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CLAVES PARA CONSEGUIR EL LOOK ADECUADO PARA UN ABOGADO

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13 Octubre, 2014
 
¿Hasta qué punto es importante la imagen en esta profesión?, ¿sería inteligente utilizar los
servicios de personal shoppers y asesores?

Por Isabel Yuste Tosina. Personal shopper y asesora de imagen.


 
La imagen que tenemos de los abogados, y de qué modo puede serles útil la ayuda
de un personal shopper
 
Si existe una profesión que nuestra mente relacione inmediatamente con la elegancia esa
es la de abogado, sobre todo con la masculina, posiblemente la culpa la tengan las series
de televisión y el cine. Sin ir más lejos uno de los legales dramas más exitosos del
momento, que emite la cadena USA Network y que ya va por su cuarta temporada en
antena, se llama Suits (trajes de chaqueta) y es un verdadero marcador de tendencias en
cuanto a moda masculina. ¿Quién no recuerda a los elegantes abogados de La ley de los
Ángeles, o más recientemente los perfectos trajes de Armani o Prada de Alicia Florrick la
protagonista de The Good Wife? En la pantalla grande ocurre lo mismo, los abogados
siempre suelen ir impecables, y como en la vida real se utiliza el vestuario y la imagen
para influir en el telespectador, los que pertenecen a un bufete siempre van trajeados y
con corbata, sin estridencias y ellas elegantes y recatadas, y cuando el protagonista es un
abogado por cuenta propia su imagen suele ser más relajada, más moderna. En los
juicios, el abogado defensor tiende a ser más joven e informal y el fiscal más elegante.
 
¿Ocurre lo mismo en la vida real? Salvando distancias y evitando generalizar, se puede
decir que sí. Obviamente depende del tipo de abogado, del país o provincia donde ejerza,
de la edad, del cliente con el que suela trabajar, etc., pero por lo general es una profesión
donde la imagen es muy importante. Pocas son las universidades o escuelas donde los
alumnos vayan vestidos de traje a las clases, en cambio en las de Derecho, hay muchas
donde ir aseado y trajeado es casi una obligación académica más, y en los bufetes más
prestigiosos hay un código de vestimenta estricto.
 
Por tanto, no es una locura pensar que los estudiantes de abogacía o los profesionales del
sector recurran cada vez más a los servicios de asesores de imagen y personal shoppers.
La elegancia es algo innato, pero en profesiones como éstas donde el poder de la imagen
es tan importante, si no se tiene hay que adquirirla de algún modo. No se trata solamente
de que el profesional pueda contar con un armario adecuado a sus necesidades, sino
también que consiga dar siempre (y sobretodo en un primer contacto), la impresión que
desee. Un abogado es su propia imagen de marca. Por otro lado, es una profesión muy
sacrificada en la que en muchas ocasiones es difícil conciliar trabajo con vida familiar, y si
a esto le sumáramos que el profesional tuviese que dedicar muchas horas de su vida a ir
de compras o cuidar su imagen, en muchos casos sería prácticamente imposible, y es
entonces cuando la ayuda de un personal shopper es fundamental.
 

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Un personal shopper es un profesional que, a través de una asesoría de imagen y un
posterior trabajo de adquisición de vestuario, ayuda a los clientes a sacar el mayor partido
de su belleza natural y facilita su vida ocupándose de su armario. Hay personas que tienen
un sentido estético o elegancia natural, pero hay otras que están muy perdidas en ese
campo, bien porque no les interesa, o porque no tienen tiempo. A través de sus armas de
trabajo, el personal shopper puede asesorarles en cuanto a los colores que mejor le
sientan, los cortes o los estilos que más le favorecen y posteriormente acompañarle de
tiendas para poner en práctica todo lo aprendido y que elaboren juntos (adecuándose a un
presupuesto y unas características personalizadas),  un fondo de armario que facilite al
cliente la ropa adecuada para cada ocasión durante un largo periodo de tiempo.  ¿No
sería genial saber qué color de traje te va a hacer lucir más fresco y descansado, o cuál te
hará parecer más serio?, ¿qué ancho de base de cuello necesitan tus camisas en función
de la forma de tu rostro?, ¿qué largo deben tener tus faldas y como combinar aquella
chaqueta que tanto te gusta pero lleva años en el armario sin estrenar?, ¿qué corte de
pelo te hace parecer más joven, o cómo maquillarte adecuadamente?, ¿no sería fantástico
saber el protocolo adecuado que te exige cada ocasión, o que alguien organice por ti los
outfits completos que vas a usar cada día durante un mes, y que posteriormente conozca
tan bien lo que te gusta y mejor te sienta que pueda comprar por ti cada vez que lo
necesitas sin que tu tengas que invertir tu tiempo en ello?. Por estas razones el
asesoramiento es fundamental y una inversión inteligente.
 
Como debería vestir un abogado
No hace mucho se desató una gran polémica al respecto, cuando un decano emérito del
colegio de abogados de Sevilla, D. José  Ángel García Fernández publicó su obra
Vademécum para Abogados Noveles que se repartía como obsequio a los recién
colegiados en A Coruña. Abogados coruñeses integrados en la iniciativa 542.2 pidieron su
retirada, alegando que los consejos sobre vestimenta que en el libro se daban eran
“pautas sexistas y trasnochadas”. El decano aconsejaba a las letradas no usar pendientes
grandes, botas con faldas, esmalte de uñas o perfumes muy fuertes para ir al juzgado.
 
