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Lecturas
de Historia
e la Psicología

lejandra Ferrándiz
_\Enrique Lafuente
osé Carl os Loredo
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UNED
ED ICI O N E S
PLATÓN
(427-347 a. C.)

Nacido en Atenas en el seno de una familia aristocrática, Platón se


orientó inicialmente hacia la política. que le interesó siempre tanto de sd e
el punto de vista teórico como desde el práctico. El magisterio de Sócrates
despertó en él la vocación filosófica, a cuyo ejercicio iba a dedicar la vida.
Su obra escrita está constituida por una serie de Diálogos en los que aspi-
ró a dejar constancia de las enseñanzas de su maestro a la par que desa-
rrollar su personal elaboración de las mismas. Hacia el año 387 a. C. fun-
dó en Atenas una escuela de filosofía, la Academia, donde enseñó hasta su
muerte.
El pensamiento platónico ha ejercido una influencia extraordinaria-
mente amplia, profunda y duradera, y constituye uno de los pilares funda-
mentales del pensamiento occidental. Muchos de sus rasgos característicos,
como la concepción dualista (según la cual el alma y el cuerpo poseen una
realidad independiente), la tesis nativista (que afirma la presencia de ideas
innatas en la mente humana) o la noción de un alma que reúne en su inte-
rior partes distintas y contrapuestas, han resurgido una y otra vez con for -
mas diversas a lo largo de toda la historia de la filosofía y la psicología.
En el texto seleccionado pueden advertirse con claridad algunos de estos
rasgos. Perteneciente al Fedro, generalmente considerado como uno de los
diálogos de madurez de su autor, el fragmento que se reproduce a conti-
nuación presenta la teoria del alma de Platón según éste la expresa metafó-
ricamente en forma de mito (el famoso «mito del carro alado»). Algunos
autores han querido ver en esta teoría un temprano anuncio de la doctrina
freudíana, en la medida en que en ambos casos se intenta una explicación
del comportamiento humano como consecuencia de la tensión y el conflic-
to intrapsíquicos. El texto pone de manifiesto, además, la inextricable unión
de la concepción psi cológica platónica con las que el autor profesa sobre la
realidad (la «teoría de las ideas») y el conocimiento (la «teoría de la remi-
niscencia» ).
16 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOG

Lecturas recomendadas

KoYRÉ, A., Introducción a la lectura de Platón. Madrid: Alianza, 1966. Un líbi


cuya claridad e inteligencia hacen honor de modo magnífico a su título.
PLATÓN, Diálogos (varios volúmenes). Madrid: Gredos, 1981 en adelante. De le
obras de Platón existen numerosas traducciones al español. Entre todas ls
de los Diálogos completos (al menos de los que han llegado hasta nosotro:
destacamos ésta de la editorial Gredos, que incluye buenas introducciones
cada uno de los diálogos, así como una excelente presentación general a Cal
go de Emilio Lledó.
ROBINSON, D., Historia crítica de la psicologia. Barcelona: Salvat, 1982. La Histc
ria de Robinson hace particular hincapié en la significación de la filosofi
antigua en la constitución de la psicología. El capítulo 2 analiza la contribt
ción platónica.

El alma, las ideas y el conocimiento


[c. 370 a. C.]

Ya hemos explicado suficientemente la naturaleza inmortal de


alma. Ahora hablaremos de su forma, Para decir lo que es en sí mism:
harían falta palabras divinas y una extensa exposición; para dar uru
imagen de ella y decir a lo que se parece, bastan las palabras meno:
complicadas de los hombres. Diremos que el alma es como el grupo que
forman un tronco de caballos alados y el hombre que los guía. Los cor
celes y los conductores de las almas divinas son todos excelentes y de
noble estirpe; pero los de las almas restantes poseen una doble natura
leza. El conductor que hay en nosotros lleva las riendas, pero de los
caballos hay uno que es bueno y hermoso y de pura sangre y otro que
es todo lo contrario. Por fuerza tiene que ser difícil y enrevesado para
nosotros llevar un tronco así. [...]. Toda alma gobierna lo inanimado)
gira en tomo del universo, mostrándose bajo mil formas diferentes.
Cuando es perfecta y alada lo abarca todo desde lo alto y rige al mundo
. entero; pero cuando está privada de alas, se precipita hasta que se
adhiere a algo sólido, entra en él como en su propia morada y se apo-
dera así de un cuerpo terrestre, que parece que se mueve por sí mismo
en virtud de la fuerza que ella le presta. A este compuesto de alma y del
cuerpo que está adherido a ella es a lo que se llama ser vivo y se le da el
nombre de mortal. [...]. .
Ningún poeta ha cantado la región celeste ni podrá cantarla nunca
seguramente. Las cosas se presentan de este modo -pues hay que
PlATÓN 17

tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la ver-


tlad-. La esencia incolora, impalpable y sin forma que realmente es, a
la que solamente puede contemplar el entendimiento que gobierna el
espíritu y sobre la cual versa el conocimiento de la verdad, es la que
I)CUpa ese territorio. Lo mismo que la inteligencia de Dios, nutrida por
:1 entendimiento y por el conocimiento sin mezcla, también la inte-
ligencia de las almas que tienen afán de recibir el alimento que les
:orresponde, cuando llega a contemplar el ser al cabo del tiempo, sien-
e satisfacción, y contemplando la verdad se regocija y se alimenta has-
a que por fin la revolución circular la traslada al mismo lugar de don-
le partió. Durante el tiempo que dura esta revolución contempla a la
fustícia misma, a la Sabiduría; contempla también el Conocimiento,
10 el que está implicado en el acaecer de las cosas o de los que noso-
ros 'llam am os seres en nuestra existencia actual, sino el conocimiento
(Oe versa sobre lo que realmente es el ser. Y después de que ha visto y
risitado las otras cosas que de esta manera son realmente, sumerglén-
lose otra vez en el interior del cielo, retorna a su casa. Y cuando ya está
lqUÍ, el cochero, instalando sus corceles delante del pesebre, les arroja
D él ambrosía y luego les da a beber néctar.

y así es la vida de los dioses. En cuanto a las otras almas, la más


:xcelente, puesta a la zaga de los dioses y queriendo semejarse a ellos,
evanta hacia el lugar que se halla en el lado exterior del cielo la cabe-
a de su cochero y es arrastrada alrededor en el movimiento circular,
amque sus caballos no la dejen moverse libremente y sólo con dificul-
Id puede contemplar las cosas que son. Otra de las almas levanta unas
eces la cabeza, otras las desvía y, como los caballos se lo impiden, ve
lIDlS cosas y otras no. Las demás siguen el cortejo, porque todas sien-
m el deseo de elevarse: pero como no pueden, son arrastradas en su
mpotencia, se pisotean y se empujan las unas a las otras, y todas quie-
en encontrarse delante. Allí es el tumulto, el forcejeo, el sudor ago -
.iante; muchas quedan lisiadas por la impericia de sus cocheros, a
tras se les quiebran las alas. Todas, en fin, después de haber pasado
rabajos sin cuento, se alejan sin llegar a la contemplación perfecta del
er, y cuando se han alejado tienen que recurrir a la opinión como ali-
lento. Y he aquí por qué es tan general el deseo de ver el sitio donde
e encuentra la llanura de la verdad: en sus praderas está precisamen-
~ el pasto que más conviene a la porción egregia del alma; de él se
utren las alas que levantan el alma y la hacen ligera.
[oo.] Conviene ciertamente que el hombre llegue a la intelección a tra-
és de lo que se llama la idea, pasando de las diversas impresiones a lo
ue está reunido en una sola cosa gracias al razonamiento. Y esto no es
18 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLC

otra cosa sino el recuerdo de lo que ha contemplado nuestra alma Cl


do marchaba en compañía de un dios, cuando veía desde lo alto te
las cosas que ahora decimos que existen y levantaba los ojos haci
que realmente es. Por eso es justo que sólo el pensamiento de un file
fa tenga alas, puesto que se aplica incesantemente y en la medida de
fuerzas a evocar en la memoria aquellos objetos a los cuales taml
atiende la divinidad y por eso es divina. [...). Al apartarse de los cu
dos de los hombres y dedicarse a la contemplación de las cosas divii
las gentes le reprochan que está fuera de sí, pero en realidad está en
sado, está en el seno de Dios, y las gentes no se dan cuenta de ello.

[...] Cuando el hombre ve la belleza aquí abajo y se acuerda de la '


dadera belleza, siente que le crecen las alas, y con ellas, aunque no ¡:
de, intenta elevarse por los aires; lo mismo que un pájaro, dirige su
ta hacia lo alto huyendo de las cosas de la tierra, y hay moti
suficientes para que tenga la apariencia de un loco. Así que, de todas
clases de entusiasmo, éste es el mejor y el que está compuesto de
mentas más excelentes, tanto para el que se halla en posesión dI
como para la persona a la cual se comunica, y de todos los que pan
pan de esta locura y aman a los muchachos hermosos se dice que es
locamente en~orados. Y es que, según venimos diciendo, las almas
los hombres, todas por su naturaleza, han contemplado las cosas ,
son; en otro caso, no hubieran venido a ellos. Pero el avivar la memc
de todas aquellas cosas por la presencia de las que están delante
nosotros no es tarea fácil para todas las almas, ya sea porque han en
visto rápidamente los objetos de allí, o bien porque al descender so
la tierra han sido desgraciadas hasta el punto de inclinarse a la inju
cia por alguna clase de tratos y relaciones humanas, y olvidan los 01
tos divinos que contemplaron antes de bajar a la tierra. Son muy po
las almas que poseen suficientemente la capacidad de recordar. Y cu
do ven algo que parece trasunto de las cosas de allá, entonces se Ilei
de turbación y no son dueñas de sí mismas. No saben en realidad de 1
se trata, porque no se encuentran en condiciones de percibir distir
mente. Sin duda la justicia, la sabiduría y todas las cosas que son e
nas de estimación para las almas, no poseen ningún resplandor en
imágenes terrestres; son muy pocos los que a través de unos ór gai
imperfectos llegan con dificultad a entrever el original acercándose a
imágenes y a lo que en ellas está representado. Era maravilloso ent
ces contemplar la belleza, cuando en el coro de los b íenaventura,
asistíamos a un espectáculo y a una visión beatíficas, nosotros a la z,
de un dios, aquéllos en el cortejo de otro, y los seres se iniciaban,
todos los misterios, en el que mayor beatitud y felicidad proporcio
PLATÓN 19

Ese misterio lo celebrábamos en la integridad y en la autenticidad de


nuestro ser, libres de los males que nos esperaban después, iniciados
como estábamos en los misterios de las cosas íntegras, sencillas, inmó-
viles y felices; y como éramos puros, todas esas visiones las contemplá-
bamos en la luz resplandeciente y pura, sin señal alguna de este que lla-
mamos cuerpo y ahora arrastramos como una concha.

[PLATóN, Fedro.
En J. Marias, El tema del hombre. Madrid: Revista de Occidente, 1943
(pp, 47-52). Trad., S. Fernández Ramírez.]
ARISTÓTELES
(384-322 a. C.)

Aristóteles es, sin duda, uno de los más grandes filósofos de la antigüe-
dad. Nació en Estagira (Tracia) y fue discípulo de Platón durante unos vein-
te años. Sin embargo, descontento con elmatematicismo de la Academia pla-
tónica (la explicación del mundo basada en las puras formas abstractas),
decidió viajar a la costa jonia para estudiar biología marina. Tras esta expe-
riencia, que imprimió a su pensamiento un naturalismo evidente, trabajó
como preceptor de Alejandro Magno y fundó en Atenas el Liceo. En este cen-
tro reuni ó una extraordinaria cantidad de material científico y dictó los cur-
sos en cuyos apuntes se basan los libros que hoy conservamos.
Puede considerarse a Aristóteles como el fundador de la filosofía tal
como la entendemos en occidente, esto es, como un cuerpo de doctrina sis-
temática y perteneciente a una tradición que tiene continuidad académica a
lo largo de la historia. Aristóteles culminó lo que muchos autores denomi-
nan el paso del mito al lagos, o lo que es lo mismo, la superación del pensa-
miento mitológico y la progresiva implantación de formas de pensamiento
racional.
El sistema aristotélico incluye además la primera «psicología» explícita,
articulada en tomo a una idea naturalista del alma como función orgánica.
Esta perspectiva aparece desarrollada en un escrito titulado Acerca del alma ,
que es posible tomar como el primer tratado de psicología de la historia.
Extraemos un fragmento donde podemos ver cómo su autor definía el alma
alrededor de dos rasgos: es privativa de los seres vivos y expresa en acto lo
que éstos son en potencia.
Pero antes de enfrentamos al texto es preciso hacer una aclaración sobre
una de las ideas que aparecen en él. Aristóteles indica que existen dos grados
en la transformación de la potencia en acto, equivalentes a dos maneras de
entender el conocimiento. Se puede entender éste como posesión de conoci-
miento o bien como ejercicio o empleo de ese conocimiento. La posesión de
conocimiento equivale a la transformación de la potencia en acto de un
modo más general que el correspondiente al conocimiento en ejercicio, por-
que en el primer caso aún existe un abanico de posibilidades para que la
potencia termine de transformarse en acto (el conocimiento en cuanto tal
22 _LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGt

puede aplicarse a diferentes ámbitos), mientras que en el segundo caso sól«


se ha realizado una de esas posibilidades y la actualización de lo potencial h.
alcanzado su plenitud (el conocimiento ejercitado es el que ya se ha aplica
do a un ámbito concreto). En un sentido similar, Aristóteles distingue entn
vista, entendida como la mera capacidad de ver, y visión, entendida come
actividad de ver. Metafóricamente podria compararse el alma con la vista :
el cuerpo con el ojo.

Lecturas recomendadas

ARISTÓTELES, Acerca del alma. Madrid: Gredas, 1983. Versión española completó
que incluye dos recomendables estudios introductorios de Tomás Calvo, une
de ellos sobre la obra completa del filósofo griego y otro sobre su tratad.
acerca del alma.
CONILL, J. y CORTINA, A., «La psicología de Aristóteles». En E. Quiñones, F. Torto
sa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología . Textos y comentarios
Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 65-75). Interesante comentario a un fragmento de
tratado aristotélico de donde procede nuestro texto.
JAEGER, W., Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual. Madrid
Fondo de Cultura Económica, 1993. Un clásico que recorre la biografía inte
lectual de Aristóteles mediante un documentado y riguroso análisis de su:
escritos.
ROBINSON, D., Historia de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. Este manual hace
particular hincapié en la significación de la filosofía antigua en la historia de
la psicología. En el capítulo 3 se analiza la obra de Aristóteles.

Definición del alma


[s.-IV a. C.]

Solemos decir que uno de los géneros del ser es la entidad. Pero la
entidad puede entenderse, en primer lugar, como materia -aquello que
por sí mismo no es algo determinado-; en segundo lugar, como estruc-
tura y forma -en virtud de la cual se dice que la materia es ya algo con-
creto-; y, en tercer lugar, como compuesto de materia y forma. Por le
demás, la materia es potencia, mientras que la forma es entelequia e
acto, término este que puede entenderse en dos sentidos, igual que con-
sideramos el conocimiento como ciencia en cuanto tal o bien como el
ejercicio del conocimiento.
Entidades se consideran preeminentemente los cuerpos y, entre
ellos, los cuerpos naturales, pues éstos constituyen los principios de
RISTÓTELES 23

ue nacen los demás. Ahora bien, de entre los cuerpos naturales unos
enen vida y otros no la tienen. Con el término «vida» hacemos re-
erencia al hecho de nutrirse por sí mismo, crecer y envejecer. Así
ues, todo cuerpo natural que posee vida debe ser entidad, y entidad
e tipo compuesto. Claro que, puesto que se trata de tal clase de cuer-
o (con vida), el cuerpo no puede ser el alma, porque el cuerpo no es
19o que se predique de un sujeto, sino que más bien es el cuerpo mis-
10 lo que se considera como sustrato del sujeto. Por tanto, el alma
ebe ser entidad, en el sentido de ser la forma de un cuerpo natural
ue en potencia tiene vida. Y, puesto que en este sentido la entidad es
ntelequia o acto, el alma es la entelequia de la clase de cuerpo que
emos descrito. '
Pero el término «entelequia» tiene dos sentidos, correspondientes a
1 posesión del conocimiento y al ejercicio del mismo. Evidentemente,
1 alma es entelequia en el sentido análogo a la posesión del conoci-
aiento, Y es que teniendo alma se puede estar durmiendo o despierto,
la vigilia es análoga al ejercicio del conocimiento, mientras que el dor-
nir es análogo a la mera posesión del conocimiento, sin ejercicio. Aho-
a bien, desde el punto de vista de la génesis se da antes, en una perso-
la individual, la posesión del conocimiento. Por consiguiente, el alma
10 dría definirse como la entelequia primera de un cuerpo natural que
n potencia tiene vida. Tal es el caso de cualquier cuerpo que posea
Irganos. Las partes de las plantas son también órganos, pero de una
ran simplicidad. Por ejemplo, la hoja protege el pericarpio y éste pro-
ege el fruto; las raíces, por su parte, son análogas a la boca, ya que
.mbas absorben el alimento. Por tanto, si hay que dar con una defini-
:ión aplicable a toda clase de alma, se podría decir que el alma es la en-
elequia primera de un cuerpo natural que posea órganos. De ahí, ade-
nás, que no quepa preguntarse si el alma y el cuerpo son una única
ealidad, como no cabe preguntarse si la cera y la figura moldeada con
dla son una misma cosa, ni tampoco quepa preguntarse, en definitiva,
i la materia de cada cosa es lo mismo que aquello de que ella es mate-
ia (*) [ ...].
Hemos proporcionado, pues, una definición general de lo 'que es el
urna: es entidad en el sentido de ser forma, es decir, la esencia de un
leterminado tipo de cuerpo. Supongamos que una herramienta cual-
[uiera -un hacha, por ejemplo-, fuese un cuerpo natural. La entidad

(*) Es decir, la distinción entre materia y forma es una operación del pensamiento. En
a realidad son inseparables.
24 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGí

del hacha sería aquello que hace de esa herramienta un hacha; sería s
alma. Supóngase que este alma se separa. Entonces la herramienta n
sería ya un hacha, a no ser de palabra. Con todo, al margen de nuestr
suposición, sigue tratándose de una simple hacha. Y es que el alma n
es esencia definitoria de un cuerpo de este tipo, sino de un cuerpo natl
ral de tal índole que posee en sí mismo los principios del movimiento
el reposo.
Apliquemos ahora lo que hemos dicho a las diversas partes del cuer
po viviente. Si el ojo fuera un ser vivo, su alma sería la vista. Ella es, si
duda, la entidad definitoria [o forma] del ojo. Por su parte, el ojo es 1
materia de la vista. Si se pierde la vista, el ojo no es tal ojo a no ser d
palabra, como cuando denominamos así a un ojo pintado o esculpid
en piedra. Pues bien, lo que se aplica a las partes del cuerpo viviente de
bemos aplicarlo también a la totalidad de éste, puesto que entre 1
potencia [órgano] sensorial considerada en su totalidad y el conjunt
del cuerpo que siente considerado como tal, debe existir la misma rels
ción que hay entre sus respectivas partes. Por lo demás, lo que posee e
potencia la capacidad de vivir no es el cuerpo que ha perdido el alrru
sino el que la conserva. Tampoco poseen tal capacidad la semilla y <
fruto, que sólo potencialmente constituyen un cuerpo de esta clase. I
estado de vigilia es entelequia en el mismo sentido en que lo son 1
visión o el acto de cortar con el hacha, mientras que el alma es entek
quia en el mismo sentido en que lo son la vista o la capacidad de 1
herramienta para cortar. El cuerpo es lo que es sólo potencialmente
pero igual que la pupila del ojo y la vista constituyen el ojo, así en el otr
caso el alma y el cuerpo constituyen un ser vivo.

[ARISTOTLE, On the sou


Cambridge y Londres: Harvard Univ. Press y William Heinemann Ltd
1936 (pp. 67-73). Ed. bilingüe griego-inglés. Trad. española de J. (
Loredo, apoyada en las de F. de P. Samaranch (Madrid, Aguilar, 198~
y T. Calvo Martínez (Madrid, Gredas, 1983)
LUCIO ANNEO SÉNECA
(4 R. C. - 65 d. C.)

Séneca puede ser considerado como el máximo representante de la úl-


ma época del pensamiento estoico, el llamado «estoicismo nuevo», que se
esarroll ó en la época imperial romana a lo largo de los dos primeros
glos de nuestra era, y que contó, entre otras figuras destacadas, con las
el esclavo Epicteto y el emperador Marco Aurelio. La obra de Séneca ha
do muy influyente en la filosofía y la literatura posteriores de todo el
tundo.
Séneca nació en Córdoba, recibió una educación esmerada y marchó a
.oma, donde ejerció la abogacía. Allí comenzó a cultivar la filosofía estoi-
a y estableció una escuela filosófica. Acusado de adulterio, fue desterrado
Córcega, pero regresó pronto a la llamada de la mujer del emperador
.laudio, Agripina, para hacerse cargo de la educación de su hijo Nerón.
.uando Nerón se convierte en emperador, nombra a Séneca ministro suyo,
ma posición en la que el pensador cordobés se mantuvo durante siete años.
.a ído en desgracia por las criticas y enemistades que su gran fortuna llegó
I provocar, se retiró de la vida pública, pero se le acusó de participar en una

:onspiración contra Nerón y fue obligado por éste a cortarse las venas. Una
nuerte que afrontó con la serenidad y entereza que cabía esperar de la doc-
rina que había abrazado durante su vida.
El texto que reproducimos procede de su tratado Sobre la felicidad.
escrito entre otros motivos como una defensa frente a las acusaciones que
tenía recibiendo por el refinamiento y ostentación con que vivía, este bre-
ve tratado resulta sumamente expresivo de algunos de los rasgos más
salientes del pensamiento estoico. Por lo pronto, de su índole predominan-
temente moral, pero también de ideas como las de la felicidad en cuanto
conformidad racional con la naturaleza, y la imperturbabilidad como ideal
de vida, que ilustran el carácter «terapéutico» y fundado en el autocontrol
de su psicología.
26 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLC

Lecturas recomendadas

ROBINSON, D., Historia de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. Este manual 1


particular hincapié en la significación de la filosofía antigua en la histori.
la psicología. Sobre la psicología estoica véase el capítulo 3.
SÉNECA, L. A., Sobre la felicidad. Madrid: Alianza, 1980 . Texto completo de
obra clásica de la filosofía estoica. Los comentarios de Juli án Manas ayu
a enmarcarlo adecuadamente en su contexto teórico e histórico.
WERNER, C., La filosoiia griega . Barcelona: Labor, 1970 (3,3 ed.). Incluye una
gurosas páginas de síntesis del pensamiento estoico (pp. 164-179).

El ideal del sabio


[c. 58]

3. La felicidad verdadera.- [...] Por lo pronto, de acuerdo en esto


todos los estoicos, me atengo a la naturaleza de las cosas; la sabid
consiste en no apartarse de ella y formarse según su ley y su ejemplc
vida feliz es, por tanto, la que está conforme con su naturaleza; lo
no puede suceder más que si, primero, el alma está sana y en const:
posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, r
nánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin an
tia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas
sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones (
fortuna, sin ser esclava de ellos.
Comprendes, aunque no 'lo añadiera, que de ello nace una cons
te tranquilidad y libertad, una vez alejadas las cosas que nos irrit
nos aterran; pues en lugar de los placeres y de esos goces mezquir.
frágiles, dañosos aun en el mismo desorden, nos viene una gran ah
inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonf
alma, y la magnanimidad con la dulzura; pues toda ferocidad pro
de la debilidad. [...].
5. La libertad del sabio.- Ves, pues, qué mala y funesta servic
bre tendrá que sufrir aquel a quien poseerán alternativamente los
ceres y los dolores, los dominios más caprichosos y arrebatados.
que encontrar, por tanto, una salida hacia la libertad. Esta liberta
la da más que la indiferencia por la fortuna; entonces nacerá ese
timable bien, la calma del espíritu puesto en seguro y la elevacíc
desechados todos los terrores, del conocimiento de la verdad su
un gozo grande e inmutable, y la afabilidad y efusión del ánimo
:10 ANNEO SÉNECA 27

cuales se deleitará, no como bienes, sino como frutos del propio


.n ,
Puesto que he empezado a tratar la cuestión con amplitud, puede
marse feliz al que, gracias a la razón, ni desea ni teme; pues las pie-
is también carecen de temor y de tristeza, e igualmente los animales,
~o no por ello dice nadie que son felices los que no tienen conciencia
la felicidad. Pon en el mismo lugar a los hombres a quienes una índo-
obtusa y la ignorancia de sí mismos reducen al número de los ani-
des y de las cosas inanimadas. Ninguna diferencia hay entre éstos y
u éllos, pues éstos carecen de razón y la de aquéllos está corrompida
ólo sirve para su mal y para pervertirlos; pues nadie puede llamarse
iz fuera de la verdad. [...].
6. Placer y felicidad.- «Pero también-el alma -se dice- tendrá sus
iceres». Téngalos en buena hora, y eríjase en árbitro de la sensualidad
le los placeres, llénese de todas las cosas que suelen encantar los sen-
.o s, después vuelva los ojos al pretérito y, al acordarse de los placeres
sados, embriáguese con los anteriores y anticipe ya los futuros, apres-
sus esperanzas y, mientras el cuerpo se abandona a los festines pre-
ates, ponga el pensamiento en los futuros; tanto más desdichada me
recerá por ello, pues tomar lo malo por lo bueno es locura. Y sin cor-
ra nadie es feliz, ni es cuerdo aquel a quien apetecen las cosas daño-
s como si fueran las mejores. Es feliz, por tanto, el que tiene un juicio
::to;es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean
; que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel para quien la
z ón es quien da valor a todas las cosas de su vida. L..].
8. Vivir según la naturaleza.- ¿Qué importa que el placer se dé tan-
entre los buenos como entre los malos y no deleite menos a los infa-
es su deshonra que a los virtuosos su mérito? Por esto los antiguos
comendaron seguir la vida mejor, no la más agradable, de modo que
placer no sea el guía, sino el compañero de la voluntad recta y buena.
les es la naturaleza quien tiene que guiarnos; la razón la observa y la
.nsulta.
Es lo mismo, por tanto, vivir felizmente o según la naturaleza. Vaya
plicar qué quiere decir esto: si conservamos con cuidado y sin temor
iestras dotes corporales y nuestras aptitudes naturales, como bienes
gaces y dados para un día, si no sufrimos su servidumbre y no nos
iminan las cosas externas; si los placeres fortuitos del cuerpo tienen
ira nosotros el mismo puesto que en campaña los auxiliares y las tro-
l S ligeras (tienen que servir, no mandar), sólo así son útiles para el
ma. Que el hombre no se deje corromper ni dominar por las cosas
28 LECTURAS DE mSTORIA DE LA PSICOLOGIA

exteriores y sólo se admire a sí mismo, que confíe en su ánimo y esté


preparado a cualquier fortuna, que sea artífice de su vida. Que su con-
fianza no carezca de ciencia, ni su ciencia de constancia; que sus deci -
siones sean para siempre y sus decretos no tengan ninguna enmienda.
Se comprende, sin que necesite añadirlo, que un hombre tal será sere-
no y ordenado, y lo hará todo con grandeza y afabilidad. [...]
16. La felicidad del sabio.- Por tanto, la verdadera felicidad reside
en la virtud. ¿Qué te aconsejará esta virtud? Que no estimes bueno o
malo lo que no acontece ni por virtud ni por malicia; en segundo lugar,
que seas inconmovible incluso contra el mal que procede del bien; de
modo que, en cuanto es lícito, te hagas un dios.
¿Qué te promete por esta empresa? Privilegios grandes e iguales a
los divinos: no serás obligado a nada, no necesitarás nada; serás libre,
seguro, indemne; nada intentarás en vano, nada te impedirá; todo
marchará conforme a tu deseo; nada adverso te sucederá, nada con-
trario a tu opinión o a tu voluntad. Pues qué, ¿basta la virtud para vivir
feliz? Siendo perfecta y divina, ¿por qué no ha de bastar? Incluso es
más que suficiente. ¿Pues qué puede faltar al que está exento de todo
deseo? ¿Qué necesita del exterior el que ha recogido todas sus cosas en
sí mismo?

[SÉNECA, L. A., Sobre la felicidad.


Madrid: Alianza, 1980 (pp. 48, 51-53, 57-58, 74-75 Y77-78). Trad.,
J. Marias. (Se han eliminado las notas del traductor).]
PLOTINO
(204-270)

Fundador de la llamada escuela neoplatónica, Plotino nació en Egipto y


...wó filosofía en Alejandría principalmente como discípulo de Ammonio
1Kcas, que representó en su vida algo así como lo que en la de Platón había
llliprificado Sócrates. A la muerte de su maestro (242) viajó a Persia, luego a
lIdioquía y finalmente se estableció en Roma, donde se consagró a la ense-
-.oza de su doctrina. Tuvo numerosos discípulos, no pocos de ellos pcrtene-
cialtes a las capas más altas de la sociedad romana. Aunque profundamen-
~ influido por Platón, su pensamiento no es una mera paráfrasis de la
IIosofia platónica, sino una original reelaboración de ella en la que se poten-
:ian los aspectos místicos y religiosos. El neoplatonismo plotiniano tuvo una
,.. repercusión en el pensamiento cristiano posterior, y su huella resulta
attptible aún en los autores renacentistas.
La obra de Plotino, escrita tardíamente, fue recopilada por su discípulo
Orfirio y agrupada en seis libros de nueve tratados o Enéadas. El fragmen-
• seleccionado aquí pertenece a la Enéada cuarta, en la que se reúnen los
aitos sobre el alma. La afirmación del mundo inteligible como sede de la
Radera realidad, la noción de unas almas incorpóreas en él instaladas y
I necesidad de explicar su radicación corporal en el mundo sensible son
pas de las ideas característicamente platónicas que resuenan en este
uo.

~turas recomendadas

BRLIS, J., Plotino. Mádrid: Revista de Occidente, 1931. Una sencilla aproxima-
ción a su vida y pensamiento.
lJIlNO, El alma, la belleza y la contemplación. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1950.
Una útil antología de escritos plotinianos. Incluye un apunte biográfico de
Plotino así como una síntesis de su filosofía realizados por el compilador, I.
Quiles.
30 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLO

La naturaleza del alma


[S. m]

1. l. Es en el mundo inteligible donde se encuentra el ser ver


dero; la parte mejor de él es la Inteligencia. También las almas
encuentran en ese mundo y desde allí vienen al mundo sensible.
mundo inteligible contiene almas sin cuerpos, en tanto que el nues
contiene las almas radicadas en los cuerpos y repartidas por ellos.
el mundo inteligible toda la inteligencia se da a la vez, sin po si
división o reparto alguno; y, asimismo, todas las almas se dan en
mundo único, sin que medie aquí la menor distancia. La Inteligen
permanece siempre indivisa y no es susceptible de partición, lo e
acontece también con el alma; porque cuando ésta se divide, es el
que se ha alejado del mundo inteligible para encarnar en el cuer
Se dice con razón que el alma es divisible en los cuerpos, porque,
efecto, cuando esto ocurre, se aleja del mundo inteligible y se divi
Pero, ¿cómo entonces puede permanecer indivisible? Sin duda, ¡:
que no se ha dividido enteramente y una parte de ella, la que por
naturaleza no es objeto de partición, no ha venido a este mun
Cuando [Platón] afirma que el alma está hecha de una esencia ind
sible y de una esencia divisible en los cuerpos, quiere decir realm
te que está hecha de una esencia que permanece en lo alto y de e
que depende de ésta, pero que fluye [o emana] de ella como un r:
de su centro. Y así, una vez que el alma es llegada aquí, su visión
ne lugar por esta parte que conserva la naturaleza de la totalidad. F
que también aquí el alma no sólo es divisible, sino incluso índivísil
La división del alma no lleva consigo la partición; esto es, el alma
da al cuerpo por entero y permanece indivisa en la totalidad de
aunque, por lo mismo que se encuentra en todo cuerpo, está ver
deramente repartida.
II. 1. [...] Hay, por tanto, y en primer lugar, un ser indivisible 1
actúa como guía de las realidades inteligibles; pero, a la vez, se
otra esencia completamente dividida en las realidades sensibles
aun pudiéramos hablar de una tercera, que se halla antes de lo se]
ble, muy cercana a él e incluso en él; esta naturaleza no se encuer
primitivamente dividida, como los cuerpos, sino que se divide cu
do viene a los cuerpos. Al estar los cuerpos divididos, la forma qur
da en ellos también se divide; no obstante, se aparece entera en c.
una de las partes que resultan, como si la forma se multiplicas
cada una de sus partes se separase de las otras, dividiéndose de 1
modo al insertarse en los cuerpos. Esto es lo que ocurre con los ce
PLOTINO 31

res, las cualidades y cada una de las formas; pues la forma puede
encontrarse toda entera a la vez en varios cuerpos separados, sin que
ocupe ninguna parte de un cuerpo que experimente lo que cualquier
otro. De modo que aceptaremos que esta esencia se halla toda ella
dividida. Al lado de la esencia indivisible, e inmediata a ella, se dará
una esencia que proviene de aquélla. Y esta esencia recibe la invisibi-
lidad de la esencia indivisible, pero como, en su avance, tiende hacia
la esencia divisible, resulta ser intermedia entre la esencia indivisible
primera y la esencia que se divide en los cuerpos y se encuentra entre
ellos. [...].
2. La naturaleza del alma, pues, ha de ser tal que no pueda haber al
lado de ella ni un alma que sea sólo indivisible, ni sólo divisible, debien-
do contar necesariamente con estas dos propiedades.
Porque si el alma, al igual que los cuerpos, tuviese partes distintas
en lugares también diferentes, cuando una de sus partes se viese afec-
tada por algo , esta sensación no alcanzaría a ninguna otra parte; esto es,
únicamente aquella parte del alma, la que, por ejemplo, se encuentra en
el dedo, y es diferente a las demás y existe por sí misma, pasaría por esa
prueba. Tendríamos, por tanto, varias almas que gobernarían cada par-
te de nosotros. Y, a mayor abundamiento, el mundo no tendría una sola
alma, sino muchas almas que permanecerían separadas las unas de las
otras. [...].
Si el alma es una y, además, totalmente indivisible en su misma uni-
dad, si nada tiene que ver con la naturaleza de lo que es múltiple y divi-
sible, un cuerpo ocupado por un alma no podrá ser animado en su tota-
lidad; y aSÍ, colocada aquélla en el centro del cuerpo, dejará de extender
su acción a toda la masa del ser animado.
Conviene, pues, que el alma sea una y múltiple, divisible e indivisi-
ble. No pongamos en duda, por tanto que una misma cosa pueda estar
en varios lugares, porque, si no admitimos esto, no será posible tampo-
co que una naturaleza reúna y gobierne todas las cosas, abarcándolas a
todas ellas y dirigiéndolas con sabiduría; ni que un ser sea múltiple por-
que las cosas también lo son, o uno, porque lo es igualmente el ser que
lo contiene todo. Este ser, por su unidad múltiple, deberá distribuir la
vida a todas partes; y por su unidad indivisible, la conducirá con pru-
dencia en todas ellas.
[oo.] Así pues, el alma es una y múltiple; y por su parte, las formas
que se dan en los cuerpos son múltiples y unas. Los cuerpos, por consi-
32 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLC

guiente, tienen sólo multiplicidad. en tanto el principio más alto ti,


sólo unidad.

[PLOTINO, Enéada cua


Buenos Aires: Aguilar, 1980 (3. a ed.) (pp. 47-48 Y SO-54). Tr.
J. A. Míguez. (Se han eliminado las notas del traductc
SAN AGUSTÍN
(354-430)

Suele considerarse a San Agustín como el autor que llevó a cabo por pri-
era vez de una forma plena la integración de la filosofía griega (funda-
mtalmente de corte neoplatónico) y la religión cristiana. Nacido en Tagas-
(Numidia), estudió retórica en Cartago, ya la enseñanza de esta disciplina
dedicó durante buena parte de sus años de juventud y primera madurez.
l predicación de San Ambrosio y la lectura de Plotino le aproximan al cris-
llismo, al que se convierte en 386. Inicia entonces una intensa actividad
DIO escritor de la que brotará una obra ingente: Sobre la Trinidad, La ciu-
i tk Dios, las Confesiones... Ordenado sacerdote en 391, es consagrado al
ID tiempo obispo de Hipona. Y en esta ciudad norteafricana moriría años
• tarde, tras más de treinta de incansable labor episcopal.
En la historia del pensamiento psicológico, la figura de San Agustín
In5enta un importante punto de inflexión. En él se produce, en efecto, el
ICUbrimiento del alma como intimidad, como reducto interior subjetivo
Itqltible de observación, descripción y análisis (de todo ello ofrecen las
PI(esiones numerosos y finos ejemplos). Puede decirse, así , que la obra
lStiniana ha contribuido decisivamente a sentar las bases de una tradición
rospectiva y de índole fenomenológica que, con mayor 9 menor presencia
",las épocas y los lugares, se ha mantenido viva en psicología hasta nues-
s días. El reconocimiento de que la unidad del alma no es incompatible
lla diversidad de sus funciones, además, ha hecho también a San Agustín
eedor al título de iniciador de la psicología de las facultades, otra tradi-
11 de amplios y fecundos desarrollos.

El fragmento que sigue se ocupa precisamente de una de estas funciones


lCU.1tades, la memoria, e ilustra bien el carácter introspectivo y fenome-
lígico del pensamiento agustiniano. Extraído del Libro X de las Confesio-
, el texto pasa revista a los distintos objetos de la memoria y a sus varios
iIos de presentación subjetiva. Nos recuerda asimismo que el interés últi-
de este tipo de indagación no era para San Agustín otro que el de facili-
el camino al conocimiento de Dios.
34 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOG

Lecturas recomendadas

BRENNAN, R. E., Historia de la psicologia. Madrid: Morata, 1969 (Z." ed .). El aut
de este libro es un buen conocedor del pensamiento medieval. En el capít
lo 6 puede encontrarse un análisis de la significación de San Agustín para
psicología.
GILSON, E., La [ilosojia en la Edad Media. Desde los origenes patristicos hasta el t
del siglo XIV. Madrid: Gredos, 1972 (Z." ed.). Una historia clásica del pens
miento medieval (sobre S. Agustín v éanse las pp. 118-130) .
SAN AGUSTIN, Confesiones. Madrid: Alianza, 1990. Texto completo de la autobi
grafía espiritual de San Agustín.
SAN AGUSTíN, Ideario. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1946. Una útil antología I
textos. Va precedida de una introducción al pensamiento de San Agustín re
lizada por el compilador, A. Martínez.

Sobre la memoria
[c. 400]

He de trascender, pues, ésta mi naturaleza, para ascender con


por escalones hacia aquél que me hizo. El primer paso es el de
memoria, campo grande y palacio maravilloso donde se almacenan 11
tesoros de innumerables y variadísimas imágenes acarreadas por 11
sentidos. En ella se almacena cuanto pensamos -acrecentando, di
minuyendo o variando de cualquier modo lo adquirido por los sen-
dos- y cualquier otra cosa confiada a la memoria y que aún no 1
sido tragada y sepultada por el olvido.
Una vez allí, pido a la memoria que me traiga lo que quiero. Algun
cosas se presentan al momento; otras tengo que buscarlas durante m
tiempo y sacarlas como de unos escondrijos más secretos. Otras se pr
sentan como en tropel y cuando quiero buscar otra cosa se me pone
delante, como diciendo: «¿Somos por ventura nosotras las que bu
cas?». Yo las aparto de mi memoria con la mano del corazón, hasta ql
se hace claro lo que quiero y salta desde su escondite a mi vista. H
otras cosas que se presentan fácilmente y por orden riguroso de 11am
da. Dejan luego su lugar a las que les siguen y, al cederlo, son almac
nadas para salir después cuando uno quiera. Tal sucede cuando reci
algo de memoria.
En la memoria todo está almacenado de forma concreta y según:
propia categoría. Todo tiene su propia puerta de entrada, como la lu
AGUSTíN 3S

colores y las formas de los cuerpos, que entran por la vista. Toda la
la de los sonidos por el oído; todos los olores por la nariz y todos los
ores por la boca. Lo duro y lo blando, lo caliente y lo frío, lo suave y
.spero, lo pesado y lo ligero, sea interior sea exterior al cuerpo, por
entido del tacto que cubre todo el organismo. Todas estas sensacio-
son retenidas en el gran almacén de la memoria, que las archiva en
sé qué inefables y secretos fondos suyos. Pueden ser traídas y recor-
as cuando fuere menester, pero cada una de ellas entra por su pro-
puerta para ser allí almacenada.
No son las cosas que sentimos las que entran en la memoria, sino
imágenes, siempre dispuestas a presentarse a la llamada del pensa-
rito que las recuerda. Pero ¿podrá alguno explicar cómo se forma-
estas imágenes, aunque esté claro por qué sentido fueron captadas
'abadas en el interior? En la misma oscuridad y en el silencio puedo,
uiero, evocar los colores. Puedo distinguir entre el blanco y el negro
s demás colores que quiera. Y mientras los evoco, los sonidos no tur-
. ni se confunden con las imágenes del color que llegaron a mí a tra-
de los ojos. No obstante, mi memoria también graba los sonidos, si
1 los almacena aparte. Si quiero, también a ellos los llamo y al pun-
icuden y puedo cantar cuanto quiera, aun cuando mi lengua esté
eta y mi garganta no emita sonido alguno. Y cuando recuerdo en mi
.rior esta reserva de sonidos, que entró en mi memoria a través de
oídos, las imágenes del dolor que están también en mi memoria no
nterfieren ni perturban. .
Del mismo modo puedo evocar a voluntad todas las demás cosas que
sentidos trajeron a mi memoria y las depositaron en ella. Puedo dis-
ruír el perfume de los lirios del de las violetas sin que huela nada en
nariz, Y, con sólo acudir a la memoria, puedo reconocer que me gus-
nás la miel que el arrope y lo dulce que lo áspero, aunque en ese
mento ni guste ni toque nada.
Todo esto lo hago dentro de mí, en el ámbito inmenso de mi memo-
En ella se me ofrecen el cielo, la tierra y el mar, junto con todas las
as que he percibido en ellos por medio de mis sentidos, a excepción
as ya olvidadas. En la memoria me encuentro también conmigo mis-
oMe acuerdo de mí y de lo que hice, cuándo y cómo lo hice, y de los
timientos que tenía entonces. En ella están también todos los acon-
mientas que recuerdo, ya se trate de cosas que me han sucedido a
o que he oído a otros. [...]
[ ... ]
36 LECfURAS DE HISTORIA DE LAPSICOLOGl

No son sólo éstos los únicos tesoros almacenados en mi vasta memc


ria. Aquí se encuentran también todas las nociones que aprendí de la
artes liberales que todavía no he olvidado. Y están como escondidas e
un lugar interior, que no es lugar. Pero no están las imágenes de la
cosas, sino las cosas mismas. Yo sé, en efecto, lo que es la gramática, 1
dialéctica y las diferentes categorías de preguntas. Todo lo que sé d
ellas está, ciertamente, en mi memoria, pero no como una imagen rete
nida de una cosa, cuya realidad ha quedado fuera de mí. [...]
[ ... ]
Pero cuando oigo que son tres las categorías de preguntas -si 1
cosa existe, qué es y cuál es- retengo las imágenes de los sonidos d
que se componen estas palabras. Y sé también que atravesaron el air
con estrépito y que ya no existen. Pero los hechos significados por esto
sonidos no los he tocado nunca con ningún sentido del cuerpo. Tampc
co los he podido ver fuera de mi alma, ni son sus imágenes las que alma
ceno en mi memoria sino los hechos mismos. Que me digan, pues, s
pueden, por dónde entraron en mí. Recorro todas las partes de mi cuer
po y no hallo por dónde han podido entrar estos hechos. [...]
¿Cómo, entonces, estos hechos entraron en mi memoria? ¿Por dón
de entraron? No lo sé. Cuando los aprendí, no les di crédito por testi
monio ajeno. Simplemente los reconocí en mi alma como verdaderos:
los aprobé, para después encomendárselos como en depósito y pode
sacarlos cuando quisiera. Por tanto, debían estar en mi alma inclusr
antes de que yo los aprendiese, aunque no estuviesen presentes en l.
memoria. ¿En dónde estaban? ¿Por qué los reconocí al ser nombrado:
y decir yo: «Así es, es verdad»? Sin duda porque ya estaban en m
memoria y tan retirados y escondidos como si estuvieran en cuevas pro
fundísimas. Tanto que no habría podido pensar en ellos si alguien nr
me hubiera advertido de ellos para sacarlos a relucir.
Descubrimos así que aprender las cosas --<:uyas imágenes no capta
mas a través de los sentidos- equivale a verlas interiormente en sí mis
mas tal cual son, pero sin imágenes. Es un proceso del pensamiento poi
el que recogemos las cosas que ya contenía la memoria de manera indis-
tinta y confusa, cuidando con atención de ponerlas como al alcance de
la mano en la memoria -pues antes quedaban ocultas, dispersas ~
desordenadas- a fin de que se presenten ya a la memoria con facílidac
y de modo habitual. [...]
[ ...]
Contiene también la memoria los innumerables principios y leyes de
los números y dimensiones. Ninguno de ellos quedó grabado en la
'AN AGUSTíN 37

nemoria por los sentidos del cuerpo, pues no tienen color, ni sonido, ni
olor, ni han sido gustados o tocados. Cierto que oigo los sonidos de las
oalabras que expresan su significado, cuando se discute sobre los núme-
~os, pero una cosa son las palabras y otra los principios de los mismos.
Porque los números suenan de un modo en griego y de otro en latín,
Jera los principios y leyes no son griegos ni latinos ni de ninguna otra
engua. Veo las líneas trazadas por arquitectos y, a veces, son tan finas
como un hilo de araña. Pero los axiomas de las matemáticas son dife-
~entes . No son imágenes de cosas que me entran por los ojos de mi cuer-
JO . Las conoce quien las reconoce interiormente sin referencia a pen-
samiento alguno material. [...]
[ ... ]
Grande es el poder de la memoria. Algo que me horroriza, Dios mío,
en su profundidad e infinita complejidad. Y esto es el alma. Y esto soy
yo mismo. ¿Qué soy, pues, Dios mío? ¿Cuál es mi naturaleza? Una vida
siempre cambiante, multiforme e inabarcable. Aquí están los campos de
mi memoria y sus innumerables antros y cavernas, llenos de toda clase
de cosas imposibles de contar. Aquí las cosas materiales por medio de
sus imágenes, o por sí mismas, como las artes, o por no sé qué nociones
o notas específicas, como las pasiones del alma, pues la memoria las
retiene aun cuando el alma no las padezca. Pues todo lo que está en la
memoria se halla también en el alma. Discurro por todas estas cosas y
vuelo de una parte a otra. Penetro cuanto puedo en ellas, sin llegar nun-
ca hasta el fin. ¡Tan grande es el poder de la memoria! ¡Y tanta la fuer-
za de la vida en un hombre que tiene una vida mortal!
¿Qué hacer, pues, Dios mío, mi auténtica vida? Trascenderé, pues,
esta fuerza que hay en mí y que llamamos memoria. Sí, la trascenderé
para poder llegar a ti, mi dulzura y mi luz. [...]
Trascenderé, pues, la memoria para poder llegar a aquel Dios que
me hizo distinto de los cuadrúpedos y más sabio que las aves del cie-
lo . Trascenderé, pues, la memoria para encontrarte a ti , mi verdadero
Bien y mi suavidad segura. Pero ¿dónde me llevará tu búsqueda?
¿Dónde encontrarte? Si te encuentro fuera de mi memoria, es que me
he olvidado de ti. ¿Cómo, entonces, podré encontrarte si ya no me
acuerdo de ti?

[SAN AGUSTíN, Confesiones.


Madrid: Alianza, 1990 (pp. 267-279). Trad., P. Rodríguez
de Santidrián.]
SANTO TOMÁS DE AQUINO
(c. 1225-1274)

Tomás de Aquino nació en el Castillo de Roccaseca de un linaje noble, la


amilia de los condes de Aquino. Estudió en la Abadía de Montecasino y la
Jniversidad de Nápoles. En 1245 entró en la Orden de Santo Domingo y se
ue a la Universidad de Paris. Aunque algunos familiares quisieron apartar-
e de la vocación religiosa, consagró toda su vida al estudio de la teología y
a filosofía, influido por su maestro parisino San Alberto Magno.
Santo Tomás es el gran filósofo de la cristiandad. Su pensamiento defi-
le de manera característica lo que suele denominarse Escolástica: una
idaptaci ón de la filosofía clásica a los principios de la religión cristiana.
:::oncretamente, el sistema filosófico adoptado por Santo Tomás es el de
~stóteles, cuya teoría sobre la estructura del alma acepta en términos
generales, aunque la modifica en una dirección teológica, no naturalista. Si
bien aún no desarrolla el dualismo que cuatro siglos más tarde defenderá
Descartes, la pretensión de conciliar la ciencia y la teología conduce a San-
to Tomás a ahondar en la distinción entre seres humanos y animales subra-
yando la función del entendimiento agente como facultad vinculada a la
divinidad y encargada de abstraer conocimientos universales a partir de las
«imágenes» procedentes de las formas sensoriales. El siguiente texto, reple-
to de términos aristotélicos y escolásticos, expresa todo esto de una mane-
ra condensada.

Lecturas recomendadas

BRENNAN, R. E., Historia de la psicología. Madrid: Morata, 1969 (2.a ed.) . El


autor de este libro es buen conocedor del pensamiento medieval. En el capí-
tulo 8 puede encontrarse un análisis de la significación de Santo Tomás
para la psicología.
CHESTERTON, G. K., Santo Tomás de Aquino. Buenos Aires. Espasa-Calpe, 1938
(Z." ed.). Una amena lectura introductoria a la figura y obra del filósofo
medieval.
40 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLO<

GILSON, E., Historia de la [ilosojia en la Edad Media. Madrid: Gredos, 1976 (


ed.). Un clásico cuya documentada exposición de la filosofía medieval co:
tituye una referencia a la hora de enmarcar el pensamiento de auto:
como Santo Tomás de Aquino, tratado en el epígrafe V del capítulo VIII
488 Y ss .).
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Compendio de teologia. Madrid: Rialp, 1980. Resum
de la filosofía tomista escrito por el propio autor con la intención de hac
la más accesible.

Alma y entendimiento agente


[c. 1270]
¿Es el entendimiento alguna potencia del alma?- [...] (E)l enteru
miento es alguna potencia del alma, y no la esencia misma de ella. ]
efecto, el principio inmediato de la operación es la esencia misma (
ser operante en el solo caso de ser la misma operación su propio s
porque como la potencia respecto de la operación se ha como a su ac í
igualmente la esencia en orden al ser. Y como sólo en Dios el entend
es lo mismo que su ser, se sigue que únicamente en Dios el entenc
miento es su esencia, y en todas las demás criaturas intelectuales
entendimiento es una potencia del ser inteligente.
¿Débese admitir entendimiento agente?- Según la opinión de Plató
ninguna necesidad habría de entendimiento agente para hacer las cos
inteligibles en acto, sino tal vez para suministrar al ser inteligente 11
inteligible [...]. En efecto, Platón suponía que las formas de las cos
naturales subsistían sin materia y que, en consecuencia, eran inteli¡
bles porque el ser algo inteligible en acto proviene de ser inmaterial, )
esto llamaba él especies o ideas. De la participación de tales ideas, dec
formarse aun la materia corporal, a fin de que los individuos quedast
naturalmente constituidos en sus propios géneros y especies, y tambk
nuestros entendimientos, para que pudieran adquirir los conocimient.
de los géneros y especies de las cosas. Como Aristóteles, por su parte, 1
suponía que las formas de las cosas naturales subsistían sin materia
las formas existentes en la materia no son inteligibles en acto), se segu
que las naturalezas"o las formas de las cosas sensibles que entenderru
no eran inteligibles en acto. Y como nada se reduce de la potencia
acto sino mediante algún ser en acto, como el sentido se constituye (
acto por lo sensible en acto, se infiere la necesidad de reconocer en
entendimiento alguna virtud que haga inteligibles en acto las especi.
por la abstracción de sus condiciones materiales, y ésta es la necesidc
de admitir un entendimiento agente.
;ANTO TOMÁS DE AQUINO 41

¿Es uno solo en todos el entendimiento agente?- La verdadera solu-


ción de esta cuestión es una consecuencia de lo que hemos expuesto,
porque si el entendimiento agente no fuera algo del alma, sino una sus-
tancia separada, no habria más que un entendimiento agente para todos
los hombres, que es lo que entienden los que suponen la unidad del
entendimiento agente. Pero si el entendimiento agente es algo del alma,
corno una de sus potencias, será necesario afirmar que hay tantos enten-
Iimientos agentes como almas, cuya pluralidad corresponde exactamen-
te a la de los hombres [...], porque no es posible que una sola y misma
potencia numéricamente lo sea de diversos sujetos.
[ ... ]
¿El conocimiento intelectual se recibe de las cosas sensibles?- Sobre
este punto hubo, entre los filósofos, tres opiniones. [...] Aristóteles
adoptó un término medio suponiendo, con Platón, que el entendimien-
to difiere del sentido, pero que éste no tiene operación propia sin inter-
vención del cuerpo, de modo que sentir no sea acto exclusivo del alma,
sino del conjunto. Lo mismo creyó acerca de todas las operaciones de
la parte sensitiva. Y así, por cuanto no repugna que los objetos sensi-
bles que se hallan fuera del alma ejerzan influencia sobre el conjunto,
Aristóteles admitió con Demócrito que las operaciones de la parte sen-
sitiva son efectos de las impresiones producidas por los objetos sensi-
bles sobre los sentidos, y no a modo de emanación, como dice Dem ó-
crito, sino mediante ciertas operaciones [...]. Aristóteles, empero,
suponía que el entendimiento tiene operación sin intervención del
cuerpo, y como nada corpóreo puede influir en un ser incorpóreo, no
basta para producir la operación intelectual, según Aristóteles, la sola
impresión de los cuerpos sensibles, sino que se requiere algo más
noble, por cuanto el agente es más digno que el paciente, como él mis-
mo dice: no , sin embargo, como si la operación intelectual sea en noso-
tros exclusivo efecto de la influencia de algunos seres superiores, como
pretendía Platón, sino que el agente superior y más noble, que él llama
entendimiento agente, del cual ya hemos hablado, transforma las imá-
genes recibidas de los sentidos en inteligibles en acto mediante cierta
abstracción.
Según este parecer, por parte de las imágenes, la operación intelec-
tual es causada por los sentidos; mas como no bastan las imágenes para
inmutar el entendimiento posible, sino que deben hacerse inteligibles
en acto por el entendimiento agente, no puede decirse que el cono-
cimiento sensible sea la causa perfecta y total del conocimiento intelec-
tual, sino más bien es, en cierto modo, la materia de que se vale la causa.
42 LECTURAS DE H1STDRlA DE LA PSJCOL

¿Nuestro entendimiento entiende las cosas corpóreas y materiales 1


la abstracción de las imágenes sensibles?- Según lo dicho, el objeto I
conocimiento es proporcionado a la facultad cognoscitiva, la cual tic:
tres grados: 1 Cierta fuerza cognoscitiva es el acto de un órgano e
0

poral, cual es el sentido, por lo cual, el objeto de cada una de las pon
cias sensitivas es forma, en cuanto que existe en la materia corporal
como esta materia es el principio de individuación, síguese que te
potencia de la parte sensitiva puede conocer sólo cosas particulares.
Otra potencia cognoscitiva hay, que ni es acto de órgano corporal,
está unida de modo alguno a la materia corpórea, como el enten
miento angélico; el objeto de esta virtud cognoscitiva es la forma pt
subsistente sin materia, porque aunque los ángeles conozcan las co:
materiales, no las ven, no obstante, sino en las cosas inmateriales o
sí mismos o en Dios. 3 0 El entendimiento humano ocupa un térmí
medio, pues no es acto de algún órgano, pero sí cierta potencia I
alma, que es la forma del cuerpo [...]; por lo tanto, su función propia
conocer la forma que existe individualmente en la materia COrpOI
mas no tal como es en esta materia. Conocer lo que existe en la mate
individual no tal como se halla en ella, es abstraer la forma de la ma
ria individual que representan las imágenes. Es, pues, necesario de
que nuestro entendimiento entiende las cosas materiales, abstrayendo
las imágenes, y por medio de las materiales así consideradas, alean:
mos algún conocimiento de las inmateriales, al contrario de los ángel
que por las inmateriales conocen las materiales. [...]

[SANTO ToMAs DE AQUINO, Suma Teológica (selecció


Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1942 (pp. 86-88 Y90-93). Trad., H. Ab
de Aparicio. (Se han eliminado las notas
GUILLERMO DE OCKHAM
(1285-1349)

La figura de Guillermo de Ockham, escolástico inglés perteneciente a la


den franciscana, nacido en la localidad de Ockham (próxima a Londres)
ormado en filosofía y teología en la Universidad de Oxford, polemista
ansable y pensador vigoroso e influyente, ha venido a representar en la
toria de la filosofía la ruptura del equilibrio entre la fe y la razón que
lía ensayado Santo Tomás un siglo antes. Sus ideas estuvieron siempre
el borde de la ortodoxia, y algunas de ellas llegaron a ser condenadas por
glesia. Enfrentado sucesivamente a los Papas Juan XXII, Benedicto XII
lemente VI, Ockham se refugió en la corte del emperador Luis de Bavie-
a quien apoyó con la pluma en sus conflictos con el papado. Murió en
nich víctima de la peste negra.
De Ockham suele recordarse en psicología su principio de economía inte-
ual (o «navaja de Ockham»), una forma del principio de parsimonia
icterístíco de la ciencia moderna que, en la formulación de C. Lloyd Mor-
(el llamado «canon de Morgan»), tuvo una notable repercusión en la psi-
igía comparada de finales del siglo XIX. También sus ideas sobre la for-
.i ón de conceptos entendidos como hábitos mentales (notablemente
dmas en algunos aspectos a posiciones bien recientes) han sido evocadas
frecuencia por los psicólogos modernos.
Reproducimos aquí dos fragmentos de los Principios de teología, un escri-
le sintetiza el pensamiento ockhamiano por el procedimiento de deducir
:onsecuencias lógicas que se siguen de dos principios fundamentales: el
\ omnipotencia divina (<<Dios puede hacer todo lo que, al ser hecho, no
.ica contradicción») y el de la parsimonia («nunca sin necesidad se ha de
de la pluralidad»). El primer fragmento recoge la explicación que ofre-
ckham de este último (la «navaja de Ockham» a que aludíamos antes),
entándose en el segundo algunas de las consecuencias que tiene la apli-
In de este principio a la intelección del conocimiento. Entre otras, la de
.istencia de un conocimiento intuitivo directo, susceptible de damos
«Iiatamente la verdad de las cosas del mundo.
44 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLO(

Lecturas recomendadas

GILSON, E ., La filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el :


del siglo XIV. Madrid: Gredos, 1972 (Z." ed.). Una historia clásica del pen:
miento medieval (sobre Ockham, v éanse las pp. 591-607).
GUILLERMO DE OCKHAM, Principios de teología. Madrid: Sarpe, 1985. Texto ca
pleto de los Principios de donde procede el fragmento de nuestra antolog
Precedido de un apunte biográfico, un pequeño estudio preliminar y u
selección bibliográfica.
RÁBADE, S., Guillermo de Ockham y la filosofía del siglo XlV. Madrid: CSIC, 19l
Un riguroso estudio de la filosofía de Ockham que atiende particularmei
al marco histórico y teórico en que se inserta.

La «navaja.de Ockham» y el conocimiento


[e. 1337]

Nunca sin necesidad se ha de usar de la pluralidad. [...] Este es 1


principio razonable, porque sin él sena posible multiplicar las cos
arbitrariamente. Se podría decir que, más allá de la octava o de la noi
na esfera, hay cien mil esferas como se dice del cielo empíreo, y jam
podría esto desmentirse eficazmente y así pasa en otra cualquiera co:
se pondrían en todo sujeto infinitas cualidades insensibles y se pe
drían, admitido esto, otras muchas.
De acuerdo con esto, se enseña que en el alma hay que admitir n
hábitos: fe, esperanza y caridad, porque la escritura lo enseña así expi
samente: mas ahora permanecen en nosotros la fe, la esperanza y
caridad estas tres. .
De acuerdo con esto, se enseña que no se ha de admitir en el ah
una gracia que sea realmente distinta de la caridad porque no hay raz.
ninguna que obligue a esto. No se tiene experiencia sobre esto, ni aui
ridad de la escritura. [...].
Según esto, se enseña que el todo no es distinto de todas las par1
tomadas simultáneamente, porque para establecer distinción de tod
las partes no urge nada de lo dicho.
Según esto, se enseña que la existencia y la esencia en nada se d
tinguen reahnente, sino que son completamente lo mismo porque pa
establecer la distinción no se encuentra ninguna de las predichas nec
sidades. [...].
UILLERMO DE OCKHAM 45

[ ... ]
[...] Según lo dicho, se niega que hay especies impresas en la sensa-
ón y en el entendimiento y en general toda representación por la cual
~ diga que una cosa representa a otra de manera que lleve a su conoci-
Liento, primero aunque una cosa haga que nos acordemos de otra
mecida primeramente. La razón es porque no debe admitirse la plu-
ilidad sin necesidad. Para el conocimiento intuitivo bastan la facultad
.spuesta y el objeto presente con las causas extrínsecas, porque expe-
mentamos que no se requiere nada más para ello, ni la razón pide más
l la autoridad nos obliga a ello. Por lo tanto, para el conocimiento
itu itivo no conviene poner estas especies; ni tampoco para el conoci-
.iento abstracto, pues para esto basta el hábito creado por la intuición
~ecedente con la facultad y causas extrínsecas. Pues experimentamos
.to: después de que hemos visto algo, podemos pensar de aquello, aun-
le esté ausente.
De acuerdo con esto, se enseña que con relación al mismo objeto hay
rs conocimientos distintos en especie, esto es, el abstractivo y el intui-
010. Que se distinguen específicamente se demuestra por esto: que
empre que se procura uno de ellos, no puede procurarse al mismo
empo el acto del otro. Mas el conocimiento intuitivo es aquel por el
tal asentimos a las verdades contingentes de la cosa intuida; por ejem-
o, que tal cosa está aquí o allí, que es blanca o negra, dulce o ácida, y
ras similares. El conocimiento abstracto es aquel por el cual no asen-
nos a lo predicho, cuantas veces se forme o se intente. Ejemplo: si veo
la pared presente, sé que es una pared y, una vez formado este corn-
ejo: «es una pared» , inmediatamente asiento; si gusto de la miel, for-
ado este complejo: «aquéllo es dulce» , inmediatamente asiento; si
co fuego, formado este complejo: «el fuego es cálido», inmediatamen-
asiento; y estos conocimientos incomplejos que hacen asentir a tal
unplejo formado, se distinguen específicamente de aquellos conoci-
ientos incomplejos que no hacen asentir así.
De ahí que, por bien que conozca una pared, si está separada de mí,
Ir bien que sepa su tamaño y calidad, pero si no sé que existe ahora y,
Ir consiguiente, si es tanta o tal, éste se denomina conocimiento abs-
acto, Estos conocimientos tienen diversas causas eficientes, porque el
imero es ocasionado por el objeto y el segundo por el hábito dejado
Ir el conocimiento intuitivo. Sin embargo, se dice que Dios puede cau-
r inmediatamente en la mente entrambas como causa total y así Dios
iede ocasionar el conocimiento intuitivo sin estar el objeto presente y
conocimiento causado por el objeto Dios puede conservarlo sin el
46 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOL

objeto; sin embargo, naturalmente no es ocasionado sin que esté el e


to presente. Mas si una vez destruido el objeto, Dios conservara
intuición, entonces ésta seria la causa de que el entendimiento asii
ra a este complejo formado: el objeto existe, el objeto no existe. ]
esto no lo hace el conocimiento abstracto.
De acuerdo con esto, se enseña que nuestros actos interiores se:
nocen intuitivamente porque, cuando entiendo a, una vez formado
complejo, entiendo a, inmediatamente asiento y sé que yo entiend
así pasa con la voluntad y otras potencias.
Según lo dicho, se enseña que si se habla de la realidad de algr
se llega a una conclusión sin el conocimiento intuitivo, porque el c<
cimiento abstracto no sirve para determinar el ser o el no ser, y est
del concepto simple y propio de la cosa.
Según lo dicho, se enseña que Dios conoce los futuros continge
porque como el conocimiento intuitivo en nosotros, si Dios lo cor
vara destruido el objeto, seria en primer lugar causa de asentir a
complejo: este objeto es; y luego, destruido este objeto, seria caus:
asentir al complejo opuesto; por ejemplo, éste: «este objeto no es»
se dice que el conocimiento divino es un conocimiento intuitivr
todas las cosas tan perfecto que de cualquier cosa mientras exist
hace saber que es: mientras es futuro, le hace saber como futuro
mismo en cuanto al pasado así de todas la verdades contingentes a
ca de cualquier cosa.

[OCKHAM, Tratado sobre los principios de la teolc


Madrid: Aguilar, 1972 (3.3 ed.) (pp. 119-120 Y 126-1
Trad., L. Fa
MICHEL DE MONTAIGNE
(1533-1592)

Nacido en el castillo de Montaigne, en la región del Périgord (Francia),


recibió una esmerada educación a cargo de excelentes- maestros. Estudió
derecho en Toulouse y fue magistrado en el tribunal de Burdeos, ciudad de la
que , años más tarde, llegarla a ser alcalde. Retirado temprana y temporal-
mente en la propiedad que había heredado de su padre (1570), comenzó
entonces a redactar su obra fundamental, los Ensayos, en que trabajarla ya
-si bien de forma intermitente- durante toda la vida. Viajó por Alemania,
Suiza e Italia, frecuentó el trato de literatos e intelectuales, y tomó una parte
muy activa en la vida política de su país.
Con sus Ensayos, Montaigne inauguraba un género literario particular-
mente adecuado para reflejar la honda crisis de ideas y valores que se estaba
produciendo en Europa por aquellos años. Se trata de una colección de escri-
tos breves, profundamente personales y carentes de la menor pretensión sis-
temática, donde con fino gesto de escéptico el autor abordaba los asuntos
más diversos, desde el suicidio a la educación de los niños, la hechicería o el
arte de la conversación.
El texto elegido toca un tema de larga e ilustre tradición psicológica, el
de la inteligencia de los animales. Como puede apreciarse, Montaigne defien-
de en él una posición crítica del antropocentrismo (eco tal vez de la crítica al
geocentrismo emprendida por Copérnico no muchos años antes), en la que
se rechaza la idea de las diferencias cualitativas entre hombres y animales y
se defiende en cambio su equiparación en tanto que integrantes del orden
natural. En definitiva, una temprana aproximación a la psicología compa-
rada que anticipa en tres siglos las emprendidas al calor de la teoría darwi-
niana.

Lecturas recomendadas

BURKE, P., Montaigne. Madrid: Alianza, 1985. Un breve y esclarecedor estudio


sobre los Ensayos y su autor. Uno de sus capítulos aborda específicamente la
significación de «Mon taí gne como psicólogo» (pp. 50-59).
y la obra de Montaigne para la psicología (pp. 13-39).
MONTAIGNE, M., Ensayos escogidos. Madrid: Edaf, 1999. Una útil antología actr
de la obra del autor francés.

La inteligencia de los animales


[1595]

¿Por qué decimos que el hombre posee ciencia y conocimient


hechos por arte y por discurso, para discernir las cosas útiles a su vi.
y al socorro de sus enfermedades de las que no lo son y conocer la fue
za del ruibarbo y del polipodio? Y cuando vemos a las cabras de Ca
día, si un dardo las ha herido, ir, entre un millón de hierbas, a elegir
díctamo para su curación; y a la tortuga, si ha comido víbora, busc
incontinente 'el orégano para purgarse; y al dragón, bruñirse e ilun
narse los ojos con el hinojo; y a las cigüeñas echarse recíprocamen
ayudas con agua marina; y a los elefantes arrancar, no sólo de su CUt
po y el de sus compañeros, sino del cuerpo mismo de sus amos (tes
monio del rey Poro a quien Alejandro derrotó) las jabalinas y los dard
que les lanzaron en el combate, y arrancarlos con tal destreza que no
sabríamos nosotros hacer con tan poco dolor, ¿por qué no decim
igualmente que es por ciencia y prudencia? Porque alegar para dep
mirlos, que únicamente lo saben por instrucción y maestría de natur
leza, no es quitarles el título de ciencia y prudencia, es atribuírselo o
más fuerte razón que a nosotros, para honor de una tan segura maest
de escuela. Crisipo, a pesar de ser en todo lo demás juez tan desdeño
de la condición de los animales como filósofo alguno lo fue, al consic
rar los movimientos del perro que, hallándose en la encrucijada de tr
caminos, ya en seguimiento del amo que ha perdido, ya en persecucf
de una presa que se le escapa, intenta un camino tras otro, y después
asegurarse de dos sin encontrar la huella que busca, lánzase por el te
cero sin vacilar, se ve obligado a confesar que en el perro tiene lug
este discurrir: «He seguido las huellas de mi amo hasta esta encrucí
da; necesariamente ha debido de tomar uno de estos tres caminos; :
es éste ni aquél; pues infaliblemente ha de ser el otro», y que, aseg
rándose por tal conclusión y discurso, no emplea su sentimiento pa
el tercer camino ni lo sondea, sino que se deja llevar por él, valido de
fuerza de la razón. Este rasgo, puramente dialéctico, y este uso de pr
porciones divididas y conjuntas y de la suficiente enumeración de ]
MICHEL DE MONTAIGNE 49

partes, ¿qué importa que el perro lo sepa por sí mismo o por el de Tre-
bizonda?

No son, empero, los animales incapaces de recibir instrucción al


modo nuestro; a mirlos, cuervos, urracas, loros, les enseñamos a
hablar; y la facilidad que en nosotros reconocemos de infundirles voz
y aliento tan flexibles y manejables para conformarla y obligarla a
cierto número de letras y sílabas, atestigua que tienen dentro de sí un
discurso que los hace de igual modo disciplinables y con voluntad de
aprender. Cansados estamos, me parece, de ver cuántas clases de
monadas enseñan los titiriteros a sus perros; las danzas en que no
marran ni una sola cadencia del son que oyen, diversos movimientos
y saltos que les hacen dar a la voz de mando. Pero más me admira, por
vulgar que sea, el efecto que echo de ver en los perros de que los cie-
gos se sirven, ya en el campo, ya en las ciudades; he advertido cómo se
van a parar delante de algunas puertas, en donde acostumbran a sacar
limosna; cómo evitan tropezar con coches y carros, hasta cuando por
lo que a ellos toca, tienen espacio bastante para pasar; los he visto, a
lo largo de una zanja, dejar un camino llano y liso por otro peor, para
alejar al amo de la zanja. ¿Cómo se puede haber hecho concebir al
perro que deber suyo es mirar tan sólo por la seguridad de su amo con
desprecio de las comodidades propias, para servicio de sí? ¿Y cómo
tuvo conocimiento de que tal camino, sobrado ancho para él, no lo
sería para un ciego? ¿Puede todo esto comprenderse sin raciocinio y
sin discurso? [...].

Más discurso hay aún en instruir que en ser instruido; y dejando de


lado lo que Demócrito juzgaba y probaba, que las más de las artes los
animales nos las han enseñado, como la araña a tejer y a coser, la golon-
drina a edificar, el cisne y el ruiseñor la música, y diversos animales, por
su imitación, la medicina, Aristóteles sostiene que los ruiseñores ense-
ñan a cantar a sus crías y ponen tiempo y cuidado en ello, de donde vie-
ne que los que criamos en jaula, y no tienen lugar de ir a la escuela de
sus padres, pierden mucha gracia de su canto; y aun entre los libres no
queda uno parecido a otro, pues cada cual ha aprendido según su capa-
cidad; y con los celos del aprendizaje, se pelean a porfía, en contienda
tan valerosa, que a menudo el vencido queda muerto, porque antes le
falla el aliento que la voz. Los más jóvenes rumian, pensativos, y se
ponen a imitar ciertas coplas de canción; oye el discípulo las lecciones
del preceptor y da cuenta de ellas con gran cuidado; se callan, ora el
uno, ora el otro; óyese corregir las faltas y se sienten algunas reprensio-
nes del preceptor. [...].
LELjURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

No dejaré de alegar también el otro ejemplo de un perro que el mis-


mo Plutarco dice haber visto [...], estando él en un navío: aquel perro se
afanaba por hacer suyo el aceite que había en el fondo de un cántaro,
adonde no podía llegar con la lengua, por lo estrecho de la embocadu-
ra de la vasija; fuese a buscar unos guijarros y en el cántaro los echó
hasta que hizo subir el aceite más cerca de los bordes, en donde lo pudo
alcanzar. ¿Y qué es esto sino consecuencia de un entendimiento muy
sutil? [...] Esta acción es semejante en cierto modo a lo que contaba de
los elefantes un rey de aquella nación, Juba, que cuando por la habili-
dad de los que los cazan se ve uno de ellos cogido en ciertas fosas pro-
fundas que les preparan, cubriéndolas de malezas menudas para enga-
ñarlos, sus compañeros llevan diligentes multitud de piedras y troncos,
para con ello ayudarle a salir. Pero este animal se aproxima, en tantos
otros efectos, a la suficiencia humana, que si yo quisiera seguir por
menudo lo que la experiencia enseñó, ganaría fácilmente lo que voy sos-
teniendo: que-hay más diferencia de hombre a hombre que entre tal ani-
mal y tal hombre.
[...] Otros efectos producen [los animales] que sobrepujan con
mucho nuestra capacidad; a los cuales no poco falta para que podamos
llegar por imitación, y que, aun por imaginación, apenas podemos con-
cebir.

[MONTAIGNE, M . de, Ensayos . En Páginas escogidas.


(Selección y comentario de P. Villey). Madrid: Calleja, 1917 (pp. 205-
207,208-209,210-211 Y213). Trad ., E. Díez-Canedo.
(Se han eliminado las notas del compilador).]
FRANCIS BACON
(1561-1626)

ació en Londres y se formó en la Universidad de Cambridge, donde


ió Derecho. Trabajó algún tiempo como abogado, pero pronto comen-
intervenir de forma muy activa en la política de su país. Fue elegido
ibro del Parlamento y nombrado fiscal general del reino, Lord Guardián
ran Sello, Gran Canciller y barón de Verulam. Acusado por el Parla-
D de aceptar sobornos, tuvo que retirarse de la vida pública (1621) Y
') en Londres a los pocos años. Entre sus obras cabe destacar La gran
{ración (1620), en la que propone una reforma radical de las ciencias, y
eva Atlántida (1627) , un esbozo de sociedad utópica fundada en la cien-
la técnica puestas al servicio de la humanidad que ponen de manifiesto
leas de reforma social.
onsiderado en ocasiones como uno de los iniciadores de la modernidad,
n ha sido visto también con frecuencia como un pensador anclado en
as de pensamiento arcaicas más propias de épocas anteriores. Su obra
te, en efecto, ambas interpretaciones. En todo caso, y aunque permane-
al margen de los esfuerzos que se estaban realizando por entonces para
. a la ciencia natural de un lenguaje matemático, Bacon aspiró a llevar
10 una reforma en profundidad de las ciencias basada en la sustitución
vieja metodología deductiva de la escolástica aristotélica por otra nue-
~ tipo inductivo que hiciese posible el aumento real de los conocimien-
~l apoyo firme en la experiencia, el interés por la técnica y la intención
.ica son algunos de los rasgos característicos de esa nueva ciencia por él
ugnada.
:l texto que sigue está tomado de su obra fundamental, La gran restau-
n (1620). Pertenece a la presentación de su plan general, donde se des-
.n en abreviatura las seis partes de que el libro consta. En concreto, el
nento seleccionado hace referencia a la segunda de ellas, sin duda la
conocida, el Novum organum o Directrices para la interpretación de la
raleza. En él se expresa el rechazo a la argumentación silogística por su
sa relación empírica y práctica con la realidad natural, a la-par que se
mde la inducción como el método requerido para el desarrollo de las
cías de la naturaleza.
52 LECfURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLO

Lecturas recomendadas

BACON, F., La gran restauración . Madrid: Alianza, 1985. La obra más importa
de Bacon, de donde procede el texto que aquí seleccionamos.
FARRINGTON, B., Francis Bacon, filósofo de la revolución industrial. Madrid: J.
so, 1971. Una sugestiva visión materialista de Bacon como ideólogo dl
aplicación de la ciencia a la mejora de las condiciones de vida.
OUINTON, A., Francis Bacon . Madrid: Alianza, 1985. Breve y clara exposic
general de la vida y obra del Gran Canciller.
ROBINSON, D., Historia critica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. El cap
lo 7 contiene una exposición de la contribución de los autores empiristas
tánicos a la historia del pensamiento psicológico. En esta exposición Ba
ocupa un lugar destacado.

Hacia una nueva lógica de las ciencias


[1620]

[...] El arte que presentamos (que solemos denominar Interpretac


de la Naturaleza) es una especie de lógica, aunque entre ella y la lóg
ordinaria hay una diferencia inmensa. También la misma lógica vul
pretende procurar y preparar ayudas y auxilios para el entendimier
Solamente en esto coinciden. La nuestra difiere radicalmente de la ,
gar principalmente en tres cosas: en el mismo fin, en el orden de
demostración y en el punto de partida de la investigación.
El fin que esta ciencia nuestra se propone es el descubrimiento
de argumentos, sino de artes; no de cosas conformes a los princip:
sino de los principios mismos; no de razones probables, sino de de:
naciones e indicaciones para la acción. De esta manera a la diversa fi
lidad sigue un efecto diverso. Pues allí se vence y se encadena al adx
sario en la disputa, aquí a la naturaleza en la acción.
y con un fin de este tipo concuerdan la naturaleza y el orden de
demostraciones. En la lógica vulgar casi todo el trabajo tiene por 01
to el silogismo, pero los dialécticos en la inducción apenas pare
haber pensado en serio, mencionándola de pasada y corriendo a t<
prisa a las fórmulas de la disputación. Nosotros, por el contrario, rec
zamos la demostración silogística porque procede confusamente y h
que la naturaleza se nos escape de las manos. Pues aunque a nadie p
de caber en duda que dos cosas que convienen en un término me
convienen también entre sí (lo cual es de una certeza matemática),
)GíA FRANCIS BACON 53

embargo, hay en ello un engaño, porque el silogismo consta de propo-


siciones, las proposiciones de palabras y las palabras son las etiquetas y
ante signos de las nociones. Y así, si las nociones mismas de la mente (que
son casi el alma de las palabras y la base de toda esta estructura y fábri-
~yu­ ca) han sido abstraídas de las cosas mal y temerariamente y son vagas
e la y no lo suficientemente definidas y limitadas, sino defectuosas por
muchos conceptos, todo se viene abajo. Rechazamos, por tanto, el silo-
ción gismo y no sólo en cuanto a los principios (a los cuales ni siquiera ellos
lo aplican), sino también en cuanto se refiere a las proposiciones
iítu- medias que produce y genera, sin duda, el silogismo, pero que son esté-
bri- riles en lo que afecta a la acción, alejadas de la práctica y claramente
con inútiles para la parte activa de las ciencias. Así pues, aunque dejemos al
silogismo y a esas famosas y jaleadas demostraciones, su jurisdicción en
las artes populares y basadas en la opinión (pues en este ámbito no alte-
ramos nada), sin embargo, en lo que se refiere a la naturaleza de las
cosas nos servimos de la inducción en todos los estadios, tanto para las
proposiciones menores como para las mayores. Pues pensamos que la
inducción es esa forma de demostración que protege el sentido, abraza
la naturaleza y más próxima está y casi se mezcla con las obras.
ián
ica De esta manera el orden de la demostración se invierte completa-
~ar
mente. Hasta ahora la cosa solía hacerse de la siguiente manera: de la
too sensación y de los particulares se volaba a las proposiciones más gene-
ul- rales, como polos fijos en tomo a los cuales giran las disputas; de ellos
la se derivaban las demás proposiciones por otras intermedias. Es una vía
sin duda muy rápida, pero apresurada; impracticable con la naturaleza,
aunque apta y apropiada para las disputas. Según nosotros, sin embar-
no go, las proposiciones deben extraerse con moderación y gradualmente
os, para que sólo al final se llegue a las más generales. Pero estas proposi-
ig- ciones generalísimas no resultan meramente nocionales, sin o bien
la-
determinadas y de tal clase que la naturaleza las reconoce como verda-
er- deramente las más conocidas para ella y las más adheridas a la médula
de las cosas.
as Sin embargo, introducimos una gran modificación en la forma mis-
je-
ma de la inducción y en el juicio que ella lleva a cabo. Pues la inducción
en de que hablan los dialécticos, la que procede por enumeración simple,
:la es algo pueril y sus conclusiones son precarias y están expuestas al peli-
,a-
gro de una instancia contradictoria. Además, sólo contempla los hechos
ce acostumbrados y no obtiene ningún resultado.
e-
io Por eso las ciencias necesitan de una forma de inducción tal que
in disuelva y separe la experiencia, concluyendo necesariamente tras las
i4 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

lebidas exclusiones y rechazos. Y si el modo de juicio tan divulgado de


os dialécticos ha exigido tanto esfuerzo y ha puesto a prueba tantos
ngenios ¿cuánto más no se habrá de laborar en este otro que no sólo es
xtraído de los lugares más recónditos de la mente, sino también de las
nismas vísceras de la naturaleza?

[BACON, E , La gran restauración.


Madrid: Alianza, 1985 (pp. 64-66). Trad., M. A. Granada.
(Se han eliminado las notas del traductor).]
La figura I
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dad natal, de
sidad de Padu
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de Toscana (1
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(1564-1642)
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sólo es
1 de las

[ración.
ranada.
uctor).]

