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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN

NÚMERO

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

Título original: La letra que llegó a ser un número


Autor: Eduardo Romero Álvarez
Dibujo de portada: Sandra Carmona Durán

Queda rigurosamente prohibido, sin la autorización escrita el titular del


<Copyright>, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o
total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la
reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella
mediante alquiler o prestamos.

ISBN: 978-1-4466-9154-0
Este cuento fue escrito un día de agosto de 2010

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Dedico éste, mi tercer cuento,


a todos los niños del mundo

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ÍNDICE:

La ilusión Pág. 09
El caso Pág. 17
La interpretación Pág. 25
La incógnita Pág. 35
El Parlamento Pág. 55
El sueño Pág. 61

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LA ILUSIÓN

- No.
- Pero, ¿por qué no?
- Porque no y punto.
L
llorar. La madre viendo la
escena se acercó a ella y le
dijo mirándole a los ojos:
- Hija mía, tú has nacido letra,
nunca podrás ser capitán.
La letrita siguió llorando y tras carraspear confesó con
su fina voz:
- Mamá, yo quiero ser capitán.
- Eres una letra, los capitanes de barcos son números,
está reservado sólo para ellos. Tú, si quieres, llegarás a
ser una poesía, un cuento o, si te lo propones, podrías
llegar a ser parte de una novela. ¿No te gustaría formar
parte de un cuento?

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La hija le miró a los ojos.


-M án.
La madre le quitó el sombrero de pirata que llevaba
hecho de papel, luego el parche del ojo y le secó las
lágrimas. Después sonrió.
- ¿Y princesa? La princesa del cuento más bonito jamás
escrito.
- Capitán.
Le abrazó.
- Si quieres ser capitán lo serás. - La puerta de casa se
abrió Papá acaba de llegar, ve y dale un beso bien
fuerte.
Los labios de la pequeña se abrieron, sonriendo, agarró
su peluche favorito, un número uno de color amarillo, y
salió corriendo a ver a papá.
- Mi pequeña letra, ¡ven con papá! - La hija saltó y su
padre le cogió en brazos, luego le dio un fuerte beso y
miró esos inmensos ojos. - Tú, no habrás llorado, ¿no?
Ella asintió.

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En ese momento llegó su madre y le reclamó.


- Ven hija, vete a jugar con los juguetes.
L
para su cuarto y los padres se
quedaron en la puerta de la
cocina.
- Ha vuelto a llorar. ¿Sigue
con esa tonta idea de ser
capitán?
- Sí.
- ¡Qué hija más testaruda!
Con sólo cuatro años y no hay forma de quitarle eso de
la cabeza.
- Es muy pequeña. Ya se le quitará -. Comentó la madre
mientras comenzaba a cocinar.
- Me preocupa que esto llegue a más. ¿Has visto en lo
que se entretiene?-. Señaló con el dedo el disfraz de
pirata que sobre la mesa había dejado su madre.
- Imagina un mundo en el que ella navega por el mar.

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- Sí, pero el otro día decía que era capitán de un barco


que navegaba más allá de las estrellas.
La madre se giró.
- Es muy pequeña, tiene que imaginar todo eso.
Además, ¿qué malo tiene pensar ser capitán de barco?,
¡como si es arquitecto!
- ¡No! Sólo los números pueden llegar a realizar ese tipo
de trabajos. Ellos han nacido para ser ingenieros,
constructores, pilotos y nunca, nunca, la pequeña
llegará a ser capitán. Para ser capitán tendría que haber
nacido un número, y ninguno de los dos lo somos.
Ella se secó las manos en el delantal.
- Mi hija será lo que ella quiera ser.
Él suspiró resignándose.
- Claro, sigue incrementando esa fantasía en su cabeza.
Tú como madre deberías aconsejarle de otra manera.
Aquel comentario la crispó y le señaló con el dedo.
- Nunca, nunca le cortes las alas a la inocencia. Si ella
quiere ser capitán, lo será. Y respecto al consejo, por

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muy fantástica que sea la idea de tu hija, tú de nuevo


señaló con el índice -, tú eres su padre y deberías
apoyarla en todo lo que ella quisiera. Es pequeña, ¿no lo
comprendes?, la mitad de las cosas que dice son
fantasía, ¡pues claro que sí! A veces pareces tú el crío de
la casa.
- ¿Ahora el culpable soy yo? Venga por favor, solo
quiero parar esto antes de que sea algo mayor y vea
que su sueño nunca se podrá cumplir. Una letra jamás
será un número, eso es antinatural.
- Lo que es antinatural es tu forma de pensar.
Él se acercó y le dio un beso en la mejilla.
- Sólo quiero lo mejor para mi hija.
- Egoísta, tú solo quieres que ella no sea un bicho raro y
la gente no le señale con el dedo. Contigo o sin ti, si
quiere imaginar ser un número, que lo sea, si imagina
que es una estrella, que lo sea. Como si quiere ser una
ecuación.
Él sonrió y respondió con ironía:

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- Una ecuación va acompañada de números, esa unión


es posible.
- No me enfades más de lo que estoy. Si ella quiere ser
un número lo será, nada de formar parte de
conglomerados y polinomios. Anda, dejemos la
conversación que voy a echar a perder la comida con
tantas irritaciones.
- Vale, vale. Tranquilízate.
Ella se dio la vuelta y le miró a los ojos.
- ¿Cuál fue tu sueño cuando eras un niño?
- No lo recuerdo.
- ¿Sabes por qué no lo recuerdas? Porque no hubo nada
que te ilusionara tanto como le sucede a tu hija. Por eso
no lo comprendes ni creo que lo comprenderás jamás.
- Te equivocas, claro que tenía sueños.
- El que se equivocas eres tú. Tu hija siente que es un
número, todos sus muñecos son números, su cuarto
está decorado con barcos del mar y unos barcos que
dice ella que algún día navegarán por las estrellas.

