobre una escala colocada en la pared opuesta de la caja. Pri-
mero estudiamos la altura a que se mantiene normalmente la cabeza y
fijamos en la escala un punto que se alcanza sólo raramente; al tiempo
que observamos la escala empezamos a abrir el depósito de la comida
muy rápidamente cada vez que la cabeza se levanta por encima de la
línea. Si el experimento se efectúa de acuerdo con las especificaciones,
el resultado es invariable: observamos un cambio inmediato en la fre-
cuencia con que la cabeza sube por encima de la línea; también obser-
vamos, y esto tiene en teoría cierta importancia, que ahora se sobrepa-
san líneas más altas. Podemos pasar casi inmediatamente a una línea
~ PSICOLOGíA BURRHUS F. SKINNER
lery Marian más alta determinando cuándo debe ser administrada la comida.
ante. uno o dos minutos la postura del ave ha cambiado de tal forma que
posición de la cabeza raramente está por debajo de la línea que ele
mos al principio. [...].
Es habitual referirse a cualquier movimiento del organismo corru
y H. Carpin- una «r espues ta ». Este término procede del campo del acto refleje
)p.251-279). implica un acto que, por decirlo así, responde a un hecho anterior,
as entienden estímulo. Pero podemos hacer que un acontecimiento sea continger
n el condue- con la conducta, sin identificar, o sin ser capaces de identificar, un es
lO radical de
mulo previo. No alteramos el medio ambiente de la paloma para pral
car el movimiento ascendente de la cabeza. Es probablemente impo
~81. Un rigu-
ble probar que algún estímulo aislado precede, de una mane
gía. invariable, este movimiento. Una conducta de este tipo puede caer bs
981 (5. a ed .). el control de ciertos estímulos, pero la relación no es la de la provoc
ra. Esta que ción. El término «respuesta» no es , por tanto, del todo apropiado, pe
e un primer
el comporta-
se encuentra tan arraigado que vamos a utilizarlo a continuación.
el fragmento Una respuesta que ya se ha producido no puede, desde luego, pr
decirse o controlarse. Podemos predecir solamente que ciertas respue
Una madura tas similares se producirán en el futuro. La unidad de una ciencia pI
lo como filo- dictiva no es , por tanto, una respuesta, sino una clase de respuestas. 1
palabra «operante» es la que utilizaremos para designar esta clase.
término pone de relieve el hecho de que la conducta opera sobre
medio ambiente para producir consecuencias. Las consecuencias de
nen las propiedades por las que las respuestas se llaman similares. :
término se utilizará tanto como adjetivo (conducta operante), cuan
como sustantivo para designar la conducta definida por una cons
simple, que cuencia dada.
.ible de ser Un solo caso en el que la paloma levanta la cabeza es una respuest.
ento es una Es un fragmento de historia que puede ser incluido dentro de cualqui:
encima de marco de referencia que queramos usar. La conducta llamada «Ievant:
a cabeza de la cabeza», independientemente de cuantas veces ocurra, es una op
la caja. Pri- rante. Puede ser descrita, no como un acto cumplido, sino más bie
la cabeza y como un conjunto de hechos definidos por la propiedad de la altui
:; al tiempo hasta la que se levanta la cabeza. En este sentido, una operante se def
: la comida ne por un efecto que puede especificarse en términos físicos; el «tope
icirna de la a una altura determinada es una propiedad de la conducta.
ífícaciones,
o en la fre- El término «aprendizaje» puede mantenerse provechosamente en s
bién obser- sentido tradicional para describir la reorganización de las respuestas e
se sobrepa- una situación compleja. Los términos para el proceso de la impresió
a una línea pueden tomarse de los análisis de Pavlov sobre el reflejo condicionadr
292 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Lecturas recomendadas
El condicionamiento operante
[1953]
Seleccionamos una fracción de conducta relativamente simple, que
pueda ser repetida libre y rápidamente, y que sea susceptible de ser
observada y registrada con facilidad. Si el sujeto del experimento es una
paloma, por ejemplo, la conducta de levantar la cabeza por encima de
una altura dada es adecuada. Podemos observarla mirando la cabeza de
la paloma sobre una escala colocada en la pared opuesta de la caja. Pri-
mero estudiamos la altura a que se mantiene normalmente la cabeza y
fijamos en la escala un punto que se alcanza sólo raramente; al tiempo
que observamos la escala empezamos a abrir el depósito de la comida
muy rápidamente cada vez que la cabeza se levanta por encima de la
línea. Si el experimento se efectúa de acuerdo con las especificaciones,
el resultado es invariable: observamos un cambio inmediato en la fre-
cuencia con que la cabeza sube por encima de la línea; también obser-
vamos, y esto tiene en teoría cierta importancia, que ahora se sobrepa-
san líneas más altas. Podemos pasar casi inmediatamente a una línea
'SICOLOGíA BURRHUS F. SKINNER 293
La disonancia cognitiva
[1957]
seres
bser-
.lef:turas recomendadas
CElA-CONDE, C. J. y MARTY, G., «Entrevista a Noam Chomsky». Psicothema, IX
(3), 1997, pp. 569-585. Chomsky resume lo esencial de su pensamiento acer-
ca de la mente y el lenguaje.
OIoMSKY, N., «Critica de "Verbal behavior", de B. F. Skinner». En R. Bayés
(comp.), ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje. Barcelona: Fontanella,
1980 (pp. 29-31 Y 84-85). Texto completo de donde hemos extraído el frag-
mento seleccionado.
300 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
CHOMSKY, N., Proceso contra Skinner. Barcelona: Anagrama, 1975 (Z." ed.). Con-
tra la interpretación skinneriana de la cultura y la sociedad humanas.