La figura de Galileo encarna el comienzo de la ciencia moderna. Nacido


en Pisa, estudió medicina, matemáticas y física en la universidad de su ciu-
dad natal, de la que fue nombrado profesor. En 1592 se traslada a la univer-
sidad de Padua, en la que permanece dieciocho años. Durante su estancia en
esta ciudad investiga la caída de los cuerpos y perfecciona el telescopio, que
empieza a utilizar con fines científicos. Entra entonces al servicio del Duque
de Toscana (1610) y se consagra a la investigación astronómica, convirtién-
dose en decidido defensor de la teoría heliocéntrica de Copérnico. Condena-
da ésta por herética (1616), Galileo es instado por las autoridades eclesiásti-
cas a abandonar la causa del heliocentrismo. Una nueva apología suya de las
ideas copernicanas, sin embargo, le llevará a ser procesado por el Santo Ofi-
cio, que le obligará a abjurar de ellas (1633). Vigilado estrechamente por la
Inquisición a partir de entonces, continuó sin embargo sus investigaciones y
aún pudo dar a la luz su obra científica fundamental , Consideraciones y
demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias (1638).
La contribución de Galileo al desarrollo de la ciencia apenas puede exa-
gerarse. Su utilización del telescopio en defensa del heliocentrismo, la intro-
ducción del método experimental en la investigación, la aplicación de las
matemáticas a la física y el impulso dado a la mecánica como ciencia, son
algunas de las aportaciones que posibilitaron un cambio revolucionario de
mentalidad filosófica y científica que había de ser ya irreversible. El experi-
mentalismo y el mecanicismo que arrancan de Galileo, además, han tenido
en psicología consecuencias particularmente fecundas.
Nuestro texto recoge dos de las ideas galileanas de más amplia y durade-
ra repercusión. Procede de El ensayador (1623), un escrito compuesto en res-
puesta a otro de Lottario Sarsi (seudónimo del jesuita Orazio Grassi) en que
se atacaban los puntos de vista de Galileo. Este presenta en él, por vez pri-
mera en profundidad, las características del método de la nueva ciencia. El
primer fragmento seleccionado induye la famosa tesis de que el universo está
escrito en lenguaje matemático, una afirmación de la que se nutre toda la
ciencia moderna. El segundo, no incongruente con aquél, recoge la no menos
célebre distinción entre cualidades objetivas y subjetivas (las «cualidades pri-
56 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
GALILI

marias » y «secu n da ri as », según las bautizaría Locke más adelante), que seria
so, qi
decisiva en el rumbo seguido por el pensamiento psicológico posterior.
much
pero e
Lecturas recomendadas agrado
mente:
BUITERFIELD, B., Los orígenes de la ciencia moderna. Madrid: Taurus, 1971 (Z." nes; II
ed .). Excelente marco para situar la contribución de Galileo en la historia del o la in
pensamiento científico moderno. ello pi
DRAKE , S. , Galileo. Madrid: Alian za , 1980. Un breve y claro estudio de la evolu- en el (
ción del pensamiento de Galileo, en el que se analiza con particular detalle únicai
su conflicto con los filósofos aristotélico s y la Inquisición. nado «
GALILEO GALILEI, El ensayador. Madrid: Sarpe, 1984. Texto completo del escrito go,no
en el que Galileo expone los principios de su nuevo método experimental. rent.es
KOYR É, A ., Estudios galileanos. Madrid: Siglo XXI, 1980. Estudios fundamentales tambí.
sobre la contribución de Galileo a la revolución científica moderna.
en
pasan
En cu
Matemática y objetividad misrru
[1623] tes, es
bres. 1
6. [...] Me parece, por lo demás, que Sarsi tiene la firme convicción sas ser
de que para filosofar es necesario apoyarse en la opinión de cualquier sobre
célebre autor, de manera que si nuestra mente no se esposara con el táctil,
razonamiento de otra, debería quedar estéril e infecunda; tal vez piensa quillas
que la filosofía es como las novelas, producto de la fantasía de un hom- ce que
bre como por ejemplo la Iliada o el Orlando furioso, donde lo menos aparte
importante es que aquello que en ellas se narra sea cierto. Sr. Sarsi, las éstas, ,
cosas no son así. La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que que re
tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se pue- mente
de entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los ma, la
caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y al toca
sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin cosqui
las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar sentir.
vanamente en un oscuro laberinto. ma; eli
[oo.] más qi
yo que
48. [...] Digo que en el momento en que imagino una materia o sus- natura
tancia corpórea, me siento en la necesidad de imaginar, al mismo tiem-
po , que esta materia está delimitada y que tiene esta o aquella forma,
que en relación con otras es grande o pequeña, que está en este o en
aquel lugar, en este o en aquel tiempo, que se mueve o que está en repo- ~
>LOGÍA GALILEO GALILEI 57

e seria so , que está o no en contacto con otro cuerpo, que es una, pocas o
muchas; ni con gran imaginación puedo separarla de estas condiciones;
pero que deba ser blanca o roja, amarga o dulce, sonora o muda, de olor
agradable o desagradable, no me siento en la necesidad de forzar mi
mente para tener que representármela acomodada con tales condicio-
'7 1 (l.a nes; más bien, si los sentidos no las hubieran advertido, tal vez la razón
rria del o la imaginación por sí mismas no lo hubieran logrado nunca. Por todo
ello pienso que estos sabores, olores, colores, etc., por parte del sujeto
evolu- en el que parece que residen, no son más que meros nombres, y tienen
detalle únicamente su residencia en el cuerpo sensitivo, de manera que elimi-
nado el animal sensitivo, se eliminan todas estas cualidades; sin embar-
escrito go , nosotros, puesto que les hemos puesto nombres particulares y dife-
ntal. rentes de aquellos primeros y reales accidentes, quisiéramos creer que
entales también éstos son verdadera y realmente diferentes de aquéllos.
Creo que explicar é más claramente mi idea con algún ejemplo. Voy
pasando mi mano sobre una estatua de mármol, o sobre un hombre vivo.
En cuanto a la acción que viene de la mano, respecto a esa mano, es la
misma sobre uno u otro sujeto, pues pertenece a esos primeros acciden-
tes, es decir, movimiento y tacto; no la solemos llamar con otros nom-
bres. Pero el cuerpo animado que recibe tales operaciones, siente diver-
1cción sas sensaciones , segú n sea to cado por ejemplo en las plantas de los pies,
ilquier sobre las rodillas o bajo las axilas, siente aparte de la común sensación
con el táctil, otra sensación a la que hemos puesto un nombre particular: cos-
piensa quillas; esta sensación es totalmente nuestra, y no de la mano, y me pare-
1 horn- ce que se equivocaría en grado sumo quien quisiese decir que la mano,
menos aparte del movimiento y del tacto, tiene en sí otra facultad diferente a
rsi, las éstas, es decir, el cosquillear, como si las cosquillas fuesen un accidente
ro que que re sidiese en ella. Un trozo de papel o una pluma, estregada ligera-
¡e pue- mente sobre cualquier parte de nuestro cuerpo, hace en cuanto a sí mis-
cer los ma, la misma operación, cual es la de moverse y tocar, pero en nosotros,
ática y al tocamos entre los ojos, o en la nariz, o d entro de las narices, excita un
as, sin cosquilleo casi insoportable, mientras que en otras partes apenas se deja
O girar sentir. Ahora bien, ese cosquilleo es totalmente nuestro, y no de la plu-
ma; eliminado el cuerpo animado y sensitivo, de esa sensación no queda
más que un mero nombre. Así pues, de igual y no mayor existencia creo
yo que puedan ser muchas cualidades que son atribuidas a los cuerpos
o sus- naturales, como lo s sabores, los olores, los colores y otr as.
) tiern-
.orma,
~ o en
[GALILEO GALILEI, El ensayador.
repo- Madrid: Sarpe, 1984 (pp. 60-61 Y 292-293). Trad., J. M. Revuelta.]
,
RENE DESCARTES
(1596-1650)

Considerado a menudo como el primer pensador moderno, Descartes


estudió con los jesuitas en una selecta institución educativa francesa (La Fle-
che), pero tan pronto como pudo decidió poner en práctica una libertad de
espíritu que le llevó a alistarse como soldado y viajar durante algún tiempo
por diversas partes de Europa. A su regreso se establece en París y más tar-
de, ya de modo definitivo, en Holanda, donde se dedica a estudiar y a elabo-
rar una nueva filosofía basada en el ejercicio de la razón y no en la autori-
dad. Muere prematuramente durante una estancia en Suecia, invitado por la
reina de este país -al parecer, el clima frío de Estocolmo y la temprana hora
a la cual la reina exigía sus lecciones, las cinco de la madrugada, hicieron
mella en su salud-o
Según muchos historiadores, Descartes es también el iniciador de la psi-
cología moderna. Su fundamentación del conocimiento en la conciencia
racional o cogito le exigió una reorganización teórica que aclarase las rela-
ciones entre la conciencia, entendida como sede de la actividad intelectual, y
lo que en la filosofía antigua y medieval se denominaba «alma», que incluía
todas las funciones vitales (no sólo el pensamiento). Descartes llevó a cabo
esta reorganización asumiendo un dualismo radical. Dicho de otro modo: si
la filosofía escolástica, representada por Santo Tomás, suponía la existencia
de una escala gradual desde las sustancias materiales a las espirituales, la
filosofía cartesiana eliminó cualquier «mezcla» entre éstas y dividió la reali-
dad en dos sustancias independientes, res extensa y res cogitans, La segunda
es una sustancia espiritual, específicamente humana, que constituye la sede
del conocimiento. La res extensa, en cambio, es pura materia inanimada
sometida a leyes mecánicas. El cuerpo humano forma parte de la res exten-
sa, aunque debe interactuar de algún modo con el alma (la res cogitans), defi-
nida ésta en términos puramente espirituales.
En el texto que presentamos a continuación, Descartes formula su con-
cepción espiritualista del alma (en torno a la célebre frase «cogito ergo sum »,
pienso luego existo), así como su idea mecanicista del cuerpo. Plantea ade-
más algunas diferencias esenciales entre el ser humano y el animal, concebi-
do este último como animal-máquina.
60 _
T ECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA RE.'lÉ

Lecturas recomendadas que~


todo
CARPINTERO, H., Historia de las ideas psicológicas. Madrid: Pirámide, 1996. Exce- tenía
lente recorrido por la historia del pensamiento psicológico. Se ocupa de Des- una!
cartes el capítulo 8 (pp. 99-103). nece
CASSIRER, E., El problema del conocimiento. Vol. 1. México: Fondo de Cultura Eco- rnodr
nómica, 1953. Es una obra clásica cuya lectura, aunque necesariamente pau- rame
sada, sigue siendo muy provechosa (sobre Descartes véanse las pp. 447-513). que.
DESCARTES, R., Discurso del método. Madrid: Alhambra, 1990. Ed. a cargo de H. todo
Arnau y J. M. Gutiérrez González. Esta accesible edición crítica de donde
[.
hemos extraído el texto incluye un material didáctico especialmente reco-
mendable. [.
unh
figur
El alma humana y el animal máquina sus <'
desci
[1637] na 01
taba
[...] Así, puesto que nuestros sentidos en ocasiones nos engañan, qui- que]
se suponer que no había nada que fuese tal como ellos nos lo hacen ima- henc
ginar. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, incluso sobre tar14
las cuestiones más simples de geometría [...], juzgando que estaba ex- que I
puesto a errar como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razo- eneo
nes que antes había aceptado por demostraciones. Y, en fin, conside- sin e
rando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos ellas
pueden también sobrevenimos cuando dormimos, sin que entonces anin
haya ninguno que sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas que aqu é
hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas nos
que las ilusiones de mis sueños. trabi
Pero inmediatamente después advertí que, mientras quería pensar yqu
así que todo era falso, era preciso necesariamente que yo, que lo pensa- [
ba, fuese alguna cosa. Y, reparando en que esta verdad: «pienso, luego ritus
soy», era tan firme y tan segura que todas las suposiciones más extra- llam
vagantes de los escépticos no eran capaces de conmoverla, juzgué que cere
podía aceptarla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía culo
que buscaba.
im<ll
Luego, al examinar con atención lo que yo era y al ver que podía fin- más
gir que no tenía cuerpo alguno, y que no había mundo ni lugar alguno pone
en el que yo me hallase, pero que no podía fingir por eso que no era que
nada, y que, por el contrario, de esto mismo que pensaba de dudar de línes
la verdad de las demás cosas, se deducía muy evidente y ciertamente misr
;ICOLocíA RENÉ DESCARTES 61

que yo era, mientras que, si hubiera tan sólo dejado de pensar, aunque
todo el resto de lo que había imaginado hubiera sido verdadero, no
)96. Exce- tenía razón alguna para creer que yo fuese, conocí por esto que yo era
la de Des- una sustancia cuya esencia o naturaleza es pensar y que, para ser, no
necesita de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material. De
ltura Eco- modo que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es ente-
lente pau- ramente distinta del cuerpo, e incluso más fácil de conocer que él y
447-513). que, aunque él no fuese , (el alma) no dejaría en modo alguno de ser
rgo de H . todo lo que es.
de donde
[ ... ]
mte reco-
[oo.] (M)e contenté con suponer que Dios había formado el cuerpo de
un hombre enteramente semejante a uno de los nuestros, tanto en la
figura exterior de sus miembros como en la configuración interna de
sus órganos, sin componerlo de otra materia que de aquella que había
descrito y sin poner en él, al principio, alma racional alguna, ni ningu-
na otra cosa que sirviese de alma vegetativa o sensitiva, sino que Él exci-
taba en su corazón uno de esos fuegos sin luz que ya había explicado y
ian, qui- que no concebía de otra naturaleza más que de aquella que calienta el
cen ima- heno cuando se 10 ha enterrado antes de secarse, o la que hace fermen-
so sobre tar los vinos nuevos cuando se los deja en la cuba con su hollejo. Por-
taba ex- que [...], examinando las funciones que podían hallarse en este cuerpo,
las razo- encontraba en él exactamente todas las que pueden existir en nosotros
conside- sin que nosotros las pensemos, ni que, por consiguiente, contribuya a
-spíertos ellas nuestra alma [oo.]; y que se puede decir [que] nos asemejan a los
mtonces animales irracionales, sin que en ellas pudiera encontrar ninguna de
osas que aquéllas otras que, por depender del pensamiento, son las únicas que
-daderas nos pertenecen en cuanto hombres; en cambio, todas éstas las encon-
traba enseguida si suponía que un Dios había creado un alma racional
l pensar y que la añadió a este cuerpo [...].
o pensa-
[...] Y, en fin , lo más notable de todo esto es la generación de los espí-
o, luego
ritus animales, que son como un viento muy sutil, o más bien como una
is extra-
llama muy pura y muy viva qu e asciende continuamente del corazón al
gué que
cerebro con gran abundancia, y de allí vuelve por los nervios a los mús-
filosofía
culos y pone en movimiento todos los miembros, sin que sea preciso
imaginar otra causa que haga que las partes de la sangre que, siendo las
xlfa [in- más agitadas y las más penetrantes, y por ello las más aptas para com-
- alguno poner estos espíritus, vayan al cerebro mejor que a otros lugares, sino
~ no era que las arterias que allí los llevan son las que vienen del corazón más en
udar de línea recta de todas, y que, según las reglas de la mecánica, que son las
.arnente mismas de la naturaleza, cuando varias cosas tienden a moverse con-
62 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

juntamente hacia un mismo lado en donde no hay suficiente lugar para


todas, como con las partes de la sangre qu e salen de la concavidad iz-
quierda del corazón y tienden hacia el cere bro, las más débiles y menos
agitadas deben ser desplazadas por las más fuertes que, por este medio ,
logran llegar allí solas.
[...] (S)i hubiera tales máquinas que tuviesen los órganos y la figura
de un simio o de cualquier otro animal sin razón, no tendríamos medio
alguno de reconocer que no fuesen en todo de la misma naturaleza que
estos animales, mientras que, si hubiera otras que tuviesen la aparien-
cia de nuestros cuerpos e imitasen nuestras acciones tanto corno fuera
posible moralmente, dispondríamos siempre de dos medios muy ciertos Th
para reconocer que no por eso serían en modo alguno verdaderos hom- ilustre
bres. El primero de ellos es que nunca podrían usar las palabras ni otros en la 1
signos componiéndolos como lo hacemos nosotros para declarar nues- Viajó (
tros pensamientos a los demás, pues se puede concebir bien que una de val'
máquina esté hecha de tal manera que profiera palabras, y también que conoci
profiera algunas con ocasión de las acciones corporales que causen ve de!
algunos cambios en sus órganos, corno si se la toca en algún lugar, que decisiv
pregunte lo que quiera decírsele, o si en otro, que grite que se le hace pado p
daño [oo.]; pero no es posible que se arregle de distintos modos para res- perspe,
ponder al sentido de todo cuanto se diga en su presencia como pueden nueva (
hacerlo incluso los hombres más torpes. Y el segundo es que, aunque lago so
hicieran distintas cosas tan bien, o quizá mejor que ninguno de noso- teoria (
tros, se equivocarían infaliblemente en algunas otras, por las que se des- Del
cubriría que no obraban por conocimiento, sino tan sólo por la disposi- tinuacic
ción de sus órganos; pues mientras la razón es un instrumento universal ducciór
que puede servir en toda clase de circunstancias, esos órganos tienen la conc,
necesidad de alguna disposición especial para cada acción particular. ficial »,
mera pe
raleza 1
[DESCARTES, R., Discurso del método. segunde
Madrid: Alhambra, 1990 (pp. 69-70 Y 87-98). Trad. , H. Amau ción en
y J. M. Gutiérrez González.] tra con
miento 1

Lecturc

HOBBES,
antol
dedie
Levia
A THOMAS HOBBES
(1588-1679)
a

IS
>,

a
o
le
1-
-a
)S Thomas Hobbes suele ser considerado como el primero de una larga e
1- ilustre serie de filósofos empiristas británicos. Nació en Westport y estudió
>S en la Universidad de Oxford, donde adquirió una sólida educación clásica.
S- Viajó extensamente por Italia y Francia como preceptor privado al servicio
la de varios miembros destacados de la nobleza inglesa. En sus viajes trabó
le conocimiento con algunas de las personalidades intelectuales de mayor relie-
~n ve de su tiempo (Galileo, Mersenne, Gassendi...), cuya influencia iba a ser
le decisiva en la formación de su propio pensamiento. Profundamente preocu-
::e pado por los problemas políticos y sociales, ensayó su solución desde una
s- perspectiva mecanicista que quiso congruente con las leyes y principios de la
~n
nueva ciencia física. Por ello se le ha saludado a veces como el primer psicó-
le
logo social de la edad moderna. Leviatán (1651), el libro donde presenta su
teoría del Estado, es su obra más importante.
0-
De esta obra fundamental se ha extraído el texto que se reproduce a con-
si- tinuación. Consta de dos fragmentos. El primero forma parte de la Intro-
.al ducción, y pone de manifiesto la fundamentación psicológica y mecánica de
en la concepción hobbesiana del Estado (entendido éste como «un hombre arti-
ficial», para decirlo con las palabras de su autor). En consecuencia, la pri-
mera parte del libro va a consistir precisamente en un estudio sobre la natu-
raleza humana en el que se contiene la doctrina psicológica de Hobbes. El
lo. segundo fragmento pertenece a esta primera parte, y nos ofrece una explica-
au ción en términos psicofisiológicos del conocimiento sensorial. El texto ilus-
z.] tra con claridad los rasgos empirista, mecanicista y materialista del pensa-
miento hobbesiano.

Lecturas recomendadas

HOBBES, T., Del ciudadano y Leviatán. Madrid: Tecnos, 1999 (S." ed.). Una útil
antología de textos hobbesianos, con una amplia selección de los que el autor
dedica a la consideración de la naturaleza humana en la primera parte del
Leviatán.
64 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA TII(

ROBINSON, D., Historia crítica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. Sobre


Hobbes véase el capítulo 9. rar
W ATIGN S, J. W. N., Qué ha dich o verdaderamente Hobbes . Madrid: Doncel, 1972. dC(
Una introducción al pensamiento de Hobbes con profusión de ilustraciones
textuales.
cia
tro
los
Mecánica del hombre artificial y del hombre natural act

[1651 ]
exi
sid
La naturaleza (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo)
T~
está imitada de tal modo, como en otras muchas cosas, por el arte del
hombre que éste puede crear un animal artificial. Y siendo la vida un
movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte prin- cer
cipal de los mismos, ¿por qué no podríamos decir que todos los autó- gai
matas (artefactos que se mueven a sí mismos por medio de resortes y las
ruedas, como lo hace el reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué es en rea- IDt:
lidad el corazón sino un resorte; y los nervios, qué son sino diversas
fibras; y las articulaciones, sino varias ruedas que dan movimiento al
cuerpo entero tal como el Artífice se lo propuso? El arte va aún más sol
COI
lejos, imitando esta obra racional que es la más excelsa de la naturale-
,-e
za: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que
llamamos república o Estado (en latín, civitas) que no es sino un hom-
br.
bre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el natural, para
cal
tal
cuya protección y defensa fue instituido, yen el cual la soberanía es un
alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magis- Es
COl
trados y otros funcionarios de la judicatura y del poder ejecutivo, nexos
SOl
artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales cada nexo y
cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecu- sal
tar su deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; dh
est
la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constitu-
yen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus nego- sa
cios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa conocer, ést
iní
son la memoria; la equidad y las leyes, una razón y una voluntad artifi-
(p<
ciales; la concordia, es la salud; la sedición, la enfermedad; la guerra
civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las partes bit
de este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse en
oíc
a aquel fiat, o hagamos al hombre, pronunciado por Dios en la Crea-
pI'l
ción. [...].
ErJ
[ ...] qu
itA THOMAS ROBBES 65

Por lo que respecta a los pensamientos del hombre, quiero conside-


rarlos en primer término singularmente, y luego en su conjunto, es
72. decir, en su dependencia mutua.
les
Singularmente, cada uno de ellos es una representación o aparien-
cia de cierta cualidad o de otro accidente de un cuerpo exterior a noso-
tros, de lo que comúnmente llamamos objeto. Dicho objeto actúa sobre
los ojos, oídos y otras partes del cuerpo humano, y por su diversidad de
actuación produce diversidad de apariencias.
El origen de todo ello es lo que llamamos sensación (en efecto: no
existe ninguna concepción en el intelecto humano que antes no haya
o)
sido recibida, totalmente o en parte, por los órganos de los sentidos).
lel Todo lo demás deriva de este elemento primordial.
m Para el objeto que ahora nos proponemos no es muy necesario cono-
n- cer la causa natural de las sensaciones; ya en otra parte he escrito lar-
ó- gamente acerca del particular. No obstante, para llenar en su totalidad
y las exigencias del método que ahora me ocupa, quiero examinar breve-
a- mente en este lugar dicha materia.
as
al La causa de la sensación es el cuerpo externo u objeto que actúa
ás
sobre el órgano propio de cada sensación, ya sea de modo inmediato,
e- como en el gusto o en el tacto, o mediatamente, como en la vista, el oído
le y el olfato: dicha acción, por medio de los nervios y otras fibras y mem-
n-
branas del cuerpo, se adentra por éste hasta el cerebro y el corazón, y
ra causa allí una resistencia, reacción o esfuerzo del corazón para liber-
rn tarse: esfuerzo que, dirigido hacia el exterior, parece ser algo externo.
$-
Esta apariencia o fantasía es lo que los hombres llaman sensación, y
)s
consiste, para el ojo, en una luz o color figurado; para el oído, en un
y sonido; para la pituitaria, en un olor; para la lengua o el paladar, en un
u-
sabor; para el resto del cuerpo, en calor frío, dureza, suavidad y otras
diversas cualidades que por medio de la sensación discernimos. Todas
11;
u-
estas cualidades se denominan sensibles, y no son el objeto que las cau-
D-
sa sino distintos movimientos de la materia mediante los cuales actúa
~r,
ésta diversamente sobre nuestros órganos. En nosotros, cuando somos
influidos por ese efecto, no hay tampoco otra cosa sino movimiento
(porque el movimiento no produce otra cosa que movimiento). Ahora
bien: su apariencia con respecto a nosotros constituye la fantasía, tanto
~s

;e en estado de vigilia, com o de sueño; y así como cuando oprimimos el


oído se produce un tumor, así también los cuerpos que vemos u oímos
a-
producen el mismo efecto con su acción tenaz, aunque imperceptible.
En efecto, si tales colores o sonidos estuvieran en los cuerpos u objetos
que los causan no podrían ser separados de ellos com o lo son por los
6A LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

espejos, y en los ecos mediante la reflexión. De donde resulta evidente


que la cosa vista se encuentra en una parte y la apariencia en otra. Y
aunque a cierta distancia lo real, el objeto visto. parece revestido por la
fantasía que en nosotros produce, lo cierto es que una cosa es el objeto
y otra la imagen o fantasía. Así que las sensaciones, en todos los casos,
no son otra cosa que fantasía original, causada, como ya he dicho, por
la presión, es decir, por los movimientos de las cosas externas sobre
nuestros ojos, oídos y otros órganos.

[HOBBES, T., Leviatán. En Del Ciudadano y Leviatán.


Estudio preliminar y antología de E . Tierno Galván. Madrid: Tecnos,
1999 (5." ed.) (pp. 46-47 Y 49-50). Trad., M. Sánchez Sarto.]
;¡COLOGÍA
BARUCH SPINOZA
(1632-1677)
evidente
1 otra. Y
Io por la
el objeto
os casos,
cho, por
as sobre

.eviatán.
: Tecnos, Procedente de una familia judía probablemente oriunda de la localidad
z Sarto.] burgalesa de Espinosa de los Monteros (de ahí el apellido familiar), Spinoza
nació en Amsterdam, en cuya comunidad hebrea recibió una amplia educa-
ción religiosa , filosófica y científica. Profundamente influido por el pensa-
miento de Descartes, aspiró a desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias,
lo que le condujo a elaborar un sistema sumamente personal por el que fue
tachado de ateo y expulsado de la sinagoga (1656). Residió en diversos luga-
res de Holanda dedicado al oficio de pulidor de lentes, una actividad profe-
sional qu e no le impidió continuar cultivando la filosofía ni frecuentar el tra-
to de algunas eminentes figuras intelectuales del momento (Huygens,
Leibniz, de Witt...). En 1677 vio la luz la Ética, su obra más importante.
Uno de los grandes problemas teóricos a los que Spinoza hubo de hacer
frente fue el de la comunicación entre las sustancias ext ensa y pensante (el
cu erpo y el alma), cu yo tratamiento cartesiano le resultaba inaceptable. La
solución espinosista consistió en reconocer la existencia de una sustancia
única (que Spinoza denominó indistintamente Dios o Naturaleza) de la que
el pensamiento y la extensión son atributos. De este modo, la concordancia
entre ambos no se debería a la interacción, según la insatisfactoria propues-
ta de Descartes, sino a su pertenencia a una realidad común de la que no son
sino aspectos. En época más reciente, esta teoría de Spinoza ha cobrado
relieve bajo la forma de la llamada «teorí a del dobl e lenguaje », de acuerdo
con la cual los fenómenos de conciencia y de conducta deben verse como dos
maneras distintas de describir un mismo tipo de acontecimientos reales: en
términos subjetivos (cuando la descripción se refiere a la vivencia íntima del
propio sujeto que los experimenta) o en términos objetivos (cuando es real í-
zada por un observador externo).
El texto ilustra la aproximación espinosista a este problema fundamental
de la filosofía y la psicología modernas. En él puede apreciarse también la
característica preocupación por el método que Spinoza compartía con mu-
chos de sus contemporáneos. En un esfuerzo por eliminar de su pensamien-
to toda posible fuente de error; adoptó el pensar matemático como modelo,
una tentación a la que han cedido numerosos filósofos y psicólogos desde
68 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA ...
entonces (alguno tan cercano a nuestro tiempo como el neoconductista
Hull). De este modo, construyó sus argumentos sobre la base de definiciones
y axiomas de los que pudo ir deduciendo luego proposiciones y corolarios
.....o
según los procedimientos habituales de la geometria (el título completo de su E
obra principal es, significativamente. Ética demostrada según el orden geomé- .-tab
trico, ejemplo máximo de la orientación deductiva y matemática del racio- ~
nalismo moderno).
El sistema de Spinoza constituye una de las cimas de la filosofía racio- AXIO
nalista. Criticado, rechazado, denostado incluso por los pensadores de su
época, mereció la admiración yel tributo de los románticos alemanes y, a tra- L
vés de ellos, llegó a ejercer un profundo influjo en el pensamiento posterior. al 'iD
aquel
IL
Lecturas recomendadas
m
HAMPSHIRE, S.. Spinoza . Madrid: Alianza, 1982. Una clara y rigurosa visión de Iosqu
conjunto del pensamiento espinosista. elIDÍS
ROBINSON, D., Historia crítica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. El capítu- darse
lo 8 contiene un útil resumen del pensamiento psicológico de Spinoza.
IV.
SPINOZA, B., Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid : Orbis, 1980.
maneI
Texto completo de la obra capital de Spinoza, con una breve pero excelente
introducción de su traductor, V. Peña, buen conocedor de su pensamiento. v
másCll

La teoría del doble aspecto Pr0p05


[1677]
FlJ
Paso ahora a explicar aquellas cosas que han debido seguirse nece- san
sariamente de la esencia de Dios, o sea, del Ser eterno e infinito. Pero
no las explicaré todas [...], sino sólo las que pueden llevarnos, como de DE
la mano, al conocimiento del alma humana y de su suprema felicidad pensan
determ
butOCl
DEFINICIONES
medio
1. Entiendo por cuerpo un modo que expresa de cierta y determina- delosi
da manera la esencia de Dios, en cuanto se la considera como una cosa da de 1
extensa [...]. ES(
11. Digo que pertenece a la esencia de una cosa aquello dado lo cual de que
la cosa resulta necesariamente dada, y quitado lo cual la cosa necesa- tas más
riamente no se da; o sea, aquello sin lo cual la cosa -y viceversa, aque- fección
llo que sin la cosa- no puede ni ser ni concebirse. pensar
iICOLOGíA BARUCH SPINOZA 69

mductista III. Entiendo por idea un concepto del alma, que el alma forma por
finicíones ser una cosa pensante.
corolarios
Ieto de su EXPLICACIÓN: Digo concepto, más bien que percepción, porque la
en geomé- palabra «percepción» parece indicar que el alma padece por obr a del
del racio- objeto; en cambio, «concepto» parece expresar una acción del alma [...].

ifía racio- AXIOMAS


.res de su
es y, a tra- l. La esencia del hombre no implica la existencia necesaria, esto es:
posterior. en virtud del orden de la naturaleza, tanto puede ocurrir que este o
aquel hombre exista como que no exista.
11. El hombre piensa.
111. Los modos de pensar, como el amor, el deseo o cualquier otro de
L visión de los que son denominados «afectos del ánimo», no se dan si no se da en
el mismo individuo la idea de la cosa amada, deseada, etc. Pero puede
El capftu- darse una idea sin que se dé ningún otro modo de pensar.
noza.
IV. Tenemos conciencia de que un cuerpo es afectado de muchas
rbis, 1980. maneras.
) excelente
amiento . V. No percibimos ni tenemos conciencia de ninguna cosa singular
más que los cuerpos y los modos de pensar. [...]

Proposición 1

El pensamiento es un atributo de Dios, o sea, Dios es una cosa pen-


irse nece- sante.
nito. Pero
,como de DEMOSTRACIÓN: Los pensamientos singulares, o sea, este o aquel
felicidad. pensamiento, son modos que expresan la naturaleza de Dios de cierta y
determinada manera [...]. Por consiguiente, compete a Dios [...] un atri-
buto cuyo concepto implican todos los pensamientos singulares, y por
medio del cual son asimismo concebidos. Es, pues, el Pensamiento uno
etermina- de los infinitos atributos de Dios, que expresa la eterna e infinita esen-
iuna cosa cia de Dios [...], o sea, Dios es una cosa pensante. O.E.D.
ESCOLIO: Esta Proposición es también evidente en virtud del hecho
do lo cual de que nosotros podemos concebir un ser pensante infinito. Pues cuan-
sa necesa- tas más cosas puede pensar un ser pensante, tanta más realidad o per-
-rsa, aque- fección concebimos que contiene; por consiguiente, un ser que puede
pensar infinitas cosas de infinitos modos, es, por virtud del pensamien-
70 - - - - -=
LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

to, necesariamente infinito. Y siendo así que concebimos un ser infini-


to fijándonos en el solo pensamiento, es entonces el Pensamiento uno
de los infinitos atributos de Dios, como pretendíamos.

Proposición II

La Extensión es un atributo de Dios, o sea, Dios es una cosa extensa.

DEMOSTRACIÓN: La demostración de esta Proposición procede


del mismo modo que la anterior. [...].

Proposición VII

El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión


de las cosas.

DEMOSTRACIÓN: Es evidente por el Axioma 4 de la Parte I. Pues la


idea de cualquier cosa causada depende del conocimiento de la causa
cuyo efecto es.
COROLARIO: Se sigue de aquí que la potencia de pensar de Dios es
igual a su potencia actual de obrar. Esto es: todo cuanto se sigue for-
malmente de la infinita naturaleza de Dios, se sigue en él objetivamen-
te, a partir de la idea de Dios, en el mismo orden y con la misma cone-
xión.
ESCOLIO: Antes de seguir adelante, debemos traer a la memoria
aquí lo que más arriba hemos mostrado, a saber: que todo cuanto pue-
de ser percibido por el entendimiento infinito como constitutivo de la
esencia de una substancia pertenece sólo a una única substancia, y, 'c on-
siguientemente, que la substancia pensante y la substancia extensa son
una sola y misma substancia, aprehendida ya desde un atributo, ya des-
de otro. Así también, un modo de la extensión y la idea de dicho modo
son una sola y misma cosa, pero expresada de dos maneras. Esto pare-
cen haberlo visto ciertos hebreos como al través de la niebla: me refie-
ro a quienes afirman que Dios, el entendimiento de Dios, y las cosas por
él entendidas son todo uno y lo mismo. Por ejemplo, un círculo exis -
tente en la naturaleza, y la idea de ese círculo existente, que también es
en Dios, son una sola y misma cosa, que se explica por medio de atri-
butos distintos, y, por eso, ya concibamos la naturaleza desde el atribu-
to de la Extensión, ya desde el atributo del Pensamiento, ya desde otro
cualquiera, hallaremos un solo y mismo orden, o sea, una sola y misma
fA BARUCH SPINOZA 71

.i- conexión de causas, esto es: hallaremos las mismas cosas siguiéndose
10 unas de otras. Y si he dicho que Dios es causa, por ejemplo, de la idea
de circulo sólo en cuanto que es cosa pensante, y del círculo mismo sólo
en cuanto que es cosa extensa, ello se ha debido a que el ser formal de
la idea del círculo no puede percibirse sino por medio de otro modo de
pensar, que desempeña el papel de su causa próxima, y éste a su vez por
medio del otro, y así hasta el infinito; de manera que, en tanto se consi-
l.
deren las cosas como modos de pensar, debemos explicar el orden de la
naturaleza entera, o sea, la conexión de las causas, por el solo atributo
le del Pensamiento, yen tanto se consideren como modos de la Extensión,
el orden de la naturaleza entera debe asimismo explicarse por el solo
atributo de la Extensión, y lo mismo entiendo respecto de los otros atri-
butos. Por lo cual, Dios es realmente causa de las cosas tal como son en
sí , en cuanto que consta de infinitos atributos. Y por el momento no
n puedo explicar esto más claramente.

a [SPINOZA,B., Ética demostrada según el orden geométrico.


a Barcelona: Orbis, 1984 (pp. 107-109). Trad., V. Peña.
(Se han eliminado las notas del traductor).]
-s
"-

1-

a
I-
n
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o

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1
JOHN LOCKE
(1632-1704)

El empirismo británico tiene en John Locke su figura más importante


y ·representativa. Locke naci ó en Wrington, una localidad próxima a Bris-
tal, y estudió filosofía, medicina y ciencias naturales en la Universidad de
Oxford. Se relacionó con al gunas de las principales personalidades de la
ciencia y la medicina inglesas del momento, como el médico Sydenham o
el físico y químico Boyle, con quien participó en las reuniones científicas
que contribuyeron al establecimiento de la Royal Society. En 1666 entra al
servicio de Sir Anthony Ashley Cooper (más tarde primer conde de Shaf-
tesbury), una destacada figura política a la que asiste como médico y con-
sejero, además de encargarse de la educación de su hijo. Retirado en Fran-
cia por motivos de salud (1675), comienza la redacción de su obra capital.
el Ensa yo sobre el entendimiento humano . Al poco tiempo de vol ver a Ingla-
terra, su asociación con Shaftesbury, caído en desgracia, le obliga a mar-
charse de nuevo, esta vez a Holanda, para escapar a la persecución políti-
ca del rey Jacobo n. El triunfo de la Revolución de 1688 y la subida al
trono de Guillermo de Orange, cuy a causa constitucional había defendido
Locke frent e al absolutismo de los Estuardo, hará posible ya su regreso
definitivo.
La filosofía de Locke ha tenido una enorme repercusión. Desde el pun-
el inicio de una tradición de p ensamiento libe-
to de vista político, significa
ral cuyo influjo aún se deja sentir en nuestros días. Desde una perspectiva
gnoseol ógica, su teoría del conocimiento ha representado el impulso deci-
sivo a las tendencias empiristas y asociacionistas que, arrancando de Bacon
y Hobbes, han llegado a convertirse en rasgos permanentes del pensamien-
to británico. Desde un ángulo estrictamente psicológico, su exigencia de
esclarecer el funcionamiento de la mente como requisito teórico previo a la
consideración de cualquier otro asunto, no sólo ha favorecido el desarrollo
de la psicología moderna, sino que ha proporcionado a ésta uno de sus
principales apoyos intelectuales.
Tomado del comienzo de la segunda parte del Ensayo sobre el entendi-
miento humano (vSobre las idcas »), el texto que sigue expresa con toda pre-
cisión algunas tesis básicas de la posición empirista lockeana: el rechazo de
74 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

las ideas innatas, la afirmación de la experiencia como fuente de toda idea v


la defensa del origen sensorial del conocimiento externo. .

Lecturas recomendadas

GONDRA, J. M., Historia de la psicología. Introducción al pensamiento psicológico


moderno. Vol. 1. Madrid: Síntesis, 1997. El capítulo 2 expone con claridad el
significado de la obra de Locke dentro de la tradición empirista y asociacio-
nista británica.
LOCKE, J., Ensayo sobre el entendim iento humano . México : Fondo de Cultura
Económica, 1956. Texto completo de la obra filos ófica fundamental de
Locke.

El origen de las ideas


[1690]
,.
1. Puesto que todo hombre es consciente de que piensa, y puesto
que aquello de que se ocupa su mente cuando piensa son las ideas que
" '"
hay en ella, no cabe duda de que los hombres tienen en la mente varias
ideas como las que se expresan con las palabras blancura, dure za, dul-
zura, pensamiento, movimiento, hombre, elefante, ejército, borrachera y
otras. Hay que preguntarse entonces en primer lugar: ¿cómo llega a
ellas? Sé que es doctrina recibida que el hombre posee ideas innatas y
caracteres originarios impresos en la mente desde que nace. Ya he exa-
minado ampliamente esta opinión; y supongo que lo que he dicho en el
libro anterior se admitirá mucho más fácilmente cuando muestre de
dónde puede sacar el entendimiento todas las ideas que tiene, y por qué
caminos y grados pueden éstas llegar a la mente; para lo cual apelaré a
la observación y experiencia de cada uno.
2. Supongamos entonces que la mente es, como se dice, un papel en
blanco, limpio de caracteres, sin ideas. ¿Cómo llega a surtirse de ellas?
¿De dónde saca la mente esa enorme provisión de ideas, de variedad
casi infinita, que ha pintado en ella la activa e ilimitada imaginación del
hombre? ¿De dónde se obtienen todos los materiales de la razón y el
conocimiento? A esto respondo con una sola palabra: de la experiencia,
en la cual se fundan todos nuestros conocimientos y de la que éstos se
derivan en última instancia. Nuestra observación, ejercida sobre los
objetos sensibles externos o sobre las operaciones internas de nuestra
mente (que percibimos y sobre las que reflexionamos) es la que propor-
JOHNLOCKE 75

ciona todos los materiales del pensamiento a nuestro entendimiento.


Estas son las dos fuentes del conocimiento, y de ellas brotan todas las
ideas que tenemos o podemos tener de manera natural.
3. En primer lugar, nuestros sentidos, al ocuparse de los objetos sen-
sibles concretos, transmiten a la mente varias percepciones distintas de
las cosas de acuerdo con los diversos modos en que esos objetos les
afectan. Así accedemos a las ideas que tenemos de lo amarillo, lo blan-
co, lo caliente, lo frío, lo blando, lo duro , lo amargo, lo dulce, y a todas las
llamadas cualidades sensibles. Al decir que los sentidos las transmiten
a la mente, lo que quiero decir es que ellos, desde los objetos externos,
transmiten a la mente lo que produce en ella esas percepciones. A esta
gran fuente de la mayor parte de las ideas que tenemos, que dependen
totalmente de nuestros sentidos y son enviadas por ellos al entendi-
miento, la llamo SENSACIÓN.
4. En segundo lugar, la otra fuente desde la que la experiencia sumi-
nistra ideas al entendimiento es la percepción de las operaciones de nues-
tra propia mente en nuestro interior cuando se ocupa de las ideas que oo.

ella tiene. Estas operaciones, cuando el alma las considera y reflexio-


na sobre ellas, proporcionan al entendimiento otro conjunto de ideas
que no se pueden obtener de las cosas externas. Tales son la percepción,
el pensamiento, la duda, la creencia, el razonamiento, el conocimiento, la
voluntad y todas las diferentes actividades de nuestra mente. Al ser
conscientes y observarlas en nosotros mismos, de ellas recibimos ideas
tan distintas en nuestro entendimiento como las que recibimos de los
cuerpos que afectan a nuestros sentidos. Todos los hombres tienen esta
fuente de ideas íntegramente en sí mismos; y aunque no es un sentido
(ya que no tiene nada que ver con los objetos externos) se parece mucho
a un sentido, y se la podría denominar con bastante propiedad sentido
interno. Pero ya que a la otra la llamo sensación, a ésta la llamaré
REFLEXIÓN, puesto que las ideas que ella proporciona sólo se obtie-
nen cuando la mente reflexiona internamente sobre sus propias opera-
ciones. Así, en lo que sigue de este discurso, se entenderá que por
REFLEXIÓN quiero significar la noticia que la mente tiene de sus pro-
pias operaciones y del modo como se realizan, en virtud de la cual llega
a haber ideas de estas operaciones en el entendimiento. Estas dos fuen-
tes, digo (a saber: las cosas materiales externas como objetos de la SEN-
SACION, y las operaciones internas de nuestra propia mente como obje-
tos de la REFLEXIÓN), son para mí las únicas fuentes originales de
donde surgen todas nuestras ideas . Utilizo aquí el término operaciones
en un sentido amplio, para englobar no sólo las acciones de la mente
sobre sus ideas, sino cierto tipo de pasiones que brotan a veces de ellas,
76

como la satisfacción o la inquietud que pueden brotar de cualquier pen-


samiento.
5. En mi opinión, el entendimiento no posee el menor ves tigio de
otras ideas que no reciba de alguna de estas dos fuentes. Los objetos
externos suministran a la mente las ideas de las cualidades sensibles , que
son todas las diferentes percepciones que ellos producen en nosotros;
y la mente suministra al entendimiento las ideas de sus propias opera-
ciones .
Cuando hayamos examinado completamente estas dos fuentes así
como sus diversos modos, combinaciones y relaciones, descubriremos
que ellas contienen toda nuestra provisión de ideas , y que no tenemos
nada en nuestra mente que no venga por alguno de estos dos caminos.
Examine quien quiera sus propios pensamientos y busque exhaustiva-
mente en su entendimiento, y dígame luego si todas las ideas originarias
que hay en él no son sino ideas de los objetos de sus sentidos o de las
operaciones de su mente consideradas como objetos de su reflexión . Y
por grande que sea la masa de conocimientos que imagine tener allí
almacenados, cuando haya considerado el asunto con rigor verá que no
tiene en su mente idea alguna que no haya sido impresa en ella por algu-
na de estas dos fuentes , aunque el entendimiento pueda haberla amplia-
do o combinado con otras de maneras infinitamente variadas. como
veremos después.
6. Quien considere atentamente el estado de un niño cuando viene
al mundo, tendrá pocos motivos para pensar que está lleno de las ideas
que habrán de constituir el material de sus futuros conocimientos. Sólo
gradualmente llegará a ir aprovisionándose de ellas. Y aunque las ideas
de las cualidades evidentes y comunes se imprimen antes de que la
memoria empiece a llevar un registro del tiempo y el orden, pasa tanto
tiempo antes de que el niño se tropiece con alguna cualidad poco
común que no hay muchos hombres que no puedan recordar cuándo
tuvieron conocimiento de ella por primera vez. Y si mereciese la pena,
no cabe duda de que se podría disponer a un niño de tal modo que no
tuviese sino unas pocas ideas comunes hasta la edad adulta. Pero, se
dispongan o no así las cosas, los niños están rodeados de cuerpos que
les afectan constante y diversamente desde que nacen, y reciben en la
mente la impresión de múltiples ideas. La luz y los colores están en todas
partes, con tal de abrir los ojos; los sonidos y algunas cualidades sensi-
bles no dejan de importunar a sus correspondientes sentidos y de abrir-
se paso hasta la mente; y sin embargo, creo que se convendrá fácilmen-
te en que si se encerrase a un niño en un lugar donde no viera sino el
JOHN LOCKE 77

blanco y el negro hasta hacerse mayor, no tendría más ideas del rojo o
del verde que la que tiene del sabor de la ostra o de la piña quien no las
ha probado nunca en la infancia.

[LOCKE, J., An essay concerning human understanding (2 vols.).


Ed., J. W. Yolton. London: Dent, 1967 (vol. 1, pp. 77-79).
Trad., E . Lafuente.]
GEORGE BERKELEY
(1685-1753)

1
De origen irlandés, Be rkeley fue nombrado en 1734 obi spo anglicano de
Cloyne, en su país natal, tras un fracasado intento por fundar un College en
las Bermudas y después de haber sido profesor en el prestigioso Trinity Colle-
ge de Dublín. Su producción de interés para la psicología versa sobre el pro-
blema del conocimiento y la teoría de la visión.
Llevando al límite los principios epistemológicos empiristas -la funda-
mentación del conocimiento en la experiencia-, Berkeley desemboca en una ,' -
perspectiva solipsista. El solipsismo es la teoría segú n la cual los objetos sólo
existen en nuestro pensamiento. Berkeley la defiende afirmando que, puesto
que sólo contamos con la experiencia sensorial de los objetos, es imposible
demostrar qu e nuestras representaciones mentales (ideas) corresponden a
objetos externos (cosas), por lo que aquéllas son lo único que poseemos como
conocimiento del mundo. En el texto seleccionado, el autor razona su postura.
Nótese qu e la posición de Berkeley borra la distinción entre «cualidades
primarias» y «cualidades secundarias» de los objetos. Esta distinción había
sido formulada por Locke y se recoge en el texto de Galileo seleccionado en
este mismo libro. Para Berkeley, las cualidades primarias no existen sin las
secundarias, de modo que no hay razón para considerarlas reales, y por tan-
to los objetos a los cu ales perten ecen esas cualidades tampoco son reales.
Ahora bien, esto puede conducir al escepticismo: si no existe la realidad obje-
tiva, no hay ningún conocimiento al que quepa considerar verdadero. Pero
Berkeley no desea defender una posición escéptica, y por ello intenta evitar
el solipsismo radical acudiendo a la teología: Dios garantiza que nuestras
ideas son cosas reales, pues la mente divina las abarca a todas (las pien sa
permanentemente) y asegura así su existencia objetiva al margen de que
nuestras mentes individuales las contengan o no.

Lecturas recomendadas

BERKELEY, G., Tratado sobre los principios del conocimiento humano. Madrid:
Alianza, 1992. Est e es el libro completo del que se ha extraído el texto. Su lec-
80 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

tura es amena porque la prosa de Berkeley es ágil y su estilo cxpositivo muy


ordenado. El breve prólogo del traductor español, C. Mellizo, constituye ade-
más una buena introducción a las ideas básicas del filósofo .
CASSIRER, E., El problema del conocimiento. Vol. 11. México: Fondo de Cultura
Económica, 1956. El capítulo IV (pp. 237-288) de esta importante obra clási-
ca está dedicado a la teoría del conocimiento de Berkeley.
URSOM, J. O., Berkeley. Madrid: Alianza, 1984. Una buena monografía sobre el
filósofo irlandés, que analiza toda su obra.

Las cosas sólo existen en la mente


[1710]

Que ni nuestros pensamientos, ni las pasiones, ni las ideas formadas


por la imaginación existen sin la mente, es algo que todo el mundo
admitirá. Y no parece menos evidente que las varias sensaciones o ideas
impresas en el sentido, comoquiera que se mezclen y combinen unas
con otras (es decir, cualesquiera objetos que compongan), no pueden
existir sino en una mente que las perciba. [...] La mesa en la que escri-
bo -digo- existe; esto es, la veo y la siento. Y si estando yo fuera de mi
".'
estudio dijera que la mesa existe, lo que yo estaría diciendo es que, si yo
entrara de nuevo en mi estudio, podría percibirla, o que algún otro espí-
ritu está de hecho percibiéndola. [...] Esto es todo lo que yo puedo
entender cuando se emplean éstas y otras expresiones semejantes. Pues
lo que se dice de la existencia absoluta de cosas impensadas, sin rela-
ción alguna con el hecho de ser percibidas, me resulta completamente
ininteligible. Su esse [ser] es su percipi [ser percibido]; y no es posible
que posean existencia alguna fuera de las mentes o cosas pensantes que
las perciben.
[ ... ]
Hay algunos que establecen una distinción entre cualidades prima-
rias y secundarias. Por las primeras entienden la extensión, la figura, el
movimiento, el reposo, la solidez o impenetrabilidad, y el número; por
las segundas entienden todas las demás cualidades sensibles, como los
colores, los sonidos, los sabores y demás. Reconocen que las ideas que
tenemos de éstas no son imágenes de algo que existe fuera de la mente
o no percibido; pero mantienen que nuestras ideas de las cualidades pri-
marias son representaciones o imágenes de cosas que existen indepen-
dientemente de la mente, en una sustancia no-pensante a la que llaman
materia. Por tanto, debemos entender por materia una sustancia inerte
GEORGE BERKELEY 81

e insensible, en la que la extensión, la figura y el movimiento subsisten


de hecho. Pero [...] resulta evidente que la extensión, la figura y el movi-
miento son únicamente ideas que existen en la mente, y que una idea no
puede parecerse más que a otra idea; y que, en consecuencia, ni ellas ni
. sus arquetipos pueden existir en una sustancia no-perceptiva. De lo cual
resulta claro que la misma noción de materia o de sustancia corpórea
implica de suyo una contradicción.
Hay quienes afirman que la figura, el movimiento y el resto de las
cualidades primarias u originales existen fuera de la mente, en sustan-
cias no-pensantes; y quienes afirman esto reconocen al mismo tiempo
que los colores, los sonidos, el calor, el fria y otras cualidades secunda-
rias semejantes no existen fuera de la mente. Y nos dicen que dichas
cualidades son sensaciones que únicamente existen en la mente y que
sólo dependen y son ocasionadas por el diferente tamaño, textura y
movimiento de minúsculas partículas de materia. [...] Ahora bien, si es
verdad que esas cualidades originales están inseparablemente unidas
con las otras cualidades sensibles y no son susceptibles, ni siquiera en
el pensamiento, de abstraerse de ellas, se seguirá claramente de esto que
sólo existen en la mente. Quisiera que todos reflexionasen y trataran de
ver si, mediante algún tipo de abstracción mental, pueden concebir la
extensión y el movimiento de un cuerpo, prescindiendo de todas las
demás cualidades sensibles. Por mi parte, yo veo con claridad que no
tengo el poder de formarme una idea de un cuerpo extenso y móvil, a
menos que le dé a ese cuerpo algún color o alguna otra cualidad sensi-
ble que se reconoce como existente sólo en la mente. [...] (L)a extensión,
la figura y el movimiento, abstraídos de todas las demás cualidades,
resultan inconcebibles. Por tanto, allí donde estén las otras cualidades
sensibles, también deberán estar las primeras; y su lugar habrá de ser la
mente, y ningún otro.
[ ...]
Pero aunque fuera posible que existieran fuera de la mente sustan-
cias sólidas con figura y con movimiento, que se correspondieran con
las ideas que tenemos de los cuerpos, ¿cómo nos sería posible saberlo?
O bien tendría que llegar a nuestro conocimiento mediante los senti-
dos, o bien mediante la razón. Por lo que respecta a nuestros sentidos,
mediante ellos sólo tenemos conocimiento de nuestras sensaciones,
ideas, o aquello que es inmediatamente percibido por el sentido, llamé-
maslo como queramos; pero los sentidos no nos dicen que las cosas
existen fuera de la mente, ni nos dicen tampoco que hay cosas no-per-
cibidas semejantes a aquéllas que percibimos. [...] Sólo nos queda, por
82 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

tanto, aventurar que si tenemos algún conocimiento de las cosas exter-


nas, éste habrá de ser adquirido mediante la razón, la cual inferirá que
dichas cosas existen, basándose en lo que inmediatamente es percibido
por el sentido. Pero ¿cómo podrá la razón inducirnos a creer en la exis-
tencia de cuerpos externos a la mente basándose en lo que percibimos.
cuando hasta los mismos defensores de la materia jamás han preten-
dido que haya una conexión necesaria entre los cuerpos y nuestras
ideas? Todo el mundo admite (y lo que tiene lugar en nuestros sueños.
fantasías y demás, hace de ello algo indiscutible) que es posible que
seamos afectados por las ideas que ahora tenemos, aunque no existan
cuerpos externos que se asemejen a ellas. De lo cual resulta evidente
que no es necesario suponer que existen cuerpos externos para la pro-
ducción de nuestras ideas, pues es posible que, del mismo modo que
éstas se producen a veces sin aquéllos, se produzcan siempre sin su
concurrencia.
[ ...]
[...] (P)or lo que se refiere a las ideas o cosas no-pensantes, nuestro
conocimiento de ellas se ha visto muy oscurecido y confundido, y
hemos sido llevados a errores muy peligrosos al suponer que hay una
doble existencia de los objetos del sentido: una inteligible, o dentro de la
mente, y otra real y exterior a la mente; y de ello se ha deducido que las
cosas no-pensantes tienen en sí mismas una subsistencia natural, dis-
tinta de la de ser percibidas por espíritus. Esto [...] es la raíz misma del
escepticismo. Pues mientras los hombres pensaron que las cosas reales
existían fuera de la mente y que su conocimiento sólo podía conside-
rarse real si se correspondía con cosas reales, no pudieron estar ciertos
de poseer ningún conocimiento real en absoluto.

[BERKELEY, G., Tratado sobre los principios del conocimiento humano.


Madrid: Alianza, 1992 (pp. 55-56, 59-61, 65 Y 108-109).
!
Trad., C. Mellizo.]
I
I
I

•)
DAVID HUME
(1711-1776)

Escocés de Edimburgo, David Hume comenzó a estudiar Derecho en la


Universidad de su ciudad natal, pero abandonó esta carrera para dedicarse a
la filosofía. Pasó unos años en Francia, donde escribió el Tratado de la natu-
raleza humana, su primera obra importante, aunque de escasa repercusión
inmediata. Con el paso del tiempo, Hume refunde sus ideas en la Investiga-
ción sobre el entendimiento humano y gana una cátedra en la Universidad de
Edimburgo, y más tarde otra en la de Glasgow. Durante algunos años volve-
rla a cambiar de residencia, trasladándose a París y después a Londres. En
1769 regresa a Edimburgo, donde -ya retirado- asiste a un rápido creci-
miento de su fama entre los pensadores liberales e ilustrados, de los que él
mismo es un representante conspicuo. De hecho, durante la última etapa de
su vida Hume es especialmente estimado por los círculos políticos y sociales
de las capitales europeas intelectualmente más activas en la época.
Al igual que Berkeley, y como representante de la filosofía empirista,
Hume cree que no hay conocimiento más allá de la experiencia, y que el
conocimiento se basa en asociaciones de sensaciones. Hume no acude a la
mente de Dios, como hacía Berkeley, para salvaguardar la existencia de un
mundo objetivo. Hume quiere evitar el escepticismo recurriendo a una filo-
sofía práctica que renuncia a las certezas absolutas y se contenta con una
fundamentación verosímil de la moralidad.
Pero el texto seleccionado no pertenece a los escritos morales de Hume,
sino a uno de los escritos representativos de su epistemología empirista. Los
DO empiristas pueden verlo como una reducción al absurdo de dicha ep íste-
mologfa, porque en él se defiende que el yo no existe como tal, ya que se
reduce a un goteo de sensaciones inconexas. Es interesante, por otro lado,
comparar esta perspectiva con la de Kant, que estudiaremos más adelante.
Para éste, el yo funciona como un principio activo que garantiza la unidad y
c.ga.nización de la experiencia, aunque él mismo no pueda ser objeto de nin-
cuna experiencia (de ahí la imposibilidad de un conocimiento científico so-
-.re el yo). Para Hume, en cambio, el yo no es más que un escenario donde
lime lugar la representación de las experiencias sensoriales, que se organí-
DIl por sí solas en virtud de las leyes pasivas de la asociación.
84

Lecturas recomendadas
LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSI COLOGÍA

-
AYER, A. J., Hume. Madrid: Alianza, 1988. Presentación de la biografía intelectual
de Hume y su contribución al pensamiento filosófico. El autor de este libro
es, además. uno de los máximos representantes contemporáneos del deno-
minado «emp iri smo lógico».
CASSIRER, E. , El problema del conocimiento. Vol. n. México: Fondo de Cultura
Económica . 1956. El pensamiento de Hume se trata en el capítulo V del
Libro Quinto (pp, 289-332). ...
HUME, D., Inv estigación sobre el conocimiento humano. Madrid: Alian za, 1980.
Exposición madura de sus ideas. Recomendable prólogo de J . de Salas.
HUME, D., Mi vida. Madrid: Alianza. 1985. Un breve y sencillo relato de su propia ..
SIl

ai

-
vida realizado por un Hume al borde de la muerte.

l Ii
Una concepción empirista del yo ;r .-=
[1739]

Hay algunos filósofos que imaginan que somos íntimamente cons-


cientes en todo momento de lo que llamamos nuestro YO; que notamos
su existencia y su continuación en la existencia; y que, más allá de la evi-
~.
i_
.
lIIIi
Al

~-
dencia de cualquier demostración, están seguros tanto de su perfecta

:...
identidad como de su simplicidad perfecta. La sensación más fuerte , la ~. -
pasión más violenta -dicen-, en lugar de di straemos de esta idea, no '.11
hacen sino fijarla más intensamente, y nos obligan a considerar su [
influencia sobre el yo, bien por su dolor, bien por su placer. Intentar
demostrar más esto sería debilitar su evidencia, ya que ni se puede deri-
var una demostración de un hecho del que somos tan íntimamente
~~
conscientes, ni hay nada de lo que podamos estar seguros si dudamos
de esto.
Desgraciadamente, todas estas rotundas afirmaciones son contra-
rias a la misma experiencia que se alega en su favor, y no tenemos nin-
guna idea del yo según aquí se explica. Porque, ¿de qué impresión po-
dría derivarse esta idea? Es imposible responder a esta cuestión sin
contradicción y absurdo manifiestos; y sin embargo es una cuestión a la
que hay que dar respuesta necesariamente si queremos que la idea del
yo se tenga por clara e inteligible. Ha de ser una impresión lo que oca-
sione toda idea real. Pero el yo o la persona no es ninguna impresión,
sino aquello a lo que nuestras diversas impresiones supuestamente se
refieren. Si una impresión cualquiera ocasionase la idea del yo, esa
impresión debería permanecer invariable durante todo el transcurso de
:>CÍA DAVID HUME 85

nuestra vida, ya que se supone que el yo existe de ese modo. Pero no hay
ninguna impresión que sea constante e invariable. El dolor y el placer,
tuaJ la pena y la alegria, las pasiones y las sensaciones, se suceden unas a
ibro otras, y no existen nunca todas al mismo tiempo. No puede ser de éstas,
eno- pues, ni de ninguna otra impresión de donde se derive la idea del yo; en
consecuencia, no hay tal idea.
tura
del Pero además, ¿qué pasaría con todas nuestras percepciones concre-
tas, según esta hipótesis? Todas ellas son diferentes, distinguibles y
~80. separables unas de otras, y pueden ser consideradas separadamente, y
pueden existir separadamente, y no tienen necesidad de nada que las
ipia sostenga en la existencia. ¿De qué modo pertenecen al yo entonces, y
cómo están conectadas con él? Por mi parte, cuando entro íntimamen-
te en lo que llamo mi yo, siempre tropiezo con una u otra percepción
concreta de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. En
ningún momento puedo sorprenderme a mí mismo (a mi yo) sin alguna
percepción, y nunca puedo observar nada sino la percepción. Cuando
mis percepciones desaparecen por algún tiempo, como durante el sue-
ño profundo, en ese tiempo soy insensible de mí mismo (de mi yo) , y
05- puede decirse con verdad que no existo. Y si todas mis percepciones
las desapareciesen con la muerte, y no pudiese ni pensar, ni sentir, ni ver, ni
:vi- amar, ni odiar después de la desintegración de mi cuerpo, estaría total-
cta mente aniquilado, y no concibo qué más se necesita para convertirme
, la en una perfecta inexistencia. Si después de una reflexión seria y sin pre-
no juicios hay alguien que cree tener una noción diferente de su yo , debo
su confesar que ya no puedo seguir razonando más con él. Todo lo que
tar puedo concederle es que acaso esté tan en lo cierto como yo, y que
.ri- somos esencialmente diferentes a este respecto. Quizá él perciba algo
líe simple y continuo a lo que llama su yo, aunque yo estoy seguro de que
lOS no hay tal principio en mí.
Pero dejando a un lado a algunos metafísicos de esta clase, puedo
:'3.-
atreverme a afirmar del resto de la humanidad que no son sino un haz
m- o colección de distintas percepciones que se suceden unas a otras con
o- inconcebible rapidez y están en perpetuo flujo y movimiento. Nuestros
dn ojos no pueden girar en su órbitas sin que varíen nuestras percepciones.
la Nuestro pensamiento es aún más variable que nuestra vista, y todos
lel nuestros sentidos y facultades restantes contribuyen a este cambio; y no
:a- hay ni una sola potencia del alma que permanezca inalterablemente
n, idéntica, quizá ni por un momento. La mente es una especie de teatro
se donde varias percepciones hacen su entrada sucesivamente; pasan,
sa vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una variedad infinita de dis-
:le posiciones y situaciones. No hay en ella propiamente ni simplicidad en
86 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

un momento dado, ni identidad en momentos diferentes, por muy pre-


dispuestos que estemos naturalmente a imaginar esa simplicidad y esa
identidad. La comparación con el teatro no debe desorientarnos. Son
sólo las percepciones sucesivas lo que constituye la mente, y no tenemos
la más remota noción del lugar en que se representan estas escenas ni
de los materiales de los que está compuesto.

[HUME, D., A treatise of human nature.


Edited with an introduction by E. C. Mossner. Harmondsworth,
Middlesex: Penguin, 1969 (pp. 299 -301). Trad., E. Lafuente.]

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JULIEN OFFRAY DE LA METTRIE
(1709-1751)

La Mettrie es oriundo de la Bretaña francesa. Aunque su familia le intro-


.duce en la carrera eclesiástica, termina estudiando medicina y trabajando
como médico. Se ve influido por la iatromec án íca , una corriente médica de
carácter mecanicista bastante extendida en los siglos XVII y XVIII . La Mettrie
lleva al límite este tipo de mecanicismo y sus propios compañeros de profe-
sión se muestran reacios ante sus tesis, a la vez que el mundo religioso se
escandaliza por alguna de sus afirmaciones. Esto, unido al carácter vehe-
mente de La Mettrie y su relación con los círculos aristocráticos libertinos de " -.,
París, le conduce a un enfrentamiento con gran parte de sus colegas, de re-
sultas del cual acaba marchándose a Holanda, de donde también tendrá que
huir, esta vez -y de modo definitivo- a Berlín, protegido por Federico lI.
La Mettrie fue un representante del materialismo mecanicista francés,
corriente intelectual que durante el Siglo de las Luces cuestionó el privile-
gio de la razón humana como una especie de don divino de carácter espi-
ritual e independiente de las le yes naturales. Tal como se aprecia en el tex-
to seleccionado, La Mettrie extiende al ser humano la definición cartesiana
del animal-máquina, adoptando una perspectiva mecanicista generalizada.
Sin embargo, adviértase cómo al mismo tiempo supone que la materia
orgánica, aun siendo mecánica, posee una propiedad inherente: el movi-
miento, que además es definitorio del alma.

Lecturas recomendadas
BOAKEs, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conduc tismo. Ma-
drid: Alianza, 1989. Sobre La Mettrie véase el capítulo 4.
LA METTRIE, J. O., El hombre máquina. Madrid: Alhambra, 1987. Ed. a cargo de
J . 1. P érez Calvo. Esta edición es particularmente útil porque contiene un
bu en material didáctico compleme ntario (véanse sobre todo la "Presenta-
cíón- . la "Cronología» y el «Dossier ínforrnativo »).
TOULMIN. S. y GOODFIELD, J., The architecture of matter. Harmondsworth, Middle-
sex: Penguin, 1965. Uno de sus capítulos trata so bre el mecanicismo en biolo-
gía . En él se analiza la obra de La Mettrie, entre otras (véanse las pp . 349-384).
88 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGí" . .L1E..... OFFR.~

El alma es una parte más de la máquina corporal 5) El e


mej-
[1747] han
mo\
[...] (P)uesto que todas las facultades del alma dependen de la pro- chal
pia organización del cerebro y de todo el cuerpo hasta el punto de que misi
ellas no son más que esta misma organización, ¡ved aquí una máquina
6) El e
bien ilustrada! Pues bien, aunque solamente el hombre hubiese recibi-
do como herencia la ley natural, ¿sería por ello menos máquina? Unas
de L
ruedas, algunos resortes más que en los animales más perfectos, el cere- que
este
bro proporcionalmente más cercano al corazón, y recibiendo también
más sangre por la misma razón; en fin, ¿qué sé yo? , causas desconoci-
altu
das producirían esta conciencia delicada, tan fácil de herir, estos remor- zas.
u04
dimientos que no son extraños a la materia como tampoco lo es el pen-
samiento, y en una palabra, todas las diferencias que supongamos. 7) Cog
¿Bastaría la organización para [explicar] todo? Sí, una vez más. Puesto obs
que el pensamiento se desarrolla visiblemente con los órganos, ¿por qué mis
la materia de la que están hechos no sería también susceptible de tener ani:
remordimientos, una vez que ella ha adquirido con el tiempo la facul-
tad de sentir? 8) Lal
duc
El alma no es, pues, más que una palabra vacía de la que no se tie- tes
ne idea y de la que una buena inteligencia no debe servirse más que para tier
nombrar la parte que piensa en nosotros. Dado el más pequeño princi-
pio de movimiento, los cuerpos animados tendrán todo lo que les hace 9) Un
falta para moverse, sentir, pensar, arrepentirse y conducirse, en una un
palabra, en lo físico y en lo moral [que depende de lo físico]. pe2
po
No suponemos nada. Los que crean que no han sido superadas too
todas las dificultades encontrarán experiencias que acabarán de satis- esto
facerles: peI
1) Todas las carnes de los animales palpitan después de la muerte, 10) Lo
tanto más tiempo cuanto más fr ío sea el animal y menos trans- se
pire. Las tortugas, lagartos, serpientes, etc., dan fe de ello. ha
2) Los músculos separados del cuerpo se contraen cuando se los Hemos
pincha. para prob
parte de k
3) Las entrañas conservan largo tiempo su movimiento peristáltico
propio y (
o vermicular.
movimien
4) Una sim ple inyección de agua caliente reanima el corazón y los realizan si
músculos [...]. con la cirt
JUUEN OFFRAY DE LA METTRIE 89

5) El corazón de la rana, sobre todo expuesto al sol, y todavía


mejor, sobre una mesa o un plato caliente, se mueve durante una
hora o más después de haber sido arrancado del cuerpo. ¿El
movimiento parece perdido totalmente? No hay más que pin-
char el corazón y este músculo late otra vez. Harvey ha hecho la
misma observación sobre los sapos.
6) El canciller Bacon, autor de primer orden, habla en su Historia
de la vida y de la muerte de un hombre convicto de traición, al
que se abrió vivo para arrancarle el corazón y arrojarlo al fuego:
este mismo músculo saltó perpendicularmente, primero a la
altura de un pie y medio, y después, a medida que perdía fuer-
zas, continuaba saltando cada vez a menos altura durante siete
u ocho minutos.
7) Coged un pollito todavía en el huevo, arrancadle el corazón,
observaréis los mismos fenómenos con poco más o menos las
mismas circunstancias. El solo calor del aliento reanima a un
animal a punto de perecer en la máquina neumática. [oo.]
8) La oruga, los gusanos, la araña, la mosca y la angula ofrecen, sin
duda, las mismas cosas a considerar, y el movimiento de las par-
tes cortadas aumenta en el agua a causa del fuego que ésta con-
tiene.
9) Un soldado borracho se llevó de un golpe de sa ble la cabeza de
un pavo. Este animal continuó de pie, luego caminó, corrió; tro-
pezando con una pared, se volvió, batió las alas al mismo tiem-
po que continuó corriendo y por fin cayó. Extendido en tierra,
todos los músculos de este pavo se agitaron todavía. Yo he visto
esto y es fácil ver más o menos estos fenómenos en los gatos y
perros pequeños a los que se ha cortado la cabeza.
10) Los pólipos hacen algo más que moverse después de su sección:
se reproducen en ocho días en tantos animales como partes
hayan sido cortadas. [oo.]
Hemos presentado muchos más hechos de los que son necesarios
para probar de una manera incontestable que cada pequeña fibra, o
parte de los cuerpos organizados, se mueve por un principio [que le es]
propio y cuya acción no depende de los nervios, como sucede en los
mo vimientos voluntarios, puesto que los movimientos en cuestión se
realizan sin que las partes que los manifiestan tengan ninguna relación
con la circulación.
90 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

[.oo]
¿Es necesario todavía más [...] para probar que el hombre no es más
que un animal, o un ensamblaje de resortes, que se encajan los unos con
los otros, sin que se pueda decir por qué punto del círculo humano ha
comenzado la naturaleza? Si estos resortes difieren entre ellos no es
más que por el lugar que ocupan y por algunos grados de fuerza, pero
nunca por su naturaleza; y por consiguiente el alma no es más que un
principio de movimiento o una parte material sensible del cerebro, que
se puede mirar (sin temor a error) como un resorte principal de toda la
máquina, que tiene intluencia sobre todos los otros, e incluso parece
haber sido hecho el primero, de manera que todos los otros no serian Al!
más que una emanación [...]. ~
.-un
p..Ej
[LA METTRIE, J. O., El hombre máquina. aoya¡
Madrid: Alhambra, 1987 (pp. 85-88 Y 95-96). irJfnbI
Trad., J. L. Pérez Calvo.] .aose
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Boimo;{
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cuI
COLOGiA
DAVID HARTLEY
(1705-1757)

es más
lOS con
ian o ha
;¡ no es
a, pero
que un
ro, que
toda la
parece
serian Aunque estaba destinado a seguir la carrera eclesiástica, como su padre,
Hartley se orientó más bien hacia el estudio de las matemáticas y la ciencia
natural, que compaginó con el de la teología en la Universidad de Cambrid-
ge. Ejerció como médico con un éxito notable, y llegó a ser miembro de la
quina. Royal Society. En 1749 publicó su obra principal, Observaciones sobre el
~5-96). hombre, su constitución, sus deberes y sus esperanzas, que tardó dieciocho
:alvo.] años en componer.
Hartley ha pasado a la historia de la psicología por su esfuerzo pionero
en psicofisiología, campo en el que combinó las influencias de Newton y Loe-
ke en un intento de construir un sistema de fundamentación neurológica de
la asociación mental. El carácter aún especulativo de su enfoque no le impi-
dió tener perspicaces intuiciones sobre cuestiones tan empíricas como las de
la localización cerebral de las funciones psicológicas o la especificidad de la
energía nerviosa, entre otras, que la investigación posterior iba a encargarse
de explorar sistemá ticamente. La extensión del principio asociativo a los
movimientos corporales ha sido uno de los rasgos de la contribución de Har-
tley que más han valorado las tendencias psicológicas comportamentalistas
de nuestro tiempo.
En el siguiente fragmento , extraído de las Observaciones sobre el hom-
bre..., se formula con claridad el objetivo principal de esta obra fundamental
de Hartley, a la par que se recogen algunas de las explicaciones derivadas de
su esfuerzo por integrar la doctrina de la asociación con la de las vibraciones
nerviosas. La influencia de Newton se echa de ver tanto en el contenido del
texto, que adopta el supuesto de la naturaleza vibratoria de los nervios, como
en su forma, refl ejo del método y estilo argumentativos de los Principia new-
tonianos.

Lecturas recomendadas
BORING, E. G., Historia de la psicologíaexperimental. México: Trillas, 1978. El gran
historiador de la psicología experimental estudia la figura de Hartley como
culm inación del empirismo británico (pp. 216-222).
92 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA DAVID HAR

QUINTANA, J., «La neuropsicología asociacionista de D. Hartley». En E . Quiñones. Proposici


F. Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología . Textos y comenta- prime
rios. Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 138-149). Comentario a un texto extraído del bro, v
mismo libro de donde procede el que nosotros hemos seleccionado.
les pa:

Estas
Vihración nerviosa y asociación mental las peque
péndulos
[1749] vibración
turben n:
Mi propósito principal en el siguiente capítulo es explicar breve- cerebro.
mente, demostrar y aplicar las doctrinas de las vibraciones y de la aso- cuerdas J
ciación. La primera de estas doctrinas está tomada de las sugerencias nunca Si
sobre la acción de la sensación y el movimiento que Sir Isaac Newton de la acc:
ha indicado al final de sus Principia, yen las Cuestiones anejas a su Opti-
ca; la segunda, de lo que Mr. Locke y otras personas de ingenio que le [. .. ]
han seguido han declarado sobre la influencia de la asociación en nues-
tras opiniones y afectos, y su uso para explicar de manera exacta y pre- Proposici
cisa aquellas cosas que suelen atribuirse al poder del hábito y la cos- cierto.
tumbre de manera general e indeterminada. narse
A primera vista puede parecer que la doctrina de las vibraciones no
tiene conexión con la de la asociación. Sin embargo, si de hecho se halla Adver
que estas doctrinas contienen respectivamente las leyes de las faculta- sensacioi
des corporales y mentales, deben estar relacionadas entre sí, ya que el llamarse
cuerpo y la mente lo están. Se podría esperar que de las vibraciones se se forma
derivase la asociación como efecto, y que la asociación apuntase a las las ideas
vibraciones como causa. En el presente capítulo intentaré poner de ma- constar (
nifiesto esta relación mutua. pías sens

El método apropiado de filosofar parece ser el de descubrir y esta-


blecer las leyes generales de la acción que afectan al sujeto examinado Proposici
a partir de ciertos fenómenos escogidos bien definidos y comprobados, do, pt
y explicar y predecir los demás fenómenos por medio de estas leyes. vibra.
Este es el método del análisis y la síntesis recomendado y seguido por minie
Sir Isaac Newton.
Esta ,
No podré llevar a cabo nada de esto con la exactitud que el lector nes sens
podría esperar en cuanto a las doctrinas de las vibraciones y la asocia- lugar y li
ción ya sus leyes generales, dada la gran complejidad, extensión y nove- grado.
dad del tema. Sin embargo intentaré realizar un esbozo, de la mejor
manera posible, que sirva de ayuda a los futuros investigadores. Esta
nes, cua
[ ...] 'sin o que
:OLOGíA DAVID HARTLEY 93

riñones, Proposición IV.- Los objetos externos impresos en los sentidos causan,
omenta- primero en los nervios sobre los que se han grabado y luego en el cere-
aído del bro, vibraciones de las pequeñas y -podríamos decir- infinitesima-
les partículas medulares.

Estas vibraciones son movimientos hacia adelante y hacia atrás de


las pequeñas partículas; de la misma clase que las oscilaciones de los
péndulos y el temblor de los cuerpos sonoros. Deben concebirse como
vibraciones extraordinariamente cortas y pequeñas, para que no per-
turben ni alteren lo más mínimo el agregado total de los nervios o el
breve- cerebro. Porque el que sean los nervios mismos los que vibren como
la aso- cuerdas musicales es completamente absurdo; y es algo que no afirmó
rencias nunca Sir Isaac Newton ni ninguno de cuantos han adoptado su noción
[ewton de la acción de la sensación y el movimiento por medio de vibraciones.
u Opti-
que le [ ... ]
:l nues-
l y pre-
Proposición VIll.- Cuando las sensaciones se repiten a menudo, dejan
la cos- ciertos vestigios, tipos o imágenes de sí mismas que pueden denomi-
narse ideas simples de la sensación.
mes no
;e halla Advertí en la Introducción que aquellas ideas que se asemejan a las
aculta- sensaciones se llamaban ideas de la sensación; y también que podían
que el llamarse ideas simples, en comparación con las ideas intelectuales que
»nes se se forman a partir de ellas, y cuya esencia misma es ser complejas. Pero
.e a las las ideas de la sensación no son enteramente simples, ya que tienen que
de ma- constar de partes tanto coexistentes como sucesivas, igual que las pro-
pias sensaciones productoras. [... J.

y esta-
ninado Proposición IX- Cuando las vibraciones sensoriales se repiten a menu-
ibados. do, producen en la sustancia medular del cerebro una disposición a las
; leyes. vibraciones diminutas (que pueden llamarse también vibraciúnculas y
do por miniaturas), que se corresponden respectivamente a sí mismas.

Esta correspondencia de las vibraciones diminutas con las vibracio-


1 lector nes sensoriales originales consiste en esto, en que concuerdan en tipo,
asocia- lugar y línea de dirección; y difieren sólo en ser más débiles, esto es, en
v nove- grado.
mejor
Esta proposición se sigue de la anterior. Porque ya que las sensacio-
DeS, cuando se repiten a menudo, producen ideas, no puede suceder
sino que esas vibraciones que acompañan a las sensaciones produzcan
94 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

algo que acompañe a las ideas de manera semejante; y esto no puede ser
sino vibraciones más débiles que concuerden en clase, lugar y orienta-
ción con las vibraciones sensoriales productoras. [...]

Proposición x.- Cualesquiera sensaciones A, B, e, etc., al asociarse entre


lISII
sí un número suficiente de veces, adquieren tal poder sobre las ideas
correspondientes a, b, c, etc. que cualquiera de las sensaciones A.
cuando se grabe sola, podrá excitar en la mente b, c, etc., las ideas de
las demás.

Puede decirse que las sensaciones están asociadas cuando sus 1*


impresiones se producen exactamente en el mismo instante de tiempo
o en instantes sucesivos contiguos. Podemos clasificar por tanto la aso-
ciación en dos tipos, el sincrónico y el sucesivo. EaB
La influencia de la asociación en nuestras ideas, opiniones y afectos
es tan grande y evidente que raramente ha escapado a la atención de
ningún autor que se haya ocupado de ellos, aunque la palabra asocia-
ción, en el sentido particular que se le asigna aquí, fuera puesta en uso
por primera vez por Mr. Locke. Pero todo lo que ha sido transmitido por
los antiguos y los modernos sobre el poder del hábito, la costumbre, el
ejemplo, la educación, la autoridad, el prejuicio, el modo de aprender
las artes manuales y liberales, etc. se apoya en esta doctrina como en su
fundamento, y puede considerarse que la especifican en distintas cir-
cunstancias. Empiezo aquí por el caso más sencillo, y continuaré con
casos cada vez más complejos hasta agotar lo que he pensado sobre este
tema.
Esta proposición, el primer caso de la asociación y también el más
sencillo, se manifiesta a partir de innumerables observaciones corrien-
tes. Así, los nombres, los olores, los sabores y las cualidades tangibles de
los cuerpos naturales, sugieren sus apariencias visibles a la fantasía,
esto es, excitan sus ideas visibles; y viceversa, sus apariencias visibles
grabadas en el ojo suscitan esas facultades de reconocer sus nombres,
olores, sabores y cualidades tangibles, que -como se ha señalado más
arriba- pueden llamarse sin impropiedad sus ideas; y en algunos casos
suscitan ideas que pueden compararse en vivacidad con las visibles.
Todo lo cual se debe claramente a la asociación de las diversas cualida-
des sensibles de los cuerpos con sus nombres y entre sí. [...]. Otros casos
del poder de la asociación pueden obtenerse de las impresiones com-
plejas visibles y audibles. Así, la visión de parte de un gran edificio
sugiere instantáneamente la idea del resto; y el sonido de las palabras
.OGÍA DAVID HARTLEY 95

e ser con que empieza una frase bien conocida trae en orden a nuestra
enta- memoria la parte restante, siendo la asociación de las partes sincrónica
en el primer caso y sucesiva en el segundo. [...].
Debe observarse también que el poder de la asociación se va debili-
mtre tado a medida que aumenta el número de impresiones sincrónicas o
'deas sucesivas, y que no se extiende con la debida fuerza más que a un núme-
!S A, ro pequeño de impresiones en los casos iniciales y más sencillos. Pero
ts de en los casos complejos, o en las asociaciones de asociaciones en que la
memoria en toda su extensión consiste, se hallará que las facultades de
la mente [oo.] son mucho mayores de lo que cualquier persona que
empieza a introducirse en estas investigaciones podría imaginar.
sus
mpo
aso- [HARTLEY, D., Observations on man o
En B. Rand, The classical psychologists. Bastan: Houghton Mifflin Co.,
ectos 1912 (pp. 315-316, 319 y 320-325). Trad., E. Lafuente.]
.n de
acia-
l uso
) por
re, el
nder
en su
; cir-
~ con

~ este

más
rien-
es de
.as ía,
.ibles
bres.
más
casos
ibles.
tlida-
casos
corn-
ificio
ibras
ÉTIENNE BONNOT DE CONDILLAC
(1715-1780)

Condillac nació en Grenoble y estudió teología en París. Ordenado sacer-


dote en 1740 , su vida fue más bien la de un filósofo mundano. Tuvo estrecha
relación con los pensadores franceses más importantes de su época (Diderot,
D'Alembert, Voltaire, Rousseau...), entre los cuales destacó principalmente
por su decidida defensa de una doctrina sensualista en la que se echa de ver
la profunda deuda intelectual con Locke (por «sensualismo» se entiende la
tendencia filosófica que reduce a sensaciones todos los procesos mentales).
En su obra más conocida, el Tratado de las sensaciones (1754), Condillac
argumentó sus puntos de vista recurriendo a una famosa imagen: la de una
estatua que dotada inicialmente de un único sentido iría adquiriendo pasi-
lamente a partir de él todas las funciones mentales.
Nuestro texto recoge unos fragmentos en los que se ilustra este proceso.
Iniciado con una sentida expresión de gratitud del autor hacia su difunta
amiga e interlocutora la señorita Ferrand, a quien atribuye la paternidad de
la célebre idea de la estatua, el Tratado pasaba después revista a los distintos
procesos psicológicos, que se interpretaban meramente como el resultado de
los diferentes modos de darse las sensaciones. Como podrá advertirse fácil -
mente, Condillac llevaba más allá de Locke la posición sensualista, ya que
también la reflexión -un proceso que para el filósofo inglés era indepen-
diente de la sensación- quedaba aquí convenientemente «sensualizada»,
El pensamiento de Condillac ejerció una gran influencia en algunos de
sus contemporáneos (La Mettrie, Helvetius, d'Holbach), que lo continuaron
y modificaron imprimiéndole una dirección materialista y atea. La huella del
sensuallsmo es asimismo perceptible en los ideólogos franceses y en el posi-
livismo posterior.

Lcturas recomendadas
CosnILLAC,E. B., Lógica y Extracto razonado del Tratado de las sensaciones. Bue-
nos Aires: Aguilar, 1982 (S." ed.). El Extracto es un resumen de la obra más
importante de Condillac, redactado por el propio autor y añadido como
apéndice a ella en su edición de 1788.
98 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA m
GINZO, A., La ilustración francesa. Entre Voltaire y Rousseau. Madrid: Cincel, l'
áI
1985. Aunque no dedica mucha atención a Condillac, esta es una útil aproxi-
mación introductoria al pensamiento francés del Siglo de las Luces. •

Un enfoque sensualista de la vida mental L


[1754]

[...] Sintió ella [Mlle . Ferrand] la necesidad de considerar nuestros


sentidos separadamente, de distinguir con precisión las ideas que debe- 11:
el
mos a cada uno de ellos, y de observar cómo se van instruyendo pro-
Sil
gresivamente y se van prestando mutuas ayudas.
Para llegar a este punto nos imaginábamos una estatua que estuvie-
ra organizada en su interior igual que nosotros y animada de un espíri- h
tu privado de toda clase de ideas. Suponíamos además que el exterior, S
todo de mármol, no le permitía el uso de ninguno de sus sentidos, y nos JI
reservábamos la libertad de írselos concediendo según nuestra elección n
D
a las diferentes sensaciones de que son susceptibles.
q
Creímos conveniente empezar por el olfato, pues de todos los senti-
dos es el que parece que menos contribuye a los conocimientos del es-
píritu humano. Después siguieron los demás siendo objeto de nuestra •
el
atención, y una vez considerados por separado y luego reunidos vimos
D
que la estatua llegaba a ser un animal capaz de velar por su propia con-
servación.
El principio que determina el desenvolvimiento de sus facultades es a
sencillo; las mismas sensaciones le contienen, pues siendo todas agra- ji
JI
dables o desagradables necesariamente, a la estatua le interesa gozar de
unas y evitar las otras. Podemos, pues, convencemos de que este interés •
es suficiente para dar lugar a las operaciones del entendimiento y de la
voluntad. El juicio, la reflexión, las pasiones, los deseos, etc., no son
más que la sensación misma que se transforma en modos diferentes.
Por eso nos ha parecido inútil suponer que el alma recibe inmediata-
"
mente de la Naturaleza todas las facultades de que está dotada. La
Naturaleza nos da órganos que nos advierten por medio del placer y del
dolor de lo que debemos buscar y de lo que debemos huir. Pero se detie- e
ne ahí y deja a la experiencia el cuidado de hacernos contraer la cos-
J
tumbre y terminar así el trabajo que ella comenzó.
Es éste un nuevo objeto, y muestra cuán sencillos son los caminos e
del Autor de la Naturaleza. ¿No es de admirar que le haya bastado hacer e
ÉTIENNE BONNOT DE CONDILLAC 99
l' j1l'/
al hombre sensible al placer y al dolor para que nazcan de él ideas, de-
seos, costumbres y talentos de todas clases?
[..J

I. De los primeros conocimientos de un hombre limitado al sentido del


olfato

1. Los conocimientos de nuestra estatua limitada al sentido del olfa-


to, no pueden extenderse más que a los olores. No puede tener ideas de
extensión, de figura, ni de nada que esté fuera de ella, o fuera de sus sen-
saciones tales como las de color, sonido o sabor.
2. Si le presentamos una rosa, para nosotros será una estatua que
huele una rosa; pero para ella no será más que el olor mismo de esa flor.
Será, pues, olor de rosa, de clavel, de jazmín, de violeta, según los obje-
tos que obren sobre su órgano. En una palabra: los olores no son, a este
respecto, más que sus propias manifestaciones o maneras de ser; y ella
no sabría creerse otra cosa, puesto que son las únicas sensaciones de
que es susceptible.
--
3. Que los filósofos a los cuales les parece tan evidente que todo es
material, se pongan en su lugar por un momento, y que se imaginen
cómo podrían ni sospechar que existe cosa alguna parecida a lo que
nosotros llamamos materia.
4. Con esto podemos ya convencemos de que sería suficiente
aumentar o disminuir el número de los sentidos para que formáramos
juicios muy diferentes de los que nos parecen hoy tan naturales; y nues-
tra estatua limitada al olfato puede damos una idea de aquella clase de
seres cuyos conocimientos son menos extensos.

