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Semana09 Kallasvuo PDF
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Es fácil suponer que los relatos de los líderes reflejarán los éxitos y fracasos de sus
organizaciones. Si una compañía ha sufrido un contratiempo visible —como por
ejemplo el retiro de un producto del mercado o la lucha por la delegación de voto de los
accionistas— parecería obvio que el incidente haya puesto a prueba el temple del
director ejecutivo. De igual manera, cuando una compañía es reconocida por una
cualidad, como la innovación o la estrategia, esperamos que la misma se vea reflejada
en la propia carrera del líder. En contextos como éstos, los líderes nos revelan su
verdadera esencia. Pero en las páginas que siguen a continuación, a menudo vemos lo
que ellos descubrieron sobre sí mismos en un momento clave, menos público.
Humildad
Ser humilde no significa permanecer callado o carecer del coraje para decir lo que uno
piensa. El coraje y la humildad se complementan más de lo que se contradicen. Las
personas que han sufrido humillaciones por haber fracasado tienen más valor para
enfrentar las dificultades. Ya han vivido esa situación, y entienden que no todo es fácil.
Pero la humildad sí significa poner las propias contribuciones en perspectiva. Significa
entender que como Gerente General, tu papel es servir a la compañía.
Las exigencias a las que se ven sometidos los líderes corporativos son tan enormes
que muchos gerentes generales entienden que si no dan el 101% no triunfarán. Para
mí, esta revelación tuvo lugar a mediados de la década de los 90 cuando trabajé en el
extranjero durante dos años. Fue entonces cuando tomé la decisión de que ese sería el
rumbo de mi vida. Comprometerme con el éxito de la compañía y brindarme
plenamente para lograr este objetivo.
A la vez, esa perspectiva te ayuda a entender en qué medida uno depende de los
demás, otra lección de humildad. Cuando hace 19 años tuve por primera vez un equipo
a mi cargo, aprendí a aceptar el hecho de que ya no era un profesional trabajando por
cuenta propia. Tenía que gestionar de tal manera que fueran otras personas las que
implementaran los objetivos, no yo. Cada año que pasa, esa lección se continúa
verificando. Desde enero de 2007 Nokia cuenta con 100,000 empleados, y es muy
poco lo que yo puedo hacer solo. Pero es mucho lo que puedo hacer con mi equipo.
Intuición
Pero también existen otras situaciones en las que los líderes deben tomar decisiones
importantes por sí solos. Muchas veces cuando surgen oportunidades de expandir los
negocios o realizar cambios considerables, la organización interna sólo te habla
acerca de los riesgos que enfrentarás y sobre todo lo que puede ir mal. Cuando el peso
de la evidencia se inclina demasiado hacia un lado, dependerá de ti tener la confianza
necesaria para hacer valer tus convicciones en contrario.
Con frecuencia, la resistencia tiene mejores argumentos que ese. Recuerdo las
discusiones hace cuatro años cuando Roche compró el interés mayoritario en una
compañía japonesa. Estaba firmemente establecida la idea de que no se podía
comprar una compañía japonesa y tener éxito. Las compañías occidentales que lo
habían intentado nunca habían logrado ser reconocidas como participantes japoneses
en Japón, sino más bien como firmas extranjeras dentro del mercado japonés.
Teniendo en cuenta cómo se hacen los negocios allí, es difícil entender y avanzar en
el mercado, especialmente si no se habla el idioma. También es cierto que Roche ya
tenía una presencia en el mercado japonés bajo su propia marca. Como parte del trato,
habíamos acordado dejar de lado esta opción, integrar las operaciones, la
administración y los productos con los de la compañía japonesa. Mi colegas no tenían
ninguna certeza de que valiera la pena abandonar lo que habíamos logrado conseguir
a lo largo de 75 años.
En caso de tener que retractarme, no lo hago de manera dramática. Más bien, vuelvo a
analizar el acuerdo, luego, quizás, me doy cuenta de que el riesgo es excesivo, los
términos un poco imprecisos, o hay demasiada flexibilidad. Soy abogado, por lo tanto si
no siento confianza, quiero que hasta el más mínimo detalle esté especificado. El
acuerdo con la compañía japonesa consistió en un documento de apenas dos páginas
que la contraparte y yo firmamos. Se lo entregamos a los abogados y a los asesores
financieros y les dijimos, "Esto es lo que tienen que lograr que suceda."
