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Generación Literaria de 1950

Superación del Criollismo

Existen dos criterios y consecuentemente dos nombres, para aludir a este grupo de escritores
nacidos entre 1920 y 1934. El primero y el más difundido, Generación del 50, fue propuesto por
Enrique Lafourcade en 1954. El segundo, Generación de 1957, fue propuesto por Cedomil Goic,
quien aplicó el Criterio Generacional Histórico de Ortega y Gasset y el Método de seriación a la
literatura hispanoamericana.

La Generación literaria de 1950, hizo su entrada al escenario de las letras nacionales, con un
escepticismo radical frente a la vida y a la literatura chilena anterior (buscando ante todo la
superación del criollismo). Por esta razón fueron estigmatizados como escritores
despreocupados frente los problemas sociales. Una de las razones de este escepticismo fue el
momento de cambios profundos en la sociedad, tanto a nivel nacional, como internacional,
teniendo en cuenta, el escenario mundial de la época. Todo esto provocó que en los escritores de
esta generación surgiera la idea de la realidad concebida como una máscara, y que se
subjetivizara absolutamente la noción de conciencia humana.

En término generales, todos los autores que conformaron esta generación, fueron influenciados
por la poesía y por la novela norteamericana (Walt Whitman entre los poetas, Ernest
Hemingway y William Faulkner entre los novelistas) y por la novela clásica Rusa (Leon
Tolstoy, Fedor Dostoievski). También evidenciaron como especial referente el psicoanálisis de
Sigmund Freud, el determinismo científico y el existencialismo.

Un hito de fundamental importancia para el desarrollo de esta generación –compuesta por


narradores, poetas, dramaturgos, ensayistas y críticos-, fueron los Encuentros de Escritores
realizados por la Universidad de Concepción en 1958, ya que en ellos tuvieron tribuna algunos
de sus integrantes más destacados, como por ejemplo: Enrique Lafourcade, José Manuel
Vergara, Armando Cassígoli, Jorge Edwards y Claudio Giaconi, entre otros. También,
propiciaron el debate sobre esta generación tantas veces cuestionada ya sea por su existencia
efectiva dentro de la literatura nacional, o por su visión de mundo y aparente desinterés ante la
realidad del país.

Los poetas integrantes de la Generación del 50, presentaron diferencias en su pensamiento


político, religiosos y poético, sin embargo a juicio de Miguel Arteche, esto no influyó en su
modo de reaccionar frente a la herencia de los grandes poetas nacionales como Pablo Neruda,
Vicente Huidobro, Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle. Tampoco influyó en la
actitud que adoptaron ante su quehacer como poetas, ya que el énfasis no sólo estuvo centrado
en la estructura del poema, sino también en la búsqueda de una conciencia que les permitiera el
“control de la criatura poética” y de la carga emocional de sus elementos, con el fin de lograr
poemas sólidamente trabajados y construidos y además cargados con una “densidad de
pensamiento” estrechamente vinculada a la expresión.