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Todo su mundo está formado por números, números,


números, números. Hasta antes de que llegaras yo le
negaba sus sueños. Pero vi en esos ojos tanta ilusión
que me transportó a lo más profundo de su corazón. Y
creeré en sus sueños por muy estúpidos e imposibles
que sean.
En un descuido la puerta se entreabrió y dejó al
descubierto a la letrita que había escuchado toda la
conversación. La imagen que se le quedó grabada en la
retina a la madre fue ver las lágrimas que resbalaban
por esa carita tan inocente.

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EL CASO

Eran las nueve de la mañana cuando el padre llegó al


trabajo. Entró en la
oficina y soltó su
sombrero en la percha y
luego quitándose el
abrigo saludó a los
compañeros del trabajo
con un ademán rutinario.
Aquella planta siempre
estuvo atestada de
números y letras que trabajaban juntos en la
construcción de puentes y grandes obras civiles. Se
veían por doquier toda clase de números y letras. De
vez en cuando algún signo de división charlaba con una
resta mientras terminaba el último café u otros como
una
incógnita aún sin resolver. El director del edificio

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de Números Enteros, una esbelta integral, caminaba


muy varonil por aquellos pasillos saludando a todos sus
empleados. Era un signo muy querido por todos pues
era capaz de sumar infinitos sumandos muy pequeños
y eso, pocos eran los afortunados en conseguirlo.
Además había nacido en el seno de una familia
acomodada, respetada por toda la comunidad. Era un
orgullo para todos que aquella integral se relacionara
tan amistosamente y con familiaridad con todos ellos.
No había nada mejor que tener un jefe como él.
- Buenos días, jefe - “
- ¿Has descansado hoy? Tienes muchas ojeras.
- Mi hija, que no me ha dado cuartel. Tiene muchas
fantasías en la cabeza y esta noche me ha tocado dormir
en el sofá.
- ¿Te ha castigado tu mujer?
Él sonrió.
- Bueno, sí.- ¿Y qué le pasa a tu hijita? ¿Le duele la
barriguita o es que aún le quedan dientes de leche por

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salir?
- ¡Qué va! Sueña con ser capitán.
- ¡Ja!. Cosas de críos.
- Eso espero.
-D E Vamos, eso
es imposible. Es la primera vez que escucho algo tan
raro, ¿no estará enferma tu hija? En los años que llevo
vividos, y ya van siendo muchos, nunca he escuchado
nada igual.
- No sé, no sé. La verdad es que la cría tiene profunda
obsesión por ser un número. Además, sueña con barcos
que navegarán por las estrellas.
La integral observó la situación y le invitó a que fuera a
su despacho.
- Acompáñame, estaremos más cómodos en mi
escritorio. - Su jefe le abrió la puerta y le invitó a que se
sentara. - La situación es preocupante. Estoy pensando
si tu hija no necesitaría atención psicológica. Verás,

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tengo un amigo que trata casos especiales. No sé si esto


te causará alguna vergüenza, pero toma.
Sacó del primer cajón varia tarjetas y una de ellas era la
de su amigo. Se la entregó.
- Gracias, se lo agradezco muchísimo.
Alicaído se levantó de su asiento y marchándose cerró la
puerta. Acto seguido la integral descolgó el teléfono y
marcó un número.
- Hola, ¿qué tal estás? Me alegro. Te llamo por lo
siguiente, la hija de uno de mis empleados, una letra,
está obsesionada con ser un número. ¡Ja! ¿Has visto? Sí,
lo mismo he pensado yo, pero he visto en su mirada
algo que le angustiaba, no creo que sea una obsesión.
Tú, ¿qué piensas que puede ser? ¿Te habías topado
alguna vez con un caso como éste? Lo suponía. Con tu
permiso le he dado tu tarjeta para que te llame, pero si
ves que puede dañar tu renombre y reputación no le
hagas caso. Gracias, y mantenme informado si decides
darle una cita.

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Una vez cerró la puerta del jefe


se dirigió a su lugar de trabajo, cabizbajo y con la mente
puesta en la conversación del día anterior. Se sentó y
comenzó a trabajar, miró la foto de su hija, que estaba
sobre la mesa, y acariciándola, sonrió. Tras hacer esto,
sacó la tarjeta del doctor del bolsillo, descolgó el
teléfono y llamó. Al otro lado de la línea, el psicólogo
infantil escuchó de todo lo que la hija
decía, soñaba, deseaba y comentaba. Éste se limitaba a
asentir y de vez en cuando anotaba las cosas que más le
llamaban la atención. La expresión del doctor se volvió
más seria cuando el padre le comentó algo sobre barcos
que llegaban a las estrellas.
- ¿Podría traerme a su hija mañana? Me gustaría
conocerla. Y a ustedes también... Fantástico Les
espero entonces.
Tras colgar el teléfono, el doctor dudó unos instantes,
buscó en su agenda y envió un email.

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To: doctorsueños@cuentos.com
Buenos días querido amigo. Te escribo este email pues eres el mejor
intérprete de sueños que conozco. Verás, tengo un caso muy extraño,
¿Podrías pasarte mañana por aquí? Ya te lo explico. Es lo más raro que he
escuchado nunca.
Atentamente, tu amigo.