R1vIERE, A., El sujeto de la psicología cognitiva. Madrid: Alianza, 1987. En el capí-
tulo 4 el autor expone magistralmente la concepción del sujeto que defiende
Chomsky, poniéndola en relación con otras concepciones cognitivistas del
sujeto humano.
ed.). Con- nos encontramos frente a una teoría científica rigurosa de gran enver-
las. gadura [...]. Para demostrar esta evaluación, un examen crítico del libro
~n el cap í- debe poner de manifiesto que, con una lectura literal [...], el libro no
: defiende cubre casi ningún aspecto del comportamiento lingüístico, y que si la
vistas del lectura es metafórica, no es más científico que los enfoques tradiciona-
les sobre este tema y raramente tan claro y cuidadoso como éstos.
[ ... ]
[...] (P)odemos predecir que cualquier tentativa directa para explicar
el comportamiento real del hablante, del oyente y del que aprende que
no esté basada en una compresión previa de la estructura de las gramá-
ticas, conseguirá éxitos muy limitados. Es preciso ver la gramática
n relati- como un componente de la conducta del hablante y del oyente que úni-
donar la camente puede ser inferida [...] a partir de los datos físicos que resultan.
:; de que El hecho de que todos los niños normales adquieran gramáticas com-
os abor- parables en lo esencial, de gran complejidad y con notable rapidez,
taremos sugiere que los seres humanos, de alguna forma , están especialmente
apaz de diseñados para hacerlo así y que poseen una aptitud para elaborar datos
s que el o para «formular hipótesis» cuyo carácter y complejidad nos son des-
cidir si conocidos. [oo.] Puede ser posible estudiar el problema de determinar lo
) o sólo que debe ser la estructura innata de un sistema de procesamiento de la
m unas información (de formulación de hipótesis) para permitirle (a este siste-
uciones ma) llegar a la gramática de una lengua a partir de los datos disponibles
ue inci- y en el tiempo disponible.
ompor-
) que el
les más [CHOMSKY, N., «Crítica de "Verb al behavior", de B. F. Skinner» .
e unas En R. Bayés (comp.), ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje .
impor- Barcelona: Fontanella, 1980 (pp. 29-31 Y 84-85). Trad. , A. Coy.]
ente no
o debe
o debe
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iporta-
1 buen
15.Uti-
ntífico
ormu-
écnico
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NEAL E. MILLER
(1909)
Lecturas recomendadas
Lecturas recomendadas
r
El proceso de la terapia
10. Los sentimientos que expresa se relacionan cada vez más con el
estado de incongruencia existente entre algunas de sus experien-
cias y su concepto del yo.
11. Llega a experimentar conscientemente la amenaza de tal incon-
gruencia.
12. Experimenta con plena conciencia sentimientos que, hasta
entonces, habían sido negados a la conciencia o distorsionados
conscientemente.
nte, se
Id o de 13. La imagen del yo se reorganiza para integrar las experiencias que
había sido distorsionadas conscientemente o negadas a la con-
ciencia.
ita , sea
14. A medida que prosigue la reorganización de la estructura del yo,
la congruencia entre su concepto del yo y la experiencia aumenta
incon- cada vez más: el yo es capaz ahora de admitir experiencias que
anteriormente eran demasiado amenazantes para ser admitidas
en la conciencia [...]. La defensividad disminuye.
hacia
15. El cliente se vuelve cada vez más capaz de experimentar la con-
sideración positiva incondicional que el terapeuta le manifiesta.
condi-
16. Siente cada vez más una consideración positiva incondicional
hacia sí mismo.
17. Se experimenta progresivamente como el centro de valoración .
Lectura
GARDNEll
Barc
libro
cogo
\ PSICOLOGíA
GEORGE A. MILLER
(1920)
mto fisioló-
ón psicoló-
O centro de
~ deformar
.ión a otras George A. Miller es uno de los «conductistas subjetivos» que, influido¡
por perspectivas como la de Chomsky y sensibles a las limitaciones del con-
ductismo, protagonizan la transición desde éste hasta el cognitivismo. M íllei
leyó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, en cuyo laboratorio de
izada, más acústica trabajó después como investigador. Allí fundó, junto con J. Bruner
el Centro de Estudios Cognitivos, a donde acudían a formarse científicos de
todo el mundo. Llegó a ser profesor en la Universidad de Harvard, institución
is capaz de que abandonó por un puesto en la Rockefeller University en 1968 . Más tarde
oblema, un trabajó también en la Universidad de Princeton, donde permaneció hasta su
.tivos y va- jubilación.
Miller publica sus primeros trabajos importantes en un momento en que
la analogía de la actividad humana con los dispositivos de transmisión lineal
de información promueve la metáfora de la mente como canal de comunica-
personales.
ción (a este respecto es significativo su conocido artículo sobre «El mágico
4 Y 56-57).
número 7±2», una investigación sobre la capacidad limitada de la memoria).
Carmona.]
Pocos años después, en cambio, autores como Neisser -influido por áreas
como la inteligencia artificial y la ingeniería de los computadores- expon-
drán ya de una manera explícita la perspectiva de la psicología cognitiva de
acuerdo con el modelo del procesamiento de la información y la metáfora del
ordenador. El texto seleccionado a continuación podría considerarse un pun-
to intermedio. Miller y sus colaboradores se declaran aún conductistas (aun-
que «subjetivos», asumiendo la paradoja) y al mismo tiempo miran hacia la
metáfora del ordenador como gran esperanza para la formulación de teorías
psicológicas científicas.
