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Para entenderlo, primero sería hacer un poco de antropología, como decía Aristóteles, el
hombre es un ser social, un individuo que necesariamente debe vivir, de una o de otra
manera, en un ámbito comunitario, por tanto, el eje de la comunidad democrática no
puede quedar definido por un determinado individuo o grupo, sino por el conjunto de
relaciones y vínculos interindividuales que se conforman a un nivel lo más libre e
igualitario posible.
Después de haber referido el análisis de la ciudadanía a los vínculos que tiene con el
desarrollo de estado-nación, Marshall aborda una segunda perspectiva relacionada con la
idea de que la ciudadanía es un instrumento que permite legitimar la desigualdad social.
Según Marshall, la ciudadanía interviene para aminorar los efectos del desarrollo
capitalista que genera niveles de desigualdad crecientes.
Marshall, a partir de esta idea, define tres tipos de ciudadanía en su vínculo con ñas
etapas del desarrollo capitalista; la civil, la política y la social
Por su parte, Jordi Borja y Manuel Castells, sostienen que los procesos de
democratización y descentralización presionan a los gobiernos locales a abandonar su
papel tradicional de simples administradores, y les invitan a asumir el desafío de mejorar
las condiciones ambientales y sociales de sus habitantes, reforzando simultáneamente las
condiciones de gobernabilidad local.
Borja (2002) hace dos distinciones respecto al término ciudadanía, a través de las cuales
se plasman definiciones relativamente unívocas desde el enfoque jurídico-político,
lógicamente de ciudadanía (con dos significados), ciudadano y nacionalidad. La única
ambigüedad reseñable, que se mantiene en diferentes partes de la entrada, se debe a
que en ocasiones no queda claro si para ser ciudadano se requiere sólo tener ciertos
derechos y obligaciones o si, además de lo anterior, es necesario participar activamente
en política. La primera distinción es usual tanto en este tipo de diccionarios como en los
de la lengua. Sin embargo, como la definición de ciudadano de Borja es precisa esta
distinción no da lugar a las ambigüedades que se encuentran en otros autores. Según
este autor, la palabra ciudadanía “tiene dos acepciones: la primera se refiere al conjunto
de ciudadanos de un Estado, y la segunda al cúmulo de derechos y deberes políticos que
derecho natural o fundamental, que se refiere al vínculo común que une a las distintas
personas con un origen común y un territorio y tradiciones compartidas y que los liga
normalmente a un determinado Estado y los hace destinatarios de sus normas de
Derecho privado.
Democracia: es la forma política más justa: se presenta como el sistema donde las
çleyes son más racionales, prima el bienestar de la comunidad y el individuo goza de
libertad.
ciudadanía multicultural: se pretende plantear una teoría liberal sobre los derechos de
las minorías al tiempo que se explica cómo cohabitan esto con los derechos humanos,
individuales civiles. Es así como observamos una pauta común en ellos. Todos llevan
como referente y objetivo la justicia.
ciudadanía del reconocimiento: Ser ciudadano o ciudadana significa para la autora dos
cosas: una, poseer un sentimiento de pertenencia a una comunidad política; otra, obtener
un reconocimiento de esa comunidad política a la que se pertenece. La pertenencia y el
reconocimiento a una comunidad tiene deberes y tiene derechos.