Visión
Mi amigo era el gerente de desarrollo de un proyecto situado a orillas del mar en San
Francisco llamado Golden Gateway, que incluía el edificio Alcoa, una nueva e
importante torre de oficinas. La conversación despertó mi interés. Pensé que este
trabajo vinculado a "locales comerciales para arrendar" podía convertirse en una
empresa redituable.
Así que alquilé una oficina y cuatro tableros de dibujo, contraté a un dibujante técnico y
acepté la oferta de mi amigo. No era el mejor momento para asumir un riesgo
empresarial. Tenía una mujer y tres hijos que mantener y un ahorro de $200. No puedo
alegar que tenía ninguna perspectiva empresarial. En la universidad de arquitectura no
se ofrece prácticamente ninguna capacitación comercial. Pero conversé con las
personas que trabajaban para las compañías legales, financieras y de asesoría que
eran arrendatarias del espacio comercial. Indagué sobre lo que hacían y cómo
trabajaban. Me impresionó profundamente la manera en que las organizaciones
funcionan dentro de un espacio determinado, Al poco tiempo me di cuenta de que
existía la oportunidad de profesionalizar los locales para arrendar, analizar los
requisitos de espacio de las distintas funciones empresariales y brindar un nuevo nivel
de servicio.
Para entender qué tan diferente era esta perspectiva basada en el cliente, basta
considerar que uno de los lemas más antiguos de la profesión era: "Haría un excelente
proyecto si no fuera por el cliente". Siempre se dice en son de broma, pero los
arquitectos hacen referencia a sus proyectos como si se tratara de sus propios edificios
cuando en realidad el edificio pertenece a los clientes. Con el tiempo comprendí que lo
más importante en la arquitectura es el usuario del edificio. No es sólo lo que se ve de
afuera, se trata del ambiente que uno logra crear adentro.
La decisión más importante que tomamos fue deshacernos del sistema de estrellato:
fuera de Gensler, la profesión aún gira en torno al "nombre" del arquitecto. Pero un
proyecto enormemente complejo no puede recaer sobre una sola persona.
Respaldando a esa persona hace falta una estrella para conseguir el proyecto, una
estrella para diseñar el proyecto, una estrella para documentar el diseño, una estrella
para construirlo, una estrella para cobrar los honorarios y una estrella para dirigir la
empresa. Hemos construido una cultura de trabajo en equipo donde todos somos
estrellas, no importa el papel que nos toque desempeñar en el proyecto.
Para 1995, "Gensler and Associated Architects" había evolucionado hasta poder
ofrecer muchos servicios distintos además de la planificación de espacios comerciales:
arquitectura, consultoría, estrategia de marca, diseños de producto, planificación
maestra y diseño de interiores. Quizás no me debería haber sorprendido cuando
nuestro grupo de estrategia de marcas y gráficos sugirió sacar la palabra "arquitectos"
de nuestro nombre. Ya había dejado de definir los servicios de asesoría más amplios
que ofrecemos. Aún así, para mí fue una decisión angustiosa. Como la mayoría de las
personas en esta profesión, creo que el diseño está en mi sangre. A los cinco años le
decía a las personas que sería arquitecto y en la facultad de arquitectura en Cornell me
gradué con honores. Mi profesión ha sido un factor clave en determinar mi identidad.
Perspectiva
Para la mayoría de las personas es difícil ver la realidad del sistema en el que viven, y
quizás ésta sea una de las pruebas que debe enfrentar un líder. La misma falta de
perspectiva a menudo impide que las personas vean cómo están limitados por sus
propios pensamientos. Después de que Rolf, la compañía que fundé, comenzó a crecer
rápidamente en los años 90, llegué a reconocer cómo la actitud de algunos de mis
ejecutivos rusos estaba creando riesgos que ellos no percibían. Por ejemplo, a fines del
2000, teníamos que pagarle a una firma de construcción austríaca varios millones de
dólares conforme a un contrato que ya se había cumplido. Pero justo cuando se
aproximaba la fecha del pago, hubo un cambio en las reglamentaciones aduaneras
rusas, que llevó a un aumento en la demanda de automóviles. Para satisfacerla,
tuvimos que importar muchos más vehículos que los planeados originalmente.
