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OBRA DIRIGIDA POR] EAN- }JIERRE RIOUX


Y]EAN-FRAN<,;:OIS SIRINELLI

PARA UNA
HISTORIA CULTURAL

TAURUS
PENSAMIENTO
PARA UNA HISTORIA CULTURAL
------------------------------~Í-N-D--ICE
I
© 1997, jean-Pierrre Rioux y jean-Prancois Sirinelli
© 1997, Editions du Seuil
Título original: Pour une histoire culturelle

De esta edición: INTRODUCCIÓN. UN TERRENO Y UNA MIRADA


© D. R. 1998, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V.
jean-Pierre Rioux 9
Av. Universidad 767, Col. del Valle
México, 03100, D.F. Teléfono 688 8966
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Tel: 635 1200 Daniel Roche 27
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Boleita Nte., Caracas 1071. Venezuela. Krzysztof Pomian 79
• Editorial Santillana Inc.
P.O. Box 5462, Hato Rey, Puerto Rico, 00919. DEL LEMOSÍN A LAS CULTURAS SENSmLES
• Santillana Publishing Company Ine. Alain Corbin 109
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• Ediciones Santillana S.A.CROU) ¿MAluANNE, OBJETO DE "CULTURA"?
Javier de Viana 2350, Montevideo 11200, Uruguay. Maurice Agulhon 125
• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.
Beazley 3860,1437. Buenos Aires. SOCIAL y CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE
• Aguilar Chilena de Ediciones Ltda. Antoine Prost 139
Pedro de Valdivia 942. Santiago.
• Santillana de Costa Rica, S.A. AUDIOVlSUAL: EL DEBER DE MEZCLARSE
Apdo. Postal 878-1150, San José 1671-2050, Costa Rica. jean-Noél Jeanneney 157
Primera edición en Taurus: enero de 1999
PERIODOS
ISBN: 968-19-0356-0
Lo EXTRAÑO MEDIEVAL
En portada: "La Verdad Histórica se sirve de los genios de la investigación documen- Michel Sot, Anita Guerreau-Jalabert
tal para iluminar mejor el conocimiento"; grabado tomado de la contraportada de la 177
obra de Ludovico Antonio Muratori, Antiquitatis ltalicae Mediaeui ... , Italia, 1729.
y jean-Patrice Boudet
© Diseño.Enrique Hernández López. RUMORES DE LOS SIGLOS MODERNOS

Yves-Marie Bercé 193


Impreso en México
LA REVOLUCIÓN FRANCESA: ¿REGENERAR LA CULTURA?
Este libro se publica gracias al apoyo de la Embajada de Francia en Méxi . ,. 203
Antoine de Baecque
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni ·n ro lo ni ·n
LA RIQUEZA DE LAS BELLAS ARTES REPUBliCANAS
parte, ni registrada en o transmitida porun sistema de recuperación de informa 'j >11, '11 nll1,i.(llna
forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magn 'ti '0, ·1. 'tro puco, Marie-Claude Genet-Delacroix 227
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la edhortnl.
EL CASO EN TODOS SUS ESTADOS ------ __ 1
Christophe Prochasson 247
VIOLENCIA y CONSENTIMIENTO: LA "CULTIJRA DE GUERRA" DEL
PRIMER CONFLICTO MUNDIAL

Stéphane Audoín-Rouzeau y Annette Becker 265

VETAS
LAs ÉLITES CULTURALES

jean-Francois Sirinelli 289


LAs INVESTIGACIONES SOBRE LAS PRÁCTICAS CULTURALES
Augustin Girard INTRODUCCIÓN
313
LA mSTORIA DE LA POIiTICA
Philippe Urfalino
CULTURAL

327
I
LA MEMORIA COLECTIVA

jean-Pierre llioux 341


EL PATRIMONIO RECUPERADO. EL EJEMPLO DE SAINT-DENIS
jean-Michel Leniaud 373
LA CULTIJRA POIiTICA

Serge Berstein 389


HISTORIA RELIGIOSA, mSTORIA CULTURAL

Michel Lagrée 407


HISTORIA DE LAS ARTES Y TIPOLOGÍA

Gérard Monnier 429

ENTREGAS
LA mSTORIA CULTURAL

Georges Duby 449


ELOGIO DE LO COMPLEJO
jean-Prancoís Sirinelli 457
ÍNDICE ONOMÁSTICO
469
Los AUTORES
483
---------------- -_._-- - ----

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SOCIAL y CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE
Antoine Prost

