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El Estado y La Ciencia en Mexico PDF
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I. Introducción
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320 Ruy Pérez Tamayo
congénitos: por ejemplo, está regido por una Junta Directiva in-
tegrada por 12 miembros, ocho permanentes (cinco secretarios
de Estado: Educación Pública, Industria y Comercio, Hacienda y
Crédito Público, Agricultura y Ganadería, Salud, y el rector de la
UNAM, el director del IPN y el director general del Conacyt) y
cuatro temporales (dos rectores o directores de universidades de
provincia, un titular de un organismo descentralizado y un em-
presario) todos ellos nombrados por los miembros permanentes.
Salvo que alguno de estos personajes hubiera sido científico antes
de ser funcionario, es obvio que la Junta Directiva del flamante
Conacyt excluyó a los miembros de la comunidad científica. La
única posición que podía ser ocupada por un científico activo era
la de director general de Conacyt, lo que a lo largo de los prime-
ros 30 años de la institución (1970-2000) ocurrió una sola vez,
pero sólo durante dos años. Desde luego que no hay registro, en
toda la historia de Conacyt, de que la Junta Directiva original se
haya reunido una sola vez y desempeñado sus funciones, lo que
probablemente fue positivo, pues asusta imaginar lo que hubiera
pasado con la institución si los doce miembros asisten y tratan de
llegar a un acuerdo inteligente, o por lo menos operacional. A lo
largo de sus 30 años de existencia en el siglo XX, y los 10 que
lleva en el siglo XXI, el Conacyt ha funcionado bien y otras veces
no tan bien, en parte porque en diferentes sexenios se manejó
como un botín político, e incluso tuvo un director general que
en los primeros días de su instalación declaró: “Yo de eso de la
ciencia y la tecnología no sé nada…”, y procedió a demostrarlo
convincentemente en los siguientes seis años.
Durante la crisis económica de los ochenta, el presidente De
la Madrid solicitó a la Academia de la Investigación Científica,
entonces presidida por el doctor José Sarukhán, que le hiciera
una propuesta para aliviar la situación económica de la mayoría
de la comunidad científica, que se estaba desintegrando poco a
poco por la fuga, tanto interna como externa, de “cerebros”. Des-
pués de realizar una encuesta entre más de 1,000 investigadores
de distintos campos, la Academia envió el proyecto solicitado,
que fue examinado, modificado y presentado por el secretario
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