Lecturas recomendadas
Le4
AGt
FEB
.OGÍA
KELLER BRELAND YMARIAN BRELAND
~ tra-
ima-
tec-
stró-
enie-
una
sem-
losa,
enó-
ción
>. El K. Y M. Breland se habían formado con Skinner y en 1943 fundaron una
:005 ,
empresa (Animal Behavior Enterprises) dedicada a aplicar sus procedimien-
tos de aprendizaje a la domesticación y entrenamiento de animales para cir-
U", o
cos, ferias, exposiciones, anuncios publicitarios, etc. Sus problemas a la hora
acle
de utilizar estos procedimientos con ciertas especies animales, sin embargo,
pro- se hicieron públicos y desencadenaron una polémica acerca de los llamados
esta «límites biológicos del aprendizaje» .
ihas
sará Es un hecho histórico que el conductismo se afianzó gracias, en gran par-
OID- te , a su presencia en la psicología del aprendizaje animal, a través de los
ntre métodos del condicionamiento clásico y operante. Por eso cobra especial
ual- relieve la polémica suscitada por el trabajo del matrimonio Breland a partir
mi- de la década de los sesenta. Con un tono desenfadado pero contundente,
ces, estos autores expresan su «desengaño» respecto a dos de los principios teó-
ricos del conductismo: el empirismo (la idea del organismo como tabula
rasa) y la posibilidad de una ley general del aprendizaje al margen de las ten-
dencias innatas de las especies.
Aplicando los métodos del condicionamiento instrumental a especies
'e la menos usuales que las ratas o las palomas, los Breland se encuentran con que
J4). ciertas tendencias «instin tivas» de los animales obstaculizan el aprendizaje
ez..] (hemos extraído el ejemplo del mapache, pero el artículo original refiere
también los casos de pollos, cerdos, vacas, hamsters y otros animales).
Lecturas recomendadas
Madrid: Alianza, 1990. Analiza las implicaciones teóricas del debate sobre los
límites biológicos en el contexto de la discusión entre psicólogos compara-
dos, etólogos y psicólogos del aprendizaje.
ducta hasta tal punto que la aplicación práctica que teníamos pensada
-el espectáculo de mostrar a un mapache introduciendo dinero en una
hucha- simplemente no era factible. La conducta de frotar llegó a
acentuarse cada vez más a medida que pasaba el tiempo, a pesar de la
ausencia de reforzamiento.
[ ... ]
[...] (E)stas conductas singulares hacia las que derivan los animales
constituyen ejemplos nítidos de conductas instintivas relacionadas con
las conductas naturales de obtención de alimento propias de la especie
de que se trate [...].
[...] El mapache exhibe la denominada «conducta de aseo». La res-
puesta de frotar ylavar puede tener como efecto, por ejemplo, quitar el
exoesqueleto de los cangrejos de río [...].
[ ... ]
Parece obvio que los animales se encuentran atrapados por podero-
sas conductas instintivas. Aquí tenemos una clara demostración de la
preponderancia de tales patrones conductuales sobre aquellos que han
sido condicionados.
Nosotros hemos denominado a este fenómeno «deriva instintiva». El
principio general parece ser este: siempre que un animal posea podero-
sas conductas instintivas en el mismo ámbito a que pertenece la res-
puesta condicionada, tras un entrenamiento continuado el organismo
se desviará hacia la conducta instintiva en detrimento de la conducta
condicionada, incluso si ello retrasa o impide el reforzamiento. De una
forma muy reducida y simplificada, podría afirmarse que «la conducta
aprendida deriva hacia conducta instintiva».
Todo ello , por supuesto, no desacredita el uso de las técnicas de con-
dicionamiento, sino que se entiende como una demostración de que la
filosofía subyacente a esas técnicas tiene un punto débil muy claro.
Poner de manifiesto tal debilidad debería posibilitar una revisión pro-
vechosa de la teoría conductista.
umales
las con
especie
Procedente del campo de la economía , H. A. Simon (junto con su colega
La res- Alen Newell) ejemplifica el entusiasmo inicial ante las promesas psicológicas
uitar el de la inteligencia artificial en la década de los sesenta. Formado en la Uni-
versidad de Chicago, trabajó en modelos matemáticos de los fenómenos
socioeconómicos y la conducta administrativa. De ahí procede su interés por
modelar el comportamiento humano mediante simulaciones informáticas,
odero- que le hizo ingresar a principios de los 50 en el campo de la ciencia cogniti-
va. Llegó a ser Premio Nobel de Economía en 1978.
1 de la
ue han Artífices de un «Solucionador General de Problemas» que constituía pro-
grama de propósito universal para resolver tareas complejas (creado en
1960), Simon y Newell defienden una concepción de la mente humana como
va». El sistema de cómputo que se convertiría en representativa de la versión fuerte
odero- de la inteligencia artificial. Para estos autores, al igual que para Turing, el
la res- procesamiento de información humano puede ser estrictamente simulado a
LDismo través de un programa de ordenador. En los fragmentos que siguen, corres-
nducta pondientes a uno de sus trabajos de mediados de los sesenta, se defiende esta
)euna idea y se subraya la posibilidad de disociar el funcionamiento lógico del sis-
aducta tema -el software o la mente- del soporte físico en que ese funcionamien-
to tiene lugar -el hardware o el cerebro-.
le con-
que la Lecturas recomendadas
claro.
n pro- ASPRAY,W., John von Neumann y los orígenes de la computación moderna. Barce-
lona: Gedisa, 1993. Narra la historia de la ingeniería informática en el siglo
xx. Sirve para contextuar la inteligencia artificial y estudiar los conceptos
psicológicos implícitos en la formulación de los modelos computacionales
por parte de los ingenieros informáticos.
isms».
PYLYSHYN, Z. W., Computación y conocimiento. Hacia una fundamentación de la
oredo.
ores.j] ciencia cognitiva. Madrid: Debate, 1988. Uno de los clásicos de las denomi-
nadas «ciencias cognitivas».
