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¡Sea un mentor efectivo!

por Erik Johnson


Categorias: Liderazgo
Muchos de nosotros estamos familiarizados con las relaciones mentor-discípulo
entre Moisés y Josué, Elías y Eliseo, Noemí y Ruth, Pablo y Timoteo, y Jesús y
sus discípulos. Pero, ¿qué significa ser un mentor realmente? ¿Cuáles son sus
funciones y responsabilidades? ¿Y los beneficios?
A pesar de que Roger y Lyn Schmitdt planeaban ir a África para trabajar como
misioneros, empezaron a preguntarse: «¿Realmente deberíamos hacer esto?»

Por esa misma fecha y en la misma ciudad, otra pareja luchaba con su llamado,
pero este se trataba de concluir su carrera misionera. Ahora retirados, esta
pareja se preguntaba: «Después de 41 años como misioneros en África,
¿quiénes somos? Nuestro hogar y vida laboral están del otro lado del océano.
¿De qué se trata nuestra vida ahora?»

Dios (a través de un programa de mentor-aprendiz en el Seminario de Denver)


unió a estas dos parejas. Fue una grandiosa asociación. El llamado de los
Schmidts fue confirmado, y la pareja retirada descubrió la importancia de su
nuevo rol como mentores.

«Nos sentimos animados, y ellos confirmados» —dicen los Schmidt. Ambas


parejas experimentaron los beneficios de un discipulado.

¿Por qué los empresarios tienen aprendices y los médicos requieren de un


internado? Porque la atención personalizada de los practicantes experimentados
ayuda a los aprendices a dominar las destrezas, actitudes y conocimientos
esenciales. Esto, por supuesto, no es nada nuevo para los cristianos
familiarizados con la relación mentor-aprendiz entre Moisés y Josué, Elías y
Eliseo, Noemí y Ruth, Pablo y Timoteo, y Jesús y sus discípulos.

¿Qué es un mentor realmente?

Según The Uncommon Individual Foundation [La Fundación de Individuos


Extraordinarios], una organización dedicada a la investigación y capacitación
mentor-aprendiz, un mentor es «un cerebro que trabaja, un oído que escucha, y
un empujón hacia la dirección correcta». Después del matrimonio y la familia, la
relación mentor-aprendiz es la tercer relación más poderosa para influenciar la
conducta humana.

Randy MacFarland, vice-presidente de las capacitaciones y relaciones mentor-


aprendiz en el Seminario de Denver, ayuda a entrenar mentores. MacFarland
afirma que: «Cuando consideramos la fragmentación de la familia, la velocidad
de los cambios que demanda un aprendizaje constante de nuevas destrezas, y
nuestra sociedad inestable que separa a las familias, la necesidad de relaciones
mentor-aprendiz aumenta.»

La Uncommon Individual Foundation identifica tres aspectos que las personas


necesitan para tener éxito: un sueño, alguien que crea en ellos, y determinación.
MacFarland dice que «ahora, ciertamente añadimos todo el asunto al llamado y
la autorización de Dios. Pero a menudo olvidamos lo poderoso que es cuando
alguien cree en nosotros.» Eso es lo que los mentores hacen, y eso moldea
vidas.

«Empecé a pensar acerca de las relación mentor-aprendiz en nuestra iglesia


cuando los padres jóvenes me preguntaban: “¿Con quién podemos hablar? ¡No
sabemos lo que estamos haciendo!”» —confiesa Don Payne, quien pastoreaba
en ese tiempo la iglesia Southern Gables en Littleton, Colorado. «O escuchaba a
una familia joven decir: “No nos va muy bien con las finanzas y realmente
necesitamos ayuda.” Contacté a algunos miembros de la iglesia e hice algunas
asociaciones —parejas jóvenes con otras mayores.»

Los beneficios de la relación mentor-aprendiz

Muchas personas les gustaría tener un mentor, pero aquellos dispuestos a serlo
son difíciles de encontrar. ¿Cuáles son los beneficios de ser un mentor?

Una ventaja de ser mentor es el sentido de importancia que usted recibe. Como
dice Don Payne: «En el ministerio vocacional, a menudo uno se pregunta si está
marcando una diferencia, o si sus esfuerzos sencillamente están siendo
lanzados al bote de la basura. Sin embargo, en una relación de mentor-aprendiz,
generalmente tratamos con personas deseosas de crecer, dispuestas a
aprender, y podemos observar nuestra inversión.»

Un segundo beneficio es el crecimiento personal. A medida que un mentor


discute con un aprendiz asuntos de carácter, ambos se ven forzados a auto-
analizarse.