1I. De las operaciones del entendimiento de un hombre limitado al senti-


do del olfato y de cómo los diferentes grados de placer y dolor son el
principio de estas operaciones

1. Al primer olor, la capacidad de sentir de nuestra estatua está toda


ella en la impresión que se manifiesta sobre su órgano. Esto es lo que
yo llamo atención.
2. Desde este momento empieza a gozar o a sufrir, porque si la capa-
cidad de oler está por completo en un olor agradable, es gozo, pero si
está en olor desagradable, es sufrimiento.
100 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA ÉTtE."'i:

3. [...] (L)a estatua, que en el primer momento no siente más que el 2.


dolor que sufre, ignora si éste puede dejar de ser dolor para convertirse esta 1
en otra cosa o para no ser nada. cuent
camb
4. Cuando se haya dado cuenta de que puede cesar de ser lo que es, que e
para volver a ser lo que era, veremos como nacen sus deseos, de un esta-
do de que compara con otro estado de placer, y que la memoria vendrá 3.
a recordarle. Por este artificio, pues, el placer y el dolor son el único ment
principio que, determinando las operaciones de su alma, la irán llevan- tiemp
do gradualmente a todos los conocimientos de que es capaz; y para des-
cubrir los progresos que puede hacer bastará con observar los placeres ¡TI/. e
que tiene que desear, los sufrimientos que tiene que temer, y la influen-
1.
cia de unos y otros según las circunstancias. [...]. ción,
6. [...] (E)l olor que ha sentido no se le borra por completo en cuan- que t
to el cuerpo odorífico deja de actuar sobre su órgano; queda siempre conos
una impresión más o menos fuerte según la atención haya sido más o pasio
menos viva. He aquí la memoria. [...]. extraJ
clusic
14. Si después de haber olido varias veces una rosa y un clavel, vuel- tades
ve a oler una vez más la rosa, la atención pasiva que se debe al olfato nosp
estará toda ella en el olor presente de la rosa, y la atención activa que se mayo
debe a la memoria estará repartida entre los olores que se recuerdan de
2.
la rosa y el clavel. Ahora bien, los modos de ser no pueden repartirse la
Dar, <:
capacidad de sentir, sin compararse, pues comparar no es otra cosa que
ción,
prestar atención a dos ideas a la vez.
ras d
15. En cuanto hay comparación hay juicio. Nuestra estatua no pue- quen:
de estar atenta al mismo tiempo al olor de la rosa y al del clavel sin per- atenn
cibir que el uno no es el otro; ni puede estar al olor de la rosa que está clusic
oliendo y al de la rosa que ya ha olido sin percibir que son una misma 3.
modificación. Así pues, un juicio no es más que una percepción de una indife
relación entre dos ideas que se comparan. grade
[ ...] lIado
facuh

VI. Del yo o de la personalidad de un hombre limitado al olfato

1. Al ser nuestra estatua capaz de memoria, no es un olor, sin acor-


darse de que ha sido otro. He aquí su personalidad. Porque si ella pudie-
ra decir yo, lo diría en todos los instantes de su duración, y cada vez su
yo abarcaría todos los momentos cuyo recuerdo conserva.
.OGíA ÉTIENNE BONNOT DE CONDILLAC 101

ue el 2. Realmente, no lo diría al primer olor, pues lo que se entiende por


tirse esta palabra no me parece que le conviene más que a un ser que se da
cuenta de que, en el momento presente, ya no es lo que era. Mientras no
cambia, existe sin reparar en sí mismo; pero en cuanto cambia, juzga
le es, que es el mismo que había sido antes de tal manera; y dice: yo.
esta-
ndrá 3. [...] Su yo es, por tanto, la colección de sensaciones que experi-
meo menta y los que le re cuerda la memoria. En una palabra: es al mismo
.van- tiempo la conciencia de lo que es y el recuerdo de lo que fue.
des-
ceres VII. Conclusión de los capítulos precedentes
uen-
1. Habiendo probado que nuestra estatua es capaz de dar su aten-
ción, de acordarse, de comparar, de juzgar, de discernir, de imaginar;
uan- que tiene nociones abstractas, ideas de número y de duración; que
npre conoce verdades generales y particulares; que forma deseos, siente
láso pasiones, ama, odia, quiere; que es capaz de esperanza, de temor, de
extrañeza; y que, en fin , contrae costumbres, debemos llegar a la con-
clusión de que, con un solo sentido, el entendimiento tiene tantas facul-
vuel- tades como con los cinco reunidos. Ya veremos que lo que parece ser-
lfato nas particular no es más que las mi smas facultades que se aplican a un
le se mayor número de objetos.
nde
2. Si consideramos que recordar, comparar, juzgar, discernir, imagi-
se la
nar, extrañarse, tener ideas abstractas, tenerlas de número y de dura-
. que
ción, conocer verdades generales y particulares, no son más que mane-
ras de estar atento; que tener pasiones, amar, odiar, esperar, temer y
pue-- querer no son más qu e diferentes modos de desear; y por último, estar
per- atento y desear no son más, en su origen, que sentir, llegaremos a la con-
está clusión de que la sensación abarca todas las facultades del alma.
isma 3. Si consideramos, en fin, que no hay sensaciones absolutamente
una indiferentes, llegaremos de nuevo a la conclusión de que los diferentes
grados de placer y de dolor son la ley, siguiend o la cual se ha desarro-
llado el germen de todo lo que somos, para producir todas nuestras
facultades.

[CONDILLAC, E. B. , Tratado de las sensaciones.


En J. Marías, La filosofía en sus textos, n. De Descartes a Dilthey .
Barcelona : Labor, 1963 (2.a ed.) (pp. 574-577 y 587-588).
Trad. , J. Marías.]
JEAN JACQUES ROUSSEAU
(1712-1778)

J. J. Rousseau nació en Ginebra. Su vida y su carácter fueron expuestos


por él mismo en las Confesiones (libro póstumo, publicado en 1782) como los
de «u n hombre en toda la verdad de su naturaleza». Relacionado primera-
mente con los Enciclopedistas, muy pronto se separó de ellos y sostuvo una
larga y penosa lucha con VoItaire. Su pensamiento, íntimamente ligado con
su experiencia vital, ha sido calificado como de «existencia¡" o, lo que es lo
mismo, más como un producto de las exigencias morales y sociales que de la
especulación racional.
La obra a la que ahora nos referimos, Emilio , ocupa un lugar central en
los escritos de Rousseau y ha sido fuente de inspiración para varias genera-
ciones de educadores, básicamente aquellos que defendieron una educación
«a bierta» frente a aquellos que preferían una enseñanza «estructu rada ». De
esta aportación pedagógica queremos resaltar aquí dos ideas básicas que
están incluidas en el texto seleccionado. Por una parte, que Rousseau fue el
primero en buscar al «niño en el niño» y no al «hom bre en el niño» tal como
hicieron sus predecesores (Locke, por ejemplo). Por otra parte, la inclusión
entre sus recomendaciones de apelar sin cesar a los intereses del niño y al
empleo de lo que se denominan los «centros de interés ». Este método su-
pone que la enseñanza no debe exceder las capacidades del niño en un
momento dado y que el mismo niño puede aprender de sus propias expe-
riencias.

Lecturas recomendadas

CHATEAU, J., et al., Las grandes psicologías modernas. Barcelona: Herder, 1979.
Contiene un capítulo sobre la significación psicológica del ensayista francés
(pp. 91-112).
GRIMSLEY, R., La filosofía de Rousseau. Madrid: Alianza, 1973. Una visión de con-
junto del pensamiento de Rousseau.
ROUSSEAU, J. J. , Emilio o de la educación. Barcelona: Fontanella, 1973. Texto
completo de la obra de Rousseau con dos interesantes introducciones de
104 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA JEA.'l JAC

J.-L. Lecercle (<<Emilio en la Historia») y del importante psicólogo evolutivo no han


H. Wallon (vlntroducción al Emilio »]. por el Vl
CuaJ
lantada
Sobre el niño y su educación tonces «
[1762] pleo ha,
que esté
Hablaré poco de la importancia que tiene una buena educación y no mente a
me detendré en probar que la que está en uso es mala; muchos otros lo de las Cl
han hecho antes que yo, y no me gusta llenar un libro con cosas que de enter
todo el mundo sabe. Únicamente señalaré que, desde tiempos inmemo- de una f
riales, se viene clamando contra la práctica de la enseñanza establecida, ciendo<
sin que a nadie se le ocurra proponer otra mejor. La literatura y el saber ~hoso
de nuestro siglo tienden mucho más a destruir que a edificar. Se censu- el morm
ra en tono magistral, pero para proponer se ha de tomar otro en el cual prender.
no se complazca tanto la elevada especulación filosófica. A pesar de los
muchos escritos que sólo tienen, dícese, por meta la utilidad pública, la Que I
es buen<
primera de todas las utilidades, que es el arte de formar hombres, per-
manece olvidada. Mi tema era nuevo después del libro de Locke (Edu- JJI'e más
cación de los niños) y mucho me temo que éste no siga siéndolo todavía claispru
IDeDtos ,
después del mío.
ID más u
Desconocemos a la infancia, y con las falsas ideas que de ella tene- a qee síe
mos, cuando más avanzamos en su conocimiento, más nos desviamos. lIIaDOS a
Los más juiciosos se afanan en lo que importa a los hombres saber, sin que sea
considerar lo que los niños son capaces de aprender; buscan siempre el decís: el
hombre en el niño, sin comprender lo que es antes de ser hombre. Este pRDderl
es el estudio al que más me he aplicado, a fin de que aun cuando mi lado•. e
método fuese fantástico y falso, puedan aprovecharse siempre mis ob- obedient
servaciones. Tal vez no haya sabido ver lo que debe hacerse, pero sí creo le diga u
haber comprendido muy bien el tema sobre el cual se debe operar. Co- cuaIquie
menzad, pues, por estudiar mejor a vuestros alumnos; porque segura-
mente no los conocéis. Si leéis este libro desde este punto de vista, creo
que os será provechoso.
[oo.]
Todo hombre aspira a la felicidad, pero para conseguirla debemos
saber primero qué es la felicidad. La felicidad del hombre natural es tan
sencilla como su vida; consiste en no sufrir y la constituyen la salud, la
libertad y lo necesario. Otra es la felicidad del hombre moral, pero aquí
no tratamos de ésta. Nunca me cansaré de repetir que sólo los objetos
puramente físicos pueden interesar a los niños, sobre todo a los que aún
itA JEAN JACQUES ROUSSEAU 105

\'0 no han despertado a la vanidad, y de antemano no han sido maleados


por el veneno de la opinión.
Cuando prevén sus necesidades antes de sentirlas, ya está muy ade-
.lantada su inteligencia y empiezan a conocer el valor del tiempo. En-
tonces es muy conveniente acostumbrarlos a que encaminen su em-
pleo hacia objetos útiles, pero de una utilidad tangible para su edad y
que esté al alcance de sus luces . No se les debe presentar prematura-
lO mente aquello relacionado con el orden moral y con las obligaciones
lo de las costumbres de la sociedad, puesto que no están en condiciones
le de entenderlo. Es una necedad exigir que se dediquen a cosas que sólo
o- de una forma muy vaga les dicen que son para el bien suyo, descono-
a, ciendo qué clase de bien es ese que les aseguran que les ha de ser pro-
~r vechoso para cuando sean adultos, sin que ningún interés tengan, por
j- el momento, para ese pretendido provecho, el cual no pueden com-
U prender.
tS
Que el niño no haga nada a instancias de lo que le digan, ya que sólo
a
es bueno para él lo que él entiende que es bueno. Si le impulsáis siem-
r-
pre más allá de lo que alcanzan sus luces creéis que sois previsores, pero
l-
dais prueba de carecer de previsión. Por armarle con algunos instru-
a
mentos vanos de los cuales tal vez no hará uso, le quitáis el instrumen-
to más universal del hombre, que es el discernimiento; le acostumbráis
a que siempre se deje guiar, a que no sea otra cosa que una máquina en
•• manos ajenas. Queréis que sea dócil cuando es pequeño, yeso es querer
n que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor. Continuamente le
~I decís: «Todo lo que te exijo es para tu bien, pero no eres capaz de com-
e prenderlo. ¿Qué me importa a mí que lo hagas o no? Allá tú con el resul-
i tado». Con todas estas buenas razones que ahora le dais para hacerle
obediente, le preparáis para que un día se deje sugestionar por las que
) le diga un visionario, un demagogo, un charlatán, un bribón, o un loco
cualquiera, para atraparlo en su cepo o comparta su locura.

[ROUSSEAU, J. J., Emilio o de la educación.


Barcelona: Fontanella, 1973 (pp. 93-94 y 177-178).
Trad. , A. G. Valiente.]
GOTTFRIED W. LEIBNIZ
(1646-1716)

Nació en Leipzig, en cuya universidad ingresó a los catorce años como


estudiante de derecho. Terminados sus estudios (1666), hubo de trasladarse
de universidad para poder doctorarse, ya que en la de su ciudad natal no se
le permitía hacerlo por ser demasiado joven. En la de AItdorf no sólo obtie-
ne el título de doctor, sino que se le ofrece de inmediato una cátedra que él
sin embargo rechaza. Acepta en cambio un puesto como asesor legal del elec-
tor de Mainz, lo que iba a significar el comienzo de una eminente carrera de
diplomático. Como tal viajó extensamente por Francia, Inglaterra y Holanda,
entre otros países europeos. En sus viajes pudo relacionarse con personali-
dades del mayor relieve intelectual, como el matemático Huygens, el físico
Boyle o los filósofos Malebranche y Spinoza. En 1676 es nombrado bibliote-
cario de la Casa de Hannover, ciudad en la que va a establecerse ya definiti-
vamente y donde desarrolla una actividad sumamente intensa y variada que
va desde la mejora de la salud pública al cultivo de la seda, la investigación
histórica o la creación matemática y filosófica. Promovió la creación de la
Academia de Ciencias de Berlín, de la que fue nombrado primer presidente
(1700).
Matemático eminente, Leibniz tiene en su haber logros de primer orden
en este campo, como el cálculo infinitesimal, la aritmética binaria o la
máquina calculadora, que le proporcionó un amplio reconocimiento inter-
nacional. En filosofía, su figura representa la culminación de la orientación
racionalista moderna iniciada por Descartes y continuada por Spinoza. Buen
número de sus tesis filosóficas, además, han tenido una extraordinaria tras-
cendencia en psicología. Así, por ejemplo, su defensa del nativismo frente al
empirismo, el énfasis en las nociones de actividad y desarrollo como carac-
teristicas de las sustancias o su doctrina del paralelismo psicofísico, han sido
expresamente asumidas o subyacen de distintos modos en una gran parte del
pensamiento psicológico posterior.
Entre las ideas leibnizianas de mayor repercusión psicológica se cuentan
sin duda las relacionadas con el reconocimiento de niveles distintos de con-
ciencia, que anticipan perspicazmente concepciones mucho más tardías (las
de Fechner, Wundt y Freud, por mencionar sólo algunas). El texto que se
108 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA GOITFRIEI

ofrece a continuación aborda precisamente este problema. En él se contra- cen su eí


ponen las percepciones conscientes o «acom pa ña da s de apercepción » con las en la tot
«im p ercep t íbles » (esto es, las inconscientes o , como podríamos llamarlas mamos a
hoy, «subliminales»). Estas «pequ eñ as percepciones», como también las lla- cibirlo. "'
ma Leibniz, le van a servir entre otras cosas para dotar de fundamento in- dos y pr
consciente a algunas motivaciones humanas (una tesis psicodinámica que, eorrespo
como vemos, queda así claramente prefigurada), así como para explicar la diente m
impresión de continuidad del «yo » que tiene cada uno (en contraste con la su DO\'e<J
interpretación empirista de este mismo asunto, ilustrada inmejorablemente
y nuestn
por el texto de Hume recogido anteriormente).
implica 1
El texto pertenece al Nuevo tratado sobre el entendimiento humano , un pR'\-enid
libro que Leibniz compuso en respuesta al Ensayo de Locke y que renunció DOponel
a publicar al enterarse del fallecimiento de su oponente intelectual. El Nue- alguien I
vo tratado, en consecuencia, no vio la luz hasta algún tiempo después de la air en w
muerte de su autor. lIaberle 1
apercibi
después
Lecturas recomendadas
~m
80 pode
CARPINTERO, H., Historia de las ideas psicológicas. Madrid: Pirámide, 1996. Exce-
lente recorrido por la historia intelectual de la psicología. Sobre Leibniz, ver ejemplo
pp . 106-111. claro qu
ECHEVERRÍA, J ., Leibniz. Barcelona: Barcanova, 1981. Un claro estudio introduc-
pcrabir
torio que atiende por igual a las facetas de filósofo y científico del autor estu- mmpue
diado. Incluye una útil bibliografía de y sobre Leibniz tanto en español como CIJIl todc
en otros idiomas. YDO lo:
HOLZ, H. H ., Leibniz. Madrid: Tecnos, 1970. Una visión de conjunto de la filoso- DIido di
fía leibniziana. .... pcq
LEIBNIZ, G. W., Discurso de metaitsica. Madrid: Alianza, 1982. Con un excelente ca-.ari
~D
estudio preliminar de J . Marias.
': .. . . . . 51

Las pequeñas percepciones


;_ .....
V- " y ji
la.
[1765]

(H)ay muchos indicios de los cuales podemos colegir que en todo 1:1II
momento existe en nuestro interior una multitud de percepciones que
no van acompañadas de apercepción ni reflexión, sino que represen- (-ll
tan simplemente variaciones en el alma, de las cuales no somos cons-
cientes, porque sus impresiones son, o demasiado débiles y numero-
sas, o demasiado uniformes, hasta tal punto que no presentan ninguna
nota diferencial suficiente. No obstante, unidas unas con otras produ-
ILOGiA GOITFRIED W. LEIBNIZ 109

ontra- cen su efecto y se hacen sentir, por lo menos de una manera confusa,
on las en la totalidad de la impresión. Del mismo modo, cuando nos habi-
nadas tuamos al ruido de un molino o de una cascada, acabamos por no per-
as lla- cibirlo. Y no es que dicho ruido no siga obrando sobre nuestros senti-
Ita in- dos y produciendo, dada la armonía entre el cuerpo y el alma, la
1 que, correspondiente alteración en nuestro espíritu, sino que la correspon-
car la diente impresión producida sobre el cuerpo y el alma, cuando pierde
:on la su novedad, no es lo bastante fuerte para encadenar nuestra atención
nente y nuestra memoria, distraídas por otros objetos. Pues toda atención
implica la memoria, y cuando no estamos, por decirlo así, avisados y
ro, un prevenidos suficientemente para un determinado acto de conciencia,
unció no ponemos reflexión en él, y pasa inadvertido para nosotros. Pero si
! Nue- alguien nos llama la atención sobre un determinado ruido que se deja
de la oir en un momento dado, recordamos y adquirimos la conciencia de
haberle oído. Por consiguiente, hay estados de conciencia que no son
apercibidos al punto por nosotros, sino que la a per cepció n se efectúa
después de un cierto tiempo, por pequeño que éste pueda ser. Para
hacer más patente la existencia de estas pequeñas percepciones que
no podemos discernir en conjunto, me sirvo yo generalmente del
Exce-
iz, ver
ejemplo del estruendo de las olas que escuchamos desde la playa. Es
claro que para percibir efectivamente el ruido de las olas debemos
percibir el que produce cada una de las gotas de agua de que están
oduc-
. estu- compuestas, siendo así que este imperceptible ruido, sólo en unión
como con todos los demás, es decir, en el estrépito de la ola, es perceptible,
y no lo sería si la gota en cuestión fuese única. Lo que indica que el
lloso- ruido de cada gota debe de hacer alguna impresión sobre nosotros,
por pequeña que ésta sea, y ser percibido de algún modo, pues de lo
elente
contrario la suma de cien mil gotas no produciría cantidad alguna,
como no la producen la suma de cien mil ceros. Aun en el más pro-
fundo sueño siempre se tienen algunas sensaciones débiles y confu-
sas, y jamás seríamos despertados por el estrépito más formidable si
no tuviéramos en ese estado algún rudimento de percepción y de con-
ciencia, como no podríamos romper una cuerda, aunque empleáse-
mos el más poderoso esfuerzo, si ésta no fuese distendida y alargada
en cierta medida por pequeños esfuerzos, aunque tal distensión y alar-
todo gamiento sean casi imperceptibles.
s que
esen- (...] Dichas pequeñas percepciones son también lo que constituye y
:ons- circunscribe aquello que llamamos uno y el mismo individuo, pues en
iero- virtud de ellas se conservan en el individuo huellas de sus estados ante-
guna riores por las cuales se establece el nexo con su estado actual. Un gran
odu- espíritu podría reconocer estas huellas aun cuando no fuesen percepti-
110 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGtA

bles para el individuo mismo; es decir, aunque éste no poseyese ningún


recuerdo. [...].
Por las percepciones imperceptibles explico yo también aquella
armonía preestablecida entre el cuerpo y el alma, y aun de todas las
mónadas o sustancias simples que debe admitirse en vez del insosteni-
ble influjo recíproco, y que, en opinión del autor del más excelente dic-
cionario que se ha escrito [el Diccionario histórico y crítico (1696-1697).
de Pierre Bayle], eleva la grandeza del poder divino sobre toda medida..
Después de lo cual poco es decir que estas pequeñas percepciones son
las que, sin notarlo nosotros, nos determinan en muchos casos y las que
producen esas acciones, indiferentes en la apariencia, como cuando
creemos que nos es igual ir hacia la derecha que hacia la izquierda..
Tampoco tengo que decir aquí, puesto que el lector lo encontrará en el
curso de la obra, que ellas son la causa de aquella inquietud que, como
demuestro, sólo difiere del dolor en grado y que sin embargo constitu-
ye a menudo nuestro bienestar o nuestro malestar en cuanto es su raíz
y su condimento. Además, en virtud de las partes imperceptibles de
nuestras percepciones sensibles, se establece una relación entre estas
percepciones, es decir, entre las sensaciones de color, de temperatura y
demás cualidades físicas, y los correspondientes movimientos corpora-
les; mientras que los cartesianos, con los cuales, por otra parte, coinci-
de nuestro perspicaz autor [Locke] en este punto, consideran las sensa-
ciones que nosotros tenemos de estas cualidades como propiedades
arbitrarias, como si Dios las hubiera concedido al alma por capricho, y
sin que existiese ninguna relación necesaria entre ellas y sus correspon-
dientes objetos; extraña opinión que no me parece que honra mucho al
Supremo Hacedor de todas las cosas, que nunca obra sin razones.
Las percepciones imperceptibles son, en una palabra, tan importan-
tes en la pneumática (ciencia del alma) como los cuerpos impercepti-
bles en la física, y es igualmente absurdo en ambos casos desdeñarlas
bajo el pretexto de que caen fuera del alcance de nuestros sentidos.
Nada se produce repentinamente, y uno de mis más importantes y cons-
tantes apotegmas es que la naturaleza no procede por saltos. He llama-
do a esta proposición la ley de continuidad al tratar de ella en el primer
cuaderno de mis «Nouvelles de la république des lettres» [Noticias de la
república de las letrasJ. La utilidad de esta ley en la física es grande;
implica que de lo pequeño a lo grande se pasa siempre por un estado
medio, y a la inversa, tanto respecto del grado como de la cantidad, que
nunca el movimiento nace inmediatamente del reposo ni vuelve a él
sino por pequeños grados, como tampoco se puede recorrer una dis-
tancia sin recorrer sus partes o porciones.
GOTTFRIED W. LEIBNIZ 111

ún Indudablemente, los que han estudiado y formulado las leyes del


movimiento no han echado de ver esta ley, pues creyeron que un cuer-
lla po podía pasar de un estado de movimiento a otro estado contrario en
las un instante y sin gradación. Todo ello justifica la conclusión de que las
ni- percepciones perceptibles proceden gradualmente de otras demasiado
ic- débiles para ser notadas. El pensar de otra manera acusa un escaso
7), conocimiento de la sutileza infinita de las cosas, que siempre y por
la. todas partes encierra en sí un verdadero infinito.
on
ue
do G. W., Nuevo tratado sobre el entendimiento humano.
[LEIBNIZ,

la Madrid: Aguilar, 1928 (pp. 13-16). Trad., E. Ovejero y Maury.]


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is-
FRANZ ANTON MESMER
(1734-1815)

Mesmer nació en Iznang (Alemania). Estudió teología y filosofía con los


jesuitas y, posteriormente, derecho y medicina en la universidad de Viena.
Paralelamente (y con toda probabilidad a escondidas) se aproximó a la astro-
logía, la alquimia y el ocultismo. En 1766 realizó una tesis sobre el influjo de
los planetas que le valió el titulo de doctor en medicina. Instaló una consul-
ta médica en Viena en la que comenzó a aplicar sus ideas sobre el magnetis-
mo (1772). Mesmer creía en la existencia de un fluido universal invisible del
que están impregnados todos los seres naturales y de donde procede la salud
de los seres vivos. Su sistema terapéutico se iba a basar en la facilitación del
curso de este «fluido magnético» por el organismo mediante pases y masajes
ejercidos principalmente sobre los órganos enfermos.
Acusado de charlatanismo, se trasladó a París, donde se dio a conocer a
la clase médica con una Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo ani-
mal (1779). La Memoria culminaba en una serie de veintisiete «Proposicio-
nes» que sintetizaban los puntos de vista de su autor. Son estas proposicio-
nes las que se recogen en el texto reproducido a continuación.
Aunque su éxito de clientela fue indiscutible, Mesmer no obtuvo de la
ciencia oficial el reconocimiento que siempre había perseguido. Las comi-
siones que se crearon para estudiar el «magnetismo animal» mesmeriano
tuvieron que admitir la realidad de los fenómenos y curaciones que se pro-
ducían en la consulta del médico vienés, pero no encontraron en ellos vesti-
gio alguno del fluido magnético que éste defendía y los atribuyeron más bien
a la imaginación y sugestión de los pacientes. Descorazonado, Mesmer ter-
minó retirándose junto al lago Constanza, en la ciudad de Meersburg (Ale-
mania), donde murió.
La práctica del mesmerismo continuó en Francia tras la muerte de Mes-
mer, y pronto se difundió también por otros países europeos. Años más tar-
de, merced a la obra del médico británico J. Braid (1795-1860), el mesme-
rismo cobró nueva respetabilidad científica bajo el nombre de «hipnotismo»
y pasó a formar parte del instrumental habitual de los psiquiatras profe-
sionales.
114

Lecturas recomendadas

BORING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. Sibía


la contribución de Mesmer en el desarrollo del descubrimiento de la hi...-
sis como hecho científico (capítulo 7).
ELLENBERGER, H. E, El descubrimiento del inconsciente. Historia y evolución ~ ..
psiquiatría dinámica. Madrid: Gredas, 1970. La figura de Mesmer recibe . .
tratamiento destacado en el segundo capítulo de esta excelente síntesis h&-
tórica clásica (consúltense en particular las pp. 79-94).
MESMER, E-A ., Le magnétisme animal. París: Payot, 1971 . Libro que reúne 1o5
escritos de Mesmer sobre el magnetismo animal. Además del texto completo
de su Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo animal, a la que per-
tenece el fragmento seleccionado, se incluye un comentario bastante mina-
cioso de las proposiciones que lo constituyen (nota 18, pp. 84-88).
ZWEIG, S., Franz; Amon Mesmer. Barcelona: Ediciones G.P., 1959. Pequeña y ame-
na biografía de la vida y «m ilagr os» de Mesmer.

El magnetismo animal
[1779]

1. Existe una influencia mutua entre los cuerpos celestes, la tierra


y los cuerpos animados.
2. El medio de esta influencia es un fluido universalmente extendi-
do y continuo, de modo que no deja ningún vacío, es de sutileza
incomparable y, por su naturaleza, es susceptible de recibir, pro-
pagar y comunicar todas las impresiones de movimiento.
3. Esta acción recíproca está sometida a leyes mecánicas descono-
cidas hasta ahora.
4. De esta acción resultan efectos alternativos que pueden conside-
rarse como un flujo y un reflujo.
5. Este flujo y reflujo es más o menos general, más o menos parti-
cular, más o menos compuesto, según la naturaleza de las cau-.
sas que lo determinan.
6. Mediante esta operación (la más universal que nos ofrece la
Naturaleza) se ejercen las relaciones de actividad entre los cuer-
pos celestes, la tierra y sus partes constitutivas.
FRANZ ANTON MESMER 115

7. De esa operación dependen las propiedades de la materia y del


cuerpo organizado.
ía 8. El cuerpo animal experimenta los efectos alternativos de este
o- agente, que afecta inmediatamente a los nervios al introducirse
en su substancia.

m 9. En el cuerpo humano en particular se manifiestan propiedades


is- análogas a las del imán; en él se distinguen polos igualmente
diversos y opuestos que pueden comunicarse, modificarse, des-
D5
truirse y reforzarse; en él se observa incluso el fenómeno de la
lo tendencia.
r-
10. Por su analogía con el imán, me he decidido a llamar MAGNE-
G-
TISMO ANIMAL a la propiedad del cuerpo animal que le hace
sensible a la influencia de los cuerpos celestes y a la acción recí-
proca de los cuerpos que le rodean.
11. La acción y la virtud del Magnetismo animal así caracterizadas
pueden comunicarse a otros cuerpos animados e inanimados.
Sin embargo, la sensibilidad al magnetismo varía de unos cuer-
pos a otros.
12. Esta acción y esta virtud pueden ser reforzadas y propagadas por
estos mismos cuerpos. -
13. La experiencia muestra el fluir de una materia cuya sutileza
penetra todos los cuerpos sin aparente merma de actividad.
i- 14. Su acción tiene lugar a distancia, sin ayuda de ningún cuerpo
intermediario.
15. Como la luz, aumenta y se refleja por medio de espejos.
16. Se comunica, se propaga y aumenta por medio del sonido.
17. Esta virtud magnética puede ser acumulada, concentrada y
transportada.
18. He dicho que los cuerpos animados no eran igualmente sensibles
a ella. Hay algunos, aunque muy pocos, que tienen incluso una
propiedad tan opuesta que su sola presencia destruye todos los
efectos del magnetismo en los otros cuerpos.
19. Esta virtud opuesta penetra también todos los cuerpos; puede
r"- también comunicarse, propagarse, acumularse, concentrarse y
transportarse, reflejarse por medio de espejos y propagarse por
116 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA f1tA."crA

medio del sonido; lo que constituye no sólo una privación, sino Apc
una virtud po sitiva opuesta. duda de
que, de
20. El imán natural o artificial, al igual que los otros cuerpos, es muy blecido:
sensible al Magnetismo animal e incluso a la virtud opuesta, sin sión COI
que en ninguno de los dos casos su acción sobre el hierro y la los prej
aguja sufra alteración alguna; lo que prueba que el principio del das me
Magnetismo animal difiere esencialmente del mineral. bies. La
21 . Este sistema permitirá esclarecer la naturaleza del fuego y de la que se
luz, así como la teoría de la atracción, del flujo y del reflujo, del cientes
imán y de la electricidad. otros m
Los ]
22. Mostrará que, en relación con las enfermedades, el imán y la atañe ro
electricidad artificial no tienen sino propiedades comunes con conocin
otros agentes que la Naturaleza nos ofrece, y que si la adminis- capaces
tración de éstos ha producido algunos efectos útiles, éstos se anuncia
deben al Magnetismo animal. de pone
23. Se reconocerá por los hechos, de acuerdo con las reglas prácti- Lave
cas que voy a establecer, que este principio puede curar inme- sión no
diatamente las enfermedades de los nervios y mediatamente las sobre la
demás. esencial
dad, se t
24 . Que con su ayuda el médico comprende mejor el uso de los me-
dicamentos, cuya acción perfecciona, y provoca y dirige crisis
saludables hasta llegar a controlarlas. [MEsM
En
25. Al comunicar mi método, demostraré por medio de una teoría
nueva de las enfermedades, la utilidad universal del principio
que opongo a ellas.
26. Con este conocimiento, el médico juzgará con seguridad el ori-
gen, la naturaleza y los progresos de las enfermedades, incluso
de las más complicadas; impedirá su desarrollo y conseguirá
curarlas sin exponer nunca al enfermo a efectos peligrosos o
secuelas desdichadas, cualquiera que sean su edad, tempera-
mento o sexo. Incluso las mujeres embarazadas y parturientas
disfrutarán de la misma ventaja.
27. Esta doctrina, por último, permitirá al médico determinar el gra-
do de salud de cada individuo y preservarlo de las enfermedades
a las que pueda hallarse expuesto. El arte de curar alcanzará así
su última perfección.
5ICOLOGíA FRANZ ANTON MESMER 117

:ión, sino A pesar de que ninguna de estas afirmaciones me ofrece la menor


duda después de doce años de constante observación, es fácil imaginar
que, de acuerdo con los principios recibidos y los conocimientos esta-
s, es muy blecidos, a primera vista parecerá que mi sistema se ajusta tanto a la ilu-
resta, sin sión como a la verd ad. Pero yo pido a las personas ilustradas que alejen
erro y la los prejuicios y suspendan el juicio al menos hasta que las circunstan-
icipio del cias me permitan dar a mis principios la evidencia de que son suscepti-
bles. La consideración de los sufrimientos y la desdicha de los hombres
:0 y de la que se quejan sim plem en te porque los medios conocidos son insufi-
flujo , del cientes basta para inspirar el deseo e incluso la esperanza de admitir
otros medios más útiles.
Los médicos, como depositarios de la confianza pública sobre lo que
mán y la
atañe más de cerca a la conservación y felicidad de los hombres, por los
unes con conocimientos esenciales que tienen sobre su estado son los únicos
adminis- capaces de determinar la importancia del descubrimiento que acabo de
éstos se anunciar y de sus consecuencias. En una palabra, sólo ellos son capaces
de ponerlo en práctica.
15prácti- La ventaja que tengo de compartir con ellos la dignidad de su profe-
ar inme- sión no me permite poner en duda que, establecidos en esta memoria
nente las sobre la verdadera idea del Magnetismo animal (que les está destinada
esencialmente) los principios que tienden al mayor alivio de la humani-
dad, se apresurarán a adoptarlos y difundirlos.
e los me-
ige crisis
[MESMER, F.A., «Mémoire sur la découverte du magnétisme animal».
En Le magnétisme animal (Oeuvres publiées par Robert Amadou).
na teoría
París: Payot, 1971 (pp. 76-79). Trad., E. Lafuente.]
principio

ad el ori-
i,incluso
mseguirá
[grosos o
tempera-
turientas

iar el gra-
medades
nzará así
THOMAS REID
(1710-1796)

Thomas Reid fue el iniciador de una escuela filosófica conocida como


«escuela escocesa del sentido común». Nacido en la localidad escocesa de
Strachan, Reid estudió teología en el Marischal College de la Universidad de
Aberdeen. Al concluir sus estudios se ordenó sacerdote de la Iglesia Presbi-
teriana (1737). Su vida estuvo principalmente dedicada a la enseñanza, que
desarrolló en las universidades de Aberdeen y Glasgow. Entre sus obras más
importantes figuran su Investigación sobre los principios del sentido común
en la mente humana (1764) Ylos Ensayos sobre las facultades intelectuales del
hombre (1785).
La filosofía de Reid representó una reacción contra las orientaciones sen-
sualista y asociacionista del empirismo británico, máximamente representa-
das en su época por la figura de Hume. Frente a él, Reid sostuvo una posi-
ción realista fundada en el sentido común; esto es, una posición según la cual
no son las sensaciones sino las cosas mismas las que son intuidas directa-
mente en la experiencia perceptiva. La suprema e inmediata evidencia del
sentido común vendría a atestiguarlo así. Otra contribución de Reid de gran
significación para la psicología fue su explicación de las operaciones de la
mente a partir de una serie de poderes o facultades mentales básicas, una
tesis que proporcionó un fuerte impulso a la llamada «psicología de las facul-
tades», que se ha dejado sentir, entre otros, en el movimiento frenológico
posterior.

El texto que se reproduce a continuación pertenece a una de las obras


capitales de Reid. Su título, Ensayos sobre las facultades intelectuales del hom-
bre, es en sí mismo expresivo de la psicología de las facultades que en ella se
defiende. El fragmento seleccionado, por otra parte, ilustra bien la posición
de Reid sobre el valor de la percepción como vehículo de la realidad, así
como su apelación al sentido común como criterio de fiabilidad de la evi-
dencia perceptiva.

La filosofía escocesa del sentido común ejerció una gran influencia en


el pensamiento estadounidense y francés del siglo XIX. También en España
120 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSI COLOGíA 'JII(]

es perceptible su huella en autores como Balmes, Llorens y Menéndez Pe- esr.


layo. bid
pre
un
Lecturas recomendadas

BORING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978 . Sitúa aH


la aportación de Reid en el marco de la Escuela Escocesa (cap ítulo 11). un
JD(J
REID, T., Los principios de la acción. Madrid: Universidad Complutense, 1996-
Una de las pocas traducciones españolas del filósofo escocés. ni.
cib
ROBINSON, D. N. , Historia crítica de la psicología. Barcelona: Salvat, 1982. El
capítulo 7 de este libro contiene unas páginas de síntesis sobre Re íd y la
filosofía escocesa del sentido común en el marco de la historia de la psico-
logía.
...
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en
Percepción y realidad w:I
[1785] se
la
Al hablar de las impresiones producidas sobre nuestros órganos en F
la percepción, contamos con los hechos tomados de la anatomía y la se
fisiología, para los que disponemos del testimonio de nuestros senti- ap
dos. Pero al hablar ahora de la percepción misma, que es exclusiva- c:ii
mente un acto de la mente, tenemos que apelar a otra autoridad. Las
operaciones de la mente son conocidas no por los sentidos , sino por la
conciencia, cuya autoridad es tan cierta e irresistible como la de los
sentidos.
Sin embargo, para tener una noción precisa de cualquier operación
-.
CXI
El

si
de nuestra propia mente, no es suficiente que seamos conscientes de
ella; porque todos los hombres tienen esta conciencia. Es necesario ade-
más que atendamos a tal operación mientras se efectúa, y que reflexio-
•....
la
nemos cuidadosamente sobre ella mientras está aún reciente y fresca en
la memoria. Es necesario que, al aplicarnos con frecuencia a esta tarea, liíI
adquiramos el hábito de esta atención y esta reflexión; por consiguien-
te, como prueba de los hechos que tendré ocasión de mencionar sobre
•d
este tema, sólo puedo apelar a los propios pensamientos del lector, si JI
estos hechos no concuerdan con aquello de lo que es consciente en su aiI
propia mente.
Si, por consiguiente, atendemos al acto de nuestra mente que lla- SI
mamos la percepción de un objeto sensorial externo, encontraremos SI
THOMASREID 121

estas tres cosas. Primero, alguna concepción o noción del objeto perci-
bido; segundo , una convicción poderosa e irresistible de su existencia
presente; y tercero, que esta convicción y creencia son inmediatas, y no
un resultado del razonamiento.
Primero: es imposible percibir un objeto sin tener alguna noción o
concepción de aquello que percibimos. Podemos, ciertamente, concebir
un objeto que no percibimos; pero, cuando percibimos el objeto, tene-
mos que tener al mismo tiempo alguna concepción de él; y, por lo gene-
ral, tenemos una noción más clara y estable del objeto mientras lo per-
cibimos. Sin embargo, incluso en la percepción, la noción que del
objeto nos dan nuestros sentidos puede ser más o menos clara, más o
menos distinta, en todos los grados posibles.
Así, vemos con mayor distinción un objeto a una distancia pequeña
que a una distancia grande. A mucha distancia, el objeto se ve con
mayor distinción en un día claro que en un día brumoso. Un objeto que
en razón de su pequeñez no se ve con distinción a simple vista, puede
verse distintamente con un microscopio. Los objetos de esta habitación
se verán cada vez con menor nitidez a medida que vaya disminuyendo
la luz del día; pasan por todos los grados de distinción en función del
grado de luz que haya, hasta que, por último, en la oscuridad total no
se los ve en absoluto. Lo que hemos dicho de los objetos de la visión se
aplica tan fácilmente a los objetos de los otros sentidos que esta aplica-
ción puede dejarse al lector. [...].
Segundo, en la percepción no tenemos sólo una noción más o
menos distinta del objeto percibido, sino que también tenemos una
convicción y una creencia irresistibles en la existencia de ese objeto.
Esto siempre es así cuando estamos seguros de que lo percibimos. Pue-
de haber una percepción tan débil e indistinta que nos haga dudar de
si percibimos el objeto o no. Así, cuando una estrella comienza a bri-
llar mientras cae la luz del sol, puede uno pensar por un momento que
la ve, sin estar seguro hasta que la percepción no adquiere una cierta
fuerza y estabilidad. Justo cuando un barco empieza a aparecer por la
línea misma del horizonte podemos dudar al principio de si lo percibi-
mos o no; pero cuando la percepción tiene un grado determinado de
claridad y firmeza no cabe duda de su realidad; y cuando se determina
la realidad de la percepción, ya no se puede dudar de la existencia del
objeto percibido.
En las leyes de todas las naciones, en los procesos judiciales más
.solernnes (donde la fortuna y la vida de los hombres están en juego)
se dicta sentencia de acuerdo con el testimonio de los testigos ocula-
122

res o auditivos fidedignos. Un juez recto oirá todas las objeciones que '
se le puedan hacer sobre la integridad de los testigos. y admitirá la
posibilidad de que éstos estén corrompidos; pero ningún juez supoe-
drá nunca que los testigos puedan engañarse por confiar en sus oj05
y oídos. [oo.]. ¿Puede darse una prueba más sólida de que, según el cri-
terio universal de la humanidad, la evidencia de los sentidos es una
clase de evidencia a la que podemos confiar con seguridad los más
graves intereses de la humanidad; que es una clase de evidencia con- EnB.
tra la que no deberíamos admitir razonamiento alguno; y que, por
tanto, razonar a favor o en contra de ella es un insulto al sentido
común? [oo.].
Parece, pues, que el claro y distinto testimonio de nuestros sentidos
comunica una irresistible convicción a todo hombre que esté en su sano
juicio.
Tercero, he señalado que esta convicción no es sólo irresistible sino
inmediata; esto es, que no es a través de una cadena de razonamientos
y argumentaciones como llegamos a convencernos de la existencia de lo
que percibimos; no pedimos más argumento sobre la existencia del
objeto que el percibirlo; la percepción gobierna nuestras creencias con
autoridad propia, desdeñando derivar esta autoridad de un razona-
miento cualquiera.
La convicción de una verdad puede ser irresistible y sin embargo no
ser inmediata. Así, mi convicción de que los tres ángulos de un triángu-
lo ordinario son iguales a dos ángulos rectos es irresistible, pero no es
inmediata; estoy convencido de ella por un razonamiento demostrativo.
Hay otras verdades en matemáticas de las que tenemos una convicción
no sólo irresistible sino inmediata. Por ejemplo, los axiomas. Nuestra
creencia en los axiomas de las matemáticas no se basa en argumenta-
ciones: los argumentos se basan en ellos, pero el entendimiento huma-
no distingue inmediatamente su evidencia.
No cabe duda de que una cosa es tener una convicción inmediata de
un axioma evidente, y otra tener una convicción inmediata de lo que
vemos; pero la convicción es igual de inmediata e irresistible en ambos
casos. Nadie piensa en buscar una razón para creer lo que ve; y no depo-
sitamos menos confianza en nuestros sentidos antes de ser capaces de
razonar que después. El salvaje más rudo está tan plenamente conven-
cido de lo que ve, oye y siente, como el lógico más experto. [oo.] Hablo
de la facultad de percibir de quienes son adultos y poseen una mente
sana; de quienes creen que hay algunas cosas que realmente existen y
muchas otras que, concebidas por ellos mismos y por otros, no tienen
THOMAS REID 123
~ "-
iIe
existencia. Que estas personas atribuyen invariablemente existencia a
la todo lo que perciben distintamente, sin buscar razones o argumentos
It-
para hacerlo aSÍ, es perfectamente evidente en todo el curso de la vida
tI5
. humana.
i-
la

..
is [REID, T., Essays on the intellectual powers of mano
11- En B. Rand (ed .), The classical psychologists. Bastan: Houghton Mifflin
ce., 1912 (pp. 361-366). Trad., E. Lafuente.]
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JEREMY BENTHAM
(1748-1832)

J. Bentham nació en Londres y estudió en Oxford. Sus principales intere-


ses fueron el Derecho y la Ética, lo que se refleja en el título de su obra prin-
cipal, Introducción a los principios de la moral y la legislación, publicada en
1789, y de la que hemos extraído el texto que aquí reproducimos. Bentham es
considerado como el fundador y máximo representante del utilitarismo, teo-
ría que se basa en el «pri ncipio de interés o de utilidad» . Según este principio
el hombre se rige siempre por sus propios intereses, los cuales se manifiestan
en la busca del placer y en la evitación del dolor. Por eso, el principio de uti-
lidad es equivalente a un principio de la felicidad. Ahora bien, como la bús-
queda de placer por parte del individuo puede entrar en conflicto con la mis-
ma búsqueda por parte de otros individuos, es necesario asegurar la mayor
cantidad posible de felicidad para la mayor cantidad posible de individuos, es
decir, que el principio rija como un principio social. De hecho, Bentham con-
sideró que el utilitarismo está al servicio de una reforma de la sociedad huma-
na, y esta doctrina ha influido poderosamente en todas las ciencias sociales.
En cuanto a la psicología, el utilitarismo proporcionó una explicación de
la motivación humana que se combinó perfectamente, en los inicios del siglo
XIX, con la teoría de los procesos cognitivos humanos que postulaba el aso-
ciacionismo (véanse los textos de James Mill y John Stuart Mill que se inclu-
yen más adelante). El utilitarismo ha inspirado, además, las ideas motiva-
cionales del conductismo, y su influencia permanece en otras corrientes
psicológicas actuales.
Sobre la definición, relación y aplicación de los principios antes expues-
tos, versa el fragmento que aquí reproducimos.

Lecturas recomendadas

BENTHAM , J., Introdu cción a los principios de la moral y la legislación. En J. M.


Colomer, Bentham. Barcelona: Península, 1991. Se trata de una selección de
textos de Bentharn, interesante para aquellos alumnos que deseen ampliar
las lecturas de este autor.
126

DINWIDDY, J., Benthd'tz . Madrid, AlianzaEditorial, 1995. Este libro ofrece UDa
visión general del pensamiento de Bentham.
FERRATER MORA, J., Diccionario de Filosofía. Madrid: Alianza, 1981 (ó." ed.). FJ
uso de este diccionario es fundamental para una completa comprensión del
término «utilitarismo», así como de otros términos y autores con implica-
ciones filosóficas .
MILL, J. S., El utilitarismo . Madrid: Alianza, 1984. Una excelente presentación de
la moral utilitarista a cargo de uno de sus más eminentes defensores.

Defmición del utilitarismo


[1789]

La naturaleza ha puesto al género humano bajo el gobierno de dos


señores soberanos, el dolor y el placer. Sólo ellos nos indican lo que
deberíamos hacer, además de determinar lo que haremos. Por un lado.
_ _ o

los criterios de lo correcto y lo incorrecto y, por otro, la cadena de cau-


1I '~\ sas y efectos están atados a su trono. Nos gobiernan en todo lo que hace-
mos, en todo lo que decimos, en todo lo que pensamos; cada esfuerzo

t
~·..·' · que hacemos para libramos de nuestro sometimiento no servirá nada
..
't
.J
más que para confirmarlo. Mediante sus palabras un hombre puede
. .... intentar renegar de su poder, pero en realidad permanecerá sometido.
El principio de utilidad reconoce este sometimiento y lo convierte en
los cimientos del sistema cuyo propósito es erigir la construcción de la
felicidad por medio de la razón y la ley. Los sistemas que intentan cues-
tionarlo tratan con sonidos en lugar de con los sentidos, con el capricho
en lugar de la razón, con la oscuridad en lugar de la luz [...J.
[...J Por principio de utilidad se entiende el principio que aprueba
o desaprueba cualquier acción, según la tendencia que se considere
que tenga a aumentar o disminuir la felicidad de las partes cuyos inte-
reses estén en cuestión; o lo que es lo mismo, para promover u opo-
nerse a esa felicidad. Y digo de cualquier acción, y por tanto no sólo
de cada acción de un individuo particular; también de cada medida de
gobierno.
t- Por utilidad se entiende la propiedad de cualquier objeto por la que
i tiende a producir beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad (todo lo cual
ft en este caso es lo mismo) o (10 que también es lo mismo) a prevenir el
perjuicio, el dolor, el malo la infelicidad de aquel cuyo interés se consi-
dera; si es la comunidad en general, la felicidad de la comunidad; si es
un individuo particular, la felicidad de ese individuo.
JEREMY BENTHAM 127

El interés de la comunidad es una de las expresiones más generales


que se puede encontrar en la fraseología de la moral; no hay duda de
que su significado se pierde a menudo. Si acaso tiene un significado es
el siguiente: la comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto por perso-
nas individuales que se considera que lo constituyen en tanto que son
sus miembros. ¿Qué es entonces el interés de la comunidad? La suma de
los intereses de los diversos miembros que la componen.
Resulta vano hablar del interés de la comunidad si no se comprende
cuál es el interés del individuo. Se dice que algo estimula el interés, o
que es por el interés de un individuo, cuando tiende a aumentar la suma
total de sus placeres; o, lo que es lo mismo, disminuye la suma total de
sus dolores.
Por lo tanto, se puede decir que una acción es conforme al principio
de utilidad o, para abreviar, a la utilidad (con respecto a la comunidad
en general), cuando su tendencia a aumentar la felicidad de la comuni-
dad es mayor que la tendencia a disminuirla.
[oo .]
No existe ni ha existido nunca una criatura humana que respire, por
más estúpida o perversa que sea, que no se haya atenido a este princi-
pio en muchas o en casi todas las ocasiones de su vida. Por la constitu-
ción natural de la estructura humana, los hombres en general siguen
este principio sin pensarlo: si no al decidir sus propias acciones, sí al
experimentarlas, así como también las de otros hombres. Al mismo
tiempo no hay muchos, incluso entre los más inteligentes, que hayan
estado dispuestos a abrazarlo puramente y sin reservas. Hay aún menos
que no hayan aprovechado alguna ocasión para luchar contra él, bien
debido a que no siempre han comprendido cómo aplicarlo, bien a algún
otro prejuicio al que temían examinar o del cual no podían deshacerse.
El hombre está hecho así: en la teoría y en la práctica, para bien o para
mal, la más rara de las cualidades humanas es la coherencia.

[BENTHAM, J., Introducción a los principios de la moral y la legislación.


En J. M. Colomer, Bentham. Barcelona: Península, 1991 (pp. 45-47).
Trad., G. Hernández Ortega y M. Vancells.]

1
IMMANUEL KANT
(1724-1804)

Kant nació en Konígsberg (Prusia) y pasó toda su vida en este lugar tra-
bajando como profesor, sin acontecimientos dignos de mención y con apenas
un par de viajes fuera de su ciudad natal. Sin embargo, dotado de una nota-
ble y minuciosa capacidad de estudio, explicó materias tan diversas como
mecánica, física e historia natural, lógica y metafísica, geografía o matemá-
ticas. Sus obras, concernientes a todas las áreas de la filosofía, componen un
formidable sistema filosófico que encama en grado máximo el espíritu de la
ilustración.
Kant reconstruye la filosofía intentando superar el escepticismo a que
parecía abocar la perspectiva empirista de Hume, para quien el conocimien-
to se reducía a un mero conjunto de asociaciones mentales y la creencia en
la causalidad no era más que un hábito útil. Kant elabora así una teoría que
preserva los principios universales e innatos del conocimiento característicos
de la filosofía racionalista, pero que al mismo tiempo acepta el hecho de que
no hay conocimiento que vaya más allá de la experiencia, es decir, de los
fenómenos, tal como defendían los empiristas. Ahora bien, en la teoría kan-
tiana del conocimiento no hay lugar para la psicología, al menos tal como la
entendemos hoy.
La negación kantiana de la psicología -argumentada en el texto selec-
cionado-- se relaciona con su rechazo del empirismo y con su teoría del
conocimiento como construcción de verdades universales. Por un lado, Kant
desconfía de cualquier fundamentación del conocimiento que ---como la de
Hume- se base en las asociaciones de ideas que se producen en la mente
individual, pues éstas son en realidad meras asociaciones nerviosas que tie-
nen lugar en el cerebro y pertenecen, por tanto, al funcionamiento fisiológi-
co del cuerpo, no a los procesos de conocimiento propiamente dichos.
Por otro lado, Kant afirma que la conciencia (el yo) es condición de
toda experiencia, de modo que no puede ser ella misma objeto de expe-
riencia fenoménica. y si no puede haber experiencia de la conciencia, tam-
poco puede existir una ciencia -la psicología- que estudie la conciencia,
ya que el conocimiento científico requiere la experiencia fenoménica como
130 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGL-\

punto de partida. En suma, la introspección es imposible: el sujeto no pue-


de observarse; para ello debería desdoblarse convirtiéndose a la vez en
objeto.
Como se ve en el texto, Kant matiza que el sujeto sólo puede observar de
sí mismo aquello que no es consciente, pero esto es lo menos interesante, pues
se halla sometido al funcionamiento mecánico del sistema nervioso. Kant
incluso ridiculiza la actitud «psicológica» de quien hurga en su propia men-
te . Nótese el contraste entre esta actitud y la del psicoanálisis de Freud. Des-
de el punto de vista kantiano, el sujeto debe someter su funcionamiento psi-
cológico (que en realidad es fisiológico) al imperio de la razón, construido
sobre las verdades universales de la ciencia y la filosofía. Para Freud, en cam-
bio, es el propio sujeto quien está sometido al imperio de una dinámica psi-
cológica inconsciente, de tal modo que la racionalidad es, en el fondo, una ilu-
sión.

Lecturas recomendadas
CASSIRER, E ., Kant. Vida y doctrina. México: Fondo de Cultura Económica, 1948.
Un clásico sobre la vida y obra de Kant, escrito por uno de los filósofos neo-
kantianos más conocidos.
CORTINA, A. Y CONILL, J., «La psicología kantiana». En E. Quiñones et al. (eds.).
Historia de la psicología. Textos y comentarios. Madrid: Tecnos, 1993 (pp . 163-
172). Interesante comentario a un texto de Kant que explica el significado de
los conceptos psicológicos en el conjunto de su sistema filosófico.
GARCíA MORENTE, M., La filosofía de Kant. Madrid: Espasa-Calpe, 1975. Buena
exposición introductoria a la filosofía kantiana.
QUINCEY, Th. de, Los últimos días de Emmanuel Kant . Madrid: Valdemar, 2000.
Nos permitimos recomendar un libro que no pertenece al terreno científico,
sino al literario. Es una biografía apócrifa y, sin embargo, muy interesante
como semblanza del carácter de Kant. Esta edición española -a cargo de J.
R. Hern ández Arias- incluye un anexo titulado «Anecdotario kantiano» y
otro que recoge un análisis frenológico del cráneo de Kant que, de paso, pue-
de servir como curioso ejemplo de aplicación de las teorías de Gall y Spurz-
heim (véase el siguiente texto).

Imposibilidad de la psicología como ciencia


[1798]

Prólogo

[... ] Una ciencia del conocimiento del hombre sistemáticamente


IMMANUEL KANT 131

desarrollada (Antropología), puede hacerse en sentido fisiológico o en


sentido pragmático. - El conocimiento fisiológico del hombre trata de
investigar lo que la naturaleza hace del hombre; el pragmático, lo que él
mismo , como ser que obra libremente, hace, o puede y debe hacer, de sí
mismo. - Quien cavile sobre las causas naturales en que pueda des-
cansar, por ejemplo, la facultad de recordar, discurrirá acaso (al modo
de Cartesio [Descartes]) sobre las huellas dejadas en el cerebro por las
impresiones que producen las sensaciones experimentadas, pero tendrá
que confesar que en este juego de sus representaciones es un mero
espectador y que tiene de dejar hacer a la naturaleza, puesto que no
conoce las fibras ni los nervios encefálicos, ni sabe manejarlos para su
propósito, o sea, que todo discurrir teórico sobre este asunto es pura
pérdida. - Pero si utiliza las observaciones hechas sobre lo que resulta
perjudicial o favorable a la memoria, para ensancharla o hacerla más
flexible, y a este fin se sirve del conocimiento del hombre, esto consti-
tuirá una parte de la Antropología en sentido pragmático, y ésta es pre-
cisamente aquella con que aquí nos ocupamos.

Del observarse a sí mismo

El darse cuenta de sí mismo no es todavía un observarse a sí mis-


mo. Esto último es una síntesis metódica de las percepciones adquiri-
das de nosotros mismos, que suministra la materia para el diario de un
observador de sí mismo y conduce fácilmente a la exaltación y la ilu-
sión.
[ ... ]
[...] (P)or lo que concierne al verdadero propósito de este parágrafo,
a saber, la advertencia anterior de no ocuparse en espiar y como en com-
poner una estudiada historia interna del curso involuntario de los pro-
pios pensamientos y sentimientos, se la hace porque éste es justamente
el camino derecho para incurrir en la quimera de supuestas inspiracio-
nes de lo alto y de fuerzas que influirían sobre nosotros sin nuestra coo-
peración y quién sabe de dónde procedentes [...]. Pues, sin notarlo,
hacemos supuestos descubrimientos de lo que nosotros mismos hemos
introducido en nosotros [...].
El observar en sí propio los distintos actos de la facultad de la repre-
sentación, cuando uno mismo los provoca, es cosa muy digna de medi-
tación, y para la Lógica y la Metafísica, necesaria y provechosa. -Pero
d querer sorprenderse a sí propio cuando vienen al espíritu por sí mis-
mos y sin llamarlos (lo que sucede por obra del juego de la imaginación,
132 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

que crea sin proponérselo), es -porque entonces los principios del pen-
sar no van delante (como deben ir), sino que siguen detrás- una inver-
sión del orden natural en la facultad de conocer, y o es ya una enferme-
dad del espíritu (visionarismo) o conduce a ella y al manicomio. El que
gusta de contar muchas cosas sobre experiencias interiores [...] está
expuesto en su viaje de exploración y busca de sí mismo a no arribar
más que a las costas de Anticyra. Pues no pasa con estas experiencias
interiores como con las exteriores sobre los objetos del espacio, en que
los objetos suministran experiencias coincidentes y duraderas. El senti-
do interno ve las relaciones entre sus determinaciones sólo en el tiem-
po; por tanto, en un fluir en que no cabe prolongar la observación,
como, sin embargo, es necesario para la experiencia (*).
Si nos representamos la íntima acción, la espontaneidad, por me-
dio de la cual se hace posible un concepto (un pensamiento), la refle-
x ión, y la receptividad, por medio de la cual se hace posible una per-
cepción, esto es, una intuición empírica, la aprehensión, ambos actos
con conciencia, puede dividirse la conciencia de sí mismo (apercep-
ción) en la de la reflexión y la de la aprehensión. La primera es una con-
ciencia del entendimiento; la segunda, del sentido interno; aquélla es la
apercepción pura; ésta, la empírica; por lo cual se llama erróneamente
a aquélla el sentido interior. En la Psicología nos estudiamos a nosotros
mismos en nuestras representaciones del sentido interno; en la Lógica,
en lo que pone en nuestra mano la conciencia intelectual. Ahora bien,
aquí nos parece el yo ser doble (lo que sería contradictorio): 1) el yo en
cuanto sujeto del pensar (en la Lógica) , que significa la pura apercep- «
ción (el mero yo que reflexiona) y del cual no hay absolutamente nada «
más que decir, sino que es una representación perfectamente simple; 2) «
el yo en cuanto objeto de la percepción, o sea, del sentido interno, el I
cual encierra una multiplicidad de determinaciones que hacen posible
una experiencia interna.
La cuestión de si en los variados cambios internos del alma (de su
memoria o de los principios admitidos por ella), el hombre, cuando es
consciente de esos cambios, puede decir aún que es exactamente el mis-
mo (en cuanto al alma), es una cuestión absurda; pues el hombre sólo
puede ser consciente de estos cambios representándose a sí propio en
los varios estados como uno y el mismo sujeto, y el yo del hombre es sin '
duda doble por su forma (por la manera de representárselo), pero no

(*) Los dos siguientes párrafos pertenecen a una nota a pie de página insertada por el
propio autor en este lugar del texto.
IMMANUEL KANT 133

por su materia (por el contenido representado).


De las representaciones que tenemos sin ser conscientes de ellas

Tener representacione s y, sin embargo, no ser conscientes de ellas, es


algo en que parece haber una contradicción; pues, ¿cómo podemos
saber que las tenemos si no somos conscientes de ellas? [...] Pero lo cier-
to es que podemos ser mediatamente conscientes de tener una repre-
sentación, aun cuando no seamos inmediatamente conscientes de ella.
- Este género de representaciones se llaman, consecuentemente, oscu-
ras; las restantes son claras, y si su claridad se extiende a las represen-
taciones parciales de un todo de ellas y a su vínculo, representaciones
distintas , sean del pensamiento o de la intuición.
[oo.]
El hecho de que el campo de aquellas nuestras intuiciones sensibles
y sensaciones de que no somos conscientes -si bien podemos concluir
indubitablemente que las tenemos-, esto es , las representaciones oscu-
ras en el hombre (y también en los animales), sea inmenso; y las claras,
por el contrario, encierren sólo unos -infinitamente pocos- puntos de
aquellas que están abiertos a la conciencia, de suerte que, por decirlo
así, en el gran mapa de nuestro espíritu sólo unos pocos lugares estén
iluminados; este hecho puede infundimos admiración por nuestra pro-
pia naturaleza [...].
El campo de las representaciones oscuras es, pues, el mayor de todos
en el hombre. - Pero como es un campo que sólo deja percibir a éste
en su parte pasiva, como juego de las sensaciones, su teoría pertenece
exclusivamente a la Antropología fisiológica, no a la pragmática, que es
la que propiamente interesa aquí.

[KANT, L, Antropología en sentido pragmático.


Madrid: Alianza, 1991 (pp. 7-8 y 22-28). Trad., J. Gaos.]
)
1
FRANZ JOSEPH GALL
(1758-1828)

Al igual que Mesmer, F. J. Gall estudió medicina en Viena, ciudad donde


sus enseñanzas acabarían siendo prohibidas. En 1807 marchó a París con su
discípulo J. K. Spurzheim. Fue, sobre todo, el fundador de lo que más tarde
seria conocido como «frenología», un movimiento científico basado en la
creencia de que importantes rasgos del carácter pueden ser descubiertos a
partir del estudio de las protuberancias del cráneo. Pero prácticamente todos
los contemporáneos de Gall interesados en psicología consideraban su teoría
como insostenible. El análisis hecho por Gall de las funciones del cerebro y ..1
sus localizaciones ha sido totalmente abandonado por la investigación pos-
terior y, por tanto, no ha recibido ninguna atención seria de la comunidad
científica durante el siglo xx.
Muchos manuales de Historia de la Psicología, consecuentes con esta
consideración, no han incluido a Gall entre los autores que forman parte de
su libro. Otros, por el contrario, le dedican una gran extensión porque con-
sideran que la labor de Gall y de Spurzheim generó gran cantidad de inves-
tigaciones y aportó, al menos, avances colaterales importantes. Insistamos,
por nuestra parte, en su contribución a la psicofisiología con una tesis que
siempre ha estado presente en el estudio de las relaciones entre comporta-
miento y sistema nervioso: que las funciones mentales tienen «localizacio-
DeS» cerebrales concretas.

En el texto que reproducimos a continuación, Gall incluye los principios


anteriores y algunas otras ideas complementarias.

8oRING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. Una


exposición breve, aunque completa, sobre la contribución de la frenología a
la psicología puede hallarse en el capítulo 3 (pp. 71-81).
Ye..'SG, R. M., «Gall and phrenology: Speculation versus observation versus expe-
riment», En Mind, brain and adaptation in the nineteenth century (cerebral
136 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

localization and its biological context (mm Gall to Ferrier). Nueva York: Oxford
University Press, 1990 (pp. 9-53). Un texto ejemplar por su claridad y rigor
histórico.

La frenología
[1825]

Habiendo determinado las funciones del sistema nervioso, del


tórax, abdomen, columna vertebral y de los cinco sentidos, todavía per-
manece la gran dificultad de determinar las funciones del cerebro y de

I
sus diferentes partes... He establecido el hecho, a través de un gran
número de pruebas -negativas y positivas- y de refutar las más
importantes objeciones, de que sólo el cerebro tiene la gran prerrogati-
va de ser el órgano de la mente. A través de algunas investigaciones
sobre el grado de inteligencia que posee el hombre y los animales , lle-
gamos a la conclusión de que la complejidad del cerebro de los anima-
-",
t ~ les guarda una proporción con sus propensiones y facultades, que las
~ . diferentes regiones del cerebro están dedicadas a diferentes clases de
i ~
~ . ./ funciones y que, finalmente, el cerebro de cada especie de animales, el
~ ,
hombre incluido, está formado por la unión de tantos órganos particu-
~ lares como cualidades morales y facultades intelectuales distintas exis-
ten esencialmente.
Las disposiciones morales e intelectuales son innatas; su manifesta-
ción depende de su organización; el cerebro es exclusivamente el órga-
no de la mente; el cerebro está compuesto de tantos órganos particula-
res y órganos independientes como poderes fundamentales de la mente
existen. Estos cuatro principios incontestables forman las bases de toda
la fisiología del cerebro.
Habiendo sido perfectamente establecidos estos principios, fue
necesario preguntarse hasta qué punto la inspección de la forma de la
cabeza, o cráneo, representa un medio de averiguación de la existencia
I
~
o ausencia, y del grado de desarrollo, de ciertas partes cerebrales y, con-
secuentemente, de la presencia o ausencia de debilidad o energía de
ciertas funciones. Fue necesario igualmente indicar el medio para ave-
riguar las funciones de las regiones cerebrales particulares, o asiento de
los órganos y, finalmente, fue indispensable distinguir entre las cualida-
des y facultades primitivas fundamentales y sus atributos.
Después de esto, me encontré en condiciones de introducir a mis
lectores en el santuario del alma y del cerebro y de contar la historia
FRANZ JOSEPH GALL 137

del descubrimiento de cada poder moral e intelectual originario, de su


historia natural en un estado de salu d o de enfermedad, así como
numerosas observaciones en defensa del lugar donde sus órganos se
asientan.
El examen de las formas que tienen las cabezas de las gentes de dife-
rentes naciones, la demostración de la futilidad de la fisionomía, la teo-
ría del lenguaje natural, o patonomía, añadió nuevo peso a las verdades
precedentes.
El completo desarrollo de la fisiología del cerebro ha desvelado los
defectos de las teorías de los filósofos sobre las facultades morales e
intelectuales del hombre y ha hecho posible una filosofía del hombre
basada en su propia organización y, en consecuencia, la única en armo-
nía con la naturaleza.
[ ... ].
La fisiología del cerebro está enteramente fundada en observacio-
nes, experimentos e investigaciones, mil veces repetidas, sobre el hom- 1
bre y los animales inferiores. Aquí los razonamientos no tienen más
que hacer que apoderarse de los resultados y deducir los principios que
emanan de los hechos; y esto es tan así que numerosas proposiciones
-aunque a menudo subversivas respecto a las nociones comúnmente
aceptadas- nunca se han opuesto o han sido inconsistentes unas con
otras. Todo muestra conexión y armonía; cada cosa se ilustra y se con-
firma mutuamente. La explicación del más abstruso fenómeno de la
vida moral e intelectual del hombre y los animales ya no es un pasa-
tiempo practicado por teorías infundadas; las más secretas causas de
las diferencias en el carácter de las especies, naciones, sexos, edades,
desde el nacimiento a la senectud, son desveladas; el trastorno mental
ya no está vinculado a un espiritualismo que no se sostiene; el hombre,
finalmente, como ser indescifrable, se llega a conocer; la organología
compone y descompone, pieza a pieza, sus propensiones y talentos.
Todo esto ha fijado nuestras ideas sobre su destino y la esfera de su
actividad; y ha llegado a ser una fructífera fuente con aplicaciones de
la mayor importancia en medicina, filosofía, jurisprudencia, educa-
ción, etc.

[GALL, E, On the functions of the brain and each of its parts.


En R. J. Herrnstein y E. G. Boring (eds.), A so urce book in the history
ofpsychology. Cambridge: Harvard University Press, 1978 (6. a ed.)
(pp. 219-220). Trad., A. Ferrándiz.]
JAMES MILL
(1773-1836)

De origen escocés, James Mill estudió en la Universidad de Edimburgo,


donde recibió una formación clásica, teológica y filosófica. Tuvo entre sus
maestros a Dugald Stewart, un exponente destacado de la filosofía escocesa
del sentido común. Tras intentar sin demasiado éxito ganarse la vida como
predicador y tutor privado, se trasladó a Londres (1802), donde emprendió
una intensa aunque no muy lucrativa actividad como periodista indepen-
diente. El contacto con Bentham le convirtió al utilitarismo, una doctrina
que se esforzó por defender y difundir en sus numerosos trabajos de histo-
ria. economía y política. Su obra más importante y celebrada fue la Historia
de la India Británica (1818), que le proporcionó por fin un puesto estable y
bien remunerado en la East India Company.
De mayor interés filosófico y psicológico fue su Análisis de los fenómenos
de la mente humana (1829), libro que ejerció una considerable influencia y al
que pertenece el fragmento reproducido a continuación. La obra de Mill se
inscribe en la tradición empirista y asociacionista de Locke, Hume y Hartley,
de la que representa una cierta forma de culminación. Mill defendió el ori-
~ sensorial de las ideas y el carácter asociativo de la mente. Frente a algu-
nos de sus predecesores, además, no admitió sino un único principio de la
asociación, la ley de la contigüidad, que en su doble expresión simultánea y
sucesiva sería suficiente para dar cuenta de toda la complejidad de la vida
mental.
El texto seleccionado refleja estas ideas de Mili, y pone de manifiesto la
ClDIlCepción mecánica de su autor acerca de la mente y el proceso asociativo.
I.a mente es pasiva, y las ideas se explican a partir de sus componentes más
simples, que se contienen en ellas sin alteración alguna y en el mismo orden
a l que se fueron recibiendo. Estos componentes, por tanto, podrán ser des-
Cllbiertos mediante una apropiada operación de análisis. Resulta muy ilus-
-.ativo comparar estas nociones de asociación y análisis con la propuesta no
-.chos años después por el propio hijo de Mill, John Stuart Mill (véase el
. ~ siguiente).
140 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Lecturas recomendadas

BORING, E . G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. En


esta historia clásica de la psicología puede encontrarse una clara exposición
de la contribución de los asociacionistas británicos (consúltese en particular
el capítulo 12).
STUART MILL, J., Autobiografía. Buenos Aires : Espasa-Calpe, 1939. Los primeros
capítulos contienen un interesante retrato intelectual y personal de James
Mill realizado por su hijo.

La mecánica mental
[1829]

El pensamiento sigue al pensamiento; la idea sigue a la idea, sin ce-


sar. Si nuestros sentidos están despiertos, continuamente estamos reci-
biendo sensaciones oculares, auditivas, táctiles, etc. Pero no sólo sensa-
....
b ciones. Después de las sensaciones, continuamente se excitan ideas de
! ' las sensaciones que se han recibido previamente; después de esas ideas,
i,¡. .~ otras ideas: y durante todas nuestras vidas, constantemente están suce-
'l. , diéndose esos dos estados de conciencia llamados sensaciones e ideas.
(, Veo un caballo: eso es una sensación. Inmediatamente pienso en su due-
ño: eso es una idea. La idea de su dueño me hace pensar en su trabajo,
es ministro del estado: esa es otra idea. La idea de un ministro del esta-
do me hace pensar en los asuntos públicos, yeso me conduce a una serie
de ideas políticas... cuando me llaman a cenar. Esto es una nueva sensa-
ción, a la que le sigue la idea de la cena y de las personas con las que voy
a cenar. La visión de esas personas y de la comida son otras sensaciones.
Estas sugieren ideas sin fin, otras sensaciones intervienen constante-
mente y sugieren otras ideas, y así sucesivamente.
Al contemplar esta sucesión de sentimientos en que consiste nuestra
vida, lo primero de importancia que se le ocurre indagar al que la con-
templa es si estos sentimientos acontecen de una manera casual e irre-
gular, o lo hacen de acuerdo con un cierto orden.
En cuanto a las sensaciones , es evidente que tienen lugar según el
orden establecido en lo que llamamos los objetos de la naturaleza, sean
estos objetos lo que fueren; indagar cada vez más acerca de este orden
es la tarea de la filosofía natural en todas sus ramas.
Del orden establecido en los objetos de la naturaleza -entendiendo
por ello los objetos de nuestros sentidos- todo lo que debemos señalar
JAMESMILL 141

aquí son dos casos notables: el orden sincrónico y el orden sucesivo. El


orden sincrónico (u orden de existencia simultánea) es el orden en el
espacio; el orden sucesivo (u orden de existencia antecedente y consi-
guiente) es el orden en el tiempo. Así, por ejemplo, los diversos objetos
que hay en mi habitación, las sillas, las mesas, los libros, tienen el orden
sincrónico u orden en el espacio. La caída de la chispa y la explosión de
la pólvora tienen el orden sucesivo u orden en el tiempo.
De acuerdo con este orden de los objetos sensoriales, hay un orden
sincrónico y sucesivo en nuestras sensaciones. Tengo sincrónicamente
(o en el mismo instante) la visión de una gran variedad de objetos; el
tacto de todos los objetos con los que mi cuerpo está en contacto; la
audición de todos los sonidos que me llegan a los oídos; el olfato de
todos los olores que me llegan a la nariz; el gusto de la manzana que me
estoy comiendo; la sensación de resistencia, tanto de la manzana que
tengo en la boca como del suelo que piso, con la sensación de movi-
miento del acto de andar. Tengo sucesivamente la visión del fogonazo
del cañón disparado a distancia, la audición del cañonazo, la visión del
proyectil y de su movimiento en el aire, la visión de su caída, la visión y
audición de su explosión y, por último, la visión de todos los efectos de
esa explosión. [...].
Nuestras ideas brotan o existen en el orden en que existieron las sen-
saciones, de las que son copias.
Esta es la ley general de la «asociación de ideas», con cuyo término,
recordémoslo, no se quiere decir aquí nada más que el orden en que
acontecen.
En esta ley deben observarse cuidadosamente las siguientes cosas:
1. Las ideas de las sensaciones que acontecieron sincrónicamente
también surgen sincrónicamente. He visto un violín y oído los
sonidos del violín sincrónicamente. Si pienso en los sonidos del
violín, me viene al mismo tiempo la apariencia visible del violín.
[ ... ].
2. Igual que las ideas de las sensaciones que acontecieron sincró-
nicamente surgen sincrónicamente, las ideas de las sensaciones
que tuvieron lugar sucesivamente surgen sucesivamente. [...].
3. Recibimos un número mucho mayor de sensaciones en el orden
sucesivo que en el sincrónico. También es infinitamente mayor
el número de ideas que nos surgen en orden sucesivo que el de
las que lo hacen en orden sincrónico. [...].
142 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

S. [...] Una idea puede ser excitada por una sensación o por una
idea. La visión del perro de mi amigo es una sensación, y ella
excita la idea de mi amigo. La idea del Profesor Dugald Stewart
pronunciando una conferencia recuerda la idea del placer con
que lo escuché [...].
6. Igual que hay grados en las sensaciones y grados en las ideas (por-
que una sensación es más viva que otra sensación, una idea más
viva que otra idea), hay grados en la asociación. Decimos que una
asociación es más fuerte que otra: primero, cuando es más per-
manente que la otra; segundo, cuando se ejecuta con mayor cer-
teza; tercero, cuando se ejecuta con mayor facilidad. [...].
7. Todas las causas de la fuerza de la asociación parecen resolver-
se en dos: la vivacidad de los sentimientos asociados y la Ere-
cuencia de la asociación. [...].
8. Cuando dos o más ideas se han repetido juntas con frecuencia y
la asociación se ha hecho muy fuerte, a veces se dan en una com-
r~
binación tan estrecha que no pueden distinguirse una de otra.
~.
Algunos casos de sensaciones son análogos. Por ejemplo, cuan-
i do se hace girar rápidamente una rueda en cuyas siete partes
,
~
están pintados respectivamente los siete colores del prisma, no
<. aparecen los siete colores, sino un único color uniforme, el blan-
co. Por la rapidez de la sucesión, las distintas sensaciones dejan
de poder distinguirse; convergen, por así decirlo, y el resultado
es una nueva sensación, compuesta de las siete pero aparente-
mente simple. Las ideas que han estado juntas tan a menudo que
cuando existe una de ellas en la mente las otras existen inme-
diatamente junto a ella, parecen también meterse una en otra,
soldarse -por así decirlo- y, a partir de muchas ideas, formar
una sola; la cual, aunque compleja en realidad, no parece menos
simple que cualquiera de las que está compuesta. [...].
10. En nuestros sentimientos asociados no es infrecuente que el
antecedente [sensación o idea evocadora] no tenga más impor-
tancia que la de introducir el consiguiente [sensación o idea
evocada]. En estos casos, el consiguiente absorbe toda la aten-
ción, y el antecedente es olvidado al instante. Lo que sucede en
el discurso ordinario proporciona una ilustración muy clara de
ello. Llega un amigo de un país lejano y me trae las primeras
noticias de la última enfermedad, las últimas palabras, los últi-
mos actos y la muerte de mi hijo. El sonido de la voz, la articu-
lación de cada palabra, produce su sensación en mi oído; pero
JAMES MILL 143

es a las ideas a las que vuela mi atención. Es mi hijo quien está


ante mí, sufriendo, actuando, hablando, muriendo. Las pala-
bras que han introducido las ideas e inflamado los afectos se
han tenido tan poco en cuenta como la respiración que ha ido
acelerándose mientras se recibían las ideas. [...].
12. No son sólo las ideas simples las que, por medio de una fuerte
asociación, convergen y forman ideas complejas, sino que una
idea compleja, cuando las ideas simples que la componen se han
llegado a consolidar de tal modo que siempre aparece como una
sola idea, es capaz de entrar en combinaciones con otras ideas,
tanto simples como complejas. Así, dos ideas complejas pueden
estar unidas por una fuerte asociación y soldarse en una sola, de
la misma manera en que dos ideas simples o más se sueldan en
una sola. A esta unión de dos ideas complejas en una la ha lla-
mado el Dr. Hartley idea doble. Dos de estas ideas dobles o
doblemente compuestas pueden también unirse en una; y éstas
de nuevo en otros compuestos, sin fin. Apenas será necesario
mencionar que igual que dos ideas complejas se unen para for-
mar una idea doble, pueden unirse no sólo dos, sino más de dos;
y que lo que llama una idea doble puede estar compuesta de dos,
tres, cuatro o cualquier número de ideas complejas.
Algunos de los objetos más familiares que conocemos nos propor-
cionan ejemplos de estas uniones de ideas complejas y dobles.
El ladrillo es una idea compleja, el cemento es otra idea compleja;
estas ideas, con las ideas de posición y cantidad, componen mi idea de
pared. Mi idea de tablón es una idea compleja, mi idea de viga es una
idea compleja, mi idea de clavo es una idea compleja.
Estas ideas, unidas con las mismas ideas de posición y cantidad,
componen mi idea doble de suelo. Del mismo modo, mi idea compleja
de cristal, madera y otras, componen mi idea doble de ventana; y estas
ideas dobles, unidas, componen mi idea de casa, que está hecha de
diversas ideas dobles. ¿Cuántas ideas complejas o dobles hay unidas en
la idea de mobiliario? ¿Cuántas más en la idea de mercancía? ¿Cuántas
más en la idea llamada Todo?

[MILL, J., Analysis of the phenomena of the human mind.


En B. Rand, The classical psychologists. Bastan: Houghton Mifflin Co.,
1912 (pp. 463-464, 466-469, 473-474, 478-479 y 481-482).
Trad. , E. Lafuente.]
JOHN STUART MILL
(1806-1873)

Hijo mayor de James Mill, John Stuart Mill recibió de su padre una rigu-
rosa educación clásica, filosófica, política , económica y matemática basada
en los principios asociacionistas y utilitaristas que éste defendía. Aunque
esta formación sin duda le facilitó el camino de sus notables logros intelec-
tuales, más adelante el propio John Stuart llegaría a considerarla sumamen-
te insuficiente desde los puntos de vista afectivo y práctico.
Fue autor de numerosos escritos filosóficos de carácter social y político
(Principios de economía política , 1848; Sobre la libertad, 1859; El utilitarismo,
1863 ...) donde desarrolló, refinándolos, los grandes supuestos del utilitaris-
mo benthamiano que había absorbido desde niño en su inmediato entorno
familiar. Estos trabajos le acreditan como uno de los máximos representan-
tes del pensamiento liberal del siglo XIX.

SU contribución más significativa para la psicología se contiene en el


libro Sistema de Lógica, de 1843 . En él, aun reconociéndose inserto en la tra-
dición de pensamiento asociacionista propia del pensamiento británico, J. S.
Mili proponía una nueva noción de asociación (entendida más como síntesis
que como mero agregado de componentes) que no sólo chocaba frontalmen-
te con la de su padre sino que anticipaba algunos aspectos clave de psicolo-
gías tan poco asociacionistas como las de Wundt y los psicólogos de la Ges-
talt. El carácter emergente del resultado asociativo, por otra parte, hacía que
éste fuera difícilmente previsible sin una indagación empírica y sistemática
previa capaz de determinarlo en virtud de los distintos modos de fusionarse
que tienen las ideas simples. El punto de vista de J. S. Mill conducía así al
n:conocimiento de la necesidad de abordar experimentalmente el estudio de
los fenómenos mentales.
Esta nueva concepción del proceso asociativo, que por su analogía con
los procesos químicos J . S. Mill caracterizó como «quím ica mental», es la
que aparece reflejada en este texto.
146 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

BORING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. En


esta historia clásica de la psicología puede encontrarse una clara exposición
de la contribución de los asociacionistas británicos (consúltese en particular
el capítulo 12).
MILL, J. S., Autobiografía. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1939. Un interesantísimo
recorrido autobiográfico en que J. S. Mill no incluye sólo consideraciones in-
telectuales, sino también otras sumamente personales sobre sí mismo, su
entorno inmediato y la época que le tocó vivir.
PASSMORE, J., 100 años de filosofía. Madrid: Alianza, 1981. La aproximación de
Passmore a la filosofía contemporánea toma precisamente la obra de J. S.
Mill como punto de partida.

La química mental
[1843]
't•.
r ~-\
o

El tema de la Psicología lo constituyen las uniformidades de la suce-


t,
-l
1'~
'.. sión, las leyes, últimas o derivadas, según las cuales un estado mental
,:" sucede a otro (esto es, es causado por otro o, al menos, se ve obligado a
<:: seguirlo). De estas leyes, unas son generales y otras más especiales. Los
siguientes son ejemplos de las leyes más generales.
Primero, siempre que un estado de conciencia ha sido excitado en
nosotros una vez, independientemente de cuál haya sido la causa, puede
volver a producirse en nosotros un grado inferior del mismo estado de
conciencia (un estado de conciencia parecido al primero pero de infe-
rior intensidad) sin la presencia de ninguna causa como la que lo exci-
tó en un principio. De este modo, si hemos visto o tocado un objeto una.
vez, podemos pensar después en el objeto aunque éste se halle ausente
de nuestra vista o de nuestro tacto. Si nos ha alegrado o apenado algún
acontecimiento, podemos pensar o recordar nuestra alegría o pena
pasadas, aunque no haya tenido lugar ningún nuevo acontecimiento
alegre o doloroso. Cuando un poeta ha compuesto una imagen mental
de un objeto imaginario (un Castillo de la Indolencia [...] o un Hamlet),
puede pensar luego en el objeto ideal que ha creado sin ningún acto
nuevo de combinación intelectual. Esta ley se expresa diciendo,en el
lenguaje de Hume, que toda impresión mental tiene su idea.
Segundo, estas ideas o estados mentales secundarios son excitados
por nuestras impresiones o por otras ideas de acuerdo con ciertas leyes
que se llaman Leyes de Asociación. De estas leyes, la primera es que las
JOHN STUART MILL 147

ideas semejantes tienden a excitarse unas a otras. La segunda es que,


cuando se han experimentado (o incluso pensado) con frecuencia dos
impresiones simultáneamente o en inmediata sucesión, siempre que
una de estas impresiones o su idea vuelve a aparecer, tiende a excitar la
idea de la otra. La tercera leyes que la mayor intensidad de cualquiera
de las impresiones o de ambas equivale, en cuanto a su excitabilidad
recíproca, a la mayor frecuencia de su unión. Estas son las leyes de las
ideas, y sobre ellas no me extenderé más en este lugar, sino que remiti-
ré al lector a las obras explícitamente psicológicas, en particular al Aná-
lisis de los fenómenos de la mente humana de Mr. James Mill, donde se
ejemplifican abundantemente con mano maestra las leyes principales
de la asociación, así como muchas de sus aplicaciones.