Después de escribir el email el doctor se giró hacia el


gran ventanal, pensativo. El hilo musical inundaba la
estancia con Pachelbel y su Canon en D Mayor. Luego se
llevó el lápiz a los labios y
miró al cielo.
- Capitán de un barco que

Las nubes blancas


surcaban el cielo y los
rayos del sol comenzaron a
entrar por aquellos
ventanales. Absorto en sus
pensamientos el doctor

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imaginó aquellos barcos a modo de nubes y negó con la


cabeza. Con un ademán de resignación, suspiró.
- Capitán de un barco que llegará a las estrellas -.
Repitió.

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LA INTERPRETACIÓN

- Tomen asiento, por favor.


- Gracias -. Dijo la madre.
- Este señor es uno de los
más ilustres intérpretes de
sueños que existe -. Dijo,
señalando en un acto de
presentación, el doctor.
- Encantada -. Dijo ella
- Gracias por atendernos -.
Continuó el padre.
- Y vamos a ver ¿qué sueño es el que ronda por la
cabeza de esta pequeña letrita? -. Preguntó dirigiendo
una sonrisa a la pequeña. Ésta no contestó a su
pregunta.
- ¿Un caramelo? -. Ofreció el doctor.
La niña miró a su madre y ésta asintió. Se levantó del
asiento y tomó ese caramelo.

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- Y bien, me podrías decir pequeña ¿qué te gustaría ser


de mayor?
El caramelo apenas hizo entendible aquella palabra.
- ¡Cap C -. Dijo levantando la mano.
- ¡Qué bien! ¿Y desde cuándo quieres ser capitán?
- Desde que era pequeña.
La madre, a diferencia del padre que la miraba
seriamente, sonrió. - Pequeña, pero si tienes cuatro
años, ¿desde que eras más pequeña aún?
- Sí.
- Bueno y me puedes explicar ¿cómo imaginas ese
mundo?
Ella abrió los ojos de par en par.
- ¿De verdad quieres saber cómo es mi mundo? Luego
se giró. - ¡Mamá, quiere saber cómo es mi barco!
- Anda hija, cuéntanos cómo es tu mundo imaginario.
La letrita tomó un lápiz y colocó varias sillas en fila india.
Tomó tres folios y dibujó tres numeros:

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el uno, el dos y el tres. Seguidamente colocó cada uno


en su asiento correspondiente. Allí le ordenó a los
números que no se movieran. Los doctores y sus padres
se miraron después de que los dibujara. Y comenzó a
pasar lista, incluso dibujó el número cuatro y le dijo:
Por qué has llegado tan tarde a la clase de
Una vez que tomó asiento el número
cuatro, les explicó a los demás números de papel cómo
se debía sumar, restar, multiplicar y dividir. Decía que
en su barco solo navegaban los números más listos y a
aquellos que no
hicieran bien los
deberes los
castigaría y nunca
llegarían a ver las
estrellas. Fue
narrando una epopeya de piratas espaciales con
parches en el ojo. Mientras la niña hablaba de espaldas
a los números tomó un folio y se hizo un gorrito.

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Luego le pidió a su mamá que le dibujara en el contorno


del ojo el típico parche de pirata. Una vez disfrazada
ordenó el saludo a otro barco imaginario que apareció
de repente. Lo llamaba La Integral , y consolaba a los
números sentados explicándoles que La Integral no le
haría daño a ella pues era una pirata muy buena y por
eso La Integral no le daría
ningún susto.
La pequeña interpretó el
papel del almirante de La
Integral y le contó que era
el capitán del barco pirata
de las estrellas y que no
había novedad por
aquellos mares. Durante
aproximadamente treinta
minuto siguió contando fantásticas
aventuras mientras dibujaba en papeles; números y
símbolos que ninguno de los asistentes podía entender.

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- ¡El capitán del barco


pirata os saluda!
¡Arriad velas! Tú,
número 5, enfila los
cañones a proa.
Vosotros, números
sietes ¡tirad del ancla
que nos marchamos
rumbo a las estrellas!
La madre miraba
emocionada como su
hija disfrutaba en su mundo imaginario. Era tan feliz, era
el mundo perfecto que todo niño deseaba tener. Sin
embargo, el padre seguía con el rostro adusto y de vez
en cuando resoplaba resignado mientras se lamentaba
de que algo así le pasara a él.
Su hija sería el hazmerreír del mundo, pensó éste.
- ¡Fantástico! -. Exclamó el doctor.

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La niña paró su interpretación. Se giró y los vio a todos,


volviendo así a la realidad y saliendo de su cuento
imaginario.
- ¡Qué historia más bonita! -. Comentó el doctor. Se
levantó y recogió todos esos garabatos pintados en
multitud de papeles y los puso encima de la mesa. Los
ordenó y los guardó.
- ¿Qué le parece? -. Se interesó la madre.
- No sé, no sé. Créame que estoy asombrado, no he
entendido ninguna palabra de lo que ha dicho. En los
dibujos hemos visto representaciones de la realidad, es
normal que los niños imaginen cosas, pero es que su
hija no es que imagine ser un número, es que ella lo
vive. La pequeña cree que es un número y sin embargo
se llama a sí misma letra en todas sus historias. Es muy
curioso, pues ella tendría que tomar conciencia de que
en su mundo imaginario es un número y, sin embargo,
es una letra que se relaciona tan armoniosamente

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con los números. Crea un tándem tan perfecto como


imposible.
- Está loca la niña . Dictaminó el padre
- ¿Puede tener algún trastorno del sueño? Preguntó el
otro doctor.
- No, pues la niña duerme plácidamente -. Respondió la
madre.
Ambos doctores se miraron.
- No tengo palabras para describir esto, no lo entiendo.
Simplemente esto escapa a mis estudios. No hay ningún
caso documentado en el que una letra viviera tan
profundamente ser un número. No tengo un dictamen
claro para este caso. El padre secamente tomo el
sombrero de la niña y lo puso sobre la mesa. Ésta miró
tristemente a su padre por aquel acto, luego observó a
la madre.
- ¿Qué nos aconseja? - P
esperando un remedio que le satisfaciera a su marido.
- Seguid con vuestra vida como hasta ahora.