Roger Schmidt, quien no solamente continua teniendo un mentor sino que


también es mentor de otras personas en un ministerio estudiantil en la iglesia
Galilee Baptist en Denver, dice: «No puedo analizar la vida de alguien más sin
evaluar la mía primero. Hay personas que me buscan para que yo les dé una
respuesta. Me mantiene en otro nivel de rendición de cuentas. Ellos evalúan mi
vida. Y eso es bastante beneficioso.»
«Por ejemplo, a menudo le repito a mis aprendices: “El ministerio no se trata
acerca de mí; no se trata de mí.” Bueno, un día estaba bajo mucha presión y me
sentía frustrado, distante y malhumorado. Conforme empecé a compartir mis
frustraciones sobre el ministerio y cómo no era capaz de concentrarme en casa
debido a todo lo que necesitaba hacer, mi aprendiz me miró directo a los ojos y
me dijo: “¿Se trata o no de ti?”»

«No practicaba lo que predicaba y él se sintió con la libertad de decirme: “Esto


es a donde creía que íbamos. ¿Es cierto o no?” Fue muy honesto conmigo.
¡Tuve que aprender la lección que intentaba infundir en otros!»

En el principio

¿Qué hace un mentor realmente? Al principio, las tareas son:

1.

2. Establecer el tono. Una vez que se ha hecho contacto entre el mentor y el


aprendiz, cae sobre el mentor la responsabilidad de crear un ambiente
donde florezca la confianza. Una forma para profundizar en esa confianza
es simplemente contándole su historia. Esto abre puertas y produce
conversación. Comparta algunas de sus luchas para así llevar la relación
a un nivel más profundo. El escenario es generalmente informal. Algunos
aprendices se convierten en otro miembro de la familia del mentor. Pasan
tiempo en sus casas jugando con los niños y cenando con ellos. Otras
veces el mentor sencillamente invita al aprendiz a acompañarlo a
actividades ministeriales. «Uno de mis mentores me llevó a varias visitas
pastorales —dice Randy MacFarland—. Aprendí importantes lecciones
con solo acompañarlo.»
3. «Otro mentor era un modelo del liderazgo de servicio. Cuando fundaba una
iglesia, podía llamarlo en cualquier momento en que me enfrentara a
nuevos desafíos. Sea que le preguntara donde colocarme cuando
dirigiera un funeral o verlo orar por el directorio de la iglesia, al observar
su vida experimenté toda una dimensión del ministerio.
4. «Creo que cada hijo necesita escuchar las palabras que Jesús oyó en su
bautismo “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia.” David
fue una de esas personas que me comunicaron eso en numerosas
ocasiones. Él fue una figura masculina que expresó su amor hacia mí, lo
cual marcó una enorme diferencia en mi vida.»
5. Dejar en claro las expectativas. Para que este tipo de aprendizaje se lleve a
cabo en forma segura, se requiere de tres actitudes: apertura,
hospitalidad y lazos. Los mentores no quieren que los aprendices tengan
expectativas muy altas ni muy bajas. Ambos problemas se pueden evitar
si las expectativas se discuten abiertamente. Todos los detalles desde
«¿Hay tarea?» o «¿Quién paga el café?» se deberían discutir con
anterioridad para llegar a un entendimiento mutuo. Las expectativas poco
realistas o inexploradas pueden regresar para perseguirlo más adelante.
6. Después lleguen a un acuerdo sobre la duración de las reuniones, la
frecuencia, la hora, lugar, propósito y nivel de rendición de cuentas. Oren
juntos y comprométanse a orar por las relaciones en medio de las
reuniones.
7. «Un aprendiz podría esperar que usted se identifique con él y que le ofrezca
un hombro para llorar cuando sienta ganas. Bueno, eso tal vez no sea su
mejor contribución como mentor —dice Don Payne, quien ahora entrena a
mentores en las iglesias suburbanas y rurales—. O el mentor tal vez
espere algo que el aprendiz no está dispuesto o no puede ofrecer. Al
principio, ambos necesitan decir: “Esto es lo que yo pienso que puedo
ofrecer y este es mi rango de experiencia. Mi vida es como una caja —
hay mucho afuera de ella, pero eres bienvenido a observar cualquier cosa
que hay en su interior.”»

Moldee sus destrezas de mentor

Una vez que se establece la relación, el mentor debe:

1.