La historia cultural conoce hoy un interés muy vivo, del cual, a su


manera, esta obra da testimonio. Mientras que la historia econó-
mica y social, preocupada por los grandes conjuntos y por la
comprensión global, se encuentra progresivamente abandona-
da, la historia cultural rebosa de novedades y se anuncia como la
historia del mañana, la más adecuada a un tiempo más desencan-
tado y más narcisista. En ella, nuestros contemporáneos piensan
encontrar respuesta satisfactoria a sus curiosidades más funda-
mentales. Esperan de ella un acercamiento global y le piden
aclarar el sentido mismo de nuestro tiempo, y de la evolución que
conduce a él. Aquí entra en juego nuestra identidad colectiva.
De hecho, la historia cultural no es una verdadera nove-
dad: sin regresar siquiera hasta el memorable Rabelais de
Lucien Febvre, varios historiadores de la generación anterior
la ilustraron. Hay que recordar, por ejemplo, en la obra de
Robert Mandrou o de Philippe Aries, sin hablar de Maurice
Crubellier y de su Historie culturelle de la France (XIX e_xx e
siécle), publicada hace ya más de 20 años por Armand Colin
(1974). Más que de un descubrimiento, habría que hablar de
un redescubrimiento. Pero, si la pregunta es antigua, está plan-
teada hoy con una agudeza y una insistencia nuevas. ¿Tal vez
porque la propia historia cultural de hoy no es exactamente la
de ayer? Bajo la misma etiqueta, encontraríamos otro elíxir. De
todas formas, la pregunta merece ser planteada, y hace un lla-
mado a una discriminación atenta entre lo que la historia cul-
tural no quiere ser y lo que es.

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PARA UNA HISTORIA CULTURAL

SOCIAL y CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE

La historia cultural y sus vecinas


misma tradición. Estamos aquí frente a una historia cultural en
Desde ese punto de vista, es más importante distinguir clara- el sentido pleno de la palabra, pero la historia de las ideas
mente la historia cultural de sus vecinas inmediatas que de la conoce también, simultáneamente, lo que hay que llamar una
historia económica, social o política a la Labrousse. Con ésta, en regresión. Podemos tratar de rebasar la historia económica y
efecto, las diferencias son evidentes e inmediatas. Por el contra- social, pero primero hay que pasar por ella; desdeñaría sería
rio, es más interesante buscar lo que la separa de las formas de ca~r en un contrasentido. Es la crítica opuesta por jacques Julliard
historia que se proponen objetos parecidos a los suyos y que, al libro de Zeev Stemhell, Ni droite ni gaucbe, 1'idéologie fasciste
sin embargo, persiguen objetivos diferentes. en France: reducir la historia de las ideas a la de los enunciados
En primer lugar, la historia cultural no debe confundirse fuera de contexto, desprendidos de las circunstancias que los
con la de los objetos culturales. No porque ésta sea refutable: suscitaron, de los hombres que los formularon y de todo el
presenta un gran interés y una legitimidad establecida. La his- espe~or de su arraigamiento social y humano, sin considerar,
toria de la literatura, de la pintura, de la escultura, de la músi- por SI fuera poco, a qué públicos concretos se dirigían, es to-
ca, del teatro; para acabar pronto, de todas las formas de arte, mar esos enunciados en el nivel superficial, a riesgo de caer
pero también de los carteles o de las caricaturas, es una disci- en la trampa de las intenciones poco inocentes de sus autores
plina constituida desde hace mucho tiempo, con sus métodos, y .sa:ir.de ~o re~l para construir, con todas sus piezas, un objeto
su conjunto de problemas y sus obras mayores. Pero antes de histórico imagínarío.?
que tomara, con un Francastel, por ejemplo, una significación La historia de las políticas culturales, que acaba de ilustrar
mayor para el conjunto de la sociedad, fue muy a menudo una Pascal Ory para el Frente Popular," hace referencia a los mis-
historia sectorial, ocupada en delimitar su propio territorio, sin mos comentarios. Él mismo, por otro lado, evita confundirla
grandes relaciones con la historia general. La separación de la con la historia cultural de ese periodo: es ante todo la historia
historia del arte y de la historia sin más en varias universida- de una política pública, de las decisiones que la definen, de
des, muestra claramente que hay dos caminos paralelos que las fuerzas que se combinan para promoverla o estorbarla. Un
pueden continuar durante mucho tiempo sin converger. ca~ítulo decidi~amente apasionante de una época cuya origi-
Lo mismo se aplica a la historia de las ideas. Produjo desde nalidad perdenamos si no le pusiéramos atención. Pero un
hace tiempo obras mayores; pienso, para no citar más que a capítulo entre otros.
los grandes clásicos, en La Crise de la conscience européenne Ahora bien, la historia cultural no quiere, hoy en día ser
de Paul Hazard, o en la Historie littéraire du sentiment religieux u~a historia entre otras, una de sus mercancías con la que po-
del abad Bremond.' La importancia del movimiento de las ideas dnamos adornar uno de los cajones de la célebre cómoda de
para el de la civilización no se le escapó a ningún historiador, Lucien Febvre: arriba a la derecha, la política interior a la iz-
y la manera en que un Francois Furet o un Claude Nicolet quierda, la exterior ... Pretende llegar a ser una explicación más
retornan hoy el estudio del siglo XX me parece inscrita en esta
2 Jacques julliard, "Sur un fascisme imaginaire: a propos d'un livre de Zeev
Sternhell", Annales ESe, núm. 4, julio-agosto 1984, pp. 849-861. Los críticos
IAbad Henri Bremond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France de Iacques Julliard encontraron una verificación decisiva en el artículo de
depuis la fin des guerres de Relígion jusqu' a nos jours, París, Bloud y Gay, Renaud Poumaréde, "Le Cercle Proudhon ou l'impossible synthése", en Mil
1916-1928. 11 vols.; Paul Hazard, La Crise de la conscience européenne, ;leuf cent. Revue d'bistoire .intellectuelle, núm. 12, 1994, pp. 51-86.
París, Boivin y Cie, 1935. Pasea l. Ory, La Belle Illusion, Culture et politique sous le signe du Front
populaire, 1935-1938, París, Plon, 1994.