"¿Podremos conseguir el dinero"? Le pregunté al director de finanzas. "Sí", me dijo, "si
dejamos de pagarle a los austríacos". Llamé y negocié un mes de gracia. Pero de
alguna manera, pasaron tres meses y la factura seguía impaga. La actitud de mi
director de finanzas era "¿Y qué? El retraso en el pago está sujeto sólo a una pequeña
multa". Él no tenía noción de que esto no sería visto de la misma manera en otros
lugares del mundo, donde el retraso en un pago se considera incumplimiento y es una
catástrofe. De hecho, ya habían empezado a circular rumores.
Luego de este incidente le dije, "Escucha hombre, te quiero mucho y cuando quieras
vamos a bailar o a pescar, pero voy a tener que nombrar a otro director de finanzas,
uno cuya mentalidad corresponda a la de nuestros socios extranjeros". Esa persona
resultó ser Matt Donnelly, el irlandés que recientemente nombré Gerente General del
grupo empresarial.
El énfasis que pusimos en nuestra reputación rindió frutos. El año pasado, por ejemplo,
logramos obtener un préstamo de $350 millones bajo términos favorables de un grupo
de bancos occidentales, ahorrándonos el interés astronómico que hubiéramos pagado
en Rusia.
Una cosa es administrar una compañía de $10 millones de dólares y otra manejar una
empresa que genera miles de millones. Es necesario adoptar una estrategia distinto, y
no todos pueden hacer esa transición. Cuando me he visto en la necesidad de realizar
cambios a nivel gerencial, mucha gente se ha ofendido. “¿Por qué hiciste eso”, me han
preguntado, ”cuando todo iba tan bien? Las ventas no habían mermado...” Pero uno no
se puede sentar en los laureles y esperar que empiecen a bajar. Si uno tiene la
capacidad de ver las limitaciones en una situación, se pueden tomar medidas para
transcenderlas.
Pasión
En 1984, Alan Klapmeier fundó junto con su hermano Dale Cirrus Design, una
compañía de fabricación de aviones privados con sede en Duluth, Minnesota.
A mediados de los años 80 estaba volando con un instructor y sufrí una colisión aérea
con otro avión pequeño. Apenas conseguimos aterrizar sanos y salvos y
lamentablemente fui testigo de cómo el otro avión se estrelló. La persona que murió
resultó ser un amigo mío que había despegado de un aeropuerto cercano. Siempre me
gustó volar: tanto a mi hermano Dale como a mí nos apasiona la aviación desde niños.
Pero desde que tuve el accidente, también soy un apasionado de la seguridad
operacional de la aviación.
Probablemente por eso, cuando una compañía llamada Ballistic Recovery Systems
desarrolló un paracaídas funcional para aviones, fuimos los primeros fabricantes de
aviones en demostrar interés. Nuestra compañía, Cirrus Design estaba comenzando a
ser reconocida en la industria; la gente de BRS ya había llamado a todos los demás.
Cuando dijimos que sí, casi no lo podían creer, pero se ajustaba perfectamente a lo
que estábamos tratando de hacer.
Al conversar con personas a quienes les gusta volar pero no son pilotos, es normal
escuchar la misma queja. "Siempre quise aprender, pero es tan caro", dicen, mientras
suben a su Lexus y enfilan para el club de golf más cercano. Es una excusa, porque no
quieren admitir que es demasiado difícil o tienen miedo. Los diseñadores de aviones
privados necesitan responder a este temor de dos maneras: cambiar la percepción de
las personas, porque volar es mucho más seguro de lo que piensa la mayoría, y
cambiar la realidad, porque también es más peligroso de lo que podría ser. Un
paracaídas en el avión es la respuesta a ambas cuestiones. Y también otra innovación
que incorporamos al mercado, una pantalla de vuelo más intuitiva.
Las ventajas de la nueva PFD, lo que la industria ahora llama "la cabina de cristal",
eran indiscutibles. Los pilotos son más propensos a los accidentes cuando usan reglas
de vuelo instrumental (IFR), cuando la visibilidad es limitada, que cuando están usando
reglas de vuelo visual (VFR) en un día despejado. Aquellos que han cometido errores
reconocen que a veces se debe a una lectura indebida de los instrumentos. Se
denomina escaneo al método de lectura de los instrumentos de medición que los
pilotos tienen frente a ellos y que les permite orientarse: miran el horizonte artificial,
luego el anemómetro, luego nuevamente el horizonte artificial, luego el altímetro, luego
nuevamente el horizonte artificial, luego el curso, y vuelven a empezar por el principio.