Generación Literaria de 1950


Narradores

Seis novelas claves, tres antologías fundamentales y un Proceso a la literatura chilena, fueron
las contribuciones de la Generación Literaria de 1950 a la narrativa nacional. Entre las novelas
encontramos: Daniel y los leones dorados de José Manuel Vergara, Coronación de José
Donoso, El cepo de Jaime Laso, Islas en la ciudad de María Elena Gertner, El huésped de
Margarita Aguirre y Para subir al cielo de Enrique Lafourcade. En términos generales, las
novelas de la Generación Literaria de 1950, presentan una marcada conciencia tanto del
problema del tiempo, como del de la existencia; en consideración de esto evidencian como
rasgos determinantes: la angustia (conducente al suicidio o a la huida), la soledad como único
medio de reafirmación de ser, la libertad como reacción al determinismo y por último, el
tiempo, como delimitador de la existencia humana. Las tres antologías fundamentales de su
narrativa son: La difícil juventud de Claudio Giaconi, La antología del nuevo cuento chileno y
Cuentos de la Generación del 50, ambas de Enrique Lafourcade. La antología del nuevo cuento
chileno, publicada por Enrique Lafourcade en 1954, incluye 24 autores y 30 cuentos, entre los
que se encuentran: “El nieto” de Margarita Aguirre; “Dos niños” de Fernando Balmaceda;
“Pesadilla” de Guillermo Blanco; “En la gavia” de Armando Cassígoli; “China” de José
Donoso; “Naufragio” de Alfonso Echeverría; “La herida” y “Los pescados” de Jorge Edwards;
“Flor de ceibo” y “Diamantino” de Félix Emerich; “Caída de un ángel” de Mario Espinosa; “El
ángel muerde sus cadenas” y “Otra vez la primavera” de Pablo García; “Niñita” de María Elena
Gertner; “La mujer, el viejo y los trofeos” y “Aquí no ha pasado nada” de Claudio Giaconi;
“Curuninas de fuego” de César Ricardo Guerra; “Margarita María” de Yolanda Gutiérrez; “La
calle” de Eugenio Guzmán; “La novena luna” y “El cuerpo restante” de Luis Alberto
Heiremans; “Rosita” de Pilar Larraín; “La pierna perdida” de Jaime Laso; “El hombre y su
sueño” de Enrique Lihn; “¿Recuerdas?” de Enrique Moletto; “Las flores, el jardín y los perros”
de Gloria Montaldo; “Los compadres” de Alberto Rubio y “Una historia de pesca” de Eugenia
Sanhueza. La difícil juventud de Claudio Giaconi, es una antología que, articulada en torno a
once relatos cuyo tema central es la desilusión, evidencia el temple de ánimo y las temáticas
recurrentes en los miembros de esta generación. Incluye los siguientes relatos del autor: ”Aquí
no ha pasado nada”, “Amadeo”, “La muerte de un pintor”, “Ojo de vidrio”, “La mujer, el viejo
y los trofeos”, “El conferenciante”, “Paseo”, “En un vagón de tercera”, “Desde la ventana”,
“Bruto” y “Estudio de una sospecha”. Polémicamente recibido por la crítica Cuentos de la
Generación del 50, incluye 17 relatos: “Los muertos de la plaza” de Margarita Aguirre; “Adiós
a Ruibarbo” de Guillermo Blanco; “Un recital” de Armando Cassígoli; “H.M” de Mario
Espinosa; “Extraña es tu noche, Josué” de Pablo García; “Un juego de salón” de María Elena
Gertner; “Miguelito” de Luis Alberto Heiremans; “Zipel Brum” de Alejandro Jodorowsky; “La
muerte del poeta” de Enrique Lafourcade; “El hombre que no supo decir no” de Jaime Laso;
“Agua de arroz” de Enrique Lihn; “El testamento” de Enrique Moletto; “El macfarlan” de
Herbert Müller; “El juego de papel” de Waldo Villa; “Primera muerte” de José Zañartu; “La
puerta cerrada” de José Donoso y “A la deriva” de Jorge Edwards. El “Proceso a la Literatura
Chilena” tuvo lugar entre el 18 y el 22 de enero de 1960 en Valparaíso. Tuvo como fiscal a José
Manuel Vergara (novelista integrante de la Generación del 50), como abogado defensor al
crítico Raúl Silva Castro y como relator al profesor de la Universidad de Chile e integrante de
la Generación del 50, Ricardo Benavides. Claudio Solar (crítico e integrante de la Generación
del 50) se desempeñó como testigo de los demandantes, en tanto que Marta Brunet y Alberto
Romero lo fueron de los demandados. El tribunal estuvo integrado por: Sergio Fuenzalida
Puelma, María Flora Yáñez, Hernán Poblete, Alicia Rodríguez, Julio Barrenechea, Virginia
García Lyon, Octavio Tinsly, Javier Vergara, Máximo Cardemil y Luis Droguet. Los cinco
cargos señalados por José Manuel Vergara fueron: “1. En primer lugar acuso a la Literatura
Chilena por haber contribuido a la borrosidad de nuestra fisonomía psicológica. 2. En segundo
lugar acuso a la Literatura Chilena por haber contribuido a nuestra desorientación por no haber
cumplido con su deber de diferenciar con claridad nuestros comienzos ni señalarnos una meta
unívoca. 3. En tercer lugar acuso a la Literatura Chilena de habernos dejado mudos ante el
concierto universal de voces peculiares de cada pueblo. 4. En cuarto lugar acuso a la Literatura
Chilena de no habernos entregado héroes capaces de vitalizar nuestra voluntad y encumbrar
nuestras imaginaciones. 5. En quinto lugar acuso a la Literatura Chilena de contribuir a la
vigencia de una sobreestimulación de nueva literatura sirviendo más a los autores que al
público, encerrando a los primeros en una suerte de invernadero literario en que las obras
nacionales crecen desmesuradamente a costa de la capacidad de resistir la crítica comparativa
del orden universal”. Luego de alegatos y consideraciones de ambas partes, el tribunal resolvió:
1. Rechazar la cuestión previa formulada por la defensa en orden a declarar mal entablada la
acusación en contra de la Literatura Chilena, en cuanto ente moral. 2. Aceptar el cargo cuarto
del libelo acusatorio por estar ambas partes de acuerdo en su procedencia. 3. Absolver a la
acusada, la Literatura Chilena, de los cargos primero, segundo, tercero y quinto de la acusación
fiscal”.

Para mayor información, revisar: Godoy Gallardo, Eduardo. La Generación del 50 en Chile:
historia de un movimiento literario. 1a. ed. Santiago: La Noria, 1991. 389 p. Ubicación: Sección
Chilena 10;(1118-42) N° sistema: 31813

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