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El padre intervino.
- No puede decirme usted eso cuando en la oficina la
gente me señalará con el dedo y escucharé comentarios
“ ser un número?, ¿Estará
loca la niña?, ¿Qué educación le habrán dado los
E
- Nosotros no podemos hacer nada, este será el primer
caso documentado. Tendremos que estudiar a su hija
con más detenimiento.
- ¡Mi hija no será estudio de nada! A ella no le pasa
nada, es una niña -.
La madre la tomó en su regazo y la acunó, como si la
quisiera proteger de todos aquellos que la vieran como
una letrita rara.
Tras esto, se levantó y madre e hija se marcharon.
- Gracias y buenos días.
El padre quedó a la espera de una frase de consuelo por
parte de aquellos doctores.

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- Gracias, ya se puede usted marchar. Nosotros no


podemos hacer nada.
- ¿O sí? -. Dijo vagamente el doctor intérprete de
sueños.
- ¿Cómo? -. Dijo el padre.

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LA INCÓGNITA

Hasta ese momento la maleta solo contenía un pequeño


libro. De la A a la Z rezaba el título. Luego la niña
introdujo en ella su peluche favorito de color Amarillo.
Desde lejos parecía una jirafita, pero no, era un número
uno que guardó dentro.
- Tú te vienes al colegio a aprender -. Le dijo al peluche.
Tras esto cerró la cremallera dejando la cabecita del
número asomar fuera de la misma y, cerrando la puerta
de su cuarto, se dirigió a la cocina donde su mamá la
esperaba con el desayuno. Allí quedó su cuarto
iluminado por la luz del sol que entraba rebosante de
vida, iluminándolo todo con vivos colores. Sobre la
cama dejó innumerables garabatos incomprensibles
para muchos, otros tantos dibujos y un buen grupo de
peluches que bien puestos parecían los alumnos de una
clase a punto de comenzar. Decorando el cuarto se
encontraban colgados varios cuadros con dibujos

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de animalitos y hadas de sueños, así es como algunas


letras y números de este mundo las llamaban.
- Bueno días princesa.-
- Buenos días mamá.
- ¿Cómo has dormido hoy?
- He tenido una pesadilla -. Dijo mientras se sentaba y
agarraba el pan con manteca que le había preparado la
madre.
Su madre se sentó a desayunar con ella.
- ¿Una pesadilla? ¿Algún monstruo malo?
- No había monstruos mamá, los monstruos no existen.
- Ah, ¿entonces?
- Me encontraba dentro de una pompa de jabón y
viajaba por toda la ciudad. Y vi gente, y niños, y árboles,
y muchas cosas. También vi un pajarito que me hablaba.
- Un pajarito que te hablaba, ¿y qué te decía?
- Pío, pío.
La madre sonrió.
- ¿Y qué más te decía?

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- Me llevó arriba a las nubes, unas nubes muy blancas. Y


allí había muchos más pajaritos como él, una gatita muy
bonita, dos jirafitas muy chicas, tres delfines azules y
muchos animalitos más. Cuando mi pompa de jabón
aterrizó en la nube todos los animalitos aplaudieron.
- Te estábamos esperando -. Dijo la gatita.
- ¿A mí? -.
- Sí. Hemos pedido una profesora que nos enseñe a
contar y el pajarito te ha traído.
La madre interrumpió.
- Entonces es un sueño muy bonito, no es una pesadilla.
- Mamá es una pesadilla porque se me olvidó contar y
todos los animalitos se quedaron desilusionados y muy
tristes.
- ¡Ay! que imaginación tienes hija. Ya te dijimos que eso
de contar sólo lo saben hacer los números. Ni papá ni yo
sabemos contar.
- Pero yo sí. ¿Quieres que te cuente hasta el diez? -.
Preguntó entusiasmada.

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Soltó la tostada, le enseñó los dedos de las manos y


contó cada uno de sus pequeños deditos.
La madre escuchó cómo decía esas cosas raras mientras
tocaba cada uno de sus dedos. Al momento sonó el
timbre de la puerta. La pequeña letrita terminó de
comerse el pan con manteca y un gran vaso de leche.
M
dirigieron al colegio con
mamá. Una vez en la
calle, el sol brillaba en lo
alto, muy alto y las
nubes pintadas en el
cielo lo acompañaban.
- Mamá mira, el cielo.
Como en mi pesadilla.
- Eso no es una pesadilla,
eso es un sueño y no te
preocupes. Pero llevas
Razón, son unas nubes muy bonitas y blancas. Y

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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seguramente habrá muchos pajaritos volando por esas


nubes.
- ¿Y estará PíoPío también?
Su madre le miró y sonrió.
- Claro que sí. PíoPío estará arriba con todos sus amigos,
ellos también van al colegio.
“ P P
allá en lo alto, como si con eso pudiera imaginar quién
era ese amigo.
- ¿Quién es PíoPío? - P
- Es un amigo de mi sueño - . Es un
pajarito que me acompañaba en una pompa de jabón a
las nubes.
- ¿Las nubes del cielo? -. Preguntó señalándolas.
- Sí, las de arriba. Allí están los amigos de PíoPío,
muchos animalitos que esperan que les enseñe a contar
números.
Su amiguita se paró en seco.
- ¡¿Sabes contar números?!