Dejando de lado la polémica, los consejos del señor García Fernández no están muy
alejados de lo que marcaría el protocolo adecuado pero, obviamente, hay que amoldarse a
los tiempos y matizar algunas de sus opiniones. De hecho, en los grandes bufetes los
trabajadores con su contrato firman acatar una serie de normas de vestimenta que no
distan tanto de las que apuntaba el  decano sevillano, como nada de faldas cortas,
escotes y tirantes para las señoras o siempre traje de chaqueta con corbata para ellos
exceptuando los viernes. Probablemente una letrada en el juzgado con unas uñas rosas,
unas botas de punta, tacón y cremalleras y unos pendientes de aro dorado gigantes no
sea lo más adecuado, pero podría acudir perfectamente con un esmalte neutro, unas
botas elegantes y unos pendientes más discretos. En un juicio es importante que los
abogados no distraigan la atención con su imagen de lo que es realmente significativo, y
además llevan toga.
 
Fuera del juzgado podríamos apuntar algunas pautas adecuadas que no son sino
consejos y que van dirigidos a un grupo específico de profesionales, los que tienen que ir
por obligación contractual vestidos formalmente.
 
Hombre

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Los trajes de chaqueta deberían ser azules marino, grises o marrones oscuros, lisos y de
corte clásico.  Corbatas poco llamativas acompañando a camisas azules o blancas sin
botones en el cuello, calcetines oscuros, zapatos de pala lisa negros o marrones y cinturón
a juego. Pelo siempre arreglado, cara afeitada y ropa impecablemente limpia y planchada,
invertir en un buen maletín es una opción inteligente igual que en un par de abrigos
elegantes y neutros. ¿Aburrido?, puede ser, pero después cada persona puede llevar sus
toques de estilo. El abogado que quiera optar por esta indumentaria clásica puede
encontrarla en tiendas como Armani, Dior, Emidio Tucci o Massimo Dutti, si se atreve a
innovar un poco más puede visitar Hackett o Scalpers.
 
Quizás esta parte del trabajo pueda hacerlo por su cuenta,  pero a la hora de elegir
detalles que pueden diferenciar un look impecable de uno correcto el personal shopper es
crucial. Si la persona tiene algo de barriguita, deberá optar por trajes de dos botones y dos
aperturas atrás, solapas de tamaño medio y terminadas en pico, colores lisos y cinturones
del mismo tono que el pantalón. Si el cliente es bajito nunca deberá llevar pantalones con
vueltas, y le sentarán bien las corbatas llamativas para centrar la atención en la parte
superior de su cuerpo; si tiene el cuello ancho deberá usar camisas con cuello inglés, o si
es excesivamente alto, trajes con estampados de cuadros o rayas horizontales. Dos
personas pueden llevar el mismo traje de Armani y poder lucirlo de manera
completamente distinta, no es lo mismo si se arregla el largo de manga y bajo, o si se
combina con la corbata perfecta y con los complementos adecuados, y esa diferencia
puede que sólo te ayude a marcarla un profesional, es más, lo perfecto sería que el cliente
se hiciese trajes a medida, pero no siempre es fácil dar con el sastre adecuado.
 
Mujer
Las mujeres por lo general suelen cuidar más su imagen independientemente de en qué
sector trabajen. Para una abogada lo correcto sería vestir trajes de chaqueta de pantalón y
falda, preferiblemente con un largo por debajo de la rodilla, en colores neutros y oscuros
en invierno, y más vivos en verano. Zapatos de tacón medio, cerrados y lisos, vestidos
rectos con el largo adecuado, complementos no demasiado llamativos, pero que den un
toque distintivo como pañuelos, medias preferiblemente color piel, y bolsos grandes
dependiendo de la altura de la persona. El maquillaje debe ser natural y el peinado
siempre muy cuidado. Para clientas más conservadoras hay marcas como Armani,
Escada, Max Mara o Trucco.
En el caso de las mujeres, el personal shopper puede ayudarlas a elegir el traje perfecto
con el corte que más favorece a su silueta, con unos pequeños trucos se pueden disimular
caderas, tripa, piernas anchas, un pecho demasiado grande o escaso, poca altura, etc.
Vestirnos de la manera adecuada y vernos bien en el espejo cada día aumenta nuestra
autoestima y seguridad en nosotros mismos, lo que puede ayudarnos a desarrollar nuestro
trabajo con más firmeza. Es importante saber también qué colores nos sientan mejor tanto
para la ropa como para el maquillaje y el tono de pelo, y que largo o tipo de corte de
melena favorece más a nuestro rostro.
 
El personal shopper puede también limpiar nuestro armario de prendas que no nos
favorecen, están pasadas de moda o en mal estado, y volver a llenarlo con la ropa
adecuada, indicándonos las posibles combinaciones e incluso armándonos los conjuntos
que usaremos cada día, lo que puede ser muy útil para aquellos que no tienen tiempo y
para los que la elección de la vestimenta cada mañana puede resultar un suplicio.

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El lenguaje de los Abogados: disuadir, persuadir y convencer con las palabras
Las palabras del abogado, pronunciadas o escritas, no están destinadas a comunicar sino
a convencer, persuadir y disuadir.
29 Marzo, 2017 

Por José Domingo Monforte, socio director de Domingo Monforte Abogados


Asociados
 
Los abogados tenemos un lenguaje propio que responde al sentido práctico de derecho.
El llamado “Estilo Jurídico” no tiene como prioridad la comunicación sino la imposición
subliminal de una idea. Es por ello que, en ocasiones, puede resultar complicado para
nuestros clientes seguirnos y entendernos cuando debatimos cuestiones de derecho.
Las palabras del abogado, pronunciadas o escritas, no están destinadas a comunicar sino
a convencer, persuadir y disuadir. A crear una realidad que encaje con sus objetivos.
Humberto Eco escribe “un juicio es un escenario en el que se representa una comedia o
un drama….y empieza la logomaquia”. Más que lo que se dice, importa como se dice. Por
encima de la razón se anteponen los argumentos. Una teoría que comparto, pero que no
es mía. Se la escuché al Filósofo, historiador y lingüista, Pancracio Celdrán, en una
conferencia titulada “Las Palabras y los Abogados”.  Entendía el erudito que, en
ocasiones, los golpes de efecto tumban la verdad más verdadera. Y ponía como ejemplo
una anécdota histórica que refleja perfectamente esta idea: Friné, prostituta griega del
siglo IV a.de.C, acusada del crimen de impiedad, fue llevada ante los jueces atenienses;
Su abogado, Hipérides, viendo indecisos a los magistrados y casi condenada a su
defendida, pidió a Friné que se desnudara y dijo: “Oh jueces de Atenas ¿Condenareis por
un crimen de impiedad a quien los dioses hicieron tan hermosa”….Salió absuelta.

