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Teórico 2 - Viernes 28 de Agosto de 2020-Corregido PDF
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Italia en el momento en que se produce el ascenso del fascismo, en la década del ’20
del siglo XX, tuvo un interés particular en el hecho de establecer una estrecha relación con
el mundo germánico y también, por supuesto, el de revalorizar el pasado romano. Había
una necesidad desde lo político de creer que las lenguas itálicas de origen indoeuropeo
constituían una unidad sólida. Es por ello que nos encontramos con algunos filólogos que
sostenían una cercanía importante entre los itálicos y los celtas. Entonces, se hablaba de una
unidad lingüística ítalo-céltica. Pero, en definitiva, nada de esto se puede establecer con
certeza. Principalmente, cuando las cuestiones lingüísticas están atravesadas por otras
necesidades y, muchas veces, se ven contrastadas por los datos arqueológicos.
Por lo tanto, podemos pensar que, a partir del segundo milenio a.C.,. aquellos
grupos que inicialmente estaban asentados en el centro de Eurasia, se movieron hacia
occidente de manera progresiva; en su andar hubo detenimientos, por ejemplo, en la zona
del Danubio y, a su vez, estos grupos penetrarían las distintas penínsulas hasta llegar al
Océano Atlántico.
En la parte central de Italia, se encuentran los Apeninos. Esta cadena montañosa va
a funcionar como límite de los dos grupos lingüísticos que la filología pretende señalar. Son
dos asentamientos distintos en el tiempo, uno es más antiguo que el otro. El más antiguo es
el que corresponde al grupo de los latinos, reconocidos como descendientes de las
poblaciones que habitaban palafitos o “terramaras”, debido a la zona pantanosa de su
ubicación.
Acerca del poblamiento de Italia, podríamos decir mucho más. Pero simplemente mi
idea es mostrarles un panorama básico, mínimo. Pero cuando lean la Eneida (porque alguna
vez la van a leer, sin lugar a dudas) verán que no hay mejor descripción de los pueblos
itálicos que la que hizo Virgilio en el Libro VII, en lo que se conoce como el “Catálogo de
tropas”. La Eneida es el gran poema épico, porque sintetiza muchos de los elementos
culturales del Mediterráneo; no por nada Dante Alighieri pone a Virgilio como aquel que lo
lleva al Infierno. Virgilio toma el tópico del catálogo de las naves homérico y lo resignifica
en el catálogo de las tropas itálicas que se van a enfrentar al invasor troyano, el príncipe
Eneas. La enumeración que hace Virgilio, el conocimiento que demuestra tener sobre estos
pueblos, es una mirada hacia la propia interioridad del país y hacia el pasado de su
“nación”, siendo él también un hombre de provincia.
Contamos con un documento, el más antiguo (aparentemente entre los siglos VII–VI
a.C.), la llamada “fíbula” de Preneste o prenestina. Es el documento más antiguo que se
puede considerar escrito en lengua latina. (Una fíbula es una “hebilla”). En lo que respecta
a la dirección de la escritura que se encuentra en los documentos es variada; la mayor parte
es de escritura sinistrorsa (de izquierda a derecha, tal como la conocemos), raro es que
encontremos escritura dextrorsa (es decir, de derecha a izquierda). La fíbula mencionada
tiene esta dirección; no obstante se la ha considerada una falsificación del s. XVIII, lo que
ha generado controversias entre los paleógrafos.
Pasemos a ver qué sucede con el alfabeto. Un antiguo profesor mío decía que el
latín se habla tal cual se escribe, con algún guiño al respecto, porque veremos que no es tan
así. Sí podemos afirmar que el alfabeto inicial latino está constituido por veintiún
caracteres, y no todos estos caracteres son comunes al alfabeto jónico-ático. Es decir: hay
algunas representaciones grafemáticas que son diferentes, como producto de la relación con
las poblaciones de origen dórico que habitaban la región meridional de Italia.