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- Sí.
La madre se dedicó a contemplar aquella inocente
conversación como si de dos personas mayores se
tratara.
- ¿Y dónde has aprendido a contar números?
- En mis sueños.
La madre hizo un ademán con la mano e intentó
agudizar su oído. Su amiguita continuó.
- ¿En tus sueños? ¡Qué bonito!, ¿Y cómo son esos
sueños?
- Me encuentro en una clase y soy
L
- ¡Qué chupi! ¿Tú eres la profesora? ¿Y estoy yo en la
clase?
- No. Sólo hay letras mayúsculas y números muy
grandes, además de otros signos de puntuación que no
conozco.
- ¿Había números en mayúsculas?
- En mi sueño no hay números en mayúsculas.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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La conversación siguió hasta que giraron la esquina del


edificio. Al fondo había un gran alboroto de niños
entrando y jugando.
La pequeña dejando a medias
la conversación y salieron disparadas para ver a sus
amigas.
- ¡No corráis!
- ¡Sí, mamá!
Ni caso. Las niñas corrieron hasta entrar por las puertas
del colegio. Segundos más tarde la mamá se reunió con
las demás madres que comentaban en la puerta el
buen día que hacía para ir a la playa, o para ir de
excursión. Cuando todos los niños entraron en el
colegio las puertas se cerraron. Ya dentro de clase todos
ella y
aguardaron a que llegara la profesora. Mientras, la niña
sacó un papel y empezó a garabatear formas extrañas.
Se acordó de su parche y lo sacó.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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En ese preciso instante sus amiguitos se rieron de ella.


Ésta los miró a todos y una gran tristeza le inundó el
corazón.
- Tonta, tú no eres un
capitán -. Dijo uno.
- ¿Dónde está tu
barco?- Preguntó
otro.
Su ,
algo regordeta, se
acercó a ella muy
bravucona y le quitó
el parche y lo tiró al
suelo. Todos se rieron;
ella agachó la cabeza y buscó su parche recogiéndolo
del suelo.
De repente un señor alto y un poco encorvado entró por
la puerta acompañado de la profesora.
-A -. Le señaló la maestra con el dedo.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- Ven, acompáñanos -. Le invitó aquel hombre.


La letrita se levantó y salió
junto con su profesora y
aquel señor.
- Buenos días letrita.
- Buenos días señor.
- ¿Qué te pasa, pequeña?
Ella le enseñó su parche ya
sucio.
- ¿Y esto qué es?
La profesora interrumpiéndolos les presentó.
-P I
unas preguntas.
- ¿De mis sueños?
Aquel hombre miró esos grandes ojos, rebosantes de
vida. Y observó tanta inocencia, tanta bondad, que se le
llenó el corazón de ternura. Era precioso contemplar esa
dulzura en aquella mirada. Momentos después apareció
el padre de la pequeña.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- ¡Hola papá!
- Hola pequeña -. Contestó con un saludo.
- La pequeña quedó con los brazos extendidos
esperando el abrazo de su papa pero segundos después
los bajó sin recibirlo.
- La profesora y este señor te van a hacer más
preguntas.
- ¿De mis sueños? ¿De ser capitán?-. Preguntó ya menos
entusiasmada que las anteriores veces, ya que sabía que
al final de esas preguntas lo único que encontraría
serían caras desconcertadas, ofuscadas y un papá muy
triste.
- De tus sueños y de todos los dibujos que he traído de
casa. Además tu profesora ha recogido muchos de esos
garabatos que haces en clase cuando no prestas
atención.
La pequeña calló y la media sonrisa se volatilizó.
- ¿Queréis que os cuente hasta diez? Mire señor tengo
un parche de pirata -. Dijo mostrándoselo de nuevo.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- Ha visto usted, señor Incógnita. Todo el día igual,


números, barcos, piratas y parches. Siempre números.
¡A mí me va a dar algo con tantos números, estoy hasta
el bombín! Y el bigote se me va a caer de la presión que
tengo. Todos los almuerzos y cenas son iguales, de tanto
escucharla se me están pegando sus manías. ¿Y sabe lo
que me pasa desde hace días?, que me levanto con su
voz en la cabeza diciendo: uno más uno son dos, dos y
dos son cuatro y así hasta que llegó al
I
interrumpiéndole.
- ¿Cómo ha dicho usted? Repítamelo. - E
quedó con la boca abierta como si le hubiera ofendido. -
N
Aquel hombre dudó y se encogió de hombros.
- No, no sé lo que he dicho. Esos números bailan en mi
cabeza, pero sin ningún sentido. E .
La niña cantó:

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos
son ocho y ocho dieciséis.
Incógnita dejó al padre con la boca abierta y se giró
arrodillándose a la
- Dime pequeña, ¿lo sabes de memoria o eres capaz de
entenderlo? A ver,- le costaba trabajo articular palabra
de lo nervioso que estaba -, ¿sabrías decirme cuánto
son tres más cinco?
- Ocho -. Dijo sin pestañear.
Aquel señor tragó saliva de nuevo y, carraspeando,
prosiguió.
- Y grande,
como por ejemplo el trece, ¿sabrías decirme qué
números lo componen?
- El uno y el tres.
Mientras Incógnita seguía abordando a la letrita con
preguntas, el padre y la profesora permanecían en la
más absoluta ignorancia. El pasillo de aquel colegio se
hizo eterno para el padre. Se quitó el bombín y unos de