SIMON, H. A. YNEWELL, A., «Proceso de la información en el computador y en el
hombre». En Z. W. Pylyshyn (ed.), Perspectivas de la revolución de los com-
ULRIC NEISSER
(1928)
Lecturas recomendadas
El procesamiento de la información
[1967]
l
1
J
1
t
a
I
A PSICOLOGíA JEAN PIAGET
(1896-1980)
utadora. En
mnacíón , le
l . Dado este
1 particular
eñas pelícu-
mo no sirve
ante el RNA
u represen-
»gnoscitiva. Piaget nació en Neuchátel (Suiza) y a la precoz edad de diez años pul
;. Mercado. có su primer artículo, unas notas sobre un gorrión albino que había obs
ferencias.)] vado en un parque cercano. Poco después el director del Museo de Histo
Natural de la ciudad le invitó a ayudarle a catalogar una colección de mol
cos, lo que convirtió a Piaget, aún adolescente, en un especialista en el te n
a la vez que asentaría en él un interés por la biología que nunca le iba a abt
donar. El otro pilar de su biografía intelectual es la filosofía, y particul
mente la teoría del conocimiento. Entre los quince y los veinte años de ed
sufre una crisis personal a resultas de la cual decide dedicar su vida al es
dio de las raíces biológicas del conocimiento. Y, en efecto, la biografía de P
get es un desarrollo de esa vocación, y la epistemología genética es su e
minación.
Piaget trabajó en el laboratorio de psicología de Zurich, completó s
estudios en París y en 1921 se trasladó a Ginebra para colaborar en el lns
tuto J. J . Rousseau en investigaciones sobre psicología infantil. Piaget ya )
dejaría esta ciudad, donde fundó, en 1955, el Centro Internacional de Ep
temología Genética, institución en que trabajaron especialistas de divers
disciplinas científicas procedentes de distintos lugares del mundo.
Piaget ha sido uno de los grandes teóricos de la psicología europea. ~
obra marcó el rumbo de la psicología del desarrollo y ha inspirado una de 1.
corrientes intelectuales más pujantes en psicología y educación -pese
desinterés del propio autor por la trascendencia aplicada de sus descubi
mientos, que consideraba como una preocupación típicamente americana-
En los fragmentos que presentamos a continuación puede observan
cómo define Piaget su epistemología genética, a la que consideraba corr.
una teoría del conocimiento establecida sobre bases científicas, particula
mente psicológicas. También se advierte la impronta kantiana de su per:
pectiva, alejada por igual del innatismo racionalista y del empirismo. Fina
mente, el punto de vista evolutivo, vinculado a las raíces biológicas de s
teoría y a su método de trabajo con niños, se hace asimismo patente en 1
argumentación piagetiana.
328 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Lecturas recomendadas
f
t
THOMAS SZASZ
(1920)
l.
d
n
n
r-
.),
>-
le
el Este autor es uno de los representantes de la antipsiquiatría, un mo-
le vimiento de denuncia y crítica de los fundamentos y las prácticas de la psi-
le quiatría, a la que acusan de medicalizar, etiquetándolas como enfermeda-
{l-
des mentales, lo que no son sino problemas de la vida de las personas.
el Szasz cursó sus estudios de educación básica y secundaria en Budapest,
el, pero emigró a los Estados Unidos en 1938 y se graduó en Medicina en la
ss Universidad de Cincinnati. Más tarde se formó como psiquiatra en la Uni-
le versidad de Chicago. Tras una época de práctica clínica privada y un perí-
s, odo de servicio en el ejército, entró como profesor en la Universidad de
ti- Nueva York.
Thomas Szasz ha publicado numerosos escritos dirigidos a desmontar
los fundamentos teóricos de la psiquiatria convencional y a revelar las per-
versiones morales ligadas a su práctica clínica, especialmente las relativas
rL al internamiento de los diagnosticados como enfermos mentales. De hecho,
L] la antipsiquiatría influyó en la reforma psiquiátrica que la mayor parte de
países occidentales emprendieron en las últimas décadas del siglo xx.
El texto seleccionado pertenece a una recopilación de ensayos de Szasz
y en él aparece resumido el planteamiento básico de este polémico autor:
denominar «enfermed ad» a un problema mental es utilizar una metáfora
de consecuencias éticas cuestionables.
Lecturas recomendadas
ras históricas, desde Jesús hasta Castro y desde Job hasta Hitler, se les
diagnosticó haber sufrido tal o cual enfermedad psiquiátrica.
Por último, el mito de la enfermedad mental fomenta nuestra cre-
encia en su corolario lógico: que la interacción social sería armoniosa y
gratificante y serviría de base firme para una buena vida si no fuera por
la influencia disruptiva de la enfermedad mental, o de la psicopatología.
Sin embargo, la felicidad humana universal, al menos en esta forma, no
es sino una expresión más de deseos fantasiosos. Creo en la posibilidad
de la felicidad o bienestar humanos, no sólo para una selecta minoría,
sino en una escala hasta ahora inimaginable; pero esto sólo se podrá
lograr si muchos hombres, y no un puñado únicamente, son capaces de
hacer frente con franqueza a sus conflictos éticos, personales y sociales
y están dispuestos a salirles valientemente al paso. Esto implica tener el
coraje y la integridad necesarios para dejar de librar batallas en falsos
frentes y de encontrar soluciones para problemas vicarios -p. ej.,
luchar contra la acidez estomacal y la fatiga crónica en vez de enfrentar
un conflicto conyugal-o
Nuestros adversarios no son demonios, brujas, el destino o la enfer-
medad mental. No tenemos ningún enemigo contra el cual combatir
mediante la «cura» o al cual podamos exorcizar o disipar por esta vía.
Lo que tenemos son problemas de la vida, ya sean biológicos, económi-
cos, políticos o psicosociales. [...] Mi argumentación se ha restringido a
proponer que la enfermedad mental es un mito cuya función consiste en
disfrazar y volver más asimilable la amarga píldora de los conflictos
morales en las relaciones humanas.
...
ABRAHAM H. MASLOW
(1908-1970)
Lecturas recomendadas
pasos. Cada vez que uno se responsabiliza hay una realización del sí
mismo.