Los abogados escribimos y hablamos primero para disuadir: quitar de la cabeza del juez,
del abogado contrario e, incluso de nuestro cliente, las ideas que no encajan con la
“verdad” que defendemos. Y en segundo lugar para persuadir: convencer a todos los que
nos escuchan de que nuestros argumentos son los únicos con los que se puede hacer
justicia.
En el lenguaje oral, tiene un peso enorme la comunicación no verbal: la entonación, los
gestos, los ademanes. Los abogados, por difícil que sea la postura que defendemos,
hemos de transmitir seguridad, que los que nos escuchan perciban que estamos

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convencidos de lo que decimos. Ese será el primer paso para convencer; primero, por
deber, a nuestro cliente, de que le estamos dando la mejor defensa posible y, después, al
tribunal de que tenemos razón en nuestros argumentos.

Durante el discurso, es fundamental estar pendiente del auditorio para asegurarnos de que
está entendiendo el sentido de las palabras y el objetivo con el que las pronunciamos. Y
evitar, en la medida de lo posible, equivocarse. Decía Cicerón “el error percibido es como
una herida….de ella podemos morir y dejar a la intemperie nuestro tinglado o entramado
retórico”.

Si hablamos de los escritos forenses, el estilo jurídico, conserva una valiosa herencia del
latín. Una lengua demasiado viva en nuestra disciplina como para considerarla muerta. Y
que además ayuda a encontrar la precisión y exactitud que la terminología jurídica
necesita para expresarse correctamente. Todo ello hace, sin embargo, que los textos
jurídicos puedan resultar rebuscados y complicados de entender para los profanos en
derecho. Pero es el precio que deben pagar para cumplir sus propósitos. Para ser
efectivos, los escritos de los abogados, deben combinar el léxico propio, riguroso y
preciso, con un discurso coherente y bien organizado. Ha de tenerse en cuenta que está
destinado a un receptor especializado en la materia y, por tanto, el uso de una
terminología específica suma y ayuda a la comprensión.

No deja de ser cierto que, cuando los abogados salimos de nuestro entorno jurídico,
tendemos a llevar con nosotros ese lenguaje que, para una audiencia más generalista,
puede resultar artificioso. Es cuando se escribe artículos de opinión o se habla para
personas no especializadas en derecho, cuando debemos  hacer un esfuerzo y adaptar
nuestro lenguaje forense en aras de una correcta comunicación. En este camino, el estilo
jurídico puede sacrificar algunos tecnicismos, pero nunca perder su riqueza léxica. Hacer
un discurso comprensible no implica rebajar la cultura del que se expresa. El lenguaje
nunca se debe banalizar o degradar, ni siquiera en aras de un fin tan loable como es la
comunicación. La sencillez no es simpleza.

Cómo transmitir con eficacia el alegato que hemos preparado por escrito
5 Abril, 2017
  
Por Raúl Ochoa Marco, socio-fundador de Ochoa-Marco & Asociados

No sólo se requieren conocimientos técnicos acerca de la materia objeto de litigio, sino


que es necesario la adquisición de una serie de habilidades que refuercen nuestra
presencia en sala
En términos generales, el vocablo alegato – en latín allegatus – hace referencia a una
alocución, un testimonio o una exposición que se pronuncia en contra o a favor de una
persona o de algo.

De acuerdo con lo establecido por el diccionario de la Real Academia Española, se


denomina alegato a la presentación que realiza el Abogado para fundamentar el derecho
que tiene la parte que sostiene la defensa y para refutar las razones esgrimidas por la
parte que ejerce la acusación. Esta expresión confiere al Letrado la facultad de realizar un
planteamiento contrario al aducido por la otra parte para que, acto seguido, pueda analizar

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las pruebas, impugnar los argumentos de la contraparte y llevar a cabo una
fundamentación jurídica de sus pretensiones con base en la legislación y jurisprudencia
aplicable.
De lo expuesto se colige que el alegato consiste en un análisis crítico de la prueba
efectuada en autos, tratando de convencer y persuadir al Juzgador para dictar una
resolución favorable a sus intereses.

Empero, no sólo se requieren conocimientos técnicos acerca de la materia objeto de litigio,


sino que es necesario la adquisición de una serie de habilidades que refuercen nuestra
presencia en sala.

Preparación de la estrategia jurídica y estructura del alegato


Aunque es fundamental la agilidad mental del abogado, en ningún caso se recomienda
dejar cualquier circunstancia o evento a la improvisación; ello sólo genera desconfianza,
tensión y pérdida de atención del letrado respecto de todo aquello que ocurre en sala en
los momentos previos a su intervención.

El abogado que actúa en Sala no tiene oportunidad de sustituir las palabras y frases ya
emitidas; obviamente, no puede memorizar un guion concreto porque es imposible
conocer con exactitud todo lo que va a ocurrir en el transcurso del proceso. Por tanto, se
recomienda la elaboración de una estrategia jurídica tras el estudio del asunto en
profundidad y de las normas procesales, así como, preparar el proceso judicial de forma
minuciosa con anterioridad a que el mismo comience, buscando el camino más factible
para los intereses del cliente.

Momentos previos al juicio


El conocimiento exhaustivo del objeto de litigio permite al abogado perder el miedo y
eliminar los nervios y la inseguridad propios de un procedimiento judicial, a fin de mostrar
máxima confianza en su actuación.