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

aquellos garabatos que trajo de casa se resbalaron de la


mano llegando a caer en el suelo. Esto sacó de su
perplejidad a Incógnita que observó cómo cayó por el
rabillo del ojo.
Tomó el papel, lo leyó y, negando con la cabeza, buscó
como loco de dónde
había caído. De un
arrebato los cogió todos.
- ¡Démelos todos! Y
usted profesora, deme
todo lo que esta niña ha
escrito.
- ¿Qué está pasando?-
Preguntó alarmado el
padre.
Haciendo caso omiso a sus palabras, Incógnita miró uno
a uno todos esos garabatos y de nuevo se arrodilló a la
altura de la pequeña. Esta lo miró ilusionada.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

- ¿Usted sabe muchos números? Usted es el capitán de


un barco muy grande, ¿verdad? Incógnita le señaló con
el dedo uno de sus garabatos.
- Hija, ¿sabrías decirme qué es esto?
- Eso es una multiplicación.
- ¿Y ésto?
- La división.
- Bendita Igualdad -. Aquel hombre no paraba de
devorar aquellos garabatos con la mirada.
- Hija, ¿y esto? Presta mucha atención, ésto ¿qué es lo
que es?
La pequeña señaló con el dedo un grupo de números y
letras.
- ¿Ésto? Una ecuación.
Incógnita negó con la cabeza y se frotó el pelo. La niña
sonrió y volvió a mirar a su padre que la observaba muy
serio. Tras esto aquel señor se levantó y conversó con
su padre y la profesora. Ésta entró de inmediato en su

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

clase y sacó todos los trabajos de la niña que tenía


guardado de años anteriores.
- ¿Qué sucede, Señor Incógnita?
- ¿Me daría usted permiso para hablar con el Tribunal
de las Vocales y con el Consejo del Abecedario?
- Mientras esté yo presente, no habrá problema.
Incógnita tomó su móvil e hizo una llamada.
- Buenos días señor. Sí, sí, lo de la niña es cierto. No,
para nada, no es un error. No señor, no estoy
equivocado y tengo las pruebas en mi poder. ¿Sumar?
este sonrió -. Y restar, y multiplicar e incluso una
ecuación. No, no señor, no me burlo de usted. Sí, lo que
usted crea oportuno. Señor, esto va a tomar un rumbo
mucho mayor del que se esperaba. ¿Cómo que estoy
borracho? ¡No insulte usted a mi inteligencia! La niña
. ¿Qué letra es
capaz de P
usted y véalo con sus propios ojos! No, no señor, el

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

ignorante es usted. Yo solo soy una incógnita de un


problema que la niña ha resuelto.
- ¿Qué está pasando aquí?
La niña abrió los brazos de par en par.
- ¡Mamá, a este señor le gustan los números como a mí!
¡Es capitán!
La madre alzó a la pequeña y observó al padre que, aún
con su gran bigote, no pudo ocultar su vergüenza.
- Venga hija, nos vamos al parque.
- ¿Podemos ir a la playa a ver los barcos del mar?
- Nos vamos donde tú quieras.
Incógnita colgó el móvil dejando a su interlocutor con la
boca abierta, y agarrando fuertemente los papeles
alcanzó a la madre que bajaba las escaleras muy
enojada.
- ¡Por favor! Por favor, espere, espere. No se marche. Se
lo ruego. La madre haciendo caso omiso de las súplicas
de Incógnita continuó bajando las escaleras con paso
muy firme.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- Ven hija -. Dijo mientras la agarraba de la cintura y la


acomodaba a la suya.
Aquel hombre llegó al último escalón como pudo y,
delante de ella, le rogó:
-P “
- No se burle de ella. Es una niña. Sus cuentos y sus
ilusiones son solo suyos. Nadie puede entrar dentro de
su imaginación e intentar destruir lo que ella siempre ha
deseado. Y si quiere ser un número que lo sea. Como si
quiere ser capitán.
- ¡Siiiii!¡Capitán de una nave que vuela por las estrellas!
-. Exclamó la pequeña levantando un brazo. Tras el
comentario sacó su parche y como pudo,se lo puso en el
ojo.
- No, no me burlo. Mire, mire le enseñó los números
escritos en aquellos papeles garabateados -. Esto, esto
es un milagro. Su hija, entiende los numeros. ¡Qué digo
yo! Su hija, dentro del caos que usted y otras letras
pueden llegar a ver, ve orden. Por favor, le ruego que

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

me dé una oportunidad. Se lo ruego, déle una


oportunidad a su hija para poder cumplir sus sueños, ser
capitán. La madre vio en los ojos de aquel hombre tanta
v
- ¿Quién es usted?
- Mi nombre es Incógnita - temblando le sacó su
identificación estatal -. Me envía Eureka.
- El hombre más sabio de todo el Alfabeto.
- Y de todos los números. No hay persona más
inteligente en este mundo que él. En el Parlamento no
paran de hablar de su hija. Todos; números, letras y
signos de ambos lados dudan de que su hija exista. Unos
decían que era una estrategia política, otros que era una
farsa. Desde que aquel doctor nos telefoneó no hay otra
cosa en boca de las personas más influyente de este
mundo, ¿Una letra que entiende los números? ¿Habrá
algo más maravilloso que eso?
La madre miró a su hija con el parche mal puesto y le
preguntó:

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

- Hija, ¿tú quieres enseñarle a este señor y a otros


muchos todo lo que sabes?
- ¿Voy a ser profesora?
- Sí -. Dijo la madre sonriendo.
- ¿Y les voy a enseñar a todos a contar?
Incógnita sonrió.
- Les vas a enseñar tu sueño.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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EL PARLAMENTO