Estas sencillas o elementales Leyes de la Mente han sido estableci-


das, como no podía ser de otra manera, por medio de los métodos ordi-
narios de la investigación experimental. Pero una vez obtenidas de este
modo un cierto número de leyes elementales, es científicamente legíti-
mo indagar el alcance que tienen estas leyes en la explicación de los
fenómenos reales. Es evidente que las leyes complejas del pensamiento
y del sentimiento no sólo pueden, sino que tienen que originarse a par-
tir de estas leyes simples. Y debe advertirse que no siempre se trata de
una Composición de Causas: el efecto de causas concurrentes no es
siempre exactamente la suma de los efectos de esas causas por separa-
do, ni siquiera es siempre un efecto de la misma clase. Volviendo a la
distinción que tan destacado lugar ocupa en la teoría de la inducción,
las leyes de los fenómenos de la mente son a veces análogas a las leyes
mecánicas, pero a veces lo son también a las leyes químicas. Cuando
muchas impresiones o ideas actúan juntas en la mente, a veces tiene
lugar un proceso parecido a la combinación química. Cuando las impre-
siones se han experimentado juntas tan a menudo que cada una de ellas
evoca fácil e instantáneamente las ideas de todo el grupo, esas ideas a
veces se funden y mezclan una en otra, y no parecen varias ideas sino
una sola, de la misma manera que cuando los siete colores del prisma
se presentan alojo en rápida sucesión la sensación producida es la del
blanco. Pero igual que en este caso es correcto decir que, cuando se
siguen rápidamente uno a otro, los siete colores generan el blanco, no
que son realmente el blanco; del mismo modo me parece que debería
decirse que la Idea Compleja formada por la fusión de varias ideas más
simples, aunque en realidad parece simple (esto es, aunque en ella no se
distinguen conscientemente los elementos independientes), resulta de o
es generada por las ideas simples, no que consiste en ellas. Nuestra idea
de una naranja realmente consiste en las ideas simples de un cierto
148 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

color, una cierta forma, un cierto sabor y olor, etc., porque interrogan-
do a nuestra conciencia podemos percibir todos estos elementos en la
idea. Pero en una percepción aparentemente tan sencilla como la que
obtenemos por los ojos de la forma de un objeto, no podemos percibir
toda la multitud de ideas derivadas de los otros sentidos, sin las cuales
es bien sabido que esta percepción visual no tendría existencia; ni en
nuestra idea de Extensión podemos descubrir las ideas elementales de
resistencia derivadas de nuestra estructura muscular, en las cuales se ha
demostrado concluyentemente que aquella idea tiene su origen. Por lo
tanto, éstos son casos de química mental, en los que es apropiado decir
que las ideas simples generan, mejor que componen, las complejas.

[MILL, J. S ., A system of logic.


En W. Dennis (ed.), Readings in the history of psychology. New York:
Appleton-Century-Crofts, 1948 (pp. 172-173). Trad. , E. Lafuente.]
AUGUSTE COMTE
(1798-1857)

Nacido en Montpellier en el seno de una familia católica y monárquica,


Comte se declara sin embargo librepensador y republicano durante su época
de estudiante en el Liceo de su ciudad. Esta actitud de rebeldía y reforma
social presidirá su pensamiento, alimentada por su colaboración con el so-
cialista Saint Simon, de quien incluso puede considerarse discípulo. La bio-
grafía intelectual de Comte suele dividirse en dos etapas, separadas por el
año 1845: hasta entonces el positivismo era para él una filosofía, entendida
como sistematización y generalización de las ciencias; pero a partir de 1845
la dimensión sociopolítica del positivismo se exacerba y éste se convierte casi
en una religión. A ello no fue ajena su apasionada relación con Clotilde de
Vaux y el temprano fallecimiento de ella, tras el cual Comte la idealiza como
símbolo de la nueva humanidad por venir. En sus últimos años, Comte llega
a publicar títulos tan curiosos como Tratado de sociología que instituye la reli-
gión de la humanidad o Catecismo positivista.
Como padre del positivismo, Comte representa uno de los hitos funda-
mentales de lo que se ha denominado alguna vez «la nueva ilustración», un
conjunto de tendencias intelectuales que desde principios del siglo XIX pre-
paraba el umbral de la psicología científica. El positivismo resumía el
espíritu cientificista de la época. Comte toma conciencia de este espíritu y
lo expresa a través de una teoría de la evolución de la humanidad cuyo
último estadio -el positivo, que supera al metafísico y al teológico- eli-
mina expresamente la psicología, ya que el alma es un concepto metafísi-
co. En el estadio positivo la psicología es sustituida por una neurofisiolo-
gía dedicada a descubrir los determinantes biológicos de la mente y una
sociología encargada de fundamentar la regulación de los comportamien-
tos sociales.

A continuación transcribimos la descripción que hace Comte de este esta-


dio positivo en sus cuatro características fundamentales.
150 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

CARPINTERO, H., «Positivism o e introspección». Revista de Psicología General '!


Aplicada, 28, 1972 (pp . 675-688). Un análisis de la crítica del positivismo al
método introspectivo y de su consiguiente rechazo de la psicología.
COMTE, A., Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid: Alianza, 1988. El autor des-
cribe con una prosa sumamente ágil los estadios del desarrollo de la b.
manidad y extrae algunas implicaciones sociales de su doctrina.

El estadio positivo o real en la evolución de la humanidad


,
~

1 [1844]

1. o Carácter principal: la Ley o Subordinación constante de la imagina-


ción a la observación

.
:\
Esta larga serie de preámbulos necesarios conduce al fin a nuestra
inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de posi-
j
~?
tividad racional, que se debe caracterizar aquí de un modo más especial
:~.
1, que los dos estados preliminares. Como tales ejercicios preparatorios
'.~ han comprobado espontáneamente la radical vaciedad de las explica- ).

ciones vagas y arbitrarias propias de la filosofía inicial, ya teológica, ya


metafísica, el espíritu humano renuncia desde ahora a las investigacio-
nes absolutas que no convenían más que a su infancia, y circunscribe
sus esfuerzos al dominio, desde entonces rápidamente progresivo, de la
verdadera observación, única base posible de los conocimientos accesi- r
bIes en verdad, adaptados sensatamente a nuestras necesidades reales.
La lógica especulativa había consistido hasta entonces en razonar, con
más o menos sutileza, según principios confusos que, no ofreciendo
prueba alguna suficiente, suscitaban siempre disputas sin salida. Desde
ahora reconoce, como regla fundamental, que toda proposición que no
puede reducirse estrictamente al mero enunciado de un hecho, particu-
lar o general, no puede ofrecer ningún sentido real e inteligible. Los
principios mismos que emplea no son ya más que verdaderos hechos.
sólo que más generales y más abstractos que aquellos cuyo vínculo
deben formar. Por otra parte, cualquiera que sea el modo, racional o
experimental, de llegar a su descubrimiento, su eficacia científica resul-
ta exclusivamente de su conformidad, directa o indirecta, con los fenó-
menos observados. La pura imaginación pierde entonces irrevocable-
mente su antigua supremacía mental y se subordina necesariamente a
la observación, de manera adecuada para constituir un estado lógico
AUGUSTE COMTE 151

plenamente normal, sin dejar de ejercer, sin embargo, en las especula-


ciones positivas un oficio tan principal como inagotable para crear o
'! perfeccionar los medios de conexión, ya definitiva, ya provisional. En
al una palabra, la revolución fundamental que caracteriza a la virilidad de
nuestra inteligencia consiste esencialmente en sustituir en todo, a la
s- inaccesible determinación de las causas propiamente dichas, la mera
u- investigación de las leyes, es decir, de las relaciones constantes que exis-
ten entre los fenómenos observados. Trátese de los efectos mínimos o de
los más sublimes, de choque y gravedad como de pensamiento y mora-
lidad, no podemos verdaderamente conocer sino las diversas conexio-
nes naturales aptas para su cumplimiento, sin penetrar nunca en el mis-
terio de su producción.

z- 2. o Naturale za relativa del espíritu positivo

No sólo nuestras investigaciones positivas deben reducirse esencial-


:a mente, en todos los géneros, a la apreciación sistemática de lo que es,
i- renunciando a descubrir su primer origen y su destino final, sino que
al importa, además, advertir que este estudio de los fenómenos, en lugar
>S de poder llegar a ser, en modo alguno, absoluto, debe permanecer siem-
il- pre relativo a nuestra organización y a nuestra situación. Reconociendo,
ra en este doble aspecto, la necesaria imperfección de nuestros diversos
>- medios especulativos, se ve que, lejos de poder estudiar completamente
.e ninguna existencia efectiva, no podríamos garantizar de ningún modo
la la posibilidad de comprobar así, ni siquiera muy superficialmente,
i- todas las existencias reales, cuya mayor parte acaso debe escapar a
S. nosotros por completo [...].
ID
lo [ ...]
le
10 3. o Destino de las leyes positivas: Previsión racional
1-
>S
Desde que la subordinación constante de la imaginación a la obser-
s, vación ha sido reconocida unánimemente como la primera condición
lo fundamental de toda sana especulación científica, una viciosa interpre-
O
tación ha conducido con frecuencia a abusar mucho de este gran prin-
1- cipio lógico para hacer degenerar la ciencia real en una especie de esté-
)...
ril acumulación de hechos incoherentes, que no podrían ofrecer otro
mérito esencial que el de la exactitud parcial. [...] En las leyes de los
a fenómenos es en lo que consiste, realmente, la ciencia , a la cual los
:o hechos propiamente dichos, por exactos y numerosos que puedan ser,
152 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

nunca procuran otra cosa que materiales indispensables. [...] (L)a ver-
dadera ciencia, lejos de estar formada de meras observaciones, tiende
siempre a dispensar, en cuanto es posible, de la exploración directa, sus-
tituyéndola por aquella previsión racional que constituye, por todos
aspectos, el principal carácter del espíritu positivo [..,].

4. o Extensión universal del dogma fundamental de la invariabilidad de las


Leyes naturales

[oo.] En cada orden de fenómenos existen, sin duda, algunos bastan-

,
~
1
te sencillos y familiares para que su observación espontánea haya suge-
rido siempre el sentimiento confuso e incoherente de una cierta regula-
ridad secundaria; de manera que el punto de vista puramente teológico
no ha podido ser nunca, en rigor, universal. Pero esta convicción parcial
y precaria se limita mucho tiempo a los fenómenos menos numerosos y
más subalternos, que ni siquiera puede entonces preservar de las fre-
cuentes perturbaciones atribuidas a la intervención preponderante de
los agentes sobrenaturales. El principio de la invariabilidad de las leyes
i naturales no empieza realmente a adquirir alguna consistencia filosófi-
~~.
"
"'i ,
ca sino cuando los primeros trabajos verdaderamente científicos han
~~ podido manifestar su esencial exactitud frente a un orden entero de
., grandes fenómenos; lo que no podría resultar suficientemente más que
~ ....
¡ de la fundación de la astronomía matemática [oo.].
~

[COMTE, A., Discurso sobre el espíritu positivo.


Madrid: Alianza, 1988 (pp. 27-33) . Trad. , J. Marías.]
HERBERT SPENCER
(1820-1903)

Hijo de un maestro de escuela, Spencer no recibió una educación supe-


rior, sino que se formó de manera autodidacta. Trabajó primero como inge-
niero mecánico y más tarde como ayudante del director del diario Econo-
mist, de Londres. Consagró la mayor parte de su vida al estudio de la
geología y la biología. Llegó a ser, junto con Alexander Bain, uno de los
representantes del asociacionismo británico de carácter evolucionista, pers-
pectiva desde la cual trabajó a partir de 1850. También es conocido como
uno de los fundadores de la sociología moderna, gracias a su libro Principios
de sociología.
La obra de Spencer contiene uno de los primeros sistemas psicológicos
formulados desde presupuestos evolucionistas. Aunque sus principios bási-
cos son de carácter asociacionista, la suya es, en términos generales, una psi-
cología comparada de carácter lamarquista, pues admite la herencia de com-
portamientos adquiridos.
Spencer formuló una ley según la cual las formas orgánicas evolucionan
pasando desde lo homogéneo hasta lo heterogéneo. Su evolucionismo, ade-
más, influyó en Darwin a través de conceptos como el de «su pervivencia de
los más aptos». Finalmente, Spencer subraya la continuidad entre hombres
y animales y aplica su idea de evolución a la historia de la humanidad, tal
como se aprecia en el texto siguiente.

Lecturas recomendadas

BOAKEs, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conductismo . Ma-


drid: Alianza, 1989. Una de las mejores historias de la psicología comparada,
excelentemente traducida. La contribución de Spencer se aborda en diferen-
tes epígrafes distribuidos en los tres primeros capítulos.
BORING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. En su
capítulo sobre el asociacionismo británico se incluye un epígrafe sobre el
asociacionismo evolucionista, donde se analiza la significación de la obra de
Spencer en este contexto.
154

SPENCER, H., Principios de psicología. Madrid: La España Moderna, s.a. Tesa.


íntegro de la obra psicológica clásica de Spencer.

Continuidad evolutiva de animales y hombres


[1855]

Si nos fijamos en las fases de desarrollo inferiores de la vida, desea-


brimos que sólo a las coexistencias y secuencias que prevalecen en d
entorno corresponderán en el organismo cambios simultáneos y sucess-
vos [...]. Cada paso adelante debe consistir en añadir a las relaciones ele
ajuste previas que el organismo manifiesta alguna nueva relación para-
lela a una nueva relación en el entorno [oo.].
[ ...]
[...] Entre las formas más complejas de cambio interior, aquellas que
constituyen el objeto de la psicología no pueden entenderse adecuad.
mente sin una comprensión previa de aquellas otras formas simples que
constituyen las fases no inteligentes de la vida [...].
[oo.]
En cuanto al ajuste [entre antecedentes y consecuencias del cam-
bio], no parece haber más que dos hipótesis posibles, de las cuales cual-
quier otra sería una variación. Por un lado, podría considerarse fijada
de antemano por un Creador la fuerza de la tendencia que cada estado
de conciencia particular tiene a seguir a cualquier otro -habría una
armonía preestablecida entre relaciones internas y externas-oPor otro
lado, cabría decir que la fuerza de la tendencia que cada estado de COD-
ciencia particular tiene a seguir a otro depende de la frecuencia con que
ambos hayan estado conectados en la experiencia -la armonía entre las
relaciones internas y externas se debería al hecho de que las externas
producen las internas [...]. .
Mientras que no existe evidencia a favor de la primera hipótesis.
para la segunda la evidencia es arrolladora [oo.].
Los únicos tipos de secuencia física que no se incluyen de manera
evidente en esa ley general son los que podemos clasificar como reflejos
e instintos, es decir, aquellos que se producen tan correctamente en la
primera ocasión como en cualquiera de las posteriores, y que parecen
establecerse como antecedentes de la experiencia. Ahora bien, no faltan
hechos que indican que, si la interpretamos adecuadamente, la ley abar-
HERBERT SPENCER 155

ca también esos casos. Aunque sea indudable que las secuencias refle-
jas e instintivas no están determinadas por la experiencia del organismo
individual que las manifiesta, sigue siendo verosímil la hipótesis de que
están determinadas por la experiencia de la especie formada por los
antepasados del organismo, los cuales han fijado esas secuencias como
relaciones orgánicas a través de infinitas repeticiones durante innume-
rables generaciones. Todos los hechos disponibles apoyan esta hipóte-
sis. La transmisión hereditaria -que se manifiesta en todas las plantas
que cultivamos, en todos los animales que criamos yen la especie hu-
mana- no sólo se aplica a las peculiaridades físicas, sino también a las
psíquicas. Las generaciones futuras no reciben simplemente el legado
de una forma o un tipo de constitución modificada a causa de nuevos
hábitos de vida. Reciben además el legado de las tendencias nerviosas
modificadas que han sido producidas por tales hábitos de vida. Y si los
nuevos hábitos de vida terminan por ser permanentes, entonces esas
tendencias también se hacen permanentes. Esto se ejemplifica en cada
criatura respecto a la cual tengamos la experiencia necesaria, desde el
ser humano hacia atrás. Sin embargo, entre las familias de una socie- . ~

dad civilizada, los cambios de ocupación y hábito que tienen lugar de


generación en generación, así como los matrimonios entre familias con
diferentes ocupaciones y hábitos, nos confunden enormemente respec-
to a la evidencia de la transmisión psíquica. Pero, a pesar de ello, basta
con tomar en consideración el carácter nacional, donde tales causas
perturbadoras se neutralizan mutuamente, para ver con claridad que
las peculiaridades mentales producidas por el hábito acaban siendo
hereditarias. [...]
[ ... ]

¿Pero será suficiente la hipótesis de la experiencia para explicar la


evolución de las formas superiores de racionalidad, y no sólo las infe-
riores? Ha de serlo. Partiendo del razonamiento que va de lo particular
a lo particular -propio de niños, animales domésticos y mamíferos
superiores en libertad-, el progreso hacia el razonamiento inductivo y
deductivo es igualmente continuo, y está igualmente determinado por
la acumulación de experiencias [...].
Si no fuera a causa de la habitual impaciencia por instaurar alguna
diferencia concreta entre la inteligencia animal y la humana, apenas
haría falta presentar ninguna prueba de ello [...]. Todo el mundo debe
admitir que, no siendo mayor la racionalidad de un niño que la de un
animal doméstico -si es que la alcanza-, y siendo a través de pasos
imperceptibles como tiene lugar el progreso desde la racionalidad in-
156 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOl.()(á

fantil hasta la del hombre adulto, también existe una serie de p3S05
imperceptibles a través de los cuales la racionalidad de los brutos se
convierte en racionalidad humana. Más aún: debe admitirse que, así
como la asimilación de experiencias cada vez más complejas es por sí
sola suficiente para que la razón se manifieste en el ser humano indivs-
dual, así también debe ser suficiente para la evolución de la razón ea
general.
Igualmente concluyente es el argumento respecto a la historia de la
civilización o la comparación entre las diferentes razas humanas exís-
tentes [...].

I
¡
¡
[SPENCER,H ., The principies of psychology,
London: Williams & Norgate, 1855 (pp. 376-579).
Trad., J. C. Loredo.]

j
'~',:,i .
i
'.
CHARLES DARWIN
(1809-1882)

Entre los acontecimientos intelectuales que prepararon el camino a la


fundación de la psicología moderna en el siglo XIX destaca la re volución
darwinista. Charles Darwin nació en Shrewsbury (Gran Bretaña) y estudió
medicina en la Universidad de Edimburgo y teología en la de Cambridge.
Completó estos estudios con otros de botánica y geología, y posteriormente
-entre 1831 y 1836- se embarcó en el Beagle para participar como natu-
ralista en una ambiciosa expedición por Cabo Verde, Bahía, América del
Sur, Islas Galápagos, Nueva Zelanda, Australia, Islas Mauricio, Azores... La
inmensa cantidad de datos y observaciones sobre diversas especies y entor-
nos ecológicos recopilados por Darwin durante este viaje le servirán como
cimientos para construir su teoría de la evolución. Desde 1843 vivió como
científico independiente en su casa de Down (Kent), trabajando en geología,
zoología y botánica, y publicando diversos trabajos donde expone sus
hallazgos y teorías.
La teoría de la evolución de Darwin, basada en la idea de selección natu-
ral, ofreció a la psicología un marco conceptual de carácter naturalista e
impulsó los desarrollos de lo que algunos han denominado «psicología de la
adaptación ». Además, la obra de Darwin constituye el origen de la psicología
comparada, especialmente por ocuparse de la continuidad evolutiva de las
expresiones y, más en general, de la relación entre herencia y comporta-
miento a lo largo de la evolución. El pasaje que hemos elegido -procedente
del libro más importante del autor, El origen de las especies (1859)- es un
apretado resumen de la primera de las aportaciones que acabamos de men-
cionar: la teoría de la evolución a través de la selección natural. Darwin expo-
ne su idea de evolución como proliferación de formas orgánicas y selección
de unas u otras en función de su eficacia adaptativa.

Lecturas recomendadas

BoAKEs, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conductismo.


Madrid: Alianza, 1989. Una de las mejores historias de la psicología corn-
158 LECTURAS DE HISTORlA DE LA PSICOLOGlA

parada. La obra de Darwin se trata con particular detenimiento en el ca-


pitulo 1.
DARWIN, Ch., El origen de las especies. Madrid: Edaf, 1985. Versión española del
libro más importante de Darwin. La precede un interesante prólogo del bió-
logo evolucionista Faustino Cordón.
RUSE, M., La revolución darwinista. Madrid: Alianza, 1983 . Sitúa en su contexto
sociocultural los antecedentes e implicaciones de la revolución que supuso
la obra de Darwin.

La evolución por selección natural


[1859]

Si en condiciones de vida cambiantes los seres orgánicos presentan


diferencias individuales en casi todas las partes de su estructura -y esto
es indiscutible-; si, debido a la progresión geométrica de su aumento,
hay una lucha rigurosa por la vida durante alguna estación, edad o año
f'
-y esto es ciertamente indiscutible-; entonces, considerando la com-
¡ plejidad infinita de las relaciones de todos los seres orgánicos entre sí y
t., .
con sus condiciones de vida -que causan una diversidad infinita en su
estructura, constitución y costumbres, ventajosa paraellos-, constitui-
'. ría un hecho del todo extraordinario el que nunca hubieran surgido
variaciones útiles para la prosperidad de cada ser, del mismo modo que
han surgido tantas variaciones útiles para el hombre. Sin embargo, si en
algún momento surgen variaciones útiles para los seres orgánicos, es
seguro que los individuos cuyas características se vean afectadas tendrán
las mayores probabilidades de conservarse en la lucha por la vida y, en
virtud del poderoso principio de la herencia, tenderán a dejar descen-
dientes dotados de características similares a las suyas. A este principio
de conservación o supervivencia de los más aptos lo he llamado Selec-
ción Natural. Tal principio implica el perfeccionamiento de cada criatu-
ra en relación con sus condiciones de vida orgánicas e inorgánicas, y por
tanto -en la mayoría de los casos- algo que debe considerarse como
un avance de organización. No obstante, hay formas inferiores y simples
que perdurarán mucho tiempo si están bien adaptadas a sus sencillas
condiciones de vida.
[ ... ]
[...] Es un hecho verdaderamente maravilloso -cuya maravilla pro-
pendemos a no advertir debido a nuestra familiaridad con ella- que
todos los animales y todas las plantas, en todo tiempo y lugar, estén rela-
CHARLES DARWIN 159

cionados entre sí por grupos subordinados unos a otros, y de esta mane-


ra los contemplamos por doquier, a saber: las variedades de la misma
especie son las más estrechamente relacionadas; las especies del mismo
género están relacionadas menos estrechamente y de modos distintos,
formando secciones y subgéneros; las especies de diferentes géneros
están mucho menos estrechamente relacionadas; y los géneros se rela-
cionan entre sí de distintos modos, formando subfamilias, familias,
órdenes, subclases y clases. Los diversos grupos subordinados de una
clase cualquiera no pueden disponerse en una simple serie lineal, sino
que parecen arracimarse en torno a puntos, y éstos en torno a otros
puntos, y así sucesivamente en círculos casi sin fin. Si las especies
hubieran sido creadas por separado, no habría sido posible explicación
alguna para este tipo de clasificación. Sin embargo, sí se explica
mediante la herencia y la compleja acción de la selección natural, que
acarrea la extinción y la divergencia de caracteres [...).

Las afinidades entre todos los seres de la misma clase se han repre-
sentado algunas veces mediante un gran árbol. Creo que este símil
expresa buena parte de la verdad. Las ramitas verdes que están brotan-
do pueden representar las especies existentes, y las ramas surgidas
durante años anteriores pueden representar la larga sucesión de espe-
cies extinguidas. En cada período de desarrollo, todas las ramitas, al
crecer, han intentado ramificarse por todas partes y acabar con los bro-
tes y ramas de su alrededor para prevalecer sobre ellos, del mismo
modo que las especies y los grupos de especies han dominado siempre
otras a especies en la gran batalla por la vida. Las propias ramas prin-
cipales, que arrancan del tronco y se dividen en grandes ramas que se
subdividen en ramas cada vez menores, fueron una vez, cuando el árbol
era joven, ramitas que brotaban. Esta relación entre los brotes viejos y
nuevos a través de las ramificaciones bien puede representar la clasifi-
cación de todas las especies -vivientes y extinguidas- en grupos
subordinados unos a otros. De entre los muchos brotes que florecieron
cuando el árbol era un mero arbusto, sólo dos o tres sobreviven aún,
convertidos ahora en grandes ramas y sirviendo de soporte a las otras
ramas. Lo mismo ocurre con las especies que vivieron durante largos
periodos geológicos del pasado: muy pocas de ellas han dejado descen-
dientes vivos y que hayan sufrido transformaciones. Desde el desarrollo
inicial del árbol, muchas de las principales ramas y de las grandes se
han secado y caído. Estas ramas caídas, de varios tamaños, pueden
representar los órdenes, familias y géneros que carecen por entero de
Rpresentantes vivos en la actualidad, y que nos son conocidos tan sólo
en estado fósil. Igual que vemos de vez en cuando una ramita perdida
160 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOG&Á

que, habiendo brotado de una horcadura muy baja del árbol, por algu-
na circunstancia ha sido favorecida y permanece viva y alzada, así
vemos ocasionalmente a algún animal como el ornitorrinco o el Lepido-
siren, los cuales, dadas sus afinidades, constituyen en cierta medida una
conexión entre dos grandes ramas de la vida, y parece que han sido sal-
vados de la fatal competencia por haber habitado un lugar protegido. Y
así como los arbustos originan, al crecer, nuevos brotes de arbustos y
éstos, si son vigorosos, se ramifican y se imponen por todas partes a
numerosas ramas más débiles, de la misma manera -por generación-
creo que ha actuado el gran árbol de la vida, que llena la corteza terres-
tre de ramas muertas y rotas, cubriendo su superficie con hermosas
ramificaciones en constante proliferación.

[DARWIN, Ch., The origin of species,


En R. l. Watson (ed.) , Basic writings in the history of psychology:
Nueva York: Oxford Univ. Press, 1979 (pp. 158-160).
Trad. , J. C. Loredo.]

él
i
1

I
1i
HERMANN VON HELMHOLTZ
(1821-1894)

Helmholtz nació en Postdam (Alemania). Estudió medicina con una beca


en Berlín y obtuvo el doctorado en 1842. Ocupó una serie de puestos acadé-
micos en Konigsberg, Bonn y Heidelberg antes de ir a la Universidad de Ber-
lín en 1871, donde permaneció hasta su muerte. Siempre reconoció en J.
Müller, el famoso fisiólogo alemán, la influencia rectora y al maestro inspi-
rador de su desarrollo intelectual.
Es considerado como uno de los científicos más grandes del siglo. En el
transcurso de su carrera adquirió una temprana reputación en fisiología a
partir del descubrimiento de la velocidad del impulso nervioso. A continua-
ción se hizo famoso en la comunidad científica por sus estudios sobre la
visi ón, pero desde mediados de la década de 1850 la psicología de la percep-
ción le despertó un interés tan grande que ya no la abandonó nunca.
Aquí hemos escogido un texto sobre la inferencia inconsciente (o conclu-
sión inconsciente) por su particular importancia para la psicología y tam-
bién, deberíamos añadir, porque Helmoltz dedicó más páginas de sus publi-
caciones a la psicología de la percepción visual (donde se inserta su teoría de
la inferencia inconsciente) que a otro cualquier tema investigado.
Señalemos solamente, como una forma de contextualizar este texto, que
la teoría de la inferencia inconsciente parte de la tesis helmholtziana de que
son las experiencias las que explican las percepciones. Así pues, la percep-
ción de un objeto (en este caso un objeto luminoso) no es una intuición visual
innata sino aprendida. Sin embargo, el sujeto no es consciente de tal apren-
dizaje. Las inferencias o conclusiones son inconscientes y se aprenden de
forma inconsciente. Helmholtz llamaba a estas inferencias «irresistibles»
porque, una vez formadas, no puede modificarlas la conciencia. Además,
calificaba el proceso de «inductivo» puesto que el sujeto es capaz incons-
cientemente de generalizar las inferencias, una vez adquiridas, a otros estí-
mulos del entorno.
162 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

BORlNG, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. El


capítulo 15 está íntegramente dedicado a Helmholtz, a quien Boring consi-
dera como uno de los fundadores de la moderna psicología experimental.
IiATFIELD , G., The natural and the normative. Theories of spatial perception [rom
Kant to Helmholtz. Cambridge, Mass.: MIT Press, 1990 (cap. 5). En este libro
puede encontrarse una excelente aproximación a las teorías de la percepción
de Helmholtz y otros fisiólogos del siglo XIX.
MOULINES, D., «La percepción en Herman von Helmholtz». En E. Quiñones et al.
(eds .), Historia de la psicología. Textos y comentarios. Madrid: Tecnos, 1993

I
(pp. 210-217). Interesante comentario de un texto sobre este tema tan crucial
en la obra de Helmholtz.

Las conclusiones (o inferencias) inconscientes


[1866]
r:
¡, Hablaremos ahora del modo en que las conclusiones inductivas for-
man nuestras ideas y percepciones. El mejor análisis de la naturaleza de
nuestras conclusiones lo encuentro en la Lógica de J. S. Mill. Siempre y
cuando la conclusión no venga impuesta a nuestra conducta y creencias
......
por alguna autoridad externa, sino que sea un enunciado relacionado
con la realidad (que no pueda ser, por tanto, sino producto de la expe-
riencia), la conclusión, en rigor, no nos dice nada nuevo o que no supié-
ramos ya antes de enunciarla. Así, por ejemplo:
Premisa mayor: Todos los hombres son mortales.
Premisa menor: Cayo es un hombre.
Conclusión: Cayo es mortal.
La premisa mayor «todos los hombres son mortales» es un enun-
ciado de experiencia que no nos atreveríamos a formular sin saber de
antemano que la conclusión es correcta, a saber: que Cayo, que es un
hombre, o está muerto o morirá. Así pues, debemos estar seguros de la
conclusión antes de poder afirmar la premisa mayor por medio de la
cual intentamos demostrarla. Esto me parece a mí que es avanzar en
círculo. Evidentemente, la relación real es que, al igual que otras per-
sonas, hemos observado que hasta ahora absolutamente nadie ha vi-
vido nunca más allá de una cierta edad. Los observadores han apren-
dido por experiencia que Lucio, Flavio y otros individuos a los que
conocían (se llamasen como se llamasen) han muerto todos; y han
HERMANN VaN HELMHOLTZ 163

agrupado esta experiencia en el enunciado general de que todos los


hombres mueren. Como este resultado final se ha producido con regu-
laridad en todos los casos observados, han creído que estaba justifica-
do establecer la validez de esta ley general también para los casos que
se observasen a partir de ese momento. Así pues, almacenamos en la
memoria las experiencias que nosotros mismos y los demás hemos acu-
mulado hasta ahora sobre este asunto con la forma del enunciado
general que constituye la premisa mayor de la conclusión mencionada.
Sin embargo, es evidente que también se podría haber llegado di-
rectamente a la convicción de que Cayo morirá comparando su caso
con todos los que conocíamos de antes y sin formular conscientemen-
te el enunciado general. Este es, en efecto, el método más habitual y
primario de razonamiento por inducción. Las conclusiones de este tipo
se alcanzan sin reflexión consciente porque, en nuestra memoria, el
mismo tipo de cosa en casos observados previamente los unifica y re-
fuerza, como se pone especialmente de manifiesto en los casos de razo-
namiento inductivo en que de las experiencias anteriores no podemos
llegar a deducir una regla cuya validez esté delimitada con precisión y
sin excepciones. Esto es lo que sucede en todos los procesos complejos.
Por ejemplo, por analogía con casos anteriores semejantes, podemos
predecir a veces con una certeza razonable lo que uno de nuestros
conocidos hará si , en ciertas circunstancias, decide dedicarse a los
negocios; porque conocemos su carácter y es, digamos, ambicioso o
tímido. Puede que no podamos decir exactamente cómo hemos calcu-
lado la magnitud de su ambición o de su timidez, o por qué basta esa
ambición o esa timidez suya para determinar que sus negocios serán
como suponemos.
En las conclusiones propiamente dichas, a las que se llega conscien-
temente (suponiendo que no se basen en imposiciones, sino en hechos
de experiencia), lo que hacemos por tanto, en realidad, no es sino vol-
ver a recorrer deliberada y cuidadosamente el camino de las generali-
zaciones inductivas de nuestras experiencias; un camino que, bien por
nosotros mismos, bien por otros observadores de los que nos fiamos,
había sido recorrido antes con mayor rapidez y sin reflexión conscien-
te. Pero aunque formular un principio general a partir de nuestras expe-
riencias anteriores no añade nada esencialmente nuevo a nuestros
conocimientos previos, es útil hacerlo, sin embargo, en muchos aspec-
tos . Un principio general formulado con precisión es mucho más fácil
de conservar en la memoria y de transmitir a los demás que hacer lo
mismo con cada caso concreto que vaya apareciendo. Formularlo nos
lleva a comprobar con exactitud cada nuevo caso en relación con lo
164 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

acertado de la generalización. De este modo, cada excepción se nos gra-


bará con el doble de fuerza. Los límites de su validez se recordarán
mucho antes si tenemos ante nosotros el principio en su forma general,
en vez de tener que repasar todos los casos uno a uno. La conveniencia
y certeza del proceso ganan mucho con este tipo de formulación cons-
ciente del razonamiento inductivo; pero no se añade nada esencialmen-
te nuevo que no existiese ya en las conclusiones a las que se llegó por
analogía y sin reflexión. Son estas últimas las que nos permiten juzgar
el carácter de una persona por su aspecto y movimientos, o predecir lo
que, conociendo su carácter, hará en una situación determinada.
Pues bien, con nuestras percepciones sensoriales estamos exacta-
mente ante el mismo caso. Cuando se estimulan los mecanismos ner-
viosos que tienen sus terminaciones en la zona derecha de la retina de
los dos ojos, normalmente nuestra experiencia (repetida en nuestra vida
un millón de veces) ha sido que teníamos ante nosotros un objeto lumi-
noso a la izquierda. Debíamos levantar la mano hacia la izquierda para
__ o
taparnos la luz o para asir el objeto luminoso; o teníamos que movernos
l' hacia la izquierda para acercarnos a él. Así pues, aunque en estos casos
no se dé una conclusión consciente determinada, sí que se ha cumplido
l:
l ,
en cambio la función esencial y originaria de semejante conclusión, y se
ha alcanzado su resultado, sencillamente, claro está, mediante los pro-
\'" cesos inconscientes de asociación de ideas que tienen lugar en el oscu-
ro fondo de nuestra memoria. Por eso también sus resultados se nos
imponen a la conciencia, por decirlo así, como si nos hubiese obligado
un poder externo sobre el que no tuviéramos control alguno.
Estas conclusiones inductivas que llevan a la formación de nuestras
percepciones sensoriales carecen ciertamente de la labor purificadora y
minuciosa propia del pensamiento consciente. No obstante, en mi opi-
nión, por su peculiar naturaleza pueden ser clasificadas como conclu-
siones, conclusiones inductivas formadas inconscientemente.
Hay una circunstancia muy característica de estas conclusiones que
actúa en contra de que sean admitidas en el terreno del pensamiento
consciente y se formulen en la forma normal de las conclusiones lógi-
cas. y es que no somos capaces de especificar más detalladamente qué
ha sucedido en nosotros cuando hemos experimentado una sensación
en una fibra nerviosa concreta, ni cómo difiere ésta de las sensaciones
correspondientes a las otras fibras nerviosas. Así pues, supongamos que
hemos tenido una sensación de luz en determinadas fibras del meca-
nismo nervioso de la visión. Lo único que sabemos es que hemos teni-
do una sensación de una clase peculiar que es diferente de todas las
HERMANN VON HELMHOLTZ 165

demás sensaciones y de todas las demás sensaciones visuales, y que


siempre que ha sucedido esto, hemos advertido invariablemente un
objeto luminoso a la izquierda. Naturalmente, sin haber estudiado nun-
ca fisiología esto es todo lo que podemos decir sobre la sensación, y ni
siquiera con la imaginación podemos localizar o captar la sensación
sino especificándola en términos de sus condiciones de aparición. Ten-
go que decir: «veo algo brillante a mi izquierda», Esta es la única mane-
ra en que puedo describir la sensación. Después de haber realizado estu-
dios científicos, empezamos a saber que tenemos nervios, que estos
nervios han sido estimulados y que sus terminaciones están efectiva-
mente en el lado derecho de la retina. Entonces, por primera vez , esta-
mos en condiciones de definir este tipo de sensación independiente-
mente de la forma en que suele producirse.
Lo mismo sucede con la mayoría de las sensaciones. Normalmente
las sensaciones de sabor y de olor no pueden describirse ni en su cuali-
dad salvo en términos de los cuerpos que son responsables de ellas; aun-
que sí que tenemos algunas expresiones bastante vagas y generales
como «dulce», «am argo», «agrio» y «ácido».
Estos juicios en los que, en nuestro estado normal de conciencia, se
conectan nuestras sensaciones con la existencia de una causa externa,
nunca podrán elevarse al plano de los juicios conscientes. La única
manera en que alguien que no sepa nada sobre la estructura interna del
ojo puede expresar la inferencia de que hay un objeto luminoso a la
izquierda porque las terminaciones nerviosas del lado derecho de mi
retina están siendo estimuladas, es diciendo: «A mi izquierda hay algo
que brilla, porque lo veo ahí». Y, en consonancia con el punto de vista
de la experiencia cotidiana, la única manera de expresar la experiencia
que tengo cuando las terminaciones nerviosas del lado derecho de mi
globo ocular están siendo estimuladas por una presión ejercida en ese
punto, es diciendo, «Cuando me aprieto el lado derecho del ojo, veo un
destello luminoso a la izquierda», No hay otro modo de describir la sen-
sación ni de identificarla con otras sensaciones previas que señalar el
lugar donde parece hallarse el objeto exterior correspondiente. De ahí
que experiencias como éstas tengan la peculiaridad de que nunca se
puede expresar la conexión entre la sensación y un objeto externo sin
anticiparla ya al indicar la sensación, y sin presuponer la cosa misma
que intentamos describir.
Aun cuando hayamos aprendido a entender el origen y conexión fi-
siológicos de las ilusiones sensoriales, es imposible deshacerse de estas
ilusiones a pesar saber que no son lo que parecen. Esto pasa porque el
166 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

razonamiento inductivo es el resultado de una actividad inconsciente e


involuntaria de la memoria; y por eso mismo choca con nuestra con-
ciencia como una fuerza extraña e irresistible de la naturaleza. Por cier-
to, pueden encontrarse múltiples analogías de esto en todos los demás
posibles modos de aparición. Podríamos decir que toda aparición se ori-
gina en inducciones prematuras e inmediatas en las que, a partir de
casos anteriores, se deducen conclusiones sobre casos nuevos, y donde
persiste la tendencia a atenerse a las conclusiones falsas a pesar de que,
gracias a la deliberación consciente, se sabe que lo son. Todas las tar-
des, aparentemente ante nuestros ojos, el sol desciende y se oculta tras
el horizonte inmóvil, aunque sabemos bien que el sol está fijo y es el
horizonte el que se mueve. Un actor que interpreta inteligentemente a
un anciano, para nosotros es un anciano en el escenario, siempre '!.
cuando nos dejemos influir por la impresión inmediata y no recorde-
mos con demasiada intensidad que, como se indica en el programa, la
persona que por allí deambula es ese joven actor al que conocemos. Lo
creemos enfadado o sufriendo, según se nos muestre con uno u otro
talante o aspecto. Nos produce miedo o simpatía, temblamos esperan-
do el momento, que vemos acercarse, en que hará o padecerá algo
¡; horroroso; y la profunda convicción de que todo esto es sólo un espec-

, ;
~'l
táculo y una representación no es obstáculo alguno para nuestras emo-
ciones siempre que el actor no deje de interpretar su papel. Bien al con-
trario, un relato ficticio de este tipo, en que parece que nos adentramos
en nosotros mismos, nos atrapa y nos tortura más de lo que lo haría una
historia verdadera de carácter similar que leyésemos en un seco infor-
me documental.
Las experiencias que tenemos de que ciertos aspectos, comporta-
mientos y modos de hablar son indicativos de un violento enfado, son
generalmente experiencias sobre los signos externos de ciertas emocio-
nes y peculiaridades del carácter que el actor puede representar para
nosotros. Pero su aparición no es ni tan frecuente ni tan regular como
la de aquellas experiencias por las que hemos llegado a averiguar que
ciertas sensaciones corresponden a ciertos objetos externos. Y así, no
debemos sorprendernos si la idea de un objeto normalmente asociado a
una sensación no desaparece ni aun sabiendo que en ese caso concreto
no hay tal objeto.

[HELMHOLTZ, H. Von, Treatise on physiological optics.


En R. J. Hermstein y E . G. Boring (eds.), A source book in the history
ofpsychology. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1978
(6. a ed.) (pp. 189-193). Trad., A. Ferrándiz y E . Lafuente.]
FRANCIS GALTON
(1822-1911)

Galton fue una personalidad representativa del caballero victoriano de


finales del XIX, alguien que podía vivir de rentas y dedicarse a las más diver-
sas ocupaciones intelectuales. Entre sus dedicaciones más curiosas estuvie-
ron la de contar el número de pinceladas efectuadas por su retratista o con-
feccionar un mapa estadístico del reparto de la belleza femenina en Gran
Bretaña. Así pues, este autor no es propiamente un científico, en el sentido
de haber formulado un sistema teórico y desarrollado una línea de investi-
gación determinada. Galton fue conceptualmente ecléctico, y metodológica-
mente no estuvo orientado a la psicología experimental, sino a la estadística.
Pero precisamente por ello influyó en la psicología experimental norteame-
ricana gracias a su s métodos estadísticos. También fue uno de los fundado-
res de la psicología diferencial y la psicometría, dada su preocupación por la
medición de las diferencias entre las capacidades intelectuales de los indivi-
duos.
La actitud general de Galton es representativa de la «psicología de la
adaptación» británica, muy orientada al estudio de las diferencias indivi-
duales y con un marcado sesgo innatista. El propio Galton fue uno de los
máximos defensores del innatismo, tal como podemos apreciar en el texto
que reproducimos a continuación.

Lecturas recomendadas

LÓPEZ CEREZO, J. A. Y LUJAN LÓPEZ, J. L., El artefacto de la inteligencia. Madrid:


Anthropos, 1989. Un análisis histórico y critico de las teorías hereditaristas
de la inteligencia y sus consecuencias sociales. Entre los autores tratados se
encuentra Galton.
GALTON, F., Herencia y eugenesia. Madrid: Alianza, 1988. Edición española de uno
de los libros más importantes del autor.
GaNDRA, J . M., Historia de la psicología. Vol. 1. Madrid: Síntesis, 1997. En las pági-
nas 211 a 222 se encuentra una completa exposición de las aportaciones de
Galton a la psicología diferencial.
168 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

GOULD,S. J., La falsa medida del hombre. Barcelona: Antoni Bosch, 1984. Un pro-
voca tivo estudio sobre la historia de la medición de lo humano. Sobre Galton
véanse las pp. 63-65.

Las capacidades intelectuales son innatas


[1869]

En este libro me propongo mostrar que las habilidades propias del


ser humano derivan de la herencia, sometiéndose exactamente a las
mismas limitaciones que la forma y rasgos físicos de todo el mundo
orgánico. Por consiguiente, del mismo modo que es fácil, no obstante
esas limitaciones, obtener mediante una selección cuidadosa razas
estables de perros o caballos dotados de una capacidad especial para
correr o para hacer cualquier otra cosa, asimismo sería completamen-
te factible producir un linaje de hombres altamente dotados a través de
matrimonios acertados durante varias generaciones consecutivas.
Mostraré que los agentes sociales vigentes, cuyas influencias escasa-
mente sospechamos, operan hoy por hoy favoreciendo la degradación
de la naturaleza humana, mientras que otras lo hacen favoreciendo su
mejora. Concluyo que cada generación tiene un enorme poder sobre la
dotación natural de aquellos que la siguen, y sostengo que constituye
una deuda para con la humanidad el investigar el alcance de ese poder.
así como ejercerlo de un modo que, sin que sea indeseable para noso-
tros mismos, produzca las máximas ventajas a los futuros habitantes
de la tierra.
Soy consciente de que mis ideas, publicadas por vez primera hace
cuatro años en el Macmillan 's Magazine, van en contra de la opinión
general; pero muchas de las principales autoridades en el tema de la
herencia han aceptado -con gran satisfacción por mi parte- un buen
número de los argumentos esgrimidos entonces. Al reproducirlos ahora
de una manera mucho más elaborada y con una base inductiva mucho
más amplia, estoy seguro de que no se negará la evidencia que el pre-
sente libro aporta en mayor cantidad, del mismo modo que mis argu-
mentos de entonces fueron suficientes para merecer la aceptación del
Sr. Darwin.
[ ...]
He perdido la paciencia con la hipótesis -a veces expresa y a menu-
do tácita, sobre todo en cuentos escritos para enseñar a los niños a ser
buenos- según la cual los bebés nacen prácticamente iguales y las úni-
FRANCIS GALTON 169

cas influencias que generan las diferencias entre chico y chico, o entre
hombre y hombre, son el trabajo diligente y el esfuerzo moral. Es des-
de el punto de vista menos cualificado desde donde cuestiono las pre-
tensiones de igualdad natural. Las experiencias en el cuarto de los
niños, el colegio, la universidad y las carreras profesionales, constitu-
yen una sucesión de pruebas de lo contrario. No soy cicatero a la hora
de reconocer el gran poder de la educación y los influjos sociales en
el desarrollo de las capacidades activas de la mente, precisamente del
mismo modo que reconozco los efectos del uso en el desarrollo de los
músculos del brazo de un herrero, sin ir más lejos. Aunque el herrero se
afane en trabajar todo cuanto quiera, hallará que ciertas proezas supe-
ran sus capacidades y más bien son propias para la fuerza del brazo de
un hombre con vestigios hercúleos, incluso si éste ha llevado una vida
sedentaria. [...]
Cualquiera que se haya entrenado en algún tipo de ejercicio físico
habrá descubierto perfectamente el alcance de su potencia muscular.
Cuando comienza a practicar la marcha, remar, hacer pesas o correr,
queda encantado al comprobar cómo sus músculos se fortalecen y su
resistencia a la fatiga aumenta día a día. Mientras es un principiante, es
probable que se sienta muy satisfecho de sí mismo creyendo que apenas
existe límite para la educación de sus músculos; pero no tarda en des-
cubrir que sus progresos diarios son cada vez más pequeños y terminan
por desaparecer: su rendimiento máximo aparece como una cantidad
rígidamente determinada. Cuando ha alcanzado el tope de su entrena-
miento, llega a saber con una exactitud milimétrica cuál es la altura o
longitud de sus saltos, y llega a saber con una exactitud de gramos qué
fuerza es capaz de ejercer sobre el dinamómetro al comprimirlo. Puede
dar puñetazos a la máquina utilizada para medir el impacto de sus gol-
pes y hacer que la aguja ascienda hasta una determinada graduación,
pero no más arriba. Lo mismo le ocurrirá en la carrera, el remo, la mar-
cha y demás ejercicios físicos. Las capacidades musculares de cada ser
humano tienen un límite determinado que ni el entrenamiento ni la
educación permiten su perar.
Tal experiencia es análoga a la que tiene cada estudiante con el fun-
cionamiento de sus capacidades mentales. El chico aplicado que va por
vez primera a la escuela y afronta retos intelectuales se queda asom-
brado de sus progresos. Se vanagloria de su firmeza mental recién de-
sarrollada y de su creciente capacidad de trabajo, y quizá crea, en su
inocencia, que está a su alcance el llegar a ser uno de esos héroes que
han dejado huella en la historia del mundo. Pasan los años, el chico
compite repetidamente con sus compañeros en los exámenes de la es-
170 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

cuela y la universidad, y no tarda en ocupar el lugar que le corresponde


entre ellos. Sabe que puede derrotar a tales o cuales competidores, que
hay otros con quienes avanza igualado y que hay otros a cuyos logros
intelectuales ni siquiera puede acercarse. · Probablemente su vanidad
aún siga tentándole y le incite a nuevas esfuerzos. [...] Entonces, con
esperanzas renovadas y con toda la ambición de los 22 años, saldrá de
la universidad dispuesto a entrar en un campo de competición más
amplio. Aquí le espera la misma experiencia que en la etapa preceden-
te. [...] Si el engaño no le ciega irremediablemente, en pocos años apren-
derá a conocer con precisión cuáles son sus posibilidades y a reconocer
que ciertas empresas están más allá del alcance de sus fuerzas. Cuando
llegue a la madurez, su confianza sólo se sostendrá dentro de unos lími-
tes. El adulto se conoce o al menos debería conocerse a sí mismo coin-
cidiendo con el modo como probablemente lo perciben los demás, con
todas sus debilidades y con toda su innegable fortaleza. Ya no está ator-
mentado ni es arrojado a empresas inútiles por los impulsos engañosos
de una vanidad arrogante, sino que limita su esfuerzo a las acciones que
caen dentro del ámbito de sus posibilidades, y halla un auténtico des-

~
canso moral en la honesta convicción de que está haciendo el trabajo
para el cual su naturaleza le ha capacitado.

L.
~ [GALTON, E , Hereditary genius.
Londres: Macmillan & Co., 1869 (pp. 1-2 Y 12-13). Trad., J. C. Loredo.
(Se han eliminado las referencias).]
FRANZ BRENTANO
(1838-1917)

Brentano nació en Maríenberg-am-Rhein (Alemania) en el seno de una


familia acomodada. Realizó estudios filosóficos, teológicos y eclesiásticos en
distintas ciudades alemanas (Munich, Würzburg, Berlín, Münster). Doctora-
do en 1862, se ordenó sacerdote dos años más tarde. Una segunda tesis
(1867) le habilitó como profesor de la Universidad de Würzburg. La declara-
ción que hizo el Concilio Vaticano 1 de la infalibilidad del Papa como dogma
de fe (a la que Brentano se había opuesto decididamente por escrito) le llevó
a renunciar a su condición de sacerdote así como al puesto que como tal ocu-
paba en Würzburg. Poco después, sin embargo, obtuvo una cátedra en la
Universidad de Viena, un nombramiento al que no fue ajeno la publicación
de su obra psicológica más importante, Psicología desde el punto de vista
empírico (1874) . En 1880, sin embargo, debió renunciar también a este pues-
to para poder casarse (ya que en Austria no estaba permitido el matrimonio
de los sacerdotes). Se vio entonces obligado a continuar su labor docente de
manera extraoficial. A la muerte de su mujer (1894) se instaló en Florencia,
donde vivó entregado a su tarea intelectual al margen del mundo académico.
Pacifista convencido, al estallar la Primera Guerra Mundial se retiró a Zu-
rich, y allí murió al poco tiempo.
Brentano publicó poco, pero tuvo una nutrida y brillante descendencia
intelectual. Sus extraordinarias dotes de profesor le aseguraron un discipu-
lado fiel y numeroso, y sin embargo (o quizá precisamente por ello) escasa-
mente homogéneo. Brentano no fundó una escuela, pero a su influencia se
deben algunas de las que definieron la filosofía y la psicología inmediata-
mente posteriores. Husserl, Stumpf, van Ehrenfels, Külpe y Freud se conta-
ron entre sus discípulos directos. La fenomenología, la psicología del acto,
la filosofía de los valores y, en buena medida, la psicología de la Gestalt,
hunden en el pensamiento de Brentano sus más profundas raíces.
El fragmento seleccionado pertenece a su libro capital, Psicología desde el
punto de vista empírico (1874), que se publica el mismo año que la obra fun -
damental de Wundt y con un propósito en cierto modo parecido a ella: el de
llevar a cabo una rigurosa demarcación de lo psíquico que permita a la psi-
cología constituirse como disciplina unificada, independiente y fundante de
172 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

las demás. El texto analiza varias aproximaciones a esta cuestión, de las que
sólo la última, la que reconoce en la intencionalidad el carácter esencial de lo
psíquico, le resulta aceptable a su autor. (Conviene reparar en la significación
que se da en estas páginas de Brentano al término «inexistencia», que no
equivale a «no-existencia» sino a «existencia en»),

Lecturas recomendadas

BRENTANO, E, Psicología. Madrid: Revista de Occidente, 1935 (Z." ed.). En esta


edición se reúnen dos textos fundamentales de Brentano procedentes de La
psicología desde el punto de vista empírico (1874) y De la clasificación de los
fenómenos psíquicos (1911).
CRUZ HERNÁNDEZ, M., Francisco Brentano , Salamanca: Universidad de Salaman-
ca, 1953. Breve y claro estudio de la vida y obra de Brentano.
GARctA BARÓ, M., «La psicología empirista de E Brentano», En E. Quiñones, E
Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Textos y comentarios.
Madrid: Tecnos, 1993. Comentario a un fragmento de su Psicología descrip-
tiva.

Caracterización de lo psíquico
[1874]

1. El mundo entero de nuestros fenómenos se divide en dos grandes


clases: la clase de los fenómenos físicos y la de los fenómenos psíquicos.
[ ... ]
[ ...]
2. [...] Tratemos, pues, en primer término, de aclarar los conceptos
mediante ejemplos.
Toda representación, mediante sensación o fantasía, ofrece un ejem-
plo de fenómeno psíquico; entendiendo yo aquí por representación, no
lo que es representado, sino el acto de representar. La audición de un
sonido, la visión de un objeto coloreado, la sensación de calor o fria, así
como los estados semejantes de la fantasía, son los ejemplos a que alu-
do; asimismo el pensamiento de un concepto general, siempre que ten-
ga lugar realmente. También todo juicio, todo recuerdo, toda expecta-
ción, toda conclusión, toda convicción u opinión, toda duda, es un
fenómeno psíquico. Y también lo es todo movimiento del ánimo, ale-
gría, tristeza, miedo esperanza, valor, cobardía, cólera, amor, odio, ape-
tito, volición, intento, asombro, admiración, desprecio, etc.
FRANZ BRENTANO 173

Por el contrario, ejemplos de fenómenos físicos son un color, una


figura, un paisaje que veo; un acorde que oigo; el calor, el frío, el olor
que siento, y las cosas semejantes que me aparecen en la fantasía.
Estos ejemplos bastarán para hacer intuitiva la distinción de ambas
clases.
3. Sin embargo, intentaremos dar una explicación del fenómeno
psíquico en otro modo más unitario. A este fin se nos ofrece una deter-
minación de la que hicimos uso anteriormente, cuando decíamos que
designábamos con el nombre de fenómenos psíquicos tanto las repre-
sentaciones como todos aquellos fenómenos cuyo fundamento está
formado por representaciones. Apenas necesitamos advertir que una
vez más entendemos por representación, no lo representado , sino el
acto de representarlo. Este acto de representar forma el fundamento,
no del juzgar meramente, sino también del apetecer y de cualquier
otro acto psíquico. Nada puede ser juzgado, nada tampoco apetecido,
nada esperado o temido, si no es representado. De este modo, la deter-
minación dada comprende todos los ejemplos aducidos de fenómenos
psíquicos, y, en general, todos los fenómenos pertenecientes a esta
esfera.
Caracteriza la falta de madurez, en que la psicología se encuentra, el
hecho de que apenas quepa formular una sola proposición sobre los
fenómenos psíquicos, sin que sea impugnada por muchos. No obstante,
la gran mayoría coincide con nosotros, por lo menos en lo que acaba-
mos de decir, que las representaciones son el fundamento de los demás
fenómenos psíquicos. [...].
[ ...]
(U)n «estar-representado » semejante se halla dondequiera aparece
algo a la conciencia; ya sea amado, odiado o considerado con indife-
rencia; ya sea reconocido, rechazado o -no sé expresarme mejor que
diciendo--: representado, en una completa abstención de juicio. Tal
como nosotros usamos la palabra «representar», puede decirse que «ser
representado» vale tanto como «aparecer», «ser fenómeno». [...]
[ ... ]
Por todo lo cual podemos considerar como una definición induda-
blemente justa de los fenómenos psíquicos, la de que, o son representa-
ciones, o descansan sobre representaciones que les sirven de funda-
mento (en el sentido explicado). Con esto habríamos dado una segunda
definición de su concepto, divisible en menos miembros que la prime-
174 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGtA

ra. Empero, no es enteramente unitaria; antes bien, nos presenta los


fenómenos psíquicos divididos en dos grupos.
4. Una definición completamente unitaria, que caracteriza todos los
fenómenos psíquicos, frente a los fenómenos físicos, ha sido intentada
en sentido negativo. Todos los fenómenos físicos, se ha dicho, tienen
extensión y una determinación local, ya sean fenómenos de la vista o de
otro sentido, ya sean productos de la fantasía, que nos representa obje-
tos semejantes. Lo contrario, se añade, pasa con los fenómenos psíqui-
cos; pensar, querer, etc., aparecen desprovistos de extensión y sin situa-
ción en el espacio.
Según esto, podríamos caracterizar fácil y exactamente los fenóme-
nos físicos frente a los psíquicos, diciendo que son aquellos que apare-
cen extensos y en el espacio. E inmediatamente, los psíquicos serían
definibles, frente a los físicos, con la misma exactitud, como aquellos
fenómenos que no tienen extensión ni una determinación local. Se
podría invocar a Descartes y Spinoza a favor de tal distinción; pero sin-
gularmente a Kant, quien considera el espacio como la forma de la
intuición del sentido externo. [oo .].
Al parecer, hemos encontrado, pues, por lo menos negativamente.
una definición unitaria para la totalidad de los fenómenos psíquicos.
Pero tampoco aquí reina unanimidad entre los psicólogos; y se oye
a menudo rechazar, por motivos opuestos, la extensión y la carencia de
extensión, como caracteres distintivos entre los fenómenos físicos y los
fenómenos psíquicos. [.00].
[.00]
5. ¿Qué carácter positivo podremos, pues, indicar? ¿O acaso no hay
ninguna definición positiva, que valga conjuntamente para todos los
fenómenos psíquicos? A. Bain piensa, en efecto, que no hay ninguna.
Sin embargo, ya los antiguos psicólogos han llamado la atención sobre
una especial afinidad y analogía que existe entre todos los fenómenos
psíquicos, y en la que los fenómenos físicos no tienen parte.
Todo fenómeno psíquico está caracterizado por los que los escolás-
ticos de la Edad Media han llamado la inexistencia [in-existencia o exis-
tencia en] intencional (o mental) de un objeto, y que nosotros llamaría-
mos, si bien con expresiones no enteramente inequívocas, la referencia
a un contenido, la dirección hacia un objeto (por el cual no hay que
entender aquí una realidad), o la objetividad inmanente. Todo fenóme-
no psíquico contiene en sí algo como su objeto, si bien no todos del mis-
FRANZ BRENTANO 175

mo modo. En la representación hay algo representado; en el juicio hay


algo admitido o rechazado; en el amor, amado; en el odio, odiado; en el
apetito, apetecido, etc.
Esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenó -
menos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con
lo cual podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son
aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente, un objeto.
( ...]
Podemos, pues, considerar, con razón, la inexistencia intencional de
un objeto como una propiedad general de los fenómenos psíquicos, que
distingue a esta clase de fenómenos de la clase de los fenómenos físicos.

(BRENTANO, E, Psicología.
Madrid: Revista de Occidente, 1935 (Z." ed.) (pp. 9, 12-13, 15,22-24,
27-29 Y32). Trad., J. Gaos. (Se han eliminado las notas del traductor).]
GUSTAV T. FECHNER
(1801-1887)

Fechner nació en un pueblo del sureste de Alemania, en el seno de una


familia dedicada al sacerdocio. Estudió medicina y cirugía, y posteriormen-
te pasó a la Universidad de Leipzig, donde transcurrió el resto de su vida. Allí
trabajó frenéticamente -sobre todo en temas relacionados con la física-
hasta tal punto que acabó cayendo enfermo y sufriendo una profunda crisis
personal de resultas de la cual profundizó en el problema de la relación alma-
cuerpo y comenzó a formular toda su teoría psicofísica. Terminó adentrán-
dose también en el campo de la estética, a propósito de temas perceptivos.
Falleció a los pocos años de publicar el libro Revisión de los puntos principa-
les de la psicofisica, de donde procede el fragmento reproducido a continua-
ción. Se trata de una obra dedicada a resumir su investigación psicofísica,
plantear sus implicaciones para la naciente psicología experimental y res-
ponder a las diversas críticas que se le habían realizado desde la publicación
de sus Elementos de psicofísi ca en 1860.
Fechner, Weber y Helmholtz son tres de los nombres más representati-
vos de la fisiología sensorial germana del XIX, un campo de investigación
que forma parte esencial del embrión que da lugar al nacimiento de la psi-
cología experimental. Como vimos en el texto correspondiente, Kant había
negado la posibilidad del estudio científico de la mente por la imposibilidad
de adecuar su actividad al modelo de las r egulari dades matemáticas que
debe adoptar toda investigación científica. Menos de noventa años después
Fechner demuestra que, manipulando de manera sistemática los estímulos
a que el sujeto se expone, es posible detectar correlaciones entre la grada-
ción cuantitativa de esos estímulos y las regularidades cualitativas percibi-
das por el sujeto. La investigación de tales correlaciones es el cometido de
la psicofísica.
Algunos historiadores se refieren a la psicofísica de Fechner como el pri-
mer programa de investigación en psicología. Ciertamente la ley que con-
densa toda su investigación en este ámbito (S = k log R) constituye una con-
tribución definitiva a la psicología de la percepción. En el texto seleccionado
podemos ver cómo expone Fechner sus fundamentos teóricos reflexionando
sobre las relaciones entre mente y cuerpo.
178 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGi"

Lecturas recomendadas

ATO GARctA, M., «Gustav T. Fechner y la psicofísíca». En E. Quiñones et al. (eds.),


Historia de la psicologia. Textos y comentarios. Madrid: Tecnos, 1993 (pp.
192-200). Interesante comentario a un pasaje de la misma obra de donde
hemos extraído el texto seleccionado.
BORING, E . G., Sensation and perception in the history of psychology. Nueva York:
Appleton, 1942. La historia de la psicología de la percepción por excelencia,
elaborada por el decano de los historiadores de la psicología. Pese al tiempo
transcurrido desde su publicación, mantiene vigencia como obra de consulta
MÜLBERGER, A., «Elementos de psicofísica: Los experimentos con pesos de G. T.
Fechner». En M. Saiz, D. Saiz y A. Mülberger, Historia de la psicologia. Ma-
nual de prácticas. Barcelona: Eduard Fabregat Editor, s.a. (pp. 93-103). Resu-
me con brevedad las nociones básicas de la psicofísica fechneriana y explica
sus procedimientos experimentales.

Una defmición de la psicofísica


[1882]

En general, decimos que lo psíquico es una función de lo físico y que


depende de lo físico, y a la inversa; ya que entre ellos hay una relación
constante o regulada por leyes, de forma que a partir de la presencia y
cambios de uno es posible deducir los del otro.
La realidad de las relaciones funcionales entre el cuerpo y el alma es
algo que suele ser admitido generalmente por todos, pero en cambio el
problema de las razones, sentido e implicaciones de esta realidad es una
cuestión todavía no resuelta.
Dejando aparte los puntos de vista metafísicos, los cuales pertenecen
a la esencia, y no al fenómeno o apariencia, la psicofísica pretende
determinar con toda exactitud posible las relaciones funcionales reales
existentes entre los dominios fenoménicos del cuerpo y del alma.
¿Qué es lo que pertenece conjuntamente, cuantitativa y cualitativa-
mente, próxima y remotamente, al mundo del cuerpo y al mundo del
espíritu? ¿Conforme a qué leyes los cambios de uno siguen a los cam-
bios del otro, o ambos cambian conjuntamente? La psicofísica se hace
estas preguntas generales e intenta responderlas con precisión. .
[...] Mientras haya una relación fundamental entre el cuerpo y el
alma, de suyo no hay nada que nos impida mirar y observar esta rela-
ción tanto en una como en otra dirección; podemos ilustrarla conve-
GUSTAV T. FECHNER 179

nientemente con el ejemplo de una función matemática, que es una


relación entre las variables x e y de una ecuación en la que cada una de
las variables puede considerarse como función de la otra y dependiente
de los cambios de la otra. Pero hay una razón por la que la psicofísica
prefiere enfocar la relación desde la perspectiva de la dependencia de la
mente con respecto al cuerpo (más que desde la de la dependencia del
cuerpo con respecto a la mente). La razón es la siguiente: porque sólo
lo físico puede ser objeto de medida directa, mientras que lo psíquico
sólo puede ser medido a través de lo físico [oo.].
Mientras se considere a lo psíquico como función directa de lo físi-
co, puede decirse que lo físico es el soporte y base de lo psíquico. Lla-
maremos psicofísicas a aquellas actividades que constituyen la base y
soporte de las actividades psíquicas, y tienen una relación funcional
directa con las mismas.
[oo.] La psicofísica, cuyo nombre la emparenta con la psicología y
con la física, tiene, por una parte, que basarse en la psicología, y, por
otra parte, promete dar unos fundamentos matemáticos a la misma
psicología.
[oo.] Antes de tener los medios para investigar la condición de las
actividades corpóreas directamente relacionadas con nuestra actividad
espiritual, podemos determinar hasta cierto límite las relaciones cuanti-
tativas de dependencia existentes entre las actividades corporales y espi-
rituales. La sensación depende del estímulo; una sensación más fuerte
depende de un estímulo más fuerte ; pero el estímulo produce la sensa-
ción únicamente gracias a la mediación de una actividad interna del
cuerpo.
[.oo] (E)n las sensaciones intensivas tomamos como medida de la
sensibilidad absoluta al valor recíproco, o inverso, de las intensidades
estimulares absolutas; en las sensaciones extensivas, al valor inverso
a la dimensión absoluta productora de una sensación igual de gran-
de. Como medida de la simple sensibilidad de las diferencias, em-
pleamos el valor inverso al de la mínima diferencia estimular, o ex-
tensional, capaz de ser percibida como tal; como medida de la
sensibilidad diferencial relativa nos servimos del valor recíproco al de
la razón de estímulos o extensiones que originan una idéntica sensa-
ción diferencial.
No es posible separar los métodos de medida de las sensibilidades
diferenciales absoluta y relativa, ya que, en ambos casos, tenemos que
determinar cuáles son los dos estímulos que producen una determina-
180 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

da sensación de diferencia. Entonces lo único que puede hacerse es


atender o a la magnitud absoluta de la diferencia estimular o a la razón
entre los estímulos, y medir la sensibilidad por sus valores inversos-
Ambas medidas tienen sentido; pero nosotros nos contentaremos con
estudiar los métodos para medir la primera.

i
l [FECHNER, G. T., Revisión de los puntos principales de la psicoiisica.
En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Textos básicos para su
génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Descl ée de Brouwer, 1990 (3.a ed..)
1 (pp. 20-24). Trad. , J. M. Gondra.]
CHARLES DARWIN
(1809-1882)

Si en el texto anterior Darwin exponía su idea de la evolución por selec-


ción natural, en esta ocasión reflexiona sobre un tema cuyo tratamiento le
convierte en uno de los fundadores de la psicología comparada: la adquisi-
ción y desarrollo evolutivo de los instintos. De hecho, el fragmento elegido,
que se publicaría más tarde como conclusión del póstumo Ensayo sobre el
instinto -una de las obras psicológicas de Darwin-, está extraído de un
libro de George J. Romanes, colaborador de Darwin y principal continuador
de su psicología comparada.

En el texto puede observarse cómo argumenta Darwin acerca de uno de


lo s temas típicos de la psicología comparada: las relaciones entre herencia y
comportamiento a través de la evolución de los instintos. Por las alusiones
que hace al final, también se aprecia el método inductivo que emplea, basa-
do en observaciones minuciosas e integración de datos diversos.

Lecturas recomendadas

DARWIN, C., Autobiografia. Madrid: Alianza, 1977. Una amena lectura que mues-
tra el minucioso trabajo de Darwin a partir de su viaje en el Beagle.
DARWlN, C; Ensa yo sobre el instinto y Apunte biográfico de un niño. Madrid: Tec-
nos, 1983. Aunque la traducción es algo descuidada, merece la pena leer
estos dos breves escritos psicológicos de Darwin. El segundo de ellos , ade-
más, le convierte en uno de los primeros psicólogos evolutivos, precursor de
las observaciones de Freud o Piaget.
DARWlN, c., La expresión de las emocione s en los animales yen el hombre. Madrid:
Alianza, 1984. Esta es la obra psicológica por antonomasia de Darwin. En las
«Consideraciones preliminares» de T. R. Femández Rodríguez, traductor de
la obra , se pone de manifiesto que la preocupación por la actividad psicoló-
gica de los organismos era esencial para Darwín,
RICHARDS, R. J ., Darwin and the emergence of evolutionary theories of mind and
behavior. Chicago: Chicago University Press, 1987 . Tal vez la mejor hi storia
de la psicología comparada y sus raíces en la obra darwiniana.
182 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

La evolución de los comportamientos instintivos


[1883]

En este capítulo hemos considerado principalmente los instintos de


los animales desde el punto de vista de si es posible que puedan haber
sido adquiridos a través de los medios especificados por nuestra teoría
o bien, aun cuando puedan haberse adquirido así los más simples,
otros son tan complejos y maravillosos que tienen que haberse for-
mado como dotaciones especiales, echando entonces por tierra la teo-
ría. Teniendo en cuenta los hechos disponibles sobre la adquisición de
disposiciones y acciones hereditarias en nuestros animales domésticos
-mediante la selección de los trucos que las generan o las modifica-
ciones del instinto, o bien mediante el entrenamiento y el hábito ayu-
dados ligeramente por la imitación-, así como el paralelismo de las
mismas con los instintos de los animales en estado salvaje -aunque
limitadas por el hecho de haber tenido menos tiempo-; teniendo en
cuenta asimismo que, desde luego, en estado salvaje los instintos su-
fren ligeras variaciones; y teniendo además en cuenta cuán frecuente-
" mente encontramos en animales distintos pero relacionados entre sí
..
"
una gradación de los instintos más complejos que muestra, cuando
menos, la posibilidad de que un instinto complejo pueda haber sido
adquirido en pasos sucesivos, e incluso suele revelar -de acuerdo con
'.
"

nuestra teoría- los pasos concretos a través de los cuales el instinto ha


sido adquirido, ya que los instintos relacionados entre sí se han sepa-
rado y ramificado en diferentes momentos de la evolución de la des-
cendencia de un ancestro común, y por tanto han retenido, más o
menos inalterados, los instintos de las diversas líneas de formas ances-
trales de la especie de que se trate; teniendo todo esto en cuenta, junto
con la certeza de que los instintos son tan importantes para el animal
como las estructuras que generalmente van relacionadas con ellos, y
que, en la lucha por la vida en condiciones cambiantes, ligeras modifi-
caciones de un instinto difícilmente podrían dejar de ser provechosas
para los individuos en ciertas ocasiones, no puedo apreciar ninguna
dificultad insuperable en nuestra teoría. Incluso en el caso del instinto
más maravilloso que se conoce, el de las celdas de la abeja común,
hemos visto cómo una sencilla acción instintiva puede conducir a re-
sultados que llenan nuestra mente de asombro.
Más aún, me parece que nuestra teoría de la descendencia está res-
paldada por el hecho -muy general- de la gradación en la compleji-
dad de los instintos dentro de los límites del mismo grupo de animales,
y -de una manera similar- por el hecho de que dos especies relacio-
CHARLES DARWIN 183

nadas entre sí, aun situadas en dos partes distantes del mundo y rode-
adas de condiciones de vida totalmente diferentes , tienen mucho en
común en lo que se refiere a sus instintos. Y es que estos hechos son
explicados por la teoría, mientras que si consideramos cada instinto
como una creación especial, entonces sólo podemos decir que es como
es . Las imperfecciones y errores del instinto dejan de ser sorprenden-
tes en nuestra teoría. En realidad, lo extraño sería que no se pudieran
detectar bastantes más casos flagrantes, si no fuera porque una especie
que no hubiera conseguido modificarse y perfeccionar hasta este
momento sus instintos lo bastante como para ser capaz de continuar
luchando con quienes viven junto a ella en la misma zona, simplemen-
te sería una más añadida a la miríada de especies que se han extin-
guido.
Quizá no sea lógico, pero es mucho más satisfactorio para mi ima-
ginación considerar que la cría del cuco expulsando a sus hermanos
adoptivos, las larvas de las Ichneumonida alimentándose dentro de los
cuerpos vivos de sus presas, los gatos jugando con ratones o las nutrias
y cormoranes con peces vivos, no han sido dotados de instintos espe-
ciales por el Creador, sino que constituyen partes muy pequeñas de una
ley general que gobierna el desarrollo evolutivo del conjunto de los cuer-
pos orgánicos -Multiplicaos, Variad, que se mantenga con Vida el más
fuerte y Muera el más débil-o

[DARWIN, C., «A posthumous essay on instinct».


En G. J. Romanes, Mental evolution in animals. Londres: Kegan Paul,
1883 (pp. 383-384). Trad. , J. C. Loredo.]

),
,
'1 I

1
~

1
HERMANN EBBINGHAUS
(1850-1909)

Hermann Ebbinghaus nació en Barmen (Alemania) . Recibió una am-


plia formación humanística en las universidades de Halle, Berlín y Bonn,
en la que completó estudios de psicología y antropología al término de la
guerra franco-prusiana. Tras doctorarse en filosofía, viaja a Inglaterra y
a Francia, donde se gana la vida dando clases. A su regreso comienza una
investigación sobre la memoria que habría de hacerle célebre. Presentada
como segunda tesis en la Universidad de Berlín, se publicó en 1885 con el
título Sobre la memoria . Después de unos años como profesor en Berlín,
obtuvo una cátedra en la Universidad de Breslau y luego otra en la de Halle,
donde permaneció ya hasta su muerte. Aunque él mismo no publicó mu-
cho, promovió la publicación de investigaciones empíricas a través de la
Revista de Psicología y Fisiología de los Organos Sensoriales, que fundó jun-
to al físico A. Koníg (1890) . Merecen recordarse también sus manuales
Fundamentos de psicología (1897 y 1902) Y Compendio de psicología (1908),
cuyo rigor y claridad de estilo los hicieron sumamente apreciados en su
tiempo.
Con su investigación pionera sobre la memoria, Ebbinghaus demostró
convincentemente que, en contra de una opinión que Wundt había converti-
do en dominante, los procesos mentales superiores eran susceptibles de tra-
tamiento experimental (véase el texto de o. K ülpe en relación con un esfuer-
zo semejante referido al estudio del pensamiento). En el fragmento que
sigue, extraído de su clásica monografía, Ebbinghaus expone el procedi-
miento ideado, subraya sus ventajas y desventajas, y describe las condiciones
de los experimentos realizados. El lector podrá apreciar aquí algunos de los
rasgos que han hecho que esta investigación se siga citando hoy como mode-
lo de inventiva y exactitud experimentales.

Lecturas recomendadas

CAPARRÓS, A., H. Ebbinghaus, un [uncionalista investigador tipo dominio . Barce-


lona: Universitat de Barcelona, 1986. Un detenido estudio sobre la significa-
186 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

ción funcionalista de Ebbinghaus no ceñido exclusivamente a su trabajo


sobre la memoria.
EBBINGHAUS, H. , «Estudio experimental de la memoria», En J. M. Gondra (ed.),
La psicología moderna . Textos básicos para su génesis y desarrollo. Madrid:
Desclée de Brouwer, 1982 (Z." ed.) (pp. 135-158). Selección más amplia que
la que aquí se ofrece de la monografía de Ebbinghaus sobre la memoria.
GARRETI, H. E. , Las grandes realizaciones en la psicología experimental. México:
Fondo de Cultura Económica, 1962 (Z." ed.) . Contiene una clara y detallada
descripción de los experimentos de Ebbinghaus sobre la memoria y el olvi-
do.

El estudio experimental de la memoria


[1885]

Series de sílabas sin sentido

Para intentar en la práctica una vía de penetración -verdad es que


limitada a un territorio muy pequeño- en los procesos de la memoria
[oo.], hemos seguido el siguiente procedimiento:
Con las consonantes simples del alfabeto y las 11 vocales y dipton-
gos del idioma alemán construimos todas las sílabas posibles que per-
tenecieran a una determinada clase, a saber, la formada por una vocal
puesta en medio de dos consonantes.
Dichas sílabas, aproximadamente unas 2.300, fueron mezcladas
unas con otras, y a continuación extraídas al azar de manera que for-
maran series de diferentes longitudes, las cuales constituyeron el obje-
to de los diversos experimentos. Al principio, en la composición de las
sílabas observamos, aunque no con demasiada escrupulosidad, unas
reglas con vistas a impedir una repetición demasiado rápida de ele-
mentos que tuvieran el mismo sonido; posteriormente estas normas
fueron abandonadas y dejamos intervenir únicamente al azar. Las síla-
bas empleadas en un experimento eran dejadas a un lado hasta haber
agotado el total de las mismas; después se volvían a mezclar y a utilizar
conforme el mismo procedimiento.
Todos los experimentos realizados con estas series de sílabas pre-
tendían en último término lo siguiente: conseguir que, mediante la lec-
tura repetida en voz alta, una serie quedara grabada de tal forma en la
memoria que pudiera ser repetida después a voluntad. Considerá-
HERMANN EBBINGHAUS 187

bamos alcanzado este objetivo la primera vez que el sujeto, dada la


sílaba inicial, era capaz de recitar toda la serie sin interrupciones, a
l.), una determinada velocidad, y con la conciencia de no cometer ningu-
id: na falta.
lue

:0:
Ventajas del material
.da
vi- Este material carente totalmente de sentido que acabamos de men-
cionar ofrece muchas ventajas, derivadas en parte de su falta de signi-
ficado. En primer lugar, es relativamente simple y homogéneo. En el
caso del material más a mano, a saber, el verso o la prosa, la variedad
de contenidos, ya narrativos, ya descriptivos, ya reflexivos, los giros
unas veces patéticos y otras humorísticos, la belleza o rigor de las
metáforas, la suavidad o dureza de ritmo y rima, tienen que introducir
una gran cantidad de influencias que cambian de un modo irregular, y,
por consiguiente, son perturbadoras: asociaciones que entran o salen,
grados diferentes de interés, recuerdos especialmente acertados, o be-
llos versos, etc. Todas estas cosas son evitadas por nuestras sílabas.
ue Entre los muchos miles de combinaciones posibles, apenas hay unas
tia pocas docenas que tengan algún significado, y, de éstas, sólo habrá
unas pocas cuyo significado sea descubierto por el sujeto durante el
m- aprendizaje.
er- Claro que no hay que dar demasiada importancia a la simplicidad y
cal homogeneidad del material; todavía está muy lejos de nuestro ideal.
Porque el aprendizaje de las sílabas sin sentido afecta a tres campos
las sensoriales, el ojo , el oído y el sentido muscular de los órganos del len-
lr- guaje. y aun cuando éstos participan de un modo muy limitado y siem-
je- pre muy similar, sin embargo, hay que predecir una cierta complejidad
las de los resultados debido a su acción conjunta.
las En particular, la homogeneidad de las series de sílabas no corres-
le- ponde a eso que podría esperarse de ellas; presentan grados muy nota-
las bles y casi imperceptibles de facilidad y dificultad. En la práctica pare-
la- ce como si, desde este punto de vista, las diferencias entre material con
)er y sin sentido no fueran todo lo grandes que uno hubiera podido imagi-
narse a priori. Al menos, en el aprendizaje de memoria de algunos can-
tos del Don Juan, de Byron, yo no encontré una dispersión numérica
re- relativamente mayor que la de las sílabas sin sentido en cuyo aprendi-

zaje había empleado una cantidad de tiempo aproximadamente igual.
la En el primer caso, las innumerables influencias perturbadoras ya men-
rá- cionadas parecen haberse compensado mutuamente para producir un
188 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

cierto efecto intermedio; mientras que en el segundo caso, la predispo-


sición hacia ciertas combinaciones de sílabas y letras, por influjo de la
lengua materna, tiene que ser muy heterogénea.
Más indudables son las ventajas de nuestro material en otros dos
aspectos. En primer lugar nos permite una cantidad inagotable de nue-
vas combinaciones de carácter totalmente homogéneo, mientras que los
diferentes poemas, los distintos trozos de prosa, siempre tienen algo
que impide la comparación. En segundo lugar, las sílabas sin sentido
permiten una variación cuantitativa cómoda y segura; mientras que la
terminación antes del final, o el comenzar en la mitad de una estrofa o
de una frase, traen consigo nuevas complicaciones debidas a las dife-
rentes perturbaciones de sentido que comportan.
Las series numéricas, las cuales también utilicé, resultaron dema-
siado pequeñas para una investigación larga, debido al número escaso
de sus elementos básicos.

Producción de las condiciones experimentales lo más constantes posibles


Para el aprendizaje memorístico se propusieron las siguientes con-
diciones:
1. Las series fueron siempre leídas en su totalidad, desde el princi-
pio hasta el final; no eran aprendidas por partes, que después
había [hubiera] que encadenar; asimismo tampoco se escogieron
las partes especialmente difíciles para memorizarlas con una
mayor frecuencia. La lectura, y los ensayos de repetición memo-
rística ocasionalmente necesarios, fueron intercalados de una
manera natural. Para la repetición, se observó la siguiente norma:
cuando se producía alguna interrupción, había que leer el resto
de la serie hasta el final y luego volver a comenzar.
2. La lectura y la recitación fueron realizadas siempre con la misma
velocidad, a saber, a un compás de 150 golpes por minuto. Para
su regulación utilizamos inicialmente un metrónomo con reloj;
pero muy pronto lo sustituimos por el tic-tac de un reloj de bol-
sillo, mucho más sencillo y menos perturbador de la atención. El
mecanismo de la mayoría de los relojes oscila con una frecuencia
de 300 golpes por minuto.
3. Como es casi imposible hablar de continuo sin cambios de acen-
to, decidimos, a fin de que estas diferencias fueran siempre las
mismas, agrupar tres o cuatro sílabas dentro de un compás, y así
dar un leve acento a las sílabas primera, cuarta, séptima, o a la
HERMANN EBBINGHAUS 189

primera, quinta, novena, etc.; otras elevaciones en el tono de voz


fueron evitadas en la medida de lo posible.
4. Después del aprendizaje de cada serie, había una pausa de 15
segundos, y esta pausa era aprovechada para hacer el balance de
los resultados. Después se pasaba directamente a la siguiente
serie del mismo experimento.
5. Durante el aprendizaje, y en la medida en que ello era factible, se
tuvo el propósito de alcanzar el objetivo deseado con la máxima
rapidez. Así, en la medida limitada en que la voluntad consciente
puede influir en ellos, siempre intentamos concentrar al máximo
nuestra atención en el trabajo fatigante, y en su objetivo. Natu-
ralmente, para lograr este propósito se tomó en consideración
todo aquello que supusiera un alejamiento de las perturbaciones
externas; también se evitó en la medida de lo posible las peque-
ñas distracciones procedentes de la realización del experimento
en ambientes diferentes.
6. Nunca intentamos conectar las sílabas sin sentido por medio de
relaciones inventadas, tales, por ejemplo, como las reglas de la
nemotecnia; el aprendizaje fue debido simplemente a la influen-
cia de las meras repeticiones sobre la memoria natural. Como yo
no poseo el más mínimo conocimiento práctico del arte de la
nemotecnia, el cumplimiento de esta condición no tuvo para mí
ninguna dificultad.
7. Finalmente, y ante todo, procuré que las condiciones de la vida
exterior durante el período de los experimentos, permanecieran
libres, por lo menos, de cambios e irregularidades demasiado
grandes. Naturalmente, dado que los experimentos duraron
varios meses, esto sólo es posible en una medida muy limitada.
Pero tuvimos buen cuidado de realizar en idénticas condiciones
de vida aquellos experimentos cuyos resultados debían de ser
directamente comparados. En particular, las ocupaciones previas
al experimento siempre fueron lo más idénticas posible.

[EBBINGHAUS, H., Sobre la memoria .


En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Bilbao: Desclée de
Brouwer, 1982 (2.a ed .) (pp. 136-139). Trad., J. M. Gondra.
(Se han eliminado las notas del autor) .]
ERNST MACH
(1836-1916)

Nacido en Turas (Moravia), Mach estuvo en las universidades de Viena,


Graz y Praga. En la primera de ellas estudió, comenzó a trabajar y pasó la
última etapa de su vida, mientras que en Praga pasó 28 años y escribió sus
obras más importantes. A lo largo de su carrera Mach fue físico, filósofo y
psicólogo.
El positivismo del siglo XIX hereda el espíritu racionalista y cientificista
originado por la revolución newtoniana. Los dos representantes máximos de
ese positivismo son Comte y Mach. A diferencia de Comte, Mach defiende un
positivismo epistemológico, más «austero» y sin el marco evolucionista apli-
cado a la historia de la humanidad característico del autor francés. El énfa-
sis se orienta ahora hacia la función práctica del conocimiento, lo cual influ-
ye en el pragmatismo de autores como William James. Otro de los rasgos
propios del positivismo de Mach es el antirrealismo, tomado en gran parte
de Berkeley y su crítica a la existencia real de los objetos más allá del cúmu-
lo de sensaciones que los forman. En el fragmento seleccionado a continua-
ción aparece esta crítica al realismo metafísico, es decir, a la idea de que el
conocimiento científico refleja el mundo tal como es.