No obstante, antes de acudir al acto del juicio, es recomendable obtener toda la


información posible acerca de las cualidades del Juzgador, pleitos diarios que conoce,
criterios jurídicos, etc; con la finalidad de que el abogado pueda hacerse una idea, lo más
certera posible, del foro donde va a actuar.

Preparación del cliente para el acto del juicio


Para alcanzar un veredicto favorable no es suficiente solo con las alegaciones vertidas en
el plenario, ni el resultado de las pruebas practicadas, sino que es necesario algo más.
Entre estos factores que pueden incidir en el fallo, la primera impresión representa un
papel fundamental, ya que el Juzgador, normalmente, no conoce a las partes y, por tanto,
según sea positiva o negativa, esa primera impresión condicionará, en cierta medida, el
veredicto final.

En ocasiones, es recomendable suavizar o modificar el aspecto exterior del cliente, pues


es cierto que hay personas que pueden encajar en un cliché determinado, que no
favorezca en absoluto a la estrategia que el abogado pretende seguir. De igual forma,
debe cuidarse la propia presencia del letrado; guardando siempre una cierta armonía con
la función que éste ejercita en sala, porque todo aquel elemento que invite a fijarse más
que en el alegato jurídico puede distorsionar la atención del juez.

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La entrada en sala
En el momento en el que el letrado entra en sala debe conocer el lugar exacto del estrado
en que debe colocarse. Además, es fundamental establecer un vínculo de empatía con el
Juzgador, así como con el Letrado Colaborador de la Administración de Justicia, sin
perder la compostura y el debido respeto. A tal efecto, no se recomienda establecer
comunicación visual directa con el Juzgador, pudiendo considerarse como un gesto
intimidatorio; es decir, al Juez no se le debe mirar directamente a los ojos, sino al
entrecejo.

El comportamiento del abogado en Juicio


Si se consigue cierto grado de empatía entre el letrado y el Juez, se garantiza que, al
menos, esté receptivo a escuchar el alegato que el abogado efectúe en el acto del juicio.
Por tanto, hay que evitar cualquier acto que pueda enfrentar al abogado con el Juez y
buscar siempre situaciones beneficiosas, como es comenzar aquellas frases que puedan
contravenir al Juzgador con oraciones como “Con el debido respeto, Señoría…” o “Como
conoce su señoría…”.

En lo que respecta a los interrogatorios, toda actuación del abogado debe estar
interrelacionada, por lo que es fundamental realizar una escucha activa durante todo el
acto del juicio. De esta forma, se logra un análisis lógico y rápido de las preguntas y
respuestas; eludiendo la mala praxis de repetir preguntas ya formuladas por las otras
partes, evitando las llamadas de atención del Juez y, en consecuencia, la pérdida de
concentración.
Además, debe tenerse presente a la hora de proceder a realizar el interrogatorio de los
testigos, evitar, si éste ha sido muy conciso en hechos que no favorecen, volver a formular
preguntas relacionadas. De esta forma, se consigue que, en el supuesto que el Juez
hubiera pasado por alto tal afirmación, pueda indagar sobre dicho extremo. Es decir, el
abogado debe controlar y dominar, en función de las respuestas obtenidas, cuándo debe
dar por finalizado el interrogatorio, aun cuando, apenas hubiera formulado preguntas al
respecto.

Sintetizar
Un conocimiento exhaustivo y claro acerca del objeto de defensa, permite elaborar un
alegato pulcro, limpio y entendible, aportando únicamente aquellos datos verdaderamente
relevantes a la causa defendida. Ello implica, conocer exhaustivamente el asunto
enjuiciado, pudiendo sintetizar aquellos hechos y acontecimientos que rodean al mismo,
evitando aportar datos que empecen la resolución del asunto y generen confusión y
oscuridad.
No debe olvidarse que, hoy en día, se premia la brevedad y concisión en la exposición en
público. En consecuencia, a la hora de elaborar un alegato, lo primordial es llamar la
atención del juez, mediante frases o palabras clave para este fin, cuidando mucho el estilo
y la forma; ya que, cuando alguien habla de forma enrevesada, compleja, pareciendo un
erudito, se debe a que, realmente, no tiene conocimiento material del asunto, sino que
está repitiendo aquello que no ha llegado a comprender.

Captar la atención a través del alegato

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La comunicación en sala no es más que transmitir aquello que hemos estado preparando
y estudiando, para que sea escuchado y atendido; en suma, conseguir fijar la atención del
Juzgador con lo expuesto en nuestro alegato.

El subirse al estrado conlleva estar en tensión, lo cual no significa estar nervioso, sino
estar atento; haciendo uso de las sinergias que nos permitan mantener una actitud
creativa, diferente a la habitual en los foros, que mantenga activa la escucha del Juzgador
en el momento de realizar nuestro alegato final.

La comunicación en sala, como ya se ha expuesto, se lleva a cabo a través de un lenguaje


verbal y no verbal. Por tanto, desde que se entra en sala hay que despertar un cierto
interés en aquél que nos va a escuchar; por ello es igual de importante la entonación de la
voz como la postura del abogado en el estrado.

La postura
La comunicación no verbal del abogado condiciona, en ocasiones, la orientación del fallo,
pues, a través de la misma, puede reforzarse la tesis defendida por el abogado o, por el
contrario, desbaratar completamente la misma.

Así, deben evitarse aquellas posturas que generan en el Tribunal desconfianza sobre lo
que el abogado está transmitiendo, y que reflejan cierta inseguridad en sus palabras; tales
como sentarse en el borde de la silla, balancear la misma mientras habla, esconder las
manos debajo de la mesa, tocarse el pelo en repetidas ocasiones, cruzar los dedos de las
manos o, incluso, sostener un bolígrafo.