2. Mantener la confianza.
3. Después de que se establece la confianza, esta se debe mantener. Esto
significa ser honestos, abiertos y transparentes. Además, los mentores
deberían tratar al máximo (seguimos con los compromisos) de estar
disponibles y ser flexibles.
4. También significa una confidencialidad apropiada; la información privada se
mantiene privada. Puede que pasen meses antes de que los aprendices
se abran, pero solo toma un minuto para callarlos si se comparte esa
información con otra persona.
5. Al comienzo, los mentores y aprendices deberían discutir el tipo de
información que compartirán (1) con alguien más, (2) con otros mentores
y (3) solo entre sí.
6. «Confianza —dice Don Payne— crece de la humildad. Cuando una persona
no presume saber lo que está en mi cabeza y está dispuesta a
escucharme, eso genera confianza en mí. Tiendo a mantener una
distancia con aquellos que parecen tener prejuicios acerca de lo que
necesito escuchar.» Escuchar atentamente es la clave.
7. Además, los mentores aprenden tanto como enseñan. Las relaciones de
mentor-aprendiz no son relaciones jerárquicas ni de una sola dirección. Si
bien es cierto que uno tiene más experiencia, «compartir la vida» es algo
mutuo. Asimismo, una responsabilidad adicional del mentor es «aceptar la
influencia del aprendiz.» Esto también promueve la confianza.
8. Tener una agenda.
9. El primer lugar de su agenda deberían tenerlo las preguntas del aprendiz. Pero
sea lo suficientemente flexible como para reconocer los momentos en que
puede enseñar algo. Jesús cautivaba a sus aprendices cuando les hacía
preguntas después de haber sanado a enfermos, realizar milagros y tener
debates públicos. Si los mentores de hoy envían a los aprendices a tomar
riesgos, a aferrarse a su fe, a aventurarse a construir el reino, ¡habrá
mucho de que hablar!
10. «Cuando estaba en la iglesia Southern Gables —dice Don Payne— era el
mentor de un seminarista increíblemente brillante. Él había sido oficial de
inteligencia de la milicia antes de ser seminarista, y la palabra “apertura”
no existía en su vocabulario. La vida era estrechamente medida. A pesar
de que tenía la teología correcta de la gracia, para él era muy difícil vivir
por gracia. El error más pequeño lo devastaba.
11. «Un día meditábamos sobre esto, y le dije: “En el ministerio harás cosas
estúpidas, y la única respuesta a esas cosas estúpidas es reconocer que
fue estúpido y que ahora no debo hacerlo de nuevo.” Por alguna razón
ese breve intercambio lo liberó. En la providencia de Dios, lo que es
ordinario para una persona puede ser crucial para otra.»
12. Ofrecer una red de contactos
13. Una parte importante de un ministerio eficaz no es lo que usted sabe sino
a quien conoce. Si un aprendiz le pregunta: «¿Quién sabe algo sobre
esto?» y usted no lo sabe, entonces su tarea es «¿A quién conozco que
sabe sobre esto?»
14. Ofrecer una perspectiva
15. Gracias a los años extras, los mentores tienen algo que los aprendices
no: experiencia. Un mentor debería, por tanto, ofrecerle a los aprendices
el regalo de la perspectiva.
16. Un estudiante una vez le dijo a Janet McCormack, directora de un centro
de capacitación de capellanes: «Lo que me agrada de usted, Capellana
Janet, es que se concentra en el propósito del ministerio mientras que yo
me pierdo en los detalles.»
Eso es lo que hacen los mentores —mantienen todo enfocado en el porqué
hacemos lo que hacemos.

«Es beneficioso para muchos estudiantes internacionales —dice Terry Burns,


director de un centro de capacitación de misioneros— simplemente escuchar:
“Estás experimentando muchas cosas en este momento.” Los ayuda a entender
que por lo que están pasando es difícil. Les proveemos una perspectiva.»

Buenas preguntas

Uno de los deberes más importantes de un buen mentor es hacer las preguntas
correctas. Un mentor no es «la persona que responde», sino, «aquella que hace
que el aprendiz haga una provechosa auto-reflexión.»

Algunas veces las preguntas identifican un asunto más profundo.

«Un estudiante con el que trabajaba identificó su necesidad de ejercitarse —dice


Randy MacFarland—. Como lo comprobé después, este estudiante descubrió
que la falta de ejercicio era meramente un síntoma de un problema más
profundo: las luchas con el manejo del tiempo. Esto salió a la luz porque
reconocí que su eficaz ministerio juvenil y estilo de relación le dificultaban
establecer lazos. Discutimos sus funciones y metas y cómo podía manejar mejor
su tiempo. Una vez que el mentor ha descubierto las amenazas en la vida de
alguien puede realmente ofrecer ayuda.»
En otras ocasiones las preguntas llevan a temores personales que necesitan ser
confrontados.