Lecturas recomendadas

BoRING, E. G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. El epí-


grafe correspondiente del capítulo 18 sitúa con brevedad y rigor a Mach en
la historia de la psicología, poniéndolo alIado de R. Avenarius, cuyas ideas
convergen con las suyas.
GABUCIO, E, «Consideraciones acerca de la "Psicología de la investigación" de
Ernst Mach», Revista de Historia de la Psicología , 16 (3-4) , 1995 (pp. 353-359).
Un sugerente trabajo sobre Mach realizado por uno de los especialistas espa-
ñoles en su obra.
MACH, E., Análisis de las sensaciones . Barcelona: Alta Fulla, 1987. Texto comple-
to de la obra más conocida del autor.
192 LECTURAS DE HISTORlA DE LA PSICOLOGÍA

Apariencia y realidad
[1336]

Una forma común y vulgar de pensar y hablar es contrastando la


«apariencia» con la «realidad». Un lápiz sosteniéndose ante nosotros
en el aire lo vemos como recto; lo sumergimos en el agua y lo vemos
torcido. En el último caso decimos que el lápiz parece torcido pero en
realidad está recto. Ahora bien, ¿qué nos autoriza a aseverar que un
hecho -más que otro- constituye la realidad y degradar el otro al
nivel de la apariencia? En ambos casos hemos de enfrentarnos a he-
chos que se nos presentan con diversas combinaciones de elementos,
las cuales están determinadas de modo distinto en los dos casos. Pre-
cisamente es a causa de su entorno por lo que el lápiz sumergido en
agua parece torcido a la vista, aunque al tacto, y desde un punto de vis-
ta métrico, está recto. Una imagen en un espejo cóncavo o plano sola-
mente es visible, mientras que en otras circunstancias -las habitua-
les- a esa imagen visual también le corresponde un cuerpo tangible.
Una superficie brillante es más brillante al lado de una superficie
oscura que al lado de una superficie más brillante que ella. En efecto,
nuestras expectativas se ven frustradas cuando, no prestando sufi-
ciente atención a las condiciones y sustituyendo unas determinadas
,¡ combinaciones por otras, caemos en el error natural de esperar aque-
llo a lo que estamos acostumbrados, a pesar de que quizá estemos ante
un caso inusual. No podemos culpar de ello a los hechos. En estos
casos, hablar de «apariencia» puede encerrar un significado práctico,
pero no un significado científico. Algo parecido sucede con la cuestión
-planteada con frecuencia- de si el mundo es real o simplemente lo
soñamos. Es una cuestión carente de todo significado científico. El
sueño más extravagante es un hecho como cualquier otro. Si nuestros
sueños fueran más regulares, estables y conectados entre sí , también
podrían tener un mayor significado práctico para nosotros. Durante el
tiempo de vigilia, las relaciones entre los elementos se amplían enor-
memente en comparación con las de nuestros sueños. Reconocemos el
sueño tal como es y, cuando el proceso se invierte, se estrecha el cam-
po de visión psíquico y el contraste casi se pierde del todo. Donde no
hay contraste, la distinción entre sueño y vigilia, entre apariencia y
realidad, es completamente ociosa e inútil.

[MACH, E., The analysis of sensations,


Chicago y Londres: The Open Court Publishing Company, 1914
(pp. 10-11). Trad., J. C. Loredo.]
WILLIAM JAMES
(1842-1910)

William James es una personalidad muy representativa del espíritu


genuinamente norteamericano, escindido entre la defensa inquebrantable de
la libre voluntad individual y el respeto (de origen puritano) por unas estric-
tas normas morales que se consideran propias de la naturaleza humana y
definen a la comunidad en que vive el individuo. El episodio más conocido
de la biografía de James viene a reflejar esa escisión.
Nacido en Nueva York, James fue educado durante su infancia en distin-
tos lugares de Europa. De regreso a su país, estudió medicina y, tras una es-
tancia en el laboratorio de Wundt en Alemania, se estableció en la Universi-
dad de Harvard, donde se jubiló en 1907 . Pues bien, James sufrió durante los
años posteriores a su graduación una crisis personal (una depresión) rela-
cionada con la evidencia de la contradicción entre el materialismo determi-
nista de las ciencias naturales y la necesidad de preservar la existencia de la
voluntad humana entendida como libertad de elección. La salida de esta cri-
sis no fue ajena a la formulación de su teoría psicológica.
William James puede considerarse como el padre de la psicología norte-
americana moderna, a la que imprimió el espíritu funcionalista que la de-
fine. El núcleo de su sistema es la preocupación por mostrar el carácter
adaptativo de la conciencia. Esta es precisamente la manera de cancelar la
mencionada contradicción entre determinismo materialista y libertad huma-
na: se puede mantener la existencia de la conciencia si es que ésta se mues-
tra útil en la adaptación al medio. James entiende la conciencia como pro-
ceso que selecciona constantemente las ideas que han de traducirse en
acciones. La conciencia es, así, el motor de la adaptación activa del organis-
mo a su medio.
En el texto elegido a continuación pueden observarse algunos rasgos
del pensamiento psicológico funcionalista de James: la crítica al atomismo,
la idea de la corriente de conciencia (el pensamiento es un proceso conti-
nuo) y, en general, la justificación de la mente de acuerdo con su utilidad
práctica.
194 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

BLANCO, F., «Los orígenes de la psicología norteamericana: William James ». En


M. Saiz, D. Saiz y A. Mülberger, Historia de la psicología. Manual de prácti-
cas. Barcelona: Eduard Fabregat Editor, s.a. (pp. 239-250). Una compacta
exposición de la psicología de William James dentro de su contexto intelec-
tual.
FEINSTEIN, H. M., La [ormaci án de William James . Buenos Aires : Paidó s, 1987.
Estudio psicológico-biográfico de James desde el punto de vista del desarro-
llo de una personalidad creativa en el entorno familiar. Incluye numerosas
fotografías.
JAMES, W., Principios de psicología. México: F.C.E., 1989 . Cuidada edición espa-
ñola de la obra más importante de James.
PERRY, R.B., El pensamiento y la personalidad de William James. Buenos Aires:
Paidós, 1973. Una clásica biografía de James muy consultada por los histo-
riadores.

La corriente de conciencia
[1890]

[...] La mayor parte de los libros empiezan con los hechos menta-
les más simples, las sensaciones, y proceden sintéticamente, constru-
yendo cada estadio superior a partir de los inferiores. Pero esto impli-
ca un abandono del método empírico de investigación. Nadie tuvo
nunca una simple sensación en cuanto tal. La conciencia, desde el mo-
mento de nuestro nacimiento, es conciencia de una fecunda multipli-
cidad de objetos y relaciones, y las que llamamos simples sensaciones
son resultados de la atención discriminativa, muy frecuentemente lle-
vada a extremos muy altos. Es asombroso el estrago causado en la psi-
cología cuando se admiten presupuestos al principio aparentemente
inocentes, pero que llevan en su interior ciertos fallos . Posteriormente
estas consecuencias nocivas se desarrollan y llegan a ser irremediables
al quedar insertas en la totalidad del entramado de la obra. La noción
de que las sensaciones, al ser las cosas más simples, son las primeras
que deben ser consideradas por la psicología, es una de estas suposi-
ciones. Lo único que la psicología tiene derecho a postular desde el
principio es precisamente el hecho del pensamiento, y este hecho tie-
ne que ser examinado y analizado en primer lugar. Si después resulta
que las sensaciones están entre los elementos del pensamiento, éstas
no saldrán peor paradas que en el caso de haberlas presupuesto desde
el principio.
WILLIAM JAMES 195

Entonces, para nosotros, en cuanto psicólogos, el hecho primero es


que se da alguna clase de pensamiento . Uso la palabra pensamiento para
designar indiscriminadamente toda forma de conciencia. Si en inglés se
pudiera decir «piensa» lo mismo que se dice «llueve» o «sopla», enton-
ces estaríamos afirmando este hecho de la manera más simple y sin ape-
nas postular nada. Como esto no es posible, debemos decir simplemen-
te que el pensamiento marcha.

Cinco caracteres del pensamiento

¿ Cómo marcha el pensamiento? Inmediatamente advertimos cinco


caracteres importantes en el proceso, que deberán ser tratados de un
modo general en este capítulo:
1) Todo pensamiento tiende a formar parte de una conciencia per-
sonal.
2) Dentro de cada conciencia personal, el pensamiento siempre está
cambiando.
3) Dentro de cada conciencia personal, el pensamiento es sensible-
mente continuo.
4) El pensamiento siempre parece tratar con objetos independientes
de él.
5) El pensamiento se interesa por algunas partes de estos objetos
con exclusión de las demás, y las recibe o las rechaza; en una
palabra, escoge de entre las mismas.
[ ...]

3) Dentro de cada conciencia personal, el pensamiento es sensiblemente


continuo

Sólo puedo definir lo «continuo» como aquello que no tiene brechas,


roturas o divisiones. [...] Las únicas grietas que pueden concebirse den-
tro de una mente singular serían o bien interrupciones, lapsus tempora-
les durante los cuales se esconde la conciencia para después volver nue-
vamente a la existencia; o bien rupturas en la cualidad, o contenido, del
pensamiento, tan abruptas que el segmento siguiente no tendría ningu-
na conexión con el precedente. La proposición de que, dentro de cada
conciencia personal, el pensamiento siente una continuidad significa
dos cosas:
196 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

1. Que incluso allí donde hay una interrupción o lapso temporal, la


conciencia se siente vinculada a la conciencia precedente, como
a otra parte de un idéntico sí mismo.
2. Que los cambios de un momento a otro en la cualidad de la con-
ciencia no son nunca absolutamente abruptos.
[ ... ]
[...] Si la conciencia no es consciente de ellos [de los lapsos], no pue-
de sentirlos como interrupciones. En la inconsciencia producida por el
óxido nítrico y otros anestésicos, en la de la epilepsia y el desmayo, los
límites rotos de la vida sensorial pueden encontrarse y afluir por enci-
ma de la hendidura, como los sentimientos del espacio de las márgenes
opuestas del «punto ciego» se encuentran y confluyen, por encima de
esa interrupción objetiva, en la sensibilidad del ojo. Tal conciencia,
prescindiendo de lo que le pueda parecer al psicólogo que la observa, no
es algo dividido. Se siente sin fisuras; un día suyo de vigilia es sensible-
mente una unidad tan larga como la duración de ese día, en el sentido
de que las horas son unidades, es decir, como algo cuyas partes están
unas detrás de otras, sin ninguna substancia ajena que se interfiera
entre ellas. Esperar que la conciencia sienta como hendiduras las in-
terrupciones objetivas de su continuidad sería lo mismo que esperar
que el ojo sintiera como grieta al silencio, puesto que no lo oye; o el oído
sintiera una grieta de oscuridad, ya que no ve. Esto por lo que respecta
a las grietas o lapsos no sentidos.
Con las hendiduras sentidas la cosa es diferente. Al despertar del
sueño sabemos que hemos estado inconscientes, y frecuentemente
podemos calcular exactamente durante cuánto tiempo. Aquí el juicio es
ciertamente una inferencia basada en signos sensibles, y su facilidad es
debida a la larga práctica en el campo particular. Pero el resultado es
que la conciencia, para ella misma, no es una e indivisa, sino que apa-
rece interrumpida y continuada en el mero sentido temporal de la pala-
bra. Pero en el otro sentido de continuidad, el de las partes interna-
mente conectadas y que se pertenecen por constituir partes de una
totalidad común, la conciencia permanece sensiblemente continua y
unitaria. ¿Qué es la totalidad común? Su nombre natural es yo mismo,
yo o mí. [...]
[oo.]
Por tanto, la conciencia no aparece ante sí misma partida en tro-
zos . Palabras tales como «caden a» o «tren» no la describen adecuada-
mente tal como se presenta en una primera instancia. No es nada arti-
:itA WILLIAM JAMES 197
( culado; fluye. Un «río» o una «corriente» son las metáforas que mejor
la
no la describen. Así pues, en lo sucesivo, cuando hablemos de ella la lla-
maremos corriente del pensamiento, de la conciencia o de la vida subje-
tiva .
)0-

Pero ahora surge, incluso dentro de los límites de un mismo sí mis-


mo, y entre pensamientos con este mismo sentido de pertenencia con-
junta, una clase de juntura y separación entre las partes que, al parecer,
le- no hemos tenido en cuenta en la anterior afirmación. Me refiero a las
oel interrupciones debidas a repentinos contrastes en la cualidad de los
los sucesivos momentos de la corriente del pensamiento. [...] Una sonora
ci- explosión, ¿no romperá en dos a la conciencia en la que haya irrumpi-
les do repentinamente? Todo sobresalto repentino, toda aparición de un
de nuevo objeto o cambio en una sensación, ¿no crean una interrupción
ia, real, sensiblemente sentida en cuanto tal, que parte a la corriente de la
no conciencia en el momento en que aparece? ¿No hieren todas las horas
le- de nuestras vidas estas interrupciones? Entonces, ¿cómo podemos decir
do que nuestra conciencia es una corriente continua?
án
-ra Esta objeción se basa en parte en una confusión y en parte en una
m- idea introspectiva superficial.
1lT La confusión afecta a los pensamientos, tomados como hechos obje-
do tivos, ya las cosas presentes en nuestra conciencia. Es una confusión
:ta natural, pero puede evitarse fácilmente si es que nos ponemos en guar-
dia. Las cosas son discretas y discontinuas; pasan delante de nosotros
lel en trenes o en cadenas, frecuentemente irrumpiendo en apariciones
rte explosivas y divididas en dos. Pero sus idas, venidas y contrastes no
es rompen el flujo del pensamiento que las piensa, como tampoco rompen
es el tiempo y el espacio en los cuales están. Un silencio puede quedar que-
es brantado por el estrépito de un trueno, y nosotros quedar tan ensorde-
»a- cidos y confusos por el choque que no seamos capaces de explicarnos lo
la- sucedido en ese momento. Pero esta confusión es un estado mental, y
la- un estado que no hace pasar directamente del silencio al sonido. La
na transición del pensar en un objeto al pensar en otro no es una interrup-
.y ción del pensamiento mayor que la que introduce la juntura del bambú
ro, dentro de un bosque. Es una parte de la conciencia lo mismo que la jun-
tura es una parte del bambú.
[oo.]
"O-
Ia-
ti-
198 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

5) La conciencia siempre se interesa por unas partes del objeto más que
por otras, y les da la bienvenida y las rechaza; o, dicho con otras pala-
bras, escoge al mismo tiempo que piensa

Los fenómenos de la atención selectiva y de la voluntad deliberativa


son ejemplos patentes de esta actividad selectiva. Pero pocos de noso-
tros nos damos cuenta de cuán incesantemente actúan estos fenómenos
en operaciones que de ordinario no son llamadas por estos nombres. La
acentuación y el énfasis se hallan presentes en todas nuestras percep-
ciones. Nos es totalmente imposible dispersar imparcialmente nuestra
atención por una multitud de impresiones [...].
Pero hacemos mucho más que acentuar cosas y unir algunas y man-
pi
tener separadas a otras. En realidad ignoramos la mayor parte de las el;
cosas que están delante de nosotros [...]. G
Comenzando por la base, ¿qué son nuestros sentidos sino órganos
de selección? De entre el infinito caos de movimientos que, como la físi-
si
ca nos enseña, constituyen el mundo externo, cada órgano sensorial
tr
escoge aquéllos situados dentro de ciertos límites de velocidad. Res - n
ponde a ellos, pero ignora a los restantes de un modo tan completo que Dl
es como si no existieran [...]. Partiendo de eso que, de suyo, es un con- la
tinuum indistinguible y hormigueante, desprovisto de distinciones o h
énfasis, nuestros sentidos construyen, fijándose en este movimiento e do
ignorando aquel otro, un mundo lleno de contrastes, de acentos fuertes, Di
de cambios abruptos, de luz y sombras pintorescas. se:
[[
Si las sensaciones que recibimos de un determinado órgano se basan
p
en una selección determinada por la configuración de las terminaciones
S
del órgano, la atención, por su parte, escoge como dignas de ser obser-
vadas sólo a unas pocas de entre las muchas sensaciones a su alcance,
y suprime todas las restantes. P
II
[...] Un pensamiento empírico de una persona dependerá de las
di
cosas por ella experimentadas, pero a su vez éstas serán determinadas
n
en gran parte por sus hábitos de atención. (l
SI
D
[JAMES, W., Principios de psicología. D
En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Textos básicos para su
génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1990 (3.a ed.)
(pp. 108-131). Trad. , J. M. Gondra.] Bl
D
l PSICOLOGíA
FREDERIC MYERS
to más que (1843-1901)
otras pala-

leliberativa
is de noso-
fenómenos
ombres. La
:as percep-
ite nuestra

El poeta y ensayista británico F. W. H. Myers fue uno de los iniciadores


nas y man-
principales líderes de la llamada «investigación psíquica», así como el fur
arte de las dador (junto al físico W. Barrett, el filósofo H. Sidgwick y el musicólogo 1
Gurney) de una Sociedad creada en 1882 para promover su desarrollo.
lO órganos
Los orígenes de este movimiento se sitúan en las últimas décadas de
imo la físi-
siglo XIX cuando, a medida que crecía la autoridad de la ciencia y se acer
) sensorial
tuaba la duda religiosa, muchos filósofos, fisiólogos y escritores se plantea
idad. Res- ron el problema de la naturaleza humana intentando renovar el espiritualis
npleto que mo. Incómodos con el naturalismo imperante, se dirigieron a la ciencia Cal
es un con- la esperanza de encontrar en ella explicación a las creencias tradicionales I
inciones o fundamento a las paranormales. Así, las primeras publicaciones de la Sacie
rimiento e dad para la Investigación Psíquica versaron sobre temas como la hipnosis, 1;
os fuertes, naturaleza de la sugestión, los estados de posesión, los casos de múltiple per
sonalidad, la «clarividencia » y otros fenómenos por el estilo. Entre los pri
meros y más eminentes cultivadores de este movimiento fronterizo con h
ose basan
psicología se encuentra William James, impulsor de la rama americana de h
rinaciones
Sociedad (1885) y presidente de la misma de 1894 a 1895.
ser obser-
u alcance, Destacado experto en la poesía de Wordsworth y de Virgilio, Myers fue
profesor de filología clásica en la Universidad de Cambridge entre 1865 )
1872. Con el tiempo fue centrándose cada vez más en las tareas de la Socie-
~rá de las
mnínadas dad que había ayudado a fundar, a cuyas actividades contribuyó con nume-
rosos trabajos. Entre ellos destacan sus libros Los fantasmas de los vivos
(1886) , La ciencia y la vida futura (1893) y La personalidad humana y su
supervivencia a la muerte corporal (1903). El texto que se reproduce a conti-
nuación es la primera formulación que hace su autor de la «conciencia subli-
isicologia. minal», un término que, como el de «telepatía», fue acuñado por él.
)s para su
O (3. a ed.) El campo de la investigación psíquica fue bautizado como «parapsicolo-
Gondra.] gía » en 1889 por el historiador alemán de la psicología Max Dessoir. Con este
nombre se le sigue conociendo hoy.
200 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

Parapsychology: a concise history. London: Atholone Press, 1993. Una


BELOFF, J.,
breve historia de la parapsicología que ayuda a contextuar la significación de
la obra de Myers.
ELLENBERGER, H . F., El descubrimiento del inconsciente. Madrid: Gredos, 1979.
Una historia admirable de la evolución de la psiquiatría dinámica anclada en
el entorno político, social, cultural y médico de las corrientes psiquiátricas.
Muy útil para contextuar el pensamiento de Myers.
EYSENCK, H. J. Y SARGENT, C.; Explicando lo inexplicado. Misterios de lo paranor-
mal. Madrid: Debate, 1993. Interesante introducción a los problemas de la
parapsicología y a su investigación, apadrinada por uno de los más impor-
tantes representantes modernos de la ciencia de la conducta.

La conciencia subliminal
[1892]

Mientras intentemos explicar los fenómenos del hipnotismo, la


doble conciencia, etc. como meras disgregaciones mórbidas de la per-
sonalidad empírica -el reparto entre varios yoes de los poderes que
habitualmente pertenecen a uno--, creo que nos estaremos condenan-
do al fracaso, que será más evidente con cada nueva remesa de experi-
mentos, cada manifestación renovada de la profundidad y la rareza de
las fuerzas subliminales en funcionamiento. Nos encontraremos, por
así decirlo, explicando la acción de un grupo de géiseres bajo la premi-
sa de que son arroyos alimentados por el agua de lluvia.
Pediré al lector, entonces, que tenga en cuenta que en lo que sigue
no estoy atacando ningún reconocido y coherente cuerpo de doctrina
científica. Más bien, estoy haciendo un primer intento, todavía inma-
duro, de extraer algún orden de una caótica colección de extrañas y apa-
rentemente disparatadas observaciones. Mi hipótesis -desarrollada
aquí a partir de unas breves indicaciones aparecidas en mis primeros
trabajos- acaso no sea verdadera en sus detalles menores, consideran-
do la novedad de la cuestión. Pero quizás sirva por lo menos para seña-
lar la naturaleza y la complejidad de los problemas que cada hipótesis
válida debe reconocer y resolver.
Yo sugiero que la corriente de la conciencia en la que habitualmen-
te vivimos no es la única conciencia que existe en conexión con nuestro
organismo. Nuestra conciencia habitual o empírica puede consistir en
una mera selección de una multitud de pensamientos y sensaciones, de
FREDERIC MYERS 201

los cuales algunos son al menos igual de conscientes que los que cono-
cemos empíricamente. Yo no concedo primacía a mi yo despierto,
In a excepto en el sentido de que entre mis yoes potenciales éste se ha mos-
de trado como el más preparado para afrontar las necesidades de la vida
diaria. Sostengo que es perfectamente posible que otros pensamientos,
79. f sensaciones y recuerdos, tanto aislados como en continua conexión,
en puedan ahora ser activamente conscientes -digamos «dentro de mí»-
:as. en alguna clase de coordinación con mi organismo y formando parte de
mi individualidad total. Concibo la posibilidad de que en el futuro, y en
or- distintas condiciones, pueda recordarlos todos. Yo puedo asumir estas
: la distintas personalidades bajo una única conciencia en la cual la con-
or- ciencia completa, la conciencia empírica que en este momento dirige mi
mano, sea sólo un elemento entre muchos.

[MYERS, F. W. H., «Subliminal consciousness», Proceedings of the


Society for Psychical Research. London: Kegan Paul, 1892 (p. 301).
Trad., A. Ferrándiz.]
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de
CONWY L. MORGAN
(1852-1936)

Morgan fue profesor de zoología y geología en el University College de


Bristol (Inglaterra) desde 1884, y ocupó el cargo de rector del mismo desde
1887 hasta 1908. Junto con Romanes y el propio Darwin, es uno de los fun-
dadores de la psicología comparada, preocupada por investigar la continui-
dad evolutiva de las capacidades psicológicas desde los organismos inferio-
res hasta el ser humano.
La obra de Morgan constituye uno de los desarrollos más importantes de
la llamada «psicología de la adaptación». Es conocido sobre todo el Canon
de Morgan, un precepto metodológico en que se ha querido ver una versión
moderna de la navaja de Ockham. El canon pretende corregir el escaso rigor
interpretativo del denominado «m étodo anecdótico» empleado por natura-
listas como Romanes. Para ello regula la atribución a los animales de unas u
otras capacidades psicológicas. De este modo, Morgan intenta además sen-
tar las bases para un debate verdaderamente científico acerca de la mente
animal, indicando cuáles son las condiciones que han de darse para que sea
legítimo inferir unos u otros procesos psicológicos en los animales.
Los fragmentos traducidos a continuación muestran cómo su propio
autor formula el canon. Nótese cómo lo enmarca claramente en una pers-
pectiva evolucionista, defendiendo la existencia de niveles o grados de acti-
vidades psicológicas.

Lecturas recomendadas

BOAKES, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conductismo. Ma-


drid: Alianza, 1989. Especialmente el capítulo 2.
FERNÁNDEz RODRÍGUEZ, T. R. Y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, J. C., «Morgan y su herencia
objetiva». Revista de Historia de la Psicología, XV (34), 1994, pp. 71-78. Se
hace eco de la critica a la interpretación reduccionista del Canon de Morgan
planteada por algunos historiadores actuales y extrae las implicaciones que
ello tiene para la historia de la psicología.
204 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

El «c anon de Morgan» y el problema de la mente animal


[1894]

Desgraciadamente, muchos hombres competentes que están noto-


riamente capacitados para efectuar y registrar observaciones exactas de
los hábitos y actividades de los animales, no se han sometido al entre-
namiento necesario que les permita enfrentarse a los aspectos psicoló-
gicos de la cuestión. El naturalista o el biólogo cualificado raramente
está también cualificado para el análisis psicológico. Tal es la razón por
la cual, pese a las admirables e inestimables observaciones de nuestros
grandes naturalistas, no podemos evitar la sensación de que sus con-
clusiones de carácter psicológico difícilmente alcanzan el mismo nivel
que sus conclusiones pertenecientes al ámbito puramente biológico.
Respecto al estudio de la psicología animal considerado como una
rama de la investigación científica, es necesario que la observación
detallada y un conocimiento sólido del sistema de relaciones biológicas
de los animales vayan de la mano de una valoración minuciosa de los
métodos y resultados de la moderna psicología. El único procedimien-
to metodológicamente provechoso es la interpretación de los hechos
observados con el debido cuidado y a la luz de principios psicológicos
firmes.
Algunos de estos principios son los que hemos considerado, o con-
sideraremos, en esta obra. Sin embargo hay un principio básico cuya
sucinta explicación acaso baste para llegar al final de este capítulo.
Puede formularse así: En ningún caso podemos interpretar una acción
como resultado del ejercicio de una facultad psíquica superior si se la pue-
de interpretar como resultado del ejercicio de otra que se mantiene en un
nivel inferior de la escala psicológica.
[...] ¿Pero cuál es -puede preguntarse-la base lógica sobre la que
se fundamenta este principio? Si es cierto que sólo es posible interpretar
la mente animal a la luz de nuestro conocimiento de la mente humana,
¿por qué no utilizar este método de interpretación libremente, con fran-
queza y sin límites? ¿No es contradictorio renunciar a hacerlo? Y es que
primero se afirma que debemos usar la mente humana como clave a tra-
vés de la cual leer la mente del bruto, y después se afirma que esta clave
debe aplicarse con una diferencia. Si al fin y al cabo aplicamos la cla-
ve, ¿no deberíamos hacerlo sin reservas?
Esta crítica sólo podría ser válida si estuviéramos considerando el
asunto al margen de la evolución. Para nosotros la evolución es un pos-
OGÍA CONWY L. MORGAN 205

tulado, y el problema es el sigu iente: (1) Dada una porción de organis-


mos graduados en orden ascendente y divergente, la complejidad de
cuya estructura orgánica y actividades correlacionadas se incrementa y
diverge: (2) suponer que hay, asociada a la complejidad orgánica cre-
oto- ciente, una complejidad mental o psíquica en aumento; (3) suponer que,
sde en el caso del hombre, han alcanzado el máximo logrado hasta el
itre- momento la complejidad orgánica, la correspondiente a las actividades
~
oló- correlacionadas y la complejidad mental o psíquica ligada a ella; (4)
ente
i estimar el nivel psíquico hasta el cual un organismo ha evolucionado.
por
tros
.on- [MORGAN, C. L., An introduction to comparative psychology .
.ivel Londres: Walter Scott, 1894 (pp. 52-53, 55) . Trad. , J. C. Loredo.]

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JIS-
JüHN DEWEY
(1859-1952)

Originario de Burlington (Vermont, EE.UU.) , nació en 1859, el año en


que Charles Darwin publicaba El origen de las especies. Tras sus estudios en
la Universidad de su ciudad natal, eligió para graduarse la Johns Hopkins,
donde estudió con G. Stanley Hall (quien a su vez había estudiado con
William James) y con el fundador y acuñador del término «pragmatismo»,
Charles S. Pierce. Dadas estas líneas de influencia, se convierte en un repre-
sentante inequívoco del funcionalismo. Psicólogo y pedagogo, fue profesor
en Michigan, Columbia y Chicago. Su obra tuvo importantes repercusiones
tanto en la filosofía pragmatista como en la pedagogía funcional, que dejó
una gran huella en América y en Europa.
Su publicación psicológica más influyente es «El concepto de arco refle-
jo en psicología», un alegato contra el tradicional concepto asociacionista de
arco reflejo (que dividía a la conducta en partes separadas) y una defensa, en
consecuencia, del carácter unitario que posee el circuito sensomotor. No
negaba que el estímulo, la sensación y la respuesta existieran, pero sí negó
que fueran eventos que acontecieran separadamente, yuxtapuestos en el
tiempo como eslabones en una cadena. Más bien existe una coordinación por
la que el estímulo se enriquece con los resultados de experiencias anteriores
y la respuesta se modula gracias a la experiencia sensorial. Es decir, el estí-
mulo, la sensación y la respuesta son fases de «división del trabajo » en una
coordinación global de la acción al ir el organismo adaptándose a su medio.
Este artículo, del que reproducimos aquí un fragmento, fue elegido en
1943 como uno de los trabajos más importantes jamás publicados en la Psy-
chological Review.

Lecturas recomendadas

DEWEY, J. , «El concepto de arco reflejo en psicología». En J. M. Gondra (ed.), La


psicología moderna. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1982 (pp . 197-207). Texto
completo donde se inserta el fragmento seleccionado.
208 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

DEWEY, J., Cómo pensamos: Nueva exposición de la relación entre pensamiento y


proceso educativo. Paidós: Barcelona, 1989. Este libro resulta especialmente
ilustrativo para conocer la vertiente pedagógica de la obra del autor.
HOOK, S., John Dewey: semblanza intelectual. Barcelona: Paidós, 2000. Para una
visión global del talante teórico e intelectual de Dewey.

Un nuevo concepto de «arco reflejo»


[1896]

Es natural que ahora, cuando todas las generalizaciones y clasifica-


ciones psicológicas son muy cuestionadas y cuestionables, haya una
mayor demanda de un principio unificador y de una hipótesis de traba-
jo controladora [...] En conjunto, la idea del arco reflejo es la que más
se ha acercado a satisfacer esta demanda [...].
Al criticar esta concepción no pretendemos hacer una defensa de los
~ .'" principios explicativos y clasificatorios desplazados por la idea del arco
reflejo; por el contrario, queremos insistir en que dichos principios no
han sido todavía suficientemente desplazados [...].
El antiguo dualismo entre sensación e idea se repite en la actualidad
en el dualismo estímulo-respuesta. [... ] [Para éste] (u)na cosa es el estí-
mulo sensorial, otra distinta la actividad central que representa a la idea
y otra la descarga motora representativa del acto propiamente dicho.
En consecuencia, el arco reflejo no es una unidad orgánica o global,
sino un conjunto de partes desmembradas, una conjunción mecánica
de procesos inconexos. Es necesario que el principio subyacente a la
idea del arco reflejo como unidad psíquica fundamental vuelva a entrar
en acción y determine los valores de sus factores constitutivos. Más en
concreto, lo que se precisa es que consideremos al estímulo sensorial,
conexiones centrales y respuestas motoras, no como entidades comple-
tas y distintas en sí mismas, sino como divisiones de trabajo, factores de
funcionamiento integrados dentro de la totalidad concreta singular,
ahora llamada arco reflejo.
[ ...]
[...] (L)a idea del arco reflejo, tal como es usada comúnmente, es
defectuosa por cuanto que supone que el estímulo y la respuesta moto-
ra tienen existencias psíquicas distintas, siendo así que en realidad
siempre están dentro de una coordinación. [...]
[ ... ]
\ JOHNDEWEY 209

[...] Se trata de hallar el verdadero significado de las palabras estí-


mulo o sensación, y movimiento o respuesta; ver que únicamente alu-
den a distinciones funcionales flexibles, y no a rígidas distinciones rea-
les; que una misma ocurrencia puede desempeñar uno o ambos papeles,
según cambie el interés [.oo].
[oo .]
[oo.] La realidad es que estímulo y respuesta no son distinciones rea-
les , sino distinciones teleológicas, distinciones fundadas en la función o
papel desempeñado, en la consecución o mantenimiento de una meta.
[oo.]
[.oo]
[...] La teoría del arco reflejo, al olvidar, al prescindir de esta génesis
y función, nos ofrece una parte desmembrada del proceso como si fue-
se la totalidad del mismo. Nos da literalmente un arco, en lugar de un
circuito; y al no darnos el circuito al que pertenece el arco, no nos per-
mite colocar, centrar, el arco. Este arco, nuevamente, queda escindido
en dos existencias distintas, las cuales tienen que ajustarse bien sea
mecánicamente, bien de un modo externo.
El arco es una coordinación en la que algunos de sus miembros han
entrado en conflicto mutuo. Es la desintegración temporal y la necesi-
dad de recomposición la que explica su génesis, la distinción conscien-
te entre el estímulo sensorial por un lado, y la respuesta motora por
otro. El estímulo es aquella fase de una coordinación en formación que
representa las condiciones a satisfacer para concluirla con éxito; la res-
puesta es la fase de esa misma coordinación todavía no concluida que
nos da la clave para la satisfacción de estas condiciones, que sirve de
instrumento para efectuar esa coordinación con éxito. Por tanto, ambos
son estrictamente correlativos y contemporáneos. [oo.]
Es la coordinación la que unifica aquello que el concepto del arco
reflejo sólo nos da en fragmentos descoyuntados. La coordinación es el
circuito dentro del cual están las distinciones de estímulo y respuesta
como fases funcionales de su propia mediación o cumplimiento. [oo.]

[DEWEY, J., «El concepto de arco reflejo en psicología».


En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Bilbao: Desclée de
Brouwer, 1982 (pp. 198-207). Trad., J. M. Gondra.]
WILHELM WUNDT
(1832-1920)

Wundt nació en Neckarau (Alemania) y estudió medicina en las univer-


sidades de Tübingen y Heidelberg. Recibió la enseñanza de algunas de las
figuras más eminentes de la fisiología de su tiempo, como J . MüIler y E. Du
Bois Reymond. Orientado inicialmente él mismo hacia la investigación fisio-
lógica, comenzó su carrera académica como ayudante de H. von Helmholtz
en Instituto de Fisiología de la Universidad de Heidelberg. Sus primeras
publicaciones psicológicas datan de la década de 1860 (Contribuciones a una
teoría de la percepción sensorial, Lecciones sobre la mente animal y humana)
y culminan, a principios de la siguiente, con los Fundamentos de psicología
fisiológica (1873-1874), su obra más importante. La publicación de este libro
le iba a permitir consolidar su posición docente: tras un paso fugaz por la
Universidad de Zurich, obtuvo una cátedra en la de Leipzig (1875), donde
permanecería ya hasta su jubilación.
La figura de Wundt ha venido a simbolizar el comienzo de la psicología
moderna entendida como ciencia experimental. El reconocimiento institu-
cional que obtuvo por parte de la universidad para su laboratorio de Leipzig
(convertido en Instituto de Psicología Experimental desde 1883) ha sido en
este sentido un acontecimiento decisivo. Gracias a él, la «nueva psicología»
wundtiana dispuso de unas señas de identidad que permitieron distinguir
inmediatamente sus actividades de las que venían realizándose desde otros
ámbitos filosóficos o médicos. El Instituto de Leipzig, además, se convirtió
muy pronto en un centro de investigación extraordinariamente productivo y
de relieve internacional en el que adquirieron su formación buena parte de
los psicólogos de las generaciones siguientes.
El esfuerzo de Wundt no se agotó en dotar a la «nueva psicología» de
identidad social, sin embargo, sino que se orientó también a proporcionarle
una definida identidad conceptual. Ejemplo de ello es el fragmento seleccio-
nado, donde puede advertirse el intento wundtiano de demarcar con toda
precisión el objeto y campo de la psicología (un intento que resulta intere-
sante comparar con el que por esas mismas fechas pero en sentido bien dis -
tinto estaba ensayando Brentano). El texto pertenece al libro Compendio de
psicología, de 1896, en el que Wundt resumió sus ideas sobre la psicología
para uso de sus alumnos.
212 LECTURAS DE HISTORlA DE LA PSICOLOGíA

Autor de una obra ingente y difícilmente abarcable en su integridad, la


significación de Wundt ha sido objeto de considerables controversias en épo-
ca reciente, sobre todo a raíz del centenario de la fundación de su laborato-
rio de Leipzig. Propiciada por la traducción al inglés de alguna de sus obras
realizada por Titchener, durante años se difundió sin crítica la idea de que la
psicología wundtiana compartía con la de su traductor el carácter elementa-
lista y asociacionista propio de la tradición británica. Frente a esta imagen
«trad ici on al», la «n u eva historiografía» de la psicología ha subrayado las
dimensiones más holistas de la obra de Wundt, así como aquellos aspectos
de sus aportaciones (como el psicolingüístico) que permiten reconocer su
relevancia aún para la psicología de hoy.

Lecturas recomendadas

BORING, E . G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. El


capítulo 16 de esta hi storia clásica ha contribuido de manera decisiva a fijar
una imagen estructuralista y «titch eneri ana» de Wundt que ha sido muy
cuestionada por la historiografía de la psicología más reciente.
CARPINTERO, B., «Wílhelm Wundt y la psicología científica». En E. Quiñones, F.
Tortosa y H . Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Textos y comentarios.
Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 231-244). Excelente comentario a un te xto de
Wundt.
PETERSEN, P., Guillermo Wundt . Madrid: Revista de Occidente, 1932. Una visión
general del pensamiento psicológico y filosófico de Wundt.
RIEBER, R. W. (ed.), Wilhelm Wundt and the making of scientific psychology. New
York: Plenum Press, 1980. Un conjunto de trabajos representativos del nue-
vo enfoque historiográfico sobre la contribución wundtiana.
WUNDT, W., Compendio de psicología . Madrid: La España Moderna, s.a. Versión
española completa del libro del que procede el fragmento aquí seleccionado.
Una selección algo más amplia de textos procedente de esta misma obra
puede encontrarse en J. M. Gondra (ed .), La psicología moderna. Textos bási-
cos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Descl ée de Brouwer, 1982
(pp. 181-196).

El objeto de la psicología
[1896]

1. Dos son las definiciones de la psicología que predominan en la


historia de esta ciencia. Según una de ellas, la psicología es la «ciencia
del alma», siendo considerados los procesos psíquicos como fenómenos
de los cuales se debe concluir la existencia de una substancia metafísi-
A WILHELM WUNDT 213

a ca: el alma, Según la otra definición, la psicología es «la ciencia de la


)-
experiencia interna», y por eso los procesos psíquicos forman parte de
)-
un orden especial de experiencia, el cual sin duda se distingue en que
.s sus objetos pertenecen a la introspección o, como también se dice, en
a contraposición al conocimiento que se obtiene mediante los sentidos
L-
externos, pertenecen al sentido interno,
n
s í Ni una ni otra definición responden al actual estado de la ciencia, La
s '1 primera, la metafísica, corresponde a un estado que en la psicología ha
A
LJ
\• durado bastante más que en los otros campos del saber, Pero también
la psicología lo ha, finalmente, traspasado desde que se ha desarrollado
l en una disciplina empírica que trabaja con métodos propios, y desde
~ que se ha reconocido que las ciencias del espíritu constituyen un gran
campo científico en contraposición a las ciencias de la naturaleza, el
.1 cual requiere, como su base general, una psicología autónoma e inde-
r pendiente de toda teoría metafísica.
~' La segunda definición, la empírica, que ve en la psicología una
«ciencia de la experiencia interna», es insuficiente, porque puede dar
lugar a que se suponga falsamente que la psicología tiene que ocuparse
de objetos distintos en general de los de la llamada experiencia externa.
Ahora bien, ciertamente se dan contenidos de la experiencia que sólo
caen bajo la investigación psicológica, por lo que no tienen equivalentes
en los objetos y procesos de aquella experiencia de que trata la ciencia
de la naturaleza; tales son nuestros sentimientos, las emociones, las
resoluciones de la voluntad. Por otra parte, no existe ningún fenómeno
especial natural que, desde un diverso punto de vista, no pueda también
ser objeto de la investigación psicológica. Una piedra, una planta, un
sonido, un rayo de luz son, en cuanto fenómenos naturales, objetos de
la mineralogía, de la botánica, de la física, etc. Pero en cuanto estos
fenómenos naturales despiertan en nosotros representaciones, son asi-
mismo objetos de la psicología, la cual procura dar, de este modo, razón
de la formación de estas representaciones y de su relación con otras
representaciones, así como de los procesos que no se refieren a objetos
externos, esto es, de los sentimientos y de los movimientos de la volun-
tad. No existe, en modo alguno, un «sentido interno» que, como órgano
del conocimiento psíquico, pueda contraponerse a los sentidos externos
como órganos del conocimiento de la naturaleza. Con la ayuda de los
sentidos externos surgen tanto las representaciones, cuyas propiedades
procura indagar la psicología, como aquéllas de que parte el estudio de
la naturaleza. Las excitaciones subjetivas que permanecen extrañas al
conocimiento natural de las cosas, esto es, los sentimientos, las emo-
ciones y los actos volitivos, no se nos dan mediante órganos perceptivos
!
,g,

214 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

especiales, sino que se ligan en nosotros inmediata e inseparablemente


con las representaciones que se refieren a los objetos externos.
2. De lo dicho resulta que las expresiones «experiencia interna» y
«experiencia externa» no indican dos cosas diferentes, sino solamente
dos diversos puntos de vista que usamos en el conocimiento y en la expo-
sición científica de la experiencia en sí única. Estos diversos puntos de
vista tienen su origen en la escisión inmediata de toda experiencia en
dos factores: en un contenido que se nos da y en nuestro conocimiento
de ese contenido. Al primero de estos factores lo llamamos objetos de la
experiencia; al segundo, sujeto cognoscente. De aquí dos caminos que se
abren para el estudio de la experiencia: uno es el de la ciencia natural,
que considera los objetos de la experiencia en su naturaleza, pensada
independientemente del sujeto; el otro es el de la psicológica, por el cual
se marcha a la investigación del contenido total de la experiencia en su
relación con el sujeto y de las cualidades que éste atribuye inmediata-
mente a dicho contenido. Basándose en esto, comoquiera que el punto
de vista de la ciencia natural sólo es posible mediante la abstracción del
factor subjetivo contenido en toda experiencia real, se le puede también
designar diciendo de él que es el de la experiencia mediata, mientras que
del punto de vista psicológico, en el que no existe tal abstracción ni sus
efectos, puede decirse que es el de la experiencia inmediata.
3. El objeto que, por lo dicho, pertenece a la psicología como cien-
cia empírica general, coordinada y complementaria de la ciencia de la
naturaleza, se confirma por la significación de todas las ciencias del
espíritu a que aquélla sirve de fundamento. Todas estas ciencias (filolo-
gía, historia, política y sociología) tienen por contenido la experiencia
inmediata cual se halla determinada por las acciones recíprocas de los
objetos y los sujetos cognoscentes y operantes. De ahí que estas ciencias
del espíritu no se sirvan de las abstracciones y de los conceptos hipoté-
ticos subsidiarios de la ciencia de la naturaleza; pero las representacio-
nes objetivas y los movimientos subjetivos concomitantes tienen para
ella el valor de una realidad inmediata, y procuran explicar las partes
especiales que constituyen esta realidad mediante su recíproca cone-
xión. Este procedimiento de interpretación psicológica, propio de las
ciencias particulares del espíritu, debe ser también el procedimiento de
la misma psicología, porque también ella lo requiere por su mismo
objeto, esto es, la inmediata realidad de la experiencia.

[WUNDT, W ., Compendio de psicología.


Madrid: La España Moderna, s.a. (pp. 9-12).
Trad., J. González Alonso.]
WILHELM WUNDT
(1832-1920)

Aunque seguramente la aportación wundtiana de mayor alcance fue el


impulso dado al establecimiento y desarrollo de la psicología experimental,
no debe olvidarse que ésta no era sino una de las dimensiones de la psico-
logía tal como Wundt la concebía en su totalidad. A su entender, en efecto,
los procedimientos experimentales sólo resultaban útiles para la investiga-
ción de los aspectos más básicos del psiquismo humano. A los más comple-
jos, por el contrario, habría que acceder mediante la observación de los pro-
ductos en que aquéllos van cristalizando a lo largo de la historia cultural
humana (la lengua, los mitos, las costumbres). El programa psicológico
wundtiano presentaba así dos ramas o desarrollos complementarios, el
experimental o individual, expresado máximamente en sus Fundamentos de
psicología fisiológica (1873-1874), y el colectivo o etno-psicol ógico, expuesto
en los diez volúmenes de su Psicología de los pueblos (1900-1920).
El siguiente texto contiene algunas precisiones de Wundt en tomo a estas
dos ramas de la psicología, realizadas sobre la base de su diferenciación
metodológica.

Lecturas recomendadas

COLE, M., Psicología cultural. Madrid: Morata, 1999. Este autor es representativo
del resurgimiento actual de lo que Wundt bautizó como «psicología de los
pueblos».
ROSA, A., «Entre la explicación del comportamiento y el esfuerzo por el signifi-
cado: una mirada al desarrollo de las relaciones entre el comportamiento
individual y la cultura». Revista de Historia de la Psicología, 21 (4),2000, pp.
77-114. Una exposición actual de la historia de la psicología cultural. uno de
cuyos referentes es el Wundt de la Psicología de los pueblos.
WUNDT, w., Elementos de psicología de los pueblos. Barcelona: Alta Fulla, 1990.
Edición española actual de la obra donde Wundt aplica su método histórico-
comparativo.
216 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Los métodos de la psicología


[1896]

1. Siendo el objeto propio de la psicología no los contenidos especí-


ficos de la experiencia sino la experiencia general en su naturaleza inme-
diata , no puede servirse de otros métodos que de los usados por las cien-
cias empíricas, tanto en lo que respecta a las afirmaciones de los
hechos, como en lo que respecta a los análisis y a la ligazón causal de
los mismos. La circunstancia de que la ciencia de la naturaleza hace
abstracción del sujeto y la psicología no, puede ciertamente implicar
modificaciones en el modo de usar los métodos, pero en manera alguna
en la naturaleza esencial de los métodos usados.
Ahora bien, la ciencia natural, que como campo de investigación pri-
meramente constituido puede servir de ejemplo a la psicología, se auxi-
lia de dos métodos principales: el experimento y la observacián. El expe-
rimento consiste en una observación en la cual los fenómenos
observables surgen y se desarrollan por la acción voluntaria del obser-
vador. La observaci án, en sentido estricto, estudia los fenómenos sin
semejante intervención, tal como se presentan al observador en la con-
tinuidad de la experiencia. Siempre que es posible una acción experi-
mental, hacen uso de este método las ciencias naturales; siendo en
todos los casos, incluso en aquéllos en que los fenómenos se prestan a
una observación fácil y exacta, una ventaja el poder determinar vo-
luntariamente su nacimiento y su desarrollo y aislar las partes de un
fenómeno complejo. Pero en la ciencia de la naturaleza ya se encuentra
establecido un uso distinto de estos dos métodos, según sus diversos
campos. En general, se cree el método experimental más necesario para
ciertos problemas que para otros, en los cuales no es raro se llegue al
propósito deseado mediante la simple observación. Estas dos especies
de problemas se refieren, prescindiendo del corto número de excepcio-
nes procedentes de relaciones especiales, a la distinción general de los
fenómenos naturales en procesos naturales y objetos naturales.
Cualquier proceso natural (por ejemplo, un movimiento de luz o de
sonido, una descarga eléctrica, el producto o resultado de la descompo-
sición de una combinación química, así como un movimiento estimu-
lante o un fenómeno de cambio en el organismo de las plantas o de los
animales) requiere la acción experimental para la exacta determinación
de su desarrollo y para el análisis de sus partes. En general, tales accio-
nes experimentales son deseables, porque sólo es posible hacer obser-
vaciones exactas cuando se puede determinar el momento de aparición
WILHELM WUNDT 217

del fenómeno. Son, pues, necesarias para distinguir entre sí las diversas
partes de un fenómeno complejo, porque esto, en la mayor parte de los
casos, solamente puede suceder cuando arbitrariamente se pasan por
alto algunas condiciones o se le agregan otras, o también cuando se
modifica su importancia.
Cosa muy diferente sucede en lo que respecta a los objetos naturales,
los cuales, relativamente, son objetos permanentes que no necesitan
producirse en un momento determinado, sino que a cualquier hora se
hallan a disposición del observador. Generalmente, tratándose de tales
objetos solamente se requiere una investigación experimental cuando
queremos indagar los procesos de su nacimiento y variaciones; en este
caso encuentran aplicación las mismas consideraciones hechas en el
estudio de los procesos naturales, porque los objetos naturales se con-
sideran como productos o como partes de procesos naturales. Cuando,
en lugar de esto, únicamente se trata de la naturaleza real de los obje-
tos, sin tener para nada en cuenta su formación y sus variaciones, bas-
ta entonces la simple observación. En este caso se encuentran, por
ejemplo, la mineralogía, la botánica, la zoología, la anatomía, la geo-
grafía y otras ciencias semejantes que son de mera observación mien-
tras en ellas no se introduzcan, como sucede a menudo, problemas físi-
cos, químicos o fisiológicos; en una palabra: los problemas que se
refieren a procesos naturales.
2. Si transportamos estas consideraciones a la psicología, aparece
desde luego manifiesto que, por su propio contenido, se halla, sin duda,
constreñida a seguir el mismo camino de las ciencias en las cuales sólo
es posible una observación exacta bajo la forma de observación experi-
mental, y que, por este motivo, nunca puede ser una ciencia de mera
observación. En efecto, el contenido de la psicología consiste en proce-
sos y no en objetos persistentes. Para indagar la aparición y el curso
exacto de estos procesos, su composición y las recíprocas relaciones de
sus diversas partes, tenemos, antes de nada, que producir a nuestra
voluntad aquellas apariciones y poder variar las condiciones según
nuestros propósitos, lo que únicamente es posible mediante el experi-
mento y no por la mera observación. A esta razón general se agrega una
especial para la psicología que no es igualmente aplicable a los fenó-
menos naturales. Puesto que en éstos hacemos abstracción del sujeto
cognoscente, nos es posible servirnos, bajo ciertas condiciones, de la
simple observación; sobre todo si ésta, como en la astronomía, se halla
favorecida por la regularidad de los fenómenos, en cuyo caso es dado
determinar con suficiente seguridad el contenido objetivo de los fenó-
menos. Pero la psicología, no pudiendo por principio hacer abstracción
218 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

del sujeto, sólo podría encontrar condiciones favorables para una


observación casual cuando, en muchos y repetidos casos, las mismas
partes objetivas de la experiencia inmediata coincidieran con el mismo
estado del sujeto. No es posible que esto acontezca por la gran com-
plej idad de los fenómenos psíquicos, tanto más cuanto que de un modo
especial la misma intención del observador, que siempre tiene que estar
presente en toda observación exacta, altera substancialmente el princi-
pio y el curso del proceso psíquico. La observación natural, por el con-
trario, no se halla generalmente turbada por la intención del observa-
dor, porque desde el principio prescinde deliberadamente del sujeto.
Consistiendo uno de los principales objetivos de la psicología en la
exacta investigación del modo de surgir y de desarrollarse de los pro-
cesos subjetivos, es fácil comprender cómo, en este punto, la intención
del observador altera substancialmente los hechos observables o los
suprime del todo. Por el contrario, la psicología, por el modo natural
en que surgen los procesos psíquicos, se ve constreñida, precisamente ,
lo mismo que la física y la fisiología, al método experimental. Una sen- I
sación se presenta en nosotros bajo condiciones favorables a la obser- (

vación si la suscita un estímulo externo, por ejemplo, una sensación de e


sonido por un movimiento sonoro externo, una sensación de luz por un I
estímulo luminoso externo. La representación de un objeto se halla (

siempre originariamente determinada por un conjunto más o menos (

complejo de estímulos externos. Si quisiéramos estudiar el modo psi- é


cológico en que surge una representación, no podríamos usar de nin- 1
gún otro método que el de imitar a este proceso en su desarrollo natu- 1
ral. De este modo tendríamos la gran ventaja de poder variar a e
voluntad las mismas representaciones haciendo variar las combinacio- 1
nes de los estímulos operantes en las representaciones, y así, conseguir (

una explicación de la influencia que cada condición especial ejerce en (

el nuevo producto. Es indudable que las representaciones de la memo- 5


ria no son suscitadas de un modo directo por impresiones sensibles 1
externas, antes bien, sólo las siguen después de un tiempo más o menos 1
largo; pero es evidente que también por sus propiedades, y especial- e
mente por su relación con las representaciones primarias despertadas )
por impresiones directas, se llega a la explicación más segura cuando e
no se confía a su casual aparición, sino que se saca partido de las imá- e
genes que dejan los estímulos precedentes en un modo experimental- 1
mente regulado. No de otro modo se hace con los sentimientos y con li
los procesos volitivos, a los cuales podríamos poner en las condiciones );
más oportunas para una investigación exacta si a nuestra voluntad pro- r
dujéramos las impresiones que, según la experiencia, están regular- g
mente ligadas con las reacciones del sentimiento y de la voluntad. No e
DGíA WILHELM WUNDT 219

una existe así ninguno de los procesos psíquicos fundamentales en los cua-
mas les no sea posible usar el método experimental, ni tampoco ninguno
uno que, por razones lógicas, no requiera este método en las investigacio-
)m- nes a ellos referentes.
oda
star 3. Por el contrario, la observación pura, que es igualmente posible
lci- en muchos campos de la ciencia natural en el sentido estricto, es impo-
on- sible dentro del dominio de la psicología individual, a causa del total
va- carácter del proceso psíquico. Sólo podría pensarse como posible si
eto. existieran objetos psíquicos persistentes e independientes de nuestra
. la atención, de la propia manera que existen objetos naturales relativa-
ro- mente persistentes y que no cambian con nuestra observación. Sin
ión embargo, también en la psicología se presentan hechos que, por más
los que no sean verdaderos objetos, igualmente poseen el carácter de obje-
ral tos psíquicos presentando aquellas características de naturaleza relati-
rte vamente persistente e independiente del observador; además de estas
en- propiedades, también poseen la de ser inaccesibles a una observación
er- experimental en el sentido corriente. Estos hechos son los productos
de espirituales que se desarrollan en la historia de la humanidad, como la
lln lengua, las representaciones mitológicas y las costumbres. Su origen y
Da desarrollo se fundan en todas partes en condiciones generales psíquicas
os que se pueden inferir de sus propiedades objetivas. Por esto también el
si- análisis psicológico de estos productos puede dar explicación sobre los
n- procesos psíquicos reales y sobre su formación y desarrollo. Todos estos
u- productos espirituales de naturaleza general presuponen la existencia
a de una comunidad espiritual de muchos individuos, aun cuando sus pri-
o- mitivas raíces sean evidentemente la propiedad psíquica perteneciente
ir de antemano al hombre individual. Precisamente a causa de esta rela-
~n ción con la comunidad, especialmente con la comunidad del pueblo, se
suele indicar el campo completo de esta investigación psicológica de los
productos espirituales llamándolo psicología social [psicología de los
.s pueblos] en contraposición a la individual, o como también puede
1- decirse por el método que en ella predomina, psicología experimental.
is Aunque a causa del estado actual de la ciencia estas dos partes de la psi-
o cología la mayor parte de las veces se hayan tratado separadamente,
1- constituyen, no diversos dominios, sino simplemente métodos diversos.
l- La llamada psicología social [de los pueblos] corresponde al método de
n la pura observación, y su único carácter consiste en que los objetos de
s la observación son productos del espíritu. La íntima conexión de estos
productos con las comunidades espirituales, conexión que ha dado ori-
gen al nombre de psicología de los pueblos, nace también de la cir-
) cunstancia secundaria de que los productos individuales del espíritu
220 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

presentan una naturaleza demasiado mudable para que puedan some-


terse a una observación objetiva; y que, por esta razón, los fenómenos
reciben aquí la constancia necesaria para semejante observación sólo
cuando llegan a ser fenómenos colectivos o de masas.
Así pues, aparece manifiesto que la psicología, no menos que la cien-
cia natural, dispone de dos métodos exactos: el primero, el método
experimental, sirve para el análisis de los procesos psíquicos más sim-
ples; el segundo, la observación de los productos más generales del espí-
ritu, sirve para el estudio de los más altos procesos y desarrollos psí-
quicos.

[WUNDT, W., Compendio de psicología.


Madrid: La España Moderna, s.a. (pp. 32-38).
Trad., J. González Alonso.]

....

1
'.
EDWARD L. THORNDIKE
(1874-1949)
le-
os
)10

m-
do
D-
JÍ-
sí-

Nacido en Williamsburg (Massachusetts, EE.UU.), Thorndike fue discípu-


lo de William James en Harvard y de James McKeen Cattell en Columbia. Bajo
fa. la dirección de Cattell, se doctoró en esta última universidad en 1898. Su tesis,
~). Inteligencia animal, fue el primer trabajo que investigó experimentalmente el
J.] comportamiento animal en el marco del laboratorio. Posteriormente su autor
se consagró al estudio del aprendizaje humano, campo al que quiso aplicar los
mismos principios de adquisición de comportamientos que había descubierto
en su investigación con animales. Profesor del Teachers College de Columbia
desde 1899, en él permaneció hasta su jubilación en 1940. Fue un autor pro-
lífico, entre cuyas obras destaca, además de la mencionada tesis doctoral. su
monumental Psicología educativa (1913-1914).
Ha solido verse a Thorndike como un precursor inmediato del conduc-
tismo, pero su contribución psicológica tiene entidad más que suficiente
como para ser considerada en sus propios términos. Thorndike adoptó un
modo de aproximación a la psicología que bautizó con el nombre de «cone-
xionismo », esto es, el intento de entender la mente como un sistema de
conexiones o asociaciones capaz de adaptar las respuestas (mentales o com-
portamentales) del organismo a la situación con que éste tiene que ha-
bérselas en cada momento. Los grandes principios del aprendizaje que lle-
gó a formular desde esta perspectiva (las leyes del efecto, del ejercicio y de
la preparación o disposición) han sido incorporados de distintos modos a
buena parte de las teorías del aprendizaje surgidas con posterioridad. Dig-
no discípulo de Cattell, además, su contribución al movimiento de los tests
mentales ha sido asimismo de primer orden.
El texto que sigue está tomado de la tesis de Thorndike, un trabajo que
adquirió inmediatamente el rango de clásico de la psicología. En él podrá
apreciarse la importancia que concede su autor a los procesos asociativos
para entender el comportamiento animal. así como su defensa de la aproxi-
mación experimental frente al tradicional enfoque de la psicología compara-
da. Puede encontrarse también en estas líneas una descripción sumaria de su
famoso método de investigación.
222 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

BOAKEs, R . A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conductismo.


Madrid: Alianza, 1989. La historia de Boakes sitúa con precisión el trabajo de
Thomdike sobre el comportamiento animal en el marco del interés por la
mente de los animales impulsado por el evolucionismo darwiniano (en par-
ticular, véanse las pp. 133-150).
GARRETI, H. E. , Las grandes realizaciones en la psicología experimental. México:
Fondo de Cultura Económica, 1962 (Z." ed.). Dedica uno de sus capítulos a
analizar detalladamente los experimentos que lleva a cabo Thomdike sobre
el aprendizaje animal y las leyes que deriva de ellos (pp. 59-86) .
THORNDIKE, E. L., «Inteligen cia animal». En J. M. Gondra (ed .), La psicología
moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée
de Brouwer, 1982 (Z." ed.) (pp. 221-239). Incluye un fragmento más amplio
que el recogido aquí del libro de Thomdike La inteligencia animal.
RUIZ, G., SANCHEZ, N. y DE LA CASA, G., «"Nunca encontrarás un sujeto psicológi-
co mejor que un gato hambriento". La tesis doctoral de Edward Lee Thom-
dike », Revista de Historia de la Psicología, 19, 1998 (pp. 27-36). Un sugerente
estudio sobre la investigación doctoral de Thomdike realizado por varios his-
toriadores especialistas, además, en psicología del aprendizaje.

Hacia una investigación experimental del comportamiento


de los animales
[1898]

Esta monografía es un intento de explicar la naturaleza del proceso


de asociación en la mente de los animales. Como no ha habido investi-
gaciones extensas de carácter similar a la presente ni en cuanto al obje-
to ni en cuanto al método experimental, será preciso explicar breve-
mente su punto de vista.
Nuestros conocimientos de la vida mental de los animales se redu-
cen fundamentalmente a lo que sabemos de sus facultades sensoriales,
de sus instintos o de las reacciones que ejecutan sin experiencia, así
como de las que forman por experiencia. Limitando nuestra atención a
las últimas, hallamos que, en opinión de los mejores observadores y
analistas, todas estas reacciones pueden explicarse por los procesos aso-
ciativos ordinarios, sin ayuda de pensamiento abstracto, conceptual o
inferencial. Así pues, son estos procesos asociativos tal como se presen-
tan en las mentes de los animales y se manifiestan en sus actos lo que
constituye el objeto de este trabajo. Quien esté familiarizado con la
EDWARD L. THORNDIKE 223

bibliografía de la psicología comparada, aunque sólo sea de un modo


general, recordará que esta parte ha carecido de tratamiento suficiente
y satisfactorio. No hay correspondencia entre el estudio cuidadoso,
minucioso y sólido de los órganos sensoriales de los animales y el del
ámbito de las asociaciones y los hábitos. No sabemos lo delicadas, com-
plejas o permanentes que pueden ser todas las asociaciones de un gru-
po determinado de animales. [...].
Es evidente la importancia que para la psicología comparada en
general tiene una descripción más científica de los procesos de asocia-
ción en los animales. [...] El propósito principal del estudio de la mente
animal es llegar a conocer el desarrollo de la vida mental a través del
phylum; en particular, rastrear el origen de las facultades humanas. [...].
El origen y desarrollo de las facultades humanas debemos buscarlo en
estos procesos de asociación de los animales inferiores. Así pues, no es
sólo que este campo necesite ser más investigado; es que promete
recompensar mejor al investigador.
Aunque ningún trabajo realizado en este ámbito se parece lo sufi-
ciente a la presente investigación como para exigir que expongamos sus
resultados, el método utilizado hasta ahora invita a la comparación, tan-
to por su contraste como, según creo, por sus defectos. En primer lugar,
la mayor parte de los libros no nos dan una psicología sino más bien
una eulogía de los animales. Todos ellos se han ocupado de la inteligen-
cia de los animales, nunca de su estupidez. Aunque un autor se burle de
la idea de que los animales tengan uso de razón, se apresurará a añadir
que tienen una maravillosa capacidad de formar asociaciones, y proba-
blemente se referirá al hecho de que los seres humanos rara vez descu-
bren algo razonando, que el curso de sus ideas se rige principalmente
por asociación, como si en esto último los animales se equiparasen a
ellos. Así pues, la historia de los libros sobre la mente de los animales
ilustra la tendencia -prácticamente universal en la naturaleza huma-
na- de encontrar lo maravilloso siempre que puede. Nos maravillamos
de que las estrellas sean tan grandes y estén tan separadas, de que los
microbios sean tan pequeños y estén tan juntos, y por razones pareci-
das nos maravillamos de las cosas que hacen los animales. [...].
En segundo lugar, los hechos se han derivado generalmente de anéc-
dotas. Ahora bien, sin caer en la pedantería de insistir en que carece de
valor cuanto se diga sobre un hecho científico a menos que quien lo
diga tenga formación científica, realmente hay en este campo objecio-
nes especiales para aceptar el testimonio de las anécdotas sobre los
actos inteligentes de los animales. Este testimonio no está en absoluto
224 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

al mismo nivel que el que se da sobre el tamaño de un pez o la migra-


ción de las aves, etc. Porque aquí no se trata meramente de un testimo-
nio ignorante o inexacto, sino también de un testimonio con prejuicios.
De hecho, la gente está deseando encontrar inteligencia en los animales.
Les gusta. Y cuando el animal observado es de uno mismo o de los ami-
gos de uno, o cuando se ha contado la historia para entretener, se intro-
ducen complicaciones adicionales. Yeso no es todo. Además de no pre-
cisar bien, por lo común, el hecho del que se informa, sólo se informa
de los hechos que muestran lo mejor del animal. Los perros se pierden
cientos de veces y nadie lo advierte ni lo cuenta en una revista científi-
ca. Pero como uno encuentre el camino de Brooklin a Yonkers, el hecho
se convierte inmediatamente en una anécdota que circula de boca en
boca [...]. En suma, las anécdotas dan en realidad la psicología anormal
o sobrenonnal de los animales.
[ ...]
Por último, en todos los casos de observación directa o de informes
~.
realizados tanto por buenos como por malos observadores, ha habido
t' otros tres defectos. Sólo se estudia un caso, de modo que los resultados
i no son necesariamente válidos en general; la observación no se repite ni
1 están perfectamente reguladas sus condiciones; no se conoce la historia
previa del animal en cuestión. Si el observador es perfectamente fiable,
...
~

estas observaciones nos pueden indicar que algo sucede, pero no nos
pueden asegurar que suceda universalmente entre los animales de esa
especie, ni que suceda siempre en el mismo animal. Tampoco se puede
estimar la influencia de la experiencia anterior. Todo esto se refiere a los
medios de obtener conocimientos sobre lo que los animales hacen. La
siguiente pregunta es: «¿Qué sienten?», Las investigaciones anteriores
no han suministrado ni la respuesta ni los materiales a esta pregunta
fundamental. Sólo pueden responder a ella los experimentos cruciales
cuidadosamente diseñados. Al abandonar el viejo método, se debería
procurar sobre todo reemplazarlo por otro que no sólo nos indique con
mayor exactitud lo que hacen los animales, sino que nos informe tam-
bién de lo que sienten mientras actúan.
Para remediar estos defectos, el experimento debe sustituir a la
observación y a la recogida de anécdotas. Así se eliminan inmediata-
mente varios de ellos. Se pueden repetir las condiciones a voluntad para
ver si el comportamiento del animal sólo se debe a una coincidencia. Se
puede someter a varios animales a la misma prueba para obtener resul-
tados típicos. Se puede poner al animal en situaciones que hagan espe-
cialmente instructiva su conducta. Después de considerables observa-
EDWARD L. THORNDIKE 225

ciones preliminares de la conducta de los animales en condiciones


diversas, elegí como método general uno que, aunque sencillo, posee
varias ventajas notables, además de las propias de cualquier experi-
mento. Consistía simplemente en poner a los animales cuando tenían
hambre en recintos cerrados de los que podían escapar mediante algún
acto sencillo como tirar del lazo de una cuerda, apretar una palanca o
subirse a una plataforma. [...]. Se ponía al animal en este recinto; fuera,
pero a la vista, se le dejaba la comida; y se observaban sus acciones.
Además de registrar su comportamiento general, se anotaba especial-
mente cómo lograba realizar el acto necesario para salir (en caso de que
lo lograse) y se registraba el tiempo que permanecía en la caja antes de
realizar el tirón, arañazo o mordisco precisos. Este procedimiento se
repetía hasta que el animal hubiese formado una asociación perfecta
entre la impresión sensorial del interior de la caja y el impulso condu-
cente al movimiento acertado. Cuando la asociación era perfecta, el
tiempo que tardaba en escapar, como es natural, era prácticamente
constante y muy corto.

[THORNDIKE, E. L. , «Anim al intelligence: An experimental study of


the associative processes in animals». Psychological Review Monograph
Supplements, 2 (Serial n ." 8), 1898 (pp. 1-6). Trad., E. Lafuente.]
EDWARD B. TITCHENER
(1867-1927)

Titchener nació en Chichester (Inglaterra). Estudió filosofía y fisiología


en la Universidad de Oxford y se doctoró en psicología con Wundt en la de
Leipzig (1892). Poco después de obtener el título de do ctor, se traslada a los
Estados Unidos, donde se incorpora como profesor de filosofía y psicología
a la Universidad de Comell y se hace cargo del laboratorio psicológico recién
fundado en ella . Allí reuniría en tomo suyo a un amplio grupo de discípulos
extraordinariamente activo (<<los Psicólogos Experimentales», constituidos
en Sociedad a la muerte del maestro) que iba a dar un gran impulso al de-
sarrollo de la psicología experimental americana. Trabajador incansable, se
esforzó por acercar la psicología alemana a sus estudiantes a través de sus
traducciones (de Wundt y K ülpe, entre otros) y de sus propios manuales, de
los que fue autor prolífico.
Titchener concibió la psicología como una ciencia experimental centrada
en el análisis de los elementos mentales básicos (que terminó identificando
con las sensaciones) y la determinación de sus atributos. Este esfuerzo por
esclarecer la estructura de la mente contrastaba con el rumbo progresivamen-
te funcional y aplicado que, inspirado en la obra de William James, iba toman-
do por entonces la psicología norteamericana. El texto que se reproduce a con-
tinuación refleja precisamente este contraste, y resulta sumamente expresivo
de la inquietud de su autor por el desarrollo de una orientación funcional que
consideraba aún meramente «descriptiva» y prematura para la psicología.
Aunque Titchener no logró hacer prevalecer sus puntos de vista estructu-
rales frente al incontenible empuje de la tendencia funcionalista, su exigen-
cia crítica, su rigor experimental y su insistencia en el laboratorio como úni-
co marco fiable para la obtención de datos relevantes, terminaron formando
parte sustancial de la naciente psicología americana y contribuyeron a pro-
porcionarle la respetabilidad científica que ésta iba persiguiendo. Titchener
ha desempeñado también un papel decisivo en la consolidación de la misma
orientación psicológica a la que quiso combatir, ya que su oposición a ella y
el acierto del nombre con que la bautizó ayudó a dotar de conciencia de
«escuela» a un movimiento funcional que, en sus orígenes, carecía de con-
tornos demasiado definidos.
228 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Lecturas recomendadas
HEIDBREDER, E ., Psicologías del siglo xx. Buenos Aires: Paidós, 1971. Una exposi-
ción clásica de las principales orientaciones teóricas de la psicología de prin-
cipios del siglo xx. Su primer capítulo está dedicado al estructuralismo de
Titchener (pp. 93-118).
TrrcHENER, E. B., «Los postulados de una psicología estructural». En J. M. Gondra
(ed.), La. psicología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histó-
rico. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1982. Texto íntegro del artículo de TItchener
al que pertenece nuestro fragmento (pp. 209-219).
TORTOSA, F. y QUIÑONES, E., «Los postulados de la psicología estructural de E. B.
Titchener». En E. Quiñones, F. Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la
ps icología. Textos y comentarios . Madrid: Tecnos, 1993. Comentario histórico
de un fragmento procedente del mismo artículo que el nuestro (pp. 322-331).

Psicología estructural y psicología funcional


[1898]
La biología, definida en su sentido más amplio como la ciencia de la
vida y de las cosas vivas, se divide en tres partes o puede ser enfocada
desde tres puntos de vista. Podemos indagar la estructura de un orga-
nismo sin considerar sus funciones, mediante el análisis que determine
sus componentes y mediante la síntesis que muestre el modo que tiene
de formarse a partir de esos componentes. O podemos indagar la fun-
ción de las diversas estructuras que haya revelado nuestro análisis y el
modo que tienen de interrelacionarse en órganos funcionales. O, de
nuevo, podemos indagar los cambios de forma y función que acom-
pañan a la persistencia del organismo en el tiempo, los fenómenos del
desarrollo y la decadencia. La biología, la ciencia de las cosas vivas,
comprende estas tres ciencias mutuamente interdependientes: la mor-
fología, la fisiología y la ontogenia.
Esta relación, sin embargo, es incompleta. La vida que constituye el
objeto de la ciencia no es simplemente la vida de un individuo; es tam-
bién la vida de la especie, la vida colectiva. En correspondencia con la
morfología, tenemos la taxonomía o la zoología sistemática, la ciencia
de la clasificación. El organismo es aquí el universo total de cosas vivas ,
y las especies, subespecies y variedades constituyen sus partes. En
correspondencia con la fisiología, tenemos esa parte de la biología (se
la ha llamado «ecología») que trata de las cuestiones de distribución
geográfica, de la función de las especies en la economía general de la
naturaleza. En correspondencia con la ontogenia, tenemos la ciencia de
EDWARD B. TITCHENER 229

la filogenia [...]: la biología de la evolución, con sus problemas de heren-


cia y transmisión.

Podemos aceptar este esquema como una clasificación «provisto-


nal» de las ciencias biológicas. Para lo que aquí me interesa, es indife-
rente que la clasificación sea exhaustiva o no, como es indiferente que
el lector considere la psicología como una subdivisión de la biología o
como una provincia de conocimiento independiente. Lo que me impor-
ta señalar ahora es esto: que utilizando el mismo principio de división
podemos representar la psicología moderna como contrapartida exacta
de la biología moderna. Hay tres modos de enfocar tanto una como
otra; y el objeto en cada caso puede ser individual o general. Una breve
consideración bastará para aclararlo.

1) Encontramos un paralelo de la morfología en una gran parte de


la psicología «experimental». El objetivo primario del psicólogo experi-
mental ha sido analizar la estructura de la mente, desenredar los pro-
cesos elementales de la maraña de la conciencia, o (cambiando de metá-
fora) aislar los componentes de una determinada formación consciente.
Su tarea es realizar una vivisección, pero una vivisección de resultados
estructurales, no funcionales. El psicólogo experimental trata de descu-
brir, en primer lugar, qué hay y en qué cantidad, no para qué lo hay. De
hecho, este trabajo de análisis tiene tanto peso en la bibliografía de la
psicología experimental que un autor reciente ha cuestionado el dere-
cho de esta ciencia a su adjetivo, declarando que un experimento es algo
más que una medida realizada con ayuda de refinados instrumentos. Y
no hay duda de que muchas de las críticas vertidas sobre la nueva psi-
cología dependen de la dificultad que los críticos tienen en reconocer su
carácter morfológico. Se dice a menudo que nuestro tratamiento de los
sentimientos y las emociones, del razonamiento, del yo, es inadecuado;
que el método experimental es valioso para la investigación de las sen-
saciones y las ideas, pero que no puede llevarnos más lejos. La respues-
ta es que los resultados obtenidos de la disección de los procesos «supe-
riores» siempre serán decepcionantes para quienes no hayan adoptado
el punto de vista del diseccionador. Se dice que el protoplasma consiste
en carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno; pero esta afirmación resul-
taría sumamente decepcionante para quien esperase información sobre
los fenómenos de la contractilidad y el metabolismo, la respiración y la
reproducción. Considerada en su contexto adecuado, la pobreza de cier-
tos capítulos de anatomía mental, al implicar (como efectivamente lo
hace) escasez de elementos mentales, es un hecho de extremada impor-
tancia.
230 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

2) Por encima de esta psicología de la estructura hay, sin embargo,


una psicología funcional. Podemos considerar la mente como un com-
plejo de procesos, configurados y moldeados por las condiciones del
organismo físico. O podemos considerarla como el nombre colectivo de
un sistema de funciones del organismo psicofísico. Estos dos puntos de
vista se confunden no pocas veces. La frase «asociación de ideas», por
ejemplo, puede referirse al complejo estructural (el grupo de sensacio-
nes asociadas) o al proceso funcional de reconocimiento y recuerdo (la
asociación de una formación con otra). En el primer sentido se trata de
material morfológico; en el segundo pertenece a lo que llamaré (confío
en que no se interprete malla expresión) psicología fisiológica.
Del mismo modo en que la psicología experimental se ocupa en bue-
na medida de los problemas estructurales, la psicología «descriptiva»
antigua y moderna se ocupa principalmente de los problemas funcio-
nales. En las discusiones de la psicología descriptiva, la memoria, el
reconocimiento, la imaginación, el concepto, el juicio, la atención, la
apercepción, la volición y un ejército de substantivos verbales de deno-
tación más o menos amplia, connotan funciones del organismo en su

l totalidad. Que sus procesos subyacentes sean de carácter psíquico es,


por decirlo así, accidental; en la práctica están al mismo nivel que la
digestión y la locomoción, la secreción y la excreción. El organismo
recuerda, quiere, juzga, reconoce, etc. , y es asistido en su lucha vital por
el recuerdo y la voluntad. Estas funciones, sin embargo, se incluyen con
razón en la ciencia de la mente en la medida en que constituyen, en
suma, la acción mental del individuo humano. No son funciones del
cuerpo, sino funciones del organismo, y pueden (mejor dicho, tienen
que) ser examinadas con los métodos y los principios reguladores de
una «fisiología» de la mente. La adopción de estos métodos no prejuz-
ga en absoluto el problema extrapsicológico último de la función de la
mente en general en el universo de las cosas. Que la conciencia tenga
realmente valor para la supervivencia, como supone James, o que sea
un mero epifenómeno, como enseña Ribot, es aquí una cuestión com-
pletamente irrelevante. [...].
Podemos despachar las cuatro psicologías restantes con una men-
ción más breve. 3) La psicología ontogenética, la psicología del niño y
del adolescente individuales, es actualmente un tema de gran inter és, y
posee una extensa bibliografía propia. 4) La psicología taxonómica no
es aún, y con toda probabilidad no lo será por algún tiempo, sino un
ingrediente de la psicología «descriptiva» y una parte de la psicología
individual. Se ocupa de temas tales como la clasificación de las emo-
ciones, los instintos en los impulsos, los temperamentos, etc., la jerar-
EDWARD B. TITCHENER 231

quía de los «yoes» psicológicos, la mente típica de las clases sociales (1os
artistas, los soldados, los hombres de letras), etc. 5) La psicología fun-
cional de la mente colectiva se halla, como era de esperar, en una con-
dición muy rudimentaria. Podemos delimitar su esfera e indicar sus
problemas; pueden encontrarse contribuciones menores a esta psicolo-
gía desperdigadas en las páginas de obras de psicología, lógica, ética,
estética, sociología y antropología; y algunos puntos destacados (por
ejemplo, la cuestión del papel desempeñado por el sentimiento estético
en la constitución de la mentalidad nacional) han sido abordados en
ensayos. Pero tenemos que tener una fisiología experimental de la men-
te individual antes de que se pueda progresar mucho. 6) Por último, la
labor de la escuela evolucionista ha establecido la psicología filogenéti-
ca sobre bases bastante sólidas, y el número de sus investigadores
garantiza que nuestra comprensión del desarrollo mental avanzará
rápidamente.

E. B., «The postulates of a structural psychology».


[TITCHENER,
En W. Dennis, Readings in the history ofpsychology. New York:
Appleton-Century-Crofts, 1948 (pp. 366-370). Trad., E. Lafuente.]
ROBERT YERKES
(1876-1956)

R. Yerkes, psicólogo comparado americano, se interesó por el com por-


tamiento «in teligente» en su dimensión evolutiva. Permaneció a lo largo de
su vida como investigador experimental de la conducta animal, trabajó con
laberintos ideados por él y al fin logró establecer en Yale el Laboratorio de
Psicología de los Primates para el estudio de la conducta de los grandes
monos antropoides, tema en el que llegó a ser uno de los grandes especia-
listas.
Cercano a los planteamientos teóricos de Romanes sobre la psicología
comparada, se esforzó por explicar el funcionamiento de las mentes anima-
les infiriendo, a partir de la conducta, los procesos mentales. Su preocupa-
ción, como la de muchos investigadores de su tiempo, se dirigió a perfeccio-
nar este m étodo inierencial que, pocos años más tarde, sería abandonado con
el auge del conductismo. Su trabajo, sin embargo, ha sido muy relevante
para la evolución de la historia reciente de la psicología animal.
En el texto que aquí reproducimos Yerkes propone unos criterios para
establecer las líneas divisorias a partir de las cuales se pudiera inferir la exis-
tencia de procesos mentales en animales.

Lecturas recomendadas

BoAKEs, R. A., «La psicología comparada y el comienzo del conductismo». En


Historia de la psicología animal. Madrid: Alianza, 1989 (pp. 251-319). Este
capítulo sirve como marco para contextualizar histórica y científicamente la
aportación de Yerkes.
WOZNIAK, R. H. (ed.) , Theoretical roots of early behaviorism. Gran Bretaña:
Routledge/Thoemmes Press, 1993. En su introducción (pp . 9-53), Wozniak
estudia las aportaciones científicas más notables que tuvieron lugar en el
momento histórico en el que Yerkes desarrolla sus investigaciones en psi-
cología comparada.
234 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Psicología comparada y criterios del psiquismo


[1905]

Los signos de lo psíquico, que a mí me parecen merecedores de un


uso constante, pueden ser clasificados como estructurales y funciona-
les. A partir de la estructura inferimos la posibilidad de ciertos modos
de conducta, y la conducta es aceptada como evidencia de ciertas con-
diciones estructurales. Ambos funcionan como señales de la conciencia.
En todos los casos en los que la existencia de vida mental está en cues-
tión, el hombre sirve como base de la comparación.
Presento los siguientes seis criterios en lo que a mí me parece un
orden de importancia creciente.[...]

Criterios estructurales:
~

1) Forma general del organismo (organización)


2) Sistema nervioso (neuro-organización)

t 3) Especialización en el sistema nervioso (neuro-especialización)

I Criterios funcionales:

1) Forma general de reacción (discriminación)


I 2) Modificabilidad de la reacción (docilidad) (*)
3) Variabilidad de la reacción (iniciativa)
[...] Supongamos ahora, con el propósito de definir nuestros crite-
rios en detalles más prácticos, que intentamos aplicarlos a algún orga-
nismo de desarrollo simple, por ejemplo, la anémona marina. (1) La
organización general del animal es tan notablemente diferente de la
nuestra y de la de cualquier otro organismo que reconozcamos como
inteligente o racionalmente consciente que no podemos darle validez a
este test. Es cierto, sin embargo, que aunque la similitud de forma es
presumiblemente evidencia de similitud de función y de proceso psí-
quico, la diferencia estructural no implica necesariamente diferencia
psíquica. (2) Tampoco se consiguen unas bases de deducción más' satis-

(*) La modificabilidad, tal como aquí es utilizada, incluye varios tipos de aprendizaje
como el asociativo, el imitativo y el racional. [Nota del autor.]
LOGiA ROBERT YERKES 235

factorias de la neuro-organizaci án de la anémona marina, ya que el sis-


tema nervioso no es suficientemente similar en su forma al de los ani-
males que consideramos conscientes sin ninguna duda para garantizar
la inferencia. (3) Y finalmente, en el lado estructural de la neuro-espe-
le un
cialización hay poco que justifique la inferencia de algo más que la
iona-
mera sensibilidad.
odas
con- [...] Debemos, pues, admitir que los criterios estructurales no prove-
ncia. en una base para la inferencia de otra cosa que el más bajo nivel de con-
cues- ciencia.
Pasando ahora al criterio funcional: [...] (1) Encontramos, como la
e un
neuro-especialización nos haría esperar, una cantidad de reacciones
diferenciadas. La discriminación sensorial aparece como un rasgo im-
portante de la vida del organismo. En realidad hay evidencia [...] de sen-
timientos de simpatía y aversión y diferentes tipos de perturbaciones
sensoriales, ya que el animal reacciona de manera distinta a diferencias
en la calidad de la estimulación, además de a las diferencias de intensi-
dad. Hay en esto una ligera señal de adaptación que puede o no consi-
derarse inteligente en algún grado. (2) Pero hasta ahora no ha habido
n) estudios detallados de la modificabilidad de las reacciones de la ané-
mona marina. De hecho, las observaciones del animal bajo condiciones
naturales no han proporcionado evidencia de ninguna forma de habili-
dad para beneficiarse de la experiencia; sin embargo, podría ser una
locura concluir que el animal no puede aprender, ya que un estudio sis-
temático del sujeto demostrará con toda probabilidad la existencia de
modificabilidad de tipo asociativo. (3) Con la variabilidad el caso es
similar, ya que se han realizado muy pocos trabajos como para poder
decir mucho con seguridad. Hasta donde se ha observado, las reaccio-
rite- nes del animal son uniformes, no hay indicación de una repentina o
-rga- aparentemente espontánea adaptación a las necesidades de la situación.
) La En otras palabras, no hay signos de iniciativa mental.
le la
Como resultado de esta aplicación de nuestros criterios deberíamos
Dma
decir que la anémona marina probablemente posee conciencia hasta el
.ez a
grado de la discriminación sensorial pero no hay señales de conciencia
a es
psí- inteligente ni de conciencia racional.
ncia Esta distinción que he realizado de tres grados o niveles de concien-
atis- cia -el discriminativo, el inteligente y el racional- nos conduce direc-
tamente a la consideración de los valores relativos de los tres criterios
lizaje
funcionales, ya que es evidente que cada uno de los tres criterios se
corresponde con uno de los grados de conciencia. [...]
236 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

De acuerdo con los estudios sobre comportamiento animal realiza-


dos podemos asegurar que la mera habilidad para aprender es común a
todos los animales, y esto es indicativo de un grado bajo de conciencia;
la habilidad para aprender por asociación, por otra parte, está limitada
a ciertos phyla animales y es signo de un mayor grado de conciencia.
Esto está en desacuerdo con Loeb, ya que él sostiene, primero, que la
memoria asociativa es EL criterio de la conciencia y, segundo, que la
habilidad de aprender es EL criterio de la memoria asociativa.
En contraste con esto, yo deseo defender la postura de que la habi-
lidad de aprender es UN criterio de la conciencia y que las diferentes
clases de aprendizaje (asociativo, imitativo, racional) que distinguimos
son criterios de diferentes grados de conciencia. No hay un único crite-
rio psíquico que pueda ser aceptado como un signo de todas las formas
y condiciones de la conciencia. Cada grado de desarrollo mental tiene
sus propios signos o criterios: la discriminación indica una forma me-
nos compleja de proceso psíquico que el aprendizaje asociativo, y éste a
su vez es un signo de menor grado que el que indican la inventiva, la ini-
ciativa o la variabilidad de reacción. Si tuviéramos que quedamos impe-
rativamente con un único criterio podríamos aceptar la rapidez de
aprendizaje como medida de la complejidad de la psique.
(YERKES, R. M., «Animal psychology and the criteria of the psychic».
Journal of Philosophy, Psychology and Scientific Methods, 2, 1905
(pp. 141-149) . Trad. , A. Ferrándiz.]
JAMES R. ANGELL
(1869-1949)

J. R. Angell estudió en Harvard y tras su paso por algunas universidades


europeas y americanas --como la de Minnesota-, se unió a John Dewey en
Chicago en 1894. La universidad de esta ciudad se convirtió en la sede más
importante del movimiento funcionalista americano durante los primeros
años del siglo xx. En 1921 Agell es nombrado Rector de la Universidad de
Yale, donde funda el Instituto de Relaciones Humanas. Allí desarrollará sus
trabajos hasta 1937, año de su jubilación.
El «credo funcionalista », aprendido con William James en Harvard y
puesto en marcha con Dewey en Chicago, fue el tema que escogió para su
discurso de toma de posesión de la presidencia de la American Psychologi-
cal Association en 1906. Este discurso, en el que respondía a «Los postula-
dos de una psicología estructural» de Titchener (véase el te xto correspon-
diente) a la vez que intentaba presentar los rasgos comunes a los distintos
autores funcionalistas , se publicó en 1907 con el título «La provincia de la
psicología funcional». Varios autores consideran este texto, que aquí re-
producimos en parte, como un paso decisivo en el camino hacia el con-
ductismo.