A modo de ejemplo, el sostener un bolígrafo entre las manos en el momento de comenzar


el alegato, únicamente genera un efecto hipnótico en el Juzgador, distrayéndole de las
palabras emanadas por el letrado, lo que ocasiona desconexión, y, por ende, se bloquea
su escucha activa.
Así, la postura que debe tener el abogado en el momento en el que interviene debe ser la
de un presentador de televisión en el momento de dar una noticia muy importante:
manteniendo cierta inclinación hacia delante, colocando el brazo derecho apoyado sobre
la mesa. De esta forma, el orador refleja máxima seguridad en lo que dice, provocando
predisposición en el oyente para escuchar con atención lo que se le transmite.

La voz
La entonación de la voz durante el alegato es fundamental a la hora de conseguir la
atención del Juzgador. Es posible que el argumento esgrimido en el informe final sea,
técnicamente, muy sólido, pero si, el mismo, no es escuchado activamente por el Juez, se
convierte en un argumento vacío y sin relevancia alguna en el proceso.

Por ello, el letrado debe tener suma cautela antes de intervenir en el alegato final,
valorando psicológicamente la actitud que el Juzgador ha tenido durante la tramitación del
acto del juicio, así como el tiempo que ha durado este y, por último, la hora en la que el
mismo tiene lugar. Así, en el hipotético caso de que fuese el último juicio del día y fuera a
una hora avanzada, el abogado debe reducir al máximo la duración de su informe, siendo
breve y conciso.

Para que la intervención del abogado tenga el efecto deseado, se requiere tener

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preparado previamente la estructura del alegato; lo cual no significa leer un guion, sino
tener unas pautas que sean acordes a la estrategia judicial seguida durante el proceso.
En este sentido, hay que intentar focalizar la atención del Juzgador. En ocasiones puede
ser de ayuda para conseguirlo comenzar la intervención con una frase excéntrica, que
provoque su atención; de esta forma, será más fácil que el Juez escuche el alegato del
abogado de una forma activa y comprometida. Una vez que hayamos conseguido esto, el
informe no debe ser nunca monótono, aburrido ni lineal; sino que deberá hacerse en voz
alta, sin vociferar, vocalizando correctamente, haciendo énfasis y entonando de manera
especial aquellas palabras que resulten más relevantes para la resolución del asunto,
según nuestro interés.
Coaching. Instrucción. Entrenamiento
6 Julio, 2016
 
El ejercicio de la abogacía ha evolucionado mucho en los últimos años. Ahora nos
preocupamos –sobre todo los que menos tiempo llevamos en la profesión- por aspectos
tan diversos como formación, marketing, inteligencia emocional, habilidades tecnológicas,
redes sociales, marca personal, etc., que con carácter general no se aprenden en las
facultades de Derecho, pero que sin duda tienen una gran importancia en la actividad
profesional de nuestros días.

Además de la edad, el interés por estas nuevas capacidades depende de otro factor como
la localización geográfica en la que ejerzamos la actividad, puesto que algunos de ellos –
en especial los referidos a comunicación y marketing- tienen una importancia relativa
distinta en núcleos de población más pequeños.
 
Si hay una profesión en la que se necesite adquirir habilidades distintas de las puramente
teóricas, ésa es la profesión de abogado.

Desde la óptica del abogado que recibe coaching, debemos tener muy claro que nuestro
objetivo es un valor añadido a nuestro perfil profesional que nos diferencie del resto de
abogados con los que competimos en el sector legal.
 
Como abogado con cierta experiencia en el ejercicio profesional, mis recomendaciones se
dirigen, esencialmente, a tres aspectos fundamentales: (i) la inteligencia emocional, (ii) la
técnica forense y (iii) la marca personal. Ninguna es más importante que las demás, y el
trabajo conjunto de todas potenciará la figura del abogado que las practica.
 
Inteligencia emocional orientada hacia el cliente
Según Salovey y Mayer, consiste en la habilidad para manejar los sentimientos y
emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios
pensamientos y acciones. Frente a la distinción entre personas cerebrales o
sentimentales, aboga por la interacción natural de una con la otra.
 
La genética es importante en el desarrollo de la personalidad humana, pero también lo son
las conductas aprendidas. Una mezcla entre naturaleza y educación.
 
Algo verdaderamente importante en la profesión jurídica es escuchar. Lo tenemos que
hacer con nuestros maestros, con nuestros clientes, con nuestros compañeros abogados

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–especialmente con los que trabajan para la parte contraria-, con los jueces y magistrados,
con las autoridades administrativas…
 
Cada cliente es único, aunque compartimos con todos la misión de conseguir que nos
informen de todos los elementos necesarios para poder realizar la mejor defensa de sus
intereses. Lograr esto reducirá el riesgo de que en el peor momento salga a relucir algún
detalle que cause un gran perjuicio al propio cliente, sobre lo que el cliente no nos instruyó
pues consideró que no era relevante.
 
Ser capaz de mostrar un conocimiento suficiente de la materia de la que trata el problema
legal, sin abrumar en el contenido ni avasallar ni en las formas, ayudará a construir un
puente bidireccional que facilitará el trasvase de información con nuestro cliente.
 
Escuchar y comprender el asunto que nos ocupa es el primer paso para poder trabajar en
la defensa de los intereses de nuestros clientes, y sin lugar a dudas para ganarnos su
confianza. No es recomendable que el abogado se identifique con el cliente y con su
problema legal, y mucho menos con la vertiente personal de su asunto; pero la empatía sí
es necesaria al menos para que el cliente nos trate como un auténtico confesor, digno
depositario de todos los detalles del asunto que pretende encargar.
 
La adecuada combinación de esos elementos creará el clima propicio en la relación con el
cliente para que fluya la información.
 
Técnica forense
Para un abogado ejerciente tan importante es redactar escritos como defender sus
argumentos de forma oral.
 
En uno u otro caso es fundamental tener un esquema claro de lo que se quiere hacer. Un
modo de ahorrar tiempo es tomarse el necesario para realizar esa primera aproximación
en forma de esquema inicial.
 