Quinto, hasta ahora hemos hablado de vivenciar sin timidez, de ele-
y se gir la opción del crecimiento y no la del temor, de escuchar las voces
lucta del impulso, de ser sinceros y de responsabilizarnos. Todos esos son
pasos hacia la autorrealización, y todos garantizan mejores opciones
de vida. Quien haga cada una de estas pequeñas cosas cada vez que lle-
esin- ga el punto de decisión, descubrirá que configuran mejores opciones
úfica acerca de lo que está constitucionalmente bien para él. Sabrá cuál es su
na es destino, quién será su cónyuge, cuál será su misión en la vida. No se
in, el puede escoger sabiamente para toda una vida a menos que uno se atre-
odas va a escucharse a sí mismo, a su propio sí mismo (self), a cada instan-
ode- te de la vida, ya decir con alma: «No, esto y aquello no me gustan». [...]
les a Expresar algo sinceramente implica atreverse a ser diferente, impopu-
efen- lar, inconformista.
Sexto, la autorrealización no es únicamente un estado final, sino
uce- también un proceso de actualización de las propias potencialidades, en
ción cualquier momento, en cualquier grado. Es, por ejemplo, cuestión de
mie- hacernos más despiertos mediante el estudio, si somos inteligentes. La
ere- autorrealización significa usar la propia inteligencia. No significa, nece-
iace sariamente, hacer algo fuera de lo común [...). Supone hacer bien aque-
ceso llo que uno quiere hacer. Convertirse en un médico de segunda no es un
buen camino hacia la autorrealización. Hay que ser de primera, o tan
bueno como uno pueda ser.
que
cilla Séptimo, las experiencias cumbre son momentos transitorios de
etu- autorrealización. Se trata de momentos de éxtasis que no pueden com-
nto, pararse, garantizarse, ni siquiera buscarse. Debemos dejar, como escri-
she bió C. S. Lewis, «que el gozo nos sorprenda» . Pero podemos establecer
erja, las condiciones para que las experiencias cumbre sean más probables,
len o podemos establecer perversamente las condiciones para que sean
!DOS menos probables [...]
" la Prácticamente todo el mundo tiene experiencias cumbre, pero no
todos lo saben. Algunos restan importancia a esas pequeñas experien-
con cias místicas. Ayudar a la gente a reconocer esos breves momentos de
plo- éxtasis cuando suceden es parte de la tarea del consejero o metaconse-
nes jero. Sin embargo, ¿cómo logra nuestra propia psique, sin ninguna
. fa- señal externa como referencia -ahí no hay pizarra-, mirar dentro de
len la psique oculta de otra persona y luego tratar de comunicarse? Tene-
Ilis- mos que elaborar una forma de comunicación nueva. He intentado una
des que describo en otro apéndice [...).
338 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
Octavo, descubrir quién es uno, qué es, qué le gusta, qué no le gus-
ta, qué es bueno o malo para uno, hacia dónde va y cuál es su misión
-abrirse para sí mismo-, significa desenmascarar la psicopatología.
Quiere decir identificar las defensas, y después de haberlas identifica-
do, significa encontrar coraje para renunciar a ellas. Eso es doloroso
porque las defensas se erigen contra algo desagradable. Pero vale la
pena renunciar a las defensas. Si la bibliografía psicoanalítica nos ha
enseñado algo, ha sido que la represión no es un buen modo de resol-
ver los problemas.
gen
mis
ente
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la u
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ciOI
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CHe
PINl
)LOGíA BURRHUS F. SKINNER
(1904-1990)
e gus-
nisión
dogía.
tifica-
oroso
ale la
ha
lO S
resol-
Lecturas recomendadas
CHOMSKY, N., Proceso contra Skinner. Barcelona: Anagrama, 1975 (Z." ed.). El
célebre lingüista crítico de las ideas skinnerianas sobre el lenguaje arremete
aquí contra las expresadas por Skinner en su Más allá de la libertad y la dig-
nidad.
PINILLOS, J. L., «Skinner: ¿Más allá del hombre libre?». En La psicología y el hom-
bre de hoy . México : Trillas , 1983 (pp. 136-140) . Un lúcido análisis crítico de
340 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Más allá de la libertad y la dignidad, realizada por una de las figuras más emi-
nentes de la psicología española.
SCHELLENBERG, J. A., Los fundadores de la psicologia social. Madrid: Alianza, 1981.
El autor valora la obra de Skínner (junto a las de S. Freud, G. H. Mead y K.
Lewin) como una de las mayores contribuciones teóricas a la construcción
de la psicología social (pp. 94-118).
SKINNER, B. F., Más allá de la libertad y la dignidad. Barcelona: Fontanella, 1972.
Traducción española del provocativo libro de Skínner.
I
desde el punto de vista de la ciencia de la conducta-o
Esta actitud, por supuesto, es vulnerable. El hombre autónomo nos
sirve para poder llegar a explicar cuanto resulte inexplicable desde cual-
quier otro punto de vista. Su existencia depende de nuestra ignorancia, ~
.......
D05
ponsable de su conducta, no sólo en el sentido de ser susceptible de
amonestación o castigo cuando se comporta mal, sino también en el de
reconocerle mérito y admirarle por sus logros positivos. Una análisis
científico transfiere tanto el mérito como el demérito al ambiente. [...].
..--
cía..
~ Hay una tercera fuente de problemática en este terreno; y es que,
conforme el énfasis queda transferido al ambiente, el individuo parece
expuesto a una nueva clase de peligro. ¿Quién habrá de construir ese
..••
~CI ambiente que determina la conducta humana? ¿Con qué finalidad se
aa- construirá
. '?. [ ....