Lecturas recomendadas

ANGELL, J. R., «La provincia de la psicología funcional ». En J. M. Gondra (ed.),


La psicología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico.
Bilbao: Desclée de Brouwer, 1982 (pp. 327-347) . Artículo completo de donde
procede el fragmento que presentamos.
TORTOSA , F. M., «Estructuralismo y funcionalismo» . En J. Arnau y H. Carpintero
(eds.), Historia, teoría y método. Madrid: Alhambra, 1989 (pp. 133-165). Un
texto clarificador de estas dos orientaciones psicológicas contrapuestas.
238 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

El credo funcionalista
[1907]

En el momento presente la psicología funcionalista es poco más que


un punto de vista, un programa, una ambición [...]. Lo que pretendemos
no es dar una definición árida y meramente verbal, la cual para muchos
de nosotros es un anatema, sino más bien una exposición informativa
de los motivos e ideales que animan al psicólogo que marcha por este
camino. [oo.]
La psicología funcional, cualquiera que sea su naturaleza, no es algo
totalmente nuevo. En algunas de sus fases es claramente discernible en
la psicología de Aristóteles, y en sus ropajes más modernos se ha hecho
cada vez más evidente después de que Spencer escribiera su Psicología
y Darwin su Origen de las especies . [oo.]
[.oo] (U)n análisis de la literatura psicológica contemporánea revela
que hay interpretaciones muy distintas de la tarea de la psicología fun-
cionalista. [oo.] Yo distingo tres formas principales del problema funcio-
nalista con diversas variantes subordinadas. [... ]

En primer lugar es preciso mencionar la noción que se deriva de un


modo más inmediato de la comparación entre la psicología funcional y
las metas e ideales de la llamada psicología estructural. Ello supone
decir que la psicología funcionalista pretende discernir y retratar las
operaciones típicas de la conciencia en las condiciones de la vida real,
en contraposición al análisis y descripción de sus contenidos elementa-
les y complejos. [... ]
[...] El punto de desacuerdo más básico que el funcionalista tiene
con el estructuralismo en su forma más perfecta y consistente procede
de este hecho, y la discusión se refiere a la factibilidad y valor de los
esfuerzos por llegar al proceso mental tal y como se da en las condicio-
nes de la experiencia real, y no tal como aparece al mero análisis «post
mortem». [oo.] (U)na cosa es atender primariamente al modo como ope-
ra ese proceso mental y a las condiciones que regulan su aparición, y
otra muy distinta ocuparse simplemente en separar las fibras de los teji-
dos. Esto último es útil y para determinados propósitos es fundamental,
pero muchas veces está muy lejos de lo más básico y esencial de un
fenómeno vital, a saber, de su modus operandi.
, JAMES R. ANGELL

[ ... ]
239

Por otra parte, las funciones son algo persistente, tanto en la vida
mental como en la vida psíquica. Jamás podemos tener dos veces una
misma idea, considerada desde la perspectiva de la estructura y com-
posición sensorial. Pero nada nos impide tener tan frecuentemente
como queramos contenidos de conciencia que signifiquen una misma
cosa. [...]
Sustancialmente idéntica a esta primera concepción de la psicología
funcionalista, aunque expresada con términos un tanto distintos, es la
opinión que dice que el problema funcional es descubrir el cómo y el
por qué de los procesos conscientes, más que determinar los elementos
irreductibles de la conciencia y sus modos característicos de combina-
ción. [...]

11

[...] El psicólogo funcionalista en su moderno atuendo no sólo se


interesa por las operaciones del proceso mental, considerado única-
mente en sí y por sí mismo, sino que además, y con mucho vigor, se inte-
resa por la actividad mental en cuanto parte de una amplia corriente de
fuerzas biológicas.[...] El funcionalista extrae sus ideas de la concepción
básica del movimiento evolutivo, a saber, el concepto de que las carac-
terísticas actuales de las estructuras y funciones orgánicas dependen en
su mayor parte de su eficacia a la hora de ajustarse a las condiciones de
vida existentes, las cuales reciben el nombre general de medio ambien-
te. Partiendo de esta concepción, el funcionalista intenta comprender el
modo como lo psíquico contribuye al desarrollo de la suma total de acti-
vidades orgánicas. [...]
Este punto de vista lleva inmediatamente al psicólogo a beber en el
mismo vaso que el biólogo general. [...]
[ ...]
Este amplio ideal biológico de la psicología funcional, del cual
hemos hablado, puede ser expresado con un ligero cambio de énfasis
vinculándolo al problema de descubrir la utilidad fundamental de la
conciencia. Si el proceso mental tiene un valor real en la vida y mundo
que conocemos para aquel que lo posee, ese valor tiene que depender
necesariamente de algo que sin él no podría conseguirse. Ahora bien, la
vida y el mundo son complejos, y parece improbable que la conciencia
pueda expresar su utilidad sólo de una manera. De hecho, todas las indi-
240 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

caciones superficiales apuntan en la otra dirección. Quizá pueda


hablarse, en cuanto mera forma de expresión, de que la mente es algo
que contribuye en general a la adaptación orgánica al medio ambiente.
Pero sus contribuciones verdaderas se darán de modos muy diversos y
mediante multitud de variedades del proceso consciente. Por tanto, el
problema del funcionalista es determinar en la medida de lo posible, los
grandes tipos de estos procesos. [.oo]

In

La tercera condición que yo distingo en la práctica, suele ir unida a


la segunda, pero supone la acentuación de un problema lógicamente
anterior al problema allí suscitado, y por eso la tratamos separadamen-
te. Frecuentemente se dice que la psicología funcional es en realidad
una forma de psicofísica. Es cierto que sus metas o ideales no son explí-
citamente cuantitativos al modo de la psicofísica ordinaria, pero su
interés principal radica en la determinación de las relaciones mutuas
existentes entre las porciones física y mental del organismo.
Indudablemente es verdad que muchos de los que escriben desde
posiciones funcionalistas suelen introducir muchas referencias a los
procesos fisiológicos que acompañan o condicionan a la vida mental.
Además, ciertos seguidores de esta fe tienen propensión a declarar sin
rodeos que la psicología es simplemente una rama de la biología, y que,
en consecuencia, están en el derecho, si no en la obligación, de usar
materiales biológicos cuando ello sea posible. Pero sin adoptar una
posición extrema como ésta, una mera ojeada a una región familiar del
procedimiento psicológico descubrirá las inclinaciones en esta direc-
ción de la psicología.
[.oo]
No está claro que el psicólogo funcional, debido a su disposición a
ensalzar el significado práctico de las relaciones mente-cuerpo, esté
obligado a adoptar una teoría especial sobre el carácter de estas rela-
ciones. [oo .] (M)e aventuraré a una breve referencia a esta doctrina en mi
esfuerzo por presentar algunos de sus elementos esenciales.
La posición a la que me estoy refiriendo considera a la relación men-
te-cuerpo como a algo capaz de tratamiento psicológico, como una dis-
tinción metodológica más que metafísicamente existencial. [.oo]
[oo.]
JAMES R. ANGELL 241

Simpaticemos o no con esta ala del partido funcionalista a la que


acabamos de dirigir nuestra atención, ciertamente creemos que es poco
honrado poner la dificultad mente-cuerpo en los dientes del funciona-
lista, cuando en buena lógica él no es más culpable que sus vecinos psi-
cológicos. Ninguna psicología valiente de la volición puede dejar de
mirar de frente al problema mente-cuerpo, y de hecho toda descripción
importante de la vida mental contiene una u otra clase de doctrina en
esta materia. Una psicología de la volición literalmente pura sería una
especie de jardín colgante de Babilonia, maravillosa pero inaccesible
para el psicólogo con hábitos de andar por la tierra. El funcionalista es
más pecador que los demás, únicamente en cuanto que cree necesaria y
provechosa una insistencia más constante en la traducción del proceso
mental al proceso fisiológico, y viceversa.

IV

Si ahora juntarnos las distintas concepciones consideradas anterior-


mente será fácil presentarlas convergiendo hacia un punto común.
Debemos considerar al funcionalismo 1) como la psicología de las ope-
raciones mentales, en contraposición a la psicología de los elementos
mentales: o dicho de otro modo, la psicología del cómo y del por qué de
la conciencia. 2) Tenemos que el funcionalismo trata el problema de la
mente concibiéndola como ocupada primariamente en la tarea de
mediar entre el ambiente y las necesidades del organismo. Esta es la psi-
cología de las utilidades fundamentales de la conciencia; y por último,
3) hemos descrito al funcionalismo corno psicología psicofísica, esto es,
una psicología que constantemente reconoce y urge la importancia
esencial de la relación mente-cuerpo para toda apreciación justa y glo-
bal de la vida mental. [...]

[ANGELL, J. R., «La provincia de la psicología funcional ».


En J. M. Gondra (ed.), La psicología moderna. Textos básicos para su
génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1982
(pp. 328-344). Trad. , J. M. Gondra. (Se han eliminado las notas
del autor).]
OSWALD KÜLPE
(1862-1915)

Nació en Kandau (Letonia) y estudió fisiología, filosofía, psicología e his-


toria en Leipzig, Gottingen y Berlín. Doctorado con Wundt en 1887, pasó
unos años como ayudante suyo en el Instituto de Psicología de Leipzig. En
1894 obtuvo una cátedra en Würzburg, donde fundó un laboratorio psicoló-
gico e impulsó una línea de investigación sobre el pensamiento que ha llega-
do a conocerse como «escuela de W ürzburg». Posteriormente ocupó otros
puestos académicos en las universidades de Bonn y Munich, en las que fue
dedicándose cada vez más al cultivo de la filosofía. Entre sus obras más
importantes cabe destacar un Compendio de psicología (1893) que cuestiona
aspectos fundamentales de los planteamientos wundtianos.
La figura de Külpe ejemplifica la situación de aquellos psicólogos que,
formados con Wundt, vieron claramente la necesidad de trascender los lími-
tes impuestos por su maestro a la psicología experimental, extendiendo así el
alcance de ésta a temas que Wundt no creía susceptibles de ser investigados
en el laboratorio. La escuela que Külpe promovió en Würzburg, a la que per-
tenecieron entre otros N. Ach, K. B ühler; K. Marbe y H. J. Watt, ejerció una
gran influencia en la escuela gestaltista (cuyo fundador, M. Wertheimer, fue
también discípulo de K ülpe) y, en general, en toda la investigación psicológi-
co-experimental ulterior sobre el pensamiento.
El texto que se recoge aquí forma parte de un escrito de madurez de su
autor en el que se revisa el trabajo realizado en Würzburg. En él se ligan los
logros de la escuela a la adopción de un método particular de investigación,
la «auto-observación sistemática» o --como también se suelen referir a él los
manuales de psicología- «introspección experimental sistemática», de
carácter más retrospectivo que el empleado por Wundt. Este fragmento de
Külpe presenta también una de las tesis básicas de la escuela, la de la exis-
tencia de pensamientos sin imágenes, que contradecía abiertamente las con-
cepciones sensualistas y asociacionistas al uso e iba a suscitar y promover
numerosas investigaciones y polémicas.
244 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Lecturas recomendadas

BORlNG, E . G., Historia de la psicología experimental. México: Trillas, 1978. La clá-


sica historia de Boring analiza criticamente la significación de Külpe antes
y después de Würzburg, así como las contribuciones de la escuela que en-
cabezó.
GONDRA, J. M., Historia de la psicología, 1. Madrid: Síntesis, 1997. Contiene una
buena presentación de la figura de Külpe en relación con las aportaciones de
la escuela de Würzburg, en el marco de los origenes de la psicología experi-
mental en Alemania (cap. 5, pp. 182-192).
SAIZ, M. y SAIZ, D., «O. Külpe y la escuela de Wurzburgo», En E. Quiñones, F. Tor-
tosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología . Textos y comentarios .
Madrid: Tecnos, 1993. Comentario de un texto de Külpe sobre el estudio
experimental del pensamiento (pp. 253-261).

El estudio experimental del pensamiento


[1912]

El estudio del pensamiento, que en Alemania se ha cultivado princi-


palmente en el Instituto Psicológico de Würzburg, corresponde a una
fase de desarrollo de la psicología experimental.
Aunque en general la psicología antigua no prestaba la debida aten-
ción al pensamiento, la nueva orientación experimental estuvo tan ocu-
pada en poner en orden las sólidas bases de las sensaciones, las imáge-
nes y los sentimientos, que no pudo dedicarse a los etéreos
pensamientos hasta bastante tarde. Los primeros contenidos mentales
que se advirtieron en la conciencia fueron las presiones y las punciones,
los sabores y los olores, los sonidos y los colores. Eran los más fáciles
de percibir, seguidos de sus imágenes y de los placeres y dolores. Aque-
llo que no tuviera la palpable constitución de estas formaciones escapa-
ba al ojo del científico que no estuviera adiestrado para percibirlo. La
experiencia de la ciencia natural orientó la atención del investigador
hacia los estímulos sensoriales y las sensaciones, las post-imágenes, los
fenómenos de contraste y las modificaciones fantásticas de la realidad.
Todo lo que no poseyera estas características parecía simplemente no
existir. Y, así, cuando los primeros psicólogos experimentales realizaban'
experimentos sobre el significado de las palabras, sólo podían informar
de algo cuando aparecían representaciones evidentes o los fenómenos
que las acompañaban. En muchos otros casos, en particular cuando las
palabras significaban algo abstracto o general, no encontraban «nada».
OSWALD KÜLPE 245

El hecho de que una palabra pudiese ser entendida sin imágenes susci-
tadoras, que una frase se pudiese entender y juzgar aunque aparente-
t- mente sólo se hallasen presentes a la conciencia sus sonidos, nunca dio
s motivo a estos psicólogos para postular o establecer contenidos sin imá-
l- genes además de los que sí se daban con imágenes [...].

a
Lo que finalmente nos llevó en psicología a otra teoría fue la aplica-
e ción sistemática de la auto-observación. Anteriormente, lo normal era no
¡... pedir el informe sobre las experiencias habidas durante un experimen-
to nada más terminar éste, sino tan sólo obtener algún que otro infor-
:.. me en los casos excepcionales o anormales. Sólo cuando concluía una
serie completa de experimentos se pedía un informe general sobre los
hechos principales que aún se recordasen. De esta manera, sólo los
aspectos más llamativos salían a la luz. Además, el compromiso con las
concepciones tradicionales de las sensaciones, los sentimientos y las
imágenes impedía observar o conceptuar lo que no era ni sensación, ni
sentimiento, ni imagen. Sin embargo, en cuanto se permitió que las per-
sonas adiestradas en observar sus propias experiencias hiciesen infor-
mes completos y sin prejuicios inmediatamente después de terminado
el experimento, se hizo evidente la necesidad de ampliar los conceptos
y definiciones anteriores. Descubrimos en nosotros mismos procesos,
estados, direcciones y actos que no encajaban en el esquema de la psi-
cología anterior. Los sujetos empezaron a hablar en lenguaje cotidiano,
y a dar a las imágenes sólo una importancia secundaria en su mundo
privado. Sabían, pensaban, juzgaban y entendían, captaban significados
e interpretaban conexiones, sin apoyarse en realidad en ninguno de los
acontecimientos sensoriales que aparecían de vez en cuando. Conside-
remos el siguiente ejemplo [oo .].
Se le pregunta al sujeto: «¿Entiende Vd. la frase: Pensar es tan extra-
ordinariamente difícil que muchos prefieren opinar?». En el protocolo
se lee: «En cuanto terminó la frase me di cuenta de su sentido. Pero el
pensamiento no estaba claro todavía. Para aclararlo, repetí lentamente
la frase, y cuando terminé el pensamiento era tan claro que puedo repe-
tirlo ahora: opinar implica aquí hablar sin pensar y eludir el tema, en
contraste con la actividad investigadora del pensamiento. Aparte de las
palabras de la frase que oí y que luego reproduje, no hubo nada pareci-
do a imágenes en mi conciencia». Este no es simplemente un sencillo
proceso de pensamiento sin imágenes. Lo interesante es que los sujetos
afirmaban que la comprensión procedía generalmente de esta manera
en las frases difíciles. No es, pues, un producto artificial de laboratorio,
sino la vida de la realidad misma en todo su esplendor, lo que se ha
hecho accesible en estos experimentos [oo.].
246 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

¿Quién podria experimentar imágenes aquí, y para quién serian


estas imágenes la base, la condición ineludible de la comprensión? ¿Y
quién estaria dispuesto a mantener que las palabras por sí mismas bas-
tan para representar el significado? No , estos casos prueban la existen-
cia de contenidos conscientes sin imágenes, de pensamientos especial-
mente.
[KÜLPE,O., Über die moderne Psychologie des Denkens.
En R.l. Watson, Basic writings in the history of psychology. New York:
Oxford University Press, 1979 (pp. 151-153). Trad., E . Lafuente.]

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Watson nació en Greenville (Carolina del Sur, EE.UU.). De origen hur


de, estudió en las universidades de Funnan y Chicago. En esta última reci
las enseñanzas e influencias de J. R. Angell, J. Dewey, H. H. Donaldson '
Loeb. Interesado desde muy pronto en la psicología comparada, no tardó
adquirir un considerable prestigio en este campo. Tras unos años como p
fesor en la Universidad de Chicago (1903-1908), se trasladó a la Johns H
kins, donde se hizo cargo de la dirección del Departamento de Psicología.
1913 publicó su célebre artículo «La psicología tal como la ve el conductis
que iba a marcar el comienzo del conductismo, acaso el movimiento psicc
gico de más amplia influencia de la primera mitad del siglo xx.
El texto seleccionado aquí pertenece precisamente a este trabajo.
autor desafía en él los supuestos fundamentales de la psicología vigente
la par que reclama con urgencia medidas drásticas que faciliten la co
trucción de una auténtica ciencia psicológica. Como se verá, Watson pro]
nía una disciplina capaz de dejar atrás conceptos tan imprecisos como
de mente y conciencia, de abandonar por tanto el uso de la introspecci
como método, y de decidirse a hacer de la conducta su verdadero tema
estudio.
El conductismo de Watson, claro está, no careció de antecedentes, y ~
consecuencias distaron mucho de ser homogéneas. Pero su llamamiei
influyó poderosamente en la psicología experimental norteamericana, e
tan sólo dos décadas más tarde podía definirse a sí misma (aunque no :
algún riesgo de equívoco) como una psicología conductista.

Lecturas recomendadas

PÉREZ, A. YTORTOSA, F., «La psicología tal como la ve John B. Watson». En E. Q


ñones, F. Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Texto.
comentarios. Madrid: Tecnos, 1993. Comentario a un fragmento del «ma
fiesto conductista» watsoniano, realizado por dos buenos conocedores de
obra (pp. 366-377).
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JOHN B. WATSON
(1878-1958)
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Watson nació en Greenville (Carolina del Sur, EE.UU.). De origen humil-


de, estudió en las universidades de Furman y Chicago. En esta última recibió
las enseñanzas e influencias de J. R. Angell, J. Dewey, H. H. Donaldson y J.
Loeb. Interesado desde muy pronto en la psicología comparada, no tardó en
adquirir un considerable prestigio en este campo. Tras unos años como pro-
fesor en la Universidad de Chicago (1903-1908), se trasladó a la Johns Hop-
kins, donde se hizo cargo de la dirección del Departamento de Psicología. En
1913 publicó su célebre artículo «La psicología tal como la ve el conductista»
que iba a marcar el comienzo del conductismo, acaso el movimiento psicoló-
gico de más amplia influencia de la primera mitad del siglo xx.
El texto seleccionado aquí pertenece precisamente a este trabajo. Su
autor desafía en él los supuestos fundamentales de la psicología vigente, a
la par que reclama con urgencia medidas drásticas que faciliten la cons-
trucción de una auténtica ciencia psicológica. Como se verá, Watson propo-
nía una disciplina capaz de dejar atrás conceptos tan imprecisos como los
de mente y conciencia, de abandonar por tanto el uso de la introspección
como método, y de decidirse a hacer de la conducta su verdadero tema de
estudio.
El conductismo de Watson, claro está, no careció de antecedentes, y sus
consecuencias distaron mucho de ser homogéneas. Pero su llamamiento
influyó poderosamente en la psicología experimental norteamericana, que
tan sólo dos décadas más tarde podía definirse a sí misma (aunque no sin
algún riesgo de equívoco) como una psicología conductista.

Lecturas recomendadas

PÉREZ, A. Y TORTOSA, E, «La psicología tal como la ve John B. Watson». En E. Qui-


ñones, E Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Textos y
comentarios. Madrid: Tecnos, 1993. Comentario a un fragmento del «mani-
fiesto conductista- watsoniano, realizado por dos buenos conocedores de su
obra (pp . 366-377).
248 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

PÉREZ, A., TORTosA. F. y CALATAYUD, C., «La propuesta conductista de J . B. Wat-


son». En F. TOI1:osa (ed.), Una historia de la psicología moderna. Madrid:
McGraw-Hill, 1998 . Una buena exposición general de la contribución de Wat-
son a la psicología (pp, 293-314).
WATSON, J. B., «La psicología tal como la ve el conductísta». En J. M. Gondra
(ed.), La psicología moderna . Textos básicos para su génesis y desarrollo. Bil-
bao: Desclée de Brouwer, 1982 (Z." ed .). Texto íntegro del artículo de Watson
que proporcionó el impulso inicial al conductismo.

La psicología como ciencia de la conducta


[1913]

La psicología tal como la ve el conductista es una rama puramente


objetiva y experimental de la ciencia natural. Su meta teórica es la pre-
dicción y el control de la conducta. La introspección no forma parte
esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de
la facilidad con que éstos se presten a ser interpretados en términos de
conciencia. En sus esfuerzos por llegar a obtener una imagen unitaria
de la respuesta animal, el conductista no reconoce línea divisoria algu-
na entre el hombre y el bruto. La conducta del hombre, con todo su refi-
namiento y complejidad, sólo constituye una parte del plan de investi-
gación total del conductista.
La psicología -han sostenido generalmente sus seguidores- es un
estudio de la ciencia de los fenómenos de la conciencia. Se ha conside-
rado que su asunto es , por una parte, el análisis de los estados (o pro-
cesos) mentales complejos en sus componentes elementales simples; y
por otra, la construcción de los estados complejos cuando los compo-
nentes elementales están dados. El mundo de los objetos físicos (los
estímulos, esto es, todo lo que pueda excitar la actividad de un recep-
tor) , que constituye la totalidad de los fenómenos del científico natural,
se concibe meramente como un medio dirigido a una finalidad. La fina-
lidad es la producción de los estados mentales que pueden ser «inspec-
cionados» u «observados». En el caso de la emoción, por ejemplo, el
objeto psicológico de la observación es el estado mental mismo. En la
emoción el problema es determinar el número y la clase de componen-
tes elementales que se hallan presentes, su ubicación, su intensidad, su
orden de aparición, etc. Se está de acuerdo en que la introspección es el
método por excelencia por el que se pueden manipular los estados men-
tales. Según este supuesto, los datos conductuales (incluyendo en este
término todo lo que entra bajo el nombre de psicología comparada) no
JOHN B. WATSON 249

tienen valor per se. Sólo son significativos en la medida en que arrojen
alguna luz sobre los estados conscientes. Para pertenecer al ámbito de
la psicología, estos datos conductuales deben tener al menos una rela-
ción analógica o indirecta con tales estados conscientes.
En realidad, a veces se encuentra uno con psicólogos que ni siquie-
ra creen en esta relación analógica. Este escepticismo se manifiesta a
menudo en la pregunta que le plantean al investigador de la conducta:
«¿Qué relevancia tiene para la psicología humana el estudio de los ani-
males? ». He solido considerar esta cuestión con detenimiento. De
hecho, siempre me ha resultado un poco incómoda. Yo tenía interés en
mi propio trabajo y creía en su importancia, pero no podía establecer
ninguna estrecha conexión entre él y la psicología tal como la entendía
mi interlocutor. Espero que esta confesión aclare el ambiente, y que no
tengamos que trabajar ya más con falsos pretextos. Tenemos que admi-
tir con franqueza que esos hechos tan importantes para nosotros, esos
hechos que hemos logrado obtener tras realizar una gran cantidad de
trabajo sobre los sentidos de los animales con el método conductual,
sólo han contribuido fragmentariamente a la teoría general de los pro-
cesos sensoriales humanos, y no han sugerido nuevos puntos de apro-
ximación experimental. De la misma manera, el enorme número de
experimentos que hemos llevado a cabo sobre el aprendizaje ha contri-
buido poco a la psicología humana. Parece razonablemente claro que se
debe llegar a algún tipo de compromiso: o la psicología tiene que cam-
biar su punto de vista para incorporar los hechos de la conducta, ten-
gan o no relevancia para los problemas de la «conciencia»; o la con-
ducta debe permanecer aparte como [objeto de] una ciencia totalmente
separada e independiente. Si quienes se ocupan de la psicología huma-
na no consideran favorablemente nuestras propuestas y se niegan a
modificar su postura, los conductistas no tendrán más remedio que uti-
lizar a los seres humanos como sujetos y emplear métodos de investi-
gación que sean exactamente semejantes a los que hoy se emplean en la
investigación animal [...].
[ ... ]

Resumen

1. La psicología humana no ha conseguido hacer valer su preten-


sión de ser una ciencia natural. Debido a la equivocada idea de que el
ámbito de sus hechos es el de los fenómenos conscientes y que la intros-
pección es el único método directo de descubrir esos hechos, la psico-
250 LECfURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

logía se ha enredado en una serie de cuestiones especulativas que, aun-


que fundamentales de acuerdo con sus actuales planteamientos, no son
susceptibles de tratamiento experimental. Buscando respuestas a estas
cuestiones se ha ido alejando cada vez más de los problemas que afec-
tan vitalmente a los intereses humanos.
2. La psicología tal como la ve el conductista es una rama pura-
mente objetiva y experimental de la ciencia natural que necesita tan
poco de la introspección como las ciencias físicas y químicas. Está de-
mostrado que se puede investigar la conducta de los animales sin re-
currir a la conciencia. Hasta ahora el punto de vista dominante era el de
que estos datos sólo tenían valor en la medida en que pudieran inter-
pretarse, por analogía, en términos de conciencia. Aquí adoptamos la
postura de que la conducta del hombre y la conducta de los animales
deben considerarse en el mismo plano; las dos son igualmente esencia-
les para comprender la conducta en general. Puede prescindirse de la
conciencia en sentido psicológico. Según esto, la observación específica
de los «estados de conciencia» no es parte de la tarea del psicólogo,
como tampoco lo es de la del físico. Podríamos decir que se trata de vol-
ver al uso no reflejo e ingenuo de la conciencia. En este sentido, puede
decirse que la conciencia es el instrumento o herramienta con que tra-
bajan todos los científicos. La adecuación con que los científicos em-
pleen esa herramienta es un problema de la filosofía, no de la psicología.
3. Desde el punto de vista que hemos sugerido aquí, los hechos
sobre la conducta de la ameba tienen valor en y por sí mismos al mar-
gen de su relación con la conducta del hombre. En biología, los estudios
sobre la diferenciación y herencia de las variedades de amebas consti-
tuyen una sección independiente que tiene que evaluarse en términos de
sus propias leyes. Puede que las conclusiones a las que se llegue de este
modo no se cumplan en ninguna otra especie. Independientemente de
su posible falta de generalidad, hay que realizar estos estudios si se
quiere regular y controlar alguna vez la evolución globalmente. De
manera semejante, si se quiere elevar alguna vez los fenómenos de la
conducta a la esfera del control científico, habrá que determinar y eva-
luar en y por sí mismas las leyes de la conducta de las amebas, la gama
de sus respuestas y de los estímulos eficaces, la formación de sus hábi-
tos, la persistencia, interferencia y refuerzo de esos hábitos, indepen- .
dientemente de la generalidad o de la relevancia que tengan para las
leyes de otras especies.
4. Esta eliminación que sugerimos de los estados de conciencia
como objetos adecuados de investigación en sí mismos suprimirá la
JLOGíA JOHN B. WATSON 251

:, aun- barrera que existe entre la psicología y las demás ciencias. Los resulta-
10 son dos de la psicología se convierten en los correlatos funcionales de la
l estas estructura y se prestan a ser explicados en términos físico-químicos.
~ afee-
5. Después de todo, la psicología como [ciencia de la] conducta sólo
tendrá que ignorar unos pocos problemas realmente esenciales de los
pura- atendidos hoy por la psicología como ciencia introspectiva. Con toda
:a tan probabilidad, hasta estos problemas residuales podrán ser reformula-
tá de- dos de tal modo que puedan resolverse con unos refinados métodos
in re- conductuales (que, ciertamente, tendrán que llegar).
i el de
inter-
[WATSON, J. B., «Psychology as the behaviorist views it ».
lOS la
nales Psychological Review, XX, 1913 (pp. 158-177). Trad., E . Lafuente.]
mcia-
de la
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ncia
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WOLFGANG KOHLER
(1887-1967)

Nacido en Revel (Estonia), Kohler estudió en las universidades de


Tübingen, Bonn y Berlín. Fue discípulo de Max Planck y Carl Stumpf, con
quien se doctoró en psicología en 1909 . Su carrera académica comienza
como ayudante en el Instituto Psicológico de Frankfurt, donde colabora
con K. Koffka y M. Wertheimer en los célebres experimentos diseñados por
éste sobre la percepción del movimiento que iban a marcar el punto de par-
tida de la llamada «escu ela de la Gestalt». En 1913 se traslada a Tenerife
para dirigir la Estación de Monos Antropoides allí instalada por la Acade-
mia Prusiana de Ciencias. Los estudios realizados durante su estancia se
recogieron en el libro La mentalidad de los monos, que dio lugar a una gran
cantidad de controversias e in vestigaciones. A su regreso, y tras un breve
paso por Góttingen, es nombrado catedrático de la Universidad de Berlín y
director de su Instituto Psicológico (1922), el puesto más importante de la
psicología alemana de ese momento. La llegada de los nazis al poder (1933)
le lleva a enfrentarse con las autoridades para intentar poner fin a las cons-
tantes interferencias de éstas en la marcha del Instituto berlinés. Ante la
inutilidad de su esfuerzo, emigra a los Estados Unidos (1935), donde se
establece ya definitivamente. Profesor del Swarthmore College hasta su
jubilación en 1955, fue elegido Presidente de la American Psychological
Association en 1959.
Junto a Wertheimer y Koffka, Kohler ha contribuido de manera decisi-
va en la fundación y desarrollo de la psicología de la Gestalt, sin duda una
de las escuelas psicológicas de mayor relieve de la primera mitad del siglo
xx. Bajo su dirección, el Instituto de Berlín llegó a ser uno de los centros
europeos de formación e investigación psicológica más activos y presti-
giosos del mundo. K óhler ha desempeñado también un papel su m am ente
destacado en la difusión del gestaltismo en América, donde el auge del con-
ductismo, sin embargo, iba a hacer muy dificil el arraigo de sus plantea-
mientos.
El presente texto está tomado de unas conferencias que pronunció Koh-
ler en 1927, en el marco del Instituto de Orientación Profesional de Barcelo-
na. Con un estilo sencillo y directo, Kohler planteaba en ellas las grandes
254 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

cuestiones suscitadas por el innovador enfoque teórico gestaltista, así como


las consecuencias de aplicarlo al estudio de la percepción, el aprendizaje y la
memoria. En el fragmento seleccionado se describen algunos de los experi-
mentos clásicos de K6Wer con los que pretendió respaldar la validez de dicho
enfoque. La crítica de la aproximación elementalista, la atenencia a los fenó-
menos y la afirmación holista, son algunos de los rasgos característicos que
podrán apreciarse en este texto.

Lecturas recomendadas

GARRETI, H. E., Las grandes realizaciones en psicología experimental. México: Fon-


do de Cultura Económica, 1962 (Z." ed.). Contiene un excelente análisis de los
experimentos de K6Wer sobre la percepción y el aprendizaje (pp. 87-109).
KOHLER, W., Psicología de la configuración. Madrid: Morata, 1967. Una presenta-
ción clásica del punto de vista gestaltista realizada por uno de sus máximos
representantes. Del mismo autor pueden consultarse también, además de la
obra citada al pie del texto: Psicología de la forma. Su tarea y sus últimas expe-
riencias (Madrid: Biblioteca Nueva, 1972) y «Algunos aspectos de la psicolo-
gía de la Gestalt» (en W. Kohler, K. Koffka y E Sander, Psicología de la forma.
Buenos Aires: Paidós, 1969, 2. a ed., pp. 7-42).
PASTOR, J. C. y TORTOSA, E, «La evolución de la psicología académica en Alema-
nia. 1: la psicología de la Gestalt hasta 1933». En E Tortosa (ed.), Una histo-
ria de la psicología moderna. Madrid: McGraw Hill, 1998. Exposición de con-
junto breve, clara y puesta al día de la aportación gestaltista a la psicología
(pp. 121-140).

Percepción y aprendizaje desde una perspectiva gestaltista


[1927]

Hemos llegado a una concepción dinámica del mundo perceptivo,


más adecuada que la concepción atomística con sus sensaciones indife-
rentes y la explicación mediante mecanismos preexistentes. Pero no es
posible introducir este cambio en el mundo de la percepción sin que nos
veamos obligados a introducir cambios correspondientes en la psicolo-
gía entera. Algo de esto se inició ya cuando hablábamos, en la primera
lección, de la conducta inteligente. Pero con lo que hemos aprendido
después podremos tratar este punto mucho más concretamente.
La mayoría de las cosas que aprendemos en nuestra vida se hallan
en estrecha relación con el mundo fenomenal [fenoménico] exterior.
Hay en el mismo determinadas situaciones, y el aprendizaje parece con-
fA WOLFGANG KÚHLER 255
10 sistir en la combinación de ciertas situaciones con ciertas reacciones
la adecuadas. Como veremos más tarde, esto no plantea por entero el pro-
ri- blema del aprendizaje. Pero nos permite, por lo menos, plantear en par-
lO te aquel problema importantísimo. Si los objetos y las situaciones del
ó- mundo fenomenal [fenoménico] son expresión de procesos dinámicos y
Lle de la formación espontánea de unidades extensas con propiedades pe-
culiares, no puede haber aprendizaje en relación con ese mundo que no
dependa de aquellas estructuras [Gestalten] y unidades fenomenales
[fenoménicas]. Mediante ciertos experimentos de psicología animal he-
mos demostrado que esto es , en efecto, así.
m- Conocido es el método habitual mediante el cual tanto se ha alcan-
to s zado en los problemas de la percepción y de la memoria de los animales.
Se coloca el animal frente a dos objetos iguales, a excepción de una sola
ta- propiedad que los diferencie -por ejemplo, el color, la claridad o el
lOS
tamaño--. Se recompensa al animal-es decir, se le da de comer- cuan-
:la
do se vuelve hacia uno de los objetos -previamente determinado por el
ee-
,10 -
experimentador-, y se le castiga, acaso, cuando se vuelve hacia el otro.
'UZ.
Es posible lograr en los animales superiores que después de cierto núme-
ro de repeticiones y ensayos se vuelvan de un modo casi exclusivo hacia
na-
d objeto predeterminado como justo. Si se trata, por ejemplo, de dos
so- objetos que difieren sólo en la obscuridad del color gris y se determina
on- d más obscuro como justo, después de algún tiempo, el animal lo esco-
gía gerá siempre o casi siempre, aunque la posición mutua de los objetos
cambie de un modo irregular -y esto es condición importante del expe-
rimento--. El objeto obscuro se situará, ya a la derecha, ya a la izquier-
da.. El animal se volverá hacia él como el imán hacia el hierro.
a En un caso como éste, la teoría del mosaico y el procedimiento ana-
lítico tienen su tarea bien determinada. Según ella, tenemos aquí dos
sensaciones: una, de gris claro; otra, de gris obscuro. En el curso de los
vo, ensayos se enlaza con la primera cada vez más una experiencia desa-
ife- gradable que traba e inhibe; mientras que con la segunda se añade una
les experiencia positiva que impulsa y atrae -el éxito, la comida-o Se
lOS explicará, pues, el resultado del aprendizaje diciendo que el animal ha
>10- combinado un objeto con una respuesta o reacción, y el otro, con la
era otra. Ambos efectos se acentúan por adición. Hasta aquí no hay obje-
ido ción ninguna.
Pero si cambiamos un poco las condiciones del experimento, surge
Jan inmediatamente una pregunta, a la que sólo puede contestarse de un
loro modo único. Pero los resultados del experimento pueden ser absoluta-
on- mente opuestos a esa contestación y, por tanto, a la teoría.
256 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Introduzcamos el cambio. Supongamos que una línea representa


todos los matices del gris entre el negro y el blanco. Los puntos g¡ y g2
corresponden al gris claro y el gris obscuro de la experiencia anterior,
siendo g¡ de valor negativo (por decirlo así) y g2 de valor positivo para
el animal. Suprimamos ahora el gris negativo -g¡- e introduzcamos
otro gris -g3- más obscuro que g2 en la misma proporción que lo era
éste en relación con g¡. ¿Qué va a hacer el animal cuando se vea preci-
sado a elegir entre g2 (que, según la teoría, es de valor positivo) y el nue-
vo gris g3' que es algo nuevo, sin valor positivo ni negativo? Parece que
entre un valor positivo y otro igual a cero el animal tiene que decidirse
por el primero, al menos en la mayoría de los casos. No hay ninguna
razón, desde el punto de vista de la teoría atomista, para que el animal
se vuelva con predilección hacia el gris desconocido. Sin embargo, esto
es exactamente lo que pasa en los experimentos. Así lo hemos compro-
bado repetidamente, por ejemplo, con un chimpancé. En el 90 por 100
de los casos se decide a favor del gris desconocido. Del mismo modo, si
después de haber aprendido la elección de g2' le ponemos en el caso de
elegir entre el negativo g¡ y un gris desconocido go, según la teoría debe-
'" ría decidirse por go, que tiene, por lo menos, un valor indiferente, mien-
tras que g¡ lo tiene negativo. Pero no lo hace: en contradicción con la
teoría, en todos los casos se decide por g¡. Ello significa que la teoría del
mosaico es errónea. Demuestra, además, un hecho, que nosotros, hom-
bres, comprendemos enseguida. No vemos un gris de cierto matiz aquí
y otro gris de otro matiz allí , sino un contraste de claridad, de tal modo,
que uno de los grises nos aparece como el lado obscuro del par entero, y
el otro, como el lado claro del mismo par, quedando así ambos defini-
dos, no cada uno aisladamente y por sí mismo, sino en su posición rela-
tiva y constituyendo la unidad de un par. Si después del par g¡g2 se nos
presenta el g2g3' en el nuevo par g3 jugará el papel de lado obscuro, y g2'
que lo representaba antes, se habrá transformado en el lado claro. Así
se explica ya de un golpe el resultado de los experimentos con el mono.
También para él forman los dos grises un par, un contraste, una unidad
articulada, de tal modo que cada uno de ellos juega el papel de claro o
de obscuro, según sea la claridad del que le acompaña y con el cual for-
ma una unidad entera en la experiencia actual. El mono responde ante
la situación, no como ante un mosaico de pedazos independientes, sino
como ante una estructura [Gestalt], siendo el efecto del aprendizaje rela-
tivo a esta estructura, no a los colores como entidades aisladas.

Se trata, pues, de una verificación completa de nuestro punto de vis-


ta. Pero cabe aclarar todavía más el sentido del experimento con un ani-
mal de muy poca inteligencia, si es que tiene alguna. Porque habrá
ÍA WOLFGANG KOHLER 257

la quien nos diga que esto sólo prueba la inteligencia grande de un chim-
g2 pancé, que por un acto de la misma advierte la relación abstracta entre
)r, colores. Veámoslo. Como un animal de una estupidez increíble, pero
ra muy adecuado para los experimentos, se nos recomienda la buena galli-
)s na. Con ella hemos repetido el experimento, y el resultado ha sido exac-
ra tamente como en el mono. Aquí no cabe hablar de inteligencia. Mucho
:i- menos aún de una comprensión de relaciones abstractas. Se trata, por
e- tanto, de un carácter fenoménico primitivo de los dos grises que ya en
le la gallina forman un par, un contraste en el cual se determina el papel
se que representa cada matiz. Este experimento se ha realizado en forma
la decisiva, en Tenerife, con niños, con monos y con gallinas. Lo mismo se
al ha repetido en los Estados Unidos, en Alemania y en Holanda, con
to resultado idéntico.
o-
)()
si [KOHLER, W., El problema de la psicología de la [orma.
le Madrid: Universidad Complutense, Facultad de Filosofía, 1998
e- (pp. 81-85).]
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SIGMUND FREUD
(1856-1939)

s. Freud nació en el seno de una familia judía en la pequeña ciudad de


Freiberg (Moravia). Cuando tenía cuatro años, su familia se trasladó a Vie-
na. Esta ciudad, donde transcurrió su vida, fue el escenario de la iniciación
y el desarrollo del movimiento psicoanalítico. En 1938, a raíz de la persecu-
ción nazi, viajó a Gran Bretaña, donde murió un año después.
Aunque Freud concibió básicamente el psicoanálisis como un método y
una técnica de terapia para el tratamiento de los desórdenes mentales y emo-
cionales del individuo, también lo aplicó al estudio de determinados fenó-
menos culturales. Un grupo de escritos situados casi todos ellos en su madu-
rez dan cuenta de la tendencia de Freud a proyectar el psicoanálisis sobre las
ciencias sociales. Hemos escogido para ilustrar esta faceta de la obra freu-
diana un texto que trata sobre la agresión, impulso que ocupa un lugar
importante en su teoría. Este texto pertenece a El malestar en la cultura
(1930), probablemente su obra más conocida.

ucturas recomendadas

8:RRANDIZ, A., «El psicoanálisis después de Freud» . En F. M. Tortosa (ed.), Una


historia de la psicología moderna. Madrid: McGraw Hill, 1998 (pp . 494-500).
Clara y breve exposición sistemática de los últimos desarrollos psicoanaIíti-
COS, entre ellos el del psicoanálisis cultural.

I&u.cusE, H., Eros y civilización. Barcelona: Ariel, 1989. Una muy interesante
investigación filosófica sobre Freud y particularmente sobre El malestar en la
cultura.
Spwll ENBERG, J. A., Los fundadores de la psicología social. Madrid: Alianza, 1981
(pp. 19-44). El psicoanálisis freudiano considerado como uno de los marcos
de referencia teóricos básicos de la psicología social.
260 LECT URAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Sobre la agresión
[1930]

La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado,


es la de que el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor,
que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser
entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena
porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa
únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un
motivo de tentación para sa tisfacer en él su agresividad, para explotar
su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente
sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo,
para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. Horno homini
lupus: ¿Quién se atrevería a refutar este refrán, después de todas las
experiencias de la vida y de la Historia? [...]
La existencia de tales tendencias agresivas, que podemos percibir en
nosotros mismos y cuya existencia suponemos con toda razón en el pró-
jimo, es el factor que perturba nuestra relación con los semejantes,
imponiendo a la cultura tal despliegue de preceptos. Debido a esta pri-
mordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve cons-
tantemente al borde al borde de la desintegración. [...] La cultura se ve
obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las ten-
dencias agresivas del hombre, para dominar sus manifestaciones me -
diante formaciones reactivas psíquicas. De ahí, pues, ese despliegue de
métodos destinados a que los hombres se identifiquen y entablen vín-
culos amorosos, coartados en su fin; de ahí las restricciones de la vida
sexual, y de ahí también el precepto ideal de amar al prójimo como a sí
mismo [...]. Sin embargo, todos los esfuerzos de la cultura destinados a
imponerlo aún no han logrado gran cosa. Aquélla espera poder evitar
los peores despliegues de la fuerza bruta concediéndose a sí misma, el
derecho de ejercer a su vez la fuerza frente a los delincuentes; pero la
ley no alcanza las manifestaciones más discretas y sutiles de la agresi-
vidad humana. En un momento determinado, todos llegamos a aban-
donar, como ilusiones, cuantas esperanzas juveniles habíamos puesto
en el prójimo; todos sufrimos la experiencia de comprobar cómo la mal-
dad de éste nos amarga y dificulta la vida. Sin embargo, seria injusto
reprochar a la cultura el que pretenda excluir la lucha y la competencia
de las actividades humanas. Esos factores seguramente son imprescin-
dibles; pero la rivalidad no significa necesariamente hostilidad: sólo se
abusa de ella para justificar ésta.
COLOGÍA SIGMUND FREUD 261

Los comunistas creen haber descubierto el camino para la reden-


ción del mal. Según ellos, el hombre sería bueno de todo corazón, abri-
garía las mejores intenciones para con el prójimo, pero la institución de
la propiedad privada habría corrompido su naturaleza. [...] El instinto
. grado, agresivo no es una consecuencia de la propiedad, sino que regía casi sin
e amor, restricciones en épocas primitivas, cuando la propiedad aún era bien
. un ser poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido
l buena
su primitiva forma anal; constituye el sedimento de todos los vínculos
resenta cariñosos y amorosos entre los hombres, quizá con la única excepción
rién un del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se eliminara el dere-
xplotar cho personal a poseer bienes materiales, aún subsistirían los privilegios
1mente derivados de las relaciones sexuales, que necesariamente deben conver-
ullarlo, tirse en fuente de la más intensa envidia y de la más violenta hostilidad
homini entre los seres humanos, equiparados en todo lo restante. Si también se
das las aboliera este privilegio, decretando la completa libertad de la vida
sexual, suprimiendo, pues, la familia, célula germinal de la cultura,
entonces, es verdad, sería imposible predecir qué nuevos caminos segui-
.íb ír en ría la evolución de ésta; pero cualesquiera que ellos fueren, podemos
el pró- captar que las inagotables tendencias intrínsecas de la naturaleza
jantes, humana tampoco dejarían de seguirlos.
ita pri- Evidentemente, al hombre no le resulta fácil renunciar a la satisfac-
e cans- ción de estas tendencias agresivas suyas; no se siente nada a gusto sin
a se ve esa satisfacción. Por otra parte, un núcleo cultural más restringido ofre-
:lS ten-
ce la muy apreciable ventaja de permitir la satisfacción de este instinto
es me- mediante la hostilidad frente a los seres que han quedado excluidos de
gue de aquél. Siempre se podrá vincular amorosamente entre sí a mayor núme-
en vín- ro de hombres, con la condición de que sobren otros en quienes des-
la vida cargar los golpes. En cierta ocasión me ocupé en el fenómeno de que las
no a sí comunidades vecinas, y aún emparentadas, son precisamente las que
ados a más se combaten y desdeñan entre sí, como, por ejemplo, españoles y
evitar portugueses, alemanes del norte y del Sur, ingleses y escoceses, etc.
ma, el Denominé a este fenómeno narcisismo de las pequeñas diferencias, aun-
>ero la que tal término escasamente contribuye a explicarlo. Podemos conside-
agresi- rarlo como un medio para satisfacer, cómoda y más o menos inofensi-
aban- vamente, las tendencias agresivas, facilitándose así la cohesión entre los
ouesto miembros de la comunidad. [oo.]
a mal-
njusto Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad,
tencia sino también a las tendencias agresivas, comprenderemos mejor por
escin- qué al hombre le resulta tan difícil alcanzar en ella su felicidad. En efec-
ólo se to, el hombre primitivo estaba menos agobiado en este sentido, pues no
conocía restricción alguna de sus instintos. En cambio, eran muy esca-
262 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

sas sus perspectivas de poder gozar largo tiempo de tal felicidad. El


hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una par-
te de seguridad.
Si con toda justificación reprochamos al actual estado de nuestra
cultura cuán insuficientemente realiza nuestra pretensión de un siste-
ma de vida que nos haga felices; si le echamos en cara la magnitud de
los sufrimientos, quizá evitables, a que nos expone; si tratamos de
desenmascarar con implacable crítica las raíces de su imperfección,
seguramente ejerceremos nuestro legítimo derecho, y no por ello
demostramos ser enemigos de la cultura. Cabe esperar que poco a poco
lograremos imponer a nuestra cultura modificaciones que satisfagan
mejor nuestras necesidades y que escapen a aquellas críticas. Pero qui-
zá convenga que nos familiaricemos también con la idea de que existen
dificultades inherentes a la esencia misma de la cultura e inaccesibles a
cualquier intento de reforma. Además de la necesaria limitación instin-
tual que ya estamos dispuestos a aceptar, nos amenaza el peligro de un
estado que podríamos denominar «miseria psicológica de las masas».
Este peligro es más inminente cuando las fuerzas sociales de cohesión
consisten primordialmente en identificaciones mutuas entre los indivi-
duos de un grupo, mientras que los personajes dirigentes no asumen el.
papel importante que deberían desempeñar en la formación de la masa.
La presente situación cultural de los Estados Unidos ofrecería una bue-
na oportunidad para estudiar este temible peligro que amenaza a la cul-
tura; pero rehúyo la tentación de abordar la crítica de la cultura norte-
americana, pues no quiero despertar la impresión de que pretendo
aplicar, a mi vez, métodos americanos.

[FREUD, S., El malestar en la cultura. Madrid: Alianza, 1970


(pp. 52-58). Trad., L. López Ballesteros.]
lGíA JOHN B. WATSON
(1878-1958)
El
iar-

stra
ste-
. de
de
ón ,
ello
JCO
gan Watson fue elegido presidente de la American Psychological Association
[ui- en 1915. En su alocución presidencial propuso utilizar la técnica de los refle-
ten jos condicionados como procedimiento de investigación de la conducta. Su
$a aproximación al comportamiento humano, presidida por la misma exigencia
tin- de objetividad metodológica que había caracterizado a sus estudios con ani-
un males y potenciada por el empleo sistemático del condicionamiento «cl ási-
LS». COlO, culminó en sus famosos experimentos sobre la adquisición de las res-

ión puestas emocionales en los niños, que aparecen reflejados en el texto que
ivi- sigue.
1 el. En 1920 Watson tuvo que dejar la universidad a causa del escándalo que
LSa. provocó su divorcio. Se dedicó entonces a la publicidad, campo que cultivó
ue- con gran éxito y en el que permaneció hasta su jubilación en 1945. Entre
:ul- otras campañas publicitarias, llevó a cabo la de su propia visión de la psico-
:te- logía, que difundió en numerosos escritos de divulgación y que llegó a gozar
ido de extraordinaria popularidad en Norteamérica.
El fragmento seleccionado pertenece a uno de sus libros más difundidos,
El conductismo (1925/1930), destinado a presentar sus ideas psicológicas al
gran público. Los experimentos sobre el condicionamiento de la conducta
no emocional infantil a los que aquí se refiere fueron realizados en tomo a 1920,
>s.] y constituyen un inmejorable ejemplo de la posibilidad de control del com-
portamiento que Watson quería transmitir. Un ejemplo, por lo demás, que ha
servido de modelo a numerosos acercamientos posteriores a la modificación
y terapia conductuales.

Lecturas recomendadas

KAzDIN,A. E., Historia de la modificación de conducta . Bilbao: Desclée de Brou-


wer, 1983. Contiene unas breves páginas que analizan el papel de los estudios
de Watson sobre el condicionamiento de las emociones en los orígenes del
campo de la modificación de la conducta (pp. 114-118).
:'.'\i!

264 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA ~;.,: ,<' ,1


~~
TORTOSA, F. Y MAYOR. L., «Wa tson y la psicología de las emociones: evolución de
una idea». Psicothema, 4 (l ), 1992 (pp. 297-315). Un estudio histórico sobre
el tema tratado en el texto que aquí se recoge.
,I
~
WATSON. J. B., El conductismo , Buenos Aires : Paid ós, 1972 (4. a ed.). El libro tal
vez más popular de Watson, en el que éste expone su concepción general de
I

la psicología.
WOLPE. J. y RACHMAN, S., «Evidencia psicoanalítica: Crítica basada en el caso del
~

pequeño Hans, de Freud». En Rachrnan, S. (ed .), Ensayos críticos al psico-
análisis . Madrid: Taller de Ediciones JB (pp. 213-235). Provocativo análisis de
un caso de Freud a la luz de los experimentos watsonianos sobre el condi- I
cionamiento de respuestas emocionales, realizado por dos especialistas en
~

••
terapia conductual.

..
~
El condicionamiento de la conducta emocional
[1930]

¿Cómo es posible que objetos que en un principio no suscitan emo- 11


ciones puedan hacerlo después, acrecentando así la riqueza y peligros
de nuestra vida emocional?
Al iniciar nuestros trabajos, nos sentíamos muy poco dispuestos a
experimentar en este campo, pero resultaba tan imperiosa la necesidad
de explorarlo, que finalmente resolvimos intentar establecer miedos en
el niño y luego estudiar métodos prácticos para suprimirlos. Como pri-
mer sujeto escogimos a Alberto, hijo de una nodriza del Hospital Harriet
Lane. Se trataba de un bebé extraordinariamente «bueno», que había "i
pasado toda su vida en dicha institución. Durante todos los meses que <i
trabajamos con él, únicamente lo vimos llorar después de nuestros expe-
rimentos.
Antes de hablar de los experimentos de que nos servimos para esta-
blecer respuestas emocionales en el laboratorio, es preciso recordar la
técnica de los reflejos condicionados. A fin de establecer un reflejo con-

dicionado debe existir, en primer lugar, un estímulo fundamental que liI
provoque la respuesta en cuestión. El paso siguiente es lograr que tam-
bién la provoque algún otro estímulo. Si, verbigracia, nuestro propósito
es suscitar un brusco movimiento hacia atrás del brazo y de la mano
cada vez que resuene un zumbador, debemos usar el choque eléctrico u
otro estímulo doloroso. Pronto el brazo empezará a retirarse de inme-
diato al funcionar el zumbador. de la misma manera como se retira
bruscamente al recibir la sacudida eléctrica. Sabemos que hay un estí-
JOHN B . WATSON 265

mulo incondicionado o fundamental que despierta la reacción de mie-


do en forma rápida y sencilla: un sonido fuerte. [...].
Nuestro primer experimento con Alberto tenía por objeto condicio-
nar la respuesta de miedo a una rata blanca. Mediante pruebas repeti-
das comprobamos, en primer término, que sólo los ruidos fuertes y la
remoción de la base de apoyo provocarían dicha respuesta en este niño.
Cualquier cosa dentro de un diámetro de doce pulgadas alrededor suyo,
era objeto de una manifestación de alcanzar y manipular. Sin embargo,
la reacción a un sonido estrepitoso era característica en la mayoría de
los niños. El sonido emitido por una barra de acero de aproximada-
mente una pulgada de diámetro y tres pies de longitud, golpeada con un
martillo de carpintero, suscitaba un tipo muy marcado de reacción.
A continuación transcribimos nuestros apuntes de laboratorio que
indican el progresivo establecimiento de una respuesta emocional con-
dicionada:

Edad: once meses y tres días:

1) De improviso se saca de una canasta (procedimiento usual) una


rata blanca -con la cual el niño había jugado durante sema-
nas-, la cual le es presentada. Alberto empezó por extender la
mano izquierda para alcanzarla. En el preciso instante en que
su mano tocó al animal, detrás suyo se golpeó bruscamente la
barra. El niño saltó violentamente y cayó hacia delante, escon-
diendo la cara en el colchón. Sin embargo, no lloró.
2) Volvióse a golpear la barra cuando el niño tocó la rata con su
mano derecha. De nuevo el niño saltó violentamente, cayó hacia
delante y empezó a llorar.
A causa del estado perturbado de Alberto, suspendimos las pruebas
una semana.

Edad: once meses y diez días:

1) De improviso se le presenta la rata sin ruidos. Se observó que la


criatura la miraba fijamente, si bien al principio no manifestó
ninguna tentativa de alcanzarla. Entonces el animal se acercó;
ello suscitó un conato de alcanzarla, la retiró de inmediato.
Empezó a mover la mano para tocar la cabeza del animal con el
índice de su mano izquierda, pero la retiró bruscamente antes de
266 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

que el contacto se estableciera. Resulta evidente, pues, que las


dos estimulaciones que la semana anterior se suministró asocia-
das, fueron efectivas. Enseguida se le sometió a un test con
cubos, a fin de ver si éstos habían sido involucrados en el proce-
so de condicionamiento. Los agarró de inmediato dejándolos
caer, golpeándolos uno con otro, etc. En los tests restantes a
menudo se le dieron los cubos para calmarlo y probar su estado
emocional general. Cuando se iniciaba el proceso de condiciona-
miento se los apartaba siempre de su vista.
2) Estimulación combinada de la rata y el sonido: se sobresaltó, y
luego se tumbó enseguida a la derecha. No lloró.
3) Estimulación combinada: se tumbó a la derecha y se quedó so-
bre las manos, con la cabeza en la dirección contraria a la de la
rata. No lloró.
4) Estimulación combinada: igual reacción.
::- 5) Presentación súbita de la rata sola: frunció la cara, lloró y apartó
rápidamente el cuerpo a la izquierda.
6) Estimulación combinada: se tumbó de inmediato del lado dere-
cho y empezó a llorar.
7) Estimulación combinada: se sobresaltó violentamente y lloró,
pero no se tumbó.
8) Rata sola: en el mismo momento en que se le enseñá la rata comen-
zó a llorar. Casi enseguida se volvió vivamente a la izquierda, se le-
vantó sobre las cuatro extremidades y empezó a alejarse gateando
con tanta rapidez que costó detenerlo antes que alcanzara el borde
del colchón.
Esta prueba del origen condicionado de la respuesta de miedo sitúa
nuestro estudio de la conducta emocional sobre una base científico-
natural. Es una gallina de huevos de oro mucho más productiva que la
estéril fórmula de James. Proporciona un principio explicativo que dará
cuenta de la enorme complejidad de la conducta emocional adulta. Ya
no necesitamos recurrir a la herencia para esclarecer la conducta.

[WATSON, J. B., El conductismo. Buenos Aires : Paid ós, 1972 (4.a ed.)
(pp. 156-158). Trad., O. Poli.]
LOGiA EDWARD C. TüLMAN
(1886-1959)
e las
ocia-
con
roce-
lolos
tes a
.tado
ona-

tó, y
Nació en West Newton (Massachusetts, EE.UU.). Aunque comenzó estu-
diando química en el Massachusetts Institute of Technology, se doctoró en
) so-
psicología por la Universidad de Harvard en 1915. En su formaci ón resultó
Ie la decisivo el curso de psicología comparada que recibió de Yerkes, así como el
texto de Watson que aquél utilizaba como manual, que consiguió ganarle de
inmediato para la causa conductista. Muy pronto, sin embargo, Tolman sin-
tió la necesidad de proponer una «nueva fórmula» para el conductismo que
.artó permitiese incorporar aquellos aspectos propositivos y cognitivos de la con-
ducta que el enfoque watsoniano impedía considerar suficientemente. En
lere- esta dirección se encaminaron sus primeros trabajos, que culminaron en la
publicación del libro La conducta propositiva en los animales y en el hombre
(1932) , su obra capital. La mayor parte de la carrera docente de Tolman
oró, transcurrió en la Uni versidad de California, a la que se trasladó después de
un corto período en la Northwestern University (1915-1918) y donde iba a
permanecer ya el resto de su vida.
'len-
e /e- Tolman ha sido, junto a C. L. Hull, uno de los máximos representantes
ndo del llamado «conductismo metodológico», esto es , el de los psicólogos nor-
»rde teamericanos que asumieron el ideal watsoniano de hacer de la psicología
una ciencia natural de la conducta, procurando al mismo tiempo corregir las
insuficiencias teóricas y metodológicas con que Watson había intentado lle-
itúa varlo a cabo. Entre las grandes contribuciones de Tolman al logro de este
Ico- objetivo se cuenta la introducción de algunos conceptos fundamentales
,e la (como los de «varia ble intervíniente» y «m apa cognitivo») que han pasado a
lará formar parte del acervo psicológico contemporáneo. Aunque, a diferencia de
. Ya Hull, no creó propiamente una escuela, su influencia ha sido profunda y
duradera, y se ha visto potenciada por el rumbo cognitivo emprendido por la
psicología después de su muerte.
El sistema psicológico de Tolman se nutre de influencias muy diversas.
ed.) Entre ellas sobresale la de la psicología de la Gestalt, patente tanto en su con-
lIL] cepción «m olar» de la conducta como en el lenguaje mismo utilizado en oca-
siones para describirla y explicarla. En el siguiente texto, tomado de las pági-
nas iniciales de su obra fundamental, pueden advertirse algunos de estos
268 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

rasgos. Tolman contrapone en él a la de Watson su propia noción de con-


ducta, y afirma que las propiedades de ésta que resultan relevantes para el
psicólogo (el propósito, la cognición) sólo pueden observarse cuando se con-
sidera la conducta en su molaridad. La obra de Tolman constituye un mag-
nífico esfuerzo por esclarecer el comportamiento así entendido.

Lecturas recomendadas

HILGARD, E. R. YBOWER, G. H., Teorías del aprendizaje . México : Trillas, 1976. Una
revisión clásica de las principales orientaciones teóricas en el estudio del
aprendizaje, incluida la de Tolman.
LAFUENTE, E. , «La significación del Tolman para el cognitivismo». Revista de His-
toria de la Psicología, 7, 1986 (pp. 15-30). Un recorrido por la obra de Tolman
que subraya su dimensión cognitiva.
LAFUENTE, E., «El conductismo propositivo de E. C. Tolman». En E. Quiñones, F.
Tortosa y H. Carpintero (eds .), Historia de la psicología. Textos y comentarios.
Madrid: Tecnos, 1993 (pp. 412-421). Comentario a un fragmento de un tern-
prario artículo de Tolman donde éste propone su idea de un conductismo
molar superador del watsoniano.
TOLMAN, E. C., «La conducta, un fenómeno molar». En J. M. Gondra (ed.), La psi-
cología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao:
Desclée de Brouwer, 1982 (Z." ed.) (pp. 561-576). Selección más amplia que
la recogida en estas páginas del libro fundamental de Tolman.

Un conductismo molar
[1932]
2. Conductismos y conductismos

La posición general adoptada en este ensayo será la del conductis-


mo, pero será un conductismo de una variedad especial, porque hay
conductismos y conductismos. Watson, el archiconductista, propuso
una de ellas. Pero, desde entonces, otros [ ...] han brindado otras varie-
dades considerablemente distintas. [...] Aquí nos limitaremos a presen-
tar ciertos rasgos distintivos como introducción a lo que va a ser nues-
tra propia variedad.

3. Watson: la definición molecular


Watson parece describir casi siempre la conducta en términos de
simples conexiones estímulo-respuesta. Y parece concebir también
LA PSICOLOGÍA EDWARD C. TOLMAN

xii ón de con- estos estímulos y estas respuestas en términos físicos y fisiológicos re


'an tes para el tivamente inmediatos. [...]
landa se con-
:uye un mag- Debe señalarse, sin embargo, que junto a esta definición de la ce
ducta estrictamente en términos de las contracciones musculares físic
y fisiológicas que la constituyen, Watson introdujo una noción difere
te y en cierto modo antagónica. [...]
[Esta noción] subraya las respuestas globales frente a los elemento
15, 1976. Una fisiológicos de tales respuestas globales. En suma, debe concluirse qt
I estudio del Watson ha jugado en realidad con dos nociones diferentes de conduct
aunque él mismo no haya visto con claridad lo diferentes que son. Pe
wista de His- una parte, ha definido la conducta estrictamente en términos de Sl
a de Tolrnan componentes físicos y fisiológicos, esto es, en términos de los procese
receptores, transmisores y efectores per se. Llamaremos a esta defin
Quiñones, F. ción, definición molecular de la conducta. Por otra parte, ha llegado
iomentarios. reconocer, aunque quizá sólo de una manera confusa, que la conduct
t de un tem- en cuanto tal es más que la suma de sus partes fisiológicas y diferent
onductisrno de ellas. La conducta en cuanto tal es un fenómeno «em ergente » que tie
ne características descriptivas y definitorias propias. A esta última den
ed.), La psi- nición la llamaremos definición molar de la conducta.
ico. Bilbao:
amplia que
4. La definición molar

Es esta segunda concepción de la conducta, la concepción molar, la


que defenderemos en el presente tratado. Sostendremos [...] que, los
«actos conductuales», aunque sin duda se corresponden rigurosamente
con los hechos subyacentes de la física y de la fisiología, en tanto que
totalidades «molares» tienen ciertas propiedades emergentes propias. Y
son estas propiedades, las propiedades molares de los actos conductua-
onductis- les, las que nos interesan primordialmente como psicólogos. Más aún,
rque hay dado el actual estado de nuestros conocimientos (esto es, antes de que
propuso se hayan desarrollado las múltiples correlaciones empíricas existentes
as varie- entre la conducta y sus correlatos fisiológicos), estas propiedades mola-
l presen- res de los actos conductuales no pueden conocerse, ni siquiera por infe-
;er nues- rencia, a partir del mero conocimiento de los hechos moleculares sub-
yacentes de la física y la fisiología. Porque igual que no se pueden
contemplar de ningún modo las propiedades de una cierta cantidad de
agua a partir de las propiedades que tienen por separado las moléculas
de agua, tampoco las propiedades de un «acto conductual» pueden
tinos de deducirse directamente de las propiedades de los procesos físicos y
ambién fisiológicos subyacentes que lo constituyen. La conducta en cuanto tal,
270 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

al menos ho y por hoy, no puede deducirse de una mera enumeración de


contracciones musculares, de los meros movimientos que, en tanto que
movimientos, la constituyen. Aún tiene que ser estudiada de primera
mano y por sí misma.
Un acto en tanto que «conducta» tiene características distintivas
propias. Hay que identificar y describir estas propiedades al margen de
cualquier proceso muscular, glandular o nervioso subyacente. Es de
suponer que estas nuevas propiedades características de la conducta
molar estarán estrictamente correlacionadas con nociones fisiológicas;
si se quiere, que dependerán de ellas. Pero descriptivamente y por sí
mismas son distintas de esas nociones.
Una rata recorriendo un laberinto, un gato saliendo de una caja-
problema, un hombre volviendo a cenar a casa, un niño escondiéndo-
se de un desconocido, una mujer lavando la ropa o charlando por telé-
fono, un estudiante rellenando la hoja de un test mental, un psicólogo
recitando una lista de sílabas sin sentido, mi amigo y yo contándonos
lo que pensamos y sentimos: todo esto son conductas (en tanto que
molares). Y debe repararse en que, al mencionarlas, no nos hemos refe-
rido en ningún caso ni a los músculos, ni a las glándulas, ni a los ner-
vios sensoriales y motores implicados en ellas; en la mayor parte de los
casos, nos ruborizamos al confesarlo, ni siquiera sabemos exactamen-
te cuáles de ellos están implicados. Porque, de algún modo, estas res-
puestas poseían otras características propias que eran suficientes para
identificarlas.
[ ...]

12. Recapitulación

La conducta en cuanto tal es un fenómeno molar, en contraste con


los fenómenos moleculares que constituyen su fisiología subyacente. En
tanto que fenómeno molar, aparecen como propiedades descriptivas
inmediatas suyas las de: dirigirse a o separarse de objetos-meta, eli-
giendo ciertas rutas en vez de otras como objetos-medio, y poniendo de
manifiesto pautas específicas de intercambio con esos objetos-medio
elegidos. Pero estas descripciones en términos de dirigirse-a o separar-
se-de, seleccionar rutas y pautas de intercambio, implican y definen
aspectos propositivos y cognitivos inmediatos e inmanentes de la con-
ducta. Estos dos aspectos de la conducta, sin embargo, no son sino enti-
dades definidas objetiva y funcionalmente . Están implícitos en los
hechos de docilidad conductual. Ni en primera ni en última instancia se
A EDWARD C. TOLMAN 271

e definen por introspección. Se contemplan tan fácilmente en los actos


e conductuales del gato y de la rata como en las reacciones verbales más
a refinadas del hombre. Estos propósitos y cogniciones, esta docilidad,
son evidentemente funciones del organismo como un todo. Por último,
se ha señalado que hay otras dos clases de determinantes conductuales,
s a saber: las capacidades y los ajustes conductuales. Estos intervienen
también en la ecuación entre los estímulos y los estados fisiológicos ini-
ciadores por una parte, y la conducta por otra.
1

[TOLMAN, E. C; Purposive behavior in animals and meno


New York: Appleton-Century (pp. 4-8 Y 21-22). Trad., E. Lafuente.]
IVAN P. PAVLOV
(1849-1936)

Nacido en Rusia en 1849, Pavlov cursó estudios de ciencias naturales en


la Universidad de San Petersburgo y se especializó en fisiología animal. Pos-
terionnente amplió sus estudios en la Academia de Medicina y Cirugía con
la intención de obtener una cátedra de fisiología. que acabaría consiguiendo
cn1890. En ese momento la precariedad material con que había investigado
hasta entonces desaparece y Pavlov se consagra hasta el final de sus días a su
Ir.lbajo de laboratorio en la Academia Militar de Medicina y en el Instituto
de Medicina Experimental. Obtiene el Premio Nobel de Medicina en 1904
por su investigación sobre los procesos digestivos.
Pavlov es el más conocido representante de la psicología objetivista rusa.
una perspectiva reduccionista que considera la psicología como una rama de
la ciencia natural indistinguible de la fisiología del sistema nervioso. Pavlov
mantenía una concepción mecanicista, atomista y ambientalista respecto al
comportamiento. Defendía que toda la actividad psicológica puede estu-
diarse desde los principios del proceso conductual descubierto por él: el con-
dicionamiento clásico. Dentro de sus investigaciones sobre la fisiología del
sistema nervioso, Pavlov estudió con detalle el funcionamiento de dicho pro-
ceso. Sus métodos de condicionamiento clásico y su terminolog ía tuvieron
un fuerte impacto en la corriente psicológica que algunos han denominado
ccomportamentalismo», y han pasado a formar parte de la psicología del
aprendizaje contemporánea.
En el texto presentado a continuación. publicado dos años antes de su
muerte, Pavlov resume lo esencial de sus aportaciones y las sitúa en su con-
texto histórico (debe advertirse que aparece con los términos «condicional»
e «incondicional» lo que a menudo se traduce como «condicionado» e «in-
condicionado»).

Lecturas recomendadas

BoAKES, R. A., Historia de la psicología animal. De Darwin al conductismo. Ma-


drid: Alianza, 1989. La obra de Pavlov se aborda en el capítulo 5.
274 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

PAVLOV, 1. E, Fisiología y psicología. Madrid: Alianza, 1968. Reúne los textos más
representativos y accesibles del autor. Incluye una breve autobiografía y una
conferencia pronunciada en Madrid en 1903. La traducción no desmerece de
la excelente prosa de Pavlov.

El descubrimiento de los reflejos condicionados


[1934]

[...] ¿(C)uál es la relación existente entre el cerebro y la actividad


nerviosa superior del hombre y de los animales?; ¿cómo y por dónde
empezar su estudio? Parecería lógico que, siendo la actividad psíquica
el resultado de la actividad fisiológica de una cierta masa cerebral, se
emprendiera su estudio desde el punto de vista fisiológico y que se
alcanzasen de esta forma los mismos éxitos que con el análisis funcio-
nal de otros órganos. Sin embargo, las cosas no sucedieron así. Desde
hace mucho tiempo [oo.] la actividad psíquica viene siendo objeto de
estudio de una ciencia especial: la psicología. [oo.] Los psicólogos solían
iniciar sus tratados de psicología con la exposición de la teoría del sis-
tema nervioso central y muy particularmente la de los hemisferios cere-
brales [oo.]. A su vez los fisiólogos interpretaban de un modo psicológi-
co los resultados obtenidos en la interrupción experimental de la
actividad de ciertas zonas hemisféricas en los animales, por analogía
con lo que podría vivenciar el hombre en las mismas circunstancias [oo.].
Sin embargo, pronto el desaliento se extendió por los dos campos. La
fisiología de los hemisferios cerebrales se detuvo en estos primeros
experimentos y dejó casi de progresar. Resurgieron entre los psicólogos
aquellos que, como antaño, se pronunciaron resueltamente por una
independencia total del estudio psicológico en relación con la fisiología.
[oo .]
[oo.] Era necesario hallar un fenómeno psíquico elemental que pudie-
se ser considerado en su totalidad como un fenómeno puramente fisio-
lógico. Partiendo de él, por un estudio rigurosamente objetivo (como se
practica siempre en fisiología) de las condiciones de su aparición, de
sus complicaciones y de su desaparición, se obtendría el cuadro fisioló-
gico objetivo y completo de la actividad superior de los animales [oo.] en
lugar de los experimentos efectuados hasta entonces y basados en la
excitación artificial y la destrucción. Felizmente, desde hacía tiempo,
muchos investigadores habían advertido este fenómeno, varios le ha-
bían concedido su atención y algunos (en primer lugar debe mencio-
narse a Thorndike) habían emprendido ya su estudio, pero por una
'LOGiA lIaS P. PAVLOV 275
.s más IaZÓn desconocida se habían detenido en su mismo principio sin hacer
y una de sus conocimientos la base de un método fundamental, esencial, de
ece de
aploración fisiológica sistemática de la actividad nerviosa superior del
arganismo animal. Este fenómeno es el que ahora designamos bajo el
-.mbre de «reflejo condicional», cuyo persistente estudio justifica com-
pletamente la esperanza que acabamos de anunciar. Citemos dos sim-
ples experiencias que cualquiera puede hacer. Vertamos en la boca de
an perro una solución débil de cualquier ácido. Normalmente provoca
1BJa reacción defensiva: el líquido es rechazado con bruscos movimien-
105 de cabeza, la saliva se derrama abundante en la boca [...] diluyendo
ridad
ónde el ácido y limpiando la mucosa.
[uica La segunda experiencia consiste en someter al perro a la acción
U, se repetida de un agente externo cualquiera -de un sonido, por ejemplo-
le se imnediatamente antes de introducirle el ácido en la boca. ¿Qué obser-
acío- aremos? Bastará solamente con repetir este sonido para que se pro-
esde duzca la misma reacción: idénticos movimientos de boca, igual secre-
o de ción de saliva. Los dos hechos son igualmente exactos y constantes y
ilían deben ser designados con el mismo término fisiológico: reflejo. Ambos
1sis- desaparecen si se seccionan bien los nervios motores de la musculatura
;ere- bucal y los nervios secretores de las glándulas salivares (es decir, las vías
lógi-
deTentes), bien las aferentes que parten de la mucosa bucal o del oído,
e la o si se destruye el centro de transmisión del impulso nervioso (es decir,
ogía del proceso dinámico de excitación nerviosa) de los nervios aferentes a
[ ... ]. los nervios eferentes. Para el primer reflejo este centro será la médula
. La oblonga [bulbo raquídeo]; para el segundo, los hemisferios cerebrales.
eros
>gas Ante tales hechos, el pensamiento más exigente no encontrará nada
una que objetar a esta conclusión fisiológica. Sin embargo, la diferencia
tgía. entre ambos reflejos es ya muy nítida. Ante todo, y tal como acabamos
de ver, sus centros son distintos. Por otro lado [...], el primer reflejo ha
sido producido sin preparación previa, sin condición alguna; el segun-
die-
do se ha logrado con un procedimiento especial. ¿Qué significado tiene
sio-
esto?
ose
.de En el primer experimento el paso de la corriente nerviosa de las vías
oló- aferentes a las eferentes se hacía directamente (simple conducción). En
len cambio en el segundo se necesita una preparación previa para formar
lla una vía para el paso de esta corriente [...]. Así pues, en el sistema ner-
po. rioso central existen dos mecanismos distintos: el de la conducción
ha- directa de la corriente nerviosa y el de su cierre y apertura. En nuestro
~ planeta el sistema nervioso es el instrumento más completo para rela-
IDa cionar y conexionar las partes del organismo entre sí , al mismo tiempo
276 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

que relaciona todo el organismo, como sistema complejo, con las innu-
merables influencias externas. [...]
Apoyándonos en lo que acabamos de enunciar, es lícito llamar refle-
jo incondicional a la conexión permanente entre el agente externo con la
actividad del organismo determinada por éste y reflejo condicional a la
conexión temporal. [...] El equilibro de un organismo determinado o de
su especie, y consecuentemente su integridad, lo aseguran tanto los
reflejos incondicionales más simples (así la tos cuando un cuerpo extra-
ño se extravía en los órganos respiratorios) como los más complicados,
llamados generalmente instintos (alimenticio, defensivo, procreador,
etc.). [oo.] Sin embargo, el equilibro asegurado por estos reflejos sólo
sería perfecto si el medio exterior permaneciese constante. Pero como
éste, además de su extrema diversidad, se halla en estado de continua
variación, los reflejos incondicionales -conexiones permanentes- no
son suficientes para asegurar este equilibrio y deben completarse con
reflejos condicionales -conexiones temporales-o

[PAVLOV,I. P., «El reflejo condicional». En Fisiología y psicología.


Madrid: Alianza, 1968 (pp. 22-27). Trad., J. Vigo.]
)(itA
SIGMUND FREUD
(1856-1939)
TIU-

ifle-
da
zla
I de
los
tra-
los,
Ior;
ólo La importancia y significación de Freud van más allá de la estricta histo-
mo ria de la psicología hasta alcanzar una gran influencia en el marco más
tua amplio de la cultura occidental moderna. En un principio no intentó crear
no una teoría psicológica compleja, pero al final elaboró algo más que un siste-
con ma psicológico. El psicoanálisis, obviamente, tiene su historia; y no posee un
desarrollo rectilíneo. Una clara evolución del pensamiento de Freud se ejem-
plifica en su teoría sobre el «apar ato psíquico» del que, a lo largo de su obra,
nos encontramos con dos modelos a los que corrientemente solemos referir-
~ía. nos como las dos tópicas freudianas.
to.l
La primera concepción tópica del aparato psíquico aparece en La inter-
pretación de los sueños (1900) y su autor distingue en ella tres sistemas: cons-
ciente, preconsciente e inconsciente. En 1923, en la obra El yo y el ello, Freud
formuló otra concepción de la personalidad, conocida como «modelo estruc-
tural» (o «segu nda tópica»), donde distingue tres diferentes entidades de
organización en el aparato psíquico: el ello, el yo y el super-yo, que se dife-
rencian sobre la base de sus distintas funciones. Sin embargo, Freud no
renunció a armonizar sus dos tópicas. La exposición más precisa de esta ten-
tativa se encuentra en una de sus últimas obras, Compendio del psicoanálisis,
que comenzó a escribir en 1938 y que no se publicó hasta después de su
muerte. A ella corresponde el extracto aquí reproducido.

Lecturas recomendadas

ELLENBERGER, H. F., El descubrimiento del inconsciente. Madrid: Gredos, 1970.


Una obra imprescindible para conocer a Freud, a sus más inmediatos segui-
dores, a los llamados neopsicoanalistas y la «psicología del inconsciente» en
general.
FERRÁNDIZ, A., «Las escuelas de psicología profunda». En J. Amau y H. Carpin-
tero (eds.), Historia, teoría y método . Madrid: Alhambra, 1989 (pp. 167-203).
Una visión general, clara y bien estructurada, del pensamiento y del impacto
actual de Freud, Adler y Jung.
278 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

GAY, P., Freud. Barcelona: Paidós, 1990 (Z." ed.). Una rigurosa visión de Freud
hecha a finales del siglo xx.
HALL , C. S. , Compendio de psicología freudiana . Buenos Aires: Paid ós, 1978 (S."
ed .). Clara y breve exposición sistemática de la psicología de Freud.
JONES, E ., Vida y obra de Sigmund Freud. Barcelona: Anagrama, 1970. Este libro
ocupa un lugar único entre las biografías de Freud. Su autor fue durante toda
su vida un íntimo amigo de Freud y fiel colaborador, lo que le permitió el
acceso a gran cantidad de material inédito.
LAPLANCHE, J . y PONTALIS , J . B. , Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Labor,
1971. Este diccionario aporta una buena comprensión, contextualizada, de
los conceptos psicoanalíticos.

El aparato psíquico
[1940]

El psicoanálisis parte de un supuesto básico cuya discusión concier-


ne al pensamiento filosófico, pero cuya justificación radica en sus pro-
pios resultados. De lo que hemos dado en llamar nuestro psiquismo o
vida mental son dos las cosas que conocemos: por un lado, su órgano
somático y teatro de acción, el encéfalo o sistema nervioso; por el otro,
nuestros actos de conciencia, que se nos dan en forma inmediata y cuya
intuición no podría tomarse más directa mediante ninguna descrip-
ción. Ignoramos cuanto existe entre estos dos términos finales de nues-
tro conocimiento; no se da entre ellos ninguna relación directa. Si la
hubiera, nos proporcionaría a lo sumo una localización exacta de los
procesos de conciencia, sin contribuir en lo [más] mínimo a su mayor
comprensión.
Nuestras dos hipótesis arrancan de estos términos o principios de
nuestro conocimiento. La primera de ellas concierne a la localización:
presumimos que la vida psíquica es la función de un aparato al cual
suponemos espacialmente extenso y compuesto de varias partes, o sea
que lo imaginamos a semejanza de un telescopio, de un microscopio o
algo parecido. La consecuente elaboración de semejante concepción re-
presenta una novedad científica, aunque ya se hayan efectuado deter-
minados intentos en este sentido. .
Las nociones que tenemos de este aparato psíquico las hemos adqui-
rido estudiando el desarrollo individual del ser humano. A la más anti-
gua de esas provincias o instancias psíquicas la llamamos ello; tiene por
contenido todo lo heredado, lo innato, lo constitucionalmente estable-
.OGÍA SIGMUND FREUD 279
'reud cido; es decir, sobre todo, los instintos originados en la organización
somática, que alcanzan en el ello una primera expresión psíquica, cuyas
formas aún desconocemos.

libro Bajo la influencia del mundo exterior real que nos rodea, una parte
toda del ello ha experimentado una transformación particular. De lo que era
ió el originalmente una capa cortical dotada de órganos receptores de estí-
mulos y de dispositivos para la protección contra las estimulaciones
ibor, excesivas, desarrollóse paulatinamente una organización especial que
r, de desde entonces oficia de mediadora entre el ello y el mundo exterior. A
este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo.