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PARA UNA HISTORIA CULTIJRAL SOCIAL y CULTIJRAL, INDlSOCLABLEMENTE

global. En realidad aspira a reemplazar la historia total de ayer. hora, en la jo:nada o ,en la labor, y de burgueses definidos por
Bella ambición que supone más cosas". la re~~a de bIene~ ~a1C~~,la propiedad de los medios de pro-
ducción y la parncípacíón en las instituciones del Estado.
La con~tituc~ón de esas "esencias" históricas, capaces de con-
Hacia la historia social de las representaciones servar su Identidad cambiando sin cesar en el curso del tiem-
p.~, le permitiría a la historia labroussiana superar la contradíc-
En realidad, la historia cultural no puede pretender destronar a cion entre el relato y la estructura, entre la explicación narrativa
la historia económica y social de ayer más que proponiéndose (el acontecimi~nto) ~ la explicación sociológica (las regulari-
un objetivo de una ambición similar. Debe pretender ser válida dades). A medio carnmo entre el individuo único de la historia
para un conjunto amplio, un grupo social, una sociedad entera. que se centra en los acontecimientos y las fuerzas sociales cie-
Para lograrlo, se convierte en una historia de las representacio- gas.de las reg~la!idades estadísticas macrosociales, los grupos
nes colectivas. Esta definición, que tiende a imponerse hoy, s.ocIales consuruian actores colectivos, capaces de acciones de-
constituye el desenlace provisorio de una evolución lexical h~eradas, de emociones, de sentimientos ("la burguesía tiene
interesante, que apuntalan los términos "civilización" y "men- mIedo".", "los obreros están descontentos".", etc.), capaces
talidades". sobre to~o. de conductas racionales, conformes con sus inte-
Para comprender esta emergencia progresiva, se puede r~se,s ~bJetIvos y, por tanto, susceptibles de una explicación
partir de la historia sociallabroussiana. Se había impuesto la hIst~nca con el misrr:o .tír.uloque la crónica de los reyes, pero
labor de hacer la historia de los grupos sociales o de las clases partiendo ~e actores mf¡mtamente más respetables, puesto que
sociales en sus relaciones complejas de enfrentamiento y de son colectivos,
solidaridad. Pero no se preguntaba nada sobre la definición En esta perspe~ti~a, los hechos de orden ideológico, más
misma de su objeto de estudio: el grupo social. Daba por he- que cultural, constituian el tercer piso del edificio: en la base
cho la existencia de realidades fuertes, designadas tanto por el la economía, ar~i~a, la sociedad, aún más arriba, la ideología:
término de "clase", como por el de "grupo": la clase o el grupo la c~ltura, la política, .determinados, en última instancia, por la
social eran vistos como evidencia, como realidades duras alre- realidad de las relaciones de producción, pero beneficiarias
dedor de las cuales se organizaba la historia y cuya consisten- de ~na autonomía relativa. Esta historia de relación marxista
cia de larga duración no tenía nada de problemático. Se en- dedicaba a~plios debates a esta autonomía relativa, pero to-
tiende que Popper haya hablado de "esencialismo" a propósito talmente onentada hacia la lucha de clases, retenía, sobre todo
de estas realidades.' Labrousse no dudaba de que hubiera e? el ,~rden ~~ltu~~l, la~ i~,eas políticas y sociales que le pare-
obreros y campesinos, o mejor dicho una pluralidad de gru- Clan . traducir y reflejar las contradicciones sociales y las
pos obreros y de grupos campesinos, definidos por su condi- rela~~ones de dominación. El apogeo de esta tendencia fue la
ción objetiva de granjeros o de propietarios, asalariados por nocion de "aparato ideológico de Estado" muy querida de
Alt~uss~r. L~ c,ultura sólo estaba verdaderamente integrada en
4Karl Popper, Misére de l'bistoricisme, París, Plan, 1956 (la. edición en inglés, la smte~l; histórica, bajo la forma de una dependencia, de una
1944), pp. 30-31. Este panfleto apunta particularmente a la historia como
tr~~ucclOn o de una inculcación para beneficio de la clase
historia de la lucha de clases. En el pasaje al cual nos referimos, arremete dírigente.
contra la manera en que los historiadores pretenden que una institución
conserve su identidad esencial mientras que apenas pueden describirse , .Sin embargo, las cosas eran menos simples y el trabajo his-
algunos rasgos que siguieron siendo los mismos. tonco lo mostraba cada día. Los grupos sociales no siempre