Llegaron en un flamante coche negro. Aquel edificio era


inmensamente colosal, con grandes esculturas
apostadas a ambos lados. Circundándola, imponentes
columnas corintias rendían culto y bienvenida a cada
una de las personas que cruzaban la entrada. Una gran
multitud de personas esperaban fuera del edificio
observando con gran expectación cómo sería aquella
letrita. ¿Rubia o morena?, ¿alta o baja?, ¿cómo iría
vestida?, ¿de alta cuna o sería vulgar?, sus ojos ¿serían
claros u oscuros?, ¿andaría recta, con paso firme o
vacilaría a cada paso?, ¿seria preciosa o sería perfecta?,
¿cómo sería? Fueron las preguntas que durante unos
minutos, en aquella complicidad de aquellos grupos
formados por los más altos ideales, no se dejaban de
cuestionar. El murmullo enmudeció de pronto. Un gran
señor bajó del coche; el chófer. Con gran porte abrió la
puerta por donde bajaría la pequeña. Asomó un

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
NÚMERO

zapato de color marrón, con unos graciosos calcetines


de colores, como si dudara. Luego se mostró ante todos
ellos de un salto. Su traje celeste y su camiseta rosa
hacían hermoso juego, vistiéndola como si de una
pequeña princesa se tratara. La niña, al bajar, les
observó.
Le llamaron la atención los pajaritos que, en el césped,
parecían mirarla.
- Mamá, ése es PíoPío. Señaló con el dedo.
Su madre, que ya había bajado, sonrió y tomó rumbo a
las puertas junto con su marido e Incógnita. Allí, todos
aquellos que la aguardaban hasta el pasillo, le abrían
paso haciendo una ligera inclinación con la cabeza y las
mujeres, sonreían con una bella mirada. La gente dejó
de murmurar y fue callando. Entre unas y otras
personas, la pequeña letrita observaba los cuadros de
las letras y números más importantes e ilustres que
habían hecho cambiar el rumbo de la historia.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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La iluminación de aquel pasillo era cálida, procedía de


varias grandes lámparas que colgaban del techo. Los allí
presents sintieron un gran respeto y curiosidad por la
Al llegar a una gran puerta esperaron. Otro
gran señor muy bien uniformado les abrió la puerta y
sonrió a la pequeña. Ésta le saludó con otra sonrisa
mientras agitaba la mano.
- Bienvenida -. Pronunció aquel hombre.
- ¡Mira mamá! ¡Qué grande! -. La niña observó la sala
del Parlamento -. ¡Cuántas sillas!
Incógnita, que en ningún momento le había
abandonado, le observó y dijo:
- ¿Sabes una cosa? En todas estas sillas se sentarán
personas para escucharte.
- ¿A mí? -. Se señaló con el dedo.
- Todos quieres que les enseñes a contar. ¿Has visto?,
vas a ser la profesora de todos los números y letras de
este mundo. ¿Serás capaz de hacerlo pequeña? Ella hizo
un gesto afirmativo con la cabeza y comenzaron la

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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marcha por una alfombra, bordada a ambos lados con


números y letras, que conducía hasta el lugar que le
habían preparado. Cuando llegó vio una pizarra tan
grande como el bigote de su papa; a ambos lados de
ésta, varias sillas para el Tribunal de las Vocales y otras
tantas para los diez primeros números; una gran silla
central para Eureka y, junto a ésta, otra para el señor
Infinito. La sala comenzó a llenarse, pero con un gran
respeto pues nadie osó hablar ni pronunciar palabra
alguna.Todos tomaron sus asientos y esperaron a que
Incógnita rompiera aquel silencio. La madre de la
pequeña, antes de dejarla y sentarse en primera fila
junto a su marido, le dio un beso y le guiñó un ojo con
gesto de complicidad.
- Demuéstrales cuánto vales y cuál es tu sueño, hija
mía.- Dijo señalando a todos los presentes.
Los ojos de aquella letrita, se abrieron de par en par.
- ¿Todos van a ser mis alumnos?

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Observó a todo un Parlamento, como si de peluches se


tratara, esperando a que ella, su profesora, les
enseñara.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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EL SUEÑO

Incógnita hizo las presentaciones a todo el Tribunal y


cuando Eureka le indicó con un movimiento de cabeza
que podía comenzar, Incógnita se inclinó y dijo:
-P
sólo para ti. Algunos dicen que es mágica, otras dicen
que la hicieron las hadas de los sueños para un
momento como éste. Estos señores te van a realizar
diferentes preguntas y ahora nadie se va a burlar de lo
que digas, hija. Demuéstrales a todo el mundo lo que
sabes. Yo estaré junto a ti en todo momento, no tengas
miedo.
- ¡Qué tiza más bonita!
Incógnita inclinó su cabeza y le sonrió.
- Es tuya, para siempre.
Luego se dirigió a Eureka y, asintiendo, comenzaron a
preguntarle. Durante una hora aquella pequeña letrita
explicó con toda su energía y a todo el Parlamento

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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lo que era una suma, una resta, una multiplicación y una


división. Recitó las tablas de multiplicar hasta el número
doce. Mostró la forma más sencilla de hacer una raíz
cuadrada. Le

cómo despejarse
ella misma de una
ecuación (aquello
desencadenó un
mar de risas y júbilo
en la estancia).
Nadie,
absolutamente
nadie osó molestar
a la niña. Letras mayúsculas y minúsculas, números,
signos de puntuación y signos matemáticos observaron
a aquella simple letrita de cuatro años explicar todo
E
decían