Características principales del «yo»

En virtud de la relación preestablecida entre la percepción sensorial


y la actividad muscular, el yo gobierna la motilidad voluntaria. Su tarea
ier- consiste en la autoobservación, y la realiza en doble sentido. Frente al
rro- mundo exterior se percata de los estímulos, acumula (en la memoria)
00 experiencias sobre los mismos, elude (por la fuga) los que son dema-
mo siado intensos, enfrenta (por adaptación) los estímulos moderados y,
tro, por fin, aprende a modificar el mundo exterior, adecuándolo a su pro-
lIya pia conveniencia (actividad). Hacia el interior, frente al ello, conquista
rip- el dominio sobre a las exigencias de los instintos, decide si han de tener
tes- acceso a la satisfacción, aplazándola hasta las oportunidades y cir-
i la cunstancias más favorables del mundo exterior, o bien suprimiendo
los totalmente las excitaciones instintivas. En esta actividad el yo es gober-
yor nado por la consideración de las tensiones excitativas que ya se
encuentran en él o que va recibiendo. Su aumento se hace sentir por lo
general como displacer, y su disminución, como placer. [...] El yo persi-
de gue el placer y trata de evitar el displacer. Responde con una señal de
50: angustia a todo aumento esperado y previsto del displacer, calificándo-
LIa.1 se de peligro el motivo de dicho aumento, ya amenace desde el exterior
sea o desde el interior. Periódicamente el yo abandona su conexión con el
)0 mundo exterior y se retrae al estado del dormir, modificando profun-
re- damente su organización. De este estado de reposo se desprende que
er- dicha organización consiste en una distribución particular de la ener-
gía psíquica.
uí- Como sedimento del largo período infantil durante el cual el ser
uí- humano en formación vive en dependencia de sus padres, fórmase en el
or yo una instancia especial que perpetúa esa influencia parental, y a la
le- que se ha dado el nombre de super-yo. En la medida en que se diferen-
280 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

cia del yo o se le opone, este super-yo constituye una tercera potencia


que el yo ha de tomar en cuenta.
Una acción del yo es correcta si satisface al mismo tiempo las exi-
gencias del yo, del super-yo y de la realidad; es decir, si logra conciliar
mutuamente sus demandas respectivas. Los detalles de la relación entre
el yo y el super-yo se tornan perfectamente inteligibles, reduciéndolos a
la actitud del niño frente a sus padres. Naturalmente, en la influencia
parental no sólo actúa la índole personal de aquéllos, sino también el
efecto de las tradiciones familiares, raciales y populares que ellos per-
petúan, así como las demandas del respectivo medio social que repre-
sentan. De idéntica manera, en el curso de la evolución individual el
super-yo incorpora aportes de sustitutos y sucesores ulteriores de los
padres, como los educadores, los personajes ejemplares, los ideales
venerados en la sociedad. Se advierte que, a pesar de todas sus diferen-
cias fundamentales, el ello y el super-yo tienen una cosa en común:
ambos representan las influencias del pasado: el ello, las heredadas; el
super-yo, esencialmente las recibidas de los demás, mientras que el yo es
determinado principalmente por las vivencias propias del individuo; es
decir, por lo actual y accidental.
[ ... ]
Toda ciencia reposa en observaciones y experiencias alcanzadas por
medio de nuestro aparato psíquico [...].
En el curso de esta labor se nos imponen las diferenciaciones que
calificamos como cualidades psíquicas. No es necesario caracterizar lo
que llamamos consciente, pues coincide con la conciencia de los filóso-
fos y del habla cotidiana. Para nosotros todo lo psíquico restante cons-
tituye lo inconsciente.[...] Todo lo inconsciente [...] que puede trocar
fácilmente su estado inconsciente por el consciente, convendrá califi-
carlo [...] como «susceptible de conciencia» o preconsciente. [...].
Por tanto, hemos atribuido tres cualidades a los procesos psíquicos:
éstos pueden ser conscientes, preconscientes e inconscientes. La divi-
sión entre las tres clases de contenidos que llevan estas cualidades no es
absoluta ni permanente. [...] Lo preconsciente se torna consciente sin
nuestra intervención, y lo inconsciente puede volverse consciente
mediante nuestros esfuerzos, que a menudo nos permiten advertir la
oposición de fuertes resistencias. [...] Lo que en el tratamiento analítico
por ejemplo, es resultado de nuestro esfuerzo, también puede ocurrir
espontáneamente: un contenido generalmente inconsciente se transfor-
ma en preconsciente y llega luego a la conciencia, como ocurre profu-
OGíA SIGMUND FREUD 281

ncia samente en los estados psicóticos. Deducimos de ello que el manteni-


miento de ciertas resistencias internas es una condición ineludible de la
normalidad. En el estado del dormir prodúcese regularmente tal dismi-
exi- nución de las resistencias, con la consiguiente irrupción de contenidos
iliar inconscientes, quedando establecidas así las condiciones para la forma-
ntre ción de los sueños. Inversamente, contenidos preconscientes pueden
osa sustraerse por un tiempo a nuestro alcance, quedando bloqueados por
acia resistencias, como es el caso de los olvidos fugaces , o bien un conteni-
nel do preconsciente puede volver transitoriamente al estado inconsciente
per- [ ...].
ore-
1 el Presentada con este carácter general y simplificado la doctrina de
los las tres cualidades de lo psíquico, parece ser más bien una fuente de
ues insuperable confusión que un aporte al esclarecimiento [...]. Es de pre-
-en- sumir, sin embargo, que aún podremos profundizar esta doctrina si per-
ún: seguimos las relaciones entre las cualidades psíquicas y las provincias o
;; el instancias del aparato psíquico que hemos postulado; pero también
) es estas relaciones están lejos de ser simples.
: es La conciencia se halla vinculada, ante todo, a las percepciones que
nuestros órganos sensoriales reciben del mundo exterior. Por consi-
guiente, para la condición topográfica es un fenómeno que ocurre en la
capa cortical más periférica del yo . [...]
Procesos conscientes en la periferia del yo; todos los demás, en elyo,
inconscientes: he aquí la situación más simple que podríamos concebir.
[Ue Bien puede ser valedera en los animales, pero en el hombre se agrega
·10 una complicación por la cual también los procesos internos del yo pue-
so- den adquirir la cualidad de conciencia. Esta complicación es obra de la
[IS-
función del lenguaje. [...]
::ar
i6- El interior del yo , que comprende ante todo los procesos cogitativos
e intelectivos, tiene la cualidad de preconsciente. Ésta es característica
y privativa del yo [...]. El estado preconsciente, caracterizado de una
lIS:

.
parte por su accesibilidad a la conciencia, y de otra por su vinculación
ri- con los restos verbales, es, sin embargo, algo particular, cu ya índole no
es queda agotada por esas dos características. Prueba de ello es que gran-
des partes del yo -y, ante todo, del super-yo, al que no se puede negar
!le el carácter de preconsciente-, por lo general permanecen inconscien-
la tes en sentido fenomenológico. [...]
CD
ir Lo inconsciente es la única cualidad dominante en el ello . El ello y lo
..- inconsciente se hallan tan íntimamente ligados como el yo y lo pre-
• consciente, al punto que esa relación es aún más exclusiva en aquel
282 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

caso. Un repaso de la historia evolutiva del individuo y de su aparato


psíquico nos permite comprobar una importante distinción en el ello.
Originalmente, desde luego, todo era ello; el yo se desarrolló del ello por
la incesante influencia del mundo exterior. Durante esta lenta evolu-
ción, ciertos contenidos del ello pasaron al estado preconsciente y se
incorporaron así al yo; otros permanecieron intactos en el ello, forman-
do su núcleo, difícilmente accesible. Mas durante este desarrollo el jo-
ven y débil yo volvió a desplazar al estado inconsciente ciertos conteni-
dos ya incorporados, abandonándolos, y se condujo de igual manera
frente a muchas impresiones nuevas que podría haber incorporado, de
modo que éstas rechazadas, sólo pudieron dejar huellas en el ello.
Teniendo en cuenta su origen, denominaremos lo reprimido a esta par-
te del ello. Poco importa que no siempre podamos discernir claramente
entre ambas categorías de contenidos éllicos, que corresponden aproxi-
madamente a la división entre el acervo innato y lo adquirido durante
el desarrollo del yo.
Si aceptamos la división topográfica del aparato psíquico en un yo y
un ello, con la que corre paralela la diferenciación de las cualidades pre-
consciente e inconsciente; si, por otra parte, sólo consideramos estas
cualidades como signos de la diferencia, pero no como la misma esen-
cia de éstas, ¿en qué reside entonces la verdadera índole del estado que
se revela en el ello por la cualidad de lo inconsciente, y en el yo por la de
lo preconsciente? ¿En qué consiste la diferencia entre ambos?
Pues bien: nada sabemos de esto [...]. Nos hemos aproximado aquí
al verdadero y aún oculto enigma de lo psíquico [...].
Tras todas estas incertidumbres asoma, empero, un nuevo hecho
cuyo descubrimiento debemos a la investigación psicoanalítica. Hemos
aprendido que los procesos del inconsciente o del ello obedecen a leyes
distintas de las que rigen los procesos en el yo preconsciente. En su con-
junto, denominamos a estas leyes proceso primario , en contradicción
con el proceso secundario, que regula el suceder del preconsciente, del
yo. Así pues, el estudio de las cualidades psíquicas no ha resultado, a la
postre, estéril.

[FREUD, S., Esquema del psicoanálisis.


Madrid: Alianza, 1974 (pp. 107-110 Y 121-127).
Trad, L. López Ballesteros y R. Rey.]
lLOGÍA
CLARK L. HULL
(1884-1952)
iarato
1 ello.
o por
volu-
y se
man-
el jo-
iten i-
mera
o, de
ello.
par- Nacido en Akron (Nueva York), Hull estudió inicialmente ingeniería de
ente minas. Imposibilitado sin embargo para ejercer esta profesión por las secuelas
roxi- de una poliomielitis padecida en su juventud, emprendió los estudios de psi-
ante cología y se doctoró con un trabajo experimental sobre la formación de con-
ceptos que ha quedado como un clásico en la bibliografía sobre el tema
(1920). De 1916 a 1927 fue profesor en la Universidad de Winsconsin, período
yo y en el que se interesó particularmente por la medida de las aptitudes. Tras una
pre- breve estancia en la Universidad de Harvard, en 1929 se trasladó a la de Yale,
stas su destino ya definitivo. Allí se incorporó al Instituto de Relaciones Humanas,
sen- donde trabajó con un selecto grupo de colaboradores (entre ellos N. E. Miller,
que de quien se reproduce un texto más adelante) en la integración de la psico-
1 de logía con otras ciencias sociales. También en Yale iba a llevar a cabo la cons-
trucción del gran sistema teórico por el que llegaría a ser más conocido. La
obra que da cima a este sistema, Principios de conducta (1943), representa un
quí gigantesco esfuerzo de formalización lógica y matemática que ha dado lugar
a innumerables investigaciones experimentales.
iho El texto seleccionado forma parte de este libro fundamental. Concreta-
:lOS mente de sus últimas páginas, que aparecen encabezadas por el significativo
yes epígrafe «Una mirada hacia adelante». Atrás quedaba el sistema de postula-
)n- dos que, junto con sus numerosos corolarios y teoremas, constituye el inten-
ión to de Hull de proporcionar una estructura formal hipotético-deductiva a la
del ciencia de la conducta. La «mirada hacia adelante» es una reflexión final que
,la reúne algunas de sus convicciones más profundas sobre lo que la psicología
debería aspirar a ser en el futuro.
Hull ha sido sin duda uno de los psicólogos más influyentes de mediados
del siglo xx. Su obra ha supuesto una aportación de primer orden a la cons-
llUCCión psicológica de nuestro tiempo. A pesar de ello, su legado no ha sido
abjeto de una valoración unánime. Mientras para unos sigue encamando el
ideal de una psicología científico-natural, exacta y sistemática, para otros ha
significado un esfuerzo prematuro y a la postre baldío de formalización y
caantificación que estaba de antemano condenado al fracaso. En cierto sen-
tido, puede verse a Hull como víctima de su propia insistencia en el rigor, ya
284 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

que --como él mismo afirma en el texto que sigue- sólo las formulaciones
rigurosas son susceptibles de crítica, y es la crítica a su vez la que hace posi-
ble el avance de la ciencia. El sistema de Hull no fue capaz de resistir la ava-
lancha crítica que suscitó, pero a la luz de su concepción del progreso cien-
tífico, tal vez quepa considerar este «fracaso» como su mayor éxito.

Lecturas recomendadas

GONDRA, J. M., «Hull y los mecanismos del hábito ». En E. Quiñones, F. Tortosa


y H. Carpintero (eds. ), Historia de la psicología. Textos y comentarios.
Madrid: Tecnos, 1993. Esclarecedor comentario a un fragmento del artículo
de Hull «Conocimiento y propósito como mecanismos del hábito », de 1930
(pp, 397-411).
GONDRA, J. M., Historia de la psicología II. Escuelas, teorías y sistemas contempo-
ráneos. Madrid: Síntesis, 1998 (pp . 271-295) . Sintética y excelente exposición
del sistema de Hull en el marco del neoconductismo, realizada por un desta-
cado especialista en su obra.
HILGARD, E. R. YBOWER, G. H., Teorías del aprendizaje. México: Trillas , 1976. Una
~ "
revisión clásica de las principales orientaciones teóricas en el estudio del
aprendizaje, incluida la de Hull.
HULL, C. L., Principios de conducta. Madrid: Debate, 1986. Traducción española
de la obra fundamental de HuI!.
HULL, C. L. «Conocimiento y propósito como mecanismos del hábito» y «Mente,
mecanismo y conducta adaptativa». En J. M. Gondra (ed.), La psicología
moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée
de Brouwer, 1982 (Z." ed.) . Texto completo de dos importantes trabajos teó-
ricos de Hull (pp. 547-559 Y619-646).

Hacia una teoría general de la conducta


[1943]

El principal propósito de esta obra ha consistido en aislar y presen-


tar las leyes o principios básicos o primarios de la conducta en la forma
en que aparecen en el estado actual del conocimiento conductual; has-
ta ahora hemos aislado 16 de esos principios. En la medida en que tales
principios o postulados son correctos o suficientes, sería posible dedu-
cir a partir de ellos una extensa jerarquía lógica de principios secunda-
rios, que corresponderían exactamente a todos los fenómenos objetiva-
mente observables de la conducta de los organismos superiores; esa
jerarquía constituiría una teoría sistemática de todas las ciencias socia-
les. En esta dirección se ha hecho un progreso considerable [... ], aunque
CLARK L. HULL 285

a causa de las limitaciones de espacio sólo hemos incluido en este volu-


men una muestra aleatoria de unos quince principios secundarios
(corolarios), y los hemos incluido fundamentalmente para ilustrar el
significado de los principios primarios.
A medida que avanza la sistematización de las ciencias de la con-
ducta, descubriremos que algunos de los principios que hemos presen-
tado como primarios producen consecuencias falsas y, por tanto, ten-
dremos que abandonarlos; algunos los descartaremos como principios
primarios porque veremos que son derivables a partir de otros princi-
pios primarios y, por tanto, los colocaremos en el grupo de los princi-
pios secundarios; descubriremos que otros son parcialmente defectuo-
sos , y que necesitan de modificaciones; finalmente, tendremos que
añadir postulados completamente nuevos. Hemos formulado los princi-
pios primarios que hemos presentado en las páginas precedentes
teniendo en mente la seguridad de esos desarrollos futuros. En muchos
casos hemos dado una nítida y definida formulación de principios, a
pesar de tener dudas acerca de su completa validez. Creemos que en
último término una clara formulación, incluso si más adelante descu-
brimos que es incorrecta, permitirá elaborar más rápida y fácilmente
una formulación correcta. Resultaría más difícil convencernos de la fal-
sedad de una formulación vacilante. La tarea primaria de la ciencia con-
siste en el descubrimiento de sus principios, de forma rápida y con el
menor coste posible. Para las personas científicamente avanzadas,
hacer una elección incorrecta cuyo error pueda ser fácilmente detecta-
do no sería ninguna desgracia; el descubrimiento científico es, en par-
te, un proceso de ensayo y error, y ese proceso no puede darse sin ensa-
yos erróneos, de la misma forma que no puede darse sin ensayos
acertados. Por otro lado, el utilizar una metodología mediante la cual
sea imposible detectar con facilidad el error cometido, o el ocultar deli-
beradamente un posible error tras palabras retorcidas, nieblas filosófi-
cas o prejuicios antropomórficos, hace más lento el proceso de ensayo
y error, y retrasa, por tanto, el progreso científico.
Cabe esperar que, a medida que pasen los años, irán apareciendo
tratados sistemáticos relativos a los diferentes aspectos de las ciencias
de la conducta. Lo natural sería que uno de los primeros presentara una
teoría general de la conducta individual; otro, una teoría general de la
conducta social. Para la elaboración de las diversas subdivisiones y
combinaciones de estos volúmenes se desarrollaría una serie sistemáti-
ca de obras teóricas que se ocuparían de diferentes aspectos especiali-
zados de la conducta de los mamíferos, y en especial de la conducta de
los organismos humanos. Ese desarrollo incluiría volúmenes dedicados
286 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

a la teoría de las destrezas y a su adquisición; a la teoria del simbolismo


comunicativo, o del lenguaje (semántica); de la utilización del simbolis-
mo en la solución individual de problemas en los que interviene el pen-
samiento y el razonamiento; del simbolismo social o ritual; de los valo-
res económicos y de la valoración económica de los valores morales y
de la valoración moral de los valores estéticos y de la valoración estéti-
ca; de la conducta familiar; de la eficacia adaptativa individual (inteli-
gencia); de los procesos educativos formales; de los desórdenes psico-
genéticos; del control social y de la delincuencia; del carácter y de la
personalidad; de la cultura y de la aculturización; de las prácticas mági-
cas y religiosas; de la costumbre, de la ley y de la jurisprudencia; de la
política y del gobierno; y de muchos otros ámbitos de conducta espe-
cializada.
y como culminación de todo esto apareceria finalmente una obra
que consistiría fundamentalmente en matemática y en lógica matemá-
tica. Esta comenzaria estableciendo una lista de signos o términos inde-
finidos cuyos referentes pudieran ser sometidos a la pública observa-
' .. ción de todas las personas normales; puesto que estos términos pueden
estar directamente condicionados a los referentes mediante un reforza-
miento diferencial, tendrian que tener un mínimo de ambigüedad. A
partir de estas nociones indefinidas sintetizariamos, mediante la incom-
parable técnica de la lógica simbólica, todos los conceptos centrales
requeridos por el sistema, puesto que contar con unos conceptos pri-
marios correctos es tan importante para una válida sistematización de
la ciencia como contar con unos principios primarios correctos; este
procedimiento nos proporcionaria todo un conjunto de términos total-
mente no ambiguos. A partir de estos signos o términos formulariamos
enunciados matemáticos precisos de los diversos postulados o princi-
pios molares primarios que sobrevivieran al proceso intermedio de
depuración, junto con aquellos otros principios que podamos creer que
es necesario introducir; a partir de éstos, y mediante un proceso mate-
mático riguroso, derivariamos teoremas que corresponderian a todas
las ramificaciones empíricas de las llamadas ciencias sociales. Asimis-
mo, seria derivable un gran número de teoremas relativo a situaciones
todavía no investigadas; este último grupo de teoremas posibilitaria las
aplicaciones prácticas y las innovaciones sociales.

[RULL, C. L., Principios de conducta .


Madrid: Debate, 1986 (pp. 425-427). Trad., R. Fernández González.]
ALAN M. TURING
(1912-1954)

Alan M. Turing nació en Paddington (Londres) y estudió en una escuela


pública. Aunque de pequeño destacaba como alumno brillante, también lo
hacía por la singularidad de sus ideas, especialmente en matemáticas. Turing
entró en el King's College de Cambridge en 1931, y allí decidió dedicarse a la
lógica matemática. A mediados de los años treinta ya formuló públicamente
sus propios puntos de vista y concibió lo que después se llamaría Máquina
de Turing, fundamento del actual ordenador. En esa época Turing conseguía
su graduación en la Universidad de Princeton (EE.UU.), y más tarde regre-
saría a Gran Bretaña y trabajaría en diversos proyectos de diseño de compu-
tadores. También fue profesor en la Universidad de Manchester y miembro
de la Royal Society.
El campo de la inteligencia artificial constituye una de las fuentes de don-
de ha bebido la psicología cognitiva contemporánea. Turing estableció las
bases teóricas de dicho campo comparando el funcionamiento de la mente
humana con el de un programa instalado en un ordenador. Esta compara-
ción está propuesta en términos literales, no metafóricos. La perspicacia de
Turing, no obstante, consiste en justificar su identificación entre la mente y
el programa informático mediante una prueba práctica -un «juego»- y no
de un modo puramente teórico (lo cual, sin embargo, le ha valido críticas
como la de John Searle, quien le acusa de establecer a priori sus propias
reglas del juego y emplear éste como demostración de lo que ya estaba implí-
cito en ellas). Veamos cómo plantea Turing el juego de la imitación.

Lecturas recomendadas
McCORDUCK, P., Máquinas que piensan. Una incursión personal en la historia y las
perspectivas de la inteligencia artificial. Madrid: Tecnos, 1991. Una muy ase-
quible lectura que , fiel al subtítulo, recorre la historia de la inteligencia arti-
ficial, incluyendo sus orígenes remotos.
RIvIERE, A., Objetos con mente. Madrid: Alianza, 1991. Uno de los mejores ensa-
yos sobre los orígenes e implicaciones del cognitivismo. Interesan especial-
mente los capítulos 2 al 5.
288 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

TURING, A. M., «Maqu in ari a computadora e inteligencia». En A.R. Anderson


(ed.), Controversia sobre mentes y máquinas. Barcelona: Tusquets, 1984. Tex-
to completo donde Turing plantea su desafío. Lo acompañan, en el mismo
volumen, otros trabajos a favor y en contra de las pretensiones de la inteli-
gencia artificial (de autores relevantes como J. R . Lucas o H. Putnam).
VEGA, M. de, «La metáfora del ordenador: implicaciones y límites». En: 1. Del-
claux y J. Seoane (eds.), Psicología cognitiva y procesamiento de la informa-
ción. Madrid: Pirámide, 1982. Exposición clara de la metáfora del ordenador
y las críticas a que ha sido sometida desde dentro y fuera de la psicología cog-
nitiva.

El juego de la imitación
[1950]

Propongo que consideremos la siguiente pregunta: «¿Pueden pensar


las máquinas?». Para empezar, definamos el significado de los términos
t «m áqu ina » y «pensar»; pero es una actitud peligrosa. Si hemos de llegar
t -c , al significado de las palabras «máquina» y «pensar» a través de su utili-
,
L zación corriente, difícilmente escaparíamos a la conclusión de que hay
l que buscar el significado y la respuesta de la pregunta «¿Pueden pensar

.
t '
~
las máquinas?. mediante una encuesta tipo Gallup. Pero es absurdo. En
lugar de intentar tal definición, sustituiremos la pregunta por otra
estrechamente relacionada con ella y que se expresa con palabras rela-
tivamente inequívocas.
El problema en su nuevo planteamiento puede expresarse en térmi-
nos de un juego que denominaremos «juego de imitación». Intervienen
en él tres personas: un hombre (A), una mujer (B) y un preguntador (C),
indistintamente de uno u otro sexo. El preguntador se sitúa en una
habitación aparte y, para él, el juego consiste en determinar quién de los
otros dos es el hombre y quién la mujer [...].
[...] El objetivo de A en el juego es lograr que C efectúe una identifi-
cación errónea [...].
Para que el preguntador no se guíe por el timbre de voz, las res-
puestas deben ir por escrito o, mejor aún, mecanografiadas. Lo ideal es
disponer de un impresor telegráfico que comunique las dos habita-
ciones.
[...] El objeto del juego para el tercer jugador (B) es ayudar al pre-
guntador. La mejor estrategia para la jugadora es probablemente res-
ponder la verdad, añadiendo quizás a sus respuestas cosas como ésta:
;ICOLOGíA ALAN M. TURING 289

Anderson «¡Soy la mujer, no le haga caso! »; pero de nada sirve, ya que el hombre
[984. Tex- puede hacer observaciones similares.
el mismo
: la inteli- Ahora planteemos la pregunta: «¿Qué sucede cuando una máquina
un). sustituye a A en el juego?». ¿Se pronunciará el preguntador en este caso
.n: 1. Del- tan erróneamente como lo hace cuando en el juego participan un hom-
informa- bre y una mujer? Estas preguntas sustituyen a la original: «¿Pueden
rdenador pensar las m áquinas?».
'ogía cog -
[ ... ]
[...] El nuevo problema presenta la ventaja de que traza una línea
definida entre las aptitudes físicas e intelectuales de una persona [...]. El
modo en que hemos planteado el problema refleja el obstáculo que
impide al preguntador ver o tocar a los otros concursantes, oír su voz
[ ... ].

l pensar El método de preguntas y respuestas parece adecuado para introdu-


mnínos cir casi todos los campos de actividad humana que queramos. No
le llegar vamos a sancionar a la máquina por su incapacidad para destacar en
su utili- concursos de belleza, del mismo modo que no castigamos a una perso-
que hay na por perder una carrera en una competición aérea. Las condiciones
pensar del juego hacen irrelevantes esas torpezas [...].
rdo. En El juego quizá provoque críticas porque la máquina tiene demasia-
or otra dos factores en contra. Si una persona lo intentara haciéndose pasar por
as rela- la máquina, sin duda haría un papel deplorable. Quedaría rápidamente
eliminada por lentitud e inexactitud aritmética. ¿No harán las máqui-
lt érmi- nas algo que permita la definición de pensamiento, pero que es muy dis-
:vienen tinto a lo que hace una persona? Se trata de una objeción de peso, pero
lar (C), cuando menos podemos decir que, dado que es posible construir una
en una máquina que realice satisfactori am ente el juego de imitación, la obje-
1 de los ción no viene al caso.
[ ...]
Ientifi- [oo.] (N)o se trata de plantearse si todas las computadoras digitales
actuarán bien en el juego, ni de si las actuales computadoras actuarán
as res- bien, sino de si existen computadoras imaginables que actúen bien.
:leal es
iabita-
[TURING, A. M., «Maquinaria computadora e inteligencia».
En A. R. Anderson (ed.), Controversia sobre mentes y máquinas.
alpre- Barcelona: Tusquets, 1984 (pp. 11-16). Trad., F. Martín.]
te res-
) ésta:
BURRHUS F. SKINNER
(1904-1990)

Nació en Susquehanna (Pensilvania, EE.UU.) y comenzó estudiando len-


gua y literatura inglesas en el Hamilton College . Tras intentar sin éxito con-
vertirse en novelista, el descubrimiento de la obra de Watson a través de un
escrito de Bertrand Russell le impulsa a hacerse psicólogo conductista. En
1931 se doctora en Harvard, donde permanece investigando hasta incorpo-
rarse como profesor a la de Universidad de Minnesota (1936) . Allí publica su
primer libro, La conducta de los organismos (1938), que recoge su investiga-
ción anterior y presenta sistemáticamente los principios del condiciona-
miento operante, su aportación psicológica capital. Trasladado luego a la
Universidad de Indiana (1945), empieza a reunir en torno suyo a un grupo
de colegas y discípulos interesados en sus puntos de vista, que iba a consti-
tuir el germen del gran desarrollo institucional que su innovadora aproxi-
mación a la psicología adquiriría con el tiempo. En 1948 regresa a la Uni-
versidad de Harvard, donde permanece ya hasta su jubilación.
Skinner ha sido una de las figuras más decisivas y controvertidas de la psi-
cología contemporánea. Autor de amplios intereses filosóficos, psicológicos,
tecnológicos y sociales, poseedor además de un estilo literario de gran efica-
cia comunicativa y poder de provocación, su influencia ha sido extraordina-
ria, tanto en el ámbito teórico como en el aplicado. El establecimiento en
1958 de una sociedad y una revista fundadas expresamente para el desarrollo
del «análisis experimental de la conducta» (como llegó a conocerse el enfoque
psicológico skinneriano), y la creación unos años después de una sección
independiente en la American Psychological Association para la discusión de
sus trabajos (1964), dan testimonio de la magnitud de su alcance.
El fragmento que sigue está tomado de una de las obras de Skinner más
conocidas, Ciencia y conducta humana (1953). En él se aborda un tema fun-
damental de la contribución skinneriana: el de la distinción entre conducta
respondiente y operante, y las diferencias entre el condicionamiento de una
y otra. El lector encontrará en este texto una descripción del procedimiento
de modelado conductual según los principios del condicionamiento operan-
te que ejemplifica el que el propio Skinner y muchos de sus discípulos lleva-
ron a cabo con distintas especies animales. A este respecto es interesante
292 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

comparar la presente descripción con la que los skinnerianos Keller y Marian


Breland hacen en uno de los textos que se reproducen más adelante.

Lecturas recomendadas

FUENTES, J. B. Y LAFUENTE, E., «Los neoconductismos», En J. Arnau y H. Carpin-


tero (eds.), Historia, teoría y método. Madrid: Alhambra, 1989 (pp. 251-279).
Explica brevemente la manera como los distintos neoconductistas entienden
la conducta y analiza las definiciones que de la misma ofrecen el conduc-
tismo metodológico (Tolman, Hull y Guthrie) y el conductismo radical de
Skinner.
RICHELLE, M., Skinner o el peligro behaviorista. Barcelona: Herder, 1981. Un rigu-
roso y lúcido análisis de la contribución de Skinner a la psicología.
SKINNER, B. E, Ciencia y conducta humana. Barcelona: Fontanella, 1981 (S." ed.).
Skinner es probablemente el mejor expositor de su propia obra. Esta que
aquí recomendamos es una de las más populares y constituye un primer
acercamiento de su autor a las amplias implicaciones que para el comporta-
miento humano tienen sus puntos de vista. A ella pertenece el fragmento
seleccionado.
SKINNER, B. E, Sobre el conductismo. Barcelona: Fontanella, 1975. Una madura
reflexión skinneriana sobre el sentido del conductismo entendido como filo-
sofía de la ciencia de la conducta.

El condicionamiento operante
[1953]
Seleccionamos una fracción de conducta relativamente simple, que
pueda ser repetida libre y rápidamente, y que sea susceptible de ser
observada y registrada con facilidad. Si el sujeto del experimento es una
paloma, por ejemplo, la conducta de levantar la cabeza por encima de
una altura dada es adecuada. Podemos observarla mirando la cabeza de
la paloma sobre una escala colocada en la pared opuesta de la caja. Pri-
mero estudiamos la altura a que se mantiene normalmente la cabeza y
fijamos en la escala un punto que se alcanza sólo raramente; al tiempo
que observamos la escala empezamos a abrir el depósito de la comida
muy rápidamente cada vez que la cabeza se levanta por encima de la
línea. Si el experimento se efectúa de acuerdo con las especificaciones,
el resultado es invariable: observamos un cambio inmediato en la fre-
cuencia con que la cabeza sube por encima de la línea; también obser-
vamos, y esto tiene en teoría cierta importancia, que ahora se sobrepa-
san líneas más altas. Podemos pasar casi inmediatamente a una línea
~ PSICOLOGíA BURRHUS F. SKINNER

lery Marian más alta determinando cuándo debe ser administrada la comida.
ante. uno o dos minutos la postura del ave ha cambiado de tal forma que
posición de la cabeza raramente está por debajo de la línea que ele
mos al principio. [...].
Es habitual referirse a cualquier movimiento del organismo corru
y H. Carpin- una «r espues ta ». Este término procede del campo del acto refleje
)p.251-279). implica un acto que, por decirlo así, responde a un hecho anterior,
as entienden estímulo. Pero podemos hacer que un acontecimiento sea continger
n el condue- con la conducta, sin identificar, o sin ser capaces de identificar, un es
lO radical de
mulo previo. No alteramos el medio ambiente de la paloma para pral
car el movimiento ascendente de la cabeza. Es probablemente impo
~81. Un rigu-
ble probar que algún estímulo aislado precede, de una mane
gía. invariable, este movimiento. Una conducta de este tipo puede caer bs
981 (5. a ed .). el control de ciertos estímulos, pero la relación no es la de la provoc
ra. Esta que ción. El término «respuesta» no es , por tanto, del todo apropiado, pe
e un primer
el comporta-
se encuentra tan arraigado que vamos a utilizarlo a continuación.
el fragmento Una respuesta que ya se ha producido no puede, desde luego, pr
decirse o controlarse. Podemos predecir solamente que ciertas respue
Una madura tas similares se producirán en el futuro. La unidad de una ciencia pI
lo como filo- dictiva no es , por tanto, una respuesta, sino una clase de respuestas. 1
palabra «operante» es la que utilizaremos para designar esta clase.
término pone de relieve el hecho de que la conducta opera sobre
medio ambiente para producir consecuencias. Las consecuencias de
nen las propiedades por las que las respuestas se llaman similares. :
término se utilizará tanto como adjetivo (conducta operante), cuan
como sustantivo para designar la conducta definida por una cons
simple, que cuencia dada.
.ible de ser Un solo caso en el que la paloma levanta la cabeza es una respuest.
ento es una Es un fragmento de historia que puede ser incluido dentro de cualqui:
encima de marco de referencia que queramos usar. La conducta llamada «Ievant:
a cabeza de la cabeza», independientemente de cuantas veces ocurra, es una op
la caja. Pri- rante. Puede ser descrita, no como un acto cumplido, sino más bie
la cabeza y como un conjunto de hechos definidos por la propiedad de la altui
:; al tiempo hasta la que se levanta la cabeza. En este sentido, una operante se def
: la comida ne por un efecto que puede especificarse en términos físicos; el «tope
icirna de la a una altura determinada es una propiedad de la conducta.
ífícaciones,
o en la fre- El término «aprendizaje» puede mantenerse provechosamente en s
bién obser- sentido tradicional para describir la reorganización de las respuestas e
se sobrepa- una situación compleja. Los términos para el proceso de la impresió
a una línea pueden tomarse de los análisis de Pavlov sobre el reflejo condicionadr
292 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

comparar la presente descripción con la que los skinnerianos Keller y Marian


Breland hacen en uno de los textos que se reproducen más adelante.

Lecturas recomendadas

FUENTES, J. B. Y LAFUENTE, E., «Los neoconductismos», En J. Arnau y H. Carpin-


tero (eds.), Historia, teoría y método. Madrid: Alhambra, 1989 (pp. 251-279).
Explica brevemente la manera como los distintos neoconductistas entienden
la conducta y analiza las definiciones que de la misma ofrecen el conduc-
tismo metodológico (Tolman, Hull y Guthrie) y el conductismo radical de
Skinner.
RICHELLE, M., Skinner o el peligro behaviorista. Barcelona: Herder, 1981. Un rigu-
roso y lúcido análisis de la contribución de Skinner a la psicología.
SKINNER, B. E, Ciencia y conducta humana. Barcelona: Fontanella, 1981 (S." ed.).
Skinner es probablemente el mejor expositor de su propia obra. Esta que
aquí recomendamos es una de las más populares y constituye un primer
acercamiento de su autor a las amplias implicaciones que para el comporta-
miento humano tienen sus puntos de vista. A ella pertenece el fragmento
seleccionado.
SKINNER, B. E, Sobre el conductismo. Barcelona: Fontanella, 1975. Una madura
reflexión skinneriana sobre el sentido del conductismo entendido como filo-
sofía de la ciencia de la conducta.

El condicionamiento operante
[1953]
Seleccionamos una fracción de conducta relativamente simple, que
pueda ser repetida libre y rápidamente, y que sea susceptible de ser
observada y registrada con facilidad. Si el sujeto del experimento es una
paloma, por ejemplo, la conducta de levantar la cabeza por encima de
una altura dada es adecuada. Podemos observarla mirando la cabeza de
la paloma sobre una escala colocada en la pared opuesta de la caja. Pri-
mero estudiamos la altura a que se mantiene normalmente la cabeza y
fijamos en la escala un punto que se alcanza sólo raramente; al tiempo
que observamos la escala empezamos a abrir el depósito de la comida
muy rápidamente cada vez que la cabeza se levanta por encima de la
línea. Si el experimento se efectúa de acuerdo con las especificaciones,
el resultado es invariable: observamos un cambio inmediato en la fre-
cuencia con que la cabeza sube por encima de la línea; también obser-
vamos, y esto tiene en teoría cierta importancia, que ahora se sobrepa-
san líneas más altas. Podemos pasar casi inmediatamente a una línea
'SICOLOGíA BURRHUS F. SKINNER 293

r y Marian más alta determinando cuándo debe ser administrada la comida. En


te . uno o dos minutos la postura del ave ha cambiado de tal forma que la
posición de la cabeza raramente está por debajo de la línea que elegi-
mos al principio. [...].
Es habitual referirse a cualquier movimiento del organismo como a
s. Carpin- una «r espuesta». Este término procede del campo del acto reflejo e
251-279). implica un acto que, por decirlo así, responde a un hecho anterior, el
entienden estímulo. Pero podemos hacer que un acontecimiento sea contingente
~lconduc- con la conducta, sin identificar, o sin ser capaces de identificar, un estí-
:adical de mulo previo. No alteramos el medio ambiente de la paloma para provo-
car el movimiento ascendente de la cabeza. Es probablemente imposi-
. Un rigu- ble probar que algún estímulo aislado precede, de una manera
invariable, este movimiento. Una conducta de este tipo puede caer bajo
\ (5. 3 ed.). el control de ciertos estímulos, pero la relación no es la de la provoca-
Esta que ción. El término «respuesta» no es, por tanto, del todo apropiado, pero
n primer
omporta- se encuentra tan arraigado que vamos a utilizarlo a continuación.
-agmento Una respuesta que ya se ha producido no puede, desde luego, pre-
decirse o controlarse. Podemos predecir solamente que ciertas respues-
Imadura tas similares se producirán en el futuro. La unidad de una ciencia pre-
orno filo- dictiva no es, por tanto, una respuesta, sino una clase de respuestas. La
palabra «operante» es la que utilizaremos para designar esta clase. El
término pone de relieve el hecho de que la conducta opera sobre el
medio ambiente para producir consecuencias. Las consecuencias defi-
nen las propiedades por las que las respuestas se llaman similares. El
término se utilizará tanto como adjetivo (conducta operante), cuanto
como sustantivo para designar la conducta definida por una conse-
ile, que cuencia dada.
de ser Un solo caso en el que la paloma levanta la cabeza es una respuesta.
,es una
Es un fragmento de historia que puede ser incluido dentro de cualquier
ima de marco de referencia que queramos usar. La conducta llamada «levantar
>ezade la cabeza», independientemente de cuantas veces ocurra, es una ope-
ja, Pri- rante. Puede ser descrita, no como un acto cumplido, sino más bien
tbezay
como un conjunto de hechos definidos por la propiedad de la altura
tiempo
hasta la que se levanta la cabeza. En este sentido, una operante se defi-
:omida ne por un efecto que puede especificarse en términos físicos ; el «tope»
1 de la a una altura determinada es una propiedad de la conducta.
riones,
laCre- El término «aprendizaje» puede mantenerse provechosamente en su
obser- sentido tradicional para describir la reorganización de las respuestas en
brepa- una situación compleja. Los términos para el proceso de la impresión
llínea pueden tomarse de los análisis de Pavlov sobre el reflejo condicionado.
294 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

El mismo Pavlov llamó «reforzamiento» a todo hecho que fortaleciera la


conducta, y a todo cambio resultante, «condicionamiento». En el experi-
mento de Pavlov, sin embargo, un reforzador es asociado con un estímu-
lo, mientras que en la conducta operante es contingente con una respues-
ta. El reforzamiento operante es, por tanto, un proceso distinto y requiere
un análisis aparte. En ambos casos, al fortalecimiento de la conducta que
resulta de un reforzamiento se le llama, de una manera apropiada, «con-
dicionamiento» . En el condicionamiento operante, «fortalecemos» una
operante en el sentido de hacer que la respuesta sea más probable o, de
hecho, más frecuente. En el condicionamiento pavloviano o «responden-
te» simplemente incrementamos la magnitud de la respuesta provocada
por el estímulo condicionado y acortamos el tiempo que transcurre entre
estímulo y respuesta. (Observemos, de manera incidental, que estos dos
casos agotan las posibilidades: un organismo es condicionado cuando un
reforzador 1) acompaña a otro estímulo o 2) sigue en el tiempo a la pro-
pia conducta del organismo. Cualquier factor que no haga ni una cosa ni
otra no puede cambiar una probabilidad de respuesta.) En el experimen-
to de la paloma, por tanto, la comida es el reforzador y el presentar la
comida cuando se emite una respuesta es el reiorzamiento. La operante es
definida por la propiedad respecto de la cual es contingente el reforza-
miento, es decir, la altura a la cual la cabeza ha de ser levantada. El cam-
bio en la frecuencia con la cual la cabeza es levantada hasta esa altura, es
el progreso del condicionamiento operante.
Cuando estamos despiertos actuamos constantemente sobre el
medio ambiente, y muchas de las consecuencias de nuestras acciones
son reforzantes. A través del condicionamiento operante, el medio
ambiente da lugar al repertorio básico con el que mantenemos nuestro
equilibrio, andamos, jugamos, manejamos herramientas y utensilios,
hablamos, escribimos, conducimos una embarcación, un coche o pilo-
tamos un avión. Un cambio en el medio ambiente -un nuevo coche, un
nuevo amigo, un nuevo campo de interés, un trabajo nuevo, una vivien-
da nueva- puede cogemos desprevenidos, pero nuestra conducta en
general se adapta rápidamente a medida que adquirimos nuevas res-
puestas y desechamos las antiguas. Vamos a ver en el capítulo siguien-
te que el reforzamiento operante hace algo más que proporcionar un
repertorio de conductas. Mejora la eficacia de la conducta y la mantie-
ne en vigor mucho después de que su adquisición o eficacia hayan deja-
do de interesar.
J

[SKINNER, B. F., Ciencia y conducta humana.


Barcelona: Fontanella, 1981 (s.a ed.) (pp. 93-96). Trad., M. J. Gallofré.]
:OLOGíA LEON FESTINGER
(1919-1989)
ziera la
experi-
istimu-
tspues-
-quíere
zta que
, «con-
$» una
e o, de
onden-
zocada Festinger se doctoró en filosofía con Kurt Lewin en 1942 por la Univer-
e entre sidad de Iowa. En 1945 se trasladó con su mentor al Instituto de Tecnología
os dos de Massachusetts, de allí pasó a la Universidad de Michigan y finalmente, en
Ido un 1968, se trasladó a Stanford para instalarse en lo que era entonces el baluar-
la pro- te gestaltista: la nueva Escuela de Investigación Social.
cosa ni
Su trabajo es representativo del tipo de psicologías cognitivas que en los
limen-
años 50 se desarrollaban como alternativas al conductismo. Su teoría de la
ntar la -disonancia cognitiva» es un clásico, y en cuanto tal es tratada por casi todos
mte es los manuales de Historia de la Psicología. Desde el punto de vista histórico,
eforza- lo más importante de la «disonancia cognitiva» es precisamente que sea una
J cam- teoría cognitiva, una teoría sobre entidades mentales centrada, en este caso,
ura, es sobre las creencias de una persona. La causa principal de la disonancia es la
existencia de dos porciones de información que «psicológicam ente no enea-
jan». La disonancia origina en el individuo un impulso a buscar la conso-
bre el
nancia. Cuanto mayor es la disonancia, más fuerte es la presión para redu-
ciones
cirla. Resulta desde este punto de vista coherente que el mayor impacto de la
medio teona de Festinger se produzca sobre todo en los estudios sobre motivación,
uestro al ofrecemos una visión de la conducta motivada que está esencialmente
isilios, relacionada con los aspectos cognitivos e intelectivos.
) pilo-
be,un Veamos, pues, la exposición de esta aportación clásica a la psicología
rivien- social.
cta en
is res-
~en­
Lecturas recomendadas
iar UD
l3.Iltie- FESTINGER, L., Teoría de la disonancia cognitiva. Madrid: Instituto de Estudios
1 deja- Políticos, 1975. A este texto corresponde el fragmento seleccionado.
MORALES, F., «Teoría de la disonancia cognitiva». En F. Morales y C. Huici (eds.) ,
Psicologia social. Madrid: McGraw Hill, 1999 (pp. 235-250). Este capítulo
'PIaJ'IG_ presenta una clara exposición de la teoría de la disonancia cognitiva y sus
lo&é..) implicaciones sociales.
296 LECT URAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

La disonancia cognitiva
[1957]

Se ha comprobado a menudo, y a veces se ha señalado, que el indi-


viduo procura lograr la consistencia dentro de sí mi smo. Sus opiniones
y actitudes, por ejemplo, suelen existir en grupos que son interiormen-
te consistentes. Claro está que hay sus excepciones probablemente. Una
persona puede pensar que los negros son iguales que los blancos y, sin
embargo, no querer vivir en la compañía de ellos; o puede opinar que
los niños deben estar callados y sin molestar, pero al mismo tiempo
estar muy orgullosa de que sus hijos se comporten de manera agresiva
y de que capten así la atención de sus huéspedes que son personas
mayores. Que se den tales incoherencias puede parecernos hasta algo
teatral. En primer lugar, porque atraen nuestro interés y, en segundo
lugar, porque se alzan en agudo contraste contra el telón de fondo de la
consistencia. Lo que es una verdad innegable es que las opiniones y las
actitudes de una persona son consonantes las unas con las otras. Estu-
~. . dio tras estudio nos confirma la realidad de una consistencia o conexión
entre las actitudes políticas, sociales y otras muchas de una persona.
Hay el mismo tipo de consistencia entre lo que una persona sabe o
cree y lo que hace. Un sujeto que cree que la educación universitaria es
buena, probablemente alentará a sus hijos a educarse en la universidad;
un chico que sabe que va a ser severamente castigado por una falta, tra-
tará de no cometerla o, por lo menos, de que no le descubran. Ello no
debe sorprendernos; es una regla tan general que ya la damos por sabi-
da. Una vez más, lo que atrae nuestro interés son las excepciones y no
la conducta normal. Una persona puede saber que el fumar es malo
para su salud y, sin embargo, continúa fumando; muchos hay que come-
ten delitos, aunque saben que hay una gran probabilidad de que se des-
cubran y que el castigo les aguarda.
Suponiendo que la consistencia es lo normal -quizá demasiado
normal- ¿qué ocurre con estas excepciones que en seguida vienen a
nuestra imaginación? Sólo de tarde en tarde, si es que ello sucede algu-
na vez, se da al caso de que la persona en cuestión las acepte como
inconsistencias. Lo común es tratar con más o menos suerte de racio-
nalizar estas inconsistencias. Así, si una persona continúa fumando, a
pesar de saber que el humo es malo para los pulmones, puede ser que
sienta: a) que le gusta tanto fumar que vale la pena; b) qu e las posibili-
dades de que su salud sufra no son tan im portantes como parece a pri-
mera vista; e) que no siempre ha de ser posible evitar todo peligro y
DGiA LEON FESTINGER 297

seguir viviendo, y d) que quizá, si dejase de fumar, ganaría peso, lo cual


es igualmente nocivo para su salud. Así es que el fumar, después de
todo, es lo más coherente con sus ideas.
ldi- Pero hay personas que no siempre tienen la misma suerte en racio-
nes nalizar sus inconsistencias. Por una o por otra razón, los intentos para
en- conseguir la consistencia pueden fracasar. Entonces, sencillamente, lo
Ina que pasa es que la inconsistencia sigue existiendo. En estas circunstan-
sin cias -es decir, ante una incoherencia así- hay una incomodidad psi-
[ue cológica.
po
Las hipótesis básicas, cuyas ramificaciones e implicaciones exami-
iva
naremos en lo que nos queda de este libro, se pueden formular desde
las
ahora. En primer lugar sustituyo la palabra «inconsistencia» por un tér-
go
mino que tiene una connotación menos lógica, la palabra «disonancia».
do
Igualmente sustituiré la palabra «consistencia» por un término más
la
neutral que es «consonancia ». Pronto daremos una definición más for-
as
mal de estos términos; de momento vamos a continuar con el sentido ya
u-
adquirido implícitamente como resultado de esta discusión.
>n
Las hipótesis básicas que quiero formular son las siguientes: 1) La
existencia de la disonancia, siendo así que, psicológicamente incómoda,
o hace que la persona trate de reducirla y de lograr la consonancia. 2)
es
Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la
i;
persona evita activamente las situaciones e informaciones que podrían
l-
probablemente aumentarla.
O
i- Antes de seguir con esta teoría de la disonancia y de las presiones
O para reducirla, bueno será aclarar la naturaleza de la disonancia, qué
) clase de concepto es el que la define y a dónde nos lleva la teoría que
estamos tratando. Las dos hipótesis formuladas más arriba nos dan un
buen punto de partida para esta aclaración. Aunque se refieren especí-
ficamente a la disonancia, de hecho son hipótesis muy generales. En
lugar de disonancia se pueden poner nociones de naturaleza análoga,
como el «ha m br e », la «frustración» o el «desequilibri o » y las hipótesis,
aún con estos cambios, tienen perfecto sentido.
En resumidas cuentas, lo que me propongo decir es que la disonan-
cia, o sea la existencia de relaciones entre cogniciones que no concuer-
dan, es un factor de la motivación, y lo es por derecho propio. Por el ter-
mino «cognición», tanto aquí como en el resto del libro, quiero decir
cualquier conocimiento, opinión o creencia sobre el medio, sobre uno
mismo, o sobre la conducta de uno. Disonancia cognoscitiva es una
condición antecedente que nos lleva hacia una actividad dirigida a la
298 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

reducción de la disonancia; de la misma manera que el hambre nos lle-


va a una serie de actos que se orientan hacia quitar el hambre. Esta
motivación es muy distinta de lo que los psicólogos están acostumbra-
dos a tratar, pero como veremos en lo que queda del libro, no es menos
poderosa. [...]
Como la reducción de la disonancia es un proceso básico en los seres
humanos, no ha de sorprendemos que sus manifestaciones sean obser-
vadas en tan gran variedad de contextos.

[FESTINGER, L., Teoría de la disonancia cognoscitiva.


Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1975 (pp. 13-17).
Trad., J. E. Martín Daza.]
ILOGíA NOAM CHOMSKY
(1928)
)Slle-
Esta
nbra-
renos

seres
bser-

itiva. Chomsky se formó en la Universidad de Pensilvania y ha desarrollado su


,- 17). caleta en el Massachusetts Institute of Technology, impartiendo además
aza.] -..erasos cursos y conferencias en todo el mundo. Aunque es conocido
...me todo como lingüista, Chomsky puede ser considerado uno de los inte-
~es más destacados del siglo xx. Ha revolucionado el campo de la lin-
lliística, ha intervenido en las discusiones actuales dentro del ámbito de la
Mosofía de la mente y ha publicado (y continúa haciéndolo) numerosos
.-sayos sobre temas sociales y políticos, estos últimos desde una perspecti-
_ muy critica con el imperialismo norteamericano contemporáneo.
Uno de los ámbitos desde donde fue socavado el conductismo, y que ade-
-'s contribuyó a la constitución del «paradigma» cognitivo en psicología a
JIIÚlcipios de los sesenta, fue la lingüística, y en particular la perspectiva
4efendida por Chomsky. Reivindicando el racionalismo cartesiano, este
..ror supone la existencia de unas reglas gramaticales universales, innatas
a l el ser humano. De este modo se enfrenta drásticamente a la teoria
...bientalista de Skinner sobre la adquisición del lenguaje, expuesta por el
..aor conductista en su Conducta verbal (1957) . La recensión de Chomsky a
ale libro, publicada en 1959, contiene una critica radical a los conceptos
alrededor de los cuales se organiza toda la perspectiva skinneriana, especial-
JIICIlte los de «estímulo» y «reforzamiento». Los fragmentos extraídos de tal
mcensión, que se reproducen a continuación, dan idea del tono de dicha crí-
1ica.

.lef:turas recomendadas
CElA-CONDE, C. J. y MARTY, G., «Entrevista a Noam Chomsky». Psicothema, IX
(3), 1997, pp. 569-585. Chomsky resume lo esencial de su pensamiento acer-
ca de la mente y el lenguaje.
OIoMSKY, N., «Critica de "Verbal behavior", de B. F. Skinner». En R. Bayés
(comp.), ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje. Barcelona: Fontanella,
1980 (pp. 29-31 Y 84-85). Texto completo de donde hemos extraído el frag-
mento seleccionado.
300 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

CHOMSKY, N., Proceso contra Skinner. Barcelona: Anagrama, 1975 (Z." ed.). Con-
tra la interpretación skinneriana de la cultura y la sociedad humanas.
R1vIERE, A., El sujeto de la psicología cognitiva. Madrid: Alianza, 1987. En el capí-
tulo 4 el autor expone magistralmente la concepción del sujeto que defiende
Chomsky, poniéndola en relación con otras concepciones cognitivistas del
sujeto humano.

Una crítica al conductismo skinneriano


[1959]

Las nociones «estímulo», «respuesta», «reforzamiento» están relati-


vamente bien definidas con respecto a los experimentos de presionar la
palanca y otros con limitaciones semejantes. Sin embargo, antes de que
podamos extenderlas al comportamiento de la vida real, debemos abor-
dar ciertas dificultades. En primer lugar debemos decidir si llamaremos
estímulo a cualquier hecho físico ante el que el organismo es capaz de
reaccionar en una ocasión dada o solamente a aquellos ante los que el
organismo reacciona de hecho; y paralelamente, debemos decidir si
vamos a llamar respuesta a cualquier parte del comportamiento o sólo
a aquellas que están conectadas con los estímulos de acuerdo con unas
determinadas leyes. [...] Si él [el psicólogo] acepta las definiciones
amplias, según las cuales un estímulo es cualquier hecho físico que inci-
de sobre el organismo, y una respuesta es cualquier parte del compor-
tamiento del organismo, debe concluir que no se ha demostrado que el
comportamiento siga unas leyes. [...] Si aceptamos las definiciones más
restringidas, entonces el comportamiento, por definición, sigue unas
leyes (si es que consiste en respuestas); pero este hecho tiene una impor-
tancia limitada, ya que casi todo lo que el animal hace, simplemente no
será considerado como comportamiento. Por tanto el psicólogo debe
admitir, o que el comportamiento no está sometido a leyes [...], o debe
restringir su atención a aquellas áreas limitadísimas en que sigue unas
leyes (por ejemplo, la presión de las ratas sobre la palanca, con los con-
troles adecuados; para Skinner, el sometimiento a leyes del comporta-
miento observado proporciona una definición implícita de un buen
experimento).
Skinner no adopta consistentemente ninguno de estos caminos. Uti-
liza los resultados experimentales como pruebas del carácter científico'
de su sistema de comportamiento, y las conjeturas analógicas (formu-
ladas en términos de una extensión metafórica del vocabulario técnico
del laboratorio) como pruebas de su alcance. Esto crea la ilusión de que
;¡COLOGíA SOAM CHOMSKY 301

ed.). Con- nos encontramos frente a una teoría científica rigurosa de gran enver-
las. gadura [...]. Para demostrar esta evaluación, un examen crítico del libro
~n el cap í- debe poner de manifiesto que, con una lectura literal [...], el libro no
: defiende cubre casi ningún aspecto del comportamiento lingüístico, y que si la
vistas del lectura es metafórica, no es más científico que los enfoques tradiciona-
les sobre este tema y raramente tan claro y cuidadoso como éstos.
[ ... ]
[...] (P)odemos predecir que cualquier tentativa directa para explicar
el comportamiento real del hablante, del oyente y del que aprende que
no esté basada en una compresión previa de la estructura de las gramá-
ticas, conseguirá éxitos muy limitados. Es preciso ver la gramática
n relati- como un componente de la conducta del hablante y del oyente que úni-
donar la camente puede ser inferida [...] a partir de los datos físicos que resultan.
:; de que El hecho de que todos los niños normales adquieran gramáticas com-
os abor- parables en lo esencial, de gran complejidad y con notable rapidez,
taremos sugiere que los seres humanos, de alguna forma , están especialmente
apaz de diseñados para hacerlo así y que poseen una aptitud para elaborar datos
s que el o para «formular hipótesis» cuyo carácter y complejidad nos son des-
cidir si conocidos. [oo.] Puede ser posible estudiar el problema de determinar lo
) o sólo que debe ser la estructura innata de un sistema de procesamiento de la
m unas información (de formulación de hipótesis) para permitirle (a este siste-
uciones ma) llegar a la gramática de una lengua a partir de los datos disponibles
ue inci- y en el tiempo disponible.
ompor-
) que el
les más [CHOMSKY, N., «Crítica de "Verb al behavior", de B. F. Skinner» .
e unas En R. Bayés (comp.), ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje .
impor- Barcelona: Fontanella, 1980 (pp. 29-31 Y 84-85). Trad. , A. Coy.]
ente no
o debe
o debe
.e unas
:>s con-
iporta-
1 buen

15.Uti-
ntífico
ormu-
écnico
:Jeque
NEAL E. MILLER
(1909)

Natural de Milwaukee (Winsconsin, EE.UU.), Neal E. Miller estudió en


las universidades de Washington, Stanford y Yale, donde se doctoró en psi-
cología y entró a formar del grupo reunido en tomo a Hull, de quien recibió
1m3 profunda influencia. Interesado también en el psicoanálisis, viajó a Vie-
.a para formarse en esta orientación. De regreso, se incorporó a las tareas de
iarestigación interdisciplinar del Instituto de Relaciones Humanas de Yale,
en cuya universidad enseñó psicología desde 1946. En 1966 se trasladó al
Laboratorio de Psicología Fisiológica de la Rockefeller University, donde per-
maneció hasta su jubilación en 1980.
La figura Neal E. Miller (a quien conviene no confundir con George A.
lIiller, del que nos ocuparemos en seguida) se inscribe en el marco de lo que .i
sr ha llamado alguna vez el «conductismo informal», esto es, una teoría de
la conducta de claras raíces hullianas pero liberada de algunas de las res-
1ricciones formales que hacían difícil su aplicación a situaciones humanas
Jales. Dentro de este marco Miller ha sido uno de los principales promoto-
RS de una orientación conocida como «teoría social del aprendizaje», que ha
IImdido a considerar la personalidad como resultado de las condiciones
sociales en que se desenvuelve el comportamiento humano. Sus libros El
lIprenJ1izaje social y la imitación (1941) y Personalidad y Psicoterapia (1950),
publicados en colaboración con John Dollard, han sido decisivos en la defi-
llic:ión de esta tendencia y han ejercido una gran influencia en el ámbito clí-
1Iico. Entre los grandes logros de N. E. Miller, además, no debe olvidarse su
JllPCI en el desarrollo de la medicina conductual, un campo que, con sus tra-
lIajos sobre el condicionamiento instrumental de respuestas viscerales (de
las que arranca el bio-feedback como procedimiento clínico), ha contribuido
a fundar.
El presente texto forma parte de la aportación de Neal E. Miller a una
ambiciosa obra colectiva que, coordinada por Sigmund Koch a finales de los
Eos 50 Y comienzos de los 60, se proponía llevar a cabo un balance crítico
de los logros alcanzados hasta el momento por la ciencia de la conducta. Sig-
Dificativamente titulado «La liberalización de los conceptos básicos E-R», el
trabajo de Miller presentaba globalmente sus propias investigaciones como
304 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

un intento de sacar los conceptos E-R del laboratorio para aplicarlos a la


conducta social humana. Uno de los resultados más notables de ese esfuerzo
había sido, como se ha dicho, el libro Personalidad y psicoterapia, al que se
refiere Miller en este fragmento. En él se defiende la tesis de que buena par-
te de los contenidos de la doctrina psicoanalítica pueden expresarse en tér-
minos de la teoría del aprendizaje. El libro representa una de las cimas de la
aproximación a las doctrinas freudianas que los teóricos de la conducta cul-
tivaron con alguna frecuencia por los años en que fue publicado.

Lecturas recomendadas

DOLLARD, J. Y MILLER, N . E., Personalidad y psicoterapia. Bilbao: Desclée de Brou-


wer, 1977. Traducción española del libro a que se hace referencia en el texto.
ROMERO, A., «Neal E. Miller». En E. Quiñones, F. Tortosa y H. Carpintero (eds.),
Historia de la psicología. Textos y come ntarios . Madrid : Tecnos, 1993. Comen-
tario a un fragmento del libro Personalidad y psicoterapia, de Dollard y Miller
(pp. 366-377).
WOLMAN, B. B., Teorías y sistemas contemporáneos en psicología. Barcelona: Mar-
tínez Roca, 1968. En su capítulo sobre el neoconductismo, este libro clásico
de Wolman incluye un epígrafe específico sobre la «teoría del aprendizaje
influida por el psicoanálisis» en el que, como no podía ser menos, la figura
de N. E. Miller ocupa un lugar destacado (pp. 197-202).

El psicoanálisis tal como lo ve el teórico del aprendizaje


[1959]

Ya he señalado que mi colaboración con John Dollard al aplicar los


principios del aprendizaje a las situaciones sociales fuera dellaborato- é
rio ha planteado problemas que ayudaron a liberalizar y extender estos e
principios. Una de las razones de ello es que, al ocupamos de la con- é
ducta social, no podemos seleccionar claves y respuestas simples que (
nos permitan ignorar los problemas molestos. Otra razón es que los (
ejemplos concretos de la conducta social real a menudo implican nue- s
vos fenómenos que no nos llamarían la atención si limitásemos nuestro t
trabajo al laboratorio. El intento de analizar estos nuevos fenómenos en L
términos de los principios derivados del laboratorio sugiere a menudo Y
nuevos tipos de experimentos a realizar. d
[ ... ] r:
d
[El libro de Dollard y Miller] Personalidad y psicoterapia presenta
una estrecha integración de tres grandes tradiciones científicas. Una de
SICOLOGíA NEAL E . MILLER 305

arIos a la ellas es el psicoanálisis, iniciado por el genio de Freud y continuado por


~ esfuerzo sus múltiples y competentes discípulos en el arte de la psicoterapia. La
al que se psicoterapia tiene mucho que aportar, ya que constituye una oportuni-
llena par- dad única para realizar una observación naturalista de personas res-
se en tér- pondiendo emocionalmente y utilizando sus procesos mentales supe-
mas de la riores en la lucha con problemas que tienen para ellos una importancia
lucta cul- vital.
Otra tradición brota de la obra de Pavlov, Thorndike, Hull y de una
legión de experimentalistas que han aplicado la exactitud del método de
la ciencia natural al estudio de los principios del aprendizaje. Por últi-
de Brou- mo, la ciencia social es crucial porque describe las condiciones sociales
1 eltexto. en las que aprende el ser humano. El objetivo último que nos propo-
-ro (eds.), níamos era combinar la vitalidad del psicoanálisis, el rigor del labora-
. Comen- torio científico-natural y los hechos de la cultura. Una psicología de esta
:l y Miller clase debería llegar a ocupar un lugar fundamental en las ciencias socia-
les y en las humanidades, haciendo innecesario que cada una de ellas
ma: Mar- tenga que inventar sus propios supuestos especiales sobre la naturaleza
"() clásico humana.
rendizaje
la figura Uno de nuestros puntos de partida era suponer que si los síntomas
funcionales de la neurosis son adquiridos, tienen que serlo o por las
leyes del aprendizaje conocidas o por otras leyes que aún no se han estu-
diado en el laboratorio, pero que deberían investigarse en él. De un
modo semejante, concebíamos la psicoterapia como un proceso de ree-
ducación emocional que implicaba el desaprendizaje de las respuestas
poco adaptativas y el aprendizaje de otras respuestas que lo fueran más.
.icar los Partiendo de estas premisas, intentamos mostrar en detalle cómo se
borato- aprenden diversos síntomas porque son reforzados mediante la reduc-
er estos ción del miedo (la culpa y otros impulsos), exactamente igual que la
la con- acción de una rata de dar vueltas a una rueda es reforzada permitién-
les que dole escapar de la caja donde ha recibido descargas eléctricas y que le
que los da miedo. Nuestro análisis fue más preciso y convincente en las neuro-
m nue- sis de combate porque las condiciones del aprendizaje están más recien-
auestro tes y son mejor conocidas en estos casos. Este análisis mostró por qué
enos en la adquisición de los síntomas va acompañada de una belle indiference,
aenudo y su interrupción produce una aflicción que a menudo es consecuencia
del aprendizaje de un síntoma sustitutorio, exactamente igual que la
rata aprende a presionar la barra cuando se cambia el aparato para que
dar vueltas a la rueda ya no sirva para reducir el miedo.
resenta
Unade [ ... ]
306 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

También realizamos un análisis detallado de la represión en torno a


tres puntos fundamentales: 1) que los procesos mentales superiores
implican respuestas productoras de claves -muchas de las cuales pue-
den ser centrales-; 2) que impulsos aversivos fuertes (como el miedo)
pueden vincularse a estas claves producidas por las respuestas; y 3) que
la súbita reducción del impulso que se produce cuando la persona deja
de tener estos pensamientos dolorosos puede reforzar la respuesta res-
ponsable de interrumpirlos. De esto se sigue que tiene que existir la ten-
dencia a eliminar los pensamientos dolorosos -por ejemplo, a evitar el
tema de la bomba H- y que, si la motivación aversiva es lo bastante
fuerte, esta tenencia automática tiene que ser abrumadora y conducir a
una represión completa. Pero puesto que las respuestas productoras de Fil
claves que se reprimen son componentes esenciales del pensamiento, SOl
del razonamiento, de la previsión, de los proyectos y del control social, 194
se sigue de ello que los aspectos de la conducta implicados en la repre- for
sión tienen que hacerse más infantiles, primitivos y estúpidos. Del mis- hUJ
mo modo, recuperarse de la represión tiene que encontrar resistencia, dOI
pero una vez que las respuestas productoras de claves se hayan restau- A.l
rado plenamente, la conducta tiene que hacerse más adulta, inteligente su
y discriminativa. Este es , en sumarísimo esquema, el patrón de análisis en
de reforzamiento E-R que permite explicar las observaciones psicoana- del
líticas.
[ ...] dac
ciei
Aunque hacemos hincapié en el papel del aprendizaje, nuestra for- pro
mulación no excluye el papel de mecanismos psicológicos innatos que Si €
impliquen factores tales como la fuerza innata de los diversos impulsos, duc
la capacidad de resistencia a los diversos tipos de dolor y estrés, la sen- de 1
sibilidad a los distintos estímulos, el repertorio disponible de respuestas con
innatas, el predominio relativo de las diferentes respuestas y la inteli-
gencia innata.
Lel

N. E., «Liberalization of basic S-R concepts: Extension to


[MILLER, GoN
conflict behavior, motivation and social learning». En S. Koch (ed.),
Psychology: A study of a science, II. General systematic formulations,
learning, and special processes . New York: McGraw-Hill, 1959 (pp. 272, ROG
273-275). Trad., E. Lafuente.]
1\ PSICOLOGíA CARL ROGERS
(1902-1987)
len tomo a
superiores
cuales pue-
o el miedo)
as; y 3) que
ersona deja
puesta res-
istir la ten-
. a evitar el
o bastante
conducir a Rogers nació en Illinois en 1902. Se graduó y obtuvo el doctorado en
uctoras de Filosofía por la Universidad de Columbia (Nueva York) en 1931 . Fue profe-
rsamiento, sor de varias universidades en Ohio, Chicago y Winsconsin hasta que, en
trol social, 1964, se instala en el Instituto de Ciencias de la Conducta de La JoBa (Cali -
n la repre- fornia). Posteriormente, en 1968, junto con los miembros de tendencia más
5. Del mis- humanista de esa institución, crea el Centro para el Estudio de la Persona,
esistencia, donde trabaja hasta su muerte en 1987. Representante principal, junto con
an restau- A. Maslow, de la denominada Psicología Humanista, alcanzó celebridad por
.nteligente su «psicoterapia centrada en el cliente» , la forma de terapia más utilizada
Ie análisis en Estados Unidos durante los años cincuenta y sesenta, excepción hecha
psicoana- del psicoanálisis.
Este enfoque, presidido por los valores de «crecimiento » y «autentici-
dad», es, según indica Rogers, de tipo condicional (si... entonces). Si se dan
ciertas condiciones (variables independientes), entonces se producirá un
iestra for- proceso (variable dependiente) que incluye ciertos elementos característicos.
natos que Si ese proceso (ahora variable independiente) se produce, entonces se pro-
impulsos, ducirán ciertos cambios en la personalidad y la conducta. De las condiciones
és.Ja sen- de la terapia, de su proceso y de sus efectos o cambios trata el texto que a
espuestas continuación reproducimos.
la inteli-

Lecturas recomendadas

ension to GoNDRA, J. M., La psicoterapia de C. R. Rogers. Bilbao: Descl ée de Brouwer, 1975.


och (ed.), Este libro constituye un profundo estudio sobre la concepción terapéutica
'ulations, del psicólogo americano.
(pp. 272, ROGERs, C. R., «Psicoterapia centrada en el cliente». En A. M. Freedman, H. 1.
afuente.] Kaplan y B. J. Sadock (eds.), Tratado de psiquiatría. Vol. n. Barcelona: Salvat,
1982 (pp . 2014-2027). Resumen realizado por el propio Rogers de su enfoque
terapéutico.
308 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA CARL

La terapia centrada en el cliente 1


[1959]

Condiciones del proceso terapéutico 1

Para que un proceso terapéutico se produzca es necesario: 1


1. Que dos personas estén en contacto.
2. Que la primera persona, a la que denominaremos cliente, se
encuentre en un estado de incongruencia, de vulnerabilidad o de 1
angustia.
3. Que la segunda persona, a quien denominaremos terapeuta, sea

congruente en la relación con el cliente.
4. Que el terapeuta experimente una consideración positiva incon-
dicional hacia el cliente.
5. Que el terapeuta experimente una comprensión empática hacia
el marco de referencia interno del cliente. 1:

6. Que el cliente perciba, al menos en un grado mínimo, las condi-


ciones 4 y 5 [ ...). 11

r
El proceso de la terapia

Cuando las condiciones enunciadas precedentemente existen y se Eiect.


mantienen, se pone en marcha un proceso que tiene las siguientes
características: L
consi
7. El cliente es cada vez más capaz de expresar sus sentimientos
por medios verbales y/o motores. 11

8. Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al yo por


p
oposición al no-yo.
9. Es capaz, cada vez más, de establecer una distinción entre los
objetos de sus sentimientos y percepciones. Esa capacidad se
2C
aplica tanto a su concepto del yo y sus experiencias, como al 2:
mundo exterior, a otras personas y las interrelaciones de éstos.
Se vuelve menos rígido y más discriminativo en sus percepciones,
2~
o para decirlo en otros términos, la simbolización de sus térmi-
nos es más exacta . 2~
COLOGíA CARLROGERS 309

10. Los sentimientos que expresa se relacionan cada vez más con el
estado de incongruencia existente entre algunas de sus experien-
cias y su concepto del yo.
11. Llega a experimentar conscientemente la amenaza de tal incon-
gruencia.
12. Experimenta con plena conciencia sentimientos que, hasta
entonces, habían sido negados a la conciencia o distorsionados
conscientemente.
nte, se
Id o de 13. La imagen del yo se reorganiza para integrar las experiencias que
había sido distorsionadas conscientemente o negadas a la con-
ciencia.
ita , sea
14. A medida que prosigue la reorganización de la estructura del yo,
la congruencia entre su concepto del yo y la experiencia aumenta
incon- cada vez más: el yo es capaz ahora de admitir experiencias que
anteriormente eran demasiado amenazantes para ser admitidas
en la conciencia [...]. La defensividad disminuye.
hacia
15. El cliente se vuelve cada vez más capaz de experimentar la con-
sideración positiva incondicional que el terapeuta le manifiesta.
condi-
16. Siente cada vez más una consideración positiva incondicional
hacia sí mismo.
17. Se experimenta progresivamente como el centro de valoración .

1 Y se Efectos en la personalidad y la conducta


ientes
Los cambios que se producen en el cliente y que, por hipótesis, se
consideran relativamente constantes son los siguientes:
entos
18. El cliente es cada vez más congruente, menos defensivo y está
más abierto a su experiencia.
opor
19. Sus percepciones son, por consiguiente, más realistas, más obje-
tivas y más diferenciadas.
-e los
tdse 20. Es cada vez más eficaz en la resolución de sus problemas.
10 al 21. Su adaptación psicológica mejora y se desarrolla en el sentido
~os. óptimo.
mes,
22. [ ] Su vulnerabilidad a la amenaza disminuye.
mní-
23. [ ] Su percepción de yo ideal es más realista, más realizable.
310 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

24. [...] Su yo es más congruente con su yo ideal.


25. Se produce una disminución general de la tensión, tanto fisioló-
gica como psicológica, y del tipo específico de tensión psicoló-
gica denominado angustia.
26. La consideración positiva de sí mismo aumenta.
27. El sujeto se percibe como centro de valoración y como centro de
elección [...].
28. Percibe a los otros de manera más realista y exacta.
29. Como experimenta cada vez menos la necesidad de deformar
sus experiencias, en especial sus experiencias en relación a otras Geo
personas, siente hacia ellas una mayor aceptación. por per:
ductisrr
30 . Su conducta se modifica de varias maneras [...]. leyó su
31. Los otros perciben que su conducta es más socializada, más acústica
madura. el Ceno
todo el i
32 . [...] El sujeto se revela como un ser más creativo, más capaz de que aba
adaptarse a cada situación especial y a cada nuevo problema, un trabajó
ser que puede expresar más acabadamente sus objetivos y va- jubilad
lores.
Mili
la analo
de infor
[ROGERS,C. R., Terapia, personalidad y relaciones interpersonales. ción (a
Buenos Aires: Nueva Visión, 1985 (pp. 49-50, 54 Y 56-57). número
Trad., O. Castillo yA. Carmona.] Pocos a
como la
drán ya
acuerdo
ordenao
to inten
que «su
metáfor
psicológ

Lectura

GARDNEll
Barc
libro
cogo
\ PSICOLOGíA
GEORGE A. MILLER
(1920)
mto fisioló-
ón psicoló-

O centro de

~ deformar
.ión a otras George A. Miller es uno de los «conductistas subjetivos» que, influido¡
por perspectivas como la de Chomsky y sensibles a las limitaciones del con-
ductismo, protagonizan la transición desde éste hasta el cognitivismo. M íllei
leyó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, en cuyo laboratorio de
izada, más acústica trabajó después como investigador. Allí fundó, junto con J. Bruner
el Centro de Estudios Cognitivos, a donde acudían a formarse científicos de
todo el mundo. Llegó a ser profesor en la Universidad de Harvard, institución
is capaz de que abandonó por un puesto en la Rockefeller University en 1968 . Más tarde
oblema, un trabajó también en la Universidad de Princeton, donde permaneció hasta su
.tivos y va- jubilación.
Miller publica sus primeros trabajos importantes en un momento en que
la analogía de la actividad humana con los dispositivos de transmisión lineal
de información promueve la metáfora de la mente como canal de comunica-
personales.
ción (a este respecto es significativo su conocido artículo sobre «El mágico
4 Y 56-57).
número 7±2», una investigación sobre la capacidad limitada de la memoria).
Carmona.]
Pocos años después, en cambio, autores como Neisser -influido por áreas
como la inteligencia artificial y la ingeniería de los computadores- expon-
drán ya de una manera explícita la perspectiva de la psicología cognitiva de
acuerdo con el modelo del procesamiento de la información y la metáfora del
ordenador. El texto seleccionado a continuación podría considerarse un pun-
to intermedio. Miller y sus colaboradores se declaran aún conductistas (aun-
que «subjetivos», asumiendo la paradoja) y al mismo tiempo miran hacia la
metáfora del ordenador como gran esperanza para la formulación de teorías
psicológicas científicas.

Lecturas recomendadas

GARDNER, H., La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiva.


Barcelona: Paidós, 1984. Aunque la traducción es deficiente, quizá sea el
libro más completo disponible en español sobre la historia de la psicología
cognitiva.
312 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA GEO

MILLER, G. A., GALANTER, E. Y PRIBRAM, K., Planes y estructura de la conducta.


Madrid, Debate, 1983. Uno de las obras más citadas como precursora de la tan
actual psicología cognitiva. ra I
ROMERO, A., PEDRAJA, M. J. Y MARiN, J., «Pri m eros de sarrollos y consolidación de dra
la psicología cognitiva». En F. Tortosa (ed s.), Una historia de la psicología algi
moderna. Madrid: McGraw-Hill, 1988 (pp. 505-528). Un ambicioso resumen estí
de la historia de la psicología cognitiva, que incluye lo esencial de los ele- lo e
mentos que dieron origen a esta perspectiva. lo 1
do
mei
con
El conductismo subjetivo
nor
[1960] nie:
con
A medida que nuestro debate progresaba y nuestra concepción de ta (
los planes se hacía más clara, creció en nosotros el convencimiento de ene
que estábamos desarrollando un punto de vista que cubría amplios sec- ces
tores de la psicología. Comenzamos entonces a preguntamos cuál sería vo,
la mejor forma de caracterizar nuestra postura de manera que se pudie-
ra comparar con otras más tradicionales y conocidas. El problema nos
nOI
dejó perplejos. No nos creíamos conductistas, al menos no en el sentido
la i
en el que J. B. Watson definió el término, y, con todo, nos interesaba
bir
mucho más [...] lo que la gente hacía que lo que sabía. Hicimos hinca-
prc
pié en los procesos que se encuentran inmediatamente detrás de la
acción, pero no en la acción misma. Por otra parte, no nos hemos con- pre
siderado a nosotros mismos psicólogos introspectivos, al menos no en inu
el sentido en el que Wilhelm Wundt definió el término, aunque deseá- duc
Per
bamos prestar atención a lo que la gente nos había contado acerca de
en
sus ideas y planes. ¿Cómo podría caracterizarse una postura que apa-
dej
rentemente es una mezcolanza de elementos considerados normalmen-
te incompatibles? En medio de este dilema se nos ocurrió de repente
dif
bía
que podríamos ser conductistas subjetivos. Cuando dejamos de reír,
comenzamos a preguntamos seriamente si no era exactamente esa la día
postura en la que nos habíamos mantenido. Por lo menos el nombre
sugería la chocante incoherencia de nuestra postura. paJ
se :
[... ]
a e
[oo.] Nuestro propósito sigue siendo todavía el desarrollo de una teo- Ac:
ría sintética. Pero ahora creemos que una descripción clara del papel me
que desempeñan los planes ha de constituir el vínculo que puede man- tar
tener unidas las dos orientaciones, el vínculo que hará posible el con- la I
ductismo subjetivo. vol
~ LA PSICOLOGÍA GEORGE A. MILLER

de la conducta. ¿Y por qué no ser conductista subjetivo? Naturalmente, puede o


rrecursora de la tarse que «conductism o» y «subjetivo» no casan entre sí. De igual m:
ra podriamos hablar acerca de una negra blancura o de un círculo,
onsolidación de drado. Pero casi todos los conductistas han colocado en su sisti
de la psicología algunas tretas invisibles -respuestas intervinientes, impulsos (dril-
ncioso resumen estímulos y qué sé yo cuántas cosas más- que son tan «objetivas» ce
acial de los ele- lo eran en apariencia las ideas que utilizó John Locke. Todo el mu
lo hace, por la sencilla razón de que no podemos conferir ningún se
do a la conducta a menos que hagamos esto. El mismo J. B. Wat
mencionó un «habla encubierta», lo que constituye ciertamente :
conducta subjetiva. Naturalmente, podríamos dar a nuestros pla
nombres operacionalmente aceptables, como el de «vari ables inte
nientes », y pretender así que estamos hablando realmente acerca de 1
conducta tácita. Pero ¿qué ganariamos haciendo esto? Si un condue
:oncepción de ta desea llevar a cabo una introspección acerca de lo que haría s
encimiento de encontrara él mismo en el apuro en que se encuentran sus ratas, ent
a amplios sec- ces mantiene, en nuestra opinión, la postura de un conductista subj
nos cuál seria va, tanto si lo admite como si no.
que se pudie-
Sin embargo, lo que nos interesa mucho más que el disponer de
problema nos
nombre es averiguar si hemos entrevisto o no un aspecto importante
) en el sentido
la inteligencia humana. Los psicólogos que se contentaron con des
lOS interesaba
bir la mente como si ésta no fuera nada más que una descripción de
.icimos hinca-
propia experiencia apenas han reparado en la estática apariencia e
: detrás de la
presentan a los demás, especialmente frente a aquéllos que están n
)S hemos con-
interesados en acciones y resultados. En un primer momento, los CI
menos no en
ductistas se nos presentaron con la apariencia de hombres de acci.
iunque deseá-
Pero el cambio de rumbo que ellos debían haber propiciado se pen
ado acerca de
en algún recoveco de los rituales y tabús de la objetividad. Acabaron 1
tura que apa-
dejarse caer demasiado en una tradición descriptiva hasta que sólo
5 normalmen-
diferenciaron de sus colegas por el hecho de que el objeto que dese
ió de repente
bían era la conducta y no la mente. En realidad, apenas nos choca h
amos de reír,
día oir decir que la conducta es un objeto que hay que describir.
amente esa la
.os el nombre Naturalmente, la descripción es importante. Aún más, es esenc
para la ciencia el que dispongamos de descripciones minuciosas. Pe
se requiere otro ingrediente, uno que parece que olvidamos y volvem
a descubrir en cada generación de psicólogos, al menos desde que
lo de una teo- Acto de Brentano entró en competencia, por primera vez, con el Con
tara del papel nido de Wundt. La vida es algo más que una cosa, un objeto, una si
e puede man- tancia que existe. También es un proceso que se realiza. Debemos ele¡
osible el con- la forma de aproximamos a él. Podemos elegir o bien describirlo, o bi .
volverlo a realizar. La descripción, en sus diversas ramificaciones, es
314 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

enfoque tradicional del científico. La imitación ha sido el enfoque tra-


dicional del artista. Y al igual que la descripción depende de una ima-
gen, la imitación depende de un plan.
La imitación ha residido durante largo tiempo en las fronteras tec-
nológicas de la ciencia pura -el planetario es una imitación que el astró-
nomo hace del sistema solar, el modelo es una imitación que el ingenie-
ro hace de la estructura que ha inventado, el túnel de viento es una
imitación aerodinámica de la atmósfera- pero normalmente ha desem-
peñado un papel secundario. Si una descripción es correcta y minuciosa,
las imitaciones que se apoyan en ella deben parecerse mucho al fenó-
meno natural que había sido descrito. Hoy día, sin embargo, la imitación
está emergiendo como una alternativa científica por derecho propio. El
desarrollo de los ordenadores modernos ha ofrecido a los científicos, ero
más que ninguna otra cosa, las herramientas necesarias para imitar, o tos
e~
simular, a gran escala, los procesos que querían estudiar. El programa de
de
ordenador que imita un proceso está llegando a ser una teoría de ese pro- se]
ceso tan aceptable como lo sería la ecuación que lo describe. En esta cm
nueva aplicación de la antigua actitud del artista, todavía hay muchas
cosas que necesitan de clasificación, pero esta clasificación no retrasará
su aplicación. Y a medida que aumenta la comprensión de estos com- te,
plejos sistemas, debe ir disminuyendo la necesidad de distinguir entre mé
conceptos obtenidos introspectivamente y los obtenidos conductual- reli
mente, hasta llegar finalmente a la comprensión en los mismos térmi- de
esn
nos, tanto de nuestra experiencia como de nuestra conducta. Entonces,
riel
y sólo entonces, habrán los psicólogos salvado el hueco entre la imagen
ras,
y la conducta.
del

[MILLER, G. A., GALANTER, E. Y PRIBRAM, K., Planes y estructura de la me


conducta. Madrid: Debate, 1983 (pp. 231, 233 y 234). ciei
Trad., R. Fernández González.] (he
tan

Le4
AGt

FEB
.OGÍA
KELLER BRELAND YMARIAN BRELAND
~ tra-
ima-

tec-
stró-
enie-
una
sem-
losa,
enó-
ción
>. El K. Y M. Breland se habían formado con Skinner y en 1943 fundaron una
:005 ,
empresa (Animal Behavior Enterprises) dedicada a aplicar sus procedimien-
tos de aprendizaje a la domesticación y entrenamiento de animales para cir-
U", o
cos, ferias, exposiciones, anuncios publicitarios, etc. Sus problemas a la hora
acle
de utilizar estos procedimientos con ciertas especies animales, sin embargo,
pro- se hicieron públicos y desencadenaron una polémica acerca de los llamados
esta «límites biológicos del aprendizaje» .
ihas
sará Es un hecho histórico que el conductismo se afianzó gracias, en gran par-
OID- te , a su presencia en la psicología del aprendizaje animal, a través de los
ntre métodos del condicionamiento clásico y operante. Por eso cobra especial
ual- relieve la polémica suscitada por el trabajo del matrimonio Breland a partir
mi- de la década de los sesenta. Con un tono desenfadado pero contundente,
ces, estos autores expresan su «desengaño» respecto a dos de los principios teó-
ricos del conductismo: el empirismo (la idea del organismo como tabula
rasa) y la posibilidad de una ley general del aprendizaje al margen de las ten-
dencias innatas de las especies.
Aplicando los métodos del condicionamiento instrumental a especies
'e la menos usuales que las ratas o las palomas, los Breland se encuentran con que
J4). ciertas tendencias «instin tivas» de los animales obstaculizan el aprendizaje
ez..] (hemos extraído el ejemplo del mapache, pero el artículo original refiere
también los casos de pollos, cerdos, vacas, hamsters y otros animales).

Lecturas recomendadas

AGUADO, L., «Tendencias actuales en la psicología del aprendizaje animal» . En L.


Aguado (ed.) , Lecturas sobre aprendizaje animal. Madrid: Debate, 1983 (pp.
12-37). Exposición clara y precisa de los derroteros que tomó la psicología
animal tras la época de crisis del conductismo representada por el artículo de
los Breland.
FERNÁNDEZ RODRíGUEZ, T. R. YLÓPEZ RAMtREZ, M., «Adaptación, cognición y lími-
tes biológicos del aprendizaje». En L. Aguado (ed.), Cognición comparada.
316 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Madrid: Alianza, 1990. Analiza las implicaciones teóricas del debate sobre los
límites biológicos en el contexto de la discusión entre psicólogos compara-
dos, etólogos y psicólogos del aprendizaje.

