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El Poema
El Poema
Martin Heidegger
Traducción de José María Valverde en HEIDEGGER, M., Interpretaciones sobre la
poesía de Hölderlin, Ariel, Barcelona, 1983, pp. 193-203
Hablar sobre el poema querría decir: desde lo alto, y por tanto desde fuera,
averiguar qué es el poema.
¿Con qué derecho, con qué conocimiento podría ocurrir eso? Faltan ambas
cosas. Por tanto, sería arrogancia querer hablar sobre el poema. Pero ¿qué hacer si no?
Más bien así: que nos dejemos decir por el poema en qué consiste su
peculiaridad, en qué descansa.
Sólo que él -así parece- nunca está tan cerca de nosotros que nos alcance su
palabra, que nos haya alcanzado, que .seamos nosotros los alcanzados - y lo sigamos
siendo.
Que Hölderlin poetiza al poeta y .su determinación, y por tanto lo peculiar del
poema, lo suyo propio, lo muestran títulos de poemas como Vocación de poeta, Ánimo
de poeta, y estos poemas mismos en sus diversas versiones.
Además, el pensar poético de Hölderlin trata también de la poesía en forma de
artículos y esbozos: Sobre el modo de proceder del espíritu poético, Sobre la
diferencia de los modos de poetizar, Sobre las partes del poema (StA IV, p. 241 SS.); y
más ampliamente aún por la comprensión poética, en sus traducciones de las Tragedias
de Sófocles, en las Observaciones sobre el Edipo, en las Observaciones sobre
Antígona (StA V, p. 193 ss., 263 ss.).
«¡Antes del tiempo!» ¿Antes de qué tiempo dicen su palabra los poetas vocados
a ello? ¿Qué es ese gran destino? Hölderlin habla del tiempo en referencia al cual el
poeta habla antes de tiempo, en el cántico Mnemosyne (StA II, p. 193, v. 16 ss.):
Largo es / el tiempo.
Qué largo entonces, preguntamos. Tan largo, que llega incluso más allá de
nuestra presente época sin dioses. Correspondiendo a ese largo tiempo, debe también
estar mucho antes -aguardando hacia mucho más allá- la palabra antes de tiempo del
poeta. Debe poetizar la venida de los dioses presentes.
Los presentes antaño más verdaderos no han pasado, no se han extinguido, sino
que sólo se han apartado. El advenimiento de los dioses presentes no significa por tanto
de ningún modo el regreso de los antiguos dioses. Del advenimiento que Hölderlin
percibe poéticamente, habla más claramente otra variante de la elegía Pan y vino (StA
II, p. 603, 19 ss.):
Si pudiéramos interpretar bien este texto, nos ofrecería una ayuda para percibir
lo peculiar del poema que Hölderlin se aprestó a poetizar. Pero este texto ofrece para la
meditación a que ahora nos atrevemos dificultades demasiado grandes; por tanto
elegimos otra palabra del poeta.
Tan pronto como Hölderlin tiene «lo suyo» está firmemente en la determinación
que le corresponde, es el poeta de su poema. Preguntamos por la peculiaridad de éste.
Ha ,de percibirse cuando nos metamos en las siguientes preguntas:
Oímos dos veces «deber». Una, al comienzo del segundo verso, otra al comienzo
del tercero. «Debo» se refiere a la relación del poeta con la presencia de los dioses
presentes. El otro «debe» se refiere al modo de los nombres con los que el poeta nombra
a los dioses presentes. En qué medida el uno y el otro «deber» se corresponden
mutuamente y afectan a lo mismo, esto es, el poetizar, se echará de ver en cuanto se
haga más claro a qué modo de poetizar debe ajustarse el poeta.
Pero antes preguntamos: ¿De dónde viene esa obligación? ¿Por qué ese mandato
de dos vertientes?