]
~
[ ...]
fIIIIe La mayoría de nuestros problemas más importantes implican con-
ducta humana, y no se pueden resolver recurriendo solamente a la tec-
.,
1
342 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
t
nología física O biológica. Lo que necesitamos es una tecnología de la
conducta, pero hemos tardado mucho en desarrollar la ciencia de la que
poder deducir este tipo de tecnología. Una dificultad evidente estriba en
el hecho de que casi todo cuanto es denominado ciencia de la conducta
continúa aun ahora relacionando la conducta a estados mentales, sen-
timientos, peculiaridades del carácter, naturaleza humana, etc. La físi- ~
s'
ca y la biología siguieron durante un tiempo prácticas muy parecidas, y f
avanzaron solamente cuando se liberaron de semejante rémora. Las
ciencias de la conducta han tardado mucho en cambiar, en parte, por
causa de entidades explicativas que a menudo parecían ser observadas
t
I
directamente, y también en parte, porque no se encontraba fácilmente
otra clase de explicaciones.
I
noc
El ambiente, obviamente, es importante, pero su función no ha esta- con
do clara. No empuja o absorbe, sino que selecciona. Y resulta difícil des- mar
cubrir y analizar esta función selectiva. El papel de la selección natural su ¡:
en la evolución fue formulado por primera vez no hace mucho más de de e
cien años. Y la función selectiva del medio ambiente en la modelación sem
y mantenimiento de la conducta del individuo sólo ahora comienza a por
ser reconocida y estudiada. Conforme se ha llegado a conocer la inte- ejer
racción entre organismo y ambiente, por tanto, los efectos que hasta niñ
este momento se achacaban a estados mentales, sentimientos y pecu- forr
liaridades del carácter, comienzan a atribuirse a fenómenos accesibles a
la ciencia. Y una tecnología de la conducta, consiguientemente, empie- Le(
za a ser posible. No se solucionarán nuestros problemas, no obstante, a
menos que se reemplacen opiniones y actitudes tradicionales precientí- DEL
ficas; aunque bien es cierto que éstas, desgraciadamente, siguen muy
profundamente arraigadas. La libertad y la dignidad ilustran este pro-
blema. Ambas cualidades constituyen el tesoro irrenunciable del «hom- Fon
bre autónomo» de la teoría tradicional. Y resultan de esencial impor-
tancia para explicar situaciones prácticas en las que a la persona se le
reputa como responsable de sus actos, y acreedora, por tanto, de reco-
nocimiento por los éxitos obtenidos. Un análisis científico transfiere FER
tanto esa responsabilidad como esos éxitos al ambiente. Y suscita,
igualmente, ciertas interrogaciones relativas a los «valores». ¿Quién
usará esa tecnología y con qué fin? Hasta tanto no se despejen estas
incógnitas, se seguirá rechazando una tecnología de la conducta. Y, al GAll
rechazarla, se estará probablemente rechazando al mismo tiempo el
único camino para llegar a resolver nuestros problemas.
.. ., .1
.J_~]
ROYl
344 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
zard
La psic ología cognitiva como paradigma maru
[1979] sión
que'
En sentido amplio, el objeto de la psicología cognitiva podría defi- cient
nirse así: «cóm o funciona la mente». Pero , así definido, sería completa- Los ·
mente inabordable. Al igual que cualquier otro estudioso de la natura- de la
leza, el psicólogo cognitivo debe limitar su objeto de estudio para qué :
mantenerlo en un ámbito comprensible y manejable. Por consiguiente gan
se estudian aquellos aspectos que les parecen especialmente importan- com
tes a la mayoría de psicólogos cognitivos -los «procesos mentales han
superiores», que incluyen memoria, percepción, aprendizaje, pensa- alms
miento, razonamiento, lenguaje y comprensión-o Es más, la mayor está
parte de quienes estudian los procesos mentales superiores han adqui- añac
rido un compromiso con los métodos observacionales de la ciencia más cóm
que con un punto de vista literario, intuitivo o humanista. El psicólogo face
cognitivo típico es, por tanto, un científico motivado para comprender proc
un sistem a natural cual es el que constituyen los procesos mentales miel
superiores humanos. dan!
tal p
El compromiso con el uso del método científico a la hora de estu- pern
diar los procesos mentales superiores, desde luego, impone límites a que
las investigaciones especializadas que uno lleva a cabo. Sin embargo es casI
preciso tomar muchas otras decisiones -implícitas o explícitas- an- ción
tes de dar inicio al primer experimento. ¿Qué presupuestos son los ra- que
zonables? ¿Cuáles son las ideas relevantes a la hora de concebir hipó- sere
tesis sobre la naturaleza de los procesos m entales? ¿Cuáles de estas \•
hipótesis son plausibles y merece la pena estudiarlas? ¿Cuáles debe- I
rían estudiarse primero y cuáles de berían posponerse? Es legítim o que
los psicólogos científicos difieran respecto a cómo resolver estas cues- (
tiones. Sin embargo, dentro de las disciplinas científicas se tiende a la
formación de subgrupos cuyos miembros adoptan soluciones muy
semejantes. Cuando un número suficiente de científicos pertenecientes
a un campo están de acuerdo en un grado considerable respecto a có-
mo se deben resolver las anteriores cuestiones, se dice que comparten
un paradigma. La psicología del procesamiento de la información es un
paradigma para estudiar la psicología cognitiva, y lo que ha sucedido
durante los últimos años es que se ha convertido en el paradigma domi-
nante en la investigación de los procesos cognitivos adultos.
[oo.] A causa de la enorme complejidad de la mayoría de los sistemas
naturales y sociales, no hay científico alguno capaz de estudiar ningún
sistema importante en su totalidad. La investigación sólo puede comen-
;ICOLOGÍA ROYLACHMAN 345
Lecturas recomendadas
RIvIERE, A., Objetos con mente. Madrid: Alianza, 1991. En el capítulo 4 se revi-
san las reacciones a lo que R ívíere denomina el desafío de Turing, entre ellas
la de Searle.
SEARLE, J. R., «Dos biólogos y un físico en busca del alma». Mundo Científico,
agosto, 1996, pp. 654-669 . Resume, comenta y critica libros de F. Crick, R.