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obedecían a las racionalidades que ellos lógicamente debían . Esta historia de las mentalidades conoció un desarrollo par-
defender. Si tomamos, por ejemplo, a los patrones de 1936-1937, ticularmente brillante justo ahí donde la historia labroussiana
confrontados a la ley de 40 horas, su interés económico habría había triunfado: el fin del siglo XVIII y los inicios de la Revo-
sido invertir a fin de que sus talleres pudieran turnarse en equi- lución francesa. Ese campo historiográfico había sido objeto
pos de ocho horas, reduciendo así sus costos para sostener una de tantos avances económicos y sociales que era vano esperar
mejor rentabilidad de los equipos. De hecho, algunos de ellos renovarlo quitando algunos discursos suplementarios. Había
adoptaron esta solución económicamente racional. Pero la que cambiar de objeto, y a eso se dedicaron, con el éxito sabi-
mayoría se encerró en una suerte de rechazo, más conforme do, Daniel Roche y Michel Vovelle, incluso antes que Robert
Chartier. 6
con la idea que se hacían de ellos mismos y de su función de
"patrones". No solamente no invirtieron, sino que no trataron Pero tomar en consideración efectiva lo que se llamaba en-
de encontrar un nuevo tipo de relaciones industriales con los tonc~s las "mentalidades" modificaba insensiblemente las pers-
obreros que les habría permitido administrar la situación para el pectívas, Se volvía imposible tratarlas como simples superes-
bien de sus intereses inmediatos; u opusieron a los sindicatos tructuras sin preguntarse acerca de los nexos que ataban en
una intransigencia que volvió a impulsar las huelgas, o bien los individuos. La cuestión se planteó primero sobre la forma
dejaron que los delegados de talleres hicieran a su antojo, sin de la evidencia para los grupos transversales, interc1asistas,
sostener siquiera la maestría en sus esfuerzos por mantener la como los antiguos combatientes que yo estudié. 7 En la medi-
producción. Se puede afirmar que al defender así su personaje da en que ese grupo existía, lo debía a la experiencia común
patronal conservaban su poder y, por tanto, la fuente de sus de la guerra y al trabajo de conmemoración y rememoración
beneficios ulteriores. Esta actitud los llevaba a correr riegos rea- al cual se entregaba. Después la cuestión se planteó para otros
les. Estamos aquí, manifiestamente, en presencia de un conjun- grupos y, finalmente, para lo más evidente a los ojos de los
to de actitudes y de representaciones que no se pueden expli- marxistas: los obreros mismos. Al estudiar en su tesis a los
car directamente por una lógica económica. obreros parisinos durante la Gran Guerra," jean-Louis Robert,
Con más razón, cuando el análisis histórico se interesó quien rechaza el plan labroussiano de tres niveles sobrepues-
en grupos sociales defmidos con menos estrechez por su lugar en tos, evidencia <:1 proceso colectivo de identificación por me-
el sistema de producción, o más complejos en su estructura, los dio del cual el grupo se define definiendo a sus adversarios: la
fenómenos de "mentalidad" tomaron un peso y una autonomía palabra obrera, acerca de la cual]acques Ranciere había mos-
que justificaban un análisis específico. El libro que sin duda ejer- trado que expresaba una voluntad de reconocimiento más que
ció la influencia más fuerte es el de Maurice Agulhon, Pénitents
et Francs-Macons de l'ancienne Prouence? antes titulado, en 6 Michel Vovelle, Piété baroque et Déchristianisation en Provence au XVIII e
una versión de 1966: La Sociabilité mérídionale. Para los histo- siécle Les attitudes devant la mort d'aprés les clauses des testaments París
1 ' ,
riadores de mi generación, su lectura causó impacto: no sólo Pon, 1973; Daniel Roche, Le Peuple de París. Essai sur la culture populaire
au XVIlr siécle, París, Aubier-Montaigne, 1981; Roger Chartier, Lectures et
era legítimo, sino posible y fecundo interesarse en fenómenos
Lecteurs dans la France d'Ancien Régime, París, Le Seuil, 1987.
sociales diferentes de los ingresos, de los modos de vida o del
7 ~toine Prost, Les Anciens Combattants et la Societé jran(:aise, 1914-1939,
trabajo. De pronto, una nueva dimensión vino a enriquecer la ~a~ls, Imprenta de la Fundación de las Ciencias Políticas, 1977, 3 vols.
historia religiosa como la historia política. Solo la parte de acontecuruentos de esta tesis de Estado (Univeridad de París-I
1989) se ha publicado: jean-Louis Robert, Les Ouvriers, la Patrie et la Révolution:
5 París, Fayard, 1968. París, 1914-1919, Besancon, Annales littéraires de l'université de Besancon, 1995.