Señalo la palabra inicial, porque el desarrollo del trabajo llevará, en la mayoría de las
ocasiones, a variar el contenido de ese documento primigenio adecuándolo a las
necesidades y circunstancias que vayan apareciendo.
 
A la hora de escribir, tiene una importancia extrema presentar las ideas de un modo claro
y conciso para facilitar la labor de los jueces y de las autoridades a las que nos dirijamos.
Las oraciones tienen que ser lo más cortas posibles y, aunque parezca una obviedad, se
ha de intentar respetar en la medida de lo posible la estructura clásica de sujeto, verbo y
predicado tratando de evitar todo lo posible las subordinadas.
 
No hay foro dedicado a estas cuestiones donde no se diga que los escritos han de ser
breves, tendentes a ocupar la menor extensión posible.
 
Si bien es cierto que se intenta actuar de este modo, no lo es menos que debido al notable
incremento de acciones en reclamación de responsabilidad profesional contra los
abogados, este criterio está reñido con el de agotar –en todos los sentidos- los
argumentos, por absurdos e improductivos que puedan llegar a ser, para satisfacer al
cliente.

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En cuanto a la oratoria, la puesta en escena, es un arte en el que si bien es importante
estar dotado de ciertas condiciones, no lo es menos que la práctica, unida al interés por
mejorar, puede dar unos resultados espectaculares. De cualquier modo coincidimos con
Shakespeare en que la mejor improvisación es la que se prepara.
 
Los intentos de agilizar los procedimientos judiciales en España han llevado a que el
legislador haya intentado potenciar la actividad procesal oral, por lo que el dominio de esta
habilidad se revela cada vez más importante.
 
La comunicación consta de dos aspectos, uno verbal y otro no verbal, que han de ir
acompasados.
No debemos creer que la comunicación verbal se adquiere con pedantería. El mejor
comunicador será el que adapte de la mejor forma posible su discurso a su auditorio. Las
palabras cultas y las expresiones grandilocuentes no garantizan una mejor comprensión
del mensaje. A modo de ejemplo podemos poner a los políticos, que utilizan distinta
retórica ya se encuentren en la cámara a la que pertenezcan, ya se encuentren en
campaña electoral. E incluso cuando están inmersos en campaña electoral, adaptan su
discurso, el contenido y las formas, al auditorio del lugar donde les toque intervenir.
 
Cada escenario es distinto, y lo que funciona ante unos oyentes no tiene por qué cuajar
con otros. El buen orador será capaz de tantear a su público y de variar, si fuera
necesario, la intervención que lleve preparada. A modo de ejemplo, si advierte que el
público no va a recibir con agrado bromas que salpiquen la intervención, las evitará.
 
La modulación de la voz y el control de la velocidad al hablar también son elementos
esenciales. Si queremos mostrar tranquilidad, hablaremos en un tono bajo, reposado, y a
no mucha velocidad. Al revés, si pretendemos transmitir dinamismo, el tono podrá ser más
alto y mayor la velocidad. Para dar seguridad a nuestras palabras intentaremos buscar un
tono de voz grave y un ritmo constante. Para mantener la atención del auditorio
alternaremos distintos tonos y velocidades dependiendo de las necesidades del discurso.
 
Los gestos deberán acompañar a las palabras para reforzarlas, para que el conjunto sea
coherente. No se puede decir que se está seguro de algo cuando en lugar de mirar a los
ojos del interlocutor se está dirigiendo la vista al suelo. Será difícil convencer de que
estamos abiertos a negociar cuando permanecemos sentados detrás de una mesa,
reclinados hacia atrás y con los brazos cruzados a la altura del pecho. Cómo conseguir
que crean que estamos tranquilos cuando no dejamos de comprobar el nudo de la corbata
y de recolocar la chaqueta.
 
El abuso de los gestos puede llevar a distraer la atención del mensaje, lo que se deberá
tener en cuenta para no conseguir el efecto contrario al deseado. Aunque puede que nos
interese hacerlo por motivos tan espurios como que pretendamos distraer la atención de
una mancha en la manga derecha de nuestra camisa. Para ello, centraremos la atención
de nuestro interlocutor en la mano izquierda gesticulando de modo ostensible con ella. O
quizá estemos defendiendo los intereses de un cliente que ha perdido la movilidad de un
brazo en un accidente. Exagerando nuestro uso de esa extremidad trataremos de dar
mayor importancia a su disfuncionalidad.
 

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Marca personal
La generación de una marca personal quizá sea uno de los aspectos más novedosos e
interesantes de los últimos tiempos. Pese a lo que pueda parecer a la vista de la
importancia –relativa- que tienen los despachos de abogados de gran tamaño, en España
el ejercicio de la abogacía se realiza de una forma individual. Así pues, el abogado disfruta
de una marca personal propia, que es su nombre y su fama.
 
También en los despachos grandes se cuida la creación y mantenimiento de la marca
personal de sus abogados, y en especial de sus socios, los principales –que no únicos-
encargados de ganar mercado y de conseguir asuntos para el despacho.
 
Dependiendo de dónde nos encontremos, necesitaremos unas vías u otras para generar y
mantener la marca personal de cada uno, pero para este artículo nos vamos a referir a lo
que recomendamos a quienes desarrollan su actividad en núcleos urbanos de cierto
tamaño, con gran competencia en el sector. Para estos abogados, la generación de una
marca personal sólida y distintiva es esencial.
 
Existen varias vías para la generación de una marca personal en el sector legal. La
primera y más eficaz de todas ellas ha de ser la del trabajo bien hecho, que será la mejor
tarjeta de presentación. Cuidado, que trabajo bien hecho no es sinónimo de victoria
judicial, al igual que juicio perdido no necesariamente significa derrota de los intereses del
cliente.
 
Otra de las vías importantes para la generación de una marca personal es la publicación
en medios especializados del sector jurídico. Publicar nunca ha sido tan fácil como hoy, y
según se consigue experiencia y reputación, se incrementa el nivel del medio en el que se
publica. Los artículos bien preparados y ejecutados dan prestigio, si bien hay que tener
cuidado para que no provoquen –si no se quiere- el encorsetamiento del autor en una idea
concreta o una línea jurisprudencial definida que limite sus posibilidades de negocio.
 