La referencia constante al horizonte artificial es necesaria porque es la única manera
de orientarse cuando el horizonte natural no resulta visible. Si cualquier distracción en
la cabina (algo tan insignificante como girar el botón de la radio) provoca la distracción
del piloto, es muy fácil perder la orientación.
Los pilotos usan los mismos indicadores cuando vuelan VFR. Pero si tienen dificultad
para leer los instrumentos, rara vez se meten en aprietos porque le llega información
por el rabillo del ojo que los alerta sobre un cambio en su actitud. Lo que
comprendimos es que la tecnología informática puede reemplazar el pequeño y
pintoresco indicador con un horizonte artificial que abarque el ancho de la cabina. Esa
imagen de lado a lado, montada de manera horizontal en vez de vertical, es similar a
poder ver el horizonte verdadero. Si combinamos esto con un mapa móvil, grande y la
nueva PFD, el piloto evita el desgaste de energía que implica formarse una imagen
mental de lo que está haciendo el avión. El piloto pasa de ser un recopilador de datos
para convertirse en una persona que toma decisiones. En definitiva: es más seguro.
Pero aunque esta innovación parezca muy lógica, nunca hubiera llegado al mercado
sin nuestro compromiso total. Cuando asistíamos a exhibiciones aeronáuticas y le
comentábamos a la gente las características que estábamos diseñando y cómo
cambiarían la industria, la gente literalmente se reía. Mi propia junta directiva trato de
impedir que introdujera esta innovación en el mercado. En su defensa debo decir que
acabábamos de gastar $100,000 en un estudio de mercado y, que en la opinión de los
encuestados esta innovación fue la que despertó menor interés. Pero yo dije: "No se
puede hacer una pregunta a una persona que no la entiende y tomar una decisión en
base a su respuesta. No entienden lo bueno que será el producto: cómo cambiará la
manera en que vuelan, cómo cambiará la seguridad, cómo cambiará la funcionalidad.
Simplemente están equivocados". Sabía que estaba poniendo en juego la existencia de
la compañía, y así lo dije. También sabía que sería mi total responsabilidad si
fracasábamos.
Y compliqué aún más las cosas insistiendo en que esta nueva excelente tecnología
debía incorporarse a todos nuestros aviones, incluso a nuestro modelo básico. Sabía
que muchos pensaban que debía ser una opción de lujo, pero yo opinaba exactamente
lo contrario: que tenía que ser para quienes compraran un avión por primera vez
porque al facilitarle las cosas obtendríamos su lealtad.
Todos lo que sienten pasión por el futuro de la aviación general deberían verlo de esta
manera. Cuando es más fácil volar, la gente vuela con más frecuencia, y cuando
vuelan con más frecuencia, descubren que volar les brinda un valor mayor y continúan
haciéndolo. Esto beneficia a toda la industria. La actitud de algunos pilotos me
sorprende. Recuerdo la queja de uno de ellos luego de una presentación que hice en
una exhibición aeronáutica en Oshkosh a mediados de los años 90. "Si piensa
implementar todo lo que me dice", dijo él, "entonces cualquiera podrá volar". "Sí", le dije
"esa es justamente la idea".
Hay que sentir mucha pasión para lograr un cambio dentro de la industria, y no sólo
porque está llenos de escépticos. La pasión también es necesaria para superar todos
los obstáculos. En muchas industrias, cuando ocurre un fracaso existe la tendencia de
abandonar toda la estrategia y orientarse hacia otro rumbo. No hay suficiente pasión, o
perseverancia, o convicción de que la idea original es la correcta. La gente se encoge
de hombros y dice, "Bueno, eso no funcionó". Dejémoslo y empecemos algo distinto",
en vez de decir, "Bueno no funcionó, ¿pero qué es realmente lo que no funcionó?"