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una condición, 9 se vuelve el material de una identidad colec- distinción que a veces se hace entre el estudio de las produc-
tiva al dar cuerpo a los valores en los que se legitima al grupo ciones culturales y la de su recepción. lO Por otro lado, funda un
obrero. Mientras que la historia labroussiana ponía el ingreso acercamiento nuevo a los textos, que se interesará menos en lo
del trabajo en la base de todo, la ética reconoce aquí un papel que dicen que en la manera en que lo dicen, en los términos que
fundador. El grupo no existe sino en la medida en que es pa- utilizan, en los campos semánticos que dibujan. Las maneras de
labra y representación, es decir, cultura. hablar no son inocentes, y la lengua que se habla estructura las
representaciones del grupo al que pertenecemos al mismo tiem-
po que, por un proceso circular, ella misma proviene de ahí.
Objetos y métodos de la historia cultural Podemos primero acercamos a la historia de las palabras o,
mejor dicho, de los conceptos: términos como burgueses o
Desde entonces, el historiador que pretende reconstituir las ciudadanos tienen detrás una larga historia 11 y analizarla sig-
representaciones constitutivas de un grupo social es llevado a nifica también analizar la emergencia o la resistencia de los
privilegiar ciertos objetos de estudio, que requieren métodos grupos que esos términos designan. Pierre Bourdieu insistió
de análisis específicos. La atención se centra en las produccio- mucho sobré la función performativa de los discursos: decir
nes simbólicas del grupo, yen principio en sus discursos. 0, más es hacer; decir el grupo, nombrarlo, es hacerla existir sobre el
bien, en esos discursos en tanto representaciones simbólicas. escenario social. Por eso los debates acerca de la designación
Lo que cambia, en efecto, es menos el objeto de estudio -el de los grupos sociales, sus límites y sus condiciones de perte-
historiador ha trabajado siempre y trabajará durante mucho nencia o de exclusión son también los de las luchas sociales."
tiempo todavía sobre textos, incluso si hace referencia a otras La historia de las representaciones remite así a los conflictos
fuentes- que el ángulo bajo el cual se le considera. reales cuyas representaciones están en juego.
En el texto, la historia habitual se apega a lo que los lingüis- Pero permite además dilucidar los fundamentos de esos con-
tas llaman la función referencial: lo que el texto dice, lo que flictos, y las significaciones que los actores le dan. Tomemos
quiere decir, la situación que pretende describir, el aconteci- el ejemplo del sindicalismo francés al final del siglo XIX. Opo-
miento que intenta contar. La historia toma al texto como la ne, evidentemente, al grupo obrero y al grupo patronal. ¿Pero
huella de algo que pasó, y que permite encontrar, reconstituir. cuál era la realidad de esta oposición? ¿Qué representación se
Se interesa en lo que está fuera del texto, independiente de él, hacían los sindicalistas de su condición de obrero? Para saber-
en la realidad extra-textual a la que apunta. lo, tomamos un conjunto de textos de la época, escogidos según
Enunciado por un locutor, individual o colectivo, está des- criterios razonados, y examinamos, sistemáticamente, los tér-
tinado a lectores o a escuchas que le dan el mismo sentido a minos o las expresiones por medio de las cuales lo obreros
los términos. Sin esto resultaría incomprensible. Semejante
palabra singular se dice en una lengua común que define el 10 Alcanzamos aquí, por otros caminos, las conclusiones de Roger Chartier,
espacio de los enunciados posibles, en un momento dado y "Histoire intellectuelle e histoire des mentalités. Trajectoires et questions",
Reuue de syrubése, núm. 111-112, 1983, pp. 277-307,
para un grupo dado. Esta constatación está llena de conse-
11 Veremos en Reinhardt Koselleck, "Histoire des concepts et histoire sociale" ,
cuencias. Por un lado, despoja de significación verdadera la Le Futur passé. Contribution ¿¡ la sémantique des temps historiques, París,
Ed. del EHESS, 1990, pp. 99-118, un buen ejemplo de ese tipo de análisis.
9Jacques Ranciére, La Nuit des prolétaires, archives du réue ouvrier, París, 12 Pierre Bourdieu, Ce que parler veut dire. L'économie des échanges
Fayard, 1981. linguistiques, París, Fayard, 1982.