Es extraño, se pensaría, si los dioses presentes están tan cerca del poeta,
entonces el nombrar sus nombres surgiría por sí mismo y no requeriría de ninguna
apelación especial al poeta. Sin embargo el «tan cerca» no significa «suficientemente
cerca» sino «demasiado cerca». El himno Patmos empieza:
«Cerca está y difícil de captar el dios.» El «y» significa «y por eso». El dios está
demasiado cerca para que sea fácil de captar. La misma palabra que «cerca» [nahe] se
manifiesta en «exacto» [genau]. El antiguo genau significa: aproximándose. En el
mismo himno Patmos leemos en el v. 78 ss. (StA II, p. 167) estos versos difíciles de
entender:
«Movidos por sagrada necesidad» - esas palabras sólo las oímos una vez en este
lugar dentro de toda la obra poética de Hölderlin. Expresa la exigencia dominante por
todas partes en ella sin expresarse y bajo la cual está su poetizar. Esas palabras
significan para nosotros el «debe» que obliga al poeta «para que tenga su / haber».
El lugar desde el que debe nombrar el poeta a los dioses, debe ser de tal modo
que los que han de .ser nombrados en la presencia de su venida le estén lejanos, y así
precisamente sigan siendo los que vienen. Para que esa lejanía se abra como lejanía,
debe el poeta retrotraerse de la cercanía de los dioses que le apremia y «nombrarles sólo
en silencio».
¿De qué índole es tal nombrar? ¿Qué significa en general «nombrar»? ¿Consiste
el «nombrar» en que algo sea dotado de un nombre? ¿Y cómo llega eso a tener un
nombre?
El nombre dice cómo se llama algo, cómo suele llamarse algo. El nombrar está
remitido a un nombre. Y el nombre resulta del nombrar. Con esa explicación damos
vueltas en un círculo.
Callar debemos a menudo: faltan nombres sagrados ...
Hölderlin confiesa:
¿Va a significar esto que el poeta se guarde meramente para sí lo que hay que
nombrar y no deje resonar nada de eso ante los demás hombres? Si así ocurriera,
entonces se habría hecho infiel a su vocación poética.
El poeta se nombra «en silencio» «los dioses presentes». «En silencio» significa:
acallado, llegado al reposo, a ese reposo en que reposa el ajustarse a lo asignado, en
cuanto que corresponde a la sagrada obligación y con ello se contenta. En el cántico de
Hölderlin Fiesta de la paz vuelve a hablar una vez y otra la palabra «en silencio».
La determinación temporal «antes» significa ese «antes del tiempo» al que los
poetas están lanzados por delante con su decir nombrador. «sólo ... / me los nombro yo
en silencio» -el «me» podría referirse al Yo de la persona de Hölderlin, si no siguieran,
excluyéndolo directamente, estas palabras en el mismo verso:
... para que el poeta tenga / su haber ...
«Me», es decir, al poeta le están asignados los dioses presentes, los que se
acercan desde lejos, como los que hay que nombrar en la llamada. Su presencia
demasiado cercana le obliga a retrotraer su decir nombrador al lugar ya citado de la
lejanía.
Y mucho
como en los hombros
una carga de leños
ha de mantenerse.
La lejanía del dios que se acerca relega a los poetas en la dirección hacia ese
lugar de su existencia donde se le hunde y desaparece a ésta el suelo, el fundamento
sustentador. La ausencia de ese fundamento es lo que Hölderlin llama el «abismo». En
la citada variante de la elegía Pan y vino que empieza «Larga y difícil es la palabra de
ese advenimiento» dice Hölderlin de los «servidores de los celestiales», esto es, de los
poetas:
Pero lo suyo no le pertenece tampoco al poeta como una posesión que se haya
ganado él mismo. Lo suyo consiste más bien en que el poeta pertenezca a aquello para
lo que se le necesita. Pues el decir del poeta está tomado, indicando, velando al
desvelar, en su uso de dejar aparecer el advenimiento de los dioses, que necesitan la
palabra del poeta para su aparición, para que empiecen a ser ellos mismos en su
aparecer.
En la octava estrofa del himno El Rhin se dice (StA II, p. 145, v. 109 ss.):
Pues como
los más bienaventurados nada sienten por sí mismos,
es preciso, si está permitido decir
tal cosa, en los nombres de los dioses
tomando parte, que sienta Otro,
el que necesitan ellos...
La oda titulada Animación, acabada por el poeta a comienzos del año 1801,
empieza con una llamada: « ¡Eco del cielo!» Ese eco es el poema de Hölderlin.