Penrose y G. Edelman, autores relevantes en neurociencia y filosofía de la
mente. Al hacerlo, sintetiza él mismo su propia po sición teórica y discute los
problemas conceptuales típicos de las ciencias cognitivas.
348 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
La habitación china
[1984]
[...] Tener una mente es algo más que tener procesos formales o sin-
tácticos. Nuestros estados mentales internos tienen, por definición,
ciertos tipos de contenido. [...] Esto es, incluso si mis pensamientos se
me presentan en cadenas de símbolos tiene que haber más que las cade-
nas abstractas, puesto que las cadenas por sí mismas no pueden tener
significado alguno. Si mis pensamientos han de ser sobre algo, entonces
la cadenas tienen que tener un significado que hace que sean los pensa-
mientos sobre esas cosas. En una palabra, la mente tiene más que una
sintaxis, tiene una semántica. La razón por la que un programa de com-
putador no pueda jamás ser una mente es simplemente que un progra-
ma de computador es solamente sintáctico, y las mentes son más que
sintácticas. Las mentes son semánticas, en el sentido de que tienen algo
más que una estructura formal: tienen un contenido.
Para ilustrar este punto he diseñado un cierto experimento de pen-
samiento. Imaginemos que un grupo de programadores de computador
ha escrito un programa que capacita a un computador para simular que
entiende chino. Así, por ejemplo, si al computador se le hace una pre-
gunta en chino, confrontará la pregunta con su memoria o su base de
datos, y producirá respuestas adecuadas a las preguntas en chino. Su-
pongamos, por mor del argumento, que las respuestas del computador
son tan buenas como las de un hablante nativo del chino. Ahora bien,
¿entiende el computador, según esto, chino? ¿Entiende literalmente chi-
no, de la manera en que los hablantes del chino entienden chino? Bien,
imaginemos que se le encierra a usted en una habitación y que en esta
habitación hay diversas cestas llenas de símbolos chinos. Imaginemos
que usted [...] no entiende chino, pero que se le da un libro de reglas en
castellano para manipular esos símbolos chinos. Las reglas especifican
las manipulaciones de los símbolos de manera puramente formal, en
t érminos de su sintaxis, no de su semántica. Así la regla podría decir:
«tom a un signo changyuan-changyuan de la cesta número uno y ponlo
al lado de un signo chongyuon-chongyuon de la cesta número dos».
Supongamos ahora que son introducidos en la habitación algunos otros
símbolos chinos, y que se le dan reglas adicionales para devolver sím-
bolos chinos fuera de la habitación. Supóngase que usted no sabe que
los símbolos introducidos en la habitación son denominados «pregu n-
tas» de la gente que está fuera de la habitación, y que los símbolos que
usted devuelve fuera de la habitación son denominados «respuestas a
las preguntas». Supóngase, además, que los programadores son tan
I
~ PSICOLOGÍA JOHN SEARLE
&etturas recomendadas
conexionistas, que el autor comenta y valora al final del libro (véas e el últi- f
mo epígrafe del capítulo 10. pp. 220-227). 1 A
1t incn:
estér
mari
El procesamiento distribuido en paralelo naso
(1986] atrae
ofrec
de el
[Los modelos de procesamiento distribuido en paralelo o PDP] par- cológ
ten de la suposición de que el procesamiento de la información se pro- cirnie
duce mediante la interacción de un gran número de elementos procesa- satisf
dores simples llamados «unidades», cada una de las cuales envía señales nales
excitadoras e inhibidoras a otras unidades. En algunos casos, las uni- rade
dades representan hipótesis posibles sobre cosas tales como las letras ralezo
que hay en una configuración determinada o las funciones sintácticas
de las palabras que forman una frase. En estos casos, las activaciones
de las unidades vienen a representar las fuerzas asociadas con las dis- La mi
tintas hipótesis posibles, y las interconexiones entre las unidades repre-
sentan las limitaciones o restricciones que el sistema sabe que existen El
entre las distintas hipótesis. En otros casos, las unidades representan escala
objetivos y acciones posibles (como, por ejemplo, el objetivo de teclear te sec
una letra determinada o la acción de mover el dedo índice izquierdo) y las re
las conexiones ponen en relación estos objetivos con objetivos interme- despu
dios, los objetivos intermedios con acciones y las acciones con movi- de qu
mientos musculares. Hay también otros casos en los que las unidades tiene
no representan hipótesis u objetivos determinados, sino aspectos de a otrc
éstos. Así, por ejemplo, una hipótesis sobre la identidad de una palabra Evide
se encuentra a su vez distribuida en las activaciones de un gran núme- nizaci
ro de unidades. bir ne
¿P
Los modelos PDP: ¿ciencia cognitiva o neurociencia? apaTel
intent
sencill
Una razón que explica el atractivo de los modelos PDP es su incues- micro
tionable «aroma fisiológico». Parece que están mucho más ligados a la thardv
fisiología del cerebro que otros modelos de procesamiento de la infor- secuer
mación. El cerebro consta de un gran número de elementos con un ele- cación
vado nivel de interconexión [...], que aparentemente se envían entre sí humar
mensajes excitatorios e inhibitorios muy sencillos mediante los cuales todaví
ajustan sus excitaciones. Las propiedades de las unidades de muchos de cuenta
los modelos PDP que vamos a examinar más adelante están inspiradas na sec
en propiedades básicas de las estructuras neurales. [...] impree
:>SICOLOGÍA DAVID E. RUMELHART 35:
:>OP] par-
de el punto de vista computacional ypr~~isa desde el Dunto d~ vi~t~ ~s;.
cológico, de los mecanismos que hay detrás de los fenómenos del cono-
in se pro- cimiento humano, los cuales nunca han conseguido explicarse
: procesa- satisfactoriamente mediante formalismos computacionales convencio-
ia señales nales. Además, estos modelos han alterado radicalmente nuestra mane-
, las uni- ra de pensar sobre la organización temporal del procesamiento, la natu-
las letras raleza de la representación y los mecanismos del aprendizaje.