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PARA UNA HISTORIA CULTURAL SOCIAL y CULTURAL, ]l\T])]SOCIABLEMENTE

que hablan en esos textos se designan ellos mismos y desig- mejor entonces que el sindicalismo haya tomado la forma de
nan a sus adversarios. Constatamos la debilidad de las desig- una Confederación General del Trabajo: los sindica lizados no
naciones que remiten a un análisis teórico o político: proleta- son primero los pobres, los miserables o los oprimidos, aun-
riado, proletarios, clase obrera o capitalista, capitalismo, que también lo sean; el sindicalismo se da como tarea explíci-
capitalistas son relativamente poco frecuentes. Por el contra- ta hacerlos conscientes de su eminente dignidad de producto-
rio, obreros, trabajadoresy trabajo son mucho más utilizados. res y de creadores de riqueza. Se podría resumir ese sistema
El análisis entonces se centra en esos términos y en los enun- de representaciones diciendo que el objetivo del sindicalismo
ciados en los que se encuentran. Muestra que el término obre- es transformar a los obreros en trabajadores."
ro recibe casi siempre una determinación: se habla de los Espero haber mostrado con este ejemplo el interés de un
obreros de tal o cual fábrica, de tal empleo, de tal ciudad, o acercamiento lingüístico a los textos para la historia cultural.
incluso de los obreros en huelga. Obrero designa así a los in- Hubiera podido tomar otros casos, en las proclamaciones elec-
dividuos concretos en sus particularidades. Trabajador, al torales de 1881, por ejemplo, o incluso en los discursos
contrario, se utiliza a menudo de manera absoluta, sin deter- circunstancial es de los antiguos combatientes del periodo de
minación concreta: se habla de la organización o de la eman- entreguerras," o también las investigaciones de Maurice
cipación de los trabajadores, o se le da al término un alcance Tournier y de su equipo, en particular Benoit Habert y Robert
universal: son entonces los trabajadores del mundo entero. Benoit." Pero sería una prueba de ceguera limitarse al estudio
Constatamos también que, en sus llamados, los sindicalistas se de los textos. Hay muchas otras producciones simbólicas donde
dirigen a sus camaradas diciéndoles trabajadores y no obre- el historiador puede leer sistemas de representaciones de gru-
ros, incluso si a veces encontramos designaciones como ca-
maradas o ciudadanos. 13 Este ejemplo está sacado de una ponencia que presenté junto con Manfred
En este nivel, se plantea la pregunta de la significación de Bock en el coloquio organizado por el Centro de Investigaciones sobre la
esos usos distintos de dos términos en apariencia sinónimos: Historia de los Movimientos Sociales y del Sindicalismo de la Universidad
obreros y trabajadores. La atención se enfoca entonces en el de París-I en Sorbona, del 12 al 14 de octubre de 1995, sobre "La invención de
trabajo, que se encuentra en ocasiones para designar el conjun- los sindicalismos. El sindicalismo en Europa occidental al final del siglo XIX".
La comparación con Alemania es muy clarificadora en la medida que el
to de los trabajadores. Al trabajo se opone evidentemente el
sindicalismo aparece mucho más preocupado por la organización, con un
capital, pero la oposición no es muy frecuente. En cambio, en campo semántico estructurado alrededor de la expresión "movimiento
el campo de las designaciones del adversario del sindicalis- obrero"; Arbeiterbewegung. Los términos de connotación ética abundan en
mo, se ven expresiones como clase ociosa, parásitos. Los sin- los dos discursos, para subrayar la valentía y la devoción de los sindicalistas.
dicalistas se designan como los productores y estigmatizan a Pero la capacidad de enfrentamiento parece valorada en Francia, y la de la
organización, disciplina, reflexión, en Alemania.
los patrones como improductivos: son rapaces, y la explota- 14 Véase el libro que escribí en colaboración con Louis Girard y Rérni Gossez,
ción está caracterizada como el robo del fruto del trabajo de Vocabulaire des proclamations électorales de 1881, 1885 et 1889, París,
los otros. Se encuentran también afirmaciones como: el traba- PUF/Publicaciones de la Sorbona, 1974, y mi artículo: "Combattants et
jo, que lo es todo, debe ocupar elprimer rango en la sociedad, politiciens. Le discours mythologique sur la politique entre les deux guerres",
o incluso: la preponderancia y la grandeza, la única verda- Le Mouvement social, núm. 85, octubre-diciembre 1973, pp. 117-154.
IS Di una bibliografía de las investigaciones de tipo linguístico aplicadas a la
dera, del trabajo creador y única fuente de riqueza. Lo cual historia política, las más interesantes, según mi punto de vista, en mi
equivale a convertir el trabajo en el valor central, alrededor contribuciónal libro dirigido por René Rémond, Pour une bistoire politique,
del cual debe organizarse toda la sociedad. Comprendemos París, Le Seuil, 1988, "Les mots", pp. 255-285.

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PARA UNA ]-[fSTORlA CULTURAL SOCIAL y CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE