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Parecía que la mano de un dios guiara esa pequeña


manita que con una tiza no paraba de pintar en aquella
enorme pizarra todo lo que los grandes matemáticos de
su mundo le pedían. Ella seguía hablando y escribiendo.
Aquella pequeña lo sentía, sentía aquellos números,
sentía cómo salían de su corazón y sin darse cuenta,
aquellos señores, uno a uno, desde sus respectivos y
diferentes asientos, comenzaron a levantarse y
pausadamente comenzaron a aplaudir, hasta que aquel
parlamento se convirtió en un auditorio. Aquellos
señores aplaudieron con un profundo respeto, como si
de un Nóbel se tratara. La pequeña comenzó a escuchar
esos aplausos y girándose observó a todos adulándola.
A ella, a esa simple niña que lo único que quería era
demostrar al mundo su sueño, que lo único que
anhelaba era ser capitán de un barco pirata. Aquellos
infantiles ojos no creían que esos aplausos fueran para
ella.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Durante unos minutos la niña se quedó perpleja con la


tiza en la mano. Poco a poco se fue girando y pudo
observar cómo el Tribunal de las Vocales la vitoreaba.
Miró al señor Infinito que con rostro solemne y con una
inclinación de cabeza le daba la enhorabuena. Luego
observó a Eureka que pidió calma a aquellos señores
que no paraban de halagarla. Cuando los aplausos
cesaron y todos se
sentaron preguntó:
- Infinito, ¿tiene usted
algún número para
concederle a esta
pequeñita
eminencia?
Infinito con todo el
dolor de su corazón
negó.
- No señor, hasta el infinito están todos los números
asignados.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Un amargor sonoro fue sentido por toda la sala.


Eureka pensó entonces una solución. Se iluminó su
semblante, sonrió y
levantándose
dictaminó:
- Hoy, a esta pequeña
letra se le reconocerá
rango de número.
Desde este mismo
instante tenemos un
genio entre nosotros
y, como no existe
número para ti, tú en
esencia serás un número por derecho propio. Desde hoy
te llamaremos el número "e".
Como si de un juez se tratara dio tres golpes
sentenciando que aquello que empezó como un sueño

muchos, se transformó en una realidad admirada por

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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todos. En ese preciso instante su padre se levantó con el


corazón henchido de satisfacción, de orgullo y sobre
todo de mucho amor. Caminó, subió a su lado y se
arrodilló. Su hija se giró y lo contempló con el corazón
encogido.
- Papá, ¿ya soy un número?
- No hija, desde hoy eres MI CAPITÁN.
Sacó de su bolsillo un gorro de papel y un parche de
pirata, se lo puso a su hija y la cogió en brazos. Luego se
giraron contemplando aquella inmensa sala que, de
nuevo, se levantó para honrar el sueño con el mayor
aplauso escuchado nunca. La pequeña levantando su
parche guiñó a su madre, que la miraba enjugada en
lágrimas.
Desde aquel día la niña pudo viajar en su barco, más allá
de las estrellas.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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Nota:
La constante matemática e es uno de los más
importantes número reales.
Está considerado el número por excelencia del cálculo.
Es un irracional y su valor exacto no puede ser
expresado como un número finito de cifras decimales o
con decimales periódicos. El número e puede ser
representado como un número real en varias formas:
como una serie infinita, un productoinfinito, una
fracción continua o como el límite de una sucesión.
R e :

Sin este número el hombre nunca hubiera pisado la


Luna y gracias a este, el hombre, sueña con llegar más
allá de las estrellas.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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AGRADECIMIENTOS:
Este pequeño cuento no podría haber volado en su
barco a través de nubes blancas, en cielos celestes y
más allá de las estrellas sin la ayuda dediversas
personas que confiaron en mí y en el sueño de la letrita

- Bárbara Renshaw, (CEIP. Antonio Machado de


Estepona), la primera persona en creer en las
posibilidades del cuento. Muchas gracias.
- Antonio Teruel, (IES. Universidad Laboral de Málaga),
estimable amigo que me animó a la publicación de esta
obra.
- Marisol Narbona, (IES. Universidad Laboral de Málaga),
la magnífica correctora de este relato.
- Gema Ortega (Famf Cocemfe Málaga), mi mejor
consejera.
- Sandra Carmona (Dibujante), colaborando en la obra
dándole rostro a todos y, en especial, la protagonista.
M
,
- Antonio Miguel Gómez (Facultad de Biología de
Málaga), basta un comentario para que otros como yo
den vida al relato.
- Alfonso Díaz, por tu acertada crítica, inagotable
amistad y por tu dedicación incondicial en la traducción
del mismo.

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LA LETRA QUE LLEGÓ A SER UN
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- María del Carmen Duarte (Famf Cocemfe Málaga), a


veces una frase de ánimo te condiciona a comenzar
cuentos como este.
- Ramón García Lorenzo F C M
mismo tu fin no es ¡Qué
magnífica frase amigo mío!
- María del Carmen Vargas (IES Emilio Prados de
Málaga), con tu sonrisa de complicidad me dejaste claro
que podía entrar en los corazones más difíciles.
- Y a todas aquellas personas que leyendo este pequeño
relato disfrutaron de la misma manera que yo al
escribirlo.

Por último, debo reconocer que escribir un cuento


como este se logra consumiendo parte del valioso
tiempo familiar; por este motivo deseo reconocer la
comprensión y el apoyo incondicional de mi esposa
Rosa.

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¡Coloreanos! Y dí quienes somos

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