Al poco tiempo de fundar Cirrus Design tuvimos que enfrentar una situación de este
tipo. Era una semana antes de Oshkosh y estábamos probando un prototipo para
nuestro primer avión. Yo hice el vuelo de prueba con uno de los ingenieros, Dean
Vogen, sentado en el asiento de la derecha. Mi hermano y nuestro ingeniero principal
iban en el avión acompañante. Mientras uno de los empleados cerraba el
compartimiento del motor, me preguntó si quería que esperara mientras ponía algunos
nuevos extinguidores de fuego. El avión contaba con protección automática contra
incendios, pero los cilindros de protección contra incendios habían explotado el día
anterior cuando el motor se sobrecalentó. Le dije, "No, simplemente volverán a
reventar". Estaba ahorrando $25 en extinguidores de fuego.
Fue al poco tiempo del despegue que observé a mi lado al avión acompañante y
escuché al ingeniero principal gritar, "¡Fuego!". ¡Fuego! ¡Fuego!" Aterrizamos el avión
en una pradera aproximadamente a una milla de la pista, salimos y nos quedamos
mirando cómo se incendiaba. Luego nos juntamos todos, éramos unos 20, y fuimos al
restaurante local de Pizza Hut. "Las buenas noticias", dije, "son que se quemó
completamente; imagínense todo el trabajo que hubiéramos tenido esta semana si sólo
se hubiera dañado". Todos se rieron un poco y luego hablamos sobre cómo retomar el
rumbo. Cuando nos íbamos, alguien dijo, "No lo puedo creer, asumí que era el fin de la
empresa. Quiero decir, acabamos de perder el prototipo". "No", dijimos nosotros, "aún
pensamos que tenemos razón". Existe un mercado y entendemos la tecnología. Vamos
a lograr que funcione.
Convicción
Cuando uno es un líder, pero no el líder de una empresa, tiene que poner a prueba sus
capacidades en todo momento. Al comienzo de mi carrera en Coca-Cola África, tomé
una decisión que consideraba correcta en ese entonces, pero lamentablemente los
resultados a corto plazo no me daban la razón. Por el contrario, mi criterio estaba
afectando negativamente a la compañía en volúmenes de venta y de la participación en
el mercado. Recuerdo que sentí mucha presión para revertir la decisión y reducir las
pérdidas.
La situación era la siguiente: en esa época Coca-Cola Company era, y aún lo es, una
empresa muy competitiva. El crecimiento en los volúmenes de venta y de la
participación en el mercado era esencial, queríamos registrar un aumento continuo en
el consumo per cápita de nuestros productos. Pero llegué a la conclusión de que esta
estrategia estaba afectando la salud general de nuestro sistema comercial,
especialmente para nuestros socios indispensables: los embotelladores.
Aprendizaje
Quizás las cosas hubieran sido diferentes si previamente no hubiera tenido que
enfrentar una difícil experiencia de desarrollo personal que mejoró mi capacidad de
gestión. Cuando llegué a Polonia en 1989 desde Londres donde había trabajado para
Andersen desde que me gradué del London School of Economics, mi tarea consistía en
construir de cero la oficina de Andersen en Polonia. Después de algunos años,
habíamos obtenido excelentes resultados y desarrollado una base de clientes más
rápidamente que la competencia.
Poco tiempo después, nuestro principal cliente dejó de pagarnos por dos negocios
importantes. El incumplimiento de pago me dejó en una situación difícil y tuve que dar
explicaciones a mis jefes. Manuel me recriminó: "Mira adonde te ha llevado la
arrogancia. Pretendías ser un súper hombre, creías que lo podías hacer todo. Y ahora
nos pides comprensión y perdón." Me dijo que tenía que cambiar. Tenía que dejar de
alardear y de tratar de dominar a las personas. Tenía que volver a ganarme el respeto
del personal. Tenía que lograr que volvieran a confiar en mí como líder y brindar apoyo
a los empleados en los buenos y en los malos momentos. Añadió que no debía
sobreestimar el poder de la participación personal en el trabajo diario del equipo,
porque el éxito surge del trabajo en equipo.
Los cambios personales y de conducta que tanto mi equipo como yo logramos nos
ayudaron durante la época crítica de Andersen. De repente, todo lo que mis
compañeros y yo habíamos trabajado tanto para lograr estaba a punto de colapsar. Se
puso a prueba mi liderazgo. No sabía cuántas personas se quedarían conmigo y
cuántos confiarían en mi durante los meses más duros, mientras estábamos
negociando la fusión con E&Y y nuestros competidores estaban tratando de comprar a
nuestros consultores. No obstante, logramos salir victoriosos de esta prueba, y hoy en
día E&Y Polonia va por el camino del éxito.