Con respecto a la LL, esta no existe desde un punto de vista fonológico. Pero sí nos
encontraremos con muchas palabras que presentan consonantes dobles o geminadas. Por
ejemplo: ancilla. En la emisión de la palabra se sostiene la presencia de la doble /l/. Un
dato para tener en cuenta: la ortografía de las consonantes geminadas se fija hacia el siglo II
a.C. Piensen que la literatura latina comienza en el siglo III a.C. Ya hablaremos de qué
significa empezar a instituir una literatura latina en relación con la periodización de la
lengua.
Pero, procedamos con las consonantes de una manera más ordenada. Las
consonantes se pueden clasificar por su punto de articulación y por su modo de
articulación.
Por un lado, tenemos las oclusivas (modo articulatorio que se caracteriza por una
especie de obturación de la cavidad oral y el sonido explota en su paso por ella). Si
hablamos de las oclusivas labiales, nos encontramos con la /p/ y la /b/: la /p/ es sorda y la
/b/ es sonora (esta diferencia se da si vibran o no las cuerdas vocales cuando pasa el aire
entre ellas: si no vibra es sorda, si vibra es sonora). Esto es exactamente lo mismo que
sucede en castellano.
¿Qué sucede con las oclusivas dentales? Acá tampoco vamos a encontrar diferencia
alguna: la /t/ (sorda) y la /d/ (sonora).
Sigamos, entonces, hacia atrás en la cavidad oral: nos “encontramos” con las
oclusivas guturales o velares o palatales posteriores. Acá vamos a tener la primera e
importante diferencia, esta diferencia se va a dar en la velar sorda. El latín cuenta con
tres representaciones grafemáticas para este sonido: /k/, /c/, /q/. Algunos sostienen que la
invisibilidad de la gutural sonora es producto de la influencia etrusca, ya que los etruscos
no dirimían entre lo sordo y lo sonoro. Sin embargo, ante la necesidad de contar con una
lengua sin ambigüedades, se tiende a normativizar. Es lo que ocurre con toda lengua que se
convierte en un instrumento de dominación. Pero durante un período bastante importante
nos vamos a encontrar con la tríada de /k/, /c/, /q/ para la velar sorda.
La /k/ nos remite a la kappa griega. La /q/, como señala Bassols de Climent, se
relaciona con una gutural sorda que contaban algunos alfabetos griegos, la qoppa (Ϙ).
Estas son las velares sordas, ¿pero qué pasa con las sonoras? Velar sonora es la /g/.
El latín no la tenía. Se vuelve una necesidad desambiguar, y en consecuencia la /g/ es una
/c/ a la que se le ha agregado un trazado. Esto se produce hacia el siglo III a.C. Al igual
que ocurre con la velar sorda, la velar sonora siempre suena igual. Es castellano
decimos “geranio” donde la /g/ suena como una fricativa velar, pero en latín no. En latín,
siempre se lee una velar sonora: por ejemplo, genitalis.
Pasamos a las fricativas, otro modo de articulación que se produce como una
suerte de fricción a la hora de la emisión del sonido. Contamos con una fricativa, la /f/.
Esto marca una diferencia con respecto al griego, porque en latín no hay consonantes
aspiradas. El grafema F recuerda a la digamma (Γ). Pero la digamma griega no suena
como la /f/ sino que nos remite a una labiovelar (w).