Las redes sociales son armas de doble filo si no se usan con cuidado y atención. Hay que
distinguir de forma clara si el uso es profesional o privado, y así hacerlo saber a nuestros
seguidores y potenciales lectores. En todo caso, al haber una línea muy delgada entre uno
y otro, los abogados han de ser conscientes de que lo que publiquen con su nombre
tendrá, para bien y para mal, repercusión en su reputación profesional.
 
Hasta hace bien poco los medios que se usaban para actividades profesionales eran
LinkedIn y, en menor medida, Twitter, aunque hoy día parece que Facebook está tratando
de llamar la atención para hacerse un hueco en los servicios profesionales y cada vez
gana más adeptos.

Diez claves para convertirse en un buen estratega de la vida


13 Enero, 2014
 
 Mientras que la sociedad nos prepara para evitar el conflicto, hay algunas personas que
están subiendo por los muros de nuestra fortaleza para quitarnos lo que más queremos:
nuestros sueños, nuestra salud, nuestras propiedades, nuestra tan deseada paz mental.
Pero la sociedad no te prepara para defenderte. No te entrena para ser un estratega de la
vida. Y no lo hará nunca. Por tal motivo, sólo aquellas personas que a lo largo de la

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historia han visto el contexto que les rodeaba a vista de águila, han sabido ir, volver,
quedarse, huir, persuadir, callarse, actuar o reflexionar mejor que el resto de las personas
de su entorno. Admitámoslo: el destino de muchas personas ha dependido del estratega,
del que en momentos difíciles mantiene la cabeza fría y actúa a la inversa del caos
emocional que se crea ante una situación complicada

Julio García Ramírez. Abogado. Director de Abogacía en Positivo. Fundador de


Lawyer Training – Escuela de Abogados
 
Las siguientes claves te ayudarán a adquirir y potenciar la habilidad de ser un estratega de
la vida. Quizás pierdas la partida, la batalla o la guerra, pero por lo menos habrás sabido
luchar de tú a tú con los problemas; desde el conocimiento; desde la altitud de quien hace
primar sus objetivos sobre una emoción concreta; desde la tranquilidad de saber aguardar
el momento oportuno para la actuación pertinente y efectiva.
 
Estas diez claves te ayudarán a comprender mejor que la paz existe y el conflicto es su
sombra. Que la paz es necesaria y el conflicto también, para solucionar el lastre que todos
tenemos en nuestras vidas por relacionarnos con personas equivocadas o actuar en
contra de nuestros propios intereses. 
 
El viaje al mundo de la estrategia te espera. 
 
Un buen estratega:
 • Sabe que sus emociones pueden sobrevalorar o minusvalorar los hechos que ocurren
en la vida. Si tienes miedo, tenderás a sobrevalorar a tus enemigos y a exagerar lo que
puede ocurrir, actuando demasiado a la defensiva.  La ira, además de ser un veneno que
uno toma para intentar “matar” al otro, te cegará y te hará actuar con precipitación. El éxito
tenderá a que te relajes mientras lentamente se te va acortando tu ventaja sobre tus logros
y tus competidores lo aprovecharán y te copiarán mucho más rápido de lo que crees, y
mientras disfrutas del champán embriagador y cegador de la victoria momentánea… ¿no
sabes que todo cambia por momentos y que la autocomplacencia es la muerte segura de
cualquier proyecto personal o profesional? 
 
• Domina los detalles por adelantado y tiene una visión general por encima de los
problemas puntuales. Mientras que los demás no saben a dónde ir ante una situación
complicada, el estratega “ha visto” la posible solución con anterioridad, su visualización de
lo que podía ocurrir fue tan real, tan acertada, que su calma imanta a los que le rodean,
todos le buscarán, verán  su poder como algo natural, el estratega transmite dicho aura
pero él sabe que sólo la anticipación del detalle hace fácil lo complicado. Por ello, se
prepara en tiempos de tranquilidad para no descontrolarse emocionalmente en situaciones
complicadas donde pensar a veces no es posible, por ello, se entrena, para dar
respuestas inmediatas que sean eficaces.
 
• Juzga los hechos, sólo los hechos. Las palabras son fáciles de decir… y muchas veces
las acciones que están detrás de ellas reflejan lo contrario: ante cualquier problema serio
los hechos hablan por sí solos sobre las verdaderas intenciones de quien las pronuncia. El
estratega sabe que ante cualquier conflicto la verdadera personalidad de una persona no
se forja… ¡se revela! y a menudo, la sorpresa que nos llevamos es mayúscula. Pero el
estratega lo intuye, sigue la pista de las actuaciones de quien habla mucho, bien, con

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persuasión… pero sus actos no “bailan” con su discurso. El buen estratega está preparado
para cuando de verdad los actos reflejen sus verdaderas intenciones. 
 
 • Entrena su fortaleza mental. Cuando todo falla, la persona estratega huye del ruido y
acude a su propio templo del conocimiento. Sus libros sobre habilidades, sus cursos, sus
vídeos sobre los mejores gurús del mundo, todo está dentro de sí, esperando a ser
utilizado, recordado para darle alternativas a una situación difícil.
 
 
 Sabe que siempre detrás del plan b, está todo el abecedario para crear alternativas
diferentes a una situación que provoque soluciones eficaces.
 
• Actúa de manera sibilina… o con determinación implacable según el contexto: nuestra
personalidad nos ata en nuestras respuestas emocionales y racionales habituales. Es
decir, tendemos a actuar de manera similar casi siempre. Pero la persona estratega  actúa
con la pluma o el mazo según sus objetivos a largo plazo establecidos. Ante cualquier
ataque sabe cómo devolver contra los que lo realizan, su violencia y agresión, provocando
que la brutalidad de sus acciones sea el reflejo de lo que son para descrédito suyo y
caigan por sus propias actuaciones ante la sociedad.
 