pos sociales determinados. El pozo que separa a la historia del nalista" que ciertas personas le dieron a la presencia de las
arte de la historia sin más constituye, desde ese punto de vista, banderas en los monumentos a los muertos constituían un con-
una buena oportunidad perdida. Las imágenes, para quien las trasentido, por no fijarse en el lugar que las banderas ocupa-
mira realmente, ofrecen representaciones particularmente ins- ban en el espacio simbólico del monumento, ni en el escena-
tructivas. No hemos olvidado el uso que un Philippe Aries le rio ni en los gestos con los que se les usaba: las banderas que
supo dar, tanto a las representaciones de la infancia como a las desfilaban no tenían la misma función simbólica ni, por tanto,
de la muerte." la misma significación, a menos que se desfilara frente a ellas;
De manera más general, la historia cultural debe interesar- las banderas que se inclinan no son colores que uno sube a la
se por lo que Noélle Géróme llama justamente los archivos cima de un mástil."
sensibles: las imágenes en el sentido más general y los obje- De este procedimiento atento a las producciones simbóli-
tos." Las insignias, los emblemas, las banderas, por ejemplo, cas, Les Lieux de mémoirede Pierre Nora reúne múltiples ejem-
pero también las fotografías de aficionados o las tarjetas pos- plos. Pero no sabríamos limitar la lista: todo, con la condición
tales. Para abordadas, sin embargo, los historiadores deben de saber leer, puede introducir al universo de las representa-
tomar de los antropólogos o de los etnólogos su método en ciones de un grupo, incluidos los hechos más excepcionales.
todo su rigor: su observación es mucho más precisa, mucho De esta forma, Alain Corbin analiza la violencia asesina de un
más sistemática que la de los historiadores. Trata de no dejar pueblo como la manifestación de un sistema de representa-
escapar ningún detalle, pues se niega a decidir, antes de haber ciones políticas, vuelto arcaico por una sociedad que practica
recogido todos, si son o no significativos, y qué significan. el sufragio universal desde hace una veintena de años." La
Imágenes y objetos cobran sentido dentro de las series. violencia excepcional como expresión simbólica de una iden-
Hay que situadas sobre todo en el marco de las prácticas en tidad perdida ...
las cuales se les utiliza. Las banderas sindicales sólo revelan
sus secretos si uno dispone de un amplio conjunto y si uno
consigue precisar en qué circunstancias eran exhibidas. El Tres problemas para concluir
análisis de la cultura obrera tiene mucho que aprender de los
usos y de la calificación de los espacios de la fábrica, o de El campo de la historia cultural se abre así a la medida de las
los rituales, como ir a tomar un trago 18 a la salida, pero a con- pretenciones totalizantes de esta historia de nuestros días.
dición de detenerse en una observación minuciosa. Igualmen- También conviene, sin duda, limitarse a la ambición de algunas
te, creo haber mostrado, analizando las ceremonias del 11 de dimensiones, de por sí vastas.
noviembre del periodo de entre guerras , cómo el valor "nacio- Hay que señalar primero que toda cultura es cultura de un
grupo. La historia cultural es indisociablemente social, puesto
16 Philippe Aries, L 'Enfant et la Viefamiliale sous l'Ancien Régime París que se interesa por 10 que diferencia a un grupo de otro. Se trata
Plon, 1960; Essais sur l'bistoire de la mort en Occident du Moyen Ag~ no~ a entonces de un razonamiento sobre las diferencias, sobre las
jours, París, Le Seuil, 1975.
17 Archives sensibles. Images et objets du monde industriel el ouvrier. Noélle

Géróme dir., Cachan, Ed. del E TSde Cachan, 1995. ' 19 "Les monuments aux morts. Culte républicain? Culte civique? Culte
18 Véase, por ejemplo, Noélle Géróme, "Les rituels contemporains des patriotique?", en Pierre Nora, ed., Les Lieux de mémoire. 1. La République,
travailleurs de l'aéronautique", Ethnologiefran~aise, t. 14, núm. 2, abril-junio París, Gallimard, 1984, pp. 195-225.
1984, pp. 177-196. 20 Alain Corbin, Le Village des cannibales, París, Aubier, 1990.

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PARA UNA HISTORIA CULTURAL SOCIAL y CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE

distancias. Puede ser incluso su definición, si le creemos a Claude cultura es mediación entre los individuos que componen al
Lévi-Strauss: "Llamamos cultura a todo el conjunto etnográfico grupo. Esto establece entre ellos comunicación y comunidad.
que, desde el punto de vista de la investigación, presenta, en Pero la cultura es también mediación entre el individuo y su
comparación con otros, diferencias significativas. l...] el término experiencia: es lo que permite pensar la experiencia, decírsela
cultura se emplea para agrupar un conjunto de diferencias sig- a sí mismo diciéndosela a los otros. Lo vemos bien cuando la
nificativas cuya experiencia prueba que los límites coinciden experiencia vivida toma de alguna manera a contrapié las re-
aproximadamente. Que esta coincidencia no sea nunca absolu- presentaciones que uno podía hacerse de ella antes de abor-
ta, y que no se produzca jamás en todos los niveles a la vez, no darla, por ejemplo, para la experiencia de la guerra. Mientras
debe prohibimos utilizar la noción de cultura ..." 21 que los soldados franceses de la Primera Guerra Mundial no
Definir así la cultura como un conjunto de diferencias signi- cesan de denunciar el énfasis patriótico-militar de los periódi-
ficativas es plantear la cultura como lo que recorta a los grupos cos de la retaguardia, que los describen ávidos de llegar a las
sociales. La dificultad para el historiador es partir de la cultura, manos con los alemanes, ellos mismos no siempre logran de-
y no de los grupos, pues siempre hay tendencia a aceptar a los cir lo que viven sin retomar involuntariamente esas imágenes
grupos como algo que ya está ahí, como preexistentes en su grandilocuentes y absurdas. Se les ve describir, por ejemplo, a los
búsqueda, puesto que las fuentes de las que prescinde están alemanes cargando a paso de ganso, bayoneta en ristre, a tra-
con frecuencia recortadas socialmente. Éste es el límite de los vés de embudos de granada, o incluso a un capitán llevando a
estudios a los que me refería más arriba, por ejemplo, sobre las su compañía con un impulso endiablado, con el barro hasta
autodesignaciones en el sindicalismo francés al final del siglo media pierna ... 22 ¡Traten pues de retomar su impulso en el
XIX. En la medida en que uno se asigna un corpus de textos que lodo! ... El discurso, aquí, traiciona la realidad a la que se refie-
destacan un grupo social determinado, no podríamos concluir re: de los términos que permiten pensar la experiencia de
con validez que las representaciones ofrecidas por el texto de- guerra no todos me han sido proporcionados.
finen a ese grupo, diferenciándolo de los otros: para saber ver- Pero si la cultura es lo que permite al individuo pensar su
daderamente quién se reconoce en los valores del trabajo, ha- experiencia, a través de lo cual el individuo formula su viven-
bría que examinar estos últimos transversalmente, a través del cia, el trabajo.Tos problemas cotidianos, así como los episo-
conjunto de los medios sociales, y localizar exactamente dónde dios mayores de la existencia: el amor o la muerte, el historia-
pasa la frontera, dónde se sitúan los cruceros. A falta de tal in- dor no sabría descifrar esta cultura sin conocer esa vivencia.
vestigación, la historia cultural pierde una parte de su valor La historia cultural debe ir y venir sin cesar de la experiencia al
heurística. Enriquece la descripción de los grupos sociales, pero discurso sobre la experiencia. ¿Qué vivencia se dice en una
no permite sopesar cuáles, de los factores económicos, profesio- cultura? ¿Cómo, de qué experiencia se nutre una cultura? La
nales, sociales, o de los factores culturales, fundan su identidad. historia cultural propone entonces un programa de investiga-
Aquí estamos tocando el segundo problema: el de la cultu- ción mucho más pesado que la historia sin más, puesto que es
ra como factor de identidad. Toda cultura, decíamos, es cul- un ir y venir constante entre ésta y las representaciones que
tura de un grupo. No hay cultura si no es compartida, pues la los contemporáneos se hacen de ella.