La /f/ es una fricativa sorda. No hay fricativas sonoras, salvo que consideremos
dentro de las fricativas a las sibilantes. Cuando hablamos de sibilantes, hablamos de la
/s/ -sibilante sorda- y la /z/ -sibilante sonora-. Esta /z/ en el siglo IV a.C. desaparece por
un fenómeno que ocurre en todo el Mediterráneo, conocido con el nombre de rotacismo. El
rotacismo es un fenómeno que convierte a las sibilantes en vibrantes, sobre todo en
posición intervocálica. La /z/, entonces, ya no tuvo ningún valor y su lugar en el abecedario
lo ocupó la /g/. Y la /z/ aparece, como consonante compuesta (sonido dental más sibilante)
ocupando el último lugar del abecedario en el siglo II d.C., para aquellas palabras de origen
griego, como zelus. Entonces, el alfabeto resultante es:
Nos quedan las nasales. No hay mucho para decir con respecto a las nasales. Las
nasales se pueden geminar; por ejemplo, como vimos en annus. Pero, ¿cuál es el punto de
articulación? La /m/ es una nasal labial, la /n/ es una nasal dental. Lo que puedo ocurrir es
que la /n/ en una palabra como (angulus) –no desde el punto de vista de la representación,
pero sí desde el punto de vista fonológico– la /n/ precedida de una velar, también se
velariza. Esto es lo que los griegos llaman agma (ŋ). En latín no hay un grafema que lo
represente sino que solo hay una distinción fónica.
Una última cosa en relación con las consonantes. Mencioné que no hay consonantes
aspiradas en latín. Aparecen consonantes oclusivas con aspiración precisamente en el
momento en que entre en el vocabulario latino un gran número de palabras griegas. Es el
producto de la conquista de Roma sobre Grecia.
Ahora, pasaremos a las vocales. En latín existen diez vocales: cinco breves y cinco
largas. Se representan gráficamente iguales. El hecho de ser largas o breves es una cuestión
fónica: la emisión de una vocal larga estaría representada por una emisión sostenida frente a
la emisión de una vocal breve. Esto influye necesariamente en la acentuación de la
palabra. Por eso, resulta muy importante tener en consideración algunas pocas reglas.
Las breves: ă – ĕ – ĭ – ŏ – ŭ.
Los diccionarios marcan la larga, sobre todo la penúltima que es la que vamos a
necesitar para la acentuación de las palabras. El Vox, uno de los diccionarios más comunes
al que suelen acceder les estudiantes, no marca las breves, pero sabemos que cuando no
las marca, esas vocales son breves.
La /i/ y la /u/ son, además de vocales, semivocales que seguidas de una vocal
pueden funcionar como consonantes. Por ejemplo: iam (esto es lo que luego ha dado
“ya”). Otro ejemplo: uulgus. La /i/ semivocal que funciona como una consonante seguida
por una vocal, se representa también con una /j/. Y la /u/ semivocal seguida por una vocal y
que funciona como consonante se representa con la /v/. La /j/ y la /v/ son denominadas
consonantes ramistas, porque fue Petrus Ramus, un humanista del s. XVI, quien
diferenció las semivocales funcionando como consonantes con un nuevo grafismo.
Pasamos ahora a los diptongos. En latín, los diptongos son tres; pero hay un cuarto
que ha quedado en algunas palabras como la interjección heus. No obstante, los diptongos
para el latín clásico son:
au – oe – ae
Tanto /oe/ como /ae/ no son diptongos en castellano. En el caso de /oe/, este
proviene de un antiguo diptongo /oi/ y /ae/ proviene de un antiguo diptongo /ai/.
Será fundamental tener en cuenta los diptongos porque estos funcionan como si
se tratara de una vocal larga. De modo que aquellas sílabas que tengan un diptongo,
serán sílabas largas. Así como las sílabas que tengan una vocal larga serán sílabas
largas.
a – moe – nus.
Otro caso para no olvidar: la forma verbal coegi. Es la unión de la preposición cum
con el verbo ago. Por eso, en este caso, -oe- no forma diptongo. Esto ya lo veremos, ahora
créanme de que es así. Por ahora será una cuestión de fe.
Último ejemplo del día de hoy: diei. En castellano diríamos que ahí tenemos un
triptongo. En cambio, en latín se considera que hay tres elementos diferentes: di - e – i. Ya
veremos esto en el análisis de la quinta declinación.