«Digamos que el aprendiz trabaja en la sala de emergencias de un hospital, y


una mujer que ha sido terriblemente golpeada ingresa —dice Janet McCormack
—. Si el aprendiz regresa y dice: “Me quedé conmocionado. Ni siquiera pude
hablarle a esta persona”, pues bien, esa sería la respuesta más normal de las
personas.

«Pregúntele por qué. Existen muchas posibles razones. Yo le preguntaría “¿Qué


pasaba por tu mente cuando eso ocurría? ¿En qué pensabas?”

«Usted tal vez escuche respuestas como “Recordé cuando golpeaban a mi


mamá” o “No puedo imaginarme a un ser humano haciendo eso a otro ser
humano”, o “Quería golpear al responsable”. Sus respuestas le sugieren cómo
liderar, cómo enseñar.»

Es beneficioso si el aprendiz también hace preguntas. Payne dice: «Animamos a


los estudiantes a que desarrollen una clara idea de lo que necesitan, y que
lleguen a cada sesión con una o dos preguntas bien preparadas para hacérselas
a su mentor.»

Las preguntas también desafían las suposiciones.

«Justo ayer conversaba con un estudiante que desea enseñar en Pakistán pero
no quiere aprender el idioma —dice Terry Burns—. En Pakistán, la gente habla
inglés así que está llevando un curso de cómo enseñar la Biblia en inglés en ese
país. Le dije: “Eso es una suposición interesante. ¿Te has puesto a pensar que
a pesar de que hablan inglés, no piensan en inglés? Piensan como paquistaníes
con una percepción mundial diferente. ¿Es realista suponer que puedes realizar
tu ministerio ahí de la misma forma en que lo llevas a cabo aquí? ” Tuvo que
cambiar sus suposiciones.»

Sea una guía hacia la dirección correcta

Los mentores a menudo les dan «empujones» a sus pupilos hacia direcciones
que al principio son un poco incómodas.

Por ejemplo, los internos de los ministerios juveniles algunas veces se enfadan
cuando se les manda a trabajar en una guardería infantil, asistir a las reuniones
de la junta, o escribir informes. Ellos quieren hacer las «cosas de adolescentes»
en las que ya son buenos. ¿Por qué hacerlos trabajar con bebés o en juntas?
Para hacerlos usar sus habilidades. Los mentores sabios sugieren: «Vamos a
ver en qué eres bueno.»

McCormack entrena a sus aprendices de capellán de esa forma. Les dice: «Tal
vez no tengas ninguna experiencia en esta área. Tal vez prefieras la consejería
individual, pero si nunca has organizado un evento social para solteros, ahora es
tiempo de intentarlo. Quizá no te guste, y está bien. Necesitas conocer tus
habilidades. No te dejaré fracasar. Si las cosas no salen bien, yo estoy aquí para
apoyarte.»

Como dice MacFarland: «Una de las lecciones que duran para toda la vida
cristiana es aprender a depender de Dios. Tomar riesgos y trabajar más allá de
nuestra experiencia previa promueve el crecimiento y la dependencia de Dios.»

Competente para confrontar

Una última destreza que los mentores deberían pulir es la destreza de corregir.
Los mentores son como espejos que ayudan a los aprendices a ver lo que los
detiene de ser todo lo que Dios quiere que ellos sean. «No voy a atacar su
carácter —dice Burns— Yo solo voy a sostener el espejo y diré “¿Ves esto?”»

Si un mentor ha construido una relación de confianza y seguridad, los


aprendices se inclinarán más a aceptar la corrección. Ellos pensarán: «Mi
mentor se preocupa por mí así que puedo escuchar lo que me dice.»

En un nivel, todos los cristianos son responsables en seguir a Cristo con


integridad. Pero en una relación de mentor-aprendiz, tenemos una plataforma
incluso más grande sobre la rendición de cuentas. Si las acciones o hábitos
laborales de un aprendiz son inconsistentes con sus metas y compromisos
establecidos, el mentor necesita mencionarlo.

Payne describe su papel de esta forma. «Voy a tomar prestada la frase de mi


mentor, quiero “hacer una herida limpia”. Una herida limpia es directa, no una
puñalada por la espalda, ni un comentario tortuoso o sarcástico. Esas son
heridas profundas.