• Sabe que un mar en calma nunca hizo a un buen marinero: la persona estratega busca
retos. No huye de las situaciones conflictivas. Estas le permiten crecer, le permite probar
su valía, le permiten aplicar todas las habilidades para las que se ha estado preparando.
Sabe que ante el reto crece como profesional y ante la huida o pasividad a la que puede
tender emocionalmente en un momento dado le hace ser una persona “pequeña”.
Contrapone su comodidad a la virtud del sacrificio para mejorar día a día en la búsqueda
de forjarse como una persona de valor.
  
• Conoce el arte de saber concluir las cosas, que consiste en saber cuándo detenerse:
cuánto tiempo perdido en actuaciones inútiles, en relaciones tóxicas, en proyectos viciados
de inicio. La persona estratega pone fin a lo que no le permite crecer, a lo que le lastra, a
los que le condiciona negativamente. Sabe detenerse y valorar constantemente su entorno
para depurar y concluir lo que le impide culminar sus objetivos. Y busca la realidad de las
cosas, no desea actuar conforme a lo que le gustaría que pasara. Actúa conforme a lo que
sabe qué pasa, y entonces decide la estrategia adecuada de manera implacable… o sutil,
pero siempre terminando con lo que le interpone en su estrategia para cumplir sus
objetivos.
 
• Se entrena para saber interpretar a las personas. En muchas ocasiones la estrategia
está subordinada a la persuasión y la persuasión está subordinada al conocimiento; lo
más exhaustivo posible de la naturaleza de las relaciones personales. En general, a todos
nos gusta sentirnos importantes, reconocidos y apreciados permanentemente, por tal
motivo, un buen estratega te hará sentir una persona de valor… para conseguir su
objetivo. Éste es el secreto. Al estratega sólo le importa su objetivo, por eso vuelve al
punto tercero y podrás descubrir qué se esconde tras sus amables palabras, o aprender
su técnica y hacer lo mismo. La llave secreta de las relaciones es ser detallista con las
personas y objetiva con los elogios, entonces la mayoría te abrirán sus mentes y
corazones y podrás influir teniendo más opciones de culminar tu estrategia.
 

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• No va en contra de su cuerpo, templo y sustento de conocimiento: ganar, éxito, acierto,
objetivos… Todo esfuerzo parece que olvida algo importante, aunque las ideas sean
ilimitadas, aunque el entusiasmo te haga trabajar sin descanso, aunque tus objetivos seas
importantísimos y estés a punto de alcanzarlos, tu cuerpo no es ilimitado, tu cuerpo te
emite señales de alarma, si maltratas a tu cuerpo, si desprecias el descanso que te pide
se “vengará” de ti en cualquier momento. Un buen estratega sigue el principio  de los
indios Siux: “la persona que se preocupa de los susurros no tendrá que ocuparse de los
gritos”. Tu cuerpo te susurra cuando no puede más. Trátalo con cuidado, mímalo tanto
como cuidas tus objetivos. Y regálale descanso y atenciones para poder continuar con tu
estrategia.
 • No deja de crecer, sabe que tiene que potenciar sus habilidades para conseguir las
mejores estrategias posibles: un estratega sabe que el mundo cambia constantemente y el
conocimiento también. Cada día hay excelentes autores, profesores que son generosos en
dar lo que saben, en impartir lo que tienen dentro para que su experiencia de vida ayude a
quienes no han podido o querido adquirir sus conocimientos. El buen estratega lee mucho
y acertadamente, va a cursos prácticos y tiene la humildad de tener su mente abierta a los
que más saben y los sigue con profunda gratitud porque le hacen mejorar día a día. 
 
En definitiva, un buen estratega no se limita a estas diez claves, sabe que hay muchas
más esperando a ser encontradas y asimiladas como herramientas para conseguir sus
objetivos propuestos.
 
 ¡Qué tengas la suerte de acertar con la estrategia adecuada en tu vida personal y
profesional! y si no la encuentras sigue estudiando, todas las respuestas están en los
buenos libros y en los buenos maestros

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CLAVES PARA CONSEGUIR EL LOOK ADECUADO PARA UN ABOGADO

1. ¿Qué piensa sobre la manera que deben vestir los abogados en la actualidad?
2. ¿Qué piensa sobre obligar a vestir de una manera adecuada por estudiante de derecho? ¿Cómo si
fuera un abogado?
3. ¿Invertiría usted en un personal shopper y en adquirir vestimenta para tener una mejor
presentación?
4. ¿Cómo deben vestir los abogados hombres y los abogados mujeres?
5. ¿Qué opina sobre la frase que el estilo jurídico no tiene como prioridad la comunicación sino la
imposición subliminal de una idea?
6. ¿Cree que es ético convencer, disuadir, persuadir al juez, al cliente, al contrario aunque no diga la
verdad?
7. ¿Qué es un alegato, cómo se estructura, postura cuando se presenta el alegato?
8. ¿Cómo debe ser el comportamiento del abogado en el juicio?
9. ¿Cómo manejar la postura y la voz e la sala?
10. ¿Qué es el coaching? Definición: ¿Qué es la inteligencia emocional hacia el cliente, y la técnica
forense?, tres conclusiones de cada una.
11. ¿Cree que el abogado debe escribir lo que va a expresar? ¿Cómo deben ser los escritos de los
abogados?
12. ¿Cómo deber ser y actuar el orador, cómo debe ser la modulación, los gestos?
13. ¿Qué es la marca personal en un abogado? ¿Cómo se genera una marca personal en un abogado?
14. Sintetice las diez claves para convertirse en un estratega de la vida y de una apreciación personal.

TRABAJO
1. Leer todo el texto
2. Cada grupo de trabajo desarrolla dos preguntas para exponer en la próxima clase.

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