21 Claude Lévi-Strauss, Antbropologie structurale, citado por Maurice 22Véanse las referencias en mi artículo: "Les représentations de la guerre
Crubellier, Histoire culturelle de la France, XIX e_XX e siécle, París, Arrnand dans la culture francaise de l'entre-deux-guerres", Vingtiéme siécle. Revue
Colin, "U", 1974, pp. 20-21. d'bistoire, núm. 41, enero-marzo 1994, p. 25.

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PARA UNA HISTORIA CULTIJRAL SOCIAL y CULTURAL, INOISOClABLEMENTE

De ahí el riesgo que uno corre cuando aborda la historia -ya sean religiosas, étnicas, sociales, nacionales u otras, poco
desde la historia cultural. De cierta manera, por razones a la importa-, toda historia es social. Bloch y Febvre lo dijeron
vez prácticas y epistemológicas que no tienen nada que ver admirablemente, después de muchos otros entre los cuales
con el marxismo, la historia cultural es el encumbramiento de están Seignobos, y antes de él Fustel, así como muchos otros.
la investigación. Viene después de los otros porque es impo- Pero los grupos sólo tienen identidad en la diferencia con
sible comprender una representación sin saber de qué es re- otros grupos, por ya través de conjuntos de representación;
presentación, bajo pena de naufragar en el nominalismo. toda historia social un poco ambiciosa y preocupada por com-
El último problema será el de las evoluciones en historia prender lo real en su totalidad debe entonces convertirse tam-
cultural. Porque toma muchas cosas de disciplinas marcadas bién en historia cultural. Las separaciones, a veces útiles des-
por el estructuralismo, como la lingüística o la etnología, la de un punto de vista metodológico, son siempre mutilaciones.
historia cultural destaca describiendo coherencias en la sin- Si debemos renunciar al sueño de una historia acumulativa,
cronía. Sin embargo, está claro que las culturas se transfor- que pudiera ofrecemos un cuadro definitivo de la evolución
man, evolucionan. Pero esas evoluciones siguen ritmos poco de la humanidad, de los orígenes a nuestros días, pues sabe-
conocidos, a veces bruscos y a veces muy lentos. Sobre todo, mos que los intereses cambian y que las preguntas planteadas
están a menudo enmascaradas y pueden pasar inadvertidas. a la historia no dejan de cambiar, no debemos renunciar a esta
Tomemos por ejemplo la introducción del carácter mixto en historia total que une en un solo conjunto los aspectos múlti-
los establecimientos escolares. He aquí una evolución mayor, ples y solidarios de una misma realidad, porque sería renun-
y que da testimonio de una transformación notable de repre- ciar a entender. Toda historia es, a la vez e indisociablemente,
sentaciones relativas a la diferenciación sexuada de los roles y social y cultural.
de su importancia. Es muy difícil decir cuándo se produjo esa
evolución. La Educación Nacional ya no construye estableci-
mientos diferenciados a partir de 1959, pero los liceos de
muchachas y muchachos siguieron durante varios años sus
vidas distintas. Probablemente, la fusión se llevó a cabo en los
años setenta. Todavía los públicos no fueron confundidos
intantáneamente. Habría allí toda una investigación, difícil de
conducir. Y, sin embargo, se trata de evoluciones que muchos
de nuestros contemporáneos han vivido. Adivinamos la difi-
cultad de volver a trazar las evoluciones culturales más viejas.
Pero no existe una historia que trate de los cambios, de las
evoluciones. La historia cultural debe obligarse a rebasar el
estado de la constatación de las diferencias, para explicar las
evoluciones. Debe ser historia, y no solamente antropología
retrospectiva. En esto radica toda la dificultad.
Como se ve, al final de esta reflexión, dudaría en instituir
la historia cultural como un terreno enteramente autónomo.
Porque no hay historia más que de grupos, de colectividades

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