«Una herida limpia es también una herida de la que yo formo parte. Nunca haría
una confrontación a menos que esté dispuesto a quedarme durante todo el
proceso con esa persona y convertirme en parte de la solución. Las heridas
limpias sanan, las heridas profundas no.»
«He tenido que confrontar a capellanes de hospital —dice McCormack—
quienes solo visitan a pacientes de su propia denominación, o evitan a aquellos
quienes sufren de una enfermedad terminal y ven exclusivamente a aquellos
quienes se sanarán. Les recuerdo que están ahí por todos los pacientes.
Confronto sus excusas inaceptables.»

Aquellos en apuros no deben aplicar

Ser mentor no es para alguien impaciente. Si bien es uno de los medios más
eficaces para desarrollar verdaderos cristianos, también demanda tiempo.

«En una cultura que presiona por resultados inmediatos siguiendo unos cuantos
principios —dice MacFarland— el proceso de mentor-aprendiz puede parecer
algo lento. Pero no existe un atajo para equipar a las personas a convertirse
teológicamente astutas, piadosas en carácter, y competentes en el ministerio.»

El aparentemente paso lento de esta relación es compensado por su


adaptabilidad universal para las personas de todas las edades, etnias, y
nacionalidades.

«Ser un mentor es un ministerio que nunca será confinado a los lazos


vocacionales u organizacionales —dice Don Payne—. Una persona puede
retirarse del pastorado o de un programa, pero, como mentor, nunca estará sin
un ministerio.»

Y ya que ninguna persona es demasiado vieja como para crecer en carácter y


competencia, la necesidad de un mentor siempre estará. Todos nosotros
necesitamos un cerebro que trabaje, un oído que escuche, y un empujón hacia
la dirección correcta.

Preguntas que los mentores pueden hacer:

1.

2. ¿Cómo afecta su ministerio su relación con Dios?


3. ¿Cómo se está aclarando su sentido del llamado de Dios?
4. ¿En dónde se están viendo probadas sus destrezas?
5. ¿En dónde se está viendo probado su carácter?
6. ¿Cuáles son sus esperanzas y sueños para su futuro ministerio?
7. ¿Cómo te puedo ayudar?
8. ¿Cuál evidencia puede señalar acerca de la presencia y poder de Dios en su
ministerio?
9. ¿Cómo impacta su estilo de relación/comunicación a su ministerio?
10. A medida que evalúa su crecimiento, ¿dónde ve áreas que necesita
trabajar? ¿Cuáles son sus deficiencias?
11. ¿Cuáles son algunas nuevas ideas que podría intentar?
12. ¿Qué podríamos hacer para ayudarte a ser una persona de integridad?
13. ¿Qué dolor ha experimentado y cuáles fueron algunos de sus efectos?
14. ¿Cómo ha moldeado eso su identidad?
15. ¿Cómo Dios usaría su pasado para prepararlo para un futuro ministerio?
16. Vamos a pretender que Dios sabe lo que hace en su vida, incluso cuando
las cosas no han salido como usted lo esperaba. ¿Qué podría estar
enseñándole Dios a través de eso?

Cómo fomentar la confianza

La mayoría de las personas se concentran en las nuevas tareas —sea


paternidad o pastorado— con ansiedad. «¿Puedo hacer esto?» Es aquí cuando
un mentor puede fomentar la confianza.

En mi segunda tarea como capellán de la Fuerza Aérea, las personas se sentían


insatisfechas y la moral era terrible. El comandante me preguntó, a mí, la novata,
«¿Qué piensa que está ocurriendo?»

La trabajadora social psiquiátrica dentro de mí había visto ciertas actitudes


dañinas a la hora de llevar a cabo las responsabilidades, así que expresé mi
punto de vista acerca de la situación. Cuando terminé, esperaba que tomara
cartas en el asunto. Pero en lugar de eso me dijo: «¿Y qué estás haciendo al
respecto?» Me quedé sin palabras. Pensé hacia mis adentros «¿qué estoy
haciendo al respecto? ¡Soy nueva!» Pero le contesté: «Muy bien, esto es lo que
voy a hacer.»

Después el comandante me respondió: «Eso suena muy bien, Janet. ¿Qué


necesito hacer yo al respecto?» ¡Me quedé sin palabras de nuevo! ¡Yo esperaba
aprender algo de él pero él supuso que yo tenía algo que ofrecerle! Eso me
ayudó a dejar de sentirme incómoda. Fue una gran lección de confianza.

—Janet McCormack

Este artículo se publicó por primera vez en Leadership Journal, usado con
permiso. Título del original: How to Be an Effective Mentor ©Copyright  por
el autor o por Christianity Today International. Traducido y adaptado por
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