La batalla perdida contra el «instinto»


[1961] ,e
s
Parece que los psicólogos cada vez se están dando más cuenta de 1
que la rata blanca quizá no pueda revelar todo lo que hay que saber
sobre la conducta. Entre las voces que se han alzado a propósito de este
asunto, Beach ha subrayado la necesidad de ampliar la gama de espe- d
cies que se someten a las técnicas y condiciones experimentales. Sin s
embargo, los psicólogos en su conjunto no parecen prestar atención a e
estas advertencias [...]. e
Sl
Es probable que parte de esa resistencia se deba a alguna oscura pre-
monición de lo que podrían descubrir en tales investigaciones. Y es que n
los etólogos Lorenz y Tinbergen han advertido de que si los psicólogos
han de comprender y predecir la conducta de los organismos, es esen-
cial que se familiaricen a fondo con los patrones de conducta instinti-
vos de cada una de las nuevas especies que intenten estudiar. Desde lue-
p.
go , el investigador de orientación watsoniana o neoconductista se siente
pi
autorizado a considerar «in stinto » como una palabra desagradable.
m
Tiende a clasificarla junto a las demás «nociones sediciosas » de Hebb
que fueron descartadas durante la revolución conductista, y puede que
tenga la premonición de encontrar tal bestia negra si amplía la gama de tit
las especies y situaciones estudiadas. nc
mi
Nosotros podemos asegurarle que su recelo está bien fundado. En
da
nuestro intento de extender un enfoque de orientación conductista a la
de
ingeniería de control de la conducta animal mediante técnicas de con-
pe
dicionamiento operante, hemos librado una batalla constante contra la
rnr
sediciosa noción de instinto. Podría resultar interesante para los psicó-
as
logos saber cómo va la batalla y aprender algo sobre la naturaleza del
te,
adversario con el que probablemente vayan a encontrarse cuando
ció
manejen especies nuevas en nuevas situaciones de aprendizaje. [...]
gie
[ ...]
Cuando comenzamos nuestro trabajo, teníamos como objetivo ave- sol
riguar si la ciencia funcionaría más allá del laboratorio, a fin de deter- mil
minar si la psicología animal podría mantenerse por su propio pie como CIO:
COLOGíA KELLER BRELAND Y MARlAN BRELAND 317

sobre los una disciplina de ingeniería. El objetivo se ha alcanzado. Hemos con-


ompara- trolado un amplio espectro de conductas animales, y hemos recurrido a
la simpatía popular por los animales para convertir nuestro proyecto en
algo económicamente viable. Se han exhibido conductas condicionadas
en varios zoológicos municipales y museos de historia natural, y se han
utilizado en exposiciones de grandes almacenes, exhibiciones de ferias
de muestras, atracciones turísticas y espectáculos y anuncios televisi-
vos. Treinta y ocho especies -sumando más de seis mil animales- han
sido condicionadas, y nos hemos atrevido a manejar sujetos tan dife-
~nta de rentes como renos, cacatúas, mapaches, marsopas y ballenas.
e saber
de este Animados por este reforzamiento continuado, nos hemos aventura-
e espe- do cada vez más lejos de la seguridad proporcionada por la Caja de
es. Sin Skinner. Sin embargo, esta vanidosa extrapolación nos ha conducido a
ición a chocar con un persistente patrón de incómodos fracasos. Aunque des-
concertantemente frecuentes y aparentemente distintos, todos ellos
suponen fallos en la conducta operante condicionada. Hemos extraído
.ra pre- -más o menos al azar-los siguientes ejemplos de entre un gran núme-
es que ro de tales experiencias.
ólogos
5 esen- [ ...]
istinti- [oo.] La respuesta tenía que ver con la manipulación de dinero por
de lue- parte del mapache (cuyas «manos» son bastante similares a las de los
siente primates). La contingencia de reforzamiento consistía en recoger las
idable. monedas y depositarlas en una caja metálica de cinco pulgadas.
Hebb
:le que Los mapaches suelen condicionarse rápidamente y tienen buen ape-
made tito. El nuestro estaba bien predispuesto y era bastante dócil, por lo que
no preveíamos dificultades. Fue sencillo condicionarle a coger la pri-
mera moneda. Comenzamos reforzándole por recoger una sola mone-
lo. En da. Después pusimos una caja metálica con el requerimiento de que
taala dejase caer en su interior la moneda. Aquí ya nos tropezamos con una
e con- pequeña dificultad: parecía tener grandes problemas para soltar la
itra la moneda. La frotaba contra el interior de las paredes de la caja, la volvía
psicó- a sacar y la apretaba con firmeza durante varios segundos. No obstan-
za del te, terminaba por soltarla y recibir su refuerzo de comida. A continua-
aando ción venía la última contingencia: le sometíamos a una razón de 2, exi-
..] giendo que cogiera dos monedas y las pusiera dentro de la caja.
Ahora sí que el mapache tenía problemas (y también nosotros). No
sólo no podía soltar las monedas, sino que empleó segundos e incluso
minutos en frotarlas una contra otra (con un aire a todas luces avari-
cioso), introduciéndolas en la caja sin soltarlas. Se empeñó en esta con-
318 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

ducta hasta tal punto que la aplicación práctica que teníamos pensada
-el espectáculo de mostrar a un mapache introduciendo dinero en una
hucha- simplemente no era factible. La conducta de frotar llegó a
acentuarse cada vez más a medida que pasaba el tiempo, a pesar de la
ausencia de reforzamiento.
[ ... ]
[...] (E)stas conductas singulares hacia las que derivan los animales
constituyen ejemplos nítidos de conductas instintivas relacionadas con
las conductas naturales de obtención de alimento propias de la especie
de que se trate [...].
[...] El mapache exhibe la denominada «conducta de aseo». La res-
puesta de frotar ylavar puede tener como efecto, por ejemplo, quitar el
exoesqueleto de los cangrejos de río [...].
[ ... ]
Parece obvio que los animales se encuentran atrapados por podero-
sas conductas instintivas. Aquí tenemos una clara demostración de la
preponderancia de tales patrones conductuales sobre aquellos que han
sido condicionados.
Nosotros hemos denominado a este fenómeno «deriva instintiva». El
principio general parece ser este: siempre que un animal posea podero-
sas conductas instintivas en el mismo ámbito a que pertenece la res-
puesta condicionada, tras un entrenamiento continuado el organismo
se desviará hacia la conducta instintiva en detrimento de la conducta
condicionada, incluso si ello retrasa o impide el reforzamiento. De una
forma muy reducida y simplificada, podría afirmarse que «la conducta
aprendida deriva hacia conducta instintiva».
Todo ello , por supuesto, no desacredita el uso de las técnicas de con-
dicionamiento, sino que se entiende como una demostración de que la
filosofía subyacente a esas técnicas tiene un punto débil muy claro.
Poner de manifiesto tal debilidad debería posibilitar una revisión pro-
vechosa de la teoría conductista.

[BRELAND, K. Y BRELAND, M., «The misbehavior of organisms» . .


American Psychologist, XVI (11), 1961, pp . 681-684. Trad., J. C. Loredo.
(Se han eliminado las referencias y notas de los autores.)]
:oLOGfA HERBERT Á. SIMON
(1916)
ensada
en una
llegó a
ir de la

umales
las con
especie
Procedente del campo de la economía , H. A. Simon (junto con su colega
La res- Alen Newell) ejemplifica el entusiasmo inicial ante las promesas psicológicas
uitar el de la inteligencia artificial en la década de los sesenta. Formado en la Uni-
versidad de Chicago, trabajó en modelos matemáticos de los fenómenos
socioeconómicos y la conducta administrativa. De ahí procede su interés por
modelar el comportamiento humano mediante simulaciones informáticas,
odero- que le hizo ingresar a principios de los 50 en el campo de la ciencia cogniti-
va. Llegó a ser Premio Nobel de Economía en 1978.
1 de la
ue han Artífices de un «Solucionador General de Problemas» que constituía pro-
grama de propósito universal para resolver tareas complejas (creado en
1960), Simon y Newell defienden una concepción de la mente humana como
va». El sistema de cómputo que se convertiría en representativa de la versión fuerte
odero- de la inteligencia artificial. Para estos autores, al igual que para Turing, el
la res- procesamiento de información humano puede ser estrictamente simulado a
LDismo través de un programa de ordenador. En los fragmentos que siguen, corres-
nducta pondientes a uno de sus trabajos de mediados de los sesenta, se defiende esta
)euna idea y se subraya la posibilidad de disociar el funcionamiento lógico del sis-
aducta tema -el software o la mente- del soporte físico en que ese funcionamien-
to tiene lugar -el hardware o el cerebro-.
le con-
que la Lecturas recomendadas
claro.
n pro- ASPRAY,W., John von Neumann y los orígenes de la computación moderna. Barce-
lona: Gedisa, 1993. Narra la historia de la ingeniería informática en el siglo
xx. Sirve para contextuar la inteligencia artificial y estudiar los conceptos
psicológicos implícitos en la formulación de los modelos computacionales
por parte de los ingenieros informáticos.
isms».
PYLYSHYN, Z. W., Computación y conocimiento. Hacia una fundamentación de la
oredo.
ores.j] ciencia cognitiva. Madrid: Debate, 1988. Uno de los clásicos de las denomi-
nadas «ciencias cognitivas».
SIMON, H. A. YNEWELL, A., «Proceso de la información en el computador y en el
hombre». En Z. W. Pylyshyn (ed.), Perspectivas de la revolución de los com-
ULRIC NEISSER
(1928)

Neisser se doctoró en la Universidad de Harvard el año 1956, y trab


en las de Brandeis, Pensilvania, Comell y Emory, donde dirigió el Em.
Cognition Project desde 1983. En su haber constan numerosas publicacíoi
sobre percepción, atención y memoria, así como acerca de cuestiones el
cativas.
Este autor fue uno de los pioneros de la psicología cognitiva defin:
como tal . Su libro Psicología Cognoscitiva, de donde hemos extraído el t
to que presentamos, contiene ya claramente los temas y el enfoque gene
de lo que la psicología cognitiva más típica -la que se basa en el concepto
procesamiento de la información- consideraba como su agenda de inve:
gación: la percepción, la atención, el procesamiento lingüístico, la memor
el pensamiento. En la segunda mitad de los años sesenta, la mayor parte
los psicólogos son conscientes de que la psicología cognitiva constituye
nuevo modo de entender la psicología, que no necesita justificarse frente
conductismo (ya bastante desnaturalizado, por lo demás), sino sencillarru
te exponerse y desarrollarse. Neisser lo expone acudiendo al modelo del p:
cesamiento de la información (input-procesamiento-output), aunque toms
do la metáfora del ordenador en un sentido débil o limitado.
En el siguiente texto vemos qué entiende Neisser por procesamiento
información.

Lecturas recomendadas

BlANco, E , «La psicología cognitiva». En M. Saiz , D. Saiz y A. Mülberger, His


na de la psicología. Manual de prácticas. Barcelona: Eduard Fabregat Edil
(pp. 343-358) . El primer epígrafe se titula «Introducción: variaciones sol
La Psicología Cognitiva de U. Neisser».
GRANDE, P. Y ROSA, A., «Antecedentes y aparición de la psicología del proce:
miento de información: un estudio histórico». Estudios de Psicología, ~
1993, pp. 107-124. Distingue y analiza las tradiciones británica y nortean
ricana en el desarrollo de la psicología cognitiva.
324 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

NEISSER,V., Psicología cognoscitiva. México: Trillas, 1979. Este es el libro donde


se encuentran los pasajes seleccionados. Es uno de los primeros manuales de
psicología cognitiva. Permite comprobar el estado y aspiraciones de este
enfoque a finales de los años 60, aunque la traducción al español es defi-
ciente.

El procesamiento de la información
[1967]

[...] En realidad, existe un mundo de árboles, gente, automóviles e


incluso de libros, que tiene gran participación en nuestra experiencia de
estos objetos; sin embargo, no tenemos un acceso directo e inmediato a
dicho mundo, ni a ninguna de sus propiedades. La teoría antigua de los
éidola, que supone que la mente puede captar directamente tenues
copias de los objetos, tiene que ser rechazada. Cualquier cosa que co-
nozcamos acerca de la realidad tiene que ser mediada no sólo por los
órganos de los sentidos, sino por un complejo de sistemas que interpre-
tan y reinterpretan la información sensorial. La actividad de los siste-
mas cognoscitivos termina en la actividad (a la cual se integra) de los
músculos y las glándulas que llamamos «conducta». También parcial-
mente (aunque muy parcialmente) se ve reflejada en esas experiencias
privadas de ver, oír, imaginar y pensar, a las cuales las descripciones ver-
bales nunca hacen justicia plena.
Físicamente, esta página es un conjunto de pequeñas barras de tin-
ta superpuestas sobre algunas porciones de la superficie más reflejan-
te del papel. Es esta página física a la que Koffka y otros llamarían «el
estímulo distal», del cual se espera que el lector adquiera alguna infor-
mación; empero, el ingreso (input) sensorial no es la página en sí, sino
una pauta de rayos de luz, que se origina en el solo en alguna fuente
artificial y que son reflejados por la página y en ocasiones alcanzan al
ojo. Los rayos, adecuadamente enfocados por el cristalino y otros apa-
ratos oculares, caen sobre la retina sensible, donde pueden iniciar el
proceso nervioso que eventualmente conduce a ver, leer y recordar.
Estas pautas de luz en la retina son los denominados «estímulos pro-
ximales». No son éstos, ni en lo más mínimo, como las éidolas. Los
estímulos proximales, unilaterales en su perspectiva, cambiando radi-
calmente varias veces cada segundo, únicos y novedosos a cada
momento, tienen poco parecido con el objeto real que dio su origen y
con el objeto de la experiencia que el perceptor construirá como resul-
tado.
'SICOLOGíA ULRIC NEISSER 32

bro donde De este modo, la cognición visual se ocupa de aquellos procesos pe


anuales de medio de los cuales se le da existencia al mundo percibido, recordado
es de este meditado, partiendo de un principio muy endeble, como es el de lo
01 es defi- patrones retinales. Igualmente, la cognición auditiva se ocupa de 1
transformación de las pautas de la presión flotante en el oído, en lo
sonidos, el lenguaje y la música que escuchamos. [...] (U)n libro corm
este puede llamarse: «La información del estímulo y sus vicisitudes»
Tal como se emplea aquí, el término «cognición » se refiere a todos lo:
procesos mediante los cuales el ingreso [input] sensorial es transforma
do , reducido, elaborado, almacenado, recobrado o utilizado. Se ocupe
de estos procesos, aun cuando operen en ausencia de la estimulaciór
nóviles e relevante, como en la imaginación y las alucinaciones. Tales términos
ien cia de como sensación , percepción, imaginación, recuerdo, solución de proble-
iediato a mas y pensamiento , entre otros, se refieren a etapas o aspectos hipotéti-
la de los cos de la cognición.
~ tenues
que co- [ ... ]
I por los [...] Desde Watson hasta Skinner, el conductismo radical ha sosten i-
nterpre- do que las acciones del hombre se deben explicar sólo en términos de
os siste- las variables observables, sin ninguna vicisitud interna. El recurso de
L) de los los mecanismos hipotéticos se considera especulativo en el mejor de los
parcial- casos, y engañador en el peor. Para el conductista, es legítimo hablar de
riencias estímulos, respuestas, reforzamientos y horas de privación; pero no lo
nes ver- es de categorías, imágenes o ideas. Hace una década, un libro como este
habría necesitado cuando menos un capítulo sobre autodefensa contra
; de tin- la posición conductista. Actualmente, para el bien de todos, el clima de
eflejan- opiniones ha cambiado y se requiere muy poca acción defensiva o casi
dan «el ninguna. De hecho, los propios teóricos del estímulo-respuesta están
a infor- inventando mecanismos hipotéticos con vigor y entusiasmo y con pocos
sí, sino remordimientos de conciencia. La razón fundamental para el estudio de
fuente los procesos cognoscitivos se ha hecho tan evidente como la razón para
nzan al estudiar cualquier otra cosa: simplemente porque están ahí. Nuestro
os apa- conocimiento del mundo de alguna manera debe desarrollarse partien-
iciar el do de los estímulos de entrada; la teoría de la éidola es falsa. Los proce-
cordar, sos cognoscitivos existen con toda seguridad, de manera que no puede
)S pro- ser acientífico estudiarlos.
IS.Los [. ..]
o radi-
l cada [...] (C)onsideremos la similitud familiar entre el hombre y la com-
igeny putadora. Aunque es una analogía inadecuada de muchas formas, pue-
.resul- de ser suficiente para el propósito que se busca. La tarea de un psicólo-
go que trata de entender la cognición humana es similar a la del hombre
326 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

que trata de descubrir cómo ha sido programada una computadora. En


especial, si el programa parece almacenar y recuperar información, le
gustarla saber qué «rutinas» o «procedimientos» se emplean. Dado este
propósito, no le importará mucho si su computadora en particular
almacena la información en núcleos magnéticos o en pequeñas pelícu-
las; él quiere entender el programa, y no el aparato. Asimismo no sirve
de mucho al psicólogo saber que la memoria funciona mediante el RNA
en oposición a otros medios. Quiere entender el uso, y no su represen-
tación.

[NEISSER, U., Psicología cognoscitiva.


México: Trillas, 1979 (pp. 13-16). Trad., S. Mercado.
(Se han eliminado las referencias.)]

l
1
J
1
t
a

I
A PSICOLOGíA JEAN PIAGET
(1896-1980)
utadora. En
mnacíón , le
l . Dado este
1 particular
eñas pelícu-
mo no sirve
ante el RNA
u represen-

»gnoscitiva. Piaget nació en Neuchátel (Suiza) y a la precoz edad de diez años pul
;. Mercado. có su primer artículo, unas notas sobre un gorrión albino que había obs
ferencias.)] vado en un parque cercano. Poco después el director del Museo de Histo
Natural de la ciudad le invitó a ayudarle a catalogar una colección de mol
cos, lo que convirtió a Piaget, aún adolescente, en un especialista en el te n
a la vez que asentaría en él un interés por la biología que nunca le iba a abt
donar. El otro pilar de su biografía intelectual es la filosofía, y particul
mente la teoría del conocimiento. Entre los quince y los veinte años de ed
sufre una crisis personal a resultas de la cual decide dedicar su vida al es
dio de las raíces biológicas del conocimiento. Y, en efecto, la biografía de P
get es un desarrollo de esa vocación, y la epistemología genética es su e
minación.
Piaget trabajó en el laboratorio de psicología de Zurich, completó s
estudios en París y en 1921 se trasladó a Ginebra para colaborar en el lns
tuto J. J . Rousseau en investigaciones sobre psicología infantil. Piaget ya )
dejaría esta ciudad, donde fundó, en 1955, el Centro Internacional de Ep
temología Genética, institución en que trabajaron especialistas de divers
disciplinas científicas procedentes de distintos lugares del mundo.
Piaget ha sido uno de los grandes teóricos de la psicología europea. ~
obra marcó el rumbo de la psicología del desarrollo y ha inspirado una de 1.
corrientes intelectuales más pujantes en psicología y educación -pese
desinterés del propio autor por la trascendencia aplicada de sus descubi
mientos, que consideraba como una preocupación típicamente americana-
En los fragmentos que presentamos a continuación puede observan
cómo define Piaget su epistemología genética, a la que consideraba corr.
una teoría del conocimiento establecida sobre bases científicas, particula
mente psicológicas. También se advierte la impronta kantiana de su per:
pectiva, alejada por igual del innatismo racionalista y del empirismo. Fina
mente, el punto de vista evolutivo, vinculado a las raíces biológicas de s
teoría y a su método de trabajo con niños, se hace asimismo patente en 1
argumentación piagetiana.
328 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Lecturas recomendadas

BRINGUIER, J. c., Conversaciones con Piaget. Barcelona: Granica Editor, 1977. Se


trata de catorce entrevistas a Piaget sobre diversos temas de su obra (inclu-
yendo además algunas anécdotas personales). A pesar de la deficiente tra-
ducción, constituye un resumen claro y fidedigno de las ideas piagetianas.
PIAGET, J., La epistemología genética. Madrid: Debate, 1986 . Dedicado a sintetizar
toda su perspectiva, éste es uno de los libros más asequibles del psicólogo
suizo. El prólogo, firmado por J. Delval , constituye una muy recomendable
presentación de la biografía intelectual de Piaget y los fundamentos básicos
de su teoría.
VERA, J . A., «La psicología en la Suiza de habla francesa: Jean Piaget». En F. Tor-
tosa (ed.), Una historia de la psicología moderna. Madrid: McGraw-Hill, 1998
(pp. 179-197). Un recorrido conciso y documentado por la biografía intelec-
tual de Piaget.

La construcción del conocimiento


[1970]

[...] (E)l conocimiento no puede concebirse como si estuviera pre-


determinado, ni en las estructuras internas del sujeto, puesto que son
el producto de una construcción efectiva y continua, ni en los caracte-
res preexistentes del objeto, ya que sólo son conocidos gracias a la
mediación necesaria de estas estructuras, las cuales los enriquecen al
encuadrarlos (aunque sólo fuera situándolos en el conjunto de los posi-
bles). En otras palabras, todo conocimiento supone un aspecto de ela-
boración nueva y el gran problema de la epistemología consiste en con-
ciliar esta creación de novedades con el doble hecho de que, en el
terreno formal, se convierten en necesarias apenas elaboradas y, en el
plano de lo real, permiten (y son las únicas que lo permiten) la con-
quista de la objetividad.
En realidad, el problema de la construcción de estructuras no pre-
formadas es antiguo, aunque la mayoría de los epistemólogos perma-
nezcan ligados a hipótesis, tanto aprioristas (actualmente incluso con
algún retorno al innatismo) como empiristas, que subordinan el cono-
cimiento a formas situadas previamente en el sujeto o en el objeto.
Todas las corrientes dialécticas insisten sobre la idea de novedades y
buscan su secreto en «superaciones» que trascenderían sin cesar el jue-
go de tesis y antítesis. En el terreno de la historia del pensamiento cien-
tífico, el problema de los cambios de perspectiva e incluso de las «revo-
~
DLOGíA lEAN PIAGET 329

luciones » en los «paradigm as» (Kuhn) se impone necesariamente, y L.


Brunschwig ha extraído de ella una epistemología del devenir radical de
977. Se la razón. En el interior de las fronteras más específicamente psicológi-
(indu- cas, J . M. Baldwin ha suministrado, bajo el nombre de «lógica genéti-
lte tra- ca», concepciones penetrantes sobre la construcción de las estructuras
anas. cognoscitivas, y todavía podríamos citar varias tentativas más.
rtetízar
icólogo Si la epistemología genética ha vuelto a ocuparse de la cuestión, ha
-ndable sido con el doble objetivo de elaborar un método capaz de suministrar
básicos controles y, sobre todo, de remontarse hasta los orígenes, es decir, a la
propia génesis de los conocimientos, de los que la epistemología tradi-
. F. Tor- cional sólo conoce los estados superiores o, en otras palabras, algunos
n, 1998 resultantes. Lo característico de la epistemología genética es tratar de
intelec- descubrir las raíces de los distintos tipos de conocimiento desde sus for-
mas más elementales y seguir su desarrollo en los niveles ulteriores,
inclusive hasta el pensamiento científico. Pero si este tipo de análisis
supone una parte esencial de experimentación psicológica, no se con-
funde sin más con un trabajo puramente psicológico. [oo.]
En cuanto a la necesidad de remontarse a la génesis, como indica la
expresión «epistem ología genética», conviene disipar desde el comien-
:el pre- zo un posible malentendido que tendría cierta gravedad si condujera a
ue son oponer la génesis a otras fases de la construcción continua de conoci-
rracte- mientos. Por el contrario, la gran lección que nos proporciona el estu-
lS a la dio de la (o de las) génesis es mostrar que no existen nunca comienzos
-cen al absolutos. En otros términos, es necesario decir, o que todo es génesis,
s posi- incluida la construcción de una teoría nueva en el estado más actual de
de ela- las ciencias, o que la génesis retrocede indefinidamente, pues las fases
m con- psicogenéticas más elementales están a su vez precedidas por fases en
, en el alguna forma organogenéticas, etc. Por tanto, afirmar la necesidad de
,., en el remontarse a la génesis no significa de ninguna manera conceder un
a con- privilegio a talo cual fase considerada como primera, hablando en ab-
soluto; consiste, por el contrario, en recordar la existencia de una cons-
trucción indefinida y sobre todo en insistir sobre el hecho de que, para
10 pre-
comprender las razones y el m ecanismo, es preciso conocer todas las
oerma-
fases o por lo menos el máximo posible. Si hemos debido insistir más
SO con
sobre los comienzos del conocimiento, en los dominios de la psicología
l cono-
del niño y de la biología, no es porque les atribuyamos una significación
objeto.
casi exclusiva, sino simplemente porque se trata de perspectivas muy
adesy
descuidadas por los epistemólogos.
el jue-
o cien- Todas las restantes fuentes científicas de información siguen siendo
cl"eVo- necesarias, y el segundo carácter de la epistemología genética sobre el
330 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

cual querríamos insistir es su naturaleza claramente interdisciplinaria.


Expresado bajo su forma general, el problema específico de la episte-
mología genética es el del incremento de conocimientos, es decir, del
paso de un conocimiento peor o más pobre a un saber más rico (en
comprensión y en extensión). Ahora bien, como toda ciencia está en
devenir y no considera nunca su estado como definitivo (con excepción
de algunas ilusiones históricas como las del aristotelismo de los adver-
sarios de Galileo o de la física newtoniana en algunos continuadores),
este problema genético en sentido amplio engloba también el del pro-
greso de todo conocimiento científico y tiene dos dimensiones, una que
depende de cuestiones de hecho (estado de los conocimientos a un nivel
determinado y paso de un nivel al siguiente), y otra de cuestiones de
validez (evaluación de los conocimientos en ténninos de mejora o de
regresión, estructura formal de los conocimientos). Por tanto es eviden-
te que cualquier investigación en epistemología genética, ya se trate del
desarrollo de tal sector del conocimiento en el niño (número, velocidad,
causalidad física, etc.) o de tal transformación en una de las ramas
correspondientes del pensamiento científico, supone la colaboración de
especialistas de epistemología de la ciencia considerada, de psicólogos,
de historiadores de las ciencias, de lógicos y matemáticos, de cibernéti-
cos, de lingüistas, etc. [...]

[PIAGET, J., La epistemología genética.


Madrid: Debate, 1986 (pp. 35-39). Trad., J. Delval.]

f
t
THOMAS SZASZ
(1920)
l.

d
n
n

r-
.),
>-
le
el Este autor es uno de los representantes de la antipsiquiatría, un mo-
le vimiento de denuncia y crítica de los fundamentos y las prácticas de la psi-
le quiatría, a la que acusan de medicalizar, etiquetándolas como enfermeda-
{l-
des mentales, lo que no son sino problemas de la vida de las personas.
el Szasz cursó sus estudios de educación básica y secundaria en Budapest,
el, pero emigró a los Estados Unidos en 1938 y se graduó en Medicina en la
ss Universidad de Cincinnati. Más tarde se formó como psiquiatra en la Uni-
le versidad de Chicago. Tras una época de práctica clínica privada y un perí-
s, odo de servicio en el ejército, entró como profesor en la Universidad de
ti- Nueva York.
Thomas Szasz ha publicado numerosos escritos dirigidos a desmontar
los fundamentos teóricos de la psiquiatria convencional y a revelar las per-
versiones morales ligadas a su práctica clínica, especialmente las relativas
rL al internamiento de los diagnosticados como enfermos mentales. De hecho,
L] la antipsiquiatría influyó en la reforma psiquiátrica que la mayor parte de
países occidentales emprendieron en las últimas décadas del siglo xx.
El texto seleccionado pertenece a una recopilación de ensayos de Szasz
y en él aparece resumido el planteamiento básico de este polémico autor:
denominar «enfermed ad» a un problema mental es utilizar una metáfora
de consecuencias éticas cuestionables.

Lecturas recomendadas

FoRn, L. (ed.), La otra locura. Mapa antológico de la psiquiatría alternativa. Bar-


celona: Tusquets, 1976. Reúne escritos representativos de vari os autores rela-
cionados con la antipsiquiatría y los movimientos ideológicos afines (Laing ,
Basaglia, Deleuze , Goffman...).
SlAsz, T., Ideologia y enfermedad mental. Buenos Aires: Amorrortu, 1976. Es una
recopilación de trabajos donde Szasz expone -con una claridad y contun-
dencia que son características de su estilo- sus principales ideas en torno a
la psiquiatría y al tratamiento psiquiátrico.
332 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

El mito de la enfermedad mental


[1970]

[...] Así, las enfermedades mentales se consideran básicamente simi-


lares a otras enfermedades. La única diferencia [...] entre una enferme-
dad mental y otra orgánica es que la primera, al afectar al cerebro, se
manifiesta por medio de síntomas mentales, en tanto que la segunda, al
afectar a otros sistemas orgánicos -p. ej., la piel, el hígado, etc.-, se
manifiesta por medio de síntomas que pueden ser referidos a dichas
partes del cuerpo.
A mi juicio, esta concepción se basa en dos errores fundamentales.
En primer lugar, una enfermedad cerebral, análoga a una enfermedad
de la piel o de los huesos, es un defecto neurológico, no un problema de
la vida. Por ejemplo, es posible explicar un defecto en el campo visual de
un individuo relacionándolo con ciertas lesiones en el sistema nervioso.
En cambio, una creencia del individuo -ya se trate de su creencia en el
cristianismo o en el comunismo, o de la idea de que sus órganos inter-
nos se están pudriendo y que su cuerpo ya está muerto-- no puede
explicarse por un defecto o enfermedad del sistema nervioso. La expli-
cación de este tipo de fenómenos [...] debe buscarse por otras vías.
El segundo error es epistemológico. Consiste en interpretar las
comunicaciones referentes a nosotros mismos y al mundo que nos
rodea como síntomas de funcionamiento neurológico. No se trata aquí
de un error de observación o de razonamiento, sino de organización y
expresión del conocimiento. En el presente caso, el error radica en esta-
blecer un dualismo entre los síntomas físicos y mentales, dualismo que
es un hábito lingüístico y no el resultado de observaciones empíricas.
Veamos si esto es así.
En la práctica médica, cuando hablamos de trastornos orgánicos nos
estamos refiriendo ya sea a signos (p. ej., la fiebre) o a síntomas (p. ej.,
el dolor). En cambio, cuando hablamos de síntomas psíquicos nos esta-
mos refiriendo a comunicaciones del paciente acerca de sí mismo, de los
demás y del mundo que lo rodea. El paciente puede asegurar que es
Napoleón o que lo persiguen los comunistas; estas afirmaciones sólo se
considerarán síntomas psíquicos si el observador cree que el paciente no
es Napoleón o que no lo persiguen los comunistas. Se torna así evidente
que la proposición «X es un síntoma psíquico» implica formular un jui-
cio que entraña una comparación tácita entre las ideas, conceptos o ere-
encias del paciente y las del observador y la sociedad en la cual viven
ambos. La noción de síntoma psíquico está, pues, indisolublemente liga-
t
I
THOMAS SZASZ 333

da al contexto social, y particularmente al contexto ético, en el que se la


formula, así como la noción de síntoma orgánico está ligada a un con-
texto anatómico y genético.
Resumiendo: para quienes consideran los síntomas psíquicos como
signos de enfermedad cerebral, el concepto de enfermedad mental es
innecesario y equívoco. Si lo que quieren decir es que las personas rotu-
ladas «enfermos mentales» sufren alguna enfermedad cerebral, sería
preferible, en bien de la claridad, que dijeran eso y nada más.
[ ...]
[...] [La noción de enfermedad mental] es la auténtica heredera de
los mitos religiosos en general, y de la creencias en las brujas en par-
ticular. La función de estos sistemas de creencia fue actuar como tran-
quilizantes sociales, alentando la esperanza de adquirir dominio sobre
ciertos problemas mediante operaciones mágico-simbólicas sustituti-
vas. El concepto de enfermedad mental sirve, pues, principalmente
para ocultar el hecho diario de que la vida es, para la mayoría de la
gente, una lucha continua, no por la supervivencia biológica, sino por
«encontrar un lugar bajo el sol», por alcanzar la «paz del espíritu» o
algún otro sentido o valor. Una vez que el hombre ha satisfecho la
necesidad de conservación de su cuerpo, y quizá de su especie, se
enfrenta al problema de la significación personal: ¿Qué hará de sí mis-
mo? ¿Para qué vive? La adhesión permanente al mito de la enferme-
dad mental le permite a la gente evitar enfrentarse con este problema,
en la certeza de que la salud mental, concebida como la ausencia de
enfermedad mental, les asegura que harán automáticamente eleccio-
nes correctas y seguras en la vida. Ahora bien, ocurre exactamente al
revés: ¡son las elecciones sensatas que una persona ha hecho en su
vida lo que la gente considera, retrospectivamente, como prueba de su
buena salud mental!
Cuando afirmo que la enfermedad mental es un mito, no estoy
diciendo que no existan la infelicidad personal ni la conducta social-
mente desviada; lo que digo es que las categorizamos como enfermeda-
des por nuestra propia cuenta y riesgo.
La expresión «enfermedad mental» es una metáfora que equivoca-
damente hemos llegado a considerar un hecho real. Decimos que una
persona está físicamente enferma cuando el funcionamiento de su orga-
nismo viola ciertas normas anatómicas y fisiológicas; análogamente,
decimos que está mentalmente enferma cuando su conducta viola cier-
tas normas éticas, políticas y sociales. Esto explica por qué a tantas figu -
334 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

ras históricas, desde Jesús hasta Castro y desde Job hasta Hitler, se les
diagnosticó haber sufrido tal o cual enfermedad psiquiátrica.
Por último, el mito de la enfermedad mental fomenta nuestra cre-
encia en su corolario lógico: que la interacción social sería armoniosa y
gratificante y serviría de base firme para una buena vida si no fuera por
la influencia disruptiva de la enfermedad mental, o de la psicopatología.
Sin embargo, la felicidad humana universal, al menos en esta forma, no
es sino una expresión más de deseos fantasiosos. Creo en la posibilidad
de la felicidad o bienestar humanos, no sólo para una selecta minoría,
sino en una escala hasta ahora inimaginable; pero esto sólo se podrá
lograr si muchos hombres, y no un puñado únicamente, son capaces de
hacer frente con franqueza a sus conflictos éticos, personales y sociales
y están dispuestos a salirles valientemente al paso. Esto implica tener el
coraje y la integridad necesarios para dejar de librar batallas en falsos
frentes y de encontrar soluciones para problemas vicarios -p. ej.,
luchar contra la acidez estomacal y la fatiga crónica en vez de enfrentar
un conflicto conyugal-o
Nuestros adversarios no son demonios, brujas, el destino o la enfer-
medad mental. No tenemos ningún enemigo contra el cual combatir
mediante la «cura» o al cual podamos exorcizar o disipar por esta vía.
Lo que tenemos son problemas de la vida, ya sean biológicos, económi-
cos, políticos o psicosociales. [...] Mi argumentación se ha restringido a
proponer que la enfermedad mental es un mito cuya función consiste en
disfrazar y volver más asimilable la amarga píldora de los conflictos
morales en las relaciones humanas.

[SZASZ, T., Ideología y enfermedad mental.


Buenos Aires: Amorrortu, 1976 (pp. 32-34). Trad., L. Wolfson.]

...
ABRAHAM H. MASLOW
(1908-1970)

Abraham Maslow, uno de los principales portavoces de la Psicología


Humanista o «tercera fuerza» en psicología, junto al psicoanálisis y el con-
ductismo, nació en Brook1in (Nueva York) y se graduó en Winsconsin, don-
de obtuvo el grado de doctor en 1934. Se formó con los gestaltistas Max
Wertheimer y Kurt Koffka en la Nueva Escuela de Investigación Social (Stan-
ford) . Junto con Kurt Goldstein, Charlotte Buhler, Rollo May, Carl Rogers y
otros, fue fundador, en 1962, de la Asociación Americana de Psicología
Humanista y de su revista, el Iournal of Humanistic Psychology .
Seguidor del conductismo de Watson en sus inicios (realizó su primera
investigación postdoctoral en el área del comportamiento animal), pasó por
varias etapas intelectuales cuyo itinerario transcurre desde el reconocimien-
to de que muchos de los conceptos más ortodoxos de la psicología científica
eran insuficientes como base para un enfoque significativo del comporta-
miento y la experiencia humanos, hasta la ratificación, en múltiples escritos,
de que el concepto de adaptación debía sustituirse por el de autorrealización.
Sobre las conductas encaminadas a la autorrealización trata el texto que aquí
reproducimos.

Lecturas recomendadas

MASLOW, A., La personalidad creadora, Barcelona: Kairós, 1983. Se trata de una


recopilación de varios ensayos de Maslow que resumen su posición, y que
fueron recogidos por su esposa y publicados póstumamente. El fragmento
seleccionado pertenece a este libro.
ZALBIDEA, M. A., «La autorrealización humana según Maslow». En E. Quiñones,
F. Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Textos y comenta-
rios. Madrid: Tecnos, 1993 (pp . 489-495). Comentario de un texto de Maslow
realizado por una especialista en su perspectiva psicológica.
336 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Conductas encaminadas a la autorrealización


[1971]

¿Qué hace uno cuando se autorrealiza? ¿Aprieta los dientes y se


retuerce? ¿Qué significa la autorrealización en función de la conducta
real? Describiré ocho modos de autorrealizarse.
Primero, la autorrealización significa vivenciar plena, vívida y desin-
teresadamente, con una concentración y absorción totales. Significa
viven ciar sin la timidez del adolescente. En este momento, la persona es
total y plenamente humana. Este es un momento de autorrealización, el
momento en que el sí mismo (self) se actualiza. Como individuos, todos
pasamos por tales momentos de vez en cuando. Como consejeros, pode-
mos ayudar a los pacientes a sentirlos más a menudo, alentándoles a
que se absorban totalmente en algo y a que se olviden de poses, defen-
sas y timideces, es decir, a que se lancen «de cabeza». [...]
Segundo, consideremos la vida como un proceso de elecciones suce-
sivas. En cada instante existe una elección progresiva o una elección
regresiva. Podemos orientarnos hacia la defensa, la seguridad o el mi e-
do. Pero, en el lado opuesto, está la opción de crecimiento. Elegir el cre-
cimiento en lugar del miedo doce veces al día, significa avanzar doce
veces al día hacia la autorrealización. La autorreali zación es un proceso
continuo. [...]
Tercero, hablar de autorrealización implica que hay un sí mismo que
se actualiza. Un ser humano no es una tabula rasa, una masa de arcilla
o plastilina. Es algo que ya está, por lo menos una especie de estructu-
ra «cartilaginosa» . Un ser humano es, como mínimo, su temperamento,
sus equilibrios bioquímicos, etc. Existe un sí mismo, y lo que a veces he
llamado «escuchar las voces del impulso» significa dejarlo que emerja.
Muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo (y esto se amplía en
especial a los niños y jóvenes) no nos escuchamos sino que escuchamos
las voces introyectadas de Mamá, Papá, el Sistema, los Mayores, la
autoridad o la tradición. [...]
Cuarto, en la duda, optad por ser sinceros. Estoy a resguardo con
la frase «en la duda», así que no necesito debatir cuestiones de diplo-
macia. A menudo, cuando dudamos no somos sinceros. Los clientes
casi nunca lo son. Juegan juegos y adoptan poses. No aceptan con fa-
cilidad la sugerencia de ser sinceros. Mirar dentro de uno mismo en
busca de respuestas implica asumir responsabilidad. Esto es en sí mis-
mo un paso hacia la autorrealización. [...] Este es uno de los grandes
LOGíA ABRAHAM H. MASLOW 337

pasos. Cada vez que uno se responsabiliza hay una realización del sí
mismo.
Quinto, hasta ahora hemos hablado de vivenciar sin timidez, de ele-
y se gir la opción del crecimiento y no la del temor, de escuchar las voces
lucta del impulso, de ser sinceros y de responsabilizarnos. Todos esos son
pasos hacia la autorrealización, y todos garantizan mejores opciones
de vida. Quien haga cada una de estas pequeñas cosas cada vez que lle-
esin- ga el punto de decisión, descubrirá que configuran mejores opciones
úfica acerca de lo que está constitucionalmente bien para él. Sabrá cuál es su
na es destino, quién será su cónyuge, cuál será su misión en la vida. No se
in, el puede escoger sabiamente para toda una vida a menos que uno se atre-
odas va a escucharse a sí mismo, a su propio sí mismo (self), a cada instan-
ode- te de la vida, ya decir con alma: «No, esto y aquello no me gustan». [...]
les a Expresar algo sinceramente implica atreverse a ser diferente, impopu-
efen- lar, inconformista.
Sexto, la autorrealización no es únicamente un estado final, sino
uce- también un proceso de actualización de las propias potencialidades, en
ción cualquier momento, en cualquier grado. Es, por ejemplo, cuestión de
mie- hacernos más despiertos mediante el estudio, si somos inteligentes. La
ere- autorrealización significa usar la propia inteligencia. No significa, nece-
iace sariamente, hacer algo fuera de lo común [...). Supone hacer bien aque-
ceso llo que uno quiere hacer. Convertirse en un médico de segunda no es un
buen camino hacia la autorrealización. Hay que ser de primera, o tan
bueno como uno pueda ser.
que
cilla Séptimo, las experiencias cumbre son momentos transitorios de
etu- autorrealización. Se trata de momentos de éxtasis que no pueden com-
nto, pararse, garantizarse, ni siquiera buscarse. Debemos dejar, como escri-
she bió C. S. Lewis, «que el gozo nos sorprenda» . Pero podemos establecer
erja, las condiciones para que las experiencias cumbre sean más probables,
len o podemos establecer perversamente las condiciones para que sean
!DOS menos probables [...]
" la Prácticamente todo el mundo tiene experiencias cumbre, pero no
todos lo saben. Algunos restan importancia a esas pequeñas experien-
con cias místicas. Ayudar a la gente a reconocer esos breves momentos de
plo- éxtasis cuando suceden es parte de la tarea del consejero o metaconse-
nes jero. Sin embargo, ¿cómo logra nuestra propia psique, sin ninguna
. fa- señal externa como referencia -ahí no hay pizarra-, mirar dentro de
len la psique oculta de otra persona y luego tratar de comunicarse? Tene-
Ilis- mos que elaborar una forma de comunicación nueva. He intentado una
des que describo en otro apéndice [...).
338 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

Octavo, descubrir quién es uno, qué es, qué le gusta, qué no le gus-
ta, qué es bueno o malo para uno, hacia dónde va y cuál es su misión
-abrirse para sí mismo-, significa desenmascarar la psicopatología.
Quiere decir identificar las defensas, y después de haberlas identifica-
do, significa encontrar coraje para renunciar a ellas. Eso es doloroso
porque las defensas se erigen contra algo desagradable. Pero vale la
pena renunciar a las defensas. Si la bibliografía psicoanalítica nos ha
enseñado algo, ha sido que la represión no es un buen modo de resol-
ver los problemas.

[MASLOW, A., La personalidad creadora.


Barcelona: Kairós, 1983 (pp. 71-75). Trad., R. M. Rourich.] con
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PINl
)LOGíA BURRHUS F. SKINNER
(1904-1990)
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nisión
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tifica-
oroso
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ha
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resol-

tdora. Skinner fue un gran defensor de las aplicaciones de la investigación


rich.] conductual a los problemas humanos. Sus puntos de vista han conducido
a desarrollos sumamente fecundos tanto en el campo educativo como en el
clínico. Los mismos principios estudiados en el laboratorio para modelar
la conducta de los animales han podido aplicarse con notable éxito a la
modificación del comportamiento humano con fines terapéuticos, así co-
mo a la enseñanza programada a través de manuales y máquinas diseña-
das al efecto.
Skinner quiso también extender estos principios a la sociedad humana en
general, planteando desde ellos una crítica sumamente provocativa de la
misma y ofreciendo propuestas para facilitar la adaptación del hombre a su
entorno social. El siguiente texto ilustra esta última faceta de la obra skin-
neriana. Perteneciente a la que acaso sea su obra más polémica, Más allá de
la libertad y la dignidad (1971), Skinner defiende en ella un ambientalismo
estricto desde el que conceptos tan esenciales a nuestra cultura como los de
«libertad» y «dignidad» pierden todo su sentido. Es el ambiente el que selec-
ciona la conducta del individuo; los supuestos «méritos» de éste no son sino
el resultado necesario de su historia de reforzamiento.
La postura ambientalista, el rechazo de las nociones de libertad, dignidad
y mente (entendida como causa de la conducta), y la necesidad de una tec-
nología conductual capaz de hacer frente con éxito a los problemas huma-
nos, son algunas de las tesis que se expresan en este fragmento.

Lecturas recomendadas

CHOMSKY, N., Proceso contra Skinner. Barcelona: Anagrama, 1975 (Z." ed.). El
célebre lingüista crítico de las ideas skinnerianas sobre el lenguaje arremete
aquí contra las expresadas por Skinner en su Más allá de la libertad y la dig-
nidad.
PINILLOS, J. L., «Skinner: ¿Más allá del hombre libre?». En La psicología y el hom-
bre de hoy . México : Trillas , 1983 (pp. 136-140) . Un lúcido análisis crítico de
340 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Más allá de la libertad y la dignidad, realizada por una de las figuras más emi-
nentes de la psicología española.
SCHELLENBERG, J. A., Los fundadores de la psicologia social. Madrid: Alianza, 1981.
El autor valora la obra de Skínner (junto a las de S. Freud, G. H. Mead y K.
Lewin) como una de las mayores contribuciones teóricas a la construcción
de la psicología social (pp. 94-118).
SKINNER, B. F., Más allá de la libertad y la dignidad. Barcelona: Fontanella, 1972.
Traducción española del provocativo libro de Skínner.

¿Homhre autónomo o control amhiental?


[1971]

Incapaces de comprender cómo y por qué la persona que observa-


mos se comporta como lo hace, atribuimos su conducta a una persona
a la que no podemos ver. Una persona cuya conducta, es cierto, tampo-
co podemos explicar, pero sobre la cual ya no somos propensos a inda-
gar demasiado o hacer preguntas. Muy probablemente adoptamos esta
estrategia, no tanto por falta de interés o posibilidades, cuanto por cau-
sa de una convicción antigua y arraigada según la cual la conducta
humana, en su mayor parte, carece de antecedentes de importancia. La
función del hombre interior consiste en proporcionar una explicación
que a cambio no pueda ser explicada. La explicación concluye, pues, en
ese hombre interior. No es un nexo de unión entre un pasado histórico
y la conducta actual, sino que se convierte en el centro de emanación de
la conducta misma. Inicia, origina y crea, y al actuar así se convierte,
como fue el caso entre los griegos, en algo divino. Aseguramos que ese
hombre es autónomo, lo cual es tanto como decir milagroso -al menos

I
desde el punto de vista de la ciencia de la conducta-o
Esta actitud, por supuesto, es vulnerable. El hombre autónomo nos
sirve para poder llegar a explicar cuanto resulte inexplicable desde cual-
quier otro punto de vista. Su existencia depende de nuestra ignorancia, ~

y va progresivamente descendiendo de status conforme vamos cono-


ciendo más y más sobre la conducta. El cometido de un análisis cientí-
1,
i
1l
fico consiste en explicar cómo la conducta de una persona, en cuanto i
sistema físico, se relaciona con las condiciones bajo las cuales vive el
individuo. A menos que exista alguna intervención caprichosa o crea-
cionista, estos hechos deben estar relacionados, y de esta forma ningu-
na otra intervención resulta ya necesaria. Las contingencias de supervi-
vencia, responsables de la herencia genética del hombre, es posible que
le produjeran la tendencia a actuar agresivamente, pero no en cambio
JLOGÍA BURRHUS F. SKINNER 341
ís emi- sentimientos de agresividad. El castigar la conducta sexual cambia la
conducta sexual, y cualquier sentimiento que pudiera surgir por ello no
,1981. podría ser considerado, en el mejor de los casos, sino como una con-
id y K. secuencia. Nuestra época no sufre por ansiedad, sino por accidentes,
ucci ón
crimenes, guerras y otras realidades dolorosas y llenas de peligro a las
cuales la gente, con tanta frecuencia, queda expuesta. Los jóvenes no
1972.
abandonan los centros de enseñanza, ni rechazan el trabajo, ni se aso-
cian con los de su edad, precisamente porque estén alienados, sino más
bien por causa del ambiente social defectuoso que encuentran en sus
propias casas, en las escuelas, en las fábricas y en cualquier otro sitio.
Deberíamos seguir el camino que nos trazan la física y la biología.
Deberíamos prestar atención directamente a la relación existente entre
la conducta y su ambiente, olvidando supuestos estados mentales inter-
erva- medios. [...].
'SODa
mpo- [ ...]
inda-
Dos facetas, particularmente, del hombre autónomo causan proble-
esta
mas. Desde el punto de vista tradicional, la persona es libre. Es, por tan-
can-
to, autónoma en el sentido de que su conducta no tiene causas. Por con-
ucta siguiente, es responsable de lo que hace y será justamente castigada
LLa cuando lo merezca. Esta opinión, así como las consecuencias prácticas
ción a ella inherentes, debe ser re-examinada cuando un análisis científico
¡.en
revela relaciones de control insospechadas entre la conducta y el
rico ambiente. [...].
DcIe
:nc. Al poner en duda el control ejercido por el hombre autónomo, y al
:ese demostrar el control ejercido por el ambiente, la ciencia de la conducta
parece, por ello mismo, poner en duda la dignidad. Una persona es res-

.......
D05
ponsable de su conducta, no sólo en el sentido de ser susceptible de
amonestación o castigo cuando se comporta mal, sino también en el de
reconocerle mérito y admirarle por sus logros positivos. Una análisis
científico transfiere tanto el mérito como el demérito al ambiente. [...].

..--
cía..
~ Hay una tercera fuente de problemática en este terreno; y es que,
conforme el énfasis queda transferido al ambiente, el individuo parece
expuesto a una nueva clase de peligro. ¿Quién habrá de construir ese

..••
~CI ambiente que determina la conducta humana? ¿Con qué finalidad se
aa- construirá
. '?. [ ....
]

~
[ ...]
fIIIIe La mayoría de nuestros problemas más importantes implican con-
ducta humana, y no se pueden resolver recurriendo solamente a la tec-
.,
1
342 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

t
nología física O biológica. Lo que necesitamos es una tecnología de la
conducta, pero hemos tardado mucho en desarrollar la ciencia de la que
poder deducir este tipo de tecnología. Una dificultad evidente estriba en
el hecho de que casi todo cuanto es denominado ciencia de la conducta
continúa aun ahora relacionando la conducta a estados mentales, sen-
timientos, peculiaridades del carácter, naturaleza humana, etc. La físi- ~
s'
ca y la biología siguieron durante un tiempo prácticas muy parecidas, y f
avanzaron solamente cuando se liberaron de semejante rémora. Las
ciencias de la conducta han tardado mucho en cambiar, en parte, por
causa de entidades explicativas que a menudo parecían ser observadas
t
I
directamente, y también en parte, porque no se encontraba fácilmente
otra clase de explicaciones.

I
noc
El ambiente, obviamente, es importante, pero su función no ha esta- con
do clara. No empuja o absorbe, sino que selecciona. Y resulta difícil des- mar
cubrir y analizar esta función selectiva. El papel de la selección natural su ¡:
en la evolución fue formulado por primera vez no hace mucho más de de e
cien años. Y la función selectiva del medio ambiente en la modelación sem
y mantenimiento de la conducta del individuo sólo ahora comienza a por
ser reconocida y estudiada. Conforme se ha llegado a conocer la inte- ejer
racción entre organismo y ambiente, por tanto, los efectos que hasta niñ
este momento se achacaban a estados mentales, sentimientos y pecu- forr
liaridades del carácter, comienzan a atribuirse a fenómenos accesibles a
la ciencia. Y una tecnología de la conducta, consiguientemente, empie- Le(
za a ser posible. No se solucionarán nuestros problemas, no obstante, a
menos que se reemplacen opiniones y actitudes tradicionales precientí- DEL
ficas; aunque bien es cierto que éstas, desgraciadamente, siguen muy
profundamente arraigadas. La libertad y la dignidad ilustran este pro-
blema. Ambas cualidades constituyen el tesoro irrenunciable del «hom- Fon
bre autónomo» de la teoría tradicional. Y resultan de esencial impor-
tancia para explicar situaciones prácticas en las que a la persona se le
reputa como responsable de sus actos, y acreedora, por tanto, de reco-
nocimiento por los éxitos obtenidos. Un análisis científico transfiere FER
tanto esa responsabilidad como esos éxitos al ambiente. Y suscita,
igualmente, ciertas interrogaciones relativas a los «valores». ¿Quién
usará esa tecnología y con qué fin? Hasta tanto no se despejen estas
incógnitas, se seguirá rechazando una tecnología de la conducta. Y, al GAll
rechazarla, se estará probablemente rechazando al mismo tiempo el
único camino para llegar a resolver nuestros problemas.

[SKINNER, B. E, Más allá de la libertad y la dignidad.


Barcelona: Fontanella, 1972 (pp. 23-24, 30-33 y 36-37). Trad., J. J. Coy.]
PSICOLOGÍA
ROYLACHMAN
ogía de la
a de la que
estriba en
. conducta
tales, sen-
tc. La físí-
irecidas, y
nora. Las
parte, por
bservadas
ácilmente
Más de diez años después de que Neisser hiciera explícito el autorrec
nacimiento de la psicología cognitiva como perspectiva nueva, distinta e
oha esta- conductismo y organizada en torno al modelo del procesamiento de infc
lifícil des- mación, Lachman y sus colaboradores ---en un manual muy utilizado des:
ID natural su publicación hasta prácticamente nuestros días- profundizan en esa ton
10 más de de conciencia de la psicología cognitiva conceptuándola como paradigma 4
OOelación sentido kuhniano, es decir, como conjunto de ideas y métodos compartid
mienza a por la comunidad científica de los psicólogos. El texto seleccionado es t
la inte-
2" ejemplo de esto. En él se advierte un tono rotundo y preciso que pone de m
(De hasta nifiesto el grado de desarrollo que la psicología del procesamiento de la i
s y pecu- formación había adquirido en ese momento.
cesibles a
e. empie-
Lecturas recomendadas
Ji5laDte, a
Jrecientí- DELCLAUX, 1. Y SEOANE, J. (eds.) , Psicología cognitiva y procesamiento de la infc
ue:n muv mación. Madrid: Pirámide, 1982. Una recopilación de trabajos que da idea 4
este pro- la acogida de la psicología cognitiva en España a principios de los 80.
el cbom-
FODOR, J . A., «El problema cuerpo-mente». Investigación y Ciencia, 54, 1981 (p
11 impar- 62-75). Exposición estándar y clara del punto de vista funcionalista en fil
DDa se le sofía de la mente. Esta perspectiva constituye el respaldo filosófico de la P'
de~ cología cognitiva basada en la idea de procesamiento de inform aci ón .
ransficre FERNÁNDEZ RODRíGUEZ, T. R., «Sobre ciertas coordenadas históricas del cogni
Slrsrita, vismo», Revista de Historia de la Psicología, 17 (3-4), 1996 (pp . 312-31(
. ¿Quim Remite los planteamientos cognitivistas sobre la mente a las discusion
jea esas entre racionalistas y empiristas y su superación por parte de Kant.
l:Ia. 1: al GARDNER, H., La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiv
aIIpO el Barcelona: Paidós, 1984. Aunque la traducción es deficiente, quizá sea
libro más completo sobre la historia de la psicología cognitiva.

.. ., .1
.J_~]
ROYl
344 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

zard
La psic ología cognitiva como paradigma maru
[1979] sión
que'
En sentido amplio, el objeto de la psicología cognitiva podría defi- cient
nirse así: «cóm o funciona la mente». Pero , así definido, sería completa- Los ·
mente inabordable. Al igual que cualquier otro estudioso de la natura- de la
leza, el psicólogo cognitivo debe limitar su objeto de estudio para qué :
mantenerlo en un ámbito comprensible y manejable. Por consiguiente gan
se estudian aquellos aspectos que les parecen especialmente importan- com
tes a la mayoría de psicólogos cognitivos -los «procesos mentales han
superiores», que incluyen memoria, percepción, aprendizaje, pensa- alms
miento, razonamiento, lenguaje y comprensión-o Es más, la mayor está
parte de quienes estudian los procesos mentales superiores han adqui- añac
rido un compromiso con los métodos observacionales de la ciencia más cóm
que con un punto de vista literario, intuitivo o humanista. El psicólogo face
cognitivo típico es, por tanto, un científico motivado para comprender proc
un sistem a natural cual es el que constituyen los procesos mentales miel
superiores humanos. dan!
tal p
El compromiso con el uso del método científico a la hora de estu- pern
diar los procesos mentales superiores, desde luego, impone límites a que
las investigaciones especializadas que uno lleva a cabo. Sin embargo es casI
preciso tomar muchas otras decisiones -implícitas o explícitas- an- ción
tes de dar inicio al primer experimento. ¿Qué presupuestos son los ra- que
zonables? ¿Cuáles son las ideas relevantes a la hora de concebir hipó- sere
tesis sobre la naturaleza de los procesos m entales? ¿Cuáles de estas \•
hipótesis son plausibles y merece la pena estudiarlas? ¿Cuáles debe- I
rían estudiarse primero y cuáles de berían posponerse? Es legítim o que
los psicólogos científicos difieran respecto a cómo resolver estas cues- (
tiones. Sin embargo, dentro de las disciplinas científicas se tiende a la
formación de subgrupos cuyos miembros adoptan soluciones muy
semejantes. Cuando un número suficiente de científicos pertenecientes
a un campo están de acuerdo en un grado considerable respecto a có-
mo se deben resolver las anteriores cuestiones, se dice que comparten
un paradigma. La psicología del procesamiento de la información es un
paradigma para estudiar la psicología cognitiva, y lo que ha sucedido
durante los últimos años es que se ha convertido en el paradigma domi-
nante en la investigación de los procesos cognitivos adultos.
[oo.] A causa de la enorme complejidad de la mayoría de los sistemas
naturales y sociales, no hay científico alguno capaz de estudiar ningún
sistema importante en su totalidad. La investigación sólo puede comen-
;ICOLOGÍA ROYLACHMAN 345

zar después de que se hayan definido subsistemas de unas dimensiones


manejables. Una investigación relevante requiere conocimiento, previ-
sión y suerte para formular las propiedades y estados de un subsistema
que corresponda razonablemente bien al mundo real. El paradigma del
tia defí- científico desempeña una función crucial en esta tarea tan relevante.
impleta- Los psicólogos cognitivos que siguen el paradigma del procesamiento
natura- de la información se caracterizan por un modo particular de decidir de
io para qué su bs istem as se componen los procesos mentales superiores, alber-
.guien te gan algunas sospechas e intuiciones sobre cómo son éstos y algunos
portan- compromisos acerca de cómo deberían investigarse. Estos psicólogos
ientales han definido su área en torno al modo en que el ser humano recoge,
pensa- almacena, modifica e interpreta la información circundante o la que ya
mayor está almacenada en su interior. Se interesan por saber cómo el hombre
adqui- añade información a su conocimiento permanente sobre el mundo,
ria más cómo accede a ella cada vez y cómo utiliza su conocimiento en cada
icólogo faceta de la actividad humana. Los psicólogos cognitivos partidarios del
render procesamiento de la información creen que dicha recogida, almacena-
entales miento, interpretación, comprensión y uso de la información circun-
dante es la cognición. Creen que entender estos procesos es fundamen-
tal para entender la lectura, la producción y comprensión del habla, y el
e estu- pensamiento creativo. De hecho, muchos psicólogos cognitivos creen
rites a que este tipo de investigación contribuirá a entender otras característi-
rgoes cas del ser humano tales como la emoción, la personalidad y la interac-
-an- ción social. Algunos psicólogos cognitivos creen que las propiedades
los ra- que estudian -lenguaje, comprensión y pensamiento- distinguen a los
hipó- seres humanos de cualquier otro sistema natural de la tierra.
estas
debe-
oque [LACHMAN, R. , LACHMAN , J. L. Y BUTTERFIELD, E. c..
cues- Cognitive psychology and iniormation processing. New Jersey: L.E.A.,
ea la 1979 (pp. 6-7) . Trad., J. C. Loredo.]
mm-
entes
aro-
uteD
SUD
elido
DIDi-
JüHN SEARLE
(1932)

La filosofía de la mente es un ámbito de discusión sobre las relaciones


mente-cuerpo cuyo desarrollo ha ido íntimamente ligado al de la psicología
cognitiva. Entre los filósofos de la mente críticos con la identificación entre
el cerebro y el ordenador destaca J. Searle. Este autor obtuvo su doctorado
en Oxford y trabajó como profesor de filosofía en la Universidad de Berkeley.
Sus primeras publicaciones versan sobre la teoría de los actos de habla (de
su maestro Austin), pero su interés se ha ido centrado cada vez más en la filo-
sofía de la mente.
Aunque no excluye el uso heurístico de los programas informáticos como
simulaciones de la actividad mental humana, Searle rechaza la versión fuer-
te de la inteligencia artificial, es decir, la definición de la mente como un
mecanismo de cómputo (defendida por Turing o Simon y Newell).
A continuación podemos comprobar cómo explica Searle su argumen-
to de la «habitación china» . Se trata de un típico experimento mental o
imaginario, muy del gusto de los filósofos de la mente. En este caso se nos
invita a suponer qué pasaría si los mismos criterios que se aplican a la defi-
nición de la inteligencia artificial se aplicaran a la actividad humana real.
Según Searle, tal aplicación nos llevaría al absurdo de afirmar, por ejemplo,
que se puede dominar un idioma sin comprender los significados de sus
términos.

Lecturas recomendadas

RIvIERE, A., Objetos con mente. Madrid: Alianza, 1991. En el capítulo 4 se revi-
san las reacciones a lo que R ívíere denomina el desafío de Turing, entre ellas
la de Searle.
SEARLE, J. R., «Dos biólogos y un físico en busca del alma». Mundo Científico,
agosto, 1996, pp. 654-669 . Resume, comenta y critica libros de F. Crick, R.
Penrose y G. Edelman, autores relevantes en neurociencia y filosofía de la
mente. Al hacerlo, sintetiza él mismo su propia po sición teórica y discute los
problemas conceptuales típicos de las ciencias cognitivas.
348 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

La habitación china
[1984]

[...] Tener una mente es algo más que tener procesos formales o sin-
tácticos. Nuestros estados mentales internos tienen, por definición,
ciertos tipos de contenido. [...] Esto es, incluso si mis pensamientos se
me presentan en cadenas de símbolos tiene que haber más que las cade-
nas abstractas, puesto que las cadenas por sí mismas no pueden tener
significado alguno. Si mis pensamientos han de ser sobre algo, entonces
la cadenas tienen que tener un significado que hace que sean los pensa-
mientos sobre esas cosas. En una palabra, la mente tiene más que una
sintaxis, tiene una semántica. La razón por la que un programa de com-
putador no pueda jamás ser una mente es simplemente que un progra-
ma de computador es solamente sintáctico, y las mentes son más que
sintácticas. Las mentes son semánticas, en el sentido de que tienen algo
más que una estructura formal: tienen un contenido.
Para ilustrar este punto he diseñado un cierto experimento de pen-
samiento. Imaginemos que un grupo de programadores de computador
ha escrito un programa que capacita a un computador para simular que
entiende chino. Así, por ejemplo, si al computador se le hace una pre-
gunta en chino, confrontará la pregunta con su memoria o su base de
datos, y producirá respuestas adecuadas a las preguntas en chino. Su-
pongamos, por mor del argumento, que las respuestas del computador
son tan buenas como las de un hablante nativo del chino. Ahora bien,
¿entiende el computador, según esto, chino? ¿Entiende literalmente chi-
no, de la manera en que los hablantes del chino entienden chino? Bien,
imaginemos que se le encierra a usted en una habitación y que en esta
habitación hay diversas cestas llenas de símbolos chinos. Imaginemos
que usted [...] no entiende chino, pero que se le da un libro de reglas en
castellano para manipular esos símbolos chinos. Las reglas especifican
las manipulaciones de los símbolos de manera puramente formal, en
t érminos de su sintaxis, no de su semántica. Así la regla podría decir:
«tom a un signo changyuan-changyuan de la cesta número uno y ponlo
al lado de un signo chongyuon-chongyuon de la cesta número dos».
Supongamos ahora que son introducidos en la habitación algunos otros
símbolos chinos, y que se le dan reglas adicionales para devolver sím-
bolos chinos fuera de la habitación. Supóngase que usted no sabe que
los símbolos introducidos en la habitación son denominados «pregu n-
tas» de la gente que está fuera de la habitación, y que los símbolos que
usted devuelve fuera de la habitación son denominados «respuestas a
las preguntas». Supóngase, además, que los programadores son tan

I
~ PSICOLOGÍA JOHN SEARLE

buenos al diseñar los programas y que usted es tan bueno manipula


los símbolos que enseguida sus respuestas son indistinguibles de la:
un hablante nativo del chino. [...] Sobre la base de la situación tal ce
males o sin- la he descrito, no hay manera de que usted pueda aprender nada de 1
definición, no manipulando esos símbolos formales .
amientos se Ahora bien, lo esencial de la historieta es simplemente esto: en
ue las cade- tud del cumplimiento de un programa de computador formal desd
ueden tener punto de vista de un observador externo, usted se comporta exar
:0, entonces mente como si entendiese chino, pero a pesar de todo usted no enti
1 los pensa- de ni palabra de chino. Pero si pasar por el programa de computa.
iás que una apropiado para entender chino no es suficiente para proporcionar!
lIla de com- usted comprensión del chino, entonces no es suficiente para propon
un progra- nar a cualquier otro computador digital comprensión del chino. [...] Te
m más que lo que el computador tiene, como usted tiene también, es un prograi
tienen algo formal para manipular símbolos chinos no interpretados. Para repe
lo : un computador tiene una sintaxis, pero no una semántica. Todc
ito de pen- objeto de la parábola de la habitación china es recordamos un hec
omputador que conocíamos desde el principio. Comprender un lenguaje, o cier
imularque mente tener estados mentales, incluye algo más que tener un puñado
:e una pre- símbolos formales. Incluye tener una interpretación o un significa
su base de agregado a esos símbolos. Y un computador digital, tal como se ha de
chino. Su- nido, no puede tener más que símbolos formales, puesto que la oper
Imputador ción del computador [oo.] se define en términos de su capacidad para 1
hora bien, var a cabo programas. Yesos programas son especificables de mane
mente chi- puramente formal -esto es, no tienen contenido semántico-.
ino? Bien,
ue en esta
[SEARLE, J., Mentes, cerebros y cienci
iaginemos
Madrid: Cátedra, 1990 (Z." ed.) (pp. 37-39). Trad., L. Valdé:
: reglas en
specifican
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tría decir:
o y ponlo
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nos otros
Ilver sím-
sabe que
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DAVID E. RUMELHART

El grupo de investigación PDP (siglas de procesamiento distribuido en


. .Alo) se creó como resultado de las reuniones de trabajo que James L.
""""'and, David E. Rumelhart y Geoffrey E . Hinton mantuvieron a prin-
,.ci¡pios de los años 80 en el marco de un proyecto de investigación sobre
e _-IeLlS neurales en el Instituto de Ciencia Cognitiva de la Universidad de

«>5f Hnia. El grupo se formó con dieciséis investigadores de diversas insti-


la:ilJoes norteamericanas, y sus planteamientos pronto captaron el interés
.científicos cognitivos de todo el mundo, hasta el punto de constituir una
......nativa a la psicología cognitiva clásica, basada en el paradigma del pro-
ergmiento de la información.
La perspectiva del grupo PDP ha sido denominada conexionismo. Te-
........, en cuenta que conexionismo era también lo que planteaban psicó-
lIeos como Thorndike y Hull cuando entendían el comportamiento como
~ o de conexiones entre elementos discretos (por ejemplo estímulos
YRSpUestas), el PDP constituye, a decir de muchos historiadores, un nue-
. . conexionismo, preocupado por elaborar un modelo de funcionamiento
ClJBDitivo que refleje el de las conexiones neurales del cerebro humano. El
~ seleccionado pertenece a la presentación de los modelos PDP por par-
Ir de sus promotores. En él se resume el planteamiento teórico de estos
-.lelos y se presentan algunos ejemplos de actividades humanas simula-
_por ellos.

&etturas recomendadas

D. E., McCLELLAND, J. L. Y el Grupo PDP, Introducción al procesa-


. . . . .' HART,
miento distribuido en paralelo. Madrid: Alianza, 1992. A modo de «manifies-
to- del grupo PDP, este libro expone las bases teóricas y metodológicas del
conexionismo e incluye investigaciones realizadas desde esta perspectiva en
muy diversos ámbitos, como el aprendizaje, la percepción, la memoria o el
lenguaje.
bmRE, A., Objetos con mente . Madrid: Alianza, 1991. Magnífico recorrido por la
evolución de la psicología cognitiva hasta llegar a las actuales perspectivas
352 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA ~ DAVIl
!
~

conexionistas, que el autor comenta y valora al final del libro (véas e el últi- f
mo epígrafe del capítulo 10. pp. 220-227). 1 A
1t incn:
estér
mari
El procesamiento distribuido en paralelo naso
(1986] atrae
ofrec
de el
[Los modelos de procesamiento distribuido en paralelo o PDP] par- cológ
ten de la suposición de que el procesamiento de la información se pro- cirnie
duce mediante la interacción de un gran número de elementos procesa- satisf
dores simples llamados «unidades», cada una de las cuales envía señales nales
excitadoras e inhibidoras a otras unidades. En algunos casos, las uni- rade
dades representan hipótesis posibles sobre cosas tales como las letras ralezo
que hay en una configuración determinada o las funciones sintácticas
de las palabras que forman una frase. En estos casos, las activaciones
de las unidades vienen a representar las fuerzas asociadas con las dis- La mi
tintas hipótesis posibles, y las interconexiones entre las unidades repre-
sentan las limitaciones o restricciones que el sistema sabe que existen El
entre las distintas hipótesis. En otros casos, las unidades representan escala
objetivos y acciones posibles (como, por ejemplo, el objetivo de teclear te sec
una letra determinada o la acción de mover el dedo índice izquierdo) y las re
las conexiones ponen en relación estos objetivos con objetivos interme- despu
dios, los objetivos intermedios con acciones y las acciones con movi- de qu
mientos musculares. Hay también otros casos en los que las unidades tiene
no representan hipótesis u objetivos determinados, sino aspectos de a otrc
éstos. Así, por ejemplo, una hipótesis sobre la identidad de una palabra Evide
se encuentra a su vez distribuida en las activaciones de un gran núme- nizaci
ro de unidades. bir ne
¿P
Los modelos PDP: ¿ciencia cognitiva o neurociencia? apaTel
intent
sencill
Una razón que explica el atractivo de los modelos PDP es su incues- micro
tionable «aroma fisiológico». Parece que están mucho más ligados a la thardv
fisiología del cerebro que otros modelos de procesamiento de la infor- secuer
mación. El cerebro consta de un gran número de elementos con un ele- cación
vado nivel de interconexión [...], que aparentemente se envían entre sí humar
mensajes excitatorios e inhibitorios muy sencillos mediante los cuales todaví
ajustan sus excitaciones. Las propiedades de las unidades de muchos de cuenta
los modelos PDP que vamos a examinar más adelante están inspiradas na sec
en propiedades básicas de las estructuras neurales. [...] impree
:>SICOLOGÍA DAVID E. RUMELHART 35:

~e el últi- Aunque no cabe duda de que el atractivo de los modelos POP se VI


incrementado por su plausibilidad fisiológica y por el hecho de qu~
estén inspirados en estructuras neurales, éstas n~ son las .razones pri
marias por las que a nosotros nos resultan atractivos. Al fin y al cabo
nosotros somos científicos cognitivos y los modelos POP nos resultar
atractivos por razones psicológicas y computacionales. Estos modelos
ofrecen la posibilidad de llegar a damos una explicación, suficiente des

:>OP] par-
de el punto de vista computacional ypr~~isa desde el Dunto d~ vi~t~ ~s;.
cológico, de los mecanismos que hay detrás de los fenómenos del cono-
in se pro- cimiento humano, los cuales nunca han conseguido explicarse
: procesa- satisfactoriamente mediante formalismos computacionales convencio-
ia señales nales. Además, estos modelos han alterado radicalmente nuestra mane-
, las uni- ra de pensar sobre la organización temporal del procesamiento, la natu-
las letras raleza de la representación y los mecanismos del aprendizaje.
ntácticas
vaciones
1 las dis- La microestructura del conocimiento
es repre-
e existen El proceso del conocimiento humano, examinado mediante una
resentan escala temporal de segundos y minutos, presenta un carácter netamen-
e teclear te secuencial. Las ideas vienen, nos parecen prometedoras y, después,
tierdo) y las rechazamos; al intentar resolver un problema, seguimos pistas que,
interme- después, abandonamos y reemplazamos por ideas nuevas. Aunque pue-
m movi- de que el proceso no sea totalmente discontinuo, no cabe duda de que
tnidades tiene un carácter netamente secuencial, y las transiciones de un estado

I
-ctos de a otro se producen, pongamos por caso, dos o tres veces por segundo.
palabra Evidentemente, cualquier descripción que merezca la pena de la orga-
I núme- nización global del flujo secuencial del pensamiento tendrá que descri-
bir necesariamente una secuencia de estados.
t ¿Pero cuál es la estructura interna de cada uno de los estados que
aparece en la secuencia y cómo se producen estos estados? Cualquier
intento serio de construir un modelo incluso de los macropasos más
sencillos del conocimiento humano [...] requerirían un gran número de
incues- micropasos si se efectuasen secuencialmente. [...] (E)l soporte material
los a la (hardware) biológico resulta demasiado lento para que los modelos
1 infor-
secuenciales de su microestructura puedan proporcionarnos una expli-
un ele- cación plausible, por lo menos de la microestructura del pensamiento
entre sí humano. Y las limitaciones temporales, en lugar de mejorar, empeoran
cuales todavía más cuando los mecanismos secuenciales intentan tomar en
.hos de cuenta un gran número de limitaciones o restricciones. En una máqui-
liradas na secuencial, cada nueva restricción exige más tiempo, y, cuando son
imprecisas, las restricciones pueden acarrear un incremento explosivo
354 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA

del número de cómputos necesarios. En cambio, las personas ganan en


rapidez, no en lentitud, cuando son capaces de aprovechar restricciones
adicionales.
Los modelos de procesamiento distribuido en paralelo son una alter-
nativa a los modelos seriales de la microestructura del conocimiento.
No pretenden negar que hay una macroestructura, exactamente igual
que el estudio de las partículas subatómicas no niega la existencia de
interacciones entre los átomos. Lo que hacen los modelos PDP es des-
cribir la estructura interna de unidades mayores, igual que la física
subatómica describe la estructura interna de los átomos, que son partes
constitutivas de unidades mayores de la estructura química.
[...] En general, desde la perspectiva del PDP, los objetos a que se
refieren los modelos macroestructurales del procesamiento cognitivo se
consideran como descripciones aproximadas de propiedades emergen-
tes de la microestructura. A veces, estas descripciones aproximadas
pueden ser lo suficientemente precisas como para captar adecuada-
mente un proceso o mecanismo. Pero [...] muchas veces no consiguen
proporcionar explicaciones suficientemente elegantes o manejables que
capten el carácter extremadamente flexible y abierto del conocimiento,
que es lo que sus inventores pretendían originalmente. [...]

Ejemplos de modelos PDP

[...] Cómo coger un objeto sin caerse. [...] Hinton trabajó con una ver-
sión simplificada de esta tarea en la que utilizaba una «persona» bidi-
mensional provista de un pie, una pierna con un segmento inferior y
otro superior, un tronco, un brazo y un antebrazo. Cada uno de estos
miembros se encuentra conectado con el siguiente mediante una arti-
culación que posee un solo grado de libertad de rotación. La tarea a la
que tiene que enfrentarse esta persona es alcanzar un objetivo que se
encuentra situado en algún punto enfrente de ella, sin dar ningún paso
y sin caerse. [...] (E)l problema consiste en encontrar un conjunto de
ángulos de las articulaciones capaz de resolver simultáneamente las dos
restricciones que hay en la tarea. La primera es que el extremo del ante-
brazo toque el objeto. La segunda es que, para evitar caerse, la persona
debe mantener su centro de gravedad en la vertical del pie.
Para conseguirlo, Hinton asignó un solo procesador a cada articula-
ción. En cada ciclo computacional, cada procesador recibía informa-
ción sobre la distancia a la que se encontraba el extremo de la mano
respecto al objetivo, y sobre la posición que ocupaba el centro de gra-
(JíA DAVID E. RUMELHART 355

en vedad respecto al pie. Utilizando estas dos fuentes de información, cada


nes articulación ajustaba su ángulo para acercarse a los objetivos de man-
tener el equilibrio y hacer que el extremo del brazo se acercase al obje-
to. Al cabo de una serie de iteraciones, la persona «palote» adoptó pos-
er- turas que satisfacían la meta de alcanzar el objeto y la de mantener el
.to . centro de gravedad en la vertical de los «pies».
ual
de Aunque esta simulación fue capaz de realizar la tarea [...], adolecía
es- también de una serie de inconvenientes que derivaban del hecho de que
ica los procesadores de las articulaciones intentaban dar con una solución
tes cada uno por su cuenta, sin saber lo que las otras articulaciones inten-
taban hacer. Este problema se superó incorporando nuevos procesado-
res que se ocupaban de elaborar combinaciones de ángulos articulato-
se rios. [...] Con la incorporación de este tipo de procesadores, se redujo en
se gran medida el número de iteraciones necesario para alcanzar la solu-
m- ción, y la forma que adoptaba ésta presentaba un aspecto muy natural.
as
la-
en !i
[MCCLELLAND, J. L., RUMELHART, D. E. Y HINTON, G. E.,
ue
:0 ,
i1, «El atractivo del procesamiento distribuido en paralelo».
En D. E. Rumelhart, J . L. McClelland y el Grupo PDP, Introducción al

I, procesamiento distribuido en paralelo. Madrid: Alianza, 1992


(pp. 46-53). Trad., J. C. Gómez Crespo.]

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D
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JEROME S. BRUNER
(1915)

Jerome S. Bruner estudió con W. McDougall y E. G. Boring, h.


rante muchos años profesor en Harvard y ha dedicado sus último
docencia a la Universidad de Nueva York. Interesado ampliamente
los procesos de conocimiento, se ha distinguido siempre como ini
nuevos campos de investigación psicológica. Su interés por la teorf
lelo, además, a una profunda inquietud por los problemas sociales
tivos del ser humano.
No versará, sin embargo, el texto que aquí reproducimos sobre
cuestiones concretas a las que Bruner dedicó su atención; ni siqi
como sería esperable, a la teoría del New Look en percepción (dond
ra la percepción no meramente en función de los estímulos sino d
perspectiva activa) por la que suele ser incluido en los manuales de
de la Psicología. Nos parece más relevante referirnos aquí al Brur»
gonista de la revolución cognitiva que se inicia en los años 50 y a su
pación por la actual psicología cognitiva, a la que considera enredad,
blemas técnicos que son marginales a los propósitos y al impi
animaron a aquella revolución que él ayudó a crear. Para Bruner, e
por la mente como una entidad que procesa información está desvía
psicología de un objetivo más importante: comprender la mente COI
dora de significados y como producto no sólo biológico sino tambi é
ral. Esto le impulsa a lanzar una voz de alarma sobre la tecnificac
fragmentación de la psicología, que pueden alejarla de la comprensié
problemas verdaderamente importantes del ser humano.

Lecturas recomendadas

BRUNER, J. S., Acción, pensamiento y lenguaje. Madrid: Alianza, 1984. R


ción de artículos de Bruner que ofrecen una buena muestra de su c.
ción a la psicología actual.
BRUNER, J . S., Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva. :
Alianza,1995 (2.a ed.). Libro de donde hemos extraído el texto selecc
;8 LECTURAS DE HISTORIA DE LA PSICOLOGíA JEROME:

El autor defiende con concisión y claridad sus ideas acerca de la psicología. totalmei
Muy recomendable. tismo si
RPINTERO , H., Historia de las ideas psicológicas. Madrid: Pirámide, 1996. Los ca- Podr
pítulos sobre «La psicología cognitiva» y «La psicología contemporánea» del últir
(pp. 404-430) tratan sobre los antecedentes más inmediatos de nuestra actua- impulso
lidad psicológica.
se y teci
pleta qt
ejemplo
Los avatares de la psicología cognitiva ci án del
[1990] son pral
adopciói
Quiero comenzar adoptando como punto de partida la Revolución tabilidac
gnitiva. El objetivo de esta revolución era recuperar la «mente» en las Era i
ncias humanas después de un prolongado y frío invierno de objeti- ciencia (
no. Pero lo que vaya contar a continuación no es la típica historia suficient
progreso que avanza siempre hacia adelante. Porque, al menos en dujese u
opinión, actualmente esa revolución se ha desviado hacia problemas Con la I
1\"
: son marginales en relación con el impulso que originalmente la ~' estados ]
encadenó. De hecho, se ha tecnificado de tal manera que incluso ha J por sus
avado aquel impulso original. Esto no quiere decir que haya fraca- sino por
o: ni mucho menos, puesto que la ciencia cognitiva se encuentra sin «mente»
a entre las acciones más cotizadas de la bolsa académica. Más bien, desear, p
de que se haya visto desviada por el éxito, un éxito cuyo virtuosismo voz que .
ric o le ha costado caro. Algunos críticos sostienen incluso, quizá la nueva
stamente, que la nueva ciencia cognitiva, la criatura nacida de aque-
Me d
evolución, ha conseguido sus éxitos técnicos al precio de deshuma-
gen exag
r el concepto mismo de mente que había intentado reinstaurar en
vio subo]
sicología y que, de esta forma, ha alejado a buena parte de la psico-
cia cogni
l de las otras ciencias humanas y de las humanidades [...].
contribui
'ero, para empezar, vaya contarles sobre qué creíamos yo y mis maci ón y
~os que trataba la revolución allá a finales de los años 50. Creíamos a nadie (
se trataba de un decidido esfuerzo por instaurar el significado como dejado si
mcepto fundamental de la psicología; no los estímulos y las res- piraron e
tas, ni la conducta abiertamente observable, ni los impulsos biol ó-
; y su transformación, sino el significado. [...] Su meta era descu-
y describir formalmente los significados que los seres humanos [BRUlI
ian a partir de sus encuentros con el mundo, para luego proponer Madrid: J

:esis acerca de los procesos de construcción de significado en que se


oan. Se centraba en las actividades simbólicas empleadas por los
humanos para construir y dar sentido no sólo al mundo, sino tam-
1 ellos mismos [...] Creo que a estas alturas debería haber quedado
ILOGÍA JERaME S. BRUNER 35~

ología. totalmente claro que lo que pretendíamos no era «reformar» el conduc


tismo sino sustituirlo [...].
.os ca- Podría escribirse un ensayo absorbente sobre la historia intelectua
"ánea»
del último cuarto de siglo, intentando averiguar qué sucedió con e:
actua-
impulso originario de la revolución cognitiva, cómo llegó a fraccionar·
se y tecnificarse. Quizá sea mejor que la redacción de la historia como
pleta quede para los historiadores del pensamiento. [...] [Pero], pOI
ejemplo, algo que sucedió muy temprano fue el cambio de la construc-
ción del significado al procesamiento de la información. Estos dos ternas
son profundamente diferentes. El factor clave de este cambio fue la
adopción de la computación como metáfora dominante y de la compu-
aci ón tabilidad como criterio imprescindible de un buen modelo teórico. [...]
en las Era inevitable que, siendo la computación la metáfora de la nueva
bjeti-
rtori a
I ciencia cognitiva, y la computabilidad el criterio necesario, aunque no
suficiente, de la funcionalidad de una teoría en la nueva ciencia, se pro-
os en
emas
tte la
r
~ .
dujese un resurgimiento del antiguo malestar respecto al mentalismo.
Con la mente equiparada a un programa, ¿cuál sería el status de los
estados mentales (estados mentales a la vieja usanza, identificables no
50 ha por sus características programáticas en un sistema computacional,
raca- sino por su vitola subjetiva)? En estos sistemas no había sitio para la
a sin «mente» (emente» en el sentido de estados intencionales como creer,
bien, desear, pretender, captar un significado). No tardó mucho en alzarse la
ismo voz que pedía la erradicación de estos estados intencionales dentro de
[uiz á la nueva ciencia. [oo.]
ique-
urna- Me doy perfecta cuenta de que posiblemente estoy dando una ima-
ar en gen exagerada de lo que sucedió con la Revolución Cognitiva cuando se
sico- vio subordinada al ideal de la computabilidad en el edificio de la cien-
cia cognitiva [oo.]. (N)o cabe ninguna duda de que la ciencia cognitiva ha
contribuido a nuestra comprensión de cómo se hace circular la infor-
. mis mación y cómo se procesa. Como tampoco le puede caber duda alguna
unos a nadie que se lo piense detenidamente de que en su mayor parte ha
:amo dejado sin explicar precisamente los problemas fundamentales que ins-
res- piraron originalmente la Revolución Cognitiva.
ioló-
escu-
anos [BRUNER, J., Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva.
oner Madrid: Alianza, 1995 (Z." ed.) (pp. 19-27). Trad. , J. C. Gómez Crespo y
le se J. L. Linaza.]
r los
tam-
Iado

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