ntácticas
vaciones
1 las dis- La microestructura del conocimiento
es repre-
e existen El proceso del conocimiento humano, examinado mediante una
resentan escala temporal de segundos y minutos, presenta un carácter netamen-
e teclear te secuencial. Las ideas vienen, nos parecen prometedoras y, después,
tierdo) y las rechazamos; al intentar resolver un problema, seguimos pistas que,
interme- después, abandonamos y reemplazamos por ideas nuevas. Aunque pue-
m movi- de que el proceso no sea totalmente discontinuo, no cabe duda de que
tnidades tiene un carácter netamente secuencial, y las transiciones de un estado
I
-ctos de a otro se producen, pongamos por caso, dos o tres veces por segundo.
palabra Evidentemente, cualquier descripción que merezca la pena de la orga-
I núme- nización global del flujo secuencial del pensamiento tendrá que descri-
bir necesariamente una secuencia de estados.
t ¿Pero cuál es la estructura interna de cada uno de los estados que
aparece en la secuencia y cómo se producen estos estados? Cualquier
intento serio de construir un modelo incluso de los macropasos más
sencillos del conocimiento humano [...] requerirían un gran número de
incues- micropasos si se efectuasen secuencialmente. [...] (E)l soporte material
los a la (hardware) biológico resulta demasiado lento para que los modelos
1 infor-
secuenciales de su microestructura puedan proporcionarnos una expli-
un ele- cación plausible, por lo menos de la microestructura del pensamiento
entre sí humano. Y las limitaciones temporales, en lugar de mejorar, empeoran
cuales todavía más cuando los mecanismos secuenciales intentan tomar en
.hos de cuenta un gran número de limitaciones o restricciones. En una máqui-
liradas na secuencial, cada nueva restricción exige más tiempo, y, cuando son
imprecisas, las restricciones pueden acarrear un incremento explosivo
354 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA
[...] Cómo coger un objeto sin caerse. [...] Hinton trabajó con una ver-
sión simplificada de esta tarea en la que utilizaba una «persona» bidi-
mensional provista de un pie, una pierna con un segmento inferior y
otro superior, un tronco, un brazo y un antebrazo. Cada uno de estos
miembros se encuentra conectado con el siguiente mediante una arti-
culación que posee un solo grado de libertad de rotación. La tarea a la
que tiene que enfrentarse esta persona es alcanzar un objetivo que se
encuentra situado en algún punto enfrente de ella, sin dar ningún paso
y sin caerse. [...] (E)l problema consiste en encontrar un conjunto de
ángulos de las articulaciones capaz de resolver simultáneamente las dos
restricciones que hay en la tarea. La primera es que el extremo del ante-
brazo toque el objeto. La segunda es que, para evitar caerse, la persona
debe mantener su centro de gravedad en la vertical del pie.
Para conseguirlo, Hinton asignó un solo procesador a cada articula-
ción. En cada ciclo computacional, cada procesador recibía informa-
ción sobre la distancia a la que se encontraba el extremo de la mano
respecto al objetivo, y sobre la posición que ocupaba el centro de gra-
(JíA DAVID E. RUMELHART 355
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JEROME S. BRUNER
(1915)
Lecturas recomendadas
El autor defiende con concisión y claridad sus ideas acerca de la psicología. totalmei
Muy recomendable. tismo si
RPINTERO , H., Historia de las ideas psicológicas. Madrid: Pirámide, 1996. Los ca- Podr
pítulos sobre «La psicología cognitiva» y «La psicología contemporánea» del últir
(pp. 404-430) tratan sobre los antecedentes más inmediatos de nuestra actua- impulso
lidad psicológica.
se y teci
pleta qt
ejemplo
Los avatares de la psicología cognitiva ci án del
[1990] son pral
adopciói
Quiero comenzar adoptando como punto de partida la Revolución tabilidac
gnitiva. El objetivo de esta revolución era recuperar la «mente» en las Era i
ncias humanas después de un prolongado y frío invierno de objeti- ciencia (
no. Pero lo que vaya contar a continuación no es la típica historia suficient
progreso que avanza siempre hacia adelante. Porque, al menos en dujese u
opinión, actualmente esa revolución se ha desviado hacia problemas Con la I
1\"
: son marginales en relación con el impulso que originalmente la ~' estados ]
encadenó. De hecho, se ha tecnificado de tal manera que incluso ha J por sus
avado aquel impulso original. Esto no quiere decir que haya fraca- sino por
o: ni mucho menos, puesto que la ciencia cognitiva se encuentra sin «mente»
a entre las acciones más cotizadas de la bolsa académica. Más bien, desear, p
de que se haya visto desviada por el éxito, un éxito cuyo virtuosismo voz que .
ric o le ha costado caro. Algunos críticos sostienen incluso, quizá la nueva
stamente, que la nueva ciencia cognitiva, la criatura nacida de aque-
Me d
evolución, ha conseguido sus éxitos técnicos al precio de deshuma-
gen exag
r el concepto mismo de mente que había intentado reinstaurar en
vio subo]
sicología y que, de esta forma, ha alejado a buena parte de la psico-
cia cogni
l de las otras ciencias humanas y de las humanidades [...].
contribui
'ero, para empezar, vaya contarles sobre qué creíamos yo y mis maci ón y
~os que trataba la revolución allá a finales de los años 50. Creíamos a nadie (
se trataba de un decidido esfuerzo por instaurar el significado como dejado si
mcepto fundamental de la psicología; no los estímulos y las res- piraron e
tas, ni la conducta abiertamente observable, ni los impulsos biol ó-
; y su transformación, sino el significado. [...] Su meta era descu-
y describir formalmente los significados que los seres humanos [BRUlI
ian a partir de sus encuentros con el mundo, para